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La caida del imperio romano




Enviado por santrom



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11

  1. Introducción
  2. La
    crisis del Imperio romano en el siglo III
    1
  3. La
    época de Constantino el Grande 1
  4. La
    germanización del Imperio de Occidente y el saqueo de
    Roma (378-410)1
  5. El
    Imperio romano en la primera mitad del siglo V
    (410-455)1
  6. El
    desmoronamiento del Imperio de Occidente
    (455-476)
  7. Romania y Germania después de
    476
  8. Conclusión

En el siglo VI a. de C. Roma era una pequeña
aldea de labradores y pastores sometida a la influencia de los
etruscos. Cinco siglos después aquel villorrio se
había transformado en una de las más bellas
ciudades del mundo, capital del más extenso y poderoso
Imperio de la Antigüedad. La ascensión de Roma fue un
«vasto sistema de incorporación», como la
llamó Mommsen, realizada con eficacia y energía,
con iniciativas tan audaces como oportunas, con inhumana
crueldad. Los romanos aprovecharon, cuando no provocaron, las
discordias de sus adversarios para vencerlos,
sometiéndolos a una opresión despiadada para el
pueblo y moderada para la nobleza.

Derrotando a Pirro, los romanos se apropiaron las ricas
colonias griegas del sur de Italia. Venciendo a Cartago, se
posesionaron de las riberas del Mediterráneo occidental.
Las guerras contra Filipo de -Macedonia, Antíoco III de
Siria y Mitrídates del Ponto permitieron a Roma someter la
parte más extensa del mundo helenístico. El dominio
de Roma tanto como una empresa militar fue una nueva
ordenación del mundo mediterráneo, que consolidaba
el poder de las oligarquías de las ciudades vencidas y
aseguraba la sumisión de las clases inferiores.

César y Augusto completaron la edificación
del Imperio con las conquistas de la Galia, del resto de
Hispania, de Egipto. El Mediterráneo se convirtió
en un mar romano, el eje vertebral del Imperio. El peso
substancial de la brillante civilización
helenística quedó compensado por la
romanización del Africa occidental, de Hispania, de la
Galia, de Britania La ciudad de Roma fue el centro
geopolítico de esta integración, obra maestra del
genio político romano.1

Este éxito exterior transformó
profundamente la sociedad romana. En el siglo II a. de C. tres
fuerzas sociales, nueva una, cambiadas las otras dos, se
enfrentaban: la nobleza senatorial, poseedora de grandes dominios
rústicos en Italia y en los países conquistados,
conducida por una oligarquía que gobernaba al Senado y a
las restantes instituciones republicanas; la burguesía
capitalista, la nueva clase social, enriquecida por el arriendo
de los impuestos, por los suministros públicos, por la
explotación de las provincias; y la vieja clase campesina,
desposeída de sus tierras por la aristocracia, sustituida
por esclavos en las explotaciones agrarias, convertida en el
ocioso proletariado romano.

La oligarquía senatorial desbarató la
tentativa, suscitada por Tiberio y Cayo Graco, de restablecer,
con una reforma agraria, la clase media campesina. Sojuzgó
también la rebelión de las ciudades italianas a
costa de algunas concesiones a la aristocracia itálica.
Para afianzar su triunfo, recurrió a la dictadura de Sila,
pero fue vencida con sus mismas armas. U alianza de los jefes del
ejército, de los capitalistas y de los proletarios
derribó la República aristocrática. El
asesinato de César no aprovechó a la
oligarquía senatorial ni para diferir el hundimiento de su
poder político. El principado implantado por Octavio
Augusto establecía un régimen diárquico,
sustentado en el equilibrio de poderes entre el emperador y el
Senado. La nobleza retenía intactos sus privilegios
económicos.

Así nació el Imperio romano, organizado
corno una vasta federación de ciudades autónomas
gobernadas por Roma. El Imperio puso fin a las guerras civiles y
renunció a nuevas guerras de conquista.2 El imperialismo
político se transformó en imperialismo
económico. La Pax romana, que dio al mundo
mediterráneo dos siglos de prosperidad, parecía el
acabamiento feliz de un Estado que había logrado un orden
social duradero, cimentado en el gobierno liberal de los
emperadores y en la dócil obediencia de las
masas.

Pero en el siglo III esta obra política, de
apariencia perfecta mas de constitución endeble,
entró en crisis.

NOTAS

1 La obra más famosa sobre historia romana
es la de T. Mommsen: -Historia de Roma, traducción
castellana de A. García Moreno, 9 vols., Madrid, 1876;
existe una edición reciente de Editorial Aguilar, Madrid,
1955. La vida de las provincias en la época imperial y
otros trabajos de Mommsen en El mundo de los Césares,
México, Fondo de Cultura Económica, 1945. Los
estudios de Molmmsen, admirables para su tiempo, han quedado
anticuados. Entre las historias generales deben citarse la
francesa Histoire Générale dirigida por G. GLOTz,
en la que la historia romana comprende 4 tomos, y la inglesa The
Cambridge Ancient History, Vols. VII a XII. Uno de los mejores
manuales modernos, con bibliografía completísima,
es el de A. PIGANIOL: Histoire de Rome, vol. ni de la
colección "Clío", París, 1962, 5.ª
edición (existe traducción castellana, editorial
Eudeba, Buenos Aires). Otros manuales excelentes: LEÓN
Homo: Nueva Historia de Roma, editorial Iberia, Barcelona, 1943;
G. FERRERO: Historia de Roma, ed. Surco, Barcelona, 1959, 2.1
edición; 1. 1. KOVALIOV: Historia de Roma, 2 vols.,
Editorial Futuro, Buenos Aires, 1964; V. DIAKOV: Historia de la
Antigüedad. Roma, Editorial Grijalbo, México, 1966
(estas dos últimas obras son interesantes, como
aportación al tema de la actual historiografía
rusa). Obra española, que puede consultarse con provecho:
L. PERICOT y L. BALLESTER: Historia de Roma, Montaner y
Simón, Barcelona, 1963. Sobre la República romana,
el útil librito de A. ROSENBERG: Historia de la
República romana, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1926,
y también F. ALTHEIM: Historia de Roma, 2 vols,, Uteha,
México, 1961, Sobre la cultura romana, El legado de Roma,
de la Universidad de Oxford, traducción castellana, Ed.
Pegaso. Madrid, 1944. M. GRANT: El mundo romano, Ed. Guadarrama,
Madrid, 1968; A. AYMARD y 1. AUBOYER: Roma y su Imperio, Ed.
Destino, Barcelona, 1967, 3.4 edición; P. GRIMAL: La
civilización romana. Edit. juventud, Barcelona, 1965; R.
BLOCH Y 1. COUSIN: Roma y su destino. Edit. Labor, Barcelona,
1967. Esta bibliografía será ampliada en notas
sucesivas.

2 Para alcanzar una sólida
integración, el Imperio hubiera necesitado incorporar
también la Germania hasta el Elba, y en el este Regar,
como Alejandro, hasta Bactriana y el Hindukuch. Este era el
proyecto de César cuando fue asesinado. La conquista de
Germania fracasó en tiempo de Augusto, al sufrir las
legiones romanas el desastre de la selva de Teutoburgo. Ninguno
de los sucesores, de Augusto prosiguió la expansión
territorial. Claudio, Vespasiano y Trajano la continuaron
sólo parcialmente, y Adriano renunció a ella. Desde
Marco Aurelio los emperadores perdieron la iniciativa de la
política exterior, obligados a guerras
defensivas.

CAPITULO I

1. La decadencia económica

Admirablemente dotados para las empresas
políticas, los romanos carecieron (como todos los pueblos
que han llegado a la hegemonía por el camino de la guerra)
de una certera visión de los problemas económicos.
La conquista militar les había entregado los excedentes de
riqueza de las provincias. Y siguieron apropiándose, por
el sistema de tributación, de los nuevos sobrantes que se
iban produciendo. Esta política económica
absorbió el capital que las provincias necesitaban para
conservar su ritmo de producción. El grupo de financieros
romanos que acaparaban los beneficios no los empleó nunca,
ni parcialmente, en inversiones que crearan nuevas fuentes de
riqueza en la agricultura, en el comercio o en la industria.
Colocaron sus bienes en fincas rústicas y en lujosas
residencias campestres.

La Roma antigua había sido un pueblo de
labradores, y la agricultura romana proporcionaba aún
rendimientos satisfactorios cuando, a mediados del siglo I el
español Columela escribió el tratado de agricultura
más completo de la ciencia antigua. Pero a poco
empezó a faltar mano de obra. Esta escasez fue
consecuencia de la despoblación y de la merma del
número de esclavos.

La explotación capitalista del agro romano
había entrado en el siglo ni en una decadencia de la que
ya no se recuperó la sociedad romana. El sistema de
rotación de cultivos bienal agotó tierras de labor
muy feraces. Las grandes propiedades trabajadas por esclavos
fueron dedicadas a cultivos extensivos. Así se
inició un retorno a la economía natural, que
tenía que generalizarse en los últimos tiempos del
Imperio de occidente.

La despoblación de Italia, iniciada por las
emigraciones a las provincias, fue creciendo con la
expansión de la malaria, las epidemias, las guerras. En el
siglo III la presión de los tributos y servicios, la
desnutrición de las clases inferiores, la inseguridad de
la vida, crearon una situación angustiosa, en la que muy
pocas familias deseaban criar hijos. El aborto provocado se
generalizó. Rostovtzeff señala como fenómeno
característico de la época un «verdadero y
sistemático suicidio de la raza».2

Insuficiencias técnicas

Con la Pax romana disminuyó el acopio de
esclavos, esas multitudes que parecían inagotables, y que
las guerras habían dado tan pródigamente. La
escasez de esclavos pudo haberse compensado con una
política fiscal moderada, que estimulara a los
agricultores libres, o bien con el perfeccionamiento de las
técnicas de cultivo. Los arados eran demasiado ligeros
para cavar la tierra profundamente. Los aperos de cultivo fueron
los mismos durante siglos. No se tiene noticias de otras
máquinas agrícolas que no fueran las prensas para
aceitunas o para uvas.3 Nada más revelador de los
negativos resultados de la política económica del
Imperio que lo acaecido en Egipto. En el valle del Nilo no
fallaron nunca las más favorables condiciones naturales:
una tierra incesantemente fertilizada por los arrastres del
río, riego abundante, clima propicio, labriegos
experimentados, alta natalidad de la población campesina.
Pues bien: desde la conquista romana hasta que Roma perdió
el dominio del país la producción agrícola
de Egipto disminuyó progresivamente.

Como el declive de la producción agrícola
empezó en Italia,4 Roma tuvo que ser abastecida por las
provincias. Egipto y Africa suministraron el trigo que la gran
ciudad necesitaba. Cuando los cultivos de la vid y del olivo
declinaron en la península italiana, Grecia, España
y el sur de la Galia, enviaron a Roma sus vinos y sus aceites.
Las exigencias del abastecimiento de Roma requerían un
aumento del volumen de los transportes marítimos cuando
empezaba a faltar la mano de obra y se iniciaba la
piratería en el Mediterráneo.

La producción económica suplida por la
conquista militar

La minería romana se limitaba a cavar
superficialmente el suelo, debido a lo cual las minas de oro y
plata se agotaron., Trajano había vuelto a la
política tradicional de Roma: recurrir a la conquista
territorial para cubrir la penuria de capital y de mano de obra.
Y así es como la campaña de Dacia (101-106)
proporcionó un considerable alivio a las necesidades del
Estado romano.5 Adriano había realizado una reforma
administrativa para mejorar la base económica y social del
Imperio. Pero el problema era más económico que
administrativo. Como no se mejoraron ni modernizaron los
cultivos, la eficiencia de la administración sirvió
sólo para incrementar los gastos imperiales. Una
burocracia numerosa y bien pagada vino a embeber el capital que
tanto las explotaciones agrícolas como la industria y el
comercio necesitaban. La moneda se desvalorizó, la
especulación se hizo general y los precios subieron
rápidamente.

La economía estatificada

A medida que las exigencias tributarias crecían,
la industria, que estaba en dificultades por el desfallecimiento
de la demanda, dependió más de los pedidos del
Gobierno. Pero éste era un cliente que imponía unos
precios tan bajos, que los industriales se arruinaban. Las
grandes industrias fueron desapareciendo. El Estado creó
sus propias fábricas para el aprovisionamiento del
ejército y de los funcionarios. Los obreros estaban
adscritos a estos talleres como a un servicio
público.7

Todas las empresas comerciales importantes quedaron
también atenazadas por el Gobierno imperial, que se
reservó el derecho de prioridad en las compras. Los
mercaderes fueron obligados a transportar mercancías por
cuenta del Estado, a precios que éste
establecía.

Es decir, lo mismo que el trabajo de la tierra, las
industrias, el comercio y los transportes soportaron penosas
cargas estatales.

Los romanos se habían enriquecido con la
conquista militar. La riqueza puede adquirirse por la violencia,
pero no se conserva ni se crea con la violencia. Se agota si no
se renueva. Las clases gobernantes romanas ignoraron la
rentabilidad de las inversiones, las ventajas de las invenciones
técnicas para el desarrollo de la economía. Cuando
necesitaron nuevos recursos, terminada la conquista militar que
los había proporcionado hasta entonces, provocaron el
agotamiento de las fuentes de riqueza,

2. La crisis social

La oligarquía senatorial

La nobleza romana, el patriciado, era una aristocracia
de grandes terratenientes, ociosos y cultos, que habían
gobernado la República por medio del Senado. En la
época imperial perdieron el poder político.8 Muchas
de estas antiguas y nobles familias, romanas o itálicas,
desaparecieron en las guerras civiles o fueron diezmadas por la
dinastía Julia-Claudia o se extinguieron. Su puesto en el
Senado fue ocupado por representantes de la aristocracia
provincial (de Galia, de España, de Oriente, de Grecia) y
por miembros del orden ecuestre, que habían servido a
Augusto en las,, guerras civiles y que fueron ennoblecidos por el
emperador. Esta heterogénea nobleza
desempeñó los altos cargos de la
Administración y del Ejército, y, como la vieja
oligarquía, sintió vinculado su bienestar
económico a la posesión de fincas
rústicas.

Sin la cohesión de la antigua nobleza romana, el
Senado imperial fue una institución débil, que los
Antoninos manejaron con facilidad. Cuando los senadores quisieron
oponerse al poder imperial, Cómodo, Septimio Severo y los
emperadores soldados del siglo in subyugaron definitivamente a la
asamblea senatorial. Desaparecidas las antiguas familias romanas,
sus puestos en el Senado fueron ocupados por funcionarios
imperiales o generales del ejército, que en muchos casos
procedían de las clases de tropa.

Sin embargo, de este Senado disminuido emanaba
nominalmente el poder en el siglo III, antes de la reforma de
Diocleciano

Los caballeros

El segundo estamento de la sociedad romana era el
llamado orden ecuestre, formado por la gran burguesía
romana o itálica. En la época imperial fueron
incorporados al orden ecuestre muchos aventureros enriquecidos.
Esta clase social era la más activa e inteligente. Su
finalidad, corno la de la nobleza, fue siempre el acceso a la
gran propiedad territorial. Los caballeros llegaban a convertirse
en latifundistas después de servir al emperador en la
administración y en los mandos del ejército. Con
los emperadores Severos desempeñaron las más altas
magistraturas, mandaron legiones, gobernaron provincias. Lo mismo
que la nobleza, el orden ecuestre quedó abierto a la clase
inferior, que ascendió a él mediante el servicio
militar.

La burguesía
provincial

El tercer estamento social estaba constituido por la
burguesía. fue la clase privilegiada de las provincias,
Las ciudades eran las células del Imperio. Sus clases
superiores, los honestiores, o burgueses, las administraban. Sus
clases inferiores, los humiliores, trabajaban o servían en
el ejército como tropas auxiliares.9

La mayoría de las ciudades provinciales
conservaron su autonomía municipal. Los ciudadanos
más ricos, los curiales, ejercían las magistraturas
y formaban el consejo municipal.10 Contraían ante el
Estado, no sólo la responsabilidad de la
administración de la ciudad, sino el cumplimiento de las
obligaciones fiscales de la ciudad para con el Estado. Soportaron
a su costa las diferencias entre las cargas financieras que el
Imperio exigía a la ciudad y los siempre inferiores
ingresos que se obtenían.

Durante la paz romana, los curiales, embriagados de
entusiasmo urbanístico, habían costeado las
construcciones que convertían a su ciudad en una
pequeña Roma: el foro o plaza, la curia, o edificio del
consejo, la basílica, el templo, el teatro, el anfiteatro,
el circo, las termas, que adornan todavía hoy de bellas y
melancólicas ruinas todas las regiones que pertenecieron
al Imperio romano. Los curiales organizaron generosamente fiestas
y juegos públicos y, como Roma, dieron a sus pobres,
ociosos y hambrientos, pan y circo.

La riqueza de esta burguesía, como la de la
aristocracia senatorial y la del orden ecuestre, era invertida en
propiedades agrícolas,

Pero en el siglo ni la monarquía militar
aumentó tanto las cargas fiscales que la burguesía
de las provincias no pudo dar a Roma todo lo que ésta
exigía. Cuanto más daban los curiales al Estado,
más les apremiaba el Estado. Autorizados por la
Administración imperial -y forzados por la necesidad- a
expoliar a sus colonos y arrendatarios, el antagonismo entre la
ciudad y el campo llevó a violencias desmedidas y
acarreó, como veremos, la ruina de las ciudades del
Imperio, y con ella la de la civilización del mundo
antiguo.

Lo que de esa burguesía logró sobrevivir11
vino a constituir una nueva clase media de condición
servil, que eludía con subterfugios las obligaciones
fiscales, que vivía de la especulación y de la
explotación de los humildes, y que, aun así, apenas
alcanzaba a subsistir.

Los artesanos

La clase trabajadora urbana libre alcanzó un
estatuto social, reglamentado por el emperador Trajano, de breve
duración por los cambios que se produjeron en la sociedad
romana del siglo III.

Los trabajadores libres fueron autorizados a organizarse
en gremios, los collegia. Libertos y esclavos fueron admitidos en
ellos. La situación de los artesanos libres había
mejorado con la escasez de esclavos. Pero los collegia no
beneficiaron económicamente a los trabajadores; no
intervinieron en la fijación de los salarios ni en las
condiciones de trabajo. Los artesanos libres fueron las primeras
víctimas de la penuria de alimentos y de las prestaciones
personales exigidas por el Estado.

Esclavos y libertos

Las guerras de conquista habían suministrado las
grandes masas de esclavos que sustentaron la economía
romana. La paz romana limitó el aprovisionamiento de
esclavos de guerra, y a partir del siglo I el número de
esclavos disminuyó. Entonces se estableció un
lucrativo negocio, basado en el rapto de las víctimas en
las regiones fronterizas (Britania, Germania, Armenia, Arabia,
Africa).

Los ideales estoicos de las clases cultas contribuyeron
en los siglos I y II a humanizar la vida de los esclavos.
Cayó en desuso la esclavitud por deudas. Los Antoninos
declararon libres al esclavo abandonado y a la esclava
prostituida. Pero los esclavos seguían trabajando
encadenados en los campos.

Los esclavos manumisos o libertos eran con frecuencia
hombres capaces y emprendedores. Muchos libertos habían
comprado su libertad con los beneficios obtenidos en la
administración de las haciendas de sus dueños. En
los breves períodos de prosperidad económica,
algunos se enriquecieron, y ellos o sus hijos alcanzaron el
ingreso en la aristocracia municipal.

Los campesinos

Los emperadores Antoninos, Adriano especialmente,
habían protegido a los campesinos contra la
burguesía urbana. Con esta política querían
acrecentar el rendimiento agrícola de las provincias. Pero
sus intentos fracasaron, porque la política imperial de
los dos primeros siglos se sustentaba en el desarrollo de la vida
urbana, y las ciudades vivían de la explotación del
campo. No era posible favorecer a la vez a dos clases enemigas,
que llegaron a cristalizar en algo semejante a dos castas;12 la
burguesía de propietarios agrícolas y los
campesinos.

Estos habían quedado excluidos de la
estructuración política de las ciudades. No
sólo los arrendatarios y colonos, sino los campesinos
libres. Esta discriminación iba a tener importantes
consecuencias cuando los campesinos llegaron a ser mayoría
en el ejército, en el momento en que éste se
constituía en el único poder político del
Estado. Los barbari, es decir, los campesinos que carecían
de constitución ciudadana, eran tan numerosos en el
ejército, que barbari llegó a ser sinónimo
de soldados.13 Estos campesinos-soldados se habituaron a hacer a
sus jefes emperadores. Y estos emperadores iban a destruir la
burguesía urbana, que había sido el soporte de la
«monarquía ilustrada» de los
Antoninos.

El colonato

Un resultado de la despoblación y de la miseria
de los campesinos libres fue el desarrollo del latifundismo. Los
emperadores necesitaban a los terratenientes, que les
proporcionaban crecidos tributos. Pero quisieron proteger a los
campesinos favoreciendo la adopción de un sistema de
cultivo generalizado en Egipto y en todo el Oriente
helenístico, y que ha recibido el nombre de colonato. Los
latifundistas lo aceptaron, porque les aseguraba mano de obra en
una época de escasez.14

El colonato establecía un pacto entre el
propietario y el colono. El propietario cedía tierras, a
cambio de una parte de la cosecha y del trabajo personal del
colono en las fincas del terrateniente. Las tierras arrendadas
eran las peores y más alejadas de la mansión
señorial, pero los colonos obtenían la seguridad de
conservarlas y trasmitirlas a sus herederos. Estas
garantías no resistieron a la necesidad de dinero de los
emperadores. Se permitió a los propietarios, a cambio de
mayores prestaciones al Estado, oprimir a los colonos
despiadadamente.

Muchos terratenientes se independizaron de la
organización fiscal de las provincias. Así se
prefiguraban los dominios señoriales de la Edad
Media.

Mercaderes, artesanos, obreros, esclavos, arrendatarios
rurales, propietarios: todos acabaron por quedar atados a los
abrumadores impuestos, a su profesión, al servicio
personal del Estado, a las expoliaciones de los privilegiados. En
la sociedad romana del siglo III sólo fueron libres los
bandoleros y los mendigos. Las sublevaciones de campesinos en la
Galia, los bagaudas, aunque no llegaron a generalizarse en todo
el Imperio, reflejan las calamidades sociales y económicas
que minaban el Estado romana.

3. La barbarización del
Ejército

Los Antoninos habían procurado estructurar un
Estado en el que la autoridad del emperador, apoyada en el
ejército, estuviera al servicio del bienestar general, sin
menoscabo de los privilegios de la aristocracia. El sistema
resultó practicable mientras las clases dominantes
acumularon el inmenso botín proporcionado por la conquista
y por la administración de las provincias. Pero cuando la
paz romana puso fin a estos cuantiosos ingresos, y los senadores
tuvieron que compartir los altos cargos con los caballeros, la
oligarquía quiso resarcirse oprimiendo a las clases
humildes. Mas llegó el momento en que los humiliores
quedaron económicamente estrujados, y las clases
gobernantes empezaron entonces a despojarse entre sí. En
esta pugna los jefes del ejército y de la
administración imperial fueron los más fuertes, y
pudieron mantener sus prerrogativas a expensas de los senadores y
de la burguesía de las provincias.

Augusto y sus sucesores habían gobernado
respaldados por el el ejército, pero nunca concibieron la
transformación del Imperio en un Estado militar. Sin
embargo, tampoco se propusieron encajar al ejército en la
estructura general del Estado; y cuando el ejército es un
compartimiento estanco en las instituciones políticas,
acaba por ser el árbitro de la política, como
sucedió en el Imperio romano en el siglo III.

El ejército de los primeros siglos de la
República había sido el pueblo en armas. Mario
había instituido en el siglo 1 a. de C. el ejército
mercenario, que se reclutaba entre los humiliores de las ciudades
itálicas, es decir, entre ciudadanos romanos. Pero cuando
fue necesario incorporar al ejército masas campesinas, a
las que se había dejado fuera de la vida municipal y de la
romanidad, los barbari, empezó la barbarización del
ejército.15

Los campesinos-soldados

La lucha entre el Senado y los jefes del ejército
por la posesión de las fuentes de riqueza, se
transformó en una contienda entre las ciudades y las masas
campesinas del ejército.16 Esos campesinos, a los que se
había negado una participación democrática
en la política municipal y -a través de ella- en la
imperial, conquistaron ahora a través del ejército
esa participación,

El ejército vino a ser para las clases modestas,
romanas y bárbaras, el camino de acceso a la riqueza y al
poder. Los más grandes emperadores del siglo m, Aureliano
y Diocleciano, fueron de origen humilde.

Las reformas de Galieno

Estos hechos minaron la disciplina militar y
disminuyeron la eficiencia bélica de las legiones en un
momento crítico, cuando se agravaban los peligros en las
fronteras oriental y septentrional. Las levas forzadas de
campesinos proporcionaban soldados más aptos para la
revuelta civil que para la guerra contra sasánidas y
germanos. Las reformas del emperador Galieno y de sus sucesores
se orientaron al reclutamiento de mercenarios cuidadosamente
escogidos, mediante el incentivo de elevadas soldadas, entre las
tribus más belicosas del Imperio (irilios, árabes,
britanos) y entre los germanos.17 Estas tropas se sentían
identificadas con el emperador, que otorgaba los ascensos y los
beneficios. Y el emperador podía utilizarlas, de ser
necesario, contra los ejércitos que pudieran oponerle sus
enemigos.

Galieno organizó un ejército dotado de
gran movilidad, con un cuerpo especial de caballería que
pudiera trasladarse rápidamente desde sus bases a
cualquier lugar amenazado de las fronteras.18

El ejército reorganizado por los emperadores del
siglo III no era ya el ejército del pueblo romano,19 sino
el de los emperadores de Roma. Constituía una casta
especial de gentes heterogéneas, unidas sólo por su
adhesión al emperador y por su odio a las clases
privilegiadas. De esta casta militar salieron los mandos del
ejército, los altos cargos de la Administración y
hasta los mismos emperadores.20

4. La monarquía militar

El gobierno restaurado por Augusto había sido un
compromiso entre la legalidad republicana y el poder efectivo del
emperador, jefe del ejército. Y como el principado era una
magistratura electiva, ese compromiso adquirió un
carácter peculiar: la elección del emperador
dependía del Sonado de derecho, pero de hecho llegó
a ser realizada por el ejército. Las tentativas de las
dinastías JuliaClaudia y Flavia para hacer hereditario el
Imperio fracasaron. Se malogró también la noble
iniciativa Antonina de elegir «al más digno».
En los cambios dinásticos de los siglos I y II fue casi
decisiva la intervención de las cohortes pretorianas. En
esos lances, los pretorianos, que residían en Roma,
aventajaban a las legiones, que estaban acuarteladas lejos de la
ciudad. Pero en el siglo ni los ejércitos fronterizos eran
mucho más fuertes que las cohortes del pretorio, y fueron
ellos los que proclamaron emperadores.21

La monarquía militar fue instaurada por Septimio
Severo, jefe de los ejércitos de Iliria y Panonia, elegido
emperador por las legiones del Danubio. Septimio Severo
procedía de una familia púnica romanizada. Su
mujer, Julia Domna, era originaria de una familia sacerdotal
siria. Cuando murieron los hijos de este matrimonio (Gota,
asesinado por su hermano Caracalla, y éste por el prefecto
del pretorio Macrino), las legiones impusieron a miembros de la
rama siria de la dinastía, Heliogábalo y luego
Alejandro Severo. Durante cuarenta y dos años el trono
imperial estuvo en manos de una dinastía
púnico-siria,22 que se mantuvo contra la hostilidad del
Sonado, y a pesar de las imperfecciones innegables de la obra
política de alguno de estos soberanos,23 porque contaba
con la adhesión de las legiones.

Las reformas de Septimio Severo

La política de Septimio Severo fue
enérgica y audaz. Según la tradición, dio
antes de morir este último consejo a sus hijos:
«Permaneced unidos, enriqueced a los soldados y no os
preocupéis de más-.~ Esta frase acaso no fue
pronunciada, pero resume admirablemente la obra política
del primer Severo. Aminoró el ascendiente de los
pretorianos,25 pero subió la paga a los soldados de las
legiones y aumentó el número de éstas. Las
enormes sumas de dinero absorbidas por el ejército fueron
extraídas de las ciudades que habían ayudado a los
enemigos del emperador, y después de las demás. Los
senadores fueron eliminados definitivamente del gobierno de las
provincias y del mando de las legiones. Los centuriones fueron
escogidos entre los mejores soldados, y tuvieron acceso al orden
ecuestre. Muchos soldados recibieron tierras en las regiones
fronterizas.

Estas reformas fueron estructuradas
jurídicamente. Septimio Severo, que había
prescindido de los senadores para el ejercicio de los altos
cargos militares y administrativos, arrebató
también al Senado la legislación imperial. La
actividad legislativa del Senado se limitó a registrar las
leyes que el emperador dictaba. Las nuevas leyes eran elaboradas
por un Consejo de Estado, del que formaban parte los más
grandes juristas de la época: Papiniano (sitio
también, como la rama femenina de la dinastía) en
el reinado de Septimio Severo; Ulpiano y Paulo, en el de
Alejandro Severo. Estos jurisconsultos fundamentaron
jurídicamente el poder absoluto de los emperadores. La
época de los Severos fue la más brillante de la
ciencia jurídica romana. Los juristas de este siglo se
interesaron por la defensa de los humildes. Los decretos
imperiales encomendaban a los gobernadores de las provincias la
protección de los pobres contra los abusos de los
poderosos.

La divinización de los
emperadores

El culto del emperador coronó la obra de la nueva
monarquía. El emperador fue para sus súbditos el
Señor. Lo llamaron "nuestro dios", todo lo que se
relacionaba con su persona fue "sagrado" y el palacio imperial
era la "casa divina" El principado había incluido entre
los dioses a los emperadores muertos. La monarquía de los
Severos estableció el culto al emperador vivo.

La influencia oriental en la divinización de los
emperadores es innegable, pero no contraria a la tradición
de la antigua Roma. La encarnación en el héroe del
espíritu de un dios era una vieja creencia romana.26 El
poder pertenecía al que participaba de la naturaleza
divina. Hasta el escéptico Cicerón consideraba
útil que los gobernantes "pasasen por» estar unidos
a los dioses por el nacimiento. Mas es obvio que los precedentes
orientales de la monarquía divina facilitaron la general
aceptación de la sacralización del Imperio, en unas
circunstancias que, por lo sombrías, impelían a las
gentes a la esperanza en remedios sobrenaturales.

La monarquía militar

La monarquía militar se fundamentó, pues,
en estos principios: 1.º: El emperador era el jefe del
ejército romano, ejército que le había
elegido, y que constituía la garantía efectiva de
la autoridad imperial. 2º: Era también el legislador
único, ayudado por juristas que establecían la
doctrina que legitimaba el poder imperial, doctrina que unificaba
todas las instituciones en beneficio del absolutismo
monárquico. 3.º: Era propietario de las mejores
tierras del Estado, expropiadas a la nobleza. Y 4.º: Era de
naturaleza divina.

Para alcanzar estas prerrogativas, los Severos
habían destruido físicamente muchas familias
senatoriales y confiscado sus bienes; habían favorecido el
crecimiento de una burocracia que militarizaron; habían
abierto los rangos de la administración y del
ejército a las clases humildes, y adulado y regalado a los
soldados. Trataron con dureza a la burguesía de las
provincias. En cada curia una comisión de diez curiales
quedaba responsabilizada de la percepción de la annona
militar.27 En cambio, la plebe recibió donativos gratuitos
de pan y de aceite.

Caracalla vivió casi siempre entre los soldados,
y vestía como ellos.28 Para conservar el favor de las
tropas, repartió entre las legiones sumas enormes, que
obtuvo aumentando el impuesto suplementario sobre las rentas, que
gravaba especialmente a los ricos.

El edicto del año 212

Una de las medidas más importantes para la
consolidación de la monarquía absoluta fue la
adoptada por este emperador en el año 212, la
célebre Constitutio Antoniniana, que convirtió en
ciudadanos romanos a los peregrinos.29 Aunque el alcance de este
edicto no es bien conocido.30 es evidente que con él
humillaba Caracalla a las clases altas y halagaba a las clases
humildes. Si todos los habitantes del Imperio eran ciudadanos
romanos, serlo ya nada significaba. Desde el edicto de Caracalla
todos, pobres y ricos, eran súbditos del
emperador.

La Constitutio antoniniana fue una medida necesaria para
la unidad legislativa del Imperio, requerida por el absolutismo
de los Severos. El Imperio romano dejó de tener el
carácter de imperio colonial que había mantenido
hasta entonces. Las ordenanzas jurídicas locales, aunque
no desaparecieron bruscamente, se fueron diluyendo en el
unificado Derecho romano, y la autonomía municipal
desapareció. Como los ciudadanos romanos ya no
participaban en la vida política del Estado, los
peregrinos no mejoraron su situación política y, en
cambio, sí crecieron sus obligaciones fiscales con el
impuesto sobre la herencia, que había estado reservado a
los ciudadanos romanos

El sueño de la monarquía
universal

El asesinato de Caracalla probó que el
ejército permanecía afecto a la dinastía de
los Severos. Las legiones proclamaron emperador a un joven
sobrino de Caracalla, que se hizo llamar Heliogábalo.
Cuando éste fracasó, los soldados sostuvieron a su
primo Alejandro Severo. El nuevo emperador quiso realizar el
sueño de Caracalla: conquistar el reino de los partos, que
en aquel momento se desmoronaba bajo el empuje de los persas
sasánidas, y rehacer el imperio de Alejandro Magno,
uniendo en un gran Estado los dos pueblos más poderosos
del mundo antiguo, el persa y el romano. Este Estado, el gran
proyecto de julio César, hubiera podido tal vez desbaratar
las invasiones bárbaras, que amenazaban al reino iranio lo
mismo que al romano. La fantasía de las princesas sirias
de la dinastía ambicionó este programa grandioso.
El nombre de Alejandro, adoptado por el nuevo emperador, revela
sus intenciones. Pero Alejandro Severo fue en realidad el
instrumento, no el jefe, de su ejército, indisciplinado,
corrompido por las adulaciones de Septimio Severo y Caracalla,
incapacitado para ganar las difíciles guerras exteriores
que amenazaban al Imperio. Además, el Estado romano estaba
demasiado empobrecido para sostener los gastos de tan colosal
empresa.

La anarquía militar

Cuando Alejandro Severo fue asesinado, quedó
abierto ese período que los historiadores han llamado la
anarquía militar, que iba a dar en 49 años
veintidós emperadores. Pero las reformas de los Severos
sobrevivieron en el desorden. Los emperadores de la
anarquía militar intentaron con varia fortuna -cuando no
luchaban unos contra otros- la restauración de la
disciplina en las legiones. y la reorganización de la
hacienda, que llegó a ser el problema más grave.
Entre los años 256 y 280 los precios se decuplicaron. En
esta crisis, el interés del Estado exigió el
sacrificio de los intereses individuales.31

El Estado totalitario

El Imperio romano se transformó en un estado
semejante a los antiguos imperios orientales. La teoría
jurídica de Papiniano y Ulpiano, prefecto del pretorio con
los Severos,32 había considerado, todas las actividades
que pueden influir en el interés público, incluso
la propiedad privada, como funciones sociales supeditadas a la
autoridad imperial. Esta doctrina es principio de toda
teoría absolutista. Se basa en la creencia de que el
estado es un organismo formado por la reunión de todos los
ciudadanos, de los que el soberano es el representante. La
personalidad del Estado se sobrepone a la de los ciudadanos.
Estos son ante todo miembros del estado, y sólo
accesoriamente individuos. Los derechos naturales de la persona
humana quedan anulados por los del Estado.

En el imperio de los Flavios y de los Antoninos esta
doctrina sólo había sido aplicada en casos de
necesidad, por el sistema de las, liturgias o cargas
públicas,33 ya utilizado por las monarquías
orientales y las ciudades-estado griegas, así como por los
estados helenísticos. Las liturgias implicaban la
prestación personal del individuo al estado, con su
trabajo y con su hacienda. El emperador hizo responsables a las
clases superiores del cumplimiento de las liturgias de los
humiliores, y a los funcionarios imperiales de los resultados de
la requisa. Las guerras de Marco Aurelio habían sido,
costeadas en buena parte con los recursos aportados por las
liturgias. Las guerras de los Severos y la desesperada
situación financiera, agravada en el transcurso del siglo
III, convirtieron las liturgias en permanentes. Hubo propietarios
que renunciaron a su patrimonio para librarse de este yugo
insoportable. Las liturgias atemorizaban tanto a los
contribuyentes como a los recaudadores responsables de su
percepción.

Militarización de la sociedad
romana

Progresivamente el Estado fue absorbiendo todo lo que
quedaba. sin estatificar en la sociedad romana. Navieros,
comerciantes, asociaciones de obreros libres: todos fueron
organizados en corporaciones estatales militarizadas. Los
servicios personales obligatorios, munera, se hicieron
indispensables a un estado acorralado en sus fronteras por las
amenazas de invasión, y sin recursos financieros para
afrontar las tareas defensivas más urgentes: la
edificación de las murallas de Roma, decidida por
Aureliano; la construcción de caminos, indispensable para
los movimientos de tropas y para los transportes que el
abastecimiento del ejército y de la parasitaria
población de Roma exigían.

La monarquía absoluta del siglo III
completó la obra de militarización de la sociedad
romana, que los Severos habían iniciado. Fue una verdadera
revolución, de consecuencias trascendentales, realizada
sin una planificación, por medio de recursos desesperados,
adoptados a medida que surgían problemas de
resolución inaplazable. Esa revolución iba a ser
estructurada por el talento organizador de
Diocleciano.34

5. La crisis espiritual

Estos tiempos inseguros y sombríos no eran
propicios para las grandes creaciones del espíritu. Ni en
el mundo griego ni en el latino encontramos en esta época
filósofos, científicos, escritores o poetas de
valía excepcional. El médico Galeno muere al
empezar el siglo, el año 201, Plotino, profesor en Roma y
amigo del emperador Galieno, es el único nombre
excelso.

Sólo la ciencia jurídica alcanza ahora una
esplendorosa madurez, con los grandes clásicos del Derecho
romano: Papiniano, Julio Paulo y Ulpiano, consejeros de los
Severos y teóricos del absolutismo político, pero
también de la humanitaria doctrina de la igualdad de todos
los hombres ante la ley, teoría que es el semblante
más noble del Derecho romano.

Esta época de esterilidad creadora, se entrega,
como muchas otras similares de la historia, a una beatería
de la cultura: pululan numerosos maestros, que difunden doctrinas
contradictorias de tiempos pasados; se escriben abundantes
biografías de hombres mediocres: Vidas de los
filósofos ilustres
, de Diógenes Laercio,
Banquete de los sofistas de Ateneo, Vidas de los
sofistas
, de Filostrato; las damas de las clases
privilegiadas cultivan esta erudición superficial, esta
superstición del libro, como una moda elegante; en torno a
la emperatriz Julia Domna se reúne una especie de
salón de Rambouillet.

La enseñanza

Pero la enseñanza de las clases superiores no fue
desatendida. Algunos emperadores costeaban cátedras de
lingüística, de literatura, de derecho, en
Alejandría, en Antioquía, en Cartago, en Roma, en
Milán, en Tréveris, en Autun. Estos centros de
estudios superiores, con profesores a sueldo del estado y exentos
de cargas fiscales, vivieron a comienzos del siglo III su
época de mayor prosperidad.

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