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Cambio climático: ¿la hora de la verdad?


Partes: 1, 2

    1. El
      negacionismo se bate en retirada
    2. Para
      hacer una tortilla hay que romper algún
      huevo
    3. El
      efecto invernadero
    4. Consecuencias del
      cambio climático
    5. Cambiar de
      políticas para evitar el cambio
      climático

    Tras cerca de 20 años de interminables negociaciones
    internacionales, 4 informes del
    IPCC, el tortuoso desarrollo del
    Protocolo de
    Kioto, la oposición de las presidencias estadounidenses de
    Bush padre e hijo, la verbosidad de los gobiernos instalados en
    la inacción y los signos
    inquietantes del cambio
    climático, todo parece indicar que nos acercamos al
    momento de la verdad.

    El cambio climático se debe a las emisiones de gases de
    efecto
    invernadero a la atmósfera ocasionadas
    por el empleo de
    combustibles fósiles y la deforestación, donde no hay fronteras
    nacionales. Hoy las concentraciones atmosféricas de
    dióxido de carbono son
    las mayores de los últimos 650.000 años. Las
    actividades humanas (de unos más que de otros) han
    cambiado la composición química de la
    atmósfera. Durante decenas de miles de años las
    concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono
    nunca superaron las 300 partes por millón, pero en 2007
    llegamos a 382 partes por millón y a 430 equivalentes, si
    incluimos el efecto de otros gases de invernadero.

    Cuando se superen las 550 partes por millón, el cambio
    climático puede adquirir proporciones
    catastróficas, un límite que muchos
    científicos sitúan en las 450 partes por
    millón. Subsisten, por supuesto, muchas incertidumbres,
    pero el más elemental principio de precaución nos
    dice que sabemos lo suficiente para actuar, reduciendo las
    emisiones y adaptándonos a lo inevitable. Nos quedan menos
    de 20 años para invertir la tendencia y reformar el
    modelo
    energético.

    Frenar e invertir tal tendencia implica aumentar la eficiencia,
    desarrollar las energías renovables, promover el transporte
    público, descarbonizar paulatinamente nuestro sistema
    energético y frenar la deforestación, creando
    nuevas actividades, empresas y
    empleos. Habrá sectores que ganen, pero también
    algunos sectores y empresas perderán. El coste será
    de poco más del 0,1% del PIB mundial,
    pero sin embargo el coste de la inacción puede llegar al
    20% del PIB mundial.

    El cambio climático, a causa de las emisiones de gases
    de efecto invernadero, tras el cuarto informe del IPCC,
    es una realidad aceptada por toda la comunidad
    científica, e incluso por los responsables
    políticos, al menos sobre el papel. Cierto que aún
    quedan algunos "disidentes", siempre a sueldo de las empresas que
    se verán perjudicadas por las medidas que habrá que
    adoptar, pero la resistencia es
    cada vez menor y hoy no pasa de anécdotas, al menos
    frontalmente.

    La verdadera resistencia probablemente provenga de quienes
    quieren perpetuar el sistema actual y un modelo ambiental y
    socialmente insostenible, promoviendo la energía
    nuclear, las arenas alquitranadas, la oriemulsión, los
    hidratos de metano y otros
    hidrocarburos
    no convencionales, los llamados biocombustibles (que
    deberían denominarse agrocombustibles) y la
    captación y almacenamiento de
    dióxido de carbono, que permitirían continuar con
    un empleo creciente y amplificado de carbón, petróleo,
    gas natural y
    otros combustibles fósiles no convencionales. Es decir,
    seguir aumentando el consumo de
    energía y perpetuar un modelo de transporte basado en el
    automóvil privado, con pequeños cambios que no
    tocan la raíz de la insostenibilidad y de la inequidad
    social.

    Pero este aparente consenso sobre la gravedad del cambio
    climático y la necesidad de actuar no siempre ha sido
    así, y volverá a suceder una y otra vez en el
    futuro. Cada vez que ha surgido la preocupación sobre
    algún problema ambiental, las multinacionales responsables
    y sus representantes políticos conservadores, jaleados por
    numerosos medios de
    comunicación, se han lanzado a una campaña de
    intoxicación. En 1962 el libro de
    Rachel Carson Primavera silenciosa dio el primer aviso de que
    ciertos productos
    químicos artificiales se habían difundido por todo
    el planeta, contaminando prácticamente a todos los seres
    vivos hasta en las tierras vírgenes más
    remotas.

    Aquel libro, que marcó un
    hito y contribuyó a alumbrar el movimiento
    ecologista, presentó pruebas del
    impacto que dichas sustancias sintéticas tenían
    sobre las aves y
    demás fauna silvestre,
    además de los seres humanos. La respuesta de la industria fue
    inmediata, y la multinacional Monsanto lanzó un folleto
    titulado Cállese, señora Carson. Aún hoy,
    las medidas adoptadas para poner coto a la industria
    química son radicalmente insuficientes, incluso en
    Europa (el
    Reach, con todas sus insuficiencias, es la clara
    manifestación del poder de
    presión
    de las multinacionales), aunque ya todos los países han
    prohibido el DDT y otros plaguicidas organoclorados, pero lo que
    se hace es siempre tarde, poco y mal.

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