La actitud natural y la actitud filosófica –
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La actitud natural y la actitud
filosófica
En el presente ensayo me propongo reflexionar sobre la
actitud natural o prefilosófica y la actitud reflexiva o
filosófica, destacando la importancia de superar la
primera por la segunda, con el propósito de aprender
desarrollar el espíritu crítico, a pensar por
sí mismo, a aprender a filosofar, para distinguir entre
aparente y lo real.
Hay dos maneras de saber cómo es el mundo:
mediante la observación de nuestros sentidos (actitud
natural o prefilosófica) y a través de la
razón (actitud reflexiva o filosófica). La actitud
natural nos dice: el mundo es tal y como lo vemos, mientras que
la actitud filosófica nos dice el mundo no es como parece
ser. El individuo que tiene una conciencia o actitud natural
(ingenua, objetivista y dogmática) no pregunta ni se
pregunta. Perdido en su mundo cotidiano, concibe el mundo como
existiendo, sin atreverse a cuestionar, sin problematizar la
realidad. Como sólo se interesa por el mundo de los
objetos, termina alejándose de sí mismo, con la
concomitante alienación que lo convierte en un objeto
dentro de los objetos. La actitud natural del individuo es tan
ingenua y espontánea que éste asume la postura de
suponer que lo que existe son las cosas que encuentra en su
entorno, y que es capaz de percibirlas y obtener una idea de lo
que son éstas. La aparente realidad y la existencia de las
cosas en el mundo, en el mundo de la experiencia externa al
pensamiento, no es problemática para la actitud ingenua y
espontánea. Él vive sólo en el plano del
saber meramente aparencial, "que se queda en el parecer de la
opinión y responde al puro aparecer de las
cosas"[1], desconociendo que hay otro plano del
saber, que es auténticamente real y responde a lo que son
las cosas en realidad. "El filosofar implica una gran necesidad
de estar en la realidad y una gran necesidad de saber cómo
es esa realidad, más allá de sus apariencias
puramente empíricas. Quien no tiene esas dos condiciones,
no es apto para filosofar. Hace falta también un talento
especial: muchos de los ataques a la filosofía nacen de la
contradicción entre quienes necesitan algo así como
filosofar y, sin embargo, son incapaces de hacerlo, pues no
pueden dominar sus requisitos técnicos. La
filosofía no les dice nada, sobre todo en sus apartados
más técnicos, no porque la filosofía no diga
nada, sino porque ellos son incapaces de escucharla. Por eso
acuden, en el mejor de los casos, a aspectos filosóficos
que están más de moda o que son más
asequibles para el público"[2].
En la actitud natural la relación sujeto y objeto
no es problemática, el ser de las cosas no resulta
problemático; se acepta sin cuestionamiento, y esto
permite que los objetos predominen sobre el sujeto, que,
moviéndose en la tendencia objetivista, se olvida de
sí mismo. El sujeto se resigna pasivamente a aceptar
tradiciones, costumbres, convenciones, supuestos, creencias y
supersticiones, porque así lo han querido los
demás, porque eso han hecho sus antecesores. En esta
actitud el individuo se pierde en lo cotidiano, en lo dado, en lo
instalado, en la inautenticidad y se aliena profundamente. "Se
considera incontrovertible que lo auténtico, lo que
confiere al hombre identidad personal, mismidad e interioridad y
lo redime de la alienación es obrar con apertura, de modo
espontáneo y autónomo, ateniéndose a
criterios propios, elaborados en la propia intimidad frente a
toda proposición o imposición que venga de fuera
por vía de encauzamiento normativo, o de
vinculación a formas heredadas de la tradición,
vista como algo distante, externo y extraño al hombre
actual"[3].
En la actitud natural o prefilosófica el hombre
carece de la dimensión en que es posible el preguntar
filosófico, el preguntar por el ser de las apariencias.
"Esta actitud está sustentada por una fe ingenua en la
existencia del mundo, la que nunca se quebranta en el existir
cotidiano… El hombre, empero, vive primariamente en la
actitud natural, en la cual se deja guiar por opiniones recibidas
desde afuera sobre lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo
útil y lo inútil. Aquí el sujeto es
enteramente pasivo; no hace más que tomar ciegamente lo
que se le ofrece como válido. Por esto carece de claridad
sobre los motivos de su obrar, pues no lo inquietan. El hombre de
la actitud natural vive, por decirlo así, en la
irreflexión… En ésta existe el hombre seguro
del mundo circundante, guiado ciegamente por la fe, impasible
frente a los enigmas que lo rodean… En la actitud natural
prefilosófica el hombre está en relación con
las cosas mediante la experiencia natural, percibiéndolas,
deseándolas, modificándolas, valorándolas,
imaginándoselas, etc. Lo experimentado en esta experiencia
son las cosas y el mundo circundante… En ella vive el
hombre dirigido hacia las cosas de su contorno y las toma como
aparecen. Sus cambios constantes, los errores y las ilusiones en
el comercio con ellas lo tienen sin cuidado. Es prisionero de un
mundo de apariencias, en el cual está instalado
cómodamente sin preocuparse nunca por hacer un esfuerzo de
liberación, es decir, sin tomar en sí la dura faena
del preguntar filosófico por las apariencias, el cual lo
sacaría de su papel de espectador de un espectáculo
fantasmagórico… En la actitud natural el yo
está olvidado. Las cosas son lo real, lo existente. La
actitud natural es precisamente una fe ciega en la realidad de
las cosas… La actitud natural se caracteriza por la
ingenuidad. En ella estamos en relación con las cosas
representando, juzgando, queriendo y sintiendo, y lo
representado, juzgado, querido o sentido se pone ingenuamente
como existiendo. Pero esta ingenuidad entra en crisis cuando se
constata que continuamente somos víctimas de
engaños, ilusiones, alucinaciones, en fin, que el mundo de
la actitud natural está en un flujo
incesante"[4]. En este tipo de actitud el
individuo es dado a la creencia ilusoria en la existencia de las
cosas, viviendo en una especie de fe ontológica, confiando
en el mundo como el fundamento de lo existente. En la actitud
natural lo que se da como verdadero no es más que mera
ilusión, apariencia. En esta actitud poseemos
sabiduría convencional. "Todos tenemos una gran
provisión de información que "todo el mundo sabe" y
que aplicamos a nuevas situaciones y problemas.
Desafortunadamente, el hecho de que todo el mundo lo sepa no lo
hace correcto. La sabiduría convencional es muchas veces
demasiado convencional: normalmente refleja la forma más
simple de ver las cosas. A veces podemos tener que salir de las
convenciones para encontrar nuevas
soluciones"[5].
La actitud natural no suscita en el hombre inquietudes,
problemas, cuestionamientos, crítica ni disensos, y carece
de claridad conceptual; se puede decir que no es un ser
"problemático". En aras de esa "claridad conceptual", es
necesario aclarar conceptos. Las personas que viven en la actitud
natural entienden que un individuo problemático es un ser
conflictivo. Una cosa es un problema y otra bien distinta un
conflicto; por tanto, problemático no es igual a
conflictivo. ¿Qué quiere decir
"problemático"? Para las siguientes definiciones
acudiré al Diccionario de la Real Academia
Española. En su primera acepción es un
adjetivo, y significa "que presenta dificultades o que
causa problemas". En su segunda definición es un
"conjunto de problemas pertenecientes a una ciencia o
actividad determinadas". Un problema es una
"cuestión que se trata de aclarar". Conflicto, de
donde proviene conflictivo, es un término
multívoco, polisémico. Desde la perspectiva
gramatical es: "Combate, lucha, pelea. Enfrentamiento armado.
Apuro, situación desgraciada y de difícil
salida". En el ámbito sicológico significa:
"Coexistencia de tendencias contradictorias en el individuo,
capaces de generar angustia y trastornos neuróticos".
Como se aprecia, "conflicto" no es sinónimo de "problema".
Ahora, ¿qué es "conflictivo"? "Que origina
conflicto. Perteneciente o relativo al conflicto. Dicho de un
tiempo, de una situación, de una circunstancia, etc.: En
que hay conflicto". ¿Conclusión?
"Problemático" no es igual a "conflictivo".
¡Ojalá todas las personas fueran
problemáticas, mas no conflictivas! El hombre
problemático cuestiona, interroga, refuta, analiza,
discute, disiente, pregunta, valora, emite juicios fundados,
acude al diálogo argumentado y consensuado, busca la
verdad y tiene claridad conceptual.
El individuo que deambula perdido en el confuso y
aparente universo de la actitud natural acepta que lo que percibe
coincide con la realidad, como una verdad incuestionable. Por
ejemplo, cuando escucha la frase: "El cielo es azul", da
por sentado que esa es una verdad, porque así lo percibe
con el sentido de la vista y lo procesa en su entendimiento. Pero
¿es "verdad" o cierto que "El cielo es azul"? En
apariencia, sí. ¡Cuidado! Las cosas no son lo que
parecen ni parecen lo que son. Analicemos esta frase. Está
compuesta de un artículo o determinante ("el"),
un sustantivo ("cielo"), una cópula ("es, que
también es un verbo en tercera persona) y un adjetivo
("azul"). Gramaticalmente, "Cielo" es un
sustantivo común, concreto, individual, contable y simple,
que se define como: "Esfera aparente azul y diáfana
que rodea la Tierra". Según su forma gramatical, es
un sustantivo de género masculino y número
singular. En su forma léxica es un sustantivo
homógrafo. El adjetivo "azul" quiere decir:
"Del color del cielo sin nubes. Es el quinto color del
espectro solar". Sintácticamente, es una
oración simple, bimembre, enunciativa, copulativa y
atributiva. "El cielo" es el sujeto gramatical, y
"es azul" es el predicado nominal. "Cielo" es
el núcleo del sujeto, y "azul" es el
núcleo del predicado.
La expresión, oración o frase "El
cielo es azul" es un juicio. ¿Qué es un
juicio? Gramaticalmente, juicio (que es una palabra
multívoca, polisémica) es una
"proposición, opinión, parecer o
dictamen". Desde el punto de vista lógico, es un acto
del pensamiento que afirma o niega algo de algo.
Ontológicamente, es un juicio de hecho, por cuanto anuncia
el ser; lógicamente, es un juicio apodíctico,
debido a que no admite contradicción. "Juicio
apodíctico es aquél en el cual la cópula
expresa la unión necesaria, la relación
única, sin alternativa ninguna, que cabe entre los
términos"[6]. "El cielo es azul"
es un juicio tautológico, toda vez que el predicado
("es azul") es una parte necesaria del sujeto ("el
cielo"). Tautológico procede de tautología,
que es "repetición de un mismo pensamiento expresado de
distintas maneras". Es tautológico porque en el concepto
de "cielo" está implícito el predicado "es azul",
si nos atenemos a la definición: "Esfera aparente
azul…".
Ahora, la frase "El cielo es azul",
¿será verdadera o falsa? Lógicamente,
sería una verdad, porque, aparentemente, el pensamiento
concuerda con la cosa. Como se sabe, la verdad lógica
implica la correspondencia entre aquello que uno piensa y aquello
que uno dice. La verdad lógica está en el
pensamiento, el yo, el intelecto, la inteligencia, el
entendimiento, discurso, el lenguaje o la idea, y no en el ser,
la cosa, la realidad, el fenómeno o el objeto. La verdad
lógica se da a nivel del juicio. Pero si nos sumergimos en
la profundidad, esta aparente verdad estaría en duda.
¿Por qué? Porque la definición de cielo
afirma que es una "esfera aparente azul". Pero,
¿el cielo es una esfera? La esfera (otro término
multívoco, polisémico, se define, desde la
perspectiva geométrica (que es lo que aquí nos
interesa), como un "sólido terminado por una
superficie curva cuyos puntos equidistan todos de otro interior
llamado centro" o como la "superficie de este
sólido". El cielo no es, tal como aparece a nuestros
sentidos y a nuestro entendimiento, ni un
"sólido" ni una "superficie". Entonces,
en realidad, ¿qué es o qué sería?
Aquí es donde la frase "El cielo es azul" se
torna problemática. El "cielo" es un concepto más
de la irracionalidad religiosa que de la racionalidad
física. En términos religiosos, el cielo
sería "la morada y el trono de Dios, de sus
ángeles y bien aventurados"[7]. Dios,
ángeles y bienaventurados, ¿no son, acaso, entes
metafísicos? Si son seres o entes metafísicos, no
pueden ser entes o seres físicos, porque se estaría
violando el principio de identidad, que dice que una cosa no
puede ser y no ser al mismo tiempo. En consecuencia, el "cielo",
como "objeto" o "cosa" subjetiva, es posible; pero como "objeto"
o "cosa" objetiva, no lo sería, a juzgar por lo que se
acaba de analizar. ¿Acaso no ha dicho la ciencia que eso
que las convenciones llaman "bóveda celeste" no es
más que el espacio exterior a la tierra, el espacio
sideral…? Y la frase "El cielo es azul" se torna
aún más problemática si tenemos en cuenta
que los colores no existen; y al no existir éstos, el
color "azul" no existiría.
Los colores de las cosas dependen de la luz con que
estén iluminadas y de la refracción y
absorción de las diversas frecuencias de la luz. La luz
del sol llega a nosotros en muchos "colores": violeta, azul,
amarillo, verde, anaranjado, rojo, que corresponden a luces de
diferentes longitudes de onda. Las luces violeta y azul tienen
las longitudes de onda más cortas; la anaranjada y roja,
las más largas. Lo que percibimos como "colores" es la
manera en que nuestros ojos y nuestro cerebro leen estas
longitudes de onda de la luz. Un vestido negro absorbe todas las
frecuencias de la luz, mientras que una camisa roja absorbe todas
las radiaciones, menos la roja que refleja.
El color que damos a las cosas es consecuencia de una
combinación de la luz o la vibración de un cuerpo;
el contexto donde se encuentra y la interacción entre su
propia luz y la luz de su entorno; y la sensibilidad de la retina
del ojo que lo mira. El color es un efecto de la luz, y es sabido
que no existe ningún color en la luz. Los colores son
producto de nuestras convenciones. Nuestra visión de los
colores es consecuencia de un efecto óptico, casi
podríamos decir de una ilusión… "La primera
cuestión a recordar es que el color realmente no existe…
al menos no en sentido literal. Las manzanas y los coches de
bomberos no son rojos, el cielo y el mar no son azules y ninguna
persona es objetivamente "negra" o "blanca". Lo que existe es
luz. La luz es lo real. Se puede medir, tener y contar (de cierta
manera). Pero el color no es luz.
El color es completamente fabricado por nuestro
cerebro… Así que todos vemos el mundo de una forma
distinta. De hecho, no tenemos otra opción, dado que
nuestras experiencias son diferentes. Pero ninguno lo ve como es.
En ese sentido, todos vivimos engañados: lo que cada uno
de nosotros ve es un significado derivado de nuestras historias
individuales y compartidas"[8]. Un experto en
"colores", el pintor suizo Max Hunziger, señala que un
cristal azul parece azul cuando la luz brilla a través de
él, porque absorbe todos los otros colores y no los deja
pasar. "Es decir, llamamos "azul" al cristal precisamente porque
no retiene las ondas azules. No se le nombra por lo que posee,
sino por lo que ofrece"[9]. Así las cosas,
si el sustantivo "cielo" y el adjetivo "azul" están
cuestionados, si se pone en duda su existencia real, ¿la
frase "El cielo es azul" concuerda con el
fenómeno que describe y afirma, o en otras palabras: el
enunciado, la frase o el juicio coincide con la llamada
"realidad"? Pero el problema se complica muchísimo
más si tratamos de definir ¿qué es la
"realidad"? Como se afirmó antes, ¿las cosas no son
lo que parecen ni parecen lo que son?
La actitud natural, ingenua, espontánea,
acrítica, no es el terreno fértil para el
filosofar, debido a que en ella no germinan la inquietud
reflexiva, filosófica, que se encuentra
problemática la relación del sujeto con el objeto,
y se acepta la realidad sin objeción crítica. En
esta actitud las cosas o la realidad son exactamente a como se
perciben. "Si el sentido común nos indica que todo lo que
nos rodea es real, la filosofía comienza en el momento en
que vuelve posible cuestionar esa idea. Hacer filosofía
implica una actitud desconfianza frente a lo obvio. Y no hay nada
más obvio lo que nos presenta como "real"… Aunque
todo lo que nos rodea parezca que es lo que es, también es
posible pensarlo de otro modo. Pensar las cosas, no en su
referencia a la realidad, sino en relación con otras
cosas: como una red de significados que se relacionan entre
sí. Normalmente… no nos estamos cuestionando
qué hay detrás de todo lo que nos rodea o
qué es esto en lo que estamos metidos. Y quizás sea
porque si llevásemos la pregunta por la realidad hasta su
extremo, seguramente no nos sentiríamos muy
cómodos… La realidad parece ser algo simple y poco
problemática, sin embargo la filosofía considera
que todo es cuestionable, o por lo menos que todo puede ser
abordado desde diferentes perspectivas… Lo que se plantea,
entonces, es si existe algo real en sí mismo o, bien, el
hombre está limitado a acceder a las cosas siempre de modo
parcial. Dicho de otro modo, lo que se plantea es que si, en el
fondo, lo que el hombre hace no es más que interpretar lo
real, situado siempre en una u otra perspectiva. Todo acceso a lo
real, por ser un mero acceso, un camino posible, puede ser
cuestionado; es un acceso, no es lo real, y si se trata de un
acceso es porque puede haber otros, ¿por qué le
daríamos más crédito a un punto de vista en
vez de otro?"[10]. Las personas que se dejan
llevar por la visión realista del sentido común dan
por supuesto que los objetos físicos que captamos son tal
y como los percibimos y que existen y existirán aunque
nadie los perciba.
Únicamente cuando el individuo es movido por el
asombro, la curiosidad y la reflexión se interesa por la
totalidad; porque, cuando ésta no lo mueve, podrá
ser científico o cultivar otra actividad intelectual, pero
nunca ser un pensador, ser un filósofo. "Por eso el
filosofar se distingue desde su raíz de toda otra
actividad intelectual, y si es verdad que la realidad exterior
sirve de estímulo al asombro y curiosidad del hombre, a
éste le es dable solamente dentro de sí, por la
meditación reflexiva, hallar la solución de los
problemas universales que se ha
planteado…"[11].
Solamente cuando se pasa de la actitud natural a la
actitud crítica y reflexiva, el sujeto percibe el mundo
como problema, fuente de múltiples interrogantes profundos
que demandan respuestas para la comprensión del mundo
problemático. La claridad radica en lo profundo. "En la
actitud natural el hombre está en relación con las
cosas, en tal forma que se encuentra perdido entre ellas. La
superación de este estado mediante la actitud
filosófica se logra en la trascendencia. En ella se
trascienden las cosas y el hombre mismo como una cosa entre
cosas"[12]. En la actitud reflexiva se detiene la
marcha ingenua y espontánea del pensamiento para lanzarse
sobre las cosas, captarlas, definirlas y volver el pensamiento
sobre el sujeto mismo. De esta manera el mundo de las cosas, la
realidad exterior, se torna problemática, es decir,
filosófica. "El hombre aspira a saber y no se da por
satisfecho con el saber natural, sino que se siente acosado por
preguntas que lo impulsan hacia un saber fundado y del cual pueda
hacerse responsable"[13]. En la conciencia natural
el sujeto no es consciente de sus actos y, conforme a su
voluntad, movilizada por la libertad, elige quedarse allí
enajenado, o pasar al camino filosófico, a través
de la reflexión. Es imperativo, por tanto, el filosofar
como una manera de superar la actitud natural del individuo. El
punto de partida no es la actitud cotidiana natural, la
cotidianidad natural, "sino la existencia humana colocada en la
situación histórica del hombre griego embarcado en
la aventura filosófica"[14].
La actitud reflexiva, crítica, filosófica,
surge de la admiración; se opone a la actitud natural o
espontánea en que esta no se cuestiona la vida y la
desarrolla respondiendo tan solo a la urgencia de supervivencia;
se opone a la actitud dogmática, aquella que admite
ciertas verdades como principios inamovibles y no sujetos a
discusión; rechaza el sometimiento y el fanatismo; invita
a utilizar como guía la propia razón, para ser
ciudadanos libres y autónomos. "Es "vivir despierto", "en
alerta", "aguijoneado", no habituado al mundo, sino en un
constante inconformismo. Plantea interrogantes radicales y
últimos. Radicales, pues están en la raíz de
la realidad y de la existencia humana; últimos, pues
más allá no se puede preguntar. Busca el sentido de
la existencia y desborda lo pragmático (es desinteresada).
Es un modo de "humanizarse", porque con ella realizamos lo que
nos vuelve más radicalmente humanos: pensar, desvelar la
verdad, descubrirla. Se expresa adecuadamente en el
"audesapere", una invitación para utilizar la
razón para huir de la ignorancia (minoría de edad)
y tomar como guía el uso de la propia razón, para
ser libre y evitar el sometimiento y los
dogmatismos"[15]. Un sujeto abandona su actitud
natural cuando se atreve a pensar. La actitud reflexiva se pone
en movimiento cuando el individuo expresa su afán de saber
y comprender, de pensar las cosas en su conjunto, desde la
totalidad. Ese deseo de saber y comprender lo instan a la
aprehensión de la realidad como un todo y a considerar las
cosas desde un modo de reflexión totalitario y universal:
"todo lo cual no puede explicarse sino en virtud de las causas
primeras dentro del orden natural[16]
El filosofar se desenvuelve en la actitud reflexiva,
especulativa, problemática, crítica,
filosófica. En ella es posible la disposición
problemática, la disposición teorética y la
voluntad de abstracción, que son las actividades
necesarias para filosofar. En la actitud problemática, el
individuo problematiza todo aquello que despierta su asombro y su
curiosidad; "la conciencia problemática se pone en marcha
ante su extrañeza, ante el contraste entre lo conocido y
lo desconocido"[17]. Surge la pregunta del
cómo y del por qué. En la actividad
teorética, el hombre "se propone responder a sus preguntas
iniciales, para lo cual contempla el desfile de sus datos
(teoría), y se traza un camino (método), a fin de
organizar dichos datos y dar satisfacción a su afán
de saber total[18]Así, esta actividad o
disposición teorética sistematiza las ideas a
través de la contemplación y organización de
esos datos. Cuando la mente pensante examina las cosas asume una
actitud crítica, y cuando los sistematiza se da la
actividad especulativa. La filosofía es un saber de
fundamentación, hecha del pensar de toda la humanidad
sobre sus mayores y más acuciantes preguntas, y de las
respuestas que los mayores pensadores intentaron encontrar. "De
ahí surge, en el contenido mismo y en el código de
la filosofía, su paradójica vulnerabilidad y
consistencia, su abstracción y su utilidad para el pensar
y el ser en la vida"[19]. Mediante la voluntad de
abstracción, el sujeto establece la unidad por medio de
una visión sinóptica de los datos. "Pensar es salir
del abismo central de la existencia, zona donde la objetividad
desaparece en beneficio de una red donde los seres humanos
aparecen como puntos que tensionan o distienden el entramado,
haciendo el espacio polivalente, siendo posible ver al hombre y
la cultura desde múltiples perspectivas, focos de
centralización e irradiación en constante
interjuego que, conservando su singularidad, no intentarán
con violencia imponer a los otros su
modelo"[20].
Autor:
Luis Angel Rios Perea
2012
[1] ANÓNIMO. Filosofía,
¿para qué? http://www.uca.edu.sv
[2] Ibídem.
[3] LOPEZ QUINTAS, Alfonso.
Manipulación del hombre a través del lenguaje.
http://www.riial.org.
[4] CRUZ VÉLEZ, Danilo.
Filosofía sin supuestos.Sudamericana, Buenos Aires,
1970, págs. 30, 39, 71, 240, 253 y 284.
[5] RABINOWITZ, Phil.Pensar
críticamente. Caja de herramientas.
http://ctb.ku.edu/es.
[6] DICCIONARIO ENCICLOPEDICO
HIPANO-AMERICANO. Montaner y Simón Editores, Barcelona,
1887.http://www.filosofia.org
[7] DICCIONARIO DE LAS RELIOGIONES. Alianza
ediciones del Prado, Madrid, 1994.
[8] BBC mundo. Los colores no existen.
http://www.bbc.co.uk.
[9] Citado por ROMM, Erich. En ser y tener.
www.ucm.es
[10] SZTAJNSZRAJBER, Darío. La
filosofía.
www.xn--pens-8na.com/2012/05/mentira-la-verdad.html
[11] GARCIA TUDURI, Mercedes y Rosaura.
Introducción a la filosofía. Minerva brooks, La
Habana, 1973, p. 16.
[12] CRUZ VÉLEZ, Danilo. Ob. Cit. P.
251.
[13] Ibídem. P. 77
[14] Ibídem. P. 30.
[15]
http://www.hhcarmelitas.com/temas/filo1bach/2filosofiaactitiudcritica.
La filosofía, actitud crítica.
[16] GARCIA TUDURI, Mercedes y Rosaura. Ob.
Cit. P. 32
[17] Ibídem. P. 20.
[18] Ibídem.
[19] CIPRIAN PAJUELO, Alfonso.
Didáctica de la filosofía. Revista digital
Ciencia y Pedagogía No. 46.
http://www.enfoqueseducativos.es
[20] RESTREPO RAMIREZ, Luis Carlos. La trampa
de la razón. Arango editores, Bogotá, 1995, p.
126.