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Biografía escolar y práctica docente en educadores de nivel medio de adultos




Enviado por S. Reginatto




    Biografía escolar y práctica docente en
    educadores de nivel medio de adultos – Monografias.com

    Biografía escolar y
    práctica docente en educadores de nivel medio de
    adultos

    Numerosa es la bibliografía que plantea la
    incidencia de la propia biografía escolar de los docentes
    en las prácticas que implementan. Esta
    transpolación de las representaciones construidas como
    alumno a las situaciones que se viven como docentes
    estaría fundada por la permanencia dentro del contexto
    escolar, de manera tal que, la institución en la que se
    ejerce la docencia tendría similitudes que
    favorecerían el mecanismo.

    Sin embargo, el educador de adultos encuentra frente a
    sí a alumnos muy diferentes a lo que ese docente fuera y
    un encuadre de trabajo y una institución peculiares. Ante
    esta situación la pregunta que guía el presente
    trabajo se refiere a si práctica docente de los educadores
    de adultos está condicionada de manera especial por las
    representaciones sobre el docente y el alumno que los profesores
    han construido a lo largo de su biografía educativa, por
    las reelaboraciones de las mismas realizadas durante la
    trayectoria docentes o por el alumno concreto y las condiciones
    particulares en las que se desarrollan esas
    prácticas.

    Pregunta que surge de la propia trayectoria en la
    educación de adultos y de la constatación de
    ciertas constantes que mueven a profundizar en el
    tema.

    En la cotidianeidad, se observa que las propuestas
    didácticas implementadas por los docentes no siempre son
    adecuadas para el alumno adulto a las que están destinadas
    o no atienden a sus condiciones particulares. En algunos casos,
    se trasladan a la modalidad contenidos y actividades tal como se
    implementan en el nivel medio para adolescentes; en otros, la
    propuesta parece dirigirse nostalgiosamente a grupos del pasado
    con los que "sí se podía trabajar". En general, los
    enseñantes no pueden fundamentar sus decisiones en los
    conocimientos adquiridos durante la formación de grado o
    en servicio y parte del cuerpo docente está conformado
    (como en todo el nivel en general) por profesionales que carecen
    de formación específica y por quienes no la ha
    actualizado desde su graduación.

    Por otra parte, los alumnos de esta modalidad presentan
    requerimientos específicos: los mayores tiene dificultades
    laborales o familiares para asistir regularmente o contar con
    tiempo extra-clase para el estudio; los más
    jóvenes, tienden a reproducir actitudes y conductas que no
    fueron exitosas en su escolaridad anterior. En ambos casos, la
    propuesta metodológica no facilita la superación de
    las dificultades y los índices de desgranamiento llegan (o
    superan) a la mitad de la matrícula.

    Atendiendo a esta situación, es necesario indagar
    los fundamentos de las prácticas docentes implementadas
    por los educadores de adultos y su pertinencia atendiendo a las
    necesidades y características del grupo de alumnos con
    quienes trabajan.

    Se entiende por Práctica docente el conjunto de
    acciones desarrolladas por el profesor con la intención de
    provocar cambios duraderos en la conducta de sus alumnos. La
    práctica docente, como toda práctica social, se
    entiende condicionada social e históricamente, lo que
    determina (aún con márgenes de libertad) su
    producción. Esta idea sienta las bases para comenzar a
    problematizar esa práctica educativa a partir del concepto
    de habitus como primer elemento analítico.

    Bourdieu defines al habitus como: "sistema de
    producción de prácticas" y … "sistema de
    esquemas de percepción y de apreciación de las
    prácticas."[1]

    Y agrega: "El habitus, que es el producto de
    condicionamientos sociales asociados a la condición
    correspondiente, hace corresponder un conjunto sistemático
    de bienes y de propiedades, unidos entre ellos por afinidad de
    estilo (…) retraduce las características
    intrínsecas y relacionales de una posesión en un
    estilo de vida unitario, es decir, un conjunto unitario de
    elección de personas, de bienes, de prácticas. Al
    igual que las posiciones de las que ellos son producto, los
    hábitus están diferenciados; pero, también
    son diferenciantes. Distintos, distinguidos, ellos son
    también operadores de distinción: ponen en juego
    principios de diferenciación diferentes o utilizan de modo
    diferente los principios de diferenciación
    comunes."

    "Estructuras estructuradas, principios generadores de
    prácticas distintas y distintivas (…) los habitus,
    estructuras estructuradas, son también estructuras
    estructurantes, esquemas clasificatorios, principios de
    clasificación, principios de visión y
    división, de gustos, diferentes. Producen diferencias
    diferentes, operan distinciones entre lo que es bueno y lo que es
    malo, entre lo que está bien y lo que está mal,
    entre lo que es distinguido y lo que es vulgar." Cuando las
    diferencias, afirma Bourdieu, "son percibidas a través de
    sus categorías sociales de percepción, de sus
    principios de visión y división, las diferencias en
    las prácticas, los bienes poseídos, las opiniones
    expresadas se vuelven diferencias simbólicas y constituyen
    un verdadero lenguaje. Las diferencias asociadas a las diferentes
    posiciones, es decir, los bienes, las prácticas y sobre
    todo las maneras, funcionan en cada sociedad, como el conjunto de
    fonemas de una lengua o de un conjunto de rasgos distintivos y de
    separaciones diferenciales constitutivos de un sistema
    mítico, es decir, como los signos distintivos.(…)
    Las distancias son predictivas de reencuentros, de afinidades, de
    simpatías," de lo que puede derivarse que las personas que
    ocupan diferentes posiciones en el espacio social tienen pocas
    oportunidades de encontrarse físicamente y, si se
    encuentran "no se entenderán, no se comprenderán
    verdaderamente y no se gustarán
    mutuamente.[2]

    Sin embargo, la escuela podría concebirse como un
    campo específico dentro del espacio social donde tal
    proximidad se vuelve posible. Esto dejando expresas las
    limitaciones de tal afirmación y recordando la existencia
    de circuitos educativos diferenciados. Ahora bien, incluso estos
    circuitos no son homogéneos en su seno, ya que muestran
    diferencias entre docentes y alumnos, lo que daría lugar a
    las situaciones de incomprensión y disgusto mutuos a los
    que alude al autor.

    Aquí podríamos pensar en situaciones que
    van desde la maestra o profesor de escuela urbano-marginal a ese
    mismo docente en una escuela de elite. Podríamos imaginar
    la situación del docente de nivel medio de adultos,
    egresado universitario, con ingresos que lo colocan en la clase
    media, incluso en su nivel superior, como es el caso de algunos
    profesionales, productores agropecuarios y comerciantes; que
    tiene incorporado ese "sense of one"s place" que le
    permitió sentirse a gusto en el sistema educativo y que,
    probablemente, pueda sentirse hoy a disgusto con un grupo de
    alumnos que fracasó, generalmente, en todas las etapas
    anteriores de ese sistema; que no comprendió el "sentido
    del juego", ni lo que se juega, ni la manera de
    jugarlo.

    Bourdieu reconoce a las afinidades de hábitus
    (traducidas en simpatías o antipatías) y al sense
    of one"s place como las bases de las relaciones duraderas, pero,
    también de las posibilidades de ser aceptado como parte de
    un grupo. De allí podríamos sospechar que a estos
    alumnos, vividos como diferentes, distintos, lo que nunca se fue
    ni sería, las vías que se dejan para "ser parte"
    son estrechas; más allá de los discursos a cerca de
    "comunidades" educativas.

    Pero, y esto constituye una disquisición
    importante, el habitus no constituye solamente un esquema de
    percepción y clasificación, sino también, un
    esquema de acción. En este sentido, no puede interpretarse
    con la inmovilidad del esquema gestáltico, sino más
    bien, con las posibilidades de transformación en
    función de la situación del esquema piagetiano, lo
    que establece (aunque con límites) sus márgenes de
    libertad.

    En el sentido piagetiano, el esquema, que genera la
    serie de acciones necesarias para el logro de un objetivo
    está compuesto por reglas de acción,
    anticipaciones, invariantes operatorios (conceptos-en-acto y
    conocimientos-en-acto) y por inferencias, indispensables para la
    puesta en funcionamiento del esquema en una situación
    particular. Es por ello que un esquema no es un estereotipo, sino
    una función temporalizada de argumentos, que permite
    generar series de diferentes acciones y de recogida de
    información en función las características
    particulares de la situación.

    El esquema de acción es un mecanismo
    económico en la medida en que permite enfrentar las
    situaciones mediante formas de respuesta probadas y elude la
    necesidad de reflexión y deliberación respecto a su
    eficacia o intencionalidad. En función de esa
    economía, estas estructuras son resistentes al cambio, lo
    que supone un mecanismo de negación de aquellos datos de
    la realidad que forzarían a su
    modificación.

    Gimeno Sacristán advierte sobre la presencia de
    esquemas de elaboración social, termino con el cual se
    refiere a las "estructuras orientadoras de la acción de
    los miembros que comparten los mismos hábitos. Esos
    esquemas sociales compartidos refuerzan y amparan la solidez de
    los esquemas de acción de los profesores (individuales),
    dando estabilidad a prácticas coherentes y constantes en
    el tiempo, dotando de congruencia a las acciones individuales
    entre sí, incluso diferenciando estilo de acciones y de
    prácticas. El habitus proporciona economía y
    garantiza continuidad."[3]

    Ahora bien, la estabilidad sólo es posible a
    condición de que la negación de la necesidad de
    cambio no produzca una inadecuación absoluta. Lo que se
    demarcan son límites dentro de los cuales el cambio es
    pensable, aceptable, tolerable; pero, posible al fin.

    Y la posibilidad podría abrirse por una doble
    vía: la apropiación de conocimientos
    teóricos que permitan el cuestionamiento de lo que se
    hace; pero, fundamentalmente, la experiencia, que confronta los
    esquemas con sus límites.

    Perrenoud relativiza la primera opción. El autor
    se refiere a la competencia del enseñante como: "la
    aptitud para enfrentar eficazmente una familia de situaciones
    análogas, movilizando a conciencia y de manera a la vez
    rápida, pertinente y creativa, múltiples recursos
    cognitivos: saberes, capacidades, microcompetencias,
    informaciones, valores, actitudes, esquemas de percepción,
    de evaluación y de razonamiento." Y agrega: "Recursos no
    vienen de la formación inicial, ni siquiera de la
    formación continua. Algunas se construyen durante la
    práctica, por acumulación de " saberes de
    experiencia " o por la formación de nuevos esquemas
    de acción, enriqueciendo o modificando lo que Bourdieu
    denomina el habitus." [4]

    Gimeno Sacristan, sin embargo, deja abierta la
    opción teórica: "El saber sobre el hacer no
    capacita para saber hacer con seguridad, obviamente, pero cuando
    el hacer del que se trata se refiere a acciones complejas con
    opciones posibles, el saber sobre el hacer da perspectiva,
    claridad, discriminación y buen juicio. Sería torpe
    y mutilante creer o desear que el mundo de las representaciones
    de las acciones, y todos los saberes que en torno a las mismas
    cabe relacionar, se limitase a saber ejecutar acciones, que es la
    opción más practicista al tratar la convivencia de
    la relación entre el pensamiento y la acción en
    educación."

    "El saber sobre algo es valioso (…) como
    dotación de puntos de vista para la acción
    contextualizada, más racional y más ética.
    Esta perspectiva es válida para cualquier experiencia de
    formación o aprendizaje, incluida la formación de
    profesores"[5]

    Respecto a esta última, en el contexto del
    presente trabajo se entenderá a la Formación
    docente como la específicamente recibida de manera
    sistemática dentro del Sistema Educativo Formal,
    incluyendo tanto la formación inicial como la que se
    realizara, posteriormente, en servicio. Supone en bagaje de
    conocimientos teóricos que requiere ser integrado a los
    conocimientos prácticos y validado a través de la
    experiencia individual. Como antes se expuso, no puede ni debe
    obviarse, ya que en el saber científico, el docente
    podrá hallar bases firmes para justificar sus creencias y
    transformarlas en conocimientos que le permitirán guiar
    sus acciones de manera más acertada y segura.

    En otros términos, el conocimiento
    pedagógico adquirido durante el proceso formal de
    formación docente, debe ser reconstruido a partir de su
    interacción con el conocimiento experiencial e integrarse
    a los esquemas de pensamiento del profesor. Pero, las condiciones
    de trabajo, la cultura institucional, las relaciones entre pares,
    las características de los alumnos, las presiones por
    cambios acelerados, etc. suelen someter a docente a tensiones que
    moverán respuestas menos reflexivas y cuyas raíces
    se hallan en los habitus.

    Es que, lo que un docente es y lo que un docente sabe
    comienzan a construirse desde épocas mucho más
    remotas que la universidad o el establecimiento Terciario. De
    allí la necesidad de relevar datos de la incidencia de las
    primeras etapas formativas, las correspondientes al primer
    contacto que se realizó con el que sería luego el
    lugar de trabajo y a los años transcurridos allí
    como alumnos.

    Definimos con Alliaud a la Biografía escolar del
    docente como la "experiencia escolar docente vivida por quienes
    actualmente se desempeñan como docentes. El contenido de
    lo aprendido en experiencias de aprendizaje sucesivas, cotidianas
    y prolongadas en el tiempo, conforma esquemas de pensamiento y
    acción que organizan el presente."
    [6]

    ¿Qué es lo que se aprende? Ana Quiroga
    habla de aprendizajes explícitos e implícitos: "En
    cada experiencia hay un aprendizaje explícito que se
    objetiva y condensa en un contenidos o en una habilidad;
    aprendemos la fecha de la independencia, a multiplicar, a andar
    en bicicleta. Pero, la experiencia en la que se desarrolla ese
    aprendizaje deja una huella, se inscribe en nosotros afianzando o
    inaugurando una modalidad de interpretar lo real. Este es un
    aprendizaje implícito, profundo,
    estructurante."[7]

    Los años transcurridos en el seno de
    establecimientos educativo, significan la inmersión en la
    cultura escolar con sus normas y reglas explícitas e
    implícitas, actitudes, creencias, costumbres, rutinas,
    ritos, símbolos, sistemas de premios y sanciones, modelos
    de docente y de alumno, de estilos educativos.

    En ese proceso de internalización, se construyen
    esquemas sobre la vida escolar y se elaboran creencias sobre lo
    que el conocimiento es y la forma en que se enseña y se
    aprende y sobre el sujeto que aprende.

    Los presencia de docentes modélicos, cuyo
    desempeño ha sido especialmente valorado en la propia
    escolaridad; las características del grupo familiar y sus
    expectativas respecto al aprendizaje; las particularidades de la
    institución a la que se asistió; las experiencias
    positivas y negativas, van configurando una forma de ser docente
    y de ver la escuela.

    Ante esto Alliaud advierte que similitud entre las
    condiciones estructurales entre la escuela vivida como alumno y
    la escuela en la que se trabaja, facilita que "aquello que se
    aprendió en la experiencia mientras se vivió,
    tienda a reproducirse o a manifestarse en las condiciones
    presentes, debido a esta homología estructural existente.
    Pero, por supuesto, no se trata de una relación
    mecánica, sino que intervienen en este proceso las
    condiciones del presente, como también las experiencias
    vividas por los sujetos a lo largo de sus trayectorias
    biográficas."[8]

    El análisis de la biografía escolar del
    docente es un proceso de reconstrucción del proceso
    inicial de elaboración de la identidad profesional
    procurando explicitar el contexto social, cultural,
    político y organizativo que propuso el campo de opciones
    posibles a través de complejas internalizaciones. Pero,
    atendiendo a que esa reconstrucción la realiza un sujeto
    que se encuentra en una situación y contextos
    específicos: es un docente que desempeña su tarea
    en una escuela particular y, desde allí, recorta,
    prioriza, significa, las experiencias que narra.

    Ahora bien, la mayoría de los autores
    señala que el peso de la biografía escolar del
    docente es mayor en las etapas iniciales de la vida profesional,
    lo cual indicaría que existen en forma posterior factores
    que comienzan a tener relevancia y que determinan cambios en los
    docentes y la manera en que desarrollan sus
    prácticas.

    Por ello, algunos autores prefieren hablar, más
    que de una biografía escolar en términos de pasado,
    de una trayectoria; lo que indica una continuidad en el tiempo
    entre el docente como alumno y el docente como
    enseñante.

    Sin embargo, interesa aquí discriminar la
    incidencia en términos relativos sobre las
    prácticas del aprendizaje durante la trayectoria
    profesional, haciendo referencia en este caso a la
    formación docente que se produce como resultado de lo que
    acontece cotidianamente en las aulas.

    Esto porque, a pesar de que el sentido común
    suela diferenciar al que aprende de quien enseña,
    éste último nunca deja de formarse en su oficio,
    directamente en su lugar de trabajo, con sus alumnos,
    compañeros y directivos, en un aprendizaje que se
    diferencia del aprendizaje formal y que va más allá
    de la aplicación de los saberes pedagógicos
    adquiridos.

    Alliaud invita a: "considerar a la docencia como una
    actividad que requiere, además de conocimientos y
    estrategias metodológicas, un aprendizaje de oficio ligado
    directamente con la acción que sólo acontece en la
    medida que se realiza; el maestro aprende a enseñar
    enseñando…"[9]

    Más allá de los innumerables intentos
    tecnocráticos, y por sobre el facilismo o la inseguridad
    por las cuales algunos docentes hayan intentado llevarlas a la
    práctica, la aplicación de recetas técnicas
    chocará siempre con una realidad compleja que sólo
    puede ser atendida desde el lugar mismo y que requerirá
    adaptaciones y respuestas creativas Sólo que no siempre se
    logran; sobre todo, como se dijera anteriormente, ante
    situaciones que resultan desestructurantes.

    Aquí adquieren importancia los saberes
    prácticos, surgidos de experiencias anteriores exitosas;
    la influencia de los pares con quienes se han compartido o
    quienes han pasado situaciones similares; las pautas de
    percepción y acción internalizadas. "El saber
    apoyado en la experiencia se constituye en un "saber de
    referencia" que "es la expresión de lo que el adulto ha
    tomado del mundo circundante, de los otros y de él mismo"
    [10]

    De todo lo expuesto hasta aquí, se deriva el
    interés por analizar los pesos relativos que sobre las
    prácticas tienen habitus y formación y las
    posibilidades y límites de la adecuación de la
    acción a los contextos concretos.

    Por otra parte, como bien lo plantea Alliaud, existe una
    abundante bibliografía referida a la biografía
    escolar y la trayectoria docente; pero, pese a la importancia que
    se les adjudica, difícilmente se encuentran
    investigaciones empíricas al respecto y los trabajos se
    limitan a la reflexión sobre el tema. Este escaso aval
    empírico de las afirmaciones genera incertidumbre, si bien
    no respecto a la lógica de las afirmaciones, sí
    sobre la incidencia de las distintas fuentes del saber docente
    sobre las acciones concretas de los mismos.

    De allí que se opte por un diseño
    descriptivo-explicativo que nos permita acercarnos a los hechos
    concretos, caracterizarlos y, a través suyo, volver a la
    teoría para construir una explicación de lo
    hallado.

    En este sentido, Bourdieu, quien considera al mundo
    social como conformado tanto por estructuras objetivas como por
    representaciones de los sujetos, ambas productos de una
    génesis histórica, deriva de esta
    consideración requisitos metodológicos para el
    abordaje de lo social:

    • la relación dialéctica entre
      subjetivismo y objetivismo;

    • la consideración de los procesos de
      producción y génesis de aquello que se nos
      presenta naturalizado; y

    • el enfoque del mundo social en tanto estructura de
      relaciones invisibles.

    Agrega a esto una condición: "no se puede asir la
    lógica más profunda del mundo social, sino a
    condición de sumergirse en la particularidad de una
    realidad empírica, históricamente situada y
    fechada, pero para construirla como un "caso particular de lo
    posible", según las palabras de Bachelard, es decir, como
    un caso que figura en el universo finito de las configuraciones
    posibles" [11]

    Un recurso para sumergirse en cada "caso particular de
    lo posible" es utilizar la perspectiva
    biográfico-narrativa. Como lo indican Álvarez,
    Porta y Sarasa, "La perspectiva biográfico-narrativa
    permite reconstruir y reorganizar a la experiencia a
    través de los relatos, atribuyendo significados al pasado
    con referencia al presente y a las concepciones personales. Los
    sucesos se enmarcan en contextos sociales, culturales e
    institucionales que les dan sentido y se interpretan en
    función de la interacción del individuo con el
    medio. (…) Las historias de vida y la investigación
    narrativa constituyen un campo de investigación que apunta
    a la dimensión personal de las ciencias
    sociales.[12]

    Analizar la construcción de la práctica
    profesional docente implica pensar en un recorrido vital y en el
    contexto de relaciones sociales que fueron tejiendo la trama
    vincular en la que fueron realizándose las construcciones
    que hoy se ponen en acto en cuanto a formas de comprender el
    aprendizaje, la enseñanza, el conocimiento, la
    evaluación, el sujeto que aprende.

    Significa desandar el camino para analizar si las
    decisiones tomadas en el aula son producto de posiciones
    pedagógico–didácticas, basadas en el
    conocimiento adquirido durante el proceso de formación
    docente de grado o en servicio o si los marcos sobre los que
    sustentan sus prácticas son del orden de lo
    implícito.

    Es, asimismo, preguntar cómo se ha ido modelado
    la estructura de sentidos a lo largo de la trayectoria dentro del
    sistema educativo y cómo es recreada y resignificada en la
    interacción con los otros.

    Una variedad de elementos analíticos son
    diferenciables, aún cuando en la práctica se
    presenten como un complejo total. Sobre ellos se ha indagado en
    las biografías de un grupo de docentes de nivel medio para
    jóvenes y adultos, entendiendo a las mismas como una
    mirada al pasado desde el presente como memoria y
    reconstrucción de los sucedido desde un rol y una
    situación específicos.

    Tras el trabajo de campo, es posible afirmar que la
    construcción de la práctica tiene un origen y una
    trayectoria y supone una serie de disposiciones y
    representaciones adquiridas en el trayecto vital que comienza en
    la familia y durante la incorporación a un campo social
    específico, la escuela, dotado de lógicas y
    relaciones específicas. El desarrollo de la tarea en un
    medio similar; pero, en un contexto socio-histórico
    necesariamente diferente, lleva a una modificación de
    estas representaciones iniciales.

    Por lo tanto, la construcción del rol comienza en
    épocas tempranas, basada en las actitudes de la familia
    hacia la escuela. La aspiración y los esfuerzos realizados
    por la familia para que los hijos alcancen un nivel educativo
    superior a la de los padres aparecen en el recuerdo como de un
    peso mayor que el capital cultural que pueda incorporarse en su
    seno o brindar posibilidades de acompañamiento a la
    escolaridad.

    El proceso continúa sobre la base de las
    representaciones construidas durante el propio pasaje como alumno
    por el sistema educativo, mediante la incorporación
    aspectos no reflexivos y que rara vez son reconocidos con fuentes
    de los propios actos.

    En este proceso histórico tienen su peso
    recuerdos individuales de éxitos y fracasos, de maneras en
    que se fue percibido y se construyó una autoimagen como
    alumno, de docentes memorables que dejaron una marca que se
    evidenció luego en la opción vocacional y en la
    manera en que se lleva a cabo la tarea.

    En esa trama histórica, el nivel primario se
    presenta con una fuerte connotación afectiva, en la que se
    presentan docentes asociadas a figuras y sentimientos propios de
    la trama familiar y a las que se evoca con calificativos tales
    como dulces, tiernas, rectas, justas, buenas…
    También se asocia al nivel el contenido moral de la
    formación de la personalidad.

    En el nivel medio surgirán los docentes que
    contribuyeron a la identidad profesional. Aún cuando se
    niegue esta influencia, en la mayoría de los docentes, la
    asignatura que dictaba el profesor evocado coincide con el
    contenido de su formación profesional de grado y con la
    asignatura que dicta en la actualidad.

    No dejarán, en general, la misma marca los
    docentes universitarios y el nivel superior se evoca, más
    bien nostalgiosamente, como un paraíso perdido de fervor
    intelectual que nos deja con la sensación de que
    parecieran sentirse encerrados en una actividad de simple
    reproducción, lejana de la posibilidad de
    construcción de conocimiento. Es notorio el reflejo de
    políticas de larga data que favorecieron la
    construcción del rol docente como simple reproductor de
    las elaboraciones de los expertos.

    A pesar de este importante peso de lo biográfico,
    también es posible advertir que, quienes han realizado
    procesos importantes de formación en el área
    educativa (tanto inicial como en servicio) aparecen como dotados
    de mejores instrumentos para introducir modificaciones en su
    accionar y dar respuestas a los cambios históricos y a los
    grupos individuales. Hay un proceso de adaptación de
    saberes disciplinares y pedagógicos cuando son
    interpelados por la presencia de los otros, en un proceso en el
    que teoría y experiencia concreta someten a los esquemas
    de acción a una confrontación con sus limitaciones
    que promueve su modificación.

    Por otra parte, Perrenud advierte sobe el mayor peso en
    este proceso de la experiencia que lleva a la elaboración
    de "saberes de experiencia" que modifican los esquemas de
    acción y enriquecen el habitus. Este proceso se hace
    evidente cuando se advierte que los docentes con una larga
    trayectoria en la modalidad, aún sin formación
    docente, logran mejores resultados que quienes han ingresado
    recientemente (independientemente de su antigüedad docente
    total). Pero, es posible señalar que esta
    afirmación sólo es válida cuando hacemos
    referencia a una muy larga trayectoria, de lo cual se deduce que
    los esquemas de acción son relativamente estables y
    resistentes y son modificados por su confrontación con la
    realidad en un proceso que tiende a dilatarse.

    En síntesis, podría decirse que la labor
    docente supone la apropiación de una tarea y su
    perfeccionamiento y actualización constante en un contexto
    que, yendo más allá de los conocimientos
    pedagógicos que pudieran requerirse, está sujeto a
    condiciones institucionales y sociohistóricas. Proceso que
    enraiza en las posibilidades y posicionamientos familiares, toma
    modelos cargados de afectividad de las primeras experiencias
    educativas, orienta (o no) hacia el conocimiento y su
    búsqueda posteriormente y resulta siempre un proceso
    inconcluso.

    Para concluir, retomemos las palabras de Martín
    Porta: "Si las identidades en tanto identidades sociales se
    construyen y reconstruyen, necesariamente este proceso de
    interacción entre subjetividad y estructura social se da
    en la práctica. Es en ella, en conexión directa con
    el habitus como estructura de sentidos sociales incorporados y
    reorganizados a través de las trayectorias sociales, en la
    que se ponen en juego saberes cotidianos, saberes disciplinares y
    capacidades de acción en tanto herramientas mediadoras.
    (…) la práctica profesional nos habla de las
    experiencias de los Graduados, de sus trayectorias y saberes como
    pasado y memoria, pero también como posibilidad de
    adaptación o no a los nuevos escenarios institucionales en
    los que les toca desempeñarse profesionalmente. (…)
    Modelos del "ser docente" como estructurantes de la
    práctica, aprendidos o imaginados por los actores, son
    reconstruidos y sometidos a reflexión en el proceso de
    búsqueda de sí
    mismo."[13]

    BIBLIOGRAFÍA

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    investigación narrativa en la enseñanza: las buenas
    prácticas y las biografías de los profesores
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    http://200.16.240.69/ojs/index.php/r_educ/ article/ view/12.ISSN
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    22 del Seminario Permanente de Investigación de la Escuela
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    Noveduc, Bs. As.

     

     

    Autor:

    Stella Reginatto

    [1] Bourdieu, P. (1993). Pág. 134

    [2] Bourdieu, Pierre (1997). Pág. 33 a
    35

    [3] Sacristan, J. (1998) Pág. 102

    [4] Perrenoud, P.

    [5] Gimeno Sacristan, J. Op Cit pág.
    68

    [6] Alliaud, Andrea (2000). Pág.
    89

    [7] Quiroga, Ana; citada por Alliaud, Op.
    Cit. Pág. 89

    [8] Alliaud, A. (2000) Pág. 11

    [9] Alliaud, A. (1998) Pág. 1

    [10] Leray (1995) Citado por Alliaud, A.
    (1998) Pág. 2

    [11] Bourdieu, P. (1997). Pág. 25

    [12] Álvarez, Z., Porta, L., y Sarasa,
    M. (2010). Pág. 7

    [13] Porta, Martín. Pág. 8

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