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Preguntar es una manera de filosofar




Enviado por Luis Ángel Rios



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    Preguntar es una manera de filosofar –
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    Preguntar es una manera de
    filosofar

    Es posible que todavía haya quienes duden sobre
    la importancia de la filosofía, sobre su utilidad
    práctica. Los que titubean sobre su provecho es procedente
    que sepan que, entre su practicidad para los asuntos primordiales
    de la existencia concreta del ser humano, se encuentra el
    preguntar; dentro de sus múltiples utilidades está
    la del cultivo de nuestro espíritu inquieto por la
    pregunta. Preguntar es una manera de filosofar. Pero, en
    filosofía, no toda pregunta es
    filosófica.

    Preguntar ¿para qué sirve la
    filosofía? es un interrogante que hogaño ya no
    debería formularse o plantearse, porque la
    filosofía sí sirve para mucho. Sería
    cómo preguntar ¿para qué sirve la ciencia?
    ¿Para qué sirve la vida? ¿Para qué
    alimentarnos? Sobran las respuestas. "¿Qué
    importancia tiene la filosofía? La misma que las ventas en
    los mercadosSócrates decía que aquel que
    necesita cebollas sabe que tiene que ir al mercado porque
    allí va a poder comprar cebollas. Que el que necesita
    zapatos, sabe que tiene que ir al mercado porque allí va a
    encontrar zapatos. Y aquel que tiene preguntas y quiere conocer
    sobre las cosas verdaderamente importantes de la vida, ¿a
    qué va acudir? A la filosofía, donde podemos
    encontrar respuestas a las preguntas… Cuando buscamos el
    sentido de la vida, cuando nos preguntamos por lo que se esconde
    detrás de las apariencias, cuando necesitamos conocernos a
    nosotros mismos y las causas de lo que nos sucede, estamos
    filosofando; es probable que sea la más noble
    ocupación, la más humana y por tanto, la que
    más felicidad pueda
    aportarnos"[1].

    La filosofía sirve porque la necesitamos. Gilles
    Deleuze dice que cuando se pregunta para qué sirve la
    filosofía, la respuesta debe ser agresiva, ya que la
    pregunta se tiene por irónica y mordaz. "Pero algunas
    veces, es la propia filosofía la que se formula esa
    pregunta; entonces es posible que de esa reflexión surja
    una transformación fructífera o una
    revolución en el modo de pensar y de actuar… A la
    pregunta de por qué filosofar hay que responder con otra
    pregunta: ¿cómo no filosofar?

    La posible inutilidad de la filosofía es parte de
    su contingencia —explica Samuel Cabanchk—y en ella
    radica también su utilidad, ya que la filosofía
    sirve para no hacer masa con el pensamiento masa; para ir
    más allá del pensamiento que domina en los medios,
    de la espontaneidad de la opinión de la calle, de las
    fórmulas masificadas. No se trata de instalar un elitismo
    del pensar sino de ejercer el pensamiento crítico, tanto
    en el universo personal como en el colectivo"[2].
    La filosofía, mediante su reflexión y su preguntar
    con hondura ontológica, "analiza el lugar que el hombre
    ocupa en el universo y la naturaleza, los instrumentos, procesos
    y objetos de su pensamiento, los valores a que debe atenerse en
    su relación con otros hombres y con la sociedad
    humana"[3].

    ¿Acaso no es tozudez preguntar para qué
    sirve un saber racional que ha pervivido durante unos tres mil
    años? "Aristóteles sostenía que hay muchas
    cosas útiles y actividades más urgentes y
    apremiantes que la filosofía, pero que no hay ninguna que
    valga más, porque la filosofía es el hombre mismo y
    todo lo demás le sirve a ella, es decir, al hombre. De
    modo que preguntar para qué sirve la filosofía
    equivale a preguntar para qué sirve el
    hombre"[4].

    Lo que ocurre es que en nuestra sociedad
    pragmática y utilitaria a todo quieren buscarle un
    ¿para qué? en lugar de un ¿por qué?
    "Las cosas bellas no necesitan un "¿para
    qué
    ?", porque son válidas en sí mismas.
    (El "para" es el núcleo ontológico de los
    entes). El "¿para qué?" es una idea de la
    lógica "capitalista: para qué sirve, qué se
    va a ganar con eso, qué se va a conseguir, etc. Pintar es
    bueno en sí mismo, no me sirve para nada, como leer a
    Dostoievski. Es bueno poder ver un cuadro, entusiasmarse con
    él, interpretarlo como un auto-retrato y conmoverse. Lo
    que es bueno en sí, no necesita de un "¿para
    qué?" La lógica del capital siempre necesita tener
    claro cuánto va a dar una inversión, qué
    utilidad se puede obtener. Pero la vida no tiene por qué
    asumir esa lógica…"[5].

    Nuestra condición humana nos plantea muchos
    interrogantes. "El filósofo se ocupa y se adentra en lo
    extraño y desconocido, no para encantarlo, sino para
    dejarse interrogar. Para instalarse en la pregunta. Para viajar
    hacia el misterio, que es una aventura hacia el interior del ser,
    porque el filósofo sabe que aunque podemos soportar todo
    tipo de soluciones, no podemos vivir sin problemas, pues, como
    decía Unamuno, lo más problemático de todo
    problema es la solución"[6]. Mientras que
    para las personas que carecen de espíritu crítico y
    no "filosofan", muchos fenómenos, sucesos, eventos,
    circunstancias, hechos y "realidades" les parecen obvias, para el
    filósofo son un problema, generan múltiples
    preguntas, y las respuestas a éstas suscitan más
    preguntas y el ansia de preguntar no se satisface con ninguna de
    las respuestas. "Una buena conferencia, una buena
    reflexión, una buena charla, no es donde encuentra
    respuestas; es donde sales con muchísimas preguntas.
    Porque las preguntas te hacen reflexionar, las preguntas te hacen
    cambiar, las preguntas te hacen entrar al camino de la
    búsqueda. Por eso es tan importante la pregunta en
    filosofía"[7]. Si sólo interesa el
    consumo y el mercado, ¿en qué momento nos surge la
    pregunta por el ser y otras preguntas, que son la esencia del
    quehacer filosófico?

    Si permitimos que la pregunta por el ser "despliegue su fuerza
    en nuestra vida y que la dirija, asumimos la actitud
    filosófica y despertamos al filosofar"[8].
    El hombre es el único ser que se pregunta por el ser, el
    objeto mismo de la investigación filosófica.
    Germán Marquínez Argote señala que "toda
    respuesta es susceptible de ser de nuevo cuestionada por una
    nueva pregunta"[9]. El insaciable deseo de saber
    (de ahí su "amor por la sabiduría") le impele a
    seguir preguntando hasta que muere… Heinrich Heine plantea
    poéticamente que "no dejamos de preguntarnos, / una y
    otra vez / hasta que un puñado de tierra / nos calla la
    boca. / Pero, ¿eso es una respuesta
    ?"

    La inmensa mayoría de seres humanos que viven bajo el
    contundente y alienador poder religioso no preguntan ¿para
    qué sirve la religión? "Las religiones, todas, en
    cualquier lugar y momento, sirven para ese cometido. Pero no
    sólo ellas: el discurso común, reproductor de la
    ideología dominante, está igualmente a ese
    servicio. Desde el poder, de lo que se trata es de no permitir
    pensar, de hacer repetir perpetuamente e inducir creer "lo que se
    debe creer", aunque sea absurdo[10]Sin dudas,
    nuestra humana condición da para eso: somos muy
    manipulables, conservadores, miedosos (¿absurdos
    quizá?). "¿Creéis que en todo tiempo los
    hombres… han sido mendaces, bellacos, pérfidos,
    ingratos, ladrones, débiles, cobardes, envidiosos,
    glotones, borrachos, avaros, ambiciosos, sanguinarios,
    calumniadores, desenfrenados, fanáticos, hipócritas
    y necios
    ?", se preguntaba Voltaire[11]

    Así como se asigna, sin preguntar ni reflexionar, valor
    e importancia a la religión y a otros saberes
    irracionales, el filosofar posee un invaluable servicio, porque
    es un saber racional, riguroso, metódico, reflexivo y
    argumentado. Y no es que el filósofo sea un detractor o
    defensor de la religión; lo que ocurre es que éste,
    que va en búsqueda de respuestas, se pregunta por el
    fenómeno religioso en todo su fantástico y complejo
    universo, buscando desentrañar qué hay dentro de
    él. Por ejemplo, se pregunta por el insondable problema de
    Dios, no para negarlo o afirmarlo; lo que quiere saber es
    qué se esconde detrás de esta problemática
    que, gracias a nuestra cultura, nos inquieta. Se pregunta por el
    problema de Dios porque no le gustan las salidas facilistas:
    afirmarlo o negarlo porque otros ya lo han hecho.

    Cuando reflexiona sobre el insondable origen del universo no
    acude al facilismo, sosteniendo que éste fue creado por
    Dios; reflexiona y formula otras preguntas, indaga en las
    ciencias y otros saberes, no se atiene a la mera
    cosmovisión religiosa. Respecto al problema de Dios, el
    filósofo se zambulle en la profundidad del problema desde
    el punto de vista fenomenológico, ontológico,
    metafísico, epistemológico, sociológico y
    psicológico. Su ansia desmedida de respuestas lo llevan a
    preguntar y preguntarse, mientras viva, tratando de allegar
    claridad a esta cuestión que ha influido y permeado
    hondamente al hecho religioso, que ha condicionado radicalmente
    la cosmovisión de una inmensa mayoría de seres
    humanos. En síntesis, el filósofo, con su actitud
    de preguntar, pretende obtener claridad y acercarse a una
    comprensión más cercana a la realidad lo más
    diáfana que le sea posible.

    El hecho de que algunas personas, que se dejan arrastrar por
    la corriente de las circunstancias, alienadas por la
    domesticación social, desconozcan el valiosísimo
    aporte de la filosofía a nuestra vida, no implica que
    ésta no sirva. Un ser humano no puede ser como
    decía David Herbert Richards Lawrence: "un vagabundo
    insignificante que va a donde le lleva el
    viento"[12].

    Dudar de la importancia de la filosofía, y del
    filosofar, es necedad; es algo así como evidenciar parte
    de nuestra estulticia… Solamente al ser humano que se
    pregunta con profundidad, sabe para qué sirve la
    filosofía. El hombre es un animal que pregunta. "El hombre
    es un ser muy curioso, tan curioso que no tiene más
    remedio que filosofar. En efecto, el vivir humano no es el del
    vegetal, ni siquiera meramente animal; por ello el filosofar para
    el hombre es esencial. El hombre no se puede contentar con
    cuestiones secundarias, sino que por su constitución misma
    tiene que plantearse las cuestiones últimas; no tiene otra
    salida si no deja de ser hombre convirtiéndose en un
    homínido, ese ser disminuido de que hablan los
    etólogos"[13]. Tiene "hambre" y "sed" de
    preguntas. Hans Gadamer nos dice que todos vivimos en permanente
    pregunta porque vivimos en permanente búsqueda de
    respuestas. "Preguntar es lo propio del hombre, explorador de su
    mundo e inquisidor de sí mismo"[14]. Erich
    Fromm indica que lo que "constituye la esencia es la pregunta y
    la necesidad de una respuesta", y acota que "hay muchas
    respuestas que el hombre puede dar a la cuestión que le
    plantea el hecho de haber nacido
    humano…"[15].

    En concepción de Heidegger, preguntar es el terreno
    propio de la vida entendida como acontecimiento. Toda pregunta es
    por sí misma un proyecto, un lanzarse fuera de sí.
    "Es un horizonte que se abre y que no es ajeno a quien se
    pregunta, pues en el preguntar, y en el preguntar por el ser, se
    evidencia la inmediatez de quien pregunta: el hombre. La pregunta
    no se da desde la distancia sino en el saberse inmerso en la
    cercanía con el ser. Preguntar es el modo de sentirse
    humano y, por tanto, distinto de cualquier otro
    ente"[16]. A medida en que filosofamos, entendemos
    que a pesar de sentirnos muy motivados por conocer los misterios
    trascendentes de la existencia, declinamos a creer
    incondicionalmente en todo lo que se dice, por más que
    muchos lo den por sentado. Detrás del ser que busca
    absolutos existe la necesidad imperiosa de ceñirse a
    cierta lógica o coherencia. El filósofo no debe
    dudar de todo escépticamente, ni aceptar como cierto todo
    credulonamente.

    El hombre necesita de la filosofía, necesita
    filosofar, porque ella da respuestas a sus eternas preguntas.
    Él mismo es pregunta, problema, misterio y enigma. "El
    arte de preguntar, como todo arte, es un proceso que resulta de
    una actitud sobre la que se funda. Y una actitud no se puede
    enseñar pero sí se puede descubrir, podemos tomar
    conciencia de ella y nutrirla.

    La filosofía es inherente al hombre, pero unos
    hombres u otros, según las circunstancias, habrán
    desarrollado más o menos esta facultad natural. A lo largo
    de la historia se han producido instrumentos que hemos heredado,
    pero del mismo modo que los progresos técnicos no hacen
    del hombre un artista, los conceptos filosóficos
    establecidos no hacen del hombre un filósofo.
    ¿Quién eres?, nos pregunta Sócrates.
    ¿Existes?, nos pregunta Nagarjuna. ¿Sabes lo que
    dices? nos pregunta Pascal. ¿De dónde sacas esa
    evidencia? nos pregunta Descartes. ¿Cómo puedes
    saberlo? nos pregunta Kant. ¿Puedes pensar lo contrario?
    nos pregunta Hegel. ¿Qué condiciones materiales te
    hacen hablar así? nos pregunta Marx. ¿Quién
    habla cuando hablas? nos pregunta Nietzsche. ¿Qué
    deseo te anima? nos pregunta Freud. ¿Quién quieres
    ser? nos pregunta Sartre. ¿Por qué no dejarse
    preguntar?"[17] Quien pregunta
    filosóficamente quiere ir más allá de la
    apariencia, de lo cotidiano, de lo inauténtico, de lo
    superficial y de lo baladí. Quiere resolver sus enigmas,
    quiere respuestas para su vida. "El esfuerzo sistemático
    por develar el eterno enigma que hostiga sin cesar la insaciable
    curiosidad del hombre, constituye la filosofía. Ella no se
    refiere a cuestiones ajenas a la vida y ante cuya
    solución, en uno u otro sentido, el hombre pueda
    permanecer indiferente. Es la vida misma, con sus angustias y sus
    esperanzas, que aparece comprometida en la pregunta y arriesgada
    en la esperanza. Porque los problemas últimos y totales no
    se limitan a arañar la epidermis: arrastran a nuestro ser
    y lo penetran íntimamente. De su solución,
    claramente determinada o apenas entrevista, depende el curso
    ulterior de nuestra existencia, su felicidad o su
    desdicha"[18].

    Infinidad de preguntas incomodan al hombre pensante:
    ¿Quién soy yo? ¿Soy siempre el mismo?
    ¿Soy lo que quiero ser o soy lo que otros necesitan que
    sea? ¿De dónde vengo? ¿Para dónde
    voy? ¿Qué es el hombre? ¿Qué es ser
    hombre? ¿El hombre es un ente finito arrojado a una
    situación fáctica determinada? ¿Cuál
    es el auténtico sentido de nuestra vida?
    ¿Qué es la felicidad? ¿Cómo ser
    feliz? ¿Qué es la libertad? ¿Cómo ser
    libre? ¿Qué es la justicia? ¿Qué es
    lo justo? ¿Cómo ser justo? ¿Qué es el
    tiempo? ¿Qué es la belleza? ¿Qué es
    lo bello? ¿Dónde se encuentra la esencia de lo
    bello: en el sujeto o en el objeto? ¿La belleza
    está en las cosas o es relativa a quien la experimenta?
    ¿La belleza es objetiva o subjetiva? ¿Qué es
    el arte? ¿El arte es la representación de lo real o
    la reproducción de lo bello? ¿Embellecer la vida
    cotidiana es estar pendiente de nuestra imagen? ¿La mejor
    obra de arte para un artista es su propia vida?
    ¿Qué es el amor? ¿Qué es la amistad?
    ¿Qué es la verdad? ¿Qué es la vida?
    ¿Es mi vida un ser? ¿Es mi vida una cosa?
    ¿Es mi vida un objeto? ¿Es mi vida un ente?
    ¿Cómo puede ser mi vida una cosa, cuando las cosas
    están en mi vida? ¿Cómo puede ser mi vida
    una cosa, cuando mi vida es la que contiene las cosas?
    ¿Antes de ser lógica u ontológicamente
    verdaderas, las cosas son realmente verdaderas?
    ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Cuál es
    la finalidad de la vida? ¿Pensar la vida es la tarea?
    ¿Hacia dónde debe dirigirse la vida humana para que
    tenga sentido? ¿Se está llevando la propia vida
    personal con sentido, se está llevando la vida social e
    histórica la vida política, con sentido?
    ¿Por qué vivo? ¿Por qué voy en una
    dirección y no en otra? ¿Existe Dios?
    ¿Qué es la realidad? ¿La realidad es el modo
    de ser por excelencia? ¿Qué es lo que de verdad
    existe? ¿Cuál es el fundamento profundo de toda
    realidad? ¿La realidad es el ser? ¿La realidad es
    anterior al ser? ¿El ser se funda en la realidad?
    ¿La realidad es lo primero? ¿El ser es una
    interpretación de la realidad? ¿Existen los hechos
    o sólo la interpretación de éstos?
    ¿Qué debe primar: la pregunta por la idea del ser o
    la pregunta por el sentido del ser? ¿El realismo responde
    a la pregunta metafísica de quién existe?
    ¿El idealismo responde a la pregunta metafísica de
    quién existe? ¿Son las condiciones materiales las
    que imponen la realidad? ¿Es la realidad la que impone las
    condiciones materiales? ¿Es el pensamiento el que impone
    la realidad? ¿Es la realidad la que impone las condiciones
    del pensamiento? ¿Es la realidad social la que impone las
    condiciones económicas? ¿Son las condiciones
    económicas las que imponen la realidad social? ¿La
    naturaleza del ser determina la naturaleza del pensar? ¿La
    naturaleza del pensar determina la naturaleza del ser?
    ¿Quién es primero: el objeto cognoscible o el
    sujeto cognoscente? ¿El mundo existe? ¿Qué
    nos garantiza de un modo plenamente convincente de que el mundo
    existe o no existe? ¿Qué es el ser en sí?
    ¿Quién es el ser en sí? ¿Qué
    es el ser para mí? ¿Quién es el ser para
    mí? ¿Qué es la esencia de las cosas?
    ¿Cuál es la esencia de las cosas?
    ¿Qué es la existencia? ¿Es posible el
    conocimiento? ¿El conocimiento procede de los sentidos o
    de la razón? ¿Se puede saber algo con entera
    certidumbre? ¿Todos nuestros conocimientos deben regularse
    por los objetos? ¿Todos los objetos deben regularse por
    nuestros conocimientos? ¿Qué son las cosas?
    ¿Las cosas son como las percibimos? ¿Hay un orden
    en las cosas o el hombre es quien ordena la realidad a su manera?
    ¿Por qué necesitamos ordenar el mundo?
    ¿Existen en realidad las cosas que percibimos? ¿La
    verdad es una propiedad del enunciado o la verdad es una
    propiedad de la realidad? ¿Las cosas son lo que parecen y
    parecen lo que son? ¿En realidad las cosas no son lo que
    son, sino lo que somos? Cuando alguien habla sobre las cosas,
    ¿habla sobre sí mismo? ¿Aquel que me habla
    en nombre de lo real, nos hace pasar su interpretación
    como si fuese la verdadera? ¿Qué es el ser?
    ¿Qué es el ente? ¿Qué son los
    objetos? ¿Es el ser el predicado del sujeto? ¿Es el
    preciado el ser del objeto? ¿Qué es lo real?
    ¿Cuál es el principio de todas las cosas?
    ¿Expresa el yo, en verdad, el ser del hombre? ¿Las
    cosas son fenómenos subjetivos de la conciencia?
    ¿El sujeto es la fuente del ser? ¿Cómo
    pensamos? ¿De dónde viene el universo?
    ¿Tiene sentido la vida? Si lo tiene, ¿cuál
    es? ¿Tener o no tener? ¿Ser o no ser? ¿Las
    cosas fuera de mí, el ser fuera de mí, es
    exactamente idéntico a mi pensamiento de ser? ¿Una
    y la misma cosa es el ser y el pensar? ¿Todo lo real es
    racional y todo lo racional es real? El espectáculo
    sensorial del universo, el mundo de las cosas, tal como aparecen
    ante nuestros sentidos, ¿son una apariencia, una
    ilusión de nuestros sentidos, una ilusión de
    nuestra facultad de percibir? Cuándo decimos que conocemos
    la realidad, ¿qué es lo que en realidad conocemos?
    ¿Cómo vivir para vivir auténticamente? En
    fin, la filosofía nos invita a plantear y plantearnos
    éstas y otras preguntas. "Una similar categoría de
    interrogantes surgen en relación al mundo en que el hombre
    habita: cuál es su origen, por qué existe, en
    qué consiste en definitiva, es eterno o tuvo un principio
    y puede tener un final, es todo él viviente o no, en
    qué consisten la materia y la vida, qué
    razón justifica lo que se presenta al hombre como la
    existencia de leyes naturales y armónicas que parecen
    regirlo.

    De todo ello emana inmediatamente la interrogante de si
    lo que aparece al hombre como un orden universal y
    armónico, por lo menos comprensible para él en
    muchos aspectos de su funcionamiento – la ciencia – obedece a
    algún plan general, es obra de alguna inteligencia tan
    superior y poderosa como para haber sido capaz de establecer ese
    orden; si esa inteligencia tiene una esencia divina o es parte de
    la naturaleza misma. Frente a la indudable vastedad que la sola
    enunciación de estas interrogantes representa, surge
    necesariamente la de si el hombre es capaz de conocer realmente
    toda la realidad, y de conocerla en su verdad total; si es capaz
    de conocer no solamente la realidad que le circunda, sino si es
    capaz de alcanzar un conocimiento verdadero de sí mismo.
    Qué valor de verdad pueden tener esos mismos
    "conocimientos" que emanan de sus reflexiones filosóficas.
    En qué consiste y cómo funciona su propia capacidad
    de razonar"[19].

    Para éstas y otras preguntas tan enormemente
    complejas, profundas y difíciles, no hay respuestas
    fáciles, definitivas y absolutas. La filosofía
    siempre se ha caracterizado por hacer preguntas difíciles.
    Según José Saramago, "las respuestas no llegan
    siempre cuando uno las necesita, muchas veces ocurre que quedarse
    esperando es la única respuesta
    posible"[20]. Preguntas como éstas, que son
    propiamente filosóficas, son "las preguntas fundamentales,
    causales o argumentativas, aquellas que cuestionan el
    porqué de las cosas y exigen en sus respuestas los
    fundamentos, las causas y las razones de lo que se
    pregunta"[21]. La intelectualidad nace de las
    preguntas de siempre. "Interrogación y angustia, dos
    palabras que forman parte del quehacer del
    intelectual"[22]. Las preguntas fundamentales, de
    alguna manera constituyen y construyen al hombre. "Ser un hombre,
    de alguna forma, en algún momento, consciente o
    inconsciente, significa haber tenido que ver con las grandes
    preguntas de la filosofía"[23]. En
    opinión de José Pablo Feimann, las preguntas de la
    filosofía son fundamentales, tienen ese carácter.
    "Son fundamentales porque remiten a las cuestiones esenciales de
    la condición humana"[24]. Alfonso
    Ciprián Pajuelo piensa que "el rechazo juvenil a los
    saberes de fundamentación y a las preguntas acerca del
    ser, de la persona y de la vida en sociedad, "la alergia a los
    porqués", no es sino el eco de la fuerte reacción
    de la sociedad actual contra las grandes
    preguntas"[25].

    Pero, ¿qué es preguntar?
    Etimológicamente, el verbo preguntar proviene del
    latín praecunctare, y significa "someter a
    interrogatorio". Preguntar es interrogar o hacer preguntas a
    alguien para que diga y responda lo que sabe sobre un asunto. "Es
    exponer en forma de interrogación un asunto, bien para
    indicar duda o bien para vigorizar la expresión, cuando se
    reputa imposible o absurda la respuesta en determinado
    sentido"[26]. Preguntar es buscar
    información y despejar una duda, una inquietud o un
    interrogante. Preguntarse es "reflexionar una persona sobre una
    duda"[27]. Estas definiciones del verbo
    preguntar, son desde el punto de vista lógico, y
    le sirve a cualquier persona que pregunte sobre una cosa
    determinada, quiera saber algo, que quiera despejar una duda. El
    concepto de preguntar que le interesa al
    filósofo, es desde el punto de vista existencial; y desde
    esta arista, "el preguntar es considerado como un modo de ser de
    la existencia humana"[28].

    En filosofía no toda pregunta es
    filosófica, todo preguntar no es filosófico.
    Solamente es filosófica la pregunta en la cual la
    existencia se hace cuestión de sí misma al
    preguntar. La pregunta existencial hace cuestionable la
    existencia. La pregunta fundamental, dice Martín
    Heidegger, es la pregunta por el ser. En consecuencia, preguntar
    por el ser es preguntar por el que pregunta por el ser. Pero no
    sólo la pregunta por el ser es filosófica, hay
    otras preguntas filosóficas planteadas con profundidad y
    radicalidad. Preguntar con profundidad y radicalidad, en
    definitiva, es problematizar; y problematizar es plantearle
    problemas a la realidad en búsqueda de soluciones de
    fondo. "Todo tiene que ver con todo para un filósofo, y
    las respuestas van más allá de los
    interrogantes"[29]. Mientras haya preguntas
    habrá filosofía, el ser humano no dejará de
    preguntarse con profundidad, porque "la pregunta libera al ser de
    sí mismo, lo descentra, lo arroja a su (propio)
    afuera…

    La pregunta `más profunda" se enfrenta a la
    imposibilidad de la respuesta. Por eso nos persigue sin
    conseguirnos. Por eso huye quietamente ante la
    satisfacción de una respuesta. La pregunta desvía.
    La pregunta más profunda es lo que queda cuando la
    pregunta por (el) todo ha sido —finalmente—
    contestada… La pregunta profunda es el hombre como
    Esfinge, la parte peligrosa, inhumana y sagrada, que detiene y
    mantiene detenido ante ella, en el enfrentamiento de un instante,
    al hombre que se dice simplemente hombre"
    [30]

    El preguntar y preguntarse, en búsqueda de
    respuestas, dentro y fuera de nosotros, permite que desarrollemos
    nuestro espíritu crítico y que aprendamos a pensar
    por nosotros mismos. Sólo aquél que posea un
    espíritu crítico y se atreva a pensar por sí
    mismo tendrá el hábito y el deleite de preguntar y
    preguntarse, no en procura de respuestas definitivas y absolutas,
    sino temporales y relativas, por cuanto no hay respuestas
    definitivas y absolutas para las preguntas fundamentales y
    esenciales que formulamos los seres humanos, que nunca se
    cierran, que están siempre abiertas. Ana Cecilia Franco de
    la Rosa (citada por Carina Cabo), en su libro
    Filosofía para niños, enfatiza lo
    siguiente: "Una tarea ineludible de la enseñanza de la
    filosofía en estos momentos consiste precisamente en
    abrirse a esos enfoques alternativos, enriqueciendo la
    tradición propia con lo que otras gentes, desde otras
    perspectivas, han aportado en el esfuerzo humano por responder a
    las preguntas fundamentales sobre el sentido. Hablo de
    diálogo riguroso y serio, de apertura mental y de
    ampliación de horizontes reflexivos"[31].
    Así la ciencia y la filosofía nos den respuestas,
    "la cuestión de la esencia del conocimiento, del
    espíritu, de la vida, la cuestión del significado
    último de todo este mundo maravilloso y terrible, todas
    estas cuestiones no podrán jamás ser contestadas
    filosóficamente de forma definitiva, a pesar de plantearse
    filosóficamente"[32]. Las preguntas
    fundamentales son demasiado complejas, o si no veamos:

    "¿Quién soy? Con ansiedad me
    pregunto.

    ¿De dónde vengo? Nadie me lo
    revela.

    ¿Dónde estoy? Saberlo me
    desvela.

    ¿Para dónde voy? Quiero saber este
    asunto".[33]

    "Mientras me asista el ánimo de
    preguntar

    Mi espíritu inquieto no dejará de
    filosofar

    Porque a la realidad necesito
    interrogar

    Para muchas respuestas
    encontrar
    ".[34]

    Todo lo que para las personas que no filosofan es
    "normal", para el filósofo es un problema, y los problemas
    suscitan preguntas, pero las respuestas no lo satisfacen; por el
    contrario, estas respuestas le generan más preguntas. El
    filósofo nunca está satisfecho con las respuestas
    que obtiene; siempre quiere saber más, necesita saber el
    porqué de las cosas. El filósofo, como el
    científico, se pregunta el porqué de las cosas,
    "pero entiende este porqué de un modo peculiar;
    está persuadido que no se sabe nada si no se sabe su
    porqué, pero está también convencido de que
    no se sabe perfectamente una cosa hasta que se conoce su
    último y total porqué. Y este último total
    porqué no es para él la ley que enuncia la
    conexión de un antecedente con su consecuente, sino la
    estructura misma de la realidad, entendida en su unidad total y
    última"[35].

    Las preguntas lo mantienen despierto, pensando,
    analizando, reflexionando, criticando, investigando, estudiando,
    preguntando… El filósofo tiene "hambre" de
    respuestas concretas, precisas. Como amante y buscador de la
    verdad, pregunta y pregunta en procura de respuestas. Las
    preguntas lo inquietan. "El filósofo se ocupa y se adentra
    en lo extraño y desconocido, no para encantarlo, sino para
    dejarse interrogar. Para instalarse en la pregunta.

    Para viajar hacia el misterio, que es una aventura hacia
    el interior del ser, porque el filósofo sabe que aunque
    podemos soportar todo tipo de soluciones, no podemos vivir sin
    problemas, pues, como decía Unamuno, lo más
    problemático de todo problema es la
    solución"[36]. Quiere saber con
    profundidad; no quiere la apariencia de las cosas, quiere conocer
    la esencia de éstas. "¿Hay en el mundo algún
    conocimiento tan cierto que ningún hombre razonable pueda
    dudar de él? Este problema, que a primera vista
    podría no parecer difícil, es, en realidad, uno de
    los más difíciles que cabe plantear. Cuando hayamos
    examinado los obstáculos que entorpecen el camino de una
    respuesta directa y segura, nos veremos lanzados de lleno al
    estudio de la filosofía —puesto que la
    filosofía es simplemente el intento de responder a tales
    problemas finales, no de un modo negligente y dogmático,
    como lo hacemos en la vida ordinaria y aun en el dominio de las
    ciencias, sino de una manera crítica, después de
    haber examinado lo que hay de embrollado en ellos, y suprimido la
    vaguedad y la confusión que hay en el fondo de nuestras
    ideas habituales"[37].

    A partir del siglo XIX, entre muchos interrogantes, al
    hombre lo inquieta hondamente saber si es la conciencia social la
    que determina la conciencia material o si es la conciencia
    material la que determina la conciencia social. No son cuestiones
    fáciles de responder acertadamente, sin una sesuda
    reflexión argumentada y sustentada. El filósofo
    seguirá preguntando. "La pregunta no desencadena
    exclusivamente una respuesta. Puede remitir a otra
    pregunta…"[38]. La vida nos plantea
    continuamente problemas vitales para vivir, que debemos resolver.
    "La filosofía nos enseña a hacernos preguntas
    aunque a veces no encontramos las respuestas, pero aunque no las
    tengamos, con sólo el hecho de planteárnoslas nos
    pueden   guiar por un camino más adecuado en nuestra
    vida"[39].

    Según Pepe Alva, las preguntas filosóficas
    son más conceptuales que pragmáticas, son
    universales y no singulares, buscan principios para explicar las
    cosas, exploran más allá de lo obvio, generan
    nuevas dudas y nuevas preguntas, y exigen rigor argumentativo.
    "Las preguntas de la filosofía en nuestro tiempo son:
    ¿Qué es el mundo en el que vivimos?
    ¿Qué es el ser humano en ese mundo?
    ¿Qué significan los demonios que éste ha
    creado? La filosofía es alternativa a la ciega brutalidad
    de nuestro tiempo, razón al servicio del humanismo, para
    restituir los valores perdidos de libertad, solidaridad y
    humanidad y ética que se pregunta por la acción del
    hombre y nos propone los fines y los medios llamados a dar
    sentido y dirección a la historia de nuestro
    tiempo"[40].

    La filosofía supone un saber que se acumula y una
    actividad predominantemente interrogativa. "Su cometido principal
    consiste en formular preguntas que, por lo común,
    cuestionan el orden establecido, y la emprende contra el sentido
    común, contra los prejuicios, y contra lo obvio. La
    profesión filosófica comporta una cierta
    "molestia´ para el orden establecido, el sentido
    común, el prejuicio, y lo obvio. Discurre a contrapelo del
    orden establecido, el sentido común, el prejuicio, y lo
    obvio"[41].

    En la medida que preguntamos y nos preguntamos,
    interrogamos a la naturaleza y a las llamadas "autoridades",
    vamos encontrando respuestas provisionales y relativas (pero
    nunca definitivas y absolutas) a nuestras inquietudes. Cada
    posible respuesta nos lleva a preguntar y a replantear nuestras
    preguntas, y a revisar y cuestionar las respuestas obtenidas; y
    entre más respuestas obtengamos, más preguntas nos
    inquietan. Pero no se trata de preguntar por preguntar. Es
    necesario construir nuestro saber propio y llegar a nuestras
    verdades propias.

    Con el conocimiento y las verdades de los demás,
    con el conocimiento y las verdades de nosotros mismos, tenemos
    elaborar nuestro conocimiento y nuestras verdades que nos sirvan
    para vivir nuestra existencia de manera personal y
    auténtica, y de esta forma ser nosotros mismos, pensar por
    nosotros mismos y tomar nuestras decisiones. Pero en la
    construcción de nuestras verdades no podemos decirnos
    mentiras, porque "la más grande mentira es creer que
    existen verdades eternas o realidades
    inmutables"[42].

    Preguntamos, no para saber qué tenemos qué
    hacer, sino para saber ¿qué somos? "Y es que las
    preguntas verdaderamente serias son aquellas que pueden ser
    formuladas hasta por un niño. Sólo las preguntas
    más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que
    no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una
    barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo:
    precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que
    determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan
    las fronteras de la existencia del hombre"[43].
    Las preguntas existenciales, las preguntas claves y profundas que
    nos formulamos, no son para nuestro "hacer" sino para nuestro
    "ser". Estas preguntas nada tienen que ver con acciones que
    realicemos, tienen que ver con lo que somos, con lo que nos pasa,
    con lo que significa estar en el mundo como persona. "La calidad
    de nuestras vidas la determina la calidad de nuestro pensamiento.
    La calidad de nuestro pensamiento, a su vez, la determina la
    calidad de nuestras preguntas, ya que las preguntas son la
    maquinaria, la fuerza que impulsa el pensamiento. Sin las
    preguntas, no tenemos sobre qué pensar. Sin las preguntas
    esenciales, muchas veces no logramos enfocar nuestro pensar en lo
    significativo y sustancial"[44]. Las preguntas
    esenciales, las concernientes a las relaciones del humano consigo
    mismo y con los otros o el mundo, surgen del quehacer cotidiano,
    de "la vida de todos los días", como diría Edmundo
    Husserl.

    Las preguntas de la filosofía, nos dice Fernando
    Savater, no nos llevan a hacer cosas, sino a entrar dentro de las
    cosas, a entrar dentro de lo que somos o dentro de lo que es el
    mundo en el que estamos. "Queremos saber no sólo
    cómo son las cosas y cómo se comportan, y
    cómo puedo aprovecharme de ellas de un modo inmediato,
    sino qué sentido tienen para mí; qué puedo
    esperar de ellas en último
    término"[45]. Todas las preguntas
    filosóficas nos llevan a reflexionar sobre nuestra vida.
    Sócrates planteaba que una vida sin reflexionar no
    valía la pena vivirla. "Pensar la vida: ¡esa es la
    tarea!", sentenció Hegel. "Pensar la vida, ¡ese es
    el desafío!", digo yo. "Mucho hay que discurrir, mucho hay
    que meditar sobre el tenue hilo de la vida", sentenció
    Goethe[46]Solo vive el que sabe,
    decía sabiamente Gracián.

    En Platón, la filosofía, pese a su
    característica eminentemente intelectual, es concebida
    como un saber al servicio de la vida. Robert Spaemann
    señala que para vivir conforme a la categoría y
    dignidad del ser humano es necesario saber por qué vivir y
    cómo conviene vivir dentro de las diversas opciones que
    nos presentan. "Se comprende pues que la filosofía sea el
    quehacer intelectual más importante para vivir conforme a
    la categoría y dignidad del ser humano… El hombre
    sin metafísica, sin respuesta a la pregunta de las
    preguntas, al porqué de todos los porqués, es un
    ser radicalmente inseguro y agobiado"[47]. Antonio
    Orozco Delclos conceptúa que el hombre puede incrementar
    sin término su saber operativo (práctico),
    construir y manejar cosas, aparatos, instrumentos, pero
    ¿para qué? "Aunque llegase a dominar el universo:
    ¿para qué? Acabaríamos preguntando, con el
    escepticismo de Lenin: La libertad, ¿para
    qué
    ?; o con el de Pilato: la verdad,
    ¿qué es la verdad?;
    o con el tremendo
    pesimismo del ateísmo de un Jean Paul Sartre: el
    hombre es una pasión inútil, el niño es un
    ser vomitado al mundo, la libertad es una
    condena
    "[48].

    Cuando nos preguntamos, por ejemplo,
    "¿qué es la justicia?", queremos saber lo
    que la justicia es, queremos la definición del
    concepto de justicia, queremos saber ¿cuál es la
    esencia de la justicia? Y ¿en qué consiste la
    justicia?, no queremos saber si existe o no existe la justicia.
    "¿Qué es?" significa "dar
    razón
    " de algo. La filosofía es tan rigurosa
    que a una pregunta tan profunda como ¿qué es la
    justicia? no se le puede dar cualquier respuesta. La justicia es
    algo objetivo y no puede ser sólo aquella que impone el
    poder y la fuerza. Si es objetiva, "nadie puede decidir
    subjetivamente y de buenas a primeras qué es lo justo,
    quien quiera buscar su esencia tiene por fuerza que proceder
    metódica y sistemáticamente, siguiendo lo que
    Platón llama el camino largo del filosofar, que
    es el camino de los filósofos"[49]. El
    filósofo, en materia política, le corresponde
    filosofar no sólo sobre la justicia sino sobre el Estado,
    las diversas formas de gobierno, la ley y el derecho, y las
    relaciones entre individuo y Estado, entre otros temas
    relacionados con la vida política.

    Definir es decir en qué consiste algo. "Definir
    un concepto es enumerar una tras otra las múltiples y
    variadas notas características de ese concepto…
    consiste en incluir este concepto en otro que sea más
    extenso, o en otros varios que sean más extensos y que se
    encuentren, se toquen, precisamente en el punto del concepto que
    queremos definir"[50]. La definición de un
    concepto jamás será definitiva y absoluta. Entonces
    cuando se nos pregunta ¿qué es la
    filosofía?, nos piden la definición del concepto de
    filosofía, lo que la filosofía es.
    Etimológicamente, "filosofía" es amor por la
    sabiduría. Pero esta definición no es definitiva;
    en el transcurso del tiempo, esa definición ya no
    satisface como respuesta, que ha tenido su evolución. A
    partir de Platón, esa "sabiduría" es racional,
    reflexiva y metódica, por cuanto su "sabiduría" no
    es la doxa (mera opinión) sino la
    epísteme (ciencia). Desde Aristóteles
    hasta el siglo XVIII, filosofía será "todas las
    cosas que conocemos y los conocimientos de esas cosas, todo el
    conjunto de saber humano"[51]. En el ocaso del
    siglo XVIII, después que algunas ciencias se "desgajan"
    del tronco de la filosofía, se entenderá
    provisionalmente por filosofía hasta nuestros días
    "el estudio de todo aquello que es objeto de conocimiento
    universal y totalitario"[52]. Otra
    definición personal y provisional en la actualidad
    sería la de Johanes Hensen: "Intento del espíritu
    humano para llegar a una concepción del universo mediante
    la autorreflexión sobre las funciones valorativas
    teóricas y prácticas"[53].
    Así muchas otras definiciones del concepto de
    filosofía. Cada filósofo, cada pensador, cada
    teórico o historiador de la filosofía tiene su
    definición propia y, sobre todo, provisional y
    relativa.

    Como se aprecia, decir con certeza absoluta y de manera
    definitiva "¿qué es la filosofía?"
    no es una tarea acabada. Para poder definir la filosofía,
    así sea de manera provisional y relativa, primero se debe
    "hacer" filosofía, vivenciar la filosofía,
    aprender filosofía, es decir, aprender a filosofar.
    "Entender lo que significa filosofía es una tarea compleja
    puesto que diferentes personas tienen diferentes definiciones de
    lo que para ellos es filosofía. Incluso algunas
    definiciones pueden ser antagónicas. De manera que para
    empezar a entender qué significa filosofía
    sería mejor empezar a hacer filosofía y descubrir
    entonces las características de esta empresa
    humana"[54]. En mi caso personal, cuando
    escuché por primera vez la palabra "filosofía",
    inmediatamente me pregunté y pregunté
    "¿qué es la filosofía"? El
    diccionario El pequeño Larousse me dio la primera
    respuesta: "Conjunto de consideraciones y reflexiones generales
    sobre los principios fundamentales del conocimiento, pensamiento
    y acción humanos, integrado en una doctrina o sistema".
    Confieso que esta definición, a mí que no
    había escuchado antes esa palabra ni había obtenido
    esta respuesta, me dejó confundido, porque resultaba un
    tanto compleja y algo difícil de comprender. Inquieto por
    esta pregunta indagué y me sumergí en tan
    apasionante universo durante el bachillerato, y, apasionado por
    la filosofía y el filosofar, proseguí mi ansiada
    búsqueda en la universidad. Hoy, después de haber
    "filosofado" un poco, de haber "hecho" algo de filosofía y
    de haberla "vivenciado" mucho, me atrevo a responder
    provisionalmente a la pregunta de "¿qué es la
    filosofía?" en los siguientes términos: "Es un
    constante preguntar con profundidad y reflexionar
    críticamente sobre algunas cuestiones fundamentales de la
    existencia
    ". ¿Ésta será la
    respuesta? No, es una respuesta; mi respuesta. "De
    manera que para empezar a entender qué significa
    filosofía sería mejor empezar a hacer
    filosofía y descubrir entonces las características
    de esta empresa humana"[55]. Silvana Vignale
    señala que "dar una respuesta a lo que es la
    filosofía, es ya un problema
    filosófico"[56]. Es tan apasionante la
    filosofía, que considero a esta palabra como la más
    hermosa del idioma castellano.

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