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El urgente cambio del viejo paradigma




Enviado por Luis Ángel Rios




    El urgente cambio del viejo paradigma
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    El urgente cambio del viejo
    paradigma

    El agotamiento del viejo paradigma mecanicista
    clásico, determinista, fundado en la concepción
    estática del ser parmenídico, requiere que
    adoptemos a nuestra realidad el nuevo paradigma relativista y
    cuántico, indeterminista, que tiene sus fundamentos en la
    concepción dinámica del ser heracliteo y de los
    atomistas.

    Desde diversas perspectivas intelectuales
    contemporáneas se disiente de la concepción
    parmenídica del ser (único, eterno, inmutable,
    ilimitado e inmóvil), cuyo fundamento condicionó la
    génisis y la dinámica del conocimiento, las
    ciencias físico-matemáticas y la comprensión
    del ser del hombre. Como consecuencia de esta concepción
    del ser, como estático y permanente, el pensamiento
    filosófico no puede ingresar "en regiones más
    profundas que las regiones del ser"[1].

    Parménides, al identificar el ser con el pensar y
    el pensamiento con la realidad, afirma la existencia del ser en
    general como uno, universal y siempre el mismo, y establece el
    pensamiento como vía única hacia la verdad. "Los
    principios de identidad o contradicción, modelos
    básicos del ser y el pensar, son formas o imposiciones de
    la razón, de la lógica, del
    lenguaje"[2]. La preferencia del conocimiento
    intelectual, el que se obtiene a través de la
    razón, eclipsa el conocimiento sensible, y esta
    preferencia gozará de la masiva atención en el
    transcurso histórico de la filosofía desde
    Parménides hasta nuestro tiempo. "Toda forma de
    racionalismo en especial caminará por las formas
    descubiertas por Parménides. Frente a Heráclito ha
    mostrado Parménides el camino que lleva a las verdades
    fijas, no siempre idénticas a sí mismas; es el
    pensamiento abstractivo. Con ello fijamos un polo inmóvil
    en el flujo de los fenómenos. Pero Parménides no
    vio que todos los conceptos del pensamiento abstracto son una
    artificial inmovilización y esquematización de
    aspectos y lados parciales extraídos de una realidad
    siempre fluyente y de infinita variedad, y como quiera que estos
    aspectos y posiciones de realidad sean muchas veces
    básicos y esenciales, por esto tomó
    Parménides el mundo de los conceptos por el
    auténtico y real. Y así vino a confundir el mundo
    del logos con el mundo de la realidad, y desde esa base
    estructuró de manera original su concepto de ser…
    Sólo lo universal es para Parménides
    esencial…"[3]. Vale aclarar que el logos de
    Heráclito (quien se opone al ser de Parménides,
    proponiendo el devenir), pieza fundamental de su
    filosofía, "es lo común en la diversidad, la medida
    en el avivarse y amortiguarse del eterno devenir, la única
    ley divina que todo lo rige y de la que todas las leyes humanas
    se alimenta… El logo es, pues, para Heráclito la
    misma ley del mundo que regula el devenir"[4]. En
    el mundo heracliteo, caracterizado por el devenir, nada se
    detiene jamás. "Frente a la dialéctica de lo mismo
    es necesario instaurar una manera de ver la realidad universal no
    monista, es decir, alterativa, pero que tenga en cuenta los datos
    científicos"[5].

    El quehacer filosófico de la modernidad, que
    cosificó al sujeto y que otorga primacía a la
    razón, hasta convertirla en razón instrumental,
    aplicó todas las caracterizaciones del ser
    parmenídico a la totalidad del ser, y desde éste
    fundamentó las ciencias, la ciencia de la vida y las
    ciencias del hombre, bajo el imperio del iluminismo que
    "endiosó" a la razón. "La concepción del
    hombre como una esencia quieta, inmóvil, eterna y que se
    trata de descubrir y de conocer, eso es lo que nos ha perdido en
    la filosofía contemporánea, y hay que reemplazarla
    por otra concepción de la vida, en que lo estático,
    lo quieto, lo inmóvil, lo eterno de la definición
    parmenídica, no nos impida penetrar por debajo y llegar a
    una región vital, a una región viviente, donde el
    ser no tenga esas propiedades parmenídicas, sino que sea
    precisamente lo contrario: un ser ocasional, un ser
    circunstancial, un ser que no se deje pinchar en un cartón
    como la mariposa por el naturalista. Parménides
    tomó el ser, lo pinchó en el cartón hace
    veinticinco siglos y allí sigue todavía, pinchado
    en el cartón; y ahora los filósofos actuales no ven
    el modo de sacarle el pinche y dejarlo que vuele
    libremente"[6].

    Sobre el pensamiento Parmenídico y
    Platónico, Descartes construyó su planteamiento que
    da primacía al sujeto por encima del objeto. A partir de
    éste se impuso el sujeto y la razón, dando origen
    al paradigma de la mecánica clásica y al
    surgimiento de la modernidad; el cogito cartesiano es el
    fundamento de ésta. Sobre el famoso "pienso, luego
    existo
    " y sus consecuencias en el mundo moderno, el
    filósofo Roberto José Salazar Ramos señala
    que:

    "El horizonte unilateral del yo, encerrado en
    sí mismo y existiendo como pensamiento, su
    indubitabilidad, y la necesidad de su testimonio es primordial
    para saber algo de las cosas o dar razón de ellas: es la
    forma de afianzarse en la verdad. Es bien conocido el despliegue
    de razones que Descartes utiliza para llegar a ese primer
    fundamento: la duda. La finca en la percepción del ser
    como dubitante: el ego cogito. Es el último eslabón
    hasta donde conduce la duda universal, metódica,
    calculadora, fría. Es el camino para asentar al cogito en
    la única y radical perspectiva desde donde se
    proyectará todo conocimiento, toda realidad y toda
    existencia.

    El cogito ergo sum es la fórmula sobre la
    cual gira la modernidad; cogito que en el fondo es la
    abstracción de la totalidad histórica europea como
    imperio manifestada ahora en subjetividad. El ser aparece como
    una manifestación esencial del pensar: somos porque
    pensamos, en donde cada juicio o inferencia sobre algo, es un
    juicio de existencia, pues si yo veo que marcho, infiero de
    aquí que pienso. Esta totalidad cerrada, manifestada en el
    cogito, contiene todos los elementos que justifican el saber, el
    conocer, el querer, el sentir. De esta manera pasa a ser el
    centro de la vida de la mundaneidad construida y representada
    dentro del mismo círculo del cogito. Reconoce entonces
    todas las cosas como gravitaciones que giran y caen bajo su
    control: la realidad es una mera representación de la
    reproducción del cogito, dado que la conciencia pone el
    ser y lo integra a su dominio"[7].

    El nuevo paradigma einsteniano y cuántico
    (indeterminista y relativista) supera el caduco paradigma
    mecanicista clásico (determinista y absoluto), fundado en
    la concepción de un ser estático y eterno (en el
    cual el verdadero ser de las cosas es permanente), producto de la
    conciencia organizada unívocamente bajo los dictados de la
    razón instrumental, operativa, que posibilita un modelo
    socioeconómico de producción y mercado
    estándar, según el cual la realidad de las cosas no
    puede verse a la luz de un mundo determinado. El paradigma
    cuántico y relativista, superador del modelo newtoniano,
    "permite pasar de un tiempo y un espacio estables a un universo
    de relaciones múltiples donde son posibles tantos sistemas
    de referencias y autoconstrucción como velocidades soporta
    la materia"[8].

    Hoy nos enfrentamos a la realidad virtual. Entonces
    estamos pasando del paradigma mecanicista a un paradigma
    relativista y cuántico. Todo está relacionado con
    todo, todo es un sistema compuesto por otros sistemas, incluido
    todo lo que hay en el universo. Ese cambio nos exige que nos
    sincronicemos y revisemos nuestra manera de ver y concebir el
    mundo. Las relaciones de incertidumbre para muchos
    filósofos constituyen una prueba de que existe
    indeterminismo en el universo físico y que, más
    allá de esto, se probaría que hay una especie de
    principio de libertad. Con la revolución cuántica
    queda en entredicho el principio lógico de identidad,
    descubierto por Parménides y establecido por
    Aristóteles (un elemento es igual a sí mismo), y el
    mismo principio de no contradicción (una cosa no puede ser
    y no ser al mismo tiempo).

    En la mecánica clásica el concepto de
    realidad está bien definido. Las cosas son buenas o son
    malas. Una cosa puede ser negra o puede ser blanca. Si uno
    está vivo no puede estar muerto. En la mecánica
    cuántica hay un cambio fundamental, porque la realidad no
    está bien definida. "Según la mecánica
    cuántica, las propiedades de los objetos no tienen por
    qué estar bien definidas mientras no los observamos. Por
    ejemplo, si tengo una moneda en la mano y después de abrir
    la mano veo que está en "cruz", esto no implica que antes
    de abrir la mano la propiedad de la moneda (estar en cara o en
    cruz) estuviera definida (fuera cruz). De acuerdo con la
    mecánica cuántica, mientras no observamos, existen
    situaciones intermedias entre la cara y la cruz (algo así
    como "un poco de cara y un poco de cruz"), que se llaman
    superposiciones cuánticas. En el momento que observamos,
    la propiedad queda bien definida (cruz en este ejemplo). Por
    supuesto, el demostrar que existen superposiciones parece
    imposible, pues para obtener cualquier resultado siempre
    tendremos que observar, y entonces… desaparece la
    superposición"[9]. Las cosas son buenas y
    malas a la vez. Son blancas y negras al mismo tiempo. Una
    partícula cuántica puede seguir el camino de la
    izquierda y el de la derecha simultáneamente. Esto es lo
    que se conoce como el "gato de Schrödinger":

    "Éste ilustra las diferencias entre
    interacción y medida en el campo de la mecánica
    cuántica. El experimento mental consiste en imaginar a un
    gato metido dentro de una caja que también contiene un
    curioso y peligroso dispositivo. Este dispositivo está
    formado por una ampolla de vidrio que contiene un veneno muy
    volátil y por un martillo sujeto sobre la ampolla de forma
    que si cae sobre ella la rompe y se escapa el veneno con lo que
    el gato moriría. El martillo está conectado a un
    mecanismo detector de partículas alfa; si llega una
    partícula alfa el martillo cae rompiendo la ampolla con lo
    que el gato muere, por el contrario, si no llega no ocurre nada y
    el gato continúa vivo. Cuando todo el dispositivo
    está preparado, se realiza el experimento. Al lado del
    detector se sitúa un átomo radiactivo con unas
    determinadas características: tiene un 50% de
    probabilidades de emitir una partícula alfa en una hora.
    Evidentemente, al cabo de una hora habrá ocurrido uno de
    los dos sucesos posibles: el átomo ha emitido una
    partícula alfa o no la ha emitido (la probabilidad de que
    ocurra una cosa o la otra es la misma). Como resultado de la
    interacción, en el interior de la caja, el gato
    está vivo o está muerto. Pero no podemos saberlo si
    no la abrimos para comprobarlo. Si lo que ocurre en el interior
    de la caja lo intentamos describir aplicando las leyes de la
    mecánica cuántica, llegamos a una conclusión
    muy extraña. El gato vendrá descrito por una
    función de onda extremadamente compleja resultado de la
    superposición de dos estados combinados al cincuenta por
    ciento: "gato vivo" y "gato muerto". Es decir, aplicando el
    formalismo cuántico, el gato estaría a la vez vivo
    y muerto; se trataría de dos estados indistinguibles. La
    única forma de averiguar qué ha ocurrido con el
    gato es realizar una medida: abrir la caja y mirar dentro. En
    unos casos nos encontraremos al gato vivo y en otros muerto.
    Pero, ¿qué ha ocurrido? Al realizar la medida, el
    observador interactúa con el sistema y lo altera, rompe la
    superposición de estados y el sistema se decanta por uno
    de sus dos estados posibles. El sentido común nos indica
    que el gato no puede estar vivo y muerto a la vez. Pero la
    mecánica cuántica dice que mientras nadie mire en
    el interior de la caja el gato se encuentra en una
    superposición de los dos estados: vivo y
    muerto"[10].

    El gato de Schrödinger es una especie de
    parábola sobre la idea de la superposición
    cuántica. "Superposición cuántica es la
    aplicación del principio de superposición a la
    mecánica cuántica. Ocurre cuando un objeto "posee
    simultáneamente" dos o más valores de una cantidad
    observable… Más específicamente, en
    mecánica cuántica, cualquier cantidad observable
    corresponde a un autovector de un operador lineal
    hermítico. La combinación lineal de dos o
    más autovectores da lugar a la superposición
    cuántica de dos o más valores de la cantidad. Si se
    mide la cantidad, entonces, el postulado de proyección
    establece que el estado colapsa aleatoriamente sobre uno de los
    valores de la superposición (con una probabilidad
    proporcional al cuadrado de la amplitud de ese autovector en la
    combinación lineal). Immediatamente después de la
    medida, el estado del sistema será el autovector que
    corresponde con el autovalor medido"[11]. El
    principio de superposición o teorema de
    superposición "es un resultado matemático que
    permite descomponer un problema lineal en dos o más
    subproblemas más sencillos, de tal manera que el problema
    original se obtiene como "superposición" o "suma" de estos
    subproblemas más sencillos. Técnicamente, el
    principio de superposición afirma que cuando las
    ecuaciones de comportamiento que rigen un problema físico
    son lineales, entonces el resultado de una medida o la
    solución de un problema práctico relacionado con
    una magnitud extensiva asociada al fenómeno, cuando
    están presentes los conjuntos de factores causantes A y B,
    puede obtenerse como la suma de los efectos de A más los
    efectos de B"[12].

    En tanto que la física o mecánica
    clásica veía al mundo como algo separado de
    nosotros, que estaba "allá afuera", la
    física o mecánica cuántica ve al universo
    como participativo: todas las cosas están conectadas, y en
    cierto modo, está "aquí adentro". "La presencia
    física y la sensación que producen las cosas
    materiales son producto de la mente y los sentidos. La forma y
    sustancia del universo son el resultado de nuestro pensamiento;
    por lo tanto, vivimos en un mundo mental. Todo tiene una
    frecuencia vibratoria y nosotros tomamos esas vibraciones y les
    damos forma y sustancia a través de los pensamientos y los
    sentidos. Sin la mente y los sentidos, lo único que existe
    es energía y espacio. La mente es la clave de la realidad.
    La realidad de la vida comienza desde adentro, en la mente, y
    luego toma su forma en el mundo material. Así se
    manifiesta la espiritualidad: se manifiesta en las leyes
    naturales del universo"[13]. El participante
    (término que reemplaza al de observador) es quien
    determina la realidad. "La mente es la clave de la realidad. La
    realidad de la vida comienza desde adentro, en la mente, y luego
    toma su forma en el mundo material… El hecho de que la
    realidad sea una paradoja, de que todas las cosas contengan a su
    opuesto, que los cuantos puedan ser ondas o partículas, no
    resulta desconcertante para la naturaleza ni para el universo. De
    hecho, la naturaleza y el universo están muy
    cómodos con que las cosas sean así, porque son
    así"[14]. La mecánica
    cuántica nos dice que no debemos aferrarnos a nuestras
    creencias y nos enseña a ver desde otras perspectivas. "El
    entorno tal como lo percibimos es invención nuestra",
    sentenció el científico Heinz von
    Foerster.

    En la mecánica cuántica se plantea la
    hipótesis de los universos paralelos, en la que entran en
    juego la existencia de varios universos o realidades
    relativamente independientes. "En desarrollo de la física
    cuántica, y la búsqueda de una teoría
    unificada (teoría cuántica de la gravedad),
    juntamente con el desarrollo de la teoría de cuerdas, han
    hecho entrever la posibilidad de la existencia de
    múltiples dimensiones y universos paralelos conformando un
    multiuniverso"[15].

    Para los físicos cuánticos, algo parece
    claro: "El universo se mueve regido por la dialéctica de
    los opuestos. Y en todo hay sincronía: dos relojes
    colocados en una misma habitación, acompasarán
    automáticamente sus ritmos (aunque sean a propósito
    desacompasados); igualmente, dos mujeres que conviven
    regularán al mismo tiempo su ciclo menstrual;
    también los generadores colocados en paralelo… Los
    átomos cantan al mismo tiempo: hay una formulación
    matemática que organiza los ritmos"[16].
    Pensando con el pensamiento tradicional se dificulta la
    comprensión de estos fenómenos tan revolucionarios
    en el mundo de la física. Los nuevos paradigmas pretenden
    superar la pregunta sobre la idea del ser por la del sentido del
    ser.

    El nuevo orden de la realidad instaurado por el
    paradigma relativista y cuántico (cimentado en una nueva
    concepción del ser), allende de los ortodoxos dictados de
    la razón iluminista y totalizadora, que ordena el mundo
    según leyes universales y generalizaciones operativas,
    posibilita el ser de lo multívoco, lo plurivalente, la
    riqueza y la construcción simbólica, de la
    dimensión estética del hombre y de un mundo
    interhumano, en donde las personas "serán obras de arte
    provocadoras de sentido, abiertas a los demás, intentando
    siempre equilibrarse en la contradicción sin querer por
    ello anular la fuente de su tensión y
    movimiento"[17].

    Las ciencias físico-matemáticas,
    construidas sobre la concepción idealista y de la
    metafísica de la subjetividad, heredera del pensamiento
    estático de Parménides, se atuvieron sólo al
    iluminismo de la razón, que opera según principios
    y juicios fundados en leyes invariables de la naturaleza. La
    caracterización de este tipo de ciencia concibe a la
    naturaleza como una totalidad conexa de cuerpos en movimiento, la
    cual es calculable matemáticamente en las dimensiones de
    espacio y tiempo. "Dentro de este marco se establece lo que es el
    ente físico: un objeto espacio-temporal móvil
    según relaciones determinables matemáticamente. Lo
    demás de la naturaleza no le interesa a la física
    en el momento de la constitución. A dicho plan pertenecen
    principios y juicios de la razón, que no son más
    que las definiciones de los conceptos fundamentales de tiempo,
    espacio y movimiento y de las reglas del cálculo, las
    cuales fijan de una vez por todas, según leyes
    invariables, la consistencia del ente
    físico…"[18].

    El paradigma einsteniano y cuántico, que rebasa
    la concepción de un tiempo y un pensamiento vectorial
    (bajo el imperativo de la racionalidad operatoria, de la
    lógica operativa), permite la construcción de un
    universo interhumano, de una estética interhumana. "Al
    asumir la dimensión estética, desechamos al momento
    la pretensión de usar al otro o reducirlo a un modelo
    utilitario, pues ello iría contra nuestra propia belleza,
    implicando instrumentalizarnos y que manipulamos a los
    demás, dejar de ser obras de arte vivientes para
    convertirnos en dispositivos funcionales… Acceder a un
    universo con transponibilidad de relaciones es optar por una
    estructura, negando la existencia de una realidad y verdad
    universales, reconociendo que en el instante, el cuerpo y la
    singularidad, se encuentra la clave privilegiada de acceso a la
    libertad"[19].

    En el siglo XX surge un nuevo paradigma
    científico-filosófico conocido como la
    mecánica o física cuántica, o sea la
    exploración del universo subatómico, que hunde sus
    raíces en el pensamiento de los filósofos griegos
    Demócrito y Leucipo.

    Como se sabe, la mecánica cuántica, que
    reemplazó a la mecánica clásica, ha
    planteado con mayor hondura problemas filosóficos como el
    de la relación entre el sujeto y el objeto, el del
    conocimiento y la realidad física, el de la causalidad y
    la necesidad, el de determinismo e indeterminismo, el de la
    evidencia física y el formalismo matemático, etc.
    "La mecánica cuántica es la teoría
    más satisfactoria que poseemos para explicar todo lo que
    nos rodea, desde el origen del Universo (el Big Bang) hasta el
    surgimiento de la vida en nuestro planeta. En este sentido, la MC
    nos ayuda a comprender nuestro entorno, nuestro origen, nuestro
    futuro y, por tanto, a nosotros
    mismos"[20].

    La mecánica cuántica, a pesar de su
    complejidad física, química y matemática,
    está al servicio de la interrogación
    filosófica. Este nuevo paradigma contradice a la
    mecánica clásica, determinista, que, según
    Laplace, dice que "si en un instante determinado
    conociéramos las posiciones y velocidades de todas las
    partículas en el universo, podríamos calcular su
    comportamiento en cualquier otro momento del pasado o del
    futuro"[21]. Es por eso que quienes ignoran la
    mecánica cuántica desconocen la idea de que el
    estado del universo en un instante dado determina el estado en
    cualquier otro momento.

    Con la mecánica cuántica se suscita una
    revolución epistemológica, por cuanto esta nueva
    visión de la realidad teoriza que con el sólo hecho
    de contemplar el objeto ocurre una alteración de
    éste por parte del sujeto cognoscente. "Ahora sabemos
    basados en la realidad cuántica que el observador es quien
    modifica la realidad a partir de la conciencia, que existe un
    vasto campo de probabilidades y el observador es el que decide
    donde poner su atención e
    intención"[22].

    De acuerdo con el principio de incertidumbre, de
    Heinsenberg, el objeto de estudio se modifica por el mero hecho
    de la observación. La mecánica cuántica
    afirma que el mundo diario que percibimos con los cinco sentidos
    no es la realidad. Ha demostrado también que el espacio y
    el tiempo son ilusiones de la percepción. Es por ello que
    nuestros cuerpos no pueden ser realidad si ocupan un espacio. La
    realidad no existe, es mera ilusión. "La mecánica
    cuántica ha hecho un gran aporte al debate
    filosófico al demostrar que el realismo ingenuo, que
    propone que la realidad es tal cual como nosotros la percibimos,
    es falso"[23]. La materia es sólo una
    ilusión sensorial. La realidad objetiva no existe. La
    realidad es aquello que parece ser. Lo que existe es
    energía vibrando a distintas frecuencias. "La mayor parte
    de la gente desconoce que la mecánica cuántica, es
    decir, el modelo teórico y práctico dominante hoy
    día en el ámbito de la ciencia, ha demostrado la
    interrelación entre el pensamiento y la
    realidad"[24]. En la mecánica
    cuántica la realidad va en función de la
    percepción que se tenga de ella, y esta forma parte de la
    conciencia. "Nuestra conciencia actual es un condicionamiento de
    nuestra visión del mundo actual y colectivo, es la que nos
    enseñaron nuestros padres, maestros, la sociedad, gobierno
    y religiones. A esta manera de ver y entender el mundo, pertenece
    el antiguo paradigma. Se conoce como acondicionamiento social, a
    la hipnosis de acondicionamiento, función inducida en la
    que todos acabamos acordando participar, y a eso hay que sumarle
    la herencia de nuestros ancestros, y toda la genética
    incluida en la codificación de nuestro ADN,
    (programación anexa a nuestro sistema operativo.) El mundo
    físico, incluido nuestro cuerpo, es una reacción
    del observador. Creamos el cuerpo según creamos la
    experiencia de nuestro mundo. En su estado esencial
    (microcósmico), el cuerpo está formado de
    energía e información, y no de materia
    sólida. Esta energía e información, surge de
    los infinitos campos de energía e información que
    abarcan todos los universos… La bioquímica del
    cuerpo es un producto de la conciencia, las creencias, los
    sentimientos, las emociones, los pensamientos e ideas, crean
    reacciones que sostienen la vida en cada célula. La
    percepción parece como algo automático, pero esto
    es un fenómeno aprendido, si cambias tu percepción,
    cambias la experiencia de tu, y por ende de tu
    mundo"[25]. Para la mecánica
    cuántica la realidad exterior no existe. "Afuera
    sólo hay datos de luz e información inteligente
    esperando ser interpretados por ti, el que
    percibe"[26]. La revolución cuántica
    nos dice que no existe ninguna realidad "ahí fuera",
    independiente de la conciencia.

    "Esto significa que la conciencia se mete en los
    entresijos del mundo físico, afectándolos.
    Más aún, parece abrirse camino la certeza de que la
    conciencia es tal vez el único fenómeno que
    efectivamente existe: toda la matriz materia-espacio-tiempo debe
    a ella su existencia. Por lo que no puede hablarse del mundo
    físico como algo "ahí fuera"… En cualquier
    caso, aquí radica la transformación más
    asombrosa de la visión del mundo, a partir de los
    descubrimientos de la nueva física: La conciencia juega un
    indudable papel en el llamado universo físico
    […].

    Habitualmente, en nuestra visión de la
    realidad, hemos venido funcionando con un mito, al que hemos dado
    por absolutamente válido: Al acercarnos al exterior, todos
    percibimos lo mismo. Es fácil, sin embargo, reconocer el
    presupuesto en el que dicho mito se ha mantenido (y
    todavía se mantiene para la gran mayoría de la
    gente). Ese presupuesto no es otro que la creencia en que hay un
    universo físico "ahí fuera". Y nos hemos
    enseñado a nosotros mismos a estar de acuerdo sobre ello y
    sobre los "objetos" de ese mundo "exterior"
    […].

    Sin embargo, la física moderna viene a
    asegurarnos que no existe algo "ahí fuera" de nosotros.
    Todo se halla inextricablemente interrelacionado con todo, por lo
    que el universo no es algo que exista "ahí fuera", y del
    que el observador se encontraría separado. Más bien
    al contrario, es un universo participativo… Por un lado,
    sabemos que el observador altera lo observado por el mero acto de
    su observación. Por lo que algunos científicos
    abogan por reemplazar el término "observador" por el de
    "participante" (J. Wheeler). Porque lo cierto es que no
    "observamos" el mundo; participamos en él. Y, por otro,
    sabemos también que eso que llamamos "ahí fuera" no
    es como nuestros sentidos y nuestra mente creen que es.
    "Ahí fuera" no hay ni luz ni color, sino solamente ondas
    electromagnéticas; "ahí fuera" no hay sonido ni
    música, sino solamente variaciones periódicas en la
    presión del aire; "ahí fuera" no hay calor ni
    frío, sino solamente moléculas que se mueven con
    mayor o menor energía cinética media…, y
    así sucesivamente. Lo que hay, tanto "fuera" como
    "dentro", es un torbellino vertiginoso de ondas/partículas
    en diferentes intensidades de vibración.

    En lo que se refiere a "nosotros", podría
    decirse que somos, a la vez, una expresión más de
    ese mismo torbellino y la Conciencia que lo está
    provocando o de la que está emergiendo… Sin embargo,
    tal como insiste la nueva física, hay una
    conclusión que parece irrebatible: no observamos el mundo
    físico, participamos con él. Nuestros sentidos no
    están separados de lo que llamamos "ahí fuera",
    sino íntimamente implicados en un proceso de
    realimentación notablemente complejo, cuyo resultado final
    es crear efectivamente lo que está "ahí
    fuera".

    La conciencia es una parte integrante de la
    realidad; eso significa que co-crea lo que observa. Si vemos un
    árbol, en vez de un cúmulo de átomos
    desorganizados, es porque la conciencia humana concede a la
    realidad física estas características
    particulares.

    Por eso, mirado de cerca, el concepto de "ahí
    fuera" resulta ridículo. Sólo podemos esperar
    encontrar un "ahí fuera", porque creemos que existe. Por
    eso, todas nuestras nociones acerca del carácter absoluto
    del universo físico son erróneas.

    ¿A qué se debe entonces ese
    engaño que nos lleva a afirmar la existencia de algo
    "ahí fuera"? Al modo de operar de la mente, por su propia
    naturaleza separativa. Para poder funcionar, la mente debe
    forzosamente separar. A partir de la primera dicotomía
    sujeto/objeto, para la mente, toda la realidad queda fraccionada.
    Todo lo que no es "yo", está "fuera". Y puesto que pensar
    es delimitar o "establecer fronteras", a la mente le resulta
    fácil marcar un límite entre lo que llama "sujeto"
    y todo lo demás: es sencillamente el límite o
    frontera de la piel. Por eso, en cuanto la mente hace su
    aparición en la historia humana, con ella aparece
    también la idea de un "mundo exterior", de una realidad
    "ahí fuera", separada y marginal.

    Sin embargo, eso es sólo un engaño de
    la mente, que se realimenta por el simple hecho de que lo hemos
    creído a pie juntillas. Lo que llamamos "mundo exterior"
    no está separado de nosotros y, de hecho, basta detener el
    pensamiento para percibirlo así.

    Todo constituye un conjunto unificado, sin
    separaciones mentales, arbitrarias y artificiales, en un universo
    participativo en el que todo interactúa en una
    interferencia constructiva, en la que la Conciencia se va
    desplegando en innumerables formas, como olas "únicas" y
    hermosas en el océano común y
    compartido"[27].

    Todo es creación de la
    conciencia. La física cuántica confirma que creamos
    nuestra realidad. La materia-espacio-tiempo es un aspecto de la
    misma. La materia consta básicamente de vacío. La
    materia no existe; sólo existe la conciencia. La mente es
    capaz de crear materia. "Para el físico cuántico es
    claro que la materia carece de base física. Tras la
    solidez aparente de la silla, se esconde en realidad el
    superholograma de un torbellino de ondas/partículas. A ese
    nivel, la conciencia es capaz de crear materia. Y eso constituye
    la prueba final de que lo no físico, la conciencia, tiene
    dominio sobre el mundo físico… La conciencia juega
    un indudable papel en el llamado universo físico. Hasta el
    punto de que, para la nueva física, el universo se parece
    más a un gran pensamiento que a una gran
    máquina… La "realidad última", en
    opinión de la nueva física, se asemeja más a
    un gran Vacío primordial, un "lugar" más
    allá del tiempo y el espacio, del que brotan, en un
    proceso increíblemente complejo y hermoso, todas las
    formas que existen. En pocas palabras: las piedras y las
    estrellas son meramente ondulaciones en la
    nada"[28]. Los hallazgos del físico Alain
    Aspect mostrarían que la realidad objetiva no existe y
    que, a pesar de su aparente solidez, el universo es un fantasma
    de corazón, un holograma gigante espléndidamente
    detallado. "En su nivel más profundo, la realidad es una
    especie de superholograma en el que tanto pasado como presente y
    futuro coexisten simultáneamente. Esto sugiere que,
    contando con las herramientas adecuadas, debería ser
    posible incluso que algún día se accediese a un
    nivel superholográfico de la realidad del que se
    obtuviesen escenas de un pasado remoto"[29]. La
    conciencia tiene dominio sobre el mundo físico. "Mi mente
    y el mundo están compuestos de los mismos elementos. El
    mundo me viene dado de una sola vez: no hay el mundo que existe y
    el que es percibido. El sujeto y el objeto son solamente
    uno…", expresó Erwin Schrödinger. "El papel
    especial que juega el observador en la mecánica
    cuántica tiene que ver con el carácter ondulatorio
    de la materia que comentaba antes. Este carácter permite
    que los objetos materiales estén en una combinación
    o superposición de estados, lo que no es posible en el
    mundo clásico. En el mundo clásico las cosas
    están en un estado bien definido, blanco o negro, vivo o
    muerto … En cambio, la mecánica cuántica nos
    dice que un objeto puede estar simultáneamente en varios
    estados y sólo cuando medimos u observamos dicho objeto,
    se selecciona uno de esos estados"[30].
    Según J. Pearce "la mente del hombre refleja un universo
    que refleja la mente del hombre".

    En opinión de Hawking, la física
    cuántica "gobierna el comportamiento de los transistores y
    de los integrados, que son los componentes esenciales de los
    aparatos electrónicos, tales como televisores y
    ordenadores, y también es la base de la química y
    de la biología modernas"[31]. El mismo
    científico nos invita a que nos interesemos más en
    la mecánica cuántica puesto que es una imagen
    completamente diferente del universo físico y de la misma
    realidad. El nuevo paradigma muestra que, contrario a lo que
    afirmaba Einstein, Dios si juega a los dados… Sin embargo,
    ni el determinismo fuerte de Laplace ni el indeterminismo
    relativo de Heisenberg o Prigogine, de acuerdo con la
    concepción de Fernando Savater, pueden responder al
    problema de la libertad humana, "porque el problema de la
    libertad no se plantea en el terreno de la causalidad
    física, sino en el de la acción humana en cuanto
    tal, que no puede ser vista solamente desde fuera como secuencia
    de sucesos sino que debe también ser considerada desde
    dentro haciendo intervenir variables tan difíciles de
    manejar como la voluntad, la intención, los motivos, la
    previsión, etc."[32]. Según Sartre,
    nada nos determina a ser tal o cual cosa, ni desde fuera ni
    dentro de nosotros. La libertad humana nos exige poner algo de
    nosotros mismos, existir auténticamente.

    Para tener una mejor comprensión de lo anterior,
    es procedente transcribir las siguientes diferencias entre la
    mecánica clásica y la mecánica
    cuántica:

    En la mecánica clásica:

    "Existe una "realidad objetiva", "ahí
    fuera", que todos podemos observar de la misma manera, porque es
    independiente de nuestras observaciones.

    Esa "realidad objetiva" es determinista: se mueve
    por el inexorable principio de causalidad.

    A partir de Galileo, Kepler o Newton, el universo es
    percibido como un diagrama en el que los fenómenos se
    describen en términos matemáticos y
    mecánicos. Se lo concibe como la maquinaria de un gran
    reloj, que se podría descomponer y componer a partir de
    esas partes descompuestas. El mundo constituye un sistema en
    equilibrio. En esta visión, el caos es solamente una
    complejidad todavía no desentrañada porque el orden
    y la estabilidad del universo pueden ser explicados por las leyes
    del movimiento de Newton.

    Esa realidad objetiva consta de dos elementos:
    objetos sólidos y vacíos.

    Esa realidad es fundamentalmente material y sus
    elementos básicos son los átomos.

    La mente no es sino el resultado de un proceso de
    complejificación de la materia (del
    cerebro).

    Oposición materia – conciencia
    (mente).

    La conciencia es relegada al ámbito de lo
    "espiritual", y considerada como un epifenómeno (ilusorio)
    de lo material.

    En cualquier caso, mente (conciencia) y realidad
    material constituyen dos realidades nítidamente separadas
    y diferenciadas, si bien la segunda posee un estatuto más
    firme.

    En último término, para la ciencia
    clásica sólo interesa lo que se puede medir
    empíricamente. Para este paradigma, la realidad
    "espiritual" no cuenta.

    La parte prima sobre el todo: dualismo
    separador"[33].

    En la mecánica
    cuántica:

    "No puede existir el "observador" neutral, dado que,
    inexorablemente, el observador altera lo observado (W.
    Heisenberg). Por ello, sería preferible llamarlo
    "participante" (J. Wheeler).

    El final del determinismo. A nivel cuántico,
    no existe nada parecido a la causalidad. Lo que rige las cosas es
    el principio de la indeterminación (W. Heisenberg, 1927):
    hemos pasado de un universo causalista a un universo
    probabilístico (o estadístico). La física
    clásica consideraba que las partículas y los
    objetos eran seres independientes que, cuando interaccionaban,
    producían un choque que provocaba una cadena causal de
    sucesos. La física moderna niega las cadenas causales y
    secuenciales de hechos. Es un mundo holístico, donde todo
    está interconectado, y a veces las conexiones manifiestan
    correlaciones implícitas por debajo de las superficies,
    que modifican los sistemas.

    El caos y la autoorganización. A partir de
    los trabajos de Ilya Prigogine, parece indudable la tendencia
    autoorganizadora global del universo. Clásicamente, se
    asociaba el orden al equilibrio, y el desorden al no equilibrio.
    Ahora sabemos que la turbulencia es un fenómeno altamente
    estructurado, en cuyo seno millones de partículas se
    insertan en un movimiento extremadamente coherente. La
    conclusión es la siguiente: La producción de
    entropía contiene siempre dos elementos
    dialécticos: un elemento creador de desorden y otro
    creador de un orden "mayor". Los dos elementos están
    siempre ligados.

    El vacío y la materia. Un modelo de
    átomo muy aceptado por los físicos consiste en
    imaginarlo como el de un núcleo y una nube externa de
    electrones. La dimensión proporcional entre el
    núcleo y el conjunto del átomo es aproximadamente
    del orden de diez mil veces. Es decir, si el núcleo fuera
    de un centímetro de diámetro, la nube de electrones
    más externos estaría a una distancia de un
    kilómetro.

    Pero, si en último término, todo es
    vacío, ¿cómo se explica que no se funda todo
    con todo? Por el "Principio de exclusión" (W. Pauli,
    1925): Dos fermiones idénticos no pueden encontrarse en un
    mismo estado físico, así que cada uno tiene que
    ocupar su lugar específico. Este "principio de
    exclusión" es responsable de la estabilidad de la materia
    a gran escala. Las moléculas no se aproximan
    arbitrariamente entre sí, porque los electrones de cada
    una no pueden entrar en el mismo estado que los electrones de las
    demás moléculas vecinas. Pero no todas las
    partículas son fermiones. Hay otras, denominadas bosones,
    que no responden al principio de exclusión y pueden estar
    en un mismo estado cuántico. En estos condensados, todos
    los átomos son absolutamente iguales. No hay ninguna
    medida que pueda diferenciar uno de otro.

    No existe ninguna realidad "ahí fuera",
    independiente de la conciencia. La misma materia consta
    básicamente de vacío. En último
    término, la materia no existe; sólo existe la
    conciencia.

    La mente es capaz de crear materia. La conciencia
    tiene dominio sobre el mundo físico.

    Todo es conciencia: hasta los electrones "saben" y
    "se dan cuenta" de su entorno (experimento de Aspect, 1982). Por
    lo que, "el Universo, tal y como lo vamos descubriendo, se parece
    cada vez más a un gran pensamiento, en vez de a una gran
    máquina" (James Jeans).

    Se ha acabado la contradicción entre materia
    y energía. De Broglie planteó que la luz participa
    de la naturaleza de las ondas. Pero, a su vez, desde Einstein,
    sabemos también que se comporta como una partícula.
    Las consecuencias fueron "definitivas": se abolió para
    siempre la división entre materia y energía: son lo
    mismo. La materia es luz condensada (un quantum -en plural
    quanta, de donde viene el nombre de la nueva física- es la
    unidad más pequeña que constituye la luz); cada uno
    de nosotros somos un sistema de energía en
    vibración continua. Nuestra alma es nuestro cuerpo, y
    nuestro cuerpo es nuestra alma. Es la conciencia la que crea
    materia, expresándose a través de
    ella.

    No existe una división estricta entre la
    realidad objetiva y subjetiva; la conciencia y el universo
    físico están conectados por algún mecanismo
    fundamental. Esta relación entre mente y realidad no es ni
    objetiva ni subjetiva, sino "omnijetiva".

    El orden implicado. Para la física moderna,
    lo que se ve no es sino es el despliegue de lo que no se ve, la
    "explicación" del "orden implicado" (David Bohm). La obra
    de Bohm es una cosmovisión dinámica que integra la
    conciencia en una unidad de energía, mente y materia.
    Según él, la conciencia es el elemento integrador
    que dota de unidad a cada organismo.

    Bohm concibe los fenómenos como
    manifestaciones de un holomovimiento que relaciona todo lo
    existente en un proceso de pliegue y despliegue el que subyace un
    "orden implicado". Todos los fenómenos están
    interrelacionados en una red espacio-temporal. Lo que nosotros
    percibimos, de entrada, es el "orden explicado" (desplegado), que
    se manifiesta como campos y partículas separadas con sus
    leyes propias, pero la realidad más profunda, el potencial
    cuántico es lo que permite la interconexión, y
    forma el sistema en el que se desenvuelve toda la realidad. "El
    orden del todo está implícito en el movimiento de
    cada parte".

    Es decir, nos habían condicionado para creer
    que el mundo externo era más real que el mundo interno. La
    física cuántica dice justo lo
    contrario.

    El Todo es lo prioritario: holismo integrador: Todo
    se halla interrelacionado con todo.

    En cierto modo, podría decirse que la nueva
    física es no-dual. A partir de experimentos contrastados
    en el reino de las partículas elementales, viene a
    concluir tajantemente que todo se halla interrelacionado con
    todo, que no hay nada "separado" de nada. Y que todo lo que
    percibimos, más allá de lo que nos hagan creer
    nuestros sentidos y nuestra mente, no es sino "forma" o
    "expresión" que remite a una Realidad primordial, que
    algunos no dudan en nombrar como
    Conciencia"[34].

     

     

    Autor:

    Luis Ángel Ríos Perea

     

    [1] GARCIA MORENTE, Manuel. Lecciones
    preliminares de filosofía. Ediciones Nacionales,
    Bogotá, 1984, P. 83.

    [2] RESTREPO TRUJILLO, Jorge.
    Filosofía para profanos. Ariel, Bogotá, 1999, P.
    229.

    [3] HIRSCHBERGER, Johanes. Historia de la
    filosofía. Herder, Barcelona, 1981, p. 58.

    [4] Ibídem, p. 53.

    [5] MARQUINEZ ARGOTE, Germán.
    Metafísica desde Latinoamérica. Usta,
    Bogotá, 1993, p. 148.

    [6] GARCIA MORENTE, Manuel. Ob. Cit. P.
    84.

    [7] SALAZAR RAMOS, Roberto José.
    Filosofía contemporánea. Usta, Bogotá,
    1995, p. 25.

    [8] RESTREPO RAMIREZ, Luis Carlos. La trampa
    de la razón. Arango editores, Bogotá, 1995, p.
    128.

    [9] CIRAC, Ignacio. La revolución
    cuántica. http://www.elcultural.es 

    [10] GOMEZ, A. M. El gato de
    Schrödinger. El rincón de la ciencia.
    http://centros5.pntic.mec.es

    [11] http://es.wikipedia.org

    [12] Ibídem.

    [13] www.conlosbrazosabiertos.net

    [14] Ibídem.

    [15] Ibídem.

    [16] MARTINEZ LOZANO, Enrique. La
    Revolución cuántica.
    http://www.enriquemartinezlozano.com

    [17] RESTREPO RAMIREZ, Luis Carlos. Ob. Cit.
    P. 126.

    [18] CRUZ VELEZ, Danilo. Filosofía sin
    supuestos. P. 230.

    [19] RESTREPO RAMIREZ, Luis Carlos. Ob. Cit.
    Págs. 117 y 129.

    [20] CUEVAS RODRIGUEZ, Juan Carlos. La
    física hoy… Mundo cuántico.
    http://www.fisicahoy.com

    [21] HAWKING, Stephen. ¿Juega Dios a
    los dados?

    [22] MAGSAN. ¡Qué rayos sabemos!
    www.monografías.com

    [23] DE LA TORRE, Alberto C. Usos y abusos de
    la mecánica cuántica. http://www.pensar.org

    [24] http://www.rafapal.com

    [25] DEL ANGEL ALVAREZ, Manuel G.
    ¿Qué es la realidad cuántica?
    http://djxhemary.wordpress.com

    [26] Ibídem.

    [27] MARTINEZ LOZANO, Enrique. La
    revolución cuántica.
    http://www.enriquemartinezlozano.com

    [28] Ibídem.

    [29] STEENSMA, Brian. ¿Existe la
    realidad objetiva? http://www.de2haz1.com

    [30] CUEVAS RODRIGUEZ, Juan Carlos. La
    física de hoy. Mundo cuántico.
    http://www.fisicahoy.com

    [31] HAWKING, Stephen La historia del tiempo.
    Editorial Crítica. Barcelona, 1992.

    [32] SAVATER, Fernando. Las preguntas de la
    vida. Ariel, Barcelona, 1999.

    [33] MARTINEZ LOZANO, Enrique. Ob. Cit.

    [34] Ibídem.

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