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La contradicción de la supuesta redención




    La contradicción de la supuesta redención –
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    La contradicción de la supuesta
    redención

    LA CONTRADICCIÓN ENTRE LA
    INFINITA MISERICORDIA DIVINA
    Y LA NECESIDAD
    DE LA REDENCIÓN

    Efectivamente existe una contradicción entre
    la supuesta "redención", según la cual Jesús
    tuvo que sacrificarse muriendo en una cruz para lograr el
    "perdón de los pecados" o la "salvación" de la
    humanidad, y la supuesta misericordia divina infinita, por la
    cual Dios, en el caso de que hubiera existido y hubiera tenido
    algo que perdonar, lo habría hecho sin necesidad de
    sacrifico alguno.

    La jerarquía de la secta católica afirma
    como dogma de fe que Adán y Eva, considerados en la
    Biblia como "nuestros primeros padres", desobedecieron a
    Yahvé y que por ese motivo toda la Humanidad nace en
    pecado y seguiría en pecado si no hubiera sido porque,
    para librarnos de él, Dios mismo se hizo hombre en la
    figura de "Jesús", ofreciéndose en sacrificio a ese
    mismo Dios, al que ahora llaman "Dios-Padre", para liberar a la
    Humanidad de aquél y de cualquier otro pecado. Tal
    "sacrificio" -según dicen- se realizó mediante la
    encarnación, la pasión y la muerte de Jesús
    en una cruz.

    Esta doctrina es tan absurda que lo más asombroso
    es que haya quien pueda creer en ella, pues tiene tantas
    contradicciones que resulta difícil elegir alguna por la
    cual comenzar la crítica.

    2.3.1. En primer lugar, en ella se
    olvida que Dios, como consecuencia de su infinita
    misericordia
    , habría perdonado al hombre -si es que
    tenía algo que perdonarle- sin necesidad de sacrificio
    alguno y, por ello, esta doctrina es igualmente contradictoria
    con las que hacen referencia al infinito amor divino.
    ¿Qué clase de amor sería el de quien fuera
    incapaz de perdonar a no ser mediante el sacrificio de un hombre
    que además fuera Dios, en cuanto su supuesto amor infinito
    fuera insuficiente para perdonar cualquier ofensa? Pues, si Dios
    tenía algo que perdonar, para ello no tenía
    necesidad del "sacrificio" de su propio hijo ni el de
    ningún otro hombre; para ello le hubiera bastado su simple
    voluntad.

    En este punto es evidente que la doctrina que considera
    a Dios como un ser que para perdonar necesita de un sacrificio no
    sólo humano sino incluso divino no encaja en absoluto con
    las nuevas doctrinas acerca de un Dios-amor, sino
    más bien con las del Dios vengativo del
    Antiguo Testamento, en el que Yahvé se mostraba
    en líneas generales como un déspota que mataba
    despiadadamente, que exigía absoluta fidelidad y que
    tomaba venganza contra quienes caían en la
    tentación de adorar a otros dioses y asesinaba igualmente
    a su descendencia "hasta la tercera y cuarta generación",
    habiendo estado tentado en diversas ocasiones de eliminar a la
    casi totalidad de la especie humana -como casi habría
    llegado a suceder según el mito del "diluvio
    universal[1]

    Conviene recordar que en el Antiguo Testamento
    el propio Dios establece para el pueblo de Israel la vengativa
    Ley del Talión: "ojo por ojo y diente por
    diente"[2], ley según la cual, el
    perdón de cualquier falta o daño sólo
    podía producirse mediante un castigo o un daño
    equivalente a la ofensa o daño causado por el
    ofensor. Por ello, si el ofendido había sido el propio
    Dios, la ofensa cometida no podía lavarse mediante un
    sacrificio humano, pues el ofendido era infinitamente superior,
    mientras que el valor del ofensor era insignificante. Así
    que sólo el propio Dios hecho hombre podía
    ofrecerse a sí mismo en sacrificio ante su "Padre" para
    compensar aquella ofensa.

    Sin embargo, aunque desde la perspectiva introducida a
    partir de Jesús era absurdo que Dios mismo no pudiera
    perdonar directamente, de manera paradójica todavía
    en aquellos tiempos se siguió encontrando más
    natural el punto de vista del Antiguo Testamento en el
    que dominaba la idea de Dios como la de un ser especialmente
    vengativo y sanguinario[3]Por ello y como ya se ha
    dicho, la paradójica doctrina de "la redención"
    consiste en que en ella se pretende ofrecer un sincretismo entre
    la perspectiva del Antiguo Testamento respecto al Dios
    de los ejércitos y de la venganza, y la del
    Nuevo, en la que Dios puede perdonar sin otro requisito
    que el de la fe, a pesar de que tal sincretismo
    resultaba inviable por contradictorio, en cuanto, por
    una parte, Jesús predica el amor a los enemigos,
    pero, por otra, castiga con el fuego eterno a quienes no
    creen en él y sobre todo porque si, de acuerdo con los
    dirigentes de la Iglesia Católica, el Dios del Antiguo
    Testamento
    y el del Nuevo son el mismo, en tal caso
    es una simple comedia que se pretenda presentar al nuevo
    Dios como una mejora del antiguo, como un Dios más cercano
    y accesible.

    En segundo lugar, se olvida igualmente que
    quienes nacieron después de Adán y Eva no tuvieron
    nada que ver con su supuesto pecado, por lo que tal doctrina no
    tiene sentido en cuanto implica el absurdo de considerar que
    Dios habría creado en pecado (?) el alma de cada uno
    de los seres humanos
    nacidos de Adán y Eva, que
    habrían sido quienes, en el peor de los casos,
    habrían cometido aquel pecado -lo cual, por otra parte,
    sería igualmente criticable desde la dogmática de
    la Iglesia Católica según la cual las decisiones y
    las acciones de Adán y Eva habrían sido
    predeterminadas desde la eternidad por el propio Dios, quien
    programa todos los actos humanos y cualquier suceso que
    se produzca en el Universo. En efecto, cuando la jerarquía
    católica hace referencia a la "Redención",
    considerándola como la puerta para la eterna
    salvación
    , olvida que, de acuerdo con sus propias
    doctrinas, para que dicha "salvación" se produzca debe
    cumplirse otro requisito indispensable como lo es el de la
    predestinación divina, según la cual es el
    propio Dios quien desde la eternidad ha establecido ya a
    quiénes salvará y a quiénes
    condenará, siendo "muchos los llamados, pero pocos los
    escogidos"[4].

    En tercer lugar, el antropomorfismo de
    la doctrina de la "Redención" es patente en diversos
    aspectos y va ligado a múltiples
    contradicciones.

    Tal antropomorfismo se muestra en primer lugar en el
    hecho de que se suponga que el mismo Dios pueda tener un
    hijo -¿por qué no una hija? ¿por
    qué no un sobrino?-, lo cual no es otra cosa que una
    absurda proyección de las categorías
    biológicas de la paternidad y de la
    filiación humanas al hipotético ser
    divino.

    Pero, en cuarto lugar, este antropomorfismo va
    ligado a la contradicción de unir la teórica
    simplicidad divina con su complejidad en la
    misma medida en que los dirigentes de la secta católica
    defienden que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo
    son iguales -en cuanto los tres son Dios-, pero son
    distintos -en cuanto son personas diferenciadas de la
    Trinidad divina, ya que, si no fueran distintas en algún
    aspecto, en tal caso nos encontraríamos con el nuevo
    absurdo de hablar de tres personas iguales en un sentido
    absoluto, por lo cual de acuerdo con el principio de identidad de
    los indiscernibles de Leibniz no podrían ser tres personas
    sino una sola. Por ello, el hecho de que los dirigentes
    católicos defiendan la doctrina de que Dios Padre, su Hijo
    y el Espíritu Santo constituyan la "Santísima
    Trinidad", aunque se trate de una apreciación de la
    divinidad frecuente en diversas religiones del tiempo en que
    apareció la secta cristiana y aunque represente un
    misterio maravilloso y sublime, apto para llegar a conocer el
    alcance de la necedad del hombre y de su capacidad para asumir y
    aceptar cualquier barbaridad con la que se le quiera adoctrinar,
    nadie sabe qué papel cumple que no pudiera cumplir un Dios
    no fragmentado en "tres personas", "iguales y realmente
    distintas" y representa igualmente una nueva contradicción
    cuando se tiene en cuenta la teórica doctrina de la
    simplicidad del ser divino.

    En quinto lugar, conviene tener en cuenta
    además que el concepto de salvación,
    reinterpretado por la secta cristiana ya en los primeros tiempos
    de su historia como salvación de los pecados, fue
    un concepto ya utilizado por los diversos autores del Antiguo
    Testamento
    mucho tiempo antes de los tiempos de
    Jesús, pero dándole un sentido político
    totalmente alejado del que posteriormente le dieron los
    inventores del cristianismo.

    2.3.2. El sentido de la salvación
    en el Antiguo Testamento, como luego se verá, fue
    el de la protección y liberación del pueblo
    judío del sometimiento y esclavitud a que había
    estado sometido por diversos pueblos como Egipto, Asiria o, en
    tiempos de Jesús, el imperio romano. Los diversos
    sacerdotes y profetas habían tratado de confortar al
    pueblo judío para que no desesperase por sus situaciones
    de opresión, diciéndole que Yahvé les
    enviaría un "Mesías", un libertador, un "salvador"
    que les conduciría a la libertad, al triunfo frente a sus
    enemigos y finalmente a la "tierra prometida".

    La salvación del pueblo de Israel por
    Yahvé debía producirse como una consecuencia de la
    alianza establecida entre Yahvé y
    Abraham[5]alianza por la cual Dios salvaría
    a Israel del dominio de los egipcios y a cambio Yahvé se
    convertiría en el Dios de Israel al que los judíos
    deberían guardar fidelidad, estaría siempre a su
    lado y destruiría a sus enemigos o les salvaría de
    ellos cuando por alguna infidelidad, como la de adorar a otros
    dioses, les hubiese abandonado o castigado a ser derrotados y
    esclavizados. Finalmente y como consecuencia de la alianza, les
    daría "la tierra prometida", derrotando y exterminando a
    quienes la habitaban en el momento en que Israel llegase a
    ella.

    Por lo que se refiere a esta alianza puede
    verse en muchos pasajes del Antiguo Testamento, donde,
    por ejemplo, se dice:

    – "Yo haré con ellos [Israel, Judá] una
    alianza eterna, para que yo sea su Dios, y ellos sean mi
    pueblo; y no volveré a expulsar a mi pueblo Israel de la
    tierra que les di"[6].

    – "Si rompéis la alianza que el
    Señor vuestro Dios hizo con vosotros, dando culto a otros
    dioses y postrándoos ante ellos, entonces se
    desatará la ira del Señor contra vosotros y muy
    pronto desapareceréis de esta tierra buena que él
    os ha dado"[7];

    – "Si me obedecéis y guardáis mi
    alianza, vosotros seréis el pueblo de mi
    propiedad entre todos los pueblos, porque toda la tierra es
    mía"[8].

    Como consecuencia de esta alianza entre
    Yahvé y Abraham, según se plantea en el Antiguo
    Testamento
    , surge el compromiso de Yahvé de defender
    a su pueblo y de salvarle de la opresión de otros
    pueblos, salvación que nada tiene que ver con el pecado
    original ni con ningún otro sino, como ya se ha dicho, con
    la liberación del pueblo de Israel del dominio de otros
    pueblos y con la destrucción de sus enemigos.

    Entre los diversos pasajes del Antiguo Testamento en los
    que se habla de la liberación o de la salvación del
    pueblo de Israel en este sentido puramente político y
    militar pueden mencionarse los siguientes:

    -"Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón,
    rey de Moab, dieciocho años. Pero clamaron al
    Señor, y el Señor les suscitó un
    libertador: Eud, hijo de Guera,
    benjaminita"[9].

    "Entonces la ira del Señor se encendió
    contra Israel y los entregó en poder de Cusán
    Risatain, rey de Edom […] Pero clamaron al Señor, y
    el Señor les suscitó un libertador para
    salvarlos: Otoniel, hijo de Quenaz y hermano menor de
    Caleb"[10].

    "El Señor suscitó a Israel un
    libertador, que los libró del yugo de Siria, y
    los israelitas habitaron como antes en sus
    casas"[11];

    "Escuchadme, corazones obstinados, que estáis
    lejos de la liberación: Yo mismo os liberaré muy
    pronto, mi salvación no tardará. Traeré
    a Sión mi salvación
    y colmaré a Israel
    de mi esplendor"[12];

    "Pronto quedará libre el que estaba cautivo; no
    morirá en la fosa ni le faltará el pan. Yo soy el
    Señor, tu Dios, el que agita el mar y hace bramar sus olas
    […] He puesto mi palabra en tu boca, y te he cobijado al
    amparo de mi mano. Desplegué el cielo, cimenté la
    tierra, y dije a Sión: "Tú eres mi
    pueblo""[13].

    Comentario: Los textos anteriores se refieren a
    una salvación puramente política del pueblo de
    Israel respecto a sus enemigos, aunque los dos últimos
    pasajes pueden parecer algo oscuros. Obsérvese que en
    todos los casos se habla de la salvación de Israel o de
    Sión -que en sentido restringido se referiría a
    Jerusalén, pero que en sentido amplio designa a la Tierra
    de Israel- y no se habla ni mucho menos de una salvación
    generalizada de la humanidad, a diferencia de la
    interpretación cristiana de la
    salvación.

    "Dios es nuestra salvación"[14]

    Comentario: Esta frase, tan utilizada y cantada
    en diversas ceremonias del culto católico, no tiene nada
    que ver con la la idea de "salvación" que sugieren los
    dirigentes católicos, dándole un sentido espiritual
    y asociándola con la supuesta redención de
    Jesús, sino que, observando el contexto, se comprende
    fácilmente que el salmo 68 en su totalidad, al igual que
    los anteriores pasajes, se refiere a una salvación del
    pueblo de Israel respecto a sus enemigos -como puede verse en los
    versículos 22-24 de dicho salmo, reflejados en la nota
    anterior.

    "Voy a vengarme y seré implacable, dice nuestro
    libertador, cuyo nombre es el Señor todopoderoso,
    el Santo de Israel"[15];

    "¡Salid de Babilonia, huid de los caldeos!
    Anunciadlo y proclamadlo con gritos de júbilo, publicadlo
    hasta el confín de la tierra. Decid: "El Señor ha
    rescatado a su siervo Jacob"[16].

    Comentario: Recordemos que Jacob es
    Israel:

    "-Tu nombre es Jacob, pero ya no te llamarán
    Jacob; tu nombre será
    Israel"[17],

    pero aquí no se refiere a la persona de Jacob
    sino al pueblo de Israel, formado a partir de Jacob y de sus doce
    hijos, que dieron origen a las doce tribus correspondientes. Como
    en tantas ocasiones sucede en la Biblia, la hija de
    Jacob, Dina, no cuenta para nada. Aún gracias que al menos
    se la menciona en alguna ocasión.

    "Haré con ellos [con el pueblo de Israel] una
    alianza de paz, una alianza eterna […] Pondré en
    medio de ellos mi morada, yo seré su Dios y ellos
    serán mi pueblo"[18].

    Comentario: Aquí no se habla de
    salvación, pero sí de alianza, y dicha
    alianza incluye como parte de su contenido la
    protección y salvación de Israel por parte de
    Yahvé, un Dios tribal que defiende a su pueblo y aniquila
    a quien se le opone. Así, de nuevo conviene observar que
    el pueblo de Dios no es la humanidad sino el pueblo de
    Israel
    , a pesar de que los dirigentes católicos
    procuran que sus fieles crean lo contrario y por ello mismo no
    les animan a leer la Biblia para que descubran por
    sí mismos qué dice ese conjunto de libros sino
    sólo a escuchar los pasajes seleccionados por ellos que,
    aisladamente considerados, puedan tener un sentido ambiguo
    más acorde con lo que desean que su redil crea.

    "Cantad al Señor un cantar nuevo, porque ha hecho
    maravillas […] El Señor hace pública su
    victoria, a la vista de la naciones revela su
    salvación"[19]

    Comentario: De nuevo se trata de la
    salvación de Israel de sus enemigos y no de la
    salvación de la humanidad de sus pecados.

    Y, de este modo, el concepto de "salvador" no tuvo en un
    principio el sentido que luego adoptó en el Cristianismo
    como liberador de aquel supuesto "pecado original" o de
    cualquier otro, sino el de libertador del pueblo judío de
    las situaciones de opresión en que había vivido a
    lo largo de muchos años, la última de las cuales
    fue la de su sometimiento al Imperio Romano.

    2.3.3. Aunque se sabe muy poco -o apenas nada- de
    Jesús desde un punto de vista rigurosamente
    histórico, podría ser que en un principio el pueblo
    de Israel hubiera visto en él a uno de esos
    "mesías" que tanto se mencionan en el Antiguo
    Testamento
    o en la obra del historiador judío Flavio
    Josefo -contemporáneo de Jesús-, que luego se
    hubiera sentido traicionado por Jesús cuando éste
    pudo haberse desmarcado de la acción política
    proclamando, por ejemplo, "mi reino no es de este mundo" o "dad
    al César lo que es del César, y a Dios lo que es de
    Dios"- para mantenerse en una actitud más religiosa y
    menos cercana al activismo militar propio de los zelotes, grupo
    al que había pertenecido el apóstol Simón
    "el zelote" y posiblemente también Judas Iscariote, quien
    finalmente -al menos según los evangelios- pudo haberle
    traicionado -quizá porque a su vez se hubiese sentido
    traicionado-, que, a pesar de los intentos de Jesús por
    mantenerse alejado de la política, los romanos le hubiesen
    condenado a muerte por el delito político de
    "sedición", y que a partir de su muerte aquellos de sus
    seguidores que tuvieron la ocurrencia de construir una nueva
    religión en torno a la figura de Jesús hubiesen
    modificado el concepto habitual de "salvador", entendido como
    "libertador político y militar", para darle el sentido de
    "salvador religioso" en relación con los pecados y,
    más concretamente, con aquel "pecado original" -del que no
    se habla en el Antiguo Testamento como pecado universal,
    sino sólo como pecado de Eva y luego de
    Adán-.

    Por otra parte, sin embargo, el hecho de que el
    apóstol Pedro llevase una espada cuando los romanos fueron
    a detener a Jesús y el hecho de que el mismo Jesús
    ordenase a quienes estaban con él en aquellos momentos que
    vendiesen su manto y comprasen espadas[20]es un
    indicio muy importante de que el supuesto pacifismo de
    Jesús no era tan inequívoco como lo han querido
    presentar los dirigentes de la Iglesia
    Católica.

    2.3.3.1. En relación con las anteriores
    especulaciones acerca de la figura de Jesús y acerca de
    cuáles debieron de ser los fines políticos o
    religiosos que se propuso, tiene especial interés hacer
    referencia a determinado pasaje evangélico relacionado con
    esta cuestión que tiene un tratamiento contradictorio en
    uno de los evangelios si lo comparamos con el que se le da en los
    otros, lo cual demuestra una vez más que los autores de
    los evangelios no se pusieron de acuerdo en presentar sus
    respectivas historias de un modo coherente y que, en cualquier
    caso, no estuvieron precisamente inspirados por el supuesto
    Espíritu Santo.

    El pasaje al que me refiero es el que hace referencia al
    prendimiento de Jesús en el llamado "huerto de los
    olivos", pues en la descripción de este suceso existe una
    grave contradicción entre los evangelios atribuidos a
    Mateo, Marcos y Juan, que presentan a Jesús como un
    auténtico practicante de la mansedumbre y de la paz que
    predicaba, dejándose detener sin oponerse y pensando que
    estaría cumpliendo la misión para la que fue
    enviado por Dios-Padre, y el atribuido a Lucas, que presenta a
    Jesús ordenando a sus apóstoles comprar espadas
    para enfrentarse a quienes pudieran venir a detenerle.

    Así en el evangelio atribuido a Mateo se
    dice:

    "Uno de los que estaban con Jesús sacó su
    espada y, dando un golpe al criado del sumo sacerdote, le
    cortó una oreja. Jesús le dijo:

    -Guarda tu espada, que todos los que empuñan la
    espada, perecerán a espada. ¿O crees que no puedo
    acudir a mi Padre, que pondría a mi disposición en
    seguida más de doce legiones de ángeles? Pero,
    ¿cómo se cumplirían las escrituras,
    según las cuales tiene que suceder
    así?"[21].

    Comentario: Resulta asombrosa la
    contradicción entre este texto, en el que Jesús
    pide a su defensor que guarde su espada y le diga además
    que todos los que empuñan la espada perecerán a
    espada, y el texto de Lucas, en el que el propio
    Jesús ordena a sus discípulos que compren espadas.
    En efecto se dice en Lucas:

    "-Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome, y lo mismo
    el que tenga alforja; y el que no tenga espada, que venda su
    manto y se la compre"[22].

    Es igualmente chocante que Jesús diga que hubiera
    podido acudir a su Padre y que éste habría puesto a
    su disposición más de doce legiones de
    ángeles. Tales palabras representan, en primer lugar, un
    reconocimiento implícito de la superioridad del Padre
    sobre el Hijo, ya que habría sido el Padre quien le
    habría tenido que salvar de ser detenido; y, en
    según lugar, un reconocimiento de que el autor de este
    pasaje consideró que el poder de Jesús no era mayor
    que el de cualquier otro ser humano, incapaz de enfrentarse con
    éxito a quienes iban a detenerle y necesitado para ello de
    la ayuda de alguna "legión de ángeles", lo cual es,
    por otra parte, una muestra más del infantilismo del autor
    de este evangelio.

    Por su parte, en los evangelios atribuidos a Marcos y a
    Juan se da una versión análoga de este
    hecho[23]aunque bastante más
    resumida.

    ¿Qué tienen de particular estos textos?
    Pues que mientras en los pasajes de Mateo,
    Marcos y Juan se presenta a Jesús como
    un pacifista, dispuesto a cumplir con la misión para la
    que supuestamente había sido enviado por Dios, en el texto
    de Lucas se le presenta como un hombre dispuesto a
    enfrentarse, incluso con el uso de espadas, contra quienes van a
    detenerle, llegando a decirse en el evangelio de Juan
    que Pedro llevaba una espada con la que hirió a uno de los
    que venían a prender a
    Jesús[24]detalle que se cuenta con la mayor
    naturalidad, como si el uso de espadas por parte de los
    apóstoles fuese algo normal y corriente, a pesar de que no
    encaja con su anterior profesión de pescadores ni con el
    tipo de moral que Jesús había estado predicando, y
    a pesar de que el hecho de que los apóstoles llevasen
    espada no se menciona en ningún otro pasaje
    evangélico. Pero lo más sorprendente de todo es que
    el propio Jesús ordene a los apóstoles que quien no
    tenga espada venda su manto para comprar una, pues tales palabras
    son una muestra clara de una actitud radicalmente contraria a la
    mansedumbre que había estado predicando y que había
    aceptado como norma moral esencial en los diversos pasajes
    evangélicos.

    Por ello y al margen de estas contradicciones, si se
    intenta encontrar una explicación para este pasaje del
    evangelio de Lucas tal vez pueda encontrarse a partir
    del supuesto de que Jesús se encontrase bastante
    próximo al movimiento de los "zelotes", al que
    pertenecía Simón "Cananeo", a quien en
    Lucas se llama precisamente "Simón, el
    zelote"[25], y muy posiblemente Judas Iscariote.
    La pertenencia de éstos al grupo de los apóstoles
    elegidos por Jesús puede ser un indicio claro de que el
    pensamiento de Jesús a nivel político-religioso
    pudo encontrarse en una línea próxima a la de los
    zelotes, claramente belicistas en contra de la dominación
    romana de Israel, aunque también lo estuviera a la de los
    esenios, más esencialmente religiosos. Por ello la
    traición de Judas pudo tener cierta explicación en
    cuanto Jesús hubiera dudado entre adoptar una actitud
    exclusivamente religiosa como la de los esenios o integrarse de
    manera clara en el grupo de los "zelotes" optando finalmente por
    la alternativa religiosa.

    En cualquier caso, el hecho de que el autor del
    evangelio atribuido a Lucas escriba que Jesús
    ordenó a sus apóstoles que comprasen espadas es,
    entre otras cosas, una prueba de la falta de cuidado por parte de
    quienes escribieron los evangelios para ponerse de acuerdo y
    presentar un montaje coherente, al margen de que pudiera ser
    cierto que Jesús les animase a luchar, lo cual no resulta
    compatible con su teórica mansedumbre, por encima de
    conflictos políticos y más allá de cualquier
    conducta violenta en relación con el prójimo, a
    quien había que amar como a uno mismo, sino, si acaso, con
    la lucha armada contra el pueblo romano, defendida por el
    movimiento zelote.

    Pero, en definitiva, nos encontramos ante una nueva
    contradicción que parece impropia del supuesto
    Espíritu Santo, de quien los dirigentes católicos
    afirman que inspiró los escritos
    bíblicos.

    2.3.3.2. Como ya se ha dicho, a pesar de su
    carácter tan irracional la salvación, que
    en el Antiguo Testamento había tenido el
    significado de una liberación política
    referida al pueblo de Israel, pasó a significar en el
    Nuevo Testamento una liberación de la
    humanidad respecto al pecado, que habría tenido
    como condición el sacrificio de Jesús en una cruz
    para conseguir el perdón de Dios-Padre, a pesar del cual,
    sin embargo, dicho perdón sólo lo
    conseguirían "los escogidos", según se indica en
    los evangelios.

    En cuanto al hecho de si la salvación se
    refiere al perdón del pecado en general, al perdón
    del "pecado original" o a ambos, Pablo de Tarso defiende la
    primera interpretación:

    "Dios nos ha mostrado su amor haciendo morir a Cristo
    por nosotros cuando aún éramos
    pecadores"[26].

    Sin embargo, los dirigentes de la secta católica
    introdujeron la absurda doctrina del "pecado original", cuyo
    fundamento por lo que se refiere a la idea de que se trata de un
    pecado que se hereda se encuentra posiblemente en el Antiguo
    Testamento
    , donde con excesiva facilidad el daño
    cometido por determinada persona iba seguido de un castigo que
    recaía no sólo en quien lo había cometido
    sino en toda su familia, "hasta la tecera y cuarta
    generación", como se hace decir a Yahvé en tantas
    ocasiones. Tal mentalidad es también la que tal vez
    serviría de explicación a la leyenda bíblica
    según la cual en la última de las plagas de Egipto,
    Yahvé ordenó la muerte de todos los
    primogénitos de Egipto
    -incluso la de los animales-,
    los cuales no tenían nada que ver con el comportamiento de
    su faraón cuando éste se negó a permitir la
    marcha de los israelitas.

    Según los autores del Antiguo
    Testamento
    , tanta crueldad y tantas muertes se
    producían como consecuencia del abandono de Yahvé
    por parte de los israelitas, que se dejaban llevar por la
    tentación de adorar a otros dioses. Pero, en realidad y
    como ya se ha dicho, eran los sacerdotes de Israel, como
    dirigentes de su pueblo, quienes por temor a perder autoridad
    castigaban de un modo especialmente cruel y salvaje a quienes
    adorasen a otros dioses y a su descendencia "hasta la tercera y
    cuarta generación", diciendo que era Yahvé quien
    les había ordenado castigar de ese modo a los
    idólatras, y consiguiendo así mantener su autoridad
    de modo férreo, pero seguro.

     

     

    Autor:

    Antonio García
    Ninet

    Doctor en Filosofía

    [1] Génesis, 6:18-20

    [2] Éxodo, 21:24. También en
    otros pasajes, como Levítico, 24:20, y Deuteronomio,
    19:21.

    [3] En este sentido y como
    confirmación de esta idea del Dios del Antiguo
    Testamento pueden consultarse los capítulos
    correspondientes de este estudio (capítulos 1.3 y sus
    correspondientes apartados 1.3.1-1.3.5).

    [4] Mateo, 22:14.

    [5] Leyendo el pasaje donde se habla de tal
    alianza, cualquiera puede darse cuenta de que más bien
    que se trata de una imposición de tal tratado por parte
    de Yahvé a Abraham que de una auténtica alianza.
    Es evidente, por otra parte, que tal imposición no tuvo
    nada que ver con Yahvé sino con los creadores de tal
    divinidad, interesados en que el pueblo obedeciera las
    órdenes que ellos le daban “en nombre de
    Yahvé”.

    [6] Baruc, 2:35. Además de
    éste, hay muchos otros pasajes del Antiguo Testamento
    que reflejan estas mismas ideas, como sucede en el siguiente:
    “Tú, Señor, eres el Dios que elegiste a
    Abrán […] Viste que su corazón te era fiel
    e hiciste una alianza con él. Prometiste darle, a
    él y a su descendencia, la tierra de los cananeos,
    hititas, amorreos, pereceos, jebuseos y guergueseos”
    (Nehemías, 9: 7-8). La cursiva es mía.

    [7] Josué, 23, 16. La cursiva es
    mía.

    [8] Génesis, 19: 5. La cursiva es
    mía.

    [9] Jueces, 3:14-15. La cursiva es
    mía.

    [10] Jueces, 3:8-9. La cursiva es
    mía.

    [11] 2 Reyes, 13:5. La cursiva es
    mía.

    [12] Isaías, 46:12-13. La cursiva es
    mía.

    [13] Isaías, 51:14-16.

    [14] Salmos, 68:20. Los versículos
    22-24 dicen: “Pero Dios aplastará las cabezas de
    sus enemigos, el cráneo de los que proceden
    criminalmente. Dijo el Señor: De Basán los
    traeré, los traeré desde el fondo del mar, para
    que bañes tus pies en la sangre de tus enemigos y la
    puedan lamer las lenguas de los perros”.

    [15] Isaías, 47:3-4. La cursiva es
    mía.

    [16] Isaías, 48:20.

    [17] Génesis, 35:10.

    [18] Ezequiel, 37:26.

    [19] Salmos, 98:1-2.

    [20] Lucas, 22:36.

    [21] Mateo, 26:51-54.

    [22] Lucas, 22:36.

    [23] Lucas, 22:49-51.

    [24] Juan, 18:10-11: “Entonces
    Simón Pedro, que tenía una espada, la
    desenvainó e hirió con ella a un siervo del sumo
    sacerdote, cortándole la oreja derecha”.

    [25] “Simón llamado
    Zelota” (Lucas, 6:15).

    [26] Romanos, 5:8.

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