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La Adolescencia: Período desconcertante para todos




Enviado por Felix Larocca



  1. La
    adolescencia señala el principio de la
    autonomía y emancipación del
    joven
  2. Nos
    hemos tropezado con el sexo — como actividad y
    función
  3. ¿Qué pasa en esa cabecita?
    (¿"en cuál de ellas"?, preguntaría el
    bromista)
  4. Pero,
    ¿qué debemos hacer?
  5. Cómo ayudar a nuestros hijos en la edad
    del salto final
  6. En
    resumen
  7. Bibliografía

"Cuando de la adolescencia se habla, la
"identificación", como parte esencial la misma, se
insinúa en el tema
FEFL en Adolescencia: Quo
Vadis?

La adolescencia es un periodo en
el desarrollo biológico, psicológico,
sexual y social inmediatamente posterior a
la niñez y que comienza con la pubertad. Su
rango de duración varía según las diferentes
fuentes y opiniones médicas, científicas y
psicológicas, pero generalmente se enmarca su inicio entre
los 10 a 12 años, y su finalización a los 19
ó 20.

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La
adolescencia señala el principio de la autonomía y
emancipación del joven
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Educar
es asistir activamente a un
proceso de emancipación.
Aunque a muchos de entre nosotros y ellos mismos les pese,
tenemos hijos, con un sólo propósito final: para
que crezcan, forjen sus vidas propias y se alejen de nosotros.
Ese es el proceso evolutivo en el que van adquiriendo sus
nociones de autonomía y se van produciendo rupturas con
las dependencias a los padres.

La edad del aceptar que son maduros es
frecuentemente el momento en que ese choque generacional es
más espectacular y, en ocasiones, más
difícil de comprender para los padres y más
dolorosa para los adolescentes — que pueden aún, tener
treinta años de edad.

Partamos de lo obvio: los hijos no vienen
con un manual de instrucciones, y cada uno es un ser único
e irrepetible que, para ser comprendido, requiere de sus padres y
aun de sus hermanos, mucha paciencia, capacidad de escuchar y
dotes de observación.

El ser humano, ya hemos precisado, tiene
una triple dimensión: biológica, psicológica
y social. En el adolescente se producen repentinamente cambios en
las tres dimensiones, lo que causa el desconcierto del propio
joven y el de su familia. Aunque la transición de la
niñez a la edad adulta pueda durar muchos años, la
edad de la emancipación suele venir acompañada de
un cambio de carácter, a veces profundo. (Véanse
mis contribuciones al respecto en:
http://www.monografias.com/cgi-bin/search.cgi?query=adolecencia%20larocca).

Comienza el adolescente percibiendo una
apariencia física diferente: los rasgos infantiles dejan
paso a un cierto desgarbo y desproporción en las formas
corporales, surge el vello, la maduración de las
gónadas sexuales da lugar a las primeras menstruaciones en
las hembras y a las primeras eyaculaciones en los varones. De
pronto, los niños se topan con un cuerpo extraño y
deben acomodarse a la nueva circunstancia: se ven "metidos" en
una anatomía casi adulta que les resulta ajena y les
inquieta sobremanera.

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El cuerpo se convierte en algo nuevo, que
debe ser minuciosa y constantemente calibrado: las sesiones de
espejo se hacen interminables, cualquier cambio — espinillas,
vello, cambio de voz en los varones, la menstruación y el
crecimiento de los senos en las hembras — se convierte en un
contratiempo y comienzan las reflexiones y, a veces, los
incesantes cuidados corporales para aceptarse a uno mismo y para
ser bien visto por los demás.

En esta edad, distinguirse de los
demás no es normalmente un objetivo. La mayoría de
los adolescentes, en esta fase de la edad de la metamorfosis, se
muestran rebeldes a las consignas pero obedecen sumisamente los
dictados de la moda juvenil más convencional.

Nos hemos tropezado
con el
sexo — como actividad y función

Con la maduración sexual, surge la
atracción por el otro sexo y el descubrimiento de esa
entidad extraordinaria que llamamos "el amor". Es un momento que
se vive con gran tribulación y que se percibe como un
descubrimiento espectacular. Con la evolución de las
costumbres, se han modificado las conductas de los adolescentes
respecto al sexo. Ahora, ellas también toman la
iniciativa. Los modos y estrategias de seducción son
más abiertos y directos, y se activan tanto por los
varones como por las hembras. Este descubrimiento de la
sexualidad conduce a la exploración del placer que produce
practicarla, a solas o en compañía.

En la República Dominicana existe
una dimensión especial de este fenómeno y es el
"matrinoviazgo"; que consiste en el apareamiento temprano entre
adolescentes jóvenes, envueltos en relaciones
exclusivistas y que, con la anuencia familiar culminan en un
matrimonio — tan aparatoso como efímero.
(Familiarity breeds contempt — and children. Mark
Twain [1835 – 1910]).

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¿… y después…
qué…?

Hoy, pocos adolescentes ven el sexo, como
de antes se veía, como algo perverso o pecaminoso. Sin
embargo, se esconden casi lo mismo que lo hacían sus
mayores, pero no temen tanto la práctica de la "actividad
del sexo" por el placer de tenerlo. Aunque para los padres, la
actividad sexual de sus hijos adolescentes es, ante todo, un
problema de conciencia moral, "pero si son tan jóvenes
que
…", de estilo, "en nuestra época, el sexo
era una cosa más romántica, más
elegante
…" y, fundamentalmente, de riesgo, "mira que
si la dejas
embarazada" o "si te quedas encinta,
¿qué harías con un niño a los 14
años
?".

Pero para muchos adolescentes, el sexo es
una aventura apasionante por la que merece la pena asumir ciertos
riesgos imprudentes. Esta manera tan divergente de vivir la
sexualidad frena la implantación de una educación
íntima eficaz para los niños. Prohibir
drásticamente o anatematizar las relaciones sexuales
propicia que las realicen con conciencia de culpa, que no
soliciten la información necesaria y que corran riesgos
perfectamente evitables, como las enfermedades contagiosas y el
embarazo no deseado. Pero, tolerarlas sin inhibiciones y con
licencia, conduce al desastre.

Tanto educadores como padres deben
proporcionar a los adolescentes informaciones claras y completas,
primando, en su caso, la recomendación de un sexo
consciente, responsable, seguro y placentero — fácil de
decir, pero no de hacer.

La edad del cambio es una fase en que, por
otra parte, los jóvenes necesitan comprobar las
posibilidades y habilidades de lo que perciben como nuevo
continente físico, su propio cuerpo. Por ello, la
práctica de deportes, que a muy pocos atrae, es (dicen
algunos puritanos confusos) particularmente aconsejable en esta
edad.

¿Qué
pasa en esa cabecita? (¿"en cuál de
ellas"
?, preguntaría el bromista)

En el adolescente, la procesión va
por dentro: su psique, sus emociones, son un hervidero de
problemas, inseguridad, dudas y contradicciones. No sabe
quién es ni lo que quiere, se ve inestable en sus
propósitos. En sus conductas visibles, reacciona de una
forma sorprendente: se muestra testarudo, obstinado en las
discusiones, lleva la contraria casi por sistema, habla poco y
cuando lo hace es mediante susurros; o, lo que es peor, a gritos,
como quien está seguro de todo y acaba de descubrir la
verdad de las cosas. Discute sólo para ganar, para hallar
en la lucha dialéctica esa firmeza de la que
carece.

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Todo esto, que los educadores, a menudo,
ignoran — por ser ignorantes ellos mismos, fue descrito hace
muchas décadas por Erik H. Erikson y Anna Freud — pero,
es que los educadores ni educan ni se educan —
observaría, con certeza, el exegeta.

Mientras crece, el adolescente en crisis,
"necesita eliminar al padre", derrocar la autoridad, establecer
su hegemonía propia. Por eso es argumentador, rebelde sin
causa. Pero cree que sólo esa ruptura traumática le
va a conducir a la emancipación emocional, aunque les
place mantener la monetaria de modo indefinido. Con esa
oposición sistemática están reivindicando
ante los adultos el "yo no soy tú".

Necesitan ser autónomos y que se les
reconozca como seres independientes en algunas cuestiones —
pero no todas. Pero a la vez, y esto confunde a los padres, es
frecuente que no se muestren responsables para lidiar con sus
estudios, ordenar su habitación, buscar un trabajo o
racionalizar sus gastos personales.

La batalla está asegurada — como
asegurada está la derrota de algunos padres
inadecuados.

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No lo inevitable…

Los padres les amonestan "si quieres hacer
tu vida y ser independiente para todo: estudia y
organízate mejor" y ellos responden con un lacónico
y polivalente "el único problema es que
no me comprendes".

Los adultos también fuimos
adolescentes, pero nunca vivimos en la edad en que hoy viven
nuestros hijos.

Hace más de 50 años
vivíamos una dictadura, no había más que una
estación de televisión, no existían los
ordenadores ni el Internet, en la escuela las clases no eran
mixtas, se pensaba que la masturbación era pecado, las
familias de cuatro, seis hijos y más hijos eran lo normal,
los jóvenes despertaban al sexo en la veintena y no
había preservativos ni educación sexual alguna, el
trabajo abundaba, el rock era cosa de desquiciados, casi
nadie viajaba en vacaciones y sólo iban a la Universidad
unos pocos elegidos.

Cualquier parecido con la realidad actual
es pura coincidencia.

Partamos de ello, y estaremos más
capacitados para entender el mundo interior de nuestros
adolescentes, y más motivados para observarles con
atención y escucharles con paciencia, con tacto y
entendimiento.

Ahora bien, aunque podamos ceder en cosas
para ellos importantes (apariencia externa, gustos musicales y
aficiones, amistades, horarios en días festivos…) hemos
de mostrarnos firmes en lo fundamental: respeto a padres y
hermanos, responsabilidad en sus deberes académicos y
hogareños, salud, industria y seguridad
personal

Porque, aunque se oponen a cualquier
autoridad, necesitan una referencia, unas certidumbres que
alivien su estado de duda y les sirvan de orientación.
(Véase mi artículo: Adolescencia: Quo
vadis
?…).

Cuando se educa a un adolescente, hay que
hacerlo a largo plazo. Si hemos mantenido en esta etapa una
actitud de escucha y comunicación, combinando el afecto
con las concesiones y la firmeza, es muy probable que vuelvan a
la normalidad de la vida familiar. Porque, desde esa serenidad
adquirida, percibirán a la familia como el valor seguro
que es.

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¡Salud!

Así, quizás,
aprenderán algo…

Pero,
¿qué debemos hacer?

Flexibilidad e inteligencia. El empuje que
cada adolescente experimenta para no perderse el estado de
ebullición mental y física que su edad y cambios
corporales le generan es tan fuerte que los adultos poco pueden
hacer, más allá de recabar información sobre
sus hábitos.

Entonces tenemos la influencia del medio
social tan llena de riesgos que los padres pueden adoptar
posiciones extremas: prohibición total, protección
excesiva, obsesión por saber todo lo que hace el hijo o
hija…

La flexibilidad es la actitud más
inteligente: no porfiemos por las cuestiones menores, pero
defendamos una posición firme, aunque razonada, sobre
ciertos hábitos que atentan contra la salud, la seguridad
o el ritmo de algunas diversiones que impiden que cumplan con los
estudios o que se alimenten y descansen correctamente.

Nos resulta difícil comprender por
qué van en masa, bailan al mismo ritmo, visten igual y
escuchan la misma música.

Pero es su seno social, que sienten como
protector de sus inseguridades. Ahí están a gusto
en sus miedos. Se defienden frente a un mundo adulto que
consideran agresor.

Es sumergido en esa matriz de masas donde
algunos van incubando su proceso de
emancipación.

En períodos posteriores,
dejarán de necesitar a la masa protectora de sus amigos e
irán solos y libres. Esperémosles con las puertas
entreabiertas, pero sin perder el hilo de por dónde y
cómo se va tejiendo ese proceso de construcción
personal. (Véase: Identity: Youth and Crisis por
E. Erikson).

Más que nada, esperemos que muestren
responsabilidad y que muestren señales de querer ganarse
la vida — no sólo de rebeldías.

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Cómo ayudar a
nuestros hijos en la edad del salto final

Hay algunas manifestaciones típicas
de esta edad que preocupan a los padres: el fracaso escolar, el
inicio en el consumo de alcohol y drogas, las conductas
marginales, la falta de deseos de trabajar, ese aislamiento de
todo y de todos que puede exigir la intervención de un
psiquiatra…

Lo cierto es que cada adolescente es todo
un mundo que hemos de conocer, y podemos ayudar en esta etapa, si
actuamos como sigue:

  • Mantenernos bien informados de
    cómo evolucionan sus sentimientos y emociones, su
    cuerpo y sus relaciones sociales, hasta un punto cuando ya
    son muy viejos para depender de nosotros
    económicamente

  • Permanecer abiertos a la
    comunicación con él o ella, en cualquier
    circunstancia, que sea legítima

  • Descubrir qué les preocupa.
    Escucharles con paciencia e interés, ayudarlos con
    consejos y con firmeza

  • Facilitar su emancipación,
    cediéndoles paulatinamente cuotas de libertad y de
    responsabilidad — nunca dejarlos sentir que tenemos una
    obligación de dejar que sean para siempre niños
    dependientes de nuestra ayuda

  • Mostrarnos flexibles en lo que
    entendamos accesorio, y firmes en todo lo
    fundamental

  • Sepamos, en términos educativos,
    esperar (mirando a medio plazo) y procuremos, siempre,
    ponernos en su lugar. Para ello, debemos conocerle, tener el
    soporte decidido de un esposo y respetarse mucho a uno
    mismo

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Los adolescentes por Pablo Ruiz
Picasso

En
resumen

La adolescencia y sus conflictos son
resultado de nuestra civilización — porque, recordemos,
esa etapa es invención nuestra — y su entendimiento
requiere educación y entrenamiento.

Padres y, asimismo educadores, que
permaneciendo ellos mismos adolescentes en sus comportamientos,
no pueden servir ni de guías ni de modelos a sus propios
hijos y pupilos — por ello fallan en esta misión tan
crítica, para los jóvenes que serán
herederos del futuro.

Madres que viven obsesionadas con la
juventud perenne, lo que la sociedad les exige y el Ritmo
Social,
y papás que se abandonan al sexo promiscuo y
a la multiplicación serial en las calles, no son maduros
para poder esperar guiar a sus propios hijos.

Pero, para eso les sirve el Ritmo
Social
. Porque ahí, en ese mundo ficticio de la
publicidad y de la propaganda comprada, pueden fungir a ser los
"mejores padres" — aunque sólo sea en sus
fantasías abultadas de adolescencias inconclusas y de
conflictos irresolutos.

Fin de la lección.

Bibliografía

  • Larocca, FEF: Adolescencia: Quo Vadis? en
    monografías.com

  • Larocca, FEF: El Sexo Como Función y el Sexo
    Como Proceso
    en monografías.com

  • Larocca, FEF: Amor y Sexo en la Adolescencia en
    monografías.com

  • Larocca, FEF: Los Adolescentes Pueden Decir "No" al
    Sexo — El Caso Difícil Número 25
    en
    monografías.com

  • Larocca, FEF: Marimacho: Un Estudio de la Masculinidad
    Femenina y de la Feminidad Masculina
    en
    monografías.com

  • Larocca, FEF: El Poder de la Primera Experiencia
    en monografías.com

Monografias.com

Pubertad por Edvard
Munch

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F.
Larocca

 

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