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La escena pública posnacional como reconocimiento y ninguneo posneoliberal




Enviado por Pablo Julián Hupert



  1. Primera
    Posdata
  2. Segunda
    Posdata
  3. Tercera
    Posdata
  4. Cuarta
    Posdata
  5. Quinta
    Posdata

Se dice que han vuelto muchas cosas luego de 2003. Una
de esas sería "el" Estado. Pero sabemos, gracias a
Heráclito y Dolina, que regresar no es posible. Lo que
regresa es necesariamente una transfiguración de lo que se
fue, aunque pretenda ser su restauración. Vengo
sosteniendo que el actual Estado argentino no es un
Estado-nación sino uno
posnacional.[1]

El Estado posnacional se aparece como el
Estado-nación: el territorio, la bandera y la
denominación son los mismos. Sin embargo, si miramos con
detenimiento, encontramos importantes diferencias cualitativas
que ahora enumeramos someramente para profundizar en algunas
más abajo. Su sociedad civil es fluida, posindustrial, y
su población se relaciona por contactos más que por
vínculos; sus súbditos son consumidores y no
ciudadanos; el tipo de relación que establece con su
población es más gestionaria-imaginal que no
administrativa-representativa; los medios de consenso son
más mediáticos que ideológicos, más
imaginales que representativos;[2] su
procedimiento tout court es la gestión ad
hoc
. Y sobre todo: aunque imaginalmente se presente como
socialmente central e internamente centralizado, unificado y
reteniendo los monopolios que lo definen (como el uso de la
fuerza legítima y la producción de subjetividad),
no es ni central ni centralizado ni monopólico.

Pero si una característica general distingue
cualitativamente al Estado-nación y al Estado posnacional
es que este procede pero no precede. Para preceder, un
Estado debe funcionar como caracterizaba Ignacio Lewkowicz al
nacional: como metaestructura general y como práctica
dominante que impone los criterios de existencia al resto de las
prácticas sociales. Antes de ampliar esto último,
señalemos algo que parecía improbable cuando
Ignacio escribió "Escuela y ciudadanía": un Estado
puede cumplir un rol muy importante en la adjudicación de
sentidos y existencia a las prácticas sociales y en la
regulación de lo social aun cuando perviva el
carácter dominante de las prácticas mercantiles. Un
Estado así –que llamamos posnacional– no
precede pero procede: gestiona puntual, veloz,
descentralizadamente e incesantemente consensos, conflictos,
medidas económicas represivas sanitarias mediáticas
o de cualquier otro tipo, articulaciones entre reparticiones
públicas, armados y acuerdos políticos, subsidios,
controles, etc., etc.

El Estado posnacional es un Estado raro. Siempre se hace
difícil ubicarlo en una topología de lo social, y
solemos recaer en topologías de tiempos nacionales. Tesis,
entonces: el Estado posnacional funge como tercero, pero no como
Otro. "Es un elemento importante, pero ya no fundamental, de las
situaciones" (Ignacio Lewkowicz).

Vengo proponiendo que el Estado posnacional no solo
redistribuye recursos económicos sino también
sentidos, y que lo hace de maneras distintas a las del
Estado-nación. Obviamente no son sentidos
ideológicos, relativamente sólidos como los
sentidos del Estado Nacional, pero sí son sentidos, aunque
sean imaginales, aunque se reduzcan a un DNI o a una
reminiscencia del Estado peronista. Pero el punto es que lo hace.
La pregunta es cómo –la pregunta es por su
especificidad histórica, pues nos dará una pista de
la subjetividad que produce. Tesis, pues: lo hace creando una
escena pública que no es central ni
centralizadora.

El kirchnerismo viene mostrando eficacia electoral,
eficacia gubernativa, fiscal, económica,
consensual[3]eficacia también organizativa
en lo que hace a la cohesión de sus filas y en lo que hace
a la legitimación de la clase política, etc. y un
largo etc. Por supuesto, cuando hablamos de eficacia, no hablamos
de logros positivos, mucho menos de logros inmejorables, sino
sencillamente de logros de objetivos tales que la gobernabilidad
se sostiene y va consolidando un régimen político
posnacional, es decir, que no se confunde, no del todo al menos,
con los gobiernos kirchneristas. Sin embargo quiero detenerme en
un punto que vaya a ser, tal vez, el más duradero luego de
un eventual recambio del gobernante; aun en el caso en el que el
gobernante deje de ser de las filas kirchneristas, que es el de
la eficacia simbólica del régimen político
kirchnerista.

Ahora, leyendo a Janine Puget, encuentro una manera
más adecuada de pensar qué es redistribuir
sentidos, que es algo así como: atribuir o retribuir,
según cómo se lo mire, existencia. A quienes
habían sido producidos como
des-existentes,[4] como nadies
en los términos de Galeano,[5] como
desubjetivados en los de Ignacio Lewkowicz.

Puget define la crueldad como "la manifestación
de la imposición de un acto, de un enunciado, de una idea
a otro-sujeto que no está en condición de
recibir
(digerir, pensar, hacer), sea porque le excede
en ese momento
o porque el acto conlleva un imposible en
cualquier momento
, como una producción que excede la
situación, acarreando una brusca
destitución-expulsión de quienes ocupan la escena.
La imposibilidad de digerir-pensar-hacer lo que otro
transmite-hace-impone, despoja a otro humano […], de
alguna de las cualidades que le posibilita ir siendo sujeto
humano. El otro cruel desconoce […] las condiciones de
posibilidad de quien es receptor del acto de
crueldad".[6]

Así, crueldad es ignorar la capacidad de
procesamiento simbólico del otro, es decir, ignorar, el
emisor, la capacidad del receptor de atribuir sentido al acto o
enunciado del emisor.

Puget agrega que la escena de crueldad es
pública, visible y que allí se sustrae la humanidad
del otro, esto es, "eso que podría hacer imposible" la
escena misma (p. 131). Esta sustracción hace que el otro
se convierta en un "des-existente". Esta des-existencia encuentra
en Argentina dos ejemplos cruelmente macabros que la misma Puget
convoca: el de la desaparición física de las
personas y el de su desaparición laboral que, por
extensión, es una desaparición
social,[7] una pura presencia que nadie
ve.

Ahora bien, esta sustracción de la humanidad del
otro, hace que, en la escena en la cual la crueldad se da, sea
imposible hablar de esa crueldad. Así, la experiencia de
deshumanización queda privatizada; queda privatizada la
sustracción misma de humanidad o existencia, esa que fue
sustraída públicamente. La crueldad es una
sustracción, y la crueldad de esta sustracción
radica, entre otras cosas, en que la deshumanización que
opera públicamente no puede ser hablada, procesada
públicamente. Una escena humana deshumaniza e impide
procesar la crueldad humanamente. "En consecuencia, la escena
humana también queda destituida" ("La crueldad…",
p. 130). Esta destitución de lo humano no queda para
siempre así, pero "[…] luego ya no se va a tratar
de recuperar humanidad, sino de adquirir una nueva, y ello
requiere de otra escena y el reconocimiento de que en ella no se
es el mismo que en la anterior. Desde esta otra escena se
podrá hablar-testimoniar del acto cruel."

Me atrevo a decir que el reconocimiento de que no se es
el mismo en la nueva escena que en la anterior no es
absolutamente necesario y me quedo con la idea de que hablar la
sustracción, testimoniar la crueldad, hablar la
privatización crea una nueva escena pública donde
lo privado, es decir, la humanidad antes cruelmente
sustraída, se hace nuevamente pública. De modo tal
que hace existir al des-existente o deshumanizado.

Tenemos entonces, esquematizando, tres momentos que
podemos nombrar de distintas maneras:

Momento 1

Momento 2

Momento 3

Escena pública I >>

acto cruel

>> escena pública II

Humanidad I >>

des-humanización

>> humanidad II

Escena pública I >> crueldad
pública >>

Sustracción de lo humano /

privatización de la existencia

>> habla-testimonio/ escena pública
II

(En realidad, la ubicación del acto cruel es
intermedia o doble: a la vez pertenece al primer momento tanto
como al segundo, pues se da en la escena pública a la vez
que la destituye tanto como sostiene la sustracción de la
humanidad. Algo similar ocurre con la ubicación del
habla-testimonio: instala la segunda escena pública tanto
como participa de ella.)

Hasta aquí, un resumen de la tesis de Puget,
más o menos fiel. Ahora, una apropiación con la
siguiente secuencia:

Estado-Nación >>

Neoliberalismo y Dictadura/ ninguneo

acto de politización

reparación/ Estado posnacional

1976/2001[8]

1976-2001

2001

2002 en adelante[9]

Estoy diciendo que la escena pública estatal
posnacional es una escena donde se pueden hablar-testimoniar los
actos de crueldad producidos en tiempos dictatoriales y
neoliberales, esto es, en tiempos que agotaron la escena
pública estatal-nacional o, incluso, la
destituyeron, para usar el término de
Puget.

De esta manera, podemos pensar el Estado posnacional
como a un tercero que no es Otro, no es un Tercero, sino que es
un tercero, como proponía en "No hay dos sin tres, el
Estado en la fluidez". Así podemos pensar qué es lo
público posnacional, a pesar de que no se trate de un
público central y total.

La escena pública posnacional no es centro ni
todo ni metaestructura; es esa escena donde se puede hablar de lo
sustraído, de manera tal que el ninguneo, la
deshumanización a la que habíamos sido sometidos en
neoliberalismo y Dictadura aparecen reparados. El Estado
posnacional, en este sentido, sería el que escucha el
testimonio del acto cruel, y este escuchar es en sí mismo
una escena diferente a la del Estado agotado, el Nacional, pero
igualmente estatal, igualmente pública. No es
pública porque sea estatal, es pública porque es
socialmente visible. Sin embargo, esta visibilidad es la que
restaura algún tipo de estatalidad a esa esfera
política que había sido impugnada en 2001 por los
"des-existidos".

Así queda más claro qué es eso de
"redistribuir sentidos"; es producir una escena en la que el
des-existido recupera una existencia que, aunque sea nueva, se
aparece como aquella perdida, una escena de testimonio donde el
el Estado funge como testigo (y no como Juez[10]y
donde el desaparecido encuentra un reconocimiento y ve como
restituida su humanidad, sin reconocer que ya se trata de una
escena y una humanidad nuevas. Como esta escena pública
posnacional no es ni central ni total, no deja sólidamente
instituido al reconocido ni a la escena donde el reconocimiento
se da y, por esto mismo, por dejar precario el reconocimiento,
convierte al reconocido en alguien más dependiente de este
Estado que habilita una escena pública.

Entonces, redistribución posnacional de
sentidos
es: •Un funcionamiento del Estado como
testigo del ninguneo anterior, •una construcción
pública de la escena testimonial, •una
publicitación de la escena.[11] Estos
fenómenos resultan en poner al tercero como reconocedor
universal[12]de la humanidad de sus
gobernados
(incluyendo el reconocimiento de rasgos
considerados rechazables o al menos accesorios para la humanidad
propia de la escena pública anterior: la homosexualidad a
todas luces, pero también los derechos de la mujer, el de
muerte digna, alfabetización digital, jubilación,
consumo, etc.).

Ahora bien, en la secuencia que propongo hay cuatro
momentos y no tres. Aquí sigo yo y ya no estoy encontrando
necesariamente asidero en Puget, aunque sí una vaga
resonancia. La verdad es que para pasar del ninguneo neoliberal a
la "reparación" estatal posnacional hizo falta un acto de
politización del ninguneo, es decir, diciembre de 2001, es
decir, la creación autónoma de escenas
públicas. El Estado posnacional ningunea ese acto de
politización, para presentarse como el único
posible garante de una escena pública donde quedemos todos
reconocidos, y aquí no importa si fuimos alguna vez
desaparecidos, desempleados o familiares de ellos porque, en
tiempos de globalización "lo humano es una cualidad que se
puede perder" ("La crueldad…", p. 126). Así que el
Estado posnacional afianza su predominio a través de un
psicopateo, que es un enunciado implícito: "si yo no
estoy, vos no existís".

Así es como el Estado posnacional, para
operar su redistribución de sentidos, debe ningunear el
acto de politización que obligó al Estado a dejar
de ningunear.
Este Estado posnacional, esta escena
pública que monta, no instituye una esfera pública
central, sino que más bien publicita universalmente una
esfera publica que no instituye centralmente, lo cual es otra
manera de arribar a esta idea de que el Estado posnacional es un
Estado fluido, que astituye, que monta precariamente relaciones,
subjetividad, interfaces, escenas desmontables y, por lo tanto,
su reconocimiento también es una cualidad que se puede
perder.

Con todo este desarrollo y este retome de la idea de
crueldad, deshumanización y humanización que
propone Puget se me aclara cómo puede ser que un Estado no
sea sólido o, al menos, no produzca solidez en el sentido
lewcowicziano del término y, sin embargo, pueda producir
una escena pública, que un Estado sea otro con el que
conversar, ante el cual humanizarse, y que no sea un Otro que me
sostenga con sólidos pilares.

Esta escena pública posnacional está
constituida por un interlocutor que, en palabras de Puget, hace
de testigo del trauma y de la deshumanización operada en
una escena pública anterior, tanto como se hace
responsable de la nueva escena pública donde el testimonio
puede decirse y oírse e, incluso, plasmarse materialmente
en juicios, condenas, centros culturales, y otras
prácticas. Esta escena pública no es un Estado
Nacional, no es Otro, porque no hace centro, porque no hace todo
ni metaestructura, pero también, (y no sé si esto
es causa, consecuencia o simple correlación), porque no
está en el centro. Sin duda está en el centro de la
escena pública que construye, pero esta escena no es la
única ni la principal ni la que tiene la clave del sentido
de todas las demás y, de esta manera, no está en el
centro de la producción social de escena
pública

Lo propio de los tiempos fluidos posneoliberales o
posnacionales, es decir, lo propio de la segunda fluidez, es que
haya muchas escenas públicas, muchos productores de escena
pública, como mínimo el mercado, Internet y los
medios masivos de comunicación, pero también los
colectivos autónomos, los nosotros que impiden que la
producción de subjetividad queden monopolizados o
hegemonizados y homogeneizados por el Estado.

Cada uno de los productores de escena pública que
mencioné tiene sus propias dinámicas, sus propias
lógicas: son heterólogos, aunque al mismo tiempo,
unas lógicas y otras se van trasvasando o contagiando o
capturando mutuamente, pero, a la vez, friccionando o,
simplemente, marchando intactas, no siendo afectadas unas por las
otras. En breve, no hay una forma estable, una legalidad que
articule las diferentes producciones de escena
pública
.

El mismo Estado argentino acepta que no centraliza la
producción social de escena pública y aspira a
"observar", "entender", "coordinar", "seguir" las que se
producen: por ejemplo, en la página que declara la
"misión"[13] de la Secretaría de
Derechos Humanos, se propone "Entender en la observación
activa, el seguimiento y la denuncia de casos y situaciones
relativos a los derechos humanos, civiles, políticos,
económicos, sociales, culturales, comunitarios y de
incidencia colectiva, conjuntamente con los organismos
nacionales, provinciales, municipales y organizaciones de la
sociedad civil vinculados a esta temática." Algo similar
aparece en la página[14]de la
Secretaría de Derechos Humanos: "Coordinar acciones con
organismos públicos y privados, internacionales,
nacionales, provinciales y municipales…" (subrayados
míos). Pero no deberíamos limitarnos a
instituciones que lleven "derechos" en su denominación. El
ministro de Educación, en una conferencia en Flacso,
también dijo que el Ministerio se proponía relevar
las experiencias educativas que se dan por fuera de las
iniciativas ministeriales, incluso dentro de la educación
pública –y no olvidemos que la escuela, en crisis y
todo, sigue siendo una escena de lo público. Por su parte,
en agosto pasado el gobierno de Entre Ríos "Entre
Ríos creó una herramienta para escuchar a sus
Emprendedores Culturales"[15] (otro extenso rubro
prolífico en experiencias "clandestinas" autónomas
tanto como lucrativas mercantiles).

En breve: como acepta que no precede, este Estado
procede. Pero tampoco deberíamos limitarnos a las
instituciones estatales del poder ejecutivo y sus declaraciones
explícitas. Las escenas públicas se multiplican
como hongos y no desde un centro.[16] El Estado
posnacional argentino acepta que no centraliza la
producción social de escena pública también
cuando publicita que su carácter de Estado, cada vez que
publicita la autoría estatal de determinados
fenómenos sociales. Por ejemplo, la "vuelta" de la
militancia, del trabajo, la construcción de un
"capitalismo serio", etc. Es la publicidad de un Estado que
había sido desconocido por los des-existentes y
las escenas públicas que crearon en 2001-2002.

Una pregunta queda para seguir pensando:
¿Cómo se interfieren estas producciones, estas
escenas? Por lo pronto hay que anotar que las filas kirchneristas
incorporan movimientos autónomos; que los movimientos
autónomos incorporan lógicas estatales; que los
movimientos políticos incorporan lógicas
mediáticas e, incluso, novedad más reciente aun,
que el mercado incorpora motivos
políticos.[17] Esta
sobredeterminación constante entre lógicas que a
veces se afectan, a veces marchan sin enterarse la una de la otra
y que, cuando se afectan, lo hacen de manera imprevisible; estas
relaciones de poder entre lógicas donde no se sabe
cuál va a resultar victoriosa e impuesta, si es que alguna
lo resulta alguna vez, es por sí misma un funcionamiento
descentralizado, es decir, posnacional, es decir, no
sólido. Es decir, una producción fluida social, es
decir, un astitución.

Estoy reviendo Políticas del
acontecimiento
, de M. Lazzarato y me surge una pista
prometedora. Distingue entre "todos distributivos" y "todos
colectivos" o marxista-hegelianos. Mientras que estos son
totalización de partes, los primeros, los de Tarde y
Deleuze, son capturas de capturas, composiciones (y
descomposiciones) de singulares que permanecen singulares, todos
"no terminados". Tesis, pues: un estado posnacional es un
megadispositivo de gestión de un todo no
terminado.

El 10 de septiembre participé de una entrevista
pública a Janine Puget en la Facultad de
Psicología. Allí le sugerí que el Estado
actual, al que llamo posnacional, es un Estado que ha logrado
crear una nueva escena pública y una nueva humanidad,
luego de los actos de crueldad dictatoriales y neoliberales, pero
poniendo como la piedra de toque de necesidad de creación
de una nueva escena pública, 2001.

Puget recogió de buen grado la sugerencia, pero
diciendo algo así como que 2001 habría sido el
súmmum de la desexistencia, de los efectos crueles es
decir, deshumanizantes, desestabilizadores de los crueles actos
neoliberales y dictatoriales. Es notorio hasta qué punto,
con su redistribución de sentidos, el Estado posnacional
ha logrado invisibilizar la toma de la palabra, la
creación de escena pública que ha sido
condición y piedra de toque de sus prácticas de
redistribución de sentidos.

Es cierto que el año 2001 fue una sarta de
crueles actos de privación de la existencia. Pero
también es verdad que 2001 es nombre de actos de
politización. Ese año, 2001, no fue solamente la
culminación de las crisis neoliberales, algo así
como una más de las crisis
económico-políticas que el neoliberalismo, desde
1975, venía produciendo en el país (y que
podríamos ubicar, crisis más, crisis menos en el
81-82, 89-90, 98-2002). Ese nombre, 2001, también
fue el proceso subjetivo que obligó a que el país
cambiara el patrón de acumulación capitalista y por
lo tanto hizo que la de 2001 fuera la última crisis
económico-política neoliberal, y lo fue porque
obligó a inventar nuevas formas de gobernar, las cuales
incluyen tanto un cambio en el patrón de
acumulación como un cambio en la relación entre
Estado y población, como un cambio en el rol significante
del Estado, entre muchos otros.

El conjunto de los efectos de estos cambios puede
llamarse Estado posnacional; cambios que, por supuesto,
aún están en proceso (y este
permanente-estar-en-proceso también es lo propio del
Estado posnacional). Ahora nos estamos deteniendo en los procesos
de cambio de su dimensión simbólico-subjetivante.
En esta dimensión –y creo que en muchos sentidos
esta fue la principal esfera de actividad de 2001
2001 fue lo que podemos llamar, con López Petit o con
Michel De Certeau, una toma de la palabra, o con Lazzarato, una
creación de nuevas formas de expresión. Las
asambleas, los piquetes, las fábricas recuperadas fueron
prácticas de construcción de escena pública
donde hablar el trauma causado por los actos crueles, donde
desprivatizar ese trauma, donde hacerlo público y crear
una nueva existencia, es decir, lo que en la secuencia de Janine
Puget aparece como tercer momento no fue hecho por la
instancia estatal, sino por las prácticas
autónomas.

Este tercer momento de la secuencia, que es la
creación, la invención, de una nueva escena
pública y una nueva "humanidad" o
subjetividad[18]que puede lanzarse a nuevas
experiencias luego de la destitución operada en el momento
cruel de la secuencia no fue hecha por el Estado, sino por las
prácticas autónomas dosmiluneras. Lo que hizo luego
el Estado posnacional, en su etapa nestoriana, es recoger la
palabra tomada, completarla y unificarla al menos imaginalmente y
redistribuirla. Es que las prácticas autónomas
dosmiluneras tenían dos dificultades que, hasta donde
entiendo, suelen tener todas las prácticas
autónomas, como son su provisoriedad y su carácter
fragmentario. Dos debilidades que un Estado, aunque sea
posnacional, puede suplir satisfactoriamente, al precio, por
supuesto, de desconocer la fortaleza de una práctica
autónoma, que prescinde de él (o lo aprovecha
tácticamente) para su estrategia, que es potenciar,
producir, inventar lo común, producir, inventar
subjetividad.

Tendremos que pensar cómo ir más
allá de que el Estado quede siempre como dominador y
descalifique cruelmente lo que López Petit llama
espacios de anonimato y yo suelo llamar los
nosotros
. Más allá de esa privación de
existencia –esa privación de carácter
público– que la revista Barcelona n° 263 plasma
tan bien con su ironía llamándolos, con
impostación tal vez kirchnerista, "egoístas de
mierda".

Vamos a llamar al ciudadano posnacional, que no es un
ciudadano en sentido clásico, simplemente vecino (un poco
aprovechando que así es como lo llama Macri y el
periodismo y seguramente recibiendo inspiración del libro
del colectivo del colectivo Hacer ciudad que se llama
Vecinocracia). Estamos tratando de pensar cómo el
Estado posnacional, cómo el régimen kirchnerista
logra la individuación de su población tanto en la
dimensión puramente económica de cada yo, esto es
en la dimensión consumidora de cada yo, como en la
dimensión "político-social" de cada yo, esto es la
dimensión vecinal. Tomado como consumidor, cada yo viene
encontrando que el Estado puede asegurar su satisfacción
de sus "necesidades" de consumo y apetencias de consumo
vía subsidios, vía gestión de precios tipo
Secretaría de comercio, cuotas a la importación,
exportación, aranceles, retenciones, etc.

Tomado en su dimensión político-social
cada yo encuentra que la satisfacción de sus "necesidades
y vulnerabilidades", también puede ser hecha por el Estado
y por los reconocimientos que el Estado hace de esa
dimensión del yo como víctima; digámoslo
así: al yo político-social posnacional lo victimiza
y se propone como su protector reparador, al yo económico
posnacional, no necesita "consumidorizarlo" sino que ya es un
consumidor y solo necesita asegurar que el mercado lo satisfaga
facilitando un flujo más diseminado, más expandido
del dinero que en tiempos de los "90 (estos son los que se llaman
inclusión).

Por una vía o por otra el Estado posnacional, el
régimen kirchnerista viene logrando erigir al Estado como
el satisfactor universal evitando, en los primeros periodos
kirchneristas al menos, el ajuste y la represión abierta
de los movimientos sociales dándole, en resumen, a cada
yo, una vida yoica que defender, que preservar, que conservar.
Esa vida a conservar es la que hace que nos miremos el pupo y
para arriba complementariamente y no miremos para el costado
abridora y desbordantemente.

Escena pública posnacional y existencia
consumista personal se complementan.

No se trata, por supuesto, de pedirle al Estado que
reconozca una escena pública que lo impugnaba. Nueva
tesis, pues: toda escena pública, todo reconocimiento,
requiere de un cierto ninguneo. Reconocer una dimensión
requiere desconocer otra.

Ahora bien, toda subjetividad requiere de una
mirada-sostén. Problema, pues, para la
subjetivación autónoma: ¿cómo
organizar su consistencia autónomamente de la mirada
estatal? ¿podremos sostenernos mirándonos?
¿podrá una escena pública autónoma
sostenerse en un régimen de visibilidad distinto del
mercantil y del estatal?

 

 

Autor:

Pablo Hupert

III Congreso de Psicoanálisis de las
Configuraciones Vinculares "Interrogando experiencias"

Buenos Aires, 1, 2 y 3 de noviembre de
2012

Asociación Argentina de
Psicología y Psicoterapia de Grupos

Panel "Argentina hoy: transformaciones
sociohistóricas ¿nuevos imaginarios"

[1] Aclaración necesaria. El decurso
histórico nos recomienda distinguir entre Estado
técnico-administrativo y Estado posnacional. Si bien
Ignacio Lewkowicz los consideraba sinónimos, en sus
textos “posnacional” toma más bien un cariz
de negación de lo nacional que de presentación de
otra positividad, de una forma estatal por derecho propio. En
este sentido, en El Estado posnacional y en “No hay dos
sin tres. El Estado en la fluidez”
(www.pablohupert.com.ar/index.php/no-hay-dos-sin-tres-el-estado-en-la-fluidez/),
argumento que, a diferencia del Estado
técnico-administrativo, forma raquítica del
Estado-nación que desestimaba la tramitación de
tramas y sentidos sociales, el Estado actual incorpora la
lección de 2001 y la considera ineludible. Con la
noción de escena pública posnacional propongo
alguna hipótesis sobre la forma posnacional de proceder
con tramas y sentidos sociales y hasta producirlas.

[2] Desarrollamos “imaginal” en
El bienestar en la cultura y otras composiciones precarias.
Sondeos en la segunda fluidez, Buenos Aires: Pie de los hechos,
2012. Se puede ver
http://www.pablohupert.com.ar/index.php/la-imaginalizacion-como-recurso-de-gobernabilidad-post-2001/.

[3] Esta eficacia no se limita a lo
electoral, sino también a la capacidad de generar un
consenso en la opinión pública a través de
recursos extra electorales (fuera de las elecciones) como los
mediáticos, la tergiversación, a veces, simple
engaño, a veces la construcción de discurso
sincero, lo cual no quiere decir verdadero, sino simplemente
que no engañan deliberadamente, etc.

[4] “En casos de extrema violencia, un
sujeto o conjunto puede quedar reducido a un estado de
pura-presencia por lo cual es mirado sin ser visto: es
testimonio mudo en espera de un testigo. El concepto de
‘pura presencia’ me fue sugerido a partir del de
‘nuda-vida’ propuesto por Agamben” (Puget,
“Sujetos destituidos en la sociedad actual. Testimonio
mudo del des-existente”, Página/12, 26/4/01).

[5] “Los nadies: los ningunos, los
ninguneados…” (http://blogs.20minutos.es/
poesia/2009/09/25/los-nadies-eduardo-galeano-1940/).

[6] “La crueldad y algo
más”, en Asistencia y condiciones de existencia en
la Argentina actual. Revista de la AAPPG, Buenos Aires,
setiembre de 2002, pp. 129-30. Subrayados en el original.

[7] “El desaparecido y el des-existente
tienen en común la exclusión de un dado contexto
mediante métodos violentos, aunque los respectivos
espacios de exclusión difieren fundamentalmente”
(“Sujetos destituidos…”).

[8] El Estado-nación tiene varios
finales, varias “cesaciones”, y no una: el golpe
del 76, el mundial 78, la guerra de Malvinas, el menemismo,
2001. 2001 es, además, de una cesación objetiva,
el nombre del movimiento subjetivo que lo agotó. (La
diferenciación entre cesar y agotar la trabaja Ignacio
Lewkowicz en Sucesos Argentinos, Paidós, Buenos Aires,
2002.)

[9] Por supuesto, tiene varios comienzos,
algunos anteriores incluso a 2001, pero termina de tomar forma
con, por el lado económico, la salida del patrón
de valorización financiera y, por el lado
político, la articulación de lo que Basualdo
llama “transformismo político” de los
’90 con la gestión como modo de gobierno de los
colectivos infrapolíticos (ver P. Hupert, El Estado
posnacional. Más allá de kirchnerismo y
antikirchnerismo, Pie de los hechos, Buenos Aires, 2011).

[10] Un Juez no pide perdón, como
pidió el Estado argentino a través de
Néstor en 2004. Si lo hace, ese solo acto lo hace mutar
de Juez en parte –pero, si lo hizo, es porque ya
había devenido parte, y necesitaba pedir perdón
para ser reconocido socialmente como Estado. Por supuesto, una
parte social puede elevarse por sobre el resto (en nuestro
país ocurrió en un largo proceso que
comenzó no después de 1852 y terminó en
1880), y en gran medida esa elevación del aparato del
Estado por sobre la sociedad es lo que vienen reinventando los
gobiernos kirchneristas y, como señala O. Guerra en
anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2012/06/que-mas-queres.html,
es lo que viene intentando consumar Cristina desde su
reelección (en un proceso que Agustín Valle
explica como de imposición de autoridad). Aun
así, elevación de una parte no significa
necesariamente nacionalización del Estado, la sociedad,
la economía, la subjetividad, lo política (entre
otras cosas, no significa ni solidificación, ni
centralización y totalización).

[11] “Publicitación” no
figura en el diccionario, pero creo que es claro que significa
“acción de publicitar”, que es muy distinta
de la acción de publicar representada en el tradicional
y sólido “archívese y
promúlguese” de tiempos nacionales.

[12] Esta universalidad es
mediáticamente obtenida, por transversalidad reticular y
no por totalización estructural.

[13]
www.jus.gob.ar/el-ministerio/mision/secretaria-de-derechos-humanos.aspx;
visitado el 2/10/12.

[14]
www.sdh.gba.gov.ar/institucional/mision.php; visitado el
2/10/12.

[15]
http://www.pjdigital.org/2012/08/14/6424/#more-6424.

[16] Para un intento de
caracterización del “sistema” educativo
posnacional, sugiero “Escuela e implicación
subjetiva. Una relación en cuestión”, en
www.pablohupert.com.ar/2012/08/escuela-e-implicacion-subjetiva-una-relacion-en-cuestion.

[17] Me refiero a los lugares de comida
rápida llamados Nac & Pop, al restaurant de Palermo
Hollywood llamado Perón Perón, y así por
el estilo; pero también a un plan de venta de
automóviles que lanzó Peugeot, llamado
“Plan Nacional Automóviles para Todos”.

[18] Prefiero llamar subjetividad a eso que
Janine Puget llama humanidad: una cierta forma histórica
de enculturar al animal humano, una forma
histórico-social de configurar la materia humana
–una forma de darle forma.

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