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Alan García: Pizarro, el Rey de la baraja




Enviado por Rafael Herrera Robles



Partes: 1, 2

  1. Síntesis
  2. Preámbulo
  3. Marxismo
  4. Materialismo
    burgués
  5. Haya de la Torre y
    el marxismo
  6. La economía
    y la política
  7. Alan García:
    reducción de la política a la
    conspiración, al golpe de Estado
  8. Pizarro
  9. De la
    "civilización" y la "barbarie"
  10. Las dos vertientes
    de modernidad
  11. El "big bang" de
    Alan García y del Apra
  12. Notas

Síntesis

En "Pizarro, el Rey de la baraja", Alan
García pretende comprobar dos cosas: la independencia o
autonomía de la política respecto al proceso
económico social, y reivindicar a Pizarro como sabio,
impregnado de los adelantos de la cultura europea de esa
época, de las artes a la religión, de la ciencia a
la política y a la estrategia militar. Sobre los primero,
la autonomía de la política, García a menudo
se contradice, porque es imposible apartar la política del
conjunto del proceso social donde todo está concatenado.
Diferente es reconocer la autonomía relativa de todas las
cosas respecto al conjunto del que siempre forman parte,
incluyendo los peores desvaríos y disparates. Sobre lo
segundo, Pizarro no fue ningún adelantado de la cultura,
sino todo lo contrario, sus actos fueron legitimados por las
peores lacras de épocas premodernas y modernas de Europa,
dentro de ello, las tendencias más oscurantistas de las
religiones y por una ideología moderna que se pretende
científica: el racismo.

Preámbulo

El tema central de este libro, escribe García, es
demostrar que "la acción política como instinto
de poder, voluntad de dirección o conflicto de grupos y
elites, es independiente de factores económicos,
religiosos o tecnológicos"

Critica la explicación de los "hechos
políticos y los procesos sociales" desde el "punto de
vista providencial" (Dios, religión) y a la
"explicación economicista", que lo presenta como un
"aporte" del marxismo. "Pero esta tesis reductiva
–se refiere al marxismo- dejaba de lado los factores
básicos como la dimensión psicológica, el
afán por el prestigio y el instinto por la
dirección social, así como la habilidad desplegada
por el actor para tales objetivos. Por ello, en los
últimos años, la acción política y la
ciencia del poder han comenzado a ganar independencia respecto a
otros factores y ya no son definidas como un efecto necesario, un
epifenómeno o, como peyorativamente se le llamó,
una "superestructura" de la economía1"

Pero al finalizar la página, demostrando
incoherencia en sus planteamientos, García se contradice
al señalar la importancia de la tecnología y el
conocimiento económico: "La tecnología militar,
la riqueza europea y el conocimiento con valor económico
eran importante en el siglo XVI, pero hubiera sido imposible
cumplir la conquista solo con ellas o lo hubiera sido con un
mayor costo humano y en un plazo mucho más
largo2
".

Primero debemos aclarar que "La tecnología
militar, la riqueza europea y el conocimiento con valor
económico"
son importantes en todo el devenir humano,
en todos los pueblos y no sólo "en el siglo XV"
europeo. En segundo lugar, García luego de valorizar
"La tecnología militar, la riqueza europea y el
conocimiento con valor económico
", dice que una
hipotética conquista sin Pizarro (sin política) se
hubiese cumplido debido a esos factores, "con un mayor costo
humano y en un plazo mucho más largo
". Es decir la
conquista hubiese sido una extensión "mecánica" de
esos factores.

En páginas posteriores García repite que
la conquista "no puede explicarse solamente por factores
tecnológicos, como la pólvora o el hierro que los
indígenas no conocieron ni utilizaron como metal
",
por la cultura europea, por su escritura o sus
"descubrimientos científicos, astronómicos y
anatómicos
". Tampoco por el caballo o el arcabuz,
"Todos esos factores fueron importantes, pero esencialmente
mecánicos3
". Y más adelante: "la
superioridad tecnológica, la conquista bacteriana y los
conflictos indígenas fueron para Pizarro tres instrumentos
fundamentales, pero los tres con menor trascendencia que su gran
habilidad política
". Todo esto, contradice a la
primera cita donde presenta a la política ajena a la
economía y tecnología.

Marxismo

La reducción del marxismo a un "economicismo" por
parte de Alan García, puede ser fruto de su ignorancia, de
su poco bagaje cultural en la interpretación del devenir
humano, a lo que se suma el propósito malévolo de
desprestigiar a una teoría libertaria, si recordamos que
Haya de la Torre en su juventud reivindicaba al marxismo creador,
ajeno al "marxismo congelado" de Moscú, -conforme
exponemos en páginas anteriores- lo que Alan García
no puede desconocer.

Para los fundadores del socialismo científico, el
ser humano es el más activo de la naturaleza, cuya esencia
es la lucha por la libertad, o, en otras palabras, en la lucha
por una vida más digna, en comunión con sus
semejantes, con la naturaleza y el cosmos, gracias a su capacidad
o praxis innata de imaginación y creación de
instrumentos materiales y espirituales, con los que extiende sus
facultades mentales y corporales. Hasta hoy, el devenir es una
constante subversión de todo lo existente con la finalidad
de mejorar la condición humana.

Este proceso no es automático, no es
mecánico, tampoco inexorable, porque, además de las
fuerzas de la naturaleza, pugnan fuerzas sociales regresivas y
libertarias. A las fuerzas sociales conservadoras y reaccionarias
nosotros las denominamos clases sin historia o al margen de la
historia, y a las fuerzas libertarias las denominamos clases con
historia, en tanto luchan por dignificar la condición
humana.

Los intereses particulares de una clase social pueden
coincidir con el interés general, con la lucha por la
libertad y en tal caso son clases con historia, pero llega el
momento que esos intereses se constituyen en una barrera para el
devenir, tornándose en clase sin historia, como el caso de
los esclavistas, señores feudales, y actualmente la
burguesía. Cuando se pierda ese don de luchar por la
libertad, cuando triunfen en forma definitiva las clases al
margen de la historia, se llegará a la degradación
y hasta extinción de la especie humana, como ya vemos en
algunas partes del planeta4.

Debemos hacer la distinción entre los procesos
naturales y los procesos sociales. Los primeros se rigen por la
evolución automática, "mecánica", mientras
los segundos por la acción y voluntad humana a
través de las contradicciones entre clases sociales
conservadoras y libertarias, cuya máxima expresión
son las revoluciones, consistentes en el desplazamiento de la
clase dominante que ha devenido al margen de la historia, por una
clase cuyos intereses coincidan por lo menos en parte con el
interés general, encarnando la lucha por la libertad, como
fue el caso de la burguesía que, de libertaria en siglos
pasados, a devenido en nuestros días en clase social al
margen de la historia.

El marxismo es ajeno a todo reduccionismo, a todo
"economicismo". Marx alabó al régimen capitalista
que, entre otras cosas, desarrolla la ciencia y la técnica
más que todas las sociedades que lo antecedieron, pero al
mismo tiempo lo critica porque deja sin la propiedad de sus
medios de vida–naturaleza, gran banca, gran industria,
conocimiento- a las mayorías del planeta,
convirtiéndolos en parias, en proletarios, que para vivir,
tienen que enajenar su voluntad, trabajando para otros (el
capitalista) que -por ser propietarios de los medios de vida- se
apropian de una parte del trabajo no pagado al obrero
(plusvalía). Carlos Marx sentenció que el
capitalismo "solo sabe desarrollar la técnica y la
combinación del proceso social de producción
socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda
riqueza: la tierra y el
hombre5".

Todo este proceso, legitimado por el contrato social
(por leyes), oculta la explotación sobre las
mayorías, obstaculizando la formación de la
conciencia de clase. En sociedades precapitalistas las clases
dominantes ostentaban su posición en la sociedad, es
decir, se auto presentaban "públicamente" –por medio
de una simbología que comienza con la vestimenta- como
dominantes, lo contrario a la burguesía que oculta su
dominio proclamando la igualdad de todos ante la ley. Esto se
explica porque el proceso económico capitalista, en vez de
clarificar las relaciones entre clases, las encubre, dificultando
la conciencia de clase. De allí la importancia del
conocimiento social, de que la lucha política confluya con
todos las creaciones colectivas e individuales que tiendan a
dignificar la condición humana, sin lo cual es imposible
el triunfo revolucionario, menos la construcción del
socialismo, porque, como lo evidenciara Trotsky en un discurso en
el sepelio del poeta Sergio Essenin: "La revolución,
ante todo, conquistará en dura lucha para cada individuo,
no sólo el derecho al pan, sino también el derecho
a la poesía6…"

Todas las creaciones humanas, -colectivas o
individuales-, los bienes que brotan del proceso del trabajo, las
utopías religiosas y políticas…, hasta los
delirios más incoherentes de un cerebro enajenado o del
disparate de algún artista, en mayor o menor grado, tienen
autonomía (relativa) respecto al conjunto social. Pero por
más grande sea esa autonomía, nunca son
independientes, nunca pueden explicarse por sí mismos,
menos la política, porque expresa las contradicciones y
proyecciones de la sociedad.

Materialismo
burgués

En el siglo diecinueve Marx y Engels hacían la
distinción entre el materialismo "mecanicista",
"metafísico", de la burguesía, que reconoce al
universo al margen de la providencia divina, pero en su forma
estática, negando los cambios revolucionarios, porque se
intenta hacer creer que el régimen burgués es
eterno, lo que contrasta con el materialismo dialéctico
(marxismo) que ve los cambios a través de las
contradicciones entre clases sociales libertarias y
reaccionarias.

Dentro de la escuela "positivista" del conocimiento, que
identifica la naturaleza con la sociedad, es decir, la
evolución natural con el devenir social, por una parte,
extremando la visión reaccionaria de la burguesía
(Durkheim), presenta a la sociedad como un organismo vivo,
natural, armónico, cuyas partes (clases sociales) se
asemejan a las extremidades que, sin contradicciones, cumplen
determinada función, reviviendo la concepción
antigua donde los nobles eran la cabeza, los guerreros el tronco
y las clases populares las extremidades. Por otra parte, la
visión "evolucionista", cuya ala radical es defendido en
parte por anarquistas, argumentan que de la misma manera que en
la naturaleza, en la sociedad la evolución se torna
necesaria e inexorablemente en revolución. En su ala
reformista, la visión positivista –de la que algunas
tendencias se pretenden marxistas- esperan que el socialismo
advenga como el fruto de un árbol o las estaciones del
año, incluso sin grandes confrontaciones, cuando las
condiciones "maduren" con un capitalismo plenamente
desarrollado.

La visión positivista reformista, en gran parte,
fue retomada por el estalinismo, que negaba la posibilidad de
socialismo en los países atrasados mientras el capitalismo
no se haya desarrollado a plenitud, postrándose así
ante el dogma, ante los acontecimientos, ante los hechos, ante
las cosas.

Haya de la Torre
y el marxismo

Haya de la Torre cuando se reclamaba marxista
–conforme expusimos en páginas anteriores- en
algunos escritos, entre ellos, sobre el espacio tiempo
histórico, hacía la distinción entre la
visión "estática" y la visión
"dialéctica" apoyándose en Engels, que en su obra
"Ludwig fehuerbach y el fin de la filosofía
clásica alemana
", escribía que la antigua
metafísica que considera las cosas terminadas, sin
movimiento, sin evolución, se basó en la Ciencia
Natural que examinaba cosas acabadas, -muertas o vivas-, pero al
margen de toda evolución. Cuando la Ciencia Natural
progresa, examinando las transformaciones, suena la hora de
muerte para la metafísica. "…si hasta el siglo
XVIII, las ciencias naturales eran una ciencia eminentemente
coleccionista –la ciencia de las cosas acabadas- en el
siglo diecinueve se transforma en la ciencia que coordina, en la
ciencia de los procesos del origen y de la evolución de
las cosas y del encadenamiento que liga en un gran todo esos
procesos naturales7
".

Haya de la Torre decía que el aprismo es la forma
de ser marxista en América Latina, pero no llegó a
compenetrarse con la doctrina de Marx. Su "marxismo", su
filosofía, se fundamenta en las ciencias físico
naturales, por encima de las relaciones entre clases sociales en
el proceso productivo, lo que a la postre lo llevó a
renegar de los conflictos entre clases y por tanto del marxismo.
No obstante, hasta la década del cuarenta del siglo
veinte, el Apra se mantuvo a la izquierda del estalinismo. Lo
atestigua no solamente su accionar político, sino
también su producción intelectual. Por esta
razón el historiador inglés G.D.H. Cole, -que no
conocía las ideas de Mariátegui-,
señaló que Haya de la Torre y el APRA constituyen
el "intento más serio de buscar una explicación
marxistas a los problemas latinoamericanos8
".

La
economía y la política

Los griegos, con Aristóteles, reconocían
que el hombre es un animal político, pero limitaban el
accionar político sólo a los "ciudadanos", es
decir, a los hombres libres de las ciudades, marginando a las
clases populares esclavizadas. Para el pensamiento libertario de
los tiempos modernos, la acción política es
universal, de dominantes y dominados, de gobernantes y
gobernados, de sabios y de ignorantes, porque cada uno o cada
sector, a su manera, interviene en forma conciente o inconsciente
en la vida social, con su respectiva concepción del mundo
(coherente o incoherente), por lo que también, -lo
afirmó Antonio Gramsci9- todos somos filósofos,
todos somos políticos.

La política es inseparable de la economía,
porque ésta (economía), es una relación
social entre clases sociales, -amos y esclavos, señores y
siervos, capitalistas y obreros, etc.- de cuyas contradicciones
surge la ideología y la política progresiva o
conservadora, en el pasado, bajo manto divino, en los tiempos
modernos, inmerso en el "racionalismo", en forma más
coherente en las elites de poder, y en las amplias masas, en
forma desarticulada, dispersa, por mediación del sentido
común, la religiosidad popular y el folklore.

Haya de la Torre cuando se reclamaba marxista
entendía que es imposible separar la economía de la
política por lo que escribió: "Para el Aprismo,
la realidad económico-social de Indoamérica es el
punto de partida de su acción política.
Consecuentemente, descubrir esa realidad ha sido y es su primera
misión revolucionaria10
".

Posteriormente, cuando reniega del marismo, Haya de la
Torre declaró que el principal problema en
Indoamérica era el "complejo de inferioridad" frente a las
grandes potencias.

Desde su surgimiento en el siglo diecinueve, el marxismo
considera que las condiciones económicas para el
socialismo –comenzando por el continente europeo
occidental- están dadas, faltando las condiciones
subjetivas, políticas. Es decir, falta la conciencia
revolucionaria cohesionada en organización
política, demostrando que la política y la
acción política no es simple "reflejo" del proceso
económico. Tampoco las coyunturas político sociales
son simple reflejo de la economía. Y en el devenir del
siglo veinte, los estallidos revolucionarios se producen en su
"eslabón más débil" del sistema capitalista
mundial, no necesariamente un país donde el capitalismo se
haya desarrollado plenamente, que en modo alguno contradicen las
tesis de Marx, si recordamos que si bien estaba abocado al
desenvolvimiento europeo occidental, no pudo sustraerse a la
evidencia de que Rusia precapitalista de mediados de la segunda
mitad del siglo diecinueve pueda iniciar la construcción
socialista basado en las comunas rurales subsistentes, algo
parecido al proyecto socialista de Mariátegui para las
condiciones peruanas.

Carlos Marx en su conocida obra "El dieciocho brumario
de Luis Bonaparte, decía: "Los hombres hacen su propia
historia, pero no lo hacen a su libre arbitrio, bajo
circunstancias elegidos por ellos mismos, sino bajo aquellas
circunstancias con que se encuentra directamente, que existen y
les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas
las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de
los vivos11…"

Federico Engels en una carta a Joseph Bloch, de
setiembre de 1890, entre otras cosas, escribe:
"…Según la concepción materialista de la
historia, el factor que en última instancia determina la
historia es la producción y reproducción de la vida
real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si
alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es
el único determinante, convertirá aquella tesis en
una frase vacua, abstracta, absurda. La situación
económica es la base, pero los diversos factores de la
superestructura que sobre ella se levanta –las formas
políticas de la lucha de clases y sus resultados, las
Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta
la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso
los reflejos de todas esas luchas reales en el cerebro de los
participantes, las teorías políticas,
jurídicas, filosóficas, religiosas y el desarrollo
ulterior de éstas hasta convertirse en un sistema de
dogmas- ejercen también su influencia sobre el curso de
las luchas históricas y determinan, predominantemente en
muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y
reacciones entre todos estos factores, en el que, a través
de toda la muchedumbre infinita de las casualidades (es decir, de
cosas o acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota
o tan difícil de probar, que podemos considerarla como
inexistente, no hacer caso de ella), acaba siempre
imponiéndose como necesidad el movimiento
económico. De otro modo, aplicar la teoría a una
época histórica cualquiera sería más
fácil que resolver una simple ecuación de primer
grado12
".

Las clases sociales que se han sucedido en el dominio de
la sociedad –siempre una minoría- se han apropiado
de modo directo o indirecto de los grandes medios de vida,
comenzando de la naturaleza en sociedades más
antigüas, a lo que se van sumando en los tiempos modernos,
la gran industria, la gran banca, los grandes medios de
comunicación, el conocimiento, etc., lo cual es legitimado
en parte, en el mismos proceso económico, y en una
ideología justificatoria, bajo el manto religioso en
tiempos pasados, a lo que se suma el "racionalismo" como
preponderante en los tiempos modernos, en su acepción de
liberalismo y neoliberalismo.

Porque la ideología no es simple reflejo del
proceso económico, Mariátegui decía que no
existe contradicción entre freudismo y marxismo, por lo
que la ideología burguesa no es otra cosa que "un
nombre que sirve para designar las deformaciones del pensamiento
social y política producidas por los móviles
comprimidos (…) La interpretación económica
de la historia no es más que un psicoanálisis
generalizado del espíritu social y político. De
ello tenemos una prueba en la resistencia espasmódica e
irrazonada que opone el paciente. La diagnosis marxista es
considerada como un ultraje, más bien que una
constatación científica. En vez de ser acogido con
espíritu crítico verdaderamente comprensivo,
tropieza con racionalizaciones y "reacciones de defensa" del
carácter más violento e
infantil13
".

Cuanto más una clase dominante deviene al margen
de la historia, más tiende a ocultar la verdad porque pone
en evidencia que sus intereses particulares, privados, han dejado
de coincidir con el progreso, con los intereses de la sociedad; y
al contrario, las clases ascendentes buscan la verdad como motor
del cambio para desplazar del poder a la clase que a devenido en
una rémora. En este sentido Mariátegui decía
que la política se dignifica y ennoblece cuando es
revolucionaria, y para Antonio Gramsci, la verdad es
revolucionaria.

En tiempos de lucha contra la feudalidad en Europa, la
concepción "racionalista", no fue suficiente para
disgregar la mentalidad de casta, por lo que la religión
reformada, particularmente en el calvinismo, que afirmaba que el
éxito individual en la vida puede ser un acto predestinado
por Dios, y con la reivindicación del "libre
albedrío" individual para interpretar los textos
bíblicos, cumplió una función revolucionaria
disgregando la religión tradicional (catolicismo) y
también como ideología para desplazar del poder a
la aristocracia feudal. Al respecto, Trotsky escribió para
el caso de Inglaterra: "El súbdito inglés,
luchando por su derecho a luchar con el devocionario que mejor le
pareciese, luchaba contra el rey, contra la aristocracia, contra
los príncipes de la iglesia y contra Roma. Los
presbiterianos y los puritanos de Inglaterra estaban
profundamente convencidos de que colocaban sus intereses
terrenales bajo la suprema protección de la providencia
divina. Las aspiraciones por las que luchaban las nuevas clases
confundíanse inseparablemente en sus conciencias con los
textos de la Biblia y los ritos del culto religioso. Los
emigrantes del Maiflower llevaron consigo al otro lado del
océano esta tradición mezclada con su sangre. A
esto se debe la fuerza excepcional de resistencia de la
interpretación anglosajona del cristianismo. Y
todavía hoy es el día en que los ministros
"socialistas" de la Gran Bretaña encubren su
cobardía con aquellos mismos textos mágicos en que
los hombres del siglo XVII buscaban una justificación para
su bravura14
".

Cuando adviene el orden burgués, se proclama en
forma abierta o tácita una religión oficial, que
adocenada, se convierte en uno de los fundamentos para
justifícale el dominio de la burguesía. No obstante
la separación entre la iglesia y la política
(estado), interviene en forma directa o indirecta
política, incluso promoviendo sus propias organizaciones
políticas ("cristianas"), reaccionarios o progresistas.
Las tendencias cristianas libertarias son marginadas y
perseguidas como "sectas".

En un orden social estable, la política se centra
en la gestión gubernamental, en la administración a
cargo de técnicos y funcionarios –presididos por
políticos- en los diversos campos, promoviendo la
política económica, la política cultural, la
política de seguridad nacional, la política del
deporte, etc.

En su sentido más concentrado, la política
se expresa en la disputa del poder del estado para el dominio de
la sociedad, que se extrema en las revoluciones para cambiar un
sistema social que ha devenido anacrónico, por otro, en
cuyo trasfondo está el cambio de la estructura
económica social. Esta pugna se desenvuelve en los
más diversos ámbitos, extremándose en la
guerra civil, que se constituye con toda claridad en
continuación de la política, conforme a la
expresión de Clausewitz.

Cuando las confrontaciones sociales se extreman, todo
adquiere sentido político, incluyendo los colores, los
números, las letras, etc., en caso simbolicen determinada
tendencia política. Nada queda al margen. Payasos y
chistosos, si es que no toman partido de acuerdo a su conciencia,
venden su talento al mejor postor para ridiculizar y hasta
zaherir a los adversarios.

La política (moderna) es ejercida por
mediación de organizaciones políticas (y del
estado) que -como lo reconocía hasta un reaccionario de
mentalidad de casta como José de la Riva Agüero y
Osma- responden a determinados intereses de clase, conservadores
o reaccionarios: "…las ideas políticas no son nunca
más que el símbolo o la expresión abstracta
de determinados intereses15
…".

En la transición del feudalismo al capitalismo en
Europa, surge como forma de estado, la monarquía,
intentando conciliar los conflictos, lo que no impidió que
se inclinaran, según las coyunturas, por una clase u otra
(aristocracia burguesía), aunque a la final la
monarquía resultó anacrónica para el libre
desenvolvimiento del comercio, la industria, la banca, y la
burguesía tuvo necesidad de controlar directamente el
estado, poniendo en algunos casos a su servicio a la
monarquía, como el caso de Inglaterra, surgiendo la
monarquía constitucional. En ciertos países como
Alemania para contrarrestar el poder de la aristocracia feudal y
ante la ineficacia de la burguesía que era débil,
surge la forma "bonapartista" para promover el capitalismo,
empujando a los terratenientes ha convertirse en
burgueses16.

En otro contexto, Carlos Marx hacía referencia a
la sencillez de ciertas sociedades asiáticas de la
antigüedad, que si desaparecen, vuelven a restaurarse
"en el mismo lugar y con el mismo nombre". Siendo esta
la explicación de la "inmutabilidad de las sociedades
asiáticas que contrasta de un modo tan sorprendente con la
constante disolución y transformación de los
Estados de Asia, y con su incesante cambio de dinastías. A
la estructura de los elementos básicos de la sociedad no
llegan las tormentas amasadas en la región de las nubes
políticas17
". Aquí, el estado, una
institución eminentemente política, es disputado y
copado por diferentes dinastías, que contrasta con la
invulnerabilidad de las relaciones económicas.

La política, al igual que todas las expresiones y
creaciones humanas, adquiere autonomía relativa respecto
al conjunto del que forma parte.

Alan
García: reducción de la política a la
conspiración, al golpe de Estado

Existen tres propuestas contradictorias de García
sobre la política. En la primera, la política es
autónoma de la economía; en la segunda reconoce la
importancia del proceso económico social que
hipotéticamente hubiese sido fundamental en una conquista
sin Pizarro (sin política) aunque cobrando mayores
víctimas; y en tercer lugar, García reconoce la
importancia del proceso económico social pero dice que no
es suficiente para la interpretación de la
política, lo que está más cerca de la
verdad.

Cuando Alan García habla de "independencia" o
"autonomía" de la política respecto de la
economía, restringe, o, en términos más
apropiados, reduce la política a su aspecto conspirativo,
promovido por un estado mayor, una organización (partido
político), un jefe o caudillo.

Alan García afirma que Antonio Gramsci contradice
al marxismo cuando "aceptó que el dominio del
pensamiento, de las iniciativas, de la persuasión, es
decir, de la política, era tan o más importante que
la acumulación de la riqueza y de la
producción
". Luego continúa: "Eso ya lo
había demostrado Lenin, sin aceptarlo conceptualmente, al
adueñarse del poder en Rusia con un pequeño equipo
profesional, proporcionalmente mucho más pequeño
que el de Pizarro en el Tawantinsuyo18
".

A estas alturas no sería nada extraño que
su pedantería lleve a García atribuir a los
científicos del mundo la afirmación de que el gato,
además de no tener cola, tiene sólo tres
extremidades, con la sola finalidad de decir que él
(García) ha descubierto que el gato, además de cola
tiene cuatro extremidades.

Mariátegui solía decir que sin
imaginación no hay progreso de ninguna especie, y que el
progreso consiste en la realización de utopías19.
Lo cual es cierto. Para el marxismo, el ser humano se distingue
de las demás especies de la naturaleza por su don de
imaginación y creación de instrumentos mentales y
materiales, gracias a los cuales –en unos periodos
más que en otros- puede dar saltos o pasos cualitativos en
lucha por dignificar su existencia. Uno de esos periodos fue el
renacimiento, sobre el cual Engels escribió: "De los
hombres que echaron los cimientos del actual dominio de la
burguesía podrá decirse lo que se quiera pero, en
ningún modo, que pecasen de limitación burguesa.
Por el contrario: todos ellos se hallaban dominados, en mayor o
menor medida, por el espíritu de aventuras inherente a la
época. Entonces casi no había ni un solo gran
hombre que no hubiera realizado largos viajes, no hablara cuatro
o cinco idiomas y no brillase en varios dominios de la ciencia y
de la técnica…"

Todos ellos, prosigue Engels, "vivían
plenamente los intereses de su tiempo, participaban de manera
activa en la lucha práctica, se sumaban a un partido u
otro y luchaban, unos con la palabra y la pluma, otros con la
espada y otros con ambas cosas a la vez… Los sabios de gabinete
eran en ese entonces una excepción; eran hombres de
segunda o tercera fila o prudentes filisteos que no deseaban
pillarse los dedos20"

Los hombres del renacimiento, -además de condenar
el oscurantismo cultural de sociedades precapitalistas como el
feudalismo-, con su imaginación e invención en
todos los terrenos, de las ciencias a las artes y las ideas,
proyectaron al género humano más allá de los
intereses particulares, privados, de la naciente
burguesía, que, sobre todo al llegar al poder, reniega de
las ideas y acontecimientos libertarios. Como expresión de
los intereses populares, reivindicando todo el legado progresivo
de la humanidad, surge el socialismo, cuya expresión
más coherente es el marxismo, que actúa y se
desenvuelve de acuerdo a las especificidades de cada pueblo,
parte integrante de la realidad mundial.

Antonio Gramsci hizo la distinción entre las
sociedades de oriente y las de occidente: "En Oriente el
estado era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa, en
Occidente, entre Estado y sociedad civil existía una justa
relación y bajo el temblor del estado se evidenciaba una
robusta estructura de la sociedad civil. El estado era
sólo una trinchera avanzada, detrás de la cual
existía una robusta cadena de fortalezas y

casamatas21".

Porque en Oriente (Rusia) la sociedad civil era
"primitiva", con una monarquía zarista arcaica que
obstaculizaba el desenvolvimiento capitalista, para su dominio no
le quedaba sino privilegiar la represión, la violencia,
ambiente en el que surgen las ideas y organizaciones
revolucionarias que logran confluir con lo más progresivo
de la cultura. Para este tipo de sociedades se requiere
determinada estrategia y táctica, diferente al Occidente
(europeo), donde la legitimación al dominio de la
burguesía descansa en un amplio consenso fruto de la
hegemonía cultural de la burguesía por
mediación de su sistema político, educativo,
religioso, grandes medios de comunicación,
prolongándose hasta bibliotecas, nombres de calles,
monumentos, etc. Este consenso se rompe, sobre todo, en tiempos
de agudas crisis económico sociales.

Lo que Antonio Gramsci reivindicaba, es la peculiaridad
o especificidad de los pueblos dentro del sistema mundial, que
deben tener una estrategia revolucionaria adecuada. García
no entiende esto, por lo que pone en paridad de condiciones a
Rusia zarista y a Europa Occidental, a Oriente y Occidente. En
otras palabras, confunde papas con camotes, y lo peor, atribuye
toda esa chapucería a Gramsci.

Trotsky no queda al margen del maltrato por parte
García. Amparándose en Curzio Malaparte, dice que
Trotsky contribuye a la política, -para García, al
margen del devenir económico social- con su táctica
del "golpe de estado" de los bolcheviques en 1917 para derribar
la monarquía zarista, apoderándose de los puntos
estratégicos del poder22.

Criticando a "historiadores" burgueses que
reducían la revolución rusa a un golpe de estado,
Trotsky aclara que una insurrección con la
participación de millones y millones de hombres y mujeres
–inmersa en el conjunto de las contradicciones
económico sociales- que derriba una clase social caduca,
anacrónica, para reemplazarla por otra, no es un
"golpe de estado realizado por conspiradores que
actúan a espalda de las masas
".

Los complots o conspiraciones entre minorías para
apoderarse del estado, argumenta Trotsky, existen en sus formas
más variadas dentro del sistema mundial, sobre todo en
sociedades marcadas por crisis sociales, por falta de clases
sociales sólidas, como en las repúblicas
sudamericanas o España.

Una revolución es diferente, por la
participación activa de los pueblos, cuyo empuje lleva a
la insurrección activa de millones de hombres y mujeres,
por lo que, por sí misma, una insurrección puede
paralizar un país, derribar un gobierno, pero no
necesariamente apoderarse del poder, como fue el caso de la
revolución de febrero en Rusia donde el poder cayó
en manos de liberales que actuaban a espalda de las masas. Igual
sucedió en las revoluciones alemana y austrohúngara
de 1818. "Derribar el antiguo poder es una cosa. Otra
diferente es adueñarse de él
". En una
insurrección popular, "Cuanto más elevado es el
nivel y más seria su dirección, mayor es el lugar
que ocupa la conspiración en la insurrección

popular23".

En Rusia, sin la insurrección popular que se
generaliza desde las ciudades hacia el campo, organizando sus
propios órganos de autogobierno (soviets) y de defensa
(milicias), desarticulando a las fuerzas de represión y a
la monarquía, no hubiese existido campo propicio para una
conspiración revolucionaria y adueñarse del poder.
Es más, como en todo proceso revolucionario, hay
coyunturas donde la acción del pueblo va más
allá de las organizaciones políticas, incluso de
las más revolucionarias. En Indoamérica hemos
tenido muchas experiencias de lo último, como las luchas
populares en el Perú de la década del treinta y
finales de la década del setenta, en la revolución
boliviana de 1952 o cuando hace algunos años en Ecuador
las movilizaciones populares desbordaron a todas las direcciones
políticas pero el poder fue usurpado por un general,
etc.

Pizarro

Cuando Alan García dice que el caballo, el
arcabuz, y otros adelantos técnico científicos, en
si mismos, no explican la victoria de Pizarro, es cierto, sobre
todo, cuánto más rasgos comunes tengan los pueblos
en conflicto, porque en todas las épocas, los pertrechos
bélicos más sofisticados, no garantizan por
sí mismos la victoria, para lo que hace falta una
estrategia y táctica adecuada ligada al acontecer social.
Esto no es nuevo, es un lugar común dentro de las ciencias
sociales, particularmente en la ciencia política. Pero la
estrategia y táctica, dentro de ello, el complot, la
conspiración, elaborada por una minoría -un estado
mayor o un caudillo-, siempre tiene de trasfondo el acontecer
social con sus logros progresivos y sus lacras que inciden
directa e indirectamente en los protagonistas. Basado en ello
podemos explicar, por ejemplo, el triunfo bélico del
pueblo vietnamita sobre la primera potencia militar imperialista
cuarenta años atrás.

La confrontación de la conquista es diferente,
porque la cosmovisión de conquistadores y conquistados
eran diferentes. Los primeros, ávidos de riqueza y poder
sin importar los medios, mientras los segundos, la única
cultura en el ámbito universal que superó el
problema del hambre con una economía planificada,
conocían el trueque, pero desconocían el comercio.
Su repertorio para el regateo, para el engaño, era pobre,
porque no se había interiorizado en su mentalidad el
espíritu mercantilista de vendedores y compradores por
medio del engaño y hasta la violencia extrema, como en el
caso de los conquistadores.

Por otro lado, el miedo, el terror a lo desconocido, -a
elementos como la violencia extrema de los conquistadores, el
arcabuz, el caballo, la pólvora- con mayor razón si
proviene de "otro mundo", es normal en la naturaleza humana.
Recordemos sino la novela de Herbert George Wells "La guerra
de los mundos
", que trata de la invasión de los
marcianos al planeta tierra. "En 1939 la transmisión
radial de esta novela desató en los Estados Unidos una
terrible psicosis que costó la vida a varios radioescuchas
alucinados por el realismo de la obra (…) Años
más tarde, el Ecuador conoció el pavor colectivo
debido a otra emisión de esta narración. El
director que la dirigió fue perseguido por las masas
enardecidas y castigado hasta quedar inválido. Y, sin
embargo, la historia no es sino una
fantasía24…"

Estados Unidos, la sociedad de mentalidad más
materialista, más pragmática, más utilitaria
y una de las más violentas del planeta, entró en
pánico con una simple emisión radial. Imaginemos si
en aquellos tiempos, -diferentes a los actuales, que tenemos otra
percepción de los extraterrestres- hubiese aparecido un
pequeño grupo de seres de otros planetas con sus
máquinas de guerra mil veces más destructivas que
las terrestres.

Pizarro y sus huestes, si no hubiesen contado con armas
militares superiores a la de los antiguos peruanos, no se
hubiesen atrevido a emprender la conquista. Esto vale para todas
las épocas. Por ejemplo, en 1949 triunfa la
revolución China recibiendo el respaldo de la Unión
Soviética, que así cumplía una
función disuasiva frente al imperialismo. Entre 1951 a
1953, chinos y norteamericanos se habían enfrentado en
Corea, dividiendo el territorio, con el saldo de más de
tres millones de muertos. En la década del sesenta se da
la ruptura entre China y la Unión Soviética, y las
tendencias más extremistas del imperialismo capitaneadas
por Estados Unidos preparan opinión pública
favorable para una invasión. Los grandes medios de
comunicación mundial propalaban la "noticia" que China
está en camino de construir una bomba atómica para
arrojarla sobre el "mundo libre" y hablaban del "peligro
amarillo". La invasión imperialista no se consumó
porque los chinos, antes de lo provisto por los agresores,
lograron probar con éxito una bomba atómica y poco
después una bomba de hidrógeno, suficiente para
disuadir todo ataque.

En esa coyuntura el escritor alemán Gunter Grass,
-autor de El tambor de hojalata-, ironizaba que la
humanidad prosigue su trayectoria con quinientos millones de
chinos, y planteaba la pregunta si el planeta Tierra
podría soportar a quinientos millones de alemanes. (Por
esa época los alemanes sumaban aproximadamente cincuenta
millones)

Volviendo a la política, en sociedades no
consolidadas donde a la crisis económica se suma la falta
de cohesión de sus clases sociales como Sudamérica
(sobre todo) del siglo diecinueve, los complots en las alturas de
la política, más que a intereses de clases sociales
orgánicas, pueden responder a intereses de caudillos
sedientos de poder político. Pero es la pobreza social y
cultural lo que hace posible el surgimiento de ese tipo de
política y de ese tipo de caudillaje, donde también
el azar tiene mayor protagonismo. Ricardo Palma en una de sus
tradiciones25 cuenta que en cierta ocasión Palacio de
Gobierno de Lima quedó sin custodia militar, lo que fue
aprovechado por bandoleros para ocupar ese recinto. El jefe de la
banda, el negro León Escobar, por algunas horas, se
sentó en el sillón presidencial desde el cual
negoció sus demandas, para luego marcharse en forma
pacífica. Concluye nuestro insigne escritor, que el
bandolero "se había comportado con igual o mayor
cultura que los presidentes de piel blanca
".

Alan García no reconoce el hecho de que el
desarrollo de las fuerzas productivas –ciencia
técnica, artes- de las que el ser humano es el principal
promotor, sumado al ansia y necesidad de metales preciosos para
la acumulación de capital, hicieron posible que las
potencias europeas promuevan viajes de conquistas a otros mundos,
inmerso en lo cual Pizarro y sus huestes llegaron al Perú,
lo que en modo alguno desmerece el valor y mérito
individual. Como en todas las empresas de la historia el papel
del individuo, por más condicionado esté por
múltiples determinaciones, es de gran importancia para
avanzar o retroceder.

No obstante que García desdice del trasfondo
económico social en la política, no puede eludirlo,
está presente aunque en forma distorsionada, cuando
intenta explicar las acciones de Pizarro y sus huestes, por los
que no puede ocultar su empatía.

El conquistador y sus huestes según
García, están dentro de lo que denomina "Big Bang"
europeo del siglo XVI. Es decir, son partícipes o encarnan
los grandes acontecimientos y adquisiciones, entre ellos la
ciencia de Copérnico y Galileo, la imprenta, las luchas
políticas, las cruzadas, la reforma religiosa luterana,
las artes, la medicina, la biología, los libros de
caballería. "Todo esto –concluye
García- formaba la "personalidad básica" del
conquistador
promedio26".

Si el "conquistador promedio" tenía ese bagaje
cultural, (propio de Leonardo de Vinci), su jefe, Pizarro, se
supone se elevaría por encima de ese promedio, con lo cual
estaríamos ante un genio que García sería el
primero en descubrir.

Partes: 1, 2

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