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Potencialidades del Turismo Cultural para el desarrollo turístico en las ciudades



  1. Introducción
  2. La relación
    Cultura-Turismo en el contexto citadino
  3. Ventajas del
    Turismo Cultural sobre otras modalidades
  4. El patrimonio local
    como recurso para el Turismo Cultural
  5. Integración
    del Patrimonio local, el Turismo y las Rutas
    Culturales
  6. Referencias
    Bibliográficas

Introducción

El turismo ha sido uno de los sectores de mayor
expansión durante los últimos años. El
surgimiento de nuevos destinos, la reconversión de los ya
existentes y la consolidación de acercamientos
científicos a este fenómeno social constituyen una
muestra de su crecimiento cualitativo y cuantitativo en el
ámbito mundial.

El comportamiento de la demanda y preferencias de los
viajeros continúa expresando un amplio espectro de
motivaciones, significando distintos tipos de turismo, entre los
que se encuentra: recreativo, de negocios y convenciones,
familiar, el ecológico y el cultural.

En el presente, el estancamiento del modelo de sol y
playa y la crisis del esquema tradicional de ciudades de perfil
industrial, han llevado a los gestores urbanos a reflexionar
sobre cómo lograr la revitalización de las ciudades
como destino turístico.

Lamentablemente, existen ejemplos de proyectos a nivel
internacional que han fracasado por haber convertido la ciudad en
parques temáticos, lo que trae como consecuencia
pérdidas de valores para la misma, muchas veces de forma
irreversible.

El desarrollo del turismo urbano debe considerar ante
todo la necesidad de un enfoque multidisciplinario que evite
errores de graves consecuencias para la ciudad. Debe partirse de
lo que Castells (2004) denominó "ciudad dual", es decir,
la ciudad que por un lado debe satisfacer las demandas del
residente y por otra la del turista, que va a consumir similares
servicios que el ciudadano.

Por otra parte hace refiere a un enfoque creativo, que
permita diferenciar a las ciudades una de otras por aspectos de
gran valor y que no son comunes, de tal modo, la
identificación de estos valores es la primera tarea a la
que debe dedicar sus esfuerzos el investigador en temas de
gestión urbana.

Es por ello que expertos internacionales como Kotler
proponen, en la década del 90 del pasado siglo, la
aplicación del marketing en la planificación
territorial, de forma tal de darle un enfoque estratégico
a la tradicional ordenación del territorio.

La
relación
Cultura-Turismo en el contexto
citadino

La relación cultura y turismo ha formado parte de
estas políticas con el objetivo de animar la actividad
turística en muchas ciudades. En áreas, donde
prevalece el turismo de sol y playa, lo cultural ha ido ganando
espacios, aunque muchos investigadores consideran que
todavía es insuficiente en el diseño y la
práctica del turismo.

La cultura se está convirtiendo en
motivación de viaje para los vacacionistas que arriban, a
tono con la proyección del turismo hacia una mayor
identificación con los valores del entorno y las
expresiones culturales de cada zona geográfica, visitando
su idiosincrasia y patrimonio. Proporciona entonces la reconocida
riqueza cultural de una ciudad una ventaja comparativa y
competitiva al poseer el potencial necesario para el desarrollo,
de manera particular, de la modalidad denominada como Turismo
Cultural.

Por otra parte, es importante considerar que el Turismo
Cultural representa una variable estratégica e importante
alternativa del desarrollo turístico, que puede contribuir
a mitigar la estacionalidad del sector, uno de sus principales
handicaps, y a prepararla de cara a la futura apertura
de nuevos mercados.

Las propias definiciones sobre Turismo Cultural muestran
el amplio espectro de motivaciones que representa:

Personas /
Organizaciones

Definición

ICOMOS (1976)

Forma de turismo cuyo objeto es el descubrimiento
de monumentos y sitios.

OMT (1985)

Movimiento de personas debido
esencialmente a motivos culturales como viajes de estudio,
viajes a festivales u otros eventos artísticos,
visitas a sitios y monumentos, viajes para estudiar la
naturaleza, el arte, el folklore, y las
peregrinaciones.

Smith (1992)

Turismo motivado por conocer, comprender y
disfrutar el conjunto de rasgos y elementos distintivos,
espirituales, materiales, intelectuales y afectivos que
caracterizan a una sociedad o grupo social de un destino
específico.

Richard y Bonink (1995)

Movimiento de personas hacia una serie de
atracciones culturales distantes de su lugar de residencia,
con la intención de obtener nuevas experiencias e
informaciones para de esa manera satisfacer sus necesidades
culturales.

Iriarte Céspedes
(2002)

Turismo en que el atractivo que llama al turista
es algún tipo de producción humana, una obra
de arte o un conjunto de ellas, una tradición
culinaria, una construcción o un conjunto
arquitectónico de características muy
peculiares, una ceremonia única en su género,
un espectáculo de danza, etc.

McKercher, Ho, Cros y

So-Ming (2002)

Comprende un alto rango de actividades de las
cuales se pueden agrupar en varias categorías y
así formar un producto turístico, algunas de
estas categorías pueden ser: turismo de patrimonio,
turismo de museos, turismo de arte y turismo
religioso.

Botero Jaramillo et al.
(2003)

Turismo que se practica en los núcleos
urbanos que presentan un alto número de recursos
culturales que por su singularidad y valor son capaces de
atraer a los turistas y provocar que éstos
estén motivados en conocer el patrimonio cultural de
la ciudad o urbe visitada.

Teniendo en cuenta, que la mayoría de las
definiciones sobre turismo lo definen como el acto que supone un
desplazamiento que conlleva al gasto de renta y cuyo objetivo
principal está en conseguir satisfacciones y servicios,
los conceptos expuestos de manera particular para la
tipología Turismo Cultural condicionan que para que esta
exista:

  • el turista o excursionista que se desplace posea el
    deseo de cultivarse, de entender y conocer obras,
    construcciones y formaciones que va a visitar.

  • que se utilice al menos un recurso
    cultural.

Lópes Nieves (2008) apunta que esta actividad
turística facilita a la vez la conciencia de una identidad
cultural comunitaria e incentiva el desarrollo económico y
social de determinadas áreas y ciudades.

El Turismo Cultural por tanto:

  • Facilita la aparición de nuevos productos en
    las ciudades.

  • Permite el establecimiento de formas de
    aprovechamiento turísticos no sometidas a ciclos
    estacionales.

  • Ofrece posibilidades de desarrollo de nuevos
    destinos y consumos complementarios a los destinos
    tradicionales.

  • Responde a la creciente segmentación de la
    demanda.

  • Satisface necesidades vacacionales de corta
    duración y reducido costo.

  • Proporciona mayor satisfacción a segmentos de
    demanda activos.

  • Añade valor a la experiencia
    turística.

Por su parte, Pastor Alfonso (2003), clasifica los
turistas culturales agrupándose en tres
categorías:

  • a) Especialistas: los que viajan
    sistemáticamente y de forma regular.

  • b) Motivados: la principal razón para
    emprender un viaje es la necesidad de ampliar sus
    conocimientos de las culturas.

  • c) Ocasionales: grupo representado por aquellos
    turistas que dentro de sus vacaciones desarrollan alguna
    actividad cultural de forma excepcional.

Ventajas del
Turismo Cultural sobre otras modalidades

El carácter variado de las motivaciones del
turista, confiere una gran ventaja al Turismo Cultural ya que
este aparece como producto complementario en muchas de las
modalidades turísticas que existen actualmente.

El Turismo Cultural aparece vinculado a otras
tipologías donde los turistas realizan de forma
complementaria un dispendio cultural. Si entendemos la cultura en
un sentido amplio (el interés por objetos y formas de vida
de otros pueblos), la mayor parte de turistas consumen en
algún momento productos culturales y todo destino
turístico ofrece en un grado u otra alguna oferta
cultural.

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El Turismo de negocios por ejemplo tiene como
motivación principal la participación en reuniones
de negocios y asistencia a ferias. Sin embargo, los turistas bajo
esta modalidad se vinculan en alguna medida con la cultura a
través del conocimiento general del destino y recursos
culturales, visita a un recurso cultural concreto, adquiere
productos tradicionales, entre otras actividades.

Así sucede además con otras
tipologías turísticas, donde también se
realizan actividades complementarias que se vinculan al Turismo
Cultural: conocimiento profundo de la gastronomía, visita
a espacios naturales, adquisición de artesanía y
productos tradicionales, conocimiento de costumbres y folklore,
fuerte interacción social y cultural en el destino,
asistencia a actos y fiestas culturales, visita a monumentos y
museos, visita a un recurso cultural concreto.

Entonces puede considerarse que la realización
del Turismo Cultural no sólo implica la
participación de aquellos viajeros que se desplazan
motivados por el deseo de ponerse en contacto con otras culturas
y conocer más de su identidad, sino que también
puede llevarse a cabo como una segunda alternativa de recreo o
entretenimiento mientras se participa de otras modalidades
turísticas.

El patrimonio
local como recurso para el Turismo Cultural

Guzmán Ramos (2005) considera que el patrimonio
cultural es un recurso sumamente importante para el turismo,
siendo un factor de dinamización y potenciación del
desarrollo socioeconómico local y regional.

La propia UNESCO (Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura)
reconoce que en el amplio espectro que comprende el patrimonio
cultural más valioso de un pueblo se encuentran las obras
materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese
pueblo: la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y
monumentos históricos, la literatura, las obras de arte,
los archivos y bibliotecas.

Resalta en esta consideración de la UNESCO el
hecho de incluir el universo inmaterial perteneciente al
patrimonio cultural. Este recurso muchas veces se obvia en las
propuestas culturales de una localidad, en contraposición
a lo que afirma Leal Spengler (2005) al decir que lo intangible
se encuentra tan inseparable de lo monumental y de lo real como
el alma del cuerpo.

El análisis de los recursos en el destino
turístico no solamente va a permitir identificar las
atracciones, sino integrarlas para responder a las necesidades de
los visitantes motivados por el Turismo Cultural.

Según Lanquar (2001) los turistas en general
necesitan una atracción inicial para visitar el lugar, que
debe acompañarse de sistemas de acceso y
comunicación para desplazarse, servicios como alojamiento
y restauración, información de dónde
están y qué actividades pueden hacer y el
conocimiento del destino turístico mediante su
promoción, incentivando la visita.

Gunn (1960), referido por Lanquar (2001),
desarrolló un modelo descriptivo de las atracciones de los
destinos turísticos, en el cual se distinguen dos niveles
en la configuración de la atracción, que deben ser
tomados en cuenta en toda estrategia de marketing de un
destino:

  • El núcleo, excepto atracciones únicas
    como las incluidas en la lista del Patrimonio Mundial
    ICOMOS-UNESCO, debe ser el principal centro de
    atención del destino para el visitante: un sitio
    natural y particular; un museo o un monumento que tiene una
    historia rica y diversa, etc.

  • El cinturón básico incluye todos los
    elementos situados cerca del núcleo. Es una zona que
    debe ser protegida: por ejemplo en las zonas patrimoniales,
    una plaza, un parque o un jardín para dar
    también la posibilidad a los visitantes de pasear
    alrededor del núcleo.

Uno de de los ejes sobre los que se desarrolla el
Turismo Cultural lo constituye el denominado patrimonio cultural,
alrededor del cual nace una industria que mueve cantidades
importantes de recursos (Fresneda Fuentes, 2008).

Por otra parte Montero y Oreja (2005) hacen referencia
específica a la oferta de esta tipología
turística, manifestando que esta debe estar planteada
según la disponibilidad de los siguientes
recursos:

  • Recursos culturales de carácter religioso:
    catedrales, iglesias, conventos, sinagogas, ermitas,
    monasterios y capillas.

  • Recursos culturales de carácter monumental:
    castillos, palacios, casas singulares, edificios
    emblemáticos, acueductos, plazas mayores, puentes,
    conjuntos históricos-artísticos, construcciones
    militares.

  • Otros recursos materiales ligados con la historia:
    arquitectura doméstica, calles con historia, molino,
    temas romanos, baños árabes, pintura rupestre e
    instrumentos musicales.

Sin embargo, si para el desarrollo del Turismo Cultural
en una comunidad hay que contar con estos recursos también
resulta imprescindible pensar en aquellos valores intangibles que
posee y que también forman parte de su
patrimonio.

El concepto de ¨lo cultural¨ se encuentra
fuertemente vinculado a una idea de patrimonio, entendido como un
conjunto de factores culturales y naturales, que
interactúan entre sí y van construyendo las
identidades, por ello, si quiere conocerse y trasmitirse el valor
del patrimonio de un lugar concreto, se habrá de tener en
cuenta la totalidad de sus componentes (Pastor Alfonso,
2003).

El patrimonio cultural, definido por la UNESCO en 1998,
lo conforman todos aquellos elementos culturales, tangibles e
intangibles que son heredados o creados recientemente, es un
recurso turístico, lo cual se transforma en argumento para
recuperarlo y protegerlo.

Se considera además la existencia de dos
clasificaciones dentro del patrimonio cultural: patrimonio
tangible y patrimonio intangible, y a su vez el primero se divide
en dos grupos mueble e inmueble.

Continúa resaltando la UNESCO que el patrimonio
cultural tangible mueble comprende los objetos
arqueológicos, históricos, artísticos,
etnográficos, tecnológicos, religiosos y aquellos
de origen artesanal o folklórico que constituyen
colecciones importantes para las ciencias, la historia del arte y
la conservación de la diversidad cultural del
país.

Mientras que el patrimonio cultural tangible inmueble
está constituido por los lugares, sitios, edificaciones,
obras de ingeniería, centros industriales, conjuntos
arquitectónicos, zonas típicas y monumentos de
interés o valor relevante desde el punto de vista
arquitectónico, arqueológico, histórico,
artístico o científico, reconocidos y registrados
como tales. Estos bienes culturales inmuebles son obras o
producciones humanas que no pueden ser trasladadas de un lugar a
otro, ya sea porque son estructuras (por ejemplo, un edificio), o
porque están en inseparable relación con el terreno
(por ejemplo, un sitio arqueológico).

El patrimonio intangible está constituido por
aquella parte invisible que reside en espíritu mismo de
las culturas. El patrimonio cultural no se limita a las
creaciones materiales. Existen sociedades que han concentrado su
saber y sus técnicas, así como la memoria de sus
antepasados, en la tradición oral. La noción de
patrimonio intangible o inmaterial prácticamente coincide
con la de cultura, entendida en sentido amplio como "el conjunto
de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y
afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social" y que,
"más allá de las artes y de las letras", engloba
los "modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano,
los sistemas de valores, las tradiciones y las
creencias"

Esto indica que es necesario considerar el patrimonio en
el sentido amplio de su utilización y
revalorización y puesta en valor dentro de la oferta
turística de un determinado destino. Para ello el paso
previo es reconocer que en lo local es donde se producen las
grandes acciones culturales de creación,
conservación e innovación y es desde lo local por
tanto desde donde se deben impulsar las acciones de
promoción de la cultura en todas sus
vertientes.

Tradicionalmente, se aprecia una confusión
terminológica al considerar que bienes culturales y
productos culturales son sinónimos. Para Romero Moragas
(1998) el patrimonio en sí mismo no es un equipamiento
cultural, ni un servicio, ni un agente, ni una oferta; es un
recurso susceptible de ser transformado en un producto para el
consumo cultural.

En marketing, un producto se define como aquello que es
ofrecido a los consumidores para su adquisición, uso o
consumo. Por tanto, en este concepto prevalece la idea de la
capacidad que debe tener el producto de satisfacer una necesidad
que va más allá de su aspecto físico (Kotler
y Armstrong, 1991).

En el caso del Turismo Cultural, los turistas visitan
los lugares culturales no por el bien físico en concreto,
sino por una serie de experiencias culturales o emocionales que
esperan disfrutar.

Entonces puede considerarse la visión del
patrimonio cultural como un recurso que puede iniciar una cadena
de acciones capaces de generar riquezas, siempre que se combine
adecuadamente con los mecanismos de producción de
servicios como afirman Marchena Gómez y Repiso Rubio
(1999), quienes también consideran que para que un recurso
turístico cultural pase a convertirse en producto debe
pasar por las siguientes fases:

  • a) Identificación del recurso
    turístico.

  • b) Conservación y mantenimiento.
    (política cultural)

  • c) Creación de las condiciones que
    permitan la accesibilidad, el uso y la explotación del
    mismo.

  • d) Creación del producto
    turístico.

  • e) Promoción y
    comercialización.

Como ha señalado Romero (1994) vender el pasado
en sus diferentes formas es uno de los principales reclamos del
marketing turístico. Sin embargo, es una idea actual la de
poner conscientemente en valor todo este patrimonio, tanto
material como inmaterial, y en tal sentido son muchos los centros
urbanos que se dinamizan por el movimiento
turístico. 

Específicamente el marketing urbano o
mercadotecnia de ciudad ha constituido un instrumento de
gestión y proyección, utilizado por los
administradores de las ciudades para atraer turistas.

Para Pinedo López (2008) en el espíritu de
las ciudades siempre ha estado presente la competencia entre
ellas. Estas se han preocupado por demostrar opulencia
arquitectónica y económica para sobresalir en el
entorno nacional e internacional. En la actualidad se presenta un
frenesí por la construcción de edificios
emblemáticos y por la organización de grandes
eventos internacionales, un comportamiento típico del
marketing externo.

Sin embargo, el marketing urbano interno está
orientado principalmente a satisfacer las necesidades
biológicas, sociales y culturales de los residentes.
Mientras el externo tiene como principal objetivo la entrada de
nuevos flujos financieros a la ciudad.

Pero el marketing externo, sin el complemento de
marketing interno, genera desequilibrios económicos,
sociales y ambientales. En este aspecto el urbanista Borja (2004)
comenta que la ciudad como negocio se destruye a sí misma,
ya que genera espacios de situaciones contradictorias.

En general el marketing urbano abarca la
planificación, la gestión y el control de las
relaciones de intercambio de una ciudad con sus mercados. La
implementación del mismo a partir de estrategias puede
favorecer la creación de productos turísticos del
tipo cultural que a su vez fomenten sentido de pertenencia e
identidad por la ciudad y atraiga a visitantes
foráneos.

Pero para conseguir todo esto, generando desarrollo
social, es preciso aunar esfuerzos y fomentar la
conservación del patrimonio y la inversión en
infraestructura cultural. Esta se convierte en un recurso
turístico más, que ha pasado de ser referencia de
un ámbito científico o estético a
convertirse en otro de carácter económico, capaz de
generar riqueza y empleo.

El sector turismo requiere desarrollar nuevos productos
de calidad capaces de enfrentar con éxito la competencia
de otras propuestas. La cultura es al respecto, un recurso
excepcional que, además, a través del turismo se
transforma en la mejor fuente potencial para financiar la
preservación del patrimonio cultural. De aquí la
necesidad del trabajo conjunto de ambos sectores en la
administración de comunes intereses.

Estos principios deben plasmarse en objetivos y
estrategias en donde se discutan los alcances del Turismo
Cultural en todas sus dimensiones y en la utilización del
patrimonio, desde una concepción integral para ser
incorporado dentro de productos turísticos que respondan a
las actuales demandas de los diferentes segmentos del mercado. En
consecuencia, nuevamente el ámbito local se convierte en
la escala que pareciera ser la más apropiada.

Es posible afirmar que el Turismo Cultural
permitiría la preservación, rehabilitación y
puesta en uso de gran parte del patrimonio cultural, tanto en
grandes ciudades como en pequeñas localidades, conservando
y restaurando monumentos o conjuntos monumentales, bienes
muebles, etc. Puede favorecer la recuperación de la
arquitectura tradicional, urbana o rural.

A modo de conclusión puede afirmarse que el
sector turístico requiere desarrollar nuevos productos, y
la cultura es al respecto un recurso excepcional y un motor
efectivo de desarrollo local a través del diseño de
estrategias de marketing, que permiten que los recursos
culturales sean muy importantes para incrementar el valor del
producto turístico.

Integración del Patrimonio local, el
Turismo y las Rutas Culturales

Las ciudades con riquezas históricas son
consideradas a nivel mundial sitios con relevantes
potencialidades para el Turismo Cultural. Los valores
patrimoniales, arqueológicos y artísticos resultan
ser los principales atractivos tangibles e intangibles para el
auge de la actividad turística unido a los hombres que
cualifican estos exponentes patrimoniales, por lo que se hace
necesaria la creación de rutas que conecten sus
principales atractivos (Chaos Yera, 2005).

La creciente demanda del turismo ha permitido el
desarrollo de las rutas que se pueden definir como la
creación de un clúster de actividades y atracciones
que incentivan la cooperación entre diferentes
áreas y que sirven de vehículo para estimular el
desarrollo económico a través del turismo
(Briedenhann y Wickens, 2003)

Es considerado que el patrimonio cultural puede ser
utilizado por el turismo de manera aislada, sin embargo la
integración de éste a rutas turísticas
permitiría un mejor aprovechamiento de los recursos. A
raíz de esto, es necesario, en primer lugar, definir
qué es una ruta turística, como se constituye y
quienes la conforman.

En el contexto turístico se define a una ruta de
manera general como la vía a seguir con un origen y un
destino diferente, que sirve de base para la creación de
itinerarios. También se apunta que lo que determina a la
misma son una serie de valores paisajísticos, culturales,
humanos y naturales, que realizan el centro lineal de
atención.

Según Goodall y Ashworth (1988) el
establecimiento de una ruta turística consta de cuatro
fases:

  • Determinar la localización de los atractivos
    que formarán parte de la ruta y posteriormente por
    secciones que tengan puntos en común.

  • Analizar la infraestructura.

  • Valorar y determinar rutas alternativas.

  • Elegir la ruta que más convenga.

Guzmán Ramos y Fernández (2005) afirman
que en el proceso de puesta en marcha de una ruta, es importante
definir objetivamente cuales son las condiciones para su
funcionamiento, implicando a los actores locales que
potencialmente podrían pertenecer a ella en la
definición de las actividades que van a desarrollar en su
ámbito. Indican además que si la población
local no está interesada en el proyecto, la posibilidad de
éxito de un proyecto de desarrollo endógeno es casi
nula, por esto es primordial generar, en principio, un
ámbito de participación social, que si bien
estará guiada por expertos, debe considerar verdaderamente
los intereses de la sociedad local para evitar la
implantación de proyectos no deseados.

Siguiendo a Guzmán Ramos (2005) la
organización de rutas turísticas a partir del
patrimonio cultural permitiría:

  • Consolidar la cultura productiva
    regional.

  •  Dinamizar las economías regionales y
    locales.

  • Sensibilizar y concientizar de la importancia del
    patrimonio cultural para recuperar la identidad de los
    pueblos.

  • Incorporar a los grandes circuitos nacionales otros
    circuitos turísticos localizados en espacios
    marginados.

  • Preservar el patrimonio cultural y dar a conocer
    formas de vida, condiciones de trabajo, procesos
    técnicos-productivos, actuales y pasados,
    construcciones arquitectónicas, restos
    arqueológicos, huellas de los pueblos
    aborígenes, etc.

  • Promover el desarrollo productivo local a partir de
    un Plan Estratégico para el patrimonio cultural y su
    valoración turística.

Por otra parte considera que entre los elementos que
caracterizan a una ruta pueden mencionarse los
siguientes:

  • Una producción, actividad o tema particular
    que la distingue de otras.

  • Un itinerario desarrollado sobre la base de la red
    vial u otro tipo de comunicación.

  • La existencia de normas para el funcionamiento y
    control de los elementos integrantes del proyecto.

  • Una organización local que brinde
    información sobre la ruta, en la cual
    participarán personas relacionadas directamente a la
    actividad industrial o no. Asociado a un sistema de
    promoción.

  • Un sistema de señalización de la
    ruta.

  • Un mapa conteniendo información explicativa
    sobre la misma.

De esta manera se pretende un desarrollo integral que
haga productiva la inversión en la recuperación del
patrimonio, impulsando la economía local y garantizando un
desarrollo sustentable.

Este tipo de programa de desarrollo permitiría
recuperar y conservar el patrimonio, con el fin de mantener y/o
reconstruir la memoria e identidad colectiva de cada localidad,
por constituir este la identidad y cultura de la
región.

La adecuada conformación y promoción de
rutas temáticas a partir de la utilización del
patrimonio cultural podrían posibilitar la
activación de recursos económicos, la
creación de empleo y el conocimiento, por parte de
turistas y visitantes; así como una alternativa viable
para promover el desarrollo del Turismo Cultural.

Referencias
Bibliográficas

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  • Smith, V. (1992). Anfitriones e invitados.
    Ed. Endimión. Madrid

 

 

Autor:

Yoldi Espino
Domínguez

 

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