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El Cura de Ars




Enviado por Agustin Fabra



  1. Niñez y
    vocación
  2. Primeros estudios
    eclesiásticos
  3. El servicio
    militar
  4. Su
    ordenación sacerdotal
  5. El camino hacia
    Ars
  6. Su ministerio
    sacerdotal
  7. El
    confesor
  8. Su combate
    espiritual
  9. Los
    milagros
  10. Conclusión
  11. Cronología

"Ha escogido Dios más bien a los locos del
mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios a los
débiles del mundo para confundir a los
fuertes"

(1ª. Corintios 1:27)

Niñez y
vocación

Juan María Vianney Beluze nació en
Dardilly, al noroeste de Lyon, Francia, el 8 de mayo de 1786. Fue
el tercero de seis hermanos de una familia campesina. Juan
María creció trabajando en el campo y cuidando
rebaños.

Siendo todavía un niño empezó la
Revolución Francesa (1789-1799), y poco después los
católicos practicantes eran perseguidos por el gobierno
francés y amenazados con la pena de muerte. Los que se
arriesgaban tenían que asistir a Misa en lugares
escondidos, y los sacerdotes iban disfrazados para no ser
reconocidos.

Por esta razón Juan María tuvo que hacer
su Primera Comunión en su casa. Su familia y amigos
simularon que descargaban bultos de heno para alimentar el
ganado, tapando el acceso a cualquier ventana de la casa desde el
exterior de la misma para que nadie se diese cuenta del acto
sagrado que se estaba realizando.

Juan María se conmovió tanto ese
día que no pudo evitar llorar de la emoción. Y al
cumplir los 17 años le manifestó a su madre su
firme deseo de ser sacerdote, y con ello ganar muchas almas para
Dios.

Sin embargo a su padre no le agradó la idea de
que su hijo fuera sacerdote, ya que necesitaba su ayuda
trabajando en el campo y cuidando las ovejas. Juan María
tuvo que esperar pacientemente más de dos años
antes de que su padre le apoyara.

Por fin a los 20 años pudo empezar sus estudios
para poder ser ordenado sacerdote, ingresando para ello en la
Escuela de la ciudad de Ecculy, a unos 30 kms. al sur de
Dardilly, la cual estaba a cargo de Padre M. Balley.

Primeros estudios
eclesiásticos

En 1806 el sacerdote de Ecculy, el Padre Balley,
abrió una escuela para aspirantes a eclesiásticos,
y Juan María ingresó en ella. Aunque él era
de mediana inteligencia y sus conocimientos eran muy limitados,
sus maestros nunca dudaron de su vocación. Juan
María sabía muy poco sobre historia,
aritmética y geografía, pero sus conocimientos de
latín eran nulos y, además, se le dificultaba
enormemente el estudio de dicha lengua, indispensable en aquella
época para llegar a la ordenación
sacerdotal.

Un compañero suyo, Matthías Loras, quien
posteriormente llegaría ser el primer Obispo de Dubeque,
le ayudaba en sus lecciones de latín. También el
Padre Balley, su director, vio su gran vocación y se
ofreció a ayudarle.

Juan María estudió con el Padre Balley
durante tres años para prepararse para su examen de
ingreso en el Seminario. Y cuando parecía que todo iba por
buen camino, suspendió el examen debido a sus escasos y
muy limitados conocimientos del latín.

El servicio
militar

A raíz de haber suspendido el examen, Juan
María se vio forzado a reanudar sus estudios en Ecculy,
pero de nuevo se le presentó otro obstáculo: fue
llamado a filas al haber obligado la guerra en España a
reclutar soldados para el ejército napoleónico, con
lo cual el Emperador anuló la exención de que
disfrutaba los estudiantes eclesiásticos mayores de 17
años de no ser llamados al servicio militar.

Su padre intentó procurarle un sustituto y al fin
lo consiguió ofreciéndole la suma de tres mil
francos, pero el candidato a los pocos momentos renunció a
ser el sustituyo de Juan María, de modo que éste se
vio obligado a incorporarse al ejército
francés.

El regimiento al que fue destinado Juan María
pronto recibió la orden de marcha. La mañana de la
partida él fue a la Iglesia a orar y a la salida
enfermó, por lo que tuvo que estar el resto del día
y toda la noche ingresado en el hospital.

A su vuelta al cuartel encontró que sus camaradas
habían salido ya. Se le amenazó con un arresto,
pero el capitán del cuartel creyó lo que Juan
María le había contado, y le envió tras las
tropas para que se uniera a su regimiento.

Por el camino se encontró con otro joven, quien
se ofreció para guiarle hasta sus compañeros, si
que Juan María se diera cuenta de que el joven se trataba
de un deserto del ejército, quien le condujo hasta la
ciudad de Noes, donde otros desertores ya se habían
refugiado.

Al estar en Noes, Juan María fue a visitar al
Alcalde y le contó su caso. Le ley ordenaba pena de muerte
para quien desertara del ejército, pero el bondadoso
Alcalde escondió a Juan María en el pajar de su
casa, fuera de la vista de cualquier grupo del
ejército.

El Alcalde de Noes permitió que Juan María
cambiara de identidad, pasando a llamarse Jerónimo Vincent
y, a cambio del asilo que le concedía, pidió a Juan
María que ejerciera de maestro en la
población.

Al cabo de mucho tiempo Juan María pudo
comunicarse con su familia dejándoles saber su
situación personal. Su padre se enfadó al conocer
que su hijo era un desertor y le ordenó que se entregara,
pero la situación fue resuelta por su hermano menos, quien
se ofreció a servir militarmente en lugar de Juan
María, y fue aceptado.

Al fin, cuando Juan María llevaba 14 meses como
desertor, el Emperador Napoleón promulgó un decreto
mediante el cual eximía de culpa a todos los que se
habían fugado del ejército, y así él
pudo regresar a su hogar.

Su
ordenación sacerdotal

A su regreso, Juan María ingresó en el
Seminario Menor de Verriéres a los 26 años de edad
para cursar los estudios de filosofía en francés,
dada su incapacidad para hacerlo en latín. Allí fue
compañero del que después sería el fundador
de los Hermanos Maristas, Marcelino Champagnat.

Pero Juan María suspendió el examen de
ingreso al Seminario Mayor. Sus dificultades en los estudios
preparatorios parecen haberse debido a la insuficiencia de su
primera escolarización, a su mediana inteligencia y a la
avanzada edad en que empezó a estudiar. En cambio era de
resaltar lo adelantado que se encontraba en ciencia espiritual y
en la práctica de la virtud.

Por todo ello, el Padre Balley intercedió por
él ante los examinadores después de que Juan
María suspendiera el examen. A los tres meses fue
nuevamente examino y esta vez aprobó. Igualmente tuvo
dificultades para superar las pruebas de los estudios en el
Seminario Mayor, pero intercedieron por él antes el Obispo
de la Diócesis, tanto el Padre Balley como los
examinadores del Seminario, y el Obispo se percató del
gran amor a Dios y de la gran vocación para el sacerdocio
que Juan María poseía. El Obispo dio la orden para
que fuera ordenado sacerdote, pues aún cuando le faltaban
conocimientos, tenía santidad, y por ello Dios
supliría lo demás.

Juan María incluso fue en peregrinación
varios días hasta la tumba de San Francisco Regis, en la
ciudad de Lalouvesc, costeándose los gastos del viaje a
base de limosnas, para pedirle a ese santo su ayuda para poder
ser ordenado sacerdote. Con esta peregrinación, Juan
María no logró una mayor inteligencia para los
estudios, pero adquirió valor para no dejarse dominar por
las dificultades.

Y al fin Juan María se convirtió en el
Padre Vianney al ser ordenado sacerdote el 13 de agosto de 1815,
a los 29 años de edad, por Monseñor Simón,
Obispo de Grenoble.

El ahora Padre Vianney tuvo que superar muchos
obstáculos para lograr su objetivo, pero perseveró
hasta alcanzar la meta que se había propuesto. ¡Al
fin se le cumplió su gran deseo de ser
sacerdote!

El camino hacia
Ars

Juan María Vianney trabajó durante tres
años como asistente del Padre Balley en Ecculy, y a la
muerte de éste fue nombrado Párroco de Ars, un
pueblo situado a 38 kms. de Ecculy. Ars era entonces un pueblo
pobre y aislado situado al este de Francia, no lejos de la
frontera con Suiza, hacia donde se dirigió el 9 de febrero
de 1918.

El Padre Vianney tuvo que andar esa distancia de 38 kms
hasta Ecculy, y dado que no conocía el camino, le
pidió a un pastor que encontró en el camino que le
indicara dónde estaba Ars. Después que el pastor se
lo explicó, Juan María le dijo: "Tú me
has enseñado el camino hacia Ars, y yo te
enseñaré el camino al cielo
".

Ars era entonces un pueblo de 370 habitantes, donde la
gente se divertía bailando y tomando licor, pero sin
acercarse a las cosas de Dios. A la Misa dominical
únicamente acudían un solo hombre y pocas mujeres.
Su antecesor dejó escrito: "Las gentes de esta
Parroquia en lo único que se diferencian de los ancianos
es en que están bautizados
".

Allí, en Ars, el Padre Vianney estará por
espacio de 41 años, hasta su muerte, y lo
transformará todo. Su secreto era darlo todo y no
conservar nada; darlo todo por amor a Dios. Y su oración
era: "Dios mío, concédeme la gracia de amarte
tanto cuanto yo sea capaz
".

Su ministerio
sacerdotal

Cuando el Cura Párroco de Ars, Juan María
Vianney, vio el estado del pueblo y el alejamiento de sus gentes
con todo relacionado con Dios, se propuso un triple método
para cambiar a los habitantes de Ars y acercarlos a su Parroquia:
Orar mucho, sacrificarse lo más posible y hablar fuerte y
con dureza.

La falta de feligreses él la suplía con
horas de oración diaria frente al Santísimo, y
practicaba duras penitencias para convertirlos. Durante
años se alimentó diariamente sólo con unas
pocas patatas cocinadas; los lunes y los jueves cocinaba una
docena y media de patatas, que le duraban los tres días
siguientes a razón de casi seis patatas
diarias.

Al principio el Padre Vianney estaba por espacio de tres
horas leyendo y estudiando sobre el tema del sermón que
daría en la próxima Misa dominical, y luego la
ponía por escrito. Después, y durante mucho rato,
paseaba por un campo cercano a la Casa Parroquial recitando su
sermón en voz alta, para así tratar de
aprendérselo de memoria. Después estaba largo rato
ante el altar, donde se encontraba el Santísimo
Sacramento, encomendándole al Señor lo que iba a
decirles a los feligreses en su sermón. Pero a pesar de
ello muchas veces, al empezar a predicar, se le olvidaba todo lo
aprendido. Pero lo que decía llegaba al corazón del
pueblo, causando impresionantes conversiones entre el
mismo.

Juan María dedicaba horas enteras a la
oración en busca de la conversión del pueblo de
Ars, y decía: "Hemos de orar con frecuencia, pero
debemos redoblar nuestras oraciones en las horas de prueba
".
Era una gran prueba para él, pero el amor a Dios y a su
pueblo era aún mayor.

Lo poco que el Cura de Ars tenía se lo daba a los
pobres. Su hermana Margarita contó una vez esta
anécdota sobre él: "Un día de invierno
el Padre Balley dijo a mi hermano: "Ve a Lyon a visitar al tal
señora, pero es importante que te arregles bien y que te
pongas los mejores pantalones". Al regresar, Juan María
llevaba unos pantalones destrozados. Entonces el Padre Balley le
preguntó qué le había pasado, y él le
contestó que había encontrado en el camino a un
pobre que soportaba un gran frío y él, movido por
la compasión, le había cambiado los pantalones
nuevos por los viejos y rotos del pobre
".

Después de un tiempo de estar en Ars, Juan
María fundó un orfanato para jóvenes
desamparadas, al cual denominó "La Providencia",
el cual mantenía a base de las donaciones que
recibía. El propio Padre Vianney instruía las
jóvenes del Orfanato en el Catecismo, y estas
enseñanzas catequéticas llegaron a ser tan
populares entre los pobladores de Ars, que posteriormente los
daba todos los días en la Iglesia ante una gran afluencia
de gente.

El Orfanato La Providencia fue la obra favorita
del Cura de Ars, pero a pesar del éxito obtenido, la tuvo
que cerrar en 1847 porque él pensaba que no estaba
justificado mantenerlo ante la oposición de mucha gente.
Su cierre fue una gran prueba para él.

Al cabo de un tiempo en Ars, el horario diario del Padre
Vianney era tan estricto como su vida misma. Se levantaba
diariamente a las 12 de la noche, hacía sonar la campana
de la Iglesia y se disponía confesar a los hombres hasta
las 6 de la mañana. Después empezaba a rezar los
Salmos de su Devocionario y a prepararse para la Santa Misa de la
7 de la mañana. En sus últimos años de vida
su Obispo consiguió que Juan María se tomara una
taza de leche al finalizar la Misa, a las 8 de la
mañana.

De 8 a 11 confesaba a las mujeres y después daba
clase de Catecismo para todas las personas que estuvieran en
Templo. A las 12 del mediodía iba a tomarse un
ligerísimo almuerzo a base de patatas hervidas, se aseaba
y mientras estuvo en funcionamiento el Orfanato, iba a visitar a
las personas allí ingresadas.

De las 2 hasta las 6 de la tarde seguía
confesando. Sus consejos en la confesión eran muy breves,
pero edificantes. A muchos les leía los pecados en su
pensamiento y se los mencionaba si no lo habían hecho.
Después leía un rato y a las 8 se acostaba. Pero en
verano eran más aún las horas de confesión,
aprovechando que el día era más largo.

Pero la principal labor del Cura de Ars fue, sin duda
alguna, la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en
Ars cuando la gente empezó a acudir a él desde
otras parroquias, y luego desde lugares cada vez más
lejanos, e incluso desde fuera de Francia. En 1835 su Obispo le
prohibió asistir a los retiros anuales del clero diocesano
porque, según él, "las almas le esperaban en
Ars
".

Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes,
religiosos, pecadores, personas con toda clase de dificultades,
enfermos y jóvenes con dudas sobre su vocación. El
Venerable Padre Colin se ordenó diácono por consejo
de Juan María, y fue su amigo hasta el último
día de su vida. Y la Madre María de la Providencia
fundó la Orden de las Hermanas Auxiliadoras de las
Ánimas del Purgatorio
, por consejo del Cura de Ars y
con su constante aliento.

Su dirección se caracterizaba por el sentido
común, su notable perspicacia y su conocimiento
sobrenatural. Sus instrucciones las daba con lenguaje sencillo,
lleno de imágenes sacadas de la vida diaria, pero que
respiraban fe y ese amor de Dios que era su principio vital y que
influía en su audiencia, tanto por su modo de comportarse
y su apariencia, como por sus palabras.

La gente empezó a darse cuenta de lo que el Cura
de Ars hacía, y empezó a hacerse popular. Empezaron
a catalogarle como santo, cosa que a él no le
gustaba porque se consideraba un pobre pecador. Pero
también otros empezaron a criticarle, motivados
posiblemente por la envidia.

A raíz de ello, el Obispo envió un
Visitador a Ars para oír los sermones del Padre Vianney, y
le pidió a su regreso que le dijera las cualidades y los
defectos de sus prédicas. Entonces el Obispo
preguntó al Visitador:

  • ¿Tienen algún defecto los sermones del
    Padre Vianney?

  • Sí, Monseñor, dijo el Visitador,
    tienen tres defectos. Primero, son muy largos. Segundo, son
    muy duros y fuertes. Tercero, siempre habla de los mismos
    temas: pecados, vicios, muerte, juicio, infierno y
    cielo.

  • Bueno, pero ¿tienen también alguna
    cualidad? Preguntó el Obispo.

  • Sí, tienen una cualidad, repuso el Visitador.
    Las personas se conmueven, se convierten y empiezan una nueva
    vida, más santa de la que llevaban antes.

  • Pues si es así, dijo el Obispo, por esta
    última cualidad creo que se le pueden perdonar al Cura
    de Ars los otros tres defectos.

El
confesor

Cuando concedieron el permiso para que le ordenaran
sacerdote, escribieron la siguiente nota en su expediente:
"Que sea sacerdote, pero que no le pongan a confesar, porque
no tiene ciencia para ese oficio
". Sin embargo, ese fue su
oficio durante toda su vida sacerdotal, y lo hizo mejor que los
que sí tenían mucha ciencia e inteligencia. Porque
en esto lo que cuenta es la iluminación de Dios por medio
del Espíritu Santo.

El Padre Vianney pasaba entre 12 y 16 horas diarias en
el confesionario, según la época del año. Al
paso del tiempo, para confesarse con él había que
apartar turno con tres días de anticipación. Entre
1830 a 1845 llegaban de 300 a 400 personas diariamente a Ars para
ver al Cura. Era tanta la afluencia que junto a la casa cural
había varios casas de hospedaje para quienes estaba de
visita para confesarse con el Padre Vianney.

Estando en el confesionario, el Cura de Ars a veces
sufría mareos y se le entumecían las piernas.
Sentía que se congelaba en invierno y que se deshidrataba
en verano, pero nada detenía su celo por la
salvación de las almas. El mismo decía: "El
confesionario es el ataúd donde me han sepultado estando
todavía vivo
".

Pero es precisamente en el confesionario donde
conseguía las mayores conversiones, alguna de ellas
impresionantes, así como grandes triunfos a favor de las
almas.

Su combate
espiritual

Pero tantos éxitos espirituales por parte del
Cura de Ars no eran del beneplácito del enemigo. Pocos
santos han tenido que entablar luchas tan terribles y continuas
con el demonio como el Padre Vianney.

El diablo no podía ocultar su rabia al ver el
gran número de almas que le quitaba Juan María,
incluso en su sencillez; por eso le atacaba sin compasión
continuamente. Le derribaba de la cama, le despertaba con ruidos
espantosos, y hasta trató de prenderle fuego a la
habitación. Una vez el diablo le gritó:
"Faldinegro odiado, agradécele a esa que llaman Virgen
María, que si no ya te habría llevado conmigo al
abismo
".

Una vez el Padre Vianney fue de misión a un
pueblo, y varios sacerdotes jóvenes le dijeron que eso de
las apariciones satánicas eran inventos suyos. El Cura de
Ars les invitó a que fueran a dormir en donde él
iba a pasar la noche, y cuando empezaron los tremendos ruidos y
los espantos diabólicos, salieron todos los sacerdotes en
pijama huyendo hacia el patio, y no se atrevieron al volver a
entrar al dormitorio, ni tampoco a burlarse más del Padre
Vianney.

Pero el Cura de Ars tomaba calmada y hasta
humorísticamente estos casos, y decía siempre:
"Con el patas hemos tenido ya tantos encuentros, que ahora
parecemos dos compinches
". Pero no dejaba de quitarle almas
al enemigo.

Los
milagros

Indudablemente una persona con la espiritualidad del
Padre Vianney debía reflejar mediante actos milagrosos la
acción de Dios a favor de las almas que se acercaban
sinceramente a Él.

El Cura de Ars poseía el don de curar enfermos,
principalmente a los niños. Poseía un conocimiento
sobrenatural acerca del pasado y del futuro. Conocía los
pecados que quienes se confesaban con él no le
querían decir. Obtenía cuanto dinero necesitaba,
así como alimentos, para los asilados en el Orfanato
"La Providencia", mientras el mismo estuvo en
servicio.

Pero el mayor milagro de todos fue su propia vida.
Practicó la mortificación desde su primera
juventud, y durante 40 años su alimentación y su
descanso fueron siempre insuficientes, humanamente hablando, si
lo comparamos con el desgaste físico que indudablemente le
producía una forma de vida llena de entrega y de
sacrificio a favor de los demás.

Y aún así siempre trabajó
incesantemente y con incomparable humildad, amabilidad, paciencia
y buen humor, hasta su fallecimiento a los 73 años de
vida.

Conclusión

El Cura de Ars, Juan María Vianney, se
consideraba a sí mismo un miserable pecador y jamás
hablaba de sus obras ni de los éxitos que había
obtenido. Cuando él llegó a Ars la gente trabajaba
incluso en domingo y se cosechaba poco. Poco a poco él fue
logrando que nadie trabajara en los campos los domingos, y las
cosechas fueron más abundantes y mejores. Cuando se
inició como Párroco de Ars solamente un hombre iba
a Misa; al final de su ministerio eclesial únicamente
había un hombre que no iba a Misa.

En una ocasión un hombre le insultó en la
calle, y el Cura de Ars le escribió una carta llena de
humildad, pidiéndole perdón por todo, como si
él mismo hubiera sido quien ofendió al que le
insultó.

En otra ocasión el Obispo de la Diócesis
le envió un elegante distintivo de canónigo, pero
Juan María nunca quiso usarlo. Incluso el gobierno
francés le concedió una condecoración, pero
él no se la quiso colocar. Decía Juan María
con humor: "Esto es el colmo: el gobierno condecorando a un
cobarde que desertó del ejército
". Pero Dios
premió su gran humildad el 4 de agosto de 1859, a sus 73
años de edad, llamándole ante su
presencia.

A Juan María Vianney el Obispo no le
permitía salir de la Parroquia de Ars para no dejar de
atender a las almas que acudían a verle, y él
obedeció. Ahora Dios quiere que todo el mundo sepa de
él para que imitemos sus virtudes y nos sintamos
inspirados por su ejemplo de vida, servicio y entrega a los
demás.

Cronología

  • Nació el 8 de mayo de 1786.

  • Fue ordenado sacerdote el 13 de agosto de 1815, a
    los 29 años de edad.

  • En 1848 fue nombrado Párroco de
    Ars.

  • Falleció el 4 de agosto de 1859, al cabo de
    73 años de vida.

  • El 3 de octubre de 1874 fue proclamado Venerable por
    el Papa Pío IX.

  • El 8 de enero de 1905 fue inscrito como Beato por el
    Papa Pío X.

  • El Papa Pío X le otorgó el
    nombramiento de "Modelo para el clero
    parroquial
    ".

  • En 1925 el Papa Pío XI le canonizó y
    declaró su festividad el 4 de agosto.

  • El Papa Juan XXIII escribió en 1959,
    centenario de la muerte del Cura de Ars, la Encíclica
    "Sacerdotii nostri primordia", en la cual realzaba
    las virtudes primordiales de todo sacerdote: el ministerio,
    la oración, la eucaristía y el celo
    apostólico.

  • En el 2009 el Papa Benedicto XVI proclamó el
    "Año sacerdotal" del 19 de junio del 2009 al
    11 de junio del 2010, conmemorando los 150 años del
    fallecimiento de Juan María Vianney,
    nombrándole además Patrono de todos
    los sacerdotes católicos.

Los restos mortales de Juan María Vianney, Cura
de Ars, se conservan incorruptos en el Santuario de Ars, el
pequeño lugar al que él dedicó la mayor
parte de su vida como sacerdote, y donde
falleció.

Monografias.com

 

 

 

Autor:

Agustin Fabra

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