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Comparación de las características de la prosocialidad en adolescentes con trastorno negativista desafiante



    RESUMEN

    La presente investigación se desarrolló
    con el objetivo de comparar las características de la
    prosociabilidad de adolescentes con Trastorno Negativista
    Desafiante y sus pares que no presentan dicho trastorno y reciben
    la misma influencia educativa en el I.P.I.
    "Lázaro Cárdenas del Río" de la ciudad de
    Santa Clara, en el período comprendido de
    mayo de 2011 a abril de 2012.

    La muestra estuvo integrada por 60 adolescentes que
    tienen entre 15 y 17 años de edad, divididos en un grupo
    estudio de 30 miembros y portadores de Trastorno Negativista
    Desafiante (TND) y uno testigo con igual número de
    miembros y sin este antecedente. Se revisaron el expediente
    escolar, la caracterización pedagógica de cada
    estudiante y se le realizó una entrevista a los profesores
    guías de los grupos a que pertenecen los escolares. A
    todos los miembros de la muestra se le realizó una
    entrevista y se les aplicó la escala de
    autovaloración Dembo Rubinstein, y los Cuestionario de
    Conducta Prosocial y Conducta Antisocial de M.
    Casullo.

    Los datos obtenidos fueron analizados con el empleo de
    los estadígrafos U de Mann Whitney, el test clásico
    Chi-cuadrado de Pearson y la técnica significación
    de Monte Carlo. En todas las técnicas se realizó un
    análisis cualitativo de la información recopilada.
    Predominaron los adolescentes con (TND) del sexo masculino. Se
    apreciaron diferencias que indican que la prosociabilidad de los
    miembros del grupo estudio está sensiblemente afectada, en
    sus dimensiones empatia, sociabilidad, liderazgo y respeto. De
    igual manera se encontraron manifestaciones de riesgo elevado y
    muy elevado de agresividad, aislamiento y retraimiento /
    ansiedad. Se notó que los adolescentes con (TND) provienen
    en su mayoría de familias disfuncionales con estilos
    educativos inadecuados y tienen antecedentes de mal manejo
    pedagógico. Se corroboró el desconocimiento que
    tienen los profesores de las particularidades del Trastorno
    Negativista Desafiante. Se ofrecen conclusiones y recomendaciones
    que pueden resultar de utilidad para el desarrollo y
    fortalecimiento de la conducta prosocial en esta etapa y para la
    realización de futuras investigaciones en este
    campo.

    Palabras claves: Prosociabilidad, conducta
    prosocial, conducta antisocial, Trastorno
    Negativista Desafiante, adolescentes en riesgo.

    INTRODUCCIÓN

    La creciente importancia que las organizaciones
    internacionales otorgan a los problemas relacionados con los
    adolescentes y jóvenes tiene diversas justificaciones y
    una de ellas se relaciona con el perfil demográfico. En la
    actualidad se acepta que de cada cuatro personas que
    habitan nuestro planeta, más de una se encuentra entre los
    10 y 24 años de edad. En 1985 la población joven en
    el mundo (15-24 años) se estimaba en 941 millones, para el
    2025, la cifra estará muy próxima a los 1,38
    millones, por lo que desde el punto de vista demográfico
    constituye un recurso de inestimable valor. En nuestros
    días se estima que la cifra está alrededor de los 1
    500 millones lo que constituye cerca del 30% de la
    población mundial (OPS, 2005).

    Otro factor importantísimo lo constituye la vital
    importancia de la niñez y la adolescencia en la
    configuración de la personalidad y por tanto en el propio
    desarrollo del ser humano y de la sociedad. A su vez, el estudio
    de estas etapas tiene una relevante importancia, en el sentido de
    que al asegurar un mejor conocimiento de las mismas, se
    estará garantizando una comprensión de aquellos
    fenómenos que constituyen una realidad y que pueden ser
    explicados y trabajados en pos de una humanidad más sana.
    Un aspecto que preocupa mucho a la humanidad en la actualidad es
    el incremento de las conductas violentas, apareciendo sus
    manifestaciones cada vez con más frecuente en etapas
    tempranas de la vida.

    La agresividad, la violencia, el crimen organizado y la
    violación de las normas sociales creado un clima de
    inseguridad que ha rebasado las fronteras de muchas naciones y se
    ha convertido en un problema internacional que afecta el diario
    vivir. Por lo que en la mayoría de los países
    existe preocupación por atenuar esta compleja
    situación que afecta la calidad de vida de sus habitantes
    y resulta muy preocupante que los indicadores de violencia se han
    elevado en los segmentos más jóvenes de la
    sociedad, primando las manifestaciones de conductas antisociales
    en personas comprendidas entre los 12 y 21 años de edad,
    de aquí la enorme importancia de establecer estrategias
    educativas y sanitarias para la prevención de estas
    conductas.

    La magnitud del problema es tal que la
    Organización Mundial de la Salud ha insistido en la
    necesidad de desarrollar programas de prevención de
    conducta antisocial a nivel de cada nación, apareciendo
    este aspecto dentro de las prioridades del programa mundial de
    salud mental (OMS, 2001, 2005).

    La Organización Mundial de la Salud, desde el
    año 2004, define la violencia como: el uso intencional de
    la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza,
    contra uno mismo, otra persona o grupo, que cause o tenga muchas
    probabilidades de causar lesiones, muerte,
    daño psicológico, trastornos del desarrollo o
    privaciones (Informe OPS, 2004).

    Múltiples son los factores que hay que tener en
    cuenta cuando se explora el fenómeno de la violencia y sus
    consecuencias, pues no sólo hay que tener en cuenta las
    características físicas y caracterológicas
    del individuo actuante, sino los factores medioambientales
    presentes en el momento y lugar donde se desarrolla el acto (
    DSM-IV, 1994).

    Precisamente la expresión temprana de las
    conductas antisociales ha contribuido a que investigadores y
    especialistas de de varias profesiones se preocupen por atender
    esta problemática y buscar alternativas para su
    prevención y lograr que se incremente la seguridad social,
    la equidad y respecto entre los humanos (Molero, Candela &
    Cortés, 1999; Straubhaar, La Rose & Davenport; Pinel,
    2011).

    La adolescencia es considerada por muchos autores como
    un periodo evolutivo que marca adquisiciones importantes en el
    desarrollo del sujeto. Según la OPS (2004), se extiende
    entre las edades de 12 a 20 años
    aproximadamente.

    Los cambios físicos y psíquicos que se
    producen, precedidos por el deseo de autonomía, pueden
    hacer que esta etapa o bien sea un período
    problemático, o bien esté lleno de satisfacciones,
    lo cual puede estar determinado por múltiples factores,
    entre ellos: el medio en el que se desarrolla el adolescente,
    incluyendo la familia, la escuela, la comunidad y el grupo al que
    pertenezca.

    Desde el punto de vista psicológico en la
    adolescencia la actividad principal cambia, ya no la constituye
    el estudio como en el período anterior, sino la
    relación con los demás y es notable la influencia
    de sus amistades. Aparecen contradicciones entre la necesidad de
    ser independientes y las limitaciones propias que impone el
    período, la familia y la sociedad; lo cual provoca
    conflictos familiares y adultos en general. Hay una
    búsqueda y lucha constante por su identidad e
    independencia personal (Rodríguez, 2006).

    El papel del apoyo familiar sobre la adolescencia es
    decisivo para un adecuado crecimiento personal. Los adolescentes
    necesitan al igual que los niños de una vida familiar
    segura, de un entorno positivo donde poder encontrar la
    estabilidad que les conducirá hacia la
    madurez y si esto no es garantizado de una manera adecuada
    devienen pues, en hechos o conductas que pueden tener un marcado
    carácter disocial y que interrumpen el normal
    desenvolvimiento de su vida ulterior (Bravo, Pérez, 2002;
    Ares, 2005).

    Frente a un mundo tan cambiante como el que se vive, el
    adolescente, que también sufre profundos cambios, no puede
    más que expresarse de la manera tan especial como lo hace,
    buscando en su expresión, la estabilidad de su
    personalidad perdida.

    La adolescencia como etapa del desarrollo
    ontogenético implica importantes cambios en las relaciones
    sociales. Es razonable esperar que los cambios físicos y
    psicológicos que experimenta el adolescente
    repercutirán sobre las relaciones que establece en todos
    aquellos contextos en los que participa, como la familia, el
    grupo de iguales, la escuela (Domínguez, 2006).

    Las actitudes desafiantes, agresivas e indeseadas
    socialmente en los niños y adolescentes puede comenzarse a
    manifestar por ausencias escolares o el escaparse de la escuela o
    la casa, así como la violación de los derechos
    ajenos y, o la agresión física hacia otros (asalto
    o violación), son ejemplos de lo que puede llegar a
    desencadenar un inadecuado manejo de los mismos.

    Se reconoce como conducta prosocial, toda conducta
    positiva con o sin motivación altruista. Por tanto, las
    conductas prosociales incluyen las acciones que se fomentan sobre
    la base de valores que contribuyen al desarrollo y bienestar
    personal y grupal (González, Casullo, Martorell,
    1998).

    La antítesis de la conducta prosocial o conducta
    positiva es lo que se conoce como conducta antisocial. El
    término conducta antisocial se utiliza para designar una
    acción contra los demás. Esto incluye acciones
    agresivas, hurtos, ausentismo escolar, fugas, mentiras, etc. Se
    ha visto una relación directa entre este tipo de conducta
    y la delincuencia. (Kazdin y Buela-Casal ,1994).

    El desarrollo y estimulación de la conducta
    prosocial en niños y adolescentes adquiere una importancia
    extraordinaria en el ámbito escolar, precisamente por el
    encargo social de la institución escolar, desde las
    primeras etapas de la vida bien como han planteado algunos
    investigadores en los centros académicos las personas
    pasan una parte considerable del tiempo estableciendo relaciones
    con miembros externos a la familia lo que en la
    adolescencia, puede resultar muy significativo. Por ello, los
    centros escolares son considerados un importante medio de
    integración social, donde los individuos están
    expuestos a un conjunto de normas que ofrecen una serie de
    posibilidades para el desarrollo de habilidades básicas en
    el funcionamiento social. (Buela-Casal & Del Campo
    López ,2001; Twenge, Baumeister, DeWall , Ciarocco, &
    Bartels, 2007).

    La individualización y sistematicidad que
    requiere la labor formativa en esta etapa del desarrollo
    evolutivo, no siempre resultan positivas, pues en muchos casos no
    se logra desde el inicio formar una actitud adecuada,
    disciplinada y consciente en el adolescente, pues nos encontramos
    con cierta frecuencia una serie de alumnos del nivel medio
    (precisamente en estas edades), que incumplen frecuentemente con
    los parámetros que establece la disciplina, se relacionan
    con elementos de pésima conducta social, algunos se
    muestran agresivos y hostiles en los contextos escolar, familiar
    y comunitario, ocasionalmente riñen con los
    compañeros o se ausentan sin motivos de la escuela y
    presentan manifestaciones negativista desafiantes más o
    menos estables comportamiento (Villar, Luengo, Gómez,
    Romero, 2003).

    En las instituciones académicas con gran
    número de alumnos son frecuentes las manifestaciones
    conductuales inapropiadas de escolares que reaccionan
    negativamente ante las demandas educativas y reaccionan
    agresivamente ante sus coetáneos, docentes e incluso ante
    los padres. Muchos de estos menores presentan los síntomas
    del reconocido trastorno negativista desafiante o pueden estar en
    riesgo de su aparición.

    El trastorno negativista desafiante (TDN) se caracteriza
    por un patrón de conducta negativista, argumentativa y
    hostil. Los niños y niñas con este trastorno a
    menudo pierden la paciencia, discuten con los adultos y
    desafían o rechazan cualquiera de sus peticiones, pueden
    negarse a hacer las tareas y rehusarse a asumir la
    responsabilidad de sus acciones (Sue, Sue & Sue,
    2010).

    Los escolares con estas características tienen
    dificultades en la evaluación y valoración de sus
    propias cualidades, no evalúan las consecuencias de su
    actuación así como en el cumplimiento de las
    exigencias sociales y evaluación de las consecuencias de
    su conducta. Es deficiente el proceso de análisis en la
    realización de las tareas y el cumplimiento de las
    encomiendas sin tener conciencia de los pasos que van dando para
    alcanzar un resultado y con una afectación típica
    en la esfera emocional. Se han reportado por algunos estudios que
    indican insuficiencias en las estructuras prefrontales de la
    corteza encargadas del control inhibitorio,
    programación y monitoreo de los actos (Zinder, Nussbaum
    & Robins, 2006).

    En investigaciones efectuadas en los últimos
    años indican que en los menores con conductas antisociales
    también existe un potencial prosocial que puede
    estimularse y llegar a primar en ellos. En la medida que estos
    casos se detecten más temprano y se ejecuten acciones
    preventivas pueden fomentarse la prosociabilidad (Parke, Gauvain
    & Schmuckler, 2010, De La Paz, 2011; Ballester,
    2011).

    La novedad del presente trabajo radica en poder
    describir las principales diferencias en la expresión de
    la prosociabilidad en los adolescentes con trastorno negativista
    desafiantes y sus pares, aspecto que puede contribuir al
    mejoramiento de las relaciones interpersonales de estos en todos
    los contextos de socialización donde se desenvuelven,
    así como a la formación de su personalidad y
    desarrollo integral. Se pueden ofrecer generalizaciones sobre la
    conducta prosocial y antisocial, así como la
    identificación de factores que han influido en la actual
    expresión del trastorno negativista desafiante.

    En el plano práctico este estudio puede aportar
    elementos para la identificación de los adolescentes con
    trastorno negativista desafiante y para el establecimiento de
    estrategias de intervención con ellos, para la
    prevención de su aparición y para el desarrollo de
    futuras investigaciones en este campo.

    En la institución académica donde se
    efectúa la presente investigación existe
    preocupación por parte de la dirección, los
    docentes y las psicólogas de la escuela, por ofrecer una
    atención psicopedagógica diferenciada a algunos
    estudiantes que tienen dificultades en relaciones interpersonales
    con los docente y sus coetáneos, lo cual conlleva a
    incumplir con el reglamento escolar y trae consigo afectaciones
    en el aprovechamiento académico que alcanzan estos
    estudiantes en las diferentes asignaturas. Además estas
    conductas no deseables afectan el desarrollo del proceso docente
    educativo de la escuela. Interesado por esta situación se
    plantea el siguiente problema:

    ¿Se diferencia la expresión de las
    características de la prosociabilidad entre los
    adolescentes identificados como portadores de trastorno
    negativista desafiante y sus pares escolares sin este
    antecedente?

    Los objetivos de la investigación son los
    siguientes:

    Objetivo
    general:

    – Comparar las características de la
    prosociabilidad de adolescentes con Trastorno Negativista
    Desafiante y sus pares que no presentan dicho trastorno y reciben
    la misma influencia educativa en el I.P.I. "Lázaro
    Cárdenas del Río" de la ciudad de Santa
    Clara.

    Objetivos
    específicos:

    1. Diagnosticar las características de la
    prosociabilidad en los miembros de la muestra en
    estudio.

    2. Determinar los principales factores que han influido
    en la expresión actual de las características de la
    prosociabilidad en los grupos de adolescentes
    estudiados.

    CAPÍTULO I.

    FUNDAMENTACIÓN
    TEÓRICA

    1.1. Principales características
    de la adolescencia como etapa del desarrollo
    humano.

    Es frecuente señalar que la adolescencia
    constituye una etapa de transito que marca el final de la
    niñez y prenuncia la adultez, sin dejar de serlo
    también se puede decirse de cualquier otra etapa: el
    preescolar se prepara para ser escolar, en el escolar
    pequeño se sientan las bases esenciales para el periodo
    adolescente, el joven se prepara para la vida adulta. Para
    comprender las particularidades de esta etapa de desarrollo
    psíquico no hay que verlos en un esquema universal,
    aplicable a todo adolescente, es preciso analizarlas teniendo en
    cuenta otros factores como son la situación
    histórica de que se trata, las características de
    la situación económica y social, la
    generación a que pertenece, la familia en que crece, y se
    desarrolla, sus particularidades individuales (intereses,
    aspiraciones, preferencias, valoraciones), todo que en cierta
    medida es determinado por él, sistema de influencias
    educativas que sobre el adolescente se ejercen y condiciona lo
    que se espera de ello (Grinder, 1990).

    La creciente importancia que las organizaciones
    internacionales otorgan a los problemas relacionados con
    adolescentes y jóvenes está justificada por el
    notable incremento del abandono de la actividad escolar, el
    pandillerismo y las agresiones, las conductas homicidas,
    accidentes, las adicciones, las enfermedades de trasmisión
    sexual, el embarazo en la adolescencia, el suicidios que aparecen
    en esta etapa de la vida. Debe considerarse también que en
    la actualidad se acepta que de cada cuatro personas que habitan
    nuestro planeta, más de una se encuentre entre los 10 y 24
    años de edad. (0MS, 2004). La actual generación de
    jóvenes es la mayor registrada en la historia humana. Casi
    la mitad de la población mundial más de 3.000
    millones de personas-tienen menos de 25 años. De esos
    jóvenes, un 85% vive en países en desarrollo.
    Muchos de ellos están llegando a la adultez sumidos en la
    pobreza y enfrentando el peligro del VIH y el SIDA. Casi un 45%
    de todos los jóvenes 515 millones sobreviven con menos de
    dos dólares diarios.

    El termino adolescencia proviene del latín
    "adolecere" que significa crecer. El crecimiento y desarrollo del
    individuo constituye un todo armónico, que abarca aspectos
    físicos, el oleaje tanto hormonal como psicológicos
    y sociales. Estos cambios son rápidos y profundos,
    comparables únicamente con los que ocurren en el primer
    año de vida, propiciando una sensación de asombro y
    desconcierto, donde se dan la mayor cantidad de fluctuaciones de
    emociones con gran frecuencia. Esas cosas que parecían ser
    correctas anteriormente, parecen estar mal ahora y las cosas que
    parecían estar equivocadas antes, ahora son correctas en
    su opinión. Estas fluctuaciones frecuentes en el estado de
    ánimo, llevan a estado donde no es posible tener un
    control y se dejan llevar por las emociones. La excitación
    y la tensión nerviosa generalizadas que acompañan a
    la emocionabilidad, con frecuencia se extienden a situaciones que
    no tienen relación con su fuente de origen y afectan
    intensamente la conducta del individuo en algunas
    situaciones.

    El uso y los significados de los términos
    "jóvenes", "juventud", y "adolescentes" varían en
    diferentes sociedades del mundo, en función del contexto
    político, económico y sociocultural. La
    delimitación de la adolescencia como una importante etapa
    del ciclo vital ha pasado a ser un elemento importante en la
    periodización del desarrollo en los últimos
    años. Tanto en el ámbito educativo, sanitario,
    jurídico y social; esta especificación tiene
    connotación. Las Naciones Unidas utilizan las siguientes
    definiciones: Adolescentes: 10 a 19 años de edad
    (adolescencia temprana, 10 a 14 años, y adolescencia
    tardía, 15 a 19 años), Juventud: 15 a
    24 años de edad, Jóvenes: 10 a 24 años
    de edad.

    Esta edad ha sido descrita por muchos autores con
    generalizaciones deslumbrantes, o al contrario, la califican como
    una etapa de amenazas y peligros, otros la califican,
    especialmente en la actualidad, como una etapa especial de la
    vida, no necesariamente como una edad de conflictos y crisis. Tal
    es la posición de autores como Bankris; Donval (1991);
    Ramos (1995) y Rodríguez (1997), quienes enfatizan en la
    necesidad de priorizar la atención psicológica y
    social de los adolescentes.

    Erickson (1963), consideró la adolescencia como
    la etapa más crítica del ciclo vital, afirmaba que
    el individuo tendría que construir su personalidad durante
    la adolescencia. Segundo este autor, en esta etapa, los
    adolescentes indagan quiénes son y buscan su espacio en el
    mundo, dándose la llamada "identidad frente a
    confusión de roles"; a decir del autor, los adolescentes
    se enfrentan con muchos papeles y posiciones adultas nuevas y, si
    no exploran adecuadamente sus identidades, se produce una
    sensación de confusión acerca de quiénes
    son, la cual se expresa, mediante el retraimiento, aislamiento
    social relativo a compañeros y familiares, o en su
    pérdida en la multitud, lo cual por esencia constituye un
    alto riesgo si partimos de que el riesgo es la susceptibilidad
    individual en términos probabilístico.

    Otros autores piensan en la transformación del
    comportamiento, como una supuesta rebeldía, un cierto
    aislamiento, un apego exagerado al grupo, modificaciones en las
    formas de vestirse, así como en algunos la presencia de
    episodios depresivos, tristezas o euforia. El periodo de la
    adolescencia es marcado por diversos factores
    psicológicos, sociales y biológicos, más sin
    duda lo más significativo es la toma de consciencia de un
    nuevo espacio en el mundo, la entrada en una nueva realidad que
    produce confusión de conceptos y pérdida de ciertas
    referencias (Papalia, Wendko, 1997).

    Las muchachas llegan con más rapidez al proceso
    de cambio que los varones. No todo los niños experimentan
    los cambios pubertades a la misma edad, unos niños maduran
    temprano, otros tardíamente y otro subgrupo a
    una edad promedio. Los adolescentes no constituyen por tanto una
    población homogénea. (Palacio 1999)

    Petrovsky (1985) plantea que el adolescente necesita de
    confianza e independencia, aunque su vida real sea de
    dependencia, formula a sus padres nuevas exigencias sociales,
    económicas y afectivas que muchas veces son razonables y
    aceptadas por los adultos.

    Para Vigotsky la edad de la adolescencia se caracteriza
    por manifestaciones psicológicas debido a las cuales ha
    recibido el nombre "difícil" y "critica", "transitoria".
    Los adolescentes se vuelven caprichosos, ya no los conforman los
    valores, las tareas y las aspiraciones que constituían el
    sentido de su actividad en la niñez, su actitud ante estos
    valores es nihilista, muchas formaciones psicológicas que
    eran vitalmente importantes para el escolar de menor edad
    desaparecen, el deseo de estudiar, de comportarse de forma
    disciplinada, etc. Realizan acciones "inexplicables", con
    frecuencia tienen un comportamiento inadecuado, a veces pierden
    momentáneamente el equilibrio psíquico por ser
    incapaces de encontrar su lugar en las nuevas condiciones. La
    adolescencia aparece como un fenómeno marcado por la
    cultura y por la historia.

    Piaget (1969) plantea que en esta etapa tiene lugar un
    egocentrismo intelectual, que se manifiesta a través de la
    reflexión todopoderosa, de la sobrevaloración del
    poder de su pensamiento; y que transita hacia la
    descentración, en la medida en que la interacción
    con los otros, le permite comprender la fragilidad de sus
    ideas.

    Adquiere también particularidades importantes el
    desarrollo moral, pues, a decir de Bozhovich (1989), en primer
    lugar en este período ocupan el centro de atención
    las cuestiones vinculadas con las reglas y las normas de conducta
    social y con las relaciones interpersonales y, en segundo,
    comienzan a formarse puntos de vista, juicios y opiniones morales
    relativamente estables e independientes de las opiniones
    externas.

    Los adolescentes se encuentran en un mundo de elegir lo
    que se deslumbra ante sus ojos, son libres para preferir entre
    las más variadas religiones, diversos códigos
    morales y prácticas diversas; como alumnos, ellos tienen
    una tendencia a la cooperación con los profesores y sus
    iguales. Sus mentes están abiertas a recibir
    conocimientos, adquirir aptitudes y absorber valores. Ellos
    enfrentan a numerosos riesgos de salud en su paso a la edad
    adulta, muchos de los cuales afectan su longevidad y calidad de
    vida. Diversas conductas de los adolescentes como el tabaquismo,
    el alcohol, el comer en exceso y la conducta sexual, la mayor
    incidencia de jóvenes obesos y con exceso de peso en la
    actualidad, así como los altos índices de lesiones
    entre los jóvenes, especialmente por accidentes de
    tráfico, tienen implicaciones a largo plazo
    para su salud. Todas estas actividades conllevan cierto riesgo,
    la atracción al riesgo es algo que se considera
    característico de los adolescentes, suelen desconocer las
    consecuencias de sus acciones, por lo que se exponen a serios
    problemas de salud.

    Varios países africanos y asiáticos han
    establecido recientemente la educación primaria gratuita u
    obligatoria, con lo que se está sacando a los niños
    de la población activa para ponerlos en la escuela, y se
    impulsa la inscripción escolar entre las niñas. La
    investigación de Rojas, (2000) ilustra que los
    adolescentes son los continuadores de los valores e ideales de la
    revolución cubana, podemos afirmar que en cualquier
    sociedad los jóvenes deben preservar los valores
    culturales y humanos, tal como acontece en Cuba, el futuro y la
    permanencia de la ideología, la cultura, el deporte y las
    diferentes esferas de actuación están en las manos
    de los jóvenes, los adultos deberán encaminar
    esfuerzos para fomentar su autovaloración y autoestima,
    para la defesa de los ideales presentes y futuros. En el caso
    específico de la República de Angola deben
    encaminarse esfuerzos para atender a los problemas relacionados
    con la conducta impulsiva de los adolescentes, y primar por una
    educación adecuada a la prosociabilidad para la
    armonía de toda la sociedad.

    Desde el punto de vista psicológico en la
    adolescencia la actividad principal cambia, ya no lo constituye
    el estudio, sino la relación con los demás, las
    amistades, las relaciones con sus pares. Si bien el estudio sigue
    ocupando un lugar importante en la vida de estos menores, la
    influencia de sus coetáneos es superior a la de los padres
    y docentes. Aparecen contradicciones entre la necesidad de ser
    independientes y las limitaciones propias que imponen en este
    período, la familia y la sociedad; lo cual provoca
    conflictos con familiares y adultos en general. Hay una
    búsqueda y lucha constante por su identidad e
    independencia personal (Rodríguez, 2006).

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