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Alma tomista




Enviado por Jesús Castro



  1. Judaísmo
  2. Cristiandad
  3. Alma
    aristotélica
  4. Alma
    tomista
  5. Conclusión

Este artículo pretende contestar lo más
eficaz y sencillamente posible la siguiente pregunta, basada en
los estudios profundos del Génesis: ¿De qué
manera prosperó el concepto del "alma humana inmortal"
en épocas posteriores?

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Siendo una creencia inicialmente religiosa, por estar
conectada con el llamado "mundo de los espíritus", la
noción de "alma humana inmortal" es filtrada racionalmente
por Platón a través de la filosofía, para
librarla de supuestas impurezas cognoscitivas procedentes del
saber popular, la milotología, la fantasía
religiosa, la superchería irracional y así por el
estilo. El propio Sócrates parece encontrarse a medio
camino entre la religión y la filosofía cuando
expresa sus ideas acerca de la inmortalidad del alma, puesto que
sostiene que ésta "se va a lo que se asemeja a ella, a lo
invisible, divino, inmortal y sabio, y al llegar allá es
feliz, queda libre del error, la insensatez y el temor […] y de
todo otro padecimiento humano, y […] vive en verdad para
siempre con los dioses" (ver Nota de la página 10 del
artículo anterior, esto es, del G053: Alma
platónica). En consecuencia, le corresponde a
Platón dar un tinte más racional a los postulados
de Sócrates, haciéndolos menos religiosos y
más filosóficos. Sin embargo, el alcance de sus
teorías acerca del alma inmortal iba a tener en el futuro
una vitalidad fundamentalmente ligada a la religión, a una
teología religiosa y a una dogmática
eclesiástica sostenida por medio de construcciones
racionales basadas en premisas irracionales.

Judaísmo.

El folleto ¿QUÉ NOS SUCEDE CUANDO
MORIMOS?, impreso en 2006 por la Sociedad Watchtower Bible And
Tract, páginas 13-16, explica en parte:

«El origen del judaísmo se
remonta unos cuatro mil años hasta Abrahán. Los
escritos sagrados hebreos empezaron a redactarse en
el siglo XVI antes de la EC, y se completaron para la
época en la que Sócrates y Platón daban
forma a la teoría de la inmortalidad del alma.
¿Enseñaban esta doctrina las Escrituras
Hebreas?

La "Encyclopaedia Judaica" responde: "Fue
en el período posbíblico cuando arraigó una
creencia clara y firme en la inmortalidad del alma […] y se
convirtió en un pilar de las fes judía y
cristiana". También afirma: "En tiempos bíblicos se
veía a la persona como un todo. Así pues, no
había una distinción marcada entre el alma y el
cuerpo". Los primeros judíos creían en la
resurrección de los muertos, lo cual "ha de
diferenciarse de la creencia en […] la
inmortalidad del alma", señala dicha
enciclopedia.

Entonces, ¿cómo se convirtió la
doctrina en "un pilar" del judaísmo? La historia nos da la
contestación. En el año 332 antes de la EC,
Alejandro Magno conquistó gran parte del Oriente Medio en
una campaña relámpago. A su llegada a
Jerusalén, los judíos lo recibieron con los brazos
abiertos. Según el historiador judío del siglo I
Flavio Josefo, incluso le mostraron la profecía del libro
de Daniel, escrito más de doscientos años antes,
que describía claramente las conquistas de Alejandro en el
papel de "rey de Grecia" (Daniel 8:5-8,21). Sus sucesores
siguieron adelante con su plan de helenización, inculcando
en todo el imperio el idioma, la cultura y la filosofía de
Grecia. Por consiguiente, era inevitable que se produjera una
fusión de las dos culturas, la griega y la
judía.

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A principios del siglo III antes de la EC
se empezó la primera traducción de las Escrituras
Hebreas al griego, llamada la "Septuaginta". Gracias a
ésta, muchos gentiles llegaron a respetar la
religión judía y a conocerla bien. Algunos hasta se
convirtieron. Los judíos, por su parte, se iban
familiarizando con el pensamiento griego, y algunos se hicieron
filósofos, lo cual era enteramente nuevo para ellos. Uno
de tales filósofos judíos fue Filón de
Alejandría, del siglo I de la EC.

Filón, que reverenciaba a Platón,
intentó explicar el judaísmo desde el punto de
vista de la filosofía griega. "Filón, al crear una
síntesis única de filosofía platónica
y tradición bíblica —dice el libro Historia
del Cielo—, dejó el terreno abonado para los
pensadores cristianos [y judíos] posteriores". ¿Y
qué pensaba Filón del alma? El libro prosigue:
"Para él, la muerte devuelve al alma a su estado
originario, en el que se encontraba antes del nacimiento. Dado
que el alma pertenece al mundo espiritual, la vida encarnada en
un cuerpo no es sino un episodio breve y, a menudo,
desafortunado". Otros pensadores judíos que creían
en la inmortalidad del alma fueron el conocido físico del
siglo X Isaac Israeli y el filósofo alemán del
siglo XVIII Moses Mendelssohn.

Otro libro que ha influido mucho en el pensamiento y la
vida judíos es el Talmud, que constituye un resumen
escrito, con comentarios y explicaciones posteriores, de la
llamada ley oral, recopilada por rabinos desde el siglo II de la
EC hasta entrada la Edad Media. "Los rabinos del Talmud
—dice la Encyclopaedia Judaica— creían que la
existencia del alma se prolongaba más allá de la
muerte". El Talmud habla incluso de que los muertos se ponen en
comunicación con los vivos. La "Encyclopædia of
Religion and Ethics" indica: "La creencia [de los rabinos] en la
preexistencia de las almas probablemente se debía a la
influencia del platonismo".

La Cábala, conjunto de escritos
místicos del judaísmo posterior, llega al extremo
de enseñar la reencarnación. Con relación a
esta doctrina, la obra judía "The New Standard Jewish
Encyclopedia" afirma: "Parece ser que la idea se originó
en la India. […] En la Cábala surge primero en el libro
Bahir, y luego, a partir del Zohar, fue aceptada habitualmente
por los místicos y desempeñó un papel
importante en las creencias y literatura hasídicas". En el
Israel actual, la reencarnación se reconoce generalmente
como una enseñanza judía.

De modo que la idea de la inmortalidad del
alma penetró en el judaísmo por influencia de la
filosofía griega, y la mayoría de sus
ramas aceptan el concepto».

Cristiandad.

El folleto ¿QUÉ NOS SUCEDE CUANDO MORIMOS?
prosigue: «El cristianismo auténtico comenzó
con Cristo Jesús. Miguel de Unamuno, destacado erudito
español del siglo XX, escribió respecto a
Jesús:

"Creía acaso en la resurrección de la
carne, a la manera judaica, no en la inmortalidad del alma, a la
manera platónica […]. Las pruebas de esto pueden verse
en cualquier libro de exégesis honrada". Unamuno
concluyó: "La inmortalidad del alma […] es un dogma
filosófico pagano".

¿Cuándo y cómo se infiltró
este "dogma filosófico pagano" en el cristianismo? "The
New Encyclopædia Britannica" señala: "Desde mediados
del siglo II después de Cristo, los cristianos que
habían recibido cierta educación en la
filosofía griega empezaron a sentir la necesidad de
expresar su fe en los términos de ésta, tanto para
su propia satisfacción intelectual como para convertir a
los paganos cultos. La filosofía que más les
convino fue el platonismo".

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Hubo dos de tales primeros filósofos
que tuvieron una gran incidencia en las doctrinas de la
cristiandad: Orígenes de Alejandría (185-254 EC) y
Agustín de Hipona (354-430 EC). La "New Catholic
Encyclopedia" dice de ellos: "Sólo con Orígenes en
Oriente y san Agustín en Occidente se estableció
que el alma es una sustancia espiritual y se formó un
concepto filosófico de su naturaleza". ¿Sobre
qué base formaron Orígenes y Agustín sus
conceptos del alma?

Orígenes era discípulo de Clemente de
Alejandría, "el primero de los Padres que adoptó de
forma explícita la tradición griega del alma",
según la "New Catholic Encyclopedia". Las ideas
platónicas sobre el alma debieron de influir mucho en
Orígenes. "[Orígenes] convirtió en dogma
cristiano todo el conjunto de enseñanzas relativas al
alma, que tomó de Platón", indicó el
teólogo Werner Jaeger en la publicación "The
Harvard Theological Review".

A Agustín se le considera en algunos
sectores de la cristiandad el mayor pensador del mundo antiguo.
Antes de convertirse al "cristianismo", a la edad de 33
años, Agustín se interesaba mucho en la
filosofía y se había hecho neoplatónico (ver
NOTA, a continuación). Tras su conversión, mantuvo
sus ideas neoplatónicas. "The New Encyclopædia
Britannica" dice de él: "Su mente fue el crisol en el que
la religión del Nuevo Testamento se fusionó por
completo con la tradición platónica de la
filosofía griega". La "New Catholic Encyclopedia" admite
que la "doctrina [agustiniana del alma], que prevaleció en
Occidente hasta finales del siglo XII, le debía mucho
[…] al neoplatonismo".

En el siglo XIII, las enseñanzas de
Aristóteles ganaban popularidad en Europa, debido en gran
parte a la difusión en latín de las obras de doctos
árabes que habían comentado extensamente los
escritos de aquel filósofo. El pensamiento
aristotélico impactó al erudito católico
Tomás de Aquino, y las obras de éste lograron que
las ideas de Aristóteles tuvieran mayor repercusión
en las doctrinas de la Iglesia que las ideas de Platón.
Pero esta tendencia no afectó al concepto de la
inmortalidad del alma.

Aristóteles enseñó que el alma
estaba inseparablemente unida al cuerpo y que su existencia
individual no continuaba después de la muerte.
También afirmó que si algo eterno existía en
el hombre, era un intelecto abstracto e impersonal. Tal modo de
entender el alma no armonizaba con la creencia de la Iglesia en
almas personales que sobreviven a la muerte. En consecuencia,
Tomás de Aquino modificó el concepto
aristotélico del alma y aseveró que su inmortalidad
puede probarse con la razón. De manera que la creencia de
la Iglesia en la inmortalidad del alma siguió
intacta.

En los siglos XIV y XV, a comienzos del Renacimiento,
resurgió el interés en Platón. La
célebre familia italiana de los Médicis incluso
contribuyó a la fundación de una academia en
Florencia para promover el estudio de la doctrina del
filósofo. Durante los siglos XVI y XVII menguó el
interés en Aristóteles. Y la Reforma, que tuvo
lugar en el siglo XVI, no introdujo ningún cambio en la
enseñanza del alma. Aunque los reformadores protestantes
disentían en la doctrina del purgatorio, aceptaron la idea
del castigo o la recompensa eternos.

De ahí que la enseñanza de la
inmortalidad del alma esté presente en la mayoría
de las confesiones de la cristiandad. Un
filósofo estadounidense escribió al respecto: "De
hecho, la religión, para la gran
mayoría de los occidentales, significa
inmortalidad, y nada más. Dios es el originador de la
inmortalidad".

NOTA:

Agustín (de Hipona) se interesaba mucho en la
filosofía y se había hecho neoplatónico, es
decir, seguidor del neoplatonismo, una nueva versión de la
filosofía platónica desarrollada por Plotino en la
Roma del siglo III. Según la Wikipedia, el Neoplatonismo
es un sistema filosófico que nació en la
Alejandría del siglo III, y que fue enseñado en
diferentes escuelas hasta el siglo VI. Es la última
manifestación del platonismo antiguo, y constituye una
síntesis de elementos muy distintos, con aportes de las
doctrinas filosóficas de Pitágoras,
Aristóteles, Zenón y, sobre todo, Platón,
unidas a las aspiraciones místicas de origen hindú
y judío.

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El fundador de la doctrina parece haber sido Amonio
Saccas. Plotino, su representante más importante,
permaneció once años junto a él
antes de profesar su doctrina en Roma a partir de 244. Su
discípulo Porfirio redactó sus lecciones y las
publicó, reunidas en seis Enéadas, y tomó la
dirección de la escuela a fines del siglo III.
Jámblico, que había sido el editor de Porfirio en
Roma, fundó la escuela de Siria y enseñó en
Apamea. Uno de sus discípulos, Edesio de Capadocia,
fundó la escuela de Pérgamo.

La tradición filosófica del neoplatonismo
se mantuvo en el siglo V; fue enseñada a partir del 400 en
la escuela de Atenas, por Plutarco de Atenas, uno de cuyos
sucesores fue Proclo. La escuela de Atenas fue clausurada en 529
por un edicto de Justiniano I; el diádoco Damascio y
Simplicio de Cilicia se refugiaron en Persia. La escuela de
Alejandría, que después de la muerte de Hipatia
(415) se había alejado del neoplatonismo y que en el siglo
VI había incluso llegado a ser un foco de resistencia a
las doctrinas neoplatónicas, subsistió. Es
reseñable como neoplatónico Sinesio de Cirene, del
que nos han quedado como fuentes indirectas de la figura de su
maestra Hipatia las cartas dirigidas a ella, así como
otros manuscritos.

Alma
aristotélica.

Aristóteles enseñó que
el alma estaba inseparablemente unida al cuerpo y que su
existencia individual no continuaba después de la muerte.
Se acercó, más que sus predecesores, a
la visión que paulatinamente está siendo
desarrollada por la neurociencia actual. Esto testimonia que los
mejores pensadores de todos los tiempos, por superdotados que
fueran, poseían como mucho un entendimiento de la realidad
en parte acertado y en parte desacertado.

Aristóteles, a diferencia de Platón,
considera que el alma es un elemento material, que proporciona
vida al cuerpo pero que no continua existiendo tras la muerte.
Existió, pues, en el pensamiento griego un concepto que
sería polémico debido a ser objeto de dos
interpretaciones diferentes: el alma. Por una parte, tenemos la
interpretación pitagórica, según la cual el
alma es un elemento inmaterial que podemos considerar nuestro
auténtico yo, y otra, la interpretación
aristotélica según la cual el alma es un elemento
material, que proporciona vida a un cuerpo, pero que ni es
inmortal, ni tan siquiera inmaterial. La visión
pitagórica será aceptada por Sócrates y
Platón, mientras que la Aristotélica será
aceptada por Epicuro y el resto de autores atomistas.

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Una de las diferencias fundamentales del
pensamiento de Aristóteles respecto al de Platón,
la encontramos en la concepción del alma. Así,
mientras Platón considera que el alma del ser humano es
inmortal y puede vivir separada del cuerpo, ya que
su estado natural es el mundo inteligible, alejado de la realidad
sensible, Aristóteles retoma el concepto de Alma
simplemente como aquello que posibilita la vida en un cuerpo,
independientemente de si es material o no. Según
Aristóteles el alma es material, y por lo tanto mortal,
completamente alejado del pensamiento de Platón y del
pitagorismo.

Además, Aristóteles no reflexionará
sólo sobre el alma humana, sino que también lo
hará sobre las diferentes "almas" del resto de seres
vivos, ya que, en definitiva, Aristóteles tendrá un
gran interés por la Biología. Ésta es otra
de las diferencias fundamentales con Platón, que
consideraba que la cuestión del alma era una
cuestión puramente humana.

Alma
tomista.

Tomás de Aquino nació en Roccasecca
(Lacio), Italia, a finales de 1224 o inicios de 1225, y
murió en la Abadía de Fossanuova, en la actual
Provincia de Latina, el 7 de marzo de 1274. Fue un teólogo
y filósofo católico perteneciente a la "Orden de
Predicadores", y es el principal representante de la
tradición escolástica, y fundador de la "escuela
tomista de teología y filosofía". Es considerado
santo por la Iglesia Católica. Su trabajo más
conocido es la "Suma Teológica", tratado en el cual
pretende exponer de modo ordenado la doctrina católica.
Canonizado en 1323, fue declarado Doctor de la Iglesia en 1567 y
santo patrón de las universidades y centros de estudio
católicos en 1880.

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La principal influencia recibida por
Tomás de Aquino se encuentra en Aristóteles. De
él toma la teoría hilemórfica, y sus
aplicaciones en la antropología y
epistemología, como la idea de que el alma y el cuerpo
forman una única sustancia aunque se separa del
filósofo griego al considerar que el alma es inmortal. De
Agustín de Hipona recibe dos de sus causas que explican la
existencia de Dios. De Platón toma su idea de
"participación" para explicar la relación entre el
ser y los seres, del mismo modo que Platón explicaba la
relación de las ideas con las cosas. Recibe influencias
del pensamiento musulmán, de Avicena, de quien toma la
distinción de esencia y existencia y la vía de la
contingencia, y de Averroes, de quien asume al menos algunos
aspectos suyos en cuanto al problema de los universales, parte de
su teoría del conocimiento, sobre el conocimiento divino
de los seres particulares, sobre la inmaterialidad del primer
motor, sobre Dios como acto puro y sobre el principio de
individuación. La repercusión posterior ejercida
por Tomás de Aquino ha sido inmensa y su doctrina fue
prácticamente el pensamiento oficial de la Iglesia
Católica durante muchos siglos.

Tomás de Aquino postula la existencia de 3 clases
de almas: intelectiva, sensitiva y vegetativa. El "Alma
Intelectiva" es para el teólogo el principio gracias al
cual el hombre puede realizar los distintos tipos de actividades
vitales. Las facultades que tiene como propias son el
entendimiento y la voluntad. Es inmaterial e inmortal. El alma
intelectiva o humana incluye dentro de sí al alma
vegetativa y la sensitiva, por lo que faculta al hombre para las
actividades vitales de la alimentación, crecimiento,
reproducción, apetitos inferiores, conocimiento sensible y
locomoción; pero lo propio de ella es permitir al ser
humano actividades que no se encuentran en ningún otro ser
vivo: el conocimiento y la volición o actos voluntarios.
De todos los seres vivos, sólo el hombre es capaz de
adquirir conocimiento intelectual de las cosas, y sólo
él es capaz de tener conductas libres. Las actividades
vitales propias del alma vegetativa y del alma sensitiva se
ejercen mediante un órgano corporal –como el ver con
el ojo, el oír con el oído, …– pero el alma
humana es una substancia espiritual, substancia que no necesita
de órgano corporal alguno, y tiene la capacidad de
subsistir por sí misma. Esto es lo que ocurre con el
entendimiento y la voluntad.

NOTA:

Es sintomático el hecho de que
Tomás de Aquino teorice sobre la existencia de 3 clases de
almas: intelectiva, sensitiva y vegetativa, según orden
decreciente de excelencia. Expone que el ALMA VEGETATIVA es
la que faculta para la alimentación, el
crecimiento y la reproducción. Los vegetales poseen
sólo este tipo de alma, y en los animales y el hombre
está incluida virtualmente en cada una de sus almas. El
teólogo católico cree que este tipo básico
de alma (es decir, la vegetativa) determina el grado inferior de
vida: la nutritiva, que tiende a la conservación del
individuo, la aumentativa o de crecimiento, y la generativa cuyo
objetivo es la conservación de la especie.

El teólogo denomina ALMA SENSITIVA a
la dotada de funciones o capacidades para el conocimiento
sensitivo, el apetito y la locomoción. Presente en los
animales y virtualmente en el hombre, la cual tiene como
facultades características la habilidad cognoscitiva
inferior o sensación, la función apetitiva inferior
en la que descansan los instintos y los deseos relacionados con
el cuerpo, y la facilidad para el movimiento local. Este "alma
sensitiva" incorpora implícitamente al "alma
vegetativa".

De entrada ya, se muestra el carácter
tremendamente especulativo y alejado de la ciencia experimental
que posee este sistema filosófico y teológico
tomista, así como por extensión todo otro cuerpo
doctrinal de similares características (sea procedente de
Sócrates, Platón, Aristóteles,
Maimónides, Avicena, Averroes y así por el estilo,
de todos los cuales parece haber "picoteado" el teólogo de
Aquino). Sucede que, a la larga como mucho, no podrán
menos que producir florituras de enajenamiento cognoscitivo y
desubicación respecto a la realidad. Por ejemplo,
recientemente, los naturalistas han informado la existencia de
redes inteligentes en vegetales capaces de manipular poblaciones
de animales para beneficio propio (ver G033: Polinizadores, y ver
G034: Ecología vegetal). ¿Dónde colocamos
ahora la excelencia para la supuesta "alma vegetativa" en estos
casos: por encima o por debajo de muchas "almas
sensitivas"?

Abundando en estos hallazgos nos
encontramos con un número creciente de fenómenos
inexplicables desde la simple óptica
individual o de individuo (vegetal o animal), la cual parece ser
la única visión disponible para el tomismo a la
hora de establecer las características del "alma"
inferior. Existe, hoy día, claros indicios de inteligencia
poblacional y de ecosistema, la cual excede a las
características individuales de los organismos
participantes. Se encuentran curiosamente, en el ámbito
vegetal, asociaciones de distintas especies de plantas que
resuelven problemas a nivel de comunidad (siendo la
resolución de problemas un rasgo propio de la
inteligencia) y no de individuos. La misma cosa se ha descubierto
en poblaciones animales (colmenas, enjambres, hormigueros) y en
comunidades mixtas (asociaciones de vegetales y animales, en
régimen de cooperación, tal como ocurrre con la
actividad de la polinización). ¿Dónde
colocamos ahora las supuestas "almas vegetativa y sensitiva" para
estos casos, aparentemente ignorados por el tomismo?
¿Habría que introducir, para ser más
exactos, creencias en "almas ecológicas o poblacionales"?
¿No llevaría esta forma de especulación a
una especie de "filosofía animista", es decir, al concepto
de un "alma de la naturaleza" (algo repulsivo para el tomismo,
que consideraría aberrante la creencia animista
típica de las tribus africanas, a pesar de que su
elaboración filosófica no haría otra cosa
que seguir el mismo tipo de tricotaje que el tomista, a saber,
encontrar "almas" en todas las entidades autónomas y
autorreplicantes que manifestaran cualidades sensitivas e
inteligentes)?

Por otra parte, respecto a la visión tomista del
"alma intelectiva", de la que se dice que incorpora virtualmente
a las almas "sensitiva y vegetativa" del individuo, se observa
una cierta analogía con la descripción actual del
cerebro y sus funciones aportada por las neurociencias.
Según éstas, el cerebro está estructurado en
tres zonas o sistemas neuronales dispuestos uno encima del otro y
unidos por multitud de conexiones nerviosas, lo que hace que
interactúen entre ellos para procesos tales como la toma
de decisiones. Estas zonas del cerebro humano son las denominadas
bulbo raquídeo, sistema límbico y
neurocórtex o corteza cerebral. A groso modo,
corresponderían, respectivamente, a los asientos
funcionales automáticos o vegetativos (el alma vegetativa
tomista), emocionales o sensitivos (alma sensitiva tomista) y
racionales o intelectivos (alma intelectiva tomista).

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Hay que reconocer, sin embargo, que el esquema tomista
del alma intelectiva exhibe una agudeza exraordinaria en cuanto a
captar el esquema funcional y morfológico fundamental que
hoy día los neurocientíficos atribuyen al cerebro
humano. Pero es insostenible el concepto etéreo e
inmaterial del "alma", debiéndose traducir "alma" por
"mente" o funcionalidad cerebral integral para ser exactos.
Evidentemente, por ser la mente dependiente del cerebro para su
existencia, sucede que la muerte de este último supone
consecuentemente la muerte de aquélla. Esta
precisión, tan alejada del concepto del alma inmortal
tomista, es una de las grandes aportaciones de la
ciencia neurológica actual.

En esta línea, serían muchos los aprietos
que enfrentaría la filosofía y la teología
tomistas si empezáramos a querer contrastarla
rigurosamente con los descubrimientos y hallazgos actuales.
¿Cómo es posible, entonces, que el concepto de alma
humana inmortal, al que sin duda ha contribuido grandemente el
tomismo, sea sostenido todavía por las iglesias de la
cristiandad en calidad de dogma fundamental de fe?

Conclusión.

¿De qué manera prosperó el concepto
del "alma humana inmortal" en épocas posteriores? Pues la
respuesta parece radicar en la filosofía religiosa y en la
teología de muchas religiones, que absorbieron para
sí las especulaciones de los antiguos pensadores, las
filtraron a conveniencia y luego mezclaron los conceptos, tanto
filosóficos como religiosos, siendo el Tomismo un buen
ejemplo de esta clase de potaje intelectual; finalmente, dieron a
luz doctrinas religiosas en las que pervivió, con
vitalidad renovada y dogmatismo férreo, la noción
de "inmortalidad inherente del alma humana".

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Autor:

Jesús
Castro

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