Sobre las Vivencias de Profesionales Psi y sus Aportes –
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Sobre las Vivencias de Profesionales
Psi y sus Aportes
<<Un modelo es importante, siempre que permita
hacerse el propio>> Carlos Castilla del Pino.
<< Los intelectuales debemos mantener un
escepticismo crítico ante cualquier forma de poder>>
Ronald D. Laing.
Hace muchos años un profesional afincado en
Zaragoza me dijo: <<la elección de la
profesión es por algo>>.
Yo era un muchacho desorientado que venía de
estudiar Químicas por satisfacer el deseo de mis padres,
esto es, que yo perteneciera a los hombres de ciencia. Mis padres
son médicos orgánicos y estandarizados en los
postulados de la medicina basada en la evidencia, también
en relación a la salud mental.
Antes de comenzar la Licenciatura de Psicología
había leído libros de literatura, filosofía
y psicología. Recuerdo a Herman Hesse, James Joyce, Franz
Kaffka, Ernest Hemingway (me fascinó Por quién
doblan las campanas), Virginia Woolf, William Shakespeare;
Nietzsche y Marx, como fenómenos críticos y, por
otro lado, Pavlov, Skinner, Goleman y otros representantes de la
ciencia basada en la evidencia. A Freud me lo habían
pintado como una especie de gurú chiflado, con todo el
respeto a los gurús, esta idea de Freud es un
legado social transmitido por la ciencia. Cuando reposaba,
escribía y reflexionaba en el Monasterio de Piedra, Ronald
D. Laing dijo: <<La ciencia ha destruido el mundo>>.
Mi impresión era de desapego, tal vez mi sensación
general también lo fuese. Recuerdo que acudía por
obligación de mis superiores, esto es, mis padres, a las
clases de Químicas. Entre tanto me presenté por un
amigo a un examen de Estadística y empecé a
introducirme en los Manuales de la Licenciatura de
Psicología. Recuerdo leer absolutamente fascinado, con una
voracidad insaciable. Aquello era algo relacionado con lo que
andaba buscando. Comprender lo que había vivido, lo que
estaba viviendo. No obstante, esos libros de Psicología
General eran algo huecos.
Comencé a estudiar con mucho interés,
dedicación y pasión. Recuerdo que tenía una
vaga sensación de extrañeza con respecto a
mí mismo y trataba de encontrar el Santo Grial, a
lo Indiana Jones, a través de esas lecturas. Como me
había señalado aquel profesional. Recuerdo que
disfruté especialmente estudiando Sociología; fue
una de las asignaturas en que saqué matrícula,
aunque el único efecto que obtuve fue ahorrar a mis padres
un dinero. No tuve elogios ni muestras de afecto. Debía
satisfacer el narcisismo de mis padres. Claro, que en aquella
época no podía dar nombre, ni significado, a esa
vivencia de vacío.
Al mismo tiempo, comencé haciendo
prácticas con un psicólogo conductista, experto en
adicciones. Dedicaba muchas horas, muchísimas más
de las necesarias. Allí, tuve la oportunidad de presenciar
como co-terapeuta sesiones de psicología conductista. Todo
se basaba en la modificación de conducta y en el empleo de
cuestionarios diagnósticos que yo debía corregir e
interpretar. Así estuve cuatro años. Dormía
poco, tenía que estudiar. Sentía mucha
presión y ese psicólogo me enseñó
algunas cosas importantes. Sin embargo, el enfoque que él
proponía me pareció, más tarde,
vacío, algo que no conectaba de una forma significativa
con la persona. Es una forma de mercadotecnia de la
Psicología. Debería estar contento de haber tenido
esa oportunidad que me abrió puertas a estudiar libros de
Psiquiatría, visualizar grabaciones de sesiones (recuerdo
que entonces me impactó una persona con un Trastorno de
Identidad Disociativo). Conocí a más psiquiatras, a
psicólogos que practicaban la hipnosis y a un numeroso
grupo de profesionales con los que alguna vez comí.
Sentía que estaba compartiendo mesa con personas muy
importantes.
Me apuntaba a más asignaturas de las que
pertenecían al curso, porque iba con ciertas urgencias. Mi
propósito era acabar cuanto antes la carrera y marcharme
de casa. Como muchos jóvenes, pero probablemente con una
motivación añadida de carácter
imperioso.
Tuve un episodio desafortunado en lo emocional que me
hizo perder un curso, aunque acabé terminando en los
años estandarizados. Ese episodio me llevó a
conocer a un psicoanalista, derivado por el profesional del
hospital donde estuve ingresado siete días con sus siete
noches. En el informe de alta me daban por desahuciado y me
derivaban a ese profesional psicoanalista porque era la
única terapia que podía tolerar. Salí en un
estado algo lamentable y me recibió esa persona. Fue un
auténtico tormento. Aprendí mucho, fue una
experiencia enriquecedora, transformadora, radicalmente
virulenta. Ahora soy amigo de aquel psiquiatra que entonces yo
veía como un monstruo.
Los profesionales que me habían atendido hasta
entonces eran todos psiquiatras, porque mis padres pensaban que
los psicólogos no saben tanto. Bien, dado el modelo
psiquiátrico español, pueden imaginar que el
tratamiento no fue precisamente psicoterápico sino
"pastillero". Por poner un ejemplo paradigmático del
establishment puedo citar a Enrique Rojas, camarada del
Opus Dei y escritor de refritos de autoayuda, pobre de
mí, he leído un par de ellos. El que yo
elegí daba buena cuenta de mi situación: se
titulaba ¿Quién eres?. El segundo me lo
regaló años después una médico que
estaba satisfecha con el trabajo que yo estaba desarrollando con
las personas que me derivaba para psicoterapia. Éste
segundo libro es relativamente reciente: Adiós,
Depresión.
Entretanto, trabajé en lo que se suele llamar
desafortunadamente reformatorio. Lo compatibilizaba con
mis primeros pasos en la profesión y aprendí mucho
de los chavales. No obstante, no estaba cómodo en ese
formato carcelario, porque entonces ya tenía
formación psicoanalítica y vocación
humanista. Recuerdo que un día dije a uno de los
más brillantes profesionales del centro: <<Si me leo
el libro de Foucault: Vigilar y Castigar, me marcho de
aquí>>. Me acabé marchando, no encajaba. Y no
había leído el libro en ese momento, solo lo
empecé, fue suficiente. Para colmo, recuerdo a una
entrañable paciente que me dijo: <<se te ve muy
cansado>>. Esto fue un signo más que me
estimuló más a marcharme y centrarme en mi
verdadera vocación: atender a personas, no medicarlas
hasta las cejas y encerrarlas. Para ser justo, también se
hacían cosas muy hermosas. Todavía le pongo a mi
mujer en el coche un disco que un muchacho gitano grabó en
el centro con unos profesores de música. Gritaremos
Libertad, cantaba ese chaval de padre
heroinómano.
Posteriormente, tras mi pasada y metabolizada
Metamorfosis, a lo Gregorio Samsa, trabajaba siguiendo
los postulados psicoanalíticos técnicos de
Etchegoyen, Bleger y la inspiración de Sigmund Freud,
Melanie Klein, Anna Freud, Donald Winnicott, John Bowlby, Paul
Watzlawick, Gregory Bateson, Ronald D. Laing, Thomas Szasz, Otto
Rank, Sándor Ferenczi y un largo etcétera. No
obstante, sentí que algo no funcionaba. Estaba adoptando
una doctrina que para mí, no era natural; no me
sentía cómodo conmigo mismo, no me sentía
auténtico. Recuerdo que escribí: <<El
psicoanálisis es un falso self en
beneficio del paciente>>.
Tras muchos años de análisis,
rebeldía, tortas y besos, a partes iguales, me
despedí de aquel terapeuta que acabó siendo un
padre bueno y que me ayudó entre otras muchas cosas al
Proceso de convertirse en Persona, como dice un texto
fundamental de Carl Rogers, dicho en otros términos:
una transformación del Self.
También me despedí de una Institución
Psicoanalítica. Mi formación había sido
ecléctica o como prefiero denominar Integradora, con
profesionales de Madrid y Zaragoza, de diferentes
orientaciones.
Conocí a un nuevo psiquiatra (otra vez un
psiquiatra, ya les iba cogiendo el punto). La experiencia con
él se asentaba en los cimientos que habíamos
construido mi anterior analista y yo. Esa base produjo un
Nuevo Comienzo, feliz expresión que está
indisolublemente unida al cambio en mi enfoque en la praxis. Ya
no seguí un modelo, sino que creé el modelo a mi
medida en función del paciente, como bien me indicó
uno de mis supervisores, siendo auténtico, genuino y
consecuente con mi personalidad y manera de entender la
clínica y lo más importante, al ser humano.
Deseché teorizaciones especulativas, imaginativas y
decimonónicas para entender el psicoanálisis desde
la sociedad actual. Esto me llevó a acercarme a la
Psicoterapia de Maslow, el citado Rogers, a Fritz Perls, a Erich
Fromm, al popular Bucay, quien me enseñó el valor
narrativo y metafórico en psicoterapia, a Victor Frankl, a
John Bowlby, a Boris Cyrulnik, a Mary Ainsworth y posteriormente,
cuando ya estaba curado, surgió el
movimiento de la psicología positiva de Martin Seligman.
En realidad, hasta hace poco no ha trascendido y, cabe
añadir, que no se le ha dado (todavía) la
importancia de lo que transmite Seligman. El objetivo de la
Psicoterapia Positiva es la curación, no paliar o
contribuir a que la persona sea funcional estrictamente, sino
ayudarle a que tenga una actitud optimista y a que conquiste el
bienestar y la felicidad. La actitud optimista me sirvió
para reinventarme y cambiar mi manera de trabajar.
Matizaré que, también estaba influido del
eclecticismo de mi terapeuta. Con eso que llaman ahora "neuronas
espejo" o dicho de otra manera identificaciones
cruzadas, seguí investigando con una emergente
curiosidad: la conquista de la felicidad. La brillante Alejandra
Pizarnik decía: <<Aun si digo sol y luna y estrella
me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba
yo? Deseaba un silencio perfecto. Por eso
hablo>>.
Mi vivencia me llevó al análisis de las
biografías de algunos profesionales que me llenan desde mi
segunda transformación del Self. Luis
Rojas Marcos es un hombre muy conocido y al que se le atribuye
mucho prestigio y profesionalidad. Estuvo trabajando duro durante
el atentado de las Torres Gemelas del 11-S y se ha hecho un hueco
importante en Nueva York, como docente y clínico. Es un
representante de la psicología positiva y un gran
divulgador que escribe libros más bien de ensayo que de
autoayuda. Eso a las editoriales no suele agradarles, mucha gente
quiere recetas mágicas, como el
after-shave que utilizo por las mañanas. Luis
Rojas Marcos comenta en su libro La Autoestima sus
primeras andanzas por la vida. Él fue un niño
difícil, muy movido, inquieto, no se concentraba. Le
expulsaron de varios colegios, sus padres ya no sabían
qué hacer con él. Se sentía muy mal. Un buen
día llegó a un colegio de niños
rebotados y conoció a una profesora-tutora que le
entendió y desde entonces encontró el camino con
ese soporte afectivo fundamental para la resiliencia. A
los 25 años se fue a Nueva York para estudiar e investigar
acerca del nuevo concepto que le ayudó a dar sentido a sus
experiencias infantiles: la Hiperactividad. A partir de
ahí siguió trabajando duro, con gran inquietud
intelectual y ganas de ayudar a sus pacientes. En el libro
Convivir, explica que tuvo otra experiencia que le
llevó a cambiar su manera de abordar la clínica. Se
divorció y, al poco tiempo, se dio cuenta de que
pasó de tener en su consulta una silla a tener
dos.
Martin Seligman, el padre de la psicología
positiva que sentó las bases de su enfoque en su discurso
como presidente de la Asociación de Psicólogos de
Norteamérica en 1999, ha ido desarrollando sus tesis en
base a su enfoque empírico. Él es el
pionero del concepto de la Indefensión Aprendida,
un modelo para entender la depresión que tiene que ver con
que la persona deprimida se siente impotente, incapaz de escapar
de la situación que está viviendo. Tras los
experimentos con perros del Dr. Solomon y después de
luchar contra el enfoque conductista gobernado por Skinner,
cambió su orientación hacia la psicología
aplicada. Dice que en ese laboratorio de Solomon había una
atmósfera de tedio y hastío. Además no le
gustaba experimentar con animales a los que se les daban
descargas. En Aprenda Optimismo, leemos: <<Casi
todos hemos pasado alguna vez por una depresión y sabemos
cómo envenena nuestras vidas>>. Una grave enfermedad
de su padre y la reacción emocional que le supuso, comenta
en ese mismo texto, le llevó a estudiar la
profesión, convertirse en psicólogo y encontrar una
analogía entre lo que le pasó a su padre y lo que
experimentaban esos pobres perros. Recomiendo la lectura de sus
libros, en especial La Vida que Florece. Para los que
prefieran algo más relacionado con la autoayuda, sin serlo
stricto sensu, recomiendo leer Aprenda
Optimismo, donde hay escalas para valorar la actitud
optimista o pesimista, entre otras muchas cosas.
Victor Frankl estuvo en tres campos de
concentración. Su libro fundamental es El hombre en
busca de sentido, hace años publicado como Un
psicólogo en un campo de concentración.
Llegó a escribir un texto para una publicación de
Freud, pero se dio cuenta de que no le gustaba demasiado el
modelo del descubridor del Inconsciente, la importancia de la
sexualidad y el trabajo. Erich Fromm (1900-1980) dice que Freud
fue un mojigato que inventó una teoría en
función de la sociedad victoriana a la que
pertenecía y que si Freud viviera en la sociedad actual,
no desarrollaría esas teorías. Victor Frankl
entiende que la persona necesita dar un sentido, un significado a
su vida y construir un proyecto existencial. Un organigrama de
vida. Es el pionero de la Logoterapia.
Boris Cyrulnik también estuvo en un campo de
concentración; allí perdió a toda su
familia. A los 6 años pudo salir de ese lugar al que Freud
llamó, en Más allá del principio del
placer, <<Thanatos, la pulsión de
muerte>>. En palabras de Erich Fromm, Adolf Hitler fue un
<<narcisista maligno>>. Cyrulnik estuvo en orfanatos
y casas de acogida hasta que una familia le adoptó, le dio
cariño, apoyo, sostén emocional y, en definiiva, le
nutrió de ese necesario aporte afectivo para poder
resetearse, reinventarse y, lo que es
más importante, tener una nueva oportunidad para Ser.
Estudió Neurología, Psiquiatría y
Psicoanálisis. Esa formación y vivencias le
condujeron a popularizar y divulgar el concepto de
resiliencia, una palabra tomada del campo de la
Física, como ocurre con estrés. La
resiliencia tiene que ver con la capacidad de la persona
para recuperar y mejorar su yo original después de una
vivencia traumática. Como ocurre con la pelota de tenis
que cae al suelo y al tomarla en la mano tiene de nuevo su forma
redonda.
John Bowlby es el revolucionario psicoanalista que
inventó la Teoría del Apego, muy aceptada en
la comunidad científica; algo que es poco frecuente cuando
esa teoría viene de un psicoanalista. En su
biografía explica que lo que le llevó a estudiar la
importancia de los vínculos y pérdidas afectivas
fueron sus vivencias infantiles. Veía a su madre solo una
hora al día, fue criado por una institutriz y pronto le
internaron en un colegio. A partir de ese momento luchó
con el déficit que podemos entender de narcisismo, esto
es, del natural aporte afectivo de unos padres hacia el
niño para construir una buena
autovaloración.
Mary Ainsworth, psicóloga estadounidense, tras su
amargo divorcio y la depresión que, según su propio
relato, le provocó esta ruptura; decidió en 1960
estudiar a fondo la reacción de niños de 2
años frente a la presencia y ausencia de sus madres
mientras jugaban en una habitación. Casi una década
más tarde llegó a la conclusión de que los
pequeños podían clasificarse en tres grupos. Uno se
comportaba siempre con seguridad y confianza; el segundo lo
componían niños ansiosos, aprensivos y temerosos
cuando las madres se iban y el tercero lo formaban los
pequeños que jugaban por su cuenta y permanecían
emocionalmente distanciados e impertérritos cuando las
madres desaparecían. La forma de comportarse de los
humanos depende de factores objetivos y subjetivos, conscientes e
inconscientes. Las investigaciones posteriores a las de Ainsworth
han encontrado muchas similitudes. En la actualidad se suelen
distinguir cuatro grupos de adultos con respecto a sus estilos de
relación: seguros, ansiosos, elusivos y
desorganizados.
Carl Gustav Jung fue un paladín del
Psicoanálisis, confidente, amigo y colega de Freud , pero
con quien tuvo también desavenencias. Probablemente, por
el narcisismo de Freud y la manera revolucionaria de pensar de
Jung. Jung tuvo serios problemas emocionales, una vida un tanto
caótica, con períodos de intensa depresión,
e incluso de desintegración. Todo esto lo pueden leer
más al detalle en su obra: Recuerdos, sueños,
pensamientos.
Sándor Ferenczi fue denominado por Freud
enfant terrible. Tras haber sido, como Jung, un colega
que alimentaba el narcisismo de Freud, rompió con la
línea que proponía el padre del
Psicoanálisis y desarrolló una terapéutica y
teorizaciones nada convencionales. Un ejemplo
paradigmático sería el análisis
mutuo. Con este concepto hablaba de la posibilidad de que el
paciente analizase al analista durante el psicoanálisis.
Esto rompía los moldes del encuadre psicoanalítico
y todos los principios técnicos y teóricos. Fue
acusado de loco por los adeptos a Freud.
Carlos Castilla del Pino fue coetáneo de
López Ibor, el ilustre psiquiatra español
del franquismo. Castilla del Pino fue denominado el
psiquiatra rojo. Esto le llevó a Córdoba,
donde desarrolló su clínica, sus teorías y
formó a muchos psiquiatras y psicólogos.
Probablemente es el mejor psiquiatra de la historia de
España en cuanto a su producción teórica,
técnica y literaria. Un hombre con un gran abanico de
yoes, un hombre polifacético, versátil en
el mundo de la ciencia. Todas sus obras son geniales.
Desgraciadamente, alguna gente le conoce por el fracaso que tuvo
como padre, por los suicidios y adicciones de algunos de sus
hijos, con el estigma social que eso conlleva. Primero, ser rojo,
luego, ser mal padre. Tal vez, Castilla del Pino fuera
"esquizoide", como tercer estigma. Dicen aquellos que le
conocieron que <<se le notaba algo raro>>. Era
esquivo con los hombres y más cercano con las mujeres. En
su obra póstuma, Aflorismos, dice: <<la
intimidad es opacidad>>. Son 844 aforismos relucientes y
geniales que denotan su brillantez intelectual y donde se
proyecta su personalidad. Allí, un lector avezado se
dará cuenta de lo que expreso.
En conexión afectiva con este referente, tengo
que citar unas palabras de Ronald D. Laing, en una entrevista al
diario El País. En la entrevista le preguntaban
sobre López Ibor en relación a un artículo
que escribió contra los antipsiquiatras. Laing
contestó: <<Me complace que un hombre como el doctor
López Ibor desprecie lo que hacemos porque eso quiere
decir que nuestras teorías no tienen nada que ver con lo
que él practica con sus pacientes". También dijo
que él no es antipsiquiatra, que los antipsiquiatras son
aquellos que drogan, dan descargas y encierran a sus pacientes.
Ronald D. Laing colaboró con John Bowlby, Donald
Winnicott y Charles Rycroft. Trabajó, entre otros lugares,
en el Instituto Tavistock, hasta 1964. Desarrolló
comunidades terapéuticas como el Kingsley Hall, donde las
personas con esquizofrenia(s) desarrollaban una regresión
para crecer de nuevo. Influenciado por la obra de Otto Rank,
escribió El trauma del nacimiento. También
publicó un libro con una paciente con esquizofrenia que
él había curado llamada Mary Barnes. Laing dijo que
<<los científicos han destruido al mundo>>. En
otra entrevista del diario El País, del 1 de
octubre de 1980, la periodista dice lo siguiente: <<Es
difícil entrevistar a este hombre, que aparenta unos
cincuenta años bien llevados y que no mira a los ojos
cuando habla. Entre citas a Merleau-Ponty y Jacques Monod,
comenta el objetivo de su nuevo libro: «El mundo de hoy
necesita ser destruido en la teoría y en la
práctica. En este momento estamos en posición
de hacerlo totalmente, pues en la teoría ya ha sido
destruido por los científicos. Mi libro trata
fundamentalmente de las vivencias, del mundo de las
auténticas vivencias que ha sido abolido por cifras y
cantidades">>.
Por último, Eduardo H. Grecco es un terapeuta
argentino muy prolífico que lleva más de veinte
años estudiando la bipolaridad. Sus obras más
significativas son las siguientes: La Bipolaridad como
Don y Despertar el Don Bipolar. Cuando Grecco habla
de la bipolaridad, lo hace en un sentido muy amplio. Por ejemplo,
en Despertar el Don Bipolar, el subtítulo es
Un camino hacia la curación de la inestabilidad
emocional. Tras leer estas dos obras e investigar su
pensamiento, creo que con bipolaridad se refiere también a
trastornos relacionados con la oscilación como el
Trastorno Límite o de Inestabilidad Emocional. Grecco
especifica que la bipolaridad es un problema del
carácter. Este profesional es bipolar. El Dr.
José Luis Cabouli, en el prólogo al libro
mencionado, dice: <<Cuando Eduardo afirma que sabe con el
pensamiento, con el alma y con el cuerpo de qué habla, es
verdad. Doy fe de que Eduardo ha descendido a lo más
profundo de sus infiernos por sí mismo. Ha entrado en su
propia oscuridad, ha abrazado la sombra y ha regresado a la luz
rescatando su propia alma y conquistando su tesoro. Eduardo
logró, finalmente, lo que Orfeo no pudo hacer con
Eurídice>>.
Estos ejemplos, solo unos pocos de los muchos que
podrían mencionarse, representan de manera clara la
conexión entre biografía y desarrollo de la
persona; sus motivaciones y lo conocido por todos como
autoestima, desarrollo del autoconcepto, identidad, mismidad
(condición de ser uno mismo) y creaciones teóricas
y orientación clínica en el profesional de la salud
psi. Estos pensamientos son herederos de lo que Castilla
del Pino enseñó a los terapeutas españoles
en una época donde no se daba importancia al sujeto. Para
Castilla del Pino, la única forma de comprender al sujeto
es inscribirlo dentro de su biografía. También
enseñó que para aprender psicología y
psiquiatría había que leer a los clásicos.
Quiero dejar abierto este artículo para que sigan
creciendo (independientemente de la edad), transformándose
y pensando por sí mismos. Les dejo con Alejandra Pizarnik,
una maestra de terapeutas y otras personas.
"Recuerdo mi niñezcuando yo
era una anciana
Las flores morían en mis
manosporque la danza salvaje de la alegríales
destruía el corazón.Recuerdo las negras
mañanas de solcuando era niñaes decir ayeres decir
hace siglos".
<<Hay que avergonzarse, sí, pero solo de lo
debido>> Carlos Castilla del Pino: "Aflorismos".
<<Yo era un tesoro escondido y deseaba ser
descubierto: por eso creé la creación, para ser
conocido>> Antiguo aforismo sufí.
Bibliografía:
Carlos Castilla del Pino: "Aflorismos. Pensamientos
Póstumos". Tusquets. 2011, Barcelona.Carlos Castilla del Pino: "Pretérito
Imperfecto". Tusquets. 2003, Barcelona.Carlos Castila del Pino: "Casa del Olivo". Tusquets.
2004, Barcelona.Carl Gustav Jung: "Recuerdos, sueños,
pensamientos". Seix Barral. 2008, Barcelona.Erich Fromm: "El Arte de Escuchar". Paidós.
2012, Barcelona.Donald W. Winnicott: "Obras Completas". RBA. 2008,
Barcelona.Donald W. Winnicott: "Realidad y Juego". Gedisa,
2008, Barcelona.Luis Rojas Marcos: "La Autoestima". Espasa. 2011,
Madrid.Luis Rojas Marcos: "Convivir". Punto de Lectura.
2009, Madrid.Martin E.P. Seligman: "Aprenda Optimismo".
Debolsillo. 2011, Barcelona.Martin E.P. Seligman: "La Auténtica
Felicidad". EdicionesB. 2008, Barcelona.Martin E. P. Seligman: "La Vida que Florece".
Ediciones B. 2011, Barcelona.Eduardo H. Grecco: "La Bipolaridad como Don".
Kairós. 2010, Barcelona.Eduardo H. Grecco: "Despertar el Don Bipolar".
Kairós. 2012, Barcelona.Hector Juan Fiorini: "El Psiquismo Creador".
Agruparte. 2007, Vitoria-Gasteiz.Agustín Vidaller: "Costas Perfumadas". Trea.
2005, Gijón.John Bowlby: "El Apego". Paidós. 1998,
Barcelona.Franz Kaffka: "La Metamorfosis". Losada, 2003,
Barcelona.
Fuentes:
http://elpais.com/diario/1982/11/26/sociedad/407113201_850215.html
Autor:
Rodrigo Córdoba Sanz
Psicólogo y Psicoterapeuta
rcordbasanz.es
psicoletra.blogspot.com
Twitter: [arroba]PSICOLETRA
Zaragoza, 19 de Mayo de 2012.