El término “realidad” es uno de los
más difíciles de definir, y esa dificultad reside
principalmente en que la misma está sujeta a
interpretaciones, las cuales suelen ser consideradas verdaderas
en función de una cuestión meramente
estadística…
Este breve ensayo se refiere a los puntos comunes entre la
disciplina del yoga, la disciplina del chamanismo y la obra
“ La matrix”…
En los tres temas abordados existe a mi ver un punto en
común o mejor dicho una interpretación común
la cual se refiere al tema Realidad…
En el chamanismo, cultura ancestral casi tanto como el yoga,
se habla de una realidad aparente creada y sustentada por todos
los seres y su percepción incompleta, (la realidad del
lado derecho) y una realidad mucho mas compleja, si cabe el
término, más incomprensible y mucho mas conducente
y verdadera, que sería la del lado izquierdo…
En el Y oga, que a mi ver puede ser la doctrina
filosófica y metafísica más antigua y
atomizada de todas las existentes, la realidad en la que vivimos
es sólo una de otras varias realidades más
complejas y avanzadas, siendo la evolución el único
camino aceptable por esta filosofía, depende del estado
evolutivo de cada ser la interpretación y fijación
de la realidad que le compete…
En La matrix, la realidad en la que los seres se desarrollan
es enteramente virtual, sustentada por un ente cibernético
colosal, en tanto que la realidad verdadera, por así
decirlo, es similar en algunos aspectos pero más
desarrollada y compleja, donde imperan las máquinas sobre
los durmientes…
En las tres interpretaciones el punto en común es
obvio, la concepción cada vez más intuida por
nuestra mente de ser nuestra realidad sólo una muestra de
la realidad entera.
Sólo difieren entre sí de la
interpretación de la verdad pero no en aceptar que la
mentira es y se nos presenta delante de nuestros sentidos, con el
fin o no de obstruir nuestra comprensión del todo…
Con el fin o no de obstruir nuestra comprensión
parecería ser un objetivo más que arbitrario por
parte de la creación gastando gran cantidad de recursos
solamente para engañarnos, esa posibilidad tiendo
intelectualmente a excluirla ya que puedo llegar a inferir que
somos nosotros los que en definitiva nos engañamos a
nosotros mismos y frente a la verdad nos comportamos como
infantes a punto de cruzar la calle solos…
Rafael Lomeña Varo, Jorge Darío
Fernández