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A la caza del contexto, una perspectiva de integración disciplinar


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    Interesado por los supuestos conceptuales y funcionales del
    más antiguo componente de la actividad simbólica en
    Cuba, el historiador del arte no tradicional se
    verá inmerso en una metodología de trabajo
    interdisciplinaria que incluye varios saberes.

    Tendrá que elaborar procedimientos de trabajo que
    combine los aportes de diferentes ciencias con los resultados de
    dos fuentes de información principales: las
    crónicas de las islas (a partir de los llamados
    Cronistas de Indias) y las evidencias
    arqueológicas. De esta forma obtendrá valores
    propios de diversos contextos que reconstruyen fragmentos del
    universo donde se creó y funcionó esta
    producción simbólica.

    Y hablo de contextos espacio-temporales y
    socio-históricos, de contextos
    mito-lingüísticos y simbólicos. Además,
    me refiero a "fragmentos del universo indígena" porque
    fueron segmentos culturales los que pudo recoger el
    cronista y pedazos de esa producción halla hoy la
    arqueología entre las capas naturales del suelo.
    Ver siguiente gráfico.

    Gráfico 1

    El estudio de las formaciones geográficas y
    geológicas de la zona Caribe, por ejemplo, tiene
    gran interés a partir del proceso evolutivo que las
    llevó a convertirse en hábitats humanos (Maggiolo,
    1992). El ascenso y descenso del nivel del mar y la
    emersión de porciones de territorios ayudan a sugerir
    probables rutas migratorias para el poblamiento temprano y
    gradual del arco antillano. Ello, asociado a la evidencia
    arqueológica, le permite al historiador del arte,
    por ejemplo, distinguir si ciertos aportes culturales
    desarrollados en comunidades indoantillanas encuentran su
    génesis en las propias islas o provienen de antiguos
    territorios continentales.

    Ciencias como la Botánica y la
    Zoología, que estudian la flora y la fauna que
    convivió con determinada cultura arqueológica
    representada en la capa estratigráfica que se analiza, no
    sólo nos informa de los hábitos alimentarios de
    estos antiguos hombres, de las zonas por las que éste se
    desplazó buscando este sustento y "hasta de las
    variaciones estacionales en sus hábitos de recolecta"
    (Dacal y Rivero, 1986:24-25). También nos ayuda en la
    identificación de importantes elementos simbólicos
    de carácter fito y zoomorfos (sobre todo los segundos),
    que son motivos de representación recurrente en las tallas
    y cerámicas aborígenes.

    La Física-Química permite el estudio de
    los restos humanos (pesquisa que se hace extensible a todos los
    restos orgánicos) y ofrece lecturas de datación
    como es el caso del método del Carbono-14. Este
    método ofrece fechados muy apreciables, pues consiste en
    medir "el tiempo en que actúa el proceso de
    desintegración del carbono-14 radiactivo, con lo que ha
    sido posible establecer la edad de los materiales
    orgánicos encontrados en los sitios arqueológicos"
    (ibídem:17). Este sistema de datación se da a
    conocer en 1950, de modo que la antigüedad de un objeto
    arqueológico se computa a partir de dicho año, es
    decir AP (Antes del Presente) o antes de 1950. De esta manera se
    le facilita al investigador del hecho simbólico
    cronologizar estilos y temas en "obras" que tienen como soporte
    materiales orgánicos como la madera y el hueso. Y, luego
    de datados los temas y los estilos, entonces el fechado -con un
    criterio relativo- se puede hacer extensivo a la
    producción de "obras" sobre soporte lítico.

    De igual importancia resulta la ciencia
    antropológica. Ella, con sus datos, demuestra
    cómo fue ese hombre que es hoy arqueológico: raza,
    sexo, edad, patologías y hasta "verdaderos estimados
    demográficos, los cuales se obtienen de la
    distribución por edades entre la población que ha
    sido exhumada" (ibídem:25). Además del
    conocimiento, digamos que antrópico, que obtenemos del
    hacedor de la producción simbólica aborigen, este
    estudio nos descubre que no todos los rasgos fenotípicos
    del aborigen insular aruaco responden a parámetros
    raciales asiático-mongoloides. Algunos de esos
    parámetros, como la deformación artificial del
    cráneo, parecen hacer referencia a hechos
    simbólicos de naturaleza zoológica. A su vez, esta
    lectura le permite al historiador del arte verificar
    cuánto de "a su imagen y semejanza" (patrón
    biotípico natural
    ) y cuánto de un
    patrón biotípico simbólico, puso el
    indígena a la hora de representar o personificar sus
    ídolos o cemíes: el prognatismo maxilar, los
    pómulos salientes, la frente deformada… Así como
    la presencia de ciertas patologías, como ese raquitismo
    propio de los behíques (suma de curanderos, sacerdotes,
    hacedores de obras simbólicas…) que en sus continuos y
    largos ayunos rituales veían exteriorizar la
    radiografía de sus huesos (omóplatos,
    vértebras, costillas, tobillos…). Ver siguiente
    gráfico.

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