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La nueva teoría del comercio internacional y política comercial



    I.
    INTRODUCCIÓN

    Antes que Adam Smith publicara La riqueza de las
    Naciones ningún ilustrado ha refutado la tesis
    según la cual la segmentación del trabajo y el
    libre cambio componen el mejor modo de conseguir el máximo
    bienestar. Cargando este razonamiento al ámbito
    internacional David Ricardo primero y John Stuart Mill
    después enunciaron la teoría clásica del
    comercio internacional: defensa a ultranza del laissez faire
    entre naciones y duro ataque contra las prácticas
    mercantilistas y contra cualquier tipo de medida que impidiera su
    generalización a todos los bienes y a todas las
    naciones.

    El apoyo básico de estas teorías era la
    presencia de competencia perfecta. Esta permitía, a
    través de la práctica del librecambio, acrecentar
    el bienestar de los países. Aquella nación que no
    quisiera entrar en el libre juego del intercambio no se
    favorecería de éste, pero prácticamente no
    perjudicaría a las demás, o lo haría de un
    modo intrascendente. Como apuntan Krugman y Obstfeld "el
    economista francés FrédéricBastiat
    escribió una vez que el hecho de que otros países
    tengan rocas en sus costas no es razón para lanzar rocas
    en nuestros puertos, es decir, el hecho de que otros
    países distorsionen su producción con
    protección y subsidios no es razón para que
    distorsionemos la nuestra".

    Los períodos históricas de mayor
    liberalización comercial (en especial los períodos
    1890-1914 y 1945-1973) extendieron el bienestar de todas y cada
    una de las naciones sumergidas en los intercambios
    internacionales, mientras que la contorsión de los flujos
    comerciales se debió a motivos políticos como
    guerras, movimientos económicos defensivos en tiempos de
    crisis, etc., momentos en los que la política relegaba a
    segundo plano las decisiones económicas sin que por ello
    las recomendaciones de las mismas hubiesen variado.

    A su vez en el plano teórico las
    tesis clásicas fueron redelineadas y
    desarrolladas pero nunca suplantadas. Se les agregaron las
    formulaciones gráficas y matemáticas
    de las que faltaban y se combinaron algunos conceptos, pero su
    corpulencia desde el punto de vista teórico y conceptual
    no se puso en entredicho. A. Marshall dotó a la
    teoría Ricardo-Mill de un aparato gráfico,
    Edgeworth matizó algunos detalles y, ya entrado el siglo,
    Heckscher y Ohlin formularon (con la posterior
    colaboración de Samuelson), su modelo de las proporciones
    de los factores que sí supuso un avance sobre la
    teoría original aunque se deba más al instrumental
    matemático que emplean que a una auténtica
    revolución en sus ideas.Además, no en el plano
    estricto de la economía internacional, sino dentro de la
    evolución del pensamiento teórico en
    economía, primero L. Walras a finales del siglo XIX y,
    posteriormente K.J. Arrow y G. Debreu en 1951 dieron el soporte
    teórico definitivo al laissez faire y a las elementos de
    eficiencia del mercado que Adam Smith había introducido
    casi dos siglos antes con su metáfora de la "mano
    invisible" mediante la demostración de la existencia,
    unicidad y estabilidad del equilibrio general.Por otra parte, en
    el plano práctico, en específico tras la Segunda
    Guerra Mundial, las recomendaciones e obligaciones de los
    organismos internacionales como el FMI, el BM y, sobre todo, del
    GATT perseguían un objetivo muy claro: la
    generalización del libre cambio mediante la paulatina
    reducción de todo tipo de limitación, así
    como la prohibición de acciones unilaterales de las
    naciones que distorsionaran la competencia.

    Pero a finales de los años setenta y principios
    de los ochenta, de la mano de J. Brander, B. Spencer, P. Krugman
    y A. Dixit entre otros, surgen las primeras preparaciones
    teóricas fundadas en la presencia de fallos de mercado que
    parecen haber empezado a contradecir, aunque sea
    tímidamente y no en todos los casos, que los intercambios
    internacionales se fundamentan exclusivamente en la ventaja
    comparativa y que la defensa bajo cualquier circunstancia del
    libre comercio y, en especial, de la no-intervención
    estatal en este campo de la economía podría no ser
    la práctica óptima. En palabras de P. Krugman:
    "…el replanteamiento de la base analítica de la
    política comercial es una respuesta al cambio
    real ocurrido en el ambiente y al progreso intelectual logrado en
    el campo de la economía". Estas nuevas
    teorías utilizan las herramientas de la
    teoría económica y la
    formalización matemática y por tanto suponen una
    crítica mucho más robusta a las teorías
    neoclásicas que las que provenían de otros campos
    de la economía como la sociología o la estructura
    económicas.

    Esta nueva forma de estudiar la economía
    internacional se refiere a dos cuestiones. El por qué se
    comercia (se buscan explicaciones más allá de la
    teoría de la ventaja comparativa) y cómo debe ser
    la política según estas nuevas
    explicaciones.

    El comercio de los bienes que concentran alta
    tecnología es más susceptible de ser expuesto por
    estas nuevas teorías, donde los rendimientos crecientes de
    escala y las barreras de entrada a la industria juegan un papel
    determinante a la hora de configurar la estructura del mercado;
    sin embargo notaremos cómo en prácticamente todos
    los sectores aparecen nuevas ganancias provenidas del comercio,
    debido especialmente a la sofisticación en la
    diferenciación del producto. Además la nueva
    teoría implanta un nuevo componente: la importancia de la
    historia, es decir, el importantísimo papel que juega la
    localización inicial de las industrias, que muchas veces
    se debe a accidentes históricos en vez de responder a
    pautas predecibles. No está muy claro por qué, por
    ejemplo, la industria informática se localizó
    inicialmente en Silicon Valley (posiblemente se podría
    pensar en otros lugares mejores), pero sí parece
    indiscutible que una industria de estas características,
    que goza de rendimientos crecientes de escala y que genera
    externalidades positivas, allí donde estuviese,
    atraería toda una serie de recursos y factores
    (trabajadores especializados e inversión), con lo que
    pasado algún tiempo, todo aquel que tuviese algo que ver
    con el sector tendería a localizarse allí. Que
    fuera en Silicon Valley o en cualquier otro lugar es lo de menos,
    lo importante es que el papel de la historia es determinante a la
    hora de explicar los patrones de especialización, algo
    jamás mencionado por la teoría neoclásica.
    La industria de alta tecnología informática
    tenía que establecerse en algún sitio,
    Silicón Valley fue ese lugar y los rendimientos crecientes
    la mantuvieron allí.

    La contestación a la segunda cuestión
    -cómo debe ser la política comerciales más
    compleja. Por una parte el libre cambio podría seguir
    siendo la acción óptima del gobierno ya que, como
    veremos, las ganancias del comercio acrecientan al introducir los
    rendimientos crecientes de escala y la diferenciación del
    producto. Pero por otro lado surge, debido a la
    imperfección de los mercados, un incentivo para los
    gobiernos para llevar a cabo una política comercial
    estratégica que beneficie a la nación que la
    practique al permitir "crear" una ventaja comparativa allí
    donde en principio no la había. Gran parte de este trabajo
    gira en torno a los pros y contras de este tipo de
    políticas.

    ¿Por qué estos cuestionamientos surgen
    precisamente en este momento, tras más de 150 años
    de aceptación de la teoría clásica?,
    ¿qué ha cambiado en el mundo?, ¿tienen
    realmente fundamento teórico estas críticas? y
    ¿qué consecuencias de política
    económica se derivan de su aplicación, si es que
    son aplicables?

    Segun P. Krugman podemos hallar una primera y concisa
    respuesta: Primero, la mayor categoría del comercio ha
    vuelto necesaria la deferencia de la dimensión
    internacional de problemas siempre considerados como puramente
    internos. Segundo, el carácter cambiante del comercio, que
    se aleja del comercio basado en la simple ventaja comparativa y
    se acerca a aquel que se basa en un conjunto de factores
    más complejo, ha requerido una reconsideración de
    los argumentos tradicionales acerca de la política
    comercial. Por último, el reciente refinamiento de los
    economistas ha logrado que los practicantes abandonen algunos de
    sus supuestos simplificadores, tradicionales pero cada vez
    más insostenible.

    Esta responsabilidad pretende abordar preguntas como las
    anteriores, así como ampliar esta primera respuesta de P.
    Krugman mediante la exposición de las llamadas nuevas
    teorías del comercio internacional, prestando especial
    atención al comercio estratégico. Estas
    teorías se complementan con los progresos
    recientes de la teoría de la organización
    industrial porque la nueva orientación de análisis
    se desarrolla en un campo en el que interactúan
    consecutivamente la economía internacional y la
    distribución de los mercados, y donde son concluyentes
    temas como las economías de escala, las barreras de
    entrada, la conducta de las empresas en ambiente
    estratégico, las externalidades tecnológicas, el
    aprendizaje mediante la experiencia y la inversión en
    I+D.Poseemos encontrado algunos inconvenientes a la hora de
    estructurar el trabajo porque, para realizar una
    presentación coherente, resulta necesario integrar
    diversos temas que en principio resultan independientes. Por
    ejemplo, debemos exponer algunos desarrollos de la teoría
    de la organización industrial que son necesarios para
    comprender el fundamento de la política comercial
    estratégica o para entender las explicaciones acerca de
    las causas del comercio que van más allá de lo que
    indica el modelo neoclásico. Sin embargo estos temas han
    sido abordados de modo tangencial ya que no es nuestro
    propósito presentar un trabajo acerca de la teoría
    de la organización industrial, por lo que hemos optado por
    agruparlos en un capítulo (el IV) en vez de presentarlos
    de modo desordenado a lo largo del trabajo.

    Hemos intentado estructurar el trabajo de modo que
    pudiésemos salvar estos inconvenientes y construir un
    desarrollo coherente. Sin embargo, como ocurre con cualquier
    análisis de competencia imperfecta que se salga del
    armónico marco en el que se mueve la economía
    neoclásica, es posible que algunos aspectos no queden
    absolutamente claros hasta que no se haya leído el trabajo
    completo. Para intentar que esto no suceda expondremos a
    continuación la estructura del proyecto.En primer lugar y
    de modo sintético, la teoría tradicional del
    comercio internacional. A continuación se
    presentarán sus posibles debilidades y se
    desarrollarán las alternativas que plantean los nuevos
    enfoques de la teoría del comercio internacional, con
    especial énfasis en la política comercial
    estratégica. Nos detendremos en exponer los argumentos que
    presentan los defensores del comercio estratégico de modo
    general, dejando los modelos concretos para el capítulo V.
    Seguidamente se incorporarán algunos resultados de la
    teoría de la organización industrial.
    Hemos optado por presentar todos estos resultados en un mismo
    capítulo a pesar de que son temas muy diversos e
    independientes entre sí. El capítulo V se
    dedicará a analizar el modelo Brander-Spencer, el
    más famoso y polémico de cuantos han sido
    planteados por los teóricos de la política
    comercial estratégica. Finalmente (capítulo VI)
    consideraremos las críticas a la política comercial
    estratégica. Algunas de estas críticas se centran
    en el modelo de Brander y Spencer, pero la mayoría son
    aplicables a la visión más general de la
    política comercial estratégica que presentamos en
    el capítulo III, e incluyen aspectos tanto
    económicos como políticos. Por último
    expondremos nuestras conclusiones.

    Este trabajo es teórico porque un análisis
    empírico supera nuestras posibilidades. Las explicaciones
    sólo tienen sentido para países desarrollados y
    grandes como EE.UU., Japón o la UE; es decir, la nueva
    economía internacional está diseñada para
    comprender la realidad de los países más
    industrializados, realidad que la teoría tradicional no es
    capaz de explicar completamente.

    Una Primera
    Aproximación

    Lo que estas nuevas teorías ponen de manifiesto
    es que el comercio internacional no funciona como la
    teoría neoclásica nos indica. La crítica de
    la que parten es la existencia de múltiples y diversos
    fallos de mercado, y que exigen por una parte volver a analizar
    los patrones que dominan el comercio internacional a las puertas
    del siglo XXI (que posiblemente no son iguales que los de hace
    cien o cincuenta años), y por otra volver a considerar
    cuál es la acción óptima que el Estado debe
    llevar a cabo. En este sentido veremos como la
    no-intervención dejará de ser la acción
    óptima en algunos casos.

    El supuesto básico sobre el que se asienta la
    teoría neoclásica es que existe competencia
    perfecta. Partiendo de esta premisa los países se
    especializarán en aquellos bienes en los que posean una
    ventaja comparativa y el comercio tendrá
    lugar beneficiando a todas las partes. Según esta
    teoría, por ejemplo y de modo muy
    simplificado, un país que cuente con mano de obra
    abundante y poco capital exportará alimentos e
    importará manufacturas de otra nación con capital
    abundante y trabajo escaso. Y además, gracias a la
    competencia internacional, los beneficios extraordinarios en
    todas las actividades tenderán a cero, con lo cual pensar
    siquiera en cualquier tipo de acción estratégica
    está fuera de lugar. También se considera que los
    rendimientos son constantes y que, por lo tanto, no existen
    economías de escala. Al ser los mercados competitivos, no
    hay barreras de entrada ni resulta relevante el aprendizaje por
    la experiencia. También se supone que la tecnología
    es conocida por todos los países y que los costes de
    transporte no resultan determinantes en el análisis.
    Tampoco existen externalidades en la producción de ninguno
    de los bienes, y si existen, no son un hecho a tener en cuenta a
    la hora de decidir qué tipo de política comercial
    se debe poner en práctica.

    Este panorama que dibujan los supuestos del modelo
    clásico implica, en términos de política
    comercial, una férrea defensa de las prácticas del
    laissez faire, la no-intervención gubernamental en
    ningún caso, pues, al no haber fallos de mercado,
    ésta sólo alteraría la competencia y
    perjudicaría, en última instancia, a la
    nación que la practicara.

    Pero si uno se detiene a analizar la realidad se
    dará cuenta de que estos patrones de comercio no se
    cumplen. En vez de existir un importante comercio
    interindustrial, como cabría esperar, la realidad es que
    el grueso de los intercambios internacionales se producen, en
    primer lugar, entre países desarrollados, donde ninguno
    goza de una evidente ventaja comparativa en la producción
    de ningún bien, y, en segundo lugar, entre industrias del
    mismo tipo (comercio interindustrial), por ejemplo, los
    países de la Unión Europea compran y venden
    simultáneamente automóviles y equipos de alta
    fidelidad a los Estados Unidos.

    Esto, según la teoría
    clásica no tiene sentido, pero es indiscutible que
    ocurre.

    ¿Dónde está entonces el error? Lo
    que las nuevas teorías intentan poner de manifiesto es que
    los supuestos de la teoría clásica son incorrectos
    o, al menos, que son bastante más incorrectos hoy
    día que cuando la teoría neoclásica fue
    formulada.

    Estas nuevas teorías señalan que la
    teoría de la ventaja comparativa es una idea poderosa para
    explicar el comercio, pero no es suficiente. Apuntan
    también que no se puede basar una política
    comercial en las acciones que se derivan de un modelo
    económico excesivamente simplista.

    El irrealismo y la simplificación del modelo
    neoclásico no se deben a la poca sofisticación de
    los economistas que lo formularon sino a que éstos, al
    igual que todos los demás economistas que los siguieron,
    intentaron crear modelos para explicar una realidad demasiado
    compleja y fueron conscientes de que emplear supuestos
    simplificadores era tan sólo un pequeño sacrificio
    que había que hacer en pos de una mayor capacidad
    explicativa.

    Lo que las nuevas teorías plantean es que no
    podemos conformarnos con explicaciones que sabemos que son
    excesivamente simplistas, no por el mero hecho de que sean
    simples, sino porque puede que nos estén llevando a
    conclusiones erróneas, y lo que es más grave, que
    estén justificando políticas comerciales
    incorrectas.

    Estos economistas también apuntan que hoy,
    gracias a los nuevos conocimientos, herramientas y experiencia de
    que disponemos, y de los que no se disponía en otros
    tiempos, somos capaces de ampliar el campo de análisis de
    nuestros modelos económicos, de intentar modelizar la
    competencia imperfecta; en definitiva, de hacer avanzar la
    ciencia económica en ciertos campos que hasta ahora
    estuvieron vedados para la discusión.

    A continuación se exponen algunas de
    las ideas que aporta la nueva teoría del
    comercio internacional de modo introductorio y no
    analítico.En el mundo no existe competencia perfecta sino
    imperfecta. Si bien es cierto que los monopolios han ido
    desapareciendo paulatinamente, si bien la más imperfecta
    de las formas de competencia tiende a desaparecer, no es menos
    cierto que cada vez aparecen más sectores en los cuales se
    tiende hacia la competencia monopolística o el oligopolio.
    De este modo, salvo productos como las materias primas o los
    alimentos no elaborados, que sí se intercambian en
    mercados cuasi-competitivos y en los que rige un precio
    internacional, prácticamente todos los demás
    productos se intercambian en mercados donde existe algún
    tipo de poder de mercado. Esta realidad, el que las empresas no
    se comporten como precio-aceptantes, es si cabe más y
    más palpable conforme los países alcanzan un alto
    nivel de desarrollo económico y la sociedad de consumo de
    masas se extiende. Las causas de la creciente
    oligopolización que sufren los mercados se deben a
    diversos motivos. El principal es que existen importantes
    barreras de entrada en determinadas industrias (especialmente las
    de alta tecnología) porque las inversiones necesarias para
    introducirse en ellas son inmensas, lo que provoca que aquellas
    grandes empresas ya instaladas copen el mercado sin que nuevos
    competidores puedan hacerles frente. Además las empresas
    ya instaladas van bajando por su curva de aprendizaje conforme
    transcurre el tiempo, lo cual desincentiva aún más
    a sus competidores potenciales.

    Esta imperfección de los mercados implica que en
    muchos sectores de la economía existan beneficios
    extraordinarios. Por lo tanto las empresas, tanto a nivel
    nacional como internacional (y al hablar del ámbito
    internacional entra en juego el papel de los gobiernos y la
    política comercial), intentarán apropiarse del
    mayor monto de beneficios posible, y para ello deben introducir
    en sus análisis el comportamiento estratégico, cosa
    que no harían de encontrarse en mercados perfectamente
    competitivos. Las nuevas teorías del comercio
    internacional se refieren en buena parte al modo en que la
    política comercial de una nación puede modificar el
    juego estratégico en el que "sus" empresas se ven
    envueltas (siempre que actúen en mercados
    oligopólicos), de modo que puedan tener cierta
    ventaja para apropiarse de una mayor parte de los
    beneficios extraordinarios que están en juego.

    Por otra parte el supuesto de que las empresas trabajan
    con rendimientos constantes, que no hay economías de
    escala, tampoco se corresponde con la realidad. Más bien
    parece que en la mayoría de los sectores, y en especial en
    aquellos que necesitan de una gran inversión en
    maquinaria, equipos y tecnología, los rendimientos de los
    que disfrutan las empresas son crecientes, tienen
    economías de escala. Desde la segunda revolución
    industrial con la apertura de la fase del llamado gran
    capitalismo la acumulación de capital tiene como resultado
    la creación de grandes plantas productivas con el fin de
    reducir los costes medios de la producción y ampliar
    así los beneficios. Los recientes procesos de fusiones y
    adquisiciones, así como la extensión de las
    empresas multinacionales corresponden al estadio más
    moderno de este proceso. Esta realidad se aprecia en el
    ámbito nacional pero tiene importantes consecuencias a la
    hora de explicar el moderno comercio internacional ya que pueden
    surgir nuevas ventajas potenciales del comercio mediante la
    promoción de aquellas industrias que gozan de rendimientos
    crecientes de escala. En este sentido es interesante analizar el
    comportamiento tanto de localización como de
    deslocalización de las plantas de las empresas
    multinacionales, que buscan beneficiarse de estos rendimientos
    crecientes y que determinan en nuestros días gran parte de
    los patrones que gobiernan los intercambios
    internacionales.

    Este es el papel que las externalidades travesean en el
    mercado adquiere un interés especial en el campo del
    comercio internacional. Las externalidades se originan
    periódicamente en muchas prácticas
    económicas, pero su importancia en determinadas esferas
    del comercio internacional ha comenzado a ser determinante. Hoy
    en día, especialmente en los países más
    desarrollados, los sectores de alta tecnología generan
    toda una serie de beneficios al resto de la sociedad. La
    inversión en I+D que llevan a cabo industrias como la
    aerospacial, la informática o la electrónica
    revierte evidentes beneficios a la sociedad
    "nacional".

    En estos casos el beneficio marginal social es mayor que
    el beneficio marginal privado, nos hallamos ante externalidades
    positivas. Como los sistemas de patentes y protección de
    hallazgos tecnológicos no son todo lo eficaces que
    sería deseable, nos encontramos cómo, a menudo,
    muchas empresas reducen su inversión en I+D porque
    descubren que no pueden apropiarse de todos los beneficios que de
    ésta se derivan. Si trasladamos esta realidad al campo de
    la economía internacional podemos encontrarnos ante un
    problema como el siguiente: una empresa de un país tiene
    capacidad para llevar a cabo una innovación
    tecnológica que lo colocaría a la vanguardia de la
    producción de un determinado bien. Ésta posee
    evidentes externalidades tecnológicas, pero al ver que
    otras empresas, ya sean nacionales o extranjeras, podrían
    copiar su innovación evitando el gasto inicial, decide no
    llevar a cabo toda la inversión en investigación
    que sería óptima. Pasados unos años
    podría ocurrir que dicha empresa perdiera su ventaja
    relativa y fuera otra empresa de otra nación quien
    realizase la innovación. Si esto ocurriera serían
    los habitantes de la segunda nación quienes se
    beneficiarían de las externalidades tecnológicas
    que se derivasen de la innovación en forma de aumento de
    la cuota de mercado de la empresa nacional y subsiguiente aumento
    de la recaudación impositiva, posibles aplicaciones a
    otros campos de los nuevos conocimientos y afianzamiento de su
    liderazgo en el sector a nivel internacional.Este sincero ejemplo
    forma una vez más un fallo de mercado, y la teoría
    económica nos dice que la mediación del gobierno
    está justificada ante los mismos. Sin embargo no resulta
    claro cómo debe comportarse el gobierno. No es
    fácil medir el valor de las externalidades que genera una
    innovación para el resto de la economía, luego no
    es fácil precisar qué cuantía de la
    investigación debe subsidiarse. Incluso podría
    sugerirse que en realidad la acción óptima
    podría ser dejar que otras naciones realicen la
    investigación para copiar después sus productos. El
    dilema radica en que la externalidad se origina en el mercado
    nacional pero tiene consecuencias internacionales, por lo que
    podría ocurrir que una acción gubernamental que
    pretendiera igualar el coste marginal social al privado para
    aumentar el bienestar nacional, finalmente redujera el bienestar
    mundial al transformar el libre juego del mercado en
    el comercio internacional. A lo largo de este trabajo se
    sacudirán estas preguntas. Aunque algunas caen fuera del
    perímetro estricto de la teoría económica,
    son consecuencia directa de los desarrollos teóricos de la
    misma y además tienen una importancia capital para
    comprender el por qué de muchas de las acciones
    políticas que vemos a diario en relación con el
    debate sobre el papel que deben jugar los gobiernos en la
    economía. Como nos dice John Maynard Keynes: "En mi
    opinión, esta intuición básica de Adam Smith
    y Ricardo se sostiene todavía y continúa gobernando
    a la mayor parte del comercio mundial, a pesar de los planes de
    demolición de los nuevos mercantilistas. En
    conclusión, me gustaría formular un ruego personal
    a los arquitectos del proceso renovador de la
    investigación de la política comercial: no se dejen
    deslumbrar demasiado por los nuevos diseños radicales, y
    conserven algo de la belleza de los antiguos"

    "…las ideas de los economistas y los
    filósofo políticos, tanto cuando son correctas como
    cuando están equivocada, son más poderosas de lo
    que comúnmente se cree. En realidad el mundo está
    gobernado por poco más que ésto. Los hombres
    prácticos, que se creen exentos por completo de cualquier
    influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún
    economista difunto […] tarde o temprano, son las ideas y
    no los intereses creados las que presentan peligros, tanto para
    mal como para bien" .

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