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¿Por qué cayó Yrigoyen?




Enviado por Angel Magnìfico



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Factores de la
    crisis
  3. La Argentina
    contradictoria
  4. Aparición de
    nacionalismo de derecha
  5. Cambios en la
    mentalidad militar
  6. Caída del
    modelo agroexportador
  7. Terrible
    oposición
  8. Desgaste del
    gobierno
  9. Inoperancia
    gubernamental
  10. La gestión
    de José Félix Uriburu
  11. Conclusiones
  12. Bibliografía

"A falta de un clavo, se perdió
la herradura,

A falta de la herradura, se
perdió un caballo,

A falta de un caballo, se
perdió un mensajero,

A falta de mensajero, se perdió
una batalla,

A falta de una batalla se
perdió la guerra!"

Refrán popular.

Introducción

Analizar los elementos que hacen a la crisis argentina
de 1930 es una tarea no sólo interesante sino
también desafiante. Sus consecuencias impregnan
todavía a la historia argentina porque allí
empezaron los golpes militares que siguieron a lo largo de todo
el siglo XX, tiñéndolo de penurias de todo
tipo.

Pensar en estos hechos es importante para tomar
conciencia. No importa que hayan sido en el pasado, porque se
proyectan hacia el presente y su interpretación afectara
nuestro futuro. Es más, tenerlo allí, nos despoja
de las afectaciones propias del momento y su distancia nos
permite analizarlos con otra visión.

La toma de conciencia puede conducirnos a ejecutar
determinadas acciones que contribuyan para el bien o para el mal
del país.

Pero antes, necesitamos saber el por qué. No
pensemos en cualquier golpe o en todos los golpes, ni en
cualquier revoluciónvico-militar que apoyo la
instalación de un gobierno de facto. Empecemos analizando
el primer golpe militar de la historia de la República
Argentina.

Factores de la
crisis

a.Contexto internacional.

Nuestro mundo fue muy complicado por aquellos tiempos,
pero hubo algo verdaderamente determinante:

"…1929 fue, no el año de una mera
crisis económica, sino centro cronológico de una
crisis política y de civilización, que abrieron las
armas en 1914 y cerraron también las armas en 1945. 1929
no fue sólo un año de crisis sino momento central
de un tiempo de crisis"[1].

El 24 de octubre de 1929 es conocido como el "jueves
negro" de la historia económica mundial. Ese día la
oferta superó a la demanda que fue prácticamente
nula en el movimiento bursátil. A los 13 millones de
dólares que se pusieron en juego ese día, se
sumaron otros casi 10 millones y luego 16 millones en los
días siguientes. Y no había compradores. La Bolsa
de Nueva York cayó y de allí, la crisis se
propagó a la banca, a la industria y a toda la
economía.

El crack de Wall Street inició la famosa Gran
Depresión. La crisis económica norteamericana,
oculta detrás de una aparente prosperidad, se hizo
extensiva no sólo a América, sino también al
continente europeo y al Extremo Oriente. Su faz crítica se
dio entre 1929 y 1932, pero no cedió hasta promediar la
década. De la crisis bursátil se pasó a la
crisis bancaria porque quienes no pudieron vender sus
títulos, retiraban su dinero de los bancos. El resultado
fue la quiebra de muchos y la crisis económica global. La
tensión reinante, elevó en número de
suicidios a lo inimaginable.

Los orígenes de esta profunda crisis se hallan en
la importante expansión estadounidense de los años
veinte y su posterior estancamiento, en la dislocación del
comercio internacional y de las economías nacionales
originadas por la guerra, por la caída del sistema de
crédito y un desmedido afán
especulativo.

Estados Unidos contaba con un amplio mercado de masas
(afectado por la publicidad, porque cambiaron los sistemas de
distribución de bienes de consumo y por el surgimiento de
un sistema crediticio a largo plazo para aumentarlo).
Además se habían instalado nuevos sistemas
gerenciales para acelerar la producción y abaratar los
costos. Pero esta prosperidad no fue duradera.

El comercio mundial descansaba en un complicado sistema
de crédito internacional, relacionado con los problemas de
deudas de guerra y con los pagos de las indemnizaciones que ella
provocó. Las deudas de guerra interaliadas se vinculaban
íntimamente con el plan de reparaciones de guerra. Estados
Unidos era el principal acreedor. Al pagársele en oro, la
mayoría de los países europeos se despojó de
él, originando la depreciación del papel moneda y
entonces la prosperidad económica de Europa estuvo
condicionada a que Estados Unidos no cesara el envío de
dólares. Pero cuando en 1928 cesó la ayuda
norteamericana, se desencadenaron una serie de situaciones que
derivaron en la crisis de 1929.

La gran especulación reinante, no estaba
sólo en la bolsa de valores sino en los llamados
"capitales flotantes", que solían depositarse a corto
plazo en los bancos más seguros como lo eran los
estadounidenses, pero que si se retiraban rápidamente,
colocaban en peligro económico al país.

La agricultura también tenía problemas y
la producción agraria entró en crisis. La guerra
había reducido la producción de trigo en casi toda
Europa. Esto ocasionó el aumento de su precio. Estados
Unidos y Canadá aprovecharon esto. Sin embargo, terminada
la guerra y valiéndose de los nuevos avances
tecnológicos, Europa se recuperó y la
producción de trigo comenzó a exceder la demanda.
Entonces sobrevino la caída de su precio, también
se desvalorizaron los campos y otros cultivos. Muchos campesinos
malvendieron sus tierras y emigraron a las ciudades.

El sector industrial tampoco fue ajeno a los problemas
de la época: mientras que las industrias
eléctricas, automotrices y química crecían,
otras no podían seguir su ritmo (las industrias textiles
competían con las fibras sintéticas, las
metalúrgicas competían con numerosas explotaciones
mineras que trataban de quitarse mercado en sí y las
ferroviarias competían con el
automóvil).

Ambos sectores tenían problemas de precios.
Mientras que los del campo, tendían a fluctuar hacia
abajo, los industriales lo hacían hacia arriba. Pero
además, en ambos sectores, había un conflicto entre
dos sistemas de valores. Los medios de difusión colocaron
algunos valores de la gente de la ciudad, al alcance de la gente
del campo: Dios, la "americanidad", la moralidad, el uso y abuso
del alcohol, las cuestiones sexuales, los nuevos bailes, el
"puritanismo victoriano", el libertinaje y otros temas parecidos,
eran de discusión diaria.

El afán consumista fue contrario a la
política de austeridad y control que trato de instalar el
presidente norteamericano Herbert Hoover (1929-1933).

Se pretendía desvincular los medios de pago y el
nivel de actividad económica interno, de las fluctuaciones
del balance de pagos, posibilitando la adopción de medidas
compensatorias a nivel de políticas monetarias y fiscales,
que palearan la crisis. Y estas mayores trabas a las
importaciones, disminuyeron aún más el comercio
mundial, agudizando así el impacto de la presión
generalizada. También se contrajo la corriente
internacional de capitales. Las inversiones se
reorientaron.

Se concretó el triunfo del nacionalismo
económico, el pragmatismo proteccionista exigido por la
presión de empresariado y organizaciones obreras y los
lineamientos de formas de economía dirigida, recién
cuando Estados Unidos ejecutó el New Deal del presidente
norteamericano Franklin D. Roosevelt (1933-1945).

A esto debemos agregar que se sumó:

"el relieve militante de ideologías
antiliberales pesimistas que ponían en cuestión la
capacidad de los sistemas políticos democráticos y
parlamentarios para imponerse a la crisis y dominarla.
Según algunos se había llegado al apogeo de la edad
de las ideologías"[2].

Se revalorizó el comunismo, surgió el
fascismo, el nacional-socialismo, el falangismo y otras
corrientes de diferentes tendencias y matices; no sólo
afectaron el desarrollo político del mundo, sino
también el de los otros ámbitos, como el
económico, social, cultural, religioso, etc.

Estas diferentes ideologías conformarán
organizaciones partidarias que captarán en seguida a las
masas populares.

El desenvolvimiento de este "nuevo orden mundial"
será el detonante de crisis políticas y sociales. A
nivel latinoamericano éstas, tendrán como
características preponderantes, la intervención de
las fuerzas armadas en el proceso.

De este modo, estado, economía y política
se vincularán de una manera diferente. Surgía la
necesidad de una intervención estatal en la
regulación de la economía y la vida social en
general, puesto que había quedado una gran masa de
desempleados que hacían urgente la presencia
estatal.

Es interesante tener en cuenta que a pesar de las
evidencias, no solo el presidente argentino Hipólito
Yrigoyen no se dio cuenta de esta crisis:

"Economistas de la talla de Fisher, Hawtrey y Cassel
–e incluso Keynes– no advirtieron esta situación
crítica, ya que, adeptos a una teoría coyuntural
fundamentalmente monetaria, no creían, según
Akerman, que fuera de temer ninguna crisis mientras no se elevara
el nivel de precios. Sintomático de la
desorientación de los economistas fue el fracaso de los
famosos barómetros de
Harvard"[3].

Sin demanda exterior ni interior, aparecía un
nuevo fenómeno que nadie quería: el subconsumo,
abiertamente contrastante con la etapa anterior y un nuevo
capitalismo, en donde el Estado desempeñaría un
papel importante en la planificación de la
economía. Hubo que revisar el sistema financiero, realizar
un efectivo plan de obras públicas para controlar el
desempleo, subsidiar a la agricultura y controlar a la industria.
Es decir, aparecerá el estado intervencionista. Y a pesar
de todo, la mejora fue lenta.

b.Contexto nacional.

Entre 1916 y 1930 se desarrolló la primera
experiencia democrática participativa y amplia a nivel
político en la República Argentina: Juan
Hipólito del Sagrado Corazón de Jesús
Yrigoyen fue el primer radical en llegar a la presidencia
(1916-1922); lo sucedió, el segundo presidente radical,
Marcelo Torcuato de Alvear (1922-1928). A continuación
siguió la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen
(1928-1930), que fue interrumpida por un golpe de
estado.

Se produjeron importantes discusiones partidarias y
extra partidarias acerca de la conveniencia o no de volver a la
figura de Hipólito Yrigoyen para una segunda
presidencia.

"Lo cierto es que su victoria de 1928 fue
triplemente notable: por la cantidad de gente que participo, por
los votos que recibió Yrigoyen, que rondaron el 60 %, y
por haber sido obtenido casi desde el llano, sin la
bendición presidencial"[4].

Es decir, sin el apoyo de Alvear, que también era
radical pero no apoyó la nueva postulación de
Yrigoyen.

Ni el mundo ni el país eran lo mismo. Tampoco el
partido ni Yrigoyen. Nunca la caída de un presidente puede
deberse a un solo factor, sino a muchos que se interrelacionan y
conectan entre sí de manera tan influyente como
dramática.

A fin de comprender mejor esa realidad, la hemos
congelado, detenido y desmembrado. Hemos focalizado sus partes
como piezas de un rompecabezas pero sin olvidar que en realidad
son un todo funcional, en donde cada parte tiene relación
con la otra y si bien pueden constituir un todo significante, en
esa integración, adquieren otro valor
potencial.

La Argentina
contradictoria

Se adquirieron costumbres y vicios nuevos, se trataron
de sepultar viejas prácticas que a cada momento trataban
de resucitar y se incorporaron elementos heterogéneos que
comenzaron a caracterizar al país.

"La Argentina que sigue a la década del
veinte será una Argentina crítica. Para algunos
ordenada, para otros monótona. Para ciertos sectores,
vivirá la restauración de la "dignidad perdida".
Para otros, la "década infame", según una
expresión que hizo época. Pero casi todos
vivirán los tiempos nuevos con malhumor, impaciencia,
tensión y cierto melodramatismo. Vivirán, en fin,
una doble vida o una vida falsa, que es lo que le ocurre con
frecuencia al alterado. Quizás eso explica en parte las
perspectivas contradictorias que los argentinos tiene de
sí mismos y de lo que les
pasa"[5].

El siglo XX había comenzado como una
continuación natural de lo que había acontecido en
el XIX: un gobierno elitista, de notables que tenían
profundos intereses terratenientes y agroexportadores;
minoría culta que manejaba la política a su antojo
y eran capaces de organizar todo un gobierno a través de
un descarado mecanismo de fraude electoral que ellos llamaban
"fraude patriótico" (decían hacerlo por el bien del
país, que redundaba en el bienestar propio, debido a la
falta de preparación de la gran masa popular que quedaba
ajena a la cuestión). Pero los cambios del mundo
comenzaron a llegar.

Las presidencias radicales ocurrieron gracias a la
sanción en 1912, de la ley electoral 8.871 que
establecía la obligatoriedad y el secreto del voto que se
transformaba en universal y libre para todos los hombres
naturales del país mayores de 18 años. Esta ley,
conocida luego como Ley Sáenz Peña, en honor a su
inspirador y propulsor (Roque Sáenz Peña: abogado,
político, presidente entre 1910-1914), le dio al
radicalismo, sus verdaderas posibilidades políticas a
partir de su aplicación en el ámbito provincial.
Los radicales triunfaron en las elecciones para diputados
nacionales de las provincias de Córdoba y Entre
Ríos en 1912. Luego lo hicieron a nivel nacional en las
tres elecciones para presidente a partir de 1916 y hasta 1930.
Luego, los radicales iniciaron un ciclo de casi un siglo, en
donde cada vez que llegaron al gobierno, nunca terminaron con su
período, sino que fueron víctimas de golpes y
renuncias anticipadas al mandato.

La Unión Cívica Radical se enmarcó
dentro del estilo de los partidos políticos de Europa y
Estados Unidos, es decir, respondió a las
características propias de los partidos modernos en lo
referente a su organización. Tenía principios
propios, un programa y una carta orgánica. Contaba con una
extensa red de comités en cada ciudad (local en donde se
hacían todos los trabajos posibles para facilitar la
afiliación política del simpatizante y favorecer su
concurrencia a un centro de reclutamiento y formación
doctrinaria, cercano a su domicilio). Estos comités
respondían a una organización piramidal que
permitía la formación de comités y
líderes locales y provinciales. Después se
accedía al Comité Nacional, que dirigía al
partido en conjunto con la Convención o Congreso
Partidario.

Esta organización permitió el acceso a la
vida partidaria de un nutrido grupo social ansioso de participar
y entrar en la vida política del país.
También había sindicatos, sociedades de fomento,
colonias agrarias, bibliotecas populares, clubes sociales y
deportivos que permitían una mayor participación
popular. El radicalismo aspiraba a captar esa necesitad. En ese
sentido significó un verdadero adelanto democrático
si lo comparamos con la estructura del Partido Autonomista
Nacional, dominante en el siglo anterior, con una clásica
organización conservadora de carácter
elitista.

La "democracia restringida" del Partido Autonomista,
daba paso a una "democracia participativa" del
Radicalismo.

Si bien la Ley Sáenz Peña favoreció
el surgimiento de nuevas prácticas políticas y el
arraigo de la democracia en la sociedad civil, debemos reconocer
que una sola ley no basta para terminar con las viejas
prácticas de la vida política. Es por esto que,
así como la estructura partidaria del radicalismo dio
lugar a la práctica democrática de elección
de sus autoridades internas, esto convivió con la
presencia de caudillos locales que armaban sus propias clientelas
políticas a la antigua usanza.

Yrigoyen no era el cadillo popular clásico porque
no le gustaba hablar en público y escribía poco y
en forma difícil. Sin embargo, transmitía
claramente su idea fija: reformular el sistema político
fraudulento y mejorar la vida política argentina.
Había sido "El Hombre", que encarnando "La Causa" e
inició con su primera presidencia la
"Reconstitución" del país. Su visión y su
misión parecían las de un elegido. Había
participado de varios intentos revolucionarios en contra del
régimen político oligárquico y se abstuvo de
participar en varias elecciones por el evidente fraude electoral
que hacían esos partidos conservadores. Por lo tanto, con
una ley que permitía el voto popular, se aseguraba una
elección limpia y se tornaba no solo en un simple
líder con aspiraciones sino en la encarnación misma
de la posibilidad masiva de acceso al poder político. Se
transformó en el portavoz de una necesidad de mayor
participación, en el ejecutor del comité que
favorecía esa participación y en el acceso de una
nueva clase social a la vida política. La
Constitución Nacional se enarboló como una bandera
común a todos.

"El radicalismo resultaba así un anhelo
colectivo, una fuerza moral, una "causa" que tenía una
misión histórica: construir la
nación"[6].

Pero, evidentemente la situación ya no era la
misma que la de su primera presidencia. A partir de la
presidencia de Alvear, comenzó a formarse dentro del mismo
partido radical, una división interna. Nació el
sector yrigoyenista y el antipersonalista. Para el primero,
Yrigoyen seguía siendo el único líder
posible del partido, su figura era aglutinante y excluyente, a
tal punto que le tributan un respeto casi idolátrico. Para
el segundo, no sólo Alvear, podía ser el nuevo
líder, sino que además se esperaba que cualquier
otro pudiera serlo por tratarse de un partido democrático
y porque debía primar la idea del partido por sobre la del
hombre que los condujera.

A pesar de esto, en las elecciones nacionales de 1928,
Yrigoyen demostró que su carisma y su estructura
partidaria, seguían vigentes y derrotó al candidato
propuesto por el presidente Alvear en la interna partidaria,
Leopoldo Melo (abogado, diplomático y político;
1869-1951), apoyado además, por los antipersonalistas y
los conservadores. Esto provocó una alteración en
todo el arco opositor a tal punto, que muchos comenzaron a pensar
en una solución revolucionaria.

Sin embargo, al resultar electo otra vez como
presidente, muchos esperaban la prosecución de la obra de
su primera gestión caracterizada por la
intervención estatal en las provincias opositoras; una
importante acción en el área laboral; buscar la
conciliación en base a la Constitución Nacional;
desarrollar la solidaridad anti imperialista latinoamericana;
valorar nuestras raíces hispanoamericanas; afirmar una
línea política propia como resistencia a la
presión de las grandes potencias mundiales (si bien
rechazaba el intervencionismo de Estados Unidos, no hacía
lo mismo con los valores históricos y políticos de
los estados sudamericanos); la concreción de una
importante Reforma Universitaria; liberar nuestra economía
mediante instrumentos como la creación de la Marina
Mercante y el intento de nacionalización del
petróleo; el acrecentamiento del estado en lo referente a
servicios públicos; el rescate de la tierra
pública, etc.

La extracción del petróleo y la
distribución del combustible fue un tema que causó
enormes divisiones porque esa actividad era compartida con la
empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF),
creada por Yrigoyen en 1922 y fortalecida con la gestión
del general Enrique Mosconi (militar, ingeniero, primer director
de YPF; 1877-1940), designado por Alvear, y la Standard Oil Co.
de origen estadounidense y con un fuerte apoyo político de
la clase conservadora.

Hay una Argentina contradictoria porque frente a la
participación elitista, crece la participación
popular; los conservadores creían que esas aspiraciones
populares se reducirían al voto masivo, sin embargo, en
realidad, tomaron como base esta ampliación ciudadana,
pero se extendieron en cantidad y calidad a otras expresiones de
ciudadanía; crece la democratización de la
sociedad, pero en un ambiente todavía controlado por la
oligarquía que no estaba muerta; los trabajadores se
sintieron amparados por nuevas leyes pero sus manifestaciones,
reclamos, huelgas y paros, se hicieron oír muy fuertemente
como las que dieron origen a las duras represiones de lo que se
llamó la Semana Trágica (entre el 7 y el 11 de
enero de 1919 el duro castigo del ejército sobre los
obreros que reclamaban mejores condiciones laborales,
cobró 700 muertos y 3000 heridos por la acción
policial) y la de la Patagonia Rebelde o Trágica (protesta
organizada por anarcosindicalistas en la provincia
patagónica de Santa Cruz y reprimida duramente por el
ejército, resultando 1500 obreros y huelguistas muertos en
1921).

Dados los resultados obtenidos, el radicalismo
mostró que no tenía ni la preparación ni la
experiencia ni el poder necesario para transformar toda la
realidad argentina. De hecho, la convivencia de viejas
prácticas con nuevas posibilidades políticas,
significó un debate permanente.

En su segundo mandato, Yrigoyen intentó sostener
algunas obras importantes: se inauguró un importante tramo
del subterráneo Lacroze; se entubó el arroyo
Maldonado; comenzó el servicio telefónico con
Estados Unidos; aparecieron los grandes cines y hoteles modernos;
sancionó la ley de jornada legal de trabajo, la del censo
ganadero nacional y la de jubilaciones y pensiones para
bancarios; se acondicionaron varios puertos fluviales que
quedaron conectados al servicio ferroviario; se crearon 1700
escuelas primarias.

Sin embargo, algo estaba cambiando en el país de
una forma contradictoria. Tanto fue el choque, que la democracia
fue aplastada con una dictadura y con una nueva década que
se llamó lamentablemente, "década infame", debido a
sus males.

Había una crisis de carácter estructural,
orgánica y nacional que no se vio venir y no su supo
combatir, una vez instalada.

La revolución que derrocó a Yrigoyen, no
sólo no solucionó la confusión y
contradicción reinantes, sino que la
aumentó.

Aparición
de
nacionalismo de derecha

Antes de asumir el mando Hipólito Yrigoyen en su
segunda presidencia, ya se había gestado la
aparición de una nueva ideología.

"[…] un movimiento ideológico complejo
y militante conocido como nacionalismo de derecha, paralelo a los
movimientos ideológicos europeos […] Si bien el
nacionalismo argentino no es reductible a una sola
versión, tiene como denominador común su
antiliberalismo y su crítica mordaz y constante al
principio de legitimidad constitucional democráticas hasta
entonces compartido por la mayoría de las fuerzas
políticas argentinas"[7].

El nacionalismo clamará por una
intervención militar para salvar a la nación. Se
llamarían a sí mismos, "la reserva moral de la
Patria", no contaminados por la corrupción ni por la
demagogia. Confiaban en un "país fuerte".

Una de las personalidades que más
gravitará en esta corriente nacionalista será
Leopoldo Lugones (poeta, ensayista, periodista y político
argentino; 1874-1938) que escribirá junto con los hermanos
Julio Irazusta (ensayista e historiador; 1900-1982) y Rodolfo
Irazusta (escritor y político; 1897-1967), a los que se
agregaba Ernesto Palacio (abogado, historiador y filósofo;
1900-1979) en el periódico "La Nueva República".
Algunos, a su vez, provenían del diario "La Fronda" que
era cuartel del anti-yrigoyenismo. Para ellos, la democracia era
una "dictadura incontrolable de la chusma y de los
demagogos".

La ideología conocida como nacionalismo de
derecha tiene varias formas. Al menos en Argentina pueden
detectarse tres corrientes principales: el nacionalismo fascista,
el maurrasiano y el conservador. Los tres coinciden en su
crítica a Yrigoyen, pero los dos primeros, además
en su crítica feroz a la Argentina de los partidos
políticos, al principio constitucional vigente y al
liberalismo político. Es decir, el nacionalismo fascista y
el maurrasiano comparten una oposición al sistema; el
nacionalismo conservador se transforma en una oposición
dentro del sistema.

El nacionalismo retomará valores como los de
"hispanidad", alentará el "revisionismo" como escuela
histórica, intentará conciliar ideologías
internacionales como el fascismo, con fenómenos propios
como el rosismo, y mantendrán una lucha constante frente
al imperialismo.

"Para ellos, Yrigoyen no era procomunista, sino la
expresión cabal del tonto útil, más funesto
que el ideólogo convencido por cuanto, sin saberlo,
abría las puertas a las doctrinas demoledoras de la
argentinidad"[8].

Criticaban a Yrigoyen su falta de una doctrina
sistemática y su peligroso populismo que tachaban de
demagógico y proclive a caer en cualquier momento en
excesos que favorecieran la explosión y la victoria del
comunismo. De hecho, muchos de ellos, lo tildaban de
"bolchevique". Postulaban, especialmente los nacionalistas de la
Liga Patriótica Argentina (defendían el orden, la
propiedad y la patria y atacaban a comunistas y judíos),
algo así, como una

"adecuación formal de las instituciones
liberales a las necesidades del momento. 'La constitución
–decía Carlés [escritor, político y
fundador de la Liga Patriótica Argentina; 1875-1946]- es
de todos y para siempre. Es inviolable como el respeto de las
madres y es eterna como la patria, porque es la lección de
verdad argentina'. Pero, por supuesto, sólo ellos se
consideraban eficientes exégetas del inmutable texto
constitucional, y negaban a Yrigoyen, personero de la voluntad
mayoritaria, el derecho a la
exégesis"[9].

Leopoldo Lugones, que aunque con bruscos cambios de
posición ideológica, también criticó
y condenó a quienes sin la capacidad suficiente, ni la
preparación adecuada, detentaban el poder en el
país, rindiendo "culto a la incompetencia", llamaba al
Ejército a ocupar el lugar desertado por la
oligarquía, porque la política con su
explotación electoral, el favoritismo y su
inflación del cuerpo social, creaba la "calamidad
obrerista" con sus múltiples problemas, por lo tanto, para
hacer un país fuerte, debía fundarse un gobierno de
militares, no de políticos.

Ya en diciembre de 1924, cuando se cumplió en
centenario de la Batalla de Ayacucho (último gran
enfrentamiento terrestre de las guerras de la independencia
hispanoamericanas), Lugones pronunció uno de sus
más famosos discursos:

"Ha sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de
la espada. Así como ésta hizo lo eternamente
logrado que tenemos hasta ahora, la independencia, hará el
orden necesario, implantará la jerarquía
indispensable que la democracia ha malogrado hasta hoy,
fatalmente derivada, porque ésa es su consecuencia
natural, hacia la demagogia o el socialismo. […]
Pacifismo, colectivismo, democracia, son sinónimos de la
misma vacante que el destino ofrece al jefe predestinado, es
decir, al hombre que manda por su derecho de mejor, con o sin la
ley, porque está. Como expresión de potencia,
confúndese con su voluntad. El pacifismo no es más
que el culto del miedo, o una añagaza de la conquista
roja, que a su vez lo define como un prejuicio burgués.
[…]El ejército es la última aristocracia,
vale decir la última posibilidad de organización
jerárquica que nos resta entre la disolución
demagógica. Sólo la virtud militar realiza en este
momento histórico la vida superior que es belleza,
esperanza y Fuerza"[10].

Según sus dichos, los hombres de armas, no
tenían otro remedio que intervenir para solucionar la
terrible situación que había provocado la
democracia y el caudillismo. Y muchos lo entendieron de la misma
manera.

Igual pensamiento, se sostenía desde el
periódico "La Fronda", que además contaba con muy
buena recepción en los círculos militares con
quienes los sectores nacionalistas comenzaron a
confluir.

Generalmente no se duda acerca de las capacidades
intelectuales de este grupo, pero sí de su visión
de país. Resultó trágica en función
de su encuentro con el yrigoyenismo.

"Acertaron en las críticas al sistema
constitucional del siglo XIX y también en que la
democracia derivaría en el socialismo, muy a pesar de sus
deseos. Ese inconformismo antiliberal lo hizo, en cambio, errar
en las soluciones propuestas: jerarquía, disciplina y
mando; orden social; la propiedad, célula de la Patria;
fueron temas manejados luego por las dictaduras militares desde
el poder, y cuando ya no interesaba conquistar adeptos, se
pusieron desembozadamente al servicio de la restauración
oligárquica y la plutocracia
internacional"[11].

Cambios en la
mentalidad militar

También tuvo importancia decisiva el proceso que
se gestó en el Ejército. Constituyó en
sí mismo una fuente opositora especial. Toda
oposición puede crear problemas, pero si esa
oposición además cuenta con armas para defenderse y
para atacar, los problemas pueden ser mayores, incluso marcar un
hito histórico.

"Los acontecimientos del 6 de septiembre de 1930
señalaron el fin de una era en la Argentina moderna. Ese
fatídico sábado, el movimiento de un reducido
número de fuerzas militares argentinos en las de Buenos
Aires derribó el segundo gobierno de Hipólito
Yrigoyen y puso fin al experimento con un gobierno elegido por el
pueblo iniciado catorce años antes con su primer ascenso a
la presidencia. Pero en ese día de invierno, no
sólo concluyó un experimento. Terminó
también una sucesión ininterrumpida de presidentes
constitucionales que había durado casi setenta
años; y se desechó la tradición de
abstención militar en el campo político que
había durado veinticinco
años"[12].

La participación del ejército en
política, rompió una tradición del
ejército argentino, que hasta ese momento se había
caracterizado por el profesionalismo y su carácter
despolitizado. La participación que era impensable, se
hizo unos necesaria y para otros indispensable, aunque el paso de
la historia, terminó por mostrarla
inconveniente.

Alrededor de principios de siglo hubo reformas que
modificaron profundamente la organización militar. La
mayoría se hicieron durante el segundo gobierno de Julio
Argentino Roca (militar, jefe del Partido Autonomista Nacional,
dos veces presidente; 1894-1904), porque la posibilidad de una
guerra con Chile había creado una atmósfera
propicia.

Se introdujo el servicio militar obligatorio, toda una
instauración militar y social, puesto que permitió
la educación disciplinaria, el control sanitario y el
servicio obligatorio a la patria.

En 1908 se formó la Escuela de Clase (Escuela de
Suboficiales desde 1916) para entrenar a los suboficiales;
sólo los graduados del Colegio Militar podrían
merecer grados regulares, lo que garantizó la homogeneidad
de los antecedentes educacionales de los miembros del futuro
cuerpo de oficiales; se insistió en que los oficiales
asistiesen a cursos de perfeccionamiento en el servicio, con el
fin de optar ascensos.

La Escuela Superior de Guerra (1900) contribuyó a
elevar el nivel profesional; la reducción de la edad del
retiro obligatorio en cada grado (1905) y la obligación de
que los oficiales que quedaban atrás en la lista de
ascensos, superados por hombres más modernos, pasaran a
retiro, eliminó a muchos veteranos (1915); y otras
reformas menores, contribuyeron a profesionalizar el
Ejército.

La profesionalización tuvo influencia militar
alemana en la forma de asesores, períodos de entrenamiento
en Alemania y en armamentos. También bajo su influencia se
organizó la Academia de Guerra. Instructores alemanes
enseñaron en la Escuela de Tiro y en el Instituto
Geográfico Militar. Esta influencia, llevaba
implícita una crítica y desconfianza hacia el
sistema democrático y a sus instituciones por un lado y
una herencia de valorización a la efectividad del
autoritarismo por el otro.

Hacia 1920 aumenta el Ejército y también
sus gastos. Y hacia fines de la década sus componentes
serán reflejo del carácter cambiante de la sociedad
argentina: un tercio o más, eran hijos de inmigrantes, y
un cuarto, estaba formado por argentinos de segunda
generación; el resto (menos de la mitad) provenía
de las familias que habían servido por mucho tiempo en el
país. La tendencia favorecía a los argentinos de
primera generación.

En realidad, no estaba dentro de las modalidades
acostumbradas, separar al soldado del político, o al
militar del civil. Nadie pensaba que los militares fueran
inhumanos, como tampoco nadie pensaba que usarían
políticamente a las Fuerzas Armadas. Por esto

"que un militar conduciendo a otros militares de su
filiación política derrocase al gobierno que no
estaba en su línea, estaban en la costumbre. Los
sublevados eran 'ciudadanos' militares. Lo que no estaba en la
costumbre era que se valiera de su grado militar para arrastrar a
otros a acciones políticas que corresponden al fuero
interno"[13].

Es decir, no se concebía la idea de un
soldado-máquina que no tuviera opinión
política. Pero desde principios de siglo, cambió
este concepto. Se fue formando la idea de que el militar tiene
una misión distinta a la del civil y no debe mezclarse en
las luchas políticas. La influencia alemana que
penetró en nuestro ejército contribuyó a
despolitizarlo.

Con Yrigoyen en el poder, comienza a darse otro cambio
en el proceso de las Fuerzas Armadas. Su creciente
profesionalización había coincidido con los
esfuerzos del Partido Radical y en cierta medida, según el
investigador Robert Potash, fue una respuesta a ellos, para
obtener el acceso al poder de un número mayor de miembros
de la clase media. Y,

"aparentemente, los militares no oponían
mayores objeciones a la política internacional de
Yrigoyen, y especialmente a su decisión de no interrumpir
las relaciones con Alemania en la Primera guerra Mundial. Pero en
el plano nacional el elevado número de intervenciones a
las provincias tuvo definida repercusión… Al
aplicar el concepto de reparación al propio
Ejército, Yrigoyen también suscitó el
resentimiento de los oficiales de orientación profesional,
para quienes los reglamentos militares eran sacrosantos, o por lo
menos no debían ser ignorados a capricho de la autoridad
civil"[14].

Para colmar la cuota de injerencia, no sólo
recompensó a militares comprometidos con la "causa", sino
que modificó la antigüedad muchos miembros de las
Fuerzas Armadas, reincorporó a dados de baja por
diferentes problemas, ascendió a retirados o fallecidos
para favorecer el ingreso de sus viudas, concedió
pensiones fuera de lo dispuesto por las ordenanzas y reglamentos
vigentes. Nombró en su primera presidencia como ministro
de guerra a un civil, Elpidio González (ministro de
Yrigoyen y vicepresidente de Alvear; 1875-1951), cuya
interferencia en los asuntos militares, nunca fue bien vista,
aunque tolerada por el presidente. En la segunda presidencia,
González fue ministro de Interior, mientras Luis
Dellepiane (militar, Jefe de Policía y ministro de
Yrigoyen; 1865-1941), retirado del servicio por entonces, lo era
de Guerra, pero siguió interfiriendo en el
área.

Yrigoyen todavía tenía una
concepción paternalista para con las Fuerzas Armadas y no
comprendía que el viejo Ejército que se
movía por acciones personales y preferencias
políticas había desaparecido. Tampoco
comprendió que el alevoso tratamiento preferencial que
tenía para con los miembros de Ejército que eran
partidarios del radicalismo, se volvería en su contra, con
serias acusaciones.

El desgaste, fue uno de los problemas que
determinó la formación de la Logia General San
Martín. En 1921, oficiales descontentos, deciden crear
esta asociación secreta ante el modo en que el gobierno
trataba los problemas militares: la tolerancia del Ministro de
Guerra para oficiales "políticos" que usaban sus cargos
para mejorar sus posibilidades de ocupar puestos públicos
o para brindar apoyo a Yrigoyen, el favoritismo y la
arbitrariedad en los ascensos, los defectos en el entrenamiento
de los conscriptos, la pasividad del gobierno ante los
requerimientos del Ejército (especialmente los referentes
a armas y equipos), el deterioro general de la disciplina y el
descubrimiento de los "soviets".

A esta crítica ideológica se le
sumó la crítica a la política militar de
Yrigoyen en lo que a subvenciones se refiere. Pese a que los
gastos militares aumentaron, fue en beneficio de personas antes
que en la provisión de equipos modernos que se
había iniciado con Alvear (este presidente fue favorable
al crecimiento y mejora de las Fuerzas Armadas y al cumplimiento
estricto de las ordenanzas; no se hicieron designaciones ni
ascensos fuera de los reglamentos, se adquirió armas y
buques, se mejoraron las instalaciones y realizaron maniobras, lo
que no ocurría desde 1912). Las expensas en armamentos
descendieron de 42 a 16 millones de pesos moneda nacional entre
1928 y 1929, y el porcentaje del presupuesto militar respecto del
presupuesto general bajó de 20,9 % a 18,9 % y luego de
18,6 % en 1930[15]

Es interesante notar la actitud del Partido Radical,
especialmente el ala yrigoyenista en la Cámara de
Diputados. Se defendió vigorosamente un aumento de sueldos
a los militares propuesto en 1928, lo cual incluso, les
acarreó el ataque socialista, en el sentido de que los
radicales con esta actitud estaban tratando de conquistar su
apoyo. En respuesta a estos ataques los diputados radicales
formularon elogios a la identificación del Ejército
con el pueblo. Al respecto, Potash señala que

"al elogiar de este modo a los militares por la
ayuda prestada a su causa una generación antes, nuevamente
los radicales estaban justificando sin quererlo la
revolución antiyrigoyenista del futuro. Pues ni la
retórica retrospectiva ni la moneda constante y sonante de
los sueldos más elevados fue suficiente para garantizar la
lealtad de los militares al segundo gobierno de
Yrigoyen"[16].

En definitiva, para un grupo, se debía
privilegiar la unidad y la defensa nacional, aunque eso
significara disolver una trayectoria profesionalista.
Entonces

"para el Ejército y su vida interna, el
retorno de Yrigoyen representó el comienzo de un
período de inestabilidad sin precedentes. Jamás un
traspaso pacífico del poder presidencial se vio seguido
por desplazamientos del personal tan amplios como los que
ocurrieron entonces, o por una atmósfera de tanta
incertidumbre e improvisación como la que comenzó a
prevalecer en la organización
militar"[17].

Este choque del gobierno con el ámbito militar
mostró contradicciones notorias como respuestas diferentes
en la conducta de sus hombres. Mientras algunos dirigían
la revolución, otros fueron leales hasta el fin, y la
mayoría se mostraba indecisa. Juan Domingo Perón,
luego presidente constitucional por dos períodos,
decía al respecto del desorden reinante entre los
revolucionarios que participaron del golpe militar del 6 de
septiembre:

"Nunca en mi vida veré una cosa más
desorganizada, pero dirigida ni un caos tan espantoso como el que
había producido entre su propia gente, el comando
revolucionario en los últimos días del mes de
agosto de 1930"[18].

Perón reconoce que sin la participación de
los civiles, especialmente de los estudiantes y la Legión
de Mayo, la conducta confusa de los militares, en permanentes
marchas y contramarchas, reajustes y desajustes, la
revolución hubiera fracasado.

El poder militar no operaba en el vacío. Era
solicitado por el ambiente, que se había cargado de
tensiones, intolerancia y complejidad, debido a los
múltiples procesos interdependientes o al menos
relacionados entre sí que habían confluido en ese
momento.

Caída del
modelo agroexportador

La República Argentina se había
caracterizado por exportar materias primas (fundamentalmente
cereales, lana, carne y cuero) e importaba sus productos
elaborados (incluso, los elaborados con sus propias lanas y
carnes). En este sistema, el principal comprador y también
cliente, era Inglaterra. Su ventaja era que generalmente ese
país tenía un saldo a su favor porque sus
manufacturas eran más caras que las materias primas
argentinas. Esta relación nos colocaba en una
situación peligrosa de dependencia
económica.

Partes: 1, 2

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