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La envidia y su relación con el “mal de ojo” como un fenoméno psicosomática




Enviado por Fernando Romero



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

  1. Introducción
  2. La envidia como afecto "ominoso"; según la espiritualidad en las sagradas escrituras y en la magia y brujería de los pueblos y las tribus
  3. Envidia-integración y desintegración psicológica
  4. Melanie Klein y los kleinianos
  5. Investigaciones afines recientes en psicoanálisis
  6. El "mal de ojo", como una manifestación psicosomática con apariencia de acto "mágico" de tipo "maligno", provocada por envidia y/ ó la re-introyección, por reflejo, de la propia envidia del neonato
  7. Conclusiones
  8. Bibliografía

Introducción

Es una creencia popular reforzada por la Iglesia, que la magia y la brujería existen como un "poder sobrenatural" que poseen ciertas personas. Y se cree que ese poder se obtiene por medio de "pactos" efectuados con el "demonio". En ese sentido, la magia y la brujería representan la contrapartida de la Iglesia y de la religión católica.

Para el pueblo, el demonio, ser siniestro, es quien otorga "poder" a sus seguidores para la realización de conjuros y la elaboración de pociones las cuales, en medio de ritos y pases mágicos, permiten la obtención de cosas "maravillosas" o males espantosos. Aunque menos, pero se sigue diciendo que las personas que llegan a tales "acuerdos" con "el maligno" y se dedican a la práctica de magia y brujería, se los conoce como brujas y brujos. Desde siempre se los ha llegado a confundir injustamente con "magos" Y curanderos, dentro de los cuales habría que situar a los médicos y a los psicólogos, solo que la formación de éstos es de carácter formal y ocurre en las universidades. Pero es un hecho que médicos, curas y psicólogos somos "los brujos modernos" con una formación institucionalizada.

Los términos, brujo o bruja en el diccionario se los relaciona con la "Furia" o la "Erinia". El concepto mitológico de "Furias" del latín furia que era el nombre de las tres divinidades infernales o vengadoras: Tisífone o vengadora del crimen; Megera que simboliza a los celos y Alecto que es una especie de reina de la cólera y la ira. Hijas de Gea y Urano son sinónimos de Arpía, Bacante o Demonio; lo común a todas ellos es que se conducen con odio. (Enciclopedia Microsoft Encarta, 2004)

Es interesante que para el Psicoanálisis en su evolución posterior a Freud, la enfermedad mental severa no obedece a las frustraciones sexuales como había aseverado el creador del Psicoanálisis para el caso de las neurosis. Por ejemplo, algo que caracteriza a los enfermos más graves que los neuróticos, es justamente una dificultad para controlar y regular sus reacciones de ira, odio y destructividad; desde una forma de hablar con furia o "locura momentánea", hasta otra de actuar impulsados por un estado de descontrol de la agresividad o auto agresividad. Y es precisamente así, como una "locura momentánea", que se alude a la expresión que se acomoda mejor a lo que nos ocupa, pues la envidia, por lo común, provoca reacciones de ira incontrolada y actitudes egoístas. Las diferencias entre un envidioso y otro van a depender más bien de la fuerza del temperamento de cada quien, de los recursos yóicos y de los propios esfuerzos conscientes para controlarse. Asimismo, del nivel de inteligencia que puede llegar a convertirla en "motivación de logro". Las reacciones agresivo-destructivas son algo más o menos duradero o permanente en el envidioso, tanto desde su acepción destructiva, como desde la capacidad para sublimarla y manejarla de manera productiva e "inteligentemente" como una motivación de logro.

O sea, los trastornos severos y la exacerbación del odio que los caracteriza, así como las mezclas entre el odio y el erotismo, parecen dar lugar la nueva generación de brujos o demonios contemporáneos.

Entre mayor el ímpetu de la envidia y menor consciencia social y moral, por lo general, menor inteligencia, menor cultura y mayor falla en el control organizado de lo emocional; más primitivo y reactivo será el tipo de envidia que podrá manifestarse en términos de grado de destructividad implícita en la reacción impulsada en el envidioso. Por otro lado, hay que considerar que aunada con la voracidad (querer más y siempre más aún cuando no se necesite), forma un binomio muy peligroso en el cual la inteligencia y la cultura pueden ser un agregado ominoso porque facultan al voraz envidioso para emplear más recursos en su destructividad. Ejemplo: políticos, narcos, secuestradores, algunos empresarios, etc., etc.

Heinz Hartmann, (1964/ 1978), trascendente psicoanalista postfreudiano, observó que la gente "normal" podíamos "neutralizar" la energía de los instintos y eso nos hacía capaces de sublimar y, por ende, controlarnos mejor que los animales. Esa capacidad es el resultado de un largo proceso evolutivo representado por la cultura y es, de hecho, un proceso de organización de las energías instintivas, sexuales o libidinales y agresivas o de odio. La "neutralización" inicia mediante la "ligazón" de representaciones de la realidad (Freud, 1895): cierta cantidad de energía instintiva se "liga" con la "representación" de experiencias significativas, ya sea que éstas sean porque lo representado (experiencia registrada en la memoria, algo que queda en lugar de lo vivenciado) se asocie con algo que permitió recuperar el equilibrio y que por ello resultó placentero, como comer cuando tenemos hambre; o, por el contrario, que se asoció con algo que no hizo posible la recuperación del equilibrio y por tanto fue sentido como amenazante, doloroso, y, entonces se registra en la memoria como algo displacentero o temido y/o enojoso: por ejemplo tomar agua cuando tiene uno mucha sed y que el agua sea salada. Evado consciente y cuidadosamente hablar de racionalidad e irracionalidad, por la cercanía de esos conceptos con el de inteligencia que se puede desarrollar gradualmente. Por otro lado, porque es de todos sabido que alguien puede ser muy inteligente intelectualmente hablando y ser, al mismo tiempo, siniestramente maligno, diabólico, perverso y destructivo. Muchas figuras de poder han sido así: Hitler por ejemplo.

A los brujos también se los conocía como "hechiceros" y, como se dijo antes, eran personas de quienes se creía que tenían "pacto" con el diablo y podían hechizar.

En el diccionario se encuentra que: la creencia en los hechiceros no ha desaparecido aún por completo en muchos países (SINÓN. V. Adivino y encantador), (Larousse 1992)

Seguramente que algunos de nosotros todavía recordamos a los "brujos" de las tribus de indios del norte. Por lo regular eran curanderos, no eran gente "mala", al menos no necesariamente, más que ante enemigos e invasores. De hecho, y entre otros, en países africanos hasta la fecha, se relaciona a los brujos justamente con los curanderos.

"Curar", del latín curare, que para la medicina significa cuidar. (Larousse, 1992) Y se define al "curandero" como una persona que hace de médico sin serlo. Por otro lado "curare" es una:

  • Sustancia venenosa que se obtiene mediante la deshidratación de un extracto acuoso de una enredadera leñosa de América del Sur, Strychnos toxifera, o de especies emparentadas del mismo género. Algunos nativos sudamericanos lo utilizaban como veneno para las flechas. El curare tiene pocos efectos cuando se ingiere, pero cuando penetra a través de la piel actúa con gran rapidez paralizando los músculos voluntarios y produciendo la muerte por fallo de los músculos respiratorios. El curare contiene dos alcaloides: la curina, C18H19NO3, que paraliza las fibras musculares del corazón, y la curarina, C19H26N2O2, que paraliza las terminaciones motoras nerviosas de los músculos voluntarios. © 1993-2003 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos. Enciclopedia Encarta.

Pero no podemos dejar de pensar que definir al curandero así es una forma despectiva de definirlo, al menos, como estrategia ideológica de control proteccionista a favor de los médicos de profesión formal. Tal discriminación guarda relación con la diferencia que se induce cuando se habla de artesanía, por comparación con el arte. Y la verdad es que a muchos de nosotros nos ha ocurrido que un prestigiado pediatra nos ha sugerido, finalmente y después de muchos esfuerzos fallidos, que busquemos a alguien que cure, por ejemplo, de "empacho" a alguno de nuestros hijos.

Es curioso que en los diccionarios que revisamos no se considere al "hierbero" o "yerbero", sino como a alguien que vende hierbas, algunas de las cuales resulta que son medicinales. Porque los curanderos y brujos, curan precisamente con pociones y/ o cataplasmas hechas a base de hierbas y "pases mágicos" como recurso psicológico, actos éstos últimos que, por lo demás, estimulan la fe y pretenden potenciar una resignificación de los síntomas. Esta estrategia no tiene nada de extraño. Milton Erikson la empleaba con el manejo de la palabra. Hará unos ocho años que una secretaria de la universidad que se había recuperado de las secuelas de una embolia, ante un problema con una tos de fumador que ya me duraba unos dos años, me recomendó al médico que ella veía. Era un médico, el cual además, era investigador en la UNAM que curaba con inyecciones locales de xilocaína: Terapia Neural. Lo consulté y me informó de la terapéutica que empleaba, de hecho me puso a leer un libro en alemán que no logre entenderle más que a partir de las ilustraciones, y con la cual realizaba incluso algunas investigaciones en la UNAM. Me aplicó, pues en efecto, tremendas inyecciones de xilocaína en las anginas y el efecto fue inmediato. Después de tres consultas e igual número de inyecciones, parecía que nunca había tenido el problema que llevaba dos años de padecer. Me llamó enormemente la atención. Había seguido varios y diversos tratamientos, algunos de ellos con antibióticos verdaderamente caros. Y, a caso, sólo había sentido una efímera mejoría. Estuve pensando mucho porque la xilocaína es básicamente un anestésico, y llegué a la conclusión de que el síntoma, la tos y sus molestias, como suele suceder, tenían una función psíquica, básicamente, penitencial o purgativa. Se le quitó su "función", digamos, de provocar dolor y molestia, y ya no había una razón que la sustentara. Sin duda que debe haber una explicación, no sé, química, pero a los psicólogos lo que nos importan son los procesos psicológicos. Y en último de los casos, ¿por qué ni los más modernos y caros antibióticos o la probada experiencia clínica de varios médicos, lograron curarme? El tratamiento me obligó a resignificar el síntoma y el atraer mi atención al hecho, me hizo pensar en el importante papel que juega la mente en el origen de enfermedades, tanto físicas, como mentales.

Retomando, el origen de la investigación que devino en la ciencia médica formal y la farmacología, nos guste o no, tenemos que buscarlo precisamente a partir de los malabares intentados por muchas madres para "aliviar" a sus bebés. Esas primeras "investigadoras", si se quiere "vulgares", "silvestres" o intuitivo-práctico-clínicas, iniciaron la "medicina original" con base en los primeros indicios de organización y desarrollo emocional a partir del amor y la preocupación que les provocaban las enfermedades de sus bebés. Amparándose en el amor por sus bebés, el instinto de conservación y una inteligencia intelectual en inicio de su desarrollo, íntimamente ligada a una inteligencia intuitiva que la precede y le otorga base.

Me parece posible demostrar, y así, justificar psicoanalíticamente que existe un fenómeno denominado popularmente como "mal de ojo". El cual se piensa como consecuencia de una experiencia de intercambio emocional en un código que no verbal entre un bebé y una persona desconocida, en tanto que la experiencia ocurre antes de que el bebé pueda hablar. Es decir antes de que se establezca la capacidad para simbolizar, pero inclusive en niños mayores que ya pueden hablar, porque se asocia con un detenimiento, desviación o alteración de la capacidad semántica.

La capacidad para desarrollar simbolizaciones de la experiencia, sobre todo desde su perspectiva emocional, tiene la virtud de hacer digeribles una gran cantidad de experiencias emocionales cuya mayor energía es reprimida, procesada, justamente merced al proceso simbólico. Pero además, una probable manifestación del afecto de envidia destructiva por parte de un "otro" diferente del objeto materno o encargado empático del cuidado del neonato, le resulta al bebé, una experiencia doblemente ominosa e improcesable; es decir, el bebé no cuenta con recursos defensivos respecto de un adulto envidioso que anhela y que a lo mejor no puede tener bebés.

Ahora bien, la envidia tiene que ser pensada en dos registros: como concepto técnico, se considera como "primaria" cuando se "despierta" frente al pecho-madre por sus "bondades" y capacidad maternante: fuente de nutrimento, intercambio afectivo y atención de necesidades vitales varias. Un segundo registro, sería la forma popular como la manejamos y comprendemos. Quizás la mejor manera de definirla sea a través un refrán: "Si la envidia fuera tiña, cuantos tiñosos habría". Es decir como una forma de afecto destructivo, presente en todos. El refrán quiere decir que si la envidia fuera tiña, al menos en ciertos momentos, todos nos pondríamos tiñosos. Y por envidiosos o por estar en la mira de algún envidioso. Así, deja entrever que es algo horrible, desagradable y que, además no se puede ocultar cuando aparece: la gente se pone "verde de envidia".

Respecto del Psicoanálisis, Ricardo Bernardi un psicoanalista argentino, argumenta que "Tener en cuenta la posibilidad de estos aspectos destructivos y de su repercusión en la reacción que podemos tener [contratransferencia frente a los pacientes, como cualquier ser humano, por su juventud, belleza, posición económica, dotes o talentos o por su agresividad, destructividad o tipo de locura que nos hiciese resonancia] da a nuestra tarea una mayor profundidad emocional [por vía de la interpretación], y aumenta las posibilidades terapéuticas". (Bernardi, 2002)

A partir de la "comprensión" popular del afecto envidioso como algo común y habiendo podido percatarnos de sus consecuencias, esta primitiva emoción se ganó por sí misma el derecho de ser objeto de investigaciones sociológicas y antropológicas. Quizás la causa más importante al respecto, obedezca a la perspectiva de su destructividad y auto-destructividad: "Ponerse verde de envidia", es intoxicarse de odio: bilis.

El conocimiento popular a asociado la envidia, por derecho propio, con la magia y la brujería. Y eso hace necesario que la revisemos en ese ámbito. Asimismo, desde las líneas espiritual, mítica, psicológica y finalmente, psicoanalítico-clínica, porque parece ser una de las causas de diferentes formas de padecimientos, importantes por su gravedad, dentro del tipo de enfermedades que han sido consideradas de base psicógena y producto de regresión psicosomática.

A manera de justificación, se exponen algunos ejemplos de "daño" ó "mal de ojo", según la experiencia popular que ha otorgado base a la creencia de su existencia y que, sin embargo, pueden pensarse como parasitajes a través de "identificaciones proyectivas e introyectivas". Se pretende probar, con apoyo en la clínica, esa posibilidad, por medio de viñetas de casos. Asimismo, a través de esos ejemplos, se intenta validar la relación de la envidia con otros fenómenos como el narcisismo y la reacción terapéutica negativa, debido a que la forma como fluye, "echa mano" de las formas primitivas o primarias que caracterizaron la dinámica entre identificaciones proyectivas e introyectivas, tanto desde el rol de sujeto como del de objeto, en el seno de la dinámica de la relación temprana neonato-madre.

Esas formas primitivas de identificación "originaria", "fundante", están al servicio de una "comunicación" pre simbólica, que resulta coherente con lo encontrado por algunos investigadores cognoscitivistas (Leslie, 1987; Perner, 1988) según sus conceptos de "representaciones primarias" y "representaciones de modelo único", las cuales, al ser integradas con las propuestas psicoanalíticas, permiten comprender y explicar mejor las formas primarias de "comunicación": "función alfa" y rêverie (Bion, 1959/1965), que ocurren entre las madres y sus bebés, y, al servicio de la potenciación de una organización gradual de las emociones, a partir del surgimiento de la capacidad para ordenar y organizar la información en forma de "huellas mnémicas" (Freud, 1895): contenidos asociados a una carga emocional susceptible de ser archivada en la memoria. Ya sea que, como propone Ruiz Vargas (1994) sea esa memoria de tipo "episódico": memoria de experiencias emocionales o "procedimental": memoria basada en las acciones, según la forma de "inteligencia sensorio-motriz" (Piaget, 1964) (Bleichmar, 2002)

El establecimiento y desarrollo paulatino de esas formas de memoria, estimulan, en efecto, el inicio y estructuración de algo que podríamos llamar "comunicación naciente" o "cuna de la comunicación", preliminar a la aparición del lenguaje. Es decir, comunicación pre-verbal, mediante la función "metabolizadora" de la experiencia afectiva que la madre, como un "alter-ego", puede realizar a través de su responsividad, la mirada, el contacto físico y la expresividad rostral cara a cara, acompañada simultáneamente de palabras; estimulando así la organización de los afectos y sentimientos del Self en su bebé. (Compárese con la "función alfa" y el rêverie de Bion, 1959)

Este proceso, parece sentar las bases para el desarrollo de la "memoria semántica": aquella que se refiere a lo que podemos recordar y verbalizar (Ruiz Vargas, 1994), en tanto que, posteriormente, otorga sentido al intercambio de información dentro de la estructura del lenguaje. Mientras tanto, en la relación neonato-madre, el intercambio de información ("señales" por parte del bebé), ocurre a través de la cenestesia y la mirada de la madre capaz de descifrar esas señales al "ensoñar" o "rêverie" (Bion; 1965) otorgando a ciertos contenidos, la posibilidad de hacer "digerible" para el bebé la información, afectivamente hablando, que contienen, por un lado, y susceptible de significado intelectual posterior, por el otro. Es decir, "estructurante", en el sentido lacaniano del término (Lacan, 1966), a partir de lo cual se podrán desarrollar estructuras consecuentes a fenómenos y procesos mentales, integrando y sintetizando tanto emociones como conductas corporales con la posibilidad de inaugurar la producción y organización de contenidos semánticos como "sistemas de representaciones", no obstante, aún precedentes a la capacidad de "simbolización" en tanto que anteriores a los cuatro años de edad. A partir del cuarto año, se establece la posibilidad, dada la gradual sistematización en el uso del lenguaje (que inicia entre los 12-14 y 16-18 meses), de que el niño incursione en las abstracciones cuasi lógicas, fundamentales para sustentar la capacidad de entender y realizar relaciones entre representaciones diferenciando el "sentido" del "referente", y así llegar a poder desarrollar "metarrepresentaciones" alrededor de los 36-48 meses. (Perner, 1988)

La justificación del trabajo, se perfila, entonces, en dos líneas: primero en el sentido de integración del concepto de "representación" desde la perspectiva del Psicoanálisis y la forma contemporánea como la aborda la Psicología Cognoscitiva. En segundo lugar, obedeciendo a la necesidad de estimular investigaciones sobre técnica, que permitan depurar y diseñar estrategias de intervención, dada la dificultad que, de suyo, constituye el análisis de la envidia como uno de los elementos centrales en el surgimiento de la reacción terapéutica negativa y en el manejo de transferencia y transferencia negativa; contratransferencia y contra-identificaciones proyectivas, que, sobre todo, se observan en el tratamiento de trastornos graves y fronterizos, concebidos actualmente como consecuencia de "lo irrepresentado" (Winocur, 1999) Asimismo, con la intención de plantear la utilidad de la integración entre el modelo psicoanalítico y algunos de los nuevos aportes de la Psicología Cognoscitiva sustentados desde la investigación de las Neurociencias.

Por razones de ideología religiosa, rigurosidad epistemológica y de metodología "científica" según la influencia positivista, la magia y la brujería, que son ámbitos en los cuales son frecuentes y evidentes, fenómenos como el que nos ocupa, han sido consideradas formas de psicología informal.

Magia y brujería son calificadas como fenómenos inexistentes, producto de enfermedad mental o como fenómenos que resultan de la influenciabilidad, la fe, la ignorancia o el fanatismo de quienes creen en ellas. Por eso, no obstante ser formas de psicología, se han conservado en la "informalidad" e, inclusive, se las mira con recelo, desconfianza y desprecio sin que muchos psicólogos u otros profesionistas dejen de leer diariamente su horóscopo y "consulten" eventualmente el tarot o la cartomancia.

En relación con la envidia no hay mucha diferencia. Es un concepto "delicado" de abordar y pervive la tendencia, a mejor evadirla o proyectarla. Tanto en la informalidad del lenguaje cotidiano, como en la formalidad del discurso científico.

Dentro de la comunidad psicoanalítica, la pertenencia o preferencia respecto a alguna de las muchas corrientes teóricas existentes, ha sido motivo de evaluación y valoración. Las críticas más severas, en ocasiones, se han centrado en quienes optamos por el modelo kleiniano, pionero en el abordaje técnico del concepto de envidia primaria. Reconocer abiertamente el interés en sus premisas e hipótesis, lo hace a uno acreedor inmediato de críticas y nos coloca en la mirilla de la sospecha y el señalamiento. Ciertamente el modelo kleiniano constituye una línea "dura" (Testimonio verbal del Dr. Antonio Santamaría. UIC. México, 1989), pero que ataca justamente, fenómenos que otras teorías, simplemente, han evadido o "reducido".

En el XXX Congreso del Psicoanálisis en México efectuado en la Ciudad de Puebla en 1988, en una conferencia me tocó presenciar a un analista mexicano cuestionar y confrontar agresivamente y delante de toda la audiencia, a dos psicoanalistas argentinos y por alguna razón, pensé que sería, además de por ser extranjeros, porque los argentinos en general son presumidos, algo "cultural" en su tierra, que es una forma de defensa válida y útil contra el propio afecto de envidia, pues lo deslinda de su acepción destructiva directa. Pero además, porque han manifestado abiertamente, desde siempre, su aceptación y respeto por el modelo kleiniano.

Poco después, en la Universidad Intercontinental, el Dr. Tubert-Oklander, inició su ponencia sobre la envidia, con un preámbulo como de disculpa porque hablar de envidia es hablar de Melanie Klein.

Decía antes que no termina de quedarme clara la razón, si es que la hay… será la intolerancia, el culto al hombre, la lealtad al maestro o el ineludible hecho de que al aceptar la existencia de un fenómeno psicológico, sobre todo como "primario", implica que está presente en todos y por tanto, en uno mismo.

  • como dice Bernardi respecto de la tendencia en la Argentina a hacer "adopciones" prematuras y como por "moda" de los nuevos modelos emergentes, a fuerza de dudar y no terminar de identificarse [porque los psicoanalistas argentinos, tienen muchos] con uno propio: "Encontrar en las teorías una nueva identidad personal y grupal [o aferrarse a una que lo hizo posible y se teme perder] que acompañará el cambio generacional en las instituciones analíticas, en el marco de transformaciones culturales más vastas… no emana de una comparación detallada de la utilidad de estas ideas frente a situaciones clínicas concretas, sino que se da de antemano por evidente [tal vez por novedosas o complejas], en un razonamiento muchas veces circular, o se apoya en gran medida en el mayor prestigio de esas ideas en el contexto cultural del momento" (Bernardi, 2002)

¿Modas? En lo personal me ocupa más el interés clínico que el esnobismo y, como diría González Chagoyán, tampoco me preocupa mucho que me miren como "Dios ve a los conejos".

Yo soy psicólogo de formación y después Psicoterapeuta Psicoanalítico, de la Primera Generación de Doctorados de la Facultad de Psicología de la Universidad Intercontinental, y no me siento "vendido" con el Psicoanálisis ortodoxo ni con la Psicología del Yo. Pero tampoco enemistado con ninguna corriente ni con ningún representante. Por otro lado, sí me siento coherente con la apertura que debe caracterizar a toda Universidad. Por ello en mi trabajo me responsabilizo de la libertad que asumo para incursionar y tratar de asociar conceptos, hipótesis y fenómenos que se exponen en las varias teorías psicoanalíticas como disciplina científica y en la Psicología en general, para explicar un fenómeno que sólo goza de una cierta forma de "crédito" popular. Me gustaría ser capaz de interesar a quien guste otorgar un tiempo para ver mi trabajo, pero me gustaría aún más lograr aportar algo útil y válido clínicamente.

Retomo, con intención de integración, incluso conceptos piagetianos y de la Psicología Cognoscitiva, concretamente de la Teoría de las Representaciones de Perner (1988), algunas reflexiones y propuestas de integración de Hugo Bleichmar (1999, 2000, 2001, 2002); otras del trabajo también de integración que realizó Díaz-Benjumea (2000), entre otros, porque me parecen bastante valiosos e interesantes. Pero, desde mi propia idea de integración incluyo investigaciones y descripciones tanto de la Sociología como de la Antropología, que irremisiblemente me condujeron a formas informales de psicología que, como se dijo antes, los psicólogos hemos ignorado y tolerado porque nos acercan a perspectivas espirituales y, "cosa más delicada", a creencias populares mágicas y místicas, así como a prácticas ritualísticas. No obstante, fundamentales para el objetivo que se pretende.

En la clínica psicoanalítica, el deseo de investigar, en ocasiones, obedece a inquietudes internas (conflicto) o preferencias teóricas: que algún concepto o proceso nos conduzca a "lagunas epistemológicas", o no termine de satisfacernos, ya porque parezca no encajar dentro del modelo que lo contiene, o que nos pueda parecer complementario con otro modelo; así, puede despertar un deseo de intentar integrarlo. Hay situaciones que nos permiten sospechar o intuir que algún beneficio práctico puede resultar de investigar. En otras ocasiones es más bien curiosidad respecto de fenómenos "hechos de lado", algunos de los cuales el discurso de un paciente y sus consecuencias nos llevan a re-pensarlos. O bien puede ser una dificultad de tipo clínico, algo que se siente incompleto, poco claro o que el paciente cuestiona más allá de la resistencia que lo caracteriza porque lo siente aislado, extraño o como si no tuviera continuidad respecto de su concepto de sí mismo, dificultándole aprehender la elaboración y dar continuidad al proceso de translaboración, deseable para consolidar el proceso de cura que esperamos ocurra: que se integren componentes afectivo-emocionales, lógico-formales, conscientes e inconscientes. Más aún, a veces aluden a fenómenos repetitivos e irracionales, en el sentido que Freud (1920) propone según su concepto de "compulsión de repetición". Entonces la experiencia se registra, se siente, simplemente, como incompleta en su comprensión cuando se consigue atraer el razonamiento hacia ella. Varias de estas razones fueron motivadoras para el deseo de desarrollar este trabajo: ¿Cómo es que alguien puede "provocar" una alteración física sobre otro sólo mirándolo? Y ¿será realmente posible que un niño "dañado" así pueda morir ante la impotencia de la "súper" medicina contemporánea?

En la práctica clínica con pacientes que llegan a presentar fenómenos importantes de regresión, trastornos severos y/ o estructuras psicóticas no descompensadas, es frecuente registrar desde la condición de analista, ciertas molestias "leves" como dolor de cabeza, confusión, sueño, tristeza, ruidos en el estómago, insomnio, miedo o vértigo; y nadie los reporta en detalle porque probablemente no se les otorga un tiempo de reflexión para poder deslindarlos de la propia subjetividad y, además, porque han sido motivo de burla, señalamiento o crítica, en relación con "falta de experiencia" o errores de técnica, como si estuviéramos en la cima de la pericia en materia de formas de intervención ante este tipo de padecimientos. De esas molestias y fenómenos, decimos que son reacciones contratransferenciales, mismas que, a medida que puedan ser entendidas, e interpretadas, estimulan la integración de contenidos escindidos y proyectados por el paciente en el analista y justamente al interpretarlos, el analista se "libera" de ellos en su aspecto parasitante, potenciando, a su vez, en el paciente, un insight y una mejoría. Independientemente de que, a veces, esa mejoría no es registrada de manera consciente desde una perspectiva intelectual, sino sólo emocional. Otras veces, al contrario, porque pareciera que el paciente se puede sentir como reintroyectando (tal es uno de los casos que ocurre con el bebé en el "daño" a través del "mal de ojo"), algo que había conseguido "evacuar" (Bion, 1956, 1959, 1965), en tanto que amenazante y peligroso para él.

Sin embargo, el mayor o menor éxito en la "metabolización" que el analista pudo estimular al resignificar el contenido en cuestión, según la forma como estructuró su interpretación, se entiende que llevaba la mejor intención de ayudar a su paciente y, al menos, preservarse a sí mismo. Fenómenos de este tipo son frecuentes como preliminares al surgimiento de una reacción terapéutica negativa y, muchas veces, son muy difíciles de prever o evitar, no obstante "las horas de vuelo".

Por otro lado, algunas veces un paciente, sobre todo, de trastorno severo, puede reaccionar somatizando, por ejemplo con una dermatitis, un problema respiratorio o una alteración estomacal, de la cual nos enteramos la siguiente sesión. El lapso de tiempo en que perdemos contacto con el paciente, "enmascara" la claridad deseable que podría permitirnos captar elementos que nos informasen directamente de una posible relación entre la somatización y lo trabajado o, incluso, asociada con la interpretación hecha, misma que, como es lógico, le demanda al paciente un "trabajo" o esfuerzo de "digestión", por decirlo de algún modo, en tanto que el proceso de cura demanda una actitud y esfuerzo activos, pero que también podría ser que la interpretación hubiese sido inexacta o defensiva por parte del analista e "indigerible", por tanto, para el paciente.

Por fortuna, es frecuente que alcancemos a sospechar o intuir esas posibles relaciones y, que nos demos a la tarea de analizar tales posibilidades. Así, logramos estimular su metabolización y con ello la recuperación, o, desaparición del síntoma. Esto parece suficiente para pensarlo como algo, no sólo factible, es también deseable y necesario.

La postura de que partimos, es que precisamente esa función "metabolizadora" (compárese con la "función alfa" de Bion, 1959), es la misma que realiza cada madre con su bebé, a través de la responsividad ("rêverie") que le significará al neonato, por la vía del afecto, el intercambio de miradas y el contacto físico contingente a la palabra. De tal manera que cuando alguien mira a un bebé ajeno y se piensa que, inconscientemente lo parasita probablemente desde afectos envidiosos (predominio de afectos coléricos e irascibles en quien parasita al bebé) o anempáticos (desde su condición de "extraño" o no familiar, simplemente le refleja al bebé, obligándolo a re-introyectar, un contenido sélfico-emocional del cual el bebé pretendía "desembarazarse" por "evacuación", y por medio de identificaciones proyectivas) El conocimiento popular "sabe" que, al menos en parte, el problema puede prevenirse, o, posteriormente "solucionarse", si el que parasitó, "envidioso" o simplemente anempático, toca al bebé. Por lo demás, habría que agregar que el neonato es susceptible de ser "dañado" de esa manera por varias causas: primero porque él mismo es un "envidiosito" primario, natural; en segundo lugar, porque la dinámica entre identificaciones proyectivas e introyectivas, es la forma por excelencia para que el neonato y su madre puedan intercambiar información (señales y respuestas) mientras que no se estructure el lenguaje en el bebé; y tercero, por las limitaciones en la incipiente organización cognitivo-emocional del bebé, que condiciona las posibilidades de otorgar "sentido" a los afectos que acompañan las miradas, los movimientos corporales, e incluso las palabras como representaciones "pensables" y capacidad para discriminar sentidos de referentes. Esto será posible hasta alrededor de los cuatro años de edad, cuando ya ha ocurrido la primera resolución parcial del Edipo y se está bien entrado en el uso del lenguaje; y siguiendo a Perner, el niño logre desarrollar la capacidad "metarrepresentacional". Mientras tanto, aún no es capaz de "metabolizar" por sí mismo, no digamos simbolizar todavía, los intercambios afectivos, las experiencias que, en tanto que no verbales, al menos podría asimilar si se asociaran, de una manera "contingente", con una caricia.

En el primer capítulo, se investiga el fenómeno de la envidia como un afecto "Ominoso" siguiendo a Freud (1919) Después, en la Biblia, porque existe la posibilidad de hacerlo en tanto que está tratado ahí. Pero también porque si se piensa que el "mal de ojo" es una especie de "magia" o "brujería" que provoca alguien por envidia u odio, un ámbito excelente para iniciar su investigación, desde una acepción positiva, sería aquel que representa su contrapartida: lo espiritual. Y por lo mismo, no nos circunscriben las Sagradas Escrituras, sino que se aborda desde otras perspectivas de corte espiritual, tanto mítico sociológico, como antropológico.

En el segundo capítulo se abordan varios fenómenos psicológicos, que algunos psicoanalistas, han interpretado desde la relación que se les encontró con diferentes formas de envidia, y se han traducido en síntomas, alteración, disfunción o trastorno.

En el tercer capítulo, se revisa el modelo teórico de Melanie Klein y algunos de sus colaboradores sobresalientes, haciendo hincapié en los mecanismos y procesos involucrados con la envidia.

En el cuarto capítulo se revisa algo de la bibliografía contemporánea en materia de Psicología Cognoscitiva e investigaciones Neurocientíficas, comprendiéndolas, preferentemente, desde la perspectiva kleiniana, principalmente en relación con conceptos como el de identificación proyectiva, tanto, como en lo que atañe a medidas técnicas y lo que ha devenido en complicaciones para la aplicación y el tratamiento, según esos investigadores.

En el quinto capítulo se exponen ejemplos de fenómenos que, generalmente, el conocimiento popular asocia con la envidia, a manera de introducción para la Viñeta de un Caso, considerado el "Caso Central", enriquecido éste con reflexiones y unos acercamientos metapsicológicas del material; finalmente, se incluye un apartado de sugerencias técnicas para el tratamiento de la envidia en específico para, terminar, con las Conclusiones y sugerencias que el trabajo estimuló.

Aquí y allá se intercalan de manera pertinente, a manera de ejemplos, viñetas o referencias de casos clínicos, para sustentar relaciones e interpretaciones entre, y de, fenómenos diversos asociados.

Fernando Romero Aguirre.

CAPÍTULO I

La envidia como afecto "ominoso"; según la espiritualidad en las sagradas escrituras y en la magia y brujería de los pueblos y las tribus

1.1. Acerca de "Lo Ominoso".

En "Lo Ominoso" Freud (1919) define el concepto como sigue:

  • Pertenece al orden de lo terrorífico, de lo que excita angustia y horror… variedad de lo terrorífico que se remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar desde hace largo tiempo… algo dentro de lo cual uno no se orienta… [Como si estuviera en lenguaje olvidado] Mientras mejor se oriente un hombre… más difícilmente recibirá… la impresión de lo ominoso. [Y observa que]: … en árabe y en hebreo, -unheimlich- coincide con -demoníaco-, "horrendo". [Como ocurre con todos los fenómenos psicológicos, lo ominoso también tiene significados tanto positivos como negativos]: … la palabrita heimlich, entre los múltiples matices de su significado, muestra también uno en que coincide con su opuesto unheimlich: Heimelich, heimelig, en alemán, por un lado significa "perteneciente a la casa, no ajeno, familiar, doméstico, de confianza e íntimo, lo que recuerda al terruño, etc." [Y por otro], Mantener algo clandestino, ocultarlo [como la envidia] para que otros no sepan de ello ni acerca de ello, escondérselo. Hacer algo hemlich, o sea a espaldas de alguien; sustraer algo heimlich [robar]; encuentros, citas heimlich; alegrarse heimlich de la desgracia ajena;… [Y revisando aquí y allá, llamaron su atención apreciaciones como]: El arte heimlich (la magia) En el momento en que las cosas ya no pueden ventilarse en público comienzan las maquinaciones [ansiedad persecutoria] heimlich. [Toma de Schelling]: Unheimlich es todo lo que estando destinado a permanecer en secreto, en lo oculto [negado o reprimido], ha salido a la luz" [retorno de lo reprimido o manifestación de lo escindido] En los cuentos de los hermanos Grimm (1877) encuentra que: Unheimlich es también el sitio libre de fantasmas… [En la Biblia]: partes heimlich del cuerpo humano, pudenda… Quienes no morían eran heridos en las partes heimlich (1 Sam. 5:12)" [Y al pie de página interpreta]: Y los que no morían eran heridos de hemorroides. [Luego explica]:… es una palabra que ha desarrollado su significado siguiendo una ambivalencia hasta coincidir al fin con su opuesto, unheimlich.

De E. Hoffman, observa sobre su cuento "El Hombre de la Arena":

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

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