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Pensamiento filosófico latinoamericano




Enviado por Maria Soza



Partes: 1, 2

  1. José Martí
  2. Rubén Darío
  3. José de Vasconcelos
  4. Leopoldo Zea
  5. Alejandro Serrano Caldera
  6. Aportes de José Martí a la
    literatura universal
  7. Aportes de José Martí a la
    pedagogía
  8. Aportes de José Martí al
    periodismo
  9. Aportes de Martí a
    la cultura cubana y
    latinoamericana
  10. Aportes de Rubén
    Darío
  11. José Vasconcelos y sus aportes a la
    educación
  12. Aportes de Leopoldo Zea
  13. Aportes de Alejandro Serrano
    Caldera
  14. "Pensamientos"

José
Martí

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JOSÉ MARTÍ

(La Habana, 1853 – Dos Ríos, Cuba, 1895)
Político y escritor cubano. Nacido en el seno de una
familia española con pocos recursos económicos, su
padre fue Mariano Martí de Valencia y su madre Leonor
Pérez Cabrera; a la edad de doce años José
Martí empezó a estudiar en el colegio municipal que
dirigía el poeta Rafael María de Mendive, quien se
fijó en las cualidades intelectuales del muchacho y
decidió dedicarse personalmente a su
educación.

El joven Martí pronto se sintió
atraído por las ideas revolucionarias de muchos cubanos, y
tras el inicio de la guerra de los Diez Años y el
encarcelamiento de su mentor, inició su actividad
revolucionaria: publicó una gacetilla El Diablo Cojuelo, y
poco después una revista, La Patria Libre, que
contenía su poema «Abdalá».

A los diecisiete años José Martí
fue condenado a seis de cárcel por su pertenencia a grupos
independentistas. Realizó trabajos forzados en el penal
hasta que su mal estado de salud le valió el indulto.
Deportado a España, en este país publicó su
primera obra de importancia, el drama Adúltera.
Inició en Madrid estudios de derecho y se licenció
en derecho y filosofía y letras por la Universidad de
Zaragoza.

Durante sus años en España surgió
en él un profundo afecto por el país, aunque nunca
perdonó su política colonial. En su obra La
República Española ante la Revolución Cubana
reclamaba a la metrópoli que hiciera un acto de
contrición y reconociese los errores cometidos en Cuba.
Tras viajar durante tres años por Europa y América,
José Martí acabó por instalarse en
México.

Allí se casó con la cubana Carmen Sayes
Bazán y, poco después, gracias a la paz de
Zanjón, que daba por concluida la guerra de los Diez
Años, se trasladó a Cuba. Deportado de nuevo por
las autoridades cubanas, temerosas ante su pasado revolucionario,
se afincó en Nueva York y se dedicó por completo a
la actividad política y literaria.

Desde su residencia en el exilio, José
Martí se afanó en la organización de un
nuevo proceso revolucionario en Cuba, y en 1892 fundó el
Partido Revolucionario Cubano y la revista Patria. Se
convirtió entonces en el máximo adalid de la lucha
por la independencia de su país.

Dos años más tarde, tras entrevistarse con
el generalísimo Máximo Gómez, logró
poner en marcha un proceso de independencia. Pese al embargo de
sus barcos por parte de las autoridades estadounidenses, pudo
partir al frente de un pequeño contingente hacia Cuba. Fue
abatido por las tropas realistas cuando contaba cuarenta y dos
años. Martí es, junto a Bolívar y San
Martín, uno de los principales protagonistas del proceso
de emancipación de Hispanoamérica.

La obra literaria de José
Martí

Además de destacado ideólogo y
político, José Martí fue uno de los
más grandes poetas hispanoamericanos y la figura
más destacada de la etapa de transición al
modernismo, que en América supuso la llegada de nuevos
ideales artísticos.

Como poeta se le conoce por Ismaelillo (1882), obra que
puede considerarse un adelanto de los presupuestos modernistas
por el dominio de la forma sobre el contenido; Versos libres
(1878-1882), La edad de oro (1889) y Versos sencillos (1891),
esta última decididamente modernista y en la que
predominan los apuntes autobiográficos y el
carácter popular.

En A mis hermanos muertos el 27 de noviembre (1872),
publicado durante su destierro en España, Martí
dedica sus versos a los estudiantes muertos en una masacre
acaecida en aquella fecha. Su única novela, Amistad
funesta, también llamada Lucía Jerez y firmada con
el pseudónimo de Adelaida Ral, fue publicada por entregas
en el diario El latino-Americano entre mayo y septiembre de 1885;
aunque en su argumento predomina el tema amoroso, en esta obra de
final trágico también aparecen elementos
sociales.

Entre sus obras dramáticas destacan
Adúltera (1873), Amor con amor se paga (1875) y Asala.
También fundó una revista para niños, La
Edad de Oro, en la que aparecieron los cuentos Bebé y el
señor Don Pomposo, Nené traviesa y La muñeca
negra, y colaboró con diversas publicaciones de distintos
países, como La Revista Venezolana, la Opinión
Nacional de Caracas, La Nación de Buenos Aires o la
Revista Universal de México.

Cronista y crítico excepcional, hizo de muchos de
sus textos auténticos ensayos, algunos de carácter
revolucionario como El presidio político en Cuba (1871)
-de gran fuerza lírica-, El Manifiesto de Montecristi o su
Diario de campaña. Sus Obras completas (1963-1965) constan
de 25 volúmenes.

Rubén Darío

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RUBÉN DARÍO

(Metapa, 1867 – León, 1916) Seudónimo del
gran poeta nicaragüense Félix Rubén
García Sarmiento, iniciador y máximo representante
del Modernismo hispanoamericano. Su familia era conocida por el
apellido de un abuelo, "la familia de los Darío", y el
joven poeta, en busca de eufonía, adoptó la
fórmula "Rubén Darío" como nombre literario
de batalla.

Con una dichosa facilidad para el ritmo y la rima
creció Rubén Darío en medio de turbulentas
desavenencias familiares, tutelado por solícitos parientes
y dibujando con palabras en su fuero interno sueños
exóticos, memorables heroísmos y tempestades
sublimes. Pero ya en su época toda esa parafernalia de
prestigiosos tópicos románticos comenzaba a
desgastarse y se ofrecía a la imaginación de los
poetas como las armas inútiles que se conservan en una
panoplia de terciopelo ajado. Rubén Darío estaba
llamado a revolucionar rítmicamente el verso castellano,
pero también a poblar el mundo literario de nuevas
fantasías, de ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de
canguros y tigres de bengala conviviendo en el mismo paisaje
imposible.

Casi por azar nació Rubén en una
pequeña ciudad nicaragüense llamada Metapa, pero al
mes de su alumbramiento pasó a residir a León,
donde su madre, Rosa Sarmiento, y su padre, Manuel García,
habían fundado un matrimonio teóricamente de
conveniencias pero próspero sólo en disgustos. Para
hacer más llevadera la mutua incomprensión, el
incansable Manuel se entregaba inmoderadamente a las farras y
ahogaba sus penas en los lupanares, mientras la pobre Rosa
huía de vez en cuando de su cónyuge para refugiarse
en casa de alguno de sus parientes. No tardaría
ésta en dar a luz una segunda hija, Cándida Rosa,
que se malogró enseguida, ni en enamorarse de un tal Juan
Benito Soriano, con el que se fue a vivir arrastrando a su
primogénito a "una casa primitiva, pobre y sin ladrillos,
en pleno campo", situada en la localidad hondureña de San
Marcos de Colón.

No obstante, el pequeño Rubén
volvió pronto a León y pasó a residir con
los tíos de su madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el
coronel Félix Ramírez, los cuales habían
perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus
verdaderos padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a Rosa
Sarmiento, a quien desconocía, y poco más o menos a
Manuel, por quien siempre sintió desapego, hasta el punto
de que el incipiente poeta firmaba sus primeros trabajos
escolares como Félix Rubén
Ramírez.

Durante su primeros años estudió con los
jesuitas, a los que dedicó algún poema cargado de
invectivas, aludiendo a sus "sotanas carcomidas" y
motejándolos de "endriagos"; pero en esa etapa de juventud
no sólo cultivó la ironía: tan temprana como
su poesía influida por Bécquer y por Victor Hugo
fue su vocación de eterno enamorado. Según propia
confesión en la Autobiografía, una
maestra de las primeras letras le impuso un severo castigo cuando
lo sorprendió "en compañía de una precoz
chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y
según el verso de Góngora, las bellaquerías
detrás de la puerta".

Antes de cumplir quince años, cuando los
designios de su corazón se orientaron irresistiblemente
hacia la esbelta muchacha de ojos verdes llamada Rosario Emelina
Murillo, en el catálogo de sus pasiones había
anotado a una "lejana prima, rubia, bastante bella", tal vez
Isabel Swan, y a la trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de
ellas, sin embargo, le procuraría tantos quebraderos de
cabeza como Rosario; y como manifestara enseguida a la musa de su
mediocre novela sentimental Emelina sus deseos
de contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes
conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer
sin incurrir en irreflexivas precipitaciones.

En agosto de 1882 se encontraba en El Salvador, y
allí fue recibido por el presidente Zaldívar, sobre
el cual anota halagado en su Autobiografía: "El presidente
fue gentilísimo y me habló de mis versos y me
ofreció su protección; mas cuando me
preguntó qué es lo que yo deseaba, contesté
con estas exactas e inolvidables palabras que hicieron
sonreír al varón de poder: "Quiero tener una buena
posición social"."

En este elocuente episodio, Rubén expresa sin
tapujos sus ambiciones burguesas, que aún vería
más dolorosamente frustradas y por cuya causa
habría de sufrir todavía más insidiosamente
en su ulterior etapa chilena. En Chile conoció
también al presidente suicida Balmaceda y trabó
amistad con su hijo, Pedro Balmaceda Toro, así como con el
aristocrático círculo de allegados de éste;
sin embargo, para poder vestir decentemente, se alimentaba en
secreto de "arenques y cerveza", y a sus opulentos contertulios
no se les ocultaba su mísera condición. Publica en
Chile, a partir de octubre de 1886, Abrojos, poemas
que dan cuenta de su triste estado de poeta pobre e
incomprendido, y ni siquiera un fugaz amor vivido con una tal
Domitila consigue enjugar su dolor.

Para un concurso literario convocado por el millonario
Federico Varela escribe Otoñales, que
obtiene un modestísimo octavo lugar entre los cuarenta y
siete originales presentados, y Canto épico a las
glorias de Chile
, por el que se le otorga el primer premio,
compartido con Pedro Nolasco Préndez, y que le reporta la
módica suma de trescientos pesos. Pero es en 1888 cuando
la auténtica valía de Rubén Darío se
da a conocer con la publicación de Azul,
libro encomiado desde España por el a la sazón
prestigioso novelista Juan Valera, cuya importancia como puente
entre las culturas española e hispanoamericana ha sido
brillantemente estudiada por María Beneyto. Las cartas de
Juan Valera sirvieron de prólogo a la nueva
reedición ampliada de 1890, pero para entonces ya se
había convertido en obsesiva la voluntad del poeta de
escapar de aquellos estrechos ambientes intelectuales, donde no
hallaba ni el suficiente reconocimiento como artista ni la
anhelada prosperidad económica, para conocer por fin su
legendario París.

El 21 de junio de 1890 Rubén contrajo matrimonio
con una mujer con la que compartía aficiones literarias,
Rafaela Contreras, pero sólo al año siguiente, el
12 de enero, pudo completarse la ceremonia religiosa,
interrumpida por una asonada militar. Más tarde, con
motivo de la celebración del cuarto Centenario del
Descubrimiento de América, vio cumplidos sus deseos de
conocer el Viejo Mundo al ser enviado como embajador a
España.

El poeta desembarcó en La Coruña el 1 de
agosto de 1892 precedido de una celebridad que le
permitirá establecer inmediatas relaciones con las
principales figuras de la política y la literatura
españolas, pero, desdichadamente, su felicidad se ve
ensombrecida por la súbita muerte de su esposa, acaecida
el 23 de enero de 1893, lo que no hace sino avivar su tendencia,
ya de siempre un tanto desaforada, a trasegar formidables dosis
de alcohol.

Precisamente en estado de embriaguez fue poco
después obligado a casarse con aquella angélica
muchacha que había sido objeto de su adoración
adolescente, Rosario Emelina Murillo, quien le hizo
víctima de uno de los más truculentos episodios de
su vida. Al parecer, el hermano de Rosario, un hombre sin
escrúpulos, pergeñó el avieso plan, sabedor
de que la muchacha estaba embarazada. En complicidad con la
joven, sorprendió a los amantes en honesto comercio
amoroso, esgrimió una pistola, amenazó con matar a
Rubén si no contraía inmediatamente matrimonio,
saturó de whisky al cuitado, hizo llamar a un cura y
fiscalizó la ceremonia religiosa el mismo día 8 de
marzo de 1893.

Naturalmente, el embaucado hubo de resignarse ante los
hechos, pero no consintió en convivir con el
engaño: habría de pasarse buena parte de su vida
perseguido por su pérfida y abandonada esposa. Lo cierto
es que Rubén concertó mejor apaño en Madrid
con una mujer de baja condición, Francisca Sánchez,
la criada analfabeta de la casa del poeta Villaespesa, en la que
encontró refugio y dulzura. Con ella viajará a
París al comenzar el siglo, tras haber ejercido de
cónsul de Colombia en Buenos Aires y haber residido
allí desde 1893 a 1898, así como tras haber
adoptado Madrid como su segunda residencia desde que llegara, ese
último año, a la capital española enviado
por el periódico La Nación.

Se inicia entonces para él una etapa de viajes
entusiastas Italia, Inglaterra, Bélgica, Barcelona,
Mallorca… y es acaso entonces cuando escribe sus libros
más valiosos: Cantos de vida y
esperanza
(1905), El canto
errante 
(1907), El poema de
otoño
(1910), El oro de
Mallorca 
(1913). Pero debe viajar a Mallorca para
restaurar su deteriorada salud, que ni los solícitos
cuidados de su buena Francisca logran sacar a flote. Por otra
parte, el muchacho que quería alcanzar una "buena
posición social", no obtuvo nunca más que el dinero
y la respetabilidad suficientes como para vivir con frugalidad y
modestia, y de ello da fe un elocuente episodio de 1908,
relacionado con el extravagante escritor español Alejandro
Sawa, quien muchos años antes le había servido en
París de guía para conocer al perpetuamente ebrio
Verlaine.

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RETRATO DE RUBEN DARIO A LOS 28
AÑOS

Sawa, un pobre bohemio, viejo, ciego y enfermo, que
había consagrado su orgullosa vida a la literatura, le
reclamó a Rubén la escasa suma de cuatrocientas
pesetas para ver por fin publicada la que hoy es considerada su
obra más valiosa, Iluminaciones en la
sombra
, pero éste, al parecer, no estaba en
disposición de facilitarle este dinero y se hizo el
desentendido, de modo que Sawa, en su correspondencia,
acabó por pasar de los ruegos a la justa
indignación, reclamándole el pago de servicios
prestados. Según declara ahora, él habría
sido el autor o negro, en argot editorial de
algunos artículos remitidos en 1905 a La
Nación 
y firmados por Rubén Darío.
En cualquier caso, será al fin el poeta nicaragüense
quien, a petición de la viuda de Alejandro Sawa,
prologará enternecido el extraño libro
póstumo de ese "gran bohemio" que "hablaba en libro" y
"era gallardamente teatral", citando las propias palabras de
Rubén.

Y es que al final de su vida, el autor
de Azul no estaba en disposición de
favorecer a sus amigos más que con su pluma, cuyos frutos
ni aun en muchos casos le alcanzaban para pagar sus deudas, pero
ganó, eso sí, el reconocimiento de la
mayoría de los escritores contemporáneos en lengua
española y la obligada gratitud de todos cuantos,
después que él, han intentado escribir un
alejandrino en este idioma. En 1916, al poco de regresar a su
Nicaragua natal, Rubén Darío falleció, y la
noticia llenó de tristeza a la comunidad intelectual
hispanoparlante.

La obra de Rubén Darío

Su poesía, tan bella como culta, musical y
sonora, influyó en centenares de escritores de ambos lados
del océano Atlántico. Darío fue uno de los
grandes renovadores del lenguaje poético en las Letras
hispánicas. Los elementos básicos de su
poética los podemos encontrar en los prólogos
Prosas profanas, Cantos de vida y
esperanza 
El canto errante. Entre ellos
es fundamental la búsqueda de la belleza que Rubén
encuentra oculta en la realidad. Para Rubén, el poeta
tiene la misión de hacer accesible al resto de los hombres
el lado inefable de la realidad. Para descubrir este lado
inefable, el poeta cuenta con la metáfora y el
símbolo como herramientas principales. Directamente
relacionado con esto está el rechazo de la estética
realista y su escapismo a escenarios fantásticos, alejados
espacial y temporalmente de su realidad.

Enteramente inquieto e insatisfecho, codicioso de placer
y de vida, angustiado ante el dolor y la idea de la muerte,
Darío pasa frecuentemente del derroche a la estrechez, del
optimismo frenético al pesimismo desesperado, entre
drogas, mujeres y alcohol, como si buscara en la vida la misma
sensación de originalidad que en la poesía o como
si tratara de aturdirse en su gloria para no examinar el fondo
admonitor de su conciencia. Este "pagano por amor a la vida y
cristiano por temor de la muerte" es un gran lírico
ingenuo que adivina su trascendencia y quiere romper el cerco
tradicional de España y América: y lo más
importante es que lo consigue. Es necesario romper la
monótona solemnidad literaria de España con los
ecos del ímpetu romántico de Victor Hugo, con las
galas de los parnasianos, con el "esprit" de Verlaine; los
artículos de Los raros (1896), de temas
preponderantemente franceses, nos hablan con claridad de esta
trayectoria.

Pero también América hispánica se
está encerrando en un círculo tradicional, con lo
norteamericano por arriba y los cantos a Junín y a la
agricultura de la Zona Tórrida por todas partes; y
allá van sus Prosas profanas, con unas
primeras palabras de programa, en las que figuran composiciones
tan singulares y brillantes como el Responso a
Verlaine
Era un aire suave… y
la Sonatina. Ha triunfado el modernismo:
había que reaccionar contra la ampulosidad
romántica y la estrechez realista; las inquietudes de
Casal, de James Freyre, de Asunción Silva, de
Martí, de Díaz Mirón, de Salvador Rueda, son
recogidas y organizadas por el gran lírico, que, influido
por el parnasianismo y el simbolismo franceses, echa las bases de
la nueva escuela: el modernismo, punto de partida de toda la
renovación lírica española e
hispanoamericana.

Pero él rechaza las normas de la escuela y la
mala costumbre de la imitación; dice que no hay escuelas,
sino poetas, y aconseja que no se imite a nadie, ni a él
mismo… Ritmo y plástica, música y fantasía
son elementos esenciales de la nueva corriente, más
superficial y vistosa que profunda en un principio, cuando
aún no se había asentado el fermento revolucionario
del poeta. Pero pronto llega el asentamiento. El lírico
"español de América y americano de España",
que había abierto a lo europeo y a lo universal los cotos
cerrados de la Madre Patria y de Hispanoamérica,
miró a su alma y su obra, y encontró la falta de
solera hispánica: "yo siempre fui, por alma y por cabeza,
/ español de conciencia, obra y deseo"; y en la
poesía primitiva y en la poesía clásica
española encontró la solera hispánica que
necesitaba para escribir los versos de la más lograda y
trascendente de sus obras: Cantos de vida y
esperanza 
(1905), en la que corrige
explícitamente la superficialidad anterior ("yo soy aquel
que ayer no más decía…"), y en la que figuran
composiciones como Lo fatal, La marcha
triunfal
, Salutación del
optimista
A
Roosevelt 
Letanía de Nuestro
Señor don Quijote
.

El gran lírico nicaragüense abre las puertas
literarias de España e Hispanoamérica hacia lo
exterior, como lo harán en seguida, en plano más
ideológico, los escritores españoles de la
generación del 98. La Fayette había simbolizado la
presencia de Francia en la lucha norteamericana por la
independencia; las ideas de los enciclopedistas y de la
Revolución francesa habían estado presentes en la
gesta de la independencia hispanoamericana: ¿qué
tiene de sorprendente que Rubén Darío buscara en
Francia los elementos que necesitaba para su revolución?
Quiso modernizar, renovar, flexibilizar la grandeza
hispánica con el "esprit", con la gracia francesa, frente
al sentido materialista y dominador del mundo anglosajón
y, especialmente, norteamericano.

Otras composiciones trascendentes figuran en otros
libros suyos: El canto
errante 
(1907), Poema del otoño y otros
poemas 
(1910), en el que figuran Margarita,
está linda la mar
… y Los motivos del
lobo
, y el libro que contiene su composición
más extensa, el Canto a la Argentina, que
con otros poemas se publicó en 1914. La prosa suya,
además de en Azul y en Los
raros
, podemos encontrarla
en Peregrinaciones (1901), La
caravana pasa 
(1902) y Tierras
solares 
(1904), entre otros trabajos de menor
interés concernientes a viajes, impresiones
políticas, autobiográficas, etc.

Rubén Darío es un genio lírico
hispanoamericano de resonancia universal, que maneja el idioma
con elegancia y cuidado, lo renueva con vocablos brillantes, en
un juego de ensayos métricos audaces y primorosos, y se
atreve a realizar con él combinaciones fonéticas
dignas de fray Luis de León, como aquella del verso: "bajo
el ala aleve de un leve abanico"; pero la aliteración es
sólo un aspecto parcial de la musicalidad del poeta,
maestro moderno y universal del ritmo, la imagen y la
armonía

José de
Vasconcelos

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JOSÉ DE VASCONCELOS

(Nació en Oaxaca el 28 de Febrero de 1882 –
Falleció en Ciudad de México 30 de Junio de 1959)
Político,

pensador y escritor mexicano. Fue el fundador del
Ministerio de Educación en su país, desde el cual
desarrolló una fecunda y extraordinaria labor, lo que le
mereció el sobrenombre de El maestro de la
juventud de América
.

Licenciado en derecho por la Escuela Nacional de
Jurisprudencia en 1907, presidió en 1909 el Ateneo de la
Juventud, del que fue fundador. Fue partidario de la
Revolución Mexicana desde sus inicios, ya que
participó en el movimiento maderista como uno de los
cuatro secretarios del Centro Antirreeleccionista de
México. Fue designado codirector del periódico El
Antirreeleccionista por Félix F. Palavicini.

En la insurrección de 1910-11 fue secretario y
sustituto de Francisco Vázquez Gómez, agente
confidencial de Madero en Washington, y fundador del Partido
Constitucionalista Progresista. Después del golpe de
Estado de Victoriano Huerta, Venustiano Carranza lo
designó agente confidencial ante los gobiernos de
Inglaterra y Francia, para tratar de evitar que éstos
otorgaran ayuda financiera al dictador.

En 1914 fue nombrado director de la Escuela Nacional
Preparatoria. Huyó luego a Estados Unidos, ya que
Venustiano Carranza pretendió arrestarlo por pecar de
crítico. A su regreso asistió a la
Convención de Aguascalientes y desempeñó el
cargo de secretario de Instrucción Pública durante
dos meses en el gabinete de Eulalio Guzmán.

En 1915 se exilió en Estados Unidos. En 1920 se
entrevistó con Álvaro Obregón y
ofreció su apoyo al Plan de Agua Prieta, que
pretendía destituir de la presidencia de la
república a Venustiano Carranza, y así consolidar
la candidatura presidencial del general Álvaro
Obregón. Adolfo de la Huerta lo designó jefe del
Departamento Universitario y de Bellas Artes. En este cargo
impuso a la Universidad Nacional el actual escudo y el lema "Por
mi raza hablará el espíritu".

Continuó en el cargo bajo la presidencia de
Álvaro Obregón, quién lo designó
titular de la Secretaría de Educación
Pública al crearse esta dependencia. Desde este puesto
impuso la educación popular, trajo a México
educadores y artistas destacados, creó numerosas
bibliotecas populares y los departamentos de Bellas Artes,
Escolar y de Bibliotecas y Archivos; reorganizó la
Biblioteca Nacional, dirigió un programa de
publicación masiva de autores clásicos,
fundó la revista El Maestro, promovió la escuela y
las misiones rurales y propició la celebración de
la primera Exposición del Libro. Durante su gestión
se encargaron murales para decorar distintos edificios
públicos a los pintores José Clemente Orozco y
Diego Rivera, aunque algunos han afirmado que dichos murales
tuvieron que vencer la tenaz resistencia del
ministro Vasconcelos, a cuyo entender Orozco hacía
"horribles caricaturas".

Después de la firma de los Tratados de Bucareli
condenó el asesinato del senador Field Jurado y
renunció a su puesto en la SEP. Fue candidato al gobierno
de Oaxaca pero fue derrotado y optó por el exilio. En
París y Madrid publicó la primera época de
la revista La Antorcha (1924-25). A su regreso a México
fue candidato a la Presidencia de la República por el
Partido Nacional Antirreeleccionista.

Al anunciarse el triunfo del candidato oficial Pascual
Ortiz Rubio, los antirreeleccionistas denunciaron el fraude
electoral y Vasconcelos proclamó en Sonora el Plan de
Guaymas, llamando sin éxito a un levantamiento armado.
Encarcelado después de promulgar su plan, se
autodesignó "única autoridad legítima" y
desconoció a las autoridades federales, estatales y
municipales que "burlan el voto público desde hace treinta
años". Ya liberado se exilió en París, donde
volvió a publicar La Antorcha. A su regreso
desempeñó la dirección de la Biblioteca
Nacional durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho
(1940-1946).

La obra de José
Vasconcelos

Su abundante obra literaria ha sido clasificada en cinco
apartados fundamentales. En filosofía, influido sin duda
por los escritos de Schopenhauer, al que tenía en gran
estima, se convirtió en el adalid de la lucha contra el
positivismo y el utilitarismo, que tan gran predicamento
habían alcanzado en América por aquel
entonces.

En el ámbito filosófico, pueden
mencionarse libros como Pitágoras, una
teoría del ritmo 
(1916), El monismo
estético 
(1918) o Lógica
Orgánica 
(1945), que organizan un sistema
fundamentado en el juicio estético, donde la belleza se
convierte en una forma superior de la realidad y el método
sintético de la música pone de relieve lo universal
concreto; él mismo afirmó que su doctrina
filosófica era "un monismo basado en la
estética".

Para Vasconcelos, la tarea de la filosofía
consiste en coordinar todas las esferas del ser y todas las
facultades del yo, para conseguir una suprema unidad, que ya no
es el Logos, sino Armonía. El verdadero conocimiento se
obtendría mediante una síntesis que coordinara
elementos y modos de aprehensión emocionales, intelectivos
y místicos. Cualquier distinción entre objeto y
sujeto es sólo fenoménica. La verdad se
alcanzaría en el juicio estético, por la vía
de la belleza y de la armonía.

En segundo lugar, en las obras de sociología y
pedagogía, como La raza
cósmica 
(1925) y Bolivarismo y
Monroísmo 
(1934), pone de relieve una
concepción antropológica e histórica que
postula la formación en Latinoamérica de una raza
futura, que acabará imponiendo la forma superior de vida
nacida e influida por su temperamento estético,
contraponiéndola a la de la América
anglosajona. La raza cósmica, ensayo sobre
la identidad americana, incluye controvertidas ideas sobre la
superioridad racial.

Un tercer y fructífero campo es el del ensayo y
su dilatada labor como periodista: Gabino Barreda y las
ideas contemporáneas 
(1910) o Prometeo
vencedor
(1920). En este apartado puede incluirse una
abundantísima obra periodística, que abarca e
incide en todas las vertientes de la actualidad y la
cultura.

Otra faceta destacada de su actividad intelectual tuvo
como escenario los trabajos históricos, como su Breve
historia de México 
(1937)
Hernán Cortés, creador de la
nacionalidad 
(1941). Dedicó volúmenes
biográficos a Simón Bolívar y Evaristo
Madero.

Es en sus memorias donde se encuentra un mayor vigor
literario, y es gracias a ellas que permaneció como una
presencia viva en las letras mexicanas después de su
muerte. En éstas se involucran experiencias personales,
acuciosas reflexiones conceptuales y la conciencia de haber
vivido en una etapa histórica que incluyó la
caída de un añejo régimen, la lucha armada
de las fuerzas revolucionarias, la consolidación de las
instituciones nacionales y la decepción provocada por los
sucesivos gobiernos. El ciclo se inicia con Ulises
criollo
(1935), prosigue con La
tormenta 
(1936), avanza con. El
desastre 
(1938) y culmina con El
proconsulado
(1939): los cuatro tomos se consideran un
modelo del género. El postrer volumen de su obra
autobiográfica, titulado La flama,
apareció póstumamente (1959). Vasconcelos
podría ser considerado un gran historiador si hubiera sido
capaz de desprenderse de su pasión incontenible en
algún momento.

Autor de una reducida producción
dramática, ésta se considera la parte menos
relevante de su obra, y sus piezas rara vez se escenifican por
carecer de un auténtico sentido del dinamismo teatral.
Quizás la más interesante de ellas sea Los
roba chicos 
(1946). Tampoco tiene gran peso su obra de
ficción, de la que está ausente la auténtica
literatura. No carecen de encanto, sin embargo, trabajos
como La sonata mágica (1933)
El viento de Bagdad (1945).

Su ideario político

En su ideario político, inspirado en un
regeneracionismo romántico antiimperialista, la
Revolución sólo cabe como (en palabras de
Joaquín Cárdenas Noriega) "hombría de bien y
progreso, justicia social y dignidad humana, libre de
personalismos y de charlatanería demagógica." Por
ello desconfía tanto de las clases bajas como de las altas
y considera que sólo la dirección política
de las clases medias puede dar continuidad y estabilizar el
proceso revolucionario.

Así afirma: "Pertenecía Manuel Rivas, lo
mismo que yo, a la clase media profesional que inventa, posee y
administra los tesoros de la cultura en todas las latitudes.
Verdadera aristocracia del espíritu. Se halla esta clase
colocada entre la rudeza y la incompetencia de los de abajo y la
corrupción, el estulto egoísmo de los de arriba.
Desventurado el pueblo en que la clase nuestra no domina, no
impone la orientación y el sistema. Destruir la clase
cultivada, echándole encima al indio que por sí
solo no logrará sino acomodarse a ser paria en la Texas
grande que será todo México, he allí uno de
los propósitos del Plan Pocho Imperialista, y lo han
estado cumpliendo metódicamente."

Este programa de regeneración de la Patria, y de
América entera, tiene en la defensa de la verdad, aun a
costa del sacrificio de la vida, el destierro o la cárcel,
el norte que guía, en sus propias palabras, su
acción profética: "Proclamar la verdad a la faz de
los que apoyan su dominación en la mentira, es
función del profeta, más aún que la del
héroe. ¡Malhaya el que busca complacer al malvado en
vez de denunciarlo! ¡Dichoso quien ve hundirse su barca en
mares de traición y de cobardía, y no desiste de
condenar la injusticia, el error, el engaño! … Lanzada a
la brega, la verdad no puede ser serena, debe ser agitada como la
tempestad y luminosa como el relámpago, firme como el rayo
que derriba las torres de la soberbia del mundo."

El gran admirador de la España colonizadora y de
Hernán Cortés, y gran flagelador de lo que
considera vicios de su país, con propósitos
regeneradores paralelos a los de la generación
española del 98, no se mordía nunca la lengua, como
no se la mordía el español Miguel de Unamuno: uno y
otro eran filósofos, individualistas, don quijotescos y
geniales.

El ilustre pensador mexicano puso de relieve las
alternativas que, a su entender, puede plantearse el continente
en su ensayo ¿Qué es el
comunismo
?(1937), donde acaba, sin embargo, confesando
públicamente su fe católica aun sin renunciar a sus
primeras influencias intelectuales y sin que le escandalicen, en
la campaña que realiza contra el imperialismo occidental
cuando la Segunda Guerra Mundial está en sus inicios
(1939-1940), las coincidencias que en su pensamiento pueden
encontrarse con las tesis marxistas-leninistas.

Leopoldo
Zea

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LEOPOLDO ZEA

Después de una infancia difícil, en un
país convulso y con un marco familiar de peculiares
contornos, Leopoldo Zea recibe una educación formal en la
Escuela de los Hermanos Lasallanos y en la Universidad Nacional
de México. Paga con su trabajo los estudios superiores. Su
natural inteligencia y su aplicación le valen el apoyo de
importantes figuras de la cultura en México: su maestro
José Gaos, Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas.
Con la dirección de Gaos compone en 1942 una tesis
doctoral sobre el positivismo mexicano, considerado su mejor
trabajo en Historia de las ideas. Es el año en que empieza
a colaborar con Cuadernos Americanos, otra fundación de
exilados españoles, revista que dirigirá a partir
de 1986. Al tiempo inicia su carrera de profesor universitario
cuando en 1944 Antonio Caso lo propone para sustituirlo en la
cátedra de Filosofía de la Historia en la
UNAM.

En 1945 termina la segunda guerra mundial y se abre una
era de desarrollo y prosperidad para México que coincide
con la presidencia de Miguel Alemán (1946-1952). A partir
de 1945 Zea trabaja en su materia por excelencia: el pensamiento
latinoamericano, siguiendo las línea trazada por los
precursores argentinos: José Ingenieros, Alejandro Korn y
Coriolano Alberini. Coinciden el apoyo de la Fundación
Rockefeller, la universidad de Harvard y el proyecto colectivo
coordinado por Silvio Zavala: Historia de las ideas
contemporáneas en América. Zea recorre el
continente participando en algunos eventos puntuales como las
manifestaciones contra Perón en Buenos Aires y la
caída de Getulio Vargas en Río de Janeiro. Lo
más importante de su tarea consiste en tejer una red de
contactos con pensadores de América, con los cuales
seguirá elaborando sus estudios durante décadas:
Francisco y José Luis Romero en la Argentina, Raúl
Roa en Cuba, Danilo Cruz Vélez y Germán Arciniegas
en Colombia, Arturo Ardao en el Uruguay, Francisco Miró
Quesada en el Perú, Benjamín Carrión en
Ecuador, Joao Cruz Costa en Brasil y Mariano Picón Salas
en Venezuela, entre otros.

Mientras México exhibe una sostenida estabilidad
política, dictaduras y golpes de Estado abundan en otros
países del continente. El pensamiento de Zea se va
estructurando a partir de sus textos sobre la filosofía
hecha en América Latina como reflexión sobre su
identidad entendida en tanto conciencia de la dependencia y lucha
intelectual por la independencia. Su línea
bibliográfica abarca desde Dos etapas del pensamiento en
Hispanoamérica (1949) hasta Discurso desde la
marginación y la barbarie (1988), pasando por
América como conciencia (1953), América en la
historia (1957), El pensamiento latinoamericano (1965) y
Filosofía de la historia en América (1976).
Diversas influencias se registran en su deriva. Gaos lo introduce
en la fenomenología y la filosofía de la
existencia, Husserl y Heidegger, la sociología del
conocimiento de Karl Mannheim, la filosofía de la historia
de Hegel, la antropología de Jean-Paul Sartre, la
teorías de los valores de Max Scheler, el historicismo de
Wilhelm Dilthey y las grandes líneas del pensamiento
romántico sobre la identidad nacional y la
psicología de los pueblos, que rematan en Oswald Spengler
y un libro de larga influencia latinoamericana: La decadencia de
Occidente, traducido al español en 1923.

Viajes y tareas institucionales marcan el resto de los
días de Leopoldo Zea: el Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, el Comité de Historia de las
Ideas, la dirección de la Facultad de Filosofía y
Letras de la UNAM (1966), el Seminario de Historia de las Ideas
en América (fundado por él en 1947), el Centro de
Estudios Latinoamericanos (1966) el Centro Coordinador y Difusor
de Estudios Latinoamericanos de la UNAM (1978), la
dirección de Difusión Cultural de la UNAM (1970).
En misión de amistad recorre países recientemente
descolonizados o en proceso de revolución de África
(1964) y Asia (1964). En 1972, salvando sus reticencias respecto
del régimen franquista, visita España por primera
vez.

Un episodio importante de este periodo es su
acercamiento a la vida política durante el sexenio del
presidente Adolfo López Mateos (1958-1964), con su
política de desarrollo y sus intentos de democratizar el
Partido Revolucionario Institucional, en el cual había
ingresado en 1954. Es cuando Zea empieza a colaborar como
editorialista de opinión en el diario Novedades (1956). En
1958 funda el Instituto de Estudios del PRI y en 1960 se lo
designa Director de Relaciones Culturales. Su paso por la
política es entusiasta y termina con una marcada
desilusión. El aparato del partido se interpone entre sus
proyectos y la base popular que exige una auténtica
democracia.

Zea no cesó en sus trabajos editoriales,
paralelos a su obra de ensayista. Dirigió las revistas
Historia de las ideas en América (1959-1961) y Deslinde
(1968-1970), las colecciones México y lo mexicano y
Latinoamérica (1952 y 1978). Recibió incontables
premios, entre los cuales el Nacional de Ciencias (México,
1980) y el Gabriela Mistral de la OEA (1987). Presidió en
1985 la Sociedad Interamericana de Filosofía y en 1987
coordinó la participación mexicana en el Quinto
Centenario del Descubrimiento.

La obra escrita por Zea es ingente. Sus libros superan
el medio centenar y sus artículos, introducciones y
prólogos son incontables y están por recogerse
ordenadamente. Aparte de su extensión cuantitativa,
importa la calidad magistral y polémica de su literatura,
pues el campo de la historia de las ideas en América
Latina, apenas esbozado cuando Zea empezó sus
investigaciones, se ha ensanchado en publicaciones y organismos,
hasta constituir un capítulo insoslayable en el día
a día cultural del continente.

Leopoldo Zea falleció en el Distrito Federal en
2004.

Alejandro Serrano
Caldera

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ALEJANDRO SERRANO CALDERA

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Alejandro Serrano Caldera nació en
Masaya-Nicaragua el 5 de octubre de 1938. Su padre fue el Abogado
Encarnación Alberto Serrano, y su madre doña Lily
Caldera Vega de Serrano. Alejandro es el mayor de 4 hermanos a
quien el mundo de la reflexión y la teoría le
apasionó desde joven; y el debate y la oratoria
disciplinaron su mente. Una mente que ha configurado toda una
obra de carácter filosófico, pero que no tiene
interlocutores en nuestro medio, caracterizado por una penuria de
ideas. Una nueva filosofía de la conciencia y la libertad
(1993).

El progenitor de Serrano Caldera fue un notable abogado
que se distinguió no sólo por sus dotes de orador,
sino también como un prolífero escritor. Eran, los
abuelos paternos de Alejandro, el Doctor en Medicina
Encarnación Alberto Serrano y doña Angélica
Ortega.

Partes: 1, 2

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