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Derecho y evolución: La naturaleza humana y la función adaptativa del comportamiento normativo (página 2)



Partes: 1, 2

Al final, si parece seguro que
nuestra evolución se dió por mecanismos
darwinianos y de acuerdo con limitaciones darwinianas, el tipo de
naturaleza
humana implicado en una determinada propuesta teórica
o práctica define y circunscribe no solamente las
condiciones de posibilidade de las sociedades
humanas como, y muy particularmente , el deseño del
conjunto institucional y normativo que regulará las
relaciones sociales, así como el caracter de las normas y de los
valores
producidos por el hombre en
el percurso del incesante proceso de
adaptación (darwiniana) al complicado y cotidiano mundo en
que plasma su existencia secular . En efecto, y a menos que
aceptemos, según algunas propuestas teológicas, que
los seres humanos están solamente un poco por debajo de
los angeles, un modelo
darwiniano sensato sobre la naturaleza
humana debe subjacer a cualquiera teoria social normativa ( o
jurídica) que , en la actualidad , pretenda ser digna de
algun crédito
(Rose,2000).

Bajo esa perspectiva, parece razonable ponderar que una forma
operativa ( que no mate el pensamiento ni
enerve la acción)
para avaluar el problema del fenomeno juridico es empezar por
preguntar, en última instancia, "¿como el derecho
se tornó y es posible?", o sea, "¿cúal es la
función
del derecho en el contexto de la existencia humana?" Una
explicación "convencional neodarwinista" presupone que
disponer de normas de conducta
representa una ventaja genética,
con lo cual la pregunta original sobre por que "criamos"
el derecho, se transforma en "¿que ha constituido
(o que constituye) la ventaja selectiva?" De no poder
responder a esta cuestión, la presencia del derecho en
el universo
del existir humano seguirá siendo un enigma, siempre
abierto a las más disparatadas suposiciones
académicas.

Para empezar, persiste la incógnita que afecta a los
humanos y solamente a ellos, y que ninguna teoría
parece ser capaz de despejar : la de averiguar por
qué
motivos desarrollamos una solución tan
costosa y tan tremendamente compleja en términos
neurológicos para resolver los contratiempos que pudieran
presentar nuestra existencia secular y el mútuo
relacionamento de la vida social. Los lobos y los leones , por
ejemplo, resuelven esos problemas con
estrategias muy
hábiles, tales como la agrupación, sin que medeie
ningún tipo de norma o lenguaje
gramatical. Las hormigas y las abejas efectuan un ejercicio de
danza ( y
bioquímico) específico para transmitirse
informaciones sobre la localización y la calidad de sus
manjares. Los monos ( y especialmente los primates modernos)
disponen de una variada gama de gestos , gritos y otras conductas
para manifestar ( esconder o disimular) miedo y agresividad ,
sentido de justicia ,
sumisión y placer, deseo de congraciarse y tener
apetencias sexuales etc. , pero jamás hacen uso de
estructuras
normativas proposicionales ni gramaticales.

Es de suponer que la capacidad linguistica ,
tan propia de nuestra especie y la herramienta más
importante para la transmisión de la cultura, nos
aporta ventajas en la implementación de esa sofisticada
estratégia de supervivencia social que los sistemas de
comunicación más simples no son
capaces de transmitir. Sin embargo, seguimos sin conocer por
qué la ventaja es tan grande que llega al punto de
permitirnos conocer "quién hizo qué a
quién", de predecir en normas de conducta bien definidas
las consecuencias de las acciones de
nuestros congéneres, pero que, por otro lado,
también nos impide acudir a una definición
más precisa de justicia o de delimitar en qué
aspecto la teoría del derecho
natural es preferible a la de un positivismo
más sosegado.

En ese sentido, y para tentar entender y superar la oscuridad
del tema , quiza la perspectiva más fecunda en el analisis
del derecho sea la funcional (1) , quiero decir , aquella que no
se fija en una supuesta ( y por veces reducionista y/o
eclética) perspectiva axiológica,
sociológica o estructural del mismo, sino que intenta
dilucidar para qué sirve en el ámbito de la
evolucionada existencia humana , sin que para eso, pongamos el
caso, sea necesario recurrir al expediente retórico (
relativista o tradicional) de condicionarlo a los oscuros
límites
de la revelación de mensajes que ultrapasan la
comprensión humana , de verdades independentes que nuestra
inteligencia
no es capaz de procesar y entender, o sea, de disimular o
desconocer los motivos y las razones que suscitan y justifican su
(evolucionada) existencia como uno de los aspectos esenciales de
la vida en grupo.

Y una vez situado este tipo de planteamento sobre el derecho a
una dimensión propiamente evolucinista y funcional, es
posible conjecturar que si el derecho ha sido creado por el
hombre, para
los propósitos del hombre, entonces todos los
propósitos que por ventura se pueda encontrar y extraer de
él deben ser debidos , en última instancia, a los
propósitos del hombre. Pero, "¿cualés son
esos propósitos?", es algo así como un
misterio.

No obstante, y porque los humanos son siempre un problema tan
sensible, parece razonable partir de la hipotesis (empiricamente
rica) de que la respuesta se encuentre (como sucede con las
teorías
que relacionan el tamaño del cerebro con la
inteligencia social) en la necessidad para competir con éxito
en la complejidad de nuestro estilo de vida
social, o sea , en la forma por la cual nuestros ancestrales
homínidos resolvieron un problema adaptativo asociado a
las multiples e incesantes relaciones derivadas de una
vida substancialmente grupal: nuestros ancestrales
homínidos , en alguno momento de nuestro pasado evolutivo,
necesitaron (por presiones selectivas) generar un diseño
, mejor que las alternativas entonces existentes, que permitiera
una optimización funcional y adaptativa del
mecanismo de funcionamiento e interacción de las cuatro formas
elementales de socialidad que parecen estar arraigadas en la
estructura de
nuestra arquitectura
mental : las relaciones de comunidad , de
igualdad, de
proporcionalidad y de dominio
herárquico (2).

En ese sentido , una explicación darwinista sobre la
evolución del derecho supone que las normas de conducta (
en este caso, de naturaleza jurídica) representaran una
ventaja selectiva para una especie esencialmente social como la
nuestra que, de otro modo, no habría podido prosperar
biologicamente : plasmaron la necessidad de la posesión de
un mecanismo operativo que permitiera habilitar publicamente
nuestra capacidad innata de inferir los estados mentales y de
predecir el comportamiento
de los indivíduos y , de esa forma, ampliar el conocimiento
social sobre los miembros de nuestra especie y desarrollar
nuestra también innata capacidad de resolver conflictos
sociales sin necesidad de recurrir a la agresividad (3) ; o sea ,
de ofrecer soluciones a
problemas adaptativos prácticos , separando (más
del que componiendo conflictos ) los campos en que los intereses
individuales, siempre a partir de las reacciones del otro ,
puedan ser valida y socialmente ejercidos (Ricouer,1999) (4).

De hecho, es la existencia secular y el mútuo
relacionamiento en la vida social que producen el individuo; el
reconocimiento del otro va unido al reconocimiento del propio yo.
La capacidad para autointerpretarnos es inseparable de la
adquisición de la capacidad para interpretar a los otros,
para leer sus mentes, para entenderles, y para entendernos a
nosotros mismos, como seres intencionales (5). Como seres
reflexivos, llegamos a conocernos a nosotros mismos en parte a
través de los ojos de los otros.Cuando nos observamos en
relación con los demás, parte de nuestra
experiencia es nuestra visión imaginada de cómo nos
ven los otros.Esta capacidad es una de las bases de la vida
social humana y la esencia de lo que significa autodenominarnos
"seres sociales".

A ese proposito , una hipotesis muy segura es la de que,
relativamente a las necesidades adaptativas de la vida social ,
la sociabilidad de los hominidos habría sido fuertemente
desincentivada seletivamente durante el periodo en que nuestros
antecesores (el ancestro conmún) ocuparon la periferia del
nicho arbóreo; sin embargo, en la savana abierta ,
volvieron a necesitarla: las presiones altamente selectivas en la
savana abierta induciran nuestro ancestral a volver a tener
fuertes tendencias sociales, provocadas tanto por necesidades de
protección contra predadores (mucho más
rápidos y fuertes), para la caza en común, como
para el abastecimiento colectivo en un ambiente
particularmente hostil. Por su vez, esa necesidad adaptativa de
sociabilidad favoreció el ulterior avanzo de las
capacidades cognitivas, promovendo las capacidades de
comunicación y asociación simbólica y
sentando las basis neurofisiologicas definitivas para el
lenguage, el pensamiento, la intercomunicación
proposicional y la lectura de la
mente.

La vida en grupos cada vez
más grandes ha contribuído para el desarrollo de
más inteligencia social , evoluindo los hominidos como
verdaderos lectores de mente. En el proceso de
hominización aumentó el volumen cerebral
(y con él las neuronas disponibles y los patrones
posibles) en relación con el volumen corporal y se
desarrollaron específicamente el cerebelo y la corteza
frontal. La corteza frontal alberga funciones como la
planificación al largo, la toma de
decisiones y otras que parecen derivadas del requerimiento de
interaccionar con la complejidad social más que con el
medio ambiente
que no tuvo porque sufrir cambios marcados.Se diría que la
inestabilidad evolutiva que condujo al hombre a evolucionar fue
el propio hombre en su dimensión social.Es más
difícil predecir el comportamiento del prójimo que
el calendario anual que a fin de cuentas se repite
sistemáticamente por los siglos de los siglos. Así
que la función propia (6) del fabuloso desarrollo
neocortical del Homo sapiens es precisamente la de
facilitar la interpretación própia y ajena , la
inteligencia social. El origen biológica de nuestras
más extraordinárias capacidades cognitivas – como
en todos los grandes homínidos – es de todo punto
social.

Por decirlo de otro modo, una vez que la existencia social
humana está fundada en la propensión
genética para leer la mente, para antecipar las
consecuencias de las acciones y para formar contratos a largo
plazo, a medida en que los primates fueron desarrollando sus
complejas formas de interacción y de estructura sociales,
su supervivencia pasó a depender, de sobremanera, de
argúcias y medios
más sofisticados – que seguramente los sistemas de
comunicación más simples no son capaces de
transmitir – para inferir y predecir el comportamiento de los
demás y para mantener la cohesión social , o sea,
para resolver problemas rutinarios de supervivencia , de reproducción, de intercambio social y de
vida en grupo.

Y como los seres humanos fueron moldeados por la
evolución para ser criaturas sociales que buscan
naturalmente integrarse en un sin número de relaciones
comunales, la seleción natural también nos ha
dotado especialmente de la capacidad cognitiva para identificar
los contratos sociales y, en especial, para detectar los
tramposos que los incumpren (Cosmides,1989). La formación
de un contrato es
más que una propensión cultural universal: es un
rasgo humano tan característico de nuestra espécie,
una actividad tan extendida en el comportamento social humano
(como el lenguage, el pensamiento abstracto y practicamente como
el aire que
respiramos) que , habiendo sido diseñado desde el instinto
y la inteligencia superior, constituye el principal factor de
condicionamento y desarrollo de las capacidades cognitivas de las
personas , de las relaciones, de los motivos, de las emociones y de
las intenciones que se manifiestan en el entorno social (7).

De acuerdo con esta hipotesis, la propuesta de Cosmides y
Tooby parece hacer referencia a una parte del cerebro humano que
funciona como una máquina de calcular implacable y
arrasadora. él trata cada problema como un contrato social
firmado por dos personas y fiscaliza aquellas que pueden burlar
el contrato. Es un órgano de cambio que
todo lo que hace es emplear módulos especiales de deducción proyectados por la
seleción natural para descubrir violaciones de contratos
firmados por dos partes.

En efecto, como especie, en cualquiera entorno que vivamos,
sea cual sea la cultura, no solamente parece que somos
excepcionalmente conscientes de la relación
coste-benefício existentes en los cambios, como inventamos
el cambio o el contrato social
mismo en las situaciones más imprópias. De acuerdo
con Ridley (1996), la reciprocidad pende, como la espada de
Dâmocles, sobre la cabeza de cada ser humano
:obligación, deber, deuda, favor, ajuste, contrato, cambio
, negócio…Lo que no falta en nuestro lenguaje y en
nuestra vida son ideas de reciprocidad y de cambio social. De
hecho, lo que los demás hacen con (y por) nosotros y
piensan de nuestros comportamientos tiene una gran importancia
para nuestras actitudes
morales.Gracias al principio de reciprocidad y del razonamiento
en terminos de contrato social las relaciones cooperativas
se han convertido en una base práctica de la vida social.
El sentido de endeudamiento, de la necesidad de devolver un
regalo o un favor, parece ser universal y es probablemente una
predisposición innata evolucionada , deseñada por
la seleción natural , codificada para una especie
naturalmente inserida en vínculos sociales relacionales.En
un mundo de cazadores-recolectores, la supervivencia diaria no
dependia del dinero en el
banco sino del
grado de intercambio social y de la fuerza de
cohesión de los vínculos sociales establecidos
entre los miembros del grupo (8).

Y esa forma de operar, esa aguda consciencia de la
reciprocidad, hace con que el cerebro humano no sea apenas mejor
del de otros animales; pero
diferente. Y diferente de un modo fascinante: como dotado de
módulos específicos o faculdades que le habilitan ,
de forma consciente e intencional, a explotar la reciprocidad , a
leer la mente y predecir el comportamiento de nuestros
congéneres, a cambiar favores y a obtener los
benefícios de la convivencia social.

Ora, la amplificación a una dimensión
comunitária, por la elaboración cultural, de esa
función própia de un módulo (domínio-
específico) de nuestra arquitectura cognitiva innata (o de
una intuición o emoción moral de
origen biológico) conduce a la expectativa de certeza
jurídica , aquí entendida como expresión
sócio-cultural de la solución de un problema
adaptativo relativo a la innata capacidad y necesidad de predecir
las acciones – y sus consecuencias – de nuestros congeneres.

De esa forma, el origen y evolución de nuestro
"comportamento contractual" – y consecuentemente del derecho como
artefacto de la cultura – no es un producto
cultural que responde muy directa y racionalmente a las
condiciones totalmente recientes, sino un aspecto intrinsecamente
humano y tan propio de nuestra especie que , expandidos
múltiplas veces a una dimensión colectiva ,
evolucionaron en preceptos morales y normas jurídicas. Y
así ha ocurrido no solamente porque pasamos una parte
considerable de nuestras vidas tentando sobrevivir como
espécie esencialmente social, sino porque la
transmisión cultural es adaptativa en su origen, al
permitir que los individuos disminuyan el tiempo y los
costes necesarios para el aprendizaje de
una conducta en terminos de eficacia
evolutiva, lo cual implica que la cultura ( así como ese
artefacto cultural denominado derecho) puede ser ventajosa con
respecto al aprendizaje
individual y social (Boyd y Richerson, 1985).

Si bien repararmos, la vida del hombre – cuyo talento para el
lenguage no encuentra rival en el reino animal – se encuentra
dominada por esta dimensión cultural que, por su
relevancia, se manifesta y se replica por medio de los artefactos
normativos que dirigen nuestras conductas en el universo de los
cuatro modelos de
vínculos sociales relacionales de los cuales nosotros
humanos estamos siempre muy pendientes. No por otra razón
disponemos de normas de conducta bien afinadas que nos permiten
predecir y moldear el comportamiento social respecto a la
reacción de los miembros de la comunidad . Esos
artefactos, se plasman gran parte de nuestras intuiciones y
emociones morales, no son constructos arbitrários, sino que
sirven al importante propósito de , por medio de jucios de
valor, hacer
la acción colectiva posible – y parece razonable admitir
que los seres humanos encuentran satisfacción en el hecho
de que los valores y
normas sean compartidos por los miembros de la comunidad .

Por outro lado, y con la misma intensidad , nuestros programas
ontogenéticos cognitivos tambien comandan los procesos de
constitución y automodelación de
nuestra identidad
individual, donde se incluyen las necessidades de sexualidad ,
de afecto y de reconocimiento de la propia existencia por parte
del otro , implicando la mútua relación de los
indivíduos, el apareamento dentro y fuera de la unidad
familiar, la criación y la educación de
nuestros hijos etc., en uno ciclo contínuo, extremamente
costoso e interminable .

Como seres intencionales, cualquiera acción – quiero
decir , cualquier movimiento,
cualquier pensamiento o cualquier sentimiento o emoción-
responde a una forma específica de como la seleción
natural modeó nuestro cerebro en beneficio de una ventaja
adaptativa: los objetivos de
nuestras acciones son dados por medio de una estratégia
estrictamente vinculada a la naturaleza humana, sin prejuicio
claro está- de admitieren amplas variaciones resultantes
de la inserción en el entorno socio-cultural en que se
vive – o sea, de que la cultura influye tanto en el sentido de
acentuar como de rebajar las tendencias más profundamente
enraizadas en la naturaleza humana (9)

Y porque durante el largo curso de nuestro proceso evolutivo
algunas estrategias y mecanismos diseñados por el hombre
tienen la capacidad de resolver problemas adaptativos a ellos
asociados , asumimos y decimos que ellos tinen valor ( que
son buenos) y , como tal, que son capaces de ir acumulando
tradicciones que, renovadas, son transmitidas de
generación en generación, por decisiones
individuales de las personas influidas por la historia, por la cultura y
por el pasado evolutivo de la humanidad.

Dicho de otro modo: si todos los humanos sin excepción
significativa tendemos a valorar las mismas cosas, no es porque
(solamente) nos hayamos puesto de acuerdo sobre ellas, sino
porque tales valores comunmente compartidos se asientan en la
psicología
natural de la especie humana. Todos valoramos, por ejemplo, la
cooperación intragrupal, pero desconfiamos de la
cooperación intergrupal cuando es propuesta desde afuera.
Valoramos la cohesión de grupo, las relaciones de
parentesco, la sumisión u obediencia a un líder,
la capacidad de ascender en la jerarquía social, la
conducta altruista, la protección a la infancia y el
aprendizaje de los pequeños, las alianzas
estratégicas, la amistad, el
sexo, el
alboroto moderado, las relaciones de intercambio, el riesgo
controlado; valoramos la sinceridad, pero también la
reciprocidad y la seguridad , y
abominamos el engaño , y muchas otras cosas también
, porque la evolución programó la mente humana para
comportarse de esos modos típicos de nuestra
espécie.

En realidad , parece razonable admitir que nuestras
valoraciones son , en buena medida, el resultado de dos dominios
en permanente estado de
interacción: un conjunto de determinaciones geneticas que
nos estimulan a mantener actitudes morales, a evaluar y preferir,
y que pertenece al genoma común de nuestra especie; y un
conjunto de valores
morales del grupo que es una construcción cultural , y esta
construcción ( y su respectiva transmisión) es
historicamente fijada en cada sociedad y en
cada época. De esa interacción resulta que nuestras
valoraciones parecen sesgadas por nuestras tendencias innatas
hacia determinadas conductas, pues es la gama
característicamente humana de emociones que produce los
propositos, metas , objetivos, voluntades, necesidades , deseos,
miedos y aversiones del hombre , siendo, por tanto , la verdadera
fuente de los valores
humanos (10). Y esto es importante tenerlo en cuenta porque
las valoraciones morales y jurídicas compartidas son las
que seguirán teniendo éxito en el futuro, y
conviene aprovechar lo mejor de ellas para adecuar los preceptos
éticos y normativos a su sólida realidad si
queremos que funcionen, más que inspirarlos en
volátiles y contingentes utopías.

La selección
natural ha moldeado nuestro cerebro con el resultado de que nos
importan más unas cosas y menos otras, o sea, de que
nuestra arquitectura cognitiva – funcinalmente integrada y de
domínio-específico homogenea para todos los seres
humanos – impone constricciones fuertes para la percepción, armazenamiento y
transmisión discriminatória de representaciones
socio-culturales. Deciendo de otro modo, de que los limites
observados en la diversidad de los enunciados éticos y
normativos son el reflejo de la estructura y funcionamiento de
nuestra arquitectura cognitiva, o sea, de que las caracteristicas
biológicas de nuestro cerebro delimitan el espacio de las
normas de conducta que nos son posible aprender y seguir. Debido
a ese indirecto condicionamiento, que lo es no tanto de nuestras
actitudes sino de nuestra capacidad moral, todos tendemos a
valorar
ciertas cosas en detrimiento de otras. Los valores
asegurados por medio de nuestras normas de conducta describen (en
gran medida) nuestras aptitudes morales naturales: valoramos
aquello que admite el margen de nuestra limitada capacidad para
aprender a valorarlo.

En efecto , lo que nos incita a comportarnos moral y
juridicamente no es el cálculo
deliberado entre las posibilidades de obtener cierto beneficio
incumpliendo una norma establecida y el riesgo que corremos si
somos descubiertos y castigados por ello. Tampoco funcionamos por
adhesión consciente a normas con las que racionalmente
comulgamos. Más bien son intuiciones o sentimientos
morales de gran importancia en las relaciones
humanas lo que entra en juego de un
modo subrepticio, espontáneo, sin darnos apenas cuenta:
empatía, remordimiento, vergüenza, humildad, sentido
del honor, prestigio, compasión, compañerismo
.Sencillamente actuamos delante de una regla de conducta del modo
como nos enseñan a actuar, motivados por el deseo innato
de "identificación grupal", enormemente favorecido por
medio de la adopción
de prácticas sociales y comportamientos conmunes que
funcionan en una determinada colectividad.

Como hemos puesto de manifiesto, tales intuiciones se asientan
en predisposiciones innatas de nuestra arquitectura cognitiva
para el aprendizaje y manipulación de destrezas sociales
marcadas en la biología del cerebro,
y que han ido apareciendo a lo largo de la evolución de
nuestros antepasados homínidos para evitar o prevenir los
inevitables conflictos de intereses que surgen de la vida en
grupo (11). Son estos rasgos, que podríamos llamar
tendencias más que características, lo que mejor
puede ilustrar los orígenes y la actualidad del
comportamiento moral y jurídico del hombre.

De hecho, si los hombres se juntan y viven en sociedad es
porque solamente de ese modo pueden sobrevivir y si constituir
como individuos separados y autónomos, retirando tambien
de ahí ventajas considerables en lo que toca a la
satisfación de los hechos más significativos de su
innata naturaleza humana . Se ha desarrollado, por esta via,
valores sociales específicos: el sentimiento de
pertenencia y lealtad para con el grupo y sus miembros; el
cuidado de la vida y propriedad ajenas; el altruísmo ; la
empatía; el respecto recíproco; el antecipar las
consecuencias de las acciones, etc. Todo eso son prácticas
que naturalmente resaltan de una vida compartida, dando
más tarde lugar a los conceptos de justicia, de moral , de
derecho, de deber, de responsabilidad, de libertad, de
igualdad, de dignidad, de
culpa , de seguridad, de traición y tantos otros.

Por conseguiente, y pese al hecho de que la tendencia para la
separación entre lo material y lo espiritual ha llevado,
no obstante , a que se absolutizen algunos de esos valores –
alenjándoles de sus origenes y de las razones
específicas que los han generado y presentándoles
como de esencia espiritual, como una transcendencia que ultrapasa
el propio hombre -, la ética y el
derecho parecen ter una base más segura cuando
relacionados a una visión biologicamente vinculada a
nuestra arquitectura cognitiva, estructurada en módulos o
dominios específicos, o sea, a la naturaleza humana
unificada y fundamentada en la herencia
(12).

Hay que se considerar la circunstancia de que los propios
enunciados normativos – de los valores éticos a los
derechos
humanos – surgieron gracias a naturaleza de nuestra
complicada arquitectura cognitiva y la inherente sociabilidad que
caracteriza nuestra especie , sometidas que están, a su
vez , a las leyes de la
evolución a traves de la seleción natural y la
inevitable interferencia de la cultura. Esos valores pertenecen a
los códigos de la especie humana como un todo, una
consecuencia peculiar de nuestra propia humanidad que, a su vez,
"constituye el fundamento de toda la unidad cultural"
(Maturana,2002).

El proyecto
axiológico y normativo de una comunidad ética no es
más que un artefacto cultural manufacturado y utilizado
para posibilitar la supervivencia , el éxito reproductivo
y la vida en grupo de los indivíduos: para expresar (y a
veces, pero no infrecuentemente, para controlar y/o manipular)
nuestras intuiciones y nuestras emociones morales . De ahí
que las normas jurídicas dicten las practicas sexuales,
fomenten ciertos tipos de vínculos sociales relacionales
en detrimiento de otros, regulen la libertad y la igualdad y
proiban la agresión y la violencia.

Y una vez que la abrumadora carga de riqueza empírica (
e intuitiva) milita en favor de esta línea de pensamiento
, la razón parece inclinarse fuertemente ante la evidencia
de que el nacimiento de las representaciones culturales
presuponen la integración de una visión
biológicamente vinculada a la naturaleza humana, o sea, de
que la coevolución entre genes y la cultura teció
no solamente una parte, sino toda la rica trama del
comportamiento social humano (13).

De hecho, en función de ese complicado proceso
coevolutivo – en que, por ejemplo, las representaciones
culturales normativas que tratan con temas de sexo, familia y poder,
desatan fuertes reacciones y son más prósperas en
terminos de "replicación" porque se relacionan con
aspectos de suma importancia de nuestro pasado evolutivo (
Brodie,1996)- , los hombres , desde las pequeñas bandas de
70 y 150 cazadores- recolectores ubicados en la savana , y cuya
supervivencia dependia inevitablemente del mantenimiento
de la cohesión social , se multiplicaron y concentraron
progresivamente, primero en pequeñas ciudades y,
más tarde, en grandes naciones, tendiendo , hoy, a
transformarse en una "sociedad única" , quizá en la
búsqueda del gran ideal de "ciudadania universal" de los
ilustrados Kant y Goethe (
que, dicho sea de paso, dista en mucho del filisteo proceso de
"globalización" neoliberal de nuestra
época).

Consecuentemente, este fenomeno fue acompañado por un
gran crecimiento del conocimiento y de la complejidad de los
vinculos y estructuras sociales – especialmente en lo que se dice
respecto a los sistemas de
información y de comunicación entre los
miembros de nuestra especie – , permitiendo una
interacción mucho más intensa y rápida entre
los hombres y los grupos
sociales y, en igual medida, exigiendo un incremiento
sustancial de las normas integradoras de la acción comun.
Al final, como ya se ha dicho anteriormente, el progresivo
aumento de la complejidad del intercambio recíproco
exigió (y exige constantemente) una estrategia
adaptativa basada en una previsibilidad comportamental cada vez
más sofisticada, o sea , en una consistente
padronización de las acciones y de las consecuencias del
complicado actuar humano.

Y aquí llegamos a las leyes humanas – esa herramienta
cultural e institucional "ciega", virtualmente neutra y con
potencial capacidad vinculante para predecir y regular el
comportamiento
humano – , cualquiera que sea su naturaleza o grado de
imperatividad. Y parece razonable suponer que en todas las
sociedades humanas existen normas para el ejercicio de derechos (aunque escazsos)
por los hombres y desde luego, del poder, la distribuición
y el uso de la propriedad, la estructura de la familia o
de alguna otra entidad comunitaria, la distribuición del
trabajo y la
regulación de los cambios en general, etc. ; normas que,
por resolver determinados problemas adaptativos, plasman , en el
entorno colectivo e historicamente condicionado , nuestra innata
capacidad (y necessidad) de predecir el comportamiento de los
demás y de justificar mutuamente nuestras acciones.

También en ese particular , y tal como parece haber
ocurrido con la evolución biológica, el proceso no
ocurre linealmente, antes por medio de ensayos y
errores. Los hombres intentan varias soluciones normativas y
adoptan las que les parece más eficaces en determinado
momento, hasta que es posible sustituirlas por otras que se
revelen más adaptadas a sus propósitos evolutivos.
Y una vez que la flexibilidad de la conducta humana y
la diversidad de las representaciones culturales es mucho
más limitada de lo que se puede imaginar y, por otro lado,
las alteraciones se pueden transmitir con mucho mayor rapidez y
eficacia , el proceso de la evolución normativa se
encuentra sujeto a profundos sobresaltos y equívocos y , a
veces , a retrocesos significativos ( esa, quizás , sea la
explicación evolucionista de las llamadas leyes
injustas).

Así que el orden juridico emana de la propia naturaleza
humana ( de su facultad de anticipar las consecuencias de las
acciones, de hacer juicios de valor y de elegir entre
líneas de acción alternativas) y no es algo que
haya sido impuesto a la
naturaleza humana por la cultura. Nuestras manifestaciones
culturales no son colecciones casuales de habitos
arbitrários: son expresiones canalizadas de nuestros
instintos , o sea, de nuestras intuiciones y emociones morales.
Por esa razón, los mismos temas despuntan en todas las
culturas: família, ritual, cambio, amor,
jerarquía, amistad, propriedad, celos, envidia , lealtad
grupal y superstición. Por esa razón, a pesar de
las diferencias superficiales de lengua y
costumbres, las culturas extranjeras tienen sentido
inmediatamente al nivel más profundo de los motivos, de
las emociones , de los habitos y de los instintos sociales. E
instintos, en una especie como la humana, no son programas
ontogeneticos imutables; son predisposiciones para aprender y
actuar. En efecto, acreditar que los seres humanos tienen
instintos no es una idea más determinista de la que
acreditar que son producto de la educación (Ridley,
1996).

Estamos diseñados por la seleción natural para
circunstáncias ecológicas y culturales distintas de
las actuales y con una mente dotada de módulos (ricos en
contenido) que procesan tanto los motivos innatos que conducen a
actos perversos como los motivos innatos que nos llevan a
evitarlos.Nuestros sistemas perceptivos evolucionaran para
construir modelos adecuados al entorno, para poder everiguar cual
será el paso seguiente.Nuestro cerebro está
diseñado para resolver con eficácia las
dificuldades que encontramos, elegir y tomar decisiones. Nuestros
vínculos sociales relacionales son, evidentemente,
deficientes y nuestra capacidad de predicción y de
antecipación de las consecuencias de las acciones dista
mucho de ser perfecta, pero es mejor que nada. Sin normas, no
pasariamos de ahí. Pero disponemos del derecho y, con
él, en una sociedad compleja, promovemos medios para
controlar y predecir las malas y las buenas acciones, para
justificar acciones colectivas y, lo que es más
importante, para articular, combinar y establecer límites
sobre los cuatro modelos elementales de vínculos sociales
relacionales por medio de los cuales los humanos construyen
estilos aprobados de interacción y de estructura
social, en fin, de los derechos y deberes que surgen de la
ineludible vida comunitaria.

En efecto, si el derecho es una respuesta a algo, este algo
debe haber sido un desafio adaptativo que quizás solamente
los seres humanos tuvieron de afrontar: un desafio que
nasció de la necesidad humana de entender y valorar el
comportamiento de otros seres humanos, de responder a él,
de predecirlo y de manipularlo y , a partir de eso, de establecer
y regular las más complejas relaciones de la vida en
grupo.

Sea como sea , los artefactos culturales mejoran la
inteligencia social, en la medida en que nos ayudan a ver las
limitaciones o las incoerencias de nuestras intuiciones y
emociones morales, llevandonos a perfeccionarlas, enmendarlas y
aún a podarlas. Dicho de otro modo , aunque no puedan
variar arbitrariamente y sin limites – pues que el conjunto de
comportamientos en una especie está limitado y
condicionado por el genoma de esta especie – , pero capaces de
sobrepasar las limitaciones biologicas en muchos aspectos, las
representaciones culturales normativas pueden servir como eficaz
instrumento de ampliación, restricción o
manipulación de nuestras intuiciones y emociones morales.
Y por lo que se sabe, los humanos somos los unicos seres ubicados
en la tierra
capaces de producir una estratégica herramienta
adaptativa, cultural e institucional , como el derecho, que
permite la generación, la articulación y el
desarrollo de los vinculos sociales relacionales con más
rapidez, seguridad, previsibilidad y eficacia.

Los códigos éticos y jurídicos surgiran
por evolución como productos de
la interacción de la biología y la cultura; los
sentimientos morales son ahora intuiciones y emociones morales
diseñados por la seleción natural, tal como los
definen las modernas ciencias de la
mente y del comportamiento, sujetos a juicios según sus
consecuencias: nuestros sentimientos y nuestras emociones derivan
de nuestra arquitectura cognitiva innata, rasgos hereditarios en
nuestro desarrollo mental, en general condicionados – o igual,
manipulados – por la cultura, que infuyen sobre los conceptos,
los principios, las
normas y las decisiones que se toman , se construyen y se adoptan
a partir de ellos.

Así pues, el desarrollo del derecho representa un
proceso evolutivo como cualquier otro, que fue creando,
através de la interacción de la cultura con la
biologia, un complejo deseño de normas de conducta para
solucionar problemas adaptativos practicos relacionados con la
creciente complejidad de la vida en grupo. Las primeras
expresiones normativas cambiaron el entorno de nuestra
inteligencia social, la cual permitó que otras normas
más complejas encontraran una ubicación en la
existencia esencialmente social de la humanidad.

De ahí que las reglas tendentes a controlar y predecir
el comportamento humano no han sido dadas a la humanidad desde
arriba, ni surgieron aleatoriamente en la mecánica del cerebro. Evolucionaron a lo
largo de muchos años porque resolvían problemas
adaptativos y conferían la oportunidad de estar
representados en las generaciones futuras, a los genes que las
prescrebían y expresaban.

No somos niños
errantes que ocasionalmente pecan por desobedecer a las
instrucciones procedentes de un ser indefinible, extraño y
exterior de nuestra especie; somos adultos que descubrimos que
determinados pactos son necesarios para resolver problemas
recurrentes relativos a la supervivencia, al éxito
reproductivo y a la vida en comunidad, y aceptamos la necesidad
de asegurarles mediante juramiento "sagrado". Por esa
razón, la ley no es
simplemente un conjunto de reglas habladas, escritas o
formalizadas que las personas siguen.En vez de eso, la ley
representa la formalización de reglas comportamentales,
sobre las cuales un alto porcentaje de personas concuerda, que
reflejan las inclinaciones comportamentales y ofrecen beneficios
potenciales aquellos que las siguen: cuando las personas no
reconocen o acreditan en estos beneficios potenciales, las leyes
son , con frecuencia , no solamente ignoradas o desobedecidas –
pues carecen de legitimidad y de contornos culturalmente
aceptables en términos de una conmun, consensual e
intuitiva concepción de justicia -, sino que su
cumplimiento se queda condicionado a la autoridad que
les imponen por medio de la "fuerza bruta". (Margaret
Gruter,1991).

De la misma forma, formulamos juicios de valor sobre lo justo
y lo injusto no solamente por sermos capaces de razón,
como expresa la teoría de los juegos y la
teoría de la interpretación jurídica, sino
porque tambien estamos dotados de ciertas intuiciones morales
innatas y de determinados estímulos emocionales que
caracterizan la sensibilidad humana y que permiten que nos
conectemos potencialmente con todos los demás seres
humanos. De ahí que las virtudes de la tolerancia, de la
compasión y de la justicia no son formulas políticas
que nos esforzamos para alcanzar, sabiendo de las dificuldades
del camino, sino compromisos que asumimos y esperamos que otros
asuman . La sociedad – tanto cuanto el derecho – no es
invención de pensadores. Ellos evolucionaron como parte de
nuestra naturaleza. Son, tanto como nuestro cuerpo,
también productos de un largo y tortuoso proceso
coevolutivo. Para comprenderlos debemos mirar dentro del cerebro,
hacia los instintos de y predisposiciones para crear y explotar
los vínculos sociales relacionales que allí
están.

En este particular, si era inevitable que Hobbes y
Rousseau
carecieran de una perspectiva evolucionista, es menos perdonable
que algunos de sus descendente intelectuales
tambien carezcan. El filósofo John Rawls nos pide que
imaginemos seres racionales juntandose para crear una sociedad a
partir de la nada, exactamente como Rousseau imaginó un
proto-humano solitário y autosuficiente. Es cierto que son
apenas experiencias intelectuales, pero sirven para recordarnos
de que nunca hubo una sociedad "anterior". La sociedad humana
nació de la sociedad del Homo erectus, que
nasció de la sociedad del Australopithecus , que
nació de la sociedad de un extinto elo perdido entre
humanos y chimpancés, que a su vez nació de la
sociedad del elo perdido entre simios y monos, y así por
delante, hasta llegar al punto en que empezamos, como una especie
de animal esencialmente social, prioritáriamente moral,
particularmente cultural y decididamente diferente.

Siendo así – y al abrigo de esta perspectiva – ,
resulta evidente que entre el mundo del "ser" y el mundo del
"deber-ser" hay una manifiesta e intima relación,
razón por la cual parece bastante plausible considerar
nuestra facultad ética como análoga a nuestra
facultad de lenguaje : adquirimos conocimiento ético con
una instrucción muy poco explícita, sin gran
trabajo intelectual y, al final, el resultado es notablemente
uniforme dada la variedad del input ético recibido.
El medio ambiente sirve simplemente para poner en marcha y
especializar nuestras intuiciones y emociones morales (14).

Por conseguiente, la importancia de la mútua
relación entre evolución biológica y la
emergencia de una conducta moral y jurídica más
compleja, en los momentos en que la especie humana estaba
desarrollando sus capacidades cognitivas y el lenguage
articulado, parece estar fuera de duda. El comportamiento
adaptativo al estilo de vida del cazador-recolector moldeó
muy probablemente la conducta social y moral primitiva, y se
servió de ella para la aparición de grupos cuya
supervivencia pasó a depender de sobremanera de
determinadas estrategias adaptativas (basadas en la complejidad
cognitiva del ser humano) que, con el paso del tiempo, han dado
lugar a nuestra actual y astronómicamente gran riqueza
jurídico-normativa (15) .

Admitir que la difusión
domínio-específica de los vínculos de
comunidad, proporcionalidad, autoridad y de igualdad se dá
porque está incorporada de forma necesaria en nuestra
arquitectura cognitiva ( por tanto, vínculos que subyacen
a los rasgos universales de la cultura), es , indudablemente , el
camino más seguro para que se puedan descobrir poderosas ,
fértiles y vinculantes vias (jurídicas) de
explicación y articulación de la conducta social
humana y de los vínculos sociales relacionales – en
particular, de un amplio abanico de conductas mal adaptadas a las
circunstancias actuales : modos adecuados de combinarlos , de
potenciar y cultivar sus mejores lados, y de mitigar o jugular
sus lados destructivos y perigosos.

Y una vez que todo el derecho tiene caracter relacional, y
toda la relación jurídica reside , en ultimo
análisis, en una relación social –
por tanto , en uno de los cuatro modelos elementales de
vínculos sociales relacionales establecidos por el hombre,
los cuales, a su vez, tienen siempre el individuo como sujeto -,
la función y finalidad de todo discurso
jurídico consiste tanto en la articulación
combinada de los referidos vínculos sociales relacionales
como en el deber de todo operador jurídico de actuar en
razón de la persona y para la persona humana
. De otro modo , el derecho no es más ni menos que una
estrategia socio-adaptativa – cada vez más compleja, pero
siempre notablemente deficiente – empleada para articular
argumentativamente – de hecho , ni siempre con justicia -, por
medio de la virtud de la prudencia, los vínculos sociales
relacionales elementales a traves de los cuales los hombres
construyen estilos aprobados de interacción y estructura
social . Un artefacto cultural que deberia ser manipulado para
diseñar un modelo normativo e institucional que evite , en
un entorno social preñado de asimetrias y desigualdades ,
la dominación y la interferencia arbitrária
recíprocas y, en la misma medida , garantizando una cierta
igualdad material , permita , estimule y asegure la titularidad y
el ejercicio de derechos ( y el cumplimiento de deberes) de todo
punto inalienables y que habilitan publicamente la existencia de
los ciudadanos como individuos plenamente libres.

Estas consideraciones pueden ayudar a comprender el
fenómeno presente de la moralidad y
juridicidad humana sin desligarlo de sus orígenes y, sobre
todo, sin hipostasiarlo como el elemento esencial de nuestra
discontinuidad con el mundo animal. En efecto, parece razonable
suponer que la biología evolucionária, la neurociencia,
la ciencia
cognitiva y la psicología evolucionista ofrecen razones
poderosas que dan cuenta de la falsedad de la concepción
conmun de la psicología ( y de la racionalidad) humana y
el alcance que puede eso llegar a tener para el actual edificio
teorico y metodológico de la ciencia
juridica, para la concepción acerca del hombre como causa
y fin del derecho y, consecuentemente, para la tarea del
jurista-interprete de dar "vida hermenéutica" al derecho
positivo.

Y eso tiene gran importancia para la filosofia y la
ciencia del derecho pues, de no ser así, de no se
encuentrar restringido cognitivo-causalmente el domínio de
las preferencias humanas (que impone constricciones
significativas para la percepción y el armazenamiento
discriminatório de representaciones socio-culturales y que
conforma el repertorio de patrones de actividad de nuestro
cerebro de los que emerge nuestra conducta), se puede
perfectamente admitir la alteración de la naturaleza
humana en cualquier sentido que se desee y, en igual medida,
negar la primera y basica premisa de la contribuición
cientifica de que el Homo sapiens es una especie
biológica cuya evolución ha sido forjada por las
contigencias de la selección natural en un ambiente
bioticamente rico , de que tenemos un cerebro heredado por
vía del proceso evolutivo, generado para enfrentarse a
realidades tangibles y equipado con las hierramientas necesarias
para, como un verdadero motor
semántico, manipular los significados y procesar las
informaciones relevantes para resolver los problemas de nuestro
exitir evolutivo.

También se pueden dar pasos hacia una
comprensión de las condiciones de posibilidad y
límites del fenómeno jurídico , procurando
siempre llegar a soluciones menos injusta y moralmente aceptable
si se atiende al princípio (ético) – extraido
directamente de nuestras intuiciones y emociones morales
más profundas – según el cual el derecho debe ser
manipulado de tal manera que sus consecuencias sean siempre
compatibles con la mayor posibilidad de evitar o disminuir la
miséria y la infelicidad humana (o sea, que no se produzca
sufrimiento cuando sea posible prevenirlo, y que aquél que
es inevitable se minimice y grave con moderación a los
miembros individuales de la sociedad, a los ciudadanos).

En efecto, el éxito o fracaso de la humanidad depende
en gran medida del modo como las instituciones
que gobiernan la vida pública sean capaces de incorporar
esa nueva perspectiva de la naturaleza humana en
princípios, métodos y
leyes.Comprender la naturaleza humana , su limitada racionalidad
, sus emociones e sus sentimientos parece ser el mejor camino
para que se pueda formular un diseño institucional y
normativo que, reduciendo el sufrimiento humano , permita a cada
uno vivir con el otro en la búsqueda de una humanidad
común.

Esto significa, en términos más modestos y
más realistas , un compromiso más específico
y virtuoso del operador del derecho en el sentido de definir y de
constituir diseños institucionales , normativos ,
discursivos y socio-culturales lo más amigables posibles
para con las funciones propias de nuestras intuiciones y
emociones morales , y, en segundo lugar, cuando eso no sea
enteramente posible, que procure diseños institucionales,
normativos, discursivos y socio-culturales que eviten la siempre
posible manipulación perversa de esas intuiciones y
emociones.

Sea como sea, estamos firmemente convencidos de que ha llegado
el momento de transladar el problema del derecho a un plano
distinto y más frutífero. Y aunque una perspectiva
evolucionista, funcional y biológica no determine si el
cambio es adecuado ni qué medidas deben ser adoptadas para
crear una deseada mudanza, seguramente podrá servir para
informar sobre una cuestión de fundamental relevancia
práctico-concreta : quien operacionaliza el derecho puede
procurar actuar en consonancia con la naturaleza humana o bien en
contra de ella; pero es más probable que obtenga
soluciones eficaces (consentidas y controlables) modificando el
ambiente en que se desarrolla la naturaleza humana que el que se
empeña en la imposible tarea de alterar la propia
naturaleza humana. Dicho de otro modo , es al derecho que toca
servir a la naturaleza humana y no lo contrario.

NOTAS

(1) De hecho, en la
investigación acerca de la singularidad del derecho,
el pensamiento funcional es sencillamente ineludible; no podemos
enumerar las posibilidades sin presuponer un concepto de
función. Tal como Aristóteles hizo notar en el nacimiento de
la ciencia humana, nuestra curiosidad por las cosas se manifesta
de diferentes formas, todas innerentes al mundo mundano ( al
reino del espacio y del tiempo) y que no pueden existir
separadamente de él. Sus pioneiros esfuerzos por conseguir
una clasificación de esas formas están
preñados de sentido. Identificó Aristóteles
cuatro preguntas básicas para las cuales buscamos
respuestas a respecto de algo y denominó estas (sus
respuestas) las cuatro aitia – un término griego
inexprimible , aún que tradicionalmente traducido, de
manera un poco extraña , por las cuatro "causas".Nos
interesa, aqui , la que se refiere al hecho de que podemos
mostrar curiosidad acerca del propósito,
objetivo o fin de algo , a la cual
Aristóteles llamó telos , a veces traducido,
tambien extrañamente, como "causa final".Es
necesario gran esfuerzo de comprensión y adaptación
para conseguir que estas cuatro aitias de
Aristóteles se acomoden como respuestas a las cuatro
interrogaciones habituales "qué", "dónde" ,
"cúando" y "por qué" ; esta acomodación es
sólo parcialmente buena. No obstante, las preguntas que
empiezan con "por qué" mantienen más una estricta
correspondencia con la interrogación de la cuarta "causa"
de Aristóteles , o sea, por el telos de una cosa.
"Por qué eso?", preguntamos constantemente . "Para
qué sirve eso?" es una pregunta tan habitual, que
pasó a ser parte de nuestra cotidiana existencia.De hecho,
durante siglos esos "por qués" fueron reconocidos como
problemáticos por filósofos y científicos ; y tan
distintos que los problemas que suscitan acabaron por merecer un
nombre: teleología. Así que una explicación
teleológica es aquella que explica la existencia o
la ocurrencia de algo indicando como prueba el objetivo o
propósito al que sirve esa cosa. Los artefactos culturales
son los casos más óbvios: el objetivo o
propósito de un artefacto es la función a cumplir
para la cual ha sido diseñado por su creador. Por ejemplo,
no existe controversia acerca del telos de un martillo:
golpear e introducir clavos. El telos de artefactos
más complicados, como una cámara de vídeo ,
un móvil con sus inumerables opciones de programación, un escáner
para tomografia axial computarizada (TAC) es, incluso, más
óbvio (Dennett,1995). La idea es ciertamente natural y
atractiva : si observamos un reloj de bolsillo y nos preguntamos
por que tiene un cristal transparente en uno de sus lados, la
respuesta nos induce a pensar en las necesidades y deseos de
quien utiliza esos relojes : porque desean saber las horas ,
mirando a traves del cristal transparente y protector, y
así por delante.Si no fuera por esos hechos que se
relacionan con nosotros, para quién ( y por
quién) el reloj ha sido creado , no habría
explicación para el "por que" de su cristal. Y lo mismo
ocurre, como se verá más adelante, con ese
artefacto cultural a que llamamos "derecho".

(2) Se trata de la idea sugerida por Alan P. Fiske (1993) –
cuya inovadora propuesta seguimos no solamente por su buena
calidad formal, sinó también por su abrumadora
riqueza empírica – y que trata de dar respuesta a muchos
de los interrogantes sobre la forma en la que la
organización domínio-específica de la
mente humana afecta las relaciones sociales y condiciona nuestras
intuiciones morales. Basado en un amplio abanico de investigaciones
antropológicas, sociológicas y psicológicas,
Fiske postula la existencia de cuatro formas elementales de
socialidad , cuatro modelos elementales através de los
cuales los humanos construyen estilos aprobados de
interacción social y de estructura social. Los cuatro
modelos elementares propuestos son los de: 1) comunidad (
comunal sharing) ; 2) autoridad ( authority
ranking
); 3) proporcionalidad (market pricing);
e 4) igualdad ( equality matching).Como esas cuatro
estructuras han sido encontradas de forma muy extendida en todas
las culturas, y como ellas forman parte de los ambitos más
importantes de la vida social, Fiske sugiere como inferencia
posible que estan arraigadas en estructuras de la mente humana.
En ese sentido, una vez que parece impensable tratar de la
relación jurídica (o sea, las relaciones personales
del hombre que el discurso juridico identifica como tal) sin
tomar como referencial las relaciones sociales que son trabadas
en el curso de la existencia humana, conocer las
características de los cuatro tipos de vínculos
sociales relacionales propuestos por Fiske permite descubrir
poderosas vias de articulación de esas formas de vida
social : modos adecuados de combinarlas, de potenciar y cultivar
sus mejores lados, y de mitigar o jugular sus lados destructivos
y peligosos . Y porque todo el derecho y todo el "orden" tiene un
caracter relacional , aquí reside, en último
analisis, la tarea de realización del derecho que, desde
una perspectiva instrumental, pragmática y dinámica, pasa a ser concebido como un
intento, una técnica , para la solución de
determinados problemas prácticos relativos a la conducta
en interferencia intersubjectiva de los individuos (Atienza,
2003).Se trata, en definitiva, de una via que conduce a
considerar el derecho como argumentación , que presupone,
utiliza y, en certo modo, da sentido a las demás
perspectivas teóricas relacionadas con las dimensiones
estructural, sociológica y axiológica del fenomeno
jurídico. Por conseguiente, parece razonable suponer que
cualquer propuesta teórica de discurso jurídico
debe considerar la circunstancia de que toda la
argumentación que se efectua en la vida jurídica
es, fundamentalmente, una argumentación sobre las diversas
vias por medio de las cuales se articulan esas (cuatro) formas de
vida social arraigadas en la compleja estructura de la mente
humana e irredutibles entre si .

(3) Tal como señala el biólogo evolucionista
Richard Alexander (1987), la principal fuerza hostil de la
naturaleza hallada por el ser humano es el otro ser humano.Los
conflictos de intereses están onmipresentes y los
esfuerzos competitivos de los otros miembros de nuestra especie
se han convertido en el rasgo más sobresaliente de nuestro
panorama evolutivo.En virtud de que todos tenemos las mismas
necesidades, los otros miembros de nuestra propia especie son
nuestros más temibles competidores por lo que se refiere a
vivenda, empleo, pareja
sexual, comida, ropa, etc. Pero, al mismo tiempo, son
también nuestra única fuente de asistencia,
amistad, ayuda, aprendizaje, cuidado y protección. Esto
significa no solamente que la calidad de nuestras relaciones
sociales ha sido siempre vital para el bienestar material de
nuestra especie, como la solución pacífica de los
conflictos y la igualdad han pasado a ser una estrategia eficaz
para evitar los altos costes sociales de la competición y
de la desigualdad material. Esas consideraciones van al corazón
mismo de los dos tipos distintos de organización social encontrados entre los
humanos y los primates no homínidos: el que se basa en el
poder y dominio ("agônico") y el que se basa en una
cooperación más igualitária
("hedónico").Debido a que las sociedades de clases han
sido predominante a lo largo de la historia de la humanidad,
tenemos la tendencia a considerar como norma humana las formas
agónicas de organización social.Pero ello pasa por
alto la evidencia de que durante nuestra prehistoria como
cazadores-recolectores – la mayor parte de la existencia humana-
vivimos en grupos hedónicos.En efecto , los
antropólogos han calificado de "firmemente" igualitarias
las sociedades modernas de cazadores-recolectores – recientes en
términos evolutivos y en la que ha transcurrido el 99% de
la historia evolutiva de la especie humana.

(4) Como afirma Antonio Damasio(2001), los valores
éticos constituyen estratégias adquiridas para la
sobrevivencia de los indivíduos de nuestra especie, pero
tales habilidades adquiridas encuentran un apoyo
neurofisiológico en los sistemas neuronales de base que
ejecutan las conductas instintivas. Los procesos cerebrales que
tienen una relación con las emociones estan profundamente
articulados con los que provocan cálculos de
avaluación. Eso se hace gracias a una arquitectura
cerebral que confirma la longínqua idea de Konrad Lorenz
sobre la existencia de un imperativo biológico capaz de
combinar respuestas instintivas e códigos morales.

(5) Es de la naturaleza del existir humano que cuando
observamos el comportamiento de nuestros congeneres, raras veces,
puede que nunca, observamos un mero mosaico de actos
incidentales; lo que vemos detrás de ellos es una
estructura causal más profunda, la presencia oculta de
planes, intenciones, emociones, recuerdos, etc., y partindo de
esa base, podemos tratar de comprender lo que hacen los
demás. En otras palabras, parece que estamos
diseñados por la seleción natural para tener una
capacidad de prever o de tener un imagen, una
espécie de modelo conceptual de la mente humana, sin lo
cual una especie esencialmente social como la nuestra no
habría conseguido prosperar en el entorno socio-cultural
en que plasma su existencia. La comprensión interna es
nuestro derecho desde el nascimiento y nuestro mayor regalo.Cada
uno de nosotros empieza su vida preparado por la naturaleza para
crear el mundo de los demás a su propia imagen.Para un
niño no hay otra alternativa; no ve en los demás ni
más ni menos que los sentimientos que él mismo ha
conocido y, a la medida en que se enriquece, el mundo que le
rodea se enriquece con él. En efecto, es en el trato de
unos con otros cuando tenemos que pensar, sentir, recordar,
calcular y sopesar las cosas , o sea, en que la empatia , la
coperación (y desde luego el egoismo) y el altruismo
fluyen con mayor naturalidad. Y la inteligencia social requiere
hasta la ultima gota del poder cerebral que posuimos.Los seres
humanos no pueden sobrevivir, en ningun lugar de la tierra, al
margen de la sociedad; no pueden sobrevivir , quiero decir, en
ningún lugar de la tierra, de forma autonoma y separada,
se carecen de una profunda sensibilidad y capacidad de
comprensión del "otro".Así como enseñan
mismo las más laicas entre las ciencias, es el otro, es su
mirada, que nos define y nos conforma. Nosotros ( asi como no
conseguimos vivir sin comer o sin dormir) no conseguimos
comprender quien somos sin la mirada y la respuesta del otro.En
la falta de ese reconocimiento, el recien-nascido abandonado en
la floresta no se humaniza (o, como tarzán, busca el otro
a cualquier costo en la cara
de un mono); y podríamos morrir o enloquecer si vivieramos
en una comunidad en la cual, sistematicamente, todos hubieran
decidido no nos mirar jamás o comportarse como si no
existieramos: seriamos, por cierto, como una especie de Adan
bestial , solitário y sin consciencia, que no
viveria en su "existencia" el significado de la relación
sexual, el placer del diálogo y
del consenso, el amor por
los hijos y el dolor de la perdida de una persona amada
(Umberto Eco, 2000). En efecto, varias teorias modernas de la
evolución del cerebro humano mantienen que el principal
estímulo ambiental selectivo para su rápido
crecimiento pueden haber sido las exigencias de tener que tratar
con la complejidad de la vida social. En vez de pensar que el
cerebro humano se ha desarrollado simplesmente para solventar los
problemas del entorno material, tenemos que considerar más
bien como un órgano social desarrollado en el interior del
espirito colectivo de un grupo social, pero no como una
máquina calculadora generalizada, sino como provisto de
módulos para tratar con los distintos aspectos de la vida
social, al igual que tiene tambien módulos para la
adquisición del lenguaje o para el reconocimiento
facial.

(6) La noción de "función propia" ha sido
acuñada por Ruth Millikan en 1984. Según
Doménech (1998), el último Hayek se mostró
muy preocupado por este hecho, una vez que veía en las
funciones propias de nuestras intuiciones morales una amenaza y
una fuente inamovible del descontentamiento y oposición al
orden capitalista ultraliberal que era de su gusto: "Los
instintos innatos del hombre no lo son a proposito para una
sociedad como la que vivimos.Los instintos estaban adaptados a la
vida en pequeños grupos (…).Sólo la
civilización ha traído individualización y
diferenciación. El pensamiento primitivo consiste
fundamentalmente en sentimientos comunes de los miembros de los
pequeños grupos. El colectivismo moderno es una
recaída en ese estado salvaje, un intento de reconstruir
esos fuertes vínculos que se dan en los grupos
limitados...- Hayek (1983: 164-165)".

(7) En realidad, una de las consecuencia más
importantes de los experimentos
pioneros de Cosmides y Tooby, es el hecho de que, hoy , sabemos
que la formación de un contrato no es simplemente el
producto de una única facultad racional , que opera
igualmente a través de todos los acuerdos que establecen
entre si las partes que negocian. Al contrario, una capacidad ,
la detección del engaño , se ha desarrollado
hasta niveles excepcionales de agudeza y cálculo
rápido. La detección del "tramposo" destaca en
agudeza de la detección del mero error y del
establecimiento del intento altruísta por parte de los
demás: un contrato es una implicación de la forma
"si quieres obtener un benefício, tienes que satisfacer un
requisito" ; los tramposos se llevan el beneficio sin satisfacer
el requisito (Pinker,2000). Además, esta capacidad de
detección es desencadenada como un procedimiento
computacional solamente cuando se especifican los costes y los
beneficios de un contrato social. Más que el error,
más que las buenas razones, y más incluso que el
margen de beneficio, lo que atrae la atención es la posibilidad de que otros nos
engañe: excita nuestras intuiciones y emociones morales y
sirve como fuente principal de chispas hostiles y de
desequilíbrio de los cuatro vínculos sociales
relacionales que establecemos en nuestro intercambio social. De
tal manera , la mente parece disponer de un detector de mentiras
con una lógica
própia : cuando la lógica estandar y el detector
lógico de mentiras coinciden, las personas actuan como
lógicos; cuando se separan, seguimos buscando quien hace
la trampa. Y fue la predicción del biólogo
evolucionista Robert Trivers de que los seres humanos, los
altruístas más llamativos del reino animal, debemos
haber desarrollado un algoritmo
detector de tramposos hipertrofiado , que llevó Cosmides y
Tooby a buscar (y descubrir) este mecanismo mental , partiendo
del analisis evolucionista del altruísmo
(Pinker,2000).

(8) Nuestras mentes, dice Ridley(1996), han sido formadas por
genes egoístas, pero para ser sociales, fidedignas y
cooperadoras. Los seres humanos estan preñados de
instintos sociales: vienen al mundo equipados con
predisposiciones para aprender a cooperar, a distinguir el
fidedigno del tramposo, a procurar ser leales, a conquistar buena
reputación, a intercambiar productos e informaciones , a
dividir el trabajo y a
moldear su individualidad y sus vinculos sociales a partir de las
reacciones del otro. En eso, estamos sólos. Ninguna
especie avanzó tanto en su caminata evolutiva, pues
ninguna otra ha construido una sociedad tan integrada, a la
excepción de los parentes dentro de una gran familia, como
la colonia de hormigas. Debemos nuestro éxito como especie
a los instintos sociales que tenemos; ellos nos permitiran
obtener beneficios inimaginables de nuestra entrañable
vida social ( por ejemplo , al nacer con un cerebro inmaduro, que
lleva cierto tiempo para desarrollarse, jamás
podríamos sobrevivir, como especie , si no dispusieramos
de intensas emociones morales y rígidos codigos de
ética compartidos por el grupo al que pertenecemos). Son
ellos (nuestros instintos sociales) los responsables de la rapida
expansión de nuestro cerebro en los ultimos dos millones
de años y, por conseguiente, de nuestra criatividad. La
sociedad y la mente humana evolucionan juntas, una reforzando las
tendencias de la otra. Lejos de ser una característica
universal de la vida animal, la tendencia a cooperar y a razonar
en terminos de contrato social es la marca de calidad
y legitimidad del ser humano, aquello que nos distingue de otros
animales.

(9) Aquí se pone el problema de que las intuiciones y
las emociones morales de la gente puedan estar irreparablemente
sesgadas por sus intereses. Tambien es posible, e incluso no
infrecuente que una diferencia de intuiciones morales de origen
biológico sea amplificada por la elaboración
cultural de esas intuiciones: sabemos que los celos sexuales
masculinos (desarrollados evolucionariamente como una
estratégia psicológica para proteger la certeza
masculina de la paternidad), una vez manipulados por
elaboración cultural, pueden causar sufrimientos, incluso
hasta la muerte, a
muchas mujeres del mundo, amplificada que puede ser hasta el
execrable una diferencia de intuiciones morales de origen
biológico. Así, por ejemplo, determinadas hipótesis biológico-evolucionistas
sobre la filogénesis humana y el estudio etológico
del comportamiento de nuestra espécie coinciden en
insistir en el llamado "lado oscuro de la sexualidad masculina" (
Wilson e Daly, 1992). De acuerdo con esta tesis , el
comportamiento sexual masculino estaria en buena medida guiado
por el temor del "cuco": por el temor a la prosmicuidad de su
compañera feminina y la consecuente inversión de recursos propios
en la cria de hijos ajenos. De aí derivarian unas
tendencias "propietaristas" sobre las mujeres , o sea , unas
intuiciones morales tendentes a considerar la mujer como una
propiedad. De
esas intuiciones digamos "naturales" – para seguir con la
hipótesis – se pueden hacer elaboraciones culturales muy
distintas: : desde la "mujer ama de
casa" de nuestra cultura, hasta la ablación del
clitóris, habitual en ciertas culturas del norte y
centro-africanas, pasando por el chador islámico y
el vendaje y la molduración de los huesos de los
pies de la tradición china. En esos
tipos de culturas, que amplifican hasta el abominable
disposiciones de raiz presumiblelmente biológica, parece
difícil encontrar soluciones menos radicales que la puesta
en marcha por el gobierno
revolucionário de China en 1949: barrer sin
contemplaciones toda la tradicción cultural
(Doménech,1998).

(10) Como recuerda Camilo Cela-Conde (1999), esos dos
patrimonios colectivos (genes/cultura) tambien tienen una
expresión individual: ellos confluyen en un ser humano
particular. Parece , así , necesario añadir a los
dos domínios arriba indicados un tercero domínio
denominado de "actualización" ética, cuyo sentido
ontológico es diferente de los dos precedentes y que puede
venir a tornar viable una concepción ética
universalista y, de esa forma, evitar la bancarrota de los
llamados derechos humanos. El nuevo dominio de
actualización ética es totalmente individual:
él toma cuerpo en una combinación duplamente
única de alelos, por un lado; y de valores, por otro, que
confluyen en el cerebro de cada indivíduo, o si
preferirmos, en su espíritu. La actualización de
todas las combinaciones geneticas e ideológicas posibles
se realiza, en cada uno de nosotros, de forma individual y
única. Y no se podrá comprender como se articulan
las dos dimensiones (de la
motivación de la acción moral y los
critérios éticos), sin comprender la forma por la
cual se realiza el proceso del conocimiento en nuestro
espíritu – o sea, sin entender la importancia del cerebro
en la comprensión de los fenómenos mentales.En
efecto, todavia no se puede decir gran cosa sobre este proceso.
Pero parece razonable suponer que la clave para comprender las
relaciones entre naturaleza humana y construcción
cultural, entre individuo y sociedad, consiste en evitar los dos
tipos de dualismo: el que separa el individuo de su grupo social
y el que distingue el espirito del cuerpo. De ahí que, si
existe alguna esperanza, aunque remota , será ,una vez
más, nuestra naturaleza humana la responsable en fornecer
; o , quizá , sería mejor decir, ella será
medida por su adhesión al que hay de común en
nuestra inherente y compartida humanidad. Ella es la que puede
dar argumentos a favor de la existencia de universales
éticos y jurídicos , de esos que John Rawls
consideraba princípios esenciales de la justicia. Afinal,
una vez que todos los hombres tienen un cerebro cuyos grandes
principios de organización y funcionalidad son los mismos
para el conjunto de la humanidad, los valores de "vida justa" ,
"el ideal de la vida justa", "con y para los otros" de acuerdo
con los terminos de Paul Ricoeur, que cada un concebe, pueden
perfectamente ser compartidos , en detrimiento de las diferencias
culturales y de opinión a la primera vista
inconciliables.

(11) Los conflictos intergrupales se acentúan en
poblaciones animales de gran complejidad social, pero la
mayoría de las especies altamente sociales están
equipadas con dispositivos para conductas altruistas y con la
capacidad de resolver conflictos sin necesidad de recurrir a la
agresividad. Sin embargo, parece razonable suponer que
únicamente los humanos tenemos alguna noción de lo
correcto y lo incorrecto, y que además estamos capacitados
para reflexionar sobre ello, así como para corregir
nuestra conducta o someterla a reglas de comportamiento. En
nuestro caso, añadimos a estos recursos básicos de
nuestra naturaleza conjuntos de
prescripciones culturalmente sancionadas a las que llamamos
normas de conducta (morales y/o juridicas).

(12) De hecho, una comprensión más profunda de
las causas últimas, radicadas en nuestra naturaleza , del
comportamiento moral y jurídico humano, puede ser muy
importante para saber cuáles son los límites y las
condiciones de posibilidad de la moral y del
derecho en el contexto de las sociedades contemporáneas.
Al fin y al cabo, establecer unos principios normativos que no
tienen nada que ver con la naturaleza humana es condenarse al
fracaso. Es posible, por qué no decirlo, que la mayor
parte de las propuestas de fundamentación de los
principios normativos que se han formulado a lo largo de la
historia pequen de inviabilidad por esa desatención hacia
la realidad biológica que nos constituye, o sea, por la
falta de precisión de su adhesión a la naturaleza
humana.

(13) Parece ineludible el hecho de que somos el resultado de
dos procesos diferentes , cuyo encuentro, si podemos decir, nos
constituye: un proceso biológico de
hominización (por lo cual el Homo sapiens se
distingue progresivamente de las especies de que desciende:
mutaciones y selección natural) y un proceso
histórico de humanización (por lo cual
él se destaca poco a poco de la naturaleza : reglas,
moral, lenguaje, cultura, civilización…).Esos dos
procesos existen evidentemente. Sin embargo, compartimos de la
idea de que la hominización es la primera: la
humanización, sin ser un simples resultado (los
individuos tambien tienen su papel, con lo que esto supone de
contiggncia y criatividad), depiende de ella. De início,
es a final la naturaleza humana unificada y fundamentada en la
herencia lo que hace la diferencia.

(14) En ese sentido , una formulación más
sofisticada y compleja del nexo entre el "ser" y el "deber ser" ,
implica que la puente entre la naturaleza innata del
hombre – codigo
genético, organización dominio-especifico de la
mente, etc.- y todo el tipo de fenómeno cultural ( sean
juicios éticos o juridicos, conductas altruistas o, en
general, acciones en las cuales está implicada la
moralidad y la juridicidad) tiene de considerar esta ultima como
una manifestación, un epifenómeno que expresa una
forma determinada de conducta adaptativa , producto de una
arquitectura cognitiva estructurada de forma funcionalmente
integrada y relativamente homogénea. Tomando como base las
neurociencias , y considerando el "deber ser" como producto de un
proceso material de mentes funcionalmente integradas – y que
durante más de mil generaciones favoreció y
aumentó la supervivencia, el intercambio social y el
éxito reproductivo de aquellos que se adaptaron a la
"fé de la tribo" – , se podría resumir de la
siguiente manera: la conducta social humana se transmite mediante
la cultura, pero la cultura es producto de la actividad mental
humana, y ésta es producto del cerebro. El cerebro es, a
su vez, producto de la evolución genética. A pesar
de ser un órgano tan complejo, estructurado y flexible, el
cerebro presenta una gran cantidad de predisposiciones
genéticamente programadas hacia el aprendizaje y a la
adopción de determinadas conductas : predisposiciones a
aprender ciertas cosas mejor que otras y a adoptar ciertos
comportamientos antes que otros. Estas predisposiciones
están ahí, son fruto de la evolución del
cerebro por selección natural, y como la selección
natural actúa sobre los genes, los responsables de
nuestras predisposiciones son los genes que construyen el
cerebro. Observese, por otro lado, que parece haber un
vínculo muy fuerte entre la naturaleza humana, el
comportamiento moral, el valor semantico del lenguage y del
diálogo, y su papel adaptativo. El valor funcional de la
conducta moral es imenso y permite, por otro lado, comprender,
probablemente, como los antiguos hominídos pudieron
sobrevivir. No sabemos cuales fueron las primera palabras que han
dado lugar al surgimiento del lenguage. Pero en un contexto
completamente diferente, el del analisis semántico del
lenguage moral, Ernest Tugendhat indicó que la categoria
semántica de cualquier predicado moral se
basa en el significado enteramente incontestable de la palabra
"bueno". Para que el lenguaje
moral tenga un sentido o, mejor aún, para que pueda ser
funcionalmente adaptativo, "bueno" debe significar "bueno para
todos". Ninguna moral en su origen puede fijar un significado de
"bueno" como "bueno solamente para mi" y ser, al mismo tiempo,
útil para transmitir informaciones adaptativas relativas
al medio (Camilo J. Cela-Conde/1999).

(15) Por ejemplo: los derechos humanos y de los niños
podrían están basados en nuestras inclinaciones
naturales por las libertades individuales y la igualdad , por la
justicia social y por la protección hacia la infancia;
esto es debido a que:a)- somos animales a los que no les gusta
vivir constreñidos o enjaulados;b) reaccionamos (para el
bien o para el mal) a cualquier comportamiento que implique
desigualdad con relación a nuestra persona; c)- nos
conmueve el sufrimiento de nuestros semejantes; y d)- nos gusta
ver crecer a los niños en un entorno seguro.

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Autor:

Atahualpa Fernandez

Partes: 1, 2
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