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"…y así estamos": Administración de los recursos "escasos" en la Republica Argentina




Enviado por Martin Ghiglione



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Los
    ideales del primer economista
  3. Los
    beneficiarios del nuevo Estado
  4. La
    gran estafa (el primer préstamo
    externo)
  5. El
    modelo Agro… "dependiente"
  6. Menem
    lo hizo
  7. La
    Democracia no cambio nada
  8. Nafta
    para todos
  9. El
    fin de los años locos (la crisis del
    29)
  10. Pioneros del golpe
  11. El
    Estado ¿Benefactor?
  12. El
    pacto con la madre patria
  13. Un
    poco de justicia no viene mal
  14. La
    Patria Peronista
  15. Campora, Perón y el Pacto
    Social
  16. Isabel y el brujo
  17. Imponiendo modelos
    económicos
  18. Un
    fierro caliente
  19. No
    los voy a defraudar
  20. Para
    pensar
  21. Biografía

Los liberales argentinos son amantes
platónicos de una deidad que no han visto ni conocen. Ser
libre, para ellos, no consiste en gobernarse a sí mismos
sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he
ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he
ahí todo su liberalismo. El liberalismo como hábito
de respetar el disentimiento de los otros es algo que no cabe en
la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la
disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza
la represión y la muerte.

Juan Bautista Alberdi

Introducción

A que se debe la amplia desigualdad social que
padeció la Argentina durante toda su historia. Porque solo
unos pocos tuvieron la oportunidad de lograr un progreso
económico, mientras la gran mayoría quedo excluida
de gozar de los beneficios que brinda una nación
generosa.

A lo largo de mi vida escuche decir; como puede ser que
un país con tanta riqueza que nos proporciono la
naturaleza, este entre los del tercer mundo. Cuando pienso en
esto recuerdo un chiste que contaba mi Viejo: Cuando Dios estaba
creando al mundo y repartía los recursos naturales entre
las distintas regiones o países, a San Pedro le llamo la
atención toda la riqueza natural que le proporcionaba a
nuestro país, entonces le pregunto:

¿Señor; por que le da tanto a este
país y tan poco a los demás? y Dios le

contesto: espera… ya veras que clase de personas
pongo.

Mas allá de esta realidad, desde que se estaba
formando la historia de nuestro país, allá a
principios del siglo XIX, existieron grandes personas que dejaron
sus intereses y riquezas de lado y hasta perdieron la vida
luchando contra parásitos, especuladores y partidarios de
si mismo como fue nuestra burguesía, y pensando en un
futuro prospero para los hijos de la

patria. Pero lamentablemente no fueron mayoría, y
no se si a ellos se les hubiera ocurrido pensar que
después de mas de doscientos años estaríamos
mediando con los mismos problemas.

Esta monografía, no pretende ser un informe
detallista de las corrientes y los principios económicos
que fueron aplicados en la Republica Argentina, sino un resumen
histórico e informal de cómo se manejo la
economía en nuestro país; de lo que se hizo, de lo
que no se pudo hacer, de

lo bueno de lo malo y del porque estamos como
estamos.

Los ideales del
primer economista

El primer economista argentino que tuvo nuestra
región no como país, sino, como el Virreinato del
Río de la Plata, fue Manuel Belgrano. Al regreso de
España en 1794 con el titulo de abogado, trajo
también un nombramiento de primer secretario del
Consulado, otorgado por el rey Carlos IV. El Consulado era un
organismo colonial dedicado a fomentar y controlar las
actividades económicas.

Las ideas innovadoras de Belgrano quedarán
reflejadas en sus informes anuales del Consulado, a través
de los que tratará por todos los medios de fomentar la
industria y modificar el modelo de producción
vigente.

Desconfiaba de la riqueza fácil que
prometía la ganadería porque daba trabajo a muy
poca gente, no desarrollaba la inventiva, desalentaba el
crecimiento de la población y concentraba la riqueza en
pocas manos. Su

obsesión era el fomento de la agricultura y la
industria. Proponía proteger las artesanías e
industrias locales subvencionándolas mediante "un fondo
con destino al labrador y al tiempo de las siembras como al de la
recolección de frutos". Porque "la importación de
mercancías que impiden el consumo de las del país o
que perjudican al progreso de sus manufacturas, lleva tras
sí necesariamente la ruina de una
nación".

Ésta era, a su entender, la única manera
de evitar los grandes monopolios que se ejecutan en la capital,
"por aquellos hombres que, desprendidos de todo amor hacía
sus semejantes, sólo aspiran a su interés
particular, o nada les importa el que la clase más
útil al Estado, la clase productiva de la sociedad, viva
en la miseria y desnudez que es consiguiente a estos
procedimientos tan repugnantes a la naturaleza, y que la misma
religión y las leyes detestan". Hasta el momento nadie
había descripto mejor a la

clase dirigente porteña y su total
desinterés por el progreso del país y sus
habitantes.

Esto se volcó en proyectos que presento Belgrano
y fueron rechazados por el resto de los miembros del Consulado,
que en su mayoría eran comerciantes con ideas
monopólicas, que posponían el interés
común por el particular.

Los beneficiarios
del nuevo Estado

Antes de la revolución de 1810, el puerto de
Buenos Aires permanecía cerrado por disposición
colonial, remitiéndose toda actividad económica
internacional al puerto del Potosí. Vale esta
aclaración a la hora de comentar como fue que se
enriquecieron las famosas familias Patricias. La respuesta a esto
es que se ejercía el contrabando en complicidad de los
jefes

del virreinato. Primero se contrabandeaban
mercaderías y luego, por la muerte de miles de
indígenas explotados en las minas del Potosí, hubo
necesidad de mano de obra esclava, que estas "históricas
familias" participaron traficando esclavos desde el África
para después negociarlos con las empresas
mineras.

Después de la revolución de mayo, las
diferencias entre los integrantes de la Primera Junta de
gobierno, quedaron expuestas. Mariano Moreno

desde su cargo de secretario y afín con las ideas
de Belgrano, impulso la apertura de varios puertos al comercio
exterior, intentando combatir el "monopolio de los
contrabandistas", redujo los derechos de exportación y
redacto un reglamento de comercio procurando mejorar la
situación económica y la recaudación
fiscal.

Cornelio Saavedra, en cambio, representaba a los
sectores conservadores, defensores de sus privilegios y, por lo
tanto, favorables al

mantenimiento de la situación social anterior, en
la que, como decía Moreno, "hay quienes suponen que la
revolución se ha hecho para que los hijos del país
gocen de los altos empleos de que antes estaban excluidos; como
si el país hubiera de ser menos desgraciado por ser hijos
suyos los que lo gobiernan mal".

Los terratenientes, ya estaban totalmente
conformes con las ganancias

obtenidas por la exportación de cuero, sebo y
tasajo y no destinaron ni un solo centavo de sus enormes
ganancias en transformar esa gran cantidad de materia prima en
productos elaborados. Si se hubieran invertido en industria se
habría producido un ahorro importante de divisas para el
país y se habrían generado más puestos de
trabajo.

A estos sectores, por otra parte, no les importaba mucho
la calidad de vida de los sectores populares; tratarían
siempre de pagar los salarios más

bajos posibles para abaratar los costos de su
mercadería. Se trataba de cobrar sus exportaciones en
libras o en oro y pagarles a sus empleados y proveedores nativos
en pesos, generalmente devaluados. Cuanto menos valiera la moneda
nacional, más ganaban ellos.

Esto hizo imposible que se creara un mercado interno
significativo, mantuvo en niveles muy bajos los salarios y limito
notablemente el

aumento de la población

La principal fuente de ingresos del Estado eran los
impuestos a la importación y al comercio, que perjudicaban
a los consumidores más pobres.

Las artesanías provinciales, que daban trabajo a
muchos de sus habitantes y abastecían el mercado interno,
fueron desapareciendo, gracias al libre comercio de los productos
importados más baratos y de mejor

calidad y sólo la inversión y la
modernización las hubiera podido transformar en verdaderas
industrias, como ocurría por esa misma época en los
Estados Unidos. Pero los únicos que hubieran estado en
condiciones de

hacer estas inversiones eran los terratenientes
porteños y no estaban interesados en dar ese paso, que
podría haber transformado a nuestro país en una
potencia.

Será esta clase dirigente la que conduzca los
destinos nacionales, la clase que privilegiará la
asociación con Inglaterra antes que cualquier
vinculación con el resto del país. Así se
gestará una estrecha dependencia económica con Gran
Bretaña, donde la Revolución Industrial consolidara
el

modelo agro exportado de mediados de siglo XIX,
destinándonos a ser los vendedores de materias primas y
los compradores de productos terminados; y cuando un país
depende económicamente de otro, cuando es ese otro
país el que decide qué se debe producir, qué
no, y cuanto se paga, a la dependencia económica se le
agrega la dependencia política, porque se reduce la
capacidad de decisión.

El nuevo Estado, dominado por una clase
propietaria parasitaria,

dificultará el progreso de una nación
asentada en uno de los territorios potencialmente más
ricos del mundo. Y así transcurrirán los siguientes
años de la historia Argentina del siglo XIX.

La gran estafa
(el primer préstamo externo)

En 1822 por iniciativa de Bernardino Rivadavia, se
autorizo la toma de un préstamo en el extranjero destinado
a: construir un puerto en Buenos Aires; fundar tres ciudades
sobre la costa que sirvieran de puertos al exterior; levantar
algunos pueblos sobre la nueva frontera de indios, y proveer de
aguas corrientes a la capital provincial. El préstamo
seria por cinco millones de pesos (un millón de libras) y
la base minima de colocación seria al tipo de 70%, o sea
que por cada 100 al gobierno le quedarían 70 libras. El
proyecto se fijaba a un interés del 6% anual y 0,5% de
amortizaciones, o sea una partida anual de 325.000
pesos.

Cuando algunos diputados, como Juan J. Paso,
cuestionaron de excesivo el monto de 325.000 pesos, el agente
ingles y el ministro de hacienda,

Manuel J. García, les contestaron que la
economía de la provincia era tan brillante que los
presupuestos de los próximos cinco años
daría un amplio superávit de 600.000 pesos. Un
diputado hizo el comentario que haríamos todos; con
semejante superávit para que queremos préstamo; y
uno de los interesados le dio una respuesta dudosa pero que
sonaba linda; conviene traer oro de Londres para darle respaldo a
los billetes locales y así oxigenar la economía
provincial. La ley quedó aprobada y se fijó como
garantía la

hipoteca sobre la tierra pública de la
provincia.

El préstamo se gestionaría
por una financiera que operaba en Buenos

Aires y Lima, J. P. Robertson y Cia., ligada
íntimamente, por un lado, con

la Baring Hermanos y Cia, de Londres, y por el otro con
un grupo de comerciantes porteños que formaron un
consorcio para la colocación del empréstito de
Londres. La Baring Hermanos y Cia. aceptaron gustosos lanzar el
empréstito. Robertson y sus socios porteños se
llevaron 120.000 libras en carácter de
comisiones.

Baring retenía en concepto de pagos adelantados
200.000, pero le acreditaba al gobierno porteño 140.000,
por que tomaba al tipo del 70%.

Cuando Rivadavia renuncio a su ministerio y llego a
Londres, tomo a cargo del estado de Buenos Aires 6000 libras para
gastos de representación de ex funcionario, que en
realidad estaba viajando por negocios personales. Robertson
acepto que a Rivadavia le dieran lo que pidiese y ya que estaban
retiraron otras 7000 libras en concepto de comisiones y por que
no otras

3000, simplemente por gastos. Baring, notando y
aprovechando el descontrol, impuso un descuento de 131.300 por
cuatro servicios

adelantados de intereses y amortizaciones, mas una
comisión del 1% sobre los mismos.

Tras el saqueo de la Baring y sus socios anglo-
argentinos, del hipotético millón de libras,
quedaban: 552.700.

Tras este despojo, uno se podría esperar, que por
lo menos la Baring enviara a Buenos Aires el remanente, pero ni
siquiera eso. El 2 de julio, la

banca informaba que no era conveniente mandar oro a
tanta distancia, y proponía depositar en su propio banco
las 552.700 libras a "un interés del

3% que es todo lo que podemos pagar", recordemos que el
interés de empréstito era del 6%.

Al nuevo gobernador de Buenos Aires, Juan Gregorio de
las Heras, le pareció demasiado abuso y pidió que
le mandaran algo. La Baring se conmovió, y compro unas
11.000 onzas de oro, que equivalían a 57.400

libras. Descontó el 1.5%, por gastos de seguro, y
las envío a Buenos Aires.

Todavía quedaban 490.000 libras que irían
llegando, según la voluntad de la Baring, no en oro sino
en letras de cambio pagaderas en Londres.

¿Que paso con las pocas libras que fueron
llegando a Buenos Aires? Por supuesto que no se construyo nada de
lo previsto. Ese dinero transformado en pesos Río de la
Plata fue prestado a comerciantes locales; que

exactamente fueron los negociadores del préstamo:
Braulio Costa y John Robertson, William Robertson y Miguel
Riglos. Estos préstamos jamás fueron devueltos y en
1904 cuando se termino de pagar el crédito, la Argentina
había abonado a la casa Baring Brothers la suma de
23.734.766 pesos fuertes.

El modelo Agro…
"dependiente"

A mediados del siglo XIX, Argentina se integra a la
economía capitalista con el rol de exportadores de
materias primas, ya que los países industrializados, por
la llamada división internacional del trabajo, comenzaron
a demandar nuevos productos para el insumo de sus industrias.
Esto provoco que la Argentina dependiera de los países
industrializados europeos, principalmente Inglaterra, como
exportadora de materias primas e importadoras de productos
manufacturados.

Por supuesto que a los únicos que beneficio este
modelo fue a los mismos de siempre; la aristocracia
terrateniente, que aumentaba cada ves mas sus ganancias y su
poder político. En cambio no descendieron los niveles de
pobreza de los sectores más bajos, que seguían
cobrando salarios miserables, sin tener en cuenta las
pésimas condiciones de trabajo

que padecían.

Por otro lado, la gran cantidad de productos importados,
que en su mayoría eran artículos de primera
necesidad de las clases bajas, terminaron por hacer desaparecer
las pequeñas industrias artesanas. A tal punto
habían penetrado las manufacturas británicas, que
los ponchos que usaban nuestros gauchos eran; Made in
Inglaterra.

La condición de Argentina como país
periférico de la economía del mundo capitalista,
dio lugar a que los centros industrializados tuvieran poder de
decisión sobre la organización de la
producción Argentina. En el mercado mundial se fijaban los
precios de los productos y se decidía el destino de las
inversiones de capitales. De este modo, indirectamente, se
determinaba que productos convenía producir en el
país.

En 1874, Argentina importaba trigo y
harina, en 1880 ya había una

producción para abastecer totalmente el mercado
interno y hacia finales del siglo, el país ya exportaba
volúmenes de trigo muy importantes. Después de
1890, rápidamente el trigo desplazo al maíz y se
convirtió en la producción más importante de
nuestro país.

La expansión de la producción de cereales
comenzó a partir de la superación de algunos
obstáculos: la expansión de la línea de
frontera y el

avance del ferrocarril.

Los ferrocarriles eran de inversión inglesa, los
primeros interesados en que las mercaderías lleguen a
destino. Estas líneas férreas se distribuían
desde el puerto de Buenos Aires hacia el interior de las
distintas provincias, pero sin tener comunicación entre
ellas, o sea en forma de abanico.

La expansión de la línea de frontera se
debió gracias a la masacre indígena llamada
conquista del desierto, que significo un gran negocio,

donde el Estado regalo o vendió por moneditas
hectáreas a los terratenientes vinculados estrechamente
por lazos económicos y/o familiares a los diferentes
gobiernos que sucedieron en aquel periodo, que a

modo de ejemplo concluyo que sesenta y siete
propietarios pasaran a ser dueños de 6.062.000
hectáreas, entre ellos se destacaban veinticuatro familias
patricias que recibieron parcelas que oscilaban entre las 200.000
hectáreas de los Luro a las 2.500.000 obtenidas por los
Martínez de Hoz.

Menem lo
hizo

En 1887, el gobierno de Juárez Celman promulgo la
ley 2.216, de "Bancos Nacionales Garantidos", que permitía
a los bancos privados emitir billetes de curso legal con el
respaldo de las reservas de oro del estado. La misma ley
permitía a cualquier persona fundar un banco siempre y
cuando pudiera demostrar un capital mínimo de 25.000 pesos
moneda nacional.

El sistema era el siguiente: Los bancos compraban al
gobierno títulos de la deuda interna, el gobierno les
pagaba esas sumas en billetes con el nombre de cada
banco.

Se estaba gestando un gran negocio. Como se es de
esperar comenzaron a aparecer bancos por todos lados: de junio a
diciembre de 1888 se crearon nueve bancos y en dos años ya
existían, veinte.

En menos de dos años los bancos empezaron a
enviar sus capitales al exterior y el estado debió limitar
el retiro de ahorros depositados de los bancos.

El gobierno llevo adelante una política
económica "liberal", fomentando la privatización de
todos los servicios públicos, generando grandes negociados
y corrupción en la administración
publica.

En los dos primeros meses de 1889 se
otorgaron, a amigos del poder

vinculados con empresas extranjeras, treinta concesiones
ferroviarias a cada una de ellas el estado le garantizaba el 7%
de ganancias anual. Es decir que si le empresa declaraba perdidas
el estado debía compensarla con dinero publico. Esto llevo
a que las empresas siempre presentaran perdida y así se
quedaban anualmente con el 30% del presupuesto
nacional.

Toda esa euforia especulativa
comenzó a decaer cuando en el mundo

comenzaron a bajar los precios de nuestras exportaciones
y fue necesario hacer frente a una deuda externa que
comprometía el 60% de nuestra producción nacional.
Para financiar esta política el gobierno siguió con
su tradicional aumento del endeudamiento para pagar la deuda
externa. En solo cinco años se tomaron créditos por
710 millones de pesos oro, al asumir Roca la presidencia la deuda
era de 83,5 millones de pesos, Juárez Celman la llevo a
670 millones.

En 1889 comenzó una inflación galopante
que llevo a limitar la emisión monetaria y a intentar
aumentar las reservas, vendiendo 1.000.000 de hectáreas de
la Patagonia, las tierras no se vendieron. Entonces se
tramito

un préstamo de 10.000.000 millones para salvar el
sistema financiero nacional que estaba al borde del colapso. Pero
las condiciones para otorgarlo era que se dejara de emitir moneda
y que no se instalaran nuevos bancos, Juárez Celman tomo
esto como una cláusula "humillante para el decoro
nacional" y el préstamo se fue a pique.

En junio de 1890 Argentina entro en cesación de
pagos y se declaro en default.

Frente a las puertas de los bancos se hacían
filas de ahorristas que intentaban extraer sus depósitos
mientras el gobierno salía en defensa de los bancos que en
su mayoría declararon quiebras fraudulentas.

Entre intentos revolucionarios que logran la
caída de Juárez Celman, nace la Unión
Cívica Radical. Pero después de idas, vueltas y
traiciones a la revolución, llega a la presidencia Carlos
Pelegrini, que asumió con la condición de que un
grupo de banqueros, economistas, estancieros y

comerciantes argentinos suscribieran un
empréstito de 15 millones de pesos para hacer frente a los
vencimientos externos.

El nuevo presidente aplico un duro plan de ajuste, que
obviamente afecto a las clases populares. Recorto violentamente
los gastos administrativos y echo a 1.500 empleados
públicos. Quedaron postergadas decenas de obras
públicas, se rebajaron los sueldos estatales, jubilaciones
y pensiones.

La Democracia no
cambio nada

Después de tres revoluciones y gobiernos
conservadores, llega a la presidencia en 1916 gracias a la ley
Sáenz Peña de sufragio universal, Hipólito
Yrigoyen.

El radicalismo no prometía medidas
revolucionarias. Por eso su política puede ser definida
como un reformismo que propuso, básicamente terminar con
la inmoralidad administrativa y distribuir de modo más
equitativo la riqueza proveniente del exitoso modelo
agroexportador.

El radicalismo en el gobierno
emprendió una política democratizadora

que se manifestó en diferentes proyectos de ley,
que en su mayoría fueron rechazados en el Congreso
Nacional por la oposición conservadora. Entre ellos se
destaca el proyecto de reparto de tierras para beneficiar la
colonización agrícola-ganadera, otorgando
facilidades crediticias a los agricultores arrendatarios con el
fin de permitir la compra de tierras.

Aunque el gobierno no intento realizar una reforma
agraria, que terminara con los grandes latifundios, las medidas
para favorecer a los

arrendatarios rurales fueron objeto de un profundo
rechazo por parte de la oposición, que considero que esas
reformas atentaban contra la propiedad privada.

El parlamento ni siquiera considero proyectos tan
importantes como la creación de un banco agrícola,
destinado a fomentar a través de préstamos la
expansión de la zona sembrada, y la creación del
Banco de la Republica que cumpliría las funciones del
actual Banco Central (emisión monetaria y
regulación del crédito y de la tasa de
interés). De los ochenta proyectos de ley enviados por el
gobierno, solo fueron aprobados veintiséis.

En cuanto al movimiento obrero Yrigoyen impulso una
avanzada legislación laboral, como el reglamento del
trabajo ferroviario y del trabajo

a domicilio; la ley de jubilaciones de empleados
ferroviarios y de obreros y

empleados de empresas particulares de servicios
públicos; las leyes de Salario Mínimo y de Contrato
Colectivo de Trabajo; el Código de Trabajo de 1921, que
legalizaba el derecho de huelga; el Código de
Previsión Social de 1922, y la conciliación y
arbitraje obligatorio. Estas iniciativa, como de costumbre,
fueron bloqueadas en el parlamento por los
conservadores.

Para tener en cuenta las condiciones de trabajo que
sufrían los obreros, a modo de ejemplo, se puede citar la
explotación de quebracho anglo- argentina llamada La
Forestal en la provincia de Santa Fe. Sus propiedades llegaban a
las 2.100.000 hectáreas, donde los hacheros y sus familias
vivían en ranchos improvisados con ramas y troncos y la
jornada era interminable. En cambio sus dueños
tenían sus salones de te, sus orquestas, sus
teatros,

centros deportivos, sus bibliotecas y
restaurantes.

En La Forestal no circulaba la moneda nacional. Los
obreros cobraban en vales que solo podían ser canjeados en
los almacenes de la empresa donde los productos eran
carísimos. Las ganancias obtenidas a través de
estos almacenes eran enormes: por ejemplo, en el ejercicio de
1918 la empresa pago 3.100 pesos de impuestos por las ganancias
obtenidas en estos comercios y 5.000 por todo lo producido en la
fábrica de tanino.

Durante la guerra se dio un doble proceso, por un lado
la instalación de nuevas fábricas para producir lo
que el conflicto no dejaba importar, y por otro esas nuevas
fábricas y las preexistentes se vieron en dificultades
para producir por la falta de insumos importados.

Las condiciones de vida de los trabajadores
argentinos empeoraron con

el comienzo de la primera guerra mundial. La
reducción de los embarques de cereales perjudico al campo.
Miles de arrendatarios y obreros rurales debieron trasladarse a
las ciudades en busca de empleo, aumentando la ya por entonces
importante masa de desocupados. Esto afecto el nivel de trabajo y
redujo notablemente los salarios. Para completar el
dramático cuadro, entre 1916 y 1919, en la ciudad de
Buenos Aires el costo de vida aumento un 100%.

Nafta para
todos

Al final del primer mandato de Yrigoyen (1922) se
creó Yacimientos Petrolíferos Fiscales destinado a
promover la explotación petrolera y dependiente del
Ministerio de Agricultura, aunque su crecimiento se produjo
durante la Presidencia de Alvear, donde el coronel Enrique
Mosconi fue nombrado director de YPF. Mosconi de este modo
condujo la primera empresa petrolera estatal del mundo,
imprimiéndole una orientación
nacionalista.

En 1923 YPF compro en Estados Unidos el primer buque
tanque de cinco mil quinientas toneladas y habilito los primeros
surtidores con su marca que vendían nafta y
kerosén. Una de las primeras obras de Mosconi, ya durante
la presidencia de Alvear, fue la creación de la
destilería de La Plata, la décima en tamaño
del mundo.

La eficiencia de YPF llevo a que en los años
veinte la industria petrolífera nacional aumentara su
producción a un ritmo del treinta por ciento anual. Pero
no alcanzaba, seguíamos dependiendo de la
importación de petróleo extranjero.

La empresa petrolera extranjera más
influyente y poderosa en la

Argentina era la Standard Oil, con fuerte presencia en
la zona de Comodoro

Rivadavia, Jujuy y Salta.

Los poderosos intereses petroleros comenzaron a hacer
lobby con los gobiernos provinciales logrando que obstaculizaran
la acción de YPF en sus territorios. El gobernador
salteño rechazo un acuerdo con la petrolera estatal para
explotar el yacimiento Republica Argentina, pero al no ver un
marco regulatorio claro y preciso la Dirección General
resolvió iniciar la explotación

Con la sanción del proyecto de ley de
nacionalización del petróleo, el 28 de septiembre
de 1928, se declaraba el monopolio estatal sobre el
petróleo. Esto dejaba de lado la posibilidad de sociedades
mixtas.

En mayo de 1929, bajo el impulso de Mosconi, YPF redujo
el precio del petróleo, insumo fundamental de toda
industria. La Argentina tenía la nafta mas barata del
mundo, y las ventas de la empresa estatal crecieron

notablemente provocando la ira de los privados. La
rebaja ponía en evidencia los grandes márgenes de
ganancia de las empresas privadas, y por el impulso de YPF se
vieron obligadas a rebajar su precio. Pero Mosconi fue por mas:
rebajo también el precio del kerosén y los
agroquímicos así contribuía al desarrollo
económico de regiones del interior, además dispuso
la presencia de la petrolera estatal en todo el país, en
las grandes y pequeñas ciudades, independientemente de
fuera negocio o

no, cumpliendo una función social.

Como la capacidad productiva petrolera no alcanzaba a
cubrir el mercado interno, Mosconi previendo seguros conflictos
con las empresas

norteamericanas, propuso un acuerdo con la petrolera
soviética estatal Iuyamtorg, que implicaba la
importación de 250.000 toneladas de petróleo por
año que serian pagadas por Argentina con cueros, lana,
tanino, caseína y ovinos.

El fin de los
años locos (la
crisis del 29)

La Primera Guerra Mundial había favorecido a los
Estados Unidos de una manera espectacular, convirtiéndolo
en el principal proveedor de materias primas y productos
alimenticios e industriales. También era el principal
acreedor del mundo, y su influencia en Europa era fundamental.
Como la competencia industrial era muy fuerte, aumento la
concentración empresarial

A pesar de esto, como la economía mundial estaba
en desequilibrio con respecto a los Estados Unidos, no se pudo
generar una demanda suficiente que pudiese sustentar la
expansión industrial. Esto dio lugar a que ya
en

1925, se comenzase a acumular stock de diversos
productos, dando lugar a la caída de los precios, al
desempleo y a la pérdida de la capacidad

adquisitiva de la población.

Hacia fines de la década, la compra de acciones
de manera desenfrenada creció en un 90%. La
especulación financiera hacía ganar dinero
rápidamente, siendo el valor de las acciones ficticios, ya
que estaban por encima de su valor real. (La gente sacaba
créditos en los bancos y ponía ese mismo dinero en
la bolsa, a un interés más alto de lo que
pagaba)

El jueves 24 de octubre de 1929, se produjo
el crash de la bolsa de Wall

Street. Más de 13.000.000 de títulos que
cotizaban en baja no encontraron compradores y ocasionaron la
ruina de miles de inversores, muchos de los cuales, habían
comprado las acciones con créditos que ya no
podrían pagar.

Esto llevo a que la gente entre en pánico y
quisieran retirar el dinero de sus cuentas, haciendo que 600
bancos norteamericanos quebraran al no poder hacer frente a estos
retiros.

Los países centrales trasladaron los efectos
negativos de la crisis hacia los periféricos como la
Argentina. Ellos fijaban los precios de nuestros productos y
decidieron bajarlos considerablemente. Los pequeños
productores, que habían tomado préstamos
hipotecarios para sembrar y pensaban pagarlos con el producto de
las cosechas, pronto advirtieron que por la rebaja unilateral de
precios impuesta por EE.UU. y Gran Bretaña, para ganar lo
mismo tenían que producir y vender un 40% más y
absorber los costos que ello implicaba. La mayoría no pudo
afrontar su situación, sus campos fueron ejecutados y
apropiados por los bancos y tuvieron que dejar

el campo en busca de nuevas oportunidades
económicas. Pero aún peor sería la
situación de los peones de estos campos, familias enteras
que comienzan a migrar hacia las ciudades expulsadas por el
hambre.

En la ciudad empezaban a aparecer las industrias, no
como producto de un plan industrial, sino como una respuesta a la
falta de divisas para comprar los productos importados.
Ciertamente a disgusto, la elite, va a destinar parte de sus
capitales a la inversión industrial. Serán estas
fábricas

las que comiencen a demandar mano de obra y a ellas se
dirigían los miles que llegan desesperados desde el
campo.

Nadie quería a los recién llegados.
Años más tarde comenzarían a llamarlos
cabecitas negras. Las clases medias y altas se horrorizaban por
tener que compartir una ciudad que antes parecía
pertenecerles. Los gobiernos conservadores no encararon
ningún tipo de política social ni de vivienda, y
así, ante el desamparo, irán apareciendo las
primeras villas

miseria, como la llamada Villa Desocupación de
Retiro. En Puerto Nuevo floreció el "Barrio de las latas"
y Buenos Aires comenzó a poblarse de viviendas precarias e
insalubres. En 1932, el gobierno del general Justo,
erradicó la Villa Desocupación porque le daba "mal
aspecto" a la capital sin darles ningún nuevo destino a
sus ocupantes.

La desocupación llevó a una
rebaja muy fuerte en los salarios y al

empeoramiento de las condiciones de trabajo. A los
privilegiados que conseguían o mantenían sus
trabajos, se les redujeron los sueldos y se les aumentaron las
horas de trabajo, y, como suele ocurrir, se incumplieron las
pocas leyes laborales vigentes en aquel momento. Creció la
incorporación de niños al mercado de trabajo, donde
eran explotados salvajemente. Pero eso sí, honrando la
noble tradición argentina de cumplir con "nuestros
compromisos internacionales", el presupuesto de aquel mismo
año destinaba el 35,5% del dinero del Estado a pagar la
deuda externa.

Pioneros del
golpe

El Golpe de estado se concreto el 6 de septiembre de
1930, pero venia siendo preparado desde hace meses.

La oligarquía terrateniente estaba retomando el
control y la administración del estado. La democracia no
garantizaba para ellos la seguridad en momentos que había
que aplicar políticas de ajustes y rebajas de sueldos.
Querían asegurar todos los resortes del poder para aplicar
un modelo económico que los tuviera como únicos
beneficiarios.

Los golpistas del futuro aprendieron en el 30 que la
cosa debía empezar por el desprestigio del gobierno a
través de una activa campaña acrecientan el
descontento, y responsabilizar al gobierno por las crisis
internacionales.

El golpe del 30 iba a inaugurar una década infame
marcada por el fraude electoral, la corrupción, los
negociados, la tortura y la entrega de nuestro país a los
intereses extranjeros.

Una década donde el pueblo no podría votar
ni manifestarse. Donde la desocupación y la miseria se
adueñarían del granero del mundo, mientras una
minoría haría lo que quería con el
país pensando que nunca tendría que rendirle
cuentas a nadie.

El Estado
¿Benefactor?

En Estados Unidos y en otros países capitalistas,
el estado intervino en la economía para paliar los efectos
de la crisis y sostener al sistema y, a la vez, tuvo un
protagonismo importante en el área social,
preocupándose de la situación de los empleados y de
los más perjudicados a través de políticas
de empleo y de viviendas. Estas medidas no fueron adoptadas por
beneficencia sino para evitar el crecimiento de movimiento obrero
y la movilización social y, también, para
garantizar a la mayoría de la población un ingreso
aceptable que le permita consumir los productos producidos por
las empresas capitalistas.

En la Argentina la intervención del Estado en la
economía se limito a preservar la tasa de ganancia y a
asegurar a los sectores económicamente más
poderosos de la sociedad el mantenimiento de su nivel de vida,
abandonando a su suerte a las grandes mayorías populares.
No hubo planes de vivienda ni de fomento del empleo, no se
construyeron en los niveles mínimamente necesarios
hospitales ni escuelas, ni se realizaron
campañas

nacionales de medicina preventiva. A pesar de que el
perfil económico agroexportador estaba cambiando a una
economía donde la industria iba ganado terreno,
subsistía en la estrecha y mezquina mente de los
beneficiarios de aquel sistema la visión de que la
situación económica y social del trabajador local
carecía de importancia porque no era un potencial
consumidor de los elementos que producía.

El pacto con la
madre patria

En Agosto de 1932 Gran Bretaña se reunió
en Ottawa con los integrantes de la "Comunidad Británica
de Naciones" (conjunto de países vinculados por lazos
históricos y culturales con Gran Bretaña, casi
todas sus ex colonias). Éstas le reclamaban a Inglaterra
un trato preferencial frente a la crisis: querían que les
dieran prioridad para venderle a la madre patria sus

productos que eran los mismos que nosotros le
exportábamos: carne y cereales. El pacto de Ottawa
así firmado era una barrera defensiva que afectaba a la
Argentina, principal proveedor no perteneciente a la comunidad. O
sea, el Reino Unido aplico lo que se conocía como la
"preferencia imperial", es decir adquirir los productos que antes
compraba a la Argentina, en Canadá, Australia, la India,
etc. Esto implicaba en un principio una reducción en las
compras de unas 100.000 toneladas de carne enfriada.

En los sectores ganaderos exportadores argentinos
cundió el pánico: la metrópolis los
había abandonado.

Estos sectores dominantes querían hacerle creer
al pueblo que su beneficio era el de la Nación y que no
quedaba mas remedio que arrodillarse ante el amo ingles, incluso
había que transformarse en colonia con tal de seguir
vendiéndoles carne. Para esta rancia oligarquía
que,

como decía Sarmiento, se había enriquecido
mirando parir las vacas, no existían alternativas, ni
abrir otros mercados, ni diversificar la economía, ni
mucho menos, mejorar los niveles de vida de la población
para expandir el mercado interno y los niveles de consumo. Para
ellos la solución pasaba por viajar a Londres y entregar
los resortes de la economía a cambio de mantener la cuota
de compra de carne enfriada.

El gobierno de Justo, aliado con los sectores ganaderos,
envío a Londres al vicepresidente Julio A. Roca (hijo)
para tratar de llegar algún acuerdo.

Hubo una cena de recepción donde Roca no tuvo
empacho en afirmar: la Republica Argentina por su
interdependencia reciproca es, desde el punto de vista
económico, parte integrante del Imperio
Británico.

Finalmente se firmo un tratado con el
ministro de comercio británico Sir

Walter Runciman. Lo primero que se acordó fue la
toma por parte de la

Argentina de un nuevo préstamo con la banca
inglesa por 13 millones de pesos. Lo interesante es que si bien
el firmante, garante y deudor del préstamo fue el Estado
argentino, el dinero fue a parar directa e íntegramente a
las empresas inglesas radicadas en la Argentina.

Por el pacto Roca-Runciman, firmado el 1º de mayo
de 1933, Inglaterra solo se comprometía a seguir comprando
carnes argentinas en los mismos

volúmenes que en 1932, o sea unas 390.000
toneladas (uno de los años de mas baja exportación
como consecuencia de la crisis), siempre y cuando su precio fuera
menor al de los demás proveedores. En cambio Argentina
acepto condiciones lindantes con la deshonra:

Libero impuestos que pesaban sobre 350 productos
ingleses.

Entrego el 85% de las ventas de carnes al exterior a
frigoríficos ingleses, dejando solo el 15% restante a los
frigoríficos argentinos, siempre y cuando

estos frigoríficos no persigan fines de beneficio
privado.

Se libera absolutamente de impuestos la
introducción del carbón ingles. Un golpe duro para
las empresas de carbón y petróleo
nacional.

La Argentina se comprometía también a
darle un trato benévolo a las inversiones
británicas. Esto quiere decir la prioridad para cualquier
licitación de obra pública.

Finalmente se le otorgo el monopolio de los transportes
de la capital a una corporación inglesa. Los ingleses eran
los dueños de los trenes y el subte A, y el colectivo
(invento argentino) les hacia competencia por el bajo precio de
su boleto. Al entregar el monopolio a los ingleses del trasporte,
los

dueños de colectivo pasaron a ser peones. Con el
escándalo que se desato, esta ley no tuvo mayor
aplicación.

La vigencia del tratado era por tres años, al
termino de los cuales, fue lógicamente renovado y
ratificado.

Un poco de
justicia no viene mal

El del 4 de Junio de 1943, a diferencia del golpe de
1930, no estuvo precedido por una campaña orquestada desde
los sectores más poderosos económica y socialmente,
los grandes diarios, y las principales instancias
académicas y culturales. Fue un acontecimiento bastante
sorpresivo generado por una logia militar que seria conocida por
sus siglas: GOU. Su víctima no era un gobierno electo por
sufragio universal y con una base popular importante, como el de
Yrigoyen en 1930, sino uno producto del fraude y dispuesto a
imponer su sucesión por la misma vía.

La solución está precisamente en que el
Estado se convierta en órgano regulador de la riqueza,
director de la política y armonizador social. Ello implica
la desaparición del político negociante acaparador,
que manejaba el

país como si fuera propio, una clara
definición de enemigos a suprimir, y el Estado como
protagonista de esa eliminación para lograr el equilibrio
social y económico deseable.

Los principales problemas a resolver
eran:

– La necesidad de un reordenamiento
económico-social, que incluía la
preocupación por una diversificación mayor de la
economía, tanto en el

terreno agrícola como industrial, pero era
más amplia: El desequilibrio demográfico, la
atención a los problemas generados por la
industrialización, como la vivienda, el mantenimiento del
empleo urbano, que incluía la industrialización,
pero no se reducía a ella.

– El hallazgo de una nueva integración en el
mercado internacional. En esto se insertaba la crítica, de
tono más o menos nacionalista, a la posición
dependiente de la afluencia de capitales y bienes
extranjeros.

– El problema obrero: Las negativas a tratar la
"cuestión social", el tratamiento de los sindicatos como
fenómeno foráneo, habían sido abandonados
hace tiempo. Las desigualdades sociales crecientes, y
sus

posibles consecuencias de resentimiento de la vida
económica, perturbación de la paz social. La
incorporación plena de estos sectores como mercado
consumidor de la industria nacional, el mejoramiento de su nivel
de vida.

Durante la huelga de los frigoríficos de 1943 que
fue duramente reprima y sus dirigentes detenidos, hace su
presentación en sociedad uno de los integrantes del GOU:
Juan D. Perón, que pidió que el Ministerio de
Guerra interviniera en el conflicto, y logro el primer contrato
colectivo de la industria de la carne, por lo cual los obreros
recibieron un pequeño aumento y también la
liberación de los detenidos.

El 27 de octubre de 1943 se designo a Perón jefe
del Departamento Nacional de Trabajo, que un mes después
por medio de un decreto se convirtió en la Secretaria de
Trabajo y Previsión.

Partes: 1, 2

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