Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

La envidia y su relación con el “mal de ojo” como un fenoméno psicosomática (página 2)




Enviado por Fernando Romero



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

  • El motivo del hombre de la arena que arranca los ojos a los niños. [Y agrega la explicación de un "aya"]: Es un hombre malo que busca a los niños cuando no quieren irse a la cama y les arroja puñados de arena a los ojos hasta que estos, bañados en sangre, se les saltan de la cabeza, después mete los ojos en una bolsa, y las noches de cuarto creciente se los lleva para dárselos de comer a sus hijitos, que están allá, en el nido, y tienen unos piquitos curvos; con ellos picotean los ojos de las criaturas que se portaron mal. [De niños todos llegamos a sentir la sensación de arena o "piedritas" en los ojos cuando muriendo de sueño nos resistíamos de ir a dormir. Dice Freud que]: Dañarse los ojos o perderlos es una experiencia que espeluzna a los niños. Ella pervive en muchos adultos, que temen la lesión del ojo más que la de cualquier otro órgano… se suele decir que uno cuidará cierta cosa "como a la niña de sus ojos", la angustia de quedar ciego, es con harta frecuencia un sustituto de la angustia ante la castración. [Nuevamente con Hoffman, en su novela "Los elíxires del diablo" y aludiendo a la maestría que éste tenía para manejar lo ominoso, se entrega Freud a la tarea de buscar las fuentes de remanentes o derivados infantiles]: Helos aquí: la presencia de "dobles" en todas sus gradaciones y plasmaciones,… la aparición de personas que por su idéntico aspecto deben considerarse idénticas; el acrecentamiento de esta circunstancia por el salto de procesos anímicos de una de estas personas [el neonato] a la otra [la madre] -lo que llamaríamos telepatía-, de suerte que una es co-poseedora del saber, el sentir y el vivenciar de la otra. [Aquí Freud está encontrando en Hoffman parte de lo que Bion (1959, 1965) propondrá en su teoría del pensamiento: la "función alfa". Enseguida agrega]: la identificación con otra persona hasta el punto de equivocarse [estado confusional: -(Rosenfeld, 1965); por identificaciones proyectivas patológicas: (Bion, 1959)], sobre el propio yo ó situar al yo ajeno en el lugar del propio [relación self-self object (Kohut, 1986)], o sea duplicación, división, permutación del yo, [y, por último], el permanente retorno de lo igual, [narcisismo negativo: (Rosenfeld, 1971); (Kernberg, 1969), en donde el self se identifica con el objeto "malo", persecutorio, para "conjurar" justamente la angustia persecutoria, desarrollándose así una destructividad interna que ataca las representaciones "buenas" del self y del objeto -compárese, asimismo con Fairbairn, 1951 y Meltzer, 1968-], la repetición de los mismos gestos faciales y ciertos movimientos ["neuronas espejo": (Blakemore y Decetey, 2001)], caracteres, destinos, hechos criminales y hasta de los nombres a lo largo de varias generaciones sucesivas. [Complementa, después, con observaciones del trabajo de O. Rank (1914) "El Motivo del Doble", (compárese con "la dinámica del doble" en Botella C. y S., 1997), Diciendo]: "En él se indagan los vínculos del doble con la propia imagen vista en el espejo y con la sombra, el espíritu tutelar, la doctrina del alma y el miedo a la muerte pero también se arroja luz sobre la sorprendente historia genética de ese motivo. En efecto, el doble fue en su origen una seguridad contra el sepultamiento del yo, una -enérgica desmentida (Dementierung) del poder de la muerte-, y es probable que el alma "inmortal" fuera el primer doble del cuerpo. El recurso a esa duplicación para defenderse del aniquilamiento tiene su correlato en un medio figurativo del lenguaje onírico, que gusta de expresar la castración mediante duplicación o multiplicación del símbolo genital; en la cultura del antiguo Egipto, impulsó a plasmar la imagen artística del muerto en un material imperecedero. Ahora bien, estas representaciones [pre-verbales] han nacido sobre el terreno del irrestricto amor por sí mismo, el narcisismo primario, que gobierna la vida anímica tanto del niño como del primitivo [y de cualquiera en regresión severa]; con la superación de esta fase cambia el signo del doble: de un seguro de supervivencia, pasa a ser el ominoso [irrepresentable desdoblamiento: espíritu-cuerpo] anunciador de la muerte.

En este trabajo Freud ya refleja algunas de las inquietudes que lo llevarán al desarrollo del último de sus trabajos: "La escisión del yo" (1938) y en el cual se avizora una perspectiva alternativa a la, también por venir, kleiniana para el abordaje de las psicosis y las perversiones (trastornos del carácter) Es decir, de fenómenos como éste de lo ominoso, la envidia, el narcisismo patológico, los trastornos psicosomáticos, lo "irrepresentable", etc., para los cuales encontramos muchas limitaciones desde el modelo de la segunda tópica. Hablar de representaciones que se desarrollaron "… sobre el terreno… del narcisismo primario…" (Freud, 1914) alude a representaciones pre verbales o anteriores a la aparición del lenguaje, justamente cuando la madre funciona como "interpretadora" de las "señales" que el neonato emite.

El afán de Freud por tratar de explicar el mayor número posible de fenómenos desde la perspectiva del modelo, lo conducirá a la concepción de la segunda tópica, y ya se perfilan límites, incluso para ésta. Su actitud siempre fue una garantía, intentó todo el tiempo la optimización de lo ya probado. Se esforzó por ser flexible y honesto, por respetar y conceder crédito, no siempre sin conflicto, a lo que se empezaba a esbozar por vía de Ferenczi: la clínica vincular preliminar a la teoría de las relaciones objetales.

Más adelante dice: "El doble ha devenido una figura terrorífica del mismo modo como los dioses, tras la ruina de su religión, se convierten en demonios" (Freud, 1914) Pareciera que prevé la representación del self que se identifica con la representación del objeto "malo", pues en tanto que "doble", resulta sí terrorífica, pero que resulta de la unificación del self con el objeto "malo". Ahora sabemos que se puede hipotetizar la posibilidad de que representaciones del self "bueno" se identifiquen con la dupla: -self "malo"-"objeto "malo"- y que el sujeto se conduzca con malignidad siniestra u ominosa, sin ningún tipo de miramiento ni por la realidad, ni por el Superyó. El Superyó, por lo menos en momentos, escindido, puede funcionar desde una parte de la personalidad en donde la represión simplemente parece no existir (compárese con "La tercera Tópica" de Zuckerfeld, 1999)

En lo que sigue, y en función de lo que nos ocupa, parece que Freud, continua hasta el final, confirmando su divorcio con lo espiritual y, en cierta medida a lo mejor hasta, degradando un poco lo mitológico:

  • En -El anillo de Polícrates-, el rey de Egipto se aparta con horror de su huésped [poema de Schiller basado en Herodoto] porque nota que todo deseo de su amigo le es cumplido en el acto y el destino le aventa enseguida cada una de sus preocupaciones. Su amigo se le ha vuelto –ominoso. La explicación que él mismo da: … que los demasiado dichosos tienen que temer la envidia de los dioses, nos parece todavía impenetrable, su sentido se oculta tras un velo mitológico. [Más abajo, agrega]: Una de las formas más ominosas y difundidas de la superstición es la angustia ante -el mal de ojo- [cursiva añadida] estudiado a fondo por el oculista [¿?] de Hamburgo S. Seligmann (1910-11) La fuente de que nace esta angustia parece haber sido reconocida siempre. Quien posee algo valioso y al mismo tiempo frágil teme la envidia de los otros, pues les proyecta la que él mismo habría sentido en el caso inverso ["el ominoso retorno de lo igual"] Uno deja traslucir tales emociones mediante la mirada, aunque les deniegue su expresión en palabras; y cuando alguien se diferencia de los demás por unos rasgos llamativos, en particular si son de naturaleza desagradable, se les atribuye una envidia en particular intensa y la capacidad de trasponer en actos esa intensidad. Por tanto se teme un propósito secreto de hacer daño, y por ciertos signos se supone que ese propósito posee también la fuerza [factibilidad] de realizarse.

Después circunscribe Freud tales experiencias, "mitos" o fantasías a la condición de "producto de la omnipotencia del pensamiento" (Freud, 1914) En estos momentos (1912-1914) todavía no ha elaborado "La Escisión del Yo" (1938) ni se han dado, obvio, todas las investigaciones que estimuló el concepto de "identificación proyectiva", y que permiten ver cierta incidencia material, (realización), de "la omnipotencia del pensamiento" y la inscripción de "modelos de relación" en el inconsciente no reprimido: no verbal o preverbal.

Podría, en efecto, explicarse como Freud lo hace, el temor del adulto: una madre puede temer la envidia que su bebé podría provocar en alguien que no pudiera tener bebés, más no el "daño" en el niño, el cual tampoco un oculista sería la persona idónea para dilucidarlo. El bebé no teme la envidia de quien lo mira, justamente por eso se ve parasitado, además de que poco podría hacer para evitarlo. Por otro lado, la envidia puede ser la de él mismo reintroyectada porque el otro, un extraño, en contraste con la madre, se la refleja. Es decir, no la procesa por él que es lo que si hacen las madres.

En ese sentido, de acuerdo con Freud, a la madre le resultará ominosa la amenaza: "el retorno de lo igual": su propia envidia primaria en su acepción omnipotentemente destructiva, proyectada en quien mire a su bebé. Y aún así, lo ominoso tendría que ver con un "conocimiento inconsciente", tal vez intuido o sospechado, reactivado, de "lo familiar", lo conocido: los ataques sádicos al pecho idealizado, por su bondad, por su generosidad, plenitud engrandecida por el "pensamiento omnipotente", pre-representacional. Es decir, del tipo "representación cosa". (Compárese con la idea de la preservación de "un núcleo actual" en la estructura intrapsíquica "normal" de que hablan C. y S. Botella, 1999)

Más adelante, Freud reconoce que: "También llamamos ominosa a una persona viviente, y sin duda cuando le atribuimos malos propósitos" (Freud, 1914) Como cuando dichas personas están regidas por una economía y dinámica intrapsíquicas de odio y reacciones envidiosas. Continúa: "Pero esto no basta; debemos agregar que realizará esos propósitos de hacernos daño con el auxilio de unas fuerzas particulares. Buen ejemplo de ello es el gettatore ("el que arroja", la cursiva es de Freud) esa figura ominosa de la superstición románica que Albrecht Schaeffer, con intuición poética y profunda comprensión psicoanalítica, ha transformado en un personaje simpático en su libro -Josef Monfort-".

Para terminar con esta perspectiva freudiana, agregaré algo que dice Freud más adelante: "… a menudo y con facilidad se tiene un efecto ominoso cuando se borran los límites entre fantasía y realidad, cuando aparece frente a nosotros como real algo que habíamos tenido como fantástico, cuando un símbolo asume la plena operación y el significado de lo simbolizado, y cosas por el estilo. En ello estriba buena parte del carácter ominoso adherido a las prácticas mágicas" (Freud, 1914)

1.1.1. Discusión y Comentarios.

Lo "ominoso", lo siniestro, lo tenebroso, son conceptos que inducen a pensar en lo inexplicable, lo que se sale de la lógica formal y, en efecto, transmiten la sensación de resultar algo espantoso. Salvo el primero que en español suena "neutro", los otros dos son más claros en su acepción negativa. Sin embargo, lo milagroso, lo maravilloso, lo increíble, también son conceptos que podrían calificarse como ominosos y, aunque desde una acepción positiva, igual pueden provocar espanto: imaginemos que de pronto se nos apareciera Jesucristo. Esta dualidad es lo que nos transmite Freud en relación con el concepto en alemán: "Das unheimliche". Si hablamos de la sensación de que algo resulta ominoso, en ambas acepciones, implica una especie de confrontación con la realidad (confusión y desconcierto), con los propios límites o conocimientos. Nos podemos sentir asustados, incluso, frente a un "milagro" porque es algo que está fuera de lo común y de nuestras capacidades, pero que puede significarnos la existencia de un "Otro" omnipotente y todopoderoso a cuya merced estamos. Alguien que nos hace sentir que nuestra "omnipotencia del pensamiento" no es tal, pero que hay quien sí la posee.

Asusta igual algo no pensable o inalcanzable como una quimera: "representación de lo inexistente", como podría ser la imagen de un pegaso o alguna otra cosa de la cual no tengamos representación basada en la experiencia, porque no está "figurabilizada", o nunca haya sido nombrada. La sensación de lo ominoso se acerca mucho al significado del concepto de "ansiedad persecutoria" (Klein, 1946) El recién nacido se puede sentir "perseguido" ante la experiencia interoceptiva de la sensación de hambre o de un cólico. Probablemente y de manera gradual, pueda, gracias a la maduración y el desarrollo, "figurabilizar" esa experiencia como algo que denominamos "objeto malo". Pero resulta que también por "algo" que podría llegar a figurabilizar como un "objeto bueno", podría igualmente sentirse "perseguido". Bastaría que lo "idealizara", por su "bondad" misma, generosidad y "plenitud omnipotente" en tanto que estimula un "percatarse" prematura o precozmente, de su separación con respecto al objeto, un "tomar consciencia" de su propia inermidad, dependencia y limitaciones y aparecerá la envidia (Klein, 1957) en la escena, al fin y al cabo, es una cuestión en la cual su supervivencia podría quedar en juego. Del "objeto malo" se defenderá con ataques fantasmáticos mortales. De la envidia podrá defenderse a través del recurso que le provee el narcisismo o también con intrusiones fantasmáticas dentro del objeto para despojarlo de sus "bondades" y destruirlo, y así "conjurar" envidias posteriores y posible retaliación. Esa sensación persecutoria es ominosa e inducirá un temor "siniestro": desde la fantasía de su "retorno". Porque es algo, de alguna manera registrado primero en la memoria "episódica" (Bleichmar, 2002) –emocional- luego en la "procedimental" ó inteligencia sensorio-motriz (Piaget, 1964) Y, en su origen, antes de la posibilidad de que su inscripción deviniese simbólica, ya sea de manera "figurabilizada" o susceptible de ser "nombrada".

Esas formas de inscripción, ("representaciones primarias" según Leslie o "de modelo único" según Perner), incluyen la información que se refiere al propio "papel jugado", interactuante o de interacción en la dinámica de la relación temprana con el objeto. Asimismo, la información con relación a lo que se "fantaseó" como reacción ante: la pérdida del objeto o de su representación, el abandono o la retaliación. "El ominoso retorno de lo igual" (Freud, 1914) aludirá a situaciones, emociones y representaciones del self y del objeto, para bien y para mal. Huelga decir que se habla de tiempos anteriores a los de la organización de la represión, anteriores a los del desarrollo de "representaciones palabra", y en los cuales una "confianza instintiva absoluta" implícita, genética, ha sido depositada en el objeto materno o se transfiere al "cuidador", dirían los psicólogos cognitivos. Un "daño" causado por alguien en quien el bebé depositó un afecto envidioso y destructivo (por vía de identificación proyectiva de él como sujeto), y, no siendo el "blanco" el objeto materno o "cuidador", no lo "metabolizará" porque no estaría obligado, intuitiva y afectivamente hablando, para hacerlo, sino que simplemente se lo "reflejará" forzándolo a re-introyectarlo. No siendo un objeto significativo, no tiene tampoco por qué estar en "sintonía" con el bebé para decifrar sus "señales".

Cualquier "daño" que, en esos términos, ocurriera al bebé, sería un daño "circunstancial", no propositivo ni intencional; y, de todas maneras, quedaría "registrado en el inconsciente no reprimido" del bebé. De ahí el potencial, ominoso, siniestro y amenazante "retorno de lo igual". ¿Una defensa?: la somatización. Si además agregamos que pudiera haber odio y/ ó envidia en quien "refleja", más perjudicial el efecto: parasitaje por identificación proyectiva por parte del objeto; y más espantosa la sensación de amenaza para el sujeto.

Ahora bien, explicar y justificar una serie de fenómenos considerados como "mágicos" malignos, según las teorías de la segunda tópica, la angustia de castración y la dinámica de la represión, hoy en día resulta insuficiente. Incluso fenómenos como la envidia, si no es desde Klein, "envidia del pene" solo alcanzan una clarificación parcial y no se abre mayor acceso a formas de intervención en relación con sus consecuencias.

1.2. La Envidia en las Sagradas Escrituras.

La palabra envidia proviene de las voces latinas "in", prefijo privativo y "video", "vides": verbo que significa ver. Es decir, in video: invidente, el que no ve, ó el que ve con malos ojos, el que mira malévolamente o con celos.

La envidia es una emoción natural y universal en el hombre, que puede ser positiva o negativa: "Santo Tomás de Aquino define la envidia como -pesar del bien ajeno (Romero, 1988) Sin embargo, lo que observamos es que ese "pesar" puede llevar al envidioso "… a provocarse un daño personal… si por esa vía causa un daño mayor al envidiado" (Romero, 1988)

Será porque la envidia opera desde lo inconsciente exacerbando los impulsos agresivos y provocando un conflicto de orden moral que se traduce en actitudes penitenciales; pero también, desde lo consciente, se la puede ubicar en lo consciente: "… estimulando dedicación y esfuerzo en la planeación premeditada de un ataque" (Romero, 1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC)

Por otro lado: Santo Tomás, en su Tratado Sobre las Virtudes (2-2 q 1,46)

  • … aconseja: … es la caridad la virtud de las virtudes… y el Dr. Angélico distingue dos clases de actos o acciones surgidos de la caridad, internos y externos: de los internos el principal es el amar… amar, antes que ser amado. […] de ello surge el gozo [experiencia del amor], la paz (personal o social) y la misericordia [compasión por la miseria ajena] San Juan, (1 Jo.3, 14), dice: […] quien no ama permanece en la muerte… quien aborrece a su hermano está en tinieblas, camina en tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos. En (1 Jo.2, 11) se lee: […] como acto principal opuesto a la caridad…, se encuentra el odio… el cual, como proceso, es causado en un primer momento por la envidia y en otro… por la ira (Hidalgo, 1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC)

Santo Tomás comenta que: "… la vida humana, por naturaleza, tiene una dimensión de exterioridad. Es decir, su actividad interna es proyectada y se difunde connaturalmente…" Gregorio Magno, (principios del siglo VI), incluye la envidia entre los siete pecados capitales y contra éstos existen siete virtudes, coincidiendo con lo anteriormente expuesto: contra envidia, caridad. Se dice que la envidia, internamente, provoca un efecto: "acidia" que es una experiencia de tristeza irracional ante un bien espiritual, el cual en sí mismo, es verdaderamente bueno, pero esa tristeza desanima a procurarlo o cultivarlo. Podríamos pensar que tal vez esa tristeza tuviera que ver con la necesidad de renuncia de algo que es moral y espiritualmente reprobable o ilícito. Como "… una especie de negligencia o pereza espiritual y por lo mismo se la considera un vicio [o una perversión] En la envidia, pareciera que la tristeza resulta del malestar que provoca sentirla, pero se toma el bien ajeno como al mal propio". (Hidalgo, 1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC)

Pueden ser envidiosos los ambiciosos de honor y los pusilánimes por considerar todo "grande", pues se envidian, fundamentalmente, los bienes que proporcionan honor y gloria. El menor bien de otro, cualquiera que sea, hace sentir al envidioso enormemente superado, incapaz, impotente o injustamente tratado. Dice el libro de Job (Job. 5,2): "… al apocado le mata la envidia" (Hidalgo, 1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC): ejemplo de envidia y baja autoestima, relación que se preserva cuando el amor propio o la capacidad de contentamiento con uno mismo y lo que se es, falla como defensa.

El libro de Job no habla directamente sobre la envidia, sino del "padecimiento del justo" víctima de la adversidad, pero en donde ésta última podría ser como un factor de estimulación de la envidia respecto del que le va bien o de reacción de odio en general. Ante la adversidad, la reacción con resentimiento y coraje, decepción y desesperanza, furioso ataque (Klein propone una reacción muy parecida a esta ante la idealización del pecho "bueno") y luego una ruptura, interna y externa (relacional) del vínculo con el objeto (retracción narcisística y/ ó renegación de Dios: soberbia) ¿Por qué Dios pone a alguien como Job, por lo demás, hombre justo, tales pruebas? Probablemente porque Él lo necesita más fuerte de espíritu, o lo prepara para algo muy difícil. Dicen que "Dios escribe recto en renglones torcidos", significa que Él sabe lo que hace y que nunca se equivoca.

Santiago en la carta a los judíos, (3.13,16) enseñando la distinción entre la falsa sabiduría y la verdadera dice: "Si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y espíritu de contienda, no os jactéis ni mintáis contra la verdad, porque tal sabiduría [reconocimiento consciente de la relación: envidia-ira y la forma como personalmente nos golpea], no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural y demoníaca" (Hidalgo, 1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC) Y agrega este autor:

  • En el libro de los Proverbios (14,30), atribuido a Salomón, se lee: Mantener las emociones en perfecto equilibrio contribuye a la salud del cuerpo, [y de la mente], la envidia, por el contrario, es la caries de los huesos. [Y en el libro de la Sabiduría, el mismo Salomón, agrega según este autor]: Yo os contaré qué es la Sabiduría y cuál es su origen… pondré en claro su conocimiento y nada omitiré de la verdad. No iré con el que de envidia se consume, porque la envidia nada tiene que ver con la sabiduría… Es la envidia juntamente una pasión y un vicio capital. En cuanto pasión, es una especie de profunda tristeza que experimentamos en la parte sensible, a la vista del bien que contemplamos en otros; esta impresión va acompañada de un encogimiento del corazón que disminuye la actividad de éste y produce una sensación de angustia. [La envidia parece muy cercana de la soberbia: autoexaltación en el amor y valor propios, despreciando a los demás se niegan las diferencias]: no acepta superiores ni rivales. [Y agrega]: Soberbia es un concepto que proviene del latín: "Superbia" que significa aversión a Dios, rechazo, no-aceptación de Dios.

Por su parte Romero (1987. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Soberbia. UIC), observa que: "En la tradición cristiana católica se la ha considerado según la fórmula Cupiditas mas Soberbia igual a pecado grave, donde Cupiditas significa preferencia o apego a lo material, [y corporal] En este sentido, el rechazo o aversión a Dios con el consecuente apego o preferencia a lo humano, [corporal y] material: hacia las criaturas, [en oposición a lo espiritual] Sin que por ello, [necesariamente], ambicionar y acumular o atesorar, impliquen en sí mismos, aversión a Dios. [Como tampoco lo opuesto es garantía de no-aversión a Dios estando presente la soberbia] Y en Hidalgo (1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC ) se lee:

  • La malicia de la envidia se puede considerar en sí misma y en sus efectos. En sí misma, se opone a la virtud de la caridad [y la gratitud] En sus efectos, primero suscita un proceso de odio [calumniar, denigrar, etc.], después tiende a sembrar divisiones [crea enemistades y escándalos] Más tarde impulsa a la búsqueda inmoderada de riquezas y honores [induce enfermedad de poder y de ambición]; para ser más [vengarse de] que aquellos a quienes envidiamos, nos entregamos a trabajos excesivos [en ocasiones], nos valemos de artimañas más o menos dentro de la ley, con las cuales corre peligro nuestra honradez. Finalmente, turba el alma, el envidioso no tiene paz ni contento mientras no consiga eclipsar y dominar a sus rivales y como es raro que lo consiga, padece angustia perpetua.

En la Biblia se aconseja: "contra la envidia-mansedumbre", o sea "humilde sumisión a Dios", (Prov. 14,30), y la humildad de corazón es como lo opuesto a la soberbia, que podríamos casi equiparar con la narcisopatía o problema de autoestima. La humildad de corazón implicaría: "… conformarse con el propio destino, nutrirse con lo que sí se tiene, aceptarlo, contentarse con uno mismo, con los demás (para no envidiar) y (para no ensoberbecerse) con Dios" (Romero, 1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC) En el texto de Eclesiastés (Eccles. 4,4) se pone énfasis en el factor precipitante de la envidia: el éxito de otro. Y alerta sobre la vanidad, en tanto que los "bienes que no terminan", o sea los bienes espirituales, son lo que producen una "satisfacción verdadera" (Romero, 1987. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Soberbia. UIC)

1.2.1. Discusión y Comentarios.

La dificultad para preservar los vínculos afectivos puede, por un lado, pensarse como consecuencia de un desequilibrio fisiológico, en tanto que fue algo muy temprano, y que debió vivirse como un traumatismo, y del cual parece haberse responsabilizado al objeto, provocando una reactividad que indujo registros de experiencias que se tornaron improcesables; deviniendo así en alteración de la organización de impulsos y emociones dentro del sistema de "representaciones primarias". (Leslie, 1987)

Pero en teoría existe la posibilidad de que hubiese ocurrido el "traumatismo", incluso, in útero: compárese con la condición "transfusor-transfundido" de los gemelos no univitelinos, (González Chagoyán, 1988 Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC)

Y si posteriormente, se ve acrecentada por sentimientos que se interpretan como ser tratado injustamente en relación con un "par", como lo es un hermano, en el seno familiar, y, específicamente, por una figura significativa: el padre o la madre, entonces se puede pensar como coherente con un escenario matizado por una constelación familiar promotora de rivalidades y envidias, "odio rencoroso y vengativo". (Lichtenberg y Shapard, 1999)

Una convicción de este tipo es, evidentemente, un duro golpe al equilibrio emocional y el amor propio e inductora de sensaciones de pérdida de objeto o de la representación del objeto; estimulará la pulsión de muerte en tanto que puede interpretarse como que la vida pierde su sentido o su significado. De ser, en efecto, así, destruye la "confianza básica" (Erikson, 1963), si es que llegó a haberla. Y hay varias defensas posibles como al servicio de la supervivencia: la regresión psicosomática, la des-estructuración o ajuste caracteropático, la estructuración y despliegue de un estilo de relación agresivo-competitivo-vengativo, o la asunción de una actitud de auto-abandono melancólico.

De todas, acaso en la regresión psicosomática, sería la única en donde la envidia no juega un papel evidente, pues se "camuflajea".

Resulta muy interesante, por ejemplo, lo que se lee siguiendo a Salomón con respecto a la forma de interpretar que la envidia es "la caries de los huesos", sería interesante investigar la correlación entre envidia, artritis y osteoporosis.

Asimismo, llama la atención que desde la definición, se relaciona la envidia con los ojos: "in-vides" por lo que en esta investigación me ocupa.

Y en relación con el sistema cardio-vascular: "tristeza… que va acompañada de un encogimiento del corazón que disminuye la actividad de éste", porque pareciera que se intuye la base o factor emocional de las enfermedades cardíacas y, en general, de todas las de tipo orgánico.

Por otro lado, las recomendaciones: cuidado ante la envidia porque estimula la agresividad, el ansia de poder y la ambición desmedida, los cuales desde una acepción negativa inducen destructividad, sometimiento y control de unos sobre otros. Orillan a odiar, estimulan la ira, la explotación y el utilitarismo.

Desde una perspectiva menos peor, motiva para el trabajo y el logro, y si bien, en tanto que de manera compulsiva, con intenciones de atesoramiento, tampoco por ello puede haber garantía de que no se caerá en la ambición desmedida y en la racionalizada dinámica de que: "Los fines justifican los medios".

Como inductora de malicia, la envidia podrá despertar pasiones, deseos perversos y malignos o siniestros, propiamente tales. En ese sentido, como asociada a fenómenos psicopáticos, carentes de consciencia moral, que surgen ante el dolor o la tristeza que provocan los atributos o posesiones de otro, y que se transforman en resentimiento y odio destructivos, dado que se interpretan como los "causantes" provocadores de la envidia, en tanto que ausentes en el envidioso.

Finalmente, también se la asocia con los problemas de autoestima: falta de cohesión en la estructura del self (Kohut, 1971b), específicamente en el "polo de los ideales" si el problema es de minusvalía, y la "soberbia", que bien podría aludir a trastornos narcisistas por fragmentación del polo del "self grandioso". Retomaremos más adelante el problema del narcisismo.

1.3. Envidia, magia y brujería en los pueblos y las tribus.

"… en vez de experimentar el dolor de la victimización, la persona que odia experimenta la fuerza de su cólera y el placer de su eventual triunfo final. Puede sentir –no estoy siendo abrumado por la envidia; veré a la persona envidiada tumbada y humillada. No soy de los que se atemorizan por un matón; mi mente puede clavar alfileres imaginarios en el que me maltrata y tengo un poder mágico sobre él-. El escenario del odio rencoroso y vengativo, tiene gran generalizabilidad; por eso sus causas originales pueden estar perdidas o reducidas a sombras, mientras que sus recompensas se extienden sobre cualquier caso de pérdida narcisista".

Lichtenberg y Shapard, (1999)

En los pueblos primitivos, el "raro" por feo o simplemente diferente, el exótico, el malformado o inválido, el perjudicado en alguna forma, causaban la sospecha de envidia; hasta la fecha hay gente mayor que opina, "muéstrame un lisiado buena gente" (en efecto, heridos narcisísticamente), tales personajes eran acusados y castigados por lo malo que ocurriera, retroalimentándose su resentimiento. De los que tenían más, se creía que por medio de la magia y la brujería (en realidad, sólo envidiosos y voraces), se habían apropiado de lo que correspondía a todos.

Max Scheler (1875-1928), filósofo fenomenologista, desde el análisis del resentimiento compara a la persona crónicamente envidiosa con la bruja. Dice que el resentimiento "… nunca se puede formar sin la mediación de un específico sentimiento de impotencia" y que en ciertas situaciones sociales típicas, los hombres, salvo los "individualistas", se entregan fácilmente al resentimiento. Su juicio nos hace recordar que el narcisismo funciona, en ocasiones, como defensa contra la envidia. Una persona, por otro lado, se puede sentir impotente, en efecto, por sus propias limitaciones e ignorancia o por sus inhibiciones psicopatológicas. Pero también indignada e impotente por el despojo de lo suyo y el abuso en condiciones favorables para unos y adversas para él. Scheler llama "individualistas" a quienes han encontrado la fórmula para organizar y encausar propositivamente su energía envidiosa y su voracidad, y que no obstante, corren el riesgo de enfermar de ambición y "ansia" de poder.

Para este filósofo, la mujer de finales del siglo XIX y principios del XX, "Precisamente más débil, y por lo tanto, más vengativa y forzada, además continuamente, por sus inmutables cualidades personales, a la competencia con sus compañeras de sexo por obtener el favor del hombre, se encuentra, por lo general, en tal situación". Helmut Schoeck (1969), sociólogo alemán, considera que a eso se debe que "… las divinidades vengativas como la oscura casta ofidia de las Euménides principalmente hayan prosperado durante el matriarcado". Asimismo, Scheler observó e interpretó la particular afinidad entre "el segundo sexo", tal como plena de resentimiento, la denominara Simone de Beuvoir, y la figura envidiosa de la "bruja". Desde la perspectiva psicoanalítica, será más bien por la encomienda femenina psico-biológica y cultural de la maternidad y los procesos de maternaje que requieren de la necesidad de una forma de comunicación intuitiva, cuasi-telepática, de la mujer con su "producto" y con su bebé en aras de la supervivencia de éste, lo que las coloca en una situación que conlleva peligros o riesgos lógicos: la preservación de ciertas habilidades como la intuición y una cuasi-adivinación, mismas que, además, son motivo de envidia para el hombre respecto de ellas. Todos fuimos "adivinos" y "telépatas". Asimismo, todos tuvimos que "aprender" a organizar las energías instintivas, y no solamente las libidinales, evidentemente, también las del odio que se manifiestan, entre otras formas, a través del afecto envidioso. La diferencia entre hombres y mujeres es que las mujeres tienen que conservar la habilidad porque de ello depende el vínculo temprano sano, que garantiza, en primera instancia, la supervivencia de la especie.

En los pueblos primitivos, y en algunos ritos religiosos incluso preservados, tanto como en los fenómenos regresivos y en ciertos estados psicóticos, la brujería y la magia no son exclusivas del sexo femenino. Por ejemplo los indios Navajos creen que tanto mujeres como hombres pueden convertirse en brujas y brujos, pero opinan que predominan los hombres brujos, (Kluckhohn, 1944, mencionado por Schoeck, H. 1969) Este investigador encontró 222 casos, de los cuales 184 adultos y 38 jóvenes, 131 eran ancianos y el resto (91) mujeres, eran acusados de poseer poderes para la brujería. Los Navajos temen tanto a la brujería de los viejos que los complacen en cualquier aspecto, los agasajan generosamente, incluso cuando son desagradables. Kluckhohn comenta que, además, los Navajos otorgan gran valor a una larga vida. Quien la alcanza, quiere retenerla, muchas veces a expensas de los jóvenes. De aquí surgirá la fantasía, si es que es sólo eso, de que las brujas "se chupan a los niños". Desde las ideas kleinianas, son más bien los niños los que, vaciando con voracidad y envidia a las madres, las lesionan y provocan su deseo de venganza, "venganza retaliativa", convirtiéndolas en "brujas persecutorias". Asimismo, hay otra "fantasía" que se refiere a las relaciones de pareja entre dos con acusada diferencia de edades, y que favorece al mayor en tanto que lo hace rejuvenecer, a costa del envejecimiento prematuro del menor. Es decir, "chupándole la juventud".

Los Navajos, dice Kluckhohn, desconfían de todas las personas con posiciones sociales extremas: los muy ricos, los muy pobres, los muy viejos, los talentosos y exhibicionistas y los carismáticos e influyentes. Es lógico pensar que será diferente el temor en cada caso; a los viejos se los valora y se los teme por sabios, por su experiencia y conocimientos, luego porque nadie está exento de desorganizarse. ¿Qué tan temible podría resultarnos un verdadero y maligno sabio loco? Por otro lado, creen que sólo sus familiares muertos, pueden convertirse en espíritus hostiles. Nadie puede "ver" el espíritu de un muerto si no es de su familia (lo cual suena muy lógico pues sólo un familiar podría conservar "pendientes" tan importantes con un muerto dada la naturaleza ambivalente de los vínculos) y, a pesar de que la vida de los Navajos se sucede bajo la oscura influencia de los omnipresentes brujos, les disgusta hablar de ello. Hombres blancos que han vivido durante años en esa tribu, no han podido lograr un conocimiento exacto de la seriedad y grandeza de su contenido cultural. Navajos que se han segregado y apartado definitivamente del resto de la tribu, conservan un hondo temor a los brujos. Algunas de las conclusiones de Kluckhohn, relacionan la envidia directamente con la brujería: "… este arte se hereda de padres a hijos"; alguien se convierte en brujo "… para vengarse, para adquirir riqueza o simplemente para hacer daño, con mala intención, en la mayoría de los casos, impulsado por la envidia". Claro, pero en lo que no profundiza Kluckhohn, es en las causas. Qué es lo que provoca que una persona se desorganice y su desorganización alcance o privilegie la "estructura" de la envidia, lo cual nos estaría diciendo que se está viendo invadida por la pulsión de muerte y ante la necesidad de proyectarla por y para su supervivencia.

Otra tribu, los indios Hopis, considerados como muy pacíficos, valoran enormemente la armonía social, pero cuando pretenden explicarse una enfermedad, la muerte u otras desgracias, creen, igual que los Navajos, en la brujería de quienes los rodean. Conocen el peligro de la envidia. Una norma importante para ellos consiste en no vanagloriarse o jactarse. Muy interesante, "saben" de la relación entre envidia y auto-exaltación narcisista. "Se pueden robar las pertenencias del hombre fatuo (creído, que provoca envidia y se resarce con ello), emprendiendo brujerías malignas contra él". (Brandt, 1954 Mencionado por Schoeck, H. 1969) En la lengua de los Hopis existe una palabra: "unangtutuica" que se traduce como "él está enfermo en su corazón" y los etnólogos norteamericanos la traducen como envidia o celos.

Al igual que los Hopis, los Zunis también sacrifican la individualidad por la colectividad sin que por ello, no obstante, se consiga que desaparezca la envidia. He aquí una defensa cultural contra la envidia: la degradación. La degradación de la individualidad, la cual al no desaparecer, finalmente, parece apoyar la tesis de la envidia primaria. Resulta también interesante observar la semejanza entre los cuentos europeos de brujas y los de los Zunis: en ambos casos, por ejemplo, un marido engañado o un amante repudiado, no se llena de odio y deseos de venganza contra el rival, sino como alguien que no puede soportar ser él el único desdichado: toda la tribu o toda la comarca, culpables o no, deben ser igualmente destruidos para compartir con él su desdicha. El marido privado de su felicidad desea que nadie sea feliz. Una esposa abandonada desea la llegada del enemigo mortal de su tribu (para los Zunis eran los Apaches) o su comunidad para que destruyan la aldea.

Por su parte, los Comanches de las llanuras abiertas, eran hombres valientes en quien el valor del guerrero agresor quedaba reservado a los varones de 20 a 45 años. Cuando un anciano no se conformaba voluntariamente con el papel de "viejo pacífico", podía ser acusado de brujería envidiosa y podía ser ejecutado por los parientes de quien lo acusara de brujo. Se entiende que los Comanches eligieran como jefes a viejos estimados, considerados "justos y tranquilos", honestos y prudentes, que no habían sobresalido como guerreros cuando jóvenes. Así, se podía suponer que no lamentaban la pérdida de su gloriosa juventud. Se esperaría de ellos que no fuesen envidiosos y que tampoco abusaran, que enfermaran, de ansia de poder.

En pueblos indígenas centroamericanos, de Guatemala, "… envidia y avidez (voracidad) se consideran como una anomalía o un crimen". (Gillin, 1951 Mencionado por Schoeck, H. 1969) Para estos amerígenas, la envidia es una enfermedad causada con magia, practicada, a su vez, como brujería por alguien envidioso. A la víctima se le otorga el derecho de matar a un enemigo por envidioso, cuando lo encuentra y toda la comunidad lo apoya. Y como en cualquier lado, evidentemente que esto provoca que nadie confiese su propia envidia.

1.4. Envidia, magia y brujería en pueblos africanos.

Edwards Evans-Pritchard (1929) investigó respecto de las creencias en brujas y magia maligna, entre los Azandes de África. Su investigación es una de las más exactas en relación con estos fenómenos. Los Azandes piensan en la envidia de los demás constantemente. Su sistema de valores, cultura y creencias populares, contemplan y condenan al envidioso. Su contrapartida se corresponde con el "caballero" de occidente: hombre apreciado, recto, que infunde confianza. No se tolera la injusticia y proceden enérgicamente contra todos los que perjudican a su familia, amigos o al mismo sujeto blanco de los ataques envidiosos. Tampoco es necesario que se demuestre modestia. Los proverbios de esta tribu son muy semejantes a los europeos: "Envidia y celos matan al hombre más fornido"; o sea, se percatan que envidia y celos constituyen duras pruebas para la fuerza yóica y la salvaguarda de la salud. "Primero la malicia, luego la magia maligna"; de alguna manera, de la malicia a las perversiones y a la perversidad; "Primero la codicia, luego la brujería"; interpretando: de la ambición a la voracidad y el ansia de poder. Estas y otras debilidades morales: defectos, diluciones, fisuras o fragmentaciones superyóicas, estimulan los comienzos de "mangú": magia maligna. Los Azandes repiten constantemente a sus hijos que no deben alegrarse por el mal ajeno.

En nuestra cultura, las mamás también dicen a los hijos que no debe uno desear para otro lo que no quisiera para sí mismo. Los Azandes también aconsejan a sus hijos no ser maliciosos, envidiosos ni celosos. Hay pocos pueblos alejados de las formas occidentales de civilización contemporánea, que sean tan conscientes del peligro de la envidia como lo son los Azandes. En lo personal, para nada estoy convencido de que en occidente exista una consciencia óptima al respecto. Donde los Azandes, quien habla mal de su vecino sin tener fundamento, de inmediato se los cataloga como envidiosos.

El hecho de investigar e intrusar la intimidad de otro para encontrar la forma de destruirlo o desacreditarlo, es ya toda una institución en los debates de las campañas proselitistas para elecciones. Y si bien pudiera parecer "garantía" de honestidad, es en el fondo, una competencia de astucia y habilidad para ocultar las propias fechorías y nadie podría garantizar que la energía básica en esas contiendas no fuera la de la envidia, y al servicio de la voracidad, la ambición y el "ansia" de poder.

Para los Azandes no necesariamente todo envidioso ha de convertirse en brujo, una suave manera de "mangú" (Sudán y Kartum), también se teme como forma más leve de envidia que no llega a actos punibles. Al envidioso detectado no se lo invita a reuniones comunitarias. "Mangú" no es causa del crimen, otorga el poder de ofrecer satisfacción a un alma envidiosa a través del daño a otros. Cualquiera puede convertirse en brujo, nadie está muy seguro del prójimo; para evitar sospechas todos hacen un esfuerzo activo para dominar su envidia. Evans-Pritchard (1937) considera que esto es socialmente muy saludable. Además de los deformes, también pueden ser considerados brujos los peleoneros, malhumorados, descorteses y sucios. Es decir, los resentidos y los "misteriosos" que podrían tener "motivos" para ponerse envidiosos: todos los desagradables en una u otra forma.

E. H. Winter (1963), en relación con la brujería que practican los Amba, tribu o pueblo del este de África, opina que solo existe en su imaginación. Pero el promedio de los europeos comunes no dudan que en esa tribu viven realmente individuos que practican la magia maligna, que ejecutan acciones mágicas contra sus compañeros a fin de perjudicarlos:

  • Para los Amba, [dice Winter], la diferencia fundamental entre brujo y mago consiste en la motivación de sus actitudes. La magia se realiza teniendo como base motivos ordinarios, como la envidia, los celos y el odio. La envidia es provocada por acontecimientos de la vida diaria o por situaciones sociales que disparan sentimientos de odio. [Que curioso que estos investigadores europeos consigan mantenerse a salvaguarda de tomar consciencia de que es su presencia "colonialista" lo que exacerba el odio entre los africanos despojados, sometidos y controlados en su propia tierra] Por eso los Amba pueden entender cuando alguien emprende la magia, no obstante ser reprobada. [Y lo menciona Schoeck pero sin comprenderlo] Los Amba están seguros de que el brujo persigue a los hombres con toda clase de desgracias, impulsados por su apetito de sangre humana [malignidad, perversidad], deseo que les resulta incomprensible. Winter equipara al mago o brujo de los Amba con el asesino de las sociedades de occidente, y [algunos, en efecto, son siniestros] un sujeto en un momento dado, puede decidir matar a un familiar para heredarlo. Un brujo es más impersonal, podría compararse con el psicópata cuyos motivos y saña no siempre quedan del todo claros. [Por otro lado, opina Schoeck, que]: en lo que… se ha podido investigar de la magia africana, describe cómo el envidioso quisiera perjudicar a su víctima envidiada y sólo pocas veces abriga la esperanza de adquirir, robar o apropiarse el objeto que disparó la envidia, ya sea material o cualidad física. (Schoeck, 1969)

Sin embargo, con relación al pensamiento mágico, el acto de violación podría ser pensado como un acto de envidia, a través del cual, además de "poseer" a la persona que se vive inalcanzable o altiva, se la destruye, moral, emocional y físicamente. Lo que en general se observa es que el goce del envidioso oscila alrededor de haber privado al envidiado de algo, o haberlo "castigado" a causa de lo valioso o deseable que provocó la envidia, por ejemplo cuando el objeto de la envidia en sí mismo no puede ser destruido: conocimientos, talento o el heroísmo. Los Amba, y Winter también, opinan que una persona sólo se vuelve mago o brujo, es decir, adquiere poderes o influencia, cuando algo provoca específicamente su envidia. Por eso creen que cualquiera, bajo ciertas circunstancias, puede arribar a la magia. Pero los brujos propiamente tales, "caníbales" por lo demás, constituyen una amenaza, un peligro permanente para todos. Por eso los Amba consideran que es difícil, casi imposible estar totalmente preparado contra la brujería. La única alternativa es eludir provocar envidia.

Para los magos de Sukuma, Tanganika en África oriental, la magia maligna es una fechoría planeada y dirigida. El mago no es el malhechor que se lanza arbitrariamente sobre la humanidad. Está suficientemente ocupado con su propia codicia y su propia envidia, esperando de su magia un provecho material. Cualquier hombre ambicioso podría ser acusado de envidia insaciable y la comunidad toda se da a la tarea de boicotearlo; en ocasiones hasta expulsarlo de la región. En otras circunstancias, la preocupación que provocan sus acciones envidiosas, induce a su linchamiento.

En ciertas culturas de América central, se sabe también de expulsiones de integrantes de alguna tribu que han sido acusados de magia envidiosa y cuya culpabilidad logra probarse.

Para los Sukuma, el vocablo "bulogi" o magia es equivalente al verbo "tener miedo" y, aunque los magos no proliferan entre ellos, cuando alguien sufre una desgracia, se investiga si un pariente o un vecino no han tenido motivos como para echar mano de la brujería contra él. Los Sukuma practican la brujería, por lo regular, contra personas que viven en la cercanía de su comunidad, gente de fuera. También tienden a acusar de brujería a los adinerados y exitosos. En tales casos, el curandero y el cacique o líder ayudan a confirmar la acusación y motivarla; "Se trata, pues, de una acción política con base en la envidia". (Tanner, R. E. S., mencionado por Schoeck, 1969)

También es posible que la tensión social o el descontento generalizado sea provocado por envidia de alguno o algunos que, no obstante, sean capaces de inducir a muchos o a toda la comunidad, contra alguno o una minoría, en algún sentido agraciada. La estrategia es relacionar esa diferencia con la práctica de brujería y magia ilegal. Tanner ejemplifica con el caso de un cacique que "se hizo sospechoso" de utilizar para el cultivo de sus campos, a los "espíritus de compañeros muertos", en tanto que el número visible de los labradores con que contaba no era coherente con el rendimiento de las cosechas levantadas. Este es un ejemplo del tipo de envidia que despierta el éxito de otro. "Tanner describe pero no teoriza, no explica ni justifica" (Schoeck, 1969) Él mismo aprecia: "La universalidad de esta magia no puede basarse sólo en un odio ocasional". De manera no muy clara, Schoeck alude a la "estasis" (estancamiento) de la libido: "… la difundida teoría sobre las emociones retenidas sin salidas legitimas…" (Schoeck, 1969), ¿frustración? Y agrega: "… se dice que antes del contacto con los europeos y con su legislación, han existido muchos menos magos malignos que hoy. El refugiarse en una magia destructora se interpreta, pues, casi en forma de una excusa, como una reacción a la presión de la administración y gobierno de los blancos". (Schoeck, 1969)

Claro, el despojo no tendrá nada que ver. Más bien es por indignación e impotencia. Qué vericuetos tan "chistosos" tienen que inventar los investigadores de los colonialistas para "curarse en salud". Es obvio que la única válvula de escape que le dejan al sometido y despojado, "conquistado" ó "colonizado" es la del drenaje de un odio infinito, regresionante, a través del pensamiento mágico. Pensarán que lo "civilizan" y que, finalmente, "es para su propio bien". Debería "ser agradecido". Y, bueno, también intelectualizan: "El crecimiento de la magia ayudada por la envidia (¿de quién?), -crecimiento garantizado sólo en la memoria de los viejos integrantes de la tribu-, por lo menos debería relacionarse sólo con la aparición de los europeos, en cuanto fue precisamente la colonización la que creó por primera vez entre las tribus, una seguridad jurídica y una situación económica bajo las cuales el éxito individual, y con el fundamento para la envidia, tuvo mayores posibilidades de existir" (Schoeck, 1969) Y claro, deberían estar agradecidos esos ingratos morenos. Cuando las ambiciones voraces y envidiosas de sociedades expansivas se encuentran con las envidias "despertadas" por el odio de despojados y sometidos inconformes, todo está dado para la carrera hacia la autodestrucción. Pensemos así las revoluciones y el terrorismo.

Krige (1943), en sus estudios de la tribu africana de los Lovedu, reporta que, igual que "… cientos de pueblos primitivos parecidos… también están poseídos de una idea de igualdad…" como normal en cada época. Se referirá a la idea marxista de que existió un "comunismo primitivo" en el cual, "… cada desviación de esa igualdad, tanto hacia arriba como hacia abajo, es una obra de compañeros tribales con fines maliciosos". Y vuelve a observar que la desconfianza inicia justamente entre parientes cercanos. Pero esto es una flagrante justificación: "el conflicto inicia en la familia". En ese mismo talante argumentaba una colega a propósito de que "los abusos sexuales infantiles siempre inician entre familiares", como para atenuar la responsabilidad de los sacerdotes pederastas. De cincuenta casos que observó Krige de brujería, sólo quince fueron entre no parientes. Cinco de estos fueron inducidos por celos sexuales (venganza de la despechada) y los otros diez, por celos y resentimientos más bien relacionados, dice, con diferencias económico sociales. Es decir, envidia. Fuera de esto, a Krige se le hizo evidente que es muchísimo más difícil hacer brujería a un extraño que a un pariente. Agreguemos que, seguramente, es lo mismo que decir que es muy difícil amar u odiar espontáneamente y sin relacionarnos, a un desconocido. Pero será que no tuvo oportunidad de estudiar el fenómeno del "mal de ojo".

1.5. Viñeta de un caso.

"K" es un paciente sacerdote de un Estado del centro del país, tiene 35 años de edad, es el tercero de una familia de 5 pero refiere que su hermanita, primogénita, murió de 18 meses de "daño". Le pregunto a qué se refiere con "daño" y me dice que le "calentaron la sangre". Se turbó un poco ante mi curiosidad. Pero con mi actitud respetuosa, se logró que especificara: "En mi pueblo dice la gente que hay quienes calientan la sangre con la mirada". Dice que a su hermanita "le calentó la sangre" una señora cuando tenía 18 meses. La llevaron con varios médicos y pediatras sin que nadie hubiera podido encontrar cuál era la causa de altísimas temperaturas. Finalmente muere, sin que nadie hubiera podido saber a ciencia cierta qué tenía. Su madre les contaba que todo empezó un día que la miró la señora "N". Esta señora miró a la niñita y exclamó "¡Ay qué linda niña!, su pelito largo y tan chino le forma caireles naturales", y la quiso acariciar, pero la niña se hizo para atrás impidiéndoselo. De ahí, la niña enfermó y ya no se curó hasta que murió. La madre de "K" conocía a la señora "N" y, aunque en ese momento no entendía la relación entre ese evento y la enfermedad de la niña, ahora lo piensa en el sentido de que "N" no tenía hijas, tenía cuatro hijos varones y anhelaba tener una hijita. Y agrega "K" que el problema fue que la señora "N" no tocó a la niña, que su mamá les dice que ella no sabía de esos problemas porque era su primera hija. El traumatismo que le constituyó a la mamá de "K" la muerte de su hijita, la hizo evadir y demorar para volver a embarazarse, hasta que tres años más tarde, por fin se embaraza del hermano mayor de "K".

"K" refiere que él no termina de creer estas cosas, pero que en su pueblo si se cree, y se echa mano del recurso de "tocar" a los bebés para que no sean "dañados" por aquellos que "calientan la sangre". Agrega que "dicen quienes lo conocieron" que su abuelo "calentaba la sangre". Le pregunto si la envidia podría tener que ver con eso de "calentar la sangre". Y responde que no cree, lo piensa un poco, y agrega que no sabe. Que parece ser que es porque hay gente que tiene la mirada "dura" o "muy fuerte" (Diríamos nosotros: que refleja o "rebota" las miradas envidiosas parasitantes de los niños, haciéndoles re-introyectar sus propios contenidos emocionales que son "evacuados" a través de identificaciones proyectivas) Que de su abuelo, era que tenía la mirada "muy fuerte" y, "hombre de campo, regresaba muy cansado y les transmitía su cansancio a los niños que miraba". O, en ocasiones, "se quitaba el paliacate del cuello y se lo amarraba al cuello a algún niño que estuviera presente, ya con eso no le pasaba nada". Pero que a lo mejor a la señora que dañó a su hermanita "si le dio envidia porque ella quería tener una niña; y sólo años después pudo tenerla".

"K" cuenta otra cosa que me maravilló: Resulta que en su pueblo había otro señor de nombre "Don Narciso", el cual también "calentaba la sangre". Las mamás, y la de "K" no era la excepción, escondían a sus niños cuando veían venir a Don Narciso por la calle. Su madre les decía: "métanse rápido porque ahí viene Don Narciso". Con el paso del tiempo, todos los que llevaban niños y se encontraban con Don Narciso, le pedían a éste que los tocara. Ocurrió que muchas veces, "hasta le formaban a los niños cuando eran muchos, y Don Narciso pasaba tocándolos o les daba una nalgada y con eso ya no los dañaba". Lo extrañamente curioso de este relato, es que no obstante ser legos en materia de Psicoanálisis, el famoso "Don Narciso" en el nombre llevara la fama, pues sabemos que, de acuerdo con el modelo kleiniano, la reacción narcisística, al menos en parte, funciona como una defensa contra la envidia. "K" dice que es muy raro que "se pueda dañar a alguien solo por mirarlo", que él no cree en eso porque "parece brujería o magia".

También resulta curioso que ellos le llamen "calentar la sangre" al "daño" por "mal de ojo", en su uso más generalizado significa que alguien está enojado: "traigo la sangre caliente" significa "ando como agua pá chocolate" o "no busco quien me la hizo sino quien me la pague". "Calentarle la cabeza" a alguien significa meterle ideas contra otro, o desconfianza para romper una amistad, una relación, meterle celos, inducir paranoia. Implica provocar en otro un nivel de enojo tal, que lo desorganice. Que alguien con "mirada fuerte" le "rebote" y le haga re-introyectar a otro un contenido emocional del cual se pretende desembarazar por "evacuación", vía identificaciones proyectivas, tiene cierta lógica con el resultado de que "le calentaron la sangre", es decir, le regresaron "cosa mala" propia, ó lo regresionaron a "posición esquizoparanoide", y el recurso defensivo contra la angustia de ese tipo, fue la desviación hacia el soma: regresión psicosomática, a donde no hay defensa contra la pulsión de muerte.

En las asociaciones de su propio proceso, "K" trabaja un día que, en alguna ocasión, se enojó tanto con su superior, porque habiéndolo confrontado "K" en sus propias contradicciones delante de sus compañeros, el superior después lo señalaba como conflictivo. Al grado de que, una vez fue a visitar a sus padres de "K" y les dijo que no tenía vocación sacerdotal. Cuando "K" llegó a su casa encontró a sus padres llorando por ello. Se enojó tanto que pensó literalmente, "matarlo", matar al superior. Estaba, de hecho, pensando cómo podría hacerlo, cuando se requirió que uno de los egresados de Teología, aún no ordenado, fungiera como "formador" en el Seminario. Su superior y otras autoridades, coincidieron en que él era el indicado. Eso desconcertó a "K" y renunció a sus "negras" intenciones.

Pero queda claro que "K" puede tener tal reactividad al enojo que le induce ideas homicidas. O sea que a él mismo también lo "dañaron", le "calentaron la sangre": ciertos juegos sexuales a la edad de ocho años con un vecino seis años mayor que además era su primo, terminaron en experiencias reiteradas de penetración. Él comenta que no las había sentido como hostiles o desagradables, que las tomó como un juego. Hasta que un día que se negó, y su primo lo amenazó con hacérselo a su hermano dos años menor, "K" lo acusó con sus papás. A partir de entonces, pensó que era algo malo. Ante esta hiperestimulación que devino traumática, "K", se organizó pre-estructuralmente. De ahí que su furia sea homicida.

Actualmente no puede respetar su celibato y su sexualidad es exclusivamente homosexual con un rol activo y con hombres mayores que él, de preferencia, casados y con hijos. Como si se estuviera "vengando" de figuras paternas "haciéndoles pagar" lo que a él le ocurrió por no haber sido debidamente cuidado. Se puede pensar que cierta proclividad a la envidia, fuese elevada y tendría que ver con el hecho de no haber podido ser un hombre "masculino". Y si él no pudo serlo, pues, que otros tampoco lo sean. El "triunfo", en la fantasía parece tener que ver con las elecciones que hace: hombres mayores, casados y con hijos. Personas de quien, socialmente, nadie dudaría. Pero, por lo demás subrogados de la figura paterna.

"K" lucha conscientemente contra sus deseos y logra mantenerse por períodos más o menos prolongados, contenido. Hasta que la "soledad", la "necesidad de comunicación y de contacto tierno" lo llevan a recaer.

Su situación viene al caso, porque pareciera que su familia toda, fueran proclives a la envidia y a la regresividad. Se requiere ser más "envidioso", digamos que el promedio, para "dañar" o "ser dañado" por envidia y a través de identificaciones proyectivas, pues éstas fuerzan a re-introyectar o provocan una "resonancia" y respuesta automática en forma de identificaciones introyectivas.

La posibilidad de que hubiera surgido una "reacción terapéutica negativa", siempre estuvo presente. El trabajo grupal (su tratamiento era mixto) fue muy "continente" en ese sentido. Porque le brindó la oportunidad de confrontar a otros, por ejemplo pederastas. Asimismo, porque le tocó escuchar relatos de seducciones y/ ó violaciones de que otros fueron víctimas y que, no obstante, no se vieron determinados por esa experiencia, incluso las de otros que asumieron el rol pasivo. Todo esto le ayudó a "K" para que se hiciera consciente de que, después de la experiencia de coito, invariablemente, sentía culpa.

Quiere resolver esta situación. Inclusive, se permite pensar que una "pareja" podría ser la solución. El problema es la "doble vida" porque el sacerdocio le significa algo muy valioso, tanto a él como a su familia y a su comunidad.

Siendo que siempre tuvo buenas calificaciones y puede establecer relaciones afectivas, en el grupo se reflejó su esfuerzo intelectual: jugó un papel importante en el establecimiento de una "red vincular" bastante contenedora.

Su caso también podría ejemplificar en la propuesta de la "Tercera tópica" de Zuckerfeld (1999)

CAPÍTULO II

Envidia-integración y desintegración psicológica

El afecto de envidia es uno de los factores que destruyen la integración de la persona y las posibilidades de relación con los demás. La envidia puede impedir que uno inicie, avance o sostenga su desarrollo personal integral, pues puede destruir el desarrollo ya logrado: demorar, temporal o permanentemente, desarrollos ulteriores.

Hay dos concepciones básicas de la envidia: a) la que la asocia a factores constitucionales de la humanidad (endógena) o "naturaleza humana"; y b) la que la relaciona con la frustración (exógena) o envidia reactiva: como la agresividad estimulada por competencia, dadas las diferencias individuales, tanto en cuestión de capacidad intelectual, como en materia de matices temperamentales según la fórmula: "¿Por qué él sí y yo no?" (Romero, 1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC)

2.1. Perspectiva relacional-interpersonal.

Si otorgamos mayor importancia a la segunda perspectiva, colocaríamos al centro el aspecto interpersonal (compárese con "espacio intersubjetivo", Gill, 1982; Billow, 2000; Ortiz; 2002). Según Romero (1988 Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC):

  • … la envidia propia puede orillarnos a (tratar de bloquear), en forma preventiva, el desarrollo del otro… incluyendo, quizá primordialmente, el de los familiares: …hermanos, cónyuge, amigos, etc.,… destruir (el desarrollo) si ya se ha logrado, o por lo menos [intentar] frenarlo para que no sea tan amenazante. Desde esta óptica, alude a la rivalidad y dificultad para sentirse justamente, competitivo en el medio más cercano y familiar. […] La envidia impulsa a los demás a asumir actitudes defensivas contra el envidioso y, en ocasiones, a planear verdaderas estrategias de defensa,… mecanismos adaptativos… pues de su eficiencia dependen la tranquilidad y seguridad personales y la de la familia, la propia reputación, la autoestima, etc. El envidioso, con tal de causar daño a otro, es capaz de sacrificarse él mismo.

Otro aspecto llama la atención en forma particularmente impactante, la elección de los ojos para llevar a cabo varios momentos del proceso envidioso: la envidia entra por los ojos, ("mal de ojo" según las creencias populares), puede provocar un -daño- en los ojos; y la expiación de la culpa parece nuevamente elegir los ojos" del envidioso. Nótese la posibilidad de interpretar el mito de Edipo desde la perspectiva de la envidia por la sexualidad de los padres. Pensemos por ejemplo en la aparición de "perrillas" cuya causa, según las creencias populares, se debe al hecho de mirar a los perros en su comercio sexual, pero, interpretando, por desplazamiento y proyección, más bien del haber visto, en realidad, a los padres en dicha actividad.

Decía Livio: "como el fuego, la envidia sube a lo alto" y es que quien provoca envidia, confronta con el reconocimiento doloroso de una desventaja: inferioridad e insatisfacción por comparación con el envidiado. Donde hay diferencias humanas, "… hay un posible campo fértil para que se genere la envidia". (Romero, 1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC)

En esta línea, se encuentra la relación que existe entre envidia y (defensa) narcisismo: retracción de la libido al Yo (Freud, 1910), (más correcto tal vez decir al Self), de la libido de objeto (proyección previa de libido para investir al objeto, el cual se encuentra en la realidad externa y que retorna en forma de representación gracias a la investidura, para formar parte del "Mundo Interno" o "espacio intrasubjetivo", en una suerte de "imagen virtual"), provocándose la sensación de auto exaltación (sobre-investimiento del self) y la necesidad de que el reconocimiento de la propia valía venga del exterior (dado que el objeto real debe otorgarla): que tal sensación sea validada desde fuera pues las representaciones de objetos internos están desvalorizadas, des-investidas; como si se esperara que la sobre-investidura del self generara dividendos.

De esta manera queda en evidencia el desequilibrio que induce el predominio de introyecciones, incluso por "reintroyección", de la libido, la cual sobre inviste al Self, retrayéndola de la investidura de representaciones de objeto y de ciertos aspectos de la realidad, provocando cierta desestimación de todo lo exterior y dando cuenta de la disminución de proyecciones. (Klein, 1946)

No obstante, la envidia también tiene una cara menos peor: "… si el hombre no hubiera querido volar como (envidioso de) las aves ¿lo hubiera podido hacer algún día?" El "pesar del bien ajeno" puede estimular un "… legitimo anhelo de superación…", siempre que el envidioso no establezca "… la convicción de que el otro no (merece o no) tiene derecho a (a un narcisismo propio o) poseer lo que él (mismo) no tiene o no puede llegar a tener". Si uno de los problemas que inducen a la envidia pasa por el ámbito de las diferencias, debiésemos, tal vez, solo "… unirnos con nuestros iguales…" (Romero, 1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC), para el pueblo: "cada oveja con su pareja".

Probablemente por aquí se podría incursionar en la investigación del papel que juega la envidia en el exagerado incremento de divorcios que se observa, desde hace ya algunas décadas, como envidia del cónyuge por vía de diferencias o envidia del goce (Tubert-Oklander, 1988; Barriguete, 1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC) que el envidioso otorga al envidiado en la experiencia genital.

La envidia surge en la oscuridad del inconsciente, "… nace en las tinieblas nocturnas [arquetípica o proto-fantasía, principio de la vida, período pre-representacional], lo que constituye el primer obstáculo para [recordarla] percibirla e identificarla". (Romero, 1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC)

¿Cómo luchar contra algo que, en efecto, ni siquiera tenemos conscientemente identificado? Con esta pregunta tocaríamos el terreno terapéutico. Para el Psicoanálisis: "hacer consciente lo inconsciente" y luego "lo que Ello era Yo deberá devenir". Es decir, conocernos a nosotros mismos a profundidad y realizar los esfuerzos de renuncia y cambio que pudieran estimular el equilibrio que no se logró "allá y entonces", cuando se sentaron las bases para desarrollar la capacidad meta-representacional, preliminar a la posterior función de simbolización, de la cual es prerrequisito. En materia de: auto-aceptación y amor propio objetivos, a partir de experiencias de satisfacción de la necesidad dinámica de vínculo y sus sustentadores.

A partir de ello, el adulto podrá establecer vínculos maduros: de intercambio afectivo, productividad generativa, respeto mutuo, lealtad y responsabilidad integral y compartida. Tanto cuanto más carenciados, cuanto más precarias hubieran podido ser las experiencias en la relación temprana con el objeto, en donde éste es para el bebé como catalizador, para el necesario "metabolismo" emocional del origen.

El domeñamiento de la envidia "… plantea la posibilidad de una integración más amplia, en lo personal y en lo social" (Romero, 1988. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Envidia. UIC) En donde el principio de autoridad se ejerza de forma inconsistente y de manera parcial o selectiva, ahí podríamos encontrar corresponsabilidad (objeto-sujeto) en la pre-organización de un estilo envidioso del carácter. En ocasiones, los padres, de manera inconsciente inducen modelos comparativos, competitivos y envidiosos de relación, porque desde las diferencias individuales, los remanentes narcisistas y las identificaciones, condicionan, facilitan o dificultan la comunicación y la expresión afectiva igualitaria con los hijos, los cuales perciben diferencias en el trato, tratos preferenciales.

2.1.1. Características de la envidia y perfil del hombre envidioso.

  • El envidioso es capaz de dañarse a sí mismo con tal de provocar un daño mayor al envidiado;

  • El objeto de la envidia puede ser cualquier cosa, pero con frecuencia se refiere a alguien que se percibe en franca superioridad;

  • Ocurre dentro de una lógica narcisista de comparación con el otro, a partir de un acto de percepción de diferencias;

  • La diferencia que separa se la aprecia como injusta;

  • Campea por el igualitarismo, pero en realidad es profundamente esclavo de las diferencias;

  • Piensa que el otro no tiene derecho a poseer lo que él mismo no tiene o no puede llegar a tener;

  • Es inconsciente de su propia envidia, porque ésta actúa encubierta [por ejemplo, bajo el velo de injusticias sufridas o sobreprotección];

  • Tiene como factor precipitante, el éxito del otro;

  • La formula típicamente envidiosa es: ¿por qué él sí y yo no?;

  • La envidia entra por los ojos; (Romero, 1988)

2.1.2. Consecuencias de la Envidia.

"Acarrea funestos resultados para la integración del individuo y su relación con los demás".

Aspectos remediales contra la Envidia:

-Conocer, sabiduría;

-Temerla [tenerle respeto];

-Identificarla, ubicarla [conocerse a sí mismo];

-Reprimirla [activamente, conscientemente, luchar contra ella];

-Contentarse consigo mismo;

-Desarrollar la virtud de la mansedumbre [humildad de corazón];

-Valorar solo los -bienes que no terminan- [espirituales o no materiales];

-Abandonarse en manos de la Sabiduría y la omnipotencia divina [tener una

Espiritualidad];

-[Detectar y] modificar el modelo envidioso de relaciones familiares;

-Desarrollar la virtud del amor [luchar activamente contra el odio] y

-Fortalecer los vínculos. [La regresión psicosomática: enfermedades graves

y degenerativas, como la artritis o la osteoporosis: "la envidia es la caries de

los huesos", parecen estar asociadas justamente a rompimiento de vínculos

por envidia y soberbia] (Romero, 1988)

2.1.3. Sobre la "soberbia" y su relación con la envidia.

En relación con la soberbia, este concepto: "… pertenece definitivamente al ámbito religioso… religar a, re-vincular, al hombre con Dios" (Romero, 1991), se da por sentada la existencia de Dios y la necesidad de que el hombre se relacione con Él. La "soberbia" según la religión es un concepto que se acerca mucho al concepto de narcisopatía del Psicoanálisis: problema de autoridad y poder; "desmentida" de las situaciones de dependencia y necesidad de relación con el objeto, en detrimento de la consolidación de "confianza básica" y el desarrollo de actitudes de prudencia y tolerancia en las relaciones humanas en general.

Y es que, como observara Etchegoyen: "… envidia y narcisismo [o soberbia] son las dos caras de la misma moneda" (Etchegoyen, 1987) Tanto en la soberbia como en la narcisopatía ocurrirá una necesidad de desmentida de la propia mesura, los propios límites y dependencia, respecto a Dios en el primer caso, respecto al objeto "idealizado" que provoca envidia, en el segundo:

  • … en la soberbia el hombre intenta considerarse como dios de sí mismo llevado por [omnipotencia] un exceso de amor propio. Por eso se parece tanto a nuestras narcisopatías. … clara alusión al relato de la Mitología Griega de un personaje muy hermoso que no podía corresponder al amor de nadie y que se enamoró de su imagen reflejada en un estanque y que fue languideciendo hasta morir. Transformándose, finalmente, en la flor [elocuente simbolismo] que lleva su nombre. [Narciso] (Romero, 1987)

En la soberbia se rompe el vínculo con Dios, en la reacción narcisista se rompe el vínculo con el objeto idealizado: el pecho, posteriormente la madre, diosificado(a) "… la consecuente sobre-valoración de uno mismo, lleva a la sustitución de Dios, volviéndose uno el dios de sí mismo o adoptando dioses disponibles [magia y brujería] en el mercado de la vida". (Romero, 1987)

Pero la soberbia, como la alteración narcisista, seguramente la hemos de encontrar como a nivel sindromático: en todos los tipos de cuadros y no solamente en las narcisopatías: estructurales y pre-estructurales habrán tenido sus propias dificultades en la estructuración del Self y conservarán sus propias heridas narcisistas, si bien más "en carne viva" en el segundo caso, sabemos que no hay desarrollos óptimos:

  • … Los procesos que conducen al narcisismo patológico predisponen seriamente a la soberbia, ya que la conservación de los propios vínculos y el aprendizaje relacionado con un adecuado mantenimiento de los mismos, puede condicionar, y, de hecho, se convierte en parte esencial de la [devoción, seguridad en las propias capacidades y en la vida misma] relación con Dios: de los vínculos libidinales de amor a una relación con Dios. (…) Junto con la soberbia, la vanidad, la necesidad de aprobación y alabanza; la jactancia y vanagloria, la ostentación, el lujo y la fastuosidad y, en ocasiones, la hipocresía, también son signos que ocurren en el trastorno, resaltando en este, enfermedad del narcisismo, el olvido [venganza envidiosa] de los padres, hermanos, amigos… con quienes se rompe el vínculo… ; consecuencia: … sobre-valoración sí mismo [desmentida de la envidia que indujo todo el proceso, de ahí lo profundo de su inconsciencia] El soberbio supone que no le debe nada a Dios, el enfermo del narcisismo supone que no le debe nada a nadie; el envidioso supone que no merece la carencia de lo que, [para él a su vez, no merece y posee el envidiado]; el soberbio se considera la medida de todas las cosas, lo mismo el narcisista. (Romero, 1987. Memorias del Congreso sobre Psicología de la Soberbia. UIC)

Su necesidad de ser envidiados instrumenta la desmentida de su propia envidia. El riesgo de la necesidad de provocar envidia es que los convierte en "blancos" de la destructividad del envidioso que encuentra, en ocasiones, salida por vía de la perversidad y la malignidad.

Javier Romero en su análisis del "Cantar de Gilgamesh", comenta lo siguiente:

  • … una de cuyas copias más completas fue encontrada en Nínive en la Biblioteca del Rey Asurbanipal que data del s. VII a. de C….se trata de un libro épico de la antigüedad mesopotámica, muy popular en su tiempo, como puede deducirse del hecho de que tuvo cantidad de versiones de épocas distintas en akadio y en las lenguas hitita e hirita. Contiene un conjunto de poemas en torno a Gilgamesh, héroe de la ciudad de Uruk en donde, probablemente reinó por el s. XVIII a. de C. La temática de este Cantar gira en torno a las relaciones conflictivas entre los dioses y los hombres y el lugar del hombre frente a los animales, el amor y, sobre todo, frente a la muerte (Romero, 1987 Memorias del Congreso sobre Psicología de la Soberbia. UIC)

En la década de los noventa los adolescentes se justificaban de su laxitud respecto a reglas y normas según la frase: "el que no tranza no avanza".

  • Hay quien sostiene que no hay crecimiento sin transgresión. Esto nos puede inducir a pensar que nadie podría lograr evolución personal sin incurrir a la soberbia y, de alguna manera, a la psicopatía. "… a todos, tarde o temprano, nos llega un momento en que empezamos a buscar algo que amortigüe una sensación interna de inquietud o que llene una sensación de vacío diferente de la sensación… ["abandónica", Odier, 1947], esa misma sensación de vacío parece ser más bien, (o tener) que ver con la realización de sí mismo como ser humano. … descubrirse como ser humano: auto-percibirse como un ser en constante evolución, en vías de superar su tendencia a lo físico, primero y luego, a desarrollar las propias facultades internas hasta lograr trascender los límites de la propia existencia material (Romero, 1987)

Alude al desarrollo óptimo del Superyó (teóricamente hablando, pues parece que estamos lejos de conseguirlo), de una manera análoga a como se refiere Kohut (1971), según entiendo su hipótesis de la "internalización transmutativa de la ley" y que es lo que yo he llamado un Superyó para la civilización. Tal expectativa de "descubrirse como ser humano", siguiendo con las ideas de Javier:

  • … ha implicado en los mejor dotados de nuestra especie una intensa lucha, a veces, contra toda esperanza de éxito, por conseguir su propio crecimiento. Crecimiento, a veces descrito en forma fantástica: encontrar el vellocino de oro, encontrar el santo grial… con todo lo que atañe al desarrollo interno del individuo, conquistando la propia cobardía interna o superando la paralización y el desconcierto que solapa la impotencia, la pereza y la incapacidad para imaginar, planear, emprender y perpetrar soluciones integrales, originales y creativas a los problemas que nos plantea nuestra vida y la propia y personal existencia. (Romero, 1987)

En lo personal, se me hace aún más delicado, o tal vez se requiere primero ese desarrollo, en el ámbito individual (¿santidad?) como para que pudiera aspirarse a él, de manera más general: en el ámbito de la humanidad. Y lo pienso así, porque la amenaza de autodestrucción vigente por vía de la destrucción ecológica, el terrorismo y la inestabilidad de la paz mundial, nos hace pensar en momentos, que se encuentra como sujeta al capricho de unos cuantos… suena siniestro.

El Cantar de Gilgamesh, dice Romero, comienza haciendo un elogio de Gilgamesh: "Es claro que se trata de un hombre excepcional":

… Vio el fondo de todas las cosas…

todo lo supo, todo lo enseñó…

Él fue sabio entre los sabios,

penetró en los misterios, supo el secreto de cuanto estaba oculto…

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter