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Yahvé, el Dios judeo-cristiano



Partes: 1, 2

  1. Un Dios "humano,
    demasiado humano"
  2. Yahvé, un
    Dios que realiza un pacto de alianza exclusiva con Israel,
    que destruye a quienes se le oponen y que no es, ni mucho
    menos, un Dios único ni universal
  3. Yahvé, un
    Dios déspota, cruel y asesino en grado
    superlativo
  4. Yahvé,
    asesino de mujeres y de niños
    inocentes

Si atendemos al significado que el concepto de Dios ha
tenido a lo largo de la historia del judeo-cristianismo nos
encontramos con unas ideas totalmente
antropomórficas
: Un ser que ama y que odia, que es
celoso y vengativo, que premia, castiga, ordena, se equivoca, se
arrepiente, amenaza, rectifica, destruye y mata, y que es
vulnerable en la misma medida en que puede ser ofendido,
desobedecido, traicionado y olvidado.

CRÍTICA: Esta perspectiva respecto a la
esencia de ese Dios conduce al absurdo de considerar que, siendo
omnipotente y habiendo programado por ello las decisiones y las
acciones humanas, castiga de manera absurda a muchos de quienes
se han comportado de acuerdo con los objetivos para los que
él mismo les ha programado, de manera que tal
actuación convertiría al propio Dios en un ser
caprichoso, déspota y contradictorio. Es verdad, sin
embargo, que los autores de la Biblia –a pesar de
estar supuestamente inspirados por el Espíritu Santo,
según dicen los dirigentes de la Iglesia Católica-
no repararon en el hecho de que la predeterminación
divina
implicaba la automática anulación del
libre albedrío, de la responsabilidad,
del mérito o de la culpa aplicadas al
hombre, de manera que, como un aspecto de dicha
predeterminación, el propio Dios habría programado
a Judas para que traicionase a Jesús, por lo que
aquél no pudo hacer otra cosa que lo que hizo, de manera
que Judas sólo habría sido un instrumento para que
todo se cumpliese de acuerdo con los planes divinos, y, por ello
mismo, sería una contradicción considerarle
culpable de su acción, a pesar de que aquella
traición se la considere tal vez como la mayor ofensa que
podía cometerse contra Dios, si Judas hubiera sido libre
de cometerla. Recordemos cómo en los evangelios aparece la
afirmación de Jesús "uno de vosotros me
entregará", es decir, ya todo estaba dispuesto así
desde la eternidad, pues no se trataba sólo de que Dios
por su omnisciencia supiera qué iba a suceder, sino que
además él mismo lo había
programado.

Otro aspecto de este antropomorfismo sería la
suposición de que Dios quiso crear a la humanidad para que
le amase y le adorase, lo cual supone ignorar
que su perfección quedaría anulada desde el momento
en que su propia autosuficiencia quedaría anulada al estar
subordinada de algún modo a la
satisfacción o al enfado que sintiese
como consecuencia de las acciones y de los sentimientos que el
ser humano tuviera hacia él, sentimientos que, por otra
parte, habrían sido programados igualmente por el
propio Dios, por lo que el origen de tal satisfacción
sería un ridículo autoengaño.

Un aspecto complementario de este antropomorfismo
consiste en la pretensión de que la adoración, las
penitencias, los ayunos y las oraciones de los hombres pudieran
causarle alguna satisfacción, pues nuevamente
este punto de vista implica una negación de la
inmutabilidad y de la perfección divina, y al mismo tiempo
la contradicción de suponer que Dios tenga estados
emocionales variables y subordinados a las
actitudes y sentimientos que el hombre tenga hacia
él.

Por otra parte y como ya se ha visto en el
capítulo anterior, la existencia de Dios como ser perfecto
es incompatible no sólo con la existencia del Universo
sino también con la presencia en él de tantos
aspectos absurdos como lo son en una gran medida los que rodean
la existencia humana, como en especial cualquier forma de
sufrimiento, humano y no humano. Esta incompatibilidad se hace
más patente si se tiene en cuenta que, de acuerdo con un
aforismo escolástico, el modo de actuar de cada ser es
consecuencia y manifestación de su modo de ser ("operari
sequitur esse"), de manera que, suponiendo incluso la absurda
hipótesis de que un ser perfecto hubiera
deseado crear algo, lo habría creado tan perfecto
como lo fuera él mismo, pues su amor infinito le
habría llevado a conceder al hombre la perfección
en el mismo grado en que su poder se lo hubiese permitido, y,
siendo este poder infinito, habría creado al ser humano
tan perfecto como lo fuera el propio Dios, del mismo modo que
obraría un padre en relación con su hijo, hasta
ayudarle a alcanzar metas superiores incluso a las que él
mismo hubiera podido lograr. Pero, además, ese amor
infinito no sólo sería contradictorio con las
imperfecciones humanas sino, como ya se ha dicho, con la
existencia del sufrimiento, de las enfermedades, de la muerte y
de todas las calamidades que rodean la existencia humana a lo
largo de su vida y que están igualmente presentes en los
seres capaces de sentir.

El antropomorfismo del concepto religioso de
Dios se muestra igualmente en la consideración de B.
Spinoza según la cual la infinitud de Dios
sería incompatible con la existencia de cualquier otra
realidad que pudiera limitar la suya y, en consecuencia,
un concepto menos antropomórfico de Dios sería
aquél que lo identificase con el conjunto de lo
real
, por lo que el mismo ser humano sería parte de
Dios en cuanto nada más podría existir
además de él. Este concepto significaría
renunciar a la idea de un Dios personal para asumir la de un dios
global, es decir, un panteísmo según el cual Dios
se identificaría con el conjunto de lo
existente.

Sin embargo y como ya se ha dicho, los dirigentes de
Israel y los de la Iglesia Católica introdujeron desde sus
comienzos un concepto sumamente antropomórfico de Dios que
le ha sido muy rentable para el crecimiento de su "negocio
espiritual", dado que a la humanidad en general le resulta mucho
más asequible, más de acuerdo con su
fantasía y con la satisfacción de sus miedos y de
sus deseos, asumir la idea de un Dios con sentimientos y
cualidades humanas que la de un Dios que, según la pura
Lógica, estaría radicalmente alejado de cualquier
sentimiento y de cualquier actividad o modificación de su
estado de absoluta e impasible perfección.

1.2.1. La serie de aspectos
antropomórficos que el judeo-cristianismo ha
atribuido a su Dios puede conocerse de un modo directo leyendo
los continuos pasajes en que tales cualidades se ponen de
manifiesto. Entre ellos destacamos un conjunto significativo para
comprobar de un modo más directo aquello que los
seguidores de la Iglesia Católica dicen que su Dios
comunicó acerca de sí mismo y para mostrar el
carácter contradictorio de las cualidades que en dichos
pasajes se le atribuyen, cualidades que a los dirigentes de la
Iglesia Católica les ha interesado resaltar, procurando
presentar elucidaciones interesadas de aquéllos que se
contradicen con éstos.

Un Dios "humano,
demasiado humano"

A lo largo de las páginas que siguen
presentaré una serie de textos bíblicos y de los
comentarios correspondientes a fin de demostrar el
carácter antropomórfico del Dios
judeo-cristiano.

En este sentido ya en el Génesis, primer
libro de la Biblia, se dice:

a) "…y descansó el día
séptimo de todo lo que había
hecho"[1].

En este pasaje se atribuye a Dios no sólo la
imperfección antropomórfica de desear y
hacer algo, como la supuesta creación, como si
ese algo le faltase a su teórica perfección, sino
también la de cansarse de actuar, como nos sucede
a los humanos, y la correspondiente necesidad de
descansar
, lo cual no parece propio de ningún Dios
que se precie sino una primera muestra del antropomorfismo que
caracteriza a ese mítico Dios.

b) "Al ver el Señor que crecía en la
tierra la maldad del hombre y que todos sus proyectos
tendían siempre al mal, se arrepintió de
haber creado al hombre en la
tierra"[2].

Este pasaje es otro claro ejemplo de antropomorfismo y
de contradicción interna con respecto al concepto del Dios
judeo-cristiano y con respecto al de un Dios mínimamente
cercano a la perfección. En efecto, en primer lugar en
él se olvida que Dios, por su omnipotencia y omnisciencia,
debía conocer desde la eternidad "el crecimiento de la
maldad del hombre", por lo que era una contradicción
escribir "se arrepintió de haber creado al hombre" como si
sólo en aquel momento hubiera llegado a enterarse
de dicha maldad. Pero, además, la perfección de los
actos divinos sería incompatible con la idea de que en
algunos se hubiera equivocado, de manera que luego
tuviera que arrepentirse de haberlos realizado. Y,
finalmente, si por la omnipotencia divina los actos humanos
estaban programados por él, tal como se reconoce en
diversos momentos de la Biblia, no tenía sentido
decir que "crecía en la tierra la maldad del hombre",
puesto que el hombre no habría podido hacer otra cosa que
aquello para lo cual hubiera sido programado por ese
Dios.

Un pasaje similar a éste es el que
dice:

c) "Y añadió el Señor
[hablando con Moisés]:

Me estoy dando cuenta de que ese pueblo [=
Israel] es un pueblo obcecado. Déjame; voy a desahogar mi
furor contra ellos y los
aniquilaré"[3].

Se dice aquí que Dios se estaba dando cuenta
en ese momento de que Israel era un pueblo obcecado
. Es
decir, que antes de crear al pueblo judío no sabía
cómo se iba a comportar en el futuro, a pesar de haberlo
predeterminado y haberlo creado de acuerdo con sus planes y con
las cualidades que quiso darle.

Por otra parte, el pasaje incurre en el antropomorfismo
de atribuir a ese Dios la debilidad humana de enfurecerse, lo
cual presupone la idea que un ser tan insignificante como el ser
humano tiene el poder de alterar la impasibilidad de todo un Dios
perfecto -del que además se dice que es
inmutable– hasta el punto de provocar su decisión
de aniquilarlo, decisión que luego tampoco llega a
cumplir, por lo que de nuevo se pone en evidencia que su supuesta
inmutabilidad es pura palabrería, en contra de lo que
debería ser la cualidad de ese Dios como ser perfecto.
Finalmente, cuando Yahvé dice "ese pueblo [= Israel] es un
pueblo obcecado" está atribuyendo al pueblo de Israel la
cualidad de la obcecación en lugar de considerar que, de
acuerdo con la supuesta libertad que Yahvé habría
dado al hombre, ninguna cualidad moral podría pertenecer
al hombre de modo intrínseco sino sólo como
consecuencia de una práctica por la que el hombre
alcanzase o no las correspondiente cualidades o virtudes morales.
Pero, como más adelante se verá detalladamente, tal
supuesta libertad humana estaría en contradicción
con la omnipotencia divina.

En el pasaje siguiente se atribuye a Dios la
imperfección del olvido, negando, en
consecuencia, su omnisciencia, pues evidentemente el
hecho de que tuviese que recordar la promesa que
había hecho implica que previamente la había
olvidado
:

d) "Dios escuchó sus lamentos y
recordó la promesa que había hecho a
Abraham, Isaac y Jacob. Dios se fijó en los israelitas y
comprendió su
situación"[4].

En el texto que sigue Moisés consigue aplacer la
ira divina, consigue igualmente que Dios se
arrepienta
de haber querido hacer el mal a su pueblo y
convence a Dios para que no lo destruya. El Dios con
quien habla Moisés es un Dios ingenuamente
antropomórfico con sentimientos de ira, con
errores en sus actuaciones de los que luego se
arrepiente
y, en definitiva, un Dios al que un hombre, el
propio Moisés, tiene que exhortarle para lograr que se
arrepienta "del mal que había querido hacer". Todo ello
representa una ingenua proyección en Dios de cualidades
simplemente humanas que evidentemente son contradictorias con el
concepto de un Dios perfecto:

e) "Aplaca el ardor de tu ira y arrepiéntete de
haber querido hacer el mal a tu pueblo […] Y el
Señor se arrepintió del mal que había
querido hacer a su pueblo"[5].

Muchos de quienes defienden la Biblia como la
"palabra de Dios", inspirada por el Espíritu Santo,
podrían replicar a esta crítica diciendo que sus
aspectos antropomórficos se debían a la dificultad
que el pueblo de Israel habría tenido en aquellos momentos
para comprender las cualidades divinas si se utilizaba un
lenguaje distinto y unos conceptos más exactos. Sin
embargo, a esta réplica habría que responder de
diversas maneras: Podría decirse que Dios hubiera podido
dar al pueblo la capacidad suficiente para entender su
perfección y su forma de manifestarse en lugar de tener
que recurrir a metáforas que eran incompatibles
con tal perfección y con actos criminales que,
más allá de cualquier metáfora, daban una
idea de Dios realmente absurda y totalmente alejada de aquella
perfección que hubiera debido corresponderle.

1.2.3. Yahvé, un Dios tribal.- En los
siguientes pasajes se pone de manifiesto que, en líneas
generales y quizá con alguna excepción, el Dios de
que se habla en el Antiguo Testamento no es un Dios
universal sino un Dios tribal, que se preocupa por su
pueblo, Israel, alejando –o destruyendo en muchos momentos-
a los pueblos que representen un peligro para el suyo. Tiene
interés observar igualmente que ese Dios es tan imperfecto
que ni siquiera tiene seguridad en sí mismo respecto al
autodominio de sus actos, hasta el punto de que renuncia a
acompañar a su pueblo porque "acabaría con vosotros
en el camino". En efecto, se dice en
Éxodo:

a) "Mandaré mi ángel delante de ti y
desalojaré a los cananeos, amorreos, hititas, pereceos,
jeveos, y jebuseos […] Sin embargo, yo no iré
contigo, porque sois un pueblo obcecado y acabaría con
vosotros en el camino"[6].

El texto siguiente refleja descaradamente –como en
tantas otras ocasiones- los intereses y ambiciones materiales de
los sacerdotes israelitas, que piden a su pueblo toda
una serie de bienes "para su Dios", aunque evidentemente son para
su exclusivo disfrute, pues ¿de qué iban a servirle
a su Dios? Está claro que éste no habría
tenido necesidad alguna de las ofrendas, alimentos y sacrificios
que aquí se exigen, ya que por su omnipotencia y
perfección no necesitaría de ninguno y, en
consecuencia, no podía depender de las ofrendas de su
pueblo. Sin embargo, tanto entonces como ahora, la ingenuidad del
pueblo determina que los sacerdotes de las diversas religiones,
en este caso la judía y la de la Iglesia Católica,
se sigan enriqueciendo por las constantes limosnas de sus fieles
así como por los robos directos –por ejemplo,
"inmatriculando" bienes a su nombre aquí en España
en cuanto inexplicablemente las leyes se lo permiten- o
indirectos, que cometen sus dirigentes chantajeando a los
gobiernos de los países donde tienen influencia
política y social para que éstos le den una parte
considerable de los impuestos que el pueblo paga para fines que
nada tienen que ver con el enriquecimiento insaciable de los
jefes de la Iglesia Católica:

b) "El Señor dijo a
Moisés:

-Di a los israelitas: No os olvidéis de
presentarme a su tiempo las ofrendas que me pertenecen, mis
alimentos y sacrificios por fuego de suave aroma para
mí"[7].

De acuerdo con las críticas señaladas al
anterior pasaje el presente es de una ingenuidad pasmosa y
sugiere la idea de una fiera de la mitología exigiendo sus
ofrendas al poblado al que puede destruir en el caso de que no
cumpla con las peticiones de este monstruo. Es ridículo
imaginar a un "Dios perfecto" exigiendo las ofrendas de su
pueblo.

Yahvé, un Dios
que realiza un pacto de alianza exclusiva con Israel, que
destruye a quienes se le oponen y que no es, ni mucho menos, un
Dios único ni universal

De acuerdo con su carácter tribal, Yahvé
pretende establecer una alianza perpetua con su pueblo y
así respecto a ella se dice en
Éxodo:

"Os tomaré para que seáis mi pueblo, y yo
seré vuestro Dios; entonces conoceréis que yo soy
el Señor, vuestro Dios, el que os libró de la
opresión egipcia"[8].

¿Qué importancia tienen estas palabras?
Pues realmente una importancia esencial, ya que a lo largo de la
Biblia se habla en muchas ocasiones de una
alianza entre Yahvé y el pueblo de
Israel.

Pero, ¿qué clase de alianza es
ésta? Como puede verse por los textos que a
continuación se citan, aquí lo que hay no es un
pacto o alianza entre Yahvé y el pueblo de Israel sino una
simple imposición divina, aunque en realidad esta
alianza no es otra cosa que una invención de los
sacerdotes de Israel para reforzar su autoridad sobre el pueblo.
Por dicha "alianza" Yahvé proponía –o
imponía a Abraham- que el pueblo de Israel le aceptase
como "su Dios" y le guardase fidelidad. A cambio éste le
concedería su protección contra sus enemigos, le
ayudaría a superar la situación de esclavitud en
que el faraón egipcio todavía le había de
someter, y le concedería un lugar en el que poder
establecerse para siempre, la llamada "tierra
prometida".

Sin embargo, Abraham en ningún momento
llegó a pronunciarse acerca de la propuesta (?) de
Yahvé, al margen de que lo más lógico es que
la hubiera aceptado –en el caso de que se hubiera
producido-, pues, aunque en Génesis aparece un
diálogo entre Yahvé y Abraham en referencia a esa
supuesta alianza, sin embargo, en ningún momento de ese
encuentro Abraham asiente formalmente a ella.

Pero, en cualquier caso, hay que decir que tal "alianza"
habría tenido un valor nulo en cuanto, a la hora de la
verdad y posteriormente a dicho encuentro, Yahvé
introducía en la práctica una cláusula que
para nada aparecía en aquella "negociación" con
Abraham: Se trata de que Yahvé no le advierte de que, si
el pueblo de Israel incumple la fidelidad que deberá
mantenerle, él actuará de forma despótica
contra su pueblo, matando y destruyendo sin piedad a justos y
pecadores hasta que su ira se aplaque.

Además, hay que decir igualmente que, incluso en
el caso de que Abraham hubiera aceptado formalmente tal
"alianza", ésta se habría producido entre
Yahvé y Abraham, pero no entre Yahvé y el pueblo de
Israel por los siglos de los siglos amén, pues la
decisión de Abraham no tenía por qué ligar
al resto de su pueblo ni a su descendencia.

Sin embargo, el sentimiento israelita de unidad tribal y
de pueblo debía de ser tan intenso en aquellos tiempos
que, al parecer, el autor de este relato consideró con
toda naturalidad que un supuesto pacto entre Yahvé y
Abraham obligaba a todo su pueblo, como si éste fuera una
simple prolongación de Abraham y como si las personas
careciesen de individualidad propia, de manera que su libre
decisión para ratificar o para anular aquel dudoso pacto
no merecía siquiera ser tomada en cuenta.

Hay otros pasajes que insisten en esta misma idea,
aunque en ocasiones con algún matiz digno de ser
destacado, como son los siguientes:

"…si me obedecéis y guardáis mi
alianza, vosotros seréis el pueblo de mi propiedad entre
todos los pueblos"[9].

"No tendrás otros dioses fuera de
mí"[10].

"Habitaré en medio de los israelitas
y seré su Dios"[11].

"Viviré en medio de vosotros; seré vuestro
Dios y vosotros seréis mi
pueblo"[12].

"No profanéis la tierra que habitáis, en
medio de la cual habito yo también, pues yo soy el
Señor, que habito en medio de los hijos de
Israel"[13].

El texto que sigue a continuación es
especialmente duro, amenazando al pueblo de Israel con terribles
consecuencias en el caso de que no cumpla con las supuestas
"condiciones del pacto" impuesto por Yahvé, condiciones
que no se nombran en el momento en que se supone que dicho pacto
o alianza se produce, y muestra a un Dios brutal y cruel en grado
extremo, lo cual representa la antítesis del Dios al que
el cristianismo considera como amor infinito. El Dios de este
pasaje no tiene escrúpulos en amenazar a su pueblo
advirtiéndole de que, si no le obedece, le hará
comer la carne de sus hijos y llegará a detestarle, con
las consecuencias que ello implica. Pero la idea de que Dios
llegue a imaginar una salvajada tan bestial como la de que los
padres deban comer la carne de sus hijos así como la de
que él vaya a detestarles y a perseguirles con la espada
es contradictoria con la de su amor infinito de la que se habla
igualmente en otros pasajes de la Biblia. En este
sentido, se dice en Levítico:

"Si a pesar de todo esto no me obedecéis y
seguís obstinados contra mí […]
Comeréis la carne de vuestros hijos y de vuestras
hijas […] amontonaré vuestros cadáveres
sobre los cadáveres de vuestros ídolos y os
detestaré […] os dispersaré entre las
naciones y os perseguiré con la espada
desenvainada
"[14].

Como puede ver cualquiera que tenga un mínimo de
sensibilidad, este pasaje no puede servir para mostrar las
"buenas cualidades" de una divinidad capaz de suscitar amor sino,
si acaso, el modo de ser de un monstruo sanguinario y despiadado
hasta extremos realmente insuperables.

Las referencias a la discutible "alianza" aparecen
también en otros pasajes como los siguientes:

"Yo haré con ellos [Israel, Judá] una
alianza eterna, para que yo sea su Dios, y ellos sean mi pueblo;
y no volveré a expulsar a mi pueblo Israel de la tierra
que les di"[15].

"Abrahán fue ilustre padre de muchos pueblos, y
no hubo quien lo superara […] Por eso Dios le
prometió con juramento bendecir a las naciones de su
descendencia, multiplicarlo como el polvo de la tierra, exaltar
como las estrellas su linaje […] La bendición de
todos los hombres y la alianza las hizo descansar sobre la cabeza
de Jacob; lo confirmó en sus bendiciones, le dio la tierra
en herencia, la dividió en porciones y la repartió
entre las doce tribus"[16].

"Haré con ellos [con el pueblo de Israel] una
alianza de paz, una alianza eterna […] Pondré en
medio de ellos mi morada, yo seré su Dios y ellos
serán mi pueblo"[17].

"Yo establecí con ellos mi alianza,
prometiéndoles la tierra de
Canaán"[18].

"Si me obedecéis y guardáis mi alianza,
vosotros seréis el pueblo de mi propiedad entre todos los
pueblos, porque toda la tierra es
mía"[19].

El libro de los Salmos en general insiste
también en multitud de ocasiones en la idea de esta
alianza de Yahvé con Israel.

Comentario: La supuesta alianza entre
Yahvé y el pueblo de Israel merece diversas
críticas tanto por su carácter
antropomórfico como por otros motivos que se exponen a
continuación:

En primer lugar, es realmente absurdo el antropomorfismo
de este Dios por su interés –simplemente humano- en
establecer una alianza, un pacto o un contrato con el pueblo de
Israel, como si Yahvé fuera a obtener algún
beneficio por dicho pacto o como si fuera a perder algo por no
realizarlo. Por ello, de forma espontánea surge la
pregunta: Entonces, ¿por qué se produce?

Es evidente que quienes estaban realmente interesados en
dicho "pacto" o en presentar la "comedia" de que dicho pacto se
había producido no eran otros que los sacerdotes de
Israel
, que embaucan a su pueblo en nombre del supuesto
Yahvé, para que los israelitas obedezcan todas las
órdenes que reciban de ellos en cuanto se presentan como
los intermediarios entre Yahvé y su pueblo, como
si Yahvé no hubiese tenido suficiente poder para hablar
directamente a cada uno de los miembros del pueblo de Israel sin
necesidad de intermediarios que hubieran podido tergiversar sus
palabras, como de hecho hicieron, no porque las falsearan sino
porque sencillamente fueron esos sacerdotes quienes crearon o
moldearon a su Dios al tomar conciencia del suculento negocio que
podían montar a costa de la crédula fantasía
de su pueblo –similar a la de cualquier otro-.

En tercer lugar, es igualmente antropomórfica y
absurda la idea de que un Dios pueda sentir predilección
por un pueblo frente a todos los demás –al margen de
que con el transcurso del tiempo dicho Dios o, más
exactamente, sus sacerdotes- llegasen a presentarlo finalmente
como un Dios único y universal, lo cual implica, por otra
parte, una contradicción con las referencias que en otros
momentos se hacen acerca del Dios de Israel así
como si se tienen en cuenta las cualidades que deberían
estar implicadas en el concepto de Dios desde el momento en que
se considera como un "ser perfecto.

En cuarto lugar y en relación con el punto
anterior, hay que decir que son muchas las ocasiones en que se
insiste en la idea de que la alianza se produjo exclusivamente
entre Yahvé y el pueblo de Israel por la mediación
de Abraham, pero no entre Yahvé y la humanidad en general,
a pesar de que el pasaje que narra el encuentro de Yahvé
con Abraham no contiene ninguna fórmula que sugiera que en
tal encuentro se produjera pacto alguno. Así, en
Éxodo, 19:5, se dice de manera clara y
explícita que Yahvé será el Dios de
Israel entre todos los pueblos.
Es decir, se dice con
claridad que Yahvé no pretende ser un Dios universal,
protector de todos los pueblos o de la humanidad en general, sino
exclusivamente de ese pequeño pueblo de Asia occidental,
rodeado de tantos otros con sus respectivos dioses protectores,
cuya existencia no sólo no se niega sino que llega a
reconocerse de manera explícita, tal como se verá
más adelante.

En cualquier caso, más que de un pacto o de una
alianza se trata de una promesa que supuestamente Yahvé
hace a Abraham y que éste acepta, pues, viniendo de
Yahvé, no parecía que pudiera tener sino aspectos
positivos. Como Yahvé les había librado de Ur y
ahora prometía a Abraham que en el futuro liberaría
a su pueblo de la opresión egipcia y además le
ofrecía tierras para que su pueblo se estableciera en
ellas de manera definitiva, era lógico que Abraham no
pusiera objeción alguna a dicho ofrecimiento. A cambio el
pueblo de Israel debía aceptar a Yahvé como "su
Dios" y rechazar a cualquier Dios de otro pueblo que pudiera
inducirles a adorarlo, llevándoles a ofrecerle
algún tipo de respeto, de ofrendas, de sacrificios y de
obediencia, pues tal actitud implicaría un abandono de su
Dios Yahvé o, más exactamente, una desconfianza
hacia sus sacerdotes, los cuales pretendían dirigir al
pueblo siguiendo las órdenes que supuestamente
Yahvé les trasmitía.

Es evidente, por otra parte, que, a pesar del
carácter exclusivo con que se muestra esta alianza entre
Yahvé y el pueblo de Israel, los dirigentes de la Iglesia
Católica modificaron el sentido de aquella supuesta
alianza para darle un valor nuevo, no tribal sino
"católico", universal, que fue el que especialmente
defendió Pablo de Tarso, y el que ayudó en una
importante medida a que el Cristianismo, separado de la
religión de Israel, se convirtiera al cabo de pocos siglos
en "la multinacional religiosa" con mayor poder económico,
político y social de todo el planeta.

En quinto lugar, tiene interés señalar la
contradicción según la cual en algún momento
de la Biblia se olvida que la supuesta alianza se
realiza en esta encuentro de Yahvé con Abraham, y se diga
que se originó después de producirse la
liberación de los israelitas del dominio egipcio, al
margen de que sea cierto que Yahvé en su encuentro con
Abraham incluyese entre sus promesas la de liberar a Israel de
los egipcios cuando ya estuvieran esclavizados por el
faraón de Egipto, en lugar de impedir que fueran
esclavizados, que es lo que hubiera sido más
lógico, tal como lo entiende Ageo, cuando
escribe:

"Siguen en pie los términos de la alianza que
hice con vosotros cuando salisteis de
Egipto"[20],

suponiendo que dicha alianza se hubiera establecido
mucho tiempo antes de aquella liberación respecto a
Egipto. En cualquier caso parece que el Espíritu Santo
estuvo algo despistado y se olvidó de "inspirar"
adecuadamente a Ageo acerca del momento en que se produjo tal
alianza, lo cual no es muy propio de un Dios al que se considere
"perfecto".

Sin embargo, siendo realistas y dejando de lado
historietas míticas, parece que quien tuvo la idea de
imaginar aquella alianza entre Yahvé y Abraham –o el
pueblo de Israel- lo hizo ya bastante tiempo después de
que se produjera la liberación del pueblo de Israel, pues
habría sido realmente absurdo que Yahvé prometiera
a Abraham liberarle de una situación de esclavitud que
todavía no se había producido en lugar de
prometerle impedir que se produjera. Y, por ello, es muy posible
que el "error" de Ageo se produjese por haber entendido que lo
más lógico era que dicha alianza se produjese
después y como consecuencia de la
liberación de Israel y no antes de dicha
liberación, a pesar de los muchos pasajes que insisten en
lo contrario.

Se comentan a continuación los contenidos
esenciales de la alianza:

a) Como ya se ha dicho, la supuesta alianza implicaba
que Yahvé entregaría a los israelitas una
tierra
para que se establecieran en ella de manera
definitiva. Se trataba de la conocida como "tierra prometida"
también nombrada en la Biblia como "tierra de
Canaán", habitada ya por otros pueblos:

"Aquel día hizo el Señor una alianza con
Abrán en estos términos:

-A tu descendencia le daré esta tierra, desde el
torrente de Egipto hasta el gran río, el Eufrates:
quineos, quineceos, cadmeos, hititas, pereceos, refaítas,
amorreos, cananeos, guergueseos y
jebuseos"[21].

No se trataba de un paraíso deshabitado en espera
de ser ocupado, sino de la tierra de Canaán, habitada ya
por una serie de pueblos contra los que Israel luchó para
apoderarse de ella con el argumento de que Yahvé se la
había dado. Y, desde luego, con un argumento de esa clase,
surgido no de ninguna alianza sino de la ambición de los
dirigentes de Israel, cualquier nación sin
escrúpulos podría tratar de apoderarse de todo el
planeta.

En relación con este asunto, tiene interés
comentar un pasaje de los Salmos por su relevancia para
conocer la curiosa manera que tiene Yahvé –o mejor,
los sacerdotes israelitas- de entender la moral, pues se
presenta desde la perspectiva de los imperativos
hipotéticos kantianos, los cuales, como Kant vio
acertadamente, no podían tener valor moral a causa de su
carácter interesado. En efecto, se dice en
Salmos:

"[Yahvé] les dio [a los judíos] las
tierras de los paganos, les hizo heredar las riquezas de las
naciones, para que guardasen sus mandamientos, y
cumpliesen sus leyes.
¡Aleluya!"[22].

Este pasaje presenta un modo de actuar por parte de
Yahvé respecto a los términos de su alianza que
coincide con lo que Kant llama "imperativo hipotético", el
cual no tiene valor moral por su carácter interesado: En
este caso los versículos citados podrían adquirir
más claramente la forma de dicho imperativo adoptando la
siguiente forma: "Si queréis heredar las riquezas
de las naciones que os daré, debéis
guardar mis mandamientos y cumplir mis leyes", forma mediante la
cual aparece con mayor evidencia la subordinación del
deber de cumplir las normas al hecho de que
quieran obtener las riquezas que Yahvé les
ofrece. Pero, como Kant diría, cumplir con una norma por
los beneficios que pueda reportarnos no entra dentro de la
moralidad, la cual se relaciona con el cumplimiento del deber o
de las normas morales cuando se hace por la conciencia de que
tales normas son expresión de una ley absoluta que debe
cumplirse más allá de cualquier interés y
sólo por respeto a la ley moral de la que emana dicha
norma.

Una cuestión distinta sería la de
demostrar la existencia de leyes morales que valgan por ellas
mismas y no precisamente por el bien que a través de su
cumplimiento se pudiera lograr.

Sin embargo el hecho de que los israelitas guardasen los
mandamientos de Yahvé, y cumpliesen sus leyes por ese
motivo de carácter interesado privaba a sus actos de
auténtico valor moral, al menos en el sentido kantiano de
la moral relacionado exclusivamente con el "imperativo
categórico".

Por otra parte, el hecho de que Yahvé concediese
a Israel la "tierra prometida", exterminando a gran cantidad de
sus anteriores habitantes y despreciando el derecho de
éstos a vivir en ella, no dice mucho en favor de la
justicia de Yahvé y sí dice en favor del
carácter local de dicho Dios, que protege a su pueblo pero
desprecia a todos los demás.

En descargo de Yahvé sólo puede decirse
que, en cuanto no existía ni existe y debió de ser
una invención de los sacerdotes de Israel, no podía
ser culpable de nada, y que de nuevo en estos pasajes
bíblicos relacionados con la supuesta alianza de
Yahvé lo que se deja traslucir es la ambición y el
belicismo de Israel y de sus dirigentes a la hora de hacerse con
tierras matando a sus legítimos dueños para
asentarse en ellas poniendo como excusa que su Dios Yahvé
se las había dado. Como atenuante de su conducta puede
tenerse en cuenta que Israel había logrado escapar de la
opresión egipcia y que luego había estado vagando
por el desierto durante bastante tiempo -¿cuarenta
años?- para encontrar un lugar donde asentarse.

b) Lo que Yahvé no comunicó a Abraham en
aquel mítico momento de su "alianza" fue la serie de
terribles y crueles represalias que tomaría en el caso de
que Israel no le mantuviese la fidelidad exigida. Y, estas
bárbaras amenazas, al menos según los textos
bíblicos, serían constantes y se cumplirían
en muy numerosas ocasiones, como la ya señalada en el
texto de Levítico, 26:27-33, tan lleno de
crueldad.

c) En otros pasajes, como los siguientes, se insiste en
esta misma idea de la estrecha y exclusiva unión entre
Yahvé y el pueblo de Israel y en su obsesión
por que su pueblo no adorase a otros dioses
. Respecto al
conjunto de estos pasajes tiene interés comentar algunos
en particular por las ideas que expresan y por las que se deducen
de ellos, pues por una parte se habla de la alianza, pero
complementariamente se insiste en la exaltación de
Israel como único pueblo al que Dios ha elegido,
en la recompensa divina, en los castigos a su pueblo si cae en la
tentación de adorar a otros Dioses, en la misma existencia
de esos otros dioses, entre los cuales se considera que
Yahvé es el más poderoso, o en el paso de esta
consideración, por la que –al igual que en otros
lugares de la Biblia– se acepta la existencia de otros
dioses a la afirmación definitiva de que Yahvé es
el único Dios.

d) Respecto a la glorificación del pueblo de
Israel
que tal pacto implicaba por haber sido elegido
por Yahvé con carácter exclusivo
entre todos
los pueblos de la tierra, pueden mencionarse, entre otros pasajes
en los que tal glorificación se manifiesta, los
siguientes:

d-1) "Porque tú eres un pueblo consagrado al
Señor tu Dios, para que seas el pueblo de su propiedad
entre todos los pueblos que hay sobre la superficie de la
tierra
"[23].

d-2) "El Señor se fijó en vosotros y os
eligió […] por el amor que os tiene y para cumplir
el juramento hecho a vuestros
antepasados"[24].

d-3) "Sin embargo, sólo en tus antepasados se
fijó el Señor, y esto por
amor
"[25].

d-4) "El Señor tu Dios te ha elegido para ser
su pueblo entre todos los pueblos de la
tierra
"[26].

d-5) "El Señor, en efecto, ha querido hacer de
vosotros su pueblo"[27].

d-6) "¿Existe en la tierra un pueblo que sea como
tu pueblo Israel, al que Dios mismo haya venido a rescatar para
hacerlo su pueblo, para hacerlo famoso, para realizar en su favor
grandes y terribles prodigios, expulsando a las naciones y a sus
dioses delante de tu pueblo, a quien rescataste para ti de
Egipto? Has consolidado a tu pueblo Israel y lo has hecho tu
pueblo para siempre, y tú, Señor, te has convertido
en su Dios"[28].

d-7) "Habitaré en medio de los hijos de Israel y
no abandonaré a mi pueblo
Israel"[29].

d-8) "De todas las familias de la tierra sólo
a vosotros os elegí
"[30].

d-9) "Yo cambiaré la suerte de mi pueblo Israel
[…] Yo los plantaré en su tierra y nunca más
serán arrancados de la tierra que yo les di, dice el
Señor tu Dios"[31].

d-10) "Tú libras a Israel de todo mal; elegiste a
nuestros antepasados y los consagraste a
ti"[32].

d-11) "¡Pueblos todos, aplaudid; aclamad a Dios
con voces de júbilo! Porque el Señor […] es
el rey de toda la tierra. Él nos somete los pueblos, y nos
subyuga las naciones. Él escogió nuestra heredad,
orgullo de Jacob, su amado"[33].

d-12) "En aquel tiempo, oráculo del Señor,
yo seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellas
serán mi pueblo"[34].

d-13) "Porque así dice el Señor
todopoderoso […]: "El que os toca a vosotros toca la
niña de mis ojos" "[35].

d-14) "Haré con ellos [= con el pueblo de Israel]
una alianza de paz, una alianza eterna […] Pondré
en medio de ellos mi morada, yo seré su Dios y ellos
serán mi pueblo"[36]

Posteriormente, ya en el Nuevo Testamento, la
idea de que la alianza va destinada exclusivamente al
pueblo de Israel aparece en las palabras atribuidas al propio
Jesús, tal como se narra en el evangelio de
Mateo:

d-15) En relación con una mujer cananea –es
decir, no judía- que fue a pedirle a Jesús el favor
de que liberare a su hija del demonio que la
poseía,

"[Jesús] respondió:

-Dios me ha enviado sólo a las ovejas perdidas
del pueblo de Israel.

Pero ella fue, se postró ante Jesús y le
suplicó:

-¡Señor, socórreme!

Él respondió:

-No está bien tomar el pan de los hijos para
echárselo a los perrillos.

Ella replicó:

-Eso es cierto, Señor, pero también los
perrillos comen las migajas que caen de la mesa de sus
amos.

Entonces Jesús le dijo:

-¡Mujer, qué grande es tu fe! Que suceda lo
que pides.

Y desde aquel momento quedó curada su
hija"[37].

Comentario: En primer lugar hay que decir que
en general la serie de pasajes citados elimina cualquier duda
acerca de la absoluta predilección exclusiva de
Yahvé por el pueblo de Israel
, lo cual no encaja para
nada con la idea de un Dios universal
católico- que "ama infinitamente" a toda
su creación. Por ello mismo, los dirigentes de la
Iglesia Católica se contradicen cuando identifican a su
Dios con Yahvé, que es sólo el Dios de Israel
.
El cinismo de los dirigentes católicos llega al extremo de
componer cánticos en honor de "el Señor"
–Yahvé- utilizando como letra de dichos
cánticos diversos pasajes bíblicos en los que se
habla del amor del Señor por su pueblo, pero silenciando
que ese pueblo no es otro que el de Israel o incluso dando a
entender falsamente que su pueblo es el formado por todos
aquéllos que aceptan la religión católica y
las consignas del Vaticano.

En segundo lugar tiene interés señalar
cómo en diversos libros de la Biblia la
existencia de Yahvé no se presenta como excluyente de la
existencia de otros dioses, tal como en este caso se
refleja en el pasaje b-6. Pero la doctrina posterior de las
diversas religiones –y entre ellas la de la Iglesia
Católica- ha ido evolucionando hacia un planteamiento
monoteísta, por lo que en los planteamientos
bíblicos habría una contradicción entre
aquellos pasajes en que se defiende la existencia de los diversos
dioses tribales y aquellos en los que se afirma
finalmente la existencia de un Dios
único
.

En tercer lugar los pasajes d-6, d-11 y d-13 tienen el
interés de mostrarnos el carácter
político y militar de tal alianza
en cuanto
Yahvé se presenta como la fuerza de Israel que, por una
parte, alejará o destruirá a los enemigos que
intenten dañarla y, por otra además, no
conformándose con esa labor puramente defensiva, se
convierte además en una fuerza belicista que fomenta y
anima la expansión y el dominio de Israel sobre los
demás pueblos, tal como se dice en el pasaje d-11:
"Él nos somete los pueblos, y nos subyuga las naciones".
Resulta por ello escandaloso comprobar la falsedad de la Iglesia
Católica al olvidar o silenciar el carácter
guerrero de ese Dios en favor de Israel y tan alejado de un Dios
universal, de amor y de paz, como el que luego se intentó
presentar.

Finalmente tiene interés hacer una referencia
especial al pasaje d-15 por diversos motivos: En primer lugar
porque en dicho pasaje –al igual que en otros que se
mencionarán en el capítulo correspondiente- se
reconoce de manera implícita que Jesús no es Dios
sino sólo que Dios le ha enviado.

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