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Inteligencia Militar, Colombia: Álvaro Uribe, los Paramilitares, las FARC y Juan Manuel Santos



Partes: 1, 2

  1. Estrategia militar de Uribe
  2. Estrategia militar de Santos
  3. Glosario

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"Esta síntesis de las estrategias de los
gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos contra las
FARC viene del análisis original en inglés para
discusión de asuntos de inteligencia militar en
Latinoamérica.

Existe una diferencia enorme entre el secreto
militar, necesario en todas las acciones bélicas como en
la actual guerra contra las FARC, y lo que el público ve
en la superficie. El problemático y negativo ex presidente
Álvaro Uribe conoce bien esta diferencia y explota este
desconocimiento público para su beneficio político
personal; y esto es lo que esta síntesis va a aclarar."
José María Rodríguez
González

 La idea de Uribe de Seguridad Nacional que
rebautiza como "Democrática" proviene de los años
sesenta del siglo pasado y se origina en la Doctrina de la
Seguridad Nacional de los Estados Unidos que fue una de las
consecuencias de la Guerra fría. Antes, a los problemas
que se originaban en la protesta civil se los llamaba,
apropiadamente, de Orden Público.

En 1961 y por iniciativa del Presidente Kennedy se crea
la Alianza para el Progreso con el objeto de desarrollar y
modernizar a las naciones latinoamericanas incluyendo el
fortalecimiento de la seguridad interna por medio de la
Operación de Seguridad Latinoamericana (Plan Lasso en
Estados Unidos o Plan Lazo en Colombia). El presidente Alberto
Lleras logra que el dinero destinado para la defensa del
hemisferio fuera utilizado para objetivos de seguridad interna en
Colombia con el  decreto presidencial 61-14 de enero de 1961
que firmó el presidente John F. Kennedy. El Plan Lasso
también  incluía acciones cívicas de
atracción de la población que al mismo tiempo
servían como recolectores de información e
inteligencia para los cazadores de guerrilleros.

Parece irónico pero al mirar la historia de
Colombia de los últimos 50 años uno descubre que la
tendencia de una clase civil poderosa a resolver los problemas
ciudadanos con la violencia, ha hecho creer a la
ciudadanía que sus privilegios e intereses son la patria y
de esta forma han manipulado a las Fuerzas Militares y Policiales
como sus instrumentos de poder. Y no han sido las Fuerzas
Militares sino quienes las han manipulado, los que han creado la
compleja situación de conflicto armado que ha
ensangrentado a Colombia, situación que no hay que seguir
avivando, sino apagarla de una vez por todas. Colombia puede
tener unas Fuerzas Militares viviendo en paz.

En ese entonces y por iniciativa de la clase civil
dominante el general Alberto Ruiz Novoa, un veterano de la guerra
anticomunista de Corea, que alentaba la idea de transportar
automáticamente la situación anticomunista coreana
a Colombia, es nombrado Ministro de Defensa. El cambio más
importante que Ruiz Novoa intenta realizar en las Fuerzas
Militares es tratar de convertirlas en un Partido Anticomunista
Armado, y así, politizándolas, hacerlas
actuar. Desde ahí se considera cualquier revuelta
civil como un avance del comunismo.

 Así, las situaciones de Orden
Público que se relacionan con la oposición, y las
protestas de civiles como las de estudiantes, trabajadores y
campesinos que deben protegerse bajo la libertad
democrática del estado ascendieron indebidamente  a
un problema de Seguridad Nacional, como si la población
civil y sus protestas por violentas que sean pudieran ser
equiparadas al ataque de una nación enemiga.

 Con esta visión exagerada y deformada de
las protestas y revueltas civiles, como todavía hoy
sucede, en 1964 se llegó a suponer que unas autodefensas
campesinas, en ese entonces provenientes del Partido Liberal y
concentradas en Marquetalia, eran un foco del comunismo que
había que destruir. La actuación del
ejército politizado como anticomunista facilitó y
produjo que el Partido Comunista tomara realmente la
dirección de las Autodefensas Campesinas y que conformaran
lo que fueron las FARC hasta 1982 y, desde ahí en adelante
lo que hoy son las FARC-EP.   

 No había en Colombia comunismo armado ni
organizado como ejército, pero aparecen unas Fuerzas
Militares politizadas anticomunistas que atacan a unos campesinos
beligerantes liberales unidos en las Autodefensas Campesinas y a
la vuelta de la esquina Colombia ahora ya tiene un
ejército armado comunista y casi medio siglo de
derramamiento de sangre. Este error se equipara al que por poco
comete Uribe al querer internacionalizar la guerra y elevar a las
FARC a un rango internacional de combate que no es de ninguna
manera conveniente para el país.

  Este comunismo vernáculo que nunca se
relacionó con una invasión soviética de
Colombia,  sí comenzó a asociarse con una
oposición radical al Estado, y una situación de
orden público que pudo apaciguarse y mantenerse dentro de
los linderos de la política tradicional fue desbordada y
regalada al comunismo como una fuerza social y
militar.

Sin ningún conocimiento militar y guiado
solamente por el odio y un sentimiento de venganza personal
irreductible, todo lo que Uribe hace es revivir a toda costa esa
situación militar anómala de los años
sesenta del siglo pasado y que originó las peores
dictaduras que avergüenzan a las Fuerzas Militares y a la
historia de América Latina.

Estrategia
militar de Uribe

I Los paramilitares y la limpieza
social

La estrategia militar del gobierno de Uribe contra la
insurgencia* de las FARC tenía dos prioridades, la
primera, eliminar cualquier apoyo logístico de las FARC en
las poblaciones en zonas de influencia de la guerrilla, y la
segunda, golpear al Secretariado. Ninguna de las dos era muy
difícil, sobre todo la primera, porque era una guerra de
limpieza social abierta y sin escrúpulos contra la inerme
población civil. Guerra en la que los paramilitares
cumplieron el papel principal.

Los paramilitares existen por decisión de los
"Césares" y su organización se inició
durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala con su
Estatuto de Seguridad y Defensa de la Democracia, expedido en
1978 y se consolidó con la Ley 3567 de 1994 firmada por el
presidente César Gaviria Trujillo que definió a las
Convivir. La función de defensa nacional civil y
autodefensa fueron sus parámetros inamovibles. La
participación personal de Uribe fue ocuparse de que el
paramilitarismo tuviera todo el apoyo del gobierno, cosa que
logró a partir de las Convivir de Antioquia, cuando fue
gobernador de ese departamento, hasta la entrega de los servicios
nacionales de inteligencia DAS, bajo su mando, para todas las
operaciones del paramilitarismo, cuando fue presidente. Dentro de
esta prioridad estratégica bastaba con que Uribe solo
mencionara en público o en privado que alguien era
sospechoso de apoyar a la guerrilla para que cualquier
paramilitar ejecutara una acción contra esa
persona.

La guerra de limpieza social contra la población
inerme que encarnó y cumplió Uribe quedó
demostrada por tres evidencias inocultables. Una, que la
única razón y justificación para robarle sus
tierras y pertenencias a los campesinos, violar sus mujeres y
asesinar sus niños era que un paramilitar sospechara que
podrían ser auxiliadores de la guerrilla. Dos, que Uribe
nunca consideró ni defendió a las víctimas
de los paramilitares y por el contrario siempre ha sido hostil y
enemigo de ellas. Y tres, que Uribe exigió una completa
inmunidad para todos los paramilitares e impulsó su
participación política. Estas exigencias de Uribe
no las pudo cumplir el Congreso con la mal llamada Ley de
Justicia y Paz por impedimentos del estado de derecho, pactos
internacionales, la intervención de la Corte
Constitucional y la presión internacional y de la
población colombiana.

Uribe desconoció que en la paz**, las
reivindicaciones, la rehabilitación y el perdón
siempre son para el enemigo y el castigo ejemplar es siempre para
los amigos del Estado porque por la participación del
gobierno en los crímenes de paramilitares y
neoparamilitares éstos son una aberración del
Estado.

Por otra parte, Uribe nunca censuró ni
personalmente ni como integrante del gobierno, ninguna
acción paramilitar contra los civiles. Uribe nunca los
denunció públicamente como si lo hacía
constantemente con las FARC sin olvidar el más
mínimo detalle. Uribe jamás afectó intereses
paramilitares ni bombardeó un solo campo paramilitar, con
el agravante de que sabía dónde se hallaban y
también sabía que los paramilitares eran
reconocidos legalmente como terroristas*** además de
narcotraficantes. Hay que tener en cuenta que los paramilitares
fueron los únicos verdaderos narcoterroristas y a quienes
históricamente el término les cabe sin posibilidad
alguna de error****.

Lo peor, y otra inculpación de esta
asociación de Uribe con el paramilitarismo, es que
además de permitir que los paramilitares se apoderaran de
todas las tierras que quisieran, los territorios que ellos le
quitaron a toda la población que supuestamente ayudaba a
las FARC nunca los recobró Uribe para Colombia y se los
dejó a los paramilitares como premio por quitárselo
a las FARC. En otras palabras, Uribe le entregó al crimen
organizado las áreas de influencia de la guerrilla sin que
él ni su gobierno les importara ganar ninguna
jurisdicción sobre ellas. Para Uribe que los paramilitares
tuvieran posesión de esos territorios era igual a que el
gobierno la tuviera y de esa manera lo contaba entre los logros
de su gobierno.

Esta asociación de Uribe con el paramilitarismo
prueba por dónde andaba su "corazón grande" en la
ejecución de su prioridad estratégica de limpieza
social de la población civil inerme que pudiera auxiliar a
la guerrilla.

La limpieza social y su ejecución por parte del
paramilitarismo es el componente inseparable y más
importante de la Seguridad Democrática de Uribe. Es el que
involucra a civiles como informantes, vengadores y combatientes,
el más corrosivo y destructivo de lo humano en la sociedad
colombiana y es el que ha convertido a esos individuos civiles en
portadores de crueldad, corrupción y crimen, como lo
demuestra la conducta sanguinaria de los grupos paramilitares y
neoparamilitares.

No se puede ignorar que la preocupación de Uribe
en el entrenamiento y la dotación militar para las
funciones de limpieza social o exterminio ejercido por el
paramilitarismo incluye su interés de que fueran
óptimas. En ese sentido, la importación de expertos
entrenadores israelíes y la dirección de
fanáticos y sangrientos militares criollos no parecen ser
casos aislados. Tampoco parece aislada de esas conexiones la
solicitud de militares a través del gobierno de Israel a
la ONU para que Uribe los defendiera de su ataque a una
tripulación civil en un barco rumbo a Gaza. Uribe nunca
rechazó el ofrecimiento para intervenir en un caso donde
hubo víctimas civiles de una agresión armada, como
si fuera natural para él que ese tipo de acciones se
consideraran normales y defendibles.

La preocupación personal de Uribe sobre el
funcionamiento del paramilitarismo se extendió
también al aseguramiento de su financiación que se
caracterizó por su reserva y por los abundantes dineros de
sus colegas ganaderos, en su mayoría agremiados a Fedegan,
de hacendados y de muchos poderosos y adinerados representantes
de la empresa privada antioqueña, costeña, nacional
y hasta internacional complementaban los ingresos del
narcotráfico de los paramilitares para asegurarse que con
su dinero las acciones de los paramilitares cumplieran los
objetivos de Uribe de acabar con la población civil que
apoyaba a las FARC o que era sospechosa de apoyarlas, por medio
de la limpieza social y así evitar que interfirieran en
sus intereses con vacunas, otros impuestos y reclutamiento de
campesinos.

La relación de Uribe con dineros de y para los
narcotraficantes no se ha aclarado, pero testimonios de Uribe
sobre su íntima asociación de negocios con su
familia, testimonios que provienen de muchas fuentes, muestran
que familiares directos de Uribe, convictos como Mario Uribe, su
primo hermano, fue también su socio político de
toda la vida, y no convictos como sus dos hermanos, uno muerto,
Jaime Alberto, y otro vivo, Santiago, señalados por
colaboración, financiamiento y participación de
acciones paramilitares, no han negado, ni Uribe tampoco lo niega,
que nunca hayan roto su colaboración mutua. La nueva
generación de los Uribe, Tomás y Jerónimo
Alberto, ha sido señalada por recibir favores
económicos y la tradición política,
convicciones y maneras de operar que desde su infancia les ha
inculcado Uribe. Los lazos y las convicciones políticas de
la familia de Uribe son idénticos y se han demostrado como
íntimos y la causa de la unión y asociación
que toda la familia de Uribe comparte alrededor de él y
que Uribe ha cultivado con base en sus relaciones de sangre.
*****

Estrategia militar de Uribe

II La destrucción del Secretariado de las
FARC

El éxito de Uribe en la limpieza social contra la
población civil indefensa nunca fue igualado por sus
ataques militares día y noche contra las FARC por ocho
años con toneladas de bombas. Uribe terminó sus dos
gobiernos y fue incapaz de doblegar la resistencia armada de las
FARC. Para disimular su derrota siempre ha hecho publicidad con
la deserción de 15 mil milicianos de las FARC, personas
que al ser traidores le hacían más daño que
bien a las FARC por la debilidad de su convicción, con la
muerte de millares de guerrilleros, incluyendo alrededor de tres
mil de ellos que resultaron no ser guerrilleros sino falsos
positivos, y con la baja de diferentes jefes del Secretariado y
los frentes, que en ningún momento afecta el relevo en la
cadena de mando de las FARC ni tampoco afecta la moral de las
FARC. Cada caído es un héroe que aumenta la moral,
la combatividad y el reclutamiento de las FARC.

Lo que había detrás de la aparente
seguridad era algo muy distinto. Las FARC, al ver que parte de la
población civil, que era neutral, y que podía
servirle de escudo o ayudarle, estaba siendo exterminada,
reaccionaron con un repliegue inmediato para salvar a sus
milicianos y a quienes realmente los apoyaban. Los nuevos
afectados por los paramilitares por haber matado a sus
familiares, se convirtieron en reclutamiento fácil para
las FARC y terminaron unidos a los civiles que apoyaban a las
FARC en la clandestinidad, ahora reforzada, o como milicianos. El
resto de los pobladores contribuyeron a engrosar el record de
cuatro millones de desplazados internos a que llegó
Colombia durante el gobierno de Uribe y puso a Colombia entre las
peores estadísticas del mundo.

Las FARC lograron mantener intacto su aparato militar y
también aumentaron su milicia especializada. Las bajas del
ejército durante el gobierno de Uribe pasaron la raya de
los 4 mil militares, sin contar los millares de militares
inválidos, dementes y suicidas. La guerra
psicológica que consistía en afirmar que las FARC
estaban prácticamente exterminadas y derrotadas
política y militarmente y de que el Ejército no
había tenido bajas es quizás el mayor engaño
que cualquier presidente le haya hecho a la opinión
pública en Colombia.

La amenaza de Uribe de exterminar a las FARC fue
aprovechada por éstas para consolidar su unidad y aumentar
la solidaridad internacional por una situación presentada
como de vida o muerte.

Es oportuno recordar que antes de Uribe hubo algo muy
importante. Desde octubre del 1997 Clinton declaró a las
FARC terroristas, en noviembre del 2001 durante la presidencia de
Pastrana, Bush lo ratificó y en junio del 2002 lo hizo la
Unión Europea. Como consecuencia de esto sucedieron dos
cosas, se derrumbó el 70% del apoyo internacional y las
FARC quedaron maniatadas para moverse alrededor del mundo. Ante
este revés, las FARC se empeñaron en prepararse
para lograr el status de beligerancia y con esa intención
se esforzaron por ajustarse al Derecho Internacional
Humanitario.

Este objetivo explica por qué durante la
presidencia de Uribe las FARC hicieron énfasis en las
liberaciones unilaterales de secuestrados y cómo en ese
período disminuyeron los secuestros hasta el punto de que
después de Uribe terminaron eliminando el secuestro dentro
de sus operaciones de control de objetivos políticos. En
ese mismo periodo disminuyeron las continuas operaciones de
saboteo y hostigamiento y comenzaron a centrarse,
prioritariamente, en los ataques a militares y policías,
beligerancia. De esta manera el repliegue terminó en un
excelente retiro para reflexionar sobre cómo lograban el
status de beligerancia y cómo pondrían en
práctica sus nuevas tácticas de
resistencia.

Animados por la seguridad y relativa calma que les
había proporcionado el repliegue y motivados por la
posible obtención del reconocimiento de status de
beligerancia, las FARC construyeron su Resistencia en
dirección a la guerra prolongada. Esa Resistencia,
aún con unas FARC disminuidas, fue exitosa y fue una
victoria política contra la que no pudo ninguna victoria
militar. Mientras cuajaba esta sólida estrategia de las
FARC, Uribe continuaba con su politiquería de "triunfos"
temporales sobre las FARC. Uribe miraba a corto plazo, las FARC a
largo plazo.

Al tener que abandonar el gobierno, a Uribe le era
imposible seguir con su despliegue escénico triunfalista
sobre las FARC, y le quedaba ya imposible poder continuar con
otro engaño del que muy poco se habla. Colombia
había quedado bajo el control clandestino de los
neoparamilitares ahora llamados Bacrim en 60% de su territorio.
Poder que quedó al descubierto con el paro armado de los
urabeños en enero del 2011, cuando se descubrió que
el control de ambas costas colombianas estaba en manos de los
neoparamilitares, que en esas regiones del norte de Colombia los
neoparamilitares manejaban a los políticos a su antojo,
compraban a la policía, al ejército y a la
justicia; que esa capacidad de terror y control de la
población es difícil de superar porque bajo cuerda,
los urabeños siempre fueron los aliados y protegidos de
Uribe y su gobierno desde el 2007. Los urabeños son solo
la tercera parte del poder nacional del neoparamilitarismo dejado
por la Seguridad Democrática de Uribe. Las Águilas
Negras todavía siguen siendo las que predominan dentro del
legado neoparamilitar dejado por Uribe y las que hoy mantienen y
prolongan su política de limpieza social.

Pero además, el paro armado de los
neoparamilitares urabeños dejó al descubierto que
Uribe no hizo nada por la infraestructura de Colombia en las
zonas controladas por neoparamilitares y que los grandes
éxitos que alega sobre la recuperación de
soberanía e infraestructura son solo estadísticas
amañadas para alimentar sus innumerables y repetitivos
discursos electoreros.

Mientras Uribe quemaba el dinero de los colombianos en
una guerra a medias contra la guerrilla pero no contra el crimen
ni contra la violencia, el país quedó atrasado en
infraestructura, educación y salud. El campo colombiano es
un desastre humano del que las gentes de las ciudades no tienen
la menor idea. Uribe ayudó a ese desastre humano, a la
inequidad en la distribución del ingreso y al abandono del
campesinado que vive atemorizado, desposeído y asesinado
constantemente en medio de una guerra de la que solo se hablaba
para los fines electorales de Uribe.

Los colombianos comenzaban a ver que la
extradición de los jefes paramilitares no hacía
ninguna diferencia en el poder del crimen sin saber que
convenientemente todos los computadores de los jefes
paramilitares "desaparecieron" en la cárcel antes de su
extradición para proteger a Uribe y sin saber que Uribe no
había podido con la Resistencia de las FARC. A muchos
colombianos no les gustaba la idea de que Uribe hubiera dejado a
Colombia prácticamente en las manos del crimen organizado
clandestino. La seguridad de Colombia no se mide en acabar con
las FARC, como Uribe convenientemente hizo creer, sino en acabar
el crimen, la violencia y el terror viniera de donde viniera. En
el fondo, la seguridad de los ocho años de Uribe
había sido todo un engaño de proporciones
nacionales e internacionales.

Cuando a Uribe le tocó dejar el gobierno, la
opinión pública había quedado tan
engañada que juraba que el flagelo de las FARC estaba por
terminarse, que el Ejército había triunfado sin
bajas y que Uribe era el estratega de la más grande
derrota de las FARC.

Uribe nunca permitió que los verdaderos hechos
salieran a la luz pública por miedo a que lo pudieran
desprestigiar o descubrir su sangrienta política de
limpieza social de los potenciales auxiliadores de las FARC, o el
exterminio de la población civil. Pero con su acostumbrada
habilidad de volver las cosas al revés para quedar bien,
arguyó que las guerrillas huían de los avances del
ejército para refugiarse en la selva y las
montañas. Este, como la mayoría de sus cuentos,
caló hondo en la opinión pública. En efecto,
donde había guerrilla ya no se veía ni un solo
guerrillero. El repliegue de las FARC había sido un
éxito del que se apropió Uribe
politiqueramente.

Durante su nueva clandestinidad, las FARC afrontaron la
segunda estrategia de Uribe que era la del exterminio del
Secretariado y de los altos mandos de sus Frentes. Esa prioridad
la justificaba Uribe creyendo ingenuamente que si se demostraba
que el Secretariado era vulnerable y que los líderes de
las FARC podían ser eliminados, las FARC se
debilitarían y la victoria militar o exterminio de las
FARC era seguro.

Pero las FARC nunca han abandonado su objetivo de lograr
el debilitamiento económico del estado, su principal
enemigo, sin importar quien las dirija. Y lo han logrado usando
la guerra misma. Si a un guerrillero lo atacan de un flechazo
vale un peso, pero si hay que usar helicópteros Hawk,
aviones Supertucanos, bombas de miles de dólares, sostener
medio millón de personas con salarios, beneficios,
seguros, armamento, ropa, vivienda etc. es algo muy distinto:
cada guerrillero vale un millón de
dólares.

Uribe fue presa fácil de las FARC y los costos de
atacar cada guerrillero se multiplicaban, llegándose a
cifras record en gastos militares y con impuestos de seguridad a
los colombianos. Cuanto más dinero se conseguía
más se gastaba y siempre era insuficiente. Uribe
dejó una deuda interna y externa exagerada con el fin de
aumentar hasta dónde fuera posible el presupuesto militar.
La ciega política de Uribe convertía a los
combatientes de las FARC en los más costosos en
relación al PIB y a la economía colombiana en
general.

El escalamiento de la guerra para Uribe se
convirtió en una especie de militarismo politizado de los
años sesentas y de una carrera armamentista, mientras que
para las FARC el escalamiento de la guerra implicaba perfeccionar
sus cualidades de resistencia y usar el armamento más
efectivo y barato que pudieran encontrar. Actualizar armamento es
lo último en la lista de las FARC. La economía de
las FARC consiste en mantener un bajo pero constante
superávit y sus gastos se reducen a minas caseras y
demás armamento rudimentario, armas robadas,
alimentación en lo posible gratuita con animales de caza y
frutas de la selva, etc.

El primer objetivo fue alias Raúl Reyes
considerado comandante número dos de las FARC y encargado
de las Relaciones Públicas alrededor del mundo.

Se escogió a Reyes porque su ubicación era
fácil de determinar por medio de los contactos y por sus
frecuentes apariciones en público. Reyes no era un
combatiente activo de las FARC y sus armas eran solo un
símbolo útil de su posición guerrillera para
su actividad diplomática en el mundo.

El Mossad, la inteligencia militar estadounidense y los
servicios de inteligencia de otros países como Inglaterra
y Francia seguían internacionalmente a Reyes y con esta
información se logró ubicar su campamento en la
frontera ecuatoriana con Colombia. Uribe, estimulado por el
consejo de sionistas que le mostraban cómo las acciones
israelíes no tenían ninguna consecuencia militar ni
económica por sus ataques a combatientes palestinos en
territorio palestino, le ordenó al entonces Ministro de
Defensa Juan Manuel Santos que siguiera estrictamente a la
inteligencia militar extranjera y su propia estrategia de
eliminar al Secretariado y para estar completamente seguros de
poder asesinar a Raúl Reyes estando dormido. Las
órdenes de Uribe se cumplieron al pie de la
letra.

Ante el reclamo del presidente Rafael Correa de Ecuador,
Uribe confesó no haberle informado a tiempo porque
temía que alertara a Raúl Reyes. Al hacerlo, Uribe
dejó al descubierto su miopía y su ignorancia de
las consecuencias militares, económicas y políticas
que traía una acción que agredía lo
más sagrado de los países latinoamericanos: la
defensa de su soberanía que fue la causa de todas las
independencias de la monarquía española. (Uribe es
una persona de un nivel bajo de preparación, pasó
sus cursos universitarios con grados regulares, no le gusta leer
y se limita a informarse solo de quienes inspiran sus ideas
unilaterales. Haberse escapado de 5º Y 6º de
bachillerato le dejó un vacío a su formación
académica.) Después de consumada la
violación de la soberanía del Ecuador, el
presidente Correa no podía quedarse quieto y, en
consecuencia, rompió relaciones diplomáticas y
económicas con Colombia y puso a su ejército en pie
de guerra en la frontera con Colombia

Para disimular la derrota militar, política y
diplomática en la que hundió a Colombia con la
censura de todos los organismos internacionales, Uribe se
jactó de haber capturado los famosos computadores de
Reyes, que obviamente tenían todos los contactos
internacionales de las FARC. Por intereses electorales, Uribe
cometió el error de hacer público la mayor parte
del contenido de los computadores facilitando que muchos de los
contactos de las FARC cambiaran de inmediato todo lo necesario
para quedar encubiertos y que el reemplazo de Reyes pudiera
establecer un nivel más avanzado de clandestinidad a tono
con el recién logrado por la logística y los
combatientes de las FARC en su estrategia de repliegue. Desde ese
momento toda la información de los computadores se
volvió historia antigua y la inteligencia internacional
perdió contacto con los nuevos movimientos
diplomáticos de las FARC.

Uribe ocultó convenientemente esta realidad a la
opinión pública y dentro de sus campañas
electorales todavía quiere hacer creer (y en parte lo
logra) que las FARC y los contactos de las FARC se quedaron
inmóviles, que no hicieron absolutamente nada y que la
situación internacional de las FARC, ahora desconocida, no
ha sufrido ningún cambio y es exactamente igual a la que
muestran los computadores de Reyes. Semejante posición tan
ciega y acomodaticia de Uribe solo ha logrado que los
computadores de Reyes se hayan vuelto unos convidados de piedra
en acciones legales y completamente inútiles en el
ámbito internacional.

Se puede demostrar que lo que dicen los computadores de
Reyes es cierto, lo cual los convierte en valiosas piezas de la
historia de Colombia y del conflicto armado con las FARC y en el
testimonio embarazoso de que la inteligencia colombiana no
sabía nada de la extensión de la actividad
internacional de las FARC como tampoco ha demostrado que lo sabe
ahora. Pero darle validez legal a los computadores de Reyes es
también confirmar la actividad beligerante de las FARC
porque nada mejor que los computadores de Reyes para demostrar
que las FARC tienen concentrados sus intereses políticos y
sus combates en Colombia y que por ello son auténticamente
una organización beligerante.

El primer golpe al Secretariado de las FARC queda
impreso en la historia como una violación de la
soberanía de un país vecino, el bombardeo y
asesinato a mansalva de unos milicianos y civiles mientras
dormían, la pérdida de relaciones
diplomáticas y económicas con Ecuador, la apertura
de una confrontación militar con otro país y la
consecución de pruebas que demuestran que las FARC son una
organización beligerante con contactos internacionales
serios, de alto nivel y de una extensión jamás
imaginada por la inteligencia militar colombiana.

Estrategia
militar de Santos

I Continuación de la Seguridad
Democrática

Cuando Juan Manuel Santos llega a la presidencia
continúa fielmente con la misma estrategia de Uribe de
eliminar al Secretariado de las FARC y escoge como su primer
objetivo un moribundo jefe militar, alias Mono Jojoy, cuyas
funciones ya habían sido delegadas en otros comandantes.
Como objetivo Mono Jojoy era también producto de una
visión miope y daba cuenta de la ignorancia del gobierno
sobre las consecuencias militares y políticas para el
conflicto armado en Colombia. Jojoy representaba un ala de fuerte
tendencia militar que hasta ese momento no había obtenido
el comando de las FARC, que continuaba en manos de la tendencia
dominantemente política cuya prioridad era el repliegue y
la clandestinidad. Santos logra asesinar al Mono Jojoy, que el
Secretariado había dejado con menor seguridad y quien
además decidió defenderse desde su tradicional
escondite.

La muerte del Mono Jojoy no era sorpresa para el ala
más beligerante de las FARC que proponía acciones
militares en toda Colombia con mayor efectividad y
especialización militar. Exactamente las mismas que
Colombia ha visto en 2011 y 2012.

Sin percatarse todavía del cambio táctico
que se estaba cocinando al interior de la dirigencia de las FARC,
Santos decide llevar la política de Uribe a su
máxima expresión y en lugar de solo golpear al
Secretariado decide que golpear la cabeza máxima de las
FARC, alias Alfonso Cano, creyendo que lograría lo que
Uribe había planteado como lo más brillante de su
estrategia, "cortarle la cabeza a la culebra". Con aumento del
pie de fuerza, concentrando toda la inteligencia internacional
sobre Cano, rodeando el área de combate de Cano e
intensificando los combates, Santos logró asesinar a Cano,
pero no acabar las FARC. Alfonso Cano era ante todo un
hábil dirigente político de las FARC, quien pudo
llevarlas a la paz, pero su habilidad táctica no
escapó la exigencia de las nuevas circunstancias y en
cierta medida era una limitación para el ala militar de
las FARC. Las consecuencias no se hicieron esperar. Alias
Timochenko, un estratega militar y político al estilo de
alias Manuel Marulanda, toma las riendas de las FARC, y en lugar
de supeditar lo militar a lo político le da prioridad a
ambas combinado la efectividad de cada una. Ahora todos quedan
contentos en las FARC y obviamente el legado del Mono Jojoy
comienza a convertirse en una realidad en el nuevo accionar de
las FARC.

Si hoy las FARC realizan acciones en diferentes regiones
de Colombia, emboscan militares, sabotean la producción de
petróleo, toman poblaciones y hacen retenes al tiempo que
se quitan de encima la carga y responsabilidad contraproducente
de los secuestrados no es otra cosa que la consecuencia
lógica de la inicial miope e ignorante política de
Uribe sobre el conflicto armado y la que Santos creyó y
siguió fiel y sinceramente.

Estar al frente de una política, como le toca
ahora a Santos, es diferente a seguir una política como
notoriamente lo hizo Santos durante el gobierno de Uribe. Ahora,
Santos ve que si falla es su completa responsabilidad. Si fallaba
en la época de Uribe era responsabilidad de Uribe, el
entonces Comandante en jefe de las Fuerzas Militares de
Colombia.

Como responsable del conflicto armado, Santos puede ver
ahora que las prioridades estratégicas de Uribe de
exterminar la población civil que potencialmente pueda
apoyar a las FARC es una política criminal encubierta de
Estado y de lesa humanidad que viola la Convención de
Ginebra, el Derecho Internacional Humanitario y pone a Colombia
en el despreciable grupo de los países bárbaros.
Pero además acentúa la desigualdad en Colombia,
aumenta el desplazamiento interno, incrementa el desempleo, y
paralelamente aumenta el presupuesto militar en detrimento de
inversiones en el futuro desarrollo de Colombia como lo son
educación, investigación científica y
tecnológica, inversión de capital nacional y salud.
Y como si esto fuera poco le garantiza a las FARC su
renovación constante a través del reclutamiento
continuo, consecuencia del dolor y la consiguiente venganza
armada por la muerte de familiares a manos de paramilitares,
neoparamilitares y militares.

La parte de la Seguridad Democrática que tiene
como objetivo matar hasta el último miembro de las FARC es
fanática, irracional, impráctica y por qué
no decirlo anticristiana y criminal. La pena de muerte en
Colombia es ilegal y va contra los principios cristianos.
Cualquier persona asesinada, así sea el peor criminal, es
una repudiable ejecución que viola flagrantemente la
Constitución y es un inexcusable crimen de Estado. Los
colombianos tienen el derecho y el deber de ser testigos del
juicio público de grandes criminales para que sirva de
educación de cómo la verdad siempre triunfa
así se la encubra con siete mil corazas.

Pensar que mostrando una pila de milicianos de las FARC
muertos, aunque fueran falsos positivos, eran derrotas militares
para las FARC es desconocer por completo lo que es una guerra
irregular en la que no cuentan los números, como en las
guerras regulares, sino la amenaza, la capacidad de sorpresa y
sus consecuencias políticas y
económicas.

Está demostrado que es imposible impedir que las
FARC operen, ataquen o cometan acciones de guerra. La
decisión de las FARC de parar sus operaciones, ataques y
acciones de guerra, de desarmarse y de integrarse a la vida legal
nacional es la única garantía del fin de la amenaza
que representan, y sólo una negociación puede
lograrlo

Estrategia militar de Santos

II Dejarles una sola salida a las FARC: La
Paz

Ser Comandante en Jefe de las Fuerzas Militares es estar
frente al curso que tome el conflicto armado. Por eso el
presidente Santos cambió la antigua estrategia militar de
Seguridad Democrática contra las FARC de las dos
prioridades irracionales y hasta criminales de Uribe (que ahora
Uribe llama Frente Antiterrorista y Puro Centro
Democrático) a una estrategia con los siguientes pasos que
por ser parcialmente parte del secreto militar han quedado
injustamente por fuera del conocimiento
público:

  • 1. Los objetivos espectaculares que sirven como
    propaganda para la reelección, como asesinar miembros
    del Secretariado, se descubren ineficientes puesto que
    detrás de cada miembro del Secretariado existe un
    orden establecido de candidatos preparados para suceder de
    inmediato a cualquier comandante que muera. La posibilidad de
    descabezar a las FARC se convierte en una
    revitalización de su dirección y en la
    implementación justificada de nuevas políticas
    correctivas que los actuales miembros del Secretariado no
    habían desarrollado. Al mismo tiempo, se observa que
    el Secretariado no es el frente de combate directo y su
    enfrentamiento a las Fuerzas Militares y a la Policía
    tiene que ver más con logros políticos,
    administrativos, tácticos y estratégicos que
    con cualquier otra cosa. Los Frentes y los mandos a cargo de
    la logística, como financiamiento, provisiones,
    armamento, etc. tienen un papel determinante en el
    éxito de cualquier dirección del Secretariado.
    Las pérdidas en estos niveles pueden traumatizar una
    operación o incluso toda la eficacia de un Frente. Por
    lo tanto estas áreas toman ahora la importancia que
    merecen y que se hallaba en segundo plano en la
    política de Uribe por los objetivos espectaculares
    diseñados para su reelección y para la
    manipulación de la opinión
    pública.

  • 2. La participación militar puede ser
    muy difícil, costosa e ineficaz cuando se trata de
    movilizar batallones para acorralar y enfrentar a unidades de
    las FARC. Movilizar batallones requiere también
    movilizar provisiones, armamento y tener la acusadora
    presencia de armamento pesado, aviones y hasta barcos. Los
    insurgentes ya están acostumbrados a reconocer los
    cercos militares y a salir de ellos.

Los experimentados generales estadounidenses como
Stanley McChrystal y en especial David Petraeus, por el hecho de
conocer desde el mando los efectos de diferentes diseños
militares contra una insurgencia mucho mejor armada y
verdaderamente temible como la sunita de Irak y los Talibanes de
Afganistán, cuando asesoraron a las Fuerzas Armadas de
Colombia estuvieron de acuerdo en que las unidades especializadas
eran mucho más fáciles de desplazar y recoger, todo
su armamento es avanzado, sus equipos completamente
portátiles, y su acción es específica y
altamente especializada por lo que son efectivas y de menor
costo. Estas unidades antiinsurgentes han demostrado su eficacia
en más del 80% de los casos. Prototipos de esto
serían las fuerzas especiales Vulcano y Tarea
Omega.

El abuso de las Fuerzas Militares por parte de Uribe fue
tan extenuante y desmoralizador que los combatientes no
podían brillar con toda su eficacia. Su composición
no podía tener la agilidad, el tino y la efectividad de
las pequeñas unidades antiinsurgentes. Uribe agotaba
rápida e innecesariamente el presupuesto militar hundiendo
a Colombia en deudas millonarias para sostener un Ejército
que fácilmente era burlado por los pequeños grupos
de guerrilleros que se salían de sus cercos o simplemente
los llevaban a campos minados. El mal manejo de Uribe tanto del
presupuesto, los recursos logísticos y el pie de fuerza
del Ejército fue la causa de que muchos militares
escogieran atajos como los falsos positivos para tener respiro y
alguna satisfacción honorífica de parte del
presidente Uribe, su comandante en jefe.

Lo peor de todo fue que, aunque esa mala
administración militar de Uribe no eliminaba a las FARC y
por el contrario, paradójicamente, las ayudaba a
entrenarse para el escalamiento de la guerra, a mejorar su
desarrollo, y a que la consolidación de su resistencia se
volviera una nueva motivación y un incentivo importante
para elevar la moral de los combatientes, Uribe nunca
cambió ni fundamental ni estructuralmente su estrategia
militar durante sus ocho años de gobierno. Mientras que en
el campo enemigo se observa la rápida adaptación y
táctica de repliegue que lograron las FARC desde el primer
año del gobierno de Uribe al tiempo que avanzaban
firmemente en su preparación para una guerra prolongada
incluyendo cambios militares para su resistencia y cambios
políticos para su status de beligerancia.

Santos es el primero que después de ocho
años cambia, actualiza, revitaliza y pone en marcha una
guerra contra las FARC dirigida a una verdadera derrota militar
que no necesita matar a todos y cada uno de los guerrilleros,
pero que solo les deja una única salida: la paz. Con esto
toda Colombia triunfa.

  • 3. El tercer componente de la indispensable
    nueva estrategia consiste en quitarle cualquier apoyo y
    logística a las FARC y simultáneamente avanzar
    en el progreso de Colombia a través de programas
    sociales, construcción de infraestructura, servicios
    públicos esenciales y solución a los problemas
    relevantes de cada comunidad. Solo de esta manera las
    comunidades ven en el gobierno la solución de sus
    problemas y a las FARC como uno de los problemas que se van
    resolviendo con la ayuda del gobierno.

Cabe anotar que la política de cazar y exterminar
a la población civil por parte de Uribe no solo produce
odio al gobierno y a quienes colaboran con el gobierno sino que
además crea un odio profundo contra las Fuerzas Militares
por su negligencia para defenderlos y por el poder armado que la
gente ve volcarse contra ellos.

El completo desinterés de Uribe por la
situación social en las zonas de guerra queda demostrado
en el constante presupuesto vacío del Plan de
Consolidación que debía resolver el urgente y
verdadero problema de inversión social. Uribe siempre
prefirió Familias en Acción porque representaba su
plataforma para la reelección y sus Consejos Comunales
porque eran sus herramientas de constante campaña
política.

Los primeros resultados de esta nueva estrategia
militar, que recoge lo mejor de la experiencia nacional e
internacional en la lucha contra las FARC y contra la insurgencia
en general, podrá mostrar sus resultados iniciales en
menos de dos años.

Culpar a Santos de las nuevas operaciones de las FARC es
un absurdo ¿Quién puede pensar que las FARC
actúan de acuerdo a si tienen o no permiso del gobierno? A
las FARC no les importa el presidente de turno, ellas tienen una
estrategia que cumplir por encima y a pesar de cualquier
presidente y gobierno. Son la estrategia del gobierno y de la
guerrilla las que cuentan. Durante el largo periodo de Uribe, por
más golpes que les infligiera el gobierno, las FARC
secuestraban cuando querían, emboscaban y mataban
policías y soldados sin que nadie se los impidiera.
También atacaron pueblos, sabotearon con explosiones en el
campo y en las ciudades capitales y hasta se dieron el lujo de
hacer varios paros armados en Arauca sin que Uribe pudiera hacer
algo o decir algo.

Partes: 1, 2

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