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¿Vuelve la nuclear? (página 2)



Partes: 1, 2

Pero la historia es terca. George W.
Bush lleva promoviendo en estados Unidos
desde hace seis años la energía
nuclear, pero no ha iniciado ninguna, y en toda la Unión
Europea, sólo Finlandia está construyendo una
nueva central nuclear, con toda la ayuda del estado,
ocultando los costes reales y sin somerterla a las leyes del
mercado, pues
a fin de cuentas se trata
de una subvención encubierta a su industria
papelera, que es una gran consumidora de electricidad. En
1990, en lo que ahora es la Unión Europea de 25
países, había 164 centrales nucleares, mientras que
ahora hay 147; en todo el mundo, en los últimos doce
años se han clausurado 33 centrales nucleares y se han
inaugurado sólo 54, menos de dos reactores al
año.

La energía
nuclear es la más cara

Se requiere un Análisis del Ciclo de Vida,
desde la cuna a la tumba, que incluye todo el proceso, desde
la minería
del uranio, su enriquecimiento, las propias centrales nucleares,
el reprocesamiento del combustible, su desmantelamiento y la
gestión
de los residuos, que seguirán siendo radiactivos y
peligrosos dentro de 250.000 años, y ese análisis
lo ignoran todos los promotores y falsean todos los datos sobre
costes que ofrecen, que son auténtico surrealismo,
cuando no un insulto a la inteligencia
de la ciudadanía.

La industria nuclear es una auténtica ruina, que
sólo puede vivir a base de subvenciones públicas,
directas o indirectas, como en Francia y en
la práctica totalidad de los países, y donde
más posibilidades tiene de propsperar es allá donde
hay dictaduras y una ausencia total de domocracia y
transparencia, como en China. El
analfabetismo
energético lo practican los promotores de la
energía nuclear, pero la situación de hoy no es la
de 1970, cuando se lanzaron los programas
nucleares.

La energía nuclear, que iba a ser tan barata que no
necesitaría contadores, se ha demostrado que es la forma
más cara de producir electricidad cuando se considera el
ciclo completo. También era la más segura, y
Chernóbil demostró que es la más peligrosa.
Los usos pacíficos y la proliferación nuclear van
de la mano, y hoy, gracias a la energía nuclear el mundo
es más más peligroso que nunca, con nuevas
potencias nucleares, como Israel, India,
Pakistán y Corea del Norte, y en un futuro próximo
también Irán.
¿Y que pasaría en caso de un atentado terrorista
contra una central nuclear?

La inversión de una central nuclear es de
más de 2.000 euros por kW de capacidad de
generación, mientras que en las centrales de ciclo
combinado de gas natural es de
450 euros por kW y de 900 euros el kW eólico, que no
requiere combustible ni genera residuos radiactivos durante miles
de años. Los plazos de construcción de una nuclear van de siete a
quince años, frente a dos de una central de ciclo
combinado o unos ocho meses de un parque eólico, y
están sujetos a enormes incertidumbres y a la
oposición popular. La construcción de una central
nuclear provoca un enorme endeudamiento a largo plazo, sometido a
las variaciones de los tipos de interés.
La mejor prueba de su nula rentabilidad
es que no han resistido la prueba del mercado, y sólo las
promuevan empresas
públicas sin ninguna transparencia.

Y una fuente de energía debe internalizar todos sus
costes, incluido el desmantelamiento de la central y la
gestión de los residuos radiactivos de alta actividad.
Aunque sólo sea en salarios de los
guardas jurados durante miles de años, los costes del
ciclo completo son ruinosos. Pero cuando hablan de costes se
omiten todas esas externalidades, dando por supuesto que seremos
los que las paguemos.

El negocio es construir centrales nucleares, e incluso
gestionarlas, pero la gestión de los residuos y el
desmantelamiento de las centrales, ¿cuánto cuesta?
¿quién lo paga? ¿quién corre con las
pólizas de seguro en caso de
accidente? La energía nuclear es el más claro
ejemplo de privatización de beneficios y socialización de pérdidas.

Las grandísimas inversiones
que requieren las centrales nucleares tienen un coste de
oportunidad, al detraer recursos de otros
sectores más intensivos en empleo y
más sostenibles, como la gestión de la demanda, el
aumento de la eficiencia
energética y las energías renovables.

Las centrales nucleares tienen efectos desastrosos sobre las
regiones donde se implantan, fundamentalmente sobre el turismo, siendo industrias de
enclave que apenas crean empleo y perjudican el desarrollo de
otros sectores.

Las centrales nucleares sólo producen electricidad

Las centrales nucleares sólo sirven para producir
electricidad, de forma mucho más cara y peligrosa que con
energía eólica, una alternativa real mal que les
pese a los promotores de la nuclearización. Las centrales
nucleares son innecesarias y nunca sustituirán al petróleo,
pues sólo un porcentaje ínfimo y cada vez
más pequeño de derivados del
petróleo se destina a la generación de
electricidad. El bioetanol y el biodiésel, y a medio plazo
el hidrógeno obtenido a partir de
energías primarias renovables, son la alternativa al uso
de los combustibles fósiles, y no una fuente que
sólo sirve para producir electricidad, que puede
producirse a partir de muchas otras fuentes con un
impacto muy inferior.

Las nucleares, además, son muy poco eficientes, pues su
rendimiento energético apenas llega al 30%,
disipándose el resto en forma de calor residual
a través del agua utilizada
en la refrigeración del reactor. El consumo de
agua, incluso en circuitos
cerrados, es elevado, por lo que deben localizarse en el litoral
o en las proximidades de algún gran río.

En 2005 el carbón supuso el 28% de la
participación en la producción eléctrica
española; la energía nuclear el 19,6%; el gas natural el
26%; el
petróleo, un 8,9%; la eólica el 7%; la
hidráulica el 7,9% (fue un año excepcionalmente
seco) y otras renovables un 2,6%. Las renovables, especialmente
la eólica, han experimentado un gran desarrollo, y en las
próximas décadas nos permitirán producir la
electricidad necesaria, reduciendo las emisiones de
dióxido de carbono, y el
cierre paulatino y ordenado de las centrales nucleares al final
de su vida útil, sin necesidad de construir ninguna
más. En el pasado se paralizaron en España 5
centrales nucleares, y los intentos de revivir una opción
moribunda, cara y peligrosa es muy probable que estén
condenados al fracaso.

Tecnología
inmadura

Ni la ciencia ni
la tecnología son neutrales, teniendo
considerables repercusiones sociales, ambientales y
éticas. La tecnología nuclear, además de
sofisticada y centralizada, tiene indudables aplicaciones
militares, está en mano de apenas media docena de empresas
multinacionales y es inmadura, estando lejos de resolver los
problemas de
seguridad,
desmantelamiento y eliminación de los residuos
radiactivos.

La energía nuclear aumentará la dependencia
tecnológica en la mayor parte de las fases del ciclo
nuclear (sobre todo el enriquecimiento y el reprocesamiento), y
también del combustible, pues compramos el uranio, que es
un recurso tan escaso como el petróleo, y dependemos de su
enriquecimiento tanto como del petróleo o el gas
natural.

En términos estadísticos, se considera
"nacional" a la energía nuclear, que es una más de
las muchas falsedades. Es tan nacional como el gas natural que
importamos de Argelia. Y puestos a reducir la dependencia, lo
sensato en invertir en energía eólica y solar,
donde contamos con importantes empresas (Gamesa, Acciona,
Isofotón, Ecotecnia.) que exportan a todo el mundo
energía sostenible, sin residuos y sin riesgos de
proliferación o terrorismo.

Las centrales
nucleares son ecológicamente desastrosas

Las centrales nucleares apenas emiten dióxido de
carbono y otros contaminantes atmosféricos (dióxido
de azufre, óxidos de nitrógeno), pero tampoco la
energía eólica o las diferentes aplicaciones de la
energía
solar, y las energías renovables, a diferencia de la
energía nuclear, no suponen un riesgo para el
medio ambiente
a lo largo de todo su ciclo de vida.

Las nucleares contaminan en todas las fases, partiendo de las
mismas minas de uranio, donde liberan gas radón y otras
sustancias radiactivas, como radio y polonio,
y destruyen grandes superficies de terreno (para obtener un
kilogramo de uranio se debe remover más de una tonelada de
tierra, y de
este kilo sólo un 0,7% es U-235). La radiactividad emitida
a lo largo de todo el ciclo de vida se concentra y acumula en la
cadena trófica, no pudiéndose hablar de dosis
mínimas admisibles, pues todas son peligrosas.

Residuos para la
eternidad

La Empresa Nacional
de Residuos Radiactivos (Enresa) después de más de
20 años, aún no han encontrado ningún
municipio que quiera albergar el cementerio de residuos
radiactivos de alta actividad, ni el temporal ni mucho menos el
definitivo, a pesar de todo lo que ofrece. Hoy, el objetivo de
Enresa es modesto, pero difícil: encontrar un almacén
temporal centralizado nuclear español
(ATC) con una capacidad de 6.700 toneladas, una vida de 100
años y un coste de 500 millones de euros

La urgencia del ATC responde a tres factores:

*la saturación de las piscinas de refrigeración
de las centrales nucleares, donde actualmente se almacenan los
residuos de alta actividad;

*en 2010 regresan de Francia 12 metros cúbicos de
residuos de alta actividad, junto a 650 metros cúbicos de
baja actividad, procedentes del reprocesado del combustible de
Vandellós 1, enviados tras el incendio sufrido por la
nuclear en 1989. En el acuerdo firmado con la empresa
francesa Cogema se fijaron penalizaciones de 50.000 euros por
día, a partir 2010;

*a partir de 2011 regresan los 600 kilogramos de plutonio y
100 toneladas de uranio, enviados al Reino Unido por la empresa
propietaria de la central nuclear de Santa María de
Garoña (Burgos).

Enresa dispone de un almacén nuclear en El Cabril
(Córdoba) para residuos radiactivos de baja y media
actividad, pero en él no se permiten almacenar residuos de
alta actividad. La central de Trillo (Guadalajara) tuvo que
construir un almacén temporal individual (ATI) cuando su
piscina de refrigeración alcanzó su tope de
capacidad en 2002, y Zorita (Guadalajara), que se cierra el 30 de
abril de este año, también dispondrá de su
propio ATI. Y si el ATC no está operativo en 2010, como es
probable, serán precisos almacenes
temporales individuales en Cofrentes (Valencia) y Ascó
(Tarragona).

Enresa anunció en 2005 que el municipio que acoja el
ATC recibirá doce millones de euros anuales, cifra que se
ampliará a dieciocho millones cuando a partir de 2030
empiece a caducar la vida estimada de las centrales nucleares
españolas. Pero ni aún así han encontrado
ningún municipio que se ofrezca, y la situación
empeorará cuando se aborde la construcción de un
almacén definitivo, el denominado almacén
geológico profundo (AGP), cuyo coste se elevaría,
según la propia Enresa, a 12.000 millones de euros.

Lo lógico es que todos estos costes los asumiesen las
empresas propietarias, que son las que nos han embarcado en la
opción nuclear y han facturado los kWh producidos.
¿Y qué dicen los defensores de la energía
nuclear de esta patata caliente que son los residuos radiactivos
de alta, y que nadie quiere ni sabe cómo solucionar? Y
mientras no tengan solución, mas les valdría
callarse.

Proliferación
nuclear

Las centrales nucleares son la rentabilización de las
enormes inversiones realizadas en la industria militar. Buena
parte de su éxito
posterior se debe a sus aplicaciones militares y raro es el
gobierno que no
aspira a tener su bomba atómica, para lo que basta tener
alguna central nuclear, dominar el enriquecimiento o el
reprocesamiento, extrayendo el plutonio. Un mundo sin centrales
nucleares será mucho más seguro y pacífico.
EE UU y Rusia
conservan 30.000 cabezas nucleares y existen 5.000 toneladas de
uranio enriquecido y 450 toneladas de plutonio en poder de
varios países, suficientes como para fabricar varios miles
de bombas
atómicas. De caer alguna de ellas en manos de algunos de
los muchos grupos
terroristas, las consecuencias serían
catastróficas. El silencio que rodea todo lo relacionado
con la proliferación nuclear recuerda al avestruz que ante
el peligro mete la cabeza debajo de la tierra,
pero la proliferación sigue presente y es una amenaza
mucho mayor y más inmediata que el cambio
climático. Hay registrados más de medio millar de
incidentes de contrabando de
productos
nucleares confirmados desde 1993 por el Organismo Internacional
de Energía Atómica (OIEA), la agencia de la
ONU que debe
velar por el cumplimiento del Tratado de No Proliferación
Nuclear, un documento cada vez más ignorado, y desde luego
arbitrario, pues pretende sancionar el monopolio
sobre el terror. Cualquier país amenazado por Estados
Unidos o Israel tratará de acceder tarde o temprano al
armamento atómico, algo que cada vez es más
fácil.

Muchos de los programas nucleares sólo enmascaran la
decidida voluntad de hacerse con armamento nuclear. Los casos
más conocidos son Israel, Suráfrica, Irak,
Irán, Corea del Norte, Pakistán e India, pero lo
cierto es la que los llamados usos pacíficos de la
energía nuclear siempre han estado ligados desde su origen
a los usos militares.

La crisis de la
energía nuclear

Hoy la industria nuclear está sumida en una profunda
crisis. Hay en
el mundo 443 reactores nucleares comerciales en operación,
con una potencia
instalada de 369 Gigavatios (1 GW=1.000 MW). La energía
nuclear, presentada hace 35 años como la alternativa al
petróleo, al gas natural y al carbón, hoy
sólo representa el 5,7% del consumo mundial de
energía primaria, a pesar de los dudosos métodos de
contabilidad,
pues se considera el calor producido en la fisión y no la
electricidad realmente producida. Con unos métodos menos
manipulados, e idénticos a los que se aplican a las
energías renovables, la participación de la
energía nuclear se reduce a menos del 2% del consumo
mundial de energía primaria.

Hoy sólo se están construyendo 26 centrales, con
una potencia de 20,8 GW, el menor número desde hace 35
años, respondiendo a pedidos de años anteriores. La
cifra de pedidos es insuficiente para mantener una industria
nuclear, que sólo se mantiene gracias al despilfarro de
recursos públicos.

La potencia instalada en 2006 (369 GW) es sólo un 12%
superior a la de 1990 (328 GW), cifra doce veces inferior a los
4.450 GW previstos por la AIEA en 1974 para el año 2000.
La energía nuclear, agobiada por problemas de seguridad,
almacenamiento
definitivo de los residuos radiactivos, costes disparatados,
alternativas mejores como las centrales de ciclo combinado de gas
natural y los aerogeneradores eólicos, el aumento de la
eficiencia y las energías renovables, y la
oposición de una opinión
pública bien informada, no tiene ningún futuro,
a pesar de los esfuerzos realizados para diseñar nuevos
reactores más seguros,
utilizando para ello enormes recursos públicos. Mientras,
un total de 110 reactores con una potencia instalada de 35.309 MW
han cerrado definitivamente. La vida media de operación es
inferior a los 18 años, muy alejada de los 40 años
prevista por las empresas constructoras, que incluso quieren
alrgar la vida de las centrales totalmente amortizadas a 60
años.

Situación
actual

  • Estados Unidos: no ha habido encargos de nuevos reactores
    desde octubre de 1973 que no hayan sido cancelados. En los
    últimos 40 años las compañías
    eléctricas han cancelado 120 reactores, con una
    potencia de 132 GW. Las 104 centrales nucleares existentes en
    2006, con una potencia inferior a la cancelada, producen el
    20% de la electricidad. Se han cerrado 23 centrales
    nucleares, y no hay ninguna en construcción.

  • Francia: cuenta con 59 centrales nucleares, otras 11
    cerradas y ninguna en construcción. La deuda de la
    empresa pública Electricité de France asciende
    a cerca de 25.000 millones de euros. La sobrecapacidad
    instalada, los problemas de seguridad y de residuos y los
    costes de la deuda, hipotecan el futuro de un sector nuclear
    mantenido con las subvenciones públicas directas e
    indirectas, y una falta total de transparencia. En 2007 el
    gobierno tratará de iniciar la construcción de
    un nuevo reactor, quizás para intentar revivir la
    moribunda industria nuclear francesa, en un país donde
    el desarrollo de la energía eólica, a
    diferencia de Alemania y España, es nulo.

  • Japón: cuenta con 56 centrales y una capacidad de
    47,8 GW. En 1999 se produjo uno de los mayores accidentes
    nucleares en una fábrica de combustible nuclear, y en
    2004 murieron 4 trabajadores en la central nuclear de Fukui.
    En diciembre de 1995 el reactor rápido de Monju
    sufrió un grave accidente. La creciente
    oposición, los costes crecientes, varios accidentes
    graves y la falta de lugares, en un país que sufre
    frecuentes terremotos, hipoteca el futuro nuclear.
    Sólo hay un reactor en construcción y la
    inmensa mayoría de la población es
    antinuclear.

  • Antigua URSS: el accidente de Chernóbil y la crisis
    económica casi han acabado con la industria nuclear en
    Rusia, país que firmó un contrato con la
    Siemens para el desarrollo de un nuevo tipo de reactor, el
    VVER 640. Unas 50 centrales nucleares en construcción
    o en avanzado proyecto fueron paralizadas después de
    Chernóbil. Los reactores en funcionamiento en Rusia,
    Ucrania, Lituania y Armenia plantean graves problemas de
    seguridad, al igual que los de la misma tecnología
    existentes en Bulgaria y Eslovaquia.

  • Alemania: los 6 reactores existentes en la Alemania
    oriental, después de la unificación, fueron
    cerrados, y los 5 en construcción abandonados. Desde
    hace 30 años no se encarga ninguna nueva central. El
    movimiento antinuclear siempre ha sido potente. El gobierno
    de socialdemócratas y verdes preveía cerrar las
    19 centrales nucleares existentes en los próximos
    años, compromiso que no ha sido cuestionado por el
    nuevo gobierno de coalición entra la derecha y la
    socialdemocracia. Ya se han cerrado 19 centrales nucleares,
    quedan 17 en funcionamiento y ninguna en
    construcción.

  • Canadá: la construcción de nuevos reactores
    está paralizada, tras cancelarse varios proyectos en
    la provincia de Ontario. Hay 18 reactores en funcionamiento,
    7 cerrados y ninguno en construcción.

  • Reino Unido: una prueba de lo ruinosos que son los
    programas nucleares fue la imposibilidad de privatizar las
    centrales nucleares inglesas. No hay planes para construir
    ninguna nueva central nuclear, aunque el gobierno lanza
    periódicamente globos sonda, como sucede en la
    mayoría de los países, donde los grupos de
    presión del sector nuclear siempre tienen un gran eco
    en los medios de comunicación controlados por los
    grandes empresarios. Tiene 23 reactores en funcionamiento,
    otros 22 cerrados y ninguno en construcción.

  • Suecia: tras el referéndum de 1980 los planes son
    cerrar las 13 nucleares suecas antes del año 2010. Ya
    se han cerrado tres, y sólo quedan 10 en
    funcionamiento.

  • Corea del Sur: en 2006 había 20 centrales nucleares
    y actualmente no construye ningún nuevo reactor. En
    1988 tuvo lugar la primera manifestación antinuclear
    en la historia del país. En enero de 1996 el municipio
    de Yonggwang retiró la autorización para
    construir dos centrales nucleares. Recientemente se supo la
    intención del gobierno de construir bombas
    nucleares.

  • España: la moratoria definitiva desde enero de 1995
    de 5 centrales nucleares que nunca funcionarán (Trillo
    II, Valdecaballeros I y II y los dos grupos de
    Lemóniz) ha costado a los consumidores más de
    10.000 millones de euros. El negocio siempre fue la
    construcción, aunque nunca funcionasen las centrales
    nucleares. Ya se encargó el estado de hacer pagar a
    los consumidores. Los planes del PSOE de Zapatero son cerrar
    paulatinamente las 9 centrales existentes. Zorita se
    cerrará en 2006, y las organizaciones ecologistas
    presionan para cerrar Garoña. A pesar de los globas
    sonda, en los ocho años de gobierno del PP no se
    inició la construcción de ninguna nueva central
    nuclear. Una cosa es el minuto de gloria y un titular por
    alguna declaración a favor de nuevas centrales
    nucleares, y otra muy distinta es hacerlas, obtener las
    licencias, la financiación y vencer la previsible
    oposición de la inmensa mayoría de la
    población, que en un 96% no quiere más
    centrales nucleares.

  • Bélgica: los 7 reactores producen el 55% de la
    electricidad del país. No hay planes para aumentar el
    parque nuclear.

  • Taiwan: las 6 nucleares producen el 32% de la
    electricidad. Los planes para construir dos reactores en
    Yenliao se han retrasado. En septiembre de 1994 un
    policía murió en una manifestación
    antinuclear, y la oposición antinuclear es cada vez
    mayor.

  • China: tiene 9 centrales nucleares en funcionamiento y 3
    en construcción. Tiene un reactor de 288 MW de
    tecnología propia en Qinshan y otros 2 de 906 MW cada
    uno de tecnología francesa en Daya Bay, cerca de Hong
    Kong, donde más de un millón de personas (el
    20% de la población) han firmado una petición
    pidiendo el cierre de los dos reactores por razones de
    seguridad. En 1994 comenzó la construcción de 2
    nucleares en Qinshan de 600 MW cada una, y tiene planes
    ambiciosos para alcanzar los 36 GW en el año 2020, y a
    tal fin mantiene relaciones con empresas francesas, rusas y
    canadienses.

  • India: cuenta con 15 pequeñas centrales nucleares
    (suman 3.040 MW) con un impresionante historial de accidentes
    y mal funcionamiento, y actualmente construye otras 8. Posee
    un importante programa nuclear de uso militar dirigido contra
    Pakistán y sobre todo China. La potencia eólica
    india (4.430 MW en 2005) es ya superior a la nuclear, algo
    que sucede ya en varios países, y será la norma
    en los próximos años.

  • México: cuenta con dos reactores de 654 MW cada uno
    en Laguna Verde, a pesar de los recursos energéticos
    del país.

  • Argentina: la central Atucha 1 se inauguró en 1974
    y Embalse (600 MW) en 1983. Los refugiados nazis Ronald
    Richter y Walter Schnurr jugaron un papel clave en el
    programa nuclear argentino y en el contrato con la firma
    alemana KWU, del grupo Siemens. Las intenciones de poseer la
    bomba atómica eran evidentes, aunque el fin de la
    dictadura militar recondujo la situación.

  • Brasil: los nazis Alfred Boettcher y Wilhelm Groth
    están en el origen del programa nuclear
    brasileño, y sobre todo en el absurdo y leonino
    contrato que Brasil firmó con la Kraftwerk Union
    (Siemens) para adquirir 8 centrales nucleares. El programa se
    paralizó, pero el país siguió pagando a
    la Siemens. Hoy sólo funcionan las centrales nucleares
    de Angra 1 y Angra 2.

  • Cuba: en 1992 se paralizó por falta de fondos la
    construcción de la central nuclear de Juraguá
    con 2 reactores de la obsoleta y peligrosa tecnología
    soviética. Desde entonces cada cierto tiempo se vuelve
    a hablar de ellos, como a raíz de la visita de Putin a
    Cuba en diciembre de 2000.

  • Pakistán: Kanupp, el reactor de 125 MW de
    tecnología canadiense inaugurado en 1972, está
    ligado al programa que permitió hacerse con la bomba
    atómica. El conflicto con la India por la
    región de Cachemira convierten a la zona en la
    "más peligrosa del mundo", y no es descartable una
    guerra nuclear entre India y Pakistán. Abdul Qader
    Jan, el padre de la bomba atómica paquistaní,
    castigado y perdonado por el presidente Pervez Musharraf,
    organizó un supermercado de tecnología nuclear
    con Corea del Norte, Libia e Irán, entre otros
    países.

  • Italia: en el referéndum de noviembre de 1987 se
    decidió abandonar la energía nuclear, cerrando
    las centrales en funcionamiento o en construcción,
    como Garigliano (150 MW), Latina (153 MW), Trino (260) y
    Caorso (860 MW).

  • Austria: en 1986 se decidió clausurar
    definitivamente la central nuclear de Zwentendorf.

20 años
después de Chernóbil

El accidente de la central nuclear de Three Miles Island en EE
UU en 1979 pudo haber tenido consecuencias catastróficas,
evitadas por los pelos, pero fue lo suficientemente grave como
para acabar con los programas nucleares en la mayor potencia
económica.

Este año se conmemora el 20 aniversario de la
catástrofe nuclear, que ha dejado más de 25.000
muertos, entre militares y civiles, desde 1986, aunque la
propaganda
nuclear pretende reducir la cifra a la décima parte. La
cifra de afectados por cáncer a consecuencia de este
desastre alcanzará su punto álgido de aquí
al año 2020. Miles de personas padecen cáncer de
tiroides en distintas áreas de Bielorrusia, Ucrania y
Rusia

La noche del 25 al 26 de abril de 1986, a la 1 y 23 de la
madrugada del sábado, en el reactor número 4 de
Chernóbil, tuvo lugar el mayor accidente de la historia
nuclear. Los efectos de la radiactividad han superado todas las
previsiones, y la verdadera magnitud de los daños se va
conociendo años después. Ya han muerto más
de 25.000 personas, y al menos 7 millones han sido contaminadas
por la radiactividad. La catástrofe de Chernóbil
afectó gravemente a Bielorrusia, Ucrania y Rusia, causando
pérdidas incalculables, y daños terribles a las
personas, a la flora y a la fauna. Más
de 160.000 km2 están contaminados. El accidente de
Chernóbil fue una de las mayores catástrofes
ambientales, y sus costes superan los 250.000 millones de
dólares, según un estudio oficial del gobierno
ruso, revelado por el Wall Street Journal.

Los cuatro reactores existentes en Chernóbil eran del
modelo
RBMK-1.000, un peligroso modelo de agua en ebullición,
moderado por grafito. Todavía hay en funcionamiento varios
reactores nucleares del tipo RBMK, y su cierre ha sido pospuesto
por razones económicas, a pesar de sus riesgos, puestos de
manifiesto en la catástrofe de Chernóbil. En
Chernóbil funcionaban 4 reactores, y se estaban
construyendo dos más.

Curiosamente el accidente se produjo al realizar un
experimento relacionado con la seguridad, en el que se
pretendía demostrar que la electricidad producida por el
alternador a partir de la inercia de la turbina sin vapor
podría usarse para alimentar ciertos componentes del
sistema de
refrigeración de emergencia, durante periodos cortos,
hasta que pudiera disponerse de los generadores de emergencia.
Inicialmente se preveía experimentar con una
reducción de la potencia, desde 3.000 megavatios
térmicos a 1.000 MWt, pero sin embargo el reactor no pudo
estabilizarse con suficiente rapidez, y la potencia se redujo a
sólo 30 MWt. Al acumularse una energía en el
combustible del orden de 300 cal/g, se produjo una
disgregación del combustible seguida por una
explosión. Dos o tres segundos después
ocurrió una segunda explosión, causada
probablemente por la liberación de hidrógeno cuando
el vapor oxidó al zirconio de las varillas del
combustible.

La violencia de
la energía desprendida provocó la elevación
de la losa soporte del reactor, de dos toneladas, haciendo
inoperativo el sistema de contención. La entrada de
aire
facilitó la combustión del grafito. Fueron necesarios
nueve días de heroico esfuerzo para poder controlar el
incendio posterior a la explosión del reactor. Para
controlar el fuego y contener la radiactividad, los
helicópteros lanzaron sobre el núcleo del reactor
más de 5.000 toneladas de plomo, boro y otros materiales.
Posteriormente se construyó un gigantesco
sarcófago, hecho con 410.000 metros cúbicos de
hormigón y 7.000 toneladas de acero; el
sarcófago fue terminado en noviembre de 1986 y hoy
debería ser sustituido por otra estructura. El
reactor dañado permanecerá radiactivo como
mínimo los próximos 100.000 años.

El accidente fue detectado el lunes 28 de abril de 1986, a las
9 de la mañana, en la central nuclear sueca de Forsmark,
unos 100 kilómetros al norte de Estocolmo, donde los
contadores Geiger registraban niveles de radiactividad 14 veces
superiores a lo normal. Primero se pensó en un escape en
la propia central (las primeras noticias de
las agencias de prensa hablaban
de un accidente en una central sueca), pero un exhaustivo
control
mostró que la central funcionaba perfectamente y que la
radiactividad venía de lejos. Cuando los suecos reclamaron
una explicación, las autoridades soviéticas
respondieron con evasivas. Doce horas después de la
primera alerta de Forsmark, un comunicado del consejo de
ministros de la URSS leído en la
televisión reconoció que se había
producido un accidente en Chernóbil. La población de la zona no fue informada en
los primeros días de la gravedad de la situación,
lo que agravó los efectos.

En el accidente de Three Mile Island, en Pensilvania (Estados
Unidos), en 1979, se liberaron 17 curios. En Chernóbil,
según las autoridades soviéticas, fueron 50
megacurios (50 millones de curios) de los más peligrosos
radionucleidos, a los que hay que añadir otros 50
megacurios en gases
radiactivos inertes. Las cifras reales fueron mayores que las
declaradas por el gobierno soviético. Para la OCDE las
emisiones ascendieron a 140 megacurios. Según la
Organización Mundial de la Salud (OMS) en el accidente
de Chernóbil se emitió 200 veces más
radiactividad que la liberada por la suma de las bombas nucleares
lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, aunque el gobierno
de Ucrania afirma que fue 500 veces más.

Consecuencias

Toda la población en un radio de 30 kilómetros
fue evacuada. Aún hoy cerca de 375.000 personas aún
no han podido regresar a sus hogares, según la OMS. La
ciudad de Pripiat, que contaba con 50.000 habitantes antes del
accidente, hoy está abandonada, y en la llamada zona de
exclusión de 30 kilómetros alrededor de
Chernóbil sólo habitan 556 ancianos que no tienen
otro lugar a donde ir o no se han adaptado a vivir fuera de sus
pueblos de origen. Un total de 105.000 km2 presentan una contaminación superior a un curio por km2,
y según la AIEA hay 825.000 personas viviendo en
áreas con más de 5 curios/km2. Según las
Naciones Unidas
un área del tamaño de Holanda ha quedado
inutilizable permanentemente para usos agrícolas. La
mayoría de las 31 personas muertas inmediatamente,
trabajadores de la central y bomberos que acudieron a apagar el
incendio, están enterradas en el cementerio de Mitinskoe.
Pero la radiactividad, a no ser que se reciban dosis
extremadamente altas, mata lentamente y no hay dosis admisibles
por debajo de las cuales ésta deja de ser peligrosa.

Cerca de 800.000 personas, los liquidadores, participaron en
la construcción del sarcófago que envuelve el
reactor o en las tareas de descontaminación y limpieza,
recibiendo altas dosis de radiactividad, superiores en un 7% de
los liquidadores a más de 250 mSv (milisievert), aunque
muchos superaron los 500 mSv; la dosis máxima admisible
reconocida internacionalmente para la población normal es
de 5 mSv/año. Según el gobierno de Ucrania,
más de 8.000 liquidadores han muerto, y otros 12.000
están seriamente afectados por las radiaciones. En Rusia
el 38% de los 300.000 liquidadores padecen enfermedades a causa de las
radiaciones recibidas, según el propio gobierno ruso.

Una de las consecuencias de la catástrofe de
Chernóbil fue la absorción por el organismo de
miles de personas de grandes cantidades de yodo-131 y cesio-137.
El yodo-131, aunque tiene una vida corta, se acumula en la
glándula tiroides, causando hipertiroidismo y
cáncer, sobre todo en los niños.
El cesio-137 tiene una vida media de 30 años, por lo que
sus efectos aún se harán notar.

El ADN de las
células
germinales que transmiten la información genética
fue dañado por la radiactividad, algo que no
ocurrió ni en Hiroshima ni en Nagasaki, según un
estudio dirigido por Yuri Dubrova, del Instituto Vavilov de
Genética General con sede en Moscú, publicado en la
revista
Nature. Las secuelas de Chernóbil perdurarán
durante varias generaciones. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) en 1995
el
cáncer de tiroides en Bielorrusia era 285 veces
más frecuente que antes de la catástrofe, y las
enfermedades de todo tipo en Ucrania eran un 30% superiores a lo
normal, debido al debilitamiento del sistema inmunológico
causado por las radiaciones. En la región de Gomel, en
Bielorrusia, los cánceres de tiroides entre la
población infantil se han multiplicado por cien, y el
número de casos no para de aumentar. Las leucemias, cuyo
periodo de latencia es más largo, empiezan a aparecer,
sobre todo entre los liquidadores; la tuberculosis es
una de las enfermedades que más ha crecido entre las
personas afectadas.

Las aberraciones cromosomáticas, precursoras de
leucemias y cánceres, han sido igualmente detectadas, al
igual que enfermedades del sistema endocrino, nervioso, digestivo
y cardiovascular, así como las cataratas. Según el
profesor
Alexander Ivanovich Avramenko, jefe del Departamento de
Protección de la Salud de Kiev, "la
morbilidad general ha aumentado un 30%, la hipertensión se ha triplicado, la isquemia
cardíaca se ha incrementado un 103%, las úlceras un
65,6%, la diabetes un 61%,
y los ataques cardíacos un 75%. Los patrones
clínicos están cambiando para muchas enfermedades
debido a la depresión
del sistema inmunitario".

Los niños están entre los más afectados,
y son muchos los que padecen cánceres de tiroides,
hígado y recto. Las malformaciones entre los recién
nacidos se han duplicado en los últimos años.
Según Dillwyn Williams, profesor de histopatología
en la Universidad de
Cambrigde y uno de los mayores expertos mundiales en
cáncer de tiroides, el 40% de los niños expuestos a
altos niveles de radiación
cuando tenían menos de un año desarrollarán
cáncer de tiroides. Miles de personas contraerán
cánceres a consecuencia del accidente de Chernóbil
en los próximos 30 años. Williams es presidente de
la European Thyroid Association. En una conferencia de la
OMS sobre las consecuencias sanitarias de Chernóbil en
Ginebra, Williams señaló acerca de la incidencia
del cáncer de tiroides en Bielorrusia y Ucrania que "he
hecho algunas sumas y la respuesta me aterroriza".

La mayor incidencia de los casos de tiroides en Gomel
están concentrados en una zona situada a más de 200
kilómetros de Chernóbil, lo que significa que los
planes de emergencia en caso de accidente nuclear deben ser
rediseñados. En la conferencia de la OMS, en que
participaron unos 500 científicos procedentes de 40
países, se criticaron duramente las recomendaciones de la
Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA),
cuyo único interés es promocionar a cualquier
precio la
energía nuclear. Chernóbil, y sus consecuencias,
son la mejor demostración de las falacias de la AIEA, cuya
inutilidad fue puesta de manifiesto por el programa nuclear
de Irak, en teoría
bajo su control. Los efectos de Chernóbil causarán
a largo plazo decenas de miles de muertes, y algunos autores
calculan que pueden producirse más de un millón de
casos de cáncer, sobre todo en Bielorrusia, Ucrania y
Rusia.

Aguas
radiactivas

El río Pripiat llevó la radiactividad a su
afluente, el río Dnieper (el tercer río europeo por
su caudal) y que tras recorrer 800 kilómetros y seis
grandes embalses, desemboca en el Mar Negro. El agua
contaminada por los residuos radiactivos puede llegar a afectar a
unos 30 millones de personas, según un informe elaborado
por 59 científicos de 8 países, bajo la dirección del italiano Umberto Sansone:
más de 9 millones beben agua contaminada, y otros 23
millones de personas comen alimentos regados
con aguas radiactivas o peces con
niveles inaceptables de radiactividad. Las balsas y
pequeños embalses construidos para retener las aguas
contaminadas a la larga agravaron el problema, pues fueron
rebasadas al caer las primeras lluvias intensas.

Los peces del lago Kojanovskoe, en Rusia, presentan niveles de
radiactividad 60 veces superiores a los límites de
seguridad de la Unión Europea, llegando a alcanzar los
40.000 bequerelios de cesio-137 por kilogramo (el límite
de la UE es de 600 bequerelios por kilogramo). La única
alternativa es la completa prohibición del consumo de
pescado en la región. El agua contaminada es posiblemente
la mayor amenaza diez años después del accidente.
El accidente depositó 380 terabequerelios (380 x 1012
bequerelios) de estroncio y plutonio en la zona alrededor del
reactor. "No se puede parar el flujo del agua", afirma Sansone.
Pero los problemas de Chernóbil están lejos de
haber acabado. El 11 de octubre de 1991 se produjo un incendio en
el reactor nº2, y los reactores 1 y 3 siguieron funcionando,
debido a la crisis económica que sufre Ucrania desde la
desmembración de la URSS. Aún hoy 400 kilogramos de
plutonio, más de 100 toneladas de combustible nuclear y
otras 35 toneladas de polvo radiactivo, permanecen dentro del
maltrecho sarcófago de plomo, boro y cemento que
envuelve la central y que necesita ser reparado o sustituido con
urgencia. El sarcófago, diseñado en teoría
para aguantar 30 años, necesita ser reparado o sustituido
con urgencia, al tener 200 m2 de grietas y graves problemas de
estructura. Cerca de 12.000 personas trabajan en la zona
contaminada, y siguen recibiendo dosis inadmisibles de
radiactividad.

Desastre
económico

Chernóbil no sólo fue un desastre para la vida y
la salud de millones de personas. Fue, también, un gran
desastre económico, y muchos creen que fue una de las
causas determinantes de la caída del régimen
soviético en la antigua URSS. Sólo las tareas de
limpieza en los tres primeros años alcanzaron los 19.000
millones de dólares, y ya han superado los 120.000
millones de dólares.

El gobierno de Bielorrusia estima que sólo en su
país en el horizonte del año 2015 el accidente
habrá costado más de 230.000 millones de
dólares. El coste total, según el Research and
Development Institute of Power Engineering, alcanzará los
358.000 millones de dólares (el coste de unas cien
centrales nucleares), cifra resultante de sumar los costes del
tratamiento médico, descontaminación, traslados y
realojamiento de la población afectada, electricidad que
se ha dejado de producir y limpieza de las zonas afectadas. Con
lo que costará el accidente de Chernóbil se
podrían haber sustituido todas las centrales nucleares del
mundo por centrales de ciclo combinado de gas natural (el 80% de
la potencia) y aerogeneradores eólicos (el 20% restante),
y aún sobrarían 200.000 millones de
dólares.

La energía nuclear, como reconocen ya hasta los
sectores más conservadores, es una ruina total.
Ningún argumento a favor de la energía nuclear
resiste un examen profundo, y los países ricos, que gastan
cada año miles de millones en investigación nuclear, harían mejor
uso si los consagraran a las energías renovables.

Bielorrusia gastó algunos años hasta el 25% de
su PIB en superar
los problemas causados por Chernóbil, Ucrania destina el
6% de los gastos estatales
y Rusia el 1%, cifras ambas muy inferiores a las que
serían necesarias. La crisis económica forzó
a Ucrania a mantener en funcionamiento uno de los cuatro
reactores existentes en Chernóbil, y el gobierno
sólo los cerró tras recibir 4.400 millones de
dólares por parte de EE UU y la Unión Europea. En
el año 2000 la Comisión Europea aprobó la
concesión de un préstamo Euratom de 585 millones de
dólares para acabar de construir dos reactores
atómicos que suplirán a la vieja central nuclear.
Este préstamo a 20 años viene a sumarse al
concedido por el Banco Europeo de
Reconstrucción y Desarrollo (BERD) de otros 215 millones
de dólares para acabar, modernizar y poner en servicio la
unidad 2 de la central nuclear de Khmelnitsky (K2) y la unidad 4
de la central nuclear de Rivne (R2).

 

 

 

Autor:

José Santamarta Flórez

Director de World Watch

URL: www.nodo50.org/worldwatch/

Revista World Watch nº25

Partes: 1, 2
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