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Tiempos modernos (“realidades cercanas” de un capitalismo sin control) – Parte II (página 4)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

(Octubre 2011) Se estima que el sistema de
intermediación financiera no bancaria representa
aproximadamente del 25 al 30% del sistema financiero global (250
billones de dólares, excluidos los derivados) y la mitad
del total de los activos bancarios mundiales. Esto representa un
gran "agujero negro" regulatorio en el centro del sistema
financiero global, hasta ahora no monitoreado de cerca para fines
de estabilidad monetaria y financiera. Su importancia
quedó al descubierto solo por el análisis de las
funciones clave que desempeñan los vehículos de
inversión estructurada (VIE) y los fondos del mercado
monetario (FMM) en la crisis de 2008.

(Octubre 2011) En respuesta a la pregunta más
votada por los internautas, acerca del dinero que se ha gastado
Europa para rescatar bancos desde 2008, Barroso afirmó que
la UE ha invertido al menos 500.000 millones de euros de manera
directa para salvar entidades y garantizar las inversiones y
ahorros de los ciudadanos. Además, apuntó que el
montante asciende a un billón de euros si se tienen en
cuenta las garantías, y cuatro billones contando todo el
conjunto de medidas puesto en marcha para encarrilar la
economía europea, un dinero que han pagado los
contribuyentes.

(Noviembre 2011) Según recoge la revista
Bloomberg Markets, la Fed llegó a comprometer 7,77
billones de dólares entre 2007 y 2009, incluyendo
garantías además de préstamos, para salvar
al sistema financiero mundial. Aparte de esto estaba el rescate
oficial del TARP (Trouble Asset Relief Program), que
ascendió a 700.000 millones de dólares.

(Noviembre de 2011) Los bancos centrales de los
países desarrollados anunciaron el 30/11 una acción
coordinada para impulsar el sistema financiero global, en un
momento en que la crisis de deuda de Europa sigue afectando a los
mercados.

(Diciembre 2011) El sector bancario recibió un
total de ayudas públicas de 1,6 billones de euros entre
octubre de 2008 y diciembre de 2010 procedente de los
países de la Unión Europea (UE), lo que supone un
13 % del Producto Interior Bruto (PIB) europeo, según
datos publicados hoy por la Comisión Europea
(CE).

(Diciembre 2011) Mario Draghi (presidente del BCE) pone
la alfombra roja de la liquidez a la banca europea, para
facilitar que el crédito fluya. Dará barra libre de
36 meses, con lo que limpia de obstáculos los balances de
las entidades durante tres años, y además
aceptará más colaterales para dar esa
liquidez.

(Diciembre 2011) Los bancos (europeos) han acudido con
voracidad a la histórica subasta del BCE. Han sido 523
entidades que han solicitado 489.000 millones de liquidez,
superando las expectativas previstas. El plazo de los
préstamos es de tres años, el más amplio
hasta ahora.

(Febrero 2012) El BCE vuelve a repetir la jugada.
Completa el Quantitative Easing "a la europea" (por la puerta
trasera), totalizando el billón de euros de
préstamos a la banca por tres años (¡al 1%
anual de interés!)…

Mentiras y errores al descubierto de Ben Bernanke
(1º Parte)

"El presidente de la FED, Ben Bernanke, fue alabado
como la persona perfecta para afrontar el crash de 2008. Pero
parece que a Bernanke se le apaga la estrella. Muchos le dan la
espalda y las críticas empiezan a arreciar desde todos
lados. No es de extrañar si se repasa la
hemeroteca"…
Bernanke, el banquero central que
engañó a medio mundo (Libertad Digital –
5/1/11)

¿Están siendo injustos y oportunistas con
Bernanke? ¿O realmente se merece las críticas? El
debate se ha repetido por todo el internet económico,
muchas veces como lucha entre diferentes visiones o escuelas,
donde los participantes acaban enrocados. Para evitar caer en la
misma dinámica nada mejor que juzgar a Bernanke por sus
predicciones. Para bien o para mal, el tiempo siempre pone a cada
persona en su sitio.

1. Antes de la crisis

Marzo de 2005

El reciente influjo de capital ha
provocado una subida del precio de la vivienda. Esta subida, a su
vez, ha alentado a las familias a aumentar su consumo. Por
supuesto, el aumento de las tasas de propiedad de vivienda y de
consumo de los hogares son cosas buenas

Discurso para la "Virginia Association of
Economics"

Julio de 2005

Transcripción de las partes más
significativas del vídeo:

Entrevistador: Ben, se habla mucho de una burbuja
inmobiliaria, particularmente, ya sabes [inaudible] de todo tipo
de lugares. ¿Puede darnos su opinión acerca de si
existe o no una burbuja inmobiliaria?

Bernanke: Bueno, sin lugar a dudas, los precios de la
vivienda han subido bastante; creo que es importante tener en
cuenta que los fundamentales son también fuertes. Tenemos
una economía en crecimiento, empleo, ingresos. Tenemos las
tasas hipotecarias muy bajas. Tenemos la demografía
apoyando el crecimiento de la vivienda.

Tenemos una oferta restringida en
algunos lugares. Por lo tanto, es comprensible que los precios
suban algo. No sé si los precios están exactamente
donde deben estar, pero creo que es justo decir que mucho de lo
que ha pasado está soportado por la fuerza de la
economía.

Entrevistador: Dígame, ¿cuál es el
peor de los casos? Señor, tenemos tantos economistas
viniendo al programa y diciendo: "Oh, esto es una burbuja, y va a
estallar, y esto va a ser un verdadero problema para la
economía". Algunos dicen que podría incluso
provocar una recesión más adelante.
¿Cuál es el peor de los casos, si en realidad los
precios bajaran considerablemente en todo el
país?

Bernanke: Bueno, no acepto su premisa. Es una
posibilidad bastante improbable. Nunca hemos tenido una
disminución de los precios inmobiliarios en todo el
territorio nacional. Creo que es más probable que los
precios de la vivienda se desaceleren, tal vez estabilicen:
podría reducir el consumo un poco. No creo que llevara a
la economía muy lejos de su camino del pleno empleo, sin
embargo.

Febrero de 2007

Se espera un crecimiento moderado en el
futuro. Creemos que si el sector inmobiliario comienza a
estabilizarse, y si algunas de las correcciones de inventarios se
completan, hay una posibilidad razonable de que veamos un cierto
fortalecimiento de la economía en algún momento
durante la mitad del año.

Nuestra evaluación es que no hay
indicación en este punto que las cuestiones de hipotecas
de alto riesgo (subprime) se haya extendido a todo el mercado
hipotecario, que todavía parece ser saludable.

Julio 2007

La economía global sigue siendo
fuerte, apoyado por un sólido crecimiento económico
en el extranjero. Las exportaciones de EEUU deberían
crecer aún más en los próximos trimestres.
En general, parece que la economía de EEUU se
expandirá a un ritmo moderado durante el segundo semestre
de 2007, con crecimiento y fortalecimiento en 2008 llegando a una
tasa cercana a la tendencia subyacente de la
economía.

No hay mucho que decir. Bernanke, el chairman de la
Reserva Federal, no vio venir la crisis. Bernanke creía
que la economía funcionaba correctamente y sería
capaz de realizar un pequeño ajuste no traumático
en 2007, para recuperar crecimiento total en 2008.

Aún así, Bernanke fue promocionado en 2008
y principios de 2009 como la persona más capacitada para
entender la economía y afrontar los graves problemas que
la crisis traía. Se hizo mucho énfasis en sus
estudios académicos sobre al Gran
Depresión.

Llegada su renovación en 2009, ante la
oposición de cierta parte del Congreso, personajes de las
finanzas como Warren Buffet o el fondo de inversión PIMCO
salieron a apoyarle. Obama finalmente le confirmó otros
cuatro años al frente de la Reserva Federal (FED), el
banco central más poderoso del planeta.

Las alabanzas a la gestión de la crisis tampoco
fueron escasas:

Ben Bernanke será visto como el mejor chairman de
la Reserva Federal de la historia (…) se le conocerá
como el hombre que evitó la segunda Gran
Depresión.

2. Durante la crisis

La Reserva Federal anunció la
primera ronda de compra de activos, conocida como quantitative
easing (QE1), en noviembre de 2008. La respuesta del presidente
de la FED a las críticas fue asegurar que las medidas eran
temporales y su objetivo era proveer liquidez al sistema
financiero. El balance del banco central se multiplicó
casi por tres.

A principios de 2009, declarando en el
Congreso:

La Reserva Federal no monetizará
la deuda del gobierno

Adelantémonos por un momento
hasta noviembre de 2010, cuando en un discurso para inversores el
presidente de la Reserva Federal de Dallas, Richard W. Fisher,
admitió a regañadientes que estaban monetizando la
deuda del Gobierno.

En junio de 2009, la Reserva Federal anunció la
extensión de sus programas de liquidez temporales hasta
febrero de 2010. Hacia finales de año, diciembre de 2009,
con la renovación de Bernanke atascada en el Congreso por
las críticas a sus políticas expansivas, la Reserva
Federal emitió un comunicado donde volvía a
asegurar que las medidas tomadas en 2008 iban a expirar a
principios de 2010. Los tipos de interés no iban a
modificarse.

A la luz de la mejora continua en el funcionamiento de
los mercados financieros, el Comité y la Junta de
Gobernadores prevén que la mayoría de los programas
especiales de liquidez de la Reserva Federal expirarán el
1 de febrero de 2010, en consonancia con el anuncio de la Reserva
Federal del 25 de junio de 2009.

Fue en este momento cuando desde la Reserva Federal se
intentó promocionar el término jobless recovery,
recuperación económica sin disminución del
paro, para explicar la mejora de algunas estadísticas,
pero no cuajó.

2010 llegó y las medidas se
extendieron. En agosto del pasado año, la Reserva Federal
anunció lo que se vino a llamar QE lite. Un nuevo programa
que, básicamente, consiste en usar el dinero de las
hipotecas compradas de los bancos a través del QE1 para
comprar bonos del Gobierno federal, consolidando así la
expansión crediticia inicial. Es decir, Bernanke no
sólo no está retirando las medidas supuestamente
temporales, sino que las está fijando en el balance del
banco central.

Éste es un detalle por el que la prensa
pasó mayoritariamente de puntillas… por una buena
razón. Desde el inicio de la crisis se había
intentado marginalizar a los críticos de la FED y de
Bernanke tildándolos de alarmistas. Se hacía
hincapié en lo ridículo de los argumentos que
aseguraban que Bernanke no tenía intención de
retirar las medidas supuestamente temporales, y que, cuando se
filtrara, el dinero iba a crear una crisis
inflacionaria.

A partir de este momento no se habló más
de retirar las medidas. De hecho, en junio de 2010 Bernanke ya
había mostrado su incredulidad por el precio del
oro:

Yo no entiendo muy bien los movimientos
en el precio del oro

Y eso que su predecesor, Alan Greenspan, se lo
había explicado meses antes:

(El aumento del precio del oro) es estrictamente un
fenómeno monetario (…) una indicación de una
etapa muy temprana del intento de alejarse de las monedas de
papel (…) Lo que es fascinante es la influencia que el oro
todavía tiene para reinar sobre el sistema financiero como
la última forma de pago…

La mayor tragedia sería aceptar la letanía
de que nadie podía haber previsto lo ocurrido

"La crisis financiera que asoló la
economía en 2008 "podría haberse evitado" si no se
hubieran producido fallos generalizados en los reguladores,
así como una mala gestión en las empresas y la
irresponsable toma de riesgos de Wall Street, según
reflejan las conclusiones de un informe elaborado por la
Comisión Investigadora de la Crisis Financiera, formada
por el Congreso de EEUU en 2009"…
La crisis financiera
"podría haberse evitado", según el Congreso de EEUU
(Negocios.com – 26/1/11)

"La mayor tragedia sería aceptar
la letanía de que nadie podía haber previsto lo
ocurrido y por lo tanto nada se podría haber hecho para
evitarlo", señalan los miembros de la Comisión en
un informe al que tuvo acceso 'The New York Times'. "Si aceptamos
esta idea, volverá a repetirse", advierten.

El informe de 576 páginas que será
publicado el 27/1/11, ha sido elaborado tras meses de
investigaciones en los que los miembros de la Comisión
dedicaron 19 días a entrevistar a 700 testigos de los
acontecimientos que colocaron al borde del colapso a la
economía de EEUU y el resto del mundo.

Respecto a las conclusiones más destacadas de la
investigación, los comisionados señalan entre los
responsables de la crisis a los dos últimos presidentes de
la Reserva Federal, Alan Greenspan, quien permitió la
expansión de la burbuja inmobiliaria, y a su sucesor Ben
Bernanke, quien no supo prever la crisis, aunque haya
desempeñado un papel "crucial" en la lucha contra
ella.

Así, el informe resulta especialmente duro con la
labor de Alan Greenspan, quien antes de la crisis era
reverenciado por los mercados y conocido por el apelativo de "El
Maestro", pero al que los autores de la investigación
señalan como el responsable del proceso de
desregulación que no impidió el flujo de hipotecas
tóxicas, en un claro ejemplo de negligencia.

Por otro lado, los congresistas también reservan
buena parte de sus críticas para la Administración
Bush por su "respuesta inconsistente" a la crisis, que
permitió el colapso de Lehman Brothers en septiembre de
2008, "añadiendo incertidumbre y pánico a los
mercados".

Asimismo, el informe también reparte culpas entre
el partido Demócrata al señalar como "un momento
clave en la evolución hacia la crisis" la decisión
del presidente Clinton de blindar del control público a
los derivados financieros.

Por su parte, el actual secretario del Tesoro, Timothy
F. Geithner, quien entonces presidía la Reserva Federal de
Nueva York, tampoco sale indemne, ya que no se percató de
las dificultades en Citigroup y Lehman, aunque apunta que tampoco
era él el principal responsable de su
supervisión.

"La crisis fue el resultado de la
acción y la inacción de las personas, no fue
producto de la Madre Naturaleza ni de un error en los
ordenadores", señala el informe.

No obstante, el informe refleja también en
sí mismo las divisiones existentes en la política
estadounidense, ya que los seis miembros designados por los
demócratas han respaldado el documento, mientras tres
republicanos han incorporado observaciones al informe, y el
también republicano, Peter J. Wallison, expresó sus
propias salvedades de carácter personal.

La autopsia está hecha (la crisis… fue el
resultado de la acción y de la inacción
humana)

La autopsia de la mayor crisis financiera desde la Gran
Depresión está hecha. La conclusión de la
comisión del Congreso que investigó las causas que
provocaron el colapso del sistema bancario en Estados Unidos, y
que puso a la economía del país y luego del resto
del mundo al borde del precipicio, es que "pudo evitarse". Decir
lo contrario sería, dice, "admitir que se
repetirá".

La comisión atribuye la crisis al
apetito desmesurado de los bancos por el riesgo y la ineptitud de
las agencias de calificación, a los agujeros en la
regulación y la actuación laxa de los supervisores,
como la Reserva Federal, y a la falta de iniciativa
política para exigir responsabilidades a Wall
Street.

"Fue resultado de la acción y de
la inacción humana, no de la madre naturaleza o de un
modelo informático que se volvió loco", reza el
informe, que se publica el 27/1/11 con un mes de retraso por la
fricción entre demócratas y republicanos. No solo
se ignoraron las alertas, explica el informe, sino que se
erró al preguntarse, entender y gestionar el riesgo
excesivo que dominó la cultura financiera del momento. La
palabra "avaricia" emerge al referirse a la conducta de entidades
como Goldman Sachs, Merrill Lynch, Lehman Brothers o Citigroup,
de las que dice que no contaban con el colchón de capital
necesario para asumir tal riesgo. Y mete el dedo en la llaga al
cuestionar la labor de Alan Greenspan al frente del banco
central, por su férrea defensa de la desregulación.
Alan Greenspan ya admitió que pecó al confiar en el
autocontrol de los bancos. Para el comité, los abusos en
el mercado hipotecario son ejemplo de un liderazgo "negligente"
por su parte. También carga contra su sucesor, Ben
Bernanke, al reiterar públicamente que las crisis de las
hipotecas basura estaba contenida, aunque le reconoce su
respuesta cuando las cosas se pusieron mal.

El comité no es tan agradecido con la primera
reacción del equipo del ex presidente George Bush, porque,
dice, fue inconsistente y alimentó la incertidumbre en los
mercados. Pero la crisis se gestaba de lejos. Y ahí
arremete contra la decisión ocho años antes del ex
presidente Bill Clinton de dejar al margen de la
supervisión instrumentos exóticos, como los
derivados. Aunque ese pudo ser el origen, el informe reitera que
la responsabilidad es compartida.

Otros párrafos del informe (para que no se olvide
lo inolvidable)

"Los capitanes de las finanzas y los
administradores públicos de nuestro sistema financiero
ignoraron las advertencias y fallaron en cuestionar, entender y
gestionar los cambiantes riesgos dentro de un sistema esencial
para el bienestar del público
estadounidense"…

"La suya fue una gran falla, no un
tropiezo"…

El informe llegó a la
conclusión de que la crisis fue causada por una serie de
factores, incluyendo fallas en la regulación financiera y
la gestión empresarial, así como la falta de
entendimiento del sistema financiero por parte de los
diseñadores de políticas.

Igualmente se quejó del
empaquetamiento de la deuda relacionada con hipotecas en
instrumentos de inversión, que "encendió y
propagó la llama del contagio".

Estos instrumentos financieros
complejos, que se comercializaron en grandes volúmenes por
bancos de inversión, "contribuyeron significativamente a
la crisis", cuando las hipotecas en las que se basaban cesaron
sus pagos.

El informe también destacó
las fallas "abismales" en las agencias de calificación
crediticia para reconocer los riesgos involucrados en estos y
otros productos.

Del mismo modo, advirtió de
violaciones éticas "a todos los niveles".

Establecer culpas era esencial en la
prevención de futuras crisis, según el
informe.

"A pesar de la opinión de muchos
en Wall Street y en Washington de que la crisis no podía
haber sido prevista o evitada, había señales de
advertencia", dijo Phil Angelides, presidente de la
comisión.

"La mayor tragedia sería aceptar
que nadie vio que esto se avecinaba y por consiguiente, que no se
podía hacer nada", señaló el panel en las
conclusiones del informe de 576 páginas.

"Si aceptamos esta idea, volverá
a suceder".

El Congreso de EEUU "tampoco" se muestra conforme con el
"rescate" (TARP)

"El programa TARP (Troubled Asset Relief Program,
también conocido como Plan Paulson, por el ex secretario
del Tesoro Henry Paulson) para aliviar la crisis financiera
norteamericana ha tenido éxito "en parte", según el
trigésimo y definitivo informe oficial publicado el
miércoles por el Panel del Congreso para la
supervisión del propio programa para "activos
problemáticos". Sin embargo, la lista de "peros" con los
que el informe matiza ese éxito es larga y de mucha
enjundia. Y lo que no menciona es todavía más
ilustrativo y menos favorable"…
El Congreso de EEUU admite
que el rescate bancario fue un fracaso (Libertad Digital –
19/3/11)

El programa fue creado el 3 de octubre de 2008 para
cerrarse, según lo previsto, el 3 de octubre de
2010.

Costes y beneficios del programa

A mediados de marzo de 2011, el TARP ha recuperado
243.000 millones de dólares de los 245.000 millones que
había distribuido entre los bancos. Cuando este proceso
haya concluido definitivamente -calcula el Tesoro- los
contribuyentes americanos habrán recibido unos beneficios
de 20.000 millones de dólares a medida que los bancos
devuelvan con intereses las ayudas prestadas por el TARP. Estos
intereses se fijaron al 5% para los cinco primeros años y
al 9% para los siguientes.

Algunos bancos han reconocido que planean devolver lo
pendiente con cargo a los nuevos programas de ayuda que el
Gobierno de EEUU ya ha anunciado una vez concluido el TARP. Pero
no todo lo distribuido va a devolverse y, por ello, el TARP, en
su conjunto, se saldará con pérdidas para los
contribuyentes.

El Panel reconoce que, según los cálculos
de la Oficina Presupuestaria del Congreso, el coste final del
programa TARP será de 25.000 millones de dólares,
una cifra enorme pero muy inferior a los 356.000 millones
estimados inicialmente por la propia Oficina. Sin embargo,
según el Panel, "a pesar de que esta estimación de
coste tan reducida sea esperanzadora, no necesariamente valida la
administración que el Tesoro ha realizado del
TARP".

Eso se debe, en gran medida, a que los programas para la
prevención de ejecuciones inmobiliarias podrían
haber costado unos 50.000 millones de dólares a cargo del
TARP, pero no han llegado a implementarse. Por ello, el informe
concluye que "el TARP costará menos de lo esperado porque
conseguirá mucho menos de lo imaginado por los
propietarios de viviendas americanos".

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Riesgo moral

Pero es en las consecuencias de difícil
cuantificación donde el Panel advierte, no ya de las
carencias del TARP, sino de los daños que ha causado.
Así, en el punto álgido de la crisis bancaria, 18
grandes instituciones financieras recibieron 208.600 millones de
dólares prácticamente de la noche a la
mañana sin tener que demostrar su capacidad para devolver
esos importes ni cumplir muchos requisitos. Mientras tanto, otras
instituciones financieras menores no recibieron esas
ayudas.

El informe detalla hasta tres implicaciones:

1. La primera consecuencia fue que las empresas de
rating, lógicamente, tuvieron en cuenta este trato
desigual al valorar a unos y a otros y, en consecuencia, a las
pequeñas instituciones les sale ahora todavía
más caro recurrir al crédito.

Esta distorsión en el mercado, como reconoce el
propio Panel, es de muy difícil cuantificación,
pero nada deseable para el buen funcionamiento del mercado. Como
señalan los críticos, contribuye a que haya menos
competencia, más concentración en el sector y, en
definitiva, unos precios más elevados para el consumidor.
Y, ciertamente, tampoco contribuye a la buena imagen del
TARP.

2. La segunda consecuencia consiste en la
creación de riesgo moral por parte del TARP: "Al proteger
a los bancos muy grandes de la insolvencia y el colapso (…)
ahora pueden decidir racionalmente tomar riesgos inflados porque
esperan que, si su apuesta falla, los contribuyentes
cargarán con la pérdida. Irónicamente
-concluye el panel- estos riesgos inflados pueden crear un riesgo
sistémico todavía mayor e incrementar la
probabilidad de futuras crisis y rescates financieros". Es decir,
una de las consecuencias más destacables del TARP ha sido,
precisamente, agravar el riesgo financiero que pretendía
aliviar.

3. La tercera consecuencia tiene que ver con los
rescates a empresas no financieras, en concreto las
automovilísticas. Estas ayudas han extendido el riesgo
moral más allá del sector financiero. O sea, no
sólo no alivia adecuadamente el riesgo en el sector
financiero sino que lo propaga artificialmente al sector
industrial estadounidense.

El estigma del TARP

Todo ello lleva al Panel a considerar que el TARP, a los
ojos del público americano, ha quedado estigmatizado: "La
percepción general es que el TARP ha restablecido la
estabilidad al sector financiero mediante las rescates a los
bancos de Wall Street y a los fabricantes nacionales de
automóviles, mientras hacía poco por los 13,9
millones de trabajadores en paro, los 2,4 millones de
propietarios de viviendas que están en riesgo inminente de
ejecución hipotecaria o las innumerables familias que, de
algún modo, se esfuerzan por llegar a final de
mes".

El propio presidente del Panel, Ted Kaufman, ha
reconocido que "claramente aquí debería haber
habido mucho más para en Main Street", expresión
que se traduciría como Calle Mayor, con la que
comúnmente se suele referir a la economía real y al
ciudadano medio en contraposición a las grandes
instituciones financieras de Wall Street.

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Otro de los puntos oscuros del TARP es la falta de
transparencia, según ha denunciado el Panel desde su
primer informe. No es que el Tesoro se haya negado a facilitar
información sobre lo que hacía, sino que en muchos
casos no ha recopilado ninguna información relevante. Es
el caso de las ayudas millonarias concedidas con tanta
generosidad a las grandes instituciones financieras; el Tesoro
jamás se preocupó por enterarse de a qué se
destinaba ese dinero. Por lo tanto, "el público
jamás sabrá qué propósito se le dio a
su dinero".

Finalmente, el informe llama la atención sobre
otro aspecto de la falta de transparencia: la incapacidad del
Tesoro a la hora de articular objetivos claros para muchos de los
programas TARP o modificarlos a medida que
evolucionaban.

Así, a principios de 2009 el presidente
anunció que el Programa Modificado de Hogares Asequibles
(HAMP) evitaría unos tres o cuatro millones de ejecuciones
hipotecarias.

Pero en estos momentos el programa tiene su objetivo
máximo fijado en 800.000 y el Tesoro jamás ha
modificado ese objetivo. "En ausencia de objetivos significativos
-dice el informe- el público no tiene manera de
responsabilizar al Tesoro y el Tesoro no tiene ningún
objetivo claro al que dirigirse en sus propias
deliberaciones".

El Partido Republicano, por su parte, ya tiene el ojo
puesto en estos fallidos programas contra las ejecuciones para
cerrarlos, pero la Casa Blanca replica con amenaza de veto
presidencial.

Además del TARP…

A pesar de todo esto, cabe tener en cuenta que el TARP
no ha representado el grueso de las ayudas públicas
concedidas al sector financiero norteamericano. Recuérdese
que la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos la gestaron, aparte
de la Reserva Federal (FED), las dos grandes entidades
patrocinadas por el Gobierno, las grandes agencias hipotecarias
Fannie Mae y Freddie Mac.

Y la cuestión es que la Reserva Federal ha
comprado nada menos que 1,1 billones de dólares de esos
"activos problemáticos" de Fannie Y Freddie, al margen de
los programas TARP, cuyo coste neto para el contribuyente
-recordemos- no asciende a más de 25.000 millones,
según el Panel.

Es más, según la Oficina Presupuestaria
del Congreso, el rescate financiero de Fannie y Freddie
costará a los contribuyentes unos 380.000 millones de
dólares hasta el ejercicio 2021, factura que tampoco se ha
incluido en el coste del TARP.

Y, además de esos 1,1 billones inyectados a
Fannie y Freddie, la FED y otros programas del FDIC (Fondo de
Garantía de Depósitos en EEUU) se han gastado otros
2 billones de dólares de los contribuyentes que tampoco
computan en el TARP.

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De este modo, es evidente que esos más de 3
billones de dólares en ayudas al sector financiero no
incluidos en el TARP adolecen más si cabe de esas
deficiencias de transparencia y falta de claridad en los
objetivos que denuncia el Panel. Distorsionan también el
funcionamiento del mercado financiero y, por supuesto, crean y
amplifican el riesgo moral.

Además, al tratarse en su mayoría de
adquisiciones realizadas por la Reserva Federal y no de ayudas
públicas puntuales, tampoco procede la "devolución"
a los contribuyentes. Y todo ello en una magnitud que supera en
120 veces los 25.000 millones de precio final del TARP para los
contribuyentes.

Varios miembros del Panel han llegado a afirmar que "los
esfuerzos del Gobierno dentro y fuera del TARP han sembrado las
semillas para la próxima crisis".

Las mentiras y medias verdades de Ben Bernanke sobre la
crisis financiera (2ª Parte)

"El presidente de la Reserva Federal
aleccionó a una treintena de alumnos sobre la benevolencia
de la FED sin hacer la más mínima
autocrítica"…
(Libertad Digital –
7/4/12)

El presidente de la Reserva Federal de EEUU (FED), el
honorable Ben Bernanke, ha impartido una serie de cuatro
lecciones en la Escuela Universitaria de Negocios George
Washington (GWU) entre los días 20 y 29 de marzo (2012),
con el título La Reserva Federal y la crisis financiera.
La treintena de alumnos asistentes al curso de 1,5
créditos recibió a Bernanke con un discreto aplauso
ya que, según informa USA Today, se les había
"animado a aplaudir respetuosamente".

Orígenes y misión de la Reserva
Federal

La primera lección se centró en "lo que
hacen los bancos centrales, el origen de la banca central en los
Estados Unidos y la experiencia de la FED durante la Gran
Depresión".

Al inicio de su presentación (página 6),
Bernanke afirmó que un "banco central no es un banco
comercial ordinario sino una agencia gubernamental".
Ningún alumno levantó la mano para preguntarle
desde cuándo había cambiado la FED radicalmente de
opinión sobre sí misma. Y es que, cuando
periodistas de Bloomberg News y Fox Business quisieron acceder a
los documentos secretos de la FED, ésta se negó
alegando no estar sujeta a la Ley de Libertad de
Información, precisamente, por no ser una agencia
gubernamental.

Más allá de sus problemas de identidad, la
FED es propiedad de 12 bancos federales, como su propia web
indica. Y, como cualquier banco ordinario, y a gran diferencia de
las agencias gubernamentales, puede alardear de un desaforado
ánimo de lucro. No en vano, sus beneficios superaron los
77.000 millones de dólares en 2011.

En cuanto a la misión de los bancos centrales,
Bernanke explicó lo siguiente (página 7): "Todos
los bancos centrales se esfuerzan por conseguir una
inflación baja y estable". El primer problema aquí
es que, por inflación, en este contexto, se entiende un
aumento generalizado del nivel de precios. Por bajo que sea, un
aumento porcentual anual constante es, por definición, un
aumento exponencial de los precios. Pero Bernanke no dice
"precios bajos y estables".

Incluso dando por buenos los datos oficiales de
inflación, aquejados de graves defectos, es evidente que
los esfuerzos de la Reserva Federal para conseguir una
inflación "baja y estable" no producen resultados tan
deseables como podría parecer. Véase el siguiente
gráfico, donde puede apreciarse un índice de
precios estable, hasta que a finales de diciembre de 1913 se crea
la FED (zona sombreada) y los precios empiezan a inflarse
exponencialmente, o sea, "una inflación baja y estable",
según Bernanke.

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Pánicos financieros

Por otro lado, trató de ilustrar la
aparición y naturaleza de los pánicos bancarios
haciendo referencia a la película ¡Qué bello
es vivir!, que pocos alumnos habían visto. Según
indicó (página 11), estos procesos son provocados
"por una repentina pérdida de confianza en una o
más instituciones financieras, llevando a que el
público deje de financiar esas instituciones mediante, por
ejemplo, depósitos".

Brilló por su ausencia la explicación de
por qué de repente los clientes dejan de confiar en su
banco. Tampoco se molestó en esclarecer cómo
sobrevivían los bancos comerciales antes de la
aparición de la banca central si una falta de confianza
repentina inexplicable los ponía en apuros. Así,
por ejemplo, los analistas de QB Asset Management Lee Quaintance
y Paul Brodsky consideran que los pánicos se dan cuando
una parte de la población se percata "de que no hay
suficiente dinero en existencia para respaldar el crédito
pendiente".

Prestamista de última instancia

Así que para "detener el pánico, los
bancos centrales han de actuar como prestamista de última
instancia", añadió (página 13). Aquí
el presidente de la FED no dudó en citar el aforismo
"todavía relevante" -según él- del
inglés Walter Bagehot referente a la actuación
apropiada de los bancos centrales durante las crisis: "Presta
libremente, contra buenas garantías, a tipos
punitivos".

Después de haber destinado más de 16
billones de dólares en préstamos secretos,
según una auditoría limitada de la GAO, nadie
podrá negarle a la FED su cumplimiento con lo de "presta
libremente". Pero ningún alumno de la prestigiosa
Universidad le preguntó cómo puede hablar de buenas
garantías cuando lleva cuatro años inflando el
balance de la FED con activos de ínfima calidad. Tampoco
le preguntaron cómo puede considerar relevante la regla de
prestar "a tipos punitivos" cuando, en realidad, está
prestando a menos del 1% (los tipos más bajos de la
historia de la institución).

Claramente, la FED incumple de forma explícita
dos de los tres principios de la Regla de Bagehot. Por si fuera
poco, como dice el economista George Selgin en un demoledor
artículo titulado Anti-Bernanke, el presidente de la FED
"menciona el trabajo de Bagehot, pero sólo para recitar
las reglas para prestar en última instancia. Permite
así que todos esos estudiantes inocentes de la GWU
supongan [como era seguramente su intención] que Bagehot
consideraba que la banca central era una cosa
estupenda".

Nada más lejos de la realidad. El inglés
detestaba la banca central, pero consciente de que su
desaparición no era factible elaboró estas famosas
recomendaciones para, al menos, limitar los destrozos. En
palabras del propio Walter Bagehot: "Estamos tan acostumbrados a
un sistema bancario, dependiente de un banco único para su
función cardinal, que difícilmente podemos concebir
otro. Pero el sistema natural -el que habría aparecido si
el Gobierno hubiese dejado a la banca en paz- es el de muchos
bancos de igual o no muy diferente tamaño".

Bagehot criticó claramente a la banca central,
que consideró una monarquía antinatural: "No hay
ninguna tendencia a la monarquía en el algodón; ni,
donde se ha dejado libre a la banca, existe tampoco tendencia
alguna a una monarquía en la banca". Y
añadió: "Una república con muchos
competidores (…) es la constitución de cada negocio si
se le deja en paz, y de la banca tanto como de cualquier otro.
Una monarquía en cualquier negocio es un signo de alguna
ventaja anómala y de alguna intervención
externa".

Según Bernanke (página 20): "Los
pánicos financieros de 1873, 1884, 1890, 1893 y 1907
provocaron cierres de bancos, pérdidas para los
depositantes e inversores y frecuentes desaceleraciones de la
economía en general". Afirmación que ilustra con un
gráfico de los cierres bancarios de 1873 a 1914. En la
página siguiente, Bernanke vuelve a enseñar
exactamente el mismo gráfico.

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Convenientemente, el gráfico acaba justo en el
año en que la FED inició sus actividades. Lo que
queda oculto más allá de 1914 es otro detalle
incómodo que Bernanke omitió sin que los alumnos se
inmutasen. En efecto, tras la creación de la FED, los
pánicos bancarios no disminuyeron. Todo lo contrario,
aumentaron considerablemente las suspensiones bancarias, tanto en
número total de bancos quebrados como en proporción
sobre el número total de bancos activos, según
datos oficiales de la propia Reserva Federal.

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El patrón oro

Pero el plato fuerte de la primera lección
consistió en la crítica de Bernanke al
patrón oro, enumerando hasta ocho problemas de ese antiguo
sistema monetario. "La fortaleza del patrón oro es
también su mayor debilidad: debido a que la oferta
monetaria es determinada mediante la oferta de oro, no puede
ajustarse en respuesta a las condiciones económicas
cambiantes" (página 23). Y añadió: "Todos
los países con patrón oro están obligados a
mantener tipos de cambio fijos. Como resultado, los efectos de
las malas políticas en un país pueden transmitirse
a otros países si ambos están en el patrón
oro" (página 24).

Una visión muy distinta la presenta el editor
financiero James Grant, considerado por Ron Paul como el
candidato ideal para presidir la FED cuando acabe el actual
mandado de Bernanke en 2014. Grant cita un libro que obtuvo del
Banco de la Reserva Federal de Atlanta en el que se afirma que
"de 1879 a 1914, un periodo considerablemente más largo
que el de 1945 al final de Bretton Woods en 1971, no hubo cambios
en las paridades entre Estados Unidos, Gran Bretaña,
Francia y Alemania, por no mencionar varios países
europeos menores". Y -sigue citando Grant- los resultados de este
tipo de cambio fijo basado en el oro fueron "un flujo de
inversión extranjera privada en una escala que el mundo
jamás había visto y, en relación a otros
agregados económicos, jamás volvería a
ver".

Mientras, Bernanke continuó con su particular
lección: "Si no es perfectamente creíble, el
patrón oro está sujeto a ataques especulativos y a
un colapso final a medida que la gente intenta cambiar papel
dinero por oro". Y, habiendo evitado enseñar el
gráfico completo de los pánicos bancarios antes y
después de la creación de la FED, Bernanke
sentenció: "El patrón oro no evitó
pánicos financieros frecuentes" (página
25).

La debilidad de estos últimos argumentos contra
el patrón oro radica en que achaca sólo a
éste los problemas que se dieron cuando el patrón
oro convivía con otros dos importantes factores del
sistema monetario, a saber: la propia Reserva Federal y la
reserva fraccionaria. En este sentido, el analista estadounidense
Mish Shedlock matiza las críticas lanzadas por Bernanke
"La historia muestra que los supuestos problemas del
patrón oro son, principalmente, un problema de
manipulaciones del tipo de interés por parte del banco
central en conjunción con préstamos con reserva
fraccionaria que permiten que los bancos presten más
dinero del que está respaldado por oro".

Bernanke se basa en estas críticas al
patrón oro para culparlo de la Gran Depresión. A lo
que Lee Quaintance y Paul Brodsky contestan que "el dinero, per
se, no puede causar ciclos económicos o empresariales",
mientras que "los sistemas bancarios de reserva fraccionaria
pueden y, de hecho, causan ciclos económicos y
empresariales".

Orígenes de la reciente crisis

En la segunda lección, impartida el pasado 22 de
marzo, Bernanke relató las políticas de la Reserva
Federal después de la Segunda Guerra Mundial hasta los
orígenes de la reciente crisis.

Lo ilustró con el siguiente gráfico, donde
se ve claramente cómo los precios de las viviendas
unifamiliares se disparan con el cambio de siglo. Pero en 2005,
2006 y 2007, él mismo insistía una y otra vez que
no había burbuja y que no habría problemas con las
hipotecas.

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Según el presidente de la Reserva Federal, las
pruebas demuestran que los periodos de estabilidad y crecimiento
económico se deben a la Reserva Federal, pero "no
desempeñó un papel importante" en la
creación de la burbuja.

Es decir, la FED se dedica a inundar el mercado con
dinero barato para que la gente, entre otras cosas, se endeude
con hipotecas. Además, como prestamista de última
instancia, incentiva a que los agentes económicos se
endeuden muy por encima de sus posibilidades y asuman riesgos
excesivos porque, en última instancia, les
prestará. Y, cuando los que se han endeudado y arriesgado
en exceso empiezan a padecer las consecuencias, la culpa es de
"los mercados emergentes", según
explicó.

La gestión de la crisis

Habiendo sentado estas bases de rigor e imparcialidad,
las dos últimas lecciones fueron una auténtica
campaña de autobombo para vender su propia labor lidiando
con la crisis. En su opinión, la FED hizo lo que
tenía que hacer y volvería a hacer lo
mismo.

La tercera lección empieza con un breve listado
de las "vulnerabilidades" del sector privado (página 5), a
saber: "Excesivo apalancamiento (deuda), incapacidad de los
bancos para realizar una gestión y seguimiento adecuados
de los riesgos, excesiva dependencia de la financiación a
corto plazo y aumento del uso de los instrumentos financieros
exóticos que concentraron el riesgo".

Precisamente, para evitar estos vicios, decía
Bagehot que, si el banco central prestaba, tenía que
hacerlo a tipos no ya altos sino "punitivos". Sabiendo que la
Reserva Federal le cubre las espaldas como prestamista de
última instancia y que, además, esos
préstamos no serán ni punitivos ni tendrán
que respaldarse con deuda de calidad, es el sector privado quien
peca de estas vulnerabilidades, pero es la Reserva Federal quien
las genera de la nada, en primer lugar.

Finalmente, en la cuarta y última lección
se aborda el periodo posterior a la crisis financiera. Bernanke
considera que las pruebas de resistencia realizadas por el banco
central a los diecinueve mayores bancos de EEUU han "ayudado a
recuperar la confianza de los inversores", obviando las graves
deficiencias de estas pruebas.

Otro de los logros de los que el presidente del banco
central se autocongratula es de que la institución "se ha
hecho más transparente en lo referente a la
política monetaria" (página 23). Pone como ejemplo
que en 2011 empezó a celebrar ruedas de prensa,
después de casi cien años de secretismo extremo.
Una vez más, las omisiones de Bernanke resultan
especialmente relevantes. En este caso, se olvidó de
explicar que los planificadores económicos de la FED
sólo han iniciado esta especie de glasnost después
de que la prensa les llevase a los tribunales para poder acceder
a los documentos secretos que el propio Bernanke se negaba a
desvelar.

El BCE, principio y fin de un circuito cerrado (otro que
miente y no retira la ponchera)

El BCE presta dinero a los bancos. Los bancos compran
deuda del Estado para que éste pueda financiar el
déficit. El Estado avala a los bancos para que puedan
emitir deuda. El Estado avala a las comunidades autónomas
para que los bancos puedan pagar las facturas de éstas a
los proveedores. Y los bancos toman la deuda de los Estados para
depositar como colateral en el BCE.

Por resumir un poco:

La macrosubasta del BCE (1/3/12) pone dinero (en
realidad, mucho dinero) en circulación en el mercado, pero
éste apenas sale del circuito cerrado de banco
central-banca comercial-Tesoro público. ¿Tiene
sentido? En teoría, ninguno. En la práctica,
está lejos de ser una solución óptima, y
llega tarde. Pero es mejor que no hacer nada.

La ventaja más apreciable es la caída de
las primas de riesgo. No es poca cosa, pero tampoco es el
único efecto, pues con la barra libre de Draghi, la banca
española e italiana ha podido captar dinero para cubrir
sus vencimientos de deuda más próximos. En otras
palabras, el BCE inyecta dinero en un circuito cerrado, pero es
que este circuito necesita dinero para evitar el colapso. Y dado
que no sale de otro sitio, el BCE es el mal menor.

El déficit público que ocupa tantas
portadas es simplemente el arma de negociación, o la
moneda de cambio: Bruselas y el BCE no pueden exigir a
España o Italia que acaben de un día para otro con
sus lacras financieras, luego vuelca su artillería sobre
este objetivo. No porque sea factible, sino porque es una
petición exigible.

Es por todo esto que el ciudadano de a pie solo ve una
cosa: que sufre los recortes impuestos desde el Norte de Europa
mientras el dinero que llega del Norte de Europa solamente llega
a la banca. Es la explicación, que de poco servirá
a quienes, con razón, protestan.

Las crisis de liquidez, en fin, pueden degenerar por
sí solas, y a través de la desconfianza de los
mercados, en crisis de solvencia. Pero las medidas que solucionan
la liquidez no solucionan la solvencia. El BCE no quiso atajar la
crisis de liquidez en un primer momento y, ahora, lo único
que puede hacer es ganar tiempo.

No comment (I): lecturas recomendadas (el que quiera
entender que entienda)

– El gran robo bancario (Project Syndicate –
2/9/11)

(Por Nassim Nicholas Taleb and Mark
Spitznagel)

Nueva York.- Para la economía americana -y
para muchas otras economías desarrolladas-, el elefante en
la habitación es la cantidad de dinero entregado a los
banqueros en los cinco últimos años. En los Estados
Unidos, la suma asciende a la asombrosa cifra de 2,2 billones de
dólares en el caso de los bancos registrados en la
Comisión del Mercado de Valores de los EEUU. Si la
extrapolamos al próximo decenio, la cifra se
acercaría a los cinco billones de dólares, una
cantidad muchísimo mayor que lo que el Gobierno del
Presidente Barak Obama y sus oponentes republicanos parecen
dispuestos a reducir de los próximos déficits
gubernamentales.

Esos cinco billones de dólares
no son dinero invertido en la construcción de carreteras,
escuelas y otros proyectos a largo plazo, sino que se transfieren
directamente de la economía americana a las cuentas
personales de ejecutivos y empleados de bancos.
Semejantes
transferencias representan para todos los demás el
impuesto más artero que imaginarse pueda. Parece de lo
más inicuo que los banqueros, después de haber
contribuido a causar los problemas económicos y
financieros actuales, sean la única clase que no
está padeciendo sus consecuencias… y en muchos casos se
está beneficiando, en realidad.

Los megabancos principales resultan desconcertantes en
muchos sentidos. (Ya) no es un secreto que han funcionado hasta
ahora como grandes y complejos planes de remuneración, que
han ocultado las probabilidades de acontecimientos imprevistos
que representan poco riesgo, pero tienen grandes repercusiones, y
se han beneficiado del parapeto gratuito de las garantías
públicas implícitas. Se ve claramente que a un
apalancamiento excesivo y no a sus aptitudes es a lo que se deben
sus beneficios resultantes, que después recaen
desproporcionadamente en los empleados, y sus pérdidas, a
veces en gran escala, que recaen sobre los accionistas y los
contribuyentes.

Dicho de otro modo, los bancos corren
riesgos, reciben los beneficios y después transfieren las
pérdidas a los accionistas, los contribuyentes e incluso
los jubilados. Para rescatar el sistema bancario, la Reserva
Federal, por ejemplo, bajó los tipos de interés
hasta unos niveles artificialmente bajos; como se ha sabido
recientemente, también ha concedido préstamos
secretos de 1,2 billones de dólares a los bancos. El
efecto principal hasta ahora ha sido el de ayudar a los banqueros
a conseguir primas (en lugar de atraer a prestatarios) ocultando
los riesgos.

Los contribuyentes acaban pagando dichos riesgos, como
también los jubilados y otros que dependen de los
réditos de sus ahorros. Además, las
políticas de bajos tipos de interés transfieren el
riesgo de la inflación a todos los ahorradores y a las
generaciones futuras. Así, pues, tal vez el mayor insulto
a los contribuyentes es el de que el año pasado la
remuneración de los banqueros volviera a alcanzar el nivel
del período anterior a la crisis.

Naturalmente, antes de que los gobiernos los rescataran,
los bancos nunca habían repartido dividendos en su
historia, suponiendo que sus activos estuvieran ajustados al
valor del mercado. Tampoco es de esperar que lo hagan a largo
plazo, pues su modelo de negocio sigue siendo idéntico al
que era antes, con modificaciones sólo cosméticas
en relación con los riesgos inherentes a las
transacciones.

De modo que los datos están
claros, pero, como contribuyentes individuales, estamos
indefensos, porque, dadas las medidas concertadas de los grupos
de presión o –peor aún– de las
autoridades económicas, no controlamos los resultados.
Nuestras subvenciones para los directores y ejecutivos de los
bancos son completamente involuntarias.

Pero la perplejidad resultante representa un elefante
aún mayor. ¿Por qué un gerente de
inversiones compra los valores de bancos que pagan porciones muy
grandes de sus ganancias a sus empleados?

La razón no puede ser la promesa de repetir
beneficios pasados, dada la insuficiencia de dichos beneficios.
En realidad, filtrar los valores conforme a los beneficios
habría reducido a más de la mitad las
pérdidas de las inversiones en el sector financiero en los
veinte últimos años, sin pérdidas de
beneficios.

¿Por qué los gerentes de carteras y de
fondos de pensiones abrigan la esperanza de que sus inversores
les concedan impunidad? ¿Acaso no resulta evidente a los
inversores que están transfiriendo voluntariamente los
fondos de sus clientes a los bolsillos de los banqueros?
¿Acaso no están violando los gestores de fondos
tanto las obligaciones fiduciarias como las normas morales?
¿Están desaprovechando la única oportunidad
que tenemos de disciplinar a los bancos y obligarlos a competir
para correr riesgos de forma responsable?

Resulta difícil de entender por
qué el mecanismo del mercado no elimina esas preguntas. Un
mercado que funcionara bien produciría resultados que
favorecerían a los bancos que contaran con los riesgos
adecuados, los planes de remuneración idóneos, el
reparto de riesgos correcto y, por tanto, la gestión
empresarial adecuada.

Podemos preguntarnos: si los gestores de inversiones y
sus clientes no reciben beneficios elevados por sus valores
bancarios, como sucedería si se beneficiaran de la
externalización por parte de los banqueros del riesgo que
recae en los contribuyentes, ¿por qué no se
deshacen de ellos? La respuesta es la llamada "beta": los bancos
representan una gran proporción de los S&P 500 y los
gestores necesitan invertir en ellos.

No creemos que la reglamentación sea una panacea
para este estado de cosas. Los bancos mayores y más
complejos han llegado a ser expertos en mantenerse un paso por
delante de los reglamentadores creando constantemente productos
financieros y derivados que eluden la letra de las normas. En
esas circunstancias, una reglamentación más
complicada significa simplemente más horas retribuibles
para los abogados, más ingresos para los reglamentadores
que cambien de bando y más beneficios para los gestores de
derivados.

Los gestores de inversiones tienen la obligación
profesional y moral de desempeñar su papel imponiendo
cierta disciplina al sistema bancario. El primer paso
debería ser el de diferenciar los bancos conforme a sus
criterios de remuneración.

En el pasado los inversores se han regido por criterios
éticos -al excluir, pongamos por caso, las empresas
tabaqueras o las multinacionales cómplices del apartheid
en Sudáfrica- y han logrado ejercer presiones en los
valores subyacentes. La inversión en bancos constituye una
doble violación: ética y profesional. Los
inversores y todos nosotros estaríamos mucho mejor
económicamente, si esos fondos afluyeran a empresas
más productivas, tal vez reorientando hacia organizaciones
benéficas una cantidad equivalente a la que se
transferiría a las primas de los banqueros.

(Nassim Nicholas Taleb es profesor de Prevención
de Riesgos en la Universidad de Nueva York y autor de The Black
Swan ("El cisne negro"). Mark Spitznagel es gestor de fondos de
cobertura. Los autores tienen posiciones que se benefician, si
los valores de los bancos se devalúan. Copyright: Project
Syndicate, 2011)

– ¿Los pobres son los causantes de la crisis?
(Project Syndicate – 19/1/11)

(Por Simon Johnson)

Washington, DC.- Estados Unidos sigue desgarrado por un
acalorado debate sobre las causas de la crisis financiera de
2007-2009. ¿Hay que echarle la culpa al gobierno por lo
que salió mal? Y, si fuera así, ¿de
qué manera?

En diciembre, la minoría
republicana en la Comisión de Investigación de la
Crisis Financiera (FCIC, por su sigla en inglés) intervino
con una narrativa de disenso preventiva. De acuerdo con este
grupo, las políticas equivocadas del gobierno, destinadas
a aumentar la cantidad de propietarios de viviendas entre la
gente relativamente pobre, empujó a demasiada gente a
contraer hipotecas de alto riesgo que no podían
pagar.

Potencialmente, esta narrativa puede ganar mucho
respaldo, especialmente en la Cámara de Representantes
controlada por los republicanos y en las vísperas de la
elección presidencial de 2012. Pero, mientras que los
republicanos de la FCIC escriben elocuentemente, ¿tienen
alguna prueba para respaldar sus aseveraciones? ¿La gente
pobre en Estados Unidos es responsable de causar la crisis global
más grave en más de una
generación?

No, según Daron Acemoglu del MIT (y autor junto
conmigo en otros temas), que presentó sus conclusiones en
la reunión anual de la Asociación de Finanzas de
Estados Unidos a principios de enero. (Las diapositivas
están en su sitio web del MIT.)

Acemoglu desglosa la narración
republicana en tres interrogantes diferentes. Primero,
¿hay pruebas de que los políticos estadounidenses
responden a las preferencias o deseos de los votantes de menores
ingresos?

La evidencia en este punto no es tan
definitiva como a uno le gustaría, pero lo que tenemos
-por ejemplo, a partir del trabajo de Larry Bartels de la
Universidad de Princeton- sugiere que, en los últimos 50
años, prácticamente toda la élite
política estadounidense dejó de compartir las
preferencias de los votantes de ingresos bajos o medios. Las
opiniones de los funcionarios se acercaron mucho más a las
que comúnmente se hacen oír en la cima de la
distribución de ingresos.

Existen varias teorías con
respecto a por qué se produjo este cambio. En nuestro
libro 13 banqueros, James Kwak y yo destacamos una
combinación del creciente papel que juegan los aportes de
campaña, la puerta giratoria entre Wall Street y
Washington, y, sobre todo, un cambio ideológico hacia la
idea de que las finanzas son buenas, que más finanzas es
mejor y que lo mejor son las finanzas sin control. Existe un
corolario claro: las voces e intereses de la gente relativamente
pobre poco cuentan en la política
norteamericana.

La evaluación que hace Acemoglu
de la investigación reciente sobre el lobby es que las
partes del sector privado querían que se relajaran las
reglas financieras -y trabajaron duro e invirtieron mucho dinero
para obtener este resultado-. El ímpetu por un gran
mercado de hipotecas de alto riesgo surgió del interior
del sector privado: "innovación" por parte de prestadores
hipotecarios gigantes como Countrywide, Ameriquest y muchos
otros, respaldados por los grandes bancos de inversión. Y,
para hablar sin rodeos, fueron algunos de los mayores jugadores
de Wall Street, no los propietarios excesivamente endeudados, los
que recibieron rescates gubernamentales después de la
crisis.

Acemoglu luego pregunta si existen
pruebas de que la distribución de ingresos en Estados
Unidos empeoró a fines de los años 1990, lo que
llevó a los políticos a aflojar las riendas en lo
que concierne a prestarle dinero a gente que estaba "rezagada".
Los ingresos en Estados Unidos, efectivamente, se volvieron mucho
más desiguales en los últimos 40 años, pero
el momento elegido no encaja con esta historia en
absoluto.

Por ejemplo, a partir del trabajo que
hizo Acemoglu con David Autor (también del MIT), sabemos
que los ingresos correspondientes al 10% que más gana
subieron marcadamente durante los años 1980. Los ingresos
semanales crecieron lentamente en el caso del 50% que menos gana
y del 10% que menos ganaba en ese momento, pero al sector menos
favorecido en la distribución de ingresos en realidad le
fue relativamente bien en la segunda mitad de los años
1990. De modo que nadie tuvo que pelearla más que este
segmento en la víspera de la locura de las hipotecas de
alto riesgo, que se produjo a principios de los años
2000.

A partir de datos de Thomas Piketty y
Emmanuel Saez, Acemoglu también señala que la
dinámica de la distribución de ingresos para el 1%
que más gana en Estados Unidos parece diferente. Como
sugirieron Thomas Philippon y Ariell Reshef, el marcado
incremento de este grupo en el poder de ingresos parece
más relacionado con la desregulación de las
finanzas (y quizás otros sectores). En otras palabras, los
grandes ganadores de la "innovación financiera" de todo
tipo en las últimas tres décadas no fueron los
pobres (ni siquiera la clase media), sino los ricos –la
gente que ya cobraba mucho.

Finalmente, Acemoglu examina el papel
del respaldo del gobierno federal a la vivienda. Sin duda,
Estados Unidos durante mucho tiempo ofreció subsidios a la
vivienda ocupada por sus dueños -principalmente a
través de una deducción impositiva para los
intereses hipotecarios-. Pero este subsidio en absoluto explica
el momento del auge del sector inmobiliario y de los
descabellados préstamos hipotecarios.

Los republicanos de la FCIC acusan con firmeza a Fannie
Mae, Freddie Mac y otras empresas patrocinadas por el gobierno
que respaldaron los préstamos para la vivienda mediante
garantías de diferentes tipos. Tienen razón cuando
dicen que Fannie y Freddie eran "demasiado grandes para quebrar",
lo que les permitió pedir dinero prestado a un menor costo
y asumir más riesgo -con un escaso financiamiento de
capital para respaldar su exposición.

Pero, si bien Fannie y Freddie se lanzaron a hipotecas
dudosas (particularmente aquellas conocidas como Alt-A) e
hicieron operaciones con prestadores de alto riesgo, esto
representaba algo relativamente pequeño y surgió
tarde en el ciclo (por ejemplo, 2004-2005). El principal
ímpetu para el auge surgió de toda la maquinaria de
la securitización de "sello privado", que era justamente
eso: privado. De hecho, como señala Acemoglu, los
poderosos jugadores del sector privado consistentemente
intentaron marginar a Fannie y Freddie y excluirlas de los
segmentos de mercado en rápida
expansión.

Los republicanos de la FCIC están
en lo cierto al ubicar al gobierno en el centro de lo que
salió mal. Pero este no fue un caso de
sobrerregulación o de exceso de alcance. Por el contrario,
30 años de desregulación financiera, que fue
posible gracias a que se cautivó el corazón y la
mente de los reguladores, y de políticos tanto
republicanos como demócratas, le dieron a una estrecha
élite del sector privado –principalmente en Wall
Street- casi todas las ventajas del auge inmobiliario.

La parte negativa recayó en el resto de la
sociedad, en especial en las personas de bajo nivel educativo y
mal remuneradas, que ahora perdieron sus casas, sus empleos, las
esperanzas para sus hijos o todo a la vez. Esta gente no
causó la crisis. Pero está pagando por
ella.

(Simon Johnson, ex economista principal del FMI, es
cofundador de un importante blog de economía,
http://BaselineScenario.com, profesor en el MIT Sloan y miembro
sénior en el Instituto Peterson para la Economía
Internacional. Su libro, 13 banqueros, que escribió junto
con James Kwak, está actualmente disponible en tapa
blanda. Copyright: Project Syndicate, 2011)

– No hubo un verdadero examen de la crisis (Project
Syndicate – 22/9/11)

(Por Luigi Zingales)

Chicago.- Ya pasaron tres años desde la
caída de Lehman Brothers, que fue el punto de partida de
la fase más aguda de la crisis financiera de 2007 y 2008.
¿Podemos decir que el mundo financiero es un sitio
más seguro en la actualidad?

Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de
2001, los EEUU demoraron apenas unos días en implementar
impresionantes medidas de seguridad en todos los aeropuertos del
país. En el plazo de un mes, el ejército
estadounidense estaba desplegado en Afganistán. Tres
años después, los EEUU ya tenían un informe
oficial sobre las causas de los sucesos del 11-S; el
comité de expertos que lo redactó, bien provisto de
recursos, identificó las debilidades de los organismos de
seguridad de los Estados Unidos y ofreció recomendaciones
para resolverlas.

Pero tres años después del comienzo de la
crisis financiera, ¿tenemos algo similar? No niego que
Estados Unidos puede mostrar como prueba de sus esfuerzos por
hacer algo las 2000 páginas de la ley Dodd-Frank (de
reforma de Wall Street y protección de los consumidores).
Por desgracia, de esas páginas, muy pocas se ocupan de los
problemas que pueden haber estado detrás de la
crisis.

Por ejemplo, no se corrigió la
confianza excesiva de los bonistas en las agencias calificadoras
de riesgo, que tienden a ser más blandas con los emisores
de bonos cuando son poderosos. No se dijo nada sobre cómo
el sector bancario en la sombra depende de la liquidez y las
garantías del sector bancario formal, lo que en
última instancia implica que depende del Estado. Y hasta
la próxima década no habrá cambios en lo
relacionado con los límites al apalancamiento de las
instituciones financieras.

La lista de defectos de la ley podría continuar
al infinito. Prácticamente no se modificaron los
incentivos perversos que alientan a los fondos del mercado
monetario a asumir demasiado riesgo; tampoco se prestó
atención a los problemas que acarrea el pago de premios.
El cambio más aplaudido, llamado "regla Volcker" en
referencia al ex presidente de la Reserva Federal de los EEUU,
Paul Volcker, y que consiste en separar las inversiones que los
bancos realizan con fondos propios para su provecho de sus
actividades de banca comercial, no guarda ninguna relación
con las causas de la crisis, y lo más probable es que se
lo haya aprobado precisamente por no tener ningún
efecto.

Es cierto que la Comisión de Investigación
de la Crisis Financiera, presidida por Phil Angelides,
llegó a emitir, no solo uno, sino tres informes sobre lo
sucedido. A modo de comparación, la Comisión
Rogers, encargada de investigar las causas del desastre del
transbordador Challenger, emitió uno solo. En esta
última investigación participaron los cerebros
más brillantes del momento, entre ellos el premio Nobel de
Física Richard Feynman, y en la búsqueda de las
causas no se dejó piedra sin remover. Finalmente, se
identificó con precisión al culpable de la
tragedia: una junta que al enfriarse se volvió demasiado
rígida y ocasionó una pérdida. Para
demostrar a la opinión pública la validez de esta
conclusión, Feynman realizó un experimento ante las
cámaras de la televisión.

La economía no es una ciencia tan exacta como la
física, pero eso no justifica el fracaso de la
Comisión Angelides. Siempre que tengamos datos
suficientes, los economistas podemos aplicar métodos que
nos permiten identificar las causas probables de los
fenómenos económicos (y si se trata de refutar
explicaciones alternativas, somos incluso mejores). Nuestra
limitación principal no son las metodologías, sino
la disponibilidad de datos. Pero en este caso, no hubo datos a
disposición de los economistas, porque las partes
interesadas temían (y aún temen) compartirlos: es
que saben muy bien lo que podría salir a la luz del
día.

Por desgracia, la comisión investigadora
(compuesta en su mayor parte por funcionarios electos, no por
expertos) perdió el tiempo en discusiones
políticas. Sus miembros ni siquiera llegaron a un acuerdo
respecto de cómo definir el concepto de hipoteca subprime
y calcular la cantidad de esas hipotecas que había en los
Estados Unidos al momento de la crisis.

Después de esta primera investigación, el
trabajo de la comisión fue objeto de otra
investigación, incluso más completa. Tras un examen
de correos electrónicos, un informe preparado por miembros
del Congreso presentó pruebas de que el trabajo de la
comisión se había guiado más por
motivaciones políticas que por la búsqueda de la
verdad. Al fin y al cabo, ya antes de que se descubriera
algún hecho, las medidas correctivas estaban decididas y
aprobadas, y los miembros de la comisión estaban
más interesados en apoyar o desacreditar la ley Dodd-Frank
(según el partido político al que pertenecieran)
que en determinar la verdad de lo sucedido.

Se perdió así una gran
oportunidad. La Comisión Angelides estaba dotada de poder
legal para citar testigos y requerir pruebas, con lo que hubiera
podido reunir y poner a disposición de los investigadores
los datos necesarios para responder muchas preguntas
fundamentales sobre la crisis. Por ejemplo: ¿asumieron
riesgos más grandes las compañías que
ofrecían paquetes de compensación no solo a sus
directores ejecutivos sino también a sus operadores?
¿La toma de riesgo excesivo por parte de las instituciones
financieras fue producto de la incompetencia o de la estupidez?
¿O más bien, fue una respuesta racional a las
garantías implícitas ofrecidas por el Estado? Al
extenderse la aplicación de normas demasiado permisivas
para el otorgamiento de crédito, ¿el mercado se
percató de lo que sucedía y supo asignar a los
diferentes paquetes de préstamos el precio que les
correspondía? ¿O, por el contrario, se dejó
engañar? ¿Quiénes fueron en última
instancia los compradores de esos productos tóxicos y por
qué los compraron? Y en todo esto, ¿cuánto
hubo de fraude?

Estas son las preguntas para las que se necesitan
respuestas. Por desgracia, a menos que se imponga la
obligación de revelar una cantidad suficiente de datos, es
probable que esas respuestas nunca se obtengan. Y en ese caso,
corremos el riesgo de no enterarnos de lo que causó esta
crisis hasta después de que se produzca la
siguiente.

(Luigi Zingales es profesor de Iniciativa Empresarial y
Finanzas en la Escuela de Posgrado en Administración de la
Universidad de Chicago y coautor, con Raghuram G. Rajan, de
Saving Capitalism from the Capitalists (Salvar al capitalismo de
los capitalistas). Copyright: Project Syndicate, 2011)

El "peso específico" de la crisis

Haciendo un cálculo sencillo, a partir de los
datos anteriores, podemos constatar que el dinero del
contribuyente aplicado por los EEUU para "socorrer" a sus bancos
("too big to fail") alcanzó entre los años 2007 y
2009 la friolera de 8,4 billones de dólares, lo que
equivale al 60% del PIB de ese país.

Si el cálculo se hace para la Unión
Europea, tenemos, inicialmente 1,6 billones de euros (entre 2008
y 2010), que se transforman en 4 billones de euros (según
el presidente de la Comisión Europea) para "el conjunto de
medidas puestas en marcha para encarrilar la economía"
(sic), lo que equivale al 33% del PIB de la
Unión.

Dicho en palabras elementales (para que lo entiendan los
que se "lían" con los "billones"): los bancos "demasiado
grandes para caer" se han "fumado" en la primera etapa del
salvataje (digo primera, porque hay una segunda -en marcha- y
vaya Dios a saber cuantas más quedan por venir, hasta que
saquen todos los cadáveres del armario), el equivalente al
60% de la producción total de un año en los EEUU y
el equivalente al 33% de la producción de un año de
todos los países miembros de la Unión
Europea.

A los contribuyentes ("dalits", "paganos" o "paganinis")
americanos les han sacado (robado) de sus bolsillos el 60% del
producto (trabajo) de un año para auxiliar a los bancos
causantes de la crisis. Esto, sin agregar la "exacción"
indirecta (por la vía inflacionaria) de los Quantitative
Easing (QE) de la Fed. El helicóptero de
Bernanke.

A los contribuyentes ("dalits", "paganos" o "paganinis")
europeos les han sacado (robado) de sus bolsillos el 33% del
producto (trabajo) de un año para auxiliar a los bancos
causantes de la crisis. Esto, sin agregar la "exacción"
indirecta (por la vía inflacionaria) de las "barras
libres" del BCE. La "ponchera" de Draghi.

¿Si esta crisis ("sistémica", dicen los
escribas mercenarios), se hubiera producido en otro sector de la
economía (minero, pesquero, agrícola,
manufacturero, energético, servicios no financieros,
profesional…), creen ustedes que los gobiernos hubieran
puesto a disposición de los "damnificados" tan ingente (y
probablemente irrecuperable) cantidad de dinero? ¿Y si
además (para más inri), esos "afectados",
resultaran ser los causantes (culpables) de la crisis?

¿Por qué puede (y tal vez debe) quebrar
una explotación agrícola, una fábrica, un
supermercado, una tienda, un bar, un restaurante, un taller
mecánico, un sanatorio, un profesional… y no puede
quebrar un banco? ¿En qué manual de economía
están establecidos los parámetros del riesgo
sistémico? ¿Cuál es el límite?
¿Y el riesgo moral?

Esto comportamiento no es capitalista, tampoco liberal.
Es un falso capitalismo, un liberalismo económico
asimétrico, donde se privatizan las ganancias y se
socializan las pérdidas. Donde se distorsiona (altera) la
selección natural. Donde se "amputa" la mano invisible del
mercado. Esta es una economía de casino donde las apuestas
(particulares) se "cubren" con dinero del contribuyente
(público). Y ya se sabe, "el dinero público no es
de nadie" (sic).

¿Cómo se puede entender la "naturaleza y
causa de las riqueza de las naciones", si se deja a cargo de la
regeneración de las finanzas a los mismos que provocaron
la crisis (la mayor desde 1930), si se tolera que
continúen aplicando los mismos métodos (y vicios)
que la originaron? El zorro cuida a las gallinas… el
pirómano cuida el bosque… y el monstruo de
Amstetten cuida a las mujeres y los niños… "Volved
a los camarotes, todo está arreglado" (dijo el
Capitán del Costa Concordia).

¿Aparte de Madoff (porque "pisó los
callos" a muchos judíos ricos) y Rajaratnam (porque no era
"uno de los nuestros"), quién más entró en
la cárcel? En la "quebrada" Europa, ni uno. Mucha banca
"en la sombra" y ningún banquero "a la sombra".

¿Cuántos de los CEOs (los mariscales de la
derrota) siguen al mando de los principales bancos, como si no
hubieran tenido nada que ver con el "invento"? ¿Han
devuelto algo de los premios cobrados mientras sus bancos se iban
a la quiebra? ¿Han dejado de cobrar sus "bonus"
multimillonarios durante el proceso de rescate con dinero
público?

Resulta (por lo menos) altamente sospechoso que los
bancos centrales hayan ayudado (socorrido) a los bancos
(acreedores) y no lo hayan hecho con los particulares (deudores
hipotecarios) para que pagaran sus deudas con los bancos. Un caso
inaudito en que se ayuda al acreedor en vez de al deudor. El
mundo económico al revés. "Y Smith
lloró"…

Vamos a suponer que no haya habido "cohecho activo" (en
el que el político o el funcionario es el que se aprovecha
del delito cometido para enriquecerse), pero sin duda ha habido
"cohecho pasivo" (en el que el político o funcionario deja
de actuar para permitir que terceras personas hayan podido
enriquecerse). "Y Montesquieu lloró"…

Según Washington, WikiLeaks (2011) o Megaupload
(2012) son miembros del "crimen organizado" (sic).
¿Cómo deberían caratular, entonces, a la
banca (los perros de la codicia) y a Wall Street (la mano
"visible" de los mercados)?

Rebasados los 4 años de tormenta financiera (que
seguimos soportando), los gobiernos continúan "mareando la
perdiz", sin hacer las reformas necesarias del sistema.
Sería muy preferible ir a una solución
"sistémica" (aquí sí, "sospechosos" escribas
liberales), que pase por repensar el conjunto del sistema
financiero, reconocer pérdidas, cerrar lo que haya que
cerrar, por recapitalizar (sobrecapitalizar) las sobrevivientes,
y por poder decirle al mercado (mejor, a los contribuyentes) que
hemos puesto fin a la pesadilla.

Los efectos "secundarios" (la segunda ola del tsunami
financiero): a lomos de la bestia

(Diciembre de 2010) El gasto de estímulo y el
rescate conexo del sistema financiero, junto con los efectos de
la recesión en los ingresos, contribuyeron a los
déficits de alrededor del 10% del PIB en la mayor parte de
las economías avanzadas. Según el Fondo Monetario
Internacional, entre otros, el coeficiente deuda
pública-PIB de estas economías superará el
110% para 2015, en comparación con el 70% previo a la
crisis.

(Julio 2011) En la última década, la deuda
pública acumulada en el planeta se ha duplicado de largo
hasta superar los 30 billones de euros, casi 30 veces el PIB
español. Las Administraciones desplazan así al
sector privado de la financiación ajena y abonan tensiones
económicas como las europeas. No es una cantidad que se
suela manejar en los medios de comunicación, pero es
extremadamente importante. Mucho más, cuando la crisis de
la deuda originada en Grecia y extendida por la zona euro amenaza
con sumir al planeta en una segunda recesión. El nivel de
endeudamiento público global supera ya los 40 billones de
dólares: según la Intelligence Unit de la
prestigiosa publicación británica The Economist,
asciende a 42,6 billones de dólares; con los
cálculos del Factbook de la CIA estadounidense,
llegaría a 44,2 billones, nada menos que el 59,3% de la
actividad económica del planeta.

(Julio de 2011) El enorme déficit presupuestario
de los Estados Unidos, medido como porcentaje de la renta
nacional, es hoy el tercero entre los de los principales
países del mundo, apenas superado por los de Grecia y
Egipto. Por supuesto que el déficit actual, equivalente al
9,1% del PIB, se debe en parte a los efectos automáticos
de la recesión. Pero según las proyecciones
oficiales de la Oficina de Presupuesto del Congreso de los
Estados Unidos (CBO, por sus siglas en inglés), incluso
tras una recuperación de la economía al nivel de
pleno empleo, el déficit seguirá siendo tan grande
que la relación entre la deuda pública del
país y el PIB no dejará de crecer durante lo que
resta de la década y después. El déficit
pasó de 3,2% del PIB en 2008 a 8,9% del PIB en 2010 (lo
que a su vez empujó hacia arriba la relación deuda
pública/PIB, de 40% a 62%).

(Septiembre 2011) La bola de nieve en que se ha
convertido el endeudamiento -público y privado- amenaza a
las economías, como se encargan de recordar cada
día los mercados. Pero a unos países más que
a otros. Y en el pelotón de cabeza está
España, que, según los últimos datos
procedentes del BIS (Banco de Pagos Internacionales por sus
siglas en inglés), ocupa ya la cuarta plaza como
país más endeudado del mundo. Sólo
Japón (456% del PIB), Portugal (366%) y Bélgica
(356%) tenían a finales de 2010 un mayor nivel de deuda
que España en relación a su PIB nominal, un
355%.

(Septiembre 2011) Según los cálculos del
BIS, por cada diez puntos que aumenta la deuda pública por
encima del 85% del PIB, la actividad económica se contrae
en un 10% por cada punto porcentual de crecimiento. En el caso de
la deuda corporativa, el umbral de peligro se sitúa a
partir del 90%, y su impacto es la mitad de grande que en el caso
de la deuda pública. Mientras que para la deuda de las
familias la luz roja se enciende a partir del 85%, y aunque el
impacto es "impreciso", se considera que es
importante.

Un diabético con sobrepeso (a punto de sufrir un
infarto)

¿Estamos realmente a un paso del abismo?
¿Se acabó el mundo que conocemos?

Tratar de entender las ramificaciones de esta
catástrofe hace que la mente tiemble: es como imaginar el
infinito. Y en medio del pánico surge una pregunta
sencilla: ¿cómo logramos todos ignorar lo
obvio?

La crisis financiera mundial puso al descubierto
defectos del capitalismo al estilo estadounidense, las
insuficiencias de lo que los británicos apodaron como la
regulación financiera "leve" y la tendencia del sistema
hacia cometer excesos periódicos. Más
recientemente, la crisis de la deuda soberana de Europa puso de
relieve la tensión de un costoso estado de bienestar en
ausencia de un vigoroso crecimiento económico que lo
financie.

El modelo de EEUU continúa en dificultades tres
años después de que los reguladores dejaran que
Lehman Brothers se hundiera. Miles de millones de dólares
duermen ociosos en las arcas de las empresas, a pesar de que
millones de trabajadores se hallan desempleados desde hace
más de un año. El mercado inmobiliario sigue
deprimido. La parálisis política en materia fiscal
socava la autoridad económica en EEUU. Todo esto y
más ha debilitado el argumento más simple a favor
del modelo económico de EEUU: el hecho de que
funciona.

Los países de la eurozona dependerán en
2012 de que los inversores no sean extremadamente virtuosos,
porque, en conjunto, les pedirán 1,25 billones de euros,
la cantidad que necesitan para afrontar los vencimientos de deuda
pública que tendrán a lo largo del año. Un
desafío extraordinario tanto en lo cuantitativo -puesto
que esa cifra equivale prácticamente al 13 por ciento de
la economía de la región- como en lo cualitativo,
porque supondrá una reválida para pulsar el grado
de confianza que los europaíses inspiran en los mercados
financieros tras la extrema tensión de 2011.

Los vencimientos de deuda estadounidense durante 2012
será seis veces superiores a los de los cuatro grandes
países emergentes, ChinaIndiaBrasil y Rusia. Casi tres
billones de dólares, si sumamos también los
intereses a pagar. Sin embargo, estas cuatro economías,
imparables en pegar mordiscos a su porcentaje del PIB global,
sólo acudirán al mercado para pedir 482.000
millones de dólares.

Sólo Japón afrontará más
vencimientos y pagos que EEUU pero el interés será
mucho menor. Los bonos nipones a diez años ofrecen
intereses menores del 1%, los segundos más bajos del
planeta tras Suiza. Los estadounidenses entregaron de media un
2,18% según la agencia Bloomberg. Así que la
factura a pagar por Washington podría superar en este 2012
a la japonesa.

Robert Prince, codirector jefe de inversiones de
Bridgewater y su equipo de gestores del mayor fondo de cobertura
del mundo, se preparan para por lo menos una década de
bajo crecimiento y alto desempleo en las principales
economías desarrolladas. Prince califica a esas
economías, Europa y Estados Unidos en particular, como
"zombis" y asegura que van a seguir en ese estado hasta que
reduzcan sus enormes deudas.

"Lo que tenemos es un cuadro de un sistema
económico quebrado que opera con respirador artificial",
dice Prince. "Estamos observando un proceso de desapalancamiento
que va a durar entre 15 y 20 años y apenas llevamos
cuatro", comentó.

En Europa, por ejemplo, "falta mucho para superar la
crisis de la deuda", señala. Este problema
económico y financiero significa que las tasas de
interés permanecerán en cero durante muchos
años, tanto en Europa como en EEUU.

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