Monografias.com > Lengua y Literatura
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Consideraciones sobre la libertad individual en Casa de Muñecas (Henrik Ibsen)




Enviado por Julio César De León



  1. El argumento de la
    obra
  2. La estructura de la
    obra
  3. Consideraciones
    filosóficas

El 23 de mayo de este año se cumplieron cien
años de la muerte del célebre dramaturgo y poeta
noruego Henrik Ibsen (1829-1906). El gobierno de Noruega por
medio del Ministerio para Asuntos Culturales y el de Asuntos
Exteriores ha declarado este año 2006 como el año
de Ibsen en todo el mundo
(http://www.noruega.org.gt/culture/literature/ibsen.htm;
http://www.noruega.org.gt/ibsen/).

No podía ser de otra manera puesto que Ibsen es
no sólo su escritor más representativo y de mayor
influencia en el teatro contemporáneo sino el más
universal y el que hizo que los ojos del mundo se volvieran, en
su momento, hacia el país escandinavo.

La obra de Ibsen ha sido considerada por algunos
críticos como segunda en importancia después de la
de William Shakespeare. Como dramaturgo abre una brecha hacia el
realismo después de renunciar al romanticismo y al
nacionalismo, característicos de los autores noruegos de
la primera mitad del siglo XIX como Henrik Wergeland (1808-1845)
quien además era independentista.

Puede reconocerse que en esa transición del
romanticismo hacia el realismo alguna influencia recibió
del crítico literario danés Georg Brandes
(1842-1927) quien insistía en que la literatura
debía hacerse cargo de exponer los problemas humanos que
se viven día a día en vez de presentar mundos y
escenarios elucubrados.

En palabras del mismo Ibsen en una entrevista registrada
en la obra de Michael Meyer, Ibsen: A
Biography
:

. . . as long as our authors fail to distinguish between
the demands of reality and the demands of art, and lack the taste
to polish the rough surface of reality so that it may qualify to
be admitted into the realm of art. Then they may realize that
nationalism in art does not consist merely of the trivial copying
of scenes from everyday life, and will see that a national author
is one who understands how to give his work those undertones
which call to us from mountain and valley, from meadow and shore,
but above all from within our soul.[1]

La lógica consecuencia del abandono del
romanticismo, renunciar al nacionalismo, lo llevó a salir
de su país (1864) y a vivir en Roma, Munich y Dresden
pasando, a partir de ese momento, más de veinticinco
años alejado de su tierra natal. Independientemente de
todo lo que psicológica y sociológicamente
significa el desarraigo, dicha experiencia lo llevó a la
madurez artística. Como escritor se tornó
más filosófico y produjo las obras más
decididamente vueltas a la realidad cotidiana (desde Los
pilares de la sociedad
hasta su última obra
Cuando despertemos los muertos).

A esta etapa de madurez pertenece la obra más
conocida de Ibsen y la que más veces ha sido puesta en
escena: Casa de muñecas. Escrita en 1879 y
estrenada sobre las tablas en 1880, Casa de
muñecas
constituye un reclamo por la libertad
femenina pero el clamor por ésta es sólo una excusa
para reclamar la libertad de todo individuo a tomar su vida en
manos propias.

El argumento de
la obra

Los hechos ocurren en el interior de la casa de una
familia típica de la época compuesta por el marido
Helmer –abogado de profesión-, Nora -esposa de
Helmer y gran protagonista y heroína de la obra-, tres
hijos pequeños del matrimonio, y dos empleadas.

Los personajes ajenos al núcleo familiar pero que
inciden en los acontecimientos son el médico Rank quien se
siente sentimentalmente ligado a Nora; Cristina, amiga de Nora
desde la infancia y que juega un papel importante en la
salvación de la protagonista y Krogstad quien trabaja en
el mismo Banco en el que labora Helmer y a quien Nora le tiene
una deuda.

La cuestión central de la obra encuentra su
razón de ser en un acontecimiento que acaeció hace
ya ocho años: El padre de Nora yacía agonizante y
su marido cae enfermo de gravedad. La solución para la
recuperación de Helmer está en viajar a climas
más benévolos, concretamente a Italia. Nora
solicita a Krogstad un préstamo a escondidas de su marido
para poder salvar la vida de éste y falsificando la firma
de su padre moribundo. Con el tiempo Nora ha podido ir pagando la
deuda.

Una serie de casualidades pondrán al descubierto
aquella acción de Nora y traerán a la luz un mundo
vital en el que la protagonista ha vivido sin sentirse a gusto y
que la pondrán en la encrucijada más importante de
su vida: seguir en lo mismo o romper con todo para reafirmarse a
sí misma.

El marido es elevado a la posición de presidente
de un Banco en el que precisamente labora Krogstad. La necesidad
de readecuar el número de empleados del Banco trae consigo
la posibilidad de que Krogstad quede desempleado. Éste
ante semejante posibilidad recurre a Nora para que interceda por
él ante su marido utilizando para ello la
extorsión: Hará del conocimiento del marido todo lo
relacionado con la deuda que ella adquirió con él
ocho años ha. Los esfuerzos de Nora a favor de Krogstad no
fructifican y éste pierde su puesto de trabajo.

Krogstad cumple las amenazas y envía al marido de
Nora una carta en la que expone lo actuado por Nora a sus
espaldas en ocasión del préstamo
solicitado.

La misiva finalmente es leída por el marido dando
lugar a una reacción violenta de parte de éste
contra su mujer. Pero en mitad de los insultos, improperios y
humillaciones de que Nora está siendo objeto llega otra
carta en la Krogstad declara a Nora libre de toda deuda.
Inmediatamente Helmer sufre una transformación. Concluye
que no hay razón para humillar a su mujer, que el orden de
su vida ha sido restablecido y que todo vuelve a ser
normal.

Para Nora, no obstante, la cosa no es así de
fácil. La reacción inicial de su marido ha obrado,
primero, como desencadenante y, luego, como transformador. Ella
se ha dado cuenta que no ha vivido sino que ha sido un juguete
más en una casa de muñecas. No hay nada qué
restablecer y sí mucho por conquistar. Terminará
marchándose de casa abandonando a su marido y a sus
hijos.

La estructura de
la obra

Son evidentes los tres momentos clásicos en que
suele dividirse el desarrollo de todo asunto literario: El
planteamiento, el nudo y el desenlace.

Hasta la escena cuarta del primer acto llega el
planteamiento y en él se expone a los personajes con una
clara alusión a sus vidas y al mundo en el que está
inmerso cada cual. El nudo comienza a partir de ese momento hasta
el instante previo a la lectura de la carta por parte de Helmer
puesto que con dicha lectura se precipita el desenlace que es
breve pero intenso y dramático sobre todo por las
reacciones tan contrapuestas que tendrán Nora y su
marido.

El tiempo en el que el primer acto ocurre es el del
día de Nochebuena. Momento en el cual se supone que al
frío del invierno nórdico se le opone el calor
humano, la condescendencia y el amor que insufla la
celebración del nacimiento del Mesías. Sentimientos
que Nora experimenta profundamente en ese día y que se
evidencia por las compras que ha hecho, incluído el
árbol navideño, con vistas a la celebración
hogareña.

Por su parte Helmer parece estar preocupado por el
aspecto financiero, particularmente por no incurrir en
préstamos y deudas que, en su opinión, acarrean
descrédito.

Nada de deudas; ni un préstamo nunca. Se
introduce una especie de esclavitud, algo feo, en cualquier casa
que se apoya en las deudas y los préstamos. Hasta el
momento tú y yo hemos resistido y seguiremos
haciéndolo durante el poco tiempo de lucha que nos
queda
.

Esta preocupación por el "honor" de la familia y
por evitar el qué dirán será el resorte que
más adelante lo impulsará a maltratar a su mujer y
a tildarla de criminal.

Asi mismo llama la atención el tratamiento de que
Nora es objeto por parte de su marido: Sus palabras de
cariño están siempre relacionadas con el mundo de
las mascotas y de los animales: Le llama "mi alondra", "mi
ardillita", "mi pequeño chorlito" y se muestra preocupado
por su conducta en cuanto parecida con esos especimenes y lo que
a él le cuesta mantener tales procederes.

-¿Es que mi pequeño chorlito ha
encontrado de nuevo la manera de gastar tanto
dinero?

-¿Cómo se llama ese pajarito que
despilfarra continuamente?

Ya, ya. Un estornino, ya lo
sé.

Este estornino es muy simpático, pero le
hace falta tanto dinero… Es increíble lo costoso
que es para un hombre el poseer un estornino
.

Él es un hombre muy consciente del medio en el
que vive, de las exigencias de la sociedad a la que pertenece, de
su función de proveedor que no le debe nada a nadie. Que
no tiene que agradecer a ninguno lo que es y lo que ha logrado;
ni siquiera a su propia mujer.

Nora por su parte no evidencia hartazgo o cansancio por
el lugar que le han asignado, por el papel que le toca
desempeñar al lado de su marido. Eso sí se siente
satisfecha de haber podido guardar celosamente el secreto de su
proceder hace ocho años. Asi mismo está llena de
orgullo por haber salvado la vida de su marido cuando éste
ni siquiera llegó a enterarse de que se encontraba en
peligro de muerte.

En el diálogo con su amiga de la infancia
Cristina lo confiesa claramente:

Nora, dime una cosa: ¿no habrás
hecho ninguna tontería?

¿Es que es una tontería salvar la
vida del marido?

Lo que es una tontería es que a sus
espaldas…

Pero, ¡si precisamente no tenía que
saberlo! Dios mío, ¿es que no comprendes? No
debía saber la gravedad de su estado. Los médicos
vinieron a mí para decirme que su vida corría
peligro, que sólo una estancia en el Mediodía
podía salvarlo. ¿Crees que no intenté alguna
astucia? Le decía lo mucho que me gustaría viajar
por el extranjero como las demás mujeres; lloraba, le
suplicaba y le decía que debía pensar en la
posición en la que me encontraba y ceder a mis deseos; en
fin, le di a entender que muy bien podría pedir un
préstamo. Pero entonces, Cristina, casi le da un ataque.
Me dijo que era una loca y que su deber era no obedecer a mis
fantasías y a mis caprichos. Yo pensé "Vale, vale,
le salvaremos cueste lo que cueste." Entonces encontré una
vía rápida
.

Nora es una mujer capaz de sacrificio que sabía
que su proceder no sería jamás avalado por su
marido. Corrió el riesgo procediendo de la única
manera que le quedaba y que creyó fervientemente era lo
correcto en aquel momento.

-¿Y desde entonces no se lo has confesado a
tu marido?

No, Dios mío! ¿En qué
estás pensando? ¡A él, tan recto en estos
temas! Además…con el amor propio de hombre que
tiene Torvald, ¡lo que le habría costado aceptarlo!
¡Qué humillación saber que me debe
algo!

Toda la justificación que tenía para
proceder como lo hizo -y de lo que no se arrepintió nunca-
lo resume en estas palabras:

Lo hice por amor.

Sólo su amiga de la infancia Cristina, a quien no
había visto desde hacía diez años, comprende
el proceder de Nora aunque no lo apruebe del todo. Quizás
porque en el fondo las dos mujeres comparten una practicidad
proverbial. Ambas, en su momento y a su modo, han sido capaces de
tomar decisiones cruciales en las que se han jugado vida y
destino.

Mujer sola, sin trabajo, sin nadie por quién
preocuparse y sin nadie que se preocupe por ella, Cristina entra
en una franca y personal negociación con el corrupto
Krogstad que contribuirá a la salvación de Nora.
Como antiguo amor de Krogstad a quien dejó por un
pretendiente mejor, económicamente hablando, Cristina
revive en él los sentimientos pasados. Se ofrece a
salvarle de la ruina material que se le avecina debido al despido
de que ha sido objeto. Aparte de ser apoyo y ayuda en la crianza
de los hijos del abogado. Si ambos son náufragos
solitarios lo mejor que pueden hacer es unir ambas tragedias para
configurar un mejor futuro en conjunto;

Y si estos dos náufragos se tendieran la
mano? ¿Qué le parece Krogstad?

Pero, ¿qué está
diciendo?

(…)

Puede que aún no sea tarde.

Cristina! ¿Lo ha meditado usted bien?
Sí, se le nota en la cara. Entonces, sería usted
capaz de…

Me hace falta alguien a quien servir de madre, y
sus hijos necesitan una madre. Nosotros también nos vemos
empujados el uno hacia el otro. Tengo fe en lo que duerme en el
fondo de usted, Krogstad… Con usted no le tendré
miedo a nada
.

Esta coincidencia feliz entre el abogado sin
escrúpulos, interesado en manipular a Nora y causarle
daño si es necesario, y la buena amiga de la infancia,
rendirá sus frutos más tarde. En el momento ya nada
se puede hacer; la carta-denuncia está en el buzón;
pronto estará en manos del marido de Nora y
revelará las acciones cometidas por la
protagonista.

El nudo de la obra va concluyendo en el momento en que
Nora se dá cuenta de que no hay vuelta atrás.
Sólo ha podido retrasar el instante crucial en el que el
marido leerá la carta y se enterará de todo. La
idea de que los acontecimientos terminarán muy mal le
ronda en la cabeza desde hace rato. Ya sola en su
habitación –después del baile que ha ofrecido
el cónsul Stenborg- y luego que el marido se ha encerrado
en el estudio llevando la correspondencia en la mano se muestra
convencida de cuál ha de ser su proceder:

No lo volveré a ver. Nunca, nunca, nunca. Y
los niños: No volver a verlos nunca, tampoco a ellos.
¡Oh! Esa agua helada, negra. ¡Oh! Esa cosa…,
esa cosa sin fondo… ¡Si todo hubiera pasado
ya!

Pero, no, no ha pasado aún. Esta por pasar y acto
seguido. La puerta se abre y entra Helmer sumamente encolerizado
con la carta aún en la mano.

No puede aceptar, menos perdonar, que su mujer haya
actuado como lo hizo. Para él ella ha roto todas las
normas morales; se ha mostrado como una persona ligera y sin
principios. Pero lo que más parece preocuparle es su
propia imagen ante los demás, el descrédito y la
vergüenza, la caída del altar de hombre intachable y
observador de las costumbres del entorno. No está
dispuesto a oír explicaciones. No va a ceder ante ninguna
justificación porque para él no las hay; no puede
haberlas. La razón más válida le parece de
hecho una estupidez.

Ante el contenido de la misiva, Nora
responde:

Es verdad. Te he querido más que a nada en
el mundo.

Y él contesta:

¡Basta ya de estupideces!

Ella plantea la única solución en la que
ha pensado: Largarse. Él no la acepta. Sería una
mayor afrenta, un cavar aún más hondo el pozo del
descrédito. Quiere retenerla sólo para guardar las
apariencias. No podrá ni siquiera hacerse cargo de la
educación de los niños porque es indigna. No
habrá más vida marital.

Te quedarás aquí, y me
rendirás cuentas de todos tus actos. (…) A partir
de ahora, no podemos hablar de felicidad. Tan sólo de
salvar restos, ruinas, apariencias…

En el fondo Helmer cree hacerle un favor a ella sobre
todo después de haberla llamado desdichada, embustera,
hipócrita, criminal, carente de religión, inmoral,
sin sentido del deber. Pero sobre todo se está haciendo un
favor a sí mismo: ante los demás todo
seguirá como si nada hubiera ocurrido y su
reputación de hombre intachable se habrá
preservado.

En medio de la escena llena de violencia y desprecio
hacia Nora la criada trae una segunda carta del mismo Krogstad en
la que éste no sólo envía el recibo en
señal de dar por liquidada la deuda de Nora sino que se
disculpa y declara su arrepentimiento (el amor de Cristina por
él lo ha transformado repentina y
genuinamente).

Helmer se deshace ahora en disculpas hacia su mujer
porque se sabe salvado. Es como si nada hubiera sucedido hace
ocho años… hace unos instantes… todo puede
seguir igual.

-(…) Olvida las duras palabras que te he
dicho en ese primer momento de pánico, cuando pensaba que
todo iba a desmoronarse sobre mí. Te he perdonado, Nora,
te juro que te he perdonado
.

Nora dá las gracias por el perdón
concedido pero una profunda transformación se ha operado
en su interior. Helmer casi puede palpar esa metamorfosis en el
gesto de su mujer. De pronto ha dejado de ser su alondra, su
ardilla, su chorlito… la frialdad con la que lo enfrenta y
lo escucha lo desconcierta, lo perturba.

-…Pero nuestra casa no ha sido más que
un salón de recreo. He sido contigo muñeca-mujer,
como había sido niña-muñeca con papá.
Y nuestros hijos, a su vez, han sido mis propias muñecas.
Yo encontraba gracioso que jugases conmigo, y ellos encontraban
gracioso que yo jugara con ellos. Eso es lo que ha sido nuestra
unión, Torvald
.

Tres días han bastado para que Nora se convenza
de que tiene una tarea más importante que la de ser madre
o esposa, ama de casa o adorno en la vivienda de un hombre: La de
ocuparse de sí misma, la de configurar su ser y su
existencia. Tarea para la cual ha de bastarse a sí misma
por razones elementales.

Cuando él le recuerda que su deber es ser madre y
esposa, ella responde con gigantesca firmeza:

Ya no pienso así. Creo que ante todo soy un
ser humano al mismo título que tú…, o al
menos que debo intentar llegar a serlo. Sé que la
mayoría de los hombres te darán la razón,
Torvald, y que estas ideas están recogidas en los libros.
Pero ya no puedo conformarme con lo que dicen los hombres y con
lo que está escrito en los libros. Tengo que formar mis
propias ideas sobre todo esto y procurar darme cuenta de
todo
.

Los hombres y los libros ya no sirven más;
tampoco la religión. Y el entorno social se debate en una
falsa dialéctica pues mientras promueve la rectitud ante
los otros condena las acciones heroicas motivadas por la
compasión y el amor.

(…) Me doy cuenta también de que las
leyes no son lo que yo creía; pero lo que no me entra en
la cabeza es que esas leyes puedan ser justas. ¡Una mujer
no tendría derecho a ahorrarle un quebradero de cabeza a
su anciano padre moribundo o a salvarle la vida a su marido! Eso
no puede ser
.

Hablas como una niña; no comprendes nada de
la sociedad de la que formas parte
.

No, no comprendo nada. Pero quiero llegar a
entender y asegurarme de quién tiene la razón, si
la sociedad o yo
.

Nora se marcha. El milagro que había esperado
hasta el último instante no ha sucedido. Abrigó
alguna esperanza de que su marido enfrentara al malsano Krogstad
y sacara el pecho por ella. No lo hizo. Ahora no hay nada
más que seguir esperando al lado suyo. Tampoco hay
razón para demorar hasta mañana su partida. Ha de
emprender cuanto antes el tramo más importante de su vida.
El de la autoafirmación.

Consideraciones
filosóficas

Para Ibsen parece no haber tragedia más grande
que la de no haber tomado la existencia en manos propias o
haberla "desperdiciado" como si contáramos con más
de una. Sus personajes han de enfrentar esa dura realidad
más tarde o más temprano. A Nora le llegó el
momento relativamente temprano en la vida. Al artista Rubek,
protagonista de su última obra (1899) Cuando
despertemos los muertos
, le llega tarde cuando ya no es
mucho lo que puede hacerse. Rubek cree haber vivido pero no ha
hecho más que sacrificar su "vivir" en aras de lo
inauténtico, pasando el tiempo como un verdadero "muerto",
sensible al arte, pero insensible a la vida misma; su vida.
Sólo al despertar los "muertos" nos percatamos de nuestro
estado y de que es necesaria una decisión radical para
volver a la "vida".

Pero ese "despertar" nunca está exento de
conflictividad, de lucha, sobre todo porque la existencia de cada
quien trascurre entre planos que reclaman determinadas conductas.
En el caso de Nora los planos de madre y esposa, cuyo
ámbito histórico-cultural le impone demandas, y el
plano de su realización como persona se oponen
diametralmente. No ha rehuido la confrontación.
Hacía ocho años había tomado la
decisión de hacer lo que consideró correcto. Entre
dos males eligió el menor: el de falsificar la firma de su
padre y endeudarse a espaldas de su marido a cambio de evitar ver
morir a éste.

Había sabido vivir interiormente contenta consigo
misma y sin remordimientos durante todo el tiempo. Los
sacrificios financieros que la amortización de la secreta
deuda implicó los sobrellevó inteligentemente. Pero
aquella encrucijada sólo había sido vivida por
ella; nadie más se vio involucrado ni afectado; ni
siquiera el corrupto Krogstad supo jamás el significado de
la acción de Nora. Y por obvias razones.

Nora había violado las normas y las exigencias de
su sociedad, de su papel de mujer sumisa y obediente. Pero todo
había quedado en el ámbito de su conciencia. La
lucha había sido interior, muy propia; profundamente
secreta.

Ahora tenía que tomar decisiones aún
más radicales: Quedarse en casa para "vivir" de
apariencias y recibir la "aprobación" de sus iguales o
largarse para dejar de ser tratada como "muñeca". Largarse
para reafirmar lo que nunca había sido: un ser humano
dueño de sus actos, juez supremo de sus decisiones y, por
tanto, artesano de su propia existencia.

En este punto y a este respecto Henrik Ibsen como
psicólogo se muestra genial. Mucho antes de que ganemos la
libertad ante los demás es necesario que la ganemos en
nuestro interior porque el mayor obstáculo para la
autorrealización somos nosotros mismos: Nuestros miedos.
Nuestras fobias al rechazo ajeno y a la crítica despiadada
de los demás.

Es aquí donde el realismo ibseniano resulta
contundente. La vida simplemente es así. Es un proyecto
que debe y tiene que resolverse en nuestro interior. No es
fácil ni cómodo tomar las decisiones que construyen
nuestra vida, que constituyen esa historia personal que somos
cada uno de nosotros. Ese es el nervio, la sustancia de ese
noraísmo ibseniano. Nada de romanticismos baratos ni de
heroísmos absurdos que conduzcan a la destrucción
de nuestra vida que, aunque sea poca cosa, es lo único con
lo que contamos.

El rompimiento de Nora con su marido, con sus hijos, con
la administración de la casa, constituye una
liberación de instituciones que a veces sofocan la
autorrealización en vez de posibilitarla. No se trata de
un ataque al matrimonio, a la maternidad, a la vida
doméstica. Es una denuncia contra dichas esferas cuando se
tornan fines en sí mismos; fines únicos que han
llegado a exigir el sacrificio de la vida del
individuo.

Todo juicio moral respecto a Nora debe efectuarse en el
marco de la discusión de si la moral es un medio o un fin.
Lo encontrados de dichos juicios puede explicarse en
función de si se vemos la moral como fin o si la
consideramos un medio.

Las condenas a su conducta estarían más
cerca de las concepciones que Kant tenía de los deberes.
Casi cien años antes de Ibsen el filósofo
alemán había escrito su Fundamentación
de la metafísica de las costumbres
(1785) en la que
sostenía que la moral es un fin en sí misma y que
ha de cumplirse a raja tabla simplemente por que sí. Es la
hipótesis del cumplimiento del deber por el deber mismo.
Kant rechazó frontalmente tener en cuenta las
circunstancias de cada sujeto y las consecuencias de las acciones
humanas, lo que constituye un verdadero suicidio ético.
Porque la acción humana es muy compleja; no queda en el
plano exageradamente racionalista en el que la colocó
Kant.

Cuando se actúa la totalidad de lo que somos se
halla siempre presente. Toda la historia personal está
allí. Pesa enormemente en cualquier decisión. El
imperativo categórico kantiano no es el norte y el
horizonte de nuestras decisiones. También están los
sentimientos, las pasiones, las inclinaciones, los sueños
y expectativas, los lazos de la amistad, los nexos familiares,
etc.; es decir, todo aquello con lo que Kant no quería
tener que ver.

El error de Kant fue trasladar su visión del
mundo físico al mundo humano. Si los cuerpos
físicos están inevitablemente atados al
cumplimiento de las leyes de la naturaleza él supone que
lo mismo ha de suceder con los humanos y el universo
moral.

Ibsen en este respecto es más humano, más
liberal (en el sentido clásico): En vez de sacrificar a
Nora en el altar del deber la libera para que decida. En vez de
hacerla girar en torno a un supuesto imperativo categórico
eleva la vida de la protagonista al grado de principio sin
restricción ni condición.

En ese sentido Ibsen empata más con las ideas de
John Stuart Mill, coetáneo suyo en Inglaterra, para quien
la moral es un medio, un instrumento para la realización
personal. En su célebre obra On liberty (1859),
el filósofo inglés defiende la idea de que el ser
humano ha de ser respetado en sus decisiones, en el tipo de vida
que ha elegido para sí, no importa cuán
extraña esa vida nos pueda parecer, cuán alejada de
nuestros parámetros pueda estar. Pero el problema de las
sociedades modernas, asegura Mill, es que las opiniones
mayoritarias se hacen prevalecer recurriendo a la fuerza ejercida
por la autoridad pública o sea el gobierno.

El principio establecido por Mill en la obra citada
arriba dice: …el único fin por el cual es
justificable que la humanidad, individual o colectivamente, se
entremeta en la libertad de acción de uno cualquiera de
sus miembros, es la propia protección. Que la única
finalidad por la cual el poder puede, con pleno derecho, ser
ejercido sobre un miembro de una comunidad civilizada contra su
voluntad, es evitar que perjudique a los demás. Su propio
bien, físico o moral, no es justificación
suficiente. Nadie puede ser obligado justificadamente a realizar
o no realizar determinados actos, porque eso fuera mejor para
él, porque le haría feliz, porque, en
opinión de los demás, hacerlo sería
más acertado o más
justo
.[2]

Aún falta mucho en el entorno social para que
esto se convierta en realidad. Algunos se ven obligados a actuar
de una manera en la que no quieren por estar en total desacuerdo
con tales procederes. Simplemente porque la tiranía de la
mayoría disfrazada de "democracia" los coacciona. De esa
cuenta la "democracia" no es sino una colección de
restricciones al ejercicio de la libertad individual.

Si en su momento histórico Ibsen denunció
el cepo en que puede convertirse el matrimonio para una mujer; el
cerrojo en que puede derivar la maternidad y las cadenas del
qué dirán, hoy tenemos que hablar de otras
cuestiones igualmente repudiables.

Denunciemos, por ejemplo, la imposibilidad de terminar
la vida cuando esta ya no es tal y decidir el momento de la
propia muerte. ¿Por qué ha de agregarse al
sufrimiento físico la tortura que implica un proceso para
solicitarle al estado la práctica de la "muerte dulce"? Al
fin y al cabo es mi vida ¿no?

Denunciemos la prohibición a raja tabla del
aborto que no sólo no consigue frenarlo sino que conduce a
su práctica en condiciones de alto riesgo para la
mujer.

Denunciemos la prohibición del cultivo,
procesamiento, elaboración, comercialización y
consumo de marihuana, hachís, heroína,
cocaína, etc., que en ninguna parte ha logrado disminuirse
pero si ha hecho proliferar el crimen, ha alimentado la
corrupción y el enriquecimiento de políticos y
jueces. Todo a costas de los impuestos del contribuyente. No es
difícil entenderlo si recordamos lo sucedido con el
consumo de alcohol.

Denunciemos la persecución en contra de las
personas que ejercen el comercio sexual, tanto hombres como
mujeres, considerándolas carentes de "dignidad" y "escoria
social". Como que si dos personas adultas, con pleno
consentimiento, no pudieran decidir con quien y de qué
manera dar expresión a su sexualidad. (Recordemos
cómo la libertad sexual fue defendida abiertamente por
Bertrand Russell en su obra de 1929, Modales y
morales
).

Denunciemos el denominado "contrabando" que es un
"delito" inventado por políticos ansiosos de recursos para
el "estado" y por productores locales ineptos e incapaces de
proveer al consumidor de bienes de calidad y baratos.
Según aquellos y según éstos se hace
merecedor de castigo quien, como todo agente humano, busque
bienes al más bajo precio posible dondequiera pueda
encontrarlos.

Denunciemos la imposibilidad de decidir a quien queremos
permitir el ingreso a nuestro negocio y a quien se lo vedamos. El
que se haya llegado a catalogar como delito el ejercicio de
nuestra libertad para establecer relaciones contractuales con
quien querramos. Es decir, la grave aberración de
confundir la esfera de lo público con lo
privado.

En fin la lista podría alargarse. En todo caso la
historia es la misma: El ser humano tratado como objeto, limitado
en el ejercicio de su libertad, insisto, aún cuando sus
acciones no traigan efectos perniciosos sobre
terceros.

Esta dimensión de la libertad tan cara para Ibsen
es necesario enfatizarla. Ciertamente no se trata de la
dimensión económica que tanto hemos llegado a
apreciar. Se trata de una dimensión mucho más
importante: Es la dimensión antropológica de la
libertad y por tanto hablamos de una dimensión primaria,
fundamental.

Necesitamos ser libres no por ser comerciantes,
productores, consumidores o vendedores sino porque somos hombres,
seres urgidos de construir su vida, su destino, su proyecto
existencial. Lo que no puede lograrse si no tenemos una esfera en
la que podamos, sin coacción ni amenazas, tomar las
decisiones que consideramos valiosas para nosotros
mismos.

La defensa del liberalismo económico es
relativamente fácil y lograr consenso al respecto
también lo es. Es más difícil la defensa de
la libertad desde el punto de vista antropológico por la
facilidad con que somos dados a imponer sobre los otros nuestras
perspectivas sobre lo que "debe" ser la vida, o sobre lo que
constituye la "dignidad" de la persona, etc., etc. Abundan en
nuestras legislaciones ejemplos de que todas esas "excelsitudes"
sobre la "dignidad de la persona" no han hecho otra cosa que
criminalizar conductas aunque no haya víctimas. Muchos de
nuestros actos se han convertido así en acciones
criminales gracias a la sensiblería del conservadurismo
muchas veces disfrazado de liberalismo.

El noraísmo ibseniano nos recuerda que así
como entre millones de millones de copos de nieve no hay dos
idénticos los seres humanos somos seres únicos con
una vida singular, inigualable, que construir; que nada,
absolutamente nada, puede justificar que se nos impida intentar
construirla a nuestra manera.

 

 

Autor:

Julio César De León
Barbero

[1] Citado en:
http://www.jkpd.net/ibsen/chap1.html

[2] Mill, John Stuart, Sobre la libertad,
(Prólogo de Isaiah Berlin, traducción de Pablo
Azcárate), Libro de Bolsillo, Alianza Editorial, Madrid,
1979, 2a. edición, p. 65.

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter