La gran esperanza
se llama Capitalismo Solidario
Rich DeVos, cofundador de Amway
Corporation, una de las empresas más importantes del
mundo, ofrece en este extraordinario libro algo más que
una opinión personal: se trata de un plan, de un proyecto
y de una realidad que muestra un panorama del capitalismo muy
diferente del que se viene considerando tradicionalmente. El
Capitalismo Solidario es la mejor herramienta para que la gente
alcance sus metas y para que ayude a los demás a
alcanzarlas.
Un profundo análisis de las raíces
históricas y filosóficas del capitalismo moderno
plantea la necesidad de volver a los fundamentos morales de esta
doctrina, si se pretende establecer un equilibrio entre los
intereses de las empresas, los trabajadores, los clientes y el
medio ambiente en que respiramos y vivimos.
Capitalismo Solidario detalla clara y elocuentemente los
principios y los pasos a dar para que usted, su vida, su entorno
y el mundo en conjunto sean mejores. Muestra con evidencia
cómo su fuerza, sus ambiciones y su vocación
emprendedora pueden conducirle por una vía en la que se
fusionan el espíritu creador del capitalismo y los valores
morales.
Entretejiendo la sorprendente historia de su propia vida
con las aventuras personales de hombres y mujeres de todo el
mundo, DeVos muestra la manera de lograr el éxito y nos
explica su verdadero significado. Tras la lectura de este libro
queda claro que el Capitalismo Solidario es la única
solución para los problemas claves de nuestro tiempo: la
pobreza, la desigualdad social, la contaminación ambiental
y todos los retos que nos plantea el mundo
contemporáneo.
Políticos como el expresidente norteamericano
Gerald Ford, expertos en motivación como el doctor Norman
Vincent Peale y sociólogos de la talla de Robert Schuller
han considerado este libro como una guía para alcanzar el
éxito de manera realista y solidaria.
INTRODUCCIÓN
La mejor manera de ocuparse de la gente
y del planeta
« ¿Capitalismo
solidario?», exclamó un estudiante universitario
haciendo gestos cínicos, «¿Acaso
no se trata de dos términos contradictorios, como "cruel
bondad" o "muerte viviente"?
¡Esas dos palabras simplemente no van
juntas!»
Durante los últimos cuatro o cinco años la
gente me ha hecho bromas por mi obsesión sobre el
Capitalismo Solidario. Yo no tenía la menor idea de que
capitalismo fuese una palabra tan peligrosa y conflictiva,
evocadora de recuerdos de "caballeros de industria" y de duro
trabajo infantil, ríos envenenados y hacinamientos de humo
arrojando polución hacia el cielo azul.
«Los capitalistas triunfan porque no son
solidarios», afirmó disgustado un profesor
universitario después de mi presentación en su
clase. «Sin capitalismo no podría existir la
solidaridad», le repliqué, y los estudiantes me
miraron incrédulos, como si acabara de asegurar que el
mundo es plano o que el mar se encuentra lleno de
dragones.
Durante ese Instante de silencio reflexioné de
nuevo en lo importante que se ha vuelto para mí el
proyecto del Capitalismo Solidario. Mientras gran parte del mundo
se abalanza a abrazar el capitalismo, nosotros, los que hemos
disfrutado más de sus beneficios, todavía estamos
apenados por sus debilidades y atentos a sus fallos. Peor
aún, millones de nuestros conciudadanos no saben
cómo opera el Capitalismo Solidario o cómo puede el
Sistema ayudarles a disfrutar de la vida y a vivir
mejor.
¿Por qué tantos profesores universitarios
y columnistas de periódicos olvidan, o rehúsan
admitir, la increíble fuerza y evidente éxito del
capitalismo? ¿Por qué se aferran a nociones
trasnochadas sobre socialismo e incluso comunismo, si las
promesas formuladas por esos dos sistemas económicos han
sido ensayadas y encontradas deficientes?
Claro, el capitalismo tiene sus fallos. Son conocidos
los errores del pasado, y todos debemos estar pendientes para
evitar que se repitan en el futuro. Pero a pesar de esos fallos,
el capitalismo se ha convertido en el sistema económico
que ha escogido el mundo, y realmente es muy fácil
comprender por qué. Aunque este libro no es solamente
sobre Amway Corporation, la historia del triunfo de Amway durante
los últimos treinta años es un magnífico
ejemplo de la aplicación del Capitalismo
Solidario.
Fidel Castro y sus aliados comunistas se apoderaron de
Cuba el 16 de enero de 1959, prometiendo restaurar la
economía de esta isla que, alguna vez, fue una rica
nación. Esa misma semana, Jay Van Andel y yo fundamos
Amway Corporation en los sótanos de nuestras casas en Ada,
Michigan. En aquellos días el socialismo era considerado
como «la mayor esperanza económica del mundos. La
libre empresa estaba muerta, eso fue lo que nos dijeron a Jay y a
mí. El capitalismo americano «iba de capa
caída», mientras que el marxismo-comunismo que Rusia
y China estaban exportando, «seguramente
triunfaría».
«Éste no es el momento para iniciar un
negocio propio», nos advirtieron algunas personas,
«esos días han pasado para siempre». Entonces,
frunciendo el ceño y con gestos de disgusto,
añadían: «El capitalismo nos ha fallado y nos
seguirá fallando. El socialismo es nuestra única
esperanza».
Escuchamos a los críticos de la libre empresa.
Les agradecimos sus consejos y los ignoramos
olímpicamente.
«Llamarnos Amway a nuestra
compañía», decía en aquellos primeros
discursos promociónales «porque
vendemos el sistema americano (american way) de la
propiedad privada y la libre empresa».
Pronuncié ese discurso miles de veces durante los
siguientes años, no solamente en las reuniones de Amway,
sino en escuelas secundarias, iglesias y clubs cívicos.
Los americanos estaban perdiendo la fe en el sistema
económico que nos trajo el estándar de vida
más alto de la historia.
«Nosotros construimos esta nación basados
en la propiedad privada y la libre empresa», le
decía yo a todo aquel que quisiera oírme. «El
capitalismo no es perfecto, pero es la única forma de
mantener fuerte a nuestro país».
Pero nuestros críticos señalaban las
políticas socioeconómicas del líder
máximo Mao Tse-tung, el premier Khrushchev y el
camarada Castro, como la tendencia del futuro.
En la actualidad, nuestros críticos se han
quedado con la boca cerrada. La ilusión comunista ha
fallecido. Con qué rapidez ese sueño se
convirtió en pesadilla. Las economías marxistas
socialistas están para el desolladero. Han transcurrido
solamente treinta y cuatro años desde que Castro se
apoderó de Cuba prometiendo prosperidad y reformas. Hoy,
la mayoría de los cubanos viven en la miseria y la
desesperación.
Durante esos mismos años, Amway se
convirtió en una corporación de cuatro billones de
dólares, con más de dos millones de distribuidores,
dueños de sus negocios en cincuenta y cuatro naciones y
territorios del globo.
Precipitación para alcanzar un modo de
vivir mejor
Amo a Amway Corporation. a sus distribuidores en todo el
mundo y a todas aquellas historias de individuos y corporaciones
solidarias donde quiera que los encuentre, pero como Amway y su
red global de distribuidores son los que conozco mejor, me
concentraré en ellos. Cuando Lee Iacocca escribe, lo hace
sobre Ford y Chrysler. El general H. Normal Schwarzkopf
llenó su autobiografía con historias sobre su
carrera militar y sobre Tormenta del Desierto. Mi amigo
Max DePree ilustró sus dos trabajos sobre liderazgo, por
lo menos parcialmente, con sus experiencias como presidente de la
corporación Herman Miller. Así que, siendo sincero
con mi propia experiencia, habrá referencias y
comparaciones con Amway en todo este manuscrito.
Por ejemplo, el crecimiento de Amway en los
países que una vez constituyeron el bloque
Soviético es una prueba de que el Capitalismo Solidario
realmente funciona cuando se le brinda la oportunidad. La gente
quiere vivir en una nación donde tenga libertad para
emprender nuevas soluciones, comerciar sin restricciones,
competir en un mercado libre, escoger carrera y ser dueño
de sus propios negocios. Las personas están cansadas de
alacenas vacías y de promesas rotas; ellas quisieran
poseer aquellos bienes a los que nosotros estamos
habituados.
Cuando cayó el muro de Berlín, no
sólo se unificó Alemania, sino que también
los distribuidores de Amway de Alemania Occidental se dispararon
a la zona oriental para ofrecer a sus paisanos la oportunidad de
ser dueños de sus negocios de venta directa Amway. Y los
emprendedores de Alemania del Este se precipitaron sobre la
oportunidad. Actualmente tenemos más de cien mil
distribuidores Amway en lo que fue Alemania Oriental,
experimentando por primera vez en su vida los privilegios de la
libre empresa.
Jay Leno, el anfitrión de Tonight Show,
leyó sobre la precipitación de Amway para llevar la
libre empresa a Europa y comentó con sorna: «Si
ustedes piensan que tuvieron problemas para deshacerse del
comunismo…». Yo tomo eso como un elogio, como un tributo
a la tenacidad de la gente de Amway en todo el mundo. Peter
Mueller-Meerkatz, uno de los líderes de nuestra
compañía en Europa, lo expresa así:
«Nosotros creernos en el capitalismo. Estamos convencidos
de que en materia económica, la democracia y
la libre empresa son la única esperanza del mundo.
¿Por qué no habríamos de querer
compartirla?».
Además de los cien mil distribuidores Amway
ubicados en Alemania Oriental, hay cuarenta mil húngaros
que han ingresado en nuestro negocio y miles de polacos se
están preparando para nuestra entrada en esa nación
durante este año. Esta precipitación por participar
en una economía de libre mercado, por activar una nueva
generación de empresarios, está ocurriendo no
solamente en países que fueron comunistas, sino en todos
los lugares donde las barreras económicas están
cayendo.
En 1990, cuando el presidente de México, Carlos
Salinas de Gortari tuvo el valor de derribar las murallas
comerciales entre nuestros dos países, Amway entró
en México. Ahora, más de cien mil mexicanos y
mexicanas entusiasmados, resueltos y dedicados, tienen su propio
negocio Amway. También ellos están descubriendo
cómo la libre empresa puede ayudar a superar años
de pobreza y desesperación.
En Indonesia existen casi cincuenta mil distribuidores
Amway. Hasta en Japón, cuando los trabajadores vieron la
oportunidad de poseer su propio negocio y avanzar hacia el
exclusivo rango de los shoguns (dueños) y
samurai (gerencia de alto nivel), renunciaron a la
seguridad social de cuna a tumba que tienen los empleados y
empezaron sus negocios de venta directa. Hoy, Japón se
jacta de tener un millón de distribuidores y Amway Japan
se ha convertido en la tercera empresa extranjera más
fuerte del país.
Kaoru Nakajima, que es uno de nuestros principales
distribuidores en Japón, lo expresa con sencillez:
«Yo era un asalariado que llevaba ocho años
trabajando en una compañía. Ahora soy mi propio
jefe, soy libre y vendo productos que me enorgullecen. Ahora
ayudo a gente de cinco países para que sean dueños
de sus propios negocios. Cuando veo a tantas personas llevando
vidas más plenas, me siento realmente entusiasmado. Esto
no es un trabajo, es un placer».
Precipitación para alcanzar una vida
mejor
No malinterprete. Esta precipitación hacia la
libre empresa no se refiere solamente al deseo de hacer dinero.
Claro que la gente quiere seguridad financiera para sí
misma y para sus familias. ¿Por qué no
habrían de quererla? Pero quiere más, mucho
más.
La gente de Alemania Oriental, Hungría, Polonia,
China y lo que alguna vez fue Checoslovaquia, al igual que la
gente de todas partes, quiere también una
satisfacción más profunda. No sólo libertad
material, sino libertad de espíritu, la libertad de ser un
ser humano completo, la libertad de ser lo que Dios quiere que
seamos todos, la libertad de pensamiento e imaginación que
sólo puede existir en una sociedad verdaderamente
democrática, la libertad no sólo de ir pasando,
sino de encontrar una genuina satisfacción de
vivir.
En la esencia del profundo deseo de cambio experimentado
por los países socialistas, se encuentra un hecho
sencillo: el comunismo sufrió una profunda crisis
espiritual. No fue solamente la economía comunista a que
estaba en quiebra: la pobreza de los valores del comunismo
provocó su colapso. El fundador del movimiento comunista
moderno, Karl Marx, tenía un concepto deteriorado del
espíritu humano. Tal concepto no demostró ser el
fundamento adecuado sobre el cual se debían construir la
vida de las naciones ni de los individuos.
El 18 de julio de 1969, Jay Van Andel, mi amigo de toda
la vida y socio en este negocio, demostró cuál es
el concepto de ser humano del Capitalismo Solidario, cuando una
explosión seguida de un incendio en nuestra planta de Ada,
Michigan, estuvo a punto de destruir nuestro sueño. El
mortal estallido se produjo justo antes de la media noche. El
gran edificio que cobijaba tanto nuestras oficinas como nuestra
línea de producción estaba prácticamente
consumido por el fuego cuando Jay llegó al lugar. Los
empleados ya habían arriesgado sus vidas para trepar a los
tractores y con ellos alejar de la hoguera los remolques y un
camión cisterna. Otros estaban a punto de entrar al
llameante edificio de 14.000 pies, para rescatar archivos
cargados de documentos importantes. Jay los detuvo
con estas inolvidables palabras: «¡Olviden los
papeles! ¡Saquen a la gente!».
Lo que pensamos sobre los individuos tiene gran
importancia. Si los consideramos como hijos de Dios, poseedores
de una chispa divina y de valores recibidos de Dios, se desprende
que debemos tratarlos con respeto y dignidad. Pero si
consideramos a la gente con un sentido estrictamente material,
ajena a cualquier espiritualidad y poseedora de valores solamente
a través del Estado, entonces, ¿qué pasa?
Para responder esta pregunta sólo necesitamos revisar la
historia del comunismo.
Lo que pensamos sobre la naturaleza también es
crucial para la decisión que tomemos sobre el uso de sus
recursos. Si consideramos este sorprendente planeta y todos los
tesoros que contiene como un obsequio que nos ha hecho Dios, y
nosotros nos reconocemos como guardianes de este inapreciable
regalo nombrados por Dios, se desprende que debemos amar y cuidar
el planeta.
Capitalismo: Una
fórmula sencilla para echarnos a andar
Durante el mes de mayo de 1986, se realizó una
prueba entre más de ocho mil estudiantes americanos de
preparatoria en cuarenta y dos estados, con el objetivo de
averiguar qué sabían (o qué no
sabían) sobre el capitalismo. Al estudiarse los
resultados, se descubrió que el 66% de los interrogados
—5.415 jóvenes americanos— no
sabían del capitalismo ni siquiera lo suficiente para
definir la palabra beneficio.
Los titulares periodísticos de todo el
país decían: «Los estudiantes americanos
obtienen puntuación baja en pruebas de
economía». Se hicieron comparaciones con estudiantes
japoneses y alemanes, a quienes se exige que dominen los
principios básicos de la economía en sus cursos de
secundaria. Los desastrosos resultados de la prueba fueron
anunciados en una conferencia de prensa a nivel nacional, por el
distinguido economista americano Paul A. Volcker, ex presidente
de la Federal Reserve Board (Junta de Reserva Federal). Cuando un
joven reportero le preguntó al Dr. Volcker si él
había estudiado economía en la secundaria, el pobre
hombre tuvo que confesar ante el mundo que no lo había
hecho.
Yo odio las pruebas. Recuerdo haber suspendido un buen
número de ellas. Y siento pena por los estudiantes que
participaron en ese examen sobre economía, pero
también comprendo por qué los líderes de los
negocios y del trabajo solicitaron la encuesta. Esta
nación no puede permitirse el lujo de tener otra
generación de americanos que no entienda el capitalismo ni
sepa cómo opera.
Vamos a empezar donde los estudiantes fallaron.
¿Qué es beneficio? La respuesta
multiopcional correcta es: «ingresos menos costos».
Oliver Wendell Holmes contestó a la pregunta con este
breve poema:
Sólo pido a la fortuna que me quiera
mandar un poquito más de lo que habré de
gastar.
Si usted desea conocer una importante manera que emplea
un capitalista para medir el éxito, memorice este
verso.
Beneficio es hacer más dinero del que se gasta.
Con beneficio usted tendrá el poder de acumular capital.
Con ese capital puede crear nuevos negocios y mejorar su calidad
de vida y la de otros. Sin beneficio, su negocio fracasará
y sus sueños de acumular Capital se irán por la
alcantarilla.
Yo tengo una sencilla fórmula para ayudarle a
entender Cómo funciona realmente el proceso para obtener
beneficio. La fórmula es ésta:
BM = RN + EH x H
No, ésta no es la solución de algún
problema de unidades físicas. Es más sencillo de lo
que parece. En realidad, usted puede estar de acuerdo con quienes
piensan que mi teoría es demasiado simple. No importa.
Sirve para iniciar la discusión; además, a veces
ayuda a entender cuestiones muy complicadas.
La fórmula, descifrando las iniciales, dice
así: Nuestro bienestar material (BM) proviene de los
recursos naturales (RN), los cuales son transformados por obra de
la energía humana (EH) que se hace más efectiva a
través de las herramientas (H). Veamos la fórmula
parte por parte.
Bienestar material. Capitalismo es el proceso de
producir y/o distribuir capital, palabra equivalente a material.
La razón por la que está usted considerando
seriamente hacerse capitalista es ésta: usted quiere
conseguir bienestar material para sí mismo y para aquellos
que son (o van a ser) dependientes económicos suyos. No
deje que la palabra material (o incluso
materialismo) le altere o le ponga a la defensiva.
Nuestros hogares, escuelas e iglesias están hechas de
material. El material alimenta y viste a los habitantes del
mundo. El material es la sustancia de la vida y no hay
absolutamente nada de malo en desear una participación
decente de material para hacer la vida más fácil y
llevadera, más plena y rica.
Recursos naturales. La mayor parte del material
viene de la tierra, del mar o del cielo. Directa o indirectamente
todo capitalista es dependiente de un suministro de recursos
naturales. Observe alrededor de su habitación. ¿Ve
alguna cosa que no tenga sus orígenes, no importa lo
lejanos que sean, en recursos naturales? La fibra de los
pantalones que estoy usando proviene de un borrego que se
alimenta de hierba de la tierra y toma agua de los arroyos. Los
hilos de mi corbata fueron producidos por un gusano de seda que
comía hojas de morera y bebía gotas de agua de
lluvia caídas del cielo. Mi escritorio está
construido de árboles que echan raíces sobre la
tierra y se nutren del agua existente bajo ella. La computadora
que estoy usando está hecha de plástico, que viene
del petróleo, aluminio, proveniente de la bauxita, y
acero, generado del hierro; todos ellos minerales enterrados en
las entrañas del planeta Pero cada uno de estos recursos
naturales fue transformado por la energía humana, la otra
fuente primaria de material.
Energía humana. Los recursos naturales,
por sí solos, no hacen nada. El borrego no le dará
lana ni los frágiles hilos del gusano de seda serán
tejidos para convertir- se en tela o cortados y cosidos para ser
corbatas sin la ayuda del cerebro y los dedos humanos. No se
pueden procesar palabras en el petróleo, la bauxita o el
mineral de hierro que descansa en las profundidades de la Tierra.
Una montaña de carbón no calentará la
estancia de su casa. Se tienen que encontrar los recursos,
recolectarlos, prepararlos y convertirlos en formas más
usables a través del genio humano y del trabajo
duro.
Herramientas. En Perú vi pasar a un hombre
que caminaba con por lo menos cien libras de madera a cuestas.
Las únicas herramientas que tenía para transportar
esa carga de varas eran sus manos, fuertes y flexibles, y su
doblada pero musculosa espalda. Hoy he visto a un chofer de Amway
subirse a su enorme camión, echarlo a andar y transportar
cuarenta mil libras de material a cincuenta y cinco millas por
hora, mientras que en su cabina a prueba de ruido, escucha
música en estéreo. Es así de fácil,
seguro, sencillo, costeable y productivo, desarrollar y usar
herramientas en el proceso de crear bienestar
material.
La herramienta más responsable del éxito
de Amway no es algo que se pueda tocar como una máquina o
echar a andar como un motor. La herramienta principal
detrás del fenomenal crecimiento de esta
corporación es nuestro singular plan de ventas y mercado.
Los marxistas-socialistas tenían recursos naturales y
energía humana, pero los trabajadores no estaban motivados
para trabajar. Nuestro plan de mercado múltiple, con sus
propietarios independientes y sus muchos bonos estructurados de
niveles múltiples y de por vida, activan el entusiasmo, la
lealtad y la dedicación en los corazones de nuestros dos
millones de distribuidores independientes alrededor del
mundo.
El marxismo fracasó por muchas razones, pero en
el fondo del colapso económico de ese sistema estaba esto:
la gente no era motivada para realizar un trabajo bien hecho. No
podían ser dueños de su propia
porción de los recursos naturales del mundo. Tampoco
podían ser dueños de las herramientas con las que
trabajaban. Como resultado, no eran dueños ni siquiera de
su propia energía humana. Al igual que los recursos
naturales y las herramientas, el trabajador era propiedad del
Estado.
Por eso yo he viajado a través de este
país durante los últimos veinte años,
hablando como un portavoz de la libre empresa y sus cuatro
pilares: libertad, recompensa, reconocimiento y esperanza. El
capitalista tiene la libertad de ser dueño de los recursos
naturales y de las herramientas necesarias para su comercio. Con
esto, el capitalista, a su vez, es libre. Y qué gran
diferencia hace el ser libre!
Vean la historia del marxismo. Cuando los gobiernos
socialistas se apoderaron de los recursos naturales o de otras
herramientas de la producción, la productividad
decreció. Y cada vez que devolvían a la gente los
derechos de propiedad, la productividad aumentaba. La
razón está clara.
Cuando mi hijo Dick tenía dieciséis
años, le di un automóvil. Era mi automóvil.
Yo compré las llantas, yo mandé arreglar los
frenos. ¿Tiene algo de raro que Dick dejara las marcas de
las llantas en el pavimento, que regresara de pasear a sus amigos
por toda la ciudad con el coche hecho una porquería y el
tanque de gasolina vacío, y que cuando algo fallaba
abandonara el coche en el garaje hasta que yo lo enviara a
reparar?
Cuando Dick cumplió dieciocho años le
entregué el coche en propiedad. Repentinamente dejaron de
aparecer las marcas de las llantas. Dick debía comprar las
llantas. Los largos paseos se acortaron. Dick tenía que
comprar la gasolina. Y dejé de andar acarreando a sus
amigos por todas partes. El mantenimiento del automóvil ya
era responsabilidad suya. Ahora mi hijo es presidente de su
propia corporación, el Windquest Group. Es un líder
responsable en nuestra comunidad, colabora en la directiva de la
escuela estatal y como consultor de empresas, incluyendo la
nuestra. En alguna parte del camino aprendió a conocer la
libertad y la responsabilidad de ser dueño.
Siempre ocurren dos cosas cuando los recursos naturales
y las herramientas son propiedad de la gente: duran más y
se usan con mayor efectividad. Por eso el campesino americano,
que es dueño de la tierra y del tractor, conserva la
tierra bien cuidada y el tractor en excelentes condiciones.
Cuando llega la hora de cosechar, le pone luces al tractor y
trabaja toda la noche. Y como resultado, recibe cada vez mayores
recompensas por un trabajo eficientemente realizado.
Veamos la fórmula una vez
más: BM = RN + EH x FI
Durante muchos años he viajado por todos los
ámbitos del país usando estas letras para explicar
cómo funciona el capitalismo. Y sigo creyendo en ella,
pero existe aún un ingrediente que le falta a la
fórmula.
El secreto para lograr un éxito auténtico
y duradero en los negocios es la solidaridad. En la actualidad,
cuando presento la fórmula, añado solidaridad a
cada una de las etapas del proceso. La fórmula para el
Capitalismo Solidario es la siguiente:
BM = (RN + EH x H) x 5
Cuando multiplicamos la fuerza de cada componente por
solidaridad, suceden cosas sorprendentes. Debemos permitir que la
solidaridad nos guíe en cada etapa de nuestro camino hacia
el bienestar material y, eventualmente, en el empleo de
éste. La solidaridad debe guiamos también en el uso
de los recursos naturales, de la energía humana y de las
herramientas.
Hay quienes se ríen cuando digo que la
solidaridad, no el beneficio, es la meta final del capitalismo.
Piense lo que quiera, pero sepa esto: Cuando la solidaridad
inspira e informa a la libre empresa, aparecen los beneficios,
mejora la calidad de la vida humana y la tierra es restaurada y
renovada. Cuando la solidaridad no es un ingrediente activo del
proceso, los beneficios pueden continuar produciéndose
temporalmente, pero a largo plazo el costo en sufrimiento humano
y en desolación de la naturaleza es muchísimo mayor
del que osaríamos pagar.
En el credo o declaración de mis creencias que
sigue a continuación, trataré de explicar esta
visión del Capitalismo Solidario que ha capturado mi
espíritu emprendedor y que me dirige y conforta todos los
días de labor. Y quiero que conozcan la
compañía de mis amigos, cuyas ideas sobre
Capitalismo Solidario les informarán e Inspirarán,
tal como lo han hecho conmigo.
De momento creo que es suficiente decir que el
capitalismo se ha convertido en el sistema económico
escogido por el mundo, porque le proporciona a la gente de todas
partes la libertad de soñar que puede obtener beneficios
(el dinero que nos queda después de pagar las cuentas) y
los instrumentos para hacer realidad esos sueños. El
capitalismo no es grande porque permita a un puñado de
gente hacer millones. Es grande porque permite a millones de
personas llegar a ser lo que quieren ser.
Lamentablemente, siempre han existido (y siempre
existirán) capitalistas codiciosos, despiadados y
egoístas, que piensan que está bien obtener
beneficios aunque ello signifique el sufrimiento de la gente y la
destrucción de nuestro planeta. Los capitalistas
solidarios también quieren lograr buenas ganancias, pero
han determinado que las verdaderas utilidades vienen
después de que se satisface el bien de la gente y del
planeta.
«Beneficio» obtenido a costa del sufrimiento
humano o la destrucción del planeta, no es realmente
beneficio. Los verdaderos costos no están siendo bien
calculados. Esos números negros no debían ser
escritos en negro, sino en rojo sangre. «Beneficio»
que degrada y deshumaniza a nuestros hermanos y hermanas o que
agota y destruye la tierra, eventualmente provocará la
muerte de todos nosotros. Esto es tan cierto como lo es que el
deseo del rey Midas de convertir en oro todo lo que tocaba fue la
causa de la destrucción de sus sueños y de la
muerte de aquellos a quienes más amaba.
El Capitalismo Solidario distingue entre beneficio
auténtico y oro de necios. Se preocupa por dejar a las
personas en libertad de tener grandes sueños para ellas y
para el planeta y, entonces, les proporciona los medios para que
puedan hacer realidad sus anhelos.
En las páginas que siguen, recurriré a
historias tanto de dentro como de fuera de nuestro negocio para
ilustrar e informar sobre los principios del Capitalismo
Solidario tal como yo lo entiendo. Para contar estas historias me
he de arriesgar un poco. Primero, porque ustedes, que vivieron
las historias y me las contaron a mí, saben contarlas
mucho mejor. Y segundo, porque hay muchos de ustedes cuyas
historias, que son igualmente conmovedoras, no están
aquí; pero sencillamente no he podido disponer del espacio
necesario para incluirlas todas. Recuerden que, aunque sus
historias no aparezcan en las próximas páginas,
siempre estarán incluidos en mi compañía de
amigos.
La
fundación del Capitalismo Solidario
El mundo está cambiando a una velocidad
vertiginosa. En todas partes la gente capta las dificultades a
las que se enfrenta nuestro planeta. Yo siento ese peso cada vez
que tomo un periódico o reviso los estantes de nuestra
tienda local de libros y revistas. El asunto que más nos
está desquiciando es nuestra indisposición
económica. La gente puede ignorar o negar muchas cosas,
pero no puede ignorar sus billeteras, cuando menos, no por mucho
tiempo.
Cambios estructurales masivos sacuden a nuestra
sociedad. Los historiadores sociales han llamado a nuestro tiempo
«era postmoderna» y sostienen que estamos pasando por
un «cambio paradigma». Los científicos han
descrito las arrogancias de Occidente como un «punto de
cambio». Los demógrafos señalan
«cambios masivos» en la estructura familiar. Los
economistas nos explican que en la economía nacional
están sucediéndose «alteraciones
fundamentales». Los futuristas han llegado a decir que
estamos sufriendo el «shock del futuro».
Todo esto nos hace sentirnos inestables. Incluso bajo
las circunstancias más favorables, es muy difícil
un cambio. A la gente no le gusta. Tiende a aferrarse a las
viejas soluciones. Las tensiones son altas. Thomas Kuhn
inventó la zumbona frase popular «cambio
paradigma». En su libro La
estructura de las revoluciones científicas,
describe las reacciones de los científicos ante los nuevos
descubrimientos y lo difícil que ha sido para ellos
cambiar sus convicciones básicas.
Kuhn notó que los científicos
recurrirían a cualquier cosa para negar la validez de las
nuevas teorías o la necesidad de modificar sus opiniones.
El describe así los síntomas asociados con un
cambio fundamental: negar persistentemente, rechazar las pruebas,
evadir las críticas a las ideas viejas, denigrar a los
colegas innovadores y disgusto por tener que abandonar sus
adorados dogmas.
Nosotros no somos muy distintos de esos
científicos. Nos sentimos incómodos con los cambios
en nuestras vidas: la reestructuración social y las
incertidumbres económicas, El mundo parece ser demasiado
impredecible y eso no nos gusta. Todos nos regocijamos con la
caída del comunismo, pero ahora nos preocupa qué
será lo que lo sustituya. Sentimos que el capitalismo ha
sido reivindicado, pero abrigamos dudas sobre sus
imperfecciones,
Con este libro, que se complementará con series
de videos en cuatro partes y su guía para usos diversos,
así como con material de apoyo, estoy echando a andar la
Fundación del Capitalismo Solidario. Mi esposa Helen y yo,
junto con la compañía de nuestros amigos que
están suscribiendo con nosotros esta nueva
fundación, tenemos estas sencillas metas: queremos ayudar
a renovar su fe en la libre empresa, fortalecer su esperanza de
que es posible hacer frente al cambio y a la incertidumbre que
estamos encarando, y ver la solidaridad como nuestra luminosa
guía para cada paso del viaje.
También estamos preparando el premio anual
«Capitalismo Solidario». A partir de 1994,
entregaremos premios, grandes y pequeños, a personas e
instituciones de todo el mundo, que sean modelos de Capitalismo
Solidario. Soy consciente de que no le he dedicado a la
sensibilidad una parte suficiente de mi vida. Estoy decidido a
dedicar una gran parte más de mi tiempo, dinero y
energía a ayudar a la gente y al planeta. De hecho, Helen
y yo hemos resuelto administrarlo todo en nuestra
fundación mientras vivamos. Si uno se espera a morir para
ser generoso, será otra persona la que tenga el placer de
regalar en su nombre. Durante muchas décadas he disfrutado
conduciéndome en las orillas del Capitalismo Solidario:
ahora, en estos últimos años de mi vida, quiero
explorar sus alturas y profundidades como nunca antes lo
hice.
Cuando los vitivinicultores hacen vino nuevo, lo meten
en barriles y lo dejan fermentar. En las cavas modernas los
barriles ya no son tapados con corchos, sino con grandes
botellas. Al añejarse, el vino nuevo produce
dióxido de carbono. Si el barril está fuertemente
sellado con un corcho, explotará. Las botellas le dan al
vino «espacio para respirar». En los tiempos
bíblicos, Jesús dijo que ésa era la
razón por la cual el vino nuevo nunca se ponía en
cueros viejos. Eran inflexibles y se romperían. «No
—dijo Jesús—, poned el vino nuevo en cueros
nuevos; así ambos estarán preservados». A
mí me parece que nuestra tarea es ayudar a la gente a
cultivar un nuevo capitalismo originado en una vieja cepa
—el mejor vino viene de raíces viejas— y poner
el nuevo vino en «cueros nuevos». Yo
creo que el nuevo cuero es la Solidaridad.
¡Ahora
somos libres! ¡Podemos hacer cualquier
cosa!
Andrej Zubail es un alemán del Este que
actualmente, a los veintitrés años de edad, vive en
los suburbios de Leipzig con su esposa María y sus hijos
gemelos Rolf y Heinz. Cuando conocí a Andrej, llevaba
cargados a esos dos hermosos bebés, al tiempo que guiaba a
su mujer hacia mí a través del atestado
salón de baile de un hotel. Acababa yo de terminar una
conferencia sobre Capitalismo Solidario dirigida a los asistentes
a una convención de nuevos distribuidores en
Berlín. Lentamente. Andrej y su familia lograron llegar a
la plataforma.
«Señor De Vos —dijo suavemente en un
inglés con fuerte acento—, yo soy Andrej Zubail,
ella es mi esposa y éstos son mis hijos».
Por un momento el joven sonrió a su familia.
Luego, súbitamente alzó la vista hacia mí.
Yo sabía que estaba luchando por encontrar las palabras
adecuadas. Cuando finalmente habló, sus labios temblaban y
una lágrima solitaria rodó por su mejilla. Yo
podía ver que aunque sostenía a sus dos
niños, sus manos vibraban de emoción.
«Cuando la libertad llegó a Alemania
Oriental —dijo— no sabía qué hacer
primero. Quería todo para María y los niños,
todas las cosas que no tuvimos en tantos años. Pero
encontrar cómo empezar no era fácil. No
teníamos dinero para obtener un préstamo, nada que
vender o cambiar. Queríamos iniciar un negocio propio,
pero ¿cómo?»
Hizo una pausa y miró a su mujer en
busca de apoyo moral.
Ella le sonrió y le puso el brazo alrededor de la
cintura. «Y entonces le dije a María:
"¿Qué hacemos?" Y ella me contestó: "Ahora
somos libres, podemos hacer cualquier cosa"».
Andrej nos dio las gracias a todos por la oportunidad
que nuestra compañía le había brindado. En
sólo seis meses, él y María habían
creado un pequeño pero impresionante negocio. Mas la
historia de Andrej no es sobre Amway, es sobre el Capitalismo
Solidario y la notable diferencia que puede significar en
nuestras vidas, aunque sea en pequeñas dosis.
«Ahora somos libres —dijo
María—, podemos hacer cualquier cosa». Ella y
su marido creyeron en esas sencillas palabras y juntos
demostraron que eran ciertas.
Nunca olvidaré las palabras de
María o la mirada en los ojos de Andrej cuando me las
decía.
¡Qué momento de la historia vivimos! En
todo el mundo están derrumbándose los muros. Las
puertas de las prisiones están siendo derribadas. Hombres,
mujeres y niños entran asombrados y parpadeando al
brillante nuevo día de la libertad.
No será fácil hacer arrancar estas
economías arruinadas. No será sencillo para
nosotros darle la vuelta a nuestra propia economía. Pero
mientras seamos libres, el problema puede ser
resuelto.
Debemos resistir a cualquier cosa que amenace nuestra
libertad, no importa qué «soluciones» nos
ofrezcan. Dejemos que estos largos años de tiranía
comunista nos recuerden que sin libertad, todo está
perdido. Y dejemos que las palabras de María Zubail
permanezcan en nuestras mentes:
«Ahora somos libres. Podemos hacer cualquier
cosa».
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