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Bernardo de Claraval y la orden templaria




Enviado por Agustin Fabra



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Infancia y
    juventud
  3. Su
    llamado
  4. La orden del
    Císter
  5. La abadía de
    Claraval
  6. El abad Bernardo de
    Claraval
  7. La actividad
    pública de Bernardo de Claraval
  8. Impulsor de la
    arquitectura cisterciense
  9. Influencia en el
    Papa Eugenio III
  10. Bernardo y su
    doctrina
  11. Los escritos de
    Bernardo
  12. Los últimos
    años del abad Bernardo de Claraval
  13. Anexo

Introducción

Bernardo de Clairvaux (Claraval en
español) fue un monje cisterciense francés y Abad
de Monasterio de Claraval. Con él la Orden
del Císter se expandió por toda Europa y
personalmente pasó a ocupar el primer plano de la
influencia religiosa. Participó en los principales
conflictos doctrinales de su época y se implicó en
los asuntos importantes de la Iglesia Católica.

Es una personalidad esencial en la historia de la
iglesia y la más notable del siglo XII, llegando incluso a
ser el principal impulsor de la naciente Orden Templaria y un
apasionado predicador de la Segunda Cruzada. Ejerció una
gran influencia en la vida política y religiosa de Europa
en el siglo XII. Sus contribuciones han perfilado la religiosidad
cristiana, el canto gregoriano, la vida monástica y la
expansión de la arquitectura gótica.

Bernardo falleció en el Monasterio de Claraval el
20 de agosto de 1153 y la Iglesia Católica lo
canonizó el 18 de enero 1174 por el Papa Alejandro III, y
Pío VIII le declaró Doctor de la Iglesia en
1830.

Infancia y
juventud

Bernardo nació en el año 1090 en
Fontaine-les-Dijon, en la Borgoña, Francia. Sus
padres, Tescelín, señor de Fontaine, y
su madre Aleth de Montbard, pertenecían a la alta nobleza
de Borgoña.

Bernardo, tercero de una familia con siete hijos, entre
ellos una sola mujer, fue educado con un cuidado especial porque,
aún antes de nacer, un hombre devoto había
anunciado a su madre que el hijo al que iba a dar a luz iba a
tener un gran destino.

A los nueve años de edad Bernardo fue enviado por
su padre a la famosa escuela de Chatillon- sur-Seine, que
seguía la antigua regla de San Vorles. Bernardo
tenía una gran inclinación por la literatura y se
dedicó durante algún tiempo a la
poesía.

Ganó la admiración de sus maestros con su
éxito en los estudios, y no menos destacable fue su
crecimiento en la virtud. El gran deseo de Bernardo fue el de
progresar en el campo de la literatura con vista a abordar a
fondo el estudio de la Sagrada Escritura.

Bossuet, clérigo, predicador e intelectual
francés, decía que todo en Bernardo era
piedad
. Tenía una devoción especial a la
Santísima Virgen y nadie ha hablado de Ella de manera
más sublime.

Bernardo tenía 19 años cuando en 1109
murió Aleth de Montbard, su madre. Fue un momento muy
difícil para él y durante algún tiempo se
enfrió su fervor y empezó a inclinarse hacia lo
mundano. Pero las amistades mundanas, por más atractivas y
brillantes que fueran, lo dejaban vacío y lleno de
hastío. Después de cada fiesta se sentía
más desilusionado del mundo y de sus placeres.

Incluso en medio de la vida mundana que llevaba,
Bernardo poseía un extraordinario carisma de
atracción personal. Era amable, simpático,
inteligente, bondadoso y alegre. Incluso muy apuesto, puesto que
su hermana Humbelina le llamaba cariñosamente con el
apelativo de ojos grandes.

Su
llamado

Bernardo no se hallaba feliz dentro de la vida mundana;
él deseaba salirse de ella y encontrar el
camino que le condujera a la paz personal y espiritual que
anhelaba. Y por fin llegó. Una noche de Navidad y en plena
celebración litúrgica en el Templo, Bernardo se
quedó dormido y le pareció ver al Niño
Jesús en Belén en brazos de María, y que la
Madre le ofrecía a su Hijo para que lo amara y le hiciera
amar por los demás.

Desde ese día Bernardo ya no pensó en otra
cosa que no fuera consagrarse a la religión y al
apostolado. Fue al Monasterio de monjes benedictinos del
Císter y pidió ser admitido en la orden. El
superior, Esteban Harding, lo aceptó con profunda
alegría.

Bernardo regresó a su familia a contarles la
noticia, pero todos se opusieron a su decisión. Sus amigos
le decían que eso era desperdiciar una gran personalidad
para ir a sepultarse vivo en un monasterio. Su familia no
aceptaba su decisión de ninguna manera. Pero Bernardo les
habló tan acertadamente sobre las ventajas y cualidades
que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al
convento a sus cuatro hermanos mayores, a su tío y a
treinta compañeros de la nobleza local, que dejaron todo
para unirse a Cristo.

Cuando le dijeron a Nirvardo, su hermano menor, que iban
al Císter para convertirse en religiosos, el muchacho les
respondió: ¡Ajá! ¿Con que vosotros
vais a ganaros el cielo y a mí me dejáis
aquí en la tierra? ¡Esto no lo puedo aceptar
!.
Y un tiempo después también Nirvardo se hizo
religioso del Císter.

Pero antes de entrar al Monasterio, Bernardo
llevó a su finca a todos los que deseaban entrar a la
Orden para prepararlos durante varias semanas,
entrenándolos acerca del modo de cómo debían
comportarse para llegar a ser unos monjes fervorosos.

En el año de 1112, a la edad de 22 años,
Bernardo entra al monasterio benedictino del Císter
acompañado por el grupo al que había preparado.
Más tarde entra en la orden Tescelín, su padre, que
era viudo, su hermana Humbelina, su cuñado y su hermano
Guido, quien estaba casado y tenía dos hijas. Humbelina
ingresó en el convento de Jully, en que ya estaban su
cuñada Isabel y su sobrina Adelina.

Pero en 1115, ante el doble problema que representaba la
masiva presencia del clan de los Fontaine encabezados por
Bernardo, y el repentino hacinamiento que habían provocado
en el Monasterio, el Abad Esteban Harding decidió enviar a
Bernardo y a su grupo a fundar el Monasterio de Claraval, cerca
de la frontera suiza (actual Clairvaux-les-Lacs), que fue una de
las primeras fundaciones cistercienses.

Bernardo fue designado Abad del nuevo Monasterio, puesto
que desempeñó hasta el fin de su vida. Fue el
Obispo de Chalons-sur-Marne, el filósofo Guillermo de
Champeaux, quien ordenó sacerdote a Bernardo y le bendijo
como Abad de Claraval. Guillermo de Champeaux vió siempre
en Bernardo al hombre predestinado, al siervo de Dios. Desde este
momento nació una fuerte amistad entre el Abad Bernardo y
el Obispo Guillermo, quien fue profesor de teología en
Notre Dame de París y fundador del monasterio de San
Víctor.

La Orden del
Císter

En el siglo III los primeros monjes cristianos
provenientes de Egipto y Siria eran en gran parte
ascetas solitarios, anacoretas que posteriormente pasaron a
vivir en comunidad por razones de supervivencia. Estas
congregaciones fueron organizándose hasta establecer
determinadas reglas monásticas que asegurasen la
convivencia y que con el tiempo se fueron perfilando y
difundiendo. Las premisas para los monakos (solitarios)
consistían en dejar atrás todos sus vínculos
para adaptarse a una nueva comunidad que les ofrecía una
vida dedicada a la oración y al ascetismo.

En el siglo IV Benito de Nursia fundó entre Roma
y Nápoles el Monasterio de Monte Cassino, donde
aplicó la práctica de la Regla del
Maestro
, principal referente de la vida monástica
cristiana del Occidente medieval. Tras la invasión
lombarda, que supuso la destrucción del Monasterio y su
posterior reedificación, la orden benedictina se
tomó como modelo ideal de vida monástica y
proliferaron fundaciones del mismo orden religioso en diferentes
países. La importancia de los oratores (monjes)
aumentó hasta el punto de convertirse en uno de los
pilares imprescindibles de la sociedad, junto con los
laboratores (trabajadores) y los bellatores
(guerreros).

Con el tiempo las costumbres iniciales se fueron
degenerando. Los objetivos de los primeros ascetas quedaban
prácticamente irreconocibles ante las prácticas y
el modo de vivir de aquellos monjes. Tras el intento de reforma
de la Abadía de Cluny en el año 910, nació
en muchos monjes la necesidad de aplicar de nuevo los principios
de ora et labora (reza y trabaja). En el año 1075
el Monasterio de Molesmes regresaba a los ideales de Monte
Cassino. Desde Molesmes 21 monjes fundaron en un bosque cercano a
Dijon, llamado Citeaux, una nueva comunidad que potenciaba la
caridad y el voto de pobreza. La Orden se fue configurando
durante medio siglo (1075 al 1125) y en el 1119 se celebró
el primer Capítulo y se aprobó la Carta de la
Caridad
, los preceptos de la organización del
monasterio. Ahí dio inicio lo que sería conocida
como la Orden del Cister.

Para ellos, el monje había descuidado su labor y
su lugar en la iglesia. Según ellos los abades no
encarnaban la imagen propuesta por la regla benedictina y se
dedicaban a la vida mundana, pasando demasiado tiempo en las
Cortes e interviniendo demasiado tiempo en política.
Acumulaban demasiadas tierras y riquezas y hacían excesos
en el comer y en el beber, todo ello muy alejado de la pobreza,
penitencia y soledad que debían practicar para seguir
fielmente la Regla de San Benito. El monje debía llevar
una vida de oración, trabajo y acogida de peregrinos, y
poseer una razonable medida de lo material.

La Orden del Císter forma parte de ese movimiento
renovador. Conocida como el Císter, es una orden
religiosa fundada por Roberto de Molesmes en 1098. Debe su nombre
a la Abadía del Císter, donde se originó (la
antigua Cistercium romana, localidad próxima a
Dijon, Francia). En la Edad Media se les llamó los
monjes blancos por el hábito blanco que usaban
bajo sus escapularios negros, lo que les diferenciaba de los
monjes negros, que eran los benedictinos.

Del Císter salieron en poco tiempo más de
sesenta mil monjes que se diseminaron por Francia, Italia,
España y la Europa Central fundando nuevos monasterios,
siempre en zonas yermas o inhóspitas pero con abundancia
de agua.

Durante el siglo XII, considerada su Edad de Oro, los
cistercienses constituían la Orden con más
influencia dentro de la Iglesia católica. Alcanzaron
obispados y desempeñaron diversas funciones
eclesiásticas. También tuvieron un fuerte
protagonismo en la economía de la Edad Media, en especial
en el desarrollo de técnicas para hacer utilizables
terrenos baldíos, y en la creación de
métodos de producción, distribución y venta
de granos y de lana. Fueron en gran parte los responsables de la
expansión de la arquitectura gótica por toda Europa
y dedicaron mucho tiempo y esfuerzos en la recogida y copia de
manuscritos para sus bibliotecas.

Cuando Roberto de Molesmes, primer Abad de la Orden,
dejó la Abadía del Císter en Citeaux para
regresar a su Molesmes natal, dejó el gobierno de la nueva
Abadía a Alberico, quien falleció en 1109. Esteban
Harding le sucedió en 1113 como tercer Abad y fue quien
propició el ingreso de Bernardo de Claraval en la Orden
del Císter.

Posteriormente Esteban Harding envió al joven
Bernardo al frente de un grupo de monjes para fundar una
comunidad en el valle de Absinthe, o Valle de la Amargura, en la
Diócesis de Langres.

La Abadía
de Claraval

Para erigir la Abadía Bernardo eligió un
lugar apartado en el bosque donde sus monjes tuvieran
que derramar el sudor de su frente para poder cosechar lo
que habían sembrado por sí mismos, y le puso el
nombre de Clairvaux (Claraval), que significa valle
claro
ya que allí el sol ilumina con fuerza todo el
día.

Los comienzos de Claraval fueron confusos y penosos. El
régimen impuesto por Bernardo era muy austero y
afectó a su salud. Cuando el Capítulo General del
Císter se enteró de sus dificultades delegó
en el Obispo Guillermo de Champeaux la resolución de las
mismas. El Obispo, al darse cuenta de la deplorable salud de
Bernardo, le obligó a suavizar la falta de
alimentación y la implacable mortificación que se
imponía a sí mismo. Bernardo se vió obligado
a dejar la comunidad temporalmente y a trasladarse a una
cabaña que le servía de enfermería y donde
era atendido por otras personas ajenas a la Orden.

Sin embargo el Monasterio progresó
rápidamente y acudieron gran número de
discípulos deseosos de ponerse bajo la dirección de
Bernardo. Con ello Claraval pronto quedó pequeño
para la gran cantidad de religiosos que acudieron, siendo por
ello necesario enviar diferentes grupos a fundar nuevas
comunidades.

En el año 1118 se fundó el Monasterio de
las Tres Fuentes, en la Diócesis de Chalons; en 1119 el de
Fontenay, en la Diócesis de Dijon y en 1121 el de Foigny,
cerca de Vervins, en la Diócesis de Soissons. A partir de
1130 se extienden las primeras abadías por Alemania,
Inglaterra, Italia y España.

A pesar de esa prosperidad Bernardo, Abad de Claraval,
tuvo sus pruebas. Durante una ausencia suya de Claraval, el Gran
Prior de Cluny, Antonio de Blé, Barón de Uxelles,
influyó para atraerse al sobrino de Bernardo, Roberto de
Chatillon, lo cual fue motivo de la más larga y sentida
carta del Abad de Claraval. El Barón de Uxelles
logró su objetivo y, ante la ausencia de Bernardo, Roberto
de Chatillon junto con otros monjes salió de la
Abadía de Claraval y fundó la Abadía de
Noirlac, cerca de la ciudad de Saint-Amand.

Sin embargo posteriormente dio su bendición a su
sobrino y a su fundación y, en un momento de gran apuro
económico para la Abadía de Noirlac, fue el propio
Bernardo quien hizo las gestiones necesarias ante el Abad Suger,
consejero del Rey Luis VII, quien cubrió las necesidades
de la Abadía enviándoles una remesa de
trigo.

El Abad Bernardo
de Claraval

En la historia de la Iglesia es difícil encontrar
otro hombre que haya sido dotado por Dios de un
poder de atracción tan grande para atraer a personas
a la vida religiosa como el que recibió
Bernardo.

En las universidades, en los pueblos y hasta en los
campos, los jóvenes al oírle hablar de las
excelencias y ventajas espirituales de la vida monástica,
se iban en grupos a que él les instruyera y formara como
religiosos. Incluso las muchachas tenían terror de que su
novio hablara con Bernardo.

Durante su vida fundó más de trescientos
monasterios e hizo llegar a la santidad a muchos de sus
discípulos. Le llamaban el cazador de almas y
vocaciones
y con su apostolado consiguió que
más de novecientos monjes hicieran vocación
religiosa.

Las gentes llamaban a Bernardo doctor melifluo
(el doctor boca de miel). Su inmenso amor a Dios y a la
Virgen María y su deseo constante de salvar almas lo
llevaban a estudiar durante horas cada sermón que iba a
pronunciar y, como sus palabras iban precedidas de mucha
oración y de grandes penitencias, el efecto era fulminante
entre los oyentes. Escuchar al Abad Bernardo de Claraval era
sinónimo de mejoría espiritual.

Bernardo fue el gran enamorado de la Virgen
María. Se adelantó en su tiempo a considerarla como
medianera de todas las gracias y poderosa intercesora nuestra
ante su Hijo Jesús. A Bernardo se le deben las
últimas palabras de la Salve: Oh clementísima,
oh piadosa, oh dulce Virgen María
. Las dos ideas
fundamentales transmitidas por Bernardo en cuanto a la Virgen
María son: la mediación universal de María y
la necesidad de invocarla en todas las circunstancias.

El mayor deseo de Bernardo era el de permanecer en su
Monasterio de Claraval dedicado a la oración y a la
meditación junto con los demás monjes. Pero tanto
el Papa como los obispos, los pueblos y los gobernantes le
pedían continuamente su ayuda y asesoramiento, y él
siempre estuvo dispuesto a dársela.

Con una salud sumamente débil por
habérsele dañado el aparato digestivo en los
primeros y austeros días como monje cisterciense, Bernardo
recorrió toda Europa poniendo paz donde habían
guerras, deteniendo las herejías, corrigiendo errores,
animando a desanimados y hasta reuniendo ejércitos para
defender la fe católica. Era el árbitro deseado y
aceptado por todos.

Espiritualmente hablando, Bernardo fue un místico
y se le considera uno de los fundadores de la mística
medieval. Tuvo una gran influencia en el desarrollo de la
devoción a la Virgen María.

Bernardo habitualmente se desplazaba a pie,
acompañado siempre de un monje que hacía de
secretario y que escribía sus dictados durante los
desplazamientos. Predicó en la región del Languedoc
a los cátaros o albigenses, por quienes fue elogiado. Sin
embargo, en Verfeil, cerca de Toulouse, los mismos cátaros
que en un principio le elogiaban, le abuchearon. Después
de la muerte de Bernardo los cátaros fueron
declarados herejes por el Vaticano y su comunidad fue disuelta a
la fuerza. Posiblemente debido a los abucheos infringidos contra
Bernardo unos años antes, muchos cistercienses se pusieron
al frente de la cruzada que reprimió el movimiento
cátaro.

La actividad
pública de Bernardo de Claraval

Debido a su gran capacidad histriónica Bernardo
era requerido donde se suscitaba cualquier tipo de
situación que pudiera ser perjudicial para la Iglesia.
Ello significó que Bernardo tuviera distintas
intervenciones públicas en cualquier país europeo.
A continuación se detallan algunas de las más
importantes intervenciones suyas.

1 Organización de la Orden del Temple
(1127): En el año 1099 los cruzados recuperaron
Jerusalén y los lugares santos de Palestina. Los
peregrinos eran atacados y robados en los caminos y algunos
caballeros decidieron prolongar su voto y dedicar su vida a la
defensa de los peregrinos. En 1127, Hugo de Payens, fundador de
los Templarios, solicitó al Papa Honorio II el
reconocimiento de su organización.

Recibieron el apoyo del Abad Bernardo, sobrino de uno de
los nueve Caballeros fundadores y a la postre quinto Gran Maestre
de la Orden, André de Montbard. Así se
reunió un Concilio en Troyes para regular su
organización.

En el Concilio solicitaron a Bernardo que redactase su
regla, que fue sometida a debate y con algunas modificaciones fue
aprobada. La Regla del Temple fue pues una regla cisterciense,
pues contiene grandes analogías con la misma; no
podía ser de otra forma ya que el abad era su inspirador.
Era típica de las sociedades medievales, con estructuras
jerarquizadas y poderes totalitarios. Regula la elección
de los que mandan y estructura las asambleas para asistirlos y,
en su caso, controlarlos. Después de esta primera
redacción hubo una segunda debida a Esteban de Chartres,
Patriarca de Jerusalén, denominada regla latina y
cuyo texto se ha mantenido hasta nuestros días.

Bernardo escribió en 1130, el Elogio de la
nueva milicia templaria
, que asoció a los lugares de
la vida de Jesús con infinidad de citas bíblicas.
Intentó equiparar la nueva milicia a una milicia
divina.

2 Intervención en el cisma de Anacleto en
defensa de Inocencio II
(1139): Fallecido el Papa Honorio
II, se produjo una doble elección papal. La mayoría
de los cardenales apoyaron al cardenal Pietro Pierleoni, que
adoptó el nombre de Anacleto II, mientras que una
minoría de cardenales se decantó por Gregorio
Papareschi, quien se llamó Inocencio
II
.

La aparición de dos papas provocó el cisma
y enfrentó a media cristiandad, que apoyaba a Anacleto II,
con la otra media, que defendía a Inocencio II. Este
último contaba con el apoyo de Bernardo, que se
recorrió Europa desde 1130 a 1137 explicando sus puntos de
vista a monarcas, nobles y prelados.

Su intervención fue decisiva en el Concilio de
Estampes, convocado por rey francés Luis VI. Así
mismo, la influencia de Bernardo favoreció la
confirmación de Inocencio II, consiguiendo los apoyos de
Enrique I de Inglaterra, el emperador alemán Lotario II,
Guillermo de Aquitania, los reyes de Aragón y de Castilla,
Alfonso VII, y las repúblicas de Génova y Pisa.
Finalmente, Anacleto fue rechazado como papa y fue
excomulgado.

3 Controversia con Abelardo (1139): Abelardo,
uno de los primeros escolásticos, se había iniciado
en la dialéctica y mantenía que se debían
buscar los fundamentos de la fe con similitudes basadas en la
razón humana
. Así argumentaba:

Me dispuse a explicar los fundamentos de nuestra fe
mediante similitudes basadas en la razón humana. Mis
alumnos me pedían razones humanas y filosóficas y
me reclamaban aquello que pudiesen entender y no aquello sobre lo
que no pudiesen discernir. Decían que no servía de
nada pronunciar muchas palabras, si no se hacía con
inteligencia; que no se podía creer nada que previamente
no se hubiese entendido; y que es ridículo que alguien
predique nada que ni él ni sus alumnos no puedan abarcar
con el intelecto.

Pedro Abelardo (Historia
Calamitatum
)

Estas nuevas ideas de Abelardo fueron rechazadas por los
que pensaban de forma tradicional, entre ellos el Abad Bernardo.
Así en 1139, Guillermo de Saint-Thierry encontró 19
proposiciones supuestamente heréticas de Abelardo y
Bernardo de Claraval las remitió a Roma para que fuesen
condenadas. En el sínodo de Sens exigieron a Abelardo
retractarse y al no hacerlo, el Papa confirmó al
Sínodo de Sens y lo condenó por hereje a perpetuo
silencio como docente.

Bernardo en carta a Inocencio II (Contra errores
Petri Abaelardi
), refutó los supuestos errores de
Abelardo, pues consideraba que la fe sólo debe ser
aceptada. La opinión de Bernardo, acerca del mal empleo
que hacía Abelardo de la razón, se ganó el
apoyo de místicos e irracionalistas, que estuvieron de
acuerdo con él.

4 Predicación de la Segunda Cruzada
(1145): En la Segunda Cruzada Bernardo asumió el papel
político más importante de su vida al convertirse
en el predicador de la nueva guerra santa. El fracaso de la misma
le supuso el declinar de su influencia
política.

Cincuenta años antes, durante la Primera Cruzada,
se estableció en Palestina un reino feudal gobernado por
nobles franceses. En 1144, los ejércitos del Islam tomaron
la ciudad cristiana de Edesa y Jerusalén y
Antioquía estaban amenazadas con parecido desastre.
Delegaciones de los obispos de Armenia solicitaron ayuda al Papa
y el Rey de Francia también envió embajadores. En
1145 Luis VII de Francia propuso la cruzada y pidió a
Bernardo que la predicase. Este respondió que sólo
el papa le podía encargar esa predicación. El Rey
realizó la petición al Papa y fue entonces cuando
el Eugenio III, que había sido monje en Claraval y
discípulo de Bernardo, pidió al Santo que predicase
la cruzada y las indulgencias que de ella se
derivaban.

El Bernardo que predicó la Cruzada mostró
una personalidad diferente a lo que había sido hasta
entonces. Él entendía la vida interior como
unión del alma humana con Dios e identificaba la vida
interior con la vida de toda la iglesia, de todo el cuerpo
místico
, siendo su concepción de la cruzada
básicamente mística.

Bernardo consideraba que la Iglesia Católica
podía llamar a las armas a las naciones cristianas para
salvaguardar el orden establecido por Dios. Según
él, si Dios juzgaba necesario que los ejércitos
defendieran su reino, si el mismo Papa le ordenaba predicar la
Cruzada, estaba claro para él que se trataba de una
misión divina. Por tanto transmitió a los
cristianos que se trataba de una guerra santa, pues así la
concebía él.

En un escrito posterior dirigido al Papa así
reflexionó sobre la cruzada: Me lo ordenasteis y
obedecí. La autoridad del que me mandaba hizo fecunda mi
obediencia. Abrí mis labios, hablé y se
multiplicaron los cruzados, de suerte que quedaron vacías
las ciudades y castillos, y difícilmente se
encontraría un hombre por cada siete
mujeres
.

La predicación realizada en Alemania lo fue en
contra de la voluntad del Papa y ganó para la causa al
emperador Conrado III y a numerosos príncipes.
Según Maschke, Bernardo es mucho más fogoso
como predicador que como hombre de Estado y, como político
de la Iglesia, electriza a los pueblos de Occidente
infundiéndoles la sola voluntad de acudir a la
Cruzada
.

Los cruzados fueron derrotados por el Islam, lo que
provocó un gran pesimismo en toda la cristiandad. Bernardo
de Claraval, quien había sido el principal animador y el
que había encendido a los pueblos, fue llamado embaucador
y falso profeta. El fracaso de la Segunda Cruzada
dañó profundamente la confianza en el pontificado y
se habló abiertamente de que la fe cristiana había
sufrido un duro revés.

Bernardo quedó muy afectado, aunque le
consoló en parte el pensar en que por lo menos
había sido criticado él y no Dios. Así lo
escribió en De Consideratione, dirigido al Papa
Eugenio III.

Impulsor de la
arquitectura cisterciense

Su Apología a Guillermo
estableció también los criterios teóricos
que luego se emplearían en la
construcción de todas las abadías
cistercienses. En este escrito, Bernardo criticó duramente
la escultura, la pintura, los adornos y las dimensiones excesivas
de las Iglesias de los cluniacenses. Partiendo del
espíritu cisterciense de pobreza y ascetismo riguroso,
llegó a la conclusión de que sus monjes, que
habían renunciado a las bondades del mundo, no precisaban
de nada de esto para reflexionar en la ley de Dios. La
crítica la desplegó sobre dos ejes. En primer
lugar, la pobreza voluntaria: las esculturas y adornos eran un
gasto inútil; despilfarran el pan de los pobres. En
segundo lugar rechazaba también las imágenes porque
distraían la atención de los monjes y los apartaban
de encontrar a Dios a través de la Escritura.

Cuando en 1135 tenían unas 90 abadías y
aumentaban a un ritmo de 10 nuevas por año, Bernardo
debió pensar que la Orden estaba consolidada y con un
crecimiento desmedido, siendo urgente un modelo de abadía
que garantizase la uniformidad de la Orden. También
debió reflexionar que la Orden no podía seguir con
las efímeras construcciones de madera y adobe, precisando
monasterios en piedra que sirviesen a las generaciones futuras de
monjes.

Ello lo concretó en la construcción en
piedra de las dos primeras abadías, Claraval II (a partir
de 1135) y Fontenay (comenzada en 1137), que se
construyeron de forma simultánea. En las dos intervino de
forma decisiva, ya que de Claraval era su Abad y Fontenay era
filial suya. Él fue el inspirador de ambas construcciones
y de sus soluciones formales. Para él, la arquitectura
cisterciense debía reflejar el ascetismo y la pobreza
absoluta llevada hasta un desposeimiento total que practicaban a
diario y que constituía el espíritu del
Císter. Así terminó definiendo una
estética de simplificación y desnudez que
pretendía transmitir los ideales de la orden: silencio,
contemplación, ascetismo y pobreza.

Estas primeras abadías se construyeron en estilo
románico borgoñés, que había
alcanzado toda su plenitud con la bóveda de
cañón apuntada y bóveda de arista.
Posteriormente, cuando en 1140 surgió el
estilo gótico en la benedictina abadía de Saint
Denis, los cistercienses aceptaron rápidamente algunos
conceptos del nuevo estilo y empezaron a construir en los dos
estilos, siendo frecuentes las abadías donde conviven
dependencias románicas y góticas de la misma
época. Con el paso del tiempo, el románico se
abandonó.

Al prescindir de todo lo superfluo, el estilo
cisterciense consiguió unos espacios desnudos,
conceptuales y originales que lo hace plenamente
identificable.

Influencia en el
Papa Eugenio III

Eugenio III era hijo espiritual de Bernardo. Antes de
ser elegido Papa, Eugenio estuvo durante diez
años en Claraval siendo monje cisterciense, bajo la
autoridad espiritual de su Abad Bernardo. Después, durante
otros 5 años, fue abad de un monasterio filial de
Claraval, el de las Tres Fuentes y por lo tanto, seguía
manteniendo esa relación de dependencia
espiritual.

Ya siendo Papa, mantenían frecuente
correspondencia entre ellos, pidiéndole Eugenio que le
escribiera un tratado sobre las obligaciones de ser Papa. El Abad
así lo hizo y escribió el tratado De
Consideratione
en cinco libros. El primero lo
escribió en 1149, el segundo en 1150, el tercero
después del desastre de la cruzada en 1152 y los dos
últimos a continuación. Es su tratado más
conocido y aunque lo escribió para el Papa Eugenio, en la
práctica lo estaba haciendo también para todos los
papas posteriores. De hecho se conoce la importancia que muchos
papas han dado a este texto.

Bernardo seguía sintiéndose el padre
espiritual del papa Eugenio III y así lo manifestó
repetidamente en el prólogo de De Consideratione:
El amor que os profeso no os considera como Señor, os
reconoce por hijo suyo entre las insignias y el esplendor de
vuestra excelsa dignidad. Os amé cuando eras pobre, igual
os he de amar hecho padre de los pobres y de los ricos. Porque
bien os conozco, no por haber sido hecho padre de los pobres
dejáis de ser pobre de espíritu
.

En este escrito Bernardo insiste en la necesidad de la
vida interior y de la oración para aquellos que tienen las
mayores responsabilidades de la Iglesia. Escribió sobre el
peligro de dejarse llevar por los asuntos de Estado y descuidar
la oración y las realidades de lo alto.

Sobre los poderes del Papa le escribió
defendiendo la supremacía del poder espiritual y el
derecho de la Iglesia a emplear los ejércitos seglares. Se
basaba en las palabras que los apóstoles dijeron a
Jesús cuando lo apresaron, recogidas en el Evangelio de
san Lucas y que él interpretó para fundamentar de
nuevo la doctrina de las dos espadas, presente en el
pensamiento cristiano desde los inicios de la Edad
Media:

Si la espada material no perteneciese a la Iglesia,
el Señor no habría replicado
?Es bastante?
a los apóstoles cuando le dijeron ?Aquí
hay dos espadas?, sino ?Es demasiado?. Por tanto, de
la
Iglesia son la espada espiritual y la
espada material, pero ésta ha de ser manejada para
la
Iglesia, y aquella, por la
Iglesia.

De consideratione

También le escribió que el poder del papa
no es ilimitado: Yerras si, como creo, piensas que tu poder
apostólico es el único instituido por Dios. Dice el
apóstol:
?No hay poder que no proceda de Dios…Todos
han de estar sometidos a las autoridades superiores?. No
dice
?la autoridad superior?, como si se refiriese a
una, sino
?las autoridades superiores?, como si se
refiriese a

varias. Por tanto, tu poder no es el único
que procede de Dios, también proceden de
?Él?,
el poder de los medianos y de los
pequeños.
De consideratione

Estaba convencido de que todos los cargos de la Iglesia
procedían directamente de Dios y así lo
escribió al Papa: La santa Iglesia romana no es la
señora, sino la madre de las iglesias. Vos no sois el
señor de los obispos, sino uno de ellos.
De
consideratione

Bernardo y su
doctrina

Sus fuentes fueron fundamentalmente las Sagradas
Escrituras y también las fuentes de la tradición
cristiana. Ambas fueron siempre sus grandes
argumentos.

Bernardo creía en la revelación
verbal
del texto bíblico. Esta creencia, considerada
hoy errónea por la teología católica, la
heredó de Orígenes, su maestro en Exégesis.
Así, en cada palabra de la Biblia buscaba interpretaciones
y sentidos desconocidos y ocultos. Cuando no comprendía
unas frases o un sentido del texto, se humillaba y pedía a
Dios que le iluminara, pues entendía que si Dios
había puesto esa palabra o esa frase y no otra, lo
hacía por una razón concreta. Esta fe en la
revelación verbal le originó importantes periodos
místicos que quedaron recogidos en sus
escritos.

Su búsqueda de la interpretación del texto
sagrado, sin limitarse al sentido pretendido por el escritor
sagrado para obtener de él la justificación de sus
experiencias personales, profundiza en la reflexión y en
la contemplación de la misma forma que la Iglesia
primitiva y siguiendo la tradición mística de los
padres griegos de la Escuela de Alejandría.

Resulta esclarecedor lo que pensaban de él los
dos principales artífices de la Reforma Protestante.
Martín Lutero dijo que "Bernardo supera a todos los
demás Doctores de la Iglesia",
y Juan Calvino lo
alabó: "El abad Bernardo habla el lenguaje de la misma
verdad
".

Los libros de la Biblia que más citó y por
lo tanto con los que más se identificaba son: el libro de
los Salmos: 1519 veces; las Cartas de Pablo: 1388 veces; el
Evangelio de Mateo: 614 veces; el Evangelio de Juan: 469 veces;
el Evangelio según san Lucas: 465 veces; el Libro de
Isaías: 358 veces y el Cantar de los Cantares: 241
veces.

La segunda fuente para él era la
Tradición. En su tiempo había dos escuelas
teológicas contrarias: la escuela antigua o tradicional,
de la que él era el principal exponente, y la escuela
moderna, patrocinada por Abelardo y basada en especulaciones y en
la crítica filosófica de las ideas. Bernardo
consideraba estéril la filosofía, pues argumentaba
que en nada sirve al hombre para alcanzar su fin último.
Despreciaba a Platón y Aristóteles. En cierta
ocasión dijo: "Mis maestros son los apóstoles;
ellos no me han enseñado a leer a Platón ni a
ejercitarme en las disquisiciones de Aristóteles
".
Sin embargo Bernardo tenía una concepción
neoplatónica del alma humana, que consideraba estaba
creada a imagen y semejanza de Dios y destinada a una
unión perfecta con Él.

Los Padres de la Iglesia que más seguía
eran los que entonces se consideraban los maestros más
autorizados de la Iglesia: se declaró fiel
discípulo de San Ambrosio y de San Agustín de
Hipona, los llamó las dos columnas de la Iglesia
y escribió que difícilmente se apartaría de
su parecer (Tratado sobre el bautismo).

En moral su referencia era Gregorio Magno. Copió
con frecuencia, aunque sin citarlo, a Casiodoro en sus
comentarios sobre los Salmos. Muchos bellos pensamientos que
describió Bernardo en realidad son de Casiodoro. Entre los
Padres griegos, citó a menudo a Orígenes y a
Atanasio. Tenía una gran devoción a Benito de
Nursia y a su única obra, la Régula
monasteriorum
(la regla de los monjes). Esta obra era la
maestra de su corazón y de su intelecto, y estaba
convencido que, como la Biblia, era un libro
directamente inspirado por Dios.

Cuatro de sus obras tienen similitudes con otras de la
literatura patrística:

Los sermones sobre el Cantar de los cantares.
En el Concilio de Sens, Berenguer de Escocia le recriminó
haber copiado descaradamente a Orígenes, Ambrosio, Rexio
de Autun y Beda el Venerable.

Los 17 sermones sobre el salmo 90 están copiados
de la doctrina de San Agustín.

Las 4 homilías de alabanzas de la Virgen
María tienen plagios de Ambrosio y de San
Agustín

Su escrito Sobre la gracia y el libre
albedrío
es un resumen de la doctrina de San
Agustín.

Misticismo: Bernardo de Claraval fue el primero
que formuló los principios básicos de la
mística, contribuyendo a configurarla como cuerpo
espiritual de la Iglesia católica.

Su devoción a la humanidad de Jesús se
trató de una innovación basada en el Cristo de los
Padres y de San Pablo. Su forma de relacionarse con Cristo
llevó a nuevas formas de espiritualidad basadas en la
imitación de Cristo.

Su teología mística tuvo como fin
principal mostrar el camino de la unión espiritual con
Dios. Su doctrina de búsqueda de unión a Dios se
inspiró en el estudio de las escrituras y de los Padres de
la Iglesia, así como en su propia experiencia religiosa.
El esquema de la mística bernardiana propone ascender
desde lo más profundo del pecado original hasta lo
más elevado del amor, la unión mística con
Dios. En este ascenso enumeró cuatro grados de amor,
descritos en su tratado Del amor de Dios:

En primer lugar, pues, se ama el hombre a sí
por sí mismo, pues es carne, y no puede gustar nada fuera
de sí. Mas cuando ve que no puede subsistir por sí,
comienza a buscar a Dios por la fe y a amarle, como que le es tan
necesario. Ama, pues, en el segundo grado a Dios, pero por
sí, no por Él mismo. Ya después que
comenzó, con ocasión de la propia necesidad, a
reverenciarle y frecuentarle, meditando, orando,
obedeciéndole, poco a poco en virtud de este género
de familiaridad, se da a conocer Dios y consiguientemente se hace
también más dulce, y así pasa al grado
tercero, para amar a Dios no ya por sí, sino por Él
mismo En este grado se está mucho tiempo y desde entonces,
juntándose a Él, será con Él un
espíritu. Cuando se entra en estas grandezas espirituales
y divinas habría de ser despejado de todas las
enfermedades de la carne.

Del amor de Dios.

Devoción mariana: En el occidente
cristiano y a partir de finales del siglo XI, se
desarrolló masivamente el culto popular a la Virgen
María. Bernardo tuvo un papel importante en la
propagación de ese culto mariano. Su teología sobre
María fue rápidamente aceptada por los fieles y sus
sermones se difundieron por toda la cristiandad.

La figura de María no se entendía como
hoy. Así el abad mostró sus dudas sobre la
Inmaculada Concepción: Con toda certeza, sólo
la gracia hizo limpia a María del contagio original. La
fiesta de la Inmaculada Concepción es una fiesta que
desconocen los ritos de la Iglesia, ni recomienda la
tradición antigua.

Inclusivo no se puede afirmar que patrocinara la
Asunción de María, lo cual coincidía con la
corriente antiasuncionista que por aquel entonces predominaba. La
influencia del pensamiento de Bernardo de Claraval sobre
misticismo y devoción mariana en las órdenes
religiosas europeas fue muy importante.

Los escritos de
Bernardo

Sus escritos no son numerosos, ocupan solo los tomos 182
y 183 de la Patrología latina de Migne
(compilación de los escritos de los Padres de la Iglesia y
de otros escritores eclesiásticos publicados entre 1844 y
1865). Esta cifra es pequeña comparada con otros Padres de
la Iglesia. Sus numerosas actividades no le permitieron un
trabajo extenso. Por lo general, son obras de ocasión,
rápidas, solicitadas por terceros. Muestran al hombre de
acción, al renovador del Císter, a un reformador de
la sociedad laica y religiosa y defensor del papado.
También reflejan la seguridad de la personalidad religiosa
más influyente del siglo XII, como San Agustín en
el siglo V o Santo Tomás en el siglo XIII. Dejó una
producción de unas 500 cartas, del orden de
350 sermones y varios tratados doctrinales.

Sus escritos más conocidos son los sermones (el
sermón en los monasterios de la Edad Media tenía
mucha influencia en la formación religiosa e intelectual
del monje). Después los tratados, breves pero de enorme
valor espiritual para la Iglesia católica, desarrollando
una doctrina precisa y coherente. Empleó un elegante
latín y fue de los escritores más notables de su
época, junto a Abelardo y Gilberto de la
Porée.

Los
últimos años del Abad Bernardo de
Claraval

Los últimos años de la vida de Bernardo se
vieron entristecidos por el fracaso de la Cruzada que
había predicado, cuya completa responsabilidad
recayó sobre él. Bernardo había acreditado
la empresa con milagros, pero según él mismo dijo,
la empresa había fracasado debido a la falta de disciplina
y presunción de las tropas alemanas, las intrigas del
príncipe de Antioquía y de la reina Leonor, la
avaricia y evidente traición de los nobles cristianos de
Siria al impedir la toma de Damasco y, finalmente, los
infortunios y las desgracias ocasionadas por los pecados de los
cruzados y de los hebreos (Libro de Meditación,
dirigido al Papa Eugenio III).

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