Monografias.com > Religión
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Jesucristo: un abordaje al personaje y sus enseñanzas




Enviado por PERCY ZAPATA MENDO



  1. Algunos datos
    históricos
  2. Jesús
    personaje inclasificable
  3. Rasgos
    fundamentales de la actuación de
    Jesús
  4. El enigma de
    Jesús
  5. Bibliografía

Algunos datos
históricos

Los evangelistas, preocupados de descubrir a sus
lectores el misterio encerrado en Jesús de Nazaret y en su
mensaje, no nos han dejado de él ninguna biografía.
Los investigadores se esfuerzan hoy por conocer algunos datos
históricos sobre su vida. Son pocos los puntos en los que
se llega a un acuerdo mayoritario pero nos ofrecen ya un cuadro
histórico suficiente en donde podemos situar a
Jesús de Nazaret.

Ningún investigador serio duda hoy de la
existencia de Jesús de Nazaret. Se discute sobre las
fechas de su nacimiento y de su ejecución. Los autores
solo coinciden en que Jesús nació antes del
año 4 a.C. Sobre su muerte, son bastantes los que aceptan
como fecha aproximada el año 30.

Jesús es judío. Su madre es María.
Su patria es Galilea, una región semipagana, despreciada
por muchos judíos. Su lengua materna es el arameo aunque
conocería también el hebreo, la lengua
litúrgica del pueblo en aquella época.

Después de una vida ordinaria de trabajador,
Jesús recibe el bautismo de Juan y comienza, a
continuación, una actividad de predicación por la
región de Galilea y más tarde por Judea y
Jerusalén. Emplea un lenguaje sencillo, concreto, agudo,
que resulta inconfundible cuando se vale de pequeñas
parábolas extraídas de la observación atenta
de la naturaleza y de la vida. El tema central de toda su
predicación es la llegada del Reinado de Dios.

Jesús ha realizado curaciones que resultaban
inexplicables para los testigos y en donde sus
contemporáneos ciertamente han visto la acción
salvadora de Dios. Los milagros ocupan un lugar tan importante en
los evangelios que es imposible rechazarlos todos como un invento
posterior de la comunidad cristiana. El estudio crítico de
los relatos evangélicos puede llevarnos a dudar de si tal
hecho concreto ocurrió o no tal como es relatado, pero, en
conjunto, no es legítimo negar la actividad milagrosa de
Jesús.

Aunque muchos detalles del proceso y de la muerte de
Jesús son objeto de discusión, es un hecho seguro
que Jesús ha sido crucificado en Jerusalén, acusado
de revolucionario político ante las autoridades
romanas.

Naturalmente, estos datos no son lo único que
podemos saber con certeza de Jesús y, sobre todo, no son
lo más importante, como veremos enseguida. Son
únicamente algunos elementos que nos ayudan a encuadrar
históricamente su figura y que se pueden obtener de los
escritos evangélicos a pesar de que no han querido
ofrecernos una biografía de
Jesús. 

Jesús
personaje inclasificable

Todos los intentos de clasificar a Jesús dentro
de los modelos de su tiempo resultan vanos. No es posible
encerrarlo en ningún grupo determinado dentro de la
sociedad judía.

Jesús no es un sacerdote judío.
No pertenece a la alta clase sacerdotal de Jerusalén ni a
las modestas familias de la tribu de Leví que se ocupan
del culto judío. Jesús es un laico, un seglar
dentro de la sociedad judía (Hb 7, 13-14). Sin embargo, se
atreve a criticar la actuación de los sacerdotes que han
convertido la liturgia del templo en un medio de
explotación a los peregrinos (Mc 11, 15-19) y su
despreocupación a la hora de acercarse a los hombres
verdaderamente necesitados de ayuda (Lc 10, 30 – 37).

Jesús no es un saduceo. No pertenece a
esos grupos representantes de la alta aristocracia judía
que adoptaban una postura conservadora tanto en el campo
político como religioso. Por una parte, colaboraban con
las autoridades romanas para mantener el orden establecido por
Roma que, de alguna manera, favorecía sus intereses. Por
otra parte, rechazaban cualquier renovación en la
tradición religiosa y cultural del pueblo. Jesús es
un hombre de origen modesto, que camina por Palestina sin un
denario en su bolsa, y que ha vivido muy alejado de los ambientes
saduceos. Su libertad frente a las autoridades romanas y su
enfrentamiento cuando se oponen a su misión (Lc 13, 31-33)
no recuerda la diplomacia saducea. Por otra parte, Jesús
ha rechazado la teología tradicional saducea (Mt 22,
23-33).

Jesús no es un fariseo. Los fariseos
constituían un grupo no muy numeroso (quizás unos
6.000) pero muy influyente en el pueblo. Muchos de ellos
pertenecían a la clase media y vivían formando
pequeñas comunidades, evitando el trato con gente
pecadora. Se caracterizaban por su dedicación al estudio
de la Torá, su obediencia rigurosa a la Ley (sobre todo el
sábado), la observancia de prescripciones rituales,
ayunos, purificaciones, limosnas, oraciones, etc. Jesús ha
vivido enfrentando a la clase farisea adoptando un estilo
claramente antifariseo. Se mueve libremente en ambientes de
pecadores, dejándose rodear de publicanos, ladrones y
gente de mala fama. Condena con firmeza la teología
farisea del mérito, de aquellos hombres que se sienten
seguros ante Dios y superiores a los demás (Lc 18, 9-14).
Critica su visión legalista de la vida y coloca al hombre
no ante una Ley que hay que observar, sino ante un Padre al que
debemos obedecer de corazón (Mt 5, 20-48). Rechaza
violentamente la hipocresía de aquellos hombres que
reducen la religión a un conjunto de prácticas
externas a las que no responde una vida de justicia y amor (Mt
23).

Jesús no es un terrorista zelota ni ha
tomado parte activa en el movimiento de resistencia armada que ha
ido cobrando fuerza en el pueblo judío en su intento de
expulsar del país a los romanos y establecer con la fuerza
armada el reino mesiánico. Jesús ha vivido en
ambientes en donde se respiraba esta esperanza. Además su
libertad y su actitud crítica ante las autoridades (Lc 13,
32; 20,25; 22, 25-26), ante los ricos y poderosos (Lc 6, 24-25;
16, 19-31), y sobre todo, el anuncio del Reinado de Dios hizo
posible que fuera acusado de revolucionario. Pero, Jesús
no ha participado en la resistencia armada contra Roma. No ha
pretendido nunca un poder político-militar. Su objetivo no
era la restauración de la monarquía davídica
y la constitución de una nación judía libre
bajo el único imperio de la Ley de Moisés. Su
mensaje rebasa profundamente los ideales del
zelotismo.

Jesús no es monje de Qumrán. No
pertenece a esta comunidad religiosa que vive en el desierto, a
orillas del Mar Muerto, separada del resto del pueblo, esperando
la llegada del reino mesiánico con una vida de observancia
rigurosa de la Ley, ayunos y purificaciones rituales.
Jesús no vive retirado en el desierto como Juan el
Bautista. Sus discípulos no ayunan (Mc 2,18). Jesús
participa en banquetes con gente de mala fama (Mt 9, 10-13). No
ha querido organizar una comunidad de gente selecta, separada de
los demás. Su mensaje está dirigido a todo el
pueblo, sin distinciones. Incluso, se siente enviado a llamar
especialmente a los pecadores (Lc 5, 32). Aunque el hallazgo de
los manuscritos de Qumran en 1947 nos ha descubierto grandes
semejanzas entre esta comunidad judía y las primeras
comunidades cristianas, debemos decir que la postura de
Jesús ante la Ley, la primacía que concede al amor
y al perdón, su predicación del Reino de Dios y su
cercanía a los pecadores lo distancian profundamente del
ambiente que se respiraba en Qumran.

Jesús no es un rabino aunque algunos
contemporáneos lo hayan llamado así. Jesús,
sin una sede doctrinal fija, rodeado de gente sencilla,
pecadores, mujeres, niños_ no ofrece la imagen
típica del rabino de aquella época. Ciertamente
Jesús no es un rabino dedicado a interpretar fielmente la
Ley de Moisés para aplicarla a las diversas circunstancias
de la vida. Por otra parte, Jesús habla con una autoridad
desconocida, sin necesidad de citar a ningún maestro
anterior a él, e, incluso, sin apelar a la autoridad de
Moisés. La gente era consciente de que enseñaba
"como quien tiene autoridad y no como los escribas" (Mc 1,
22).

Jesús no es un profeta más en la
historia de Israel. Es cierto que fue considerado por sus
contemporáneos como un profeta de Dios (Mt 21, 11; 21, 46;
Lc 7 16). Es cierto que Jesús adoptó en su
actuación un estilo profético como aquellos hombres
portadores del Espíritu de Yahveh y portavoces de la
Palabra de Dios para el pueblo. Pero Jesús no es un
profeta más dentro del pueblo judío. Jesús
no siente la necesidad de legitimar su predicación
aludiendo a una llamada recibida de Yahveh, como hacen los
profetas judíos (Am 7, 15; Is 6, 8-13; Jr 1, 4-10).
Tampoco emplea el lenguaje propio de los profetas que se sienten
meros portavoces de la palabra de Yahveh: ("Así habla
Yahveh", "Escuchad lo que dice Yahveh", "Es oráculo de
Yahveh"); Jesús emplea una fórmula típica
suya, totalmente desconocida en la literatura profética y
que manifiesta una autoridad plena y sorprendente: "En verdad, en
verdad yo os digo_" ("Amén, amén). Además,
Jesús no se mueve, como los profetas, en el marco de la
alianza entre Yavé e Israel para hablar al pueblo de las
exigencias de la Ley, de las promesas del Dios aliado con el
pueblo o de los castigos que les amenazan como consecuencia de la
inobservancia de la alianza. Jesús anuncia algo totalmente
nuevo: el Reinado de Dios empieza ya a ser
realidad. 

Rasgos
fundamentales de la actuación de
Jesús

La lectura atenta de los Evangelios nos permite recoger
los rasgos fundamentales de Jesús de Nazaret y tomar
conciencia de la imagen que tenían de su personalidad los
primeros creyentes.

a. Jesús, hombre libre

La libertad sorprendente de Jesús es el dato
primero y mejor confirmado tanto por la oposición de sus
adversarios como por la admiración del pueblo y la
adhesión de sus seguidores. Jesús se impone como un
hombre libre frente a todo y frente a todos los que puedan
obstaculizar su misión.

Jesús es un hombre libre frente a sus familiares
que tratan de apartarle de su vida peregrinante de anuncio de una
Buena Noticia (Mc 3,21. 31-35).

Jesús se mantiene libre frente al círculo
de sus amigos que quieren dictarle cómo debe ser su
conducta, en contra de la voluntad última del Padre (Mc 8,
31-33).

Jesús, salido de los ambientes rurales de
Galilea, se atreve a enfrentarse y criticar libremente a los
escribas, especialistas de la Ley, las clases cultas de la
sociedad judía (Mt 23).

Jesús manifiesta una libertad total frente a la
presión social ejercida por las clases dominantes y, de
manera especial, por los grupos fariseos que retienen
indebidamente el poder de interpretar la Ley.

Jesús es libre frente al poder político de
las autoridades romanas sin entrar en cálculos
políticos y juegos diplomáticos (Lc 13, 31-32; Mt
20, 25-28). De la misma manera, se enfrenta con entera libertad a
los dirigentes religiosos del Sanedrín judío (Mc
14, 53-60).

Jesús no se deja arrastrar tampoco por la
estrategia de las fuerzas de resistencia a los ocupantes romanos
(Mc 4, 26-29; Jn 6, 15) defraudando así ilusiones de
muchos que esperaban un reino judío mesiánico
dominador del mundo entero.

Jesús no se deja esclavizar por "las tradiciones
de los antiguos" que alejaban a los judíos de la verdadera
voluntad de Dios (Mc 7, 1-12). Tampoco se ata a las
últimas corrientes rabínicas que circulan en la
sociedad judía (Mt 19, 1-9).

Jesús se manifiesta libre frente a ritos,
prescripciones y leyes litúrgicas que quedan vacías
de sentido si se olvida que deben estar al servicio del hombre
(Mc 3, 1-6; 2, 23-28) y orientadas hacia un Dios que "quiere amor
y no sacrificios" (Mt 12, 1-8).

Esta libertad total de Jesús tanto en su palabra
como en su actuación, irrita a los defensores del sistema
legal judío que desean asegurar su interpretación
de la Torá, despierta las esperanzas del pueblo que
comienza a descubrir un sentido nuevo a la vida y logra la
adhesión de algunos seguidores. ¿Dónde
está el origen y la explicación de esta libertad de
Jesús?

b. Obediencia radical al Padre

Jesús es totalmente libre porque vive entregado
enteramente a cumplir la voluntad de un Dios al que él
llama "Padre". Hay una constante clara en la vida de Jesús
de Nazaret: su fe total en el Padre, su obediencia radical al
Padre. Lo que alimenta su vida y da sentido a toda su
actuación es hacer la voluntad del Padre (Jn
4,34).

Más concretamente, Jesús se descubre a
sí mismo como llamado por el Padre a anunciar una Buena
Noticia a las gentes: "Dios está cerca del hombre". El
objetivo último de toda su vida es arrastrar a los hombres
hacia una gran esperanza que le anima a él mismo desde
dentro: hay salvación para el hombre. Hay futuro. Dios
mismo quiere intervenir en la historia humana, adueñarse
de la vida del hombre y hacer posible nuestra verdadera
liberación. "Llega ya el Reinado de Dios".

Toda la vida de Jesús está orientada a
anunciar a los hombres esta Buena Noticia, la mejor que los
hombres podían escuchar (Lc 4. 18-19). Porque el Dios que
viene a reinar en la vida del hombre no es un tirano, un
dictador, un señor vengativo o caprichoso, que busca su
propio interés. Es un Dios liberador, que busca la
recuperación de todo hombre perdido (Lc 15, 4-7). Un Dios
que sabe preocuparse de los últimos (Mt 20, 1-16), un
Padre que sabe acoger y perdonar (Lc 15, 11-32), un Señor
que llama a una gran fiesta a todos los hombres por muy pobres,
desgraciados y perdidos que se encuentren (Mt 22,
1-14).

Marcos recoge bien esta misión a la que
dedicó Jesús toda su vida: "Anunciaba la Buena
Noticia de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reinado de Dios
está cerca; cambiad de mentalidad y creed en esta Buena
Noticia" (Mc 1,15).

c. Un hombre para los demás

Jesús es un hombre libre para amar. Un hombre que
da siempre la última palabra al amor. Para Jesús ya
no es la Ley la que debe determinar cómo debemos
comportarnos en cada situación. Es el hombre necesitado el
verdadero criterio de actuación. Y toda nuestra vida tiene
sentido en la medida en que servimos al hombre necesitado (Lc 10,
29-37).

Así ha vivido Jesús "no para ser servido,
sino para servir" (Mc 10, 45). Toda su vida es "desvivirse" por
los demás. No encontramos nunca a Jesús actuando
egoístamente en busca de su propio interés. No se
preocupa de su propia fama (Mt 9, 10-13; 11,19). No busca dinero
ni seguridad alguna (Mt 8, 20; Lc 16, 13) No pretende
ningún poder (Jn 6, 15). No vive para una esposa suya ni
un hogar propio. Es un hombre libre para los demás, un
"hombre-para-otros".

Su preocupación es el hombre necesitado. Lo que
impulsa toda su vida es el amor apasionado a los hombres a los
que considera hermanos. Un amor amplio, universal (Lc 10, 29-37).
Un amor sincero, servicial (Lc 22,27). Un amor que se traduce en
perdón a sus ejecutores (Lc 23,. 34; Mt 55,44).

d. Cercanía a los necesitados

Jesús no es neutral ante las necesidades e
injusticias que encuentra junto a los pobres, los marginados, los
desprestigiados, los enfermos, los ignorantes, los abandonados.
Siempre está de parte de los que más ayuda
necesitan para ser hombres libres.

Jesús se mueve en círculos de mala
reputación, rodeado de gente sospechosa, publicanos,
ladrones, prostitutas_ personas despreciadas por las clases
más selectas de la sociedad judía (LC 7,
36-50).

Jesús se acerca con sencillez a los
pequeños, los incultos, los que no pueden cumplir la Ley
porque ni siquiera la conocen, hombres despreciados por los
cultos de Israel (Jn 9, 34).

Jesús acoge a los débiles, a los
niños (Mc 10,13-16), a las mujeres marginadas por la
sociedad judía (Lc 8, 2-3; 10, 38-42;
13,10-17).

Jesús se acerca a los enfermos, los leprosos, los
enajenados, los impuros, hombres sin posibilidades en la vida,
considerados pecadores a los ojos de todo judío (Mc 1,
23-28; 1, 40-45; 5, 25-34).

Jesús defiende a los samaritanos considerados
como pueblo extraño e impuro (Lc 9, 51-55; 10,
29-37).

Jesús se preocupa del pueblo humilde, la masa,
las gentes desorientadas de Israel (Mc 6, 34; Mt 9, 36), el
pueblo agobiado por las prescripciones de los rabinos (Mt 23,
4).

e. Servicio liberador

Jesús no ofrece dinero, cultura, poder, armas,
seguridad_ pero su vida es una Buena Noticia para todo el que
busca liberación.

Jesús es un hombre que cura, que sana, que
reconstruye a los hombres y los libera del poder inexplicable del
mal. Jesús trae salud y vida (Mt 9, 35).

Jesús garantiza el perdón a los que se
encuentran dominados por el pecado y les ofrece posibilidad de
rehabilitación (Mc 2, 1-12; Lc 7, 36-50; Jn 8,
2-10).

Jesús contagia su esperanza a los pobres, los
perdidos, los desalentados, los últimos, porque
están llamados a disfrutar la fiesta final de Dios (Mt 5,
3-11; Lc 14, 15-24).

Jesús descubre al pueblo desorientado el rostro
humano de Dios (Mt 11, 25-27) y ayuda a los hombres a vivir con
una fe total en el futuro que está en manos de un Dios que
nos ama como Padre (Mt 6, 25-34).

Jesús ayuda a los hombres a descubrir su propia
verdad (Lc 6, 39-45; Mt 18, 2-4), una verdad que los puede ir
liberando (Jn 8, 31-32).

Jesús invita a los hombres a buscar una justicia
mayor que la de los escribas y fariseos, la justicia de Dios que
pide la liberación de todo hombre deshumanizado (Mt 6, 33;
Lc 4, 17-22).

Jesús busca incansablemente crear verdadera
fraternidad entre los hombres aboliendo todas las barreras
raciales, jurídicas y sociales (Mt 5, 38-48; Lc 6,
27-38).

Si quisiéramos resumir, de alguna manera, la
actuación liberadora de Jesús, podríamos
decir que desde su fe total en un Dios que busca la
liberación del hombre, Jesús ofrece a los hombres
esperanza para enfrentarse al problema de la vida y al misterio
de la muerte.

f. Fidelidad hasta la muerte

Jesús se nos ofrece en los relatos
evangélicos como hombre fiel al Padre, fiel a sí
mismo y fiel a su misión hasta la muerte.

Jesús no murió de muerte natural. Fue
ejecutado como consecuencia de los conflictos que provocó
con su actuación. Por una parte, su actitud ante la Ley de
Moisés ponía en crisis toda la institución
legal del pueblo judío privando a los dirigentes de Israel
de su autonomía religiosa y social. Por otra parte, el
anuncio de un Dios abierto a todos los hombres, incluso a los
extranjeros y pecadores ponía en crisis el carácter
privilegiado del pueblo judío y su alianza con
Yavé. El Dios que anunciaba Jesús no era el Dios de
la religión oficial judía. Además,
Jesús decepcionó profundamente la
expectación mesiánica de carácter
político que su aparición pudo despertar en grandes
sectores de la población.

La ejecución iba a poner a prueba toda la
trayectoria de Jesús de Nazaret. El rechazo de todos
parecía desmentir, invalidar y reducir al fracaso todo su
mensaje de amor y fraternidad humana. Pero, Jesús,
abandonado por todos, grita hasta el final: "Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen" (Lc 22, 34).
Además, la crucifixión parecía el signo
más evidente del abandono de Dios a su falso profeta,
equivocado lamentablemente y condenado justamente en nombre de la
Ley. Sin embargo, Jesús aun viéndose abandonado por
Dios (Mc 15, 34) grita al morir: "Padre, en tus manos pongo mi
vida" (Lc 23, 46).

Jesús murió creyendo hasta el final en el
amor del Padre y en el perdón para los hombres. Sin
embargo, su muerte en una cruz sellaba el fracaso de un hombre
libre y justo, y dejaba en total ambigüedad su mensaje de la
venida del Reino de Dios, que con tanta fe había
anunciado.

El enigma de
Jesús

Jesús no se ha detenido mucho en hablarnos de
sí mismo. Más bien, nos ha hablado con hechos,
actuando de una manera tan sorprendente, enigmática y
original, que la comunidad cristiana posterior se verá
obligada, a la luz de la resurrección, a utilizar diversos
títulos que expresen lo mejor posible el misterio
encerrado en Jesús.

Ciertamente, Jesús no se ha designado nunca con
ciertos títulos que más tarde le atribuirán
con razón las comunidades creyentes (Señor
Salvador, Hijo de Dios, Palabra de Dios, Imagen del Padre,
Dios_). Tampoco es fácil saber si Jesús se ha
definido a sí mismo con el título de Hijo del
Hombre, aunque muchos piensen así, apoyados en buenas
razones.

Más interesante es ver la actitud de Jesús
ante el título de Mesías (Cristo). Bastantes de sus
contemporáneos han creído ver en Jesús el
Mesías esperado en Israel, es decir, el Enviado por
Yavé para establecer el reino davídico, liberando
al pueblo judío de la dominación romana. Sin
embargo, Jesús no se designa a sí mismo con el
nombre de Mesías y adopta una postura de reserva cuando
otros lo consideran como tal. No niega nunca ser el Mesías
pero tampoco acepta este título indiscriminadamente (Mc 8,
29-33). Indudablemente, este título es ambiguo y
ambivalente. Jesús no rechaza para sí abiertamente
este título que encerraba tantas esperanzas de
liberación para el pueblo. Pero, tampoco lo acepta sin
más, ya que para muchos evocaba la figura de un liberador
político-militar que Jesús no intenta ser.
Más tarde, la comunidad cristiana, sin peligro ya de caer
en malentendidos o falsas interpretaciones lo llamará
así, y precisamente este nombre de Cristo se
convertirá en el más importante para recoger la fe
de los creyentes que ven en Jesús el verdadero liberador
del hombre, el único que puede responder a las esperanzas
y aspiraciones de la humanidad.

El testimonio de Jesús sobre sí mismo no
debemos pues buscarlo tanto en los nombres que haya podido usar
para definirse a sí mismo, sino en la actitud sorprendente
y enigmática que ha adoptado durante su vida.

a. La autoridad de Jesús frente a la
Ley

Jesús se presenta como el único que puede
interpretar legítimamente la Ley de Moisés. Pero
además, tiene la audacia de ponerse frente a esa Ley que,
para el pueblo judío, recoge de manera suprema la voluntad
de Dios. Con una autoridad y libertad sin precedentes,
Jesús contrapone a la Ley antigua su nuevo mensaje que
contiene, según él, la verdadera voluntad de Dios.
("Se dijo a los antepasados_ pero yo os digo" en Mt 5,
21-48).

Jesús no invita a sus contemporáneos a que
obedezcan a la Ley de Moisés, sino les pide que escuchen
sus palabras (Mt 7, 24-27).

Esta actitud de Jesús es nueva, sorprendente, sin
paralelismos en la tradición judía. Al atribuirse
una autoridad que rivaliza y desafía a la de
Moisés, Jesús se está colocando por encima
de Moisés y está pretendiendo conocer, con certeza
suprema e inmediata la voluntad verdadera del mismo Dios (Mt 11,
27). ¿Quién pretende ser Jesús?
¿Cómo puede estar seguro de conocer la verdadera
voluntad de Dios? ¿De dónde le viene esta autoridad
y libertad para adoptar esta actitud inaudita?

b. La concesión del perdón a los
pecadores

Uno de los datos mejor atestiguados sobre Jesús
de Nazaret es que ha compartido la misma mesa con pecadores a los
que nunca un judío piadoso se hubiera acercado (Mc 2, 15;
Lc 15,2). Esta actitud de Jesús no es solamente un
desafío a las normas de convivencia y prejuicios de los
grupos "selectos" de Israel. No es solo un gesto de solidaridad
de Jesús hacia los más despreciados de su sociedad,
ofreciéndoles su confianza y amistad. Es algo más
profundo. Según la mentalidad judía de la
época, compartir el mismo pan y participar juntos en la
bendición inicial de Yavé significa sentirse
solidarios delante de Dios. Así, Jesús se atreve a
unirse a los pecadores delante de Dios y celebrar anticipadamente
la fiesta final porque está convencido de que los
publicanos y las prostitutas llegan antes al Reino de Dios (Mt
21, 31).

Además, Jesús ofrece el perdón de
Dios a estos hombres y mujeres que, según la
teología oficial de la época, deberían huir
de El (Mc 2m 1-12; Lc 7, 36-50). Y lo hace de manera gratuita,
sin exigirles una penitencia previa, con lo cual adopta una
actitud sin precedentes en la historia judía. El mismo
Bautista acoge a los pecadores pero para hacer penitencia.
Jesús los acoge para concederles el perdón de
Dios.

Y cuando es criticado por la sociedad judía,
Jesús justifica su actuación apelando a la conducta
misma de Dios: Dios es amor y perdón. Si él acoge a
los pecadores y los perdona es porque al obrar así no hace
sino actualizar el perdón de Dios a todo hombre perdido
(Lc 15).

Con esta actitud, Jesús no solo se pone en contra
de la Ley judía, sino que pasa a ocupar un lugar que,
según la convicción y la fe judía, solo
puede tener Dios. ¿Cómo puede estar seguro
Jesús de que Dios actúa así con los
pecadores? ¿Con qué derecho identifica su
actuación con la de Dios? ¿Cómo puede
pretender enseñar a los hombres a través de su
actuación cómo es Dios en realidad?

c. El comienzo de la liberación del
hombre

De todos los judíos conocidos en la
antigüedad, Jesús es el único que se atreve a
afirmar que el tiempo de salvación ya ha llegado. De
manera modesta, oculta, casi insignificante, pero con verdadera
fuerza, el Reinado de Dios en la vida del hombre se está
abriendo camino ya ahora (Mc 4, 30-32; Mt 13, 31-33).

Más concretamente, Jesús vive convencido
de que con su actuación y su mensaje, él mismo
está ya haciendo realidad la acción salvadora de
Dios en medio de los hombres. Los que conviven con él
están siendo testigos de algo único (Lc 10, 23-24;
14, 31-32).

Jesús cree en la victoria salvadora de Dios no
solo como una realidad futura final, sino como algo que comienza
con él, con sus gestos, con su mensaje. Con él se
ha asegurado ya la liberación del hombre pues Dios
está actuando ya en medio de la vida (Lc 11, 20; Mt 12,
28).

Esto significa que Jesús se considera un factor
decisivo para la salvación del hombre. La suerte final de
los hombres depende de la postura que adopten ante él (Lc
12, 8). Pero, ¿por qué? ¿Cómo puede
Jesús decir: "Quien quiera salvar su vida, la
perderá. Pero, quien pierda su vida por mí y por
esta Buena Noticia, la salvará"? (Mc 8, 35).
¿Cómo puede asegurar Jesús que Dios ha
comenzado de manera decisiva a liberar al hombre precisamente con
él, a partir de él?

d. La invocación a Dios como
Padre

Jesús, al dirigirse a Dios en su oración,
emplea una expresión sorprendente e inusitada. La sociedad
que conoció Jesús veneraba tanto la grandeza y
majestad de Dios que se evitaba pronunciar el nombre santo de
Yavé. En la conversación ordinaria se acudía
a otras expresiones o giros (v. g. el Altísimo; el Santo,
alabado sea; la Gloria; el Señor de los cielos, etc). En
la lectura litúrgica de las Escrituras era sustituido por
el término solemne de "Adonay" (nuestro Señor).
Solo, una vez al año lo pronunciaba el Sumo Sacerdote, y
lo hacía en medio de música y cantos
litúrgicos que impedían se escuchara su
voz.

En este ambiente, resulta todavía más
sorprendente la actitud de Jesús que se dirige siempre a
Dios llamándole "Abba" (Mc 14, 36). Este término no
significa sencillamente "Padre". Era una expresión
infantil empleada generalmente por los niños para
dirigirse a sus padres ( papito). Jesús se dirige a
Yavé con la misma confianza y familiaridad con que un
niño judío se dirigía a su padre.
Ningún judío se habría atrevido a llamar
así a Yavé.

Esta actuación de Jesús causó tal
impresión que los primeros cristianos no han querido
traducir esta palabra al griego; la han conservado en su original
arameo, tal como la pronunciaba Jesús: "Abba" (Rm 8,
15).

En su relación con Dios, Jesús manifiesta
no solo una confianza desconocida, sino, incluso, la conciencia
de vivir en una relación única con El, distinta de
la que puedan tener otros hombres (Mt 11, 27). ¿Por
qué? ¿Dónde se apoya esta confianza absoluta
en Dios? ¿Por qué se atreve a invocar a Dios con
conciencia especial de hijo? ¿Cómo puede pretender
una relación única con Dios distinta y superior a
la de los demás hombres?

Bibliografía

G.H. DODD, El fundador del
Cristianismo
.

(Barcelona 1974). Ed. Herder.

J. BLANK, Jesús de Nazaret: Historia y
mensaje
.

(Madrid, 1973). Ed. Cristiandad.

Ch. DUQUOC, Jesús, hombre
libre
.

(Salamanca, 1976). Ed. Sígueme.

W. TRILLING, Jesús y los problemas de su
historicidad
.

(Barcelona, 1970). Ed. Herder.

A. NOLAN, ¿Quién es este
hombre?

(Santander, 1981). Ed. Sal Terrae.

J.A.PAGOLA, Jesús de Nazaret. El hombre y su
mensaje
.

(San Sebastián, 1984). Ed. Idatz.

 

 

Autor:

Percy Zapata Mendo

 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter