Monografias.com > Lengua y Literatura
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Antología de William Shakespeare




Enviado por Jazmín Vázquez



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

  1. Introducción
  2. Biografía
  3. Cronología
  4. La
    fierecilla domada. (William Shakespeare)
  5. Sueño de una noche de verano. (William
    Shakespeare)
  6. Referencias

Introducción

¿Conoces mucho de William
Shakespeare?

Supongo que solo conocerás la obra
más conocida de de él que es "Romeo y Julieta" en
esta antología te venimos presentando algunas de las obras
de este escritor dramaturgo y poeta ingles Shakespeare. Todas
estas están redactas por año de publicación,
el motivo es dar a conocer a un gran escritor de habla inglesa. Y
bueno a este poeta lo escogí porque me identifico mucho
con él, y pues aparte de esto porque me encantan todas sus
obras muchos lo ven muy cursi pero la verdad a mi no, tal vez
porque soy así pero es un gran poeta y mi
favorito.

Biografía

Nació en Stratford on Avon, en abril
de 1564. Fue bautizado el día 26; pero, su nacimiento es
conmemorado el 23 de Abril. Considerado el mejor dramaturgo de
todos los tiempos. Su madre, quien pertenecía de
propietarios rurales; su padre, originalmente campesino, era
miembro del gremio de cultivadores y guanteros, era el tercero de
ocho hijos, estudió en la optima Grammar School de su
localidad natal. Se caso a los 18 años de edad con Anne
Hathaway, hija de una familia campesina, ocho años mayor
que él.

A los diecisiete años compuso su
primera cuarteta, como dramaturgo empezó tras su traslado
a Londres, donde adquirió fama y popularidad en su trabajo
para la compañía Charbelain"s Men (mas tarde
conocida como King"s Men), propietaria de dos teatros "The Globe"
y "Blackfriars". Sus inicios fueron, sin embargo, humildes y
según las fuentes trabajo en los más variados
oficios, desde el principio estuvo enlazado con el teatro, puesto
que antes de consagrarse como autor ya se conocía como
actor. En el año de 1593, escribe "La fiera domada"; en
1595 "Timon de Atenas"; en 1590 compuso "Macbeth"; en 1597
"Cimbelino"; en 1598 "Los dos hidalgos de Verona, "Bien
está lo que bien acaba", "Sueño de una noche de
verano", "El mercader de Venecia" entre otras; en 1599 "Romeo y
Julieta".

1013 en este año Shakespeare
decidió retirarse a su casa de Stratford-on-Avon, la
situación económica había empeorado y se vio
obligado a hipotecar; pese a todo esto, a partir de este mismo
año hasta su muerte vivió en su New-Place,
retirándolo por completo de su actividad
literaria.

A su muerte su obra cayó en olvido.
En el siglo XVIII algunos autores hacen aparecer obras del gran
dramaturgo, apropiándose de ellas y hacia 1728 Voltaire
llevo a Francia el legado de Shakespeare solo para que sirviera
de burla.

Cronología

26-4-1564: William Shakespeare, bautizado en
Stratford-upon-Avon. 

1582: Se casa con Ann Hathaway, ocho años mayor
que el. 

1583: Nace su primera hija, a la que llaman
Susan. 

1585: La pareja tiene dos mellizos, Judith y
Hamnet. 

1587: Shakespeare se traslada, sin su familia, a
Londres. 

1590: Estreno anónimo de Enrique
VI 
(primera parte). 

1592: Escribe dos grandes obras: Tito Andronico
y Ricardo III. 

1593: Los teatros londinenses son cerrados debido a la
peste.  Escribe La fierecilla domada y La comedia
de errores. 

1594: Es autor y coempresario de una
compañía de teatro. 

1595: Escribe Romeo y Julieta. 
Publica La violación de
Lucrecia

1596: .Muere su hijo Hamnet.  Redacta El
mercader de Venecia. 

1597: Compra su casa de New Place, en su ciudad
natal. 

1598: Sale, con su nombre, Trabajos de amor
perdidos
.  Concluye Mucho ruido por nada y
Enrique VI. 

1599: Se encarga del teatro The
Globe
.  Escribe Julio
Cesar. 

1600: Termina su Hamlet.  Su padre
muere al año siguiente. 

1602: Escribe las obras Otelo y Bien esta lo
que bien acaba. 

1603: Muere la reina Isabel I.  Hamlet obtiene gran
éxito

1605: Escribe las magistrales El rey Lear y
Macbeth. 

1606-1609: Redacta Antonio y Cleopatra,
Coriolano, Sonetos y Cimbelino. 

1610: Se retira a su ciudad. Escribe Cuento de
Invierno. 

1611: Termina La tempestad. Se desentiende
de su legado. 

23-4-1616: Muere en Stratford-upon-Avon, a los 52
años. 

La fierecilla domada.
(William Shakespeare)

PERSONAJES

 En el prólogo: Un
noble (lord) 

CRISTÓBAL SLY, calderero Una
hostelera Pajes, cómicos, monteros y criados del
lord 

En la
comedia: 

BAUTISTA, hidalgo rico de
Padua 

VINCENTIO, hidalgo anciano de
Pisa 

LUCENTIO, hijo de Vincentio,
galán de Blanca 

PETRUCHIO, hidalgo de Verona,
pretendiente luego marido de Catalina 

GREMIO, HORTENSIO, pretendientes de
Blanca 

TRANIO, BIONDELLO (muchacho joven),
servi dores de Lucentio 

GRUMIO, hombre diminuto, lacayo de
Petruchi 

CURTIS, criado viejo, encargado de la casa de
cam po de Petruchio 

NATANIEL, FELIPE, JOSÉ, NICOLÁS,
PEDRO criados de Petruchio Un pedagogo de
Mantua 

CATALINA (la Tarasca), BLANCA, hijas de
Bau tista Una viuda  Un sastre, un mercader,
criados al 
servicio de Bau tista y de
Petruchio La acción ocurre en Padua y en la casa de
campo de Petruchio 

PRÓLOGO ESCENA
PRIMERA

Ante
la puerta de una taberna en un bosquecillo (Se abre la
puerta de la taberna y sale SLY, expulsado por la
TABERNERA) 

SLY.-¡Por quien soy, que te voy a cardar
el moño! 

TABERNERA.-¡Las esposas es lo que te
hacen falta, bribón! 

SLY.-La bribona y redomada lo eres tú.
Los Sly jamás fueron pícaros. Puedes informarte en
las crónicas. Vinimos a
Inglaterra con Ricardo el
Conquistador. Por consiguiente, paucas pallabris, que el mundo
siga dando vueltas y punto en boca. 

TABERNERA.-¿Es decir que no quieres
pagar los vasos que has roto? 

SLY.-¡Ni un denario! ¡Largo,
largo, la santa Jerónima! Vete a calentar la cama, que la
tienes fría. 

TABERNERA.-PUeS entonces ya sé lo que
ten-go que hacer: ir a buscar al oficial del
barrio. 

SLY.-Oficial, capitán o comandante, la
ley me servirá de respuesta. No me vuelvo atrás de
lo que he dicho ¡ni una pulgada!, hermosa. Que venga, que
venga, y será bien recibido. (Cae por tierra y se duerme.
Al punto se oye el estrépito producido por cuernos de
caza, y seguidamente entra un Noble que vuelve, tras una batida,
con sus piqueros y criados.) 

NOBLE.-Montero, te recomiendo mis perros.
Cuídalos como es debido. Sangra a Merriman. La fatiga y la
espuma ahogan a la pobre bestia; y pon juntos a Clowder y la
perra de la boca grande. ¿Has visto, muchacho, cómo
Silver ha encontrado la pista en el recodo del seto? No quisiera
perder este perro por veinte libras.

PRIMER MONTERO.-Pues Belman no le va en
zaga, señor. Apenas la pista perdida, ¡qué
manera de ladrar! Y por dos veces la ha encontrado y en los
sitios más oreados. Para mí es el mejor de los
perros, creedme. 

NOBLE.-¡Bah!, eres bobo. Si Echo
fuese tan rápido como él, ¡doce Belman
valdría! Pero bueno, hazlo comer como es debido y
ocúpate bien de to-dos, pues mañana quiero cazar
aún. 

PRIMER MONTERO-Contad conmigo,
señor. 

NOBLE.-(Viendo a Sly.) Pero,
¿qué es esto? ¿Un muerto o un borracho?
Mirad a ver si respira. 

SEGUNDO MONTERO.-Respira, respira,
señor. Y por fortuna para él, la cerveza le
calienta. De otro modo, difícil que durmiese tan
profundamente en cama tan fría. 

NOBLE.-¡Qué bruto! Ahí
le tenéis, tumbado como un cerdo. Innoble y repugnante
imagen de la sombría muerte. Pero me voy a divertir con
este borracho. Vamos a ver: ¿creéis que
transportado a una buena cama, entre sábanas finas,
anillos en los de-dos, una mesa suculenta junto a él al
abrir los ojos y en torno criados de librea; creéis, digo
que este mendigo olvidaría lo que es? 

PRIMER MONTERO.-¡Qué duda
cabe, señor! Cómo querríais que ocurriese
otra cosa. 

SEGUNDO MONTERO.-¡Y qué
sorpresa al despertar! 

NOBLE.-Poco más o menos, como la
impresión que causa un ensueño halagador o una
quimera. Pues dicho y hecho: levantadle con todo cuidado y
preparemos bien la broma. Llevadle suavemente hasta la más
hermosa de mis alcobas y llenadla con los cuadros que tengo
más excitantes. Lavad asimismo su cabeza, ¡tan
sucia!, con aguas templadas y bien perfumadas, e incluso quemad
maderas olorosas para que perfumen la estancia. Y para cuando
vaya a despertar, tened preparada una orquesta a punto de dejar
oír una música dulce, celestial. Y si empieza a
hablar, amontonaos presurosos en torno suyo y decidle del modo
más humilde y respetuoso: «¿Qué desea
vuestra señoría?» Y al momento que uno de
vosotros se le acerque con una aljofaina de plata llena de agua
de rosas cubierta de otras flores deshojadas. Otro que lleve un
jarro. Un tercero, una toalla toda brochada y que al
ofrecérsela diga: «¿Le agradaría a
vuestra señoría refrescarse las manos?» Al
mismo tiempo, que otro tenga dispuesto cuanto necesite para su
atavío y le pregunte qué traje se quiere poner.
Aún otro le hablará de sus perros y de sus
caballos, sin olvidar a su amante esposa, a quien su enfermedad
tiene tristísima.

En fin, persuadidle de que ha estado loco.
Y cuando responda que él es fulano de tal, decidle
que sueña, que quien es real-mente es un gran
señor y no otra cosa. Si lleváis la cosa con
habilidad y discreción, no habrá entretenimiento
comparable. 

PRIMER MONTERO.-Yo os garantizo,
señor, que representaremos nuestro papel de un modo tan
perfecto, que no dudará en creer que es quien le digamos
que sea. NOBLE.-Pues bien, levantadle con todo cuidado y
llevadle a la cama. Y estad preparados para cuando abra los ojos.
(Los criados se llevan a S1y. Al punto empieza a sonar ruido de
trompetas.) Tú, bribón, ve a ver qué
trompeta es esa que se oye. (El criado sale.) Sin duda
algún noble caballero en viaje que, fatigado, desea
descansar aquí. (Vuelve el criado.) Veamos:
¿qué es? CRIADO.-Con el permiso de vuestra
señoría, se trata de una compañía de
cómicos que se ofrecen a representar ante vuestro
honor. 

NOBLE.-Ve y diles que se acerquen. (Entran
los cómicos.) Sed bien venidos,
muchachos. Cómicos.-Gracias, noble
señor. 

NOBLE.-¿Tenéis el
propósito de permanecer en mi casa esta
noche? 

UNO DE LOS CÓMICOS.-Si place a
vuestra señoría aceptar nuestros servicios,
honradísimos. 

NOBLE.-Por mí, con mucho gusto. Por
cierto, que he aquí un bravo del que me acuerdo muy bien.
Sí, recuerdo haberle visto hacer el papel del hijo mayor
de un granjero. Aquella comedia en que tan admirablemente
hacías la corte a cierta gran dama. Tu nombre le he
olvidado, pero el papel, a fe que te iba de maravilla. Y que le
representabas del modo más natural del
mundo. 

UN CÓMICO.-Me parece que vuestra
señoría se refiere a Soto. 

NOBLE.-En efecto. Y tú representabas
el papel a la perfección. Pues bien, habéis llegado
a pedir de boca. Tan a punto, que preparo
un entretenimiento en el que vuestra habilidad
podrá serme sumamente útil. Hay aquí cierto,
señor que sería feliz viéndoos representar
esta noche. Pero mucho me temo que no seáis capaz de
guardar la compostura debida al ver su extraña traza.
Porque trátase de un elevado personaje que no obstante,
jamás ha presenciado una obra de teatro y, como digo, temo
se os escape alguna broma que le ofendería gravemente. Por
consiguiente, os lo advierto mucho: por poco, amigos míos,
que os viese reír, se pondría
furioso. 

UN CÓMICO.-No temáis nada,
excelencia. Sabremos contenernos, aunque fuese el más
grotesco personaje del mundo.

NOBLE.-Tú, pícaro,
llévales al cuarto de servicio y que todos reciban la
buena acogida que merecen. Que no carezcan de nada cuanto se les
pueda ofrecer en mi casa. (Sale el criado seguido de los
cómicos. El noble sigue, dirigiéndose a otro
criado.) Y tú, bribón, ve a buscar a
Bartolomé, mi paje, y dile que de pies a cabeza se vista
como una dama. Y una vez hecho llévale al cuarto del
borracho, llamándole siempre «señora» e
inclinándote al hacerlo en señal de profundo
respeto. En cuanto a él, dile que si quiere tenerme
contento que imite la manera de conducirse de las señoras
nobles cuando están en presencia de sus maridos. Que como
tal se comporte con el borracho, y que hablándole con voz
dulce y con rendida sumisión le diga, por ejemplo:
«¿Qué tiene que ordenar hoy vuestra
señoría que pueda permitir a vuestra obediente,
esposa testimoniaros su celo y probaros su amor?» Y al
punto, abrazándole cariñosamente y entre tiernos
besos, y apoyando su cabeza en su pecho, que trate de llorar,
diciéndole que tales lágrimas vienen de
la alegría  que siente viendo cómo su
noble señor ha vuelto a sus sentidos tras haberse
imaginado, durante siete largos años, que no era si-no un
pobre mendigo. Y, caso de que mi paje no tenga ese don, tan
fácil a las mujeres, de verter a voluntad lágrimas
a torrentes, podrá salir del paso mediante una cebolla
cuidadosamente envuelta en su pañuelo que, cerca de los
ojos, hará que están constantemente
húmedos. Corre a poner en práctica
inmediatamente lo que te digo, que luego te daré nuevas
instrucciones. (Sale el criado.) Seguro que el paje
imitará a la perfección la gracia, la voz, el porte
y los ademanes de una dama de calidad. Impaciente estoy ya por
oír cómo llama al borracho esposo mío, y por
ver cómo los demás, conteniendo la risa, se
apresuran a prestar toda clase de homenajes al patán. Voy
a hacerles aún algunas recomendaciones. Mi presencia
moderará, además, su humor, natural-mente demasiado
alegre, pues sin ello fácilmente podrían ir
más allá de los justos límites. (Salen
todos.) 

ESCENA II

Una alcoba en el palacio del
noble (SLY, vestido con una rica bata, está rodeado
de criados. Unos tienen en sus manos vestidos suntuosos; otros,
aljofaina, jarro y demás neceseres para lavarse. Entra
también el noble, pero modestamente
vestido.)SLY.

-Por el amor de Dios, dadme un jarrillo de
cerveza. 

PRIMER CRIADO.-¿No le
agradaría a Vuestra Señoría una copa de vino
de Canarias? 

SEGUNDO CRIADO.-¿Y no
probaría Vuestra Excelencia estas exquisitas frutas en
dulce? 

TERCER CRIADO.-¿Qué traje
desea Vuestra Honor ponerse hoy? SLY.-Yo soy
Cristóbal Sly. No me hartéis, pues, con tanta
«Señoría» y «Excelencia».
En cuanto al vino de Canarias, jamás lo he catado; y si
queréis darme algo preparado, que sea buey bien ahumado.
No me preguntéis tampoco qué traje quiero ponerme,
pues no tengo más justillos que espaldas, más
calzas que piernas, ni más zapatos que pies. Es
más, con frecuencia me ocurre tener más pies que
zapatos. O tales zapatos que los dedos asomen por los agujeros
del cuero

NOBLE.-¡Que el cielo libre a Vuestra
Señoría de la triste chifladura de que es
víctima! ¿Cómo es posible que señor
tan poderoso, de tan elevada cuna, dueño de tan
cuantiosa fortuna y de tan altísima consideración,
sea víctima de tan insensata manía? SLY.-Pero,
vamos a ver, ¿es que queréis volverme loco?
¿Es que acaso no soy Cristóbal Sly,
el hijo del viejo Sly, de Burton-heath, buhonero de
nacimiento, fabricante de cuerdas, gracias a su educación,
por cambio, exhibidor de osos y actualmente calderero de oficio?
Preguntad a Mariam Hacket, la tabernera gorda de Wincot, si me
conoce o no. Y si no dice que la he dejado de cuenta catorce
denarios de cerveza, tenedme por el más redomado embustero
de la cristiandad… (Un criado le trae un jarro con cerveza.)
¿Quién habla de que yo haya perdido la cabeza? A
la… (Bebe.) 

TERCER CRIADO.-¡Ay!, eso es lo que
hace gemir a vuestra esposa. 

SEGUNDO CRIADO.-¡Y lo que abruma a
vuestros servidores

NOBLE.-Y he aquí por qué
vuestros parientes huyen de vuestra casa, expulsados de ella por
vuestro triste extravío. Ea, noble señor, piensa en
tu nacimiento, llama de su destierro a tus pensamientos de otro
tiempo, y aleja, por el contrario, lo más que te sea
posible, estas divagaciones de ahora, tan bajas y abyectas. Mira
cómo tus servidores se agolpan en torno tuyo, dispuesto
cada uno a servirte a la menor de tus indicaciones. ¿Te
placería oír música? Escucha. (Se oye, en
efecto, una música dulcísima.) El propio Apolo
toca, y veinte ruiseñores enjaulados cantan.
¿Prefieres, acaso, dormir? Si es así, te
conduciremos a un lecho más suave y mullido que el
preparado ex profeso para Semíramis.

¿Es que acaso deseas pasearte? Si
así es, cubriremos el camino de alfombras. ¿Te
agradaría montar a caballo? Tus bridones están
dispuestos y enjaezados con arneses bordados con oro y perlas.
¿Te apetece tal vez cazar con halcón? Precisamente
tienes muchos, cuyo vuelo es más rápido que el de
la alondra mañanera. ¿Acaso la montería? Tu
jauría hará resonar el cielo y despertará
con sus ladridos el eco estridente de las
cavernas. 

PRIMER CRIADO.-Di, señor, que lo que
quieres es cazar a la carrera, pues tus lebreles son tan
rápidos como ciervos lanzados, y más ágiles
que las corzas mismas. 

SEGUNDO CRIADO.-¿Te placen los
cuadros? Si es así, al punto te traeremos uno que
representa a Adonis al borde de un arroyo, y a Citerea, oculta
entre unas cañas, que diríase que se mueven y
ondulan a causa de su aliento, lo mismo que cuando son agitadas
por la brisa. 

NOBLE.-Te mostraremos a lo, aún
virgen, en el momento de ser seducida por sorpresa. La
pintura es tan viva que diríase que se ve la
escena.

 TERCER CRIADO.-O bien a Dafné,
errando a través de la agreste espesura que la
araña las piernas. Pero con tal verdad, que se
juraría que sangra, y que Apolo, desolado, llora al verlo.
¡De tal modo, sangre y lágrimas están
pintadas con arte magistral! 

NOBLE.-Eres un gran señor y tan
sólo un gran señor. En cuanto a tu dama,
infinitamente más hermosa es que todas las de este
degenerado tiempo. 

PRIMER CRIADO.-Antes de que las
lágrimas que vertió por tu culpa cayesen a raudales
por su hermosísimo rostro, era la más hermosa
criatura del mundo. Incluso hoy no cedería a ninguna otra
en belleza. 

SLY.-¿De veras soy un gran
señor? ¿Tengo, en verdad, una hermosa mujer? Pero,
¿es que sueño o, por el contrario, es
hasta ahora cuando he estado soñando? Sin embargo, no
estoy dormido, puesto que veo, oigo y hablo. Como huelo perfumes
deliciosos y toco objetos delicados. Sí, ¡por mi
vida!, señor soy y no calderero; no Cristóbal Sly.
Magnífico. Pues traedme al punto a esa nuestra dama para
que yo la vea. Y aún otro jarro de
cervecita. 

SEGUNDO CRIADO.-¿Agradaría a
Vuestra Señoría lavarse las manos? (Le presentan
cuanto es necesario para ello.) ¡Qué felicidad para
nosotros ver a nuestro señor vuelto a la razón!
¡Si de veras os die-seis bien cuenta de quién sois!
Hundido habéis estado durante los últimos quince
años en un verdadero sueño.

Hasta cuando despertabais parecíais
dormido. SLY.- ¿Dormido durante quince años?
¡Largo sueño, a fe mía! Y durante todo
este tiempo, ¿no he dicho nada? 

PRIMER CRIADO.-Por supuesto, Señor,
pero palabras desprovistas de sentido. Aunque estabais acostado
aquí en esta hermosa cámara, pretendías que
habíais sido puesto de patas en la calle y llenabais de
injurias a la dueña de la casa, asegurando, además,
que la citaríais ante la justicia. Y ello, por haberos
servido cántaros de gres en vez de botellas bien lacradas.
A veces llamabais también a
Cecilia Hacket. SLY.-Sí, la criada de la
taberna. 

TERCER CRIADO.-Pues bien, señor, en
realidad no conocíais ni criada ni taberna. Corno tam-poco
a ninguno de los hombres que citabais tantas veces: por ejemplo,
Stephen Sly, el viejo John Naps de Greece, Pedro Turph, Enrique
Pimprenelle y veinte más, de nombres parecidos, que nunca
existieron ni alguien vio jamás. SLY.-Bueno…
¡Pues Dios sea alabado por ha-berme
curado! 

TODOS.-¡Amén! SLY.-(Al
criado.) Te doy las gracias, y descuida que nada perderás
por lo que me has dicho. (Entra el Paje vestido como una gran
dama y seguido de su séquito.) 

PAJE.-¿Cómo está mi
noble señor? 

SLY.-Muy bien, ¡pardiez!, pues
aquí se está de primera y hay de todo.
¿Dónde está mi mujer? 

PAJE.-Aquí, noble señor, yo
soy. ¿Qué me ordenáis? 

SLY.-¿Eres mi mujer y no me llamas
tu marido? Bueno que éstos me llamen
«señoría», pero para ti soy tu
hombre. 

PAJE.-Mi marido y señor, mi
señor y mi esposo. Y, yo vuestra mujer toda
obediente. 

SLY.-Ya lo sé. ¿Cómo
debo llamarte?  PAJE.-Señora. SLY.-¿Pero
señora Alicia, señora Juana o
qué? 

PAJE.-Señora y basta, pues de este
modo un señor se dirige a las damas. 

SLY.-Señora mi dama: dicen que he
soñado y dormido durante quince años y tal vez
más.

 PAJE.¡Ay!, quince años
que me han parecido treinta a causa de haber estado todo este
tiempo au-sente de vuestro lecho. 

SLY.-Largo tiempo, en efecto… Criados,
dejadme solo con ella. (Los criados se retiran.)
Señora, desnúdate y acostémonos en
seguida. 

PAJE.-Os suplico, nobilísimo
señor, que me excuséis aún por una noche o
dos; o por lo menos, esperad a que el sol se ponga. Pues vuestros
médicos me han recomendado muy mucho, so pena de que
volváis a caer en la antigua enfermedad, que me abstenga
aún de vuestro lecho.

Espero que tan justa causa será
suficiente excusa. 

SLY.-Sí, la razón
es poderosa. No obstante, mucho me va a costar esperar tanto
tiempo. Claro que, como no quiero volver a caer en mis
ensueños, esperaré a despecho de la carne y de la
sangre. (Entra un criado.)

EL CRIADO.-Los cómicos de Vuestra
Señoría, habiendo sabido vuestro restablecimiento,
han venido a ofreceros una agradable comedia. Tal ha sido
aconsejado por vuestros médicos; sabiendo que el exceso de
tristeza ha congelado vuestra sangre y, por aquello de que la
melancolía es madre del frenesí, encuentran
saludable que oigáis una pieza teatral, con objeto de que
vuestro espíritu se predisponga a la
bulliciosaalegría que, como es sabido, previene toda
suerte de males y alarga la vida. 

SLY.-¡Pardiez!, la cosa me place; que
representen su pieza. Una «comedia» ¿no es una
de esas farsas de Navidad o uno de esos manejos de los
titiriteros? 

PAJE.-No, mi querido señor; es algo
más agradable y mejor. 

SLY.-¿Cuestión de cortinas y
de papeles pinta-dos? 

PAJE.-Es una especie de
historia

SLY.-Bien. Ahora lo veremos. Señora
mi mujer, siéntate a mi lado y dejemos que el mundo siga
dan-do vueltas. Jamás seremos más jóvenes
que ahora. (El paje obedece y empieza a sonar la
música.) 

ACTO PRIMERO 

ESCENA PRIMERA Padua. Una
plaza (Entran LUCENTIO y su criado TRANIO) 

LUCENTIO.-Por fin, Tranio, tras tanto como
deseaba ver la hermosa Padua, cuna de las artes, heme aquí
al cabo llegado a Lombardía, jardín delicioso de la
gran Italia. En ella estoy, sí, gracias al cariño y
autorización de mi padre, y, además, enriquecido
con tu fiel compañía. Tranio, mi leal servidor,
cuya abnegación tantas veces he puesto ya a prueba.
Respiremos, pues, satisfechos, aquí, y em-piece un
período de trabajo sabio y de nobles estudios liberales…
Pisa, afamada a causa de la seriedad de sus ciudadanos, me vio
nacer. Y antes que a mí, a mi padre, de la raza de los
Bentivolii, Vincentio, gran comerciante cuyos negocios se
extienden por el mundo. El hijo de Vincentio, educado en
Florencia, debe ahora, con objeto de responder a todas las
esperanzas que en él han sido puestas, añadir a sus
riquezas el adorno de sus acciones virtuosas. He aquí por
qué, Tranio, al mismo tiempo que estudio voy a tratar de
practicar la virtud, aplicándome especialmente a esa parte
de la filosofía que trata, en particular, de la dicha que
se puede conseguir mediante la virtud.

Dame, pues, tu opinión sobre este
propósito, pues he dejado Pisa y he venido a Padua como
aquel que se aparta de un estanque poco profundo para zambullirse
en un gran río con el propósito de apagar en
él su sed. 

TRANIO.-Mi perdonato, mi gentil amo;
comparto enteramente vuestros sentimientos y muy feliz
seré si persistís en vuestra resolución de
libar los jugos de la suave filosofía. No obstante, mi
querido amo, bien que admiremos la virtud y la disciplina moral,
no nos volvamos, os lo ruego, estoicos, a punto de pasar por
leños, ni sigamos los preceptos de Aristóteles
hasta el punto de rechazar y abominar de Ovidio. Discutid sobre
lógica con vuestros amigos. Pero practicad la
retórica en vuestras conversaciones cuotidianas. Acu
matemática y de la metafísica no
toméis más de lo que vuestro estómago pueda
digerir. Pues allí donde amo, estudiad aquello que
más os agrade.

LUCENTIO. gracias, Tranio. Buenos to a
Biondello, lástima  hecho, podríamos tomar al
punto nuestras disposi ciones y escoger un alojamiento digno de
recibir a los amigos que el tiempo que estemos aquí no
dejará que llega? 

TRANIO. vez una comisión, mi amo,
que viene a darnos la bien (Entran Bautista acom ñado de
sus dos hijas, Catalina y Blanca, seguidos de Gremio, viejo
hidalgo, ridículo, y de Lucentio, y Tranio se
apartan.) -No me importunéis más,
señores. suelto: no casaré a mi hija pe
queña sin que la mayor tenga ya marido. Por cons guiente,
si alguno de vosotros dos ama a
Catalina, e GREMIO.-(Aparte.) ¿Hacerla la corte?
Que no sea como es, he aquí lo que habría que
hacerla. Por mi parte, la encuentro harto áspera. Pero
vos, Hortensio, ¿la tomaríais tal vez por
mujer? 

CATALINA.-(A su padre.) ¡
Cómo! ¿Es que pretendéis hacer de mí
un cimbel para la ristra de pretendientes? 

HORTENSIO.-¿Pretendientes, hermosa
criatura? ¿Qué entendéis vos por
pretendientes? Nada de pretendientes, en lo que os afecta,
mientras no seáis más dulce y más amable que
en el presente. 

CATALINA.-De veras, señor
mío, que nada tendréis que temer jamás. No
estáis aún, podéis creerme, ni a mitad del
camino que conduce al corazón de la hermosa. Pero de
ocurrir, estad seguro que el primer cuidado de la bella
sería peinaros la cabezota con las tres patas de un
escabel, pintarrajear vuestra cara y trataros, en fin, como lo
que sois: como un necio.

HORTENSIO.-(Aparte.) ¡De demonios
semejantes líbranos, Señor! 

GREMIO.-(Idem.) ¡Sin olvidarme a
mí, buen Dios! 

TRANIO.-(A Lucentio.)
¡Atención, mi amo! Me parece que la vamos a gozar.
Esa joven o es una lo-ca de atar o una arpía
fenomenal. 

LUCENTIO.-En cambio, en el silencio de la
otra admiro la dulzura y la discreción de una vir-gen…
Calla, Tranio. 

TRANIO.-Bien dicho, mi amo. Callemos,
contentándonos con mirar cuanto ocurre. 

BAUTISTA.-Pues lo dicho, señores.
Blanca, vete a casa. Y que ello no te disguste, mi querida
Blanca. No te querré menos por ello, hija
mía. CATALINA.-¡ Pobrecita criatura! Metedle un
dedo en un ojo y sabrá al menos por qué
llora. 

BLANCA.-Sí, sí, que mi
tristeza os sirva de alegría… Señor, obedezco
humildemente vuestra voluntad. Mis libros y mis instrumentos de.
música serán mi compañía. Unos me
servirán de estudio; la otra, de
entretenimiento. 

LUCENTIO.-¿Oyes, Tranio? ¿No
te parece es-tar escuchando a Minerva? 

HORTENSIO.-Señor Bautista,
extraña decisión la vuestra. Pena me da que nuestro
afecto hacia Blanca sea para ella causa de
contrariedades. 

GREMIO.-Pero ¿es que queréis
encerrarla en una jaula y castigarla tan sólo porque este
demonio infernal de su hermana tenga una lengua de
víbora? 

BAUTISTA.-Señores míos; haced
lo que mejor os plazca. En cuanto a mí, lo que he
resuelto, ¡resuelto está! Blanca, a casa. (Blanca
sale.) Como sé que ama con pasión música y
poesía, haré venir a mi casa profesores capaces de
instruir su juventud. Si conocéis alguno, Hortensio, o
vos, Gremio, enviádmelos. Siempre tendré toda
suerte de atenciones con los hombres de talento; así como
no dejaré de ser generoso en cuanto afecta a la
educación de mis hijas. Y esto dicho, adiós.
Tú, Catalina, puedes quedarte; yo tengo que hablar
aún con Blanca. (Sale.) 

CATALINA.-Pero, ¿es que si me place
largarme no voy a poder hacerlo? ¡Pues no falta más
sino que se me dijese lo que he de hacer con mi tiempo, cual si
yo fuese incapaz de saber lo que hay que tomar y lo que hay que
dejar! ¡Está bonito! (Sale.) 

GREMIO.-Puedes irte, sí, y si te
place, a buscar al demonio y hacerte su mujer. Tan a
propósito eres para él que nadie te retendrá
aquí. Está tranquila. ¡Bah!, el amor no nos
acucia tanto, Hortensio, que no podamos esperar, barajando juntos
nuestras esperanzas y ayunando mientras sea preciso; nuestro
bollo está aún crudo por ambos lados.

Adiós, pues. No obstante, el afecto
que siento hacia Blanca es tal, que si doy con un maestro capaz
de enseñarle las ar-tes que le son tan gratas, no
dejaré de recomendárselo a su
padre. 

HORTENSIO.-Yo haré lo mismo
señor Gremio. Pero una palabra aún, os lo ruego.
Aunque hasta ahora la propia naturaleza de nuestra rivalidad no
nos ha permitido conversar largamente, paréceme, tras
haberlo pensado bien, que, si queremos poder acercarnos
aún a nuestra bella amada y pretender, como rivales
felices, al amor de Blanca, tenemos ambos el mayor interés
en realizar una cosa. 

GREMIO.-¿Qué cosa? Os
escucho. 

HORTENSIO.-¡Pardiez, señor
mío!, encontrar un marido para su
hermana. 

GREMIO.-¿Un marido? ¡Un
demonio! 

HORTENSIO.-Un marido, un marido,
digo. 

GREMIO.-Pues yo digo un diablo. Porque,
¿es que creéis, Hortensio, que, pese a la gran
fortuna de su padre, habrá en el mundo un hombre tan loco
como para casarse con ese infierno de mujer? 

HORTENSIO.-¡Bah!, creedme, Gremio,
aunque sea algo por encima de nuestra paciencia, de la vuestra y
de la mía, el soportar sus gritos y sus querellas, no
faltarán, amigo mío, barbianes atrevidos
(la cuestión es dar con ellos), que carguen con la moza,
pese a todos sus defectos, si va bien envuelta en
dinero

GREMIO.-No me atrevería yo a
asegurar otro tanto. En todo caso, y en lo que a mí
respecta, yo preferiría recibir tan sólo su dote,
aun con la condición de ser azotado todas las
mañanas en plena plaza del mercado

HORTENSIO.-Razón tiene el proverbio;
en efecto, cuando las manzanas están podridas, es
difícil escoger. En todo caso, puesto que la
condición impuesta por el padre nos hace amigos,
mantengamos esta amistad hasta que hayamos encontrado un marido
para la mayor de las hijas de Bautista. Luego, una vez la
pequeña en libertad de casarse, la batalla empezará
de nuevo. ¡Blanca querida! ¡Dichoso el hombre
que consiga tal tesoro! El anillo al corredor más
rápido. ¿No os parece, señor
Gremio? 

GREMIO.-Estamos de acuerdo. Y el mejor
caballo de Padua daría, con gusto, con objeto de que
llegase rápido a cortejarla, a aquel que quisiera empezar
a enamorar a Catalina, casarse con ella, meterla en su cama y
librar de su presencia a la casa. Ea, vamos. (Salen
juntos.) 

TRANIO.-Pero decidme, mi amo, por favor,
¿es posible que el amor adquiera de pronto imperio tan
grande? 

LUCENTIO.-¡Oh Tranio!, antes de
sentir que la cosa es cierta, no la hubiera creído
posible, ni siquiera probable. Pero, escucha, mientras estaba
aquí, mirando lo que pasaba sin pensar en otra cosa, he
sentido los efectos del amor, y ahora, te lo confesaré con
franqueza puesto que eres para mí un confidente tan
querido como lo fue Ana para la reina de Cartago; ardo,
languidezco, muero. Tranio, si no consigoconquistar a esa
modesta joven. Aconséjame, Tranio, pues tú puedes
hacerlo, bien lo sé. Ayúdame, Tranio, pues
también sé que querrás
ayudarme. 

TRANIO.-Inútil ya, amo, tratar de
regañaros. Jamás los reproches expulsaron el amor
de un corazón enamorado. Si el amor os ha herido, no os
que-da sino un recurso: «Redime te captum quam quaes
minimo». 

LUCENTIO.-Gracias, amigo mío.
Continúa; diríase que ya me siento aliviado. Lo que
aún tengas que decirme me reanimará completamente.
Tus consejos son buenos. 

TRANIO-Mirabais, mi amo, a
la joven con tal insistencia, que tal vez no
habéis notado lo principal. 

LUCENTIO.-¡Ya lo creo que lo he
notado! He visto en su rostro una dulcísima belleza, tan
sólo comparable a la de la hija de Agenor que
obligó nada menos que al poderoso Júpiter
a humillarse ante ella y a besar con sus rodillas las playas de
Creta. 

TRANIO.-¿Y es cuanto habéis
visto? ¿No habéis notado cómo su hermana se
ha puesto a gruñir y a tronar, tan fuerte, que no
había oídos humanos que soportasen el
estruendo? LUCENTIO.-He visto, Tranio, moverse sus la-bios
de coral y perfumar el aire con su aliento. A ella, y en ella
cosas puras y suaves es cuanto he vis-to. 

TRANIO. (Aparte.)-Lo primero, en verdad, es
sacarle de su arrobamiento. Despertad, mi amo, os lo ruego. Si
amáis a la joven aplicad vuestros pensamientos y vuestro
corazón a conquistarla. La situación es la
siguiente: su hermana mayor es tan arisca y tan rabiosa, que
mientras su padre no se ha-ya desembarazado de ella, vuestra
amada, mi amo permanecerá clavada en la casa. Y
sólo con este propósito ha encerrado a la menor,
con objeto de no verse importunado por sus
pretendientes. 

LUCENTIO.-¡De qué modo, oh
Tranio, es cruel ese padre! Pero, ¿no te has dado cuenta
de que se preocupa por encontrar maestros hábiles que
puedan instruirla? 

TRANIO.-¡Por supuesto, mi amo! Y,
¡pardiez!,  he aquí lo que va a arreglar el
asunto.

LUCENTIO.-Tal creo
también.

TRANIO.-Amo, apostaría a que ambos
hemos tenido pensamientos que se encuentran y no
hacen sino uno.

LUCENTIO.-Dime primero el tuyo.

TRANIO-Pues que hagáis de profesor,
y os en carguéis de instruir a la joven. He
aquí vuestro pro yecto.

LUCENTIO.-Exacto. Y ¿es
realizable?

TRANIO.-No, mi amo. Porque entonces,
¿quién  cumpliría aquí, en
Padua, el papel del hijo de Vicentio?
¿Quién tendría dignamente su casa,
estudiaría en sus libros, recibiría a sus amigos,
visitaría a sus compatriotas y les invitaría a
comer con él? 

LUCENTIO-Basta, no te inquietes. Tengo ya
pensado todo lo necesario. Como aún no nos han visto en
casa alguna y no pueden leer en nuestras caras quién es el
amo y quién el criado, he aquí cómo vamos a
arreglar las cosas: tú serás, Tranio, quien hagas
de amo en mi lugar. Tú quien llevarás la casa, su
tren, los servidores y cuanto necesites para ocupar mi puesto. Y
yo seré otro personaje cualquiera: un
florentino, un napolitano o un hombre pobre cualquiera de Pisa.
La idea está ya madura y la vamos a poner en
práctica, Tranio. Conque despójate al punto y
endósate mi sombrero y mi capa de color. En cuanto a
Biondello, al llegar se pondrá a tus órdenes. Pero
antes tomaré las precauciones necesarias con objeto de
frenar su lengua. 

TRANIO.-Necesidad y mucha tendréis
de ello. (Cambian sus vestidos.) En definitiva, mi amo, sea
así, puesto que tal lo deseáis puesto que mi deber
es ser obediente. Vuestro padre me lo recomendó muy bien
antes de que partiésemos: «Sirve en todo a mi
hijo», me encareció bien. Claro que entendía
la cosa de modo muy distinto. Total: que soy feliz siendo
Lucentio a causa de lo mucho que a Lucentio
quiero. 

LUCENTIO.-Debes decir, Tranio: en
atención al amor que arde en Lucentio. En cuanto a
mí, esclavo quiero hacerme tan sólo por conseguir a
esa joven, cuya sola vista tan súbitamente ha cautivado,
hiriéndolos, a mis pobres ojos. (Entra Biondello.) Pero
aquí llega este pícaro… ¿Dónde has
estado, bribón? 

BIONDELLO.-¿Que dónde he
estado? Pues yo… Pero, y vos mismo, ¿dónde
estáis ahora? ¿Es que mi compañero Tranio,
amo, os ha robado vuestro vestido? ¿O es, al contrario,
vos quien le habéis robado el suyo? ¿U os
habéis robado mutuamente uno a otro? Decidme qué
ocurre, os lo ruego. 

LUCENTIO.-Acércate, granuja. El
momento no está para bromas; por consiguiente, trata por
tu parte de ponerte de acuerdo con las circunstancias

Partes: 1, 2, 3, 4, 5

Página siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter