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Minimalismo


Partes: 1, 2

    1. Aproximación
      al minimal
    2. La
      interpretación fenomenológica de
      Didi-Huberman
    3. La
      interpretación analítica de Arthur
      Danto
    4. Bibliografía

    I. Aproximación al
    minimal.

    No existen superficies neutrales, ni discursos
    neutrales, ni temas neutrales, ni formas neutrales. Un elemento
    sólo es neutral respecto de algo… digamos respecto
    de una intención o una expectativa. El silencio
    sólo puede existir como propiedad de
    la obra de arte propiamente
    dicha en un sentido fraguado, no literal. (…) El arte de
    nuestro tiempo aturde
    con exhortaciones al silencio[1]
    .

    Susan Sontag en Estilos radicales (1967) no estaba
    hablando particularmente del movimiento
    minimalista, o no sólo estaba hablando del minimalismo, ya
    que los artistas que a grandes rasgos respondían a esta
    caracterización no eran los únicos que estaban
    reponiendo e inaugurando estrategias y
    operaciones de
    austeridad, despersonalización, inorganicidad, y
    des-auratización. Como si obraran, dice Sontag, bajo la
    premisa wiittgensteiniana de que el significado está en
    el uso
    ; no ya en la referencia a entidades (o entelequias)
    extra-artísticas.

    En "Muerte o
    crepúsculo del arte", Vattimo, casi veinte años
    después, también advierte que los artistas
    responden a lo Kitsch (que todo lo invade con su
    fácil y predigerida seducción) renegando de la
    misión
    dispensadora de deleite inmediato del arte (el aspecto
    gastronómico de las obras), de la
    comunicación, y decidiéndose por el puro y
    simple silencio
    . Tal como si los artistas adhirieran a cierto
    velado programa
    ascético, ejercitando un espíritu de
    privación y disciplinando su medio expresivo hasta
    volverlo y volverse no-expresivos de nada o sólo de nada.
    El paradigma,
    entonces, no sería ya el de "el arte por el arte", sino el
    de un arte que se redime de sí mismo fuera de sí
    mismo, pero inacabadamente dentro (en una paradoja tanto
    institucional como filosófica). Pero el silencio
    moderno
    , sin embargo, no es preparación para la
    maduración espiritual o un estado de
    autonomía donde en verdad se pueda comenzar a hablar (a
    enunciar), sino que mediante su valor
    sustractivo, el artista se emancipa de la sujeción
    servil al mundo, que se presenta como mecenas, cliente, consumidor,
    antagonista, árbitro, y deformador de su
    obra[2]
    . Sontag habla del arte moderno
    como estimulado por el deseo de eliminar al público del
    arte. Así, la "seriedad" en la estética
    contemporánea
    ha parecido estar vinculada a
    estrategias de ininteligibilidad, invisibilidad e
    inaudibilidad
    . No obstante, no hay manera de abolir una
    transacción mínima, así como no existe un
    ascetismo talentoso y riguroso que, cualquiera sea su
    intención, no produzca un incremento (en lugar de una
    merma) en la capacidad de experimentar el
    placer[3]
    . Impiadosa perversión
    del placer que aparece justamente allí donde ha sido
    ocultado y obliterado con pausada premeditación o bien
    con simple y llana represión. El silencio, la
    invisibilidad y lo ininteligible han sido puestos ahí,
    precisamente ahí, como ausencias, que demandan en
    el peor (y más contemporáneo) de los casos,
    paratextos, pero en un sentido casi religioso (con el que no
    siempre se ha estado y está a disgusto) una
    transfiguración de las apabulladas y desatendidas
    capacidades perceptuales de su público. El silencio busca
    la escucha como la culpa (dostoievskiana) el
    castigo.      

    Dice Milan Kundera a propósito de Kafka en El arte
    de la novela
    (1986), que con él se invierte la
    lógica
    de Dostoievski, ya no se trata de la falta que busca el castigo,
    sino que el castigo (en la pseudoteología kafkiana) sale
    disparada en busca de la falta (como de su sentido). Lo
    absurdo del castigo es tan insoportable que, para encontrar la
    paz, el acusado quiere hallar una justificación a su pena:
    el castigo busca la falta
    [4]. La tradicional
    experiencia fruitiva de la obra es ahora considerada la falta que
    busca su justicia en el
    silencio El silencio es la medida punitiva de la obra, pero la
    falta se reedita en una tramposa y re-actualizada percepción; ascetismo condenado a seguir
    hallando el placer (ahora quizás tanático)
    allí donde nada parece
    facilitarlo[5].    

    Tanto el hecho de cultivar el silencio metafórico
    que sugieren los modelos
    convencionalmente muertos (tal cual sucede en gran parte del arte
    pop) como el hecho de construir formas "mínimas" que
    parecen carecer de resonancia emocional, son en sí mismos,
    opciones vigorosas, a menudo estimulantes. Tal como ha insistido
    Cage: "No existe eso que llamamos silencio. Siempre ocurre algo
    que produce un sonido"[6]
    .   

    Tanto Sontag, Vattimo como Adorno ven de
    manera ejemplar en la obra de Beckett ese deseo
    de muerte, de silencio, de decir precisamente nada, interdiciendo
    el placer de lo bello, canonizado por la tradición
    estética. Por otro lado, Sontag y Vattimo,
    conceden a la ironía (practicada sobre las operaciones y
    producciones artísticas) un valor agregado. Esto es, si
    la muerte
    está tematizada, o al menos tácitamente presente en
    el espíritu de la época, parte de la capacidad de
    negarse de la obra, se ejercita (y actualiza) en la
    ironía. Entonces, en continuidad con el análisis de Hal Foster sobre Bürger,
    parte de este poner en obra o comprender por primera vez la
    neovanguardia el proyecto
    traumático de la vanguardia
    histórica, el procedimiento de
    cita, y reapropiación no es paródico o farsesco
    (como Bürger lo entendía desde Marx) pero
    sí, en ocasiones, irónico. O en todo caso, lo
    principal es que no sea (que no pueda ni deba ser) heroico. Si
    destronamos al genio, a lo
    misterioso, a lo aurático, y a lo ritual, ¿por
    qué habríamos de quedarnos con lo heroico? Pues si
    sobrevive su mito, es menos
    probable que no se filtren conceptos relacionados con el genio,
    la cualidad, y el aura, que se encontraban entre los blancos
    puntuales de la primera vanguardia.

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