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Los procesos de integración de Colombia



    América Latina: En medio de las
    profundas turbulencias y transformaciones económicas
    mundiales, ¿Qué se espera de los TLCs, paralelos a
    los proyectos
    de integración económica regional?

    Como bien se sabe, el período que abarca el
    último cuarto del siglo pasado es la época de una
    nueva economía mundial de carácter incontrolable.
    Es el fin del capitalismo fordista pero, así mismo, el fin
    de este modo de producción, es la consecuencia misna de
    una evidente revolución en los modos de producción
    y de la redistribución del ingreso que caracteriza el fin
    de los años 70.

    Algunos de los hechos que caracterizan este
    período, tales como el desmoronamiento del sistema de
    Bretton Woods, los cambios en la escena energética
    ocasionada por el fortalecido cartel de la Organización de
    los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el
    surgimiento y desarrollo vertiginoso del mercado de los
    eurodólares y la competencia industrial creciente de las
    naciones periféricas, dejan ver un panorama caracterizado
    por el debilitamiento del poder hegemónico de la potencia
    norteamericana.

    Todos estos fenómenos, como otros más que
    escapan por el momento a este análisis, son parte de un
    incuestionable proceso global de mundialización de la
    economía que goza de una dinámica propia que, por
    un lado, parece escapar al control de los Estados pero, por otro,
    manifiesta una dinámica de los propios Estados en cuanto
    se refiere a orientar el proceso económico hacia unas
    nuevas formas de actividades que alientan, así mismo, el
    proceso global y los nuevos aires que se observan en la
    dinámica integracionista y de las relaciones
    económicas entre los países. Tal parece ser este el
    marco general integracionista del caso latinoamericano y del
    Caribe.

    No resulta difícil identificar de cómo, a
    escala nacional, los compromisos institucionales heredados de la
    era keynesiana son notoriamente afectados por la creciente
    interdependencia de las economías y la movilidad de los
    capitales, incrementado por la revolución
    científico-tecnológica de las telecomunicaciones y
    de otras ramas. En esta limitada descripción del inmenso
    panorama mundial vemos surgir, de la mano de un liberalismo
    revigorizado por las diversas crisis, una bien orquestada
    ofensiva política y teórica contra el pensamiento
    keynesiano y socialista, un continuo intento por socavar los
    fundamentos mismos del Estado-providencia. Lo que se ha dado por
    llamar en muchos círculos intelectuales como la
    regulación competitiva, es indudable que se viene
    imponiendo a toda costa en muchos lugares.

    Los elementos ideológicos centrales de la
    dinámica de la globalización que se está
    desarrollando hoy día con todo su vigor son fundamentales
    y estratégicos en la vía de legitimar a los actores
    trasnacionales en la lógica de conquista y la
    ampliación de nuevos mercados para paliar la crisis de
    reproducción y acumulación del capital. Ha de
    recordarse que el denominado pensamiento único
    que se advierte en la globalización neoliberal y en todo
    el neo-liberalismo, en su totalidad se basa, de manera esencial,
    en la sistemática coordinación de las diferentes
    formas de poder: el político, el administrativo, el
    patronal, el de los intelectuales y el de los medios de
    comunicación– que se movilizan todos en torno a la
    dinámica del mercado global y a la lógica del
    rígido control social. El nuevo credo de la competitividad
    ensalza sin cuestionamiento alguno, y entre otras cosas, la
    disminución significativa del costo del trabajo; en
    particular, se viene en contra de las cargas sociales, el alza de
    los salarios y pone en cuestión el llamado salario
    mínimo. De igual modo, alienta la movilidad territorial de
    los trabajadores y una reevaluación sistemática de
    las legislaciones sociales en términos de
    costos-beneficios; Todo ello en favor de la competitividad
    abierta en los mercados.

    Es evidente que la globalización en marcha no
    exige solamente un grado lo suficientemente amplio de apertura de
    las economías sino que también va de la mano de un
    grado amplio de regulaciones de todo tipo por cuenta del
    Estado-nación. En este escenario, lo internacional
    predomina sobre lo nacional, sin llegar a suprimirlo, y, aun
    cuando parezca, en muchos casos, que así lo sea, es claro
    de todos modos que las normas y las exigencias de funcionamiento
    de las empresas terminan por imponerse por encima de los Estados
    y el sector privado impone sus prioridades y su lógica al
    sector público. Lo que se observa es un fenómeno
    que se reclama "total" con evidentes repercusiones
    económicas, políticas, estratégicas,
    sociales y culturales, como bien lo señala varios autores,
    entre ellos, Carlos R.S. Milani en "Mondialisation".

    En medio de este contexto general se ha visto
    desarrollar la política integracionista y la de las
    relaciones económicas de América Latina y de
    Colombia en particular. Resulta evidente que los procesos de
    integración subregional de los años 90, incluido el
    de Colombia, se vieron marcados por el paradigma del "Consenso de
    Washington", que estimularon, entre otros hechos, la
    liberación comercial, la inversión de capitales
    extranjeros en la región, el cumplimiento estricto de los
    pagos de los servicios de la deuda externa, la
    desregulación estatal, la privatización de las
    empresas públicas, etc. Aunque nada de esto ha cambiado y
    estos procesos continúan vigentes y regidos por el mismo
    esquema y los mismos postulados, es también evidente que
    la influencia que han tomado los actores más beneficiados
    de este proceso, parecen alentar nuevas aristas en las relaciones
    del proyecto integracionista no tan evidente a estas alturas. En
    este amplio marco se contemplan las nuevas líneas de las
    relaciones comerciales en los que sobresale la
    proliferación y firma de los Tratados de Libre Comercio
    (TLC)

    Como se recordará los actores del poder en la
    nueva economía mundial se pueden fácilmente
    identificar en la nueva orientación de los Estados afines
    al proceso de globalización, a las organizaciones
    internacionales, las empresas transnacionales, la primacía
    del sector financiero, los poseedores de las nuevas
    tecnologías y a una renovada y vigorosa ola de comercio
    ilícito y de criminalidad que parecen escapar al control
    de las autoridades.

    La puesta en marcha del proceso de integración
    latinoamericana en los años 90, además de lo ya
    anotado anteriormente, se encuentra inmersa en lo que algunos
    autores denominan "regionalismo abierto", profundo o de nuevo
    tipo" y coincide en momentos en que el déficit fiscal y
    comercial de Estados Unidos alcanza cifras record en esa
    economía que altera profundamente las relaciones
    financieras y comerciales de los principales economías del
    mundo. Coincide también, de igual modo, con el
    reforzamiento de la política exterior norteamericana en
    América Latina y el Caribe, en un momento en que surge el
    Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la
    Iniciativa de las Américas materializada en al ALCA y el
    denominado Consenso de Washington, en 1989, como ya se
    anotó.

    En medio de este complejo marco se llega a un nuevo
    consenso de estrategia de desarrollo y de acumulación de
    capital, fundamentada en el mercado, no como un elemento
    sustantivo e inherente del Estado.

    Los problemas de desarrollo y del crecimiento han sido
    siempre para el común de los países
    latinoamericanos un asunto de singular complejidad y de
    resolución difícil. Muchas han sido las estrategias
    que se han intentado para lograr avances que permitan superar el
    atraso social, político y económico de la
    región.

    Los años de las décadas de los ochenta y
    de los noventa fueron bastante densos en cuanto a iniciativas
    creadoras y de renovación integracionista en
    América Latina se refiere. Colombia no fue ajena a este
    proceso. Según la ALADI, fueron más de 15 los
    acuerdos de integración que se firmaron en el solo decenio
    de los años 90, mientras otros tantos proyectos se
    encontraban en alguna de las fases de
    negociación.

    A título de recordar algunos de estos procesos,
    especialmente se pusieron se marcha la ALADI (1081), CAN (1989),
    MERCOSUR (1991), CARICOM (1991), el G-3 (1994) y el MCCA ( ) y
    múltiples acuerdos bilaterales se firmaron paralelamente a
    los procesos integracionistas.

    Una somera caracterización de estos procesos de
    los años 90 nos lleva a identificar muchos y
    caracterizados elementos ligados a la globalización
    neoliberal y a las mayores exigencias de competitividad
    internacional y una mayor productividad nacional. Estas
    iniciativas se desarrollan con una mayor profundidad y en una
    nueva forma denominada "regionalismo abierto", caracterizado por
    una mayor interdependencia fundamentada en un libre mercado y
    estimulado por acuerdos de carácter
    preferencial.

    Se reitera que estos proceso se dan en un cuadro de
    relaciones internacionales en el que predomina la libre movilidad
    de los capitales a escala mundial, una nueva división
    internacional del trabajo (DIT) y profundas transformaciones en
    los Estados para cumplir el nuevo papel que le corresponde en
    esta fase del capitalismo global y libre de las ataduras del
    Estado-nacional. Este tipo de integración responde a los
    criterios de una profunda apertura a la economía mundial,
    acompañada de la armonización de un conjunto de
    normas ligadas a adecuar las condiciones particulares de cada
    país y del conjunto de países comprometidos a las
    exigencias de la globalización

    La visión actual de la economía mundial
    muestra una serie de hechos que dan cuenta de las profundas
    transformaciones que se viven. Estas transformaciones mundiales
    ocurridas después de la segunda guerra mundial y del
    derrumbe de los Acuerdos de Bretton Woods, y, más
    recientemente, después de las dos crisis petroleras de los
    años 70 y comienzos de los 80 y de los cambios ocurridos
    en el sistema financiero mundial, pasan por un gran número
    de situaciones políticas, económicas, sociales y
    culturales de todo orden pero, especialmente, pasan, por las
    sucesivas crisis financieras, energéticas y alimentarias
    de orden mundial que, correlativamente, desembocan en visibles
    estrategias remozadas de acuerdos entre los países, aunque
    no de los pueblos.

    Ante el evidente fracaso en América Latina de las
    diferentes concepciones sobre el desarrollo económico y
    social, la industrialización y de las aperturas
    librecambistas en función de la globalización, se
    han visto proliferar los Tratados de Libre Comercio como una
    estrategia redentora de lo no alcanzado en la larga marcha
    económica de la región. (1).

    En la misma perspectiva, las diferentes crisis del
    sistema económico vigente han golpeado con fuerza sus
    economías que ha ocasionado un cúmulo de problemas
    de todo tipo para los cuales los diferentes gobiernos se han
    mostrado impotentes tanto en el uso de viejas recetas como de las
    nuevas promulgadas al calor de la globalización y de la
    liberación total de la economía. Se observa, no
    obstante, que las consecuencias de la última crisis han
    sido de una extensión y un impacto tan fuerte que dan
    cuenta apropiada de un marco a la medida de los tratados de libre
    comercio.

    Básicamente, un TLC es un acuerdo comercial
    regional o bilateral para ampliar el mercado de bienes y
    servicios entre los países que participan del proceso.
    Conlleva eliminar o rebajar sustancialmente los aranceles para
    los bienes entre las partes y acuerdos en materia de servicios.
    Este tipo de acuerdos se rige por las reglas de la
    Organización Mundial del Comercio (OMC) o por mutuos
    acuerdos entre los países.

    La puesta en vigencia de un TLC no lleva necesariamente
    a un proceso de integración económica,
    política regional, como puede observarse un poco,
    quizás, en los casos de la Unión Europea, la CAN,
    MERCOSUR y la Comunidad Suramericana de Naciones. Si bien es
    cierto que estos proyectos se alentaron para fomentar el
    intercambio comercial, también lo es que incluyeron en los
    acuerdos cláusulas de políticas económicas y
    un conjunto de decisiones y acciones relativas al movimiento de
    personas y organismos políticos comunes y a la
    elección de medios y a la articulación de los
    recursos con miras a lograr los objetivos propuestos. Por lo
    general, una serie de características y de planes
    estratégicos identificaron o acompañaron estos
    procesos, elementos estos que se encuentran ausentes en un
    TLC.

    Entre los objetivos centrales que se encuentran en los
    TLCs están, entre otros, el de eliminar barreras que
    afecten o mermen el comercio, promover las condiciones de una
    competencia justa, incrementar las oportunidades de
    inversión, proporcionar una protección adecuada a
    los derechos de propiedad intelectual, fomentar la
    cooperación entre países amigos y ofrecer
    solución a las controversias presentadas. Otros objetivos,
    ya vistos en los procesos de integración parecen
    integrarse a estos TLCs. Entre ellos: aumentar y diversificar la
    oferta exportable e incentivar e incrementar la inversión
    extranjera, etc. Sin embargo, tras la aparente bondad de estos
    objetivos, numerosos estudios provenientes de diversas fuentes,
    dan cuenta que estos TLCs promovidos a ultranza por los Estados
    Unidos no son ni justos, ni equitativos.

    La mayor parte de los críticos de los TLCs
    enfocan sus análisis, entre otros aspectos, para sostener
    que estos sólo benefician a grandes inversionistas y
    grandes consorcios industriales, comerciales y al sector
    financiero. Para el caso concreto de los Estados Unidos, este
    país se garantiza mercados para automóviles,
    tractores, aviones, productos agroindustriales subsidiados y toda
    la línea de productos electrónicos y
    farmacéuticos. Lejos están de estas negociaciones y
    de sus propósitos los asuntos relacionados con la
    distribución del ingreso nacional y la pobreza y miseria
    de los pueblos, la salud y la educación.

    Sostiene Joseph Stiglitz que los TLCs que están
    firmando los países de América Latina con Estados
    Unidos, no son ni libre ni justo, ya que este país no ha
    eliminado los subsidios a los agricultores que sobrepasa la cifra
    de US$25 mil millones, lo que significa un subsidio de un poco
    más de US$50.000 a cada campesino en promedio. El mismo
    Stiglitz afirma que los TLCs con Estados Unidos carecen de
    reciprocidad, ya que imponen a las medianas y pequeñas
    empresas e industrias latinoamericanas el compromiso de abrirse a
    la competencia con las grandes multinacionales de ese
    país, lo que significa una desventaja real.

    José Saramago, Premio Nobel de Literatura en
    1998, afirma, por su parte, que los tratados de libre comercio
    son el instrumento máximo de los Estados Unidos para
    gobernar a los pueblos desde México hasta la Patagonia.
    "No tienen solo aspectos comerciales sino, también, temas
    políticos y sociales…No son libres, sino que tienen
    que ver con deseos de dominación estratégica,
    militar y política…La autonomía, la
    independencia y la soberanía de los países de
    América queda en entredicho, en el momento que los
    tratados entren en vigor. Estos tratados, dice Saramago, son una
    especie de campanada de advertencia. Si los pueblos no imponen a
    sus gobiernos la defensa de sus derechos, esto acabará
    mal", finaliza diciendo Saramago.

    En el mismo sentido se han pronunciado otros autores,
    entre ellos, Jefrey Sachs y R. Glenn Hubbard, decano de
    Economía de la Universidad de Columbia, quien
    declaró que la posición de Estados Unidos en las
    negociaciones ha sido la de resistirse a reducir el
    proteccionismo que le exige a sus contrapartes.

    Helena Villamizar García-Herreros, Economista de
    la Universidad de los Andes, en Razón
    pública-Economía y Sociedad, (Domingo, 13 de
    noviembre, 2010) ha señalado que en el TLC firmado con
    Estados Unidos, Colombia no solo ha entregado su mercado interno
    a los productores y a los trabajadores de ese país, sino
    que la firma del Tratado restringe la soberanía de
    Colombia en muchos campos, especialmente en el manejo y
    dirección de la economía, como se refiere a la
    cláusula de la balanza de pagos y la autonomía para
    regular la cuenta de capitales de la misma. Los colombianos,
    afirma esta autora, se obligan a indemnizar a la contraparte si
    alguna medida "interfiere en las expectativas inequívocas
    y razonables de la inversión".

    Diferente a lo que establecían anteriores
    tratados, dice esta autora, que tan solo cobijaba a la
    inversión concreta establecida en Colombia, el TLC firmado
    con Estados Unidos obliga indemnizar incluso "…a un
    nacional o empresa que intenta realizar, a través de una
    acción concreta…", lo que constituye una
    limitación inadmisible al pleno ejericio de las
    políticas económicas y sociales. En estos casos,
    por ejemplo, Colombia podría verse inmersa en millonarias
    demandas al rechazar, por justificadas razones ambientalistas, la
    feria de licencias mineras entregadas en la administración
    del gobierno de Uribe Vélez. De igual manera, el TLC
    firmado no solo limita las políticas económicas y
    públicas, sino que desconoce la justicia nacional
    sustituyéndola por tribunales de arbitramento privados
    para el caso de las controversias
    Estado-Inversionista.

    Con todo y en medio de estas agudas controversias
    relacionadas con los verdaderos objetivos de los tratados de
    libre comercio, en lo últimos años del siglo XX y
    durante el primer decenio de este siglo, se ha visto la firma y
    entrada en vigencia de numerosos de acuerdos de libre comercio en
    los que los países de América Latina se han visto
    comprometidos. Entre estos acuerdos se pueden destacar los
    relacionados en el siguiente cuadro:

    Países
    participantes

    Vigencia

    Países
    participantes

    Vigencia

    Bolivia – Mercosur

    28 feb. 1997

    Colombia – México

    01 ene. 1995

    Bolivia – México

    7 junio 2010

    Colombia – Triángulo del Norte

    Fdo. 09 ago. 2007

    CAFTA-DR (Centro América-E.U. Rep.
    Dominicana)

    Fdo. 5 ago. 2004

    Colombia – Estados Unidos

    Canadá- AELC

    1 julio 2009

    Costa Rica – China

    01 ago. 2011

    Canadá – Chile

    5 julio 1997

    Costa Rica – México

    01 ene. 1995

    Canadá – Colombia

    15 ago. 2011

    El Salvador – Taiwán

    07 may. 2007

    Canadá – Costa Rica

    1 nov. 2002

    Estados Unidos – Australia

    01 ene. 2005

    Canadá – Israel

    01 ene. 1997

    Estados Unidos – Bahréin

    01 ene. 2006

    Canadá – Perú

    01 ago. 2009

    Estados Unidos – Israel

    01 sep. 1985

    CARICOM – Costa Rica

    Fdo. 01 mar. 2004

    Estados Unidos – Jordania

    17 dic. 2001

    CARICOM – Rep. Dominicana

    Fdo. 22 ago. 2008

    Estados Unidos – Marruecos

    01 ene 2006

    CARICOM – U.E.

    29 dic. 2008

    Estados Unidos – Omán

    01 ene. 2009

    CARIFORUM – U.E.

    29 dic. 2008

    Estados Unidos – Perú

    01 feb. 2009

    Centro América – Chile

    Fdo. 18 oct. 1999

    Estados Unidos – Singapur

    01 ene. 2004

    Centro América – Rep. Dominicana

    Fdo. 16 abr. 1998

    Guatemala – Taiwán

    01 jul. 2006

    Centro América – Panamá

    Fdo. 06 mar. 2002

    Honduras – Taiwán

    07 may. 2007

    Centro América – E.U. Re. Dominicana –
    (CAFTA)

    MERCOSUR – Israel

    Fdo. 18 dic. 2007

    Chile – AELC

    01 dic. 2004

    MERCOSUR – Perú

    Fdo. 30 nov. 2005

    Chile – Australia

    05 mar. 2009

    México – AELC

    27 nov. 2000

    Chile – China

    01 oct. 2006

    México – Israel

    01 jul. 2001

    Chile – Ecuador

    México – Japón

    01 abr. 2005

    Chile – Colombia

    08 may. 2009

    México – Nicaragua

    01 jul. 1998

    Chile – Corea del Sur

    01 abr. 2004

    México – Triángulo del
    Norte

    Fdo. 20 jun. 2000

    Chile – Estados Unidos

    01 ene 2004

    México – U.E.

    01 jul. 2000

    Chile – Japón

    03 sep. 2007

    México – Uruguay

    15 jul. 2004

    Chile – MERCOSUR

    01 oct. 1996

    Nicaragua – Taiwán

    01 ene. 2008

    Chile – México

    01 ago. 1999

    Panamá – Singapur

    24 jul. 2006

    Chile – Nueva Zelanda-Singapur- Brunei

    18 jul. 2005

    Panamá – Taiwán

    01 ene. 2004

    Chile – Panamá

    07 mar. 2008

    Perú – AELC

    01 jul. 2011

    Chile – Perú

    01 mar. 2009

    Perú – China

    01 mar. 2010

    Chile – Turquía

    01 mar. 2011

    Perú – Corea del Sur

    01 ago. 2011

    Chile – U.E.

    01 feb 2003

    Perú – Singapur

    01 ago. 2009

    Colombia – AELC

    01 jul. 2011

    TLCAN

    01 ene. 1994

    Colombia – Ecuador

    CAN – Mercosur

    Fuente: SICE. ( Sistema de Información sobre
    Comercio Exterior). OEA

    En el cuadro anterior, vemos como tres países
    (Chile, Estados Unidos y México) han tenido un activismo
    notable alrededor de la firma de acuerdos comerciales, seguido de
    Canadá, Colombia. No obstante, este activismo
    concordatario, con excepción de Estados Unidos y
    Canadá, en los indicadores sociales de los países
    restantes no se refleja alguna situación de logros
    sociales que sea reflejo de esta situación. Al igual que
    Chile, Colombia presenta indicadores desalentadores en materia de
    igualdad social.

    Aunado a lo anterior, a los viejos problemas de
    desigualdad social, pobreza y de inclusión social, han de
    sumarse los nuevos derivados de las nuevas tecnologías y
    de su aplicación en muchos campos especialmente en el de
    la agricultura. Cada proceso parece atravesar su propio
    viacrucis, tal como sucede en MERCOSUR, en el que Uruguay amenaza
    con un tratado bilateral con Estados Unidos, lo cual
    afectaría notablemente el proceso, pero especialmente a
    Brasil y Argentina. En este país, se extiende el cultivo
    de la soja transgénica, deteriorando la tierra para otros
    cultivos y pasturas para muchos años pero satisfaciendo
    los intereses de los exportadores de soja.

    Los últimos cambios en materia de
    integración es el Tratado de Comercio de los Pueblos
    firmado entre Bolivia, Cuba y Venezuela. Este tratado es
    afín con el proyecto del ALBA ( Alternativa Bolivariana
    para las Américas). Propone mecanismos para compensar las
    pérdidas que pudieren ocasionar los TLCs. Suscritos por
    estados Unidos con los países de la región. Otorga
    a las empresas públicas un alto protagonismo en los
    convenios y privilegia a los pequeños
    productores.

    En este amplio horizonte, los problemas que socavan la
    confianza en los TLCs siguen siendo el poder de las empresas
    transnacionales, el problema de los servicios públicos, el
    peligro evidente de la seguridad social y los Fondos de Pensiones
    y Cesantías, las amplias garantías otorgadas a la
    inversión extranjera y la lesión enorme que se
    viene causando a la autonomía de los países para
    regular los aspectos cambiarios, monetarios, crediticio y la
    autonomía económica. Todo esto, sin dejar de lado,
    lo relativo al recorte de la soberanía nacional y la
    situación maniatada en que quedan los Estados para
    emprender regulaciones en torno al manejo de la deuda externa y
    en la vida económica y social en el pleno ejercicio de la
    autonomía.

    • 1. Para este momento, en América Latina
      se encuentran vigentes los siguientes TLCs: Tratado de Libre
      Comercio de América del Norte, el TLC entre Estados
      Unidos, Centro América y República Dominicana,
      TLC entre Perú y Estados Unidos, TLC entre Colombia y
      Estados Unidos, TLC entre Chile y Estados Unidos y TLC entre
      México y Japón. Sin embargo, se encuentran en
      estudio, próximas a entrar en vigencia o en
      algún grado de desarrollo de las respectivas rondas de
      negociación varios, entre los cuales se citan los TLCs
      entre Panamá y Canadá. Por otra parte, siguen
      los avances del Acuerdo de Asociación
      Transpacífico (TPP) entre Australia, Brunei
      Darussalam, Chile, Estados Unidos, Malasia,, Nueva Zelanda,
      Perú, Singapur y Viet Nam. México ha expresado
      su interés en participar en el TPP, igual que
      Canadá y Japón.

     

     

    Autor:

    Leonardo Gutiérrez
    Berdejo

     

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