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Candela… la mujer cubana. Mujeres corajes



Partes: 1, 2, 3, 4

  1. Prólogo
  2. Parte I
  3. Parte II
  4. Conclusión
  5. Bibliografía

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La tapa la elegí porque representa a las mujeres cubanas (el color de
su vestido y el color de su piel); la posición de sus piernas simboliza
la apertura de parir, y sus brazos en alto, el sostén del mundo, algo
que desde tiempos inmemorables viene haciendo la mujer de una manera silenciosa.
La bailarina está apoyada (utilizando dos fotos) en la explanada de la
Universidad de La Habana.

La autora

Prólogo

Cerré mis ojos, no podía creer que iba rumbo a mi destino. El ruido del avión no me dejaba abstraerme de mi realidad, pero tampoco quería. Comencé a sonreírme, pensé, Cuba… allá voy… Algunos pasajeros habrán supuesto que oraba, nada más lejos de mí, estaba demasiado excitada para ello.

No pude dormir, como hacerlo, quería ordenar mis ideas pero mis fantasías podían más… Realicé dos viajes, uno desde Buenos Aires a la Habana y otro, suspendida en una nube propia, que me trasladaba al mismo lugar pero dentro de otros tiempos… los míos.

Divisé Cuba, ahí estaba, orgullosa, recortada en ese Mar Caribe que parecía como si la estuviera besando. Cuba… Cuba rebelde… Cuba que resiste como puede. Cuba misteriosa… voy a pisar tu suelo y no puedo dejar de conmoverme.

Cuba representó todo un desafío para mí, su circunstancia histórica, su política socialista. Con respecto a la mujer tenía información de que había logrado avances muy importantes. De hecho, en toda su legislación, la mujer cubana obtuvo cambios que en el resto de América Latina todavía se está exigiendo. Tomé como tiempo histórico lo que el gobierno cubano llamó "Período Especial". En 1989, con la caída del Muro de Berlín, al desintegrarse el mundo soviético, Cuba perdió un aliado fundamental. Si bien Rusia sigue comprando a ese país el azúcar, los productos que llegaban de esa región, ya no lo hacen como antes.

Comienza así este "período" que está resultando muy duro para los cubanos, sumado al bloqueo norteamericano. El rol de la mujer cubana se destaca, pero de una manera natural… ellas no lo toman como algo extraordinario y mi necesidad de escribir sobre ellas es el de homenajearlas por su coraje… por sus esperanzas que transmiten a sus hijos… y además ¡jamás pierden el sentido de humor!…

La mujer no ha tenido verdadera libertad para decidir sobre su vida, su tiempo. Muy pronto aprende que tomar la decisión de vivir sola, difícilmente será respetada. A pesar de ello es alto el índice de divorcios. La "osadía" femenina de terminar con una relación y afrontar todas las responsabilidades, implica, por ejemplo, que es la mujer quién se encarga de los hijos, quién vive con ellos, quién los cuida, quién los mantiene económicamente, por lo general. El trabajo que se esté analizando a favor de la mujer, depende que esta nueva etapa por comenzar, sea más justa… más equilibrada… más humana. Suele decirse que el proceso que vive actualmente la mujer ha desestabilizado la familia. Pero realmente es el rol de la pareja lo que está en conflicto.

La traba más seria que enfrenta toda investigación acerca de la problemática de la mujer es la carencia de una teoría específica sobre el tema. Resulta muy difícil el empleo de técnicas y métodos adecuados para procesar la información de la que se dispone. Es sabido que el método se hace al andar. Estudié así a la mujer cubana dentro de la formación mundial y nacional analizándola en relación de las clases y las etnias, el Estado, la ideología, la cultura, la vida cotidiana y el entorno psicológico que rodea el mundo femenino.

Viajé a ese país durante cinco años, conectándome con diferentes mujeres cuyos nombres, en la mayoría, no sobresalen dentro ni fuera del país. Mujeres anónimas… No importan nombres ilustres, no sirven para el reconocimiento. Cada día van ganando una batalla a la vida… Realicé ochenta entrevistas a lo largo de esos años en que viajé intenté elegir las más representativas de las mujeres cubanas, no porque sobresalieran sino porque son el símbolo de lo que todas hacen en esta pelea del día a día. Recuerdo a una cubana que al preguntarle por su situación me responde:

– Tú me preguntas que hacemos las mujeres en este período especial, ¿puede existir algo imposible si la mujer empeña corazón e ingenio?… Muchas han tenido que regresar a casa, otras han ido ocupando puestos de inferior desarrollo y remuneración, nada de ello tiene porque ser traumático. Son tiempos difíciles estos que corren… incertidumbre… preocupación… sí, por qué no ¿Desesperanza?… ¡nunca!

– La crisis es violenta, como no la esperábamos, y casi toda sobre nuestras espaldas… pero como aquella mítica Penélope, tejemos y destejemos y volvemos a tejer los hilos de la vida, con la confianza de que todo comienzo va a ser mejor e imperecedero… Candela… tú nos llamas, las cubanas deberíamos guardar un poco de esa llamita para nosotras mismas.

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Una de las condiciones que puedo rescatar con respecto a las cubanas es el gran sentido de humor que tienen… Esto me recuerda un día en que tomé un taxi manejado por una mujer, en la Habana es común. Pues, Teresa no lo era, me contó que estaba en ese oficio desde hacía diecisiete años, feliz. Nunca en los años que estuve en Cuba, me reí tanto. Todo lo relacionaba con una frase graciosa. Lo interesante del relato es que lo que me contaba de su vida era una verdadera "tragedia griega"… En primer lugar, sus padres muy ancianos vivían con ella, se había casado cuatro veces, con sus respectivos divorcios. Cinco hijos a los que adoraba y por supuesto, bajo su protección, todos en una vivienda muy chiquita. Conociendo a Teresa estoy segura que ese hogar nunca va a faltar la alegría, además, mantenía a uno de sus ex, por estar inválido.

Esta fantástica mujer estaba con proyectos de casarse de nuevo y cuando me lo estaba diciendo, se da vuelta para mirarme y me dice – ¡y qué! – con una energía que me sorprendió, pero en ese momento un camión se le estaba cruzando, Teresa hizo una pirueta con el coche y pudo esquivarlo, el chofer furioso de todo le dijo y nosotras no parábamos de reírnos. ¡Frenó! Se me ocurrió sacarle una foto, ella encantada. Mirando a esta cubana y conociendo su historia fue en ese momento cuando surgió en mi mente, el posible nombre del libro: ¡Candela!

¡Resume todo… fuerzavalorcreatividad… protección… Esperanza!… y con el correr del tiempo se fue reafirmando que era el nombre apropiado para definir como son las mujeres cubanas… ¡Mujeres coraje!

Parte I

Me fue muy difícil seleccionar las mujeres cubanas que iban a estar en el libro. Después de transcribir las entrevistas uniendo ese material con mis cuadernos donde en cada viaje volcaba mis experiencias del día a día, tener que elegir cuales eran las más interesantes y que representaran a todas las cubanas, no me resultó sencillo. Sus historias eran tan ricas que podía hacerse una novela con cada una de ellas. Decidí por un tiempo guardar todo el material en un cajón de mi escritorio, hasta que un día tomé la decisión de comenzar. Así fue que elegí una historia que me pareció emblemática para mostrar que puede hacer una mujer cubana para lograr sus objetivos. Este relato comienza así…

Una mujer llamada José

Estaba sentado frente a mí en la confitería del Hotel Inglaterra, un hotel donde los recuerdos abundan antes y después de la Revolución. Me miraba con intriga, estudiándome. Me sonreí y enfrentando su mirada le pregunté:

– Javier, sé que tienes una historia que contarme, ¿te es difícil hacerlo?

– ¡No! – Me responde inmediatamente – solo que… ¿quién es usted para que yo lo haga?

– Soy una mujer argentina que quiere contar al mundo quién es la mujer cubana, que hace a pesar de todas las dificultades, cuál es su lucha y como la resuelve.

– Sí, eso me dijeron, pero… mi abuela es el tesoro más grande que tengo – en ese momento su mirada cambió y se hizo más dura, me di cuenta que debía generar confianza en él y entonces le explico…

– No temas Javier que la intención de mi libro es difundir la labor que realizan las cubanas y resaltar el sentido que le dan a su país, dignificándolo, ahora más que nunca ¿no lo crees tú? – Javier asiente con la cabeza, dándome a entender que comprendió. Se hace un silencio que para mí fue demasiado largo, pero valió la pena. Al mirarme nuevamente sus ojos estaban llenos de ternura, emocionado.

– Usted quiere saber la historia de una de las mujeres más importante no solo porque participó en nuestra revolución sino por su propia vida y me pregunto… ¿porqué ahora?… ¿porqué ahora, después de tanto tiempo que alguien se acuerda de ella? – Él comienza a llorar en silencio, con su cabeza erguida sin importarle que las personas que estaban en el lugar lo vieran. Me hizo un gesto con su mano para que yo no hablara y la verdad es que quedé muda.

– Lo voy hacer con una condición que me impuso mi abuela si me decidía, su nombre no figurará ¿aceptas? – Asentí con la cabeza mirándolo directamente a los ojos, creo que lo hice para darle más solemnidad al momento. Los nombres que figuran en esta historia fueron reemplazados.

– Mi abuela desde niña que tuvo que luchar contra las adversidades de la vida. Una mujer negra, sirvienta y además a merced del "señor" de la casa. Era una niña cuando la llevaron a servir a esa maldita casa, tenía doce años. Y cuando se atrevió a contárselo a su mamá… ella le contestó "aguanta niña, aguanta que van a mejoras tus penas"… pero la verdad es que no mejoró nunca. Pasaron tres años donde la vida de mi abuela fue un infierno y toma la decisión de matar a ese hombre si volvía a tocarla.

La voz de Javier se hace entrecortada, es tan duro lo que me está contando y tan difícil para él que más admiro su valor por hacerlo, me di cuenta que ese era el homenaje que le estaba rindiendo a su abuela.

– Pues… ¡lo mató!. Con un cuchillo que tenía escondido y nunca sintió remordimiento por haberlo hecho, al contrario, se sintió liberada. Como ya lo tenía todo planeado si llegaba a suceder, recogió su ropa y se fue de Santiago. Era de noche, caminó y caminó… ella me cuenta que parecía que le hubieran crecido alas en sus pies ¡nunca se sintió tan feliz! – Javier más seguro siguió con el relato.

– Estaba muy cansada por todo lo que corrió alejándose no sólo de ese lugar, sino de los fantasmas, de todos los sufrimientos que había tenido que soportar. Cuando escucha el ruido de un motor y trata de esconderse pero es tarde, ya la habían visto. Era una guagua (camión) lleno de hombres que parecían guajiros, frenó al lado de ella y el chofer le pregunta – ¿Quieres venir con nosotros? Vamos a recoger la zafra, ¿cómo te llamas?

– José – dice mi abuela – ella sabiendo que la iban a buscar se disfrazó de varón, se cortó el pelo, se puso pantalones y un blusón, lo hizo ya lejos de esa casa y donde no quedaran rastros y sin esperar de un salto subió. Los demás le palmearon la espalda pero ella con un gesto agresivo los miró altanera y se alejó del grupo aguantándose las bromas.

– Trabajó duro, los compañeros que lo creían un tanto raro la dejaron tranquila. Se fue transformando en una experta con el machete y poco a poco se fue ganando la admiración de sus propios camaradas. Llegó a ser jefe del grupo por su responsabilidad y todavía no había cumplido los veinte años – dice orgulloso Javier – la paga era miserable, pero para ella la libertad conquistada no tenía precio.

– Su vida durante muchos años fue muy solitaria, no tenía amigos por miedo que se descubriera su verdadera identidad. De su familia nunca más supo nada y tampoco quería. Por su fama de "buen machetero" siempre tuvo trabajo y fue cambiando de lugar sin quedarse demasiado tiempo en uno. Rondando los treinta años es cuando se entera del movimiento revolucionario organizado por un grupo de jóvenes audaces y decide unirse a él – aquí Javier se queda pensativo como repasando en su mente lo que quería contar – No fue fácil para mi abuela llegar a ellos. Se desconfiaba mucho de la gente que quería unirse cuando no era recomendada por alguien, y ella no tenía a nadie. Pero ¡Qué no podía lograr esta mujer que desde hacía tantos años se llamaba José!… Sabía que un grupo se había refugiado en la Sierra Maestra y se dirigió a ese lugar, sola, pasó de todo. Eran épocas muy peligrosas y se imagina si descubren que ese hombre llamado José era una mujer… pues… se la jugó. Caminaba de noche y se escondía de día, comía cualquier cosa, a veces la ayudaban y otras por precaución pasaba desapercibida escondida. Comenzaron las lluvias y mi abuela se enfermó, sabía que tenía mucha fiebre pero igual siguió su ruta trazada hasta que un día cayó desmayada en un descampado. Cuando reacciona se encuentra frente a un hombre que la observaba intrigado, quiso levantarse pero sus fuerzas no le respondieron, se encontraba en una choza, se dio cuenta que tenía otra ropa y asustada lo mira. El guajiro le toma una mano y le dice…

– Por favor no me tenga miedo, está muy enferma y tuve que sacarle su ropa empapada, porque debía bajarle la calentura (fiebre) que tenía, ya está mejor pero muy débil – Javier me mira y yo que estoy atrapada con el relato le hago un gesto para que siga.

– Mi abuela después de mucho tiempo sintió nuevamente que su rostro se encendía de pudor porque ese hombre la había visto desnuda, en silencio comenzó a llorar de una manera que lo conmovió, se apresuró a decir – Me llamo Antonio y por favor no me tenga miedo… no me tenga miedo… soy una persona pobre pero digna y se respetarla, solo le pido que no llore.

– Me cuenta mi abuela que sus últimas palabras las dijo susurrando, que apenas se le entendió por la emoción que lo embargaba. Ella no paraba de llorar por todos esos años que no pudo hacerlo, nuevamente sintió en su corazón esa sensación de libertad que tuvo cuando salió huyendo de Santiago… Antonio la tomó en sus brazos y la acunó como si fuera una niñita y mi abuela se refugió contra ese pecho que la sostenía, por primera vez podía sentir nuevamente como una mujer, algo que tenía tan olvidado… – Se hizo un silencio que no me atreví a romper y continúa…

– Antonio vivía solo en medio del monte, ella le contó su historia y él no podía creer que durante tantos años tuvo que fingir ser otra persona y no ser descubierta. Mi abuela se repuso y deciden vivir juntos, ella le cuenta su proyecto de participar en la Revolución y Antonio comienza a reírse, él pertenecía al movimiento y es así como mi abuela llega a formar parte del mismo. El lugar en el que él vivía era un puesto de vigilancia. Mi abuela queda embarazada. Su vida cambió radicalmente, Antonio la protegía, la cuidaba y con el tiempo llegó a tenerle mucho cariño. Tuvo un varón, sola, como pudo, ayudada por este hombre que sin saber absolutamente nada como ella de estas cosas, pues, las hicieron lo mejor que pudieron. Le pusieron Juan y era un niño muy fuerte, es mi padre. Cada tanto llegaba una pareja de guajiros o dos hombres o a veces el que se iba era Antonio con alguna misión. Cierto día estando mi abuela sola llegan soldados de Batista con la intención de averiguar sobre ellos, que hacían ahí… quién era ella y con quién vivía. Mi abuela les dice que vive con su marido y su hijo, que no tiene papeles (pero era bastante común que la población negra no los tuviera sobre todo en el campo). Lo dice tan segura que estos hombres le creen, se alejan un poco de ella pero mi abuela tiene un mal presentimiento, piensa estos no se van a ir así nomás. Con disimulo entra a la choza y esconde entre las ropas su machete y vuelve a salir pensando… si tengo que luchar que sea aquí… Eran cuatro soldados y la miraban riéndose entre ellos. Mi abuela pensó – rían mientras puedan- comenzaron a rodearla y ella los miraba uno a uno a los ojos, desafiándolos. Juan su niño estaba dormido y eso la tranquilizó. Los cuatro al mismo tiempo intentaron tomarla dos de los brazos y dos de sus piernas y fue ahí cuando ella de un salto se puso contra un árbol mostrando su machete y moviéndolo de una manera especial amenazadora que sorprendió a estos hombres. La reacción no se hizo esperar y ahí estaba ella moviéndose como un felino cortando y esquivando, no sabe cuanto duró su lucha pero los mató a los cuatro y cansada y llena de sangre se hallaba sentada en medio de esos cadáveres cuando llega Antonio con tres personas más, le habían avisado que en la zona se encontraban soldados de Batista pidió ayuda y grande fue la sorpresa de todos al ver la escena dantesca.

– Así llega mi abuela a la Sierra, convertida en una leyenda por su acción tan valiente. Se convierte en una revolucionaria más de las que ya se encontraban ahí. Ella se ofrece a disfrazarse de varón y tener misiones especiales, la aceptan y es así que José vuelve a revivir. Son muchas las tareas que realiza en los frentes de combate y de vigilancia, nunca aceptó un arma, para ella su machete era su gran compañera. Trabajó sola y se arriesgó sola, Antonio decide irse, no le gustaba la Sierra y le ofrece a mi abuela llevarse a mi papá. Se van y ella se queda pero no sintió remordimiento, me cuenta que se sintió aliviada que se llevara a su hijo a un lugar más seguro.

– Debo decirle Susana que cuando triunfa la Revolución mi abuela buscó por mucho tiempo a Antonio y a su hijo, nunca lo pudo hallar. Su pena era muy grande, desde que se habían separado en la Sierra jamás supo de ellos. Se radicó en La Habana, le asignaron un puesto para trabajar pero mi abuela era analfabeta y pidió irse al campo ya que era lo único que sabía hacer bien, cosechar la zafra. Siempre siguió averiguando sobre el paradero de las dos personas que realmente llegó a amar. Le enseñaron a leer y escribir y le dieron documentos con nombre y apellido nuevo – le pregunto a Javier si su abuela averiguó de su madre y hermanos y me contesta que esa parte de su vida la tenía borrada para siempre.

– Ahí entro yo en escena – Javier se sonríe, y me dice – conocí a mi abuelo, un hombre taciturno, callado, solitario, era común verlo metido en sus pensamientos, pero un día le pregunto quién fue mi abuela y cuando murió. Me mira sorprendido por mi pregunta y me contesta

– Tu abuela fue la mujer más valiente que conocí, quiero que sepas que no abandonó a tu padre pero la revolución la necesitaba, mujeres como ellas no dudaban en saber cual era su obligación, su valor yo nunca lo tuve.

– Cuando me cuenta todo esto – dice Javier – sus ojos estaban humedecidos por la emoción. Yo me quedé en silencio, tendría en ese momento diez años y en la escuela nos enseñaban de las mujeres que actuaron en la lucha contra Batista. Le pregunto ¿sabes como murió?

– No, me responde – pero debo suponer que enfrentando al enemigo – mi abuelo al poco tiempo murió.

– Me prometí que cuando fuera más grande iba averiguar sobre cual fue su destino. Jamás se borró de mi mente esa idea y fue así que comencé a buscar información, los datos que tenía eran pocos y fueron muchas las mujeres que lucharon en al revolución. Mi padre me había contado una historia de su mamá que tuvo que hacerse pasar por un varón llamado José. Al no tener información sobre ella se me ocurrió comenzar a buscarla contando esa historia y doy con el paradero de una persona que la conoció

– ¿José? – me dice sorprendido

– ¿Qué tú eres de José?

– Su nieto, le digo intrigado porque me habla en presente…

– ¡Tu abuela está viva y yo sé donde está!… ¿sabes? Nunca dejó de buscar a su familia, ¡yo te llevo… yo te llevo, no quiero perderme este encuentro! – Fue así como llegué hasta ella.

– Mi emoción era inmensa, ya que mi padre y mi abuelo ya habían muerto y yo era la única familia que le quedaba a mi abuela, las historias que conocí a partir a ese momento de esa mujer llamada José, fueron increíbles. Más se agigantaba mi ansiedad por conocerla, ella no sabía nada. Llegamos a un pueblito cañero, el hombre que me acompañaba preguntó dónde vivía José, me llamó la atención que no dio más datos, y ahí nomás le indicaron. Era de noche, divisé una choza iluminada con una luz tenue, le pedí al compañero que se quedara alejado y me dejara tocar solo la puerta, claro, entendió y asintió con la cabeza, emocionado. Creí que mi corazón iba a estallar de como palpitaba… golpee la puerta tímidamente pero nadie respondió, entonces lo volví hacer pero más fuerte y ahí sí, sentí ruidos en el interior y veo que la puerta se abre. Frente a mí se encuentra una mujer mayor con su pelo totalmente blanco, delgada, me mira fijo, yo no podía emitir ningún sonido, se da vuelta muy rápido y vuelve con un farol e ilumina mi rostro… suelta el farol y grita… ¡Juan!… ¡Juan!… y se lanza a mis brazos, la recibo y la aprieto muy fuerte contra mi pecho sin poder hablar… lloramos juntos, tomó mi rostro entre sus manos callosas y me besaba con dulzura repitiendo una y otra vez… Juan… Juan. Le desprendo las manos de mi rostro, las llevo contra mi pecho y le digo – Abuela, yo soy tu nieto, ella me mira sorprendida, me llamo Javier y cuando perdí a mi padre y al abuelo me prometí que iba a saber de ti. Pero creíamos que habías muerto en alguna batalla. Murieron recordándote… ya que el abuelo nos contó tu historia. Luego me entero por ella que los tres teníamos los mismos ojos, la misma mirada, mi abuelo, mi padre y yo.

– Fue en ese momento que aparece su compañero de lucha, lo mira y lo abraza, llorando los dos en silencio acordándose ¡vaya a saber de que! Tendrían tantos recuerdos compartidos.

– No quería perderme de este privilegio, te traje a tu nieto, José… a tu nieto…

– Desde entonces que la tengo bajo mi cuidado, no está bien de salud, pasó muchas penurias y hoy disfruta su bisnieto y de una verdadera familia. La amamos y como le dije al principio es mi mayor tesoro…

Le agradecí que me hubiera contado semejante historia, me sentí privilegiada, no tuve el honor de conocerla, ella no quiso. Javier es ingeniero hidráulico y ante su preocupación le aseguraré que los nombres iban a ser cambiados.

Forman parte de este país, mujeres anónimas, invisibles a los ojos de los cubanos y sin embargo le han dado una identidad a Cuba muy difícil de superar…

Javier se fue pero me era imposible moverme de mi silla. Quedé ahí un buen rato ensimismada en ese relato y tratando de imaginarme a esa señora anciana contándoles alguna de sus hazañas a sus bisnietos y ellos casi sin respirar mirándola con admiración. Salí del hotel y me dirigí al malecón, era ya tarde, el sol se ocultaba en el horizonte y una brisa suave me iba como despertando de ese momento tan único que viví, suspiré, miré a mí alrededor y me dije ¡por hoy se acabó! Tomé un taxi hasta la casa de Iria, mi amiga cubana, donde me alojo cuando voy a Cuba.

No tenía un plan determinado para entrevistar a las cubanas, mi idea era que fueran surgiendo y luego vería de acuerdo a sus historias seleccionarlas nunca pensé que sería tan difícil hacerlo. Lo más común es que por recomendación llegaba a mujeres por sus historias, sin embargo, no fue así con María…

Ella se cruzó en mi vida. Estaba caminando por una de las calles del Vedado, que es un barrio de La Habana, veo a una mujer tratando de ayudar a una anciana negra que tenía dificultad para moverse. Me acerco y me ofrezco a colaborar con ella y entre las dos la subimos a su auto.

Espontánea, alegre, su risa es una verdadera carcajada y sus cuentos son de antología. Desde ese día se transformó en mi chofer clandestino, en Cuba está prohibido que los coches particulares sin un permiso puedan circular como taxi, por ese motivo le cambié el nombre a mi protagonista.

María esta operada de un tumor, hacía un año de su extirpación cuando la conocí, y su energía y voluntad me maravilló, se tiene que cuidar mucho. Me decía…

– ¿ves estos dólares? Estoy juntando para unos tenis (zapatillas), para mis nietecitos. María con su enfermedad a cuestas. Ella me cuenta que participó en la revolución y poniéndose seria añade pues verás…

– Ellos me decían… ¡tú no tengas miedo! ¡Pero como no tenerlo! Yo era muy jovencita, y sin embargo tratando de mostrar una imagen segura, me acerqué al comandante y juntando mis talones en actitud de firme le dije…

– ¡María a sus ordenes, mi Comandante!

– Él, siguió escribiendo como si no me hubiera escuchado. Hasta ese momento mi vista se dirigía al frente, pero manteniendo mi cabeza erguida, fui bajando mi mirada para ver que hacía… y ¡di un salto hacia atrás! Fue un reflejo al sentirme observada por el Comandante Che, su rostro demostró sorpresa.

– ¡Al diablo mi postura militar… parecía más un conejo asustado… que una futura revolucionaria… se contaban tantas cosas de él y yo ahí nomás haciendo el ridículo completo!

– Mirándome a los ojos me dice irónicamente…

– María, que los dos tiramos de los mismos bueyes…

– La verdad es que me puse a reír y ahí nomás volví a repetir mi posición de firme, sentí que me había ya integrado a su comando, su seguridad era total y así la transmitía a su gente. ¡Imagínate tú!

– Que puedo contarte Susana, en la revolución hice de todo… cocinera… costurera… enfermera… traté de calmar los dolores, mira que loca era, que les cantaba muy bajito a los heridos, cuando no llegaban las medicinas.

– Me enfrenté al enemigo muchas veces, pero llevas grabado a fuego el recuerdo de la primera vez que matas. ¡Y lo haces por defender tu vida!… Fue duro y doloroso porque es a un hermano cubano muy confundido, al que se la quitas… y nosotros luchábamos por un ideal de país, un pueblo contra el gobierno sanguinario de Batista. Esos no eran momentos para la reflexión… sino de acción – en ese instante María se levanta de su silla y con un gesto me dice:

– Espérame un momentico que te voy a leer algo – y sale corriendo de su cocina, pues allí la estaba entrevistando, trae entre sus brazos apretados contra su corazón, una hoja de papel viejo, y mirándome me suplica…

– ¡Júrame que lo que te voy a leer será parte de tu libro! – y yo, que ya estaba intrigada, levanté mi mano y poniéndola en mi pecho se lo juré… fue un tiempo mágico el que viví. Busca una silla para sentarse junto a mí, se acomoda y me dice…

– ¡Escucha! – acerca su asiento a mi lado como si esa posición ayudara a que no perdiera una sola de sus palabras, yo miraba ese trozo de papel arrugado y ella con sumo cuidado lo apoyó en la mesa y muy suavemente trataba de estirarlo noté en sus gestos una ternura tan dulce y observé en su rostro la emoción que la embargaba – escucha – vuelve a decirme…

Para ti, María…

Historia andada,

compartida en la mirada,

que entregada sensación

la de entregar cada mañana.

Solo puedo contar que el calor está instalado,

en ese corazón,

que late intrigado.

Y puedo decir que tenerte a mi lado

siempre ayudó a mi ser desesperado.

Por eso escribo esto,

con un color desordenado,

y un tono aquietado por la paz y la emoción.

a ti quiero dedicar esta verdad,

y que siempre te sostenga la fuerza de la ilusión.

¡Esa que brilla al verte, madre, de tu acalorada pasión!…

Oscar

Al encontrarse nuestras miradas nos dimos cuenta que compartíamos la misma emoción. Me cuenta que ayudó a morir en paz a ese soldado, acunándolo, cantándole bajito, dándole palabras de aliento, como podía, como su corazón se lo dictaba, y un día le da esta poesía – Tú sabes, la escribí para ti pero no recuerdo de quién es – le dice emocionado.

– En la Sierra conocí al que hoy es mi marido, llevamos tantos años juntos. Manolo no está bien, su salud no es buena, tenemos dos hijos, tres nietecitos que son tres soles y nos alegran la vida, ellos realizan la mejor terapia para su abuelito – se ríe y me dice – el amor, niña… el amor.

Salí de su casa impregnada de la risa de María, su emoción, su intensidad al contarme su historia y la sencillez con que a su vez me relataba sus dificultades y como las resolvía. Una mujer que en toda su vida puso el corazón y derramó ternura a su alrededor. Esto me llevó a querer conectarme con mujeres que participaron de la revolución cubana y que me relataran sus experiencias. Alguien me recomendó que conociera a Laura…

Me recibe en su casa una mujer con porte distinguido, su cabello canoso le daba un marco de dignidad a su rostro, me dice – ¿tú crees que mi historia puede ser interesante? – Aseguro que si y ella acomodándose en su sillón baja la cabeza pensativa al levantarla expresa – Voy a contarte una anécdota que viví y que recuerdo como si me hubiera pasado ayer – Le sonrío asintiendo…

Laura

– Salí temprano, si me hubieran visto como iba vestida, ¡hasta guantes! Había ganado fama de ser elegante, tú sabes como es la gente con estas cosas, a mí me tenía sin cuidado, pero para esta misión me sirvió. Mi mayor preocupación… era seguida desde hacía varios días. Descubrí al salir a la calle, un carro que no pertenecía a la zona, nosotros los habíamos registrado todos para detectar a cualquier desconocido. Me puse a caminar despacio, mirando las casas, saludando a mis vecinos, el carro comenzó a rodar lentamente… yo me sentía observada… pero traté de no demostrarlo, seguí moviéndome como si mi paseo era disfrutar el día… Mi cartera estaba llena de bonos 26 de julio, debía llevarlos a la farmacia de L y 23. Llegue hasta el Hospital Mercedes, hoy la heladería Coppelia, en todo momento tuve la sensación que era observada, el hospital quedaba enfrente de la farmacia, antes de cruzar me apoyé en la pared con rejas simulando buscar algo.

Tres hombres se le acercaban. Fue en ese momento que comenzó a temblar, al recordar que dentro de la cartera además de los bonos, tenía el recibo del teléfono, por sus dedos enguantados no podía encontrarlo. Cada vez los tenía más cerca, tomó la polvera y detrás de ella se encontraba el dichoso recibo, lo agarró y lo transformó en un bollo que con disimulo lo tiró dentro del jardín, sintió un gran alivio porque en él estaba escrita su dirección. La tomaron de los brazos, le sacaron la cartera y vieron los bonos. Ella tranquila, la llevaron detenida pero fueron sólo diez días. Un enfermo que había presenciado todo, recogió el papel, se llegó hasta su departamento y avisó a sus hermanos de lo que había ocurrido. En ese momento se encontraban en él, veinticinco personas, que formaban una célula clandestina, este compañero que nunca sabrá su nombre les salvó la vida a todos.

Laura proviene de una familia prestigiosa de aquellos años. Catedráticos de la Universidad de Cuba, personas influyentes del gobierno de Batista. Pero eso no fue lo que la salvó de las garras de "Ventura", el célebre hombre de Batista, famoso por sus torturas. Cuando Laura fue detenida, Ventura no se encontraba en la Habana. Ella y sus hermanos participaron activamente en la lucha clandestina, desde que comenzaron la facultad. Jóvenes idealista soñando con una sociedad más justa, más digna…

Hoy, esta mujer de 76 años, con su mirada serena y un tono de voz casi susurrando, me dice moviendo su cabeza – No me arrepiento de nada, esos eran momentos de acción y los que participamos en esa lucha para sacar a Batista la vivimos con toda la pasión e intensidad que da la juventud. En la actualidad vive con su hermana, y es fácil imaginarlas en sus sillas mecedoras recordando anécdotas, donde cada una de ellas servirían de argumento para una película. Las imágenes bailaban en mi mente.

De las mujeres que murieron en combate elegí a dos cubanas que sus historias recorrieron el mundo pero sirven para entender el idealismo con que se jugaron sin importarles la muerte.

Lydia y Clodomira: Dos mujeres legendarias.

Era noche cerrada, podía escucharse cualquier ruido, caminaba con cautela, sabía que en algún momento corría el riesgo de enfrentarse con el enemigo…

Su preocupación eran los documentos que debía entregar a su Comandante. Y fue entonces cuando comenzó a trazar un plan para burlarlos, estaba es plena Sierra Maestra y debía subir al campamento sin que la vieran. A pesar de su figura regordeta, tenía una agilidad felina. Ideaba las acciones y de inmediato, las ponía en práctica, nunca medía las consecuencias pero siempre se veían coronadas por el éxito.

Lydia, se sonríe pícaramente y muy suavemente recoge algunos palillos, que en esa oscuridad no puede elegir, no tenía demasiados fósforos así es que su plan debía funcionar de entrada, En el primer intento, no lo logra con el riesgo que la descubran, vuelve a intentarlo y ahora ¡sí! Una pequeña fogata con más humo que fuego, surge llamativamente. Como su carrera hacia su destino, movimientos alrededor de ella, la obligan a cambiar constantemente de rumbo, sin embargo ella sabía que llegaría hasta sus compañeros, una vez más había burlado al enemigo…

– Óyeme compañero, cuando digo que esta mujer es loca… tú tienes que creerme… a quien se le puede ocurrir encender fuego en la Sierra. ¡Pues sólo ha ella!

Su audacia sin límite hacía que los mensajeros varones eludieran su compañía. Lydia, sin embargo, seguía cruzando una y otra vez las líneas adversarias, llegó a tener una compañera diría, inseparable… ¡Clodomira!

"Juntas llevaban y traían documentos importantes, estableciendo nuestras conexiones con el mundo exterior"… diría el Comandante Fidel Castro.

Clodomira era una joven campesina humilde, de una inteligencia natural, grande, y de una valentía a toda prueba. En cierta ocasión, muy cerca ya de los primeros días del mes de abril de 1958, cuando las comunicaciones con la carretera de Manzanillo a Bayamo habían sido cortadas, fue necesario llevar un mensaje urgente a la ciudad. Clodomira se ofreció para llevarlo, no había vehículo y ella tuvo la audacia de presentarse en el campamento enemigo, diciendo que tenía necesidad urgente, por razones familiares, de llegar a Manzanillo, pidió que la llevaran en un carro de combate.

Los ingenuos soldados la llevaron hasta el lugar. Siempre resolvía los problemas y por eso muchas veces se arriesgó… entrando y saliendo de la Sierra hasta que fue arrestada junto a su maravillosa compañera Lydia Doce.

Llegó el último viaje de estas legendarias mujeres… tenían obsesionado al ejército de Batista y por una traición, son localizadas… lucharon fieramente, lo último que se sabe es que son tomadas prisioneras… Sus cuerpos nunca fueron encontrados, pero lo más probable es que deban estar juntas… como unidas. Respondieron a tantas misiones, con sus rostros siempre sonrientes…

Williams Gálves, general retirado, historiador, con una producción de libros referentes a la revolución cubana. Se ha especializado en biografías, premiado por "Casa de las Américas", afirma que la mujer en la revolución no fue fundamental… sino ¡vital!… No hubo frente guerrillero… no hubo columna… no hubo actividad de mensaje, propaganda… no hubo frente revolucionario, ni transporte de armas… ni acción

en la que no estuvieran presentes. La mujer fue determinante.

Terminaría la reflexión del general retirado diciendo – ¡Como lo es ahora!… "Tiempo Especial"… ¿Cuándo comenzó ese tiempo para la mujer cubana? ¿Se puede acaso afirmar que es desde la caída del campo socialista?, me atrevería a decir que no. La mujer cubana fue protagonista en toda la historia de Cuba.

Hoy, no hay rama de la economía, los servicios, la ciencia, la técnica, la cultura o el deporte, en que no participe activamente. La revolución heredó una población femenina en la cual el 80% nunca había dado a luz en un hospital, decenas de miles ejercían la prostitución, alrededor de 70.000 servían como domésticas. Una nación donde la mayoría de los analfabetos eran mujeres; un país donde los hijos morían de todo género de enfermedades curables, incluso por desnutrición.

Las mujeres superaron siglos de atraso y se sintieron motivadas a salir del estrecho marco en que se desenvolvían. Al mismo tiempo comenzaron a capacitarse, a elevar su nivel cultural e ideológico, han sido pilar indiscutible de los elevados niveles de alfabetización y educación, así cómo de las condiciones de salud alcanzados por la población.

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Las mujeres cubanas son principalmente urbanas, han reducido drásticamente su número de hijos. Durante las dos últimas décadas, aproximadamente al 40% del total de los ocupados en el sector estatal civil, han adquirido un nivel de altos estudios, similar al de los varones. Los trascendentales cambios que ha tenido lugar la condición de la mujer en Cuba, han planteado numerosos problemas que han motivado la realización permanente de investigaciones y estudios sociales sobre el tema.

Desde la esfera jurídica se fueron adoptando medidas que promovieron la incorporación de la mujer al trabajo, a la vez que se dictaban leyes que iban eliminando todo tipo de discriminación contra la mujer y los hijos, tales como:

La Ley de Creación de Círculos Infantiles en 1961, la Ley de Maternidad en 1974, el Código de Familia en 1975, leyes relacionadas con el Derecho Laboral y el Derecho Penal.

En cuanto a los derechos políticos, la mujer puede elegir y ser elegida, sin que existan preceptos discriminatorios que le impidan asumir cualquier responsabilidad de dirección en el país. Aunque las mujeres están utilizando cada vez más el sistema judicial para ejercer sus derechos, otras muchas no conocen efectivamente las posibilidades y garantías con que cuentan en este sentido.

La pregunta es ¿De qué forma han sido asimilados por la población cubana los conceptos más avanzados acerca de la igualdad de la mujer? ¿Cuáles son los obstáculos subjetivos que impiden a la mujer cubana la plena igualdad en la familia y en la sociedad?…

En un trabajo que me facilitó la periodista cubana Mirta Rodríguez Calderón sobre "mujeres y carga laboral", listo para publicarse en la revista Bohemia, en febrero de 1997, analiza: "Ella tiene dos hijos, madre, padre y suegro envejecidos y enfermos, más un marido que todavía no ha aprendido a ser compañero. Por eso fue insólita la respuesta que "Yoya" le ofreció a mi colega extranjera.

– No, yo no trabajo.

– Mi colega me miró, ambas le clavamos los ojos, pero "Yoya" con la mayor candidez del mundo añade:

– Es que una considera trabajo lo que se hace para que te paguen. Por eso yo iba a decirles que cuando los viejos y los muchachos me dejan tiempo, lo que hago es, algún lavadito para la calle, porque la vida está dura, ya ustedes lo saben.

– "El triple rol"- escribe Mirta, y continua en su reflexión – Todo el mundo sabe que esa labor, esa "jornada invisible" es ¡tremendo trabajo! ¡Que nos los pregunten a las cubanas en período especial o a las mujeres pobres de cualquier parte del mundo sumido en crisis hondas y extendidas! La realidad muestra que al incorporarse al trabajo, hay mujeres que rompieron sólo a medias con su papel tradicional y ahora, aunque están en la producción social siguen como únicas responsables de la educación de los hijos y de las imprescindibles tareas del hogar. Esta situación se convierte en obstáculo para su promoción, al parecer como irreconciliables las tareas productivas con las reproductivas, lo cual indica claramente la necesidad de seguir luchando por armonizar los intereses familiares con los sociales.

La persistencia de estas concepciones, reafirma los criterios de que son los hombres los que cuentan con más tiempo para dirigir. Lo que se ha reforzado en las duras condiciones de "Período Especial". El recrudecimiento del bloqueo y la desaparición de sus mercados internacionales han

dificultado la vida cotidiana. Pesa con mucho más rigor sobre las mujeres, a causa de las carencias e insuficiencias de la energía eléctrica, el transporte, el combustible doméstico, los productos alimenticios, los artículos de higiene personal y del hogar, así como los servicios de equipamientos.

– Y esto chica… ¡no es jamón! (No es fácil) – como diría una cubana.

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