Preguntar es una manera de filosofar –
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Preguntar es una manera de
filosofar
Es posible que todavía haya quienes duden sobre
la importancia de la filosofía, sobre su utilidad
práctica. Los que titubean sobre su provecho es procedente
que sepan que, entre su practicidad para los asuntos primordiales
de la existencia concreta del ser humano, se encuentra el
preguntar; dentro de sus múltiples utilidades está
la del cultivo de nuestro espíritu inquieto por la
pregunta. Preguntar es una manera de filosofar. Pero, en
filosofía, no toda pregunta es
filosófica.
Preguntar ¿para qué sirve la
filosofía? es un interrogante que hogaño ya no
debería formularse o plantearse, porque la
filosofía sí sirve para mucho. Sería
cómo preguntar ¿para qué sirve la ciencia?
¿Para qué sirve la vida? ¿Para qué
alimentarnos? Sobran las respuestas. "¿Qué
importancia tiene la filosofía? La misma que las ventas en
los mercados… Sócrates decía que aquel que
necesita cebollas sabe que tiene que ir al mercado porque
allí va a poder comprar cebollas. Que el que necesita
zapatos, sabe que tiene que ir al mercado porque allí va a
encontrar zapatos. Y aquel que tiene preguntas y quiere conocer
sobre las cosas verdaderamente importantes de la vida, ¿a
qué va acudir? A la filosofía, donde podemos
encontrar respuestas a las preguntas… Cuando buscamos el
sentido de la vida, cuando nos preguntamos por lo que se esconde
detrás de las apariencias, cuando necesitamos conocernos a
nosotros mismos y las causas de lo que nos sucede, estamos
filosofando; es probable que sea la más noble
ocupación, la más humana y por tanto, la que
más felicidad pueda
aportarnos"[1].
La filosofía sirve porque la necesitamos. Gilles
Deleuze dice que cuando se pregunta para qué sirve la
filosofía, la respuesta debe ser agresiva, ya que la
pregunta se tiene por irónica y mordaz. "Pero algunas
veces, es la propia filosofía la que se formula esa
pregunta; entonces es posible que de esa reflexión surja
una transformación fructífera o una
revolución en el modo de pensar y de actuar… A la
pregunta de por qué filosofar hay que responder con otra
pregunta: ¿cómo no filosofar?
La posible inutilidad de la filosofía es parte de
su contingencia —explica Samuel Cabanchk—y en ella
radica también su utilidad, ya que la filosofía
sirve para no hacer masa con el pensamiento masa; para ir
más allá del pensamiento que domina en los medios,
de la espontaneidad de la opinión de la calle, de las
fórmulas masificadas. No se trata de instalar un elitismo
del pensar sino de ejercer el pensamiento crítico, tanto
en el universo personal como en el colectivo"[2].
La filosofía, mediante su reflexión y su preguntar
con hondura ontológica, "analiza el lugar que el hombre
ocupa en el universo y la naturaleza, los instrumentos, procesos
y objetos de su pensamiento, los valores a que debe atenerse en
su relación con otros hombres y con la sociedad
humana"[3].
¿Acaso no es tozudez preguntar para qué
sirve un saber racional que ha pervivido durante unos tres mil
años? "Aristóteles sostenía que hay muchas
cosas útiles y actividades más urgentes y
apremiantes que la filosofía, pero que no hay ninguna que
valga más, porque la filosofía es el hombre mismo y
todo lo demás le sirve a ella, es decir, al hombre. De
modo que preguntar para qué sirve la filosofía
equivale a preguntar para qué sirve el
hombre"[4].
Lo que ocurre es que en nuestra sociedad
pragmática y utilitaria a todo quieren buscarle un
¿para qué? en lugar de un ¿por qué?
"Las cosas bellas no necesitan un "¿para
qué?", porque son válidas en sí mismas.
(El "para" es el núcleo ontológico de los
entes). El "¿para qué?" es una idea de la
lógica "capitalista: para qué sirve, qué se
va a ganar con eso, qué se va a conseguir, etc. Pintar es
bueno en sí mismo, no me sirve para nada, como leer a
Dostoievski. Es bueno poder ver un cuadro, entusiasmarse con
él, interpretarlo como un auto-retrato y conmoverse. Lo
que es bueno en sí, no necesita de un "¿para
qué?" La lógica del capital siempre necesita tener
claro cuánto va a dar una inversión, qué
utilidad se puede obtener. Pero la vida no tiene por qué
asumir esa lógica…"[5].
Nuestra condición humana nos plantea muchos
interrogantes. "El filósofo se ocupa y se adentra en lo
extraño y desconocido, no para encantarlo, sino para
dejarse interrogar. Para instalarse en la pregunta. Para viajar
hacia el misterio, que es una aventura hacia el interior del ser,
porque el filósofo sabe que aunque podemos soportar todo
tipo de soluciones, no podemos vivir sin problemas, pues, como
decía Unamuno, lo más problemático de todo
problema es la solución"[6]. Mientras que
para las personas que carecen de espíritu crítico y
no "filosofan", muchos fenómenos, sucesos, eventos,
circunstancias, hechos y "realidades" les parecen obvias, para el
filósofo son un problema, generan múltiples
preguntas, y las respuestas a éstas suscitan más
preguntas y el ansia de preguntar no se satisface con ninguna de
las respuestas. "Una buena conferencia, una buena
reflexión, una buena charla, no es donde encuentra
respuestas; es donde sales con muchísimas preguntas.
Porque las preguntas te hacen reflexionar, las preguntas te hacen
cambiar, las preguntas te hacen entrar al camino de la
búsqueda. Por eso es tan importante la pregunta en
filosofía"[7]. Si sólo interesa el
consumo y el mercado, ¿en qué momento nos surge la
pregunta por el ser y otras preguntas, que son la esencia del
quehacer filosófico?
Si permitimos que la pregunta por el ser "despliegue su fuerza
en nuestra vida y que la dirija, asumimos la actitud
filosófica y despertamos al filosofar"[8].
El hombre es el único ser que se pregunta por el ser, el
objeto mismo de la investigación filosófica.
Germán Marquínez Argote señala que "toda
respuesta es susceptible de ser de nuevo cuestionada por una
nueva pregunta"[9]. El insaciable deseo de saber
(de ahí su "amor por la sabiduría") le impele a
seguir preguntando hasta que muere… Heinrich Heine plantea
poéticamente que "no dejamos de preguntarnos, / una y
otra vez / hasta que un puñado de tierra / nos calla la
boca. / Pero, ¿eso es una respuesta?"
La inmensa mayoría de seres humanos que viven bajo el
contundente y alienador poder religioso no preguntan ¿para
qué sirve la religión? "Las religiones, todas, en
cualquier lugar y momento, sirven para ese cometido. Pero no
sólo ellas: el discurso común, reproductor de la
ideología dominante, está igualmente a ese
servicio. Desde el poder, de lo que se trata es de no permitir
pensar, de hacer repetir perpetuamente e inducir creer "lo que se
debe creer", aunque sea absurdo[10]Sin dudas,
nuestra humana condición da para eso: somos muy
manipulables, conservadores, miedosos (¿absurdos
quizá?). "¿Creéis que en todo tiempo los
hombres… han sido mendaces, bellacos, pérfidos,
ingratos, ladrones, débiles, cobardes, envidiosos,
glotones, borrachos, avaros, ambiciosos, sanguinarios,
calumniadores, desenfrenados, fanáticos, hipócritas
y necios?", se preguntaba Voltaire[11]
Así como se asigna, sin preguntar ni reflexionar, valor
e importancia a la religión y a otros saberes
irracionales, el filosofar posee un invaluable servicio, porque
es un saber racional, riguroso, metódico, reflexivo y
argumentado. Y no es que el filósofo sea un detractor o
defensor de la religión; lo que ocurre es que éste,
que va en búsqueda de respuestas, se pregunta por el
fenómeno religioso en todo su fantástico y complejo
universo, buscando desentrañar qué hay dentro de
él. Por ejemplo, se pregunta por el insondable problema de
Dios, no para negarlo o afirmarlo; lo que quiere saber es
qué se esconde detrás de esta problemática
que, gracias a nuestra cultura, nos inquieta. Se pregunta por el
problema de Dios porque no le gustan las salidas facilistas:
afirmarlo o negarlo porque otros ya lo han hecho.
Cuando reflexiona sobre el insondable origen del universo no
acude al facilismo, sosteniendo que éste fue creado por
Dios; reflexiona y formula otras preguntas, indaga en las
ciencias y otros saberes, no se atiene a la mera
cosmovisión religiosa. Respecto al problema de Dios, el
filósofo se zambulle en la profundidad del problema desde
el punto de vista fenomenológico, ontológico,
metafísico, epistemológico, sociológico y
psicológico. Su ansia desmedida de respuestas lo llevan a
preguntar y preguntarse, mientras viva, tratando de allegar
claridad a esta cuestión que ha influido y permeado
hondamente al hecho religioso, que ha condicionado radicalmente
la cosmovisión de una inmensa mayoría de seres
humanos. En síntesis, el filósofo, con su actitud
de preguntar, pretende obtener claridad y acercarse a una
comprensión más cercana a la realidad lo más
diáfana que le sea posible.
El hecho de que algunas personas, que se dejan arrastrar por
la corriente de las circunstancias, alienadas por la
domesticación social, desconozcan el valiosísimo
aporte de la filosofía a nuestra vida, no implica que
ésta no sirva. Un ser humano no puede ser como
decía David Herbert Richards Lawrence: "un vagabundo
insignificante que va a donde le lleva el
viento"[12].
Dudar de la importancia de la filosofía, y del
filosofar, es necedad; es algo así como evidenciar parte
de nuestra estulticia… Solamente al ser humano que se
pregunta con profundidad, sabe para qué sirve la
filosofía. El hombre es un animal que pregunta. "El hombre
es un ser muy curioso, tan curioso que no tiene más
remedio que filosofar. En efecto, el vivir humano no es el del
vegetal, ni siquiera meramente animal; por ello el filosofar para
el hombre es esencial. El hombre no se puede contentar con
cuestiones secundarias, sino que por su constitución misma
tiene que plantearse las cuestiones últimas; no tiene otra
salida si no deja de ser hombre convirtiéndose en un
homínido, ese ser disminuido de que hablan los
etólogos"[13]. Tiene "hambre" y "sed" de
preguntas. Hans Gadamer nos dice que todos vivimos en permanente
pregunta porque vivimos en permanente búsqueda de
respuestas. "Preguntar es lo propio del hombre, explorador de su
mundo e inquisidor de sí mismo"[14]. Erich
Fromm indica que lo que "constituye la esencia es la pregunta y
la necesidad de una respuesta", y acota que "hay muchas
respuestas que el hombre puede dar a la cuestión que le
plantea el hecho de haber nacido
humano…"[15].
En concepción de Heidegger, preguntar es el terreno
propio de la vida entendida como acontecimiento. Toda pregunta es
por sí misma un proyecto, un lanzarse fuera de sí.
"Es un horizonte que se abre y que no es ajeno a quien se
pregunta, pues en el preguntar, y en el preguntar por el ser, se
evidencia la inmediatez de quien pregunta: el hombre. La pregunta
no se da desde la distancia sino en el saberse inmerso en la
cercanía con el ser. Preguntar es el modo de sentirse
humano y, por tanto, distinto de cualquier otro
ente"[16]. A medida en que filosofamos, entendemos
que a pesar de sentirnos muy motivados por conocer los misterios
trascendentes de la existencia, declinamos a creer
incondicionalmente en todo lo que se dice, por más que
muchos lo den por sentado. Detrás del ser que busca
absolutos existe la necesidad imperiosa de ceñirse a
cierta lógica o coherencia. El filósofo no debe
dudar de todo escépticamente, ni aceptar como cierto todo
credulonamente.
El hombre necesita de la filosofía, necesita
filosofar, porque ella da respuestas a sus eternas preguntas.
Él mismo es pregunta, problema, misterio y enigma. "El
arte de preguntar, como todo arte, es un proceso que resulta de
una actitud sobre la que se funda. Y una actitud no se puede
enseñar pero sí se puede descubrir, podemos tomar
conciencia de ella y nutrirla.
La filosofía es inherente al hombre, pero unos
hombres u otros, según las circunstancias, habrán
desarrollado más o menos esta facultad natural. A lo largo
de la historia se han producido instrumentos que hemos heredado,
pero del mismo modo que los progresos técnicos no hacen
del hombre un artista, los conceptos filosóficos
establecidos no hacen del hombre un filósofo.
¿Quién eres?, nos pregunta Sócrates.
¿Existes?, nos pregunta Nagarjuna. ¿Sabes lo que
dices? nos pregunta Pascal. ¿De dónde sacas esa
evidencia? nos pregunta Descartes. ¿Cómo puedes
saberlo? nos pregunta Kant. ¿Puedes pensar lo contrario?
nos pregunta Hegel. ¿Qué condiciones materiales te
hacen hablar así? nos pregunta Marx. ¿Quién
habla cuando hablas? nos pregunta Nietzsche. ¿Qué
deseo te anima? nos pregunta Freud. ¿Quién quieres
ser? nos pregunta Sartre. ¿Por qué no dejarse
preguntar?"[17] Quien pregunta
filosóficamente quiere ir más allá de la
apariencia, de lo cotidiano, de lo inauténtico, de lo
superficial y de lo baladí. Quiere resolver sus enigmas,
quiere respuestas para su vida. "El esfuerzo sistemático
por develar el eterno enigma que hostiga sin cesar la insaciable
curiosidad del hombre, constituye la filosofía. Ella no se
refiere a cuestiones ajenas a la vida y ante cuya
solución, en uno u otro sentido, el hombre pueda
permanecer indiferente. Es la vida misma, con sus angustias y sus
esperanzas, que aparece comprometida en la pregunta y arriesgada
en la esperanza. Porque los problemas últimos y totales no
se limitan a arañar la epidermis: arrastran a nuestro ser
y lo penetran íntimamente. De su solución,
claramente determinada o apenas entrevista, depende el curso
ulterior de nuestra existencia, su felicidad o su
desdicha"[18].
Infinidad de preguntas incomodan al hombre pensante:
¿Quién soy yo? ¿Soy siempre el mismo?
¿Soy lo que quiero ser o soy lo que otros necesitan que
sea? ¿De dónde vengo? ¿Para dónde
voy? ¿Qué es el hombre? ¿Qué es ser
hombre? ¿El hombre es un ente finito arrojado a una
situación fáctica determinada? ¿Cuál
es el auténtico sentido de nuestra vida?
¿Qué es la felicidad? ¿Cómo ser
feliz? ¿Qué es la libertad? ¿Cómo ser
libre? ¿Qué es la justicia? ¿Qué es
lo justo? ¿Cómo ser justo? ¿Qué es el
tiempo? ¿Qué es la belleza? ¿Qué es
lo bello? ¿Dónde se encuentra la esencia de lo
bello: en el sujeto o en el objeto? ¿La belleza
está en las cosas o es relativa a quien la experimenta?
¿La belleza es objetiva o subjetiva? ¿Qué es
el arte? ¿El arte es la representación de lo real o
la reproducción de lo bello? ¿Embellecer la vida
cotidiana es estar pendiente de nuestra imagen? ¿La mejor
obra de arte para un artista es su propia vida?
¿Qué es el amor? ¿Qué es la amistad?
¿Qué es la verdad? ¿Qué es la vida?
¿Es mi vida un ser? ¿Es mi vida una cosa?
¿Es mi vida un objeto? ¿Es mi vida un ente?
¿Cómo puede ser mi vida una cosa, cuando las cosas
están en mi vida? ¿Cómo puede ser mi vida
una cosa, cuando mi vida es la que contiene las cosas?
¿Antes de ser lógica u ontológicamente
verdaderas, las cosas son realmente verdaderas?
¿Qué sentido tiene la vida? ¿Cuál es
la finalidad de la vida? ¿Pensar la vida es la tarea?
¿Hacia dónde debe dirigirse la vida humana para que
tenga sentido? ¿Se está llevando la propia vida
personal con sentido, se está llevando la vida social e
histórica la vida política, con sentido?
¿Por qué vivo? ¿Por qué voy en una
dirección y no en otra? ¿Existe Dios?
¿Qué es la realidad? ¿La realidad es el modo
de ser por excelencia? ¿Qué es lo que de verdad
existe? ¿Cuál es el fundamento profundo de toda
realidad? ¿La realidad es el ser? ¿La realidad es
anterior al ser? ¿El ser se funda en la realidad?
¿La realidad es lo primero? ¿El ser es una
interpretación de la realidad? ¿Existen los hechos
o sólo la interpretación de éstos?
¿Qué debe primar: la pregunta por la idea del ser o
la pregunta por el sentido del ser? ¿El realismo responde
a la pregunta metafísica de quién existe?
¿El idealismo responde a la pregunta metafísica de
quién existe? ¿Son las condiciones materiales las
que imponen la realidad? ¿Es la realidad la que impone las
condiciones materiales? ¿Es el pensamiento el que impone
la realidad? ¿Es la realidad la que impone las condiciones
del pensamiento? ¿Es la realidad social la que impone las
condiciones económicas? ¿Son las condiciones
económicas las que imponen la realidad social? ¿La
naturaleza del ser determina la naturaleza del pensar? ¿La
naturaleza del pensar determina la naturaleza del ser?
¿Quién es primero: el objeto cognoscible o el
sujeto cognoscente? ¿El mundo existe? ¿Qué
nos garantiza de un modo plenamente convincente de que el mundo
existe o no existe? ¿Qué es el ser en sí?
¿Quién es el ser en sí? ¿Qué
es el ser para mí? ¿Quién es el ser para
mí? ¿Qué es la esencia de las cosas?
¿Cuál es la esencia de las cosas?
¿Qué es la existencia? ¿Es posible el
conocimiento? ¿El conocimiento procede de los sentidos o
de la razón? ¿Se puede saber algo con entera
certidumbre? ¿Todos nuestros conocimientos deben regularse
por los objetos? ¿Todos los objetos deben regularse por
nuestros conocimientos? ¿Qué son las cosas?
¿Las cosas son como las percibimos? ¿Hay un orden
en las cosas o el hombre es quien ordena la realidad a su manera?
¿Por qué necesitamos ordenar el mundo?
¿Existen en realidad las cosas que percibimos? ¿La
verdad es una propiedad del enunciado o la verdad es una
propiedad de la realidad? ¿Las cosas son lo que parecen y
parecen lo que son? ¿En realidad las cosas no son lo que
son, sino lo que somos? Cuando alguien habla sobre las cosas,
¿habla sobre sí mismo? ¿Aquel que me habla
en nombre de lo real, nos hace pasar su interpretación
como si fuese la verdadera? ¿Qué es el ser?
¿Qué es el ente? ¿Qué son los
objetos? ¿Es el ser el predicado del sujeto? ¿Es el
preciado el ser del objeto? ¿Qué es lo real?
¿Cuál es el principio de todas las cosas?
¿Expresa el yo, en verdad, el ser del hombre? ¿Las
cosas son fenómenos subjetivos de la conciencia?
¿El sujeto es la fuente del ser? ¿Cómo
pensamos? ¿De dónde viene el universo?
¿Tiene sentido la vida? Si lo tiene, ¿cuál
es? ¿Tener o no tener? ¿Ser o no ser? ¿Las
cosas fuera de mí, el ser fuera de mí, es
exactamente idéntico a mi pensamiento de ser? ¿Una
y la misma cosa es el ser y el pensar? ¿Todo lo real es
racional y todo lo racional es real? El espectáculo
sensorial del universo, el mundo de las cosas, tal como aparecen
ante nuestros sentidos, ¿son una apariencia, una
ilusión de nuestros sentidos, una ilusión de
nuestra facultad de percibir? Cuándo decimos que conocemos
la realidad, ¿qué es lo que en realidad conocemos?
¿Cómo vivir para vivir auténticamente? En
fin, la filosofía nos invita a plantear y plantearnos
éstas y otras preguntas. "Una similar categoría de
interrogantes surgen en relación al mundo en que el hombre
habita: cuál es su origen, por qué existe, en
qué consiste en definitiva, es eterno o tuvo un principio
y puede tener un final, es todo él viviente o no, en
qué consisten la materia y la vida, qué
razón justifica lo que se presenta al hombre como la
existencia de leyes naturales y armónicas que parecen
regirlo.
De todo ello emana inmediatamente la interrogante de si
lo que aparece al hombre como un orden universal y
armónico, por lo menos comprensible para él en
muchos aspectos de su funcionamiento – la ciencia – obedece a
algún plan general, es obra de alguna inteligencia tan
superior y poderosa como para haber sido capaz de establecer ese
orden; si esa inteligencia tiene una esencia divina o es parte de
la naturaleza misma. Frente a la indudable vastedad que la sola
enunciación de estas interrogantes representa, surge
necesariamente la de si el hombre es capaz de conocer realmente
toda la realidad, y de conocerla en su verdad total; si es capaz
de conocer no solamente la realidad que le circunda, sino si es
capaz de alcanzar un conocimiento verdadero de sí mismo.
Qué valor de verdad pueden tener esos mismos
"conocimientos" que emanan de sus reflexiones filosóficas.
En qué consiste y cómo funciona su propia capacidad
de razonar"[19].
Para éstas y otras preguntas tan enormemente
complejas, profundas y difíciles, no hay respuestas
fáciles, definitivas y absolutas. La filosofía
siempre se ha caracterizado por hacer preguntas difíciles.
Según José Saramago, "las respuestas no llegan
siempre cuando uno las necesita, muchas veces ocurre que quedarse
esperando es la única respuesta
posible"[20]. Preguntas como éstas, que son
propiamente filosóficas, son "las preguntas fundamentales,
causales o argumentativas, aquellas que cuestionan el
porqué de las cosas y exigen en sus respuestas los
fundamentos, las causas y las razones de lo que se
pregunta"[21]. La intelectualidad nace de las
preguntas de siempre. "Interrogación y angustia, dos
palabras que forman parte del quehacer del
intelectual"[22]. Las preguntas fundamentales, de
alguna manera constituyen y construyen al hombre. "Ser un hombre,
de alguna forma, en algún momento, consciente o
inconsciente, significa haber tenido que ver con las grandes
preguntas de la filosofía"[23]. En
opinión de José Pablo Feimann, las preguntas de la
filosofía son fundamentales, tienen ese carácter.
"Son fundamentales porque remiten a las cuestiones esenciales de
la condición humana"[24]. Alfonso
Ciprián Pajuelo piensa que "el rechazo juvenil a los
saberes de fundamentación y a las preguntas acerca del
ser, de la persona y de la vida en sociedad, "la alergia a los
porqués", no es sino el eco de la fuerte reacción
de la sociedad actual contra las grandes
preguntas"[25].
Pero, ¿qué es preguntar?
Etimológicamente, el verbo preguntar proviene del
latín praecunctare, y significa "someter a
interrogatorio". Preguntar es interrogar o hacer preguntas a
alguien para que diga y responda lo que sabe sobre un asunto. "Es
exponer en forma de interrogación un asunto, bien para
indicar duda o bien para vigorizar la expresión, cuando se
reputa imposible o absurda la respuesta en determinado
sentido"[26]. Preguntar es buscar
información y despejar una duda, una inquietud o un
interrogante. Preguntarse es "reflexionar una persona sobre una
duda"[27]. Estas definiciones del verbo
preguntar, son desde el punto de vista lógico, y
le sirve a cualquier persona que pregunte sobre una cosa
determinada, quiera saber algo, que quiera despejar una duda. El
concepto de preguntar que le interesa al
filósofo, es desde el punto de vista existencial; y desde
esta arista, "el preguntar es considerado como un modo de ser de
la existencia humana"[28].
En filosofía no toda pregunta es
filosófica, todo preguntar no es filosófico.
Solamente es filosófica la pregunta en la cual la
existencia se hace cuestión de sí misma al
preguntar. La pregunta existencial hace cuestionable la
existencia. La pregunta fundamental, dice Martín
Heidegger, es la pregunta por el ser. En consecuencia, preguntar
por el ser es preguntar por el que pregunta por el ser. Pero no
sólo la pregunta por el ser es filosófica, hay
otras preguntas filosóficas planteadas con profundidad y
radicalidad. Preguntar con profundidad y radicalidad, en
definitiva, es problematizar; y problematizar es plantearle
problemas a la realidad en búsqueda de soluciones de
fondo. "Todo tiene que ver con todo para un filósofo, y
las respuestas van más allá de los
interrogantes"[29]. Mientras haya preguntas
habrá filosofía, el ser humano no dejará de
preguntarse con profundidad, porque "la pregunta libera al ser de
sí mismo, lo descentra, lo arroja a su (propio)
afuera…
La pregunta `más profunda" se enfrenta a la
imposibilidad de la respuesta. Por eso nos persigue sin
conseguirnos. Por eso huye quietamente ante la
satisfacción de una respuesta. La pregunta desvía.
La pregunta más profunda es lo que queda cuando la
pregunta por (el) todo ha sido —finalmente—
contestada… La pregunta profunda es el hombre como
Esfinge, la parte peligrosa, inhumana y sagrada, que detiene y
mantiene detenido ante ella, en el enfrentamiento de un instante,
al hombre que se dice simplemente hombre"
[30]
El preguntar y preguntarse, en búsqueda de
respuestas, dentro y fuera de nosotros, permite que desarrollemos
nuestro espíritu crítico y que aprendamos a pensar
por nosotros mismos. Sólo aquél que posea un
espíritu crítico y se atreva a pensar por sí
mismo tendrá el hábito y el deleite de preguntar y
preguntarse, no en procura de respuestas definitivas y absolutas,
sino temporales y relativas, por cuanto no hay respuestas
definitivas y absolutas para las preguntas fundamentales y
esenciales que formulamos los seres humanos, que nunca se
cierran, que están siempre abiertas. Ana Cecilia Franco de
la Rosa (citada por Carina Cabo), en su libro
Filosofía para niños, enfatiza lo
siguiente: "Una tarea ineludible de la enseñanza de la
filosofía en estos momentos consiste precisamente en
abrirse a esos enfoques alternativos, enriqueciendo la
tradición propia con lo que otras gentes, desde otras
perspectivas, han aportado en el esfuerzo humano por responder a
las preguntas fundamentales sobre el sentido. Hablo de
diálogo riguroso y serio, de apertura mental y de
ampliación de horizontes reflexivos"[31].
Así la ciencia y la filosofía nos den respuestas,
"la cuestión de la esencia del conocimiento, del
espíritu, de la vida, la cuestión del significado
último de todo este mundo maravilloso y terrible, todas
estas cuestiones no podrán jamás ser contestadas
filosóficamente de forma definitiva, a pesar de plantearse
filosóficamente"[32]. Las preguntas
fundamentales son demasiado complejas, o si no veamos:
"¿Quién soy? Con ansiedad me
pregunto.
¿De dónde vengo? Nadie me lo
revela.
¿Dónde estoy? Saberlo me
desvela.
¿Para dónde voy? Quiero saber este
asunto".[33]
"Mientras me asista el ánimo de
preguntar
Mi espíritu inquieto no dejará de
filosofar
Porque a la realidad necesito
interrogar
Para muchas respuestas
encontrar".[34]
Todo lo que para las personas que no filosofan es
"normal", para el filósofo es un problema, y los problemas
suscitan preguntas, pero las respuestas no lo satisfacen; por el
contrario, estas respuestas le generan más preguntas. El
filósofo nunca está satisfecho con las respuestas
que obtiene; siempre quiere saber más, necesita saber el
porqué de las cosas. El filósofo, como el
científico, se pregunta el porqué de las cosas,
"pero entiende este porqué de un modo peculiar;
está persuadido que no se sabe nada si no se sabe su
porqué, pero está también convencido de que
no se sabe perfectamente una cosa hasta que se conoce su
último y total porqué. Y este último total
porqué no es para él la ley que enuncia la
conexión de un antecedente con su consecuente, sino la
estructura misma de la realidad, entendida en su unidad total y
última"[35].
Las preguntas lo mantienen despierto, pensando,
analizando, reflexionando, criticando, investigando, estudiando,
preguntando… El filósofo tiene "hambre" de
respuestas concretas, precisas. Como amante y buscador de la
verdad, pregunta y pregunta en procura de respuestas. Las
preguntas lo inquietan. "El filósofo se ocupa y se adentra
en lo extraño y desconocido, no para encantarlo, sino para
dejarse interrogar. Para instalarse en la pregunta.
Para viajar hacia el misterio, que es una aventura hacia
el interior del ser, porque el filósofo sabe que aunque
podemos soportar todo tipo de soluciones, no podemos vivir sin
problemas, pues, como decía Unamuno, lo más
problemático de todo problema es la
solución"[36]. Quiere saber con
profundidad; no quiere la apariencia de las cosas, quiere conocer
la esencia de éstas. "¿Hay en el mundo algún
conocimiento tan cierto que ningún hombre razonable pueda
dudar de él? Este problema, que a primera vista
podría no parecer difícil, es, en realidad, uno de
los más difíciles que cabe plantear. Cuando hayamos
examinado los obstáculos que entorpecen el camino de una
respuesta directa y segura, nos veremos lanzados de lleno al
estudio de la filosofía —puesto que la
filosofía es simplemente el intento de responder a tales
problemas finales, no de un modo negligente y dogmático,
como lo hacemos en la vida ordinaria y aun en el dominio de las
ciencias, sino de una manera crítica, después de
haber examinado lo que hay de embrollado en ellos, y suprimido la
vaguedad y la confusión que hay en el fondo de nuestras
ideas habituales"[37].
A partir del siglo XIX, entre muchos interrogantes, al
hombre lo inquieta hondamente saber si es la conciencia social la
que determina la conciencia material o si es la conciencia
material la que determina la conciencia social. No son cuestiones
fáciles de responder acertadamente, sin una sesuda
reflexión argumentada y sustentada. El filósofo
seguirá preguntando. "La pregunta no desencadena
exclusivamente una respuesta. Puede remitir a otra
pregunta…"[38]. La vida nos plantea
continuamente problemas vitales para vivir, que debemos resolver.
"La filosofía nos enseña a hacernos preguntas
aunque a veces no encontramos las respuestas, pero aunque no las
tengamos, con sólo el hecho de planteárnoslas nos
pueden guiar por un camino más adecuado en nuestra
vida"[39].
Según Pepe Alva, las preguntas filosóficas
son más conceptuales que pragmáticas, son
universales y no singulares, buscan principios para explicar las
cosas, exploran más allá de lo obvio, generan
nuevas dudas y nuevas preguntas, y exigen rigor argumentativo.
"Las preguntas de la filosofía en nuestro tiempo son:
¿Qué es el mundo en el que vivimos?
¿Qué es el ser humano en ese mundo?
¿Qué significan los demonios que éste ha
creado? La filosofía es alternativa a la ciega brutalidad
de nuestro tiempo, razón al servicio del humanismo, para
restituir los valores perdidos de libertad, solidaridad y
humanidad y ética que se pregunta por la acción del
hombre y nos propone los fines y los medios llamados a dar
sentido y dirección a la historia de nuestro
tiempo"[40].
La filosofía supone un saber que se acumula y una
actividad predominantemente interrogativa. "Su cometido principal
consiste en formular preguntas que, por lo común,
cuestionan el orden establecido, y la emprende contra el sentido
común, contra los prejuicios, y contra lo obvio. La
profesión filosófica comporta una cierta
"molestia´ para el orden establecido, el sentido
común, el prejuicio, y lo obvio. Discurre a contrapelo del
orden establecido, el sentido común, el prejuicio, y lo
obvio"[41].
En la medida que preguntamos y nos preguntamos,
interrogamos a la naturaleza y a las llamadas "autoridades",
vamos encontrando respuestas provisionales y relativas (pero
nunca definitivas y absolutas) a nuestras inquietudes. Cada
posible respuesta nos lleva a preguntar y a replantear nuestras
preguntas, y a revisar y cuestionar las respuestas obtenidas; y
entre más respuestas obtengamos, más preguntas nos
inquietan. Pero no se trata de preguntar por preguntar. Es
necesario construir nuestro saber propio y llegar a nuestras
verdades propias.
Con el conocimiento y las verdades de los demás,
con el conocimiento y las verdades de nosotros mismos, tenemos
elaborar nuestro conocimiento y nuestras verdades que nos sirvan
para vivir nuestra existencia de manera personal y
auténtica, y de esta forma ser nosotros mismos, pensar por
nosotros mismos y tomar nuestras decisiones. Pero en la
construcción de nuestras verdades no podemos decirnos
mentiras, porque "la más grande mentira es creer que
existen verdades eternas o realidades
inmutables"[42].
Preguntamos, no para saber qué tenemos qué
hacer, sino para saber ¿qué somos? "Y es que las
preguntas verdaderamente serias son aquellas que pueden ser
formuladas hasta por un niño. Sólo las preguntas
más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que
no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una
barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo:
precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que
determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan
las fronteras de la existencia del hombre"[43].
Las preguntas existenciales, las preguntas claves y profundas que
nos formulamos, no son para nuestro "hacer" sino para nuestro
"ser". Estas preguntas nada tienen que ver con acciones que
realicemos, tienen que ver con lo que somos, con lo que nos pasa,
con lo que significa estar en el mundo como persona. "La calidad
de nuestras vidas la determina la calidad de nuestro pensamiento.
La calidad de nuestro pensamiento, a su vez, la determina la
calidad de nuestras preguntas, ya que las preguntas son la
maquinaria, la fuerza que impulsa el pensamiento. Sin las
preguntas, no tenemos sobre qué pensar. Sin las preguntas
esenciales, muchas veces no logramos enfocar nuestro pensar en lo
significativo y sustancial"[44]. Las preguntas
esenciales, las concernientes a las relaciones del humano consigo
mismo y con los otros o el mundo, surgen del quehacer cotidiano,
de "la vida de todos los días", como diría Edmundo
Husserl.
Las preguntas de la filosofía, nos dice Fernando
Savater, no nos llevan a hacer cosas, sino a entrar dentro de las
cosas, a entrar dentro de lo que somos o dentro de lo que es el
mundo en el que estamos. "Queremos saber no sólo
cómo son las cosas y cómo se comportan, y
cómo puedo aprovecharme de ellas de un modo inmediato,
sino qué sentido tienen para mí; qué puedo
esperar de ellas en último
término"[45]. Todas las preguntas
filosóficas nos llevan a reflexionar sobre nuestra vida.
Sócrates planteaba que una vida sin reflexionar no
valía la pena vivirla. "Pensar la vida: ¡esa es la
tarea!", sentenció Hegel. "Pensar la vida, ¡ese es
el desafío!", digo yo. "Mucho hay que discurrir, mucho hay
que meditar sobre el tenue hilo de la vida", sentenció
Goethe[46]Solo vive el que sabe,
decía sabiamente Gracián.
En Platón, la filosofía, pese a su
característica eminentemente intelectual, es concebida
como un saber al servicio de la vida. Robert Spaemann
señala que para vivir conforme a la categoría y
dignidad del ser humano es necesario saber por qué vivir y
cómo conviene vivir dentro de las diversas opciones que
nos presentan. "Se comprende pues que la filosofía sea el
quehacer intelectual más importante para vivir conforme a
la categoría y dignidad del ser humano… El hombre
sin metafísica, sin respuesta a la pregunta de las
preguntas, al porqué de todos los porqués, es un
ser radicalmente inseguro y agobiado"[47]. Antonio
Orozco Delclos conceptúa que el hombre puede incrementar
sin término su saber operativo (práctico),
construir y manejar cosas, aparatos, instrumentos, pero
¿para qué? "Aunque llegase a dominar el universo:
¿para qué? Acabaríamos preguntando, con el
escepticismo de Lenin: La libertad, ¿para
qué?; o con el de Pilato: la verdad,
¿qué es la verdad?; o con el tremendo
pesimismo del ateísmo de un Jean Paul Sartre: el
hombre es una pasión inútil, el niño es un
ser vomitado al mundo, la libertad es una
condena"[48].
Cuando nos preguntamos, por ejemplo,
"¿qué es la justicia?", queremos saber lo
que la justicia es, queremos la definición del
concepto de justicia, queremos saber ¿cuál es la
esencia de la justicia? Y ¿en qué consiste la
justicia?, no queremos saber si existe o no existe la justicia.
"¿Qué es?" significa "dar
razón" de algo. La filosofía es tan rigurosa
que a una pregunta tan profunda como ¿qué es la
justicia? no se le puede dar cualquier respuesta. La justicia es
algo objetivo y no puede ser sólo aquella que impone el
poder y la fuerza. Si es objetiva, "nadie puede decidir
subjetivamente y de buenas a primeras qué es lo justo,
quien quiera buscar su esencia tiene por fuerza que proceder
metódica y sistemáticamente, siguiendo lo que
Platón llama el camino largo del filosofar, que
es el camino de los filósofos"[49]. El
filósofo, en materia política, le corresponde
filosofar no sólo sobre la justicia sino sobre el Estado,
las diversas formas de gobierno, la ley y el derecho, y las
relaciones entre individuo y Estado, entre otros temas
relacionados con la vida política.
Definir es decir en qué consiste algo. "Definir
un concepto es enumerar una tras otra las múltiples y
variadas notas características de ese concepto…
consiste en incluir este concepto en otro que sea más
extenso, o en otros varios que sean más extensos y que se
encuentren, se toquen, precisamente en el punto del concepto que
queremos definir"[50]. La definición de un
concepto jamás será definitiva y absoluta. Entonces
cuando se nos pregunta ¿qué es la
filosofía?, nos piden la definición del concepto de
filosofía, lo que la filosofía es.
Etimológicamente, "filosofía" es amor por la
sabiduría. Pero esta definición no es definitiva;
en el transcurso del tiempo, esa definición ya no
satisface como respuesta, que ha tenido su evolución. A
partir de Platón, esa "sabiduría" es racional,
reflexiva y metódica, por cuanto su "sabiduría" no
es la doxa (mera opinión) sino la
epísteme (ciencia). Desde Aristóteles
hasta el siglo XVIII, filosofía será "todas las
cosas que conocemos y los conocimientos de esas cosas, todo el
conjunto de saber humano"[51]. En el ocaso del
siglo XVIII, después que algunas ciencias se "desgajan"
del tronco de la filosofía, se entenderá
provisionalmente por filosofía hasta nuestros días
"el estudio de todo aquello que es objeto de conocimiento
universal y totalitario"[52]. Otra
definición personal y provisional en la actualidad
sería la de Johanes Hensen: "Intento del espíritu
humano para llegar a una concepción del universo mediante
la autorreflexión sobre las funciones valorativas
teóricas y prácticas"[53].
Así muchas otras definiciones del concepto de
filosofía. Cada filósofo, cada pensador, cada
teórico o historiador de la filosofía tiene su
definición propia y, sobre todo, provisional y
relativa.
Como se aprecia, decir con certeza absoluta y de manera
definitiva "¿qué es la filosofía?"
no es una tarea acabada. Para poder definir la filosofía,
así sea de manera provisional y relativa, primero se debe
"hacer" filosofía, vivenciar la filosofía,
aprender filosofía, es decir, aprender a filosofar.
"Entender lo que significa filosofía es una tarea compleja
puesto que diferentes personas tienen diferentes definiciones de
lo que para ellos es filosofía. Incluso algunas
definiciones pueden ser antagónicas. De manera que para
empezar a entender qué significa filosofía
sería mejor empezar a hacer filosofía y descubrir
entonces las características de esta empresa
humana"[54]. En mi caso personal, cuando
escuché por primera vez la palabra "filosofía",
inmediatamente me pregunté y pregunté
"¿qué es la filosofía"? El
diccionario El pequeño Larousse me dio la primera
respuesta: "Conjunto de consideraciones y reflexiones generales
sobre los principios fundamentales del conocimiento, pensamiento
y acción humanos, integrado en una doctrina o sistema".
Confieso que esta definición, a mí que no
había escuchado antes esa palabra ni había obtenido
esta respuesta, me dejó confundido, porque resultaba un
tanto compleja y algo difícil de comprender. Inquieto por
esta pregunta indagué y me sumergí en tan
apasionante universo durante el bachillerato, y, apasionado por
la filosofía y el filosofar, proseguí mi ansiada
búsqueda en la universidad. Hoy, después de haber
"filosofado" un poco, de haber "hecho" algo de filosofía y
de haberla "vivenciado" mucho, me atrevo a responder
provisionalmente a la pregunta de "¿qué es la
filosofía?" en los siguientes términos: "Es un
constante preguntar con profundidad y reflexionar
críticamente sobre algunas cuestiones fundamentales de la
existencia". ¿Ésta será la
respuesta? No, es una respuesta; mi respuesta. "De
manera que para empezar a entender qué significa
filosofía sería mejor empezar a hacer
filosofía y descubrir entonces las características
de esta empresa humana"[55]. Silvana Vignale
señala que "dar una respuesta a lo que es la
filosofía, es ya un problema
filosófico"[56]. Es tan apasionante la
filosofía, que considero a esta palabra como la más
hermosa del idioma castellano.
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