Comparación de las características de la prosocialidad en adolescentes con trastorno negativista desafiante
RESUMEN
La presente investigación se desarrolló
con el objetivo de comparar las características de la
prosociabilidad de adolescentes con Trastorno Negativista
Desafiante y sus pares que no presentan dicho trastorno y reciben
la misma influencia educativa en el I.P.I.
"Lázaro Cárdenas del Río" de la ciudad de
Santa Clara, en el período comprendido de
mayo de 2011 a abril de 2012.
La muestra estuvo integrada por 60 adolescentes que
tienen entre 15 y 17 años de edad, divididos en un grupo
estudio de 30 miembros y portadores de Trastorno Negativista
Desafiante (TND) y uno testigo con igual número de
miembros y sin este antecedente. Se revisaron el expediente
escolar, la caracterización pedagógica de cada
estudiante y se le realizó una entrevista a los profesores
guías de los grupos a que pertenecen los escolares. A
todos los miembros de la muestra se le realizó una
entrevista y se les aplicó la escala de
autovaloración Dembo Rubinstein, y los Cuestionario de
Conducta Prosocial y Conducta Antisocial de M.
Casullo.
Los datos obtenidos fueron analizados con el empleo de
los estadígrafos U de Mann Whitney, el test clásico
Chi-cuadrado de Pearson y la técnica significación
de Monte Carlo. En todas las técnicas se realizó un
análisis cualitativo de la información recopilada.
Predominaron los adolescentes con (TND) del sexo masculino. Se
apreciaron diferencias que indican que la prosociabilidad de los
miembros del grupo estudio está sensiblemente afectada, en
sus dimensiones empatia, sociabilidad, liderazgo y respeto. De
igual manera se encontraron manifestaciones de riesgo elevado y
muy elevado de agresividad, aislamiento y retraimiento /
ansiedad. Se notó que los adolescentes con (TND) provienen
en su mayoría de familias disfuncionales con estilos
educativos inadecuados y tienen antecedentes de mal manejo
pedagógico. Se corroboró el desconocimiento que
tienen los profesores de las particularidades del Trastorno
Negativista Desafiante. Se ofrecen conclusiones y recomendaciones
que pueden resultar de utilidad para el desarrollo y
fortalecimiento de la conducta prosocial en esta etapa y para la
realización de futuras investigaciones en este
campo.
Palabras claves: Prosociabilidad, conducta
prosocial, conducta antisocial, Trastorno
Negativista Desafiante, adolescentes en riesgo.
INTRODUCCIÓN
La creciente importancia que las organizaciones
internacionales otorgan a los problemas relacionados con los
adolescentes y jóvenes tiene diversas justificaciones y
una de ellas se relaciona con el perfil demográfico. En la
actualidad se acepta que de cada cuatro personas que
habitan nuestro planeta, más de una se encuentra entre los
10 y 24 años de edad. En 1985 la población joven en
el mundo (15-24 años) se estimaba en 941 millones, para el
2025, la cifra estará muy próxima a los 1,38
millones, por lo que desde el punto de vista demográfico
constituye un recurso de inestimable valor. En nuestros
días se estima que la cifra está alrededor de los 1
500 millones lo que constituye cerca del 30% de la
población mundial (OPS, 2005).
Otro factor importantísimo lo constituye la vital
importancia de la niñez y la adolescencia en la
configuración de la personalidad y por tanto en el propio
desarrollo del ser humano y de la sociedad. A su vez, el estudio
de estas etapas tiene una relevante importancia, en el sentido de
que al asegurar un mejor conocimiento de las mismas, se
estará garantizando una comprensión de aquellos
fenómenos que constituyen una realidad y que pueden ser
explicados y trabajados en pos de una humanidad más sana.
Un aspecto que preocupa mucho a la humanidad en la actualidad es
el incremento de las conductas violentas, apareciendo sus
manifestaciones cada vez con más frecuente en etapas
tempranas de la vida.
La agresividad, la violencia, el crimen organizado y la
violación de las normas sociales creado un clima de
inseguridad que ha rebasado las fronteras de muchas naciones y se
ha convertido en un problema internacional que afecta el diario
vivir. Por lo que en la mayoría de los países
existe preocupación por atenuar esta compleja
situación que afecta la calidad de vida de sus habitantes
y resulta muy preocupante que los indicadores de violencia se han
elevado en los segmentos más jóvenes de la
sociedad, primando las manifestaciones de conductas antisociales
en personas comprendidas entre los 12 y 21 años de edad,
de aquí la enorme importancia de establecer estrategias
educativas y sanitarias para la prevención de estas
conductas.
La magnitud del problema es tal que la
Organización Mundial de la Salud ha insistido en la
necesidad de desarrollar programas de prevención de
conducta antisocial a nivel de cada nación, apareciendo
este aspecto dentro de las prioridades del programa mundial de
salud mental (OMS, 2001, 2005).
La Organización Mundial de la Salud, desde el
año 2004, define la violencia como: el uso intencional de
la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza,
contra uno mismo, otra persona o grupo, que cause o tenga muchas
probabilidades de causar lesiones, muerte,
daño psicológico, trastornos del desarrollo o
privaciones (Informe OPS, 2004).
Múltiples son los factores que hay que tener en
cuenta cuando se explora el fenómeno de la violencia y sus
consecuencias, pues no sólo hay que tener en cuenta las
características físicas y caracterológicas
del individuo actuante, sino los factores medioambientales
presentes en el momento y lugar donde se desarrolla el acto (
DSM-IV, 1994).
Precisamente la expresión temprana de las
conductas antisociales ha contribuido a que investigadores y
especialistas de de varias profesiones se preocupen por atender
esta problemática y buscar alternativas para su
prevención y lograr que se incremente la seguridad social,
la equidad y respecto entre los humanos (Molero, Candela &
Cortés, 1999; Straubhaar, La Rose & Davenport; Pinel,
2011).
La adolescencia es considerada por muchos autores como
un periodo evolutivo que marca adquisiciones importantes en el
desarrollo del sujeto. Según la OPS (2004), se extiende
entre las edades de 12 a 20 años
aproximadamente.
Los cambios físicos y psíquicos que se
producen, precedidos por el deseo de autonomía, pueden
hacer que esta etapa o bien sea un período
problemático, o bien esté lleno de satisfacciones,
lo cual puede estar determinado por múltiples factores,
entre ellos: el medio en el que se desarrolla el adolescente,
incluyendo la familia, la escuela, la comunidad y el grupo al que
pertenezca.
Desde el punto de vista psicológico en la
adolescencia la actividad principal cambia, ya no la constituye
el estudio como en el período anterior, sino la
relación con los demás y es notable la influencia
de sus amistades. Aparecen contradicciones entre la necesidad de
ser independientes y las limitaciones propias que impone el
período, la familia y la sociedad; lo cual provoca
conflictos familiares y adultos en general. Hay una
búsqueda y lucha constante por su identidad e
independencia personal (Rodríguez, 2006).
El papel del apoyo familiar sobre la adolescencia es
decisivo para un adecuado crecimiento personal. Los adolescentes
necesitan al igual que los niños de una vida familiar
segura, de un entorno positivo donde poder encontrar la
estabilidad que les conducirá hacia la
madurez y si esto no es garantizado de una manera adecuada
devienen pues, en hechos o conductas que pueden tener un marcado
carácter disocial y que interrumpen el normal
desenvolvimiento de su vida ulterior (Bravo, Pérez, 2002;
Ares, 2005).
Frente a un mundo tan cambiante como el que se vive, el
adolescente, que también sufre profundos cambios, no puede
más que expresarse de la manera tan especial como lo hace,
buscando en su expresión, la estabilidad de su
personalidad perdida.
La adolescencia como etapa del desarrollo
ontogenético implica importantes cambios en las relaciones
sociales. Es razonable esperar que los cambios físicos y
psicológicos que experimenta el adolescente
repercutirán sobre las relaciones que establece en todos
aquellos contextos en los que participa, como la familia, el
grupo de iguales, la escuela (Domínguez, 2006).
Las actitudes desafiantes, agresivas e indeseadas
socialmente en los niños y adolescentes puede comenzarse a
manifestar por ausencias escolares o el escaparse de la escuela o
la casa, así como la violación de los derechos
ajenos y, o la agresión física hacia otros (asalto
o violación), son ejemplos de lo que puede llegar a
desencadenar un inadecuado manejo de los mismos.
Se reconoce como conducta prosocial, toda conducta
positiva con o sin motivación altruista. Por tanto, las
conductas prosociales incluyen las acciones que se fomentan sobre
la base de valores que contribuyen al desarrollo y bienestar
personal y grupal (González, Casullo, Martorell,
1998).
La antítesis de la conducta prosocial o conducta
positiva es lo que se conoce como conducta antisocial. El
término conducta antisocial se utiliza para designar una
acción contra los demás. Esto incluye acciones
agresivas, hurtos, ausentismo escolar, fugas, mentiras, etc. Se
ha visto una relación directa entre este tipo de conducta
y la delincuencia. (Kazdin y Buela-Casal ,1994).
El desarrollo y estimulación de la conducta
prosocial en niños y adolescentes adquiere una importancia
extraordinaria en el ámbito escolar, precisamente por el
encargo social de la institución escolar, desde las
primeras etapas de la vida bien como han planteado algunos
investigadores en los centros académicos las personas
pasan una parte considerable del tiempo estableciendo relaciones
con miembros externos a la familia lo que en la
adolescencia, puede resultar muy significativo. Por ello, los
centros escolares son considerados un importante medio de
integración social, donde los individuos están
expuestos a un conjunto de normas que ofrecen una serie de
posibilidades para el desarrollo de habilidades básicas en
el funcionamiento social. (Buela-Casal & Del Campo
López ,2001; Twenge, Baumeister, DeWall , Ciarocco, &
Bartels, 2007).
La individualización y sistematicidad que
requiere la labor formativa en esta etapa del desarrollo
evolutivo, no siempre resultan positivas, pues en muchos casos no
se logra desde el inicio formar una actitud adecuada,
disciplinada y consciente en el adolescente, pues nos encontramos
con cierta frecuencia una serie de alumnos del nivel medio
(precisamente en estas edades), que incumplen frecuentemente con
los parámetros que establece la disciplina, se relacionan
con elementos de pésima conducta social, algunos se
muestran agresivos y hostiles en los contextos escolar, familiar
y comunitario, ocasionalmente riñen con los
compañeros o se ausentan sin motivos de la escuela y
presentan manifestaciones negativista desafiantes más o
menos estables comportamiento (Villar, Luengo, Gómez,
Romero, 2003).
En las instituciones académicas con gran
número de alumnos son frecuentes las manifestaciones
conductuales inapropiadas de escolares que reaccionan
negativamente ante las demandas educativas y reaccionan
agresivamente ante sus coetáneos, docentes e incluso ante
los padres. Muchos de estos menores presentan los síntomas
del reconocido trastorno negativista desafiante o pueden estar en
riesgo de su aparición.
El trastorno negativista desafiante (TDN) se caracteriza
por un patrón de conducta negativista, argumentativa y
hostil. Los niños y niñas con este trastorno a
menudo pierden la paciencia, discuten con los adultos y
desafían o rechazan cualquiera de sus peticiones, pueden
negarse a hacer las tareas y rehusarse a asumir la
responsabilidad de sus acciones (Sue, Sue & Sue,
2010).
Los escolares con estas características tienen
dificultades en la evaluación y valoración de sus
propias cualidades, no evalúan las consecuencias de su
actuación así como en el cumplimiento de las
exigencias sociales y evaluación de las consecuencias de
su conducta. Es deficiente el proceso de análisis en la
realización de las tareas y el cumplimiento de las
encomiendas sin tener conciencia de los pasos que van dando para
alcanzar un resultado y con una afectación típica
en la esfera emocional. Se han reportado por algunos estudios que
indican insuficiencias en las estructuras prefrontales de la
corteza encargadas del control inhibitorio,
programación y monitoreo de los actos (Zinder, Nussbaum
& Robins, 2006).
En investigaciones efectuadas en los últimos
años indican que en los menores con conductas antisociales
también existe un potencial prosocial que puede
estimularse y llegar a primar en ellos. En la medida que estos
casos se detecten más temprano y se ejecuten acciones
preventivas pueden fomentarse la prosociabilidad (Parke, Gauvain
& Schmuckler, 2010, De La Paz, 2011; Ballester,
2011).
La novedad del presente trabajo radica en poder
describir las principales diferencias en la expresión de
la prosociabilidad en los adolescentes con trastorno negativista
desafiantes y sus pares, aspecto que puede contribuir al
mejoramiento de las relaciones interpersonales de estos en todos
los contextos de socialización donde se desenvuelven,
así como a la formación de su personalidad y
desarrollo integral. Se pueden ofrecer generalizaciones sobre la
conducta prosocial y antisocial, así como la
identificación de factores que han influido en la actual
expresión del trastorno negativista desafiante.
En el plano práctico este estudio puede aportar
elementos para la identificación de los adolescentes con
trastorno negativista desafiante y para el establecimiento de
estrategias de intervención con ellos, para la
prevención de su aparición y para el desarrollo de
futuras investigaciones en este campo.
En la institución académica donde se
efectúa la presente investigación existe
preocupación por parte de la dirección, los
docentes y las psicólogas de la escuela, por ofrecer una
atención psicopedagógica diferenciada a algunos
estudiantes que tienen dificultades en relaciones interpersonales
con los docente y sus coetáneos, lo cual conlleva a
incumplir con el reglamento escolar y trae consigo afectaciones
en el aprovechamiento académico que alcanzan estos
estudiantes en las diferentes asignaturas. Además estas
conductas no deseables afectan el desarrollo del proceso docente
educativo de la escuela. Interesado por esta situación se
plantea el siguiente problema:
¿Se diferencia la expresión de las
características de la prosociabilidad entre los
adolescentes identificados como portadores de trastorno
negativista desafiante y sus pares escolares sin este
antecedente?
Los objetivos de la investigación son los
siguientes:
Objetivo
general:
– Comparar las características de la
prosociabilidad de adolescentes con Trastorno Negativista
Desafiante y sus pares que no presentan dicho trastorno y reciben
la misma influencia educativa en el I.P.I. "Lázaro
Cárdenas del Río" de la ciudad de Santa
Clara.
Objetivos
específicos:
1. Diagnosticar las características de la
prosociabilidad en los miembros de la muestra en
estudio.
2. Determinar los principales factores que han influido
en la expresión actual de las características de la
prosociabilidad en los grupos de adolescentes
estudiados.
CAPÍTULO I.
FUNDAMENTACIÓN
TEÓRICA
1.1. Principales características
de la adolescencia como etapa del desarrollo
humano.
Es frecuente señalar que la adolescencia
constituye una etapa de transito que marca el final de la
niñez y prenuncia la adultez, sin dejar de serlo
también se puede decirse de cualquier otra etapa: el
preescolar se prepara para ser escolar, en el escolar
pequeño se sientan las bases esenciales para el periodo
adolescente, el joven se prepara para la vida adulta. Para
comprender las particularidades de esta etapa de desarrollo
psíquico no hay que verlos en un esquema universal,
aplicable a todo adolescente, es preciso analizarlas teniendo en
cuenta otros factores como son la situación
histórica de que se trata, las características de
la situación económica y social, la
generación a que pertenece, la familia en que crece, y se
desarrolla, sus particularidades individuales (intereses,
aspiraciones, preferencias, valoraciones), todo que en cierta
medida es determinado por él, sistema de influencias
educativas que sobre el adolescente se ejercen y condiciona lo
que se espera de ello (Grinder, 1990).
La creciente importancia que las organizaciones
internacionales otorgan a los problemas relacionados con
adolescentes y jóvenes está justificada por el
notable incremento del abandono de la actividad escolar, el
pandillerismo y las agresiones, las conductas homicidas,
accidentes, las adicciones, las enfermedades de trasmisión
sexual, el embarazo en la adolescencia, el suicidios que aparecen
en esta etapa de la vida. Debe considerarse también que en
la actualidad se acepta que de cada cuatro personas que habitan
nuestro planeta, más de una se encuentre entre los 10 y 24
años de edad. (0MS, 2004). La actual generación de
jóvenes es la mayor registrada en la historia humana. Casi
la mitad de la población mundial más de 3.000
millones de personas-tienen menos de 25 años. De esos
jóvenes, un 85% vive en países en desarrollo.
Muchos de ellos están llegando a la adultez sumidos en la
pobreza y enfrentando el peligro del VIH y el SIDA. Casi un 45%
de todos los jóvenes 515 millones sobreviven con menos de
dos dólares diarios.
El termino adolescencia proviene del latín
"adolecere" que significa crecer. El crecimiento y desarrollo del
individuo constituye un todo armónico, que abarca aspectos
físicos, el oleaje tanto hormonal como psicológicos
y sociales. Estos cambios son rápidos y profundos,
comparables únicamente con los que ocurren en el primer
año de vida, propiciando una sensación de asombro y
desconcierto, donde se dan la mayor cantidad de fluctuaciones de
emociones con gran frecuencia. Esas cosas que parecían ser
correctas anteriormente, parecen estar mal ahora y las cosas que
parecían estar equivocadas antes, ahora son correctas en
su opinión. Estas fluctuaciones frecuentes en el estado de
ánimo, llevan a estado donde no es posible tener un
control y se dejan llevar por las emociones. La excitación
y la tensión nerviosa generalizadas que acompañan a
la emocionabilidad, con frecuencia se extienden a situaciones que
no tienen relación con su fuente de origen y afectan
intensamente la conducta del individuo en algunas
situaciones.
El uso y los significados de los términos
"jóvenes", "juventud", y "adolescentes" varían en
diferentes sociedades del mundo, en función del contexto
político, económico y sociocultural. La
delimitación de la adolescencia como una importante etapa
del ciclo vital ha pasado a ser un elemento importante en la
periodización del desarrollo en los últimos
años. Tanto en el ámbito educativo, sanitario,
jurídico y social; esta especificación tiene
connotación. Las Naciones Unidas utilizan las siguientes
definiciones: Adolescentes: 10 a 19 años de edad
(adolescencia temprana, 10 a 14 años, y adolescencia
tardía, 15 a 19 años), Juventud: 15 a
24 años de edad, Jóvenes: 10 a 24 años
de edad.
Esta edad ha sido descrita por muchos autores con
generalizaciones deslumbrantes, o al contrario, la califican como
una etapa de amenazas y peligros, otros la califican,
especialmente en la actualidad, como una etapa especial de la
vida, no necesariamente como una edad de conflictos y crisis. Tal
es la posición de autores como Bankris; Donval (1991);
Ramos (1995) y Rodríguez (1997), quienes enfatizan en la
necesidad de priorizar la atención psicológica y
social de los adolescentes.
Erickson (1963), consideró la adolescencia como
la etapa más crítica del ciclo vital, afirmaba que
el individuo tendría que construir su personalidad durante
la adolescencia. Segundo este autor, en esta etapa, los
adolescentes indagan quiénes son y buscan su espacio en el
mundo, dándose la llamada "identidad frente a
confusión de roles"; a decir del autor, los adolescentes
se enfrentan con muchos papeles y posiciones adultas nuevas y, si
no exploran adecuadamente sus identidades, se produce una
sensación de confusión acerca de quiénes
son, la cual se expresa, mediante el retraimiento, aislamiento
social relativo a compañeros y familiares, o en su
pérdida en la multitud, lo cual por esencia constituye un
alto riesgo si partimos de que el riesgo es la susceptibilidad
individual en términos probabilístico.
Otros autores piensan en la transformación del
comportamiento, como una supuesta rebeldía, un cierto
aislamiento, un apego exagerado al grupo, modificaciones en las
formas de vestirse, así como en algunos la presencia de
episodios depresivos, tristezas o euforia. El periodo de la
adolescencia es marcado por diversos factores
psicológicos, sociales y biológicos, más sin
duda lo más significativo es la toma de consciencia de un
nuevo espacio en el mundo, la entrada en una nueva realidad que
produce confusión de conceptos y pérdida de ciertas
referencias (Papalia, Wendko, 1997).
Las muchachas llegan con más rapidez al proceso
de cambio que los varones. No todo los niños experimentan
los cambios pubertades a la misma edad, unos niños maduran
temprano, otros tardíamente y otro subgrupo a
una edad promedio. Los adolescentes no constituyen por tanto una
población homogénea. (Palacio 1999)
Petrovsky (1985) plantea que el adolescente necesita de
confianza e independencia, aunque su vida real sea de
dependencia, formula a sus padres nuevas exigencias sociales,
económicas y afectivas que muchas veces son razonables y
aceptadas por los adultos.
Para Vigotsky la edad de la adolescencia se caracteriza
por manifestaciones psicológicas debido a las cuales ha
recibido el nombre "difícil" y "critica", "transitoria".
Los adolescentes se vuelven caprichosos, ya no los conforman los
valores, las tareas y las aspiraciones que constituían el
sentido de su actividad en la niñez, su actitud ante estos
valores es nihilista, muchas formaciones psicológicas que
eran vitalmente importantes para el escolar de menor edad
desaparecen, el deseo de estudiar, de comportarse de forma
disciplinada, etc. Realizan acciones "inexplicables", con
frecuencia tienen un comportamiento inadecuado, a veces pierden
momentáneamente el equilibrio psíquico por ser
incapaces de encontrar su lugar en las nuevas condiciones. La
adolescencia aparece como un fenómeno marcado por la
cultura y por la historia.
Piaget (1969) plantea que en esta etapa tiene lugar un
egocentrismo intelectual, que se manifiesta a través de la
reflexión todopoderosa, de la sobrevaloración del
poder de su pensamiento; y que transita hacia la
descentración, en la medida en que la interacción
con los otros, le permite comprender la fragilidad de sus
ideas.
Adquiere también particularidades importantes el
desarrollo moral, pues, a decir de Bozhovich (1989), en primer
lugar en este período ocupan el centro de atención
las cuestiones vinculadas con las reglas y las normas de conducta
social y con las relaciones interpersonales y, en segundo,
comienzan a formarse puntos de vista, juicios y opiniones morales
relativamente estables e independientes de las opiniones
externas.
Los adolescentes se encuentran en un mundo de elegir lo
que se deslumbra ante sus ojos, son libres para preferir entre
las más variadas religiones, diversos códigos
morales y prácticas diversas; como alumnos, ellos tienen
una tendencia a la cooperación con los profesores y sus
iguales. Sus mentes están abiertas a recibir
conocimientos, adquirir aptitudes y absorber valores. Ellos
enfrentan a numerosos riesgos de salud en su paso a la edad
adulta, muchos de los cuales afectan su longevidad y calidad de
vida. Diversas conductas de los adolescentes como el tabaquismo,
el alcohol, el comer en exceso y la conducta sexual, la mayor
incidencia de jóvenes obesos y con exceso de peso en la
actualidad, así como los altos índices de lesiones
entre los jóvenes, especialmente por accidentes de
tráfico, tienen implicaciones a largo plazo
para su salud. Todas estas actividades conllevan cierto riesgo,
la atracción al riesgo es algo que se considera
característico de los adolescentes, suelen desconocer las
consecuencias de sus acciones, por lo que se exponen a serios
problemas de salud.
Varios países africanos y asiáticos han
establecido recientemente la educación primaria gratuita u
obligatoria, con lo que se está sacando a los niños
de la población activa para ponerlos en la escuela, y se
impulsa la inscripción escolar entre las niñas. La
investigación de Rojas, (2000) ilustra que los
adolescentes son los continuadores de los valores e ideales de la
revolución cubana, podemos afirmar que en cualquier
sociedad los jóvenes deben preservar los valores
culturales y humanos, tal como acontece en Cuba, el futuro y la
permanencia de la ideología, la cultura, el deporte y las
diferentes esferas de actuación están en las manos
de los jóvenes, los adultos deberán encaminar
esfuerzos para fomentar su autovaloración y autoestima,
para la defesa de los ideales presentes y futuros. En el caso
específico de la República de Angola deben
encaminarse esfuerzos para atender a los problemas relacionados
con la conducta impulsiva de los adolescentes, y primar por una
educación adecuada a la prosociabilidad para la
armonía de toda la sociedad.
Desde el punto de vista psicológico en la
adolescencia la actividad principal cambia, ya no lo constituye
el estudio, sino la relación con los demás, las
amistades, las relaciones con sus pares. Si bien el estudio sigue
ocupando un lugar importante en la vida de estos menores, la
influencia de sus coetáneos es superior a la de los padres
y docentes. Aparecen contradicciones entre la necesidad de ser
independientes y las limitaciones propias que imponen en este
período, la familia y la sociedad; lo cual provoca
conflictos con familiares y adultos en general. Hay una
búsqueda y lucha constante por su identidad e
independencia personal (Rodríguez, 2006).
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