Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

El comercio medieval



  1. Ruptura del equilibrio económico de la
    antigüedad
  2. El
    Renacimiento del comercio
  3. Las
    Ferias
  4. La
    moneda
  5. Orientaciones del gran comercio: importaciones
    y exportaciones hasta fines del siglo XIII
  6. Bibliografía

Para comprender el renacimiento económico que
tuvo lugar en la Europa occidental a partir del siglo XI, es
preciso examinar brevemente el período
anterior.

Ruptura del
equilibrio económico de la
antigüedad

Los reinos bárbaros fundados en el siglo V en
Europa occidental habían conservado el carácter
más patente y esencial de la civilización antigua:
su carácter mediterráneo. Para los bárbaros
establecidos en Italia, África, España y la Galia,
el Mediterráneo era aún la gran vía de
comunicación con el Imperio Bizantino, y las relaciones
que mantuvieron con éste, permitieron que subsistiera una
vida económica en la que se puede ver una
prolongación directa de la antigüedad. Es posible
citar a modo de ejemplos la navegación siria del siglo V
al VIII, entre los puertos de Occidente y los de Egipto y Asia
Menor; el hecho que los reyes germánicos hayan conservado
el sueldo de oro romano, instrumento y símbolo de
la unidad económica mediterránea y que se haya
mantenido la orientación general del comercio hacia las
costas de ese mar. En aquel tiempo el Mediterráneo
continuó siendo un Mare Nostrum al igual que en
la época romana.

Fue precisa la brusca irrupción del Islam durante
el siglo VII y su conquista de las costas orientales, del sur y
del oeste mediterráneo para poner a éste en una
situación nueva. En lo sucesivo, en vez de seguir siendo
el vínculo que había sido hasta entonces entre
Oriente y Occidente, este mar se convirtió en una barrera.
El mar Tirreno quedó bajo poder Sarraceno; por el oeste
los árabes controlaron España; por el sur, las
costas africanas y afianzaron su dominio en las posesiones de las
Islas Baleares, Córcega, Cerdeña y Sicilia. A
partir del siglo VIII el comercio europeo estuvo condenado a
desaparecer de ese amplio cuadrilátero marítimo.
Los cristianos dirá en su momento Ibn Kaldun, "No logran
que flote en el mediterráneo ni una
tabla…".[1]

El equilibrio económico de la antigüedad que
había resistido a las invasiones germánicas, se
derrumbó ante la irrupción del Islam. Los
carolingios impidieron que el Islam se extendiera al norte de los
Pirineos, pero no pudieron arrebatarle el mar. El imperio de
Carlomagno, en contraste con la Galia romana y merovingia,
sería puramente agrícola o si se quiere,
continental. De este hecho fundamental deriva por necesidad un
orden económico nuevo que es propiamente el de la edad
media feudal.

Los musulmanes y los cristianos de
Occidente
.

Si bien es cierto que desde el siglo IX los bizantinos y
sus puertos en las costas italianas (Nápoles, Bari,
Venecia) traficaron con los árabes de Sicilia, de
África, de Egipto y Asia Menor, sucedió algo muy
distinto en el resto de Europa occidental. En ésta, el
antagonismo de las dos religiones en contacto, los mantuvo en
estado de guerra. Los piratas sarracenos atacaban frecuentemente
el litoral; saquearon Pisa (935) y destruyeron Barcelona (985).
Los cristianos occidentales, demasiado débiles para pensar
en poder atacar, se replegaron y abandonaron el mar a sus
adversarios. Del siglo IX al siglo XI el Occidente quedó
bloqueado.

Desaparición del comercio en
Occidente.

El movimiento comercial no le sobrevivió, pues la
navegación constituía su arteria vital. En el curso
del siglo VIII los mercaderes desaparecieron a consecuencia de la
interrupción del comercio. La vida urbana que perduraba
gracias a ellos, se derrumbó al mismo tiempo. Se
manifestó entonces un empobrecimiento general. La moneda
de oro desapareció para ser reemplazada por la moneda de
plata con que los carolingios tuvieron que sustituirle. El nuevo
sistema monetario que crearon en lugar del antiguo sueldo romano
es prueba de su ruptura con la economía antigua, o mejor
dicho, con la economía mediterránea.

Regresión económica bajo los
carolingios
.

Es erróneo considerar que el reino de Carlomagno
fue una época de ascenso económico. Si bien en
Aquisgrán, donde residía la corte imperial
existió cierto movimiento comercial con los alrededores,
esto no era la regla y los vikingos además terminaron con
él rápidamente. A partir del siglo VIII, Europa
occidental volvió al estado de región casi
exclusivamente agrícola. La tierra fue la única
fuente de subsistencia y condición de la riqueza. La
existencia social se fundo en la propiedad o en la
posesión de la tierra.

El sistema feudal fue el resultado de la
desintegración del poder público entre las manos de
sus agentes, que por el mismo hecho de que poseían cada
uno, parte del suelo, se volvieron independientes y consideraron
las atribuciones de que estaban investidos como parte de su
patrimonio. La aparición del feudalismo en la Europa
occidental en el curso del siglo IX, fue entonces la
repercusión, en el orden político, de la
transformación de la civilización a una sociedad
rural.

El comercio en esta etapa.

Cada cual vivía de su propia tierra, no
había compradores, así el terrateniente tuvo que
consumir sus propios productos; se trato de una economía
sin mercados exteriores. El señor no se adaptó por
libre elección a esta situación, sino por
necesidad. Dejó de vender porque ya no había
compradores a su alcance. Tomó providencias no solo para
vivir de su reserva y de los tributos de los campesinos, sino
también para procurarse en su propio dominio, ya que no
podía conseguirlos en otra parte, los implementos
necesarios para el cultivo de sus tierras y los vestidos
indispensables para sus criados. Para ello se establecieron
talleres o gineceos en cada dominio, cuyo único
objeto era subsanar la ausencia de comercio e
industria.

Los mercados locales.

Prácticamente el único tipo de intercambio
que se daba era de carácter local. Abundaban mercados muy
pequeños, la única excepción fue la feria de
Saint Denys, en las cercanías de París que
atraía una vez al año a peregrinos, compradores y
vendedores.

El resto lo constituyeron pequeños mercados
semanales donde los campesinos de los alrededores ponían
en venta unos cuantos huevos, pollos, algo de lana y burdos
paños tejidos en casa. La utilidad de estas
pequeñas asambleas consistía en cubrir las
necesidades locales de la población de cada
comarca.

Los Judíos.

Los judíos fueron los únicos mercaderes
profesionales de la época. Solo ellos desde los inicios
del período carolingio, practicaron con regularidad el
comercio. Unos cuantos se establecieron en el sur de Francia,
pero la mayoría provenía de los países
musulmanes del Mediterráneo, de donde se trasladaron,
pasando por España al occidente y al norte de
Europa.

Todos eran Radanitas, perpetuos viajeros,
gracias a los cuales se mantuvo un contacto superficial con las
regiones orientales. El comercio a que se dedicaron fue el de las
especias, el de las telas preciosas y el del incienso que se
utilizaba en la Liturgia de las iglesias, que transportaban desde
Siria, Egipto y Bizancio hasta el Imperio Carolingio. Importaban
pimienta (condimento que se había vuelto tan raro y caro
que a veces se empleaba como moneda) y esmaltes o marfiles de
fabricación oriental que constituían el lujo de la
aristocracia. Los mercaderes judíos se dirigieron
así, a una clientela muy restringida, por tanto, su papel
económico fue accesorio.

El Renacimiento
del comercio

1.- El Mediterráneo.

Continuación del comercio mediterráneo
en la Italia bizantina.

La irrupción del Islam en la cuenca del
Mediterráneo en el siglo VII había cerrado dicho
mar a los cristianos, pero no a todos. Sólo el mar Tirreno
se había convertido en un lago completamente
musulmán, no así las aguas de Italia del sur, del
Adriático, ni del mar Egeo. En aquellas regiones las
flotas bizantinas habían logrado rechazar la
invasión árabe.

Las ciudades del sur de Italia, Nápoles, Gaeta y
Amalfi; Salerno ubicada al oeste y Bari al este, siguieron
reconociendo al emperador de Constantinopla. Otro tanto hizo
Venecia en el norte del Adriático.

Si bien las relaciones políticas del Imperio con
sus anexos italianos no eran muy activas, en cambio
mantenía con ellos un comercio muy intenso. El
abastecimiento de Constantinopla cuya población
ascendía a cerca de un millón de habitantes, daba
vida a sus exportaciones. Las fábricas y los bazares de
dicha capital les proporcionaban en cambio, las sedas y las
especias, de las que no podían prescindir.

Mientras esto sucedía en las ciudades italianas,
el resto de Europa occidental mostraba un panorama en que el
comercio internacional no existía y los intercambios se
restringían a las innumerables ferias locales, donde se
comerciaban los productos de las áreas
cercanas.

Comercio de Italia con el Islam.

El espíritu de empresa y la codicia eran en
aquellas ciudades demasiado poderosas y necesarias para que se
negaran, por escrúpulo religioso, a mantener sus antiguas
relaciones comerciales con África y Siria, aunque ambas
estuviesen en poder de los musulmanes.

Desde fines del siglo IX se les vio esbozar con ellos
relaciones cada vez más activas. El afán de lucrar,
que la Iglesia condenaba bajo el nombre de avaricia, se
manifestaba ahí de la forma más brutal. Los
venecianos exportaban hacia los harenes de Siria y Egipto
jóvenes esclavas que iban a raptar o a comprar en la costa
de Dalmacia. A ello hay que agregar el transporte de maderas de
construcción y de hierro, materias de las que
carecían los países islámicos. No es
difícil pensar que dichas maderas y hierro se utilizaron
entre otros fines, para construir barcos y armas que se empleaban
contra los cristianos. Aunque el Papa amenazó con la
excomunión a los vendedores de esclavos cristianos y no
obstante que el Emperador prohibió que se proporcionasen a
los musulmanes objetos que pudieren serles útiles en
guerra, todos sus esfuerzos resultaron
inútiles.

2.- El Mar del Norte y el Mar
Báltico.

Los dos mares interiores, el Mar del Norte y el Mar
Báltico, que bañan las costas de la Europa
septentrional, presentaron, desde mediados del siglo IX hasta
fines del siglo XI, al borde y al margen del hinterland, una
actividad marítima y comercial que tuvo gran
dinamismo.

Invasiones Normandas.

El Imperio Carolingio, desprovisto de flota, no
había podido defenderse contra la irrupción de los
bárbaros del norte. Su debilidad fue muy explotada por los
escandinavos que, durante más de medio siglo, lo saquearon
metódicamente y penetraron en él no solo por los
estuarios de los ríos del norte, sino también por
los del Atlántico.

Sin embargo, no hay que representarse los normandos como
simples saqueadores. Dueños del mar, muchas veces
combinaron el saqueo con el comercio, y es más, desde
fines del siglo IX dejaron de saquear para convertirse en
mercaderes.

La expansión comercial de los
escandinavos.

La expansión comercial escandinava no estuvo
orientada exclusivamente hacia el occidente europeo. Si bien los
daneses y noruegos se echaron sobre el Imperio Carolingio,
Inglaterra, Escocia e Irlanda, en cambio, sus vecinos suecos se
dirigieron hacia Rusia. Los suecos desde mediados del siglo IX
establecieron a lo largo del río Dnieper y de sus
afluentes, campamentos similares a los que daneses y noruegos
construyeron en la misma época en la cuenca de los
ríos Escalda, Mosa y Sena.

En estos gorods instalaron primero sus bases
para el saqueo de los pueblos cercanos, que luego les sirvieron
para practicar una economía de intercambio. A
través del Dnieper desarrollaron con Rusia un comercio de
miel, pieles y esclavos que luego vendían en
Constantinopla y en el Califato de Bagdad. A su vez,
obtenían de esas regiones, especias, vinos, sedas y
orfebrería que luego llevaban al
Báltico.

3.- Europa continental.

Era imposible que Europa continental no sintiera desde
un principio la presión de los dos grandes movimientos
comerciales que se manifestaban en su periferia, uno en el
mediterráneo oriental y el otro en el Báltico y el
Mar del Norte.

Primeras relaciones comerciales económicas de
Venecia con el Occidente.

Desde su fundación Venecia había tenido
que vender a sus vecinos del continente la sal y los pescados que
le proporcionaba el mar, a cambio de trigo, vino y grano que no
podía procurarse de otra forma. Estos intercambios
primitivos fueron creciendo: Desde fines del siglo IX
incorporaron el territorio de Verona y el valle del Río
Po, que les proporcionó una vía para penetrar en
Italia. Hacia el siglo X sus relaciones se extendían a
otros puntos del litoral y del interior: Pavia; Rávena;
Cesena; Ancona.

La situación de Pisa y
Génova.

La fe religiosa desempeñó un papel
importante en la ofensiva que pisanos y genoveses emprendieron
contra el Islam a partir del siglo XI. En ellos, el odio al
infiel se mezcló con el espíritu de empresa y los
impulsó a arrebatar a los sarracenos el dominio del mar
Tirreno.

La lucha entre las dos religiones que ahí se
enfrentaron fue continua. Al principio siempre fue favorable a
los musulmanes que en 935 y 1004 lograron saquear Pisa. Los
pisanos, sin embargo, animados por los papas y codiciosos de la
riqueza del adversario, resolvieron proseguir una guerra que
tenía un aspecto a la vez religioso y comercial. Aliados
con los genoveses, atacaron Cerdeña y lograron
establecerse en la isla. Luego se aventuraron al África y
se apoderaron de Bona, para más tarde ocupar Sicilia y
Palermo. Mehdia fue incorporada a su dominio en 1087 y no
salieron del territorio hasta conseguir un acuerdo comercial
ventajoso. La catedral de Pisa construida después de su
triunfo simboliza el misticismo de los pisanos y la riqueza que
les proporcionaban sus victorias: las columnas, ricos
mármoles, orfebrerías, velos de oro y de
púrpura traídos de Palermo y Medhia sirvieron para
decorarla.

La Primera Cruzada.

Ante el contraataque cristiano, el Islam
retrocedió y se dejó arrebatar el dominio del mar
Tirreno. La primera cruzada (1096) marcó el cambio
definitivo de su fortuna. En 1097 Génova envió una
flota que llevaba a los cruzados que asediaban Antioquía.
Después de la toma de Jerusalén, sus relaciones con
el mediterráneo oriental se multiplicaron
rápidamente. En 1104 ya poseía en San Juan de Acre
una colonia a la que el rey Balduíno cedió un
tercio de la ciudad.

Por su parte Pisa se dedicó al abastecimiento de
los estados fundados en Siria por los cruzados. El movimiento
comercial que se había iniciado en la costa de Italia se
comunicó al poco tiempo a la Provenza: en 1136 Marsella ya
había fundado un establecimiento comercial en San Juan de
Acre. Barcelona echó los cimientos de su futura
prosperidad, y al igual como los musulmanes practicaban antes la
trata de esclavos cristianos, los esclavos moros capturados en
España le proporcionaron después uno de los objetos
más preciados de su comercio.

Reapertura del Mediterráneo al comercio
occidental.

Debido a los fenómenos señalados, todo el
Mediterráneo se reabrió a la navegación
occidental. Como en la época romana, se restablecieron las
comunicaciones en todo este mar. El dominio del Islam sobre sus
aguas había terminado. Los cristianos habían
arrebatado a los musulmanes las islas cuya posesión
garantizaba la supremacía del mar: Cerdeña en 1022;
Córcega en 1091; Sicilia en 1058-1090.

Desde el punto de vista comercial poco importó
que a pesar de sus esfuerzos, los cristianos no pudieran
recuperar el dominio de Siria que la primera cruzada había
conquistado. El impulso de los turcos no cambió la
situación que las ciudades italianas habían
adquirido en el Levante[2]

La nueva ofensiva del Islam tras el triunfo de la
primera cruzada, se extendió solo a tierras continentales.
Los turcos no tenían flota y no trataron de crear una.
Lejos de perjudicarles, la presencia de los mercaderes italianos
en las costas de Asia Menor los beneficiaba. Gracias a ellos, las
especias traídas por las caravanas de China y de India,
podían transitar hacia el oeste. Nada pues podía
ser más provechoso que la persistencia de una
navegación que servía para mantener la actividad
económica de las regiones turcas y mongolas.

Las Cruzadas y la navegación
italiana.

Las flotas italianas cooperaron constantemente en las
cruzadas. Si no hubiera sido por el apoyo de Venecia, de Pisa y
de Génova, hubiese sido imposible resistir tanto tiempo en
aquellas empresas.

Las ganancias obtenidas por los proveedores de la guerra
han sido en todas las épocas particularmente abundantes y
se puede tener la seguridad de que habiéndose enriquecido
de la noche a la mañana, los venecianos, los pisanos, los
genoveses y los provenzales se esforzaron en armar inmediatamente
nuevos barcos.

El crecimiento fue tal que ya durante la segunda
cruzada, los barcos italianos se encontraban en condiciones de
transportar tropas. De ahí en adelante, todas las
operaciones posteriores se efectuaron exclusivamente por mar, con
las consiguientes ganancias para los italianos.

Así, las cruzadas dieron a las ciudades
italianas, y en menor medida a las de Provenza y Cataluña,
el dominio del Mediterráneo. Las cruzadas permitieron al
comercio marítimo de Europa occidental no sólo
monopolizar el tráfico desde el Bósforo y Siria
hasta el estrecho de Gibraltar, sino desarrollar una actividad
económica y capitalista que debía comunicarse poco
a poco a todas las regiones situadas al norte de los
Alpes.

Ante esta expansión, el Islam no reaccionó
hasta el siglo XV y el Imperio Bizantino, incapaz de combatirla,
tuvo que tolerarla.

El comercio de Italia.

El renacimiento del comercio marítimo
coincidió con su penetración en el interior de las
tierras. La mayor demanda de productos estimuló pronto la
agricultura y la industria destinada a la
exportación.

Situada entre Venecia, Pisa y Génova, la
región de Lombardía sería la primera en
despertar. El campo y las ciudades participaron de la
producción: el campo con sus trigos y sus vinos, las
ciudades con sus tejidos de lino y lana. Desde el siglo XII se
fabricaron telas de seda cuyas materias primas se recibían
por mar. En la región de Toscana, Siena y Florencia se
comunicaron con Pisa por el valle del río Arno y sintieron
el influjo de su prosperidad.

Gracias a Génova el movimiento se comunicó
con la costa del Golfo de León y llegó hasta la
cuenca del Ródano. Los puertos de Marsella, Montpellier,
Narbona extendieron su radio de actividad en Provenza. Barcelona
extendió su acción en Cataluña.

La expansión comercial de estas regiones
marítimas fue tan vigorosa que desde el siglo XI se
propagó hacia el norte y rebasó los Alpes: Por el
paso de Brenner se proyectó desde Venecia hacia Alemania;
también se expandió al Ródano y al resto de
Francia, en especial a la Champaña donde convergió
con las corrientes comerciales provenientes de
Flandes.

El comercio al norte de los Alpes.

Al renacimiento económico que se estaba
realizando en el Mediterráneo correspondió, a
orillas del Mar del Norte un fenómeno parecido. La
navegación nórdica había fijado, en el
estuario formado por los ríos Rin, Mosa y Escalda, un
poderoso centro de atracción.

Tiel, en el siglo XI apareció como una plaza de
comercio frecuentada por numerosos mercaderes y en relaciones con
el valle del Rin, con Colonia y Maguncia. En el fondo del golfo
de Zwyn, al norte de la costa flamenca, los barcos encontraban en
Brujas un puerto tan cómodo que desde fines del siglo XI
lo prefirieron al de Tiel y aseguraron su porvenir.

Existe la seguridad de que ya a fines del siglo X
Flandes mantenía estrechas relaciones, por medio de la
navegación escandinava, con las regiones bañadas
por el Mar del Norte y el mar Báltico.

Las fábricas de paños
flamencas.

La región flamenca ocupó desde un
principio una situación privilegiada que pudo conservar
hasta fines de la Edad Media. Aquí apareció un
factor nuevo, la industria.

Desde la época Celta, los Morinos y los Menapios
de los valles del Lys y del Escalda trabajaban la lana. Sus
progresos fueron tan rápidos que en el siglo II de nuestra
era exportaban sus tejidos hasta Italia. Hasta las invasiones
normandas del siglo IX los barqueros frisones no dejaron de
transportar por los ríos de los Países Bajos con el
nombre de pallia fresónica, las telas tejidas en
Flandes.

Con el aliciente de una demanda continua, su
fabricación aumentó en proporciones muy altas. A
fines del siglo X era tan considerable que, no bastando ya la
lana del país, hubo que ir a abastecerse de ella a
Inglaterra.

El comercio de paños.

La calidad superior de la lana inglesa, mejoró la
de los tejidos y su creciente fama estimuló el comercio y
la producción. Durante el siglo XII, toda la
extensión de Flandes se convirtió en país de
tejedores.

El trabajo de la lana, que hasta entonces se
había practicado sólo en los campos, se
concentró en las aglomeraciones mercantiles que se
fundaron por doquier, desarrollándose en ellas un comercio
cuyo auge fue incesante. Así se formó la incipiente
riqueza de Gante; Brujas; Ypes; Lille; Duai y
Arrás.

Por mar, los paños de Flandes llegaron desde
principios del siglo XII hasta la feria de Novgorod. Sus telas
también se dirigieron al puerto de Génova desde
donde se exportaron hasta las escalas del Levante bajo el nombre
de panni francesi. La industria de paños flamenca
fue una industria de lujo. A esto debió su éxito y
expansión. En una época en que los medios de
transporte estaban insuficientemente desarrollados para adaptarse
a la circulación que requerían los productos
baratos y de gran peso, el primer lugar en el comercio
correspondía a mercancías de gran valor y de poco
peso.

La fortuna de los paños de Flandes se explica, en
resumen, como la de las especias, por su elevado precio y la
facilidad de su transporte.

Las
Ferias

Uno de los rasgos de mayor relieve en la
organización económica de la Edad Media fue el
papel de primer orden que desempeñaron las ferias, sobre
todo hasta fines del siglo XIII. Abundaban en todos los
países y su época de apogeo fue la del comercio
errante. A medida que los mercaderes se volvieron sedentarios,
las ferias fueron decayendo.

El origen de las ferias no se encuentra en los
pequeños mercados locales que a partir del siglo IX
abundaron cada vez más en toda Europa. El objeto de los
mercados locales consistía en proveer la
alimentación cotidiana de la población que
vivía en los lugares donde se celebraban. Por eso los
mercados eran semanales y su radio de acción era muy
limitado, concentrándose su actividad en la simple compra
y venta al menudeo.

Las ferias constituían, distintamente, lugares de
reuniones periódicas de los mercaderes de
profesión. Eran centros de intercambio, y sobre todo, de
intercambios al mayoreo, donde convergían una gran
cantidad de productos y de mercaderes. Guardando las
proporciones, se podría compararlas con las exposiciones
universales, pues no excluían a nada ni a nadie. Se
podía tener la seguridad de que cualquier individuo, sea
cual fuere su patria, cualquier objeto negociable, sea cual fuere
su naturaleza, sería bien recibido. Por ende, era
imposible celebrar anualmente las ferias más de una vez,
o, cuando mucho, más de dos veces en el mismo lugar,
puesto que era preciso hacer preparativos
considerables.

La mayoría de las ferias tuvieron tan solo un
radio de acción limitado a una región mas o menos
extensa, La excepción la constituían las ferias de
Champaña que durante los siglos XII y XIII eran capaces de
atraer compradores y vendedores de toda Europa. Lo que se debe
recalcar es que cada feria estaba abierta a todo el comercio,
como cada puerto marítimo a toda navegación.
Así la diferencia entre la feria y el mercado local no era
tan solo de importancia, sino también de
naturaleza.

Las ferias datan del renacimiento del comercio. Las
más antiguas existían desde el siglo XI (a
excepción de Saint Denys); su número era ya grande
en el siglo XII y siguió aumentando durante el siglo
XIII.

Su situación estaba naturalmente determinada por
las corrientes comerciales. Se multiplicaron por lo tanto, a
medida que en cada país la circulación, al volverse
más intensa, penetró más
profundamente.

La
moneda

Desde que se inventó la moneda, no dejó de
ser de uso corriente en todos los pueblos civilizados de
Occidente y el Imperio Romano la transmitió a los estados
que vinieron a sucederle.

Es una equivocación plantear que tras la
caída del Imperio Romano de Occidente el trueque
sustituyó a la moneda como instrumento normal de
intercambio comercial. Si se recurrió al trueque, fue tan
sólo por motivos de conveniencia o de práctica
accidental, como un sucedáneo, pero no como un sustituto
de la moneda metálica. Del siglo IX al siglo XII, no se
vio que los precios se expresaran de modo distinto al de la
moneda.

No cabe duda que durante el período
agrícola de la Edad Media, siempre que hubo intercambio
comercial, se dio intercambio monetario. Sin embargo, sabemos
cuán insignificante fue el comercio de aquellos tiempos. A
la escasez de circulación de mercaderías
correspondió necesariamente la de circulación
monetaria.

Los latifundios medievales no recurrieron
preferentemente al intercambio monetario porque ellos estaban
apartados de los sistemas de intercambio comercial. Los colonos
pagaban en especie a su señor los montos de las
obligaciones que poseían. Cada siervo, cada poseedor de un
manso debía determinada cantidad de jornadas de trabajo y
de productos naturales o fabricados por él. Sin embargo,
hasta el mismo feudo, cuando esporádicamente debía
recurrir al intercambio comercial con entidades extra latifundio,
recurría al numerario.

Origen carolingio del sistema
monetario.

Cada uno de los reinos barbaros que se repartieron el
Imperio de Occidente, conservaron como patrón monetario el
sueldo de oro de Constantino. Acuñado con el
nombre de los diversos reyes, constituía sin embargo una
moneda internacional usualmente aceptada desde Siria hasta
España. Sin embargo, esta situación no
sobrevivió al derrumbe provocado por el cierre de
Occidente.

Desde el reinado de Pipino el Breve, la moneda de plata
sustituyó a la moneda de oro y Carlomagno le dio su forma
definitiva. El sistema monetario que estableció
constituyó la más duradera de todas sus reformas,
puesto que perduraría en todos los lugares donde
circuló la libra esterlina.

Carácter de la moneda
carolingia.

La moneda carolingia se puede definir como un
monometalismo de plata. Una libra estaba dividida en 240 unidades
de metal puro que se designaban con el nombre de denarios
(denarii).
Dichos denarios de plata constituyeron las
únicas monedas efectivas, es decir, las únicas
monedas reales. Pero aparte de ellas existían monedas de
contar que eran sólo expresiones numéricas, y que
correspondían cada una, a determinada cantidad de
denarios. Por ejemplo: El sueldo equivalía a 12 denarios y
la libra correspondía a 20 sueldos o lo que es lo mismo, a
240 denarios.

Moneda en la época feudal.

Era imposible que la disolución del Imperio
Carolingio y el desmembramiento de la administración
monárquica durante la segunda mitad del siglo IX no
tuviera consecuencias en la organización monetaria. Con el
paso del tiempo, hubo a través de todo Occidente tantos
denarios diversos en circulación como feudos que
tenían derecho de justicia. Esto creó un ambiente
de confusión y desorden que sin embargo no tuvo graves
repercusiones pues la moneda no se necesitaba en demasía,
debido a la casi inexistencia de comercio.

La actividad económica que se manifestó a
fines del siglo XI iba a devolver la movilidad a la moneda.
Comenzó a viajar con los mercaderes, en las ciudades y en
las ferias gracias al comercio, afluyeron de todas partes las
monedas más diversas, agravando el ambiente de desorden,
en un momento en que ésta sí se
necesitó.

Aparición de la moneda
Grossus.

Desde fines del siglo XII, el desorden monetario
había llegado a tal grado que se imponía una
reforma. Venecia tomó la iniciativa. En 1192 el Dux
Enrique Dándolo mandó emitir una moneda nueva, el
Gros o matapán, que valía 12 denarios. Este gros
representó pues, un sueldo carolingio, con la diferencia
que el sueldo, que primitivamente fue una simple moneda de
contar, se convirtió en Venecia en una moneda
verdadera.

El sistema de Carlomagno no fue abandonado y la
innovación siguió fiel a la repartición
monetaria establecida por aquel monarca.

Al norte de los Alpes se trató de corregir
también la corrupción monetaria. En Alemania los
Heller y en Inglaterra la esterlina. Francia
proporcionó el verdadero remedio cuando en el siglo XIII
creó el gros parisis, cuya base también
era el denario carolingio.

Así los gros se difundieron rápidamente
por toda Europa convirtiéndose en monedas
internacionales.

Reanudación de la acuñación del
oro.

Desde el siglo XII, el tráfico
mediterráneo había comenzado a difundir primero en
Italia y luego al norte de los Alpes, monedas de oro
árabes o bizantinas. Pero dichas monedas (hiperperes;
besantes o marabotinos)
no parece haber servido como medio
de pago sino en casos excepcionales que exigían
extraordinarios desembolsos.

En 1231 Federico II mandó acuñar en el
Reino de Sicilia los Augustales de oro, pero su
difusión no logró rebasar las fronteras de Italia
del sur.

La emisión por Florencia de los primeros
florines abrió resueltamente en 1252 el camino a
la expansión del numerario de oro en Occidente. Venecia
proporcionó con su ducado o secchino, una
réplica del florín. Estas piezas
correspondían al valor de una libra de gros de
plata.

El adelanto económico de Italia explica que dicha
región haya tomado la iniciativa. El resto de Europa no
tardó en seguir su ejemplo.

La creación del gros y la acuñación
del oro sanearon la circulación monetaria, pero los abusos
no terminaron aún. Los reyes y príncipes siguieron
alterando las monedas. Se necesitaron muchos siglos para que los
gobiernos comenzaran a seguir los principios de una verdadera
administración monetaria.

Orientaciones del
gran comercio:
importaciones y exportaciones hasta fines del
siglo XIII

El comercio medieval se desarrolló desde sus
orígenes, no bajo la influencia del comercio local, sino
bajo la guía del comercio de importación y
exportación. Sólo él hizo surgir la clase de
mercaderes profesionales, que fue el instrumento esencial de la
transformación económica de los siglos XI y
XII.

En las dos regiones de Europa donde se inició,
Italia del Norte y los Países Bajos, el panorama fue muy
similar. El impulso provenía del tráfico de larga
distancia.

Las especias.

Las especias[3]fueron a la vez los
primeros objetos de tal comercio y las que no dejaron de ocupar
el primer lugar hasta el final. Así como provocaron la
riqueza de Venecia, constituyeron también la de todos los
grandes puertos del Mediterráneo occidental.

Siria, donde eran transportadas en abundancia por las
caravanas venidas de Arabia, de India y de la China, no
dejó de ser su meta principal hasta el día en que
el descubrimiento de nuevas rutas permitió a los
portugueses abastecerse directamente de ellas en los lugares de
origen.

Todo contribuía a darles preeminencia: la
facilidad de su transporte y los altos precios que se
podía exigir. El comercio mediterráneo fue pues, al
principio, un comercio de mercancías de lujo, es decir, un
comercio que producía grandes utilidades y exigía
instalaciones relativamente poco costosas.

El comercio de las especias en el
mediterráneo.

Los pueblos occidentales que desde fines de la
época merovingia habían perdido la costumbre de
emplear especias, las recibieron con gran entusiasmo.
Rápidamente volvieron a conquistar su lugar en la
alimentación de todas las clases altas de la sociedad. A
medida que el comercio las exportó al norte de los Alpes,
provocó mayor demanda en ellas.

Génova, Pisa y Venecia llevaron el liderazgo en
estas empresas, y tal fue su competencia que constantemente
estuvieron enredadas en enfrentamientos y luchas entre ellas con
el fin de conseguir la supremacía. No obstante, el
encarnizamiento de las guerras no estorbó en ningún
momento los progresos de la prosperidad de los
combatientes.

El comercio de los productos
orientales.

Las especias que dieron impulso al tráfico
mediterráneo, no lograron absorberlo enteramente. A medida
que se multiplicaron las relaciones entre Occidente y el Oriente
cristiano y musulmán, se vio figurar un número cada
vez más considerable de productos naturales o fabricados.
A partir del siglo XIII, las importaciones hacia Europa
también consistieron en arroz, naranjas, albaricoques,
higos, pasas, perfumes, materias para teñir como el palo
brasil, que provenía de la India. A esto se
añadió el algodón y la seda bruta que
alimentó el comercio desde fines del siglo XII. Las telas
de fabricación oriental que se imitaron en Occidente,
contribuyeron también al cargamento de los barcos:
damascos de Damasco; baldaquines de Bagdad; muselinas de Mossul;
gasas de Gaza.

El comercio de paños.

A cambio de todas estas importaciones que difundieron en
el Occidente de Europa una manera de vivir más confortable
y refinada, los italianos abastecieron los puertos del levante de
maderas de construcción y de armas, y Venecia durante
cierto tiempo, de esclavos.

Los tejidos de lana también conquistaron desde un
principio un lugar importante entre los bienes exportados:
primero fueron las fustanas tejidas en Italia y luego, a partir
de la segunda mitad del siglo XII, los tejidos de Flandes y de
Francia del norte. Los mercaderes italianos, gracias a sus
capitales y a la superioridad de su técnica, se apropiaron
desde el siglo XIII del monopolio de su exportación.
Después de la decadencia de las ferias de Champaña,
las grandes compañías comerciales de la
península instalaron en Brujas "factores" encargados de
comprar al mayoreo telas flamencas y brabanzonas.

El puerto de Brujas.

Dicha ciudad adquirió, a consecuencia de este
comercio, un carácter que no se encontró en otros
lugares de le Europa del norte. Desde el siglo XIII, los
venecianos; florentinos; catalanes; bretones; los habitantes de
Bayona y los miembros del Hansa, poseían en Brujas puestos
o factorías. Ellos fueron quienes fomentaron la actividad
de ese importante centro en el que se congregaban hombres de
negocios y que había sustituido a las factorías de
Champaña como punto de contacto entre el comercio del
norte y del sur.

El Hansa Teutónica.

El florecimiento de la industria textil en la cuenca del
río Escalda fue para los hanseáticos la causa
principal de su establecimiento en Brujas. El Hansa
teutónica ocupó, en el norte de Europa, una
situación que se puede comparar con la de los grandes
puertos italianos de la cuenca del Mediterráneo. Como
ellos, sirvió de intermediario entre la Europa occidental
y la del oriente.

¿Cómo nació el Hansa? La
burguesía mercantil norte europea se instaló en las
costas de los países eslavos, lituanos y letones antes de
que se hubiera llevado a cabo su conquista. Entre sus puestos de
avanzada ubicados en territorios apenas sometidos y a orillas de
un mar del que hacía poco que habían sido
expulsados los escandinavos, era necesario celebrar un convenio
para la protección de todos. Gracias a la iniciativa de la
ciudad de Lübeck, en 1230 se firmó un tratado de
amistad comercial con Hamburgo. Las jóvenes ciudades del
Báltico formaron una liga a la que al poco tiempo se
adhirieron los puertos del Mar del Norte y a la que se dio el
nombre de Hansa, que se aplicaba a las asociaciones de
mercaderes.

Esta confederación de ciudades marítimas
alemanas les aseguró a sus integrantes en toda la
extensión de los mares del norte, una preponderancia que
conservaron hasta fines de la Edad Media.

El comercio hanseático.

En Inglaterra, el Stalhof de Londres creado a mediados
del siglo XII, y en Flandes, la factoría de Brujas, eran
-especialmente la última- sus bases de operación en
Occidente. En el Oriente europeo poseían una en Novgorod,
en la que se concentraba el comercio de Rusia.

Por los ríos Weser; Elba y Oder su comercio
penetraba en la Alemania continental. Por el Vístula
dominaban Polonia y extendían su radio de acción
hasta los confines de los países
balcánicos.

La exportación de los hanseáticos,
diferente de la de los puertos italianos, consistía en
productos naturales, los únicos que podían
proporcionar al comercio los territorios puramente
agrícolas del hinterland. Destacaban los trigos de Prusia,
las pieles y la miel de Rusia, el pescado seco y los arenques
salados. A esto se añadía como flete de regreso,
las lanas que sus barcos iban a buscar a Inglaterra y la sal de
Bourgneuf que cargaban en el golfo de Gascuña, de
donde traían también vinos franceses.

Todo este tráfico gravitaba alrededor de Brujas,
que estaba situada a medio camino entre el Báltico y el
Golfo de Gascuña. Las especias procedentes de Italia y las
telas tejidas en Flandes y en Brabante se distribuían
desde allí al norte de Europa.

El volumen del comercio hanseático igualaba y tal
vez superaba el del comercio mediterráneo, pero los
capitales que utilizaban eran de menor monto. El valor de las
mercancías exportadas no permitió obtener las
fuertes utilidades que resultaban de la venta de especias. Por
eso no es de extrañar que no se encuentren en las ciudades
de la Hansa aquellos poderosos hombres de negocios que lograron,
en la Italia medieval, la dominación financiera de
Europa.

En el transcurso del siglo XIII, toda Europa, desde el
Mediterráneo hasta el Báltico y desde el
Atlántico hasta Rusia, estaba abierta al gran comercio.
Desde sus focos principales, los Países Bajos en el norte
e Italia en el sur, avanzó hacia las costas
marítimas, de donde progresivamente se difundió por
el interior del continente.

Si se piensa en todas las dificultades que tuvo que
sortear: condiciones deplorables de la circulación,
técnica deficiente de los medios de transporte,
inseguridad general, organización defectuosa del
régimen monetario, no se puede sino admirar la amplitud de
los resultados obtenidos. Éstos son aún más
notables si consideramos que los poderes públicos no
tuvieron parte en ellos, salvo el hecho de que protegieron, por
motivos fiscales, a los mercaderes.

Los progresos realizados en el dominio del comercio
internacional se explican así, principalmente por el
espíritu de iniciativa y el ingenio que demostraron dichos
mercaderes. Los italianos fueron quienes llevaron la delantera:
mucho aprendieron de los bizantinos y musulmanes, pero no
tardaron en asimilar y desarrollar tales enseñanzas.
Fueron los promotores de las sociedades comerciales, los
creadores del crédito, los restauradores de la moneda. La
propagación de sus métodos económicos en la
Europa del norte es tan evidente como debía serlo en los
siglos XV y XVI la del Humanismo.

Bibliografía

  • Ladero Quesada, Miguel. Historia
    Universal Vicens Vives. Barcelona, 1998.

  • Montenegro, Augusto. Historia del
    Antiguo Continente. Editorial Norma. Colombia,
    1994.

  • Pirenne, Henri. Historia Económica y Social
    de la Edad Media. Fondo de Cultura Económica.
    México, 1986.

  • Spielvogel, Jackson. Civilizaciones de Occidente.
    Thomson Editores. Ciudad de México, 2005.

  • Winks, Robin. Historia de la Civilización.
    Pearson Educación. Ciudad de México,
    2001.

 

 

Autor:

Alberto Bersezio
Fernández

Profesor Universidad Finis
Terrae

Santiago de Chile

[1] Pirenne. Historia económica y
social de la edad media. pag.10.

[2] Levante: Nombre que solía
aplicarse al litoral oriental del mediterráneo, ocupado
por el Islam y frecuentado por comerciantes cristianos.

[3] Entre las especias más
comercializadas figuraban la pimienta, canela, clavo de olor,
nuez moscada, azúcar de caña, etc.

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter