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Cardiopatía isquémica y su asociación con los factores de riesgo (2005-2006) (página 2)



Partes: 1, 2, 3

El Framinghan Heart Study, estudio prospectivo de toda una
comunidad,
proporcionó un apoyo riguroso a la relación entre
la hipercolesterolemia, la hipertensión arterial y otros factores, con
el riesgo
cardiovascular. Estudios similares de observación, llevados a cabo en EE.UU y
otros países, aportaron pruebas
independientes que respaldaban la idea de "factor de riesgo"
relativos a la enfermedad cardiovascular (9).

Numerosos estudios, entre ellos el Seven Countries Study
realizado por Keys y colaboradores a partir de estudios de la
población, revelaron la existencia de un
nexo entre los hábitos dietéticos y el riesgo
cardiovascular (10).

Estos rasgos se denominan factores de riesgo coronario y su
presencia en un individuo
aumenta la probabilidad
de que aparezca la enfermedad. Los más importantes,
además de la edad y el sexo, lo
constituyen aquellos que pueden ser tratados y
modificados, como son la hipertensión arterial, la
diabetes
mellitus, el hábito de fumar, la hipercolesterolemia,
entre otros como el tabaquismo, las
dietas ricas
en colesterol y grasas, la
obesidad, el
sedentarismo, el estrés de
la vida moderna con el típico patrón conductual
tipo A, descrito por Rosenman y otros, y la herencia; esta
última es para nosotros de vital importancia porque no
puede ser modificada, al igual que la edad y el sexo (11-13)
.

Además de estos factores de riesgo, recientemente se
han señalado otros como la hiperhomocisteinemia, el
aumento de lipoproteína A, alteraciones del balance entre
radicales oxidantes y antioxidantes
(estrés oxidativos), hipercoagulabilidad, el polimorfismo
del gen de la enzima convertidora de la angiotensina, la
presencia de antígeno leucocitario humano (HLA-DR), las
infecciones crónicas, las alteraciones del óxido
nítrico, así como la tan en boga inflamación (mecanismo clave en la
aterogénesis, por la liberación de su mediador
químico citosina). Todo lo anterior, en sentido general,
marca la
poligenicidad en la patogenia de la aterosclerosis. La OMS define
el término de aterosclerosis, como un proceso que
denota el resultado de la reacción de un organismo
genéticamente condicionado en interacción con su medio ambiente
en un período de tiempo de toda
la vida. Por todo lo antes expuesto y sin relegar a un plano
inferior los factores modificables (dependientes e
independientes), se le da valor
prioritario a factores que hasta ahora no son modificables y
dentro de estos a los heredo familiares (14-15).

Si tenemos en cuenta el alto índice de morbimortalidad,
prevalencia e incidencia por cardiopatía isquémica,
es evidente la necesidad de realizar acciones
encaminadas a modificar conductas con el objetivo de
reducir la existencia de factores de riesgo y por consiguiente la
aparición de cardiopatía isquémica.

Las estadísticas cubanas han registrado una
mortalidad ascendente entre los años 1970 y 1997 que ha
oscilado desde una tasa de 114 hasta 160/100 000 habitantes. Por
otra parte, en el año 1998 se reportó un ligero
descenso hasta 154, lo que representó 17 143 muertes
atribuibles a enfermedad isquémica del corazón
(6).

Por solo mencionar, durante el 2004 se presentaron 679 casos
de cardiopatía isquémica en el HMC "Dr. Carlos J.
Finlay" de los cuales 179 fallecieron y hasta el primer trimestre
del 2005 se habían diagnosticado a 139 pacientes y de
ellos 30 fallecidos.

Estas cifras revelan la alta mortalidad que tiene esta
enfermedad así como su prevalencia e incidencia en nuestra
población lo cual reafirma la necesidad de realizar
acciones inmediatas para disminuir el número de casos.

Partiendo de estos datos decidimos
realizar este trabajo con el
objetivo de describir los factores de riesgo que se presentan con
mayor frecuencia en la población de pacientes estudiados,
para una vez identificados poder realizar
labor preventiva y educativa en los pacientes con mayor riesgo de
enfermar, ya que la forma más efectiva de reducir esta
enfermedad es actuando contra los factores de riesgo.

MARCO
TEÓRICO.

FACTORES DE RIESGOS.
CLASIFICACIÓN.

El concepto factor
de riesgo surgió de estudios epidemiológicos acerca
de la frecuencia de coronariopatías llevadas a cabo en
Estados Unidos
y Europa. Estudios
prospectivos demostraron una relación firme entre las
características observadas en personas aparentemente sanas
y la frecuencia subsecuente de coronariopatías en los
mismos sujetos. Estos estudios demostraron relación entre
un aumento de la concentración de lipoproteínas en
plasma, principalmente de lipoproteínas de baja densidad (LDL), y
en consecuencia el colesterol del plasma, y la frecuencia de
nuevos fenómenos de coronariopatías. También
se observó un aumento de la frecuencia de la enfermedad en
relación con el tabaquismo, la hipertensión, la
diabetes, la edad, el sexo, la obesidad, el estrés y
características particulares de la
personalidad y factores genéticos. Debido a estas
relaciones, cada una de estas características se
denominó factor de riesgo de cardiopatía
isquémica (16-19).

Desde un punto de vista práctico, resulta útil
agrupar en 2 categorías los factores de riesgo:

  • 1) Los que pueden modificarse con cambios de los
    hábitos o con medicación.

  • 3) Los que no pueden modificarse.

Modificables:

  • 1) Dislipoproteinemias.

  • 2) Tabaquismo.

  • 3) Hipertensión arterial.

  • 4) Diabetes mellitus.

  • 5) Obesidad. Sedentarismo.

  • 6) Alcohol.

  • 7) Stress.

No modificables:

  • 1) Edad.

  • 2) Sexo.

  • 3) Antecedentes familiares.

FACTORES DE RIESGO MODIFICABLES:

  • Dislipoproteinemias.

  • En los últimos años varias investigaciones importantes apuntan a
    considerar al colesterol como factor clave en la
    prevención de la cardiopatía isquémica
    en general, y del infarto agudo
    del miocardio en particular. En cuanto al desarrollo
    de la hipótesis del colesterol y la
    disminución de la incidencia de la enfermedad
    coronaria debido a sus bajos niveles en sangre, se
    mencionan al Scandinavian Sinvastatin Survival Study, en el
    cual, utilizando un hipolipemiante (Sinvastatin), se plantea
    haber logrado una reducción de un 30% en la mortalidad
    en el grupo de
    pacientes portadores de una cardiopatía
    isquémica y una disminución del riesgo de
    sufrir un IMA en un 34% (20-21).

    Otros estudios corroboran estos resultados (Lipid Care) lo
    que conduce a magnificar la importancia que tiene el
    pesquisaje de triglicéridos en poblaciones
    isquémicas o no, tanto en el sentido preventivo como
    en la reducción de los niveles de riesgo y de
    mortalidad (22-24).

    Hay una relación clara entre la hipercolesterolemia
    crónica y un aumento de la frecuencia de
    cardiopatía isquémica. No se ha definido
    claramente el margen normal de valores de
    colesterol y triglicéridos para cada población
    en estudio, ni su relación con un mayor riesgo de
    cardiopatía isquémica. Puede haber una
    acumulación anormal de lipoproteínas en el
    plasma, por producción excesiva, eliminación
    deficiente o una combinación de estas anormalidades.
    Hay muchas formas de hiperlipoproteinemias derivadas
    genéticamente, que son monogénicas o
    poligénicas. Quizás sean más comunes las
    hiperlipoproteinemias secundarias a otra afección,
    como diabetes, enfermedad renal, alcoholismo, hipotiroidismo y las
    disglobulinemias (25-27).

    • Tabaquismo.

    • Es considerado el más importante de los
      factores de riesgo modificables después de las
      dislipoproteinemias. El tabaquismo es uno de los factores
      de riesgo más comunes relacionados con un aumento
      de la frecuencia de ateroesclerosis, y cuando se reduce o
      elimina disminuye el riesgo de la enfermedad. Accidentes vasculares encefálicos,
      cardiopatía isquémica y claudicación
      intermitente son comunes en varones que fuman, los
      cuales, al igual que las mujeres fumadoras, muestran
      mayor frecuencia de síntomas relacionados con la
      ateroesclerosis. Hay un aumento medio de 70% en la
      mortalidad y un incremento del triple o quíntuple
      del riesgo de cardiopatía isquémica en
      varones que fuman más de una cajetilla de cigarros
      al día, en comparación con quienes no fuman
      (28). El tabaco
      parece actuar a través de los siguientes
      mecanismos (29-30):

      • 1) Aterosclerosis.

      En primer lugar tiene un efecto tóxico sobre
      las células endoteliales, produciendo
      alteraciones funcionales y daño celular capaz de iniciar o
      mantener la cascada de fenómenos que caracterizan
      al proceso de aterogénesis. El tabaco aumenta la
      adherencia plaquetaria y parece asociarse con niveles
      aumentados de colesterol total y reducido de HDL.

      • 2) Trombosis.

      El tabaco parece promover el desarrollo de trombos al
      aumentar la adhesividad plaquetaria e incrementar los
      niveles de fibrinógeno. Favorece así, la
      complicación trombótica de la fisura o
      ruptura de las placas inestables.

      El tabaco tiene un efecto procoagulante, que favorece
      la aparición de acontecimientos agudos, y
      proinflamatorio, que acelera el proceso
      arteriosclerótico, especialmente en la
      mujer, y presenta un efecto sinérgico con la
      DM.

      • 3) Espasmo.

      El tabaco favorece la vasoconstricción por un
      aumento del tono alfaadrenérgico de las arterias
      coronarias.

      • 4) Arritmias.

      El consumo de tabaco aumenta de forma aguda
      la actividad simpática, dando lugar a un aumento
      de la frecuencia cardiaca y reduciendo el umbral para el
      desarrollo de arritmias ventriculares.

      • 5) Aporte y demanda de oxígeno.

      El consumo de tabaco produce un desequilibrio adverso
      entre la demanda y aporte de oxígeno. El aumento agudo de la
      frecuencia cardiaca y la TA incrementan las necesidades
      de oxígeno del miocardio. Además de la
      aterosclerosis, trombosis y espasmo coronario favorecidos
      por el tabaco, el aumento de la viscosidad sanguínea por niveles
      elevados de fibrinógeno y el aumento en el
      contenido de carboxihemoglobina contribuyen a dificultar
      el aporte de oxígeno al miocardio.

      El tabaquismo es el hábito de fumar tabaco en
      cualquier forma o dosis. Liderado por el hábito de
      fumar cigarrillos, es el único factor de riesgo
      mayor erradicable, por lo cual la prevención,
      control y tratamiento del tabaquismo debe
      ser una prioridad en prevención cardiovascular
      (31-33).

      La nicotina es un alcaloide capaz de provocar una de
      las drogadicciones más potentes; provoca en los
      fumadores el llamado 'síndrome nicotínico',
      conjunto de signos
      y síntomas que revelan adicción a la
      nicotina, a mayor cantidad de signos o síntomas
      presentes, mayor porcentaje de posibilidades de estar
      frente a un adicto o nicotinómano. Diagnosticar la
      presencia de 'síndrome nicotínico' puede
      ser útil para identificar con mayor exactitud al
      paciente que puede requerir fármacos (nicotina o
      sustitutos), en parches o en chicles, como ayuda
      suplementaria para controlar los síntomas de
      abstinencia; pero también implica mal
      pronóstico. Estos pacientes, adictos al alcaloide,
      tienen mayor porcentaje de recaídas.

      El diagnóstico de síndrome
      nicotínico implica mal pronóstico para
      dejar de fumar y la necesidad de considerar el uso de
      tratamiento con fármacos porque aunque los
      fármacos no son 'para dejar de fumar' (sólo
      los pacientes dejan de fumar) puede ayudar a los
      pacientes adictos durante la abstinencia
      nicotínica. El tratamiento farmacológico
      incluye el reemplazo de la nicotina y el uso de
      bupropion. La
      familia debe apoyar a los fumadores en su
      tratamiento. Estas recomendaciones enfatizan
      también el rol de los médicos y de las
      organizaciones profesionales (34-36).

      En la Argentina el 30% de los médicos fuman, lo
      cual revela negligencia por parte de las instituciones responsables de la salud.

      Tanto los hombres como las mujeres son susceptibles de
      padecer la acción aterogénica, cancerígena e inflamatoria
      broncopulmonar del tabaco, aunque el riesgo parece ser
      mayor para las mujeres; fumar hace perder la
      protección estrogénica a las mujeres
      premenopáusicas.

      Las mujeres que fuman y usan anticonceptivos orales aumentan de manera
      importante el riesgo de infarto de miocardio y de hemorragia
      subaracnoidea, especialmente a partir de los 35
      años de edad.

      El riesgo de desarrollar una enfermedad relacionada
      con el tabaco (aterosclerosis, cáncer, enfisema,
      etc.) es particularmente importante para quienes hayan
      comenzado a fumar antes de los 15 años de
      edad.

      También tienen mayor riesgo de desarrollar
      infarto de miocardio y angina inestable. En varios
      estudios, el tabaquismo ha sido reconocido como el
      principal factor de riesgo coronario en pacientes que
      sufren infarto de miocardio antes de los 45
      años.

      Los pacientes que continúan fumando luego del
      diagnóstico de angina, estable o inestable, tienen
      síntomas más severos y peor
      pronóstico que los que dejan de fumar luego del
      evento inicial.

      El hábito de fumar está relacionado
      también con el aumento del riesgo de enfermedad
      vascular cerebral y periférica. El tabaquismo es
      el factor de riesgo principal para la enfermedad
      isquémica de los miembros inferiores.

      Los fumadores que luego de comenzar con
      claudicación intermitente continúan fumando
      tienen menor tolerancia al ejercicio y pueden acortar
      la vitalidad de los injertos vasculares implantados con
      cirugía.

      Hay una evidencia importante de que los fumadores que
      abandonan el cigarrillo reducen su riesgo cardiovascular.
      La tasa de mortalidad de ex-fumadores desciende al valor
      de la tasa de no-fumadores una vez transcurridos entre 10
      y 20 años de abandono del hábito. En lo que
      respecta a la enfermedad coronaria, esta mejoría
      es aún más rápida. Según el
      estudio Framingham la mitad del beneficio se consigue en
      sólo 1 ó 2 años. Incluso
      después de haberse diagnosticado enfermedad
      coronaria, dejar de fumar reduce la mortalidad y el
      riesgo de nuevos eventos (37-38).

      • Hipertensión arterial (HTA).

      El aumento de la presión arterial es un factor de
      riesgo importante relacionado con un incremento de la
      frecuencia de ateroesclerosis y por consiguiente de
      cardiopatía isquémica, y de particular
      importancia porque es un factor que se diagnostica con
      facilidad y puede tratarse. Estudios de
      intervención con personas hipertensas han mostrado
      que una disminución de los
      valores de la presión diastólica por
      debajo de 105 mmHg puede reducir de manera importante la
      frecuencia de afección por cardiopatía
      isquémica, enfermedad cerebrovascular e
      insuficiencia cardiaca (39).

      Se sabe que el 50% de los hipertensos sufren de angor
      precordial, y que, además la posibilidad de un
      accidente coronario es 3 veces superior en dichos
      pacientes. La HTA está presente en más del
      55% de las muertes súbitas y en más del 65%
      de los infartos transmurales (40).

      Las cifras de presión arterial, tanto
      sistólicas como diastólicas, se
      correlacionan con la incidencia de enfermedad coronaria y
      de accidentes vasculares cerebrales. El riesgo aumenta de
      forma continua a lo largo del rango de presiones, de
      forma que los individuos con hipertensión arterial
      límite o fronteriza tienen un riesgo algo superior
      al de los normotensos. Algunos estudios han mostrado una
      reducción en la incidencia de accidentes
      coronarios, enfermedad cerebrovascular e insuficiencia
      cardiaca con el tratamiento antihipertensivo. Este factor
      de riesgo al parecer actúa a través de una
      lesión de la pared arterial y favoreciendo su
      permeabilidad a los lípidos (41).

      La hipertensión arterial es un factor de riesgo
      de aterosclerosis bien establecido, siendo una
      condición que predispone a enfermedad coronaria y
      enfermedad vascular periférica, además de
      constituir la principal causa de accidente vascular
      encefálico. Por otra parte, favorece la
      aparición de insuficiencia cardiaca e insuficiencia renal. La alta prevalencia
      de hipertensión arterial y su gran impacto en la
      génesis de enfermedades cardiovasculares, justifican
      todos los esfuerzos posibles en su control (42-43).

      La asociación entre hipertensión
      arterial y riesgo de complicaciones cardiovasculares es
      más evidente en el caso de hipertensión
      arterial maligna, forma poco común, pero muy grave
      de hipertensión arterial, que si no se trata,
      tiene una mortalidad de 50% a los 6 meses, y 80% durante
      el primer año.

      Las secuelas ateroscleróticas en los pacientes
      hipertensos ocurren dos a tres veces más que en
      personas normotensas de la misma edad; en este sentido,
      la presión arterial juega un rol muy importante en
      el proceso aterosclerótico y puede acelerar la
      aterogenesis inducida por la dislipemia.

      Una disminución de 5 mmHg de presión
      diastólica o 9 mmHg de sistólica reduce un
      20% el riesgo de enfermedad coronaria. En especial, la
      hipertensión sistólica ha mostrado ser un
      factor permanente de riesgo cardiovascular a toda edad,
      pero si esta ocurre a edades avanzadas resulta en un
      aumento considerable del riesgo de morbilidad y
      mortalidad cardiovascular (44-45).

      El compromiso cardiaco de la hipertensión
      arterial se ha denominado cardiopatía
      hipertensiva, su magnitud depende del nivel de
      presión arterial, edad de aparición de esta
      y asociación con otros factores de riesgo. A mayor
      intensidad y precocidad de la hipertensión, existe
      mayor posibilidad de daño. La presencia de otros
      factores de riesgo acentúa la posibilidad de
      enfermedad coronaria, particularmente la obesidad y
      diabetes se han asociado a una mayor expresión de
      hipertrofia cardiaca.

      Los pacientes hipertensos tienen mayor riesgo de
      presentar enfermedad coronaria asociada, la cual debe ser
      distinguida del compromiso cardiaco propio de la
      cardiopatía hipertensiva, esta se puede manifestar
      como un cuadro de disfunción diastólica y
      sistólica del ventrículo izquierdo, con o
      sin manifestaciones de insuficiencia cardiaca,
      cardiopatía isquémica, arritmias
      supraventriculares, ventriculares o muerte
      súbita.

      La regresión de la hipertrofia ventricular
      izquierda, independientemente de los niveles de
      presión arterial que se requiera para lograr este
      objetivo, determina una reducción de la
      morbimortalidad por enfermedad cardiovascular
      (46-47).

      • Diabetes mellitus (DM).

      Es otro de los grandes factores de riesgo estudiados,
      pues tiene una serie de características
      trombogénicas, como son alteraciones de la
      coagulación, rigidez eritrocitaria, aumento de la
      viscosidad sanguínea y mayor adhesividad de las
      plaquetas al endotelio dañado; además,
      suele asociarse a otros factores como la HTA (48-49).

      En diabéticos insulinodependientes y no
      insulinodependientes hay un incremento por lo menos del
      doble en la frecuencia de infarto del miocardio, en
      comparación con los no diabéticos. Los
      diabéticos más jóvenes tienen un
      aumento notable del riesgo de ateroesclerosis y, en
      consecuencia, de cardiopatía isquémica
      (50).

      Una característica importante de la
      elevación del riesgo en los pacientes con diabetes
      mellitus tipo II guarda relación, probablemente,
      con el perfil anormal de las lipoproteínas
      asociadas a la resistencia de la insulina y conocido como
      dislipemia diabética. Aunque los pacientes
      diabéticos tienen a menudo los niveles de
      colesterol LDL próximos a los valores medios, las partículas tienden a
      ser mayores y más densas, lo cual significa que
      son más aterógenas. Otra
      característica de la dislipemia diabética
      son la disminución de HDL y la elevación de
      triglicéridos (51-52).

      El padecimiento de diabetes coloca a los enfermos en
      la misma categoría de riesgo a que pertenecen los
      pacientes que tienen una enfermedad
      ateroesclerótica establecida. Por tanto, las
      normas
      recientes promulgadas por la American Diabetes
      Association recomiendan un tratamiento intenso para
      reducir las cifras de lípidos en los
      diabéticos, recomendación respaldada por
      los resultados de los últimos estudios
      clínicos efectuados. Estas normas establecen como
      meta un nivel de colesterol LDL de 2.6 mmol/L para los
      pacientes diabéticos (53-54). La DM acelera el
      proceso de aterogénesis a través de varios
      mecanismos, como anomalías en las concentraciones
      y la composición de las lipoproteínas, su
      asociación con la hipertensión, resistencia
      a la insulina e hiperinsulinemia, glucosilación de
      las proteínas en el plasma y la pared
      arterial, oxidación lipídica, estado
      procoagulante y proinflamatorio asociado y
      alteración de la función endotelial (55-57) .

      Los diabéticos presentan con más
      frecuencia de infarto agudo del miocardio (IMA) e
      isquemia silente, una mayor morbilidad y mortalidad
      después del (IMA), una disminución de las
      velocidades de reperfusión después del
      tratamiento trombolítico, un mayor número
      de vasos afectados, una distribución más difusa y un
      estrechamiento más grave de la arteria coronaria
      izquierda y un aumento de la tasa de reestenosis
      después de angioplastia coronaria.

      Se ha demostrado de forma consistente que el riesgo
      relativo de enfermedad coronaria (EC) en la DM tipo 2 en
      comparación con la población general
      está aumentado entre 2 y 4 veces. Este incremento
      del riesgo es mayor en las mujeres, ya que pierden el
      efecto protector sobre la EC asociado al ciclo hormonal
      menstrual.

      Algunos estudios indican que la hemoglobina
      glucosilada puede ser un factor de riesgo independiente
      para la EC, sobre todo en mujeres. En la DM tipo 2 no se
      ha determinado si existe un umbral de glucemia que
      origine la aterogénesis; de hecho, el mayor riesgo
      de EC está demostrado, tanto en individuos que
      sólo presentan alteración de la tolerancia
      a la glucosa, con glucemias normales o
      mínimamente elevadas, como en los pacientes con DM
      tipo 2. Este hecho sugiere que la EC se puede originar en
      un estadio prediabético (58-62).

      La nefropatía diabética afecta
      aproximadamente al 40% de los pacientes con DM tipo 2 y
      se ha convertido en la principal causa de
      nefropatía terminal. Estudios prospectivos
      recientes demuestran que la microalbuminuria es un factor
      predictivo independiente de mortalidad cardiovascular en
      pacientes con DM tipo 2. La proteinuria aumenta de 2 a 4
      veces el riesgo de EC mortal en estos pacientes. Los
      mecanismos que vinculan la microalbuminuria con la
      mortalidad cardiovascular parecen estar relacionados con
      la potenciación de los mecanismos
      aterogénicos presentes en la DM.

      El estudio Framingham demostró que los
      pacientes diabéticos presentaban una mayor
      proporción de IMA silentes y, por tanto, no
      diagnosticados. Por otro lado, una elevada
      proporción de pacientes con DM presentaron
      síntomas atípicos, como confusión,
      disnea, fatiga, síncope, náuseas y
      vómitos
      como manifestación del IMA. Además, el
      dolor anginoso en ellos es menos intenso que en pacientes
      no diabéticos. Por otro lado, en los pacientes
      diabéticos, el dolor precordial aparece con mayor
      retraso respecto al inicio de la depresión del segmento ST durante
      la prueba de esfuerzo que en los no diabéticos
      (63-68).

      La dislipemia es uno de los principales factores
      implicados en el aumento del riesgo cardiovascular
      asociado a la DM. Al contrario de lo que ocurre en la DM
      tipo 1, las alteraciones lipídicas presentes en la
      DM tipo 2, aunque mejoran, no desaparecen con la
      optimización del control glicémico.
      Alrededor del 40-50% de los pacientes diabéticos
      presentan valores de cLDL superiores a 130 mg/dl.

      Varios estudios indican que la reducción del
      colesterol reduce más del 70% el riesgo de muerte
      y recurrencias de acontecimientos coronarios en pacientes
      diabéticos.

      En pacientes con DM, el riesgo cardiovascular es
      equivalente al de los pacientes que ya han presentado
      algún episodio de EC. Según los criterios
      de la American Diabetes Association y del tercer informe del National Cholesterol Education
      Program, los objetivos en el paciente diabético
      apuntan a conseguir un cLDL menor o igual a 100 mg/dl. Es
      recomendable mantener las concentraciones de
      triglicéridos por debajo de 150 mg/dl,
      especialmente en pacientes con EC o con varios factores
      de riesgo.

      Por tanto, la DM es un importante factor
      pronóstico que se asocia a una mayor
      extensión de la enfermedad coronaria (EC), con un
      curso más agresivo y una morbimortalidad
      más elevada que en pacientes coronarios sin DM. La
      DM acelera el proceso de aterogénesis a
      través de varios mecanismos, como anomalías
      en las concentraciones y la composición de las
      lipoproteínas, su asociación con la
      hipertensión, resistencia a la insulina e
      hiperinsulinemia, glucosilación de las
      proteínas en el plasma y la pared arterial,
      oxidación lipídica, estado procoagulante y
      proinflamatorio asociado y alteración de la
      función endotelial (69-70).

      La DM, los estados prediabéticos y sus
      complicaciones cardiovasculares son una de las
      principales epidemias de los países
      industrializados, con un enorme impacto sanitario. Se
      calcula que los gastos
      directos e indirectos de la DM representan más del
      15% del presupuesto nacional de los EE.UU. para
      asistencia sanitaria (71).

      A pesar de que la DM es un poderoso e independiente
      predictor de EC, llama la atención la alta prevalencia de DM
      ignorada (23%) o de intolerancia a la glucosa no
      detectada (27%) en la población
      española.

      La DM está presente en el 20-30% de los sujetos
      con un acontecimiento coronario agudo. Se ha estimado que
      la prevalencia de DM en pacientes con EC se
      situaría entre el 40 y 50% en los EE.UU. si
      utilizáramos la prueba de la tolerancia oral a la
      glucosa para el diagnóstico de DM y el estudio
      ecocardiográfico para el de la EC.

      Las enfermedades arterioscleróticas son
      la causa del 80% del total de las muertes y del 75% de
      todas las hospitalizaciones en pacientes con DM. La DM es
      la causa más común de EC en personas
      jóvenes. Asimismo, más del 50% de los
      pacientes recién diagnosticados de DM tipo 2
      tienen EC en el momento del diagnóstico de DM. El
      riesgo relativo de infarto agudo de miocardio (IAM) es un
      50 y un 75% superior en los varones y mujeres con DM,
      respectivamente. Los pacientes con DM tipo 2 que no han
      desarrollado aún EC presentan el mismo riesgo de
      desarrollarla y una mortalidad similar que los individuos
      no diabéticos que ya la padecen. Además,
      la
      muerte súbita por EC es un 50 y un 80%
      más frecuente en varones y mujeres con DM,
      respectivamente, cuando se compara con la
      población no diabética. Por otro lado, los
      diabéticos presentan con más frecuencia IAM
      e isquemia silente, una mayor morbilidad y mortalidad
      después del IAM, una disminución de las
      velocidades de reperfusión después del
      tratamiento trombolítico, un mayor número
      de vasos afectados, una distribución más
      difusa y un estrechamiento más grave de la arteria
      coronaria izquierda y un aumento de la tasa de
      reestenosis después de angioplastia coronaria. A
      pesar de estas evidencias, es destacable el hecho de que
      menos de un tercio de los pacientes diabéticos
      conocen su mayor riesgo cardiovascular (72-73).

      • Obesidad.

      Aunque la asociación entre obesidad y
      enfermedad coronaria parece clara, especialmente antes de
      los 50 años de edad, se duda de que el exceso de
      peso constituya un factor de riesgo independiente.
      Probablemente, este aumento del riesgo se explique a
      través de otros factores, como la
      hipertensión y la dislipemia, que a menudo
      acompañan al exceso de peso. Todo ello no niega la
      importancia de corregir la obesidad en los pacientes
      coronarios. Aunque la asociación entre obesidad y
      enfermedad coronaria parece clara, especialmente antes de
      los 50 años de edad, se duda de que el exceso de
      peso constituya un factor de riesgo independiente.
      Probablemente, este aumento del riesgo se explique a
      través de otros factores, como la
      hipertensión y la dislipemia, que a menudo
      acompañan al exceso de peso. Todo ello no niega la
      importancia de corregir la obesidad en los pacientes
      coronarios (74).

      La obesidad provoca además otros efectos
      negativos a nivel cardíaco. La hipertrofia
      ventricular izquierda es común en los obesos. En
      parte es explicada por la presencia de
      hipertensión arterial acompañante, pero
      también se ha visto en ausencia de la misma y
      parece estar relacionada con la severidad de la obesidad.
      La hipertensión arterial es unas tres veces
      más frecuente en los obesos y presenta cambios
      paralelos al grado de obesidad. Se ha descrito en los
      pacientes obesos, además de la hipertrofia, un
      incremento en el volumen diastólico, volumen latido
      y gasto cardíaco, así como
      disfunción diastólica (75).

      Los individuos obesos con una elevada
      acumulación de tejido adiposo visceral tienden a
      presentar una hipertrigliceridemia acompañada de
      bajas concentraciones de lipoproteínas de alta
      densidad o HDL, además, la reducción de las
      concentraciones plasmáticas de las HDL en estos
      pacientes visceralmente obesos, representa el principal
      factor responsable del aumento de la relación
      colesterol total/HDL-colesterol, siendo esta
      relación un potente indicador predictivo de riesgo
      de la enfermedad coronaria (76-77).

      A pesar del hecho que los pacientes visceralmente
      obesos a menudo presentan concentraciones de
      lipoproteínas de baja densidad o LDL dentro de los
      valores normales, son característicos en ellos
      tanto el incremento de la proporción de
      partículas aterogénicas (las LDL
      pequeñas y densas) así como también
      el aumento de la concentración de la
      apolipoproteína B (un marcador de la
      concentración de lipoproteínas
      aterogénicas). Por lo tanto, estos pacientes
      presentan un perfil lipídico (lípidos y
      lipoproteínas plasmáticas) muy
      aterogénico. Además, es importante tener en
      cuenta que la presencia de un incremento de la
      proporción de las partículas de LDL
      pequeñas y densas no puede ser apreciada mediante
      la medida de los niveles del LDL-colesterol.

      Por consiguiente, desde el punto de vista de la
      evaluación de la enfermedad
      coronaria, la concentración del LDL-colesterol no
      refleja adecuadamente la cantidad y la calidad de las partículas de LDL en
      los pacientes visceralmente obesos (78-79).

      De todas maneras, hemos demostrado que los
      triglicéridos en ayunas, el HDL-colesterol y la
      proporción colesterol total/HDL-colesterol se
      correlacionaron significativamente al tamaño de
      las partículas de LDL. Entonces, desde un punto de
      vista práctico clínico, es importante tener
      en cuenta que si un paciente visceralmente obeso se
      caracteriza por una hipertrigliceridemia moderada
      (triglicéridos > 2,0mmol/L), una
      concentración reducida del HDL-colesterol (<
      0,9mmol/L en hombres y < 1.0mmol/L en mujeres) y por
      una proporción colesterol total/HDL-colesterol
      superior a 6, existe una elevada probabilidad que este
      paciente presente una elevada proporción de
      partículas de LDL pequeñas y densas, a
      pesar de tener una concentración aparentemente
      normal de los niveles del LDL-colesterol. Por otro lado,
      un estado metabólico dislipidémico en
      ayunas no es la única alteración encontrada
      en el perfil lipídico del paciente visceralmente
      obeso. En efecto, ha sido demostrado que la
      hiperlipidemia postprandial es otra anormalidad
      pro-aterogénica que se asocia al fenotipo de la
      obesidad visceral (80-81).

      Sobre esta base, cuando hemos sometido a los pacientes
      obesos en general a un desayuno estandarizado con un alto
      contenido en grasa, encontramos que los pacientes
      visceralmente obesos fueron caracterizados por una
      hiperlipidemia postprandial comparándolos con los
      pacientes obesos con una misma cantidad de tejido adiposo
      pero con niveles bajos de tejido adiposo visceral. Por
      ejemplo, mientras que en los pacientes obesos con niveles
      bajos de tejido adiposo visceral hubo una tendencia de la
      concentración de triglicéridos de retornar
      a valores en ayunas luego de 8hs de administrado el
      desayuno rico en grasas, los pacientes visceralmente
      obesos fueron caracterizados por un incremento marcado de
      la concentración de triglicéridos luego de
      8hs de haber recibido la dieta mencionada. Estudios
      adicionales, han sugerido que esto es consecuencia de una
      sobreproducción hepática de
      lipoproteínas ricas en triglicéridos, las
      cuales compiten con las partículas de
      quilomicrones por su hidrólisis llevada a cabo por
      la lipasa lipoproteica. Por lo tanto, la capacidad
      saturada que presentan los pacientes visceralmente obesos
      para aclarar las lipoproteínas ricas en
      triglicéridos resulta del incremento de la
      secreción hepática de las mismas,
      induciendo a un estado de hiperlipidemia postpandial
      (82).

      Incluso existen otras evidencias que demuestran que la
      expansión del tejido adiposo abdominal es un
      importante sitio de producción de moléculas
      pro-trombóticas e inflamatorias. Por ejemplo,
      sabemos que la producción del inhibidor del
      activador del plasminógeno 1 está
      incrementada en los pacientes abdominalmente obesos,
      debido a la expansión del depósito de
      tejido adiposo visceral.

      Por lo que a esto se refiere, hemos demostrado
      recientemente que los niveles plasmáticos de
      proteína C-reactiva (un marcador de la
      inflamación crónica que predice el riesgo
      de infarto de miocardio más allá de los
      clásicos factores de riesgo) estuvieron
      marcadamente incrementados en los pacientes visceralmente
      obesos. Por tanto, el grupo de anormalidades
      metabólicas halladas en la obesidad visceral
      podría contribuir substancialmente a incrementar
      el riesgo del síndrome coronario agudo, debido a
      la presencia de un perfil aterosclerótico
      pro-trombótico inflamatorio (83).

      De esta manera, es evidente que los médicos
      necesitan servirse claramente de otros parámetros,
      más allá de la interpretación de la colesterolemia
      y las concentraciones de las LDL para evaluar
      adecuadamente el riesgo coronario en estos pacientes.
      Parámetros lipídicos simples, generalmente
      obtenidos del perfil bioquímico de rutina,
      podrían ser utilizados para identificar los
      pacientes abdominalmente obesos de alto riesgo, quienes
      presentan niveles elevados de tejido adiposo visceral
      (84).

      Aunque el factor genético es muy importante en
      el desarrollo de la obesidad, la dieta rica en grasas y
      en calorías junto con la inactividad
      física son los principales factores
      ambientales que conducen a una situación de
      sobrepeso. Suele considerarse que existe sobrepeso con un
      índice de masa corporal (IMC) por encima de
      aproximadamente 27. En mujeres un IMC < 21 suele estar
      asociado con la mayor protección para la
      mortalidad por enfermedad coronaria. Por otro lado, para
      muchas mujeres, un IMC próximo a 30 suele no ser
      preocupante cuando la grasa se distribuye
      fundamentalmente en la pelvis y no en el abdomen.

      Parece que un incremento en la circunferencia de la
      cintura o el coeficiente cintura /cadera, podrían
      resultar mejores predictores de morbi-mortalidad asociada
      a la obesidad.

      La obesidad se asocia a un incremento del riesgo de
      cardiopatía isquémica principalmente por su
      asociación con otros factores de riesgo (85).

      • Sedentarismo.

      Existen indicios de que el ejercicio físico
      moderado ejerce cierto efecto protector y se ha
      considerado que una vida sedentaria es un factor de
      riesgo coronario independiente. El ejercicio eleva las
      HDL, cuyos niveles se correlacionan de forma inversa con
      la incidencia de enfermedad coronaria. Los estudios son
      contradictorios, ya que el sedentarismo se asocia a la
      obesidad, la dislipemia y el tabaquismo, lo que impide
      conocer la contribución de cada uno de ellos al
      riesgo. De cualquier forma, el ejercicio moderado es una
      medida aconsejable en los pacientes coronarios y
      contribuye al mejor control de otros factores
      citados.

      El papel protector es mediado por una acción
      directa sobre el sistema
      cardiovascular, musculo esquelético y
      pulmonar, pero también por los efectos positivos
      del ejercicio sobre otros factores de riesgo y
      hábitos de vida (86).

      • Consumo de alcohol.

      Existen más de 60 estudios
      epidemiológicos realizados en los últimos
      20 años que han mostrado que los varones y mujeres
      que beben una o dos bebidas diarias (unos 10-30 g de
      alcohol diarios) tienen un riesgo
      más bajo de enfermedad coronaria. La
      reducción relativa del riesgo es de
      aproximadamente el 30-50% (87-90).

      Dado que la CI es responsable de un tercio o
      más de las muertes en estos estudios, los
      pacientes abstemios o bebedores ocasionales tienen una
      mortalidad total más alta que aquellos que
      consumen 1 ó 2 bebidas por día, debido a
      una mayor incidencia de CI. A partir de un consumo de 3 o
      más bebidas al día la mortalidad aumenta
      rápidamente según se incrementa el
      número de bebidas por día y se observa un
      aumento de la mortalidad por otras causas relacionadas
      con el consumo de alcohol, en concreto, por ictus, miocardiopatía
      alcohólica, varias clases de cáncer,
      cirrosis, pancreatitis, accidentes, suicidios y
      homicidios. Así, el consumo
      excesivo de alcohol se asocia a una mayor mortalidad
      global y cardiovascular (91-93).

      Estudios epidemiológicos prospectivos indican
      que parece existir un efecto protector con el consumo
      moderado de alcohol en las enfermedades coronarias. La
      curva que relaciona el consumo de alcohol y la mortalidad
      tiene forma de U, la base se sitúa alrededor de un
      consumo diario entre 20 y 30 g. Se ha sugerido que una
      parte de esos efectos protectores se podrían deber
      a la acción del alcohol sobre el metabolismo de las lipoproteínas,
      principalmente por la elevación de las HDL
      colesterol y, en menor grado, por la reducción de
      las LDLcolesterol (94-96).

      Un aspecto de gran interés es la hipótesis
      de los antioxidantes presentes en el vino, que
      podrían jugar un papel protector diferente al del
      etanol. Los vinos, en especial algunos tintos, contienen
      una alta concentración de polifenoles, entre ellos
      los denominados flavonoides (como la catequina y
      quercetina) y los ácidos tánicos. Dichos
      compuestos tienen propiedades antioxidantes. El etanol
      por sí solo carece de actividad antioxidante sobre
      las LDL, por lo que la acción antioxidante de los
      vinos parece corresponder a los polifenoles que contienen
      (97-99).

      El etanol por si solo carece de propiedad antioxidante sobre las LDL, por
      lo que la acción antioxidante de los vinos parece
      corresponder a los polifenoles que contienen. La
      absorción de estas sustancias y su
      incorporación a las lipoproteínas del
      plasma podría proteger frente a la
      oxidación de las LDL y jugar un papel fundamental
      en la prevención de la aterogenesis. Sin embargo,
      no hay estudios clínicos que hayan demostrado el
      uso beneficioso de algún tipo de bebida
      alcohólica (100).

      A pesar de lo expuesto los riesgos de beber mucho
      sobrepasan los beneficios.

      La ingesta moderada reduce el riesgo relativo de
      cardiopatía isquémica hasta un 50 %. Por el
      contrario, la ingesta moderada de alcohol aumenta la
      mortalidad por cirrosis hepática, accidente
      cerebral hemorrágico y, probablemente por cáncer de mama y colon. Los
      grupos
      que se benefician con el consumo moderado de alcohol son
      las personas con un riesgo absoluto alto de
      cardiopatía isquémica y bajo de accidentes,
      cirrosis y otras enfermedades relacionadas con el
      alcohol. En los varones y mujeres por debajo de 40
      años, el consumo de alcohol se asocia a un aumento
      de la mortalidad total. Las personas de baja edad tienen
      un riesgo absoluto bajo de cardiopatía
      isquémica y alto de otras causas de muerte
      relacionadas con el alcohol como son los accidentes. Por
      tanto en este grupo la relación riesgo /beneficio
      del consumo de alcohol es desfavorable. En general el
      beneficio del consumo moderado de alcohol empieza a
      sobrepasar los riesgos entre los varones en la cuarentena
      y entre las mujeres en los cincuenta. Por otro lado hay
      un grupo de personas en los que el consumo de alcohol
      debe evitarse de cualquier forma: historia
      familiar de alcoholismo, hipertrigliceridemia,
      pancreatitis, enfermedad hepática, ciertas
      enfermedades hematológicas, insuficiencia
      cardiaca, hipertensión mal controlada, mujeres
      embarazadas y personas que toman otras medicaciones que
      interactúan con el alcohol (101-102).

      • Estrés.

      Estudios británicos han demostrado que las
      tensiones de la vida diaria pueden elevar la
      presión arterial durante un período de
      tiempo prolongado y originar altos niveles de plaquetas.
      Como resultado del estrés se produce un aumento en
      la liberación de determinadas hormonas que conlleva a un aumento de la
      frecuencia cardiaca, del ritmo respiratorio y del nivel
      de azúcar en sangre (103).

      FACTORES DE RIESGO NO MODIFICABLES:

      • Edad.

      Es conocido que antes de los 40 años la
      incidencia de la enfermedad es baja, y
      prácticamente desconocida en la infancia y en la adolescencia. Puede decirse que la
      cardiopatía isquémica es una
      afección con preferencia de la 5ta década
      de la vida (104).

      El riesgo absoluto de CI aumenta con la edad, tanto en
      hombres como en mujeres como resultado de la progresiva
      acumulación de aterosclerosis coronaria con la
      edad. De hecho, la mayoría de los nuevos casos de
      CI se observan por encima de los 65 años, sobre
      todo en la mujer
      (105).

      • Sexo.

      Es universalmente aceptado que la mayor incidencia de
      cardiopatía isquémica ocurre en el sexo
      masculino; sin embargo en las mujeres menopáusicas
      esta diferencia se borra ya que a los 65 años las
      ¾ partes de los fallecimientos se deben a ataques
      coronarios agudos. Para explicar esto se invoca el factor
      protector estrogénico, el cual desaparece de forma
      paulatina a partir de los 55 años, lo que favorece
      el incremento de colesterol sérico (106).

      Además, una parte de la aparente
      protección contra la cardiopatía
      isquémica de que goza la mujer menopáusica
      se debe a que sus niveles de HDL son relativamente
      más elevados que los de los hombres. Tras la
      menopausia, estos valores de HDL disminuyen, al tiempo
      que el riesgo coronario aumenta. La
      administración de estrógenos reduce el
      colesterol y eleva el colesterol HDL, modificaciones que
      deben reducir el riesgo coronario (107). Es
      universalmente aceptado que la mayor incidencia de
      cardiopatía isquémica ocurre en el sexo
      masculino; sin embargo en las mujeres menopáusicas
      esta diferencia se borra ya que a los 65 años las
      ¾ partes de los fallecimientos se deben a ataques
      coronarios agudos. Para explicar esto se invoca el factor
      protector estrogénico, el cual desaparece de forma
      paulatina a partir de los 55 años, lo que favorece
      el incremento de colesterol sérico (108).

      Es un hecho bien conocido que la CI se manifiesta
      más tardíamente en la mujer que en el
      hombre, de hecho, la mujer tiene una incidencia de CI
      similar a la del hombre, pero con 6 a 10 años de
      retraso, de modo que a partir de los 75 años es
      esencialmente la misma (109-110).

      Partiendo del aumento del número de casos que
      se presentan cada año y de la morbimortalidad por
      esta entidad, creemos de suma importancia describir el
      comportamiento de la cardiopatía
      isquémica en nuestro centro y su relación
      con los factores de riesgo para de esta forma poder
      actuar sobre estos y disminuir la incidencia de esta
      enfermedad.

      Es importante tener en cuenta que en la historia
      clínica deben recogerse todos los datos no solo
      relacionados con la clínica de la enfermedad sino
      con la anamnesis remota donde se incluyen los factores de
      riesgo, para de esta forma poder hacer un análisis real de la relación
      entre estos y la cardiopatía isquémica
      (111).

      Algunos definen la historia clínica más
      como un expediente clínico que como historia
      clínica, debido a que el documento no sólo
      recoge una exposición sistemática de
      acontecimientos clínicos pasados y presentes, sino
      además puede reunir información de índole
      variada.

      Este documento en algunos aspectos puede ser comparado
      con la libreta de notas del científico, pero a
      diferencia de éste, el tipo de anotaciones e
      información almacenada deben cumplir determinadas
      exigencias metodológicas en todos los casos. El
      científico experimental observa, anota y tabula
      utilizando un lenguaje fundamentalmente simbólico
      y a la hora del informe final es que convierte estos
      símbolos en lenguaje expresivo
      comprensible para todos. El médico también
      observa, anota y tabula, pero su lenguaje tiene que ser
      menos simbólico, debido a que -a diferencia del
      científico físico, químico y
      biólogo-, su objeto de estudio es a la vez sujeto,
      por tanto, se deben reflejar las interacciones
      recíprocas que se establecen con cada enfermo;
      también el
      trabajo en equipos multi e interdisciplinarios de los
      tiempos actuales obliga a que la información
      obtenida de cada paciente sea igualmente comprensible
      para todos sus miembros, sobre todo para el personal no médico que lo compone
      (112-113).

      En la historia clínica se escribe un resumen de
      la información recibida del enfermo y una regla de
      oro es
      escribirlo todo de inmediato porque siempre que se deja
      para después el recuerdo se desvitaliza y comienza
      a sufrir una lenta erosión de los detalles, con el
      riesgo de que precisamente sea un detalle muy importante
      el que se olvide. De la misma forma hay que preguntarle
      al enfermo todos los aspectos relacionados con la
      anamnesis remota para poder realizar un completamiento de
      los aspectos relacionados con el interrogatorio. Un buen
      interrogatorio conlleva a un buen examen físico y
      de ahí a un buen diagnostico, el cumplimiento de
      los aspectos del método clínico trae consigo
      buenas conductas y con ello buenos estudios
      científicos.

      De aquí se deduce la notable importancia que
      tiene el hecho de que nuestros médicos hagan
      buenas historias clínicas y cómo la
      realidad se aleja de estos objetivos. En los
      últimos 25 años se han realizado estudios
      en numerosos centros hospitalarios del país y de
      forma reiterada han mostrado serias deficiencias en la
      calidad de las historias clínicas. Este
      fenómeno ha adquirido dimensiones alarmantes, al
      extremo de que muchos docentes plantean que las historias
      clínicas actuales carecen de valor
      científico (114-116).

OBJETIVOS.

General:

  • 1) Describir el comportamiento de la
    cardiopatía isquémica y su relación con
    los factores de riesgo.

Específicos:

1) Identificar los factores de riesgo de cardiopatía
isquémica recogidos en las historias clínicas.

2) Determinar si existe asociación entre la
aparición de la cardiopatía isquémica y los
factores de riesgo identificados.

3) Valorar el completamiento de los datos recogidos en las
historias clínicas sobre factores de riesgo de
Cardiopatía Isquémica.

MATERIAL Y
MÉTODO.

Se realizó un estudio descriptivo retrospectivo que
incluyó a los pacientes con diagnóstico de
cardiopatía isquémica en el Hospital Militar
Central "Dr. Carlos J. Finlay", durante el período de
enero del 2005 a enero de 2006, con el objetivo de describir el
comportamiento de la cardiopatía isquémica y su
relación con los factores de riesgo coronario. El universo lo
constituyó los 692 pacientes con ese diagnóstico
durante el año 2005-2006.

La obtención de la información se realizó
mediante la revisión de las historias clínicas
correspondientes a los pacientes con diagnóstico de
cardiopatía isquémica durante el período de
tiempo antes mencionado.

DEFINICIÓN DE LAS VARIABLES.

Monografias.com

Se utilizaron estadígrafos de las
medidas de posición entre ellos media aritmética,
moda mediana y
cuarteles, así como tablas de frecuencias, tablas de
contingencias y mediadas de asociación como el coeficiente
de contingencia C y la prueba de chi cuadrado.

Los resultados se presentaron en tablas y gráficos, siguiendo el orden expresado en
los objetivos para arribar a las conclusiones finales.

ANALISIS Y
DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS.

2.1 ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS.

En la tabla y gráfico 1 se muestra que la
cardiopatía isquémica es más frecuente en
los mayores de 70 años (35.4%) y menos frecuente entre los
40 y 50 años (12.9%). Se muestra además en el grupo
etáreo de 40-50 años la menor frecuencia de CI en
el sexo femenino (4.5%) con respecto al masculino (8.4%).

Los factores de riesgo y su relación con la
cardiopatía isquémica se exponen en la tabla y
gráfico 2 siendo la hipertensión arterial el factor
más frecuente, representando el 79.7% de los pacientes con
cardiopatía isquémica.

En la tabla 3 vemos la incidencia de antecedentes
patológicos familiares en los pacientes estudiados
constatándose que el más reportado fue la HTA
(85.6%) seguido por la hipercolesterolemia (80%) y la
cardiopatía isquémica (65.6%).

La distribución de los pacientes según el
hábito de fumar y el consumo de alcohol, se muestra en la
tabla 4, el 75.3% de los pacientes son fumadores y el 17.9 %
ingieren bebidas alcohólicas.

En la tabla 5 se recoge el porcentaje de datos que faltaban en
las historias clínicas, siendo la actividad laboral y el
sedentarismo los aspectos menos reflejados en el 95.9 y 83.5 %
respectivamente.

2.2 DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS.

La incidencia de la CI aumenta con la edad, siendo
máxima en nuestro estudio en los mayores de 70 años
(35.4%) y menos frecuentes entre los 40 y 50 años (12.9%).
Se muestra en el grupo etáreo de 40-50 años la
menor frecuencia de CI en el sexo femenino (4.5%) con respecto al
masculino (8.4%) lo cual se corresponde con lo descrito en la
literatura
mundial a cerca de papel del factor estrogénico en la
protección contra la cardiopatía isquémica
en la mujer, evidenciándose posteriormente un aumento del
número de mujeres a medida que aumenta la edad. Existe una
mayor prevalencia de pacientes masculinos (55.2%) que femeninos
(44.7%) lo cual demuestra que afecta en mayor grado al sexo
masculino tal como se recoge en la literatura (117-119). De igual
manera podemos apreciar como mientras más baja es la edad
más diferencia existe entre la cantidad de pacientes
masculinos y femeninos y como a medida que aumenta la edad se van
igualando estas cifras. En la literatura se ha publicado
tradicionalmente una mayor prevalencia del sexo masculino antes
de los 70 años, apreciándose a partir de esta edad
un comportamiento similar entre ambos sexos. Otros han demostrado
un mayor riesgo en el sexo femenino en las edades más
avanzadas (120-121).

Es un hecho bien conocido que la cardiopatía
isquémica se manifiesta más tardíamente en
la mujer que en el hombre. Durante el periodo fértil de la
mujer la incidencia de cardiopatía isquémica es
más baja, produciéndose un incremento progresivo de
la misma después de la menopausia. De hecho, la mujer
tiene una incidencia de cardiopatía isquémica
similar a la del hombre, pero con 6 a 8 años de retraso,
de modo que a partir de los 75 años es esencialmente la
misma. Este hecho, reconocido desde los años 50 ha llevado
a considerar la hipótesis del posible efecto protector de
las hormonas sexuales femeninas sobre la cardiopatía
isquémica (122-124).

Los principales factores de riesgo coronario en la muestra
estudiada fueron la hipertensión arterial y el tabaquismo,
representando el 77.5% del total de pacientes, esto nos hace
actuar de manera importante sobre ellos ya que son factores de
riesgo modificables, o sea, que podemos disminuir su
repercusión sobre el sistema
cardiovascular solo con el mejoramiento del estilo de
vida, pero ellos son más frecuentes en el sexo
masculino (p<0.05), factor este no modificable.

Existen evidencias que reportan la correlación de la
HTA con la cardiopatía isquémica planteamiento que
se confirma en nuestro trabajo demostrándose que es el
factor de riesgo más importante (125-126). Moreno Maura y
colaboradores en un estudio realizado en el Policlínico
Francisco Peña de Nuevitas Camagüey demostró
que por cada paciente con CI sin HTA existen 120 con esta
enfermedad que también son hipertensos, es decir que si
mediante acciones de salud se logra controlar la HTA,
disminuirá teóricamente la probabilidad de
CI en un 78% (fracción etiológica), se plantea
teóricamente por el hecho de que la HTA forma parte de un
síndrome que incluye además trastornos
metabólicos y anormalidades cardiovasculares, por lo que,
si el régimen terapéutico es enfocado solamente
para el control de la tensión arterial sin tener en cuenta
estas otras anormalidades que constituyen factores de riesgo
coronario, por supuesto que dicho régimen tendrá
efectos protectores limitados (127).

La hipertensión arterial, factor de riesgo más
encontrado en nuestro estudio produce lesión endotelial y
activación plaquetaria favoreciendo la permeabilidad de
los lípidos, los cuales tienen una relación directa
con la cardiopatía coronaria. La hipertensión
arterial es una entidad de riesgo que predispone a la enfermedad
cerebrovascular, a la cardiopatía isquémica, a la
insufiencia cardiaca, a la disfunción renal y a la
enfermedad vascular periférica. De ahí que haya
sido denominada "asesino silencioso" (128-129).

Existe una relación entre la tensión arterial
diastólica y el riesgo de cardiopatía
isquémica. Los pacientes con tensión arterial
diastólica de más de 105mmHg tienen un riesgo de
eventos coronarios 5 y 6 veces mayor. Por otro lado, la
hipertensión sistólica aislada, de aparición
más frecuente en los ancianos, también se asocia a
un aumento del riesgo cardiovascular, esta alteración que
se le ha prestado menos tensión que a la
hipertensión diastólica, podría ser, incluso
más perjudicial que la hipertensión arterial
diastólica sobre órganos diana (130-132).

El antecedente de cardiopatía isquémica previa,
ya sea angina de pecho o infarto del miocardio, es el segundo
factor de riesgo de importancia en nuestro estudio,
registrándose en el 46.2% de los pacientes lo cual indica
que en un tratamiento enérgico y regular de estas evita
nuevos eventos. La angina de pecho nos hace pensar que existe una
placa de ateroma, por tanto, que esta se haga o no inestable
depende del seguimiento que realicemos sobre el paciente y el
control de los factores de riesgo asociados, especialmente la HTA
y la hipercolesterolemia (133-134).

La hipercolesterolemia, representada en el 41.3% de los
pacientes desempeña un papel esencial en el desarrollo de
la ateroesclerosis y de los síndromes isquémicos.
Hanten (135) señaló que el 40% de los pacientes con
CI padecían de hipercolesterolemia, mientras que Nasiff
(136) en la Habana Vieja determinó la prevalencia de
ésta en la población adulta, siendo más
frecuente en los pacientes mayores de 50 años de edad en
los cuales se observó un número elevado de
manifestaciones de CI.

El tratamiento de la dislipemia es imprescindible cuando se
trata de obtener un alivio a largo plazo de la angina, reducir
las necesidades de revascularización y disminuir la
incidencia de infarto del miocardio y muerte. El control de los
lípidos puede logarse mediante una combinación de
dieta baja en ácidos grasos saturados, ejercicios y
pérdida de peso.

Estudios multicéntricos de prevención secundaria
han mostrado reducciones significativas en eventos no fatales y
en la mortalidad por enfermedades coronarias (el descenso del 10%
del colesterol total disminuye el 25% de la mortalidad
según el estudio Framinghan) mostrando también
alteraciones en la historia natural de la progresión de la
enfermedad. Estos efectos se consiguen a partir de niveles mucho
más bajos de colesterol basal, considerados incluso como
normales en la prevención primaria (137).

La diabetes mellitus, reportada en el 29.6% de los pacientes
es un factor de riesgo importante ya que acelera la
ateroesclerosis coronaria y periférica y se asocia a
menudo a dislipemias, así como a mayor riesgo de angina,
infarto del miocardio y muerte coronaria súbita. Aunque en
nuestro estudio el promedio de mujeres diabéticas fue de
15.6%, es bueno señalar que en las mujeres la diabetes
triplica la incidencia de cardiopatía coronaria e iguala
el riesgo al de los varones no diabéticos. Esta enfermedad
determina un aumento de los lípidos sanguíneos y
una mayor concentración de glucosaminoglicanos en la
íntima arterial. La hiperglicemia contribuye de forma
independiente al riesgo y sus efectos se suman a los de los otros
factores de riesgo, lo que obliga a corregirlos con
energía en cualquier paciente diabético.

Los pacientes con diabetes mellitus tienen un riesgo elevado
de desarrollar cardiopatía isquémica, esta por lo
general se asocia a otros factores de riesgo lo que hace que
aumente el riesgo coronario.

La mejoría en el control de la glicemia en los
pacientes diabéticos es capaz de reducir el riesgo de
cardiopatía isquémica (138).

El 100% de los pacientes estudiados con CI tienen al menos un
antecedente familiar, lo cual constituye un valioso indicador de
riesgo y podemos plantear que existe una relación
estadísticamente significativa entre la
hipertensión arterial, la hiperlipemia, el antecedente
familiar de cardiopatía isquémica, la diabetes
mellitus y el desarrollo de cardiopatía isquémica
lo cual nos obliga a actuar sobre los factores de riesgo
corregibles con vistas a disminuir la incidencia de esta
enfermedad. El antecedente patológico familiar más
reportado fue la HTA (85.6%) seguido por la hipercolesterolemia
(80%) y la cardiopatía isquémica (65.6%).

Estos factores de riesgo contribuyen de forma independiente y
sinérgica al riesgo de presentar enfermedad coronaria.

Sobre este aspecto es importante señalar que hoy se
considera que la disminución progresiva que se observa en
la incidencia de IMA en los países desarrollados, sobre
todo en Estados Unidos (40%), se debe a una política de educación de la
población en aspectos preventivos sobre los factores de
riesgo coronario, más que la disponibilidad de recursos
técnicos (139-140).

El tabaco constituye el segundo factor de riesgo modificable
en nuestro estudio; en el 75.3% de los pacientes se recoge en la
historia clínica que son fumadores, no existiendo
diferencia significativa entre ambos sexos. El consumo de
cigarrillos acelera la ateroesclerosis coronaria en las personas
de ambos sexos y de cualquier edad e incrementa el riesgo de
infarto del miocardio y muerte. El riesgo a largo plazo en
aquellas personas que dejan el tabaco disminuye
rápidamente y al cabo de 5 años se aproxima al
riesgo que corren los que nunca han fumado. El enfoque
conductista comienza con 2 prerrequisitos: el paciente debe creer
que es posible dejar de fumar y debe reconocer los daños
del tabaco (141).

Refiriéndose al hábito de fumar Llerena Rojas
(142) en un estudio realizado en hombres mayores de 18
años comprobó que el mismo fue el principal factor
de riesgo coronario. Se ha reportado que el riesgo de muerte por
CI es mayor en pacientes fumadores que en los no fumadores
(143).

El tabaco es uno de los factores de riesgo cardiovascular
más importante. Se estima que entre un 20 y un 30 % de
todas las muertes por enfermedad coronaria en los Estados Unidos
son atribuibles al consumo de tabaco y el riesgo está
fuertemente relacionado con la dosis. Actúa de forma
sinérgica con otros factores de riesgo contribuyendo a
aumentar de forma significativa el riesgo global. Además
los fumadores tienen un riesgo aumentado de enfermedad vascular
periférica, enfermedad pulmonar obstructiva
crónica, diversos tipos de cáncer y otras
enfermedades crónicas. Por todo ello, el tabaco ha sido
considerado como el factor de riesgo modificable que más
contribuya a morbimortalidad prematura en Estados Unidos, siendo
responsable de aproximadamente 430.000 muertes anuales.

El abandono del hábito de fumar se asocia a una
disminución en el riesgo coronario que aparece
relativamente pronto después de la interrupción del
consumo de tabaco y el beneficio aumenta a medida que el tiempo
transcurrido desde el último cigarrillo fumado se hace
mayor (144).

Encontramos que el 17.9% de los pacientes consumen alcohol de
manera sistemática, aunque no se pudo recoger la cantidad
de alcohol y el tipo que consumen, para de esta manera establecer
una relación de riesgo o beneficio de este hábito
sobre la cardiopatía isquémica.

La relación entre el consumo de alcohol y enfermedad
coronaria es un tema de debate en la
actualidad y ha sido objeto de revisiones recientes (145).

Son bien conocidos los efectos indeseables que tiene un
consumo excesivo de alcohol sobre la salud. Sin embargo en los
últimos años se han publicado un gran número
de estudios observacionales que han mostrado de una forma
consistente una reducción en el riesgo de
cardiopatía isquémica asociado a un consumo
moderado de alcohol.

Las bebidas alcohólicas, cerveza, vino y
licores, difieren en su composición, en la
concentración de etanol y en otros componentes como
azucares, aminoácidos, vitaminas y
minerales.
Además la forma de consumo es diferente (146).

Existen más de 60 estudios epidemiológicos
realizados en los últimos 20 años que han mostrado
que los varones y las mujeres que beben una o dos bebidas diarias
(unos 10-30g de alcohol diarios) tienen un riesgo más bajo
de enfermedad coronaria. La reducción del riesgo es de
aproximadamente el 30-50 %. El efecto parece ser independiente de
otros factores confundidores potenciales como la dieta y el
tabaquismo.

El consumo moderado de alcohol tiene un efecto protector que
se plantea que es mediado por un incremento de los niveles de HDL
colesterol, además, disminuye el riesgo
trombogénico por sus efectos sobre la agregación
plaquetaria y sobre el activador tisular del plasminógeno
y otros componentes de la coagulación y la fibrinolisis
(147-148).

En nuestro estudio podemos concluir en este aspecto de los
hábitos tóxicos que existe una relación
significativa desde el punto de vista estadístico
(p<0.05) entre el habito de fumar y el sexo masculino,
así como entre el alcohol y el sexo masculino, ambos
factores de riesgo deterioran el sistema cardiovascular, por
tanto si tenemos en cuenta que los fumadores y bebedores son por
lo general del sexo masculino y la cardiopatía
isquémica es más frecuente en el sexo masculino el
riesgo para los fumadores y bebedores se eleva si son de este
sexo. Esto nos hace actuar de manera importante sobre estos dos
factores de riesgo tanto desde la atención primaria como
la secundaria para disminuir la incidencia de la
cardiopatía isquémica.

En cuanto al completamiento de la historia clínica
observamos que el mayor completamiento se logró en el
registro de
antecedentes patológicos familiares que solo faltaba en el
4.8% de las historias. Por el contrario, otros datos, como
antecedentes de obesidad, peso y talla, consumo de alcohol y
actividad laboral faltaban en el 60-95% de los caso, aspectos
estos importantes que constituyen factores de riesgo para la
cardiopatía isquémicas.

Esto nos da la medida que el completamiento de la historia
clínica constituye un instrumento importante no solo para
el manejo del paciente sino como dato científico para
poder determinar con exactitud la prevalencia e incidencia de una
enfermedad, específicamente en este caso la
cardiopatía isquémica que constituye unas de las
principales causas de muerte en nuestro país y el
mundo.

Partiendo de datos certeros podemos actuar sobre la que
podemos corregir los factores de riesgo

El conocimiento
de estas deficiencias en la confección de historias
clínicas (HC), sea por alumnos o médicos, no
sólo es parte de la evaluación curricular,
también está muy vinculado a la calidad en el uso
del método clínico, que es el que todos los
médicos asistenciales utilizamos diariamente en el proceso
del diagnóstico individual de un enfermo y que pasa por
varias etapas sucesivas: formulación del problema por el
paciente, búsqueda de la información por el
médico, a través del interrogatorio y el examen
físico, planteamiento de las hipótesis
diagnósticas, contrastación de las mismas por medio
de los exámenes complementarios y comprobación
final del diagnóstico. Y en ese proceso del
diagnóstico, el interrogatorio constituye la herramienta
más importante. Es más, todo clínico
experimentado sabe que la primera entrevista con
el enfermo es crucial para el diagnóstico (149-152).

Durante el año 2005 de un total de 8408 egresos en el
Hospital "Dr. Carlos J. Finlay", el 8.2% correspondió a
pacientes con CI, lo cual representa a 692 pacientes, de los
cuales 193 fallecieron. De los 692 pacientes 356 fueron
diagnosticados con algún tipo de angina y 336 con IMA. En
relación con el año 2004 se produjo un incremento
poco significativo del total de pacientes. Así mismo
podemos ver que los meses de mayor frecuencia fueron enero,
agosto y diciembre.

La CI se asocia a una gran variedad de factores de riesgo, por
tanto la actuación sistemática sobre estos
determina la disminución de la incidencia de esta. Es
importante recomendar que no debamos actuar sobre estos al
aparecer la CI; la prevención secundaria evita o reduce la
progresión de la enfermedad, pero la prevención
primaria es el pilar fundamental hacia donde deben estar
encaminados nuestros esfuerzos. Disminuyendo los factores de
riesgo modificables estamos disminuyendo las muertes por esta
enfermedad, una de las principales causas de muerte en Cuba.

CONCLUSIONES.

A partir de los aspectos abordados en la tesis, se arriba a
las siguientes conclusiones:

  • Del estudio descriptivo realizado se evidencia que los
    factores de riesgo descritos en a literatura coinciden con
    los encontrados en este trabajo, siendo la
    hipertensión arterial el factor más importante,
    así como el antecedente familiar de
    hipertensión arterial y el habito de fumar.

  • El reflejo incompleto de los datos sobre factores de
    riesgo en las historias clínicas debe haber impactado
    la magnitud de los resultados de este estudio descriptivo y
    retrospectivo.`

RECOMENDACIONES.

Los resultados obtenidos en la presente investigación considera necesario las
siguiente recomendación:

  • Llevar a cabo un estudio prospectivo con la
    intención de lograr una mayor fiabilidad de los datos
    clínicos necesarios para el estudio de los factores de
    riesgo de Cardiopatía Isquémica.

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Partes: 1, 2, 3
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