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Analisis Literario de la novela "La Muerte de Artemio Cruz" (página 2)




Enviado por Salvador Román



Partes: 1, 2

 Recuerda algunos días de la
revolución, (1913: Diciembre 4), cuando Cruz se
encontraba con los alzados en un pueblo, al lado de una mujer que
conoció, Regina. Pasan días felices en el pueblo
que está sirviendo de cuartel a los rebeldes. Sin embargo
los federales mandan una contraofensiva y Cruz sale de nuevo al
campo a combatirlos. Va a caballo con los suyos pero sus
pensamientos están en el pueblo con Regina. De pronto los
atacan. Su caballo cae abatido por las balas y él huye
pensando de nuevo en Regina. Encuentra a un soldado herido, pero
lo abandona para ver qué ha sucedido. Al rato aparece otro
de los suyos. Cruz hace ademán de huir pero el soldado lo
detiene diciéndole que los federales ya huyeron, que
llegó la caballería y los vencieron, que no se ve
bien, que regresen al cuartel. Artemio asiente pensando en Regina
y en que ahora todos sabrán de su deserción en la
batalla. Sin embargo el soldado le dice que le recibirán
como a un héroe pues él y sus hombres detuvieron
sin querer el avance de los federales y así consiguieron
que la caballería pudiera reaccionar a tiempo.

Llegan al pueblo y allí descubren que los
federales entraron por sorpresa al pueblo y aunque no pudieron
llegar al cuartel se vengaron en los barrios aledaños.
Él, en unos árboles donde han ahorcado a algunos
del pueblo, encuentra a Regina. Lo llevan a acostar para que
descanse y él recuerda sus momentos felices con Regina.
Entonces entra en la fantasía de que ella no está
muerta, sino que se fue hacia el sur, atravesó las
líneas enemigas y se fue al siguiente pueblo donde le
estaría esperando en otra habitación. Con estas
ensoñaciones monta su caballo y atravesando las
líneas de los federales siembra la muerte y la
destrucción y se dirige hacia el sur.

De nuevo, desde su lecho de muerte, Artemio Cruz maldice
a su hija y su esposa que se han quedado a su lado por el
interés, por el dinero, pero que en el fondo odian todo lo
que tienen pues todo se lo ha dado él. Al mismo tiempo
vuelve a oírse una grabación donde hablan de los
beneficios de Cruz administrando los empréstitos
norteamericanos en los ferrocarriles y como esos líderes
comunistas le quieren estropear el negocio. En la
represión policial parece que hay un muerto y Cruz ordena
a su periódico que tape la noticia y que la policía
cierre la imprenta donde los trabajadores piensan publicar la
noticia. También hablan de los negocios de la
construcción de una carretera que Cruz quiere que pase por
unas tierras que él compró, pero otro, Juan Felipe
Couto, que también tiene tierras por allí quiere lo
mismo y como planea difamarlo desde su periódico con
noticias sobre sus líos de faldas.

Artemio piensa como su mujer, su hija y su yerno Gerardo
quieren apresurar su muerte para quedarse con sus riquezas. Hacen
que venga un cura. Llega el yerno y Artemio se ríe de
él. Las mujeres dicen que está fingiendo, que no se
va a morir y que solo se está riendo de ellas una vez
más. Discuten y luego callan, mientras el cura le unta un
aceite en el cuerpo a Artemio y pronuncia su "Ego te
absolvo".

De nuevo entre sueños Cruz piensa que
vivió setenta y un años sin darse cuenta de
cómo funcionaba su cuerpo, pero hoy enfermo empieza a ser
consciente de él. Pues la sangre que recorrió
durante años una arteria con dificultad hoy ya no lo
hará más, se parará y así se
quedará estancada, pudriéndose. Entonces Catalina,
su mujer, se acercará a él para preguntarle si
necesita algo. Acariciará su frente y vendrá a
recordarle, aunque sea al final, que la soberbia es superflua y
la humildad necesaria. Sus dedos querrán calmar su dolor y
decirle tal vez lo que no le dijeron hace cuarenta y tres
años.

 Al terminar ese episodio, Cruz recuerda como su
mujer Catalina vive a su lado después de la muerte de su
padre (1924: Junio 3). Como ella se pregunta a sí
misma por qué no puede ser con su marido  igual de
noche que de día, se pregunta si él siente
realmente amor por ella. Mientras Cruz hace sus negocios con los
campesinos y los convence para que le favorezcan a él y no
a un tal Pizarro que también tiene tierras y un molino.
Les dice que ya no lleven sus cosechas al molino de
Pizarro.

Catalina sigue recordando a su padre y meditando sobre
su situación actual al lado de Artemio. Catalina recuerda
los últimos días de vida del padre, como él
mismo organizó todo y le heredó a su hija y
designó al yerno usufructuario y administrador. Los
recuerdos de Catalina se entrelazan con la historia de la
enemistad de Cruz y Pizarro. Ella se pregunta si no tiene derecho
también a ser feliz, él quiere ganarse su amor, ser
un hombre nuevo para ella, darle a entender que el tiempo duro ya
ha pasado. Él desea borrar el origen de su alianza y
hacerle entender que la había amado desde la primera vez
que la vio en el pueblo, antes de saber quién era. Pero
ella no puede olvidar como él llegó para quitarles
todo. Lo ama pero al mismo tiempo no puede perdonar. Se debate
entre olvidar y aceptar la posibilidad de una vida feliz o
mantener hasta el fin el rencor que siente. Tienen un hijo y otro
en camino.

En la presidencia municipal postulan a Cruz para
diputado federal, postulación arreglada meses antes en
Puebla y México a través de un gobierno que
reconocía sus méritos revolucionarios, el haber
abandonado el ejército para cumplir los postulados de la
reforma agraria y el haber instaurado el orden en la comarca ante
la ausencia de autoridad. Los matones de Pizarro le apuntan
cuando sube al templete pero antes de que puedan disparar los
partidarios de Cruz los matan. Finalmente discutan Cruz y su
mujer y aunque Artemio le pide que olvide, que perdone, que sabe
que lo quiere; ella se niega, le dice que no, que nunca
podrá hacerlo. Así quedan los dos sin ofrecer o
aceptar disculpas, separados definitivamente, fracasado el amor.
Cruz va entonces a ver a una muchacha india que lo había
recibido en su casa durante el primer embarazo de su mujer y la
lleva a la casa grande, diciéndole que a partir de ahora
ella vivirá allí. Catalina lo espera arriba en la
recámara arrullando al hijo.

En el lecho, otra vez, se oyen las grabaciones que
Padilla ha llevado. Teresa y Catalina están preocupadas
porque no saben si Artemio ha dejado o no testamento y
dónde se encuentra. Esto les puede acarrear muchos
problemas y tratan de sacarle esta información. Pero
él en sus pensamientos las maldice, por haberles dado todo
y no habérselo agradecido. Porque, ¿qué
hubieran sido sin él?, unas pobres
"clasemedieras", porque él les dio todo sin
pedirles nada. Hubieran preferido que él fuera un
"empleaducho", pero él fue por todas, hay que ser
de arriba o de abajo, no de en medio, sin embargo ellas siguen
teniendo la cabeza de la mediocridad. Él recuerda a Regina
que dio su vida por él y que se amaron.

Desde el lecho con el olor del incienso del cura
recuerda otros tiempos. Recordará a sus hijos, al padre
Páez, a esa mujer que amó con cuatro nombres,
Regina, Laura, Catalina, Lilia. Recordará una
conversación con el mayor Gavilán en un burdel
después de la revolución, donde los hombres
hablarán con la lengua del poder, de su futuro, de sus
planes de servir a la patria siempre que eso ayude a sus
intereses personales, que les ayude a enriquecerse y los que
vengan después de ellos que se apañen.
Rechazará la culpa de una moral que no escogió, que
se encontró ya hecha. Artemio Cruz querrá ser
inocente.

 Posteriormente, se narra el encuentro de Cruz con
un comandante de la policía (1927: Noviembre 23) y
mientras juegan a la ruleta rusa éste último lo
intenta convencer para que se ponga de su lado, es decir, del
lado del presidente entrante, que piensa fusilar a los curas, y
en contra del anterior. Una visita a la casa de citas de la
Saturno con el general Jiménez y los suyos mientras su
mujer Catalina esconde al padre Páez en el sótano
de su casa. A la mañana siguiente después de
recibir una llamada, el diputado Cruz se dirige a ofrecerle su
lealtad al nuevo presidente y allí encuentra al general
Jiménez y a otros que han ido a hacer lo mismo que
él.

Al finalizar el recuerdo, Artemio sigue desde la cama
disimulando, fingiendo que intenta recordar donde guardó
el testamento. De pronto dice que en el doble fondo de un estuche
de caoba. Ellas lo buscan en una mesa y lo encuentran, pero al
abrirlo allí no hay nada. Sigue oyendo las cintas de
Padilla donde se oyen las conversaciones en que Cruz habla con el
subsecretario y lo insta a reprimir a los huelguistas o él
y sus asociados retirarán su capital del país,
más de cien millones de dólares. Artemio delira.
Piensa en cosas de comer. Piensa en su familia. Piensa que
chinguen a su madre. Luego, su subconsciente hará
reflexiones sobre la chingada. Su masonería: la orden de
la chingada. Su ley: chinga o te chingarán.

 (1947: Septiembre 11)

A esa apología de la expresión
"Chingada" se narra unas vacaciones de Cruz con Lilia,
una amante para las vacaciones. Van desde el hotel donde se
hospedan hasta un yate. Suben en una lancha que los
llevará allí con un tal Xavier Adame. Cruz observa
a su amante comer durazno y coquetear con Adame. Sabe que van a
quedar en verse más tarde. Regresan al hotel y Lilia dice
que va a acostarse a hacer la siesta. Él espera un rato y
cuando sube a la recámara Lilia ya no está
allí.

De nuevo, en su cama, siguen los problemas con los
ferrocarrileros y sus mujeres siguen buscando el testamento. A la
ves, un recuerdo que Catalina comparte con Artemio:
"¿Lorenzo sin ti en aquella montaña?
¿Gonzalo contigo en este calabozo?" querrá hacerle
recordar esto para hacerlo sentir culpable. Pero Artemio
intentará recordar los días pasados con su hijo en
su hacienda de Veracruz antes de que el partiera para
España, intentará recordar aquellos días
felices que su madre no conoció, tal vez para borrar el
recuerdo culpable que Catalina quiere imponerle.

 Ahora vuelven los recuerdos: El capitán
Cruz va con un destacamento a interceptar alguna columna en fuga
de Francisco Villa. (1915: Octubre 22). Con sus fuerzas
leales a Carranza se interna en un cañón y los
caballos villistas les tienden una emboscada. Un indígena
yaqui, de nombre Tobías cae con su caballo y éste
le aplasta las piernas. Caen en poder del coronel villista Zagal
que los quiere llevar a la prisión de Perales. Lo montan a
él en un caballo junto con el yaqui herido y se internan
por los vericuetos de la sierra que solo son conocidos por los
villistas para llevarlos al poblado chihuahuense y de allí
a la prisión. Entran en una mina abandonada y el yaqui le
dice que en la entrada está lleno de chiflones, que ruede
del caballo y que allí no lo han de encontrar, que se
olvide de él pues tiene las piernas rotas. Así lo
hace. Desde su escondite oye los rumores de su persecución
y espera. Intenta salir, pero los villistas han clausurado la
entrada por donde él escapó con piedras. Busca el
aire que sale por otras aberturas para buscar otra salida. Por
fin sale por una abertura con la mala fortuna de que allí
le esperan los villistas comiendo una cabra que han cazado.
Llegan al pueblo de Perales. Meten al yaqui en el calabozo y el
coronel llama a Cruz para que platique con él. Éste
le propone que le informe de los planes de su ejército,
pues sabe que ellos no eran más que una columna de
expedición, y que él lo dejará libre. Cruz
se niega y lo llevan al calabozo donde se encuentra el yaqui y el
licenciado Bernal, un enviado de Carranza, a que espere la hora
del fusilamiento.

Conversa Cruz con Gonzalo Bernal que fue enviado
allí por Carranza para intentar convencer a los villistas
de que se rindan y también le cuenta de Puebla y de los
suyos. A Cruz no le gusta Bernal y sus modales de intelectual en
medio de una guerra y entonces decide contarle un plan falso al
coronel, pedir la vida del yaqui y dejar morir a Bernal.
Así lo hace y el coronel le dice que si los está
engañando lo sabrán y lo fusilarán. No puede
hacer nada por el yaqui y los otros dos prisioneros son
fusilados, pero en ese momento se oye llegar a los de Carranza.
En la confusión del ataque Cruz consigue desarmar al
coronel Zagal. Quedan solos pues todos los soldados villistas
salen al encuentro de sus enemigos. Se baten en duelo y Cruz mata
al coronel.

 De vuelta en su lecho de muerte lo visita Gloria,
su nieta. Siguen las rencillas familiares mientras parece que ya
se han puesto bajo control los problemas con los ferrocarrileros.
Cruz vuelve a despreciar a su familia. No los odia, simplemente
no le interesan, los recuerda con la indiferencia de un
trámite molesto y piensa que por supuesto que por
ahí hay un testamento donde se acuerda de todos. Para que
se sientan tranquilos.  También se sentirá un
sobreviviente, pues tuvo que elegir, que tomar decisiones y otros
murieron a su paso. Decidir, escoger uno de los caminos,
abandonar todos los demás. Muchos morirán en el
camino, pero él no, él
sobrevivirá.

 Siguiendo con los recuerdos, Artemio Cruz
revivirá en su mente la temporada que pasó en
París con una de sus amantes, Laura (1934: Agosto
12
). Platican en el departamento que ella acaba de arreglar,
que por lo que entendemos le ha puesto él para que puedan
verse cuando quieran y recuerdan juntos aquella temporada en
París, los conciertos, las visitas a los museos. Recibe
Laura de pronto la llamada de una amiga, es Catalina, la mujer de
Artemio y hablan sobre su departamento y un sofá que
Catalina le quiere comprar para su casa. Beben whisky y platican
sobre su mujer, sobre ellos, sobre París. Laura le
insinúa que debe elegir, pero Cruz le dice que prefiere
que todo siga como hasta ahora, que esas cosas hacen daño,
que deben guardar las apariencias.

 Repentinamente, despierta Cruz con un terrible
dolor en el estómago, como si le hubiesen clavado un
puñal en el ombligo. Su mujer e hija se acercan asustadas
y llaman al doctor. Éste lo observa pero es incapaz de
decir en qué consiste la enfermedad, una hernia
estrangulada, una peritonitis, un cólico
nefrítico…

 Entre todo ese alboroto, Artemio recuerda de nuevo
a su hijo. Como al principio lo dejó habitar el mundo de
su madre tan alejado del trabajo paterno, pero a los doce
años lo llevó a Cocuya, a la hacienda que
había comprado solo para él, para que se criara en
el campo, con la caza, los caballos , el nado , la pesca.
Recordará un día cabalgando con su hijo y caminando
por la playa escuchando los cantos jarochos y recordará
cuando su hijo le habló del mar y le dijo que ya
había comprado un pasaje para un barco que partía
dentro de diez días. El hijo le dirá que al traerlo
allí a Veracruz es como si hubiera vuelto a vivir la vida
de Artemio y le comunicará su intención de unirse
al frente en la guerra civil española.

 El recuerdo siguiente narra como Lorenzo, el hijo
de Artemio Cruz, se encuentra en una azotea con un
español, Miguel, en los últimos momentos de la
guerra civil española (1939: Febrero 3). Los dos
cubren la retirada de algunos soldados republicanos ametrallados
por los fascistas. De pronto llegan los aviones enemigos y
empiezan a bombardear. Ellos deciden dejar su escondite y salen a
la calle. Allí se encuentran con unas mujeres que, al
verlos algo desorientados, les dicen que vayan con ellas. Salen
todos de la ciudad y se encuentran frente a un puente. La
decisión es clara: o cruzarlo o esperar a que los fusilen.
Miguel dice que la guerra ya está pérdida, que no
les queda nada más que huir, cruzar la frontera, llegar a
Francia. Siguen caminando y Lorenzo va escribiendo a su padre,
sus impresiones de la guerra, de España, de las ilusiones
republicanas, de sus compañeros de armas… Siguen
caminando y les llama la ilusión de llegar a la frontera,
mientras Lorenzo se va enamorando de Dolores, una de las
milicianas que los acompañan. Sin embargo ya en la fila de
refugiadas que van a Francia con todas sus pertenencias, de
pronto oyen el ruido del motor de un avión. Todos se
esconden menos Lorenzo que es el único que trae un fusil
con dos balas y entonces la ráfaga de metralla lo alcanza
y muere.

 Después del recuerdo, entre delirios
Artemio Cruz oye los reproches de Catalina por la muerte de su
hijo, de la cual lo cree culpable. El por su lado piensa en la
muerte de su hijo y en la carta que recibió y en todas
esas preguntas, ¿dónde, cuándo murió,
quiénes lo acompañaban, cuáles eran sus
nombres, qué dijo, cómo iba vestido? Mientras los
médicos siguen discutiendo cual será la causa de la
enfermedad de Cruz y él de pronto vomita sus propios
excrementos para horror de todos los presentes. Piensa Artemio
Cruz ahora desde la cama en la lectura de la carta de su hijo
muerto y fantasea sobre la posibilidad de haber escogido otra
vida, piensa en qué hubiera sucedido si hubiera hecho
otras cosas, si hubiera tomado otras decisiones, qué
hubiera sido de él, en qué se habría
convertido. Piensa en el recuerdo mismo y también en la
muerte.

 Al terminar el episodio anterior, se narra la
fiesta de San Silvestre en la enorme residencia de
Coyoacán de Artemio Cruz (1955: diciembre 31).
Allí está su amante Lilia, con la que parece vivir,
ya que Catalina vive en su casa de las Lomas. Cruz oficia toda la
ceremonia desde su sillón, como el
anfitrión-rey  al que todos rinden pleitesía y
nadie se atreve a molestar. Manjares de todo tipo, champán
y otras bebidas, más de cien invitados y bailarinas
exóticas. El poder festejándose a sí mismo.
Retrato de la hipocresía.

 De nuevo, Cruz delira sobre su lecho, ahora parece
que una ambulancia lo lleva al hospital. Sus pensamientos vagan
de nuevo por su pasado, sus mujeres, las que lo amaron y
él amó, por su hijo, sus muertos, su propia lucha
contra la muerte aquí y ahora. Lo bajan de la ambulancia y
es mandado a la mesa de operaciones. Recuento,
recapitulación al borde de la muerte. Parece que Artemio
Cruz ya se prepara a morir y piensa en desprenderse de todo, deja
todo y aún así hace recuento de los amores a su
tierra, de todas sus cosas, grandes y pequeñas, buenas y
mezquinas, para tal vez alcanzar la paz, ahora que el fin se
junta con el principio y el origen con el destino.

 De ahí se narra un importante suceso en la
infancia de Artemio Cruz, de la que hasta ahora se sabía
que había pasado en Veracruz (1903: Enero 18). El
niño Cruz vive en una choza al lado del río con el
mulato Lunero haciendo velas y pescando. Por la narración
de Lunero nos enteramos de que Cruz lleva con él trece
años y que es hijo de un terrateniente de aquellas tierras
venido a menos, un tal Atanasio Menchaca que robó las
tierras a los anteriores propietarios y luego se las robaron a
él y lo mataron. Atanasio gustaba de ir por sus tierras
violando a cuanta india o mulata se pusiera a su paso y una de
éstas fue la hermana de Lucero, madre de
Artemio.

Al lado del lugar donde viven Lunero y Cruz vive
también la anciana madre de Atanasio Menchaca, Ludivinia;
que lleva treinta años encerrada en su casa, desde que su
hijo murió y les robaron las tierras, enloquecida; junto
con su otro hijo borracho, Pedro. Hace treinta años
murió Atanasio y eso le permitió a Lunero quedarse
con el niño, ya que Atanasio lo hubiera mandado matar.
Cuando las tierras pasaron al otro cacique llegaron muchos
hombres a trabajar sus tierras y Lunero tuvo que inventar el
trabajo de las velas y otros para poder seguir quedándose
con Artemio y seguir viviendo allí, cerca de la casa de
los Menchaca. Pero ahora Lunero está preocupado pues ayer
llegó a visitarlo el enganchador del cacique y le dijo que
se necesitaban hombres, que vendrían por él al
día siguiente. Sabe que hoy tendrá que abandonar al
niño y se quiere asegurar que sabe hacer bien su trabajo y
que podrá apañárselas por él mismo.
Artemio sospecha algo y cree que los responsables de la marcha de
Lunero son los de la casa de al lado, los Menchaca. Sin hacer
caso a las recomendaciones de Lunero se acerca a la casa, agarra
una escopeta que encuentra en la puerta y cuando ve a Pedro
Menchaca le dispara en la cara asesinándolo. La anciana
Ludivinia sale al rato de oír el disparo y encuentra al
enganchador que le pregunta por el negro y el niño, pero
ella no sabe responder y los dos parecen haber escapado del
lugar.

 Artemio Cruz sigue delirando y entre estos
delirios aparecen nuevas reflexiones sobre el tiempo pasado y
recuerda el sonido de herraduras y el disparo que oyó a
sus espaldas y que mató a Lunero.

 Finalmente se narra brevemente el nacimiento de
Artemio Cruz, el parto de Isabel Cruz en aquella choza asistida
por su hermano Lunero (1889: Abril 9) y su subconsciente
va describiendo como Artemio Cruz muere en la mesa de
operaciones.

Ubicación
espacio temporal de
la novela.

Lugares y épocas.

La historia en general se realiza durante todo el lapso
de vida de Artemio Cruz, específicamente desde el nueve de
abril de mil ochocientos ochenta y nueve (9-04-1889) hasta
aproximadamente el nueve de abril de mil novecientos cincuenta y
nueve (9-04-1959), fecha en la Artemio Cruz padece una ataque
gástrico que lo tiende en cama. Curiosamente, el
período de vida del personaje principal concuerda con
momentos históricos de México: la época
prerevolucionaria (finales del siglo XIX e inicios del sigloXX),
época de la Revolución (1910 – 1919) y el
período posrevolucionario (1920 – 1960).

Así mismo, en la obra se mencionan lugares
geográficos concretos de México, entre ellos:
Veracruz, el Distrito Federal, etc.

Ambientes.

Ambiente geográfico:

Este puede evidenciarse en esta breve descripción
de una zona de la capital mexicana: "Él vio pasar el
domo naranja y las columnas blancas, gordas, del Palacio de
Bellas Artes pero miró hacia arriba, donde los cables se
unían, separaban, corrían -no ellos, él con
la cabeza recostada sobre la lana gris del asiento- paralelos o
se enchufaban en los distribuidores de tensión: la portada
ocre, veneciana del Correo y las esculturas frondosas, las ubres
plenas y las cornucopias vaciadas del Banco de
México…"
[6]

Ambiente emocional-
psicológico:

Este puede evidenciarse en cada una de las
intervenciones en primera persona del personaje central: "No,
no voy a abrir los labios: o esa línea arrugada, sin
labios, en el reflejo del vidrio. Mantendré los brazos
alargados sobre las sábanas. Las cobijas me llegan hasta
el vientre. El estómago… ah… Y las piernas permanecen
abiertas, con ese artefacto frío entre los muslos. Y el
pecho sigue dormido, con el mismo hormigueo sordo que siento…
que… que sentía cuando pasaba mucho tiempo sentado en el
cine. Mala circulación, eso es. Nada más. Nada
más. Nada grave. Nada más grave. Hay que pensar en
el cuerpo. Agota pensar en el cuerpo. El propio cuerpo. El cuerpo
unido. Cansa. No se piensa. Está. Pienso, testigo. Soy,
cuerpo. Queda. Se va… se
va…"
[7]

Ambiente dualista:

Este se hace evidente con los recuerdos de Artemio Cruz:
"YO siento esa mano que me acaricia y quisiera desprenderme
de su tacto, pero carezco de fuerzas. Qué inútil
caricia. Catalina. Qué inútil. ¿Qué
vas a decirme? ¿Crees que has encontrado al fin las
palabras que nunca te atreviste a pronunciar? ¿Hoy?
Qué inútil. Que no se mueva tu lengua. No le
permitas el ocio de una explicación. Sé fiel a lo
que siempre aparentaste; sé fiel hasta el fin."

(Presente); "El señor Bernal, riendo, lo tomó
del collar de cuero rojo y murmuró alguna excusa.
Él no la entendió. De pie, abotonándose el
saco con los movimientos precisos de la vida militar,
alisándolo como si aún vistiera túnica de
campaña, permaneció inmóvil ante la belleza
de esa joven que no traspasaba el marco de la puerta. -Mi hija
Catalina. No se movió. El pelo liso y castaño que
caía sobre el cuello largo, caliente -desde lejos pudo ver
el lustre de la nuca-, los ojos a un tiempo duros y
líquidos, con una mirada temblorosa, una doble burbuja de
vidrio: amarillos como los del padre, pero más francos,
menos acostumbrados a fingir con naturalidad, reproducidos en las
otras dualidades de ese cuerpo esbelto y lleno"
(Pasado,
recuerdo de la primera vez que vio a
Catalina).[8]

Caracterización de los
personajes

Personaje principal:

Artemio Cruz: Más que el
personaje principal es quién sustenta y da sentido a la
diégesis. Toda la obra gira en torno a su vida. En el
transcurso de la misma, su carácter va evolucionando desde
los ideales de la Revolución hasta el pragmatismo y
existencialismo.

Personajes secundarios:

Padilla: secretario personal de Artemio
Cruz. Una de las pocas personas en las que verdaderamente
confía Artemio: "Ah, Padilla, acércate.
¿Trajiste la grabadora? Si sabes lo que te conviene, la
habrás traído aquí como la llevabas todas
las noches a mi casa de Coyoacán. Hoy, más que
nunca, querrás darme la impresión de que todo sigue
igual. No perturbes los ritos, Padilla. Ah sí, te acercas.
Ellas no quieren […] Yo asiento. Trato de sonreír.
Como todos los días. Hombre de confianza, este Padilla.
Claro que merece mi confianza. Claro que merece buena parte de mi
herencia y la administración perpetua de todos mis bienes.
Quién sino él. Él lo sabe todo. Ah, Padilla.
¿Sigues coleccionando todas las cintas de mis
conversaciones en la oficina? Ah, Padilla, todo lo sabes. Tengo
que pagarte bien. Te heredo mi
reputación."
[9]

Regina: mujer revolucionaria, primer
amor auténtico de Artemio Cruz. Único refugio de
él en los difíciles momentos de la
revolución: "La imaginación del joven
saltó por encima del amor: la contempló dormida
como si reposara del nuevo amor que en breves segundos la
despertaría. ¿Cuándo es mayor la felicidad?
Acarició el seno de Regina. Imaginar lo que será
una nueva unión; la unión misma; la alegría
fatigada del recuerdo y nuevamente el deseo pleno, aumentado por
el amor, de un nuevo acto de amor: felicidad. Besó la
oreja de Regina y vio de cerca su primera sonrisa: acercó
el rostro para no perder el primer gesto de alegría.
Sintió que la mano volvía a jugar con
él…"
[10]Murió en una
emboscada.

Gamaliel Bernal: latifundista, padre de
Gonzalo y Catalina. Según las impresiones de Artemio,
aquél era un hombre de honor, enchapado al antigua: trato
amable, fino, pero no sin dar muestras de superioridad y
aristocracia: "Él no perdía de vista los ojos
ambarinos del anciano, demasiado resueltos a crear un ambiente de
cordialidad, demasiado seguros detrás de la máscara
de dulzura paternal. Quizás esos movimientos
señoriales de las manos, esa nobleza fija del perfil y del
mentón barbado, esa inclinación atenta de la
cabeza, eran naturales. Él pensó que, no obstante,
aun la naturalidad puede fingirse; a veces, la máscara
disimula demasiado bien los gestos de un rostro que no existe
fuera o debajo de ella. Y la máscara de don Gamaliel se
parecía tanto a su verdadero rostro, que inquietaba pensar
en la línea divisoria, en la sombra impalpable que
podría separarlos: lo pensó y también que
algún día podría decírselo al viejo
sin tapujos
."[11]

Gonzalo Bernal: hijo de Gamaliel Bernal.
Artemio lo conoció horas antes de ser fusilado, a manos de
un general de división de la tropa da Villa. Anarquista
arrepentido, se dolía que la revolución hubiese
perdido su razón de ser: "Mírame a mí.
Toda la vida leyendo a Kropotkin, a Bakunin, al viejo Plejanov,
con mis libros desde chamaco, discute y discute. Y a la hora de
la hora, tengo que afiliarme con Carranza porque es el que parece
gente decente, el que no me asusta. ¿Ves qué
mariconería? Les tengo miedo a los pelados, a Villa y a
Zapata… -Continuaré siendo una persona imposible
mientras las personas que hoy son posibles sigan siendo
posibles…"
[12] Murió unos instantes
antes de que las tropas de su bando liberasen tomases la base
militar.

Catalina Bernal de Cruz: esposa de
Artemio Cruz. En la novela se describe como una mujer bella:
"El pelo liso y castaño que caía sobre el
cuello largo, caliente -desde lejos pudo ver el lustre de la
nuca-, los ojos a un tiempo duros y líquidos, con una
mirada temblorosa, una doble burbuja de vidrio: amarillos como
los del padre, pero más francos, menos acostumbrados a
fingir con naturalidad, reproducidos en las otras dualidades de
ese cuerpo esbelto y lleno, en los labios húmedos y
entreabiertos, en los pechos altos y apretados: ojos, labios,
senos duros y suaves, de una consistencia alternada entre el
desamparo y el rencor
".[13] Se casó
con él a edad de veinte años. Odiaba a Artemio por
haberle destruido su vida. Nunca lo amó de
verdad.

Teresa Cruz: hija de Artemio Cruz.
Sentía cierta repulsión por su padre pues
éste nunca había sabido serlo para ella: "Mira:
aprende de tu hija. Teresa. Nuestra hija. Qué
difícil. Qué inútil pronombre. Nuestra. Ella
no finge. Ella no tiene nada que decir. Mírala. Sentada
con las manos dobladas y el traje negro, esperando. Ella no
finge. Antes, lejos de mi oído, te habrá dicho:
«-Ojalá todo pase pronto. Porque él es capaz
de estarse haciendo el enfermo, con tal de mortificarnos a
nosotras.» Algo así te debe haber dicho.
Escuché algo semejante cuando desperté esta
mañana de ese sueño largo y
plácido."
[14]

Lorenzo Cruz: hijo de Artemio Cruz,
muere en la guerra civil española: "Todos de boca,
entre las rocas, debajo de las carretas. Todos menos ese fusil
que todavía tenía dos balas. Y no tira, maldito
naranjero, maldita escoba oxidada, no tira por más que
apriete el gatillo, de pie, hasta que el ruido pase sobre las
cabezas, los llene de esa sombra veloz y de una metralla que
gotea sobre la tierra y truena sobre la piedra…

«-¡Abajo, Lorenzo, abajo,
mexicano!»

Abajo, abajo, abajo, Lorenzo, y esas botas nuevas
sobre la tierra seca, Lorenzo, y tu fusil al suelo, mexicano, y
una marea dentro de tu estómago, como si llevaras el
océano en las entrañas y ya tu rostro sobre la
tierra con tus ojos verdes y abiertos y un sueño a medias,
entre el sol y la noche, mientras ella grita y tú sabes
que al fin las botas le van a servir al pobrecito de Miguel con
su barba rubia y sus arrugas blancas y dentro de un minuto
Dolores se arrojará sobre ti, Lorenzo, y Miguel le
dirá que es inútil, llorando por primera vez, que
deben seguir el camino, que la vida está del otro lado de
las montañas, la vida y la libertad, porque sí,
ésas fueron las palabras que escribió: tomaron esa
carta, la sacaron de la camisa manchada, ella la apretó
entre las manos, ¡qué calor!, si cae la nieve lo
sepultará, cuando lo besaste otra vez, Dolores, arrojada
sobre su cuerpo y él quiso llevarte al mar, a caballo,
antes de tocar su sangre y dormirse contigo en sus ojos…
qué verde… no te
olvides
…"[15]

Laura: amante de Artemio Cruz, segundo
amor auténtico. Aunque sabía su condición
con él, le exigió que dejase a Catalina y se fuesen
lejos. Cruz no quiso. La abandonó: "-Date cuenta,
Laura, por favor. Esas cosas dañan. Hay que saber
cuidar…

-¿Las apariencias? ¿O el miedo? Si no
pasará nada, ten la seguridad de que no pasará
nada.

-Debíamos salir.

-Ya no. No, ya no. Ponlo más
alto.

Los violines chocaron contra los cristales: la
alegría, la renuncia. La alegría es esa mueca
forzada debajo de los ojos claros y brillantes. Él
tomó el sombrero de una silla. Caminó hacia la
puerta del apartamento. Se detuvo con la mano sobre la perilla.
Miró hacia atrás. Laura acurrucada, con los cojines
entre los brazos, de espaldas a él. Salió.
Cerró la puerta con
cuidado."[16]

Lilia: segunda amante de Artemio Cruz.
Mujer interesada en la riqueza y el poder: "Entonces
él acarició la mano de Lilia y la mujer lo
ayudó a subir, tomándolo del codo,
agachándose para sostenerlo mejor.
Sonrió:-¿No te cansaste mucho? Él
negó con la cabeza y volvió a acariciar la
mano".
[17]

Tema principal y
temas secundarios

Tema principal:

Búsqueda del Poder en el estado mexicano post
revolucionario.

Temas secundarios:

Pérdida del sentido e ideales de la
Revolución, Existencialismo y
Corrupción.

PUNTO DE VISTA.

Debido a la riqueza de la obra, el autor tuvo a bien
emplear más de una modalidad de narrador en la obra. A
continuación detallo este aspecto.

Narrador extradiegético.

Esta modalidad discursiva es utilizada en todos los
recuerdos de Artemio Cruz, donde el manejo de la tercera persona,
como testigo de los sucesos, y la omnisciencia son
evidentes:

"Él aprovechó que el viejo le daba la
espalda para descargar la interrogación oculta. Ni un solo
rasgo del señor Bernal rompía la armónica
nobleza del conjunto: visto de espaldas, caminaba con elegancia y
rectitud: el pelo blanco, un poco suelto, coronaba al anciano que
se dirigía a la puerta. Era inquietante -se
inquietó al pensarlo otra vez-; era demasiado perfecto.
Posiblemente, su cortesía no era sino la compañera
natural de su ingenuidad. El pensamiento le molestó: el
viejo caminaba con pasos lentos hacia la puerta, el perro
ladraba: la lucha sería demasiado fácil,
carecería de sabor. ¿Pero si, en cambio, la
amabilidad disfrazaba la astucia del
viejo?
[18]"

Narrador intradiegético:

Esta modalidad del narrador es utilizada en cada
intervención de Artemio, en el presente, cuando va dando
sus impresiones ante su estado de salud. El manejo de primera
persona, como protagonista, es evidente:

"YO siento que unas manos me toman de las axilas y
me levantan para acomodarme mejor contra los almohadones suaves y
el lino fresco es como un bálsamo para mi cuerpo ardiente
y frío; siento esto pero al abrir los ojos veo enfrente de
mí ese periódico abierto que oculta el rostro del
lector: pienso que Vida Mexicana está allí,
estará todos los días, saldrá todos los
días y no habrá poder humano que lo impida. Teresa
-es la que lee el periódico– lo suelta con
alarma."[19]

Narrador en segunda persona:

Esta última modalidad del narrador presente en la
obra no es muy común en la literatura. Sin embargo Carlos
Fuentes, influenciado por las corrientes vanguardistas de la
época y como precursor de una nueva narrativa
latinoamericana, hace acopio de él. Aunque, es necesario
destacar que el manejo de los tiempos verbales de este narrador,
casi en su totalidad, es en tiempo futuro:

"TÚ cerrarás los ojos, consciente de
que tus párpados no son opacos, de que a pesar de que los
cierras la luz penetra hasta la retina: la luz del sol que se
detendrá, enmarcado por la ventana abierta, a la altura de
tus ojos cerrados: los ojos cerrados que eliminan el detalle de
la visión, alteran la brillantez y el color pero no
eliminan la visión misma, la misma luz de ese centavo de
cobre que se derretirá hacia el poniente. Cerrarás
los ojos y creerás ver más: sólo
verás lo que tu cerebro quiera que veas: más que lo
ofrecido por el mundo: cerrarás los ojos y el mundo
exterior ya no competirá con tu visión imaginativa.
Cerrarás los párpados y esa luz inmóvil,
invariable, repetida del sol creará detrás de tus
párpados otro mundo en movimiento: luz en movimiento, luz
que puede fatigar, amedrentar, confundir, alegrar, entristecer:
detrás de tus párpados cerrados, sabrás que
la intensidad de una luz que penetrara hasta el fondo de esa
placa reducida e imperfecta podría provocarte sentimientos
ajenos a tu voluntad, a tu estado. Y sin embargo, podrás
cerrar los ojos, inventar una ceguera pasajera. No podrás
cerrar tus oídos, simular una sordera ficticia; dejar de
tocar algo, así sea el aire, con tus dedos, imaginar una
insensibilidad absoluta…"

[20]

Técnicas
narrativas.

Tratamiento del tiempo.

A grandes rasgos, la novela "La Muerte de Artemio Cruz"
es una constante de saltos históricos. Dicha manera de
disponer el tiempo se conoce como TRASLOQUE, la cual siendo
herencia directa de la técnica surrealista
"Cinematografía", consiste en la ruptura lógica del
tiempo en función de la trama. Así, a primera
vista, la novela no tiene una consecución tradicional de
los capítulos. Sólo se muestra un mosaico de 38
fragmentos de extensión variada.

Sin embargo, al hacer la lectura y el análisis
correspondiente, la obra revela que la estructura formal e
interna de estos fragmentos permite organizarlos en 12 partes
integradas por tres fragmentos cada una, a la que se agregan dos
fragmentos finales, a manera de epílogo. Estas 12 partes
constituyen verdaderos capítulos de organización
formal paralela, compuestos cada uno de tres instancias
diferenciadas por la triple determinación del tiempo
(presente, futuro, pasado), la persona verbal (Yo,
Tú, Él) y el portador de la perspectiva
(la conciencia, el subconsciente, la memoria). Los fragmentos que
ocupan el primer lugar en cada una de estas partes, iniciados
todos por el pronombre Yo, van entregando el presente de la
conciencia de Artemio Cruz en su agonía. En ellos se
mezclan las voces de quienes lo asisten, sus propios pensamientos
y ciertas asociaciones recurrentes, que van reflejando, por medio
de una dislocación sintáctica progresiva, la
disolución de esta conciencia ante el avance de la
muerte.

Los segundos, encabezados por el pronombre personal
Tú, revelan una voz intemporal, que cogiendo algunos
elementos de la conciencia, esboza en futuro, una posibilidad de
opción, de elección, abstraída de ciertos
momentos claves y definitorios en la existencia del
personaje.

Por último, los fragmentos que van en tercer
lugar, encabezados por el pronombre personal Él, rescatan
del pasado, por medio de la memoria, 12 episodios de la vida de
Artemio Cruz, 12 momentos que constituyeron otras tantas
posibilidades de elección que al resolverse fueron
conformando el ser definitivo de ese personaje que ahora agoniza.
Estos fragmentos de la novela indican la fecha precisa del
día, mes y año en que ocurrieron los sucesos que
actualizan.

Es necesario decir que en los fragmentos o
párrafos finales (37 y 38), el Yo de la conciencia y el
presente son apenas un último aliento de vida que se
deslíe en el sueño de la anestesia y la muerte, y
luego el subconsciente vagamente alcanza a registrar el instante
último de la disolución definitiva. No está
allí el fragmento del pasado que completaría desde
el punto de vista formal el paralelismo, porque éste
está constituido en cierto modo por toda la obra, por ese
último día de Artemio Cruz, que cierra el ciclo
total del nacimiento y de la muerte, ahora que "su vida y su
destino son la misma cosa". Lo expuesto hasta aquí, se
puede ver con mayor claridad en el siguiente
gráfico:

YO (Consciencia)

TÚ (Subconsciente)

ÉL (Memoria)

1

1

2

3

2

4

5

6

3

P 7

8

9

4

R 10

F 11

P 12

5

E 13

U 14

A 15

6

S 16

T 17

S 18

7

E 19

U 20

A 21

8

N 22

R 23

D 24

9

T 25

O 26

O 27

10

E 28

29

30

11

31

32

33

12

34

35

36

37

38

Asimismo, en la historia se identifica la técnica
de los vasos comunicantes, donde cada una de las voces
complementan, a través de sus respectivos relatos, una
historia subyacente englobante: la vida de Artemio Cruz. Esto se
evidencia en los siguientes ejemplos:

"Él descendió del caballo. Se
acercó. Abrazó la falda almidonada de Regina con un
grito roto, flemoso: con su primer llanto de hombre. Aparicio y
Gavilán lo condujeron al cuarto de la muchacha. Lo
obligaron a recostarse, le cambiaron el trapo sucio por una
venda, le limpiaron la herida. Cuando salieron, él
abrazó la almohada y escondió el rostro.
Quería dormir, nada más, y en secreto se dijo que
acaso el sueño podía volver a igualarlos, a
reunirlos. Se dio cuenta de que era imposible; de que ahora,
sobre esa cama de mosquiteros amarillentos, podía
percibirse con una intensidad superior a la de la presencia el
olor de la cabellera húmeda, del cuerpo liso, de los
muslos tibios. Estaba allí como nunca lo había
estado en realidad, más viva que nunca en la cabeza
afiebrada del joven: más ella, más suya, ahora que
la recordaba. Quizás, durante sus breves meses de amor,
nunca vio la belleza de los ojos con tanta emoción, ni
pudo compararlos, como ahora, con sus gemelos brillantes: joyas
negras, hondo mar quieto bajo el sol, fondo de arena mecida en el
tiempo, cerezas oscuras del árbol de carne y
entrañas calientes."
[21] Aquí
Artemio hace referencia a Regina y su muerte, a su recuerdo y de
los sentimientos que sintió por ella. Luego, en el
siguiente fragmento, hablando en primera persona, hace referencia
de nuevo, a dicho recuerdo: "YO sobreviví. Regina.
¿Cómo te llamabas? No. Tú Regina.
¿Cómo te llamabas tú, soldado sin nombre?
Sobreviví. Ustedes murieron. Yo sobreviví. Ah, me
han dejado en paz. Creen que estoy dormido. Te recordé,
recordé tu nombre. Pero tú no tienes nombre. Y los
dos avanzan hacia mí, tomados de la mano, con sus cuencas
vaciadas, creyendo que van a convencerme, a provocar mi
compasión. Ah, no. No les debo la vida a ustedes. Se la
debo a mi orgullo, ¿me oyen?…"
[22]
Con lo anterior se evidencia que aunque hay tres narraciones
diferentes en la obra, todas están interconectadas en una
historia mayor. La vida de Artemio.

Realidad y
ficción

Como ya se específico en el estudio del contexto
de la obra, la Revolución Mexicana se llevó a cabo
con un único objetivo: derrocar a Porfirio Díaz, y
con él a todo el aparato hegemónico heredado de la
colonia.

Sin embargo, aunque los ideales de dicha
insurrección fueron nobles en un principio, los diversos
gobiernos que sucedieron al derrocamiento de Díaz
repitieron, e incluso fueron más allá, en muestras
de corrupción. Esto fue muy bien aprovechado por Artemio
Cruz pues en esta situación acumuló sus riquezas.
Por ejemplo, un aspecto de ficcionalidad se evidencia en el
siguiente fragmento:

"… jauja y consolidación definitivas
con el presidente Alemán: adquisición de terrenos
ejidales arrebatados a los campesinos para proyectar nuevos
fraccionamientos en ciudades del interior, concesiones de
explotación de madera."[23]

Lo anterior hace referencia a la corrupción
latente durante el gobierno del presidente Miguel Alemán
(1946 -1952), pero con el aditivo del oportunismo de Artemio.
Luego, aunque en la época histórica los
periódicos de alguna manera fueron fácilmente
adquiridos por los grupos hegemónicos, en la obra se hace
referencia a éstos como medios para difundir advertencias
o propaganda particular. Veamos el ejemplo:

"«-María Luisa. Este Juan Felipe Couto,
como siempre, quiere pasarse de listo… Es todo, Díaz…
Pásame el vaso de agua, muñeca. Digo: quiere
pasarse de listo. Igual que con Federico Robles, ¿te
acuerdas? Pero conmigo, no se va a poder…

»-¿Cuándo, mi
capitán?

»-Obtuvo con mi ayuda la concesión para
construir esa carretera en Sonora. Incluso lo ayudé para
que le aprobaran un presupuesto como tres veces superior al costo
real de la obra, en la inteligencia de que la carretera
pasaría por los distritos de riego que le compré a
los ejidatarios. Acabo de informarme de que el lángara
también compró sus tierritas por aquel rumbo y
piensa desviar el trazo de la carretera para que pase por sus
propiedades…

»-¡Pero qué cerdo! Tan decente
que parece…

»-Entonces, muñequita, ya sabes; metes
unos cuantos chismes en tu columna hablando del inminente
divorcio de nuestro prohombre. Muy suavecito, no más para
que se nos asuste.

»-Además, tenemos unas fotos de Couto
en un cabaret con una güerota que de plano no es Madame
Couto.

»-Resérvatela por si no
responde…»"[24]

Figuras
literarias

Metáfora:

"… que saldrá de la capital de Sonora,
donde hará un calor infernal…
"[25]

"… alargarás los brazos y
detrás de los ojos cerrados verás los colores de tu
mente…"[26]

"… la memoria es el deseo
satisfecho…"[27]

Enumeración:

"Todo un muro de tu despacho estará cubierto
por ese cuadro que indica la extensión de y las relaciones
entre los negocios manejados: el periódico, las
inversiones en bienes raíces -México, Puebla,
Guadalajara, Monterrey, Culiacán, Hermosillo, Guaymas,
Acapulco-…"[28]

"… descenderás con tus diez mil
millones de células cerebrales, con tu pila
eléctrica en la cabeza, plástico, mutable, a
explorar, satisfacer tu curiosidad, proponerte fines, realizarlos
con el menor esfuerzo, evitar las dificultades, prever, aprender,
olvidar, recordar, unir ideas, reconocer formas, sumar
grados…"[29]

Polisíndeton:

"El automóvil se detuvo en la esquina de
Isabel la Católica y el chófer le abrió la
puerta y se quitó la gorra y él, en cambio, se
colocó el fieltro, peinándose con los dedos los
mechones de las sienes que le quedaron fuera del sombrero y esa
corte de vendedores de billetes y limpiabotas y mujeres
enrebozadas y niños con el labio superior embarrado de
moco lo rodearon"[30]

Interrogación
retórica:

"¿Qué vas a decirme? ¿Crees que
has encontrado al fin las palabras que nunca te atreviste a
pronunciar?"[31]

Sinestesia:

"pero en tu medio sueño, la fibra nerviosa
que conducirá el impulso de la luz no conectará con
la zona de la visión: escucharás el color, como
gustarás los tactos, tocarás el ruido, verás
los olores, olerás el
gusto:"[32]

Anáfora:

"Siempre verás, siempre tocarás,
siempre gustarás, siempre olerás, siempre
escucharás: habrás gritado cuando te atraviesen la
piel con esa aguja llena de un líquido
calmante;"[33]

Epítetos:

"Desde la butaca del tetramotor, verás una
ciudad plana y gris…"[34]

Visión de
mundo del autor

En La muerte de Artemio Cruz, Carlos Fuentes da
una síntesis crítica del poder que emerge del
México post revolucionario. En ella se representa la
Historia del Poder, a través de una biografía no
oficial de su país.

Al mismo tiempo presenta una realidad donde todo se
transforma y se reelabora, con una ideología
antinacionalista, en el mejor y más saludable sentido de
la palabra. Asimismo su crítica a la Revolución no
es indulgente porque ésta está prostituida gracias
a la acción de sus prohombres. Está vaciada de
sentido, puesto que, el Poder que ellos administran la ha
transformado en negativo. Además busca plasmar la primera
visión pesimista y "negra" de los narradores de la
Revolución sin ninguna contemplación.

En cuanto al Poder, Carlos Fuentes postula que
éste, unido a su intrínseco aliado: el Capital, le
sustrajeron también el sentido al proceso de cambios que
habría tenido que refundase con la Revolución:
valores de justicia y solidaridad en el país, para hacer
de México una verdadera Nación.

Juicios
críticos en torno a la obra

Él abrió los ojos repentinamente. Una
blanca luz, proveniente de alguna ventanuca se estrellaba directo
en sus pupilas. Podía escuchar el olor de la sal en las
olas, el sabor del viento costeño y los llantos de un par
de caracoles arrastrados por el oleaje. Sus manos fueron
recuperando poco a poco el vigor y temblorosas palparon las
delicadas sábanas que envolvían la cama donde
había reposado quien sabe cuanto tiempo. Se sentó,
buscó sus sandalias donde la había dejado y
salió por una diminuta puerta improvisada a darle los
buenos días al poderoso Poseidón.

Al otro lado de la cabaña, un par de disparos
llamaron su atención. Él no recordaba qué
originaba aquellos ruidos, pero un leve punzón en el pecho
lo detuvo un par de segundos con el propósito de que no
apresurase el paso. Claro, parecía como si aquel viejo
carapacho que envolvía al hombre no hubiese permitido que
este fuese más deprisa a contemplar lo que
quería.

Cuando llegó nada parecía extraño,
salvo la delicada joven que se había sentado sobre una
roca labrada por el mar, con la mirada perdida en el horizonte,
como esperando con anhelo un deleite que nunca llegaba. El cuadro
le pareció extraño, exageradamente extraño,
como si al verlo encontrase en el un leve momento de su alma y
existencia… de pronto, y de la nada, apareció un
joven alto, serio, con el ímpetu de un volcán
ardiente en su mirada. Él quiso advertirle a ella del
impertinente que se acercaba, pero, de nuevo, su cuerpo, sus
labios, su lengua, todos juntos confabularon para que aquel viejo
no interrumpiese ese instante infinito… se repuso;
enfocó su mirada: el joven, cuyos ojos eran de color verde
iba viendo su reflejo en el escaso oleaje que llegaba hasta sus
blanquecinos pies; ella, colocándose las manos entre los
muslos, lo miró de reojo y hundió nuevamente sus
ambarinos iris en el azul del abismo… el la tomó
entre sus brazos, ella lo abrazó también… y
luego vio al viejo de reojo, con ojos de hielo, con ojos de
fuego, con ojos de estrella, con ojos de mar, tierra y cielo.
Él lo comprendió, ella se volteó.

Y entre sus ropas blancas, aparecieron los brazos de
Regina… su dulce y amada Regina. De nuevo sintió el
soplo de la vida en su pecho, cuando élla dijo en tono
celestial: -Vamos Artemio, este ya no es nuestro lugar…
avancemos entre las olas y fundamos en el amar.

Sí. Él sabía que de nuevo estaba
vivo… y vivo con vida nueva: -Ya no habrá quien se
interponga entre nosotros –dijo élla- ahora ya nada
ni nadie se interpone entre nosotros. Ven… no
temas… es tu hacienda y en el banquete te están
esperando.

Referencias
bibliográficas

  • Fuentes, Carlos. La Muerte de Artemio Cruz. Salvat
    Editores, S.A. España. 1982.

  • http://cai.bayamon.inter.edu/CIBERINFO/ciber-info_novela.htm

  • http://www.poesias.cl/reportaje_surrealismo.htm

  • http://www.arte-mexico.com/critica/od65.htm

  • http://www.angelfire.com/mb/danicito/surreali.htm

  • http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/carlosfuentes/perfil.htm

  • http://www.monografias.com/trabajos11/analiter/analiter.shtml

  • http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/31/TH_31_002_092_0.pdf

  • http://www.cuci.udg.mx/meim/pdfs/ANALISIS%20DE%20LA%20OBRA%20la%20muerte%20de%20artemio%20cruz.pdf

  • http://www.iifl.unam.mx/html-docs/lit-mex/17-1/gutierrezmouat.pdf

  • http://www.duo.uio.no/publ/ILOS/2010/102936/MONICAx_WIESE_MASTER_SPANSK_2010.pdf

  • http://www.ajlas.org/v2006/paper/2002vol15no110.pdf

 

 

Autor:

Salvador Román

FACULTAD DE CIENCIAS Y
HUMANIDADES.

DEPARTAMENTO DE LETRAS.

PROFESORADO EN LENGUAJE Y
LITERATURA.

LITERATURA III: NARRATIVA.

LA NOVELA SURREALISTA: LA MUERTE DE ARTEMIO
CRUZ

FECHA: 20062011

Monografias.com

Monografias.com

[1] Ko, Hide –Sun. Situación
política postrevolucionaria de México en La
Muerte de Artemio Cruz. Dankook University.

[2] Ibid., p. 10.

[3] Para profundizar más sobre este
suceso, léase el articulo de Oliver Debroise, “Los
surrealista y México” en la siguiente referencia:
http://www.arte-mexico.com/critica/od65.htm

[4] The Shattered Screen. Myth and
Demythification in the Art of Carlos Fuentes and Billy Wilder
(New Orleans: University Press of the South, 2009); Magic Lens.
The Transformation of the Visual Arts in the Narrative World of
Carlos Fuentes (New Orleans: University Press of the South,
2010).

[5] Existe un evidente divergencia entre la
obra de Carlos Fuentes: “La Muerte de Artemio
Cruz”, y el movimiento literario y la clase de novela
propuesta, ya que la obra tal se circunscribe al movimiento del
Boom Latinoamericano y aunque se reconocen elementos
surrealistas en la trama, sería limitar la
creación del escrito mexicano a la camisa de fuerza del
surrealismo.

[6] Fuentes, Carlos. La Muerte de Artemio
Cruz. Salvat Editores, S.A. España. 1982.

[7] Ob. Cit. Pág. 21.

[8] Ob. Cit. Págs. 25, 32.

[9] Ob. Cit. Pág. 26

[10] Ob. Cit. Pág. 50

[11] Ob. Cit. Pág. 31

[12] Ob. Cit. Pág. 130

[13] Ob. Cit. Pág. 33

[14] Ob. Cit. Pág. 25

[15] Ob. Cit. Pág. 160

[16] Ob. Cit. Pág. 146

[17] Ob. Cit. Pág. 178

[18] Ob. Cit. Pág. 32

[19] Ob. Cit. Pág. 42

[20] Ob. Cit. Pág. 45

[21] Ob. Cit. Pág. 59

[22] Ob. Cit. Pág. 61

[23] Ob. Cit. Pág. 17

[24] Ob. Cit. Pág. 63

[25] Ob. Cit. Pág. 16

[26] Ob. Cit. Pág. 46

[27] Ob. Cit. Pág. 47

[28] Ob. Cit. Pág. 17

[29] Ob. Cit. Pág. 139

[30] Ob. Cit. Pág. 21

[31] Ob. Cit. Pág. 25

[32] Ob. Cit. Pág. 46

[33] Ob. Cit. Pág. 46

[34] Ob. Cit. Pág. 16

Partes: 1, 2
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