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Historia y Tiempo. Problemas y Perspectivas




Enviado por Tomás Elias Zeitler



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Las
    concepciones filosóficas y científicas del
    tiempo
  3. La
    historia y la dimensión temporal
  4. Los
    "tiempos" de Fernand Braudel
  5. El
    tiempo y el relato en la filosofía de Paul
    Ricoeur
  6. Conclusiones
  7. Bibliografía

Introducción

El tiempo se constituye en el elemento más
importante que el historiador debe manejar en su práctica
disciplinar. Paradójicamente, muchas veces esta
categoría es mal empleada por suponerse a priori su
comprensión adecuada y acabada.

Nada más lejos que esto. El tiempo es una
dimensión de la existencia, compleja y profunda, cuyos
límites y posibilidades apenas son conocidos por el
hombre. Filósofos y pensadores han hecho esfuerzos
intelectuales serios por lograr asir aquello que parece
inalcanzable: el tiempo. Curiosamente mientras el hombre intenta
apropiarse del tiempo, este parece consumirlo a él en el
intento. Desde Agustín que se preguntó una y otra
vez ¿qué es el tiempo?, y que lejos de lograr
alcanzar una respuesta que acabe el problema lo agudizó
aun más, hasta Heidegger o Sartre que condenaron toda la
existencia del ser a su experiencia temporal, el hombre busca
tomar al tiempo de las riendas y manejarlo a su capricho; sin
embargo la historia, que debería ser el jinete apropiado
para esta domesticación, y el hombre que la crea en este
estadio aun no pasan del neolítico y más de una vez
sucumben a los arrebatos intempestivos e impredecibles que el
tiempo impone a la vida humana y junto con ella al devenir
histórico.

No es la intención hacer una apología del
tiempo ni mucho menos reducir la existencia del ser a la nada,
con motivos distintos sólo pretendemos denotar la
complejidad de esta dimensión y denunciar con ello la
ingenuidad de historiadores al abordarla.

Para cambiar esta situación proponemos un esbozo
sobre la problemática del tiempo en la filosofía y
la historia, destacando especialmente las contribuciones que
Fernand Braudel y Paul Ricoeur hicieron al respecto.

Las concepciones
filosóficas y científicas del
tiempo

La naturaleza del tiempo ha sido y es uno de los temas
principales de la reflexión filosófica y conocer
las interpretaciones que al respecto se formularon a lo largo de
los siglos nos permite comprender mejor la cosmovisión que
las sociedades fueron formando en el tiempo sobre el
tiempo.

Ya desde sus orígenes, el tiempo fue abordado
como un problema filosófico. Los presocráticos
afirmaban que existía un continuo enfrentamiento entre
naturaleza y lenguaje, es decir entre lo que las cosas realmente
son y lo que son por medio del lenguaje, por lo que el devenir
humano estaba en constante cambio y el tiempo era el sustento de
este devenir junto al lenguaje que buscaba comprenderlo. Tanto en
Heráclito como en Anaximandro el estudio del ser y el
mundo estaban ligados al tiempo. Pero fue Parménides quien
complejizó la concepción del tiempo al concebir al
ser como un devenir infinito que se desenvuelve en la ausencia
del tiempo: "el ser no fue ni será, sino que es". El
problema del ser era entonces tratado no en relación a su
sustancia sino en relación a su existencia o
temporal.

Platón desarrolló una concepción
cíclica el tiempo en relación a la eternidad y la
existencia del ser. Porque era el conocimiento de las Ideas
eternas, esto es de la eternidad del tiempo, el único
camino posible para conocer la verdad de las cosas. Así
como las cosas naturales están en dependencia de las ideas
inmutables, el tiempo está en dependencia de la eternidad.
La eternidad entonces no niega la temporalidad sino que la
sustenta, porque la eternidad constituye un tiempo total y real
que permite la existencia aparente del tiempo.

Aristóteles cambia el enfoque platónico al
concebir al tiempo como una percepción del movimiento.
Aunque el tiempo no es movimiento, no puede existir sin
él, el tiempo pertenece al movimiento, pero también
es dependiente del alma en tanto que éste es necesario
para numerar o percibir el movimiento. En la concepción
aristotélica el tiempo está ligado al espacio en
tanto que sus estructuras, la sucesión y la coexistencia,
dependen mutuamente. Aunque su postura engendra muchas
aporías también da origen a una nueva
concepción del tiempo, como el marco total e infinito que
contiene los acontecimientos particulares y finitos. En esta
concepción se basan las dos formas predominantes de
interpretar el tiempo: la perspectiva física, que depende
del movimiento, y la perspectiva psicológica, que depende
de la conciencia.

La religión judeocristiana y su
cosmovisión aportaron una concepción distinta del
tiempo al pensamiento occidental. El tiempo aparece como lineal y
progresivo y es por su desplegar que la historia es creada, sin
embargo esta idea del tiempo se fue mezclando con la
concepción filosófica griega a través de los
escritos teológicos católicos algunos de los cuales
buscaban una interpretación sacra del pensamiento
platónico al considerar que el tiempo de los hombres era
la historia mientras que la eternidad contenía lo divino.
A su vez, la concepción aristotélica fue
reinterpretada por el catolicismo tomando al tiempo total o
eterno como marco en el que se mueven los acontecimientos
naturales.

Fue Agustín de Hipona uno de los padres que
más reflexionó sobre el tiempo a partir de la
influencia platónica en su pensamiento. Agustín
concebía al tiempo desde una perspectiva moral que buscaba
comprender la eternidad desde el alma por medio de la
iluminación o revelación divina. Aunque el tiempo
se inicia con la creación y se expande linealmente no por
eso depende del movimiento, ya que el tiempo es siempre presente
en tanto que lo pasado, lo presente y lo futuro anidan en el
alma, cuya vida es precisamente el tiempo. En definitiva,
Agustín manifiesta una inclinación
psicológica del tiempo.

Esta concepción psicológica se
mantendrá firme hasta fines del Medioevo cuando los
adelantos científicos, especialmente en la física,
socavarán los cimientos de esta cosmovisión. La
invención del reloj mecánico propició este
cambio en la concepción del tiempo al transformarlo en una
variable física y abstracta y la perspectiva física
del tiempo fue ganando lugar en la cosmovisión
moderna.

Fue Isaac Newton quien estableció las bases de
esta noción del tiempo como absoluto, verdadero,
matemático e intrascendente pero desligándolo del
movimiento, ya que el tiempo y el espacio son independientes de
los cuerpos. Newton asimilaba el tiempo a un ámbito, un
ambiente, un flujo, una realidad en cuyo seno suceden las
demás realidades físicas.

A esta idea absolutista G. W. Leibniz, uno de los
mayores intelectuales del siglo XVII, opuso una concepción
relacional del tiempo al considerarlo como inseparable de las
cosas. Esta crítica fue reforzada por Ernst Mach para
quien el tiempo y el espacio no existían como realidades
absolutas y externas y que sólo era posible medir el
tiempo por el cambio de las cosas.

La concepción absoluta del tiempo fue formulada
con mayor sustento por Immanuel Kant en el siglo XVIII, quien
sostuvo la total independencia de éste respecto a las
cosas que se mueven en él. Para Kant el tiempo no es un
concepto empírico ni intelectual, tampoco es una cosa,
más bien es una representación de la
intuición humana, ideal y real.

Esta forma de pensar el tiempo dará un giro con
Friedrich Hegel para quien el tiempo no es ni un marco formal ni
un devenir en sí mismo. El tiempo es el despliegue o la
manifestación de la Idea, del Yo, de lo Absoluto o del
Espíritu, es la autoconciencia del ser.

La teoría de la relatividad de Albert Einstein
cambió radicalmente las concepciones sobre el tiempo y el
espacio en el siglo XX. Para Einstein es el movimiento y el
cambio lo que denota el tiempo, sin embargo el tiempo no es
cambio, aunque la percepción y conceptualización
del tiempo por el hombre parte de la denotación del cambio
en el mundo real. Desde este relativismo, el tiempo no es
considerado una sustancia, ni un flujo ni un fondo, sino una
dimensión de las cosas que depende de la duración o
la permanencia de estados. El tiempo está en
relación a las cosas y no puede denotarse sino a
través del cambio por medio del movimiento y según
la velocidad.

A partir de entonces la temporalidad será pensada
con mayor complejidad durante el siglo XX por distintos
pensadores. Henri Bergson criticó la postura de la ciencia
positiva por estudiar solo el tiempo especializado –como
sucesión de acontecimientos ubicados cuantitativamente y
en orden yuxtapuesto- que sería el tiempo físico y
falsificado en oposición al tiempo auténtico que
sería un fluir único, un movimiento continuo, la
duración de la conciencia sin dependencia espacial. Con
estos argumentos Bergson se opuso al pensamiento de Einstein
porque aunque sostenía la relatividad del tiempo lo
siguió considerando como un orden de
sucesión.

Con Wilhelm Dilthey el análisis de la
problemática del tiempo se acerca más a las
necesidades de la historia por cuanto este filósofo no
sólo criticó la falsa concepción positiva
del tiempo que se impuso en las "ciencias del espíritu"
sino que también sostuvo una idea del tiempo como
realización concreta de la vida. El tiempo para él
no es un marco en el que se ordenan los hechos y no puede, por lo
tanto, ser concebido a priori ni a posteriori.

Un aporte nuevo y significativo vino por medio de Edmund
Husserl. Su fenomenología de la conciencia
pretendía describir y analizar los fenómenos o las
vivencias de la conciencia. Surge así la noción de
"tiempo fenomenológico" que versa sobre la duración
de las vivencias o el tiempo interno de la conciencia, ya que de
ella proviene la temporalidad que es la duración real de
lo vivido. Desde esta concepción el tiempo no está
más en el objeto sino en el sujeto.

La relación entre el ser y el tiempo fue la
problemática central en la filosofía de
Martín Heidegger. Para él es una comprensión
vulgar considerar al tiempo como marco previo en el que se
ordenan los hechos, ya que al tener la temporalidad un valor
ontológico ésta surge del ser que la contiene como
un siempre "haber ya sido". En esta temporalidad la muerte es la
posibilidad más certera de la existencia y en su
referencialidad el ser vivirá el tiempo.

La historia y la
dimensión temporal

Paradójicamente aunque el hombre construye su
propio tiempo éste se torna una realidad que lo envuelve
por fuera. En este sentido si bien el hombre lleva dentro de
sí un tiempo interno, subjetivo, también participa
del tiempo de la naturaleza y del tiempo socialmente construido
como institución.

El tiempo es una dimensión, una variable de la
realidad histórica y una coordenada elemental para captar
y comprender toda estructura social y en la historia cobra
especial importancia porque el devenir histórico lleva
implícito el concepto de desarrollo en el
tiempo.

Al ser el tiempo una construcción social puede
adquirir distintas dimensiones que pueden cambiar o transcurrir
en profundidad y rapidez según las valoraciones e
interpretaciones que cada sociedad elabore. El tiempo entonces
depende del sistema social en el que opera y esto lo hace
necesariamente plural y relativo.

Todo intento de separación del tiempo,
distinguiendo un tiempo físico de un tiempo
astronómico, histórico o social, es el resultado
siempre de una operación arbitraria, inexacta e
inconsistente ya que el tiempo en su realidad es uno sólo.
Sin embargo las percepciones que el hombre tiene del tiempo son
variadas y subjetivas por lo cual establecer distinciones puede
tener usos necesarios y útiles.

En el ámbito histórico las concepciones
sobre el tiempo son también variadas según los
paradigmas científicos desde los que opere el historiador
y según también sus propias concepciones
histórico-filosóficas. Lo característico de
nuestra disciplina es la reticencia a abordar teóricamente
la cuestión del tiempo. Para muchos historiadores el
tiempo se presenta como un supuesto o una categoría a
priori que está ausente del relato histórico y que
no requiere por ende una atención especial en sus
investigaciones. La mayoría de los aportes teóricos
que sobre el tiempo histórico se han elaborado provienen
de filósofos, de antropólogos o sociólogos
más que de historiadores, y si estos últimos lo
estudian es de forma pragmática con el fin de analizar las
formas de captación o la interpretación que las
sociedades hacen del curso de los acontecimientos (circular o
lineal) o bien para desarrollar técnicas y formas de
medición: su concepción del tiempo está
asimilada erróneamente a la cronología.

En este contexto el aporte de Fernand Braudel es
significativo tanto por la concepción que sostiene y como
por el intento mismo de abordarlo en su esencia y estructura. Tal
fue la repercusión de su pensamiento que
antropólogos y filósofos tomaron sus ideas como
referencia obligada en el abordaje de la problemática del
tiempo, basta pensar en las discusiones que mantuvo con el
antropólogo estructuralista Levi Strauss o la
atención especial que Paul Ricoeur le prestó en sus
escritos filosóficos, los cuales tuvieron fuerte
repercusión en el campo histórico en tanto
replantean críticamente la visión del concepto, la
forma y el contenido mismo de la disciplina
histórica.

Los "tiempos" de
Fernand Braudel

Fernand Braudel nació en 1902 en el departamento
de Mosam en Francia. En 1923 fue a Argelia entonces una colonia
francesa a enseñar historia y de regreso en Francia en
1932 trabajó como maestro de escuela secundaria donde se
encontró con Lucien Febvre, el co-fundador de la
publicación de los Anales. En 1939 al estallar la Segunda
Guerra Mundial se alisto en el ejército pero fue capturado
en 1940 y hecho prisionero de guerra en Alemania en un campamento
cerca de Lübeck; desde la cárcel comenzó a
trabajar solo con la propia memoria y sentó así las
bases de su futuro gran trabajo "La
Méditerranée et le Monde
Méditerranéen a l'époque de Philippe
II
" ("El Mediterráneo y el mundo
mediterráneo en la época de Felipe II
").
Después de la guerra trabajó con Febvre en una
nueva universidad fundada separadamente de la Sorbona que se
dedicaba especialmente al estudio de la historia social y
económica.

En 1962 Braudel escribió una Historia de las
Civilizaciones
como base para un curso básico de
historia pero el ministerio francés lo rechazó por
su oposición radical a la narrativa tradicional basada en
los eventos superficiales. Contra la historia tradicional que
narraba acontecimientos principalmente políticos Braudel
buscaba escribir una historia de "larga duración" que
viese los grandes procesos de la historia para poseer una
comprensión más compleja y global de
ella.

En la obra más representativa y madura de su
postura "El Mediterráneo…"
pretendía estudiar ese amplio espacio geográfico en
la segunda mitad del siglo XVII desde una perspectiva
histórica radicalmente novedosa. Para lograr su cometido
dividió su libro en tres secciones, uno para la larga
duración ("…ciertos marcos geografitos, ciertas
realidades biológicas, ciertos limites de la
productividad, y hasta determinadas coacciones
espirituales
…"[1]), otro para la
mediana duración, el tiempo coyuntural (…una
curva de precios, una progresión demográfica, el
movimiento de salarios, las variaciones de la tasa de
interés, el estudio de la producción o un
análisis riguroso de la
circulación
…"[2]) y la
última para la corta duración, los acontecimientos
y personajes de la historia ("…los mediocres
acontecimientos de la vida ordinaria: un incendio, una
catástrofe ferroviaria, el precio del trigo, un crimen,
una representación teatral, una
inundación
."[3]).

El mismo vocabulario que utiliza Braudel da a entender
su preferencia para con la historia estructural y coyuntural y su
rechazo radical, casi burlesco[4]de la historia
acontecimental: "el tiempo corto es la mas caprichosa, la mas
engañosa de las duraciones
" (op.cit. p.
66).

Su monumental obra que le llevó años de
investigación tenía por fin mostrar cómo
ésta teoría de las tres duraciones podía ser
aplicada a un análisis empírico concreto. El
sólo intento de hacerlo ya le merece gran mérito
pues la labor investigativa que ello requería no fue para
nada sencilla.

En la primera parte la obra trata sobre
la historia lenta, casi inmóvil, de las relaciones de los
hombres con el medio que los rodea en donde atiende a los lugares
geográficos particulares que caracterizan a una
población y que influyen (o determinan) la vida de la
misma. Su estudio busca ser más que una descripción
de la geografía del mundo mediterráneo una
explicación de la misma, de sus montañas (Atlas,
Apeninos, Taurus), sus llanuras (Languedoc, Campania), sus mares
interiores (mar Negro, Egeo, Adriático), sus islas
(Cerdeña, Creta, Chipre), sus límites
geográficos, sus rasgos climáticos, sus ciudades.
El mediterráneo se transforma así en el personaje
histórico principal de toda la obra: un "actor
cambiante, astuto, apremiante y a veces decisivo en sus
intervenciones"
[5].

De esta manera Braudel intenta defender una
concepción de Geohistoria que justamente se aleje
de la tradicional geografía histórica de Longnon y
que tenga por objetivo tratar los problemas humanos dentro del
contexto geográfico (clima, suelo, plantas, animales,
géneros de vida) en que se desenvuelven, acercando la
geografía al estudio de las realidades pasadas y la
historia al espacio que sustenta, engendra, facilita o entorpece
las actividades humanas: realizar una verdadera
geografía humana retrospectiva
[6]

La cuestión sobre la cual han girado todas las
críticas hacia Braudel es el estrecho acercamiento con el
determinismo geográfico de Ratzel que supone este tipo de
análisis. Tal es el cuestionamiento de Pierre Vilar para
quien las concepciones de Braudel conllevan diversos problemas:
reduce al espacio los problemas históricos y centra su
objeto en los obstáculos en lugar de las innovaciones con
lo cual "se puede caer en un determinismo geográfico
que los restantes factores de la historia vuelven a poner
constantemente en cuestión
"
[7]

En su trabajo "La larga duración"
Braudel desarrolló teóricamente sus concepciones
sobre el tiempo histórico y en ella se puede apreciar una
inclinación a considerar a esta "Geohistoria" como un
relegamiento de los procesos históricos humanos a un
determinismo geográfico bastante rígido:

"Parece que el ejemplo más accesible
continúa todavía siendo el de la coacción
geográfica. El hombre es prisionero, desde hace siglos, de
los climas, las vegetaciones, de las poblaciones animales, de las
culturas, de un equilibrio lentamente construido del que no puede
apartarse…" (p. 71)

En la obra de Braudel es posible reconocer cómo
el hombre ocupa una posición subordinada al medio
geográfico que lo cohíbe, lo limita, lo mantiene
prisionero y al cual debe de adaptarse. En "El
Mediterráneo…" esto se revela claramente cuando
relega las cuestiones económicas y comerciales a
condiciones marítimas y climáticas:

  • "…el mar es el vehículo de las
    exigencias económicas del exterior…"; p.
    325

  • "…la navegación por el
    Mediterráneo ha tropezado siempre con el mal tiempo
    invernal…"; p. 325

  • "El medio geográfico
    constriñe
    (al hombre) cada vez
    más…"; p. 1

  • el hombre lucha por "desembarazarse de la
    opresión de la naturaleza…";
    p.1

O cuando reduce las formas socioculturales que
caracterizan una sociedad al medio geográfico en el
cuál se desarrollaron:

  • "El Cercano Oriente no fue conquistado por los
    árabes, sino que conquistó a sus invasores,
    asimilándolos a su propia sustancia";
    p.321

  • el Mediterráneo es un "medio humano, un
    hacinamiento de hombres en que fueron incapaces de hacer
    mella las invasiones más estrepitosas y
    espectaculares…", p. 321

Aunque Braudel intentó escapar a este tipo de
cuestionamientos afirmando por ejemplo que "la
geografía no explica toda la vida ni toda la historia del
hombre… no lo gobierna todo
." (p. 324) y que las
fuerzas impersonales, colectivas, "no destruyen, ni mucho
menos, el papel del individuo
…" (p. 549),
contrariamente en la conclusión final de su obra afirma
que el medio geográfico: "Sincroniza la vida de los
pueblos, de las razas, de los Estados, de las naciones y de las
civilizaciones que lindan con su ámbito
"
(p.550).

En la segunda parte, Braudel analiza las
comunicaciones, las relaciones comerciales, las rutas
comerciales, los mercados, los precios, la población, los
puertos, los mecanismos monetarios, las rentas: en definitiva la
historia de las sociedades y las economías del mundo
mediterráneo. Esta perspectiva fue elaborada años
antes por la historia económica de Labrousse quien
aplicó el método de análisis
histórico coyuntural a la economía francesa del
siglo XVIII, pero Braudel no se limitó a la
economía sino que pretendió abordar la vida social
en toda su complejidad: "…las economías, los
Estados, las sociedades, las civilizaciones y… las
diversas formas de la guerra
"[8], pues como
él mismo señala aunque el historiador puede
recortar la realidad para analizarla mejor tal recorte es siempre
arbitrario dado que "La historia es la imagen de la vida bajo
todas y cada una de sus formas. No es una selección
".
Paradójicamente su misma obra muestra una gran falencia al
respecto puesto que entre las tres partes que la integran no
existe una correlación. [9]

Probablemente por eso Braudel prefiere hablar de una
"historia social", "historia de grupos", "historia de
estructuras" o "historia de los destinos colectivos" enmarcada en
un tiempo coyuntural de décadas, cuartos de siglo o medio
siglo que abarca el conjunto de las condiciones que caracterizan
una sociedad en un momento determinado. Recurrirá por ello
al análisis de indicadores económicos como precios,
salarios, tasas de interés, producción, censos y
estadísticas con el fin de determinar tendencias,
orientaciones o ciclos de alza y baja en la evolución
tanto de la economía como de la población en un
intento por encontrar los ritmos de crecimiento y las
regularidades: "Se trata, si se quiere, de encontrar la
medida del siglo XVI
" (p.333). Y es justamente esto lo que
se le critica: su análisis coyuntural que como tal
debería centrarse en las crisis, los cambios y las
transformaciones termina convirtiéndose más bien en
un análisis estructural que atiende a las permanencias y
las continuidades.

En la tercera parte, Braudel realiza una
historia política, diplomática y militar al estilo
tradicional del reinado de Felipe II basándose en el
estudio de las instituciones, las divisiones políticas,
las fuerzas militares, las flotas, las fortificaciones, los
tratados de paz, las guerras, las alianzas, las batallas y las
treguas. Recurre para ello a la fuente y el método
tradicional por excelencia: el documento escrito y el relato
episódico.

Sin duda alguna esto llama la atención de
cualquier lector pues ¿cómo entender a un
crítico radical de la historia tradicional que termina
realizando él mismo una historia cronológica y
acontecimental? Ante el cuestionamiento Braudel responde de
antemano: "La historia es también este polvo de los
actos, de las vidas individuales
…", y justifica su
análisis del plano de los acontecimientos alegando que el
mismo está enfocado desde una perspectiva diferente bajo
el ángulo del Mediterráneo, aunque más tarde
reconoció que hasta el mismo Ranke hubiese visto reflejado
en la tercera parte de su obra su estilo, su método y
hasta su forma de pensar sobre la historia.

Hoy, a más de cincuenta años de la
publicación de "El Mediterráneo…"
resulta más inteligible realizar una crítica
valorativa de los aportes que Braudel y la segunda
generación de Annales que se núcleo en torno a su
figura dieron a la historiografía e incluso a las
demás ciencias sociales.

Antes que nada, debemos recalcar su gran esmero por
defender a la historia de las duras críticas que se le
hacían desde la antropología estructural de
Levi-Strauss, como desde la sociología objetivista de
Durkheim, y situarla como una ciencia prominente en el campo de
las ciencias sociales en general. A esto se suma su aporte por
establecer bases teóricas fundamentadas, y fundamentales,
que no sólo combatían a la tradicional forma de
hacer historia predominante hasta entonces en Alemania y Francia
sino que también sostenían una nueva forma de hacer
historia basada en una nueva concepción del tiempo
histórico y en una relación estrecha con las
demás ciencias sociales, especialmente la
geografía, la demografía, la sociología, la
antropología y la psicología colectiva.

Lamentablemente, tras su alejamiento de la
dirección de la Escuela de los Annales sus posturas fueron
intencionalmente olvidadas y en muchos casos refutadas, hasta el
punto de que aunque la Historia de las Mentalidades sólo
fue posible gracias al aporte de la larga duración que
hizo Braudel sus representantes buscaron los fundamentos de esta
nueva especialidad histórica en Febvre y no en él,
en gran medida por el recelo que provocó el largo dominio
de la escuela bajo su personalidad atrayente.

A pesar de esto hasta sus críticos más
fuertes no dejan de reconocer a Braudel el mérito de haber
atacado desde las bases mismas a aquella vieja concepción
del tiempo como progreso lineal, evolutivo y medible con fechas y
haber alumbrado teóricamente sobre la importancia de
abarcar procesos de larga duración que escapan incluso al
tiempo mismo, como necesidad indispensable para la
comprensión del pasado y de la vida humana.

Para Julio Aróstegui si bien los tiempos de
Braudel sólo miden tipos de cambio o tipos de realidades
según su velocidad de cambio y carecen de una
articulación para conformar un tiempo total, no por esto
deja de ser significativa su contribución al plantear al
tiempo como dimensiones que se entrecruzan, se interrelacionan y
se complementan dentro del tiempo histórico.

El tiempo y el
relato en la filosofía de Paul Ricoeur

El reconocido filósofo francés Paul
Ricoeur escribió una gran obra de carácter
ontológico que en la actualidad es considerada una de las
más importantes síntesis de teoría literaria
e histórica del siglo XX, pues toda su filosofía se
basa justamente en el intento por conciliar diversas
teorías y enfoques como hermenéutica,
fenomenología, existencialismo, crítica literaria,
estructuralismo, psicoanálisis y el formalismo ruso. Es
por eso que su pensamiento se nutre de muchos pensadores
(Aristóteles, San Agustín, Hegel, Freud, Husserl,
Heidegger, Gadamer, Levi-Strauss, Benveniste, Jakobson, Saussure,
Chomsky, Austín y Searle, Goodman…) de quienes toma
elementos teóricos para el desarrollo de su más
importante obra: Tiempo y
Narración
[10]Dicha obra pretende
abarcar una problemática que se extiende desde San
Agustín hasta Heidegger: "el enigma del ser en el
tiempo
".

La tesis central que recorre toda su obra es que:
"el tiempo se hace humano en la medida en que se articula en
un modo narrativo, y la narración alcanza su plena
significación cuando se convierte en una condición
de la existencia temporal
" (p. 16).

Semejante afirmación le valió la
caracterización de Hayden White como un intento por
establecer una verdadera metafísica de la
narratividad
[11]Pero para entender dicha
tesis es necesario sintetizar primero el extenso recorrido
teórico que realiza.

Ricoeur parte de la problemática que engendra la
experiencia temporal del hombre y de la dificultad que tiene
éste para pensar dicha experiencia, pues al intentarlo no
puede escapar a una doble aporía: el hombre no puede
no-pensar su experiencia en el tiempo y paradójicamente no
puede pensarla racionalmente y sin subjetividad. Con ello,
Ricoeur no hace más que retomar la vieja pregunta de San
Agustín: "¿Qué es, en efecto el
tiempo
?" a lo cual el filósofo del siglo IV
respondía: "si nadie me lo pregunta, lo sé, y
si trato de explicárselo a quien me lo pregunta no lo
". Obviamente la respuesta no satisface a nadie,
pero pone de manifiesto la dificultad que tiene el hombre de
pensar el tiempo.

Dicha dificultad surge porque intuitivamente tenemos una
doble experiencia del tiempo. por una lado experimentamos el
tiempo cosmológico (sobre el que indagó
Aristóteles) que consiste en una infinidad de instantes
sucesivos e iguales que pasan uno detrás de otro, y es por
ello un tiempo pautado, un tiempo externo que no puede ser
controlado por el hombre pues precede a su existencia y permanece
tras su muerte, y por otro lado encontramos un tiempo
fenomenológico
(sobre el que reflexionó San
Agustín) a través del cual tenemos una experiencia
íntima del tiempo; éste es vivido de manera
existencial entre nuestro presente que permanece desde un pasado
que se fue y hacia un futuro que aun no ha llegado; es un tiempo
intrínseco a la misma existencia del hombre que comienza y
termina en él y con él. La paradoja es que el
tiempo cósmico y el tiempo vivido, tan antagónicos
entre sí, organizan y regulan nuestra existencia en el
mundo de tal forma que nos mantienen prisioneros del
tiempo.

¿Cómo articular el salto que se da en el
hombre entre ambas experiencias temporales? ¿Cómo
organizar al tiempo en un tiempo que sea meramente humano?
¿Cómo se puede apropiar el hombre del tiempo? Para
encontrar dicha articulación Ricoeur se centrará en
el lenguaje.

Su tesis es que los hombres logran escapar a esa
alternativa de un modo práctico, no
especulativo-filosófico, cuando logran inscribir su
experiencia íntima del tiempo en el tiempo físico
por medio del lenguaje. Así se construye un tercer
tiempo
que es propiamente el tiempo humano y que se
lo puede llamar el tiempo del calendario. Este es un
tiempo que se construye socialmente y por ello se lo puede
considerar como una creación del lenguaje, como una
institución social.

Este tiempo posee una diferenciación entre el
pasado, el presente y el futuro como el tiempo vivido
pero a diferencia de éste, que no tiene referencias
objetivas, el tiempo humano conecta nuestra experiencia
personal y subjetiva con el tiempo de los otros y del mundo en el
que vivimos. Por ello se puede afirmar que: el tiempo humano
socializa el tiempo de nuestras experiencias
íntimas.

Ahora bien, este tiempo humano sólo existe como
tal en la medida en que se pueda articular de modo narrativo, es
por ello que también lo podemos denominar tiempo
narratológico
. Recuérdese la tesis
ricoeurniana de que el tiempo humano es siempre algo narrado y la
narración, a su vez, revela e identifica la existencia
temporal del hombre: el tiempo apunta a la narración y
ésta apunta a un sentido de más allá de su
propia estructura.

Este círculo entre Tiempo y Narración no
es sin embargo un círculo vicioso que implica un eterno
retorno a la misma condición, sino que puede ser comparado
más bien como un círculo en forma de
espiral
que se prolonga hacia nuevas dimensiones y que se
articula en torno a la trama.

La invención de la narración en
Ricoeur es la misma trama: "síntesis de lo
heterogéneo", en tanto que toma e integra diversos y
dispersos acontecimientos en una Historia total y completa
dotando a la narración, como un todo, de un significado
autónomo. La narración histórica es entonces
en esencia metafórica y el lenguaje del historiador es por
lo tanto autónomo respecto del pasado.

La "historia" sería entonces la
comprensión hermenéutica de las acciones humanas,
es decir la recuperación de la operación que
unificó lo diverso en una acción total y completa,
por medio de la captación de las intenciones, las
motivaciones, las acciones y las consecuencias en determinados
contextos que están configurados en la trama. La
trama es por lo tanto la mímesis de una
acción.

Su concepción de mímesis difiere
sustancialmente de la definición aristotélica como
simple imitación de la naturaleza pues opta por distinguir
tres momentos de la mímesis en la mediación entre
tiempo y narración, destacando el papel mediador que tiene
la construcción de la trama entre la experiencia
práctica que la precede y la que le sucede.

Para poder comprender una trama, el historiador parte
primero de la pre-comprensión que tiene del mundo de
la acción
, de sus rasgos estructurales,
simbólicos y temporales (Mímesis
I
), luego desde esta precomprensión se accede
al reino de la ficción
para construir la
trama
que unifique lo diverso, que sintetice lo
heterogéneo[12]Esta unificación se
da por medio de una operación de
configuración que tiene lugar en
Mímesis II, y cuyo valor reside en su
posición intermediaria entre el antes y el después
de dicha configuración. Pero la unidad plural del
pasado-presente-futuro sólo se logra en
Mímesis III, cuando la narración
obtiene su pleno sentido al convertirse en una condición
de la existencia temporal. Ya que Mímesis III
re-configura la ficción (Mimesis II) de la
precomprensión del orden de la acción
(Mímesis I) y de esta manera actúa como punto de
inflexión entre el mundo-del-texto y el mundo-del-lector
en el cual tiene lugar el acto de la lectura.

Esta triple dimensión de la relación entre
Tiempo y Narración la somete a prueba en dos modelos
narrativos: el relato histórico y el relato
de ficción
. Aunque Ricoeur concluya que la referencia
última de ambos tipos de relato es la misma, la
temporalidad, la referencia inmediata difiere en cada uno de
ellos ya que la narración histórica siempre se
refiere a acontecimientos reales y no imaginarios, aunque la
coherencia que les de el narrador en una unidad total es producto
de su interpretación.

La historia, de este modo, no caería en la
clasificación peyorativa de semi-ciencia o de discurso
semi-literario ya que la relación entre Tiempo y
Narración no es directa sino que entre ambos existe un
vínculo indirecto de derivación: el saber
histórico deriva de la comprensión narrativa pero
no pierde por ello su carácter
científico.

Es por esto que podemos ubicar a Ricoeur en una
perspectiva particular que aunque se posiciona en contra de
aquellos teóricos que intentaron mostrar la no existencia
de un vínculo entre Historia y Narración, dado el
corte epistemológico existente en el plano de los
procedimientos, las entidades y la temporalidad, no por ello
acepta la tesis narrativista sobre la existencia de un
vínculo directo entre ambas.[13]

Ya que si no existe ningún vínculo, la
historia no tendría carácter histórico (pues
la narración refleja el tiempo humano), y si dicho
vínculo es directo, la historia (history)
sería sólo una especie de cuento
(story).

El logro más importante de la filosofía de
Ricoeur en relación al tiempo histórico es haber
mostrado la vinculación que éste tiene con la
narración. La cual al ser la única que revela el
significado, coherencia y significación de los
acontecimientos ocurridos en el tiempo, obtiene por sí
misma su legitimidad como práctica discursiva
suficiente
para la representación
histórica:

Si las consecuencias de las acciones humanas tienen la
estructura de textos narrativos, la narrativa se convierte en el
medio idóneo para representarlas.

Si las acciones humanas son narrativizaciones vividas
(en tanto que cada sujeto vive su vida como una trama con
principio, medio y fin), los acontecimientos que éstas
generan son históricos en la medida en que contribuyen al
desarrollo de una trama, cuya función es construir todos
significativos a partir de dichos acontecimientos
dispersos.

La trama se transforma así en una entidad que se
encuentra en proceso de desarrollo antes de que cualquier
acontecimiento suceda, y por ello no puede ser un código
impuesto por el historiador (como para H. White).

A pesar del reconocimiento de tal relación entre
Tiempo y Narración, sus críticos no dejan de
mencionar que su filosofía de la acción
centrada en las intenciones voluntarias de los sujetos no tiene
en cuenta que la verdadera significación histórica
se encuentra en las consecuencias involuntarias de las acciones
de los sujetos y que si se acepta que el pasado es como un texto,
al ser significativo, debe recordarse siempre que el contenido de
dicho texto es significativo de algo que está fuera de
sí mismo, esto es de su referencia, pero tal tipo de
cuestionamiento implica nuevamente plantear la cuestión en
términos de texto-contexto: una antinomia que se presenta
como una aporía al igual que el tiempo mismo.

Conclusiones

Lo anteriormente expuesto tiene como fin principal
despertar la reflexión sobre el tiempo como un problema.
Sin lugar a dudas el tiempo aunque puede ser usado como una
categoría o una variable para el análisis
histórico no se reduce a eso, por el contrario la
temporalidad es una dimensión compleja fuertemente
imbricada con la misma existencia.

Hemos visto que aunque el hombre lleva un tiempo dentro
de sí en tanto es un ser autorreflexivo, también
está envuelto por el tiempo desde fuera en tanto
construcción social.

También hemos llegado a la conclusión de
que estudiar la naturaleza de la historia implica necesariamente
estudiar la naturaleza de la sociedad y del tiempo: historia,
tiempo y sociedad son inseparables.

Al analizar el pensamiento filosófico y su
desarrollo a lo largo de los siglos queda manifestado un cambio
significativo en la concepción del tiempo que la sociedad
occidental elaboró: de considerar ingenuamente al tiempo
como la realidad en la que suceden los eventos y que contiene las
cosas se problematizó la cuestión al comprenderlo
en su complejidad como una dimensión de las cosas pues son
los eventos los que crean al tiempo.

Para los historiadores abordar al tiempo como problema
es una necesidad para comprender la verdadera naturaleza y
significación del devenir histórico pues es
justamente el tiempo el indicador de la existencia
histórica. Es precisamente la conceptualización que
el hombre hace del cambio y de la existencia la fuente creadora
de conciencia histórica.

El aporte de Braudel, pese a sus limitaciones,
llevó a los historiadores a repensar el tiempo y a buscar
comprenderlo en su complejidad. Con sus estudios demostró
que la historia no se opone a la duración pues existe una
articulación directa entre permanencia y cambio ante la
presencia de diversos tiempos que se dan según cómo
se producen los eventos.

La perspectiva de Ricoeur exigió a los
historiadores reflexionar teóricamente sobre el tiempo
para poder encontrar un sustento a su actividad como
científica. La relación entre tiempo y
narración puso de manifiesto las problemáticas
más profundas que la historia y los historiadores aun no
pueden resolver.

En este estado de cosas es interesante la
apreciación de Pierre Vilar al afirmar que lo más
importante para debatir no gira en torno a considerar a la
historia como producto del tiempo sino al tiempo mismo como un
producto de la historia.

Bibliografía

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Itinerarios intelectuales y aportes historiográficos de F.
Braudel
. Prehistoria, Rosario, 2000.

Aróstegui, Julio. La Investigación
histórica; Teoría y Método
.
Crítica, Barcelona, 1995. 398 pp.

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mediterráneo en la época de Felipe II
. Trad.
M. M. Toledo y W. Roas. FCE, México-Bs.As.,
1953.

——. Historia y Ciencias sociales. Cap. 3:
"La larga duración".

Burke, Peter. La revolución
historiográfica francesa. La escuela de los annales
.
Gedisa, Barcelona, 1993.

Fraassen, Bas C. van. Introducción a la
filosofía del tiempo y del espacio
. Labor, Barcelona,
1978.

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