La contradicción de la supuesta redención –
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La contradicción de la supuesta
redención
LA CONTRADICCIÓN ENTRE LA
INFINITA MISERICORDIA DIVINA Y LA NECESIDAD
DE LA REDENCIÓN
Efectivamente existe una contradicción entre
la supuesta "redención", según la cual Jesús
tuvo que sacrificarse muriendo en una cruz para lograr el
"perdón de los pecados" o la "salvación" de la
humanidad, y la supuesta misericordia divina infinita, por la
cual Dios, en el caso de que hubiera existido y hubiera tenido
algo que perdonar, lo habría hecho sin necesidad de
sacrifico alguno.
La jerarquía de la secta católica afirma
como dogma de fe que Adán y Eva, considerados en la
Biblia como "nuestros primeros padres", desobedecieron a
Yahvé y que por ese motivo toda la Humanidad nace en
pecado y seguiría en pecado si no hubiera sido porque,
para librarnos de él, Dios mismo se hizo hombre en la
figura de "Jesús", ofreciéndose en sacrificio a ese
mismo Dios, al que ahora llaman "Dios-Padre", para liberar a la
Humanidad de aquél y de cualquier otro pecado. Tal
"sacrificio" -según dicen- se realizó mediante la
encarnación, la pasión y la muerte de Jesús
en una cruz.
Esta doctrina es tan absurda que lo más asombroso
es que haya quien pueda creer en ella, pues tiene tantas
contradicciones que resulta difícil elegir alguna por la
cual comenzar la crítica.
2.3.1. En primer lugar, en ella se
olvida que Dios, como consecuencia de su infinita
misericordia, habría perdonado al hombre -si es que
tenía algo que perdonarle- sin necesidad de sacrificio
alguno y, por ello, esta doctrina es igualmente contradictoria
con las que hacen referencia al infinito amor divino.
¿Qué clase de amor sería el de quien fuera
incapaz de perdonar a no ser mediante el sacrificio de un hombre
que además fuera Dios, en cuanto su supuesto amor infinito
fuera insuficiente para perdonar cualquier ofensa? Pues, si Dios
tenía algo que perdonar, para ello no tenía
necesidad del "sacrificio" de su propio hijo ni el de
ningún otro hombre; para ello le hubiera bastado su simple
voluntad.
En este punto es evidente que la doctrina que considera
a Dios como un ser que para perdonar necesita de un sacrificio no
sólo humano sino incluso divino no encaja en absoluto con
las nuevas doctrinas acerca de un Dios-amor, sino
más bien con las del Dios vengativo del
Antiguo Testamento, en el que Yahvé se mostraba
en líneas generales como un déspota que mataba
despiadadamente, que exigía absoluta fidelidad y que
tomaba venganza contra quienes caían en la
tentación de adorar a otros dioses y asesinaba igualmente
a su descendencia "hasta la tercera y cuarta generación",
habiendo estado tentado en diversas ocasiones de eliminar a la
casi totalidad de la especie humana -como casi habría
llegado a suceder según el mito del "diluvio
universal[1]
Conviene recordar que en el Antiguo Testamento
el propio Dios establece para el pueblo de Israel la vengativa
Ley del Talión: "ojo por ojo y diente por
diente"[2], ley según la cual, el
perdón de cualquier falta o daño sólo
podía producirse mediante un castigo o un daño
equivalente a la ofensa o daño causado por el
ofensor. Por ello, si el ofendido había sido el propio
Dios, la ofensa cometida no podía lavarse mediante un
sacrificio humano, pues el ofendido era infinitamente superior,
mientras que el valor del ofensor era insignificante. Así
que sólo el propio Dios hecho hombre podía
ofrecerse a sí mismo en sacrificio ante su "Padre" para
compensar aquella ofensa.
Sin embargo, aunque desde la perspectiva introducida a
partir de Jesús era absurdo que Dios mismo no pudiera
perdonar directamente, de manera paradójica todavía
en aquellos tiempos se siguió encontrando más
natural el punto de vista del Antiguo Testamento en el
que dominaba la idea de Dios como la de un ser especialmente
vengativo y sanguinario[3]Por ello y como ya se ha
dicho, la paradójica doctrina de "la redención"
consiste en que en ella se pretende ofrecer un sincretismo entre
la perspectiva del Antiguo Testamento respecto al Dios
de los ejércitos y de la venganza, y la del
Nuevo, en la que Dios puede perdonar sin otro requisito
que el de la fe, a pesar de que tal sincretismo
resultaba inviable por contradictorio, en cuanto, por
una parte, Jesús predica el amor a los enemigos,
pero, por otra, castiga con el fuego eterno a quienes no
creen en él y sobre todo porque si, de acuerdo con los
dirigentes de la Iglesia Católica, el Dios del Antiguo
Testamento y el del Nuevo son el mismo, en tal caso
es una simple comedia que se pretenda presentar al nuevo
Dios como una mejora del antiguo, como un Dios más cercano
y accesible.
En segundo lugar, se olvida igualmente que
quienes nacieron después de Adán y Eva no tuvieron
nada que ver con su supuesto pecado, por lo que tal doctrina no
tiene sentido en cuanto implica el absurdo de considerar que
Dios habría creado en pecado (?) el alma de cada uno
de los seres humanos nacidos de Adán y Eva, que
habrían sido quienes, en el peor de los casos,
habrían cometido aquel pecado -lo cual, por otra parte,
sería igualmente criticable desde la dogmática de
la Iglesia Católica según la cual las decisiones y
las acciones de Adán y Eva habrían sido
predeterminadas desde la eternidad por el propio Dios, quien
programa todos los actos humanos y cualquier suceso que
se produzca en el Universo. En efecto, cuando la jerarquía
católica hace referencia a la "Redención",
considerándola como la puerta para la eterna
salvación, olvida que, de acuerdo con sus propias
doctrinas, para que dicha "salvación" se produzca debe
cumplirse otro requisito indispensable como lo es el de la
predestinación divina, según la cual es el
propio Dios quien desde la eternidad ha establecido ya a
quiénes salvará y a quiénes
condenará, siendo "muchos los llamados, pero pocos los
escogidos"[4].
En tercer lugar, el antropomorfismo de
la doctrina de la "Redención" es patente en diversos
aspectos y va ligado a múltiples
contradicciones.
Tal antropomorfismo se muestra en primer lugar en el
hecho de que se suponga que el mismo Dios pueda tener un
hijo -¿por qué no una hija? ¿por
qué no un sobrino?-, lo cual no es otra cosa que una
absurda proyección de las categorías
biológicas de la paternidad y de la
filiación humanas al hipotético ser
divino.
Pero, en cuarto lugar, este antropomorfismo va
ligado a la contradicción de unir la teórica
simplicidad divina con su complejidad en la
misma medida en que los dirigentes de la secta católica
defienden que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo
son iguales -en cuanto los tres son Dios-, pero son
distintos -en cuanto son personas diferenciadas de la
Trinidad divina, ya que, si no fueran distintas en algún
aspecto, en tal caso nos encontraríamos con el nuevo
absurdo de hablar de tres personas iguales en un sentido
absoluto, por lo cual de acuerdo con el principio de identidad de
los indiscernibles de Leibniz no podrían ser tres personas
sino una sola. Por ello, el hecho de que los dirigentes
católicos defiendan la doctrina de que Dios Padre, su Hijo
y el Espíritu Santo constituyan la "Santísima
Trinidad", aunque se trate de una apreciación de la
divinidad frecuente en diversas religiones del tiempo en que
apareció la secta cristiana y aunque represente un
misterio maravilloso y sublime, apto para llegar a conocer el
alcance de la necedad del hombre y de su capacidad para asumir y
aceptar cualquier barbaridad con la que se le quiera adoctrinar,
nadie sabe qué papel cumple que no pudiera cumplir un Dios
no fragmentado en "tres personas", "iguales y realmente
distintas" y representa igualmente una nueva contradicción
cuando se tiene en cuenta la teórica doctrina de la
simplicidad del ser divino.
En quinto lugar, conviene tener en cuenta
además que el concepto de salvación,
reinterpretado por la secta cristiana ya en los primeros tiempos
de su historia como salvación de los pecados, fue
un concepto ya utilizado por los diversos autores del Antiguo
Testamento mucho tiempo antes de los tiempos de
Jesús, pero dándole un sentido político
totalmente alejado del que posteriormente le dieron los
inventores del cristianismo.
2.3.2. El sentido de la salvación
en el Antiguo Testamento, como luego se verá, fue
el de la protección y liberación del pueblo
judío del sometimiento y esclavitud a que había
estado sometido por diversos pueblos como Egipto, Asiria o, en
tiempos de Jesús, el imperio romano. Los diversos
sacerdotes y profetas habían tratado de confortar al
pueblo judío para que no desesperase por sus situaciones
de opresión, diciéndole que Yahvé les
enviaría un "Mesías", un libertador, un "salvador"
que les conduciría a la libertad, al triunfo frente a sus
enemigos y finalmente a la "tierra prometida".
La salvación del pueblo de Israel por
Yahvé debía producirse como una consecuencia de la
alianza establecida entre Yahvé y
Abraham[5]alianza por la cual Dios salvaría
a Israel del dominio de los egipcios y a cambio Yahvé se
convertiría en el Dios de Israel al que los judíos
deberían guardar fidelidad, estaría siempre a su
lado y destruiría a sus enemigos o les salvaría de
ellos cuando por alguna infidelidad, como la de adorar a otros
dioses, les hubiese abandonado o castigado a ser derrotados y
esclavizados. Finalmente y como consecuencia de la alianza, les
daría "la tierra prometida", derrotando y exterminando a
quienes la habitaban en el momento en que Israel llegase a
ella.
Por lo que se refiere a esta alianza puede
verse en muchos pasajes del Antiguo Testamento, donde,
por ejemplo, se dice:
– "Yo haré con ellos [Israel, Judá] una
alianza eterna, para que yo sea su Dios, y ellos sean mi
pueblo; y no volveré a expulsar a mi pueblo Israel de la
tierra que les di"[6].
– "Si rompéis la alianza que el
Señor vuestro Dios hizo con vosotros, dando culto a otros
dioses y postrándoos ante ellos, entonces se
desatará la ira del Señor contra vosotros y muy
pronto desapareceréis de esta tierra buena que él
os ha dado"[7];
– "Si me obedecéis y guardáis mi
alianza, vosotros seréis el pueblo de mi
propiedad entre todos los pueblos, porque toda la tierra es
mía"[8].
Como consecuencia de esta alianza entre
Yahvé y Abraham, según se plantea en el Antiguo
Testamento, surge el compromiso de Yahvé de defender
a su pueblo y de salvarle de la opresión de otros
pueblos, salvación que nada tiene que ver con el pecado
original ni con ningún otro sino, como ya se ha dicho, con
la liberación del pueblo de Israel del dominio de otros
pueblos y con la destrucción de sus enemigos.
Entre los diversos pasajes del Antiguo Testamento en los
que se habla de la liberación o de la salvación del
pueblo de Israel en este sentido puramente político y
militar pueden mencionarse los siguientes:
-"Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón,
rey de Moab, dieciocho años. Pero clamaron al
Señor, y el Señor les suscitó un
libertador: Eud, hijo de Guera,
benjaminita"[9].
"Entonces la ira del Señor se encendió
contra Israel y los entregó en poder de Cusán
Risatain, rey de Edom […] Pero clamaron al Señor, y
el Señor les suscitó un libertador para
salvarlos: Otoniel, hijo de Quenaz y hermano menor de
Caleb"[10].
"El Señor suscitó a Israel un
libertador, que los libró del yugo de Siria, y
los israelitas habitaron como antes en sus
casas"[11];
"Escuchadme, corazones obstinados, que estáis
lejos de la liberación: Yo mismo os liberaré muy
pronto, mi salvación no tardará. Traeré
a Sión mi salvación y colmaré a Israel
de mi esplendor"[12];
"Pronto quedará libre el que estaba cautivo; no
morirá en la fosa ni le faltará el pan. Yo soy el
Señor, tu Dios, el que agita el mar y hace bramar sus olas
[…] He puesto mi palabra en tu boca, y te he cobijado al
amparo de mi mano. Desplegué el cielo, cimenté la
tierra, y dije a Sión: "Tú eres mi
pueblo""[13].
Comentario: Los textos anteriores se refieren a
una salvación puramente política del pueblo de
Israel respecto a sus enemigos, aunque los dos últimos
pasajes pueden parecer algo oscuros. Obsérvese que en
todos los casos se habla de la salvación de Israel o de
Sión -que en sentido restringido se referiría a
Jerusalén, pero que en sentido amplio designa a la Tierra
de Israel- y no se habla ni mucho menos de una salvación
generalizada de la humanidad, a diferencia de la
interpretación cristiana de la
salvación.
"Dios es nuestra salvación"[14]
Comentario: Esta frase, tan utilizada y cantada
en diversas ceremonias del culto católico, no tiene nada
que ver con la la idea de "salvación" que sugieren los
dirigentes católicos, dándole un sentido espiritual
y asociándola con la supuesta redención de
Jesús, sino que, observando el contexto, se comprende
fácilmente que el salmo 68 en su totalidad, al igual que
los anteriores pasajes, se refiere a una salvación del
pueblo de Israel respecto a sus enemigos -como puede verse en los
versículos 22-24 de dicho salmo, reflejados en la nota
anterior.
"Voy a vengarme y seré implacable, dice nuestro
libertador, cuyo nombre es el Señor todopoderoso,
el Santo de Israel"[15];
"¡Salid de Babilonia, huid de los caldeos!
Anunciadlo y proclamadlo con gritos de júbilo, publicadlo
hasta el confín de la tierra. Decid: "El Señor ha
rescatado a su siervo Jacob"[16].
Comentario: Recordemos que Jacob es
Israel:
"-Tu nombre es Jacob, pero ya no te llamarán
Jacob; tu nombre será
Israel"[17],
pero aquí no se refiere a la persona de Jacob
sino al pueblo de Israel, formado a partir de Jacob y de sus doce
hijos, que dieron origen a las doce tribus correspondientes. Como
en tantas ocasiones sucede en la Biblia, la hija de
Jacob, Dina, no cuenta para nada. Aún gracias que al menos
se la menciona en alguna ocasión.
"Haré con ellos [con el pueblo de Israel] una
alianza de paz, una alianza eterna […] Pondré en
medio de ellos mi morada, yo seré su Dios y ellos
serán mi pueblo"[18].
Comentario: Aquí no se habla de
salvación, pero sí de alianza, y dicha
alianza incluye como parte de su contenido la
protección y salvación de Israel por parte de
Yahvé, un Dios tribal que defiende a su pueblo y aniquila
a quien se le opone. Así, de nuevo conviene observar que
el pueblo de Dios no es la humanidad sino el pueblo de
Israel, a pesar de que los dirigentes católicos
procuran que sus fieles crean lo contrario y por ello mismo no
les animan a leer la Biblia para que descubran por
sí mismos qué dice ese conjunto de libros sino
sólo a escuchar los pasajes seleccionados por ellos que,
aisladamente considerados, puedan tener un sentido ambiguo
más acorde con lo que desean que su redil crea.
"Cantad al Señor un cantar nuevo, porque ha hecho
maravillas […] El Señor hace pública su
victoria, a la vista de la naciones revela su
salvación"[19]
Comentario: De nuevo se trata de la
salvación de Israel de sus enemigos y no de la
salvación de la humanidad de sus pecados.
Y, de este modo, el concepto de "salvador" no tuvo en un
principio el sentido que luego adoptó en el Cristianismo
como liberador de aquel supuesto "pecado original" o de
cualquier otro, sino el de libertador del pueblo judío de
las situaciones de opresión en que había vivido a
lo largo de muchos años, la última de las cuales
fue la de su sometimiento al Imperio Romano.
2.3.3. Aunque se sabe muy poco -o apenas nada- de
Jesús desde un punto de vista rigurosamente
histórico, podría ser que en un principio el pueblo
de Israel hubiera visto en él a uno de esos
"mesías" que tanto se mencionan en el Antiguo
Testamento o en la obra del historiador judío Flavio
Josefo -contemporáneo de Jesús-, que luego se
hubiera sentido traicionado por Jesús cuando éste
pudo haberse desmarcado de la acción política
proclamando, por ejemplo, "mi reino no es de este mundo" o "dad
al César lo que es del César, y a Dios lo que es de
Dios"- para mantenerse en una actitud más religiosa y
menos cercana al activismo militar propio de los zelotes, grupo
al que había pertenecido el apóstol Simón
"el zelote" y posiblemente también Judas Iscariote, quien
finalmente -al menos según los evangelios- pudo haberle
traicionado -quizá porque a su vez se hubiese sentido
traicionado-, que, a pesar de los intentos de Jesús por
mantenerse alejado de la política, los romanos le hubiesen
condenado a muerte por el delito político de
"sedición", y que a partir de su muerte aquellos de sus
seguidores que tuvieron la ocurrencia de construir una nueva
religión en torno a la figura de Jesús hubiesen
modificado el concepto habitual de "salvador", entendido como
"libertador político y militar", para darle el sentido de
"salvador religioso" en relación con los pecados y,
más concretamente, con aquel "pecado original" -del que no
se habla en el Antiguo Testamento como pecado universal,
sino sólo como pecado de Eva y luego de
Adán-.
Por otra parte, sin embargo, el hecho de que el
apóstol Pedro llevase una espada cuando los romanos fueron
a detener a Jesús y el hecho de que el mismo Jesús
ordenase a quienes estaban con él en aquellos momentos que
vendiesen su manto y comprasen espadas[20]es un
indicio muy importante de que el supuesto pacifismo de
Jesús no era tan inequívoco como lo han querido
presentar los dirigentes de la Iglesia
Católica.
2.3.3.1. En relación con las anteriores
especulaciones acerca de la figura de Jesús y acerca de
cuáles debieron de ser los fines políticos o
religiosos que se propuso, tiene especial interés hacer
referencia a determinado pasaje evangélico relacionado con
esta cuestión que tiene un tratamiento contradictorio en
uno de los evangelios si lo comparamos con el que se le da en los
otros, lo cual demuestra una vez más que los autores de
los evangelios no se pusieron de acuerdo en presentar sus
respectivas historias de un modo coherente y que, en cualquier
caso, no estuvieron precisamente inspirados por el supuesto
Espíritu Santo.
El pasaje al que me refiero es el que hace referencia al
prendimiento de Jesús en el llamado "huerto de los
olivos", pues en la descripción de este suceso existe una
grave contradicción entre los evangelios atribuidos a
Mateo, Marcos y Juan, que presentan a Jesús como un
auténtico practicante de la mansedumbre y de la paz que
predicaba, dejándose detener sin oponerse y pensando que
estaría cumpliendo la misión para la que fue
enviado por Dios-Padre, y el atribuido a Lucas, que presenta a
Jesús ordenando a sus apóstoles comprar espadas
para enfrentarse a quienes pudieran venir a detenerle.
Así en el evangelio atribuido a Mateo se
dice:
"Uno de los que estaban con Jesús sacó su
espada y, dando un golpe al criado del sumo sacerdote, le
cortó una oreja. Jesús le dijo:
-Guarda tu espada, que todos los que empuñan la
espada, perecerán a espada. ¿O crees que no puedo
acudir a mi Padre, que pondría a mi disposición en
seguida más de doce legiones de ángeles? Pero,
¿cómo se cumplirían las escrituras,
según las cuales tiene que suceder
así?"[21].
Comentario: Resulta asombrosa la
contradicción entre este texto, en el que Jesús
pide a su defensor que guarde su espada y le diga además
que todos los que empuñan la espada perecerán a
espada, y el texto de Lucas, en el que el propio
Jesús ordena a sus discípulos que compren espadas.
En efecto se dice en Lucas:
"-Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome, y lo mismo
el que tenga alforja; y el que no tenga espada, que venda su
manto y se la compre"[22].
Es igualmente chocante que Jesús diga que hubiera
podido acudir a su Padre y que éste habría puesto a
su disposición más de doce legiones de
ángeles. Tales palabras representan, en primer lugar, un
reconocimiento implícito de la superioridad del Padre
sobre el Hijo, ya que habría sido el Padre quien le
habría tenido que salvar de ser detenido; y, en
según lugar, un reconocimiento de que el autor de este
pasaje consideró que el poder de Jesús no era mayor
que el de cualquier otro ser humano, incapaz de enfrentarse con
éxito a quienes iban a detenerle y necesitado para ello de
la ayuda de alguna "legión de ángeles", lo cual es,
por otra parte, una muestra más del infantilismo del autor
de este evangelio.
Por su parte, en los evangelios atribuidos a Marcos y a
Juan se da una versión análoga de este
hecho[23]aunque bastante más
resumida.
¿Qué tienen de particular estos textos?
Pues que mientras en los pasajes de Mateo,
Marcos y Juan se presenta a Jesús como
un pacifista, dispuesto a cumplir con la misión para la
que supuestamente había sido enviado por Dios, en el texto
de Lucas se le presenta como un hombre dispuesto a
enfrentarse, incluso con el uso de espadas, contra quienes van a
detenerle, llegando a decirse en el evangelio de Juan
que Pedro llevaba una espada con la que hirió a uno de los
que venían a prender a
Jesús[24]detalle que se cuenta con la mayor
naturalidad, como si el uso de espadas por parte de los
apóstoles fuese algo normal y corriente, a pesar de que no
encaja con su anterior profesión de pescadores ni con el
tipo de moral que Jesús había estado predicando, y
a pesar de que el hecho de que los apóstoles llevasen
espada no se menciona en ningún otro pasaje
evangélico. Pero lo más sorprendente de todo es que
el propio Jesús ordene a los apóstoles que quien no
tenga espada venda su manto para comprar una, pues tales palabras
son una muestra clara de una actitud radicalmente contraria a la
mansedumbre que había estado predicando y que había
aceptado como norma moral esencial en los diversos pasajes
evangélicos.
Por ello y al margen de estas contradicciones, si se
intenta encontrar una explicación para este pasaje del
evangelio de Lucas tal vez pueda encontrarse a partir
del supuesto de que Jesús se encontrase bastante
próximo al movimiento de los "zelotes", al que
pertenecía Simón "Cananeo", a quien en
Lucas se llama precisamente "Simón, el
zelote"[25], y muy posiblemente Judas Iscariote.
La pertenencia de éstos al grupo de los apóstoles
elegidos por Jesús puede ser un indicio claro de que el
pensamiento de Jesús a nivel político-religioso
pudo encontrarse en una línea próxima a la de los
zelotes, claramente belicistas en contra de la dominación
romana de Israel, aunque también lo estuviera a la de los
esenios, más esencialmente religiosos. Por ello la
traición de Judas pudo tener cierta explicación en
cuanto Jesús hubiera dudado entre adoptar una actitud
exclusivamente religiosa como la de los esenios o integrarse de
manera clara en el grupo de los "zelotes" optando finalmente por
la alternativa religiosa.
En cualquier caso, el hecho de que el autor del
evangelio atribuido a Lucas escriba que Jesús
ordenó a sus apóstoles que comprasen espadas es,
entre otras cosas, una prueba de la falta de cuidado por parte de
quienes escribieron los evangelios para ponerse de acuerdo y
presentar un montaje coherente, al margen de que pudiera ser
cierto que Jesús les animase a luchar, lo cual no resulta
compatible con su teórica mansedumbre, por encima de
conflictos políticos y más allá de cualquier
conducta violenta en relación con el prójimo, a
quien había que amar como a uno mismo, sino, si acaso, con
la lucha armada contra el pueblo romano, defendida por el
movimiento zelote.
Pero, en definitiva, nos encontramos ante una nueva
contradicción que parece impropia del supuesto
Espíritu Santo, de quien los dirigentes católicos
afirman que inspiró los escritos
bíblicos.
2.3.3.2. Como ya se ha dicho, a pesar de su
carácter tan irracional la salvación, que
en el Antiguo Testamento había tenido el
significado de una liberación política
referida al pueblo de Israel, pasó a significar en el
Nuevo Testamento una liberación de la
humanidad respecto al pecado, que habría tenido
como condición el sacrificio de Jesús en una cruz
para conseguir el perdón de Dios-Padre, a pesar del cual,
sin embargo, dicho perdón sólo lo
conseguirían "los escogidos", según se indica en
los evangelios.
En cuanto al hecho de si la salvación se
refiere al perdón del pecado en general, al perdón
del "pecado original" o a ambos, Pablo de Tarso defiende la
primera interpretación:
"Dios nos ha mostrado su amor haciendo morir a Cristo
por nosotros cuando aún éramos
pecadores"[26].
Sin embargo, los dirigentes de la secta católica
introdujeron la absurda doctrina del "pecado original", cuyo
fundamento por lo que se refiere a la idea de que se trata de un
pecado que se hereda se encuentra posiblemente en el Antiguo
Testamento, donde con excesiva facilidad el daño
cometido por determinada persona iba seguido de un castigo que
recaía no sólo en quien lo había cometido
sino en toda su familia, "hasta la tecera y cuarta
generación", como se hace decir a Yahvé en tantas
ocasiones. Tal mentalidad es también la que tal vez
serviría de explicación a la leyenda bíblica
según la cual en la última de las plagas de Egipto,
Yahvé ordenó la muerte de todos los
primogénitos de Egipto -incluso la de los animales-,
los cuales no tenían nada que ver con el comportamiento de
su faraón cuando éste se negó a permitir la
marcha de los israelitas.
Según los autores del Antiguo
Testamento, tanta crueldad y tantas muertes se
producían como consecuencia del abandono de Yahvé
por parte de los israelitas, que se dejaban llevar por la
tentación de adorar a otros dioses. Pero, en realidad y
como ya se ha dicho, eran los sacerdotes de Israel, como
dirigentes de su pueblo, quienes por temor a perder autoridad
castigaban de un modo especialmente cruel y salvaje a quienes
adorasen a otros dioses y a su descendencia "hasta la tercera y
cuarta generación", diciendo que era Yahvé quien
les había ordenado castigar de ese modo a los
idólatras, y consiguiendo así mantener su autoridad
de modo férreo, pero seguro.
Autor:
Antonio García
Ninet
Doctor en Filosofía
[1] Génesis, 6:18-20
[2] Éxodo, 21:24. También en
otros pasajes, como Levítico, 24:20, y Deuteronomio,
19:21.
[3] En este sentido y como
confirmación de esta idea del Dios del Antiguo
Testamento pueden consultarse los capítulos
correspondientes de este estudio (capítulos 1.3 y sus
correspondientes apartados 1.3.1-1.3.5).
[4] Mateo, 22:14.
[5] Leyendo el pasaje donde se habla de tal
alianza, cualquiera puede darse cuenta de que más bien
que se trata de una imposición de tal tratado por parte
de Yahvé a Abraham que de una auténtica alianza.
Es evidente, por otra parte, que tal imposición no tuvo
nada que ver con Yahvé sino con los creadores de tal
divinidad, interesados en que el pueblo obedeciera las
órdenes que ellos le daban “en nombre de
Yahvé”.
[6] Baruc, 2:35. Además de
éste, hay muchos otros pasajes del Antiguo Testamento
que reflejan estas mismas ideas, como sucede en el siguiente:
“Tú, Señor, eres el Dios que elegiste a
Abrán […] Viste que su corazón te era fiel
e hiciste una alianza con él. Prometiste darle, a
él y a su descendencia, la tierra de los cananeos,
hititas, amorreos, pereceos, jebuseos y guergueseos”
(Nehemías, 9: 7-8). La cursiva es mía.
[7] Josué, 23, 16. La cursiva es
mía.
[8] Génesis, 19: 5. La cursiva es
mía.
[9] Jueces, 3:14-15. La cursiva es
mía.
[10] Jueces, 3:8-9. La cursiva es
mía.
[11] 2 Reyes, 13:5. La cursiva es
mía.
[12] Isaías, 46:12-13. La cursiva es
mía.
[13] Isaías, 51:14-16.
[14] Salmos, 68:20. Los versículos
22-24 dicen: “Pero Dios aplastará las cabezas de
sus enemigos, el cráneo de los que proceden
criminalmente. Dijo el Señor: De Basán los
traeré, los traeré desde el fondo del mar, para
que bañes tus pies en la sangre de tus enemigos y la
puedan lamer las lenguas de los perros”.
[15] Isaías, 47:3-4. La cursiva es
mía.
[16] Isaías, 48:20.
[17] Génesis, 35:10.
[18] Ezequiel, 37:26.
[19] Salmos, 98:1-2.
[20] Lucas, 22:36.
[21] Mateo, 26:51-54.
[22] Lucas, 22:36.
[23] Lucas, 22:49-51.
[24] Juan, 18:10-11: “Entonces
Simón Pedro, que tenía una espada, la
desenvainó e hirió con ella a un siervo del sumo
sacerdote, cortándole la oreja derecha”.
[25] “Simón llamado
Zelota” (Lucas, 6:15).
[26] Romanos, 5:8.