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Refranes y sabiduría popular. Psicoanálisis y folklore (página 2)




Enviado por Fernando Romero



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Estas estructuras logradas a través del trabajo intelectual preconsciente y de manifestación verbal, en ocasiones, también en forma escrita, hacen posible el drenaje de energía impulsivo-instintivo, incluso vicariantemente a unas mayorías: los que no los crearon pero los utilizan y logran con ello una metabolización al "hacer consciente" (Freud, 1895-1900) algo "inconsciente" o alcanzando la simbolización con lo cual logran disminuir la inhibición que provoca la represión, una descarga parcial a través de la proyección y, además, resulta divertido e "iluminador", cuando un refrán se aplica con oportunidad e ingenio. Por eso es que se pueden considerar paradigmas del desarrollo cognitivo, la capacidad "metarrepresentacional" (Perner, 1988) y simbólica.

El que un conocimiento no se logre instrumentar y no se observe "corrigiendo" la realidad o en su perspectiva de aplicación al servicio del cambio y el desarrollo ético y moral; es decir, sintetizando experiencia emocional con la cognitivo-conductual y con la social, ese es otro problema que pasa más bien por el ámbito ideológico de los intereses que promueve, valida y permite la estructura del sistema en el poder y las instituciones que lo representan, pues con la intención de controlar y preservar que todo siga igual, limitan, condicionan, prohíben y coartan la libertad de actuar espontáneamente, lo cual induciría los cambios normales propios del crecimiento y la evolución.

Quizás ese tipo de contradicciones sirvan de ejemplo para comprender las situaciones cotidianas que provocan las regresiones "normales" a favor de la validación de la llamada "Teoría de las posiciones": posición esquizoparanoide y posición depresiva (Klein, 1925-1935), la primera de las cuales propone que ante situaciones desconocidas, de peligro o de cambios abruptos, provoca, por regresión la reactivación de formas de funcionamiento mental muy primitivo en donde las personas nos sentimos como perseguidos, con pocos o nada de recursos, amenazados; la segunda posición, la depresiva, se refiere a que toda situación de pérdida, reactiva viejas y primitivas pérdidas infantiles, propias de la época de la lactancia que provocan ahora la reedición o reactivación, como allá y entonces, de sensaciones de soledad y desamparo. Dependiendo de las emociones involucradas y su intensidad, la sensación de amenaza o de desolación, podrían estimular la exacerbación de reacciones narcisistas como defensa y profundizar, en la regresión, hasta una economía mental de escisiones: presencia simultánea de representaciones, impulsos, deseos y reacciones opuestas e incompatibles. Así es como se podrían entender muchas de las contradicciones en la cultura, las leyes y las instituciones, y el por qué ni la inteligencia ni la capacidad reflexiva han podido garantizar la congruencia entre conducta, realidad y necesidades sociales en sus niveles más altos de organización lógica, al servicio del cambio: aquellas que podrían asociarse con una actividad pro-vida intrapsíquica, social y cultural y sus necesarios matices ético, moral y espiritual.

Será, tal vez, por el grado de dificultad "normal" inherente a las relaciones humanas o por el complejo interjuego en la dinámica de los diferentes roles, que como veíamos, son con frecuencia contradictorios, y que las personas tienen que desempeñar diariamente en una sociedad individualista y competitiva que se rige por una economía de dinero y posesiones materiales; en donde, además, lo afectivo parece interpretarse, más bien, como signo de debilidad. ¿Naturaleza humana? ¿Costo del desarrollo tecnológico? Es evidente el importante retrazo en materia de organización social, pero es aún mayor en las esferas moral y espiritual.

Los refranes denuncian y sentencian dificultades y conflictos, a muchos de los cuales, hasta la fecha, la gente ha tenido que "acostumbrarse" de manera más o menos consciente. Y es que también pregonan costumbres culturales, algunas anacrónicas. Y como: "A la tierra que fueres, haz lo que vieres"… se conservan vigentes. Por eso este tipo de construcciones, de manera análoga a los "chistes" pero mejor logradas, probablemente por su matiz moral, resultan parcialmente contenedoras de reacciones provocadas por la frustración y el abuso y que, en ocasiones, pueden llegar a provocar "desentreveramiento" y "desneutralización" de la energías de los instintos, y, entonces, "mezclas" de energía de los impulsos: "agresivización de lo sexual" como ocurre en las violaciones y "sexualización de lo agresivo" como en los secuestros.

Tal vez más claro de captar en los albures, por tolerados, desde el evidente papel que juegan dentro del folklore, por sus obvios contenidos principalmente investidos por energías sexuales y agresivas de naturaleza perversa y pregenital, pero que, no obstante, también preservan, de alguna manera y en cierta medida, de un pasar automático a las acciones, al "actuar" impulsivamente.

Por eso es que es posible interpretar a trasluz de la "verdad" de los refranes, tanto eventos, situaciones sociales, grupales e individuales, como figuras protagónicas del arte, la política y la economía mundiales contemporáneos. Y, en tanto que son motivados por la necesidad de atenuar los riesgos de reacciones impulsivo-instintivas ante dificultades propias de la naturaleza humana: desequilibrios íntra e ínter-psíquicos; sociales, organizacionales; políticos y económicos; éticos y morales, pueden ser un auxiliar para deducir e interpretar, merced a su sabiduría, en dónde y por qué han ocurrido desviaciones en lo individual, o por dónde hace falta avanzar, para evolucionar hacia formas superiores de organización humana y social.

En materia de técnica terapéutica de corte dinámico relacional e interaccional-comunicacional, resultan útiles para estimular la reflexión sobre conflictos interpersonales, con la ventaja de lo impersonal. Por ejemplo, los problemas asociados al consumismo que la ideología "vende" como representativos del "estatus", resaltan las diferencias y estimulan competencia y envidia. Cuando se cuenta con recursos yóicos, intelectuales y éticos y las circunstancias ayudan, pues es energía "buena" para la motivación de logro, pero no tiene garantía de preservarse de un devenir destructivo. Y eso resulta algo nada fácil de analizar con la técnica psicoanalítica clásica de la intervención individual.

En las relaciones de pareja, los refranes simbolizan situaciones como en las que se observa competencia e inversión de roles: "Donde reina la mujer, el diablo es primer ministro"; y las que han llegado a provocar rompimientos: "Dos cueteros no se huelen". Estas situaciones reflejan sólo algunos de los problemas que han brotado por la crisis que cruza la institución familiar y que ha provocado incremento y proclividad a los divorcios. Un refrán aconseja: "Dos, para quererse, deben parecerse", tal vez porque si dos se parecen, "Se agarran respeto". Así, a la desintegración familiar se asocian problemas de adicción, y de regresiones en la esfera psicosomática: "Donde entra el sol, no entra el doctor" o como se observa en: "Si la envidia fuera tiña, cuantos tiñosos habría". Respecto de problemas de disparidad e injusticia económica y social, se dice: "Más vale vivir veinte años de rico, que sesenta de pobre". Y este juicio es representativo, de uno de los factores más importantes en juego para entender y explicar la inseguridad creciente por incrementos en la agresión y la delincuencia; pero también estimula para pensar la etiología y auge del terrorismo, que puede ser visto como "activismo", como una forma de "resistencia" -ante procesos de dominación, usura y usufructo de que hacen objeto a los países pobres, todos los países poderosos- contra el coloniaje financiero y la explotación. Situación muy diferente a como la interpretan los poderosos pues: "Al que parte y re-comparte, le toca la mayor (y la mejor) parte". Permiten, asimismo, ver de manera un poco más neutral el movimiento de los "globalifóbicos", dando pié, sin embargo, a la posibilidad de interpretarlos, como con intenciones, quizás no del todo conscientes, del tipo: "Contra los ricos y poderosos hasta igualárnosles".

Con Joan Riviére (1937) nuevamente, encontramos que: "En innumerables situaciones de la existencia cotidiana el objeto de una disputa es probar que tenemos razón. Pero es mucho más común que el verdadero objetivo… consista en probar que el otro está equivocado. Las persecuciones religiosas parten de este mecanismo, y otro tanto sucede con la agresión altisonante del orador o escritor famoso. El clima de la vida política y gran parte del trabajo destructivo efectuado en sociedades científicas tienen ese origen. Lo mismo ocurre con las recriminaciones que se hacen los amantes y los matrimonios". Finalmente, observa que lo opuesto a través de una: "… tolerancia excesiva hacia las imperfecciones y la falta de méritos ajenos… se logra el mismo fin por diferentes caminos: transar con cierta forma de dependencia para obtener en cambio más seguridad y paz mental".

Observar que perviven estancamientos o desviaciones en los procesos yóicos de integración y síntesis, no obstante que los refranes (estructuras de confección popular) los denuncian, podría llevarnos a pensar que no cumplen ningún cometido. La verdad es que eso no les resta valor como construcciones psíquicas y desde su carácter portador de verdades. Acaso cuestionan la naturaleza humana, pues somos pasibles ante ciertas vivencias y capaces de hasta simbolizarlas, pero no podemos todavía resolver, deshacernos de una tendencia al apasionamiento, irresponsabilidad y confusión para aprender de la propia experiencia. Sobre todo, cuando la tarea implica la renuncia de comodidades ideologizadas y trascender el individualismo egocentrado y materialista.

Denuncian, por tanto, dificultades que podríamos denominar "normales" para el "descentramiento" (Piaget, 1964) o para elaborar y superar unos resabios "narcisistas", (Freud, 1910-1911) los cuales operan como contratiempo, lastre o ancla, contra las aspiraciones para alcanzar una forma de desarrollo en un orden superior: respetuoso de los derechos humanos, más humano, justo y equitativo.

En el desarrollo normal, el ser humano se ve exigido por el crecimiento y la realidad a renunciar al autocentramiento, justamente porque el desarrollo mismo demanda, en un momento dado, una orientación hacia el medio exterior circundante. Ahí, en la realidad exterior, se encuentran los satisfactores y la posibilidad de aprehender a obtenerlos. Es decir, depender menos y lograr autonomía, primero respecto de la madre "objeto original", pero luego, de los demás y de cualquier cosa que uno sienta necesidad de liberarse. La separación nos rescata de la esfera omnipotente "nirvánica" (Freud, 1920) en tanto que un equilibrio estático resulta, evidentemente, pro-muerte; e inclusive más allá del "milieu intérieur simbiótico" (Mahler, 1952) que niega la realidad de la separación (proto-símbolo de castración y, entonces de salud potencial) en detrimento de la "individuación".

Que las personas puedan asumir sin demasiada incertidumbre y angustia, la individuación, base de la autonomía, es fundamental para la construcción de estructuras y garantía de crecimiento. Y a nivel de naciones, es el cimiento para la independencia relativa y la necesidad de una soberanía: "Tres glorias como el becerro: mamar y comer zacate y bramar en el chiquero". Con todo y sus riesgos. De otra manera ¿a qué se aspiraría? Y, como en todos los procesos humanos, también en el desarrollo psicológico quedan siempre algunos "bastiones" de formas de gratificación infantil, que son lo que informa de los orígenes, del propio pasado, y, en forma de –fijaciones-, cuyo efecto mayor se registra cuando algo provoca el tener que recurrir a ellas, –regresión-, aún cuando el recurso, generalmente, resigne potencialidades.

Ese es el "costo" de la estrategia que, preferentemente, se observa a niveles de autoestima; pero también en la eficiencia de conducta orientada a objetivos, así como en las relaciones con los demás, en ocasiones, con la realidad, desde lo interpersonal, social y laboral. Por ejemplo, cuando se accede al poder social, laboral, político o económico, el narcisismo suele, con frecuencia, exacerbarse. Y como sucede en los primeros meses de vida, se reinstala en las personas una forma que, más o menos, había sido "superada": la forma "omnipotente" del funcionamiento mental (Freud, 1905-1914) coherente con el "Proceso primario", que se rige por las leyes del "Principio del placer", cuyas características son: una tendencia a la descarga total e inmediata, o sea, incapacidad de demora; voracidad, intolerancia ante la frustración, negación de la realidad, etc.

El que llega al poder, en cualquiera de sus formas: político, económico, familiar, etc., por otra vía que no sea un proceso, de desarrollo y maduración lógicos, consciente y natural, en el mejor de los casos democrático, y llega sin experiencia y con una historia de carencias, le puede ocurrir una reacción -"El que nunca ha tenido y llega atener, loco se quiere volver"- de grandiosidad, se le reactivan formas infantiles de funcionamiento mental estimuladas por una tendencia regresiva de organización de impulsos y riesgos de "desneutralización" o degradación de las formas de organización previa de la energía instintiva. Se separan las estructuras cognoscitivas de aquellas de la organización emocional; el raciocinio y los sentimientos: "desentreveramiento" (Romero, 2003), como un primer nivel de regresión del proceso de "neutralización de las energías instintivas" (Hartmann, 1939-1955), porque parecería que, por separado, pero aún pueden ambas pulsiones (agresiva y sexual) conservar cierto grado de "organización", como se observa en los llamados "delincuentes de cuello blanco" que preservan su capacidad intelectual e incluso una cierta moral pero "conveniente" a sus intereses, una moral selectiva.

Sin embargo, ese tipo de reactivación del narcisismo resulta riesgosa: "Todavía no es alcalde y ya quiere comer de balde". Y todo fuera como eso, que sólo quisieran comer sin trabajar. Lo que pasa es que, como observara Joan Riviere en su artículo "Odio, voracidad y agresión": "El poder no es necesariamente agresivo, tal vez ni siquiera de modo indirecto, pero tiene fuerte tendencia a serlo". (Riviere, (1937)

El ser humano se ciega con relativa facilidad por la pasión con respecto al placer de dominio y el control de otros; poco se requiere para que aparezcan "sentimientos de grandeza" y evolucionen hasta la forma de delirios. Aparece entonces una verdadera convicción, como es obvio en las monarquías, de que es decisión de "los mismos dioses", el arribo al poder.

Freud (1905) en los Tres ensayos, lo interpreta como placer de descarga de la "pulsión de apoderamiento". Sin embargo, el deseo o necesidad de poder y control sobre otros, así como una tendencia compulsiva a la acumulación de riqueza y posesiones materiales, exacerbada, son síntoma evidente de desequilibrio. Implican, que la posibilidad de desorganización de las energías impulsivo-instintivas se potencie y avance hacia un segundo nivel de regresión en el sentido de la "desneutralización" de Hartmann: "reagresivización" de lo "desagresivizado" y "resexualización" de lo "desexualizado" (Hartmann, 1939-1955) Acá el peligro mayor son las "mezclas" propiamente tales: agresivización de lo sexual y sexualización de lo agresivo.

Tal fenómeno no es ya sólo factible, sino que parece la regla. Estas mezclas permiten explicar más claramente ciertos fenómenos, por demás graves en lo individual, aunque quizás, a juzgar por nuestras leyes, menos "trascendentes" en lo macrosocial, desde la perspectiva jurídica, que la idea de la represión total del Superyó (Coderch, 1975-1991) como ya se decía antes que ocurre con los "delincuentes de cuello blanco", porque es un fenómeno que tiende a la egosintonía y la estructura ideológica promovida por la cultura en el poder, parece absorberlo.

Tal vez por ahí habría que empezar a pensar que en México, la tristemente célebre "mordida" es toda una "institución" y por eso se observa, generalizada, una cierta tendencia a pretender "resolver" los problemas sin enfrentarlos. Es decir, ahorrándonos las consecuencias, sin encararlos y evadiendo el esfuerzo normal. Por lo demás, nuestras leyes consideran ese tipo de delincuencia como "delitos menores". Pero eso es cosa de abogados y políticos dado que "El que hace la ley, hace la trampa". No sería extraño que el pueblo hubiera encontrado, a manera de "revancha" en esa realidad, elementos para acuñar aquello de: "El que no tranza no avanza", lo cual es una mera racionalización.

Evidentemente, hay casos en que la personalidad no es una estructura propiamente tal, o, mejor dicho, no alcanza el nivel de comportamiento cohesivo, como totalidad intrapsíquica, cuyo funcionamiento pudiera entrar dentro del rango de los "sistemas abiertos" (Bertalanfy, 1962), particularmente "vivos".

Esto puede ser consecuencia de una condición organizada precozmente en la primera infancia, por patología en las relaciones tempranas de objeto (neonato-madre), a manera de una "a-estructurada" como observa Bergeret (1980), y predominar en la personalidad posterior, manifestaciones emocionales y de conducta, según las dinámicas kleinianas del tipo esquizoparanoide y depresiva (Klein, 1935), dadas las tendencias que provocan esas formas de preestructuración psíquica primitiva, a reactivar ante la menor frustración o mínima excitación, las formas de organización de los niveles más primitivos del funcionamiento mental, en los cuales la culpa nunca llega a ser registrada consciente y claramente como tal, sino acaso como de retaliación y provocando sentimientos de "necesidad de castigo", (Etchegoyen, 1986) como se observan en la proclividad a los accidentes, las adicciones y ciertas formas de regresión psicosomática. ¿Con que fin? "purgar" o acallar precisamente esa culpa que no se "siente" conscientemente, pero que está ahí.

El Superyó (parte de la personalidad que se encarga de la moral y la ética) en estas organizaciones no está consolidado como una "estructura" epistemológica y psicoanalíticamente hablando: permanece fragmentado o sólo está esbozado y se divide con relativa facilidad (en sus predecesores: el Yo Ideal narcisista nirvánico como ocurre con los psicópatas y el Ideal del Yo objetal, desplazable y proyectable fuera del Self, como ocurre con los demás trastornos fronterizos) tornándose persecutorio y vengativo (Klein, 1926), incluso, "sanguinario", provocando así una actitud de desconfianza e híper-alerta, reactivas, agresivo-destructivas, acordes con un narcisismo maligno, del que el sujeto se defiende incrementando la proyección y la identificación proyectiva.

La reactivación de ansiedades primitivas, esquizoparanoides, es una consecuencia de la regresión hasta la economía de las escisiones, y, entonces, el sujeto, poco a poco, se sale del funcionamiento propio de la economía de la represión. En el caso que propone Coderch de "reprimir el Superyó total", parecería que el sujeto se circunscribe más bien, de manera selectiva, al rango de lo que se "necesita" reprimir de las funciones del Superyó. Entonces la personalidad se disocia y una parte se preserva en la economía de las represiones observándose al sujeto como muy "normal" en su casa y fuera del ámbito donde "necesita insensibilizarse" moral y éticamente. Pero en la otra "parte" de la personalidad, la que se "insensibiliza" de todo lo ético y moral, puede "permitirse" cualquier cantidad de conductas, reacciones y transgresiones, pues se establece intrapsíquicamente en donde no opera la represión (escisión vertical) y dentro de una economía de escisiones en donde parece que se trata de otra persona. Porque desde antes de haber tenido que recurrir a ese recurso, es claro que el sujeto en cuestión, no era una personalidad preestructurada, mientras que el fronterizo evidentemente si lo es y nunca se rigió por la forma de funcionamiento según la economía de la represión (Romero, 2003) salvo que de una manera "como sí" según una afortunada estrategia caracteropática, al servicio de la adaptación, como también ocurre con el "delincuente de cuello blanco", pero aquel con menos recursos que éste. El primer tipo es coherente con el concepto de "personalidades como si" (as if) descrito por Helene Deutsch (1925-1942) El preestructural incursiona dentro de lo pregenital y perverso como "en automático" y le resultan, en un momento dado, si es que llegó a emplearlas, insuficientes las formas de defensa neuróticas propiamente tales, por la hegemonía de la pulsión de muerte que predomina dentro de su Self mal conformado.

En materia de comportamiento y conducta social, la diferencia entre ambas posibilidades es que mientras el "delincuente de cuello blanco" es "cabeza" y, por lo regular, logra evadir "el brazo la ley" por una mayor cantidad de recursos, -tanto intelectuales como culturales, económicos, en ocasiones de "experiencia" y "relaciones" en tanto que perteneciente a la "elite" en el poder- y dada su mayor cohesión intrapsíquica, los otros son "tropa" y funcionan, además, como "chivos expiatorios".

El nivel de "inteligencia" y control del impulso puede colocar a los delincuentes "tropa" en una infinidad de niveles dentro de la jerarquía: "comandante", "punta de lanza", o alguna otra forma de "especialidad" de rol. (Friedlander, 1981-1991; Feldman, 1977-1989) Y cuando son "poco inteligentes" o su capacidad intelectual se ve nulificada por su reactividad y endeble cohesión, de todas maneras son "útiles" en tanto que: "Son carne de cañón" (piénsese por ejemplo en Aburto, el supuesto asesino de Colosio)

A la nomenclatura de los enfermos denominados "fronterizos" que son predominantemente agresivo-impulsivos, pertenecen muchos de los clasificados como "psicópatas sanguinarios", algunos de los cuales, incluso, además padecen problemas orgánicos neuronales. (Friedlander, 1981-1991; Feldman, 1977-1989; Coderch, 1975-1991; Fromm, 1974-1975; Rascovsky y Liberman, 1963-1965)

En fin, se podría argumentar que los refranes sólo "denuncian" y que las "sentencias" no garantizan las "ejecuciones": reconvención, ajuste o cambio. Pero permiten una descarga que se acepta y se comparte al ser socializada, e intentan prevenir de consecuencias, fracasos y errores individuales, así como de rezagos social-comunitarios. Porque resuenan, lógicamente, en lo interpsíquico y en lo macro-social característico de nuestro tiempo: un importante grado de desigualdad en muchos aspectos, y, en otros, infiltraciones perversas serias, inducidas, en ocasiones, por una simple incapacidad para gozar de lo cotidiano y dificultad para evitar caer en el aburrimiento, informan de una falla en la capacidad para la simbolización y una dificultad para salir de lo "imaginario" omnipotente, para decirlo en términos lacanianos, y procesar "lo real" con ayuda de "lo simbólico". (Bruneau, 1990)

Todo esto demuestra que lo emocional, social y moral, van a la zaga del desarrollo intelectual y tecnológico. Los equilibrios intrapsíquicos e interpersonales se alteran con relativa facilidad, y estamos llegando a un límite. La organización social, desfasada, rebasada e infiltrada por la impulsividad de la personalidad típica de nuestro tiempo, ya sea "estructural" o "preestructural", provoca en el funcionamiento individual serias fallas morales, éticas y espirituales que se registran como verdaderos vacíos internos: "…hoyos en el continuo de las representaciones", como observan Cesar y Sara Botella (julio de 2001) que, evidentemente, son algo más que simples sensaciones de vacío emocional o existencial, son una evidencia de lo "irrepresentado" o lo no simbolizado.

En un momento determinado, como plantea el modelo lacaniano, "… el inconsciente se compone de palabras, que se insertan en el discurso,…" (Bruneau, 1990) pero este es el inconsciente reprimido, que es potencialmente declarativo o que está registrado en la "memoria semántica o declarativa" (Bleichmar, 2002) Para darle todo el crédito a esa forma de plantear el inconsciente, tendríamos que pensarlo inmerso en un inconsciente transgeneracional en el cual los contenidos son susceptibles, con el paso del tiempo, de ser "traducidos" a palabras, a posteriori. Y entonces, nada nos impediría pensar que dichos contenidos podrían ser de data ancestral. Porque el inconsciente ontogenético, empieza por registrar sensaciones: "registros neuronales" que, de alguna manera, se traducen en "huellas mnémicas", (Freud, 1891-1895) o "representaciones de modelo único" (Perner, 1988); e imágenes: "representaciones cosa" (Freud, 1895); o "pictogramas" (Aulagnier, 1975-1982); o "representaciones de modelos múltiples" (Perner, 1988) imágenes de situaciones de relación sujeto-objeto, con roles específicos y matices emocionales, ante los cuales el sujeto "aprehendió" o desarrolló formas de reacción "conveniente", en aras de su protección respecto del objeto mismo (madres enfermas) cuando éste resulta tóxico, u optimización de contacto vital, no obstante, con él.

Los refranes, por ser construcciones simbólicas precedidas por la capacidad "metarrepresentacional", -capacidad para discriminar entre la realidad y la fantasía porque se ha entendido que "la mente es un sistema de representaciones" (Perner, 1988)- permiten "oír" (reflexionar sobre) lo implícito, en contraposición con el "escuchar" lo explícito. El inconsciente tiene su propia gramática, observa Bruneau: las palabras que se pueden "oír" en el discurso, tienen el "poder", en tanto que inconscientes, para provocar trastornos(: "… afonía, perder la voz; perder el cabello de a mechones cuando ya no se puede decir quiero porque uno está sofocado, etc., gramática que no tiene en cuenta ni el sentido común, ni la lógica, ni la moral, ni la ortografía, sino un sentido escondido a manera de un jeroglífico [registros neuronales, "huellas mnémicas", representaciones "cosa", "pictogramas" o "protosímbolos" que ya forman parte del "inconsciente originario" de Bleichmar y que no es, necesariamente, "declarativo"] que hay que descifrar a través de las palabras". (Bruneau, 1990)

De manera que cuando se bloquea "… la cadena del desfile de significantes", el sujeto ya "no existe", el sujeto no es más un "sujeto", nada lo sujeta, "repite… un pasado no superado", que le impide "mantenerse fuera de sí mismo, y de su imagen". (Bruneau, 1990) O sea, lo "no nombrado" puede tener diferentes ubicaciones en el inconsciente. Cuando no se "encuentran las palabras para decirlo", resulta imposible para la persona retomar el continuo de los significantes. A esto es a lo que los Botella llaman "hoyos en el continuo de las representaciones" y proponen para la clínica, que el analista, el cual puede o no ser capaz, ha de permitirse una "regresión formal" que auxilie al paciente, primero con propuestas de posible "figurabilidad" o "figurabilización" que allanen el camino hacia la posibilidad de la verbalización para que no se manifiesten en el cuerpo (Botella, C. y S., 2001) Y es que lo "no nombrado" puede ser "innombrable" porque haya ocurrido en inscripciones vegetativas, en el inconsciente escindido temprano, "no declarativo". Y, paradójicamente, al menos eso se puede interpretar ni a partir de la segunda tópica ni del modelo lacaniano. Sin embargo, hay otros contenidos, ancestrales, que es factible esperar que pudieran ser nombrados. Porque no son información traumática, sino "equipamiento" humano, o como dice él, propiedades del discurso.

Parafraseando a Bruneau, "Lo Real", frecuentemente doliente y avasallador ("el cuerpo fragmentado"), puede ser evadido o negado, por medio de lo "Imaginario": la omnipotencia narcisista. Al costo de la alienación que impide el "ex-istir" , salir del "Mi". "Lo simbólico libera de la percepción de la imagen del espejo (Mí) como ilusión [omnipotencia], y de una identificación con su propia imagen,… [Narcisismo] abandonar la relación madre-hijo [asumir la "falta", la propia incompletud] y existir como sujeto [de la carencia y la necesidad de complemento, por vía de la relación con "otro"],… y en la realidad… [A través de la relación con la sociedad y la cultura]" (Bruneau, 1990) asumir la separación. Aceptar que se es sujeto de la incompletud y, por tanto, "deseante".

Vanier recuerda la afirmación de Lacan "la ley del hombre es la ley del lenguaje", pues la ley de prohibición del incesto se transmite por medio de un padre que a su vez la recibió del suyo (Vanier, 1998-1999) Literalmente, dice Lacan:

  • "El padre… simbólico… el hombre que cuenta para la madre y el hijo… introduce una diferencia, una distancia entre los deseos y su realización, entre el principio del placer y el principio de realidad [arranca de la omnipotencia y separa-rescata de la simbiosis, del no ser] Sostiene… un corte, permitiendo al niño… existir y sentir placer, pero dentro de la prohibición de un goce inmediato. [Capacidad de renuncia y demora] Goce inmediato… significa: fantasía de ser todopoderoso, de eternidad, sin límites, todo de inmediato, (Lacan, 1966) [Ser uno y lo mismo con el objeto idealizado para Klein]

Para Françoise Dolto esa es la castración simbolígena, "corte fuente de símbolos… paso de lo imaginario a lo simbólico, a las actividades, a las producciones. […] no podrá realizar la totalidad de sus deseos, de su imaginario, de su yo. Esa falta… precipita… a la búsqueda de nuevos símbolos, del placer de emprender [de crear] y de crecer". (Mencionada por Bruneau, 1990)

Una cierta dificultad para simbolizar es resultado de una alteración sustancialmente importante en los procesos de integración y síntesis que son la base del equilibrio íntra e interpsíquico y el progreso social: evaluación correctiva, sistemática y debidamente instrumentada de cambios necesarios y deseables dentro de las instituciones, en aras de su saneamiento, actualización y revaloración. Bruneau, observa que "La sociedad de consumo se convierte en una cuchilla cortante, hiriente, humillante… [Castrante] deja poco lugar a quienes les cuesta soportarla". (Bruneau, 1990)

Desde una óptica psicoanalítica integral contemporánea, la realidad demanda, de manera cada vez más contundente y obvia, la necesidad de estimular un mejor, más coherente y cohesivo, desarrollo del Superyó en tanto que sistema de "internalización transmutativa de la ley", (Kohut, 1971b), concepto, por lo demás, muy cercano al de la estructura del Self en un sentido junguiano: nuestro propio "Mandala" interno (Jung, 1934-1951)

Los pendientes en materia de estasis de libido y agresión provocan infiltraciones, que condicionan la estructuración mental y, con ello, las formas de relación e intercambio en los vínculos, la organización social, la equidad, la ética y la moral. Esos pendientes, que en ocasiones provocan ciertos grados de desorganización, son los responsables del "juego", en un sentido positivo, que motiva, por vía de la sublimación, a la creatividad en general y a la búsqueda y construcción de sistemas y estructuras, como la literatura y las artes en particular, que, en su sentido sublimatorio, alcanzan el nivel más alto en su género; y los chistes, dichos y refranes, más prácticos, pero que son accesibles a las mayorías. En un sentido negativo, cuando detienen y alteran la estructuración mental, y, por ende, quedan al margen de la sublimación, el papel que juegan esos pendientes, pueden llegar a ser factores importantes dentro de las múltiples causas que provocan trastorno severo y degradación social.

Sabemos, gracias a Freud, que, en gran medida, las motivaciones del ser humano son inconscientes –de hecho, en su base más profunda, todas lo son- Asimismo, se sabe por la clínica, que todo acto psíquico, incluso los síntomas y trastornos, son formas de recuperación de los equilibrios perdidos, estas dos últimas, síntomas y trastornos, dan lugar a alternativas disfuncionales o patológicas de recuperación del equilibrio, en tanto que recurren a formas diferentes de inscripción, pero con la posibilidad, no obstante, de lograr cierta adaptación, en ocasiones, caracteropática que, resulta, por asintomática, menos sufriente para el enfermo en cuestión.

Los chistes, dichos y refranes son formas simbólicas en contraste con otras como el deporte, digamos amateur por contraposición con el deporte profesional -que es más bien un "mercancía cinético-corporal" (Gardner, 1994)- las cuales, como válvulas de escape, permiten al ser humano unas ciertas descargas parciales sustitutivas de la energía instintiva por la vía motora. Los refranes son actividad mental y, por tanto, auxiliares en el esfuerzo normal que realiza el ser humano cotidianamente en su intento por no perder el control y verse determinado por sus impulsos.

Cuando la tensión no se puede descargar, parece ser uno de los factores más importantes asociados al estrés, causa de las "neurosis actuales" según Freud (1908) y en ese sentido habría que pensar la hipótesis de los "hoyos en el continuo de las representaciones" de que hablan Cesar y Sara Botella.

Reactivan "registros neuronales" y "huellas mnémicas", o sea contenidos representacionales no simbolizados. La cuestión es que es difícil el evitar dejarse seducir por la mercadotecnia y la publicidad, que luego se vuelve persecutorio, porque enajenan con todo lo que promueven y "prometen" al servicio de la autoestima. Las limitaciones, en tanto que frustrantes, se acrecientan con los fracasos y dejan al sujeto promedio a merced de episodios de reactividad emocional o de una mayor proclividad a reaccionar sin pensar, en actos egoístas, y potencialmente corruptos, agresivos, destructivos, sexual-pregenitales, ventajosos, como ocurre en la seducción de menores, sea esta en forma violenta o no. Por ahí escuche hace algunos años una especie de "slogan", el cual, dice con siniestra frialdad (de dominio público) que "En el siglo del SIDA, el sexo seguro es con menores".

Los refranes, como difícilmente podría serlo cualquier otra construcción, no son "la solución", son un recurso psicológico y, para la técnica, apenas un "herramienta" auxiliar, específicamente propuesta para preparar la interpretación en el trabajo terapéutico de análisis de grupo, en el cual la interpretación transferencial del tipo "aquí y ahora", entre nosotros y con el terapeuta, ha rendido buenos frutos según la propuesta interaccional-comunicacional. Pero también en el análisis de las resistencias desde la orientación psicoanalítica individual, e inclusive como interpretaciones en las formas vinculares, adoptadas por algunos enfoques de las teorías de las relaciones objetales. Reflejan el trabajo y esfuerzo de quien los crea, así como de los que los adoptan y usan para "contenerse" y procurarse ciertas descargas pulsionales. Por eso se los puede emplear en la técnica de interpretación psicoanalítica.

Se justifica plenamente abordar el estudio formal de este tipo de construcciones, evaluar la veracidad de los mensajes que transmiten, y que los ha preservado en todos los pueblos y culturas a lo largo de siglos. Y una "ganancia" extra es que su análisis puede también permitirnos probar varios postulados teóricos psicoanalíticos como la voracidad, la envidia, los celos, la escisión la proyección, la represión, etc. Y estos, a su vez, se pueden relacionar con hipótesis de diferentes modelos, incluyendo las teorías que Jung concibió, lo cual le otorga una respetuosa y optimista intención de carácter integrativo al trabajo.

Con el paso de los años, como es natural, las personas envejecemos y los viejos terminan sabiendo más de lo que tienen "consciencia" de saber, como se deduce al ver el progreso y la civilización; pero también por el descubrimiento de todos los tipos de memoria que ahora se conocen, las particularidades en la organización de las emociones y la evolución, más el desarrollo de la capacidad para la construcción de estructuras cognoscitivas a que accedemos por vía de las acciones. De esos conocimientos "vivenciales" del inconsciente personal que "se suman" con el desarrollo emocional y cognoscitivo y con la "sabiduría" del inconsciente trans-personal, dan cuenta la literatura, de todos los tiempos, y diferentes obras y producciones de estructuras creativas originales o no, y, dentro de éstas, los refranes, dichos, retruécanos, chistes y albures.

Alguien podría decir que los refranes, tal vez, se parecen a los horóscopos –estructuras intuitivas por excelencia- los cuales se pueden interpretar de muchas maneras porque sus "verdades" suelen ser muy generales, pero a diferencia de éstos, los refranes están basados en experiencia de vida y la necesidad de recuperar equilibrios que se rompen por las transformaciones internas y de la realidad exterior por el simple hecho de que el tiempo pasa. Por lo demás, ocurre lo mismo con los sueños. Son ricos en símbolos, muchos de ellos universales, y eso no les resta que sean "la vía regia" (Freud, 1900) para incursionar en lo inconsciente. Los contenidos simbólicos en la interpretación de los sueños, algunos de los cuales son símbolos claramente universales, deben ser interpretados, no obstante, con miramiento en las asociaciones que hace el soñante como se comento en el principio, porque la forma "personal" como los emplea cada quien, informan de los sentidos que se les otorga, de los recursos intrapsíquicos y de la historia particular de cada soñante. Y, en el caso de los refranes, el pensamiento previo a la verbalización, hace esas veces, sobre una figurabilidad que es captada por el hecho de que son construcciones realizadas dentro de dinámicas interpersonales de relación humana y las vicisitudes del desarrollo del lenguaje, en el contexto de la cultura y dentro del continuo de la historia de la humanidad. Tanto los sueños como este tipo de construcciones, son matizados y se mimetizan con las estructuras íntra-psíquicas de la personalidad moldeada por la cultura de origen, a la cual, sin embargo, trascienden. Por eso se asocian con el "Inconsciente colectivo". Reflejan y son significativamente influidos por la situación que este viviendo la persona, las condiciones de las instituciones sociales en el contexto de la ideología predominante, en un momento determinado de la historia, pero que se repite en diferentes tiempos y lugares.

Procesos intrapsíquicos y contexto, producen la estructura del carácter. Dicha estructura puede compartir ciertos rasgos en una misma cultura y, sin embargo, dentro de la totalidad de la personalidad dada la infinita gama de diferencias humanas, algunos de esos rasgos son siempre individuales.

Pero la caracterología, digamos obsesiva, de un chino, comparte rasgos con la caracterología obsesiva de un inglés o con la de un peruano. La parte caracterológica que proyectan los refranes alude, por tanto, a rasgos de carácter en esa misma sintonía, humana y, entonces, universal.

Una tentativa técnica para interpretar los refranes con miramiento por la presencia de simbolismos universales, podría entonces, ser muy similar, incluso idéntica a la de la interpretación de los sueños, o acercársele mucho, si se pregunta a un grupos de personas lo que significa para cada una de ellas tal o cual refrán, a manera de "asociaciones" u "ocurrencias", ejemplos personales, etc. Y, además, puede intentarse la coherencia interpretativa o enriquecimiento en la interpretación, al complementarla mediante el simbolismo onírico cuya sistematización debemos al Psicoanálisis. En otra ocasión podría ser muy interesante y valioso planearlo así. Por ahora la intención es sentar las bases para analizar un buen número de refranes a la vuelta de varios trabajos, utilizarlos como instrumento para explicar fenómenos de dominio público; reflexionar analíticamente con respecto a la profunda sabiduría popular de la que son portadores, en lo particular y como sistema de simbolizaciones, de alguna manera, universal porque los hay en todo el mundo y son de uso cotidiano. Observar qué tanto, en efecto, permiten verdaderamente explicar. Después de todo, como observa Vanier, "… palabra y lenguaje asumen una función que va mucho más allá de la información" (Vanier, 1998) Pongo a consideración del lector que, en efecto, se demuestra en el presente trabajo, a la vez que lo justifica, que el empleo de los refranes, auxiliando al recurso del "análisis aplicado", son "herramientas" válidas para complementar interpretaciones del discurso empleando los recursos que provee la teoría psicoanalítica, como argumentos que justifican ciertas conductas, reacciones y fenómenos. Incluso, rasgos de personalidad y del carácter; situaciones de la vida real contemporánea social, política y económica, mundiales.

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Autor:

Dr. Fernando Romero Aguirre.

 

Partes: 1, 2
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