En la antigüedad ya existía la Teoría
alegórica de la interpretación de los mitos, que es
la que sostiene que hay una racionalidad oculta tras el relato
poético. Los mitos serán entonces grandes
metáforas. Esta idea viene problematizada por la hermenéutica que constata las
múltiples variaciones y manipulaciones que se pueden
realizar en el ejercicio de interpretación de
alegorías, lo que significaría que la racionalidad,
más que existir en el texto, la pone
el exégeta que lo interpreta. Sin embargo, lejos de querer
justificar nuestras propias creencias leyendo los mitos
tendenciosamente, el estructuralismo sostendrá que sí es
posible desentrañar ciertos significados de los relatos
míticos, cuya racionalidad no depende de ellos mismos,
sino de formar parte de la estructura
lingüística o gramatical, ciertamente
universal, que rige los fenómenos del habla y la escritura.
También existió ya en la antigüedad otra
teoría
de la interpretación de los mitos conocida como
Evemerismo. Teoría de Evémero de
Mesene[i][i] (s.IV a.C.), según la cual, los dioses
míticos no son más que personajes históricos
de un pasado mal recordado, magnificados por una tradición
fantasiosa. Esta teoría sería aceptada aún
por el filósofo David Hume. (Evémero de Mesene:
escritor de fines del s.IV a.C., hay que tener en cuenta que,
como en tantos otros, su obra se ha perdido y se le conoce
sólo por sus comentaristas).
Cicerón en su tratado Sobre la naturaleza de
los dioses (libro II,
24-25), emplea tanto el alegorismo como el evemerismo al
interpretar los mitos (cfr. también su tratado Sobre la
adivinación, II, 37), y en el repertorio
enciclopédico que son las Etimologías de
Isidoro de Sevilla encontramos los ecos de ambas corrientes,
tanto del evemerismo como de la interpretación
alegórica (cfr.San Isidro Etimologías VII,
11). Los padres de la Iglesia
utilizaron el evemerismo y la teoría alegórica en
su lucha contra el paganismo y para descalificar los mitos no
aprovechables por su doctrina. Lástima que no aplicasen
estas investigaciones a
sus propios mitos. A veces San Isidoro da varias posibles
etimologías, como alternativas para un mismo dios, ya que
le interesa menos ser preciso que indicar o sugerir el origen
natural de las erróneas divinidades de los paganos
(cfr.Etim.VII,11,30-34). En el Renacimiento, a
la luz del
neoplatonismo, muchos humanistas interpretarán los mitos,
con el ánimo de entresacar de este legado antiguo unas
enseñanzas cristianas, adaptando sus interpretaciones de
la antiguedad greco-latina con el fin de justificar creencias
judeo-cristianas.
En estas condiciones era fatal que se insinuara entre los
humanistas renacentistas la misma idea a la que había
llegado el paganismo crepuscular tras la época
helenística y la llegada del cristianismo
(Plotino), a saber: que todas las religiones se
equivalen (ecumenismo), y que bajo formas diversas -sean a veces
pueriles o monstruosas- se esconde una común verdad. Por
eso Marsilio Ficino se inclina hacia una especie de teísmo
universal con el platonismo por evangelio. La
interpretación alegórica renacentista,
ideológicamente interesada, encontró un gran foco
en la Florencia del siglo XV, auspiciada por los Medicci, a
quienes Ficino convenció de que el platonismo no era
políticamente subversivo sino que podía servir a la
salvaguardia de sus intereses.
En el s.XVII se acabó el culto pagano de la vida. Son
los tiempos de Trento y la Contrareforma. El frágil
equilibrio
entre la admiración poética por la belleza y el
culto pagano de la vida, y la fe cristiana, había hecho
crisis, crisis
como las criticas de Savonarola que lo llevarían a la
hoguera, es el tiempo de la
reacción. Los renacentistas no añadieron
ningún método de
investigación mítica a los ya
existentes, el evemerismo y la teoría alegórica.
Habría que esperar al s.XVIII para que surgiera el
Método Comparativo en las investigaciones sobre
historia de las
religiones; tras
el descubrimiento de Nuevos mundos y nuevas mitologías.
Como precedente de la Mitología Comparada:
enciclopedista y antropólogo Ch.De Brosses (1709-1777),
amigo de Buffon y corresponsal de Voltaire, que
fue quien acuñó el término fetiche
tras tomarlo de algunos relatos de misioneros portugueses.
Fetisso corresponde al español
hechizo, y viene del latin factitium. Pero tiene un
sentido muy concreto: un
objeto inanimado (según nuestra concepción), que
recibe un culto propio como si estuviera impregnado de poderes
divinos o mágicos. La idea llegará hasta Karl Marx, quien
nos hablará del fetichismo de la mercancia en su
obra cumbre El Capital.
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