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Conocimiento de los profesionales de la salud mental sobre el trastorno de autismo y trastorno de Asperger




Enviado por Dr. Ivan Vazquez



    Sumario

    Los trastornos generalizados del desarrollo o PDD, son
    un grupo de condiciones que afectan las
    interacciones sociales, el lenguaje; junto la presencia de
    patrones restringidos y estereotipados de conducta, intereses y
    actividades. Dichas limitaciones varían en intensidad,
    desde los casos severos como el autismo y aquellos que son
    más funcionales como el Asperger. Ambas condiciones
    están presentes desde temprano en la vida, con la
    diferencia que el Asperger suele ser diagnosticado más
    tarde o en ocasiones, nunca lo es. Estas condiciones requieren de
    cuidado psicológico, médico entre otros para ayudar
    a reducir el impacto de los síntomas en la vida del
    individuo. Para lograr esto, se requiere de un grupo de
    profesionales, que posean destrezas en el área de
    cernimiento, evaluación, diagnóstico y tratamiento.
    No obstante, existe el problema del desconocimiento acerca de la
    condición, no tan sólo en el público en
    general sino también entre los profesionales. Este
    desconocimiento puede llevar a diagnósticos equivocados o
    tardíos, mismos que indirectamente pueden afectar la
    prognosis del individuo afectado por uno de los PDD. Basado en
    esto, para el presente estudio se determinó como objetivo
    principal el explorar el nivel de conocimiento acerca del autismo
    y del Asperger en un grupo de profesionales de la salud mental.
    Esto se realizó por medio del análisis de las
    narrativas que se obtuvieron de las participantes a través
    de una entrevista semi-estructurada. Los marcos teóricos
    que ayudaron a dicho proceso de análisis fue la
    sociología del conocimiento de Berger y Luckmann. El
    presente estudio se basó en una metodología
    cualitativa. Las participantes fueron seleccionadas por
    disponibilidad y se realizó un análisis de la
    información obtenida desde el marco interpretativo de
    Wolcott. Asimismo, se llevó a cabo un análisis de
    la información socio-demográfica. Las unidades de
    análisis que conformaron la investigación fueron
    experiencia durante el adiestramiento profesional, el proceso de
    cernimiento, proceso de medición y evaluación, y
    por último, tratamiento. La presente investigación
    aporto una mejor comprensión acerca de los PDD y del
    conocimiento que poseen las participantes en relación a
    los mismos.

    Capítulo I

    Introducción.

    El Autismo y el Asperger son parte de un
    grupo de condiciones agrupadas bajo la categoría Desorden
    Generalizado del Desarrollo (Chalerman 2010 y 2003; Frith 2006;
    Szatmari 2006; Sicile-Kira 2004; American Psychiatric Association
    2000), o PDD por sus siglas en ingles1. Según
    Charleman (2010), dicho trastorno se caracteriza por un
    "desarrollo anormal de las funciones del cerebro afectando
    y creando un rezago en…la integración social, la
    comunicación…social y juego simbólico".
    Dichos rezagos se encuentran también en el trastorno de
    Asperger, pero en menor intensidad en especial en el área
    del lenguaje.

    Los síntomas de los PDD
    varían en intensidad, desde aquellos que pueden funcionar
    adecuadamente en la sociedad, con vida independiente; hasta los
    casos severos con un funcionamiento limitado que siempre van a
    depender de otra persona (Abad Sanz y colaboradores 2009). Dicha
    variabilidad en la intensidad de síntomas, se da aun
    dentro de la misma categoría diagnostica. Estas
    condiciones no afectan exclusivamente al menor, sino a su
    familia, pues de acuerdo con los estudios (Abad Sanz et al
    2009;

    Albores-Gallo,
    Hernández-Guzmán, Díaz-Pichardo y
    Cortes-Hernández 2008; Hernández et al 2005; Soto
    Calderón 2001) hay un alto nivel de estrés
    socioemocional y económico en las familias que tienen un/a
    niño/a con autismo. De hecho, la tasa más alta de
    divorcio en familias con un niño con
    impedimento, la tiene el autismo (Linares 2011).

    Según Viloca (2003), el autismo
    tiene como secuela un deterioro tanto emocional como cognitivo,
    además de presentar problemas de desarrollo en la etapa
    sensorio-motora de Piaget, lo que a su vez conduce a problemas de
    simbolización. La condición causa problemas en la
    reciprocidad social, lo que a su vez afecta el desarrollo de la
    capacidad de realizar actividades con y junto a
    otras personas2. Dichas limitaciones pueden afectar
    a la persona a través de su vida, pues de acuerdo
    con Frith (2006), el autismo no es un desorden exclusivo de la
    infancia, más bien es un desorden del desarrollo; por lo
    cual es posible ver adultos que sufran autismo o
    Asperger.

    Trasfondo
    histórico.

    La historia del autismo como
    condición psicológica, es en opinión del
    autor del presente trabajo parecida a la de la psiquiatría
    infantil. Ambas carecen de información y de estudios
    previo al siglo XIX (Torres Iglesias, Domínguez Santos y
    Rodríguez Sacristán 2004; Wolff 2004). Del mismo
    modo, son escasas las publicaciones profesionales
    asociadas a la salud mental del/a niño/a previo al siglo
    anteriormente. En el caso específico del
    autismo, Wolff (2004) informa que "hay pocos reportes del
    desorden previo a Kanner", situación que se repite con el
    trastorno de Asperger. De hecho, previo al 1943 no hay
    mención del autismo como desorden de la infancia. La
    única referencia de la palabra autismo que se
    tiene previo a Kanner, es la que hace Bleuler en 1912 para
    referirse al aislamiento social de algunos
    esquizofrénicos, que llegaba al grado de excluir a todas
    las personas excepto ellos mismos. Asimismo dicho autor utilizo
    el termino autismo para referirse cuando el
    esquizofrénico se alejaba de la realidad y se
    recluía en un mundo privado creado por el
    mismo (Linares 2011; Charleman 2010; Albores-Gallo,
    Hernández-Guzmán, Díaz-Pichardo, y
    Cortes-Hernández, 2008; Frith 2006; Wolff
    2004).

    De acuerdo con Torres Iglesias et al.
    (2004), es con la llegada del siglo XIX que comienzan a surgir
    investigaciones enfocadas exclusivamente en los trastornos de la
    infancia, con un interés especial por el retardo mental,
    los problemas de aprendizaje y la conducta delictiva. Para el
    mismo siglo comienza la separación de las condiciones en
    aquellas que afectan los adultos y las de la infancia. Al
    principio el interés primordial es por el retardo mental y
    la medición de la inteligencia, lo cual se observa con el
    nacimiento de las pruebas de inteligencia.

    Según Bettelheim (2004), los menores
    que presentaban sintomatología autista durante el siglo
    XIX y parte del XX, eran diagnosticados con esquizofrenia o con
    retardo mental. Dicha posición no fue aceptada por
    completo por la comunidad científica, pues para la misma
    época comenzaron a publicarse opiniones divergentes, como
    se mencionaran a continuación. Cronológicamente, se
    puede considerar al Dr. John Haslam como el primero en reportar
    un caso de lo que hoy se consideraría autismo en 1809
    (Frith 2006; Bettelheim 2004; Wolff 2004), el cual
    diagnostico con síndrome post-encefálico. Para la
    misma época el Dr. Henry Maudsley redacta el primer
    capítulo dedicado a la psiquiatría infantil en un
    libro de desórdenes mentales. También reporta casos
    que pueden considerarse hoy día como Asperger, pero
    ninguno de autismo. Es el escrito de Maudsley el que
    tendrá según Wolff, mayor influencia en
    Kanner.

    Con la llegada del siglo XX se evidencian
    visiones divergentes, como la demencia precoz, introducida por De
    Sanctis en 1906 y la demencia infantil de Heller en 1930 (Wolff
    2004). Esta última agrupa a niños que hoy
    día serian diagnosticados con Desorden
    Desintegrativo. Otros autores que contribuyeron de manera
    indirecta al estudio del autismo fueron Darr y Worden, que
    estudiaron niños con una sintomatología parecida a
    la del autismo en la universidad de Harvard (Bettelheim 2001). En
    1934, Earl describe un trastorno al que llamo catatonia primitiva
    de la idiotez, que de acuerdo con Wolff, puede ser considerado
    como autismo. La evolución continua con Melanie Klein,
    que hace un estudio de caso de un niño que
    presenta un cuadro de autismo y expone una explicación
    alterna a la imperante partiendo de su estilo de
    psicoanálisis (Emmens 2007; Houzel 2004).

    Fue Leo Kanner el responsable de declarar
    el grupo de síntomas del autismo como un ente diferente a
    la esquizofrenia. En 1943 publica su estudio clásico donde
    utiliza el término autismo infantil por primera vez para
    describir y distinguir el conjunto de
    síntomas que "forman un síndrome único, que
    aún no ha sido reportado, que aparenta ser de
    rara ocurrencia, pero que probablemente es más frecuente
    de lo observado en los casos…reportados" (Kanner 1943).
    Dicho autor expone la diferencia entre el niño
    esquizofrénico y aquellos que presentan soledad autista.
    Para Kanner, el niño esquizofrénico se aleja de la
    realidad luego de haberse desarrollado de manera normal, mientras
    que el niño autista nunca se adentró al mundo
    externo, y se integra a éste poco a
    poco.

    Kanner presenta en su artículo
    clásico de 1943, el estudio de 11 casos de
    niños que presentan diferentes grados de la
    misma sintomatología. De estos, ocho eran varones y tres
    eran féminas; y de este grupo solamente ocho desarrollaron
    algún tipo de lenguaje. El resto permaneció mudo,
    aunque Kanner aclara que este grupo en ocasiones pronunciaba
    palabras sueltas. Los niños del estudio original eran
    descritos mostrando una extrema soledad autista, que
    Kanner (1943) describe como "una inhabilidad para relacionarse
    ellos en una forma ordinaria con las personas y las situaciones".
    Una característica distintiva de los casos presentados,
    era que vivían ignorando las personas a su
    alrededor, actuando como si los demás no existieran. Si se
    les insiste en algo, ellos actúan, pero de acuerdo con
    Kanner, no es tanto una interacción sino que actuaban
    para que "los dejen en paz" (1943). Estos
    niños no muestran la ansiedad de los ocho meses, ni
    preocupación si los dejan junto a un desconocido.
    Las conversaciones que se formen a su alrededor no les llama la
    atención, y nunca miran a los ojos cuando se les habla. Si
    un adulto interfería de alguna manera, como aguantar un
    juguete, el niño interactuaba con la mano como si fuera un
    ente en sí mismo y no como parte de otra persona. Los
    niños de Kanner no mostraban interés por otros
    niños, ni se acercaban a jugar con estos, sino que
    se limitan a jugar lejos de estos. Con el tiempo, se puede
    volver familiar con niños que ven con frecuencia y
    aprenderse los nombres y características de estos. La
    ausencia de uno de los padres no era notada y si regresaban luego
    de una larga ausencia se comportaban como "si nunca
    hubiera estado consciente de la ausencia", punto con el
    que la evidencia actual está en desacuerdo
    (Frith 2006). Asimismo, estos niños de infantes nunca
    mostraron la postura anticipatoria, ni se acomodaban cuando
    alguien los tomaba en brazos. Hay una mejor relación con
    las fotos de las personas, pues según lo expone Kanner,
    las fotos no interfieren. La atracción por las fotos
    varia, pues algunos niños muestran interés por las
    fotos de otros niños, mientras que una de las niñas
    del grupo original de los 11, mostraba interés por las
    fotos de animales.

    El desarrollo del lenguaje fue anormal en
    todos los niños del estudio original. Por muchos
    años, los que aprendieron hablar, su lenguaje no
    conllevaba ningún significado.
    Aprendían palabras sueltas, memorizaban canciones de cuna,
    frases, pero su uso era estereotipado. El lenguaje no era
    utilizado de manera social, aunque algunos eventualmente
    comprendían y comenzaban a usar el lenguaje para
    comunicarse. Cuando aprendían hablar en oraciones
    completas, era mayormente repeticiones mecánicas de lo que
    han escuchado. La ecolalia inmediata y la atrasada son usuales,
    junto a la inversión de los pronombres. La
    palabra "sí" se les dificulta, siendo en ocasiones
    incapaces de usarla para asentir a algo. De los que
    desarrollaron lenguaje, algunos mostraban vocalizaciones sin
    sentido, o el cambio del significado de las palabras. Por
    ejemplo, para uno de los niños de Kanner, la palabra
    „sí? significaba que el padre lo cargara en sus
    hombros. Dichas alteraciones en el significado de las palabras
    lograban ser superadas eventualmente en alguno de los casos, pero
    con mucha resistencia. Otro problema que presentaban
    estos menores era la literalidad con la cual tomaban las palabras
    y las instrucciones. También presentan dificultades en
    entonación, y la dificultad de usar el pronombre
    „Yo? para referirse a ellos mismos, dándose el caso
    que algunos usaban la tercera persona para hablar sobre ellos
    mismos.

    Una de las dificultades que mostraban estos
    niños era con la alimentación. Algunos se
    resistían a ser alimentados, otros vomitaron con
    frecuencia luego de ser alimentados y uno de los casos tuvo que
    ser alimentado durante su primer año por medio de un tubo
    naso-gástrico. En su mayoría luchaban contra el ser
    alimentados, pero eventualmente "se rendían y
    comenzaban a comer de manera espontánea" (Kanner
    1943).

    Otro dato interesante que reporta Kanner,
    es el terror con el que estos niños reaccionan a sonidos
    fuertes y objetos que se mueven. Sin embargo, este miedo estaba
    ausente si era el mismo niño quien hacia el ruido o
    provocaba los movimientos en los objetos. Dichos
    movimientos son repeticiones monótonas, carentes de un
    significado, como el darle vueltas a las ruedas de un juguete. La
    conducta de los 11 niños era limitada en variedad y
    mostraban un deseo casi obsesivo en mantenerlo todo igual e
    inmutable. Los únicos cambios que no producían
    ansiedad en ellos eran los que ellos mismos realizaban. Cambios
    en cualquiera de las rutinas, o en alguno de sus elementos, los
    podía llevar a altos niveles de ansiedad y la única
    manera de calmarlos era re- estableciendo dichas rutinas y/o
    patrones. Algunos necesitaban que todo siguiera una misma
    secuencia para poder realizar un acto y podían estar todo
    un día demandando que las cosas se hicieran en el mismo
    orden y de la misma manera.

    En cuanto a los objetos, Kanner explica el
    niño con autismo se relaciona bien con estos y que
    podían manipularlos y jugar con estos por varias horas.
    Aquí entran las conductas de manipulación como
    darle vueltas a las ruedas, girar y ordenarlos en
    líneas entre otros. "Con la
    manipulación de los objetos, el niño ejercita su
    poder y control" (Kanner 1943). Otra forma de
    control son los manierismos y conductas estereotipadas, como el
    brincar, el agitar las manos, o el rodar por el suelo. Aunque no
    exploran ni manipulan los objetos para buscar su funcionalidad,
    los/las niños/as autistas llevan consigo los llamados
    objetos autistas, que tienden a ser objetos duros o blandos y
    maleable. Estos objetos, de acuerdo con Viloca (2003), brindan
    una sensación de seguridad al niño/a con
    autismo.

    Kanner expone que estos niños tienen
    potencial cognitivo, lo cual puede observarse en la memoria
    asombrosa para eventos que han ocurrido con años de
    anterioridad. Dicha capacidad también puede observarse en
    su excelente habilidad para memorizar eventos, nombres, poemas,
    números, patrones y secuencias. Los que hablan
    poseen un vocabulario en ocasiones sorprendente, aunque
    algunos nunca llegan hablar o poseen serias limitaciones al
    hablar. Sin embargo, algunos de los datos que memorizaban
    carecían de un uso práctico, como por ejemplo el
    memorizar el índice de una enciclopedia. En
    cuanto este punto Charleman (2010) y Szatmari (2006) indican que
    el perfil cognoscitivo de ésta población es
    variado, desde el retardo mental hasta el desempeño
    superior. Szatmari usa como ejemplo las destrezas de
    matemática y lectura. De acuerdo a éste autor,
    algunos solamente pueden realizar los cálculos más
    rudimentarios, mientras que otros son capaces de realizar
    cálculos asombrosos. En cuanto a la lectura,
    mientras que algunos nunca aprenden a leer, otros lo hacen a una
    edad muy temprana.

    De los once casos, diez mostraron una
    reducción en su deseo de soledad e inmutabilidad,
    permitiendo la entrada a su mundo de algunas personas. Entre los
    cinco y seis años "abandonan la ecolalia de
    manera gradual y usan pronombres personales de
    manera adecuada. El lenguaje se torna más
    comunicativo…la comida es aceptada sin dificultad…y
    sonidos y ruidos son mejor tolerados…Las rabietas
    disminuyen…La repetición constante se torna en
    preocupaciones obsesivas" (Kanner 1943). En cuanto al juego,
    entre los seis y ocho años comienzan a jugar cerca de
    otros niños, pero no con ellos. Del mismo
    modo, adquieren la destreza de lectura, pero lo hacen de manera
    monótona.

    La muestra de Kanner provenía de
    familias de clase alta, en su mayoría profesionales y
    aquellos que no tenían un grado académico
    profesional, trabajaban en ambientes que requerían un alto
    grado de inteligencia. Estos padres y madres intelectuales,
    estaban preocupados mayormente "con abstracciones de
    naturaleza científica, literaria y
    artística". No obstante, Kanner advierte que esto no
    implica que la conducta de los padres sea la causa
    de la condición de los niños.

    Kanner estimo que la condición era
    más frecuente de lo que aparentaba y que algunos
    niños diagnosticados como retardados mentales o como
    esquizofrénicos, en realidad padecían de autismo
    infantil. En 1971 Kanner publica un artículo donde examina
    las vidas de los 11 niños 30 años después de
    la publicación del estudio inicial. De estos, solamente
    dos lograron cierto grado de normalidad, estudiar y conseguir
    empleo, aunque aún continuaron presentando dificultad en
    el área social. Uno de los niños,
    aprendió los quehaceres de una granja y ayudo a la familia
    que lo cuidaba. Kanner no pudo obtener información de dos
    de los casos. El resto permaneció en hogares o al cuidado
    de los padres, de un familiar, o de un hospital, incapaces de
    vida independiente.

    Nuevamente, Kanner reitera su
    posición de que la conducta de los padres "…no
    basta para postular una conexión directa. Al
    contrario…la soledad esta desde el comienzo de
    la vida lo cual dificulta el atribuir todo…a las
    relaciones paterno y materno filiales que se dan temprano en la
    vida" (Kanner 1971).

    Para la misma época en que Kanner
    publica su primer estudio, el Dr. Hans Asperger realizo un
    estudio similar, nombrando la condición que presentaba su
    muestra como psicopatía autista (Albores-Gallo,
    Hernández-Guzmán, Díaz-Pichardo y Cortes-
    Hernández 2008). Además, fue el primero en
    reconocer un componente genético en el trastorno y la
    mayor prevalencia en los varones. La diferencia principal entre
    ambos estudios, según Sicile-Kira (2004) es que los
    niños de Asperger eran más funcionales que los de
    Kanner. No obstante, contrario a Kanner, el estudio de Asperger
    no tuvo mucho reconocimiento, en parte según Szatmari
    (2006), por la carencia de traducciones a otros
    idiomas. Por varias décadas el trabajo de Asperger
    estuvo al alcance de unos pocos estudiosos hasta que
    en 1981 Lorna Wing "saca de la oscuridad el trabajo de Asperger"
    (Wolff 2004), logrando con esto un cambio en el concepto de
    autismo y el interés por investigar el desorden que
    llevaba décadas ignorado (Albores-Gallo et al. 2008;
    Carlson, McGeorge y Harvolson 2007; Sicile-Kira 2004, Wolff
    2004).

    No es hasta 1960 con los estudios de
    Rutter, que se "validan las características particulares
    del síndrome del autismo" (Wolff 2004). En la misma
    década Bartak mostro con su estudio que las intervenciones
    conductistas eran las más prometedoras en el
    tratamiento del autismo. En 1971 Chess fue la primera en
    brindar evidencia que sugiere un posible origen
    neurológico del autismo. En el mismo año, Kolvin
    público un trabajo que logro finalmente hacer una
    distinción entre el autismo y la esquizofrenia.

    Dentro del psicoanálisis, fue Mahler
    de las primeras en mostrar interés en el estudio y
    tratamiento de dicha condición. De acuerdo con Balbuena
    Rivera (2009), esto se debió en parte por la buena acogida
    que tuvo su artículo de parte de Kanner. Éste
    lo considero "el primer intento de comprender la
    sintomatología de la psicosis infantil desde
    un punto de vista dinámico, reconociendo así
    el esfuerzo realizado para vincular la estructura de la
    personalidad, la sintomatología y el curso potencial de la
    psicosis en términos de
    benignidad/malignidad" (Stepansky 1988 citado en Balbuena Rivera
    2009).

    Es Mahler de las primeras en atribuir la conducta del
    menor a la madre, pero sin restarle importancia a los factores
    biológicos. Según Emmens (2007), para Mahler el
    autismo es una incapacidad del menor en usar a la madre para
    orientar su mundo emocional interno y externo. El infante "no es
    capaz de leer las expresiones faciales de la madre y tener
    un referente emocional, por lo cual no aprenden a
    entender a las demás personas que le rodean"
    (Emmens 2007).

    La visión que estuvo vigente por
    varios años fue la de Bettelheim (2004), para quién
    el autismo "…nace del convencimiento original de que uno
    no puede hacer absolutamente nada respecto a un mundo que ofrece
    ciertas satisfacciones, pero no las que uno desea y esto
    sólo de manera frustrante. Cuanto más se espera de
    este niño y cuanto más intenta
    él encontrar una satisfacción por sí mismo,
    la frustración es aún mayor, ni consigue
    satisfacción ni puede obrar como sus padres esperan de
    él. Se retira entonces a la posición autista". Al
    igual que Mahler, reconoce que hay factores biológicos que
    pueden influir en los síntomas autistas (Balbuena Rivera
    2009).

    Pese a la influencia de su libro
    clásico de autismo3, la postura del origen de la
    condición que expone Bettelheim es algo confusa4. En
    algunos pasajes de su obra clásica aunque desacreditada,
    parece adjudicar la causa de la condición a los padres, en
    especial a la madre. Habla de cómo
    métodos de crianza y cuidados que son muy rígidos o
    carentes de afecto, provocan que el menor no busque ser parte del
    mundo, que se aísle en un universo personal donde
    solamente él/ella pueden entrar. No obstante, estos mismos
    pasajes parecen defender la posición de Kanner, explicando
    que la conducta de la madre no es suficiente para explicar el
    autismo, e incluso rechaza abiertamente que ésta tenga
    alguna relación con el origen de condiciones como la
    psicosis y neurosis infantiles, para lo cual afirma,
    se apoya en la teoría de Anna Freud.

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