- Antecedentes
culturales de la relación
Humanos/Naturaleza. - Algunos
antecedentes de la preocupación por la crueldad con los
animales. - ¿Qué
dice la biología? - Por
qué experimentar con animales - ¿Cuáles
animales? - La
inconsistencia de quienes se oponen a la
experimentación. - El
antropocentrismo: Esopo, Perrault y Disney - En
resumen - Bibliografía
Para discutir el uso de animales de
experimentación, es imprescindible analizar nuestra
relación con ellos, sobre todo en el contexto de nuestra
cultura.
Hace unos años, un canal de televisión
transmitió una discusión sobre el toreo a la que,
para concitar el interés,
había invitado a "personalidades", no a científicos
y, previsiblemente, pasó lo que tenía que pasar: un
señor relampagueante de tics y vacuo en raciocinio
"ganaba" la discusión con el simple trámite de
elevar su voz e interrumpir cada vez que le disgustaban las
opiniones ajenas; otro, cayendo en un festival de
antropocentrismo oligofrénico, aseguró que los
toros se sienten honrados de morir peleando como guerreros, a
pesar de que les destrocen a lanzados los músculos, nervios y vasos del lomo, y no
pastando rascuachamente en un potrero; y así, un tercero
sostuvo que el toreo debe ser permitido porque es parte de
nuestra cultura, es decir, adoptó la misma manera de
"justificar" que emplean las dictaduras militares para masacrar
disidentes, recurriendo al añejo y cada vez más
imbécil "ser nacional". Ese es habitualmente el marco
conceptual y el nivel en que luego se discute el uso de animales
de experimentación. Pero, dado que Elementos es la
revista de, ni
más ni menos, la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla, el debate que
promueve debe superar esa mediocridad, manejarse con información, ahondar en las raíces
del problema y recurrir a la ciencia
hasta donde sea posible.
Antecedentes
culturales de la relación
Humanos/Naturaleza.
Aquí conviene recordar dos aspectos de las culturas
primitivas. En primer lugar, suponen que el universo opera
cíclicamente y al cabo de cierto tiempo todo se
volverá a repetir y, en segundo, entienden que la vida
misma fluye cíclicamente a través de los diversos
organismos, porque los humanos comen animales y vegetales, luego
acaban por ser injeridos por animales feroces o gusanos, estos
fertilizan la tierra en
la que crecen plantas, que a su
vez alimentarán a los herbívoros, que
acabarán siendo devorados por animales o personas. Ese
fluir cíclico es algo más que una simple "cadena
trófica", pues también incluye el espíritu,
de modo que cuando reverencian al oso y al gamo que cazan, y
tienen ceremonias religiosas para la siembra y la cosecha,
están reconociendo que esa presa y ese fruto mañana
será parte de ellos mismos. Además, muchas de esas
culturas creen en la reencarnación, de modo que respetan
al oso y al gamo como si reverenciaran a un antepasado.
Pasemos ahora a
nuestra civilización.
Los pre-socráticos hablaban de necesidades, no de
leyes de la
Naturaleza;
justamente, la noesis de Platón
se refería a una armonía, un balance, una
coherencia, no a un reglamento que el universo debiera
obedecer. La idea de que estas últimas leyes existen la
introdujeron los judeocristianos al proclamar al hombre como un
Rey de la Creación, a quien Dios le concedió la
Naturaleza para que la domine, explote y haga de ella su
sirvienta. San Crisóstomo (Siglo V) llegó a afirmar
que los Diez Mandamientos son una codificación de las leyes naturales.
A pesar de que Aristóteles enfatizó la continuidad
entre todo tipo de vida, distinguió de una manera
artificial entre la inteligencia
humana y las de algunos animales que exhiben conductas muy
similares. Pero fueron tal vez los estoicos quienes argumentaron
tajantemente que los animales no pueden razonar en absoluto.
Luego, René Descartes con
su "Cogito, ergo sum" encaminó la filosofía por un subjetivismo del que
jamás se ha recuperado, y que dejo desprotegido al
"mundo-de-ahí-afuera" (al mundo que no podría
decir, como él: "Pienso, luego existo"). La
división mente/cuerpo cartesiana despojó de
valores a la
Naturaleza, dió por sentado que los animales no sufren y,
cuando se los clava a una mesa, se los viviseca, se los evisera,
se les intuba la tráquea y se les tritura los nervios, sus
gritos y contorsiones no indican que estén sufriendo, pues
son como un carillón que, al golpear sus campanas con un
martillo, emiten sonidos sin que necesariamente padezcan dolor
alguno. El dar por sentado que los humanos no somos parte de la
Naturaleza, ni tenemos el deber de relacionarnos con ella
benévolamente, sino que conquistarla y dominarla,
desfigura además nuestra identidad
humana. La civilización se convierte así en Orden y
Bondad, y lo silvestre en Caos y Mal. De modo que para el hombre
blanco lo "silvestre" es una tierra
"horrible", "infestada" y "salvaje", denominación que
también aplica a los animales y a las personas. Las
oposiciones binarias civilizado/salvaje, mente/cuerpo,
humanidad/naturaleza, llevaron tomar a la identidad como
diferencia, y provocaron otras polaridades no menos deplorables,
como hombre/mujer,
blanco/negro y amo/esclavo.
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