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La espeleología en Mayabeque



  1. Historiografía de investigaciones
    rupestres en las alturas Bejucal-Madruga
  2. Descripción de los trabajos
    espeleoarqueológicos realizados en las cuevas de
    Diago, al sureste de Catalina de Güines, municipio
    mayabequino de Güines
  3. El
    dibujo rupestre en Cuba: acerca de sus antecedentes
    históricos; su estudio e
    investigación
  4. Conclusiones a considerar con relación a
    la necesidad de incrementar la protección y
    conservación del arte rupestre
    cubano

Historiografía de investigaciones
rupestres en las alturas Bejucal-Madruga

El primer viaje a La Habana del sabio alemán
Alejandro de Humboldt,-acompañado por el botánico
Amado Bonpland-, se prolongó desde diciembre de 1800 hasta
marzo del siguiente año, y una segunda incursión a
la Isla ocurrió en los primeros meses de 1804. Sus
impresiones fueron reseñadas en su obra Ensayo
político sobre la Isla de Cuba, publicada en París,
en 1807. Entre los temas del libro figura un capítulo
denominado "Viaje al valle de los Güines", que describe
diversos aspectos de esa región recorrida por Humboldt en
compañía de Francisco de Arango y Parreño,
el Conde de Mompox y otros propietarios de la zona residentes en
La Villa del Mayabeque; admiró el viajero la cadena de
colinas que rodean por el norte a la llanura de Güines,
analizó sus suelos y visitó las cuevas de la Loma
de Candela. También resaltó la importancia de las
zanjas y otras formas de regadío y le prestó gran
interés al río Mayabeque, entre otros
referidos.

El enciclopédico Doctor Antonio
Núñez Jiménez, (20 de abril de 1923 a 13 de
septiembre de 1998), entre muchísimos méritos
presidente fundador de la Sociedad Espeleológica de Cuba
(SEC), la Sociedad Cubana de Geografía y la Academia de
Ciencia de Cuba, fue aclamado por unanimidad como Cuarto
Descubridor de Cuba en la sesión plenaria del "Primer
Congreso Iberoamericano de Espeleología; LV Congreso de la
Sociedad Espeleológica de Cuba", realizado en las bases de
campismo de El Abra y La laguna, en Santa Cruz del Norte, cosa
que se ratificó de la misma forma en 1996 en el II
"Congreso Nacional de Geografía" cuando también fue
nombrado como "Hijo Ilustre del Ariguanabo". Las primeras
espeluncas que visitara en su vida, -el 4 de abril de 1939-,
fueron las de las Lomas de Candela, al norte del municipio
güinero, que por coincidencia fueron las mismas que
estudiara, -como afirmamos-, el también sabio y
célebre científico alemán Barón
Alejandro de Humboldt.

Núñez, después, en 1943
investigó las cuevas Pequeña Diago y La
Ayúa, ubicadas al sureste de la población de
Catalina de Güines, municipio de Güines, en la
provincia mayabequina, a las cuales volvió el 10 de enero
de 1,962, donde profundizó realizando calcos y estudios
relacionados con las diferentes pictografías
aborígenes de las cuevas García Robiau, dando a
conocer al mundo, en sus publicaciones, la importancia de dichos
dibujos.

Un grupo de güineros aficionados consagrados a las
diversas ramas de las ciencias, entre ellas a la
arqueología y la espeleología, reunidos en 1985,
siguió la loable iniciativa sugerida por el Doctor Manuel
Rivero de la Calle, de oficializar un grupo
espeleoarqueológico que representara al municipio de
Güines, y entre sus tareas, estudiar a profundidad las
cuevas de Diago, por lo que recomendaba contactar con el Doctor
Antonio Núñez Jiménez, presidente de la
Sociedad Espeleológica de Cuba; ya en 1988
obteníamos los correspondientes carnés que nos
oficializaban y acreditaban la pertenencia al grupo
"Alejandría"; en una de sus reiteradas visitas al
municipio fue declarado Núñez, con el apoyo oficial
de gobierno municipal güinero como "Hijo Ilustre del
Mayabeque".

En la sesión plenaria del "Congreso Internacional
50 aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba",
celebrado en el Palacio de las Convenciones en Ciudad de La
Habana, a sugerencia de Núñez, se
materializó el compromiso de emprender la limpieza de las
Cuevas de Lomas de Candela, en Güines, cosa que se
realizó con corrección; y en el año 1991
contamos de nuevo con su presencia en el territorio, cuando en
dicho lugar se efectuó el lanzamiento de su libro"50
Años explorando a Cuba", y se realizó la
declaratoria como Monumento Local, de esta cueva, así como
las de Diago en el sureste catalinero. Entre 1992-1994 el Doctor
Núñez realizó varias visitas a la
población, y efectuó junto al grupo
"Alejandría" contactos e investigaciones en nuestras
alturas con sus espeluncas.

Por su parte el destacado antropólogo y
arqueólogo Doctor Manuel Rivero de la Calle, desde 1985,
realizó múltiples visitas teóricas y
prácticas para el adiestramiento y trabajos investigativos
de campo en diversos sitios con valores arqueológicos:
ingenios coloniales, cementerios de esclavos, cimientos, ruinas y
vestigios de ingenios azucareros, espeluncas muy variadas, y
sobre todo en las de Diago, profundizando una exhaustiva
investigación a profundidad en la cueva de Los Perros
Jíbaros, acompañado siempre del grupo
espeleoarqueológico insignia del municipio: el
"Alejandría".

Por su parte, es amplio el trabajo realizado por nuestro
mencionado grupo, el cual ha estado presente desde 1985, en todas
las tareas de penetrar, investigar y censar las cuevas del
municipio, así como efectuar estudios arqueológicos
en el municipio, incluyendo, mediante relaciones fraternas con
otros grupos de municipios aledaños labores en el
territorio, entre las cuales se encuentran otros sitios que
incluyen las alturas Bejucal-Madruga. Se han realizado
múltiples investigaciones y hemos estado presentes en
diversos eventos científicos de nivel, en los que se han
expuesto trabajos espeleoarqueológicos relativos al arte
rupestre de nuestros aborígenes; entre los mismos se
destacan: Estudio de dos hachas petaloides, Estudio y
cartografía de la cueva de Los Perros Jíbaros,
Estudio de las pictografías de las Cuevas de Diago,
Filiación Cultural del Dibujo Rupestre, etc.

También hemos realizado expediciones como las
realizadas al nacimiento del Río Biajacas, Madruga, donde
se encontró un sitio arqueológico con restos de la
industria lítica y de la concha, así como fue
estudiada y publicada mediante el periódico "Mayabeque, el
trabajo acerca de La cueva de Las Tacitas, municipio de Madruga,
una solapa que en uno de sus planos inclinados posee una gran
cantidad de hoyitos o morteros de tres dimensiones realizados por
la mano del hombre primitivo con fines que despiertan variadas
hipótesis: pudieran ser de motivos rituales, la
imitación de la bóveda celeste, motivos rituales,
taller de industria lítica, un juego de entretenimiento o
azar, o un censo demográfico de su población ya que
aparecen hoyitos de diversas dimensiones, sellados unos y otros
no. En esta zona también se estudió una
pequeña cueva que denominamos solapa de la Cruz, ya que en
ella aparecen pinturas cruciformes de color negro, así
como un ajuar de la industria de la concha; y excavamos la solapa
del Carpintero, en colaboración con el grupo
representativo de Madruga, donde se profundizó en la
investigación de un cementerio aborigen donde aparecieron
varios niños y un adulto, todos con una antigüedad de
unos 2,500 años, según estudios realizados por el
antropólogo forense Doctor Ercilio Vento
Canosa.

Estuvimos además, representados en el 1er Taller
Internacional de Arte Rupestre celebrado en el 2002, donde se
presentó el Estudio de la vinculación de los
murales en las cuevas de Diago a elementos naturales y presencia
o no de luz solar; en el 2do Taller se defendió el trabajo
acerca de Las Pictografías de las Cuevas de los Perros
Jíbaros, en el año 2004; y durante el 2010, al
celebrarse el 3ro, se presentó la investigación
sobre Las cuevas de Las Tacitas.

El arqueólogo MSc Racso Fernández, del
Instituto de Antropología, desde los mismos anales de la
fundación del grupo, ha participado en innumerables
expediciones a las zonas que hemos estudiado, brindándonos
su continuo asesoramiento, y ha reseñado en sus trabajos
investigativos, múltiples elementos de su quehacer en el
territorio, teniéndonos muy en cuenta en los
mismos.

Desde el punto de vista de las diversas ramas
geográficas, hemos recibido también, desde nuestros
orígenes, el incondicional apoyo reiterado de los Doctores
Sara Interián Pérez y Ricardo Álvarez
Portal, quienes nos han brindado toda la información
necesaria par nuestras investigaciones.

Descripción de los trabajos
espeleoarqueológicos realizados en las cuevas de Diago, al
sureste de Catalina de Güines, municipio mayabequino de
Güines

CUEVA GARCÍA ROBIAU.

Dicha cueva se desarrolla en Diago, al sureste de
Catalina de Güines, a una altura sobre el nivel del mar de
140 metros, y la misma geológicamente está en
formaciones miocénicas, en los grupos pertenecientes a la
formación Güines, con aproximadamente una
espeleometría de 197 metros; su origen es freático,
surgida a través de una diaclasa, siendo preferiblemente
llana horizontal, compuesta por cuatro salones que se denominan
como Del Sol o De Las Claraboyas, el cual es el más
espacioso y orientado por una grieta en su bóveda, la que
ha originado cinco claraboyas, teniendo en cuenta que la mayor
que permite el paso hacia su interior, con un plano totalmente
inclinado y formando parte del salón principal de la
cueva; tanto la claraboya del techo como la de la entrada, en
determinadas horas del día, cuando el astro rey se
encuentra en el cenit o centro del cielo y sus rayos inciden
verticalmente, sus orificios permiten de forma curiosa y
caprichosa la entrada de los mismos, provocando un hermoso
paisaje, algo así como una lucha entre las luces y las
sombras, cosa que inspiró al hombre primitivo para dejar
en las paredes su arte parietal; en el fondo del salón,
aparecen nueve murales pictóricos: ocho de color negro y
uno que representa una pintura antropomórfica de color
rojo.

La pictografía número 1 es uno de los
mayores murales, hecho con trazos muy gruesos que representa
figuras zoomórficas que presentan dos grillos o
saltamontes que parecen estar copulando, y adornados por otros
trazos inconexos; siete de estas pinturas están formadas
por símbolos, fundamentalmente de formas
geométricas, formando ángulos, triángulos,
rectángulos…

La pictografía número 9 presenta la
configuración de un faldo funerario a tinta llena y en
color rojo. El salón De La Rana constituye uno de los
más importantes de dicha espelunca, aunque más
pequeño, angosto y oscuro, y es donde existen mayores
formaciones cenitales y parietales, así como la
formación de un hermoso manto estalagmítico, con
sus columnas y coladas cársicas. Contiene diez dibujos,
siendo estos los de mayores motivos, y en algunos casos,
exclusivos en el arte pictórico cubano; de los diez
pictogramas existentes, cuatro son formados por figuras
geométricas, tres por formas antropomorfas, y tres
están constituidos por figuras zoomorfas, y ninguno de
estos murales tiene las presencia de la luz solar; y cinco de
ellos tiene la inclusión de elementos naturales, es decir,
que el artista primitivo usó para lograr sus fines
pictóricos objetivos de su medio natural que le
permitieron resaltar cualidades de dichos dibujos, recurso muy
utilizado por estos grupos aborígenes en la
realización de su obra pictórica; por ejemplo,
cuando quiso representar al batracio, utilizó para esto
una concreción estalagmítica parietal que se
asemejaba al cuerpo de dicho animal, y solo tuvo que hacer sus
extremidades y darle forma a la cabeza, y al querer hacer un
rostro espeluznante de un humano, tomó como referencia
hoquedades en la pared que representaron sus ojos y la boca; al
representar el pescado lo hizo tomando en consideración
otra hoquedad que le permitiera figurar un ojo, así como
formas volubles en la pared, que posibilitan resaltar sus aletas
traseras y caudal; y lo mismo hizo con la pictografía del
ciclón, formada por dos trazos de líneas curvas
realizadas en una hoquedad circular que permite ver en esta
figura un cierto movimiento.

En los dos últimos murales, -el mayor-, podemos
observar que en su conjunto, en formas de rostros y
símbolos parecen aparecer elementos funerarios
idealizados, en que se realizan abstracciones con rostros y
figuras humanas, trazos que denotan como representaciones
óseas, símbolos enigmáticos muy subjetivos,
que dan la sensación de interrogantes entre la vida y la
muerte.

En el último mural aparece la clara impronta de
la huella de la palma de la mano del artista, y que tal parece
como si el mismo deseara firmar para la posteridad la
finalización de la ejecución de su obra
perdurable.

Los dos salones restantes no poseen, dada su angostura,
valor pictórico alguno.

-CUEVA LA AYÚA.

Esta hoquedad cársica, relativamente muy llana,
con techo de poca altura, posee piso formado por grandes
acumulaciones de tierra roja; se desarrolla a 185 metros al
suroeste de la cueva García Robiau, en el paleocauce de
una cañada, y abre su boca en un margen de la
misma.

Su espeleometría es de 50 metros, y se orienta en
sus inicios al suroeste, y al final al oeste, ubicada a 130
metros sobre el nivel del mar y a 25 kilómetros de la
línea costera, que es la ensenada de la Broa; en sus
finales se abre una claraboya de forma circular de más de
6 metros de diámetro que ilumina su último
salón.

En su entrada o Primer Salón se ejecutaron
excavaciones arqueológicas en 1992, orientadas y
ejecutadas por nuestro güinero grupo Alejandría, y
miembros del Instituto de Antropología, donde se
estudió una variada dieta de los primitivos, y se
efectuó el hallazgo de un microfalo y una microcuenta
procedentes de la industria de la concha.

En el primer salón, en presencia de la luz solar
y en su bóveda, pueden observarse cinco
pictografías de trazos muy finos y curvas representando
figuras herraduriformes muy semejantes a las que forman el
conjunto pictórico número 1 de Cueva Pluma, en
Santa Cruz del Norte, situada a 47 kilómetros al
noreste.

En el segundo salón, El De La Claraboya, aparecen
restos de pictografías ya borradas por el tiempo, -dada la
directa acción de los agentes naturales-, y solo se
conservan dos de color negro: la primera formada por un
círculo de forma ovalada que ha resistido la acción
del interperismo en una de las paredes, y seguida a esta aparece
la segunda, elaborada con finos trazos negros representando de
forma muy estilizada un ave con las alas extendidas en
posición de vuelo, o un ave rapaz secándose al
sol.

-CUEVA LA PALMA.

Esta espelunca está situada a muy pocos metros de
la García Robiau, teniendo un piso muy plano con
sedimentos que llegan desde 2 y medio hasta tres metros de
espesor; la misma posee forma de desarrollo circular con una
morfología estructural que se encuentra a 125 metros sobre
el nivel del mar y a 25 kilómetros de la línea
costera sur.

Su arte pictórico fue descubierto en 1943 por el
Doctor Antonio Núñez Jiménez, -Cuarto
Descubridor de Cuba-, quien volvió a realizar estudios en
1992 en compañía de nuestro grupo
espeleoarqueológico Alejandría. En su blanca
bóveda, el hombre primitivo usando la técnica del
ahumado con antorchas, recreó figuras zoomórficas y
antropomórficas, así como raras formas
castilliformes y cruciformes; entre las zoomórficas se
destacan un grupo de aves al vuelo, apareciendo en el
último salón rostros antropomorfos con figuras
grotescas.

-CUEVA DE LOS PERROS JÍBAROS.

Esta espelunca se abre a 2,5 kilómetros del
pueblo de Catalina de Güines, y la misma se localiza a unos
dos kilómetros al noroeste de la cueva García
Robiau, a 10 metros sobre el nivel del mar y a 22
kilómetros de la línea costera, con una
espeleometría de 40 metros y una altura del techo de 2,20
a 3,40 metros, obstruyendo parte de la misma y formando una
especie de tabique natural un derrumbe de grandes clastos que
dividen la gruta en dos salones relativamente pequeños
desprovistos casi totalmente de formaciones secundarias,
nombrándose los mismos como Salón De Las Claraboyas
y salón De Las Pictografías. El primero presenta
una claraboya de forma elíptica de 6 metros de
diámetro, y su piso está formado por un suelo de
color rojo arcilloso sin alteraciones visibles.

En el salón de las pictografías, -con una
amplia entrada la cual le permite una total claridad-, el piso ha
sido totalmente alterado por la extracción de guano de
murciélago, el cual fue utilizado como abono por los
campesinos del territorio. También existen abundantes
capas de ceniza muy alteradas, y en general dicha cueva posee luz
presente durante todo el día debido al gran tamaño
de su entrada, y la presencia de un salón con una
claraboya elíptica con una magnitud de 6 metros de
diámetro.

A partir del año 1967 esta cueva ha sido
estudiada por nuestro grupo, y hemos descubierto en su superficie
arqueolitos procedentes de la industria lítica y de la
concha, así como abundantes restos de dieta de diversas
especies vertebradas del territorio, y restos de fauna marina, y
hallamos un grupo de 14 pictografías de formas
anguliformes y zoomórficas, algunas de las cuales son
inconexas, con trazos indefinidos, y de color grisáceo,
posiblemente causadas por el paso del tiempo y a una altura del
piso original de la cueva de 0,50 metros, y un ancho promedio de
30 centímetros, con trazos de 1 a 1,5
centímetros.

La pictografía No. 1 es la mayor conservada de
todas, encontrándose en el extremo izquierdo del mural, y
su color es grisáceo como explicamos anteriormente, debido
posiblemente al paso de los años, y pudimos clasificarla
como del tipo anguliforme, y en ella puedan observarse seis
trazos de "V" invertida, y en su parte inferior se observan
fragmentos de lo que pudo ser un séptimo trazo. La
número 2, inmediatamente a la derecha de la 1, está
menos conservada y posee trazos entrecruzados de aproximadamente
1 centímetro, terminada en 7 trazos paralelos verticales.
La número 3 está situada un poco por encima y a la
derecha de la número 2, y sus colores claros denotan una
mala conservación, y sus trazos de aproximadamente 0,5
centímetros, dan la impresión de una "V" a la que
falta su vértice. En la figura número 4 observamos
una irregularidad parietal de la cueva, en que una protuberancia
en la roca de la cueva, posibilitó al artista recrear un
rostro humano; la pictografía 5 y hasta la número
10 aparecen de forma muy fragmentada e indefinidas en las que no
pueden precisarse figuras ya que han sufrido muy directamente la
acción del interperismo y han desaparecido muchos de sus
trazos. La número 11 se encuentra a 1,8 metro de la
número 10, y posee un ancho de 24 centímetros, y
una altura de 34 cms., y es la que denominamos como la del
Papalote, representando una forma de rombo con trazos de
líneas interiores y una media luna que la rodea. La 12 se
encuentra a 32 cms. de la número 11, con 50 cms. de alto
por 35 de ancho, presentando una figura antropomórfica en
movimiento, posiblemente realizando una lanza, y en sus
alrededores aparecen trazos de formas anguliformes, y todo este
conjunto presenta formas muy estilizadas. La pictografía
número 13 se encuentra a 10,20 metros de la número
12, con una altura de 15 cms. y un ancho de 8, a una altura del
piso de 0,9 metro y representa una figura antropomórfica
donde el autor utiliza para hacer la misma una pequeña
hoquedad de la roca, dando la impresión en sus ojos, de
granos de café con una mirada tranquila y reposada, siendo
esta la que cierra el mural en el salón de las
pictografías.

La pictografía 14 es la única
representación gráfica que existe en el
Salón de la Claraboya, y sus trazos son muy finos, y su
figura antropomórfica está prácticamente
oculta al fondo de una hoquedad, y da la impresión, en su
forma estilizada, de una figura danzante, y llama la
atención el parecido en técnicas utilizadas a la
pictografía número 13, presentando semejanzas en
cuanto a la morfología de sus trazos y su ubicación
desde el fondo de una hoquedad de la pared.

El dibujo
rupestre en Cuba: acerca de sus antecedentes históricos;
su estudio e investigación

La antigüedad de las referencias del registro
gráfico rupestre de Cuba se remonta en fecha tan temprana
como 1839; es a partir de ese momento que las referencias a este
legado cultural tan importante se hacen más
frecuentes.

En el siglo XIX, siete de las 12 citas publicadas en el
período se realizan por autores del país, y entre
ellas, seis hacen referencias directas de los dibujos rupestres
en dos cuevas de la Sierra de Cubitas en la provincia de
Camagüey: las cuevas de Seña Teresa o María
Teresa, y del Indio o Grande, y la sexta describe las
pictografías de una cueva de Banes, provincia de
Holguín, que desde entonces no ha podido ser
reubicada.

Las otras cinco citas aparecen en libros y revistas
especializadas en los temas arqueológicos y
antropológicos, por investigadores extranjeros
pertenecientes a instituciones prestigiosas de Francia,
España y Estados Unidos.

En 1847, un grupo de jóvenes realizan un
recorrido por tres cuevas de la Sierra de Cubitas, -sin que se
conozcan sus nombres-, volviendo a referenciar de una forma muy
vaga, las pictografías aborígenes; este recorrido
se publicó en 1887, en una compilación realizada
por José Ramón Betancourt.

Sin lugar a dudas, fueron las cuevas de esta sierra las
más mencionadas del siglo XIX, pero vuelven a ser noticia
en 1889, cuando en Camagüey se dio a conocer el Viaje
pintoresco por el interior de Cuba y sus costas, del sacerdote
escolapio Antonio Perpiña.

Al iniciarse el siglo XX, época de grandes
eventos en la vida política del país, y de
descubrimientos científicos mundiales, en 1903, el
investigador norteamericano Joseph Walter Fewkes, del Smithsonian
Institution, visitó Cuba e Isla de Pinos, y comentó
la existencia de pictografías en un
artículo.

En 1910, se publicó A través de Cuba,
relatos geográficos, descriptivos y económicos, del
viajero y miembro de la Sociedad Geográfica de
París, Charles Berchon, quien refiere una cueva con
numerosos dibujos indígenas en la región de Punta
del Este, Isla de Pinos, actual Isla de la Juventud.

Durante 1916, el arqueólogo norteamericano Mark
R. Harrington, siguiendo los pasos a sus predecesores Culin,
Holmes, Powell, De Booy y Fewkes, concluían su estancia en
nuestro país recorriendo el extremo de Maisí, en la
otrora provincia de Oriente; allí se vio reconfortado con
el descubrimiento de la cueva del Agua, Los Bichos o Patana,
donde localiza un relevante conjunto de petroglifos
aborígenes en un manto de calcita, así como el Gran
Semí, esculpido en una gran estalagmita y que hoy
lamentablemente se conserva en las bóvedas del Smithsonian
Institution en Nueva York; de este trascendental acontecimiento
no apareció nada publicado en la prensa local, y solo dos
años más tarde se conoció el hecho mediante
la obra de Harrington Cuba before Colón, en su
edición en inglés.

Corría 1918 cuando se publicó por vez
primera en un trabajo científico nacional Cuatro
Años en la Ciénaga de Zapata, de Juan Antonio
Cosculluela.

Un momento trascendental en los estudios del arte
rupestre cubano tuvo lugar cuando en 1922 es reubicada por el
eminente investigador cubano don Fernando Ortiz, la gruta de
Punta del Este, relatada por Berchon en 1903; las investigaciones
realizadas por Ortiz, y las definiciones establecidas por
él, despertaron el interés de un grupo de
especialistas del Museo Antropológico Montané, de
la Universidad de La Habana, y los miembros del grupo
arqueológico Guamá, todos pertenecientes a la
Comisión Nacional de Arqueología.

A lo largo de 1930, aparecieron en la prensa plana
algunas noticias vinculadas a los descubrimientos de petroglifos
en una gruta de la región de Samá, en
Holguín.

Entre 1938 y 1942, el prestigioso miembro de la
Comisión Nacional de Arqueología en Holguín,
José A. García, publicó en las notas de la
colección García Feria, acerca de la compra de un
ídolo procedente de la cueva de Waldo Mesa, en Banes,
Holguín.

Mientras tanto, Fernando Ortiz concluyó sus
reflexiones y análisis sobre los enigmáticos
dibujos de Punta del Este en su destacada obra Las cuatro
culturas indias de Cuba, que vio la luz en 1943, con un
capítulo que denominó "Las culturas indias de Isla
de Pinos"; en esta, como en toda su obra, realizó un
minucioso estudio de los dibujos, que constituyó por mucho
tiempo una inestimable monografía, pues trascienden el
tono comparativo y descriptivo de los tres artículos
anteriores escritos por el doctor Herrera Fritot.

A este empeño de los estudiosos de nuestras
culturas aborígenes se unieron un poco más tarde,
los miembros de la Sociedad Espeleológica de Cuba, que
fundada en 1940 imprime un destacado impulso a los estudios
rupestres cubanos, con los numerosos aportes de estaciones
descubiertas a lo largo de todo el país.

En las décadas del 30 y el 50, se publicó
una amplia gama de artículos dedicados a la
temática que marcan el inicio del compromiso
académico con el relevante patrimonio
rupestrológico nacional, encontrándose los mismos
en diarios y revistas especializadas y divulgativas, como:
Carteles, Luz, Isla, y la revista de Arqueología y
Etnología, así como las publicaciones de la
Biblioteca Nacional.

Entre los más destacados y consagrados a los
estudios rupestrológicos cubanos se encuentran los
doctores Salvador Massip, José A. García
Castañeda, Fernando Ortiz Fernández, René
Herrera Fritot, Antonio Núñez Jiménez, y
Manuel Rivero de la Calle, entre otros.

Sin lugar a dudas el período comprendido entre
1960-80 resultó ser muy productivo, y la especialidad se
vio privilegiada por la pluma de los investigadores y
especialistas nacionales con la mayor cantidad de trabajos
publicados hasta ese momento; es así que aparecen varias
monografías en las cuales se le dedican al arte rupestre
tópicos o capítulos que por su importancia, son
reflejos directos de la cultura y la ideología de los
grupos que las ejecutaron.

Entre ellas merecen destacarse Prehistoria de Cuba
(1965), y Las culturas aborígenes de Cuba (1966), de los
autores Ernesto Tabío Palma y Estrella Rey Betancourt, y
Manuel Rivero de la Calle, respectivamente.

El doctor Antonio Núñez Jiménez,
-Cuarto Descubridor de Cuba-, con su libro Cuba: Dibujos
rupestres, realizó el mayor esfuerzo por recopilar y
divulgar la información del arte rupestre conocida hasta
el momento que consistente en 48 estaciones, de las cuales se
tenían noticias de forma aislada, a través de un
sinnúmero de publicaciones de diversa índole;
también compiló una importante muestra de
pictografías y calcos de las pictografías y
petroglifos, muchos de los cuales por primera vez eran conocidos
por especialistas y pueblo en general, por lo que es considerado
como un clásico indispensable para la
investigación.

El doctor José Manuel Guarch del Monte otra
personalidad del ámbito académico nacional que ha
dedicado esfuerzos a la investigación de los dibujos
rupestres; ha realizado grandes esfuerzos y aportes desde el
punto de vista teórico-metodológico de estos
estudios; su título Arqueología de Cuba.
Métodos y sistemas, de 1987, incluye gran parte de su
fecundo trabajo.

Otros artículos que han visto la luz producidos
por autores no menos importantes y que merecen mencionarse son:
Descubrimiento de nuevas pictografías realizados en el
país, de Manuel Rivero de la Calle (1961); El arte
abstracto de los aborígenes preagroalfareros cubanos, de
Gerardo Mosquera (1980); Acerca de las experiencias obtenidas en
las restauraciones de las localidades pictóricas Cueva No.
1 de Punta del Este y Cueva de Ambrosio, de Caridad
Rodríguez Cullel y José M. Guarch Delmonte (1980);
La cultura de los círculos concéntricos:
cómputo aborigen, de Martín Socarrás Matos
(1985); Hipótesis sobre una nueva región del arte
rupestre en Cuba, de Francisco Escobar Guío y Juan J.
Guarch Rodríguez (1989); Tendencias en los estudios de
arte rupestre de Cuba: Retrospectiva crítica, de Gabino La
Rosa Corso (1994).

Durante los últimos veinte años un
reducido grupo de investigadores ha venido realizando un
importante papel y ha crecido el número de reportes; de
esa última horneada emerge el 90 % de los especialistas
que de una u otra forma le han dedicado muchas horas a la
exploración e investigación del arte rupestre del
archipiélago cubano, que ha permitido el censo de 246
estaciones.

En este período aparecen importantes
colaboraciones de Jorge Calvera Roses, Roberto Funes Funes, Racso
Fernández Ortega, José González Tendero,
Divaldo Gutiérrez Calvache, Alejandro Romero Emperador, y
Reinaldo Guerrero Guerrero, entre otros.

Entre las monografías escritas a lo largo de
estos últimos cincuenta años, dedicadas
exclusivamente a las artes del dibujo rupestre en Cuba, podemos
citar: Cuevas y pictografías, Caguanes pictórico,
Cuba: dibujos rupestres, El arte rupestre cubano y su
comparación con otras áreas de América, de
Antonio Núñez Jiménez; Arqueología de
Cuba, métodos y sistemas, de José M. Guarch
Delmonte; Arte rupestre. Petroglifos cubanos, de Juan J. Guarch
Rodríguez y Lourdes del R. Pérez; Quiénes
hicieron los dibujos en las cuevas, de Víctor Cué
Villate y Racso Fernández Ortega.

A partir del año 2000 se nuclea un grupo de
estudiosos miembros de la Sociedad Espeleológica de Cuba,
alrededor del proyecto Cuba: dibujos rupestres, con el objetivo
de actualizar la magna obra de 1975 realizada por el doctor
Antonio Núñez Jiménez, siendo este proyecto
el embrión del actual Grupo Cubano de Investigaciones del
Arte Rupestre (GCIAR), que se fundó oficialmente en el
año 2006 adscripto al Instituto Cubano de
Antropología del Ministerio de Ciencia, Tecnología
y Medio Ambiente (CITMA), el cual reúne a más de 20
estudiosos de todas las provincias del país.

Entre los objetivos más importantes del GCIAR, se
encuentran los de desarrollar y ejecutar investigaciones
científicas de carácter arqueológico,
antropológico, patrimonial, cultural,
historiográficas y de cualquier otro tipo vinculados al
arte rupestre cubano.

Conclusiones a
considerar con relación a la necesidad de incrementar la
protección y conservación del arte rupestre
cubano

Resulta incuestionable que es imprescindible reforzar
todos los medios a nuestro alcance para que todas las
comunidades, la población en general y los organismos e
instituciones se sensibilicen con la protección y cuidado
para poder conservar las manifestaciones y vestigios
artísticos y socioculturales del arte rupestre, y poder
preservar los remanentes de nuestra prehistoria para salvaguardar
nuestra historia.

Entre las muchas afectaciones, el daño que
más ha perjudicado o deteriorado al dibujo rupestre en el
país, es el conocido "grafiti" el cual decora las paredes
de los recintos cavernarios con letreros de todo tipo, fechas, y
en ocasiones hasta dibujos en los que emplean cualquier material
como el lápiz, incluso de cejas, creyón labial,
sprays o diversas variedades de pinturas con bases
acrílicas o de aceites.

Durante los últimos años ha proliferado y
ganado espacio la tendencia a la "puesta en valor", consistentes
en realizar acciones de adaptación y trabajos de
acondicionamiento en un número importante de estaciones o
espeluncas, para agregarle unidades de venta de todas clases de
productos, así como para brindar servicios de
recreación y esparcimiento; estos lugares han afectado con
sus estrategias las cuevas, sus entornos, y con ello han
impactado en las manifestaciones artísticas legadas por
nuestros aborígenes.

Resulta viable que exista y persista un monitoreo
sistemático para la necesaria evaluación de la
situación de las estaciones, ya que la presencia de un
importante y diverso espectro de amenazas, las antrópicas
son las mayores.

Del total de las estaciones reportadas nacionalmente,
sólo una pequeña parte están protegidas con
las categorías de Monumentos, y una pequeña parte
está incluida dentro de los perímetros de los
Parques Nacionales y Reservas Naturales, y el resto se encuentran
completamente desprotegidas, motivo por los cuales se encuentran
en un máximo de peligroso riesgo.

Dolorosamente, las pocas que se encuentran en las zonas
supuestamente protegidas, carecen de un monitoreo
sistemático que permita en ciertos períodos evaluar
su estado de conservación y protección, dada en
algunos casos por encontrarse en sitios inhóspitos o
lugares alejados.

Existen los cuerpos legales que deben garantizar la
protección y conservación del Patrimonio Cultural,
así como personal dirigente y técnico especializado
como responsables directos de hacer valer las directivas y
legislaciones; son las instituciones involucradas en la
investigación, conservación y salvaguarda del
patrimonio cultural y natural las que deben aunar sus esfuerzos
para lograr el cumplimiento de las disposiciones vigentes y
corregir o completar la documentación correspondiente para
el mantenimiento de su buen estado, por no decir lo
óptimamente necesario.

Es de imperiosa necesidad establecer un Código de
Ética para el registro, documentación e
investigación del registro gráfico rupestre,
además de establecer una política coherente para su
administración, uso y manejo que garantice el
sistemático monitoreo y mantenimiento de las estaciones,
como imprescindible resulta el hecho de detener la
situación de agresión a que está sometido el
dibujo rupestre cubano en la mayor brevedad posible, porque de no
ser así, auguramos que las referencias al mismo
será en un futuro próximo las tristes hojas que
quedarán como fríos recuerdos legados para la
historia, los papeles de periódicos y libros.

El patrimonio rupestre debe asumirse con seriedad como
una pieza fundamental básica de los cimientos
históricos y socioculturales de nuestro pueblo, lo que
implica una particular atención y consideración
hacia el conjunto de sentimientos y expresiones espirituales que
permiten darle cuerpo a las raíces identitarias del
imaginario de la nación.

Debemos enfatizar acerca de las nuevas perspectivas que
se abren en la actualidad, para la ejecución de las
investigaciones acerca de los estudios sobre representaciones
rupestres, desde una nueva dimensión conservadora a la par
que creativa, cuyos objetivos sean los de ubicar a este
característico vestigio de la actividad humana pasada, en
un lugar de importancia fundamental para el avance del
conocimiento de la arqueología en general, como parte de
nuestro acervo patrimonial, y así fortalecer con orgullo
nuestra identidad.

Deben desarrollarse diversos proyectos de
investigación arqueológica que traten al arte
rupestre como uno de los mayores focos de interés, y
desarrollar políticas sobre estos vestigios materiales de
la actividad humana pasada, ya que por su naturaleza
gráfica y su alta visibilidad constituye uno de los restos
arqueológicos más aptos para realizar actividades
de interpretación y docencia para el público en
general.

Aunque no con suficiencia, la situación actual
muestra una mayor conciencia general acerca de la importancia de
salvaguardar al arte rupestre, y se impone una consecuente
política de promoción de nuestro patrimonio
rupestre cubano; abogamos porque se lleve a cabo un programa con
una estrategia sociocultural y medioambiental con los que se
vinculen y formen a las comunidades con una conciencia
participativa con una concepción formadora de
educación para la conservación y protección
del patrimonio rupestre.

El legado cultural de nuestros antepasados
aborígenes espera porque nos proyectemos en aras de
conservar y proteger su obra pictórica; es nuestro deber
escuchar su reclamo para que las presentes y futuras generaciones
puedan recrearse y disfrutar de sus creaciones artísticas.

 

 

Autor:

Lic. Abilio González
González.

(Investigador).

Lic. Reinaldo Guerrero
Guerrero.

Enviado por:

Ing. Noel Ascanio Montero

 

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