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Ensayo de integración e hipótesis interpretativas sustentados en casos clínicos




Enviado por Fernando Romero



Partes: 1, 2, 3

  1. Nietzsche. A manera de
    introducción
  2. Crecimiento:
    elaboración de duelos
  3. Lo no simbolizado, su
    relación con la regresión psicosomática
    coherente con formas de representación no verbal de
    naturaleza psicótica
  4. Bibliografía

"Es mejor una cosa pequeña y cierta

que una gran falsedad".

Leonardo Da Vinci.

"Más vale un poco de
algo

que mucho de nada"

Refrán popular.

"Quien no comprende una mirada
tampoco

comprenderá una larga
explicación."

Proverbio árabe.

Nietzsche. A
manera de introducción

En "Sobre verdad y mentira en sentido
extramoral", Nietzsche, (1873), desarrolla una elegante
reflexión crítica sobre el intelecto, al cual
encuentra retroalimentándose mutuamente con el lenguaje y
acusando recibo de matices narcisistas que con relativa
facilidad, tienden a influir al ser humano. No sólo por lo
contemporáneo que resulta ese trabajo es que decidí
incluirlo y comentarlo aquí y, en último de los
casos debo al Maestro Hugo Cansino, (Facultad de
Psicología, UIC. México, 2004), la sugerencia de
echarle un vistazo, pues resulta que es muy coherente con el
rumbo que fue tomando esta investigación: significados de
los refranes, asociaciones libres y mis propias funciones de
integración y síntesis, más que una voluntad
consciente. En esencia me refiero a lo arbitrario que, en
ocasiones, resultan los juicios que nos inducen a tomar
decisiones, desde una influencia natural del narcisismo,
fenómeno que Nietzsche asocia, con un fino humor, un tanto
cuanto "negro", con el hombre y con lo vivo. Dice el sabio y
filósofo que:

  • En algún apartado rincón
    del universo centelleante, desparramado en innumerables
    sistemas solares, hubo una vez un astro en que animales
    inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto
    más altanero y falaz de la "Historia Universal": pero
    al fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves
    respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los
    animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien
    podría inventar una fábula semejante pero, con
    todo, no habría ilustrado suficientemente cuan
    lastimoso, cuan sombrío y caduco, cuan estéril
    y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto
    humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que
    no existía; cuando de nuevo se acabe todo para
    él no habrá sucedido nada, puesto que para ese
    intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca
    más allá de la vida humana
    […]

Hace más de un siglo, poco antes del
descubrimiento del Psicoanálisis, las reflexiones de
Nietzsche lo hacían pensar que no era a través del
desarrollo de la inteligencia intelectual con lo que el ser
humano podría preservar la civilización. Aunque
tampoco se permitía pensar alguna expectativa al respecto.
Asimismo, como se observa a continuación, detectó
el papel que el narcisismo juega en la dificultad más
importante:

  • [El intelecto] No es sino humano, y
    solamente su poseedor y creador lo toma tan
    patéticamente como si en él girasen los goznes
    del mundo. Pero si pudiéramos comunicarnos con la
    mosca, llegaríamos a saber que también ella
    navega por el aire poseída de ese mismo pathos, [que
    interesante, pareciera que Nietzsche fuera precursor en el
    diagnóstico de la enfermedad del narcisismo] y se
    siente el centro volante de este mundo. Nada hay en la
    naturaleza, por despreciable e insignificante que sea, que,
    al más pequeño soplo de aquel poder del
    conocimiento, no se infle inmediatamente como un odre; y del
    mismo modo que cualquier mozo de cuerda quiere tener su
    admirador, el más soberbio…, el
    filósofo, está completamente convencido de que,
    desde todas partes, los ojos del universo tienen
    telescópicamente puesta su mirada en sus obras y
    pensamientos. […] [El pueblo podría decir de
    algunos intelectuales: "Está tan lleno de sí
    mismo, que está completamente
    vacío"]

De alguna manera se pueden asociar las
observaciones de Nietzsche a la "necesidad" natural de poder. El
intelectual siente que "puede" porque "sabe", por encima del que
ignora. Eso le resarce narcisísticamente. Pero no lo lleva
a la sensación de plenitud. No le llena en sus
"vacíos" internos. Como tampoco al rico le llena
existencialmente su riqueza, o al que ejerce el poder, su
sensación de dominio sobre los demás. Si así
fuera, la voracidad y la envidia vengativa no tendrían
razón de existir. Veamos como lo reflexiona
Nietzsche:

  • Es digno de nota que sea el intelecto
    quien así obre, él que, sin embargo,
    sólo ha sido añadido precisamente como un
    recurso de los seres más infelices, delicados y
    efímeros, para conservarlos un minuto en la
    existencia, de la cual, por el contrario, sin ese aditamento
    tendrían toda clase de motivos para huir tan
    rápidamente como el hijo de Lessing. Ese orgullo,
    ligado al conocimiento y a la sensación, niebla
    cegadora colocada sobre los ojos y los sentidos de los
    hombres, los hace engañarse sobre el valor de la
    existencia, puesto que aquel proporciona la más
    aduladora valoración sobre el conocimiento mismo. Su
    efecto más general es el engaño –pero
    también los efectos más particulares llevan
    consigo algo del mismo carácter– El intelecto, como
    medio de conservación del individuo, desarrolla sus
    fuerzas principales fingiendo, puesto que este es el medio,
    merced al cual sobreviven los individuos débiles y
    poco robustos, como aquellos a quienes les ha sido negado
    servirse, en la lucha por la existencia, de cuernos, o de la
    afilada dentadura del animal de rapiña. En los hombres
    alcanza su punto culminante este arte de fingir [de lo
    más evidente en la política
    contemporánea]; aquí el engaño, la
    adulación, la mentira y el fraude, la
    murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el
    enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la
    escenificación ante los demás y ante uno mismo,
    en una palabra, el revoloteo incesante alrededor de la llama
    de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay
    nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir
    entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia
    la verdad. […]

En el trayecto entre la inteligencia
intuitiva y que se hubo establecido la hegemonía de la
inteligencia intelectual, los afectos, el amor y el respeto
perdieron terreno y el engaño y la mediatización se
convirtieron en las principales estrategias de acceso al poder,
el control y el dominio, en efecto, el refrán: "Más
vale maña que fuerza", a eso alude. Y a partir de un
juicio así, se justificaron cualquier cantidad de abusos.
Despojos que el hombre perpetra sobre el mismo hombre. De manera
que: "El hombre es el lobo del hombre":

  • Se encuentran profundamente sumergidos
    en ilusiones y ensueños; su mirada se limita a
    deslizarse sobre la superficie de las cosas y percibe
    "formas", su sensación no conduce en ningún
    caso a la verdad, [sólo a representaciones y luego a
    interpretaciones de: estímulos, sensaciones y
    percepciones] sino que se contenta con recibir
    estímulos, como si jugase a tantear el dorso de las
    cosas. Además, durante toda una vida, el hombre se
    deja engañar por la noche en el sueño, sin que
    su sentido moral haya tratado nunca de impedirlo [privilegio
    de la forma como funciona el inconsciente, pero
    también como un necesario descanso respecto de la
    realidad], mientras que parece que ha habido hombres que, a
    fuerza de voluntad, han conseguido eliminar los ronquidos. En
    realidad ¿qué sabe el hombre de sí
    mismo? ¿Sería capaz de percibirse a sí
    mismo, aunque sólo fuese por una vez, como si
    estuviese tendido en una vitrina iluminada? ¿Acaso no
    le oculta la naturaleza la mayor parte de las cosas, incluso
    su propio cuerpo, de modo que al margen de las
    circunvoluciones de sus intestinos, del rápido flujo
    de su circulación sanguínea, de las complejas
    vibraciones de sus fibras, quede desterrado y enredado en una
    conciencia soberbia e ilusa? Ella ha tirado la llave, y
    ¡ay de la funesta curiosidad que pudiese mirar fuera a
    través de una hendidura del cuarto de la conciencia y
    vislumbrase entonces que el hombre descansa sobre la
    crueldad, la codicia, la insaciabilidad, el asesinato, en la
    indiferencia de su ignorancia y, por así decirlo,
    pendiente en sus sueños del lomo de un tigre!
    ¿De dónde procede en el mundo entero, en esta
    constelación, el impulso hacia la verdad? En un estado
    natural de las cosas, el individuo, en la medida en que se
    quiere mantener frente a los demás individuos, utiliza
    el intelecto y la mayor parte de las veces solamente para
    fingir, pero, puesto que el hombre, tanto por la necesidad
    como por hastío, desea existir en sociedad y
    gregariamente, precisa de un tratado de paz [pero que, sin
    embargo, instrumenta a través de la palabra] y, de
    acuerdo con éste, procura que, al menos, desaparezca
    de su mundo el más grande bellum omnium contra omnes.
    Este tratado de paz conlleva algo que promete ser el primer
    paso para la consecución de ese misterioso impulso
    hacia la verdad.

Pero desde el descubrimiento de que la
palabra acicatea al intelecto podía compensar toda la
desventaja respecto de las mejores dotaciones de fuerza al
servicio de la supervivencia que poseían la mayoría
de los animales "no inteligentes". Irónicamente, la
auto-exaltación del narcisismo se convirtió,
parafraseando a Fairbairn (1951), en el "saboteador interno". Sin
embargo, en tanto que la omnipotencia del pensamiento caracteriza
una etapa temprana del desarrollo humano, se podría pensar
que constituye un escollo, y, al mismo tiempo, se
justificaría que la regresión suele restablecer esa
forma originaria del pensamiento. Habría que ubicar en su
justa medida cuándo la regresión es pasajera y
cuándo estaría denunciando el principio del fin.
Porque, en ocasiones, lo obvio denuncia la frágil, poca o
ninguna evolución. Nietzsche pensó que así
fue y que su principal soporte esta dado por la palabra y
allí trascendimos el gregarismo:

  • En este mismo momento se fija lo que a
    partir de entonces ha de ser "verdad", es decir, se ha
    inventado una designación de las cosas uniformemente
    válida y obligatoria, y el poder legislativo del
    lenguaje proporciona también las primeras leyes de
    verdad, [cursivas agregadas] pues aquí se origina por
    primera vez el contraste entre verdad y mentira. El mentiroso
    [el discurso político acusa fijaciones graves, que los
    refranes, paradójicamente, denuncian, quizás
    con intenciones ornamentales o humorísticas] utiliza
    las designaciones válidas, las palabras, para hacer
    aparecer lo irreal como real
    [esquizofrenogénicamente]; […] Abusa de las
    convenciones consolidadas haciendo cambios discrecionales,
    cuando no invirtiendo los nombres. Si hace esto de manera
    interesada [le faltó vida a Nietzsche para verlo con
    sus propios ojos] y que además ocasione perjuicios, la
    sociedad no confiará ya más en él y, por
    este motivo, lo expulsará de su seno. Por eso los
    hombres no huyen tanto de ser engañados como de ser
    perjudicados mediante el engaño; en este estadio
    tampoco detestan en rigor el embuste, sino las consecuencias
    perniciosas, hostiles, de ciertas clases de embustes. El
    hombre nada más que desea la verdad en un sentido
    análogamente limitado: ansía las consecuencias
    agradables de la verdad, aquellas que mantienen la vida
    [libido o amor que conjuran o ayudan a procesar el dolor, la
    sensación de soledad y desamparo]; es indiferente al
    conocimiento puro y sin consecuencias e incluso hostil frente
    a las verdades susceptibles de efectos perjudiciales o
    destructivos. […]

Por eso el que engaña siempre
encuentra tierra fértil entre la gente. Sobre todo el que
engaña "dando" la palabra que se desea escuchar, con
ingenio y con ventaja: quien, al mentir, utiliza metáforas
y metonimias que agradan o no amenazan y, por tanto, la gente no
se alerta o "quiere" escuchar. Pero también se puede
entender, dicho sea de paso, desde esta apreciación, el
sustento de las "resistencias" como concepto técnico
psicoanalítico. Pues resulta que el paciente se ha
"engañado" diciéndose a sí mismo, lo que
quiere creer porque un día le tranquilizó. Y no le
resulta agradable ser "descubierto" en su propio engaño.
La "verdad" lo confronta y asusta, y aún cuando ya le
perjudica su propio engaño o el de otro, no renuncia con
facilidad en aras del vínculo, a una fantasía
"tranquilizadora" amparada en una "verdad" a medias o
conveniente, la cual en sentido estricto, no lo es, es una
mentira. Su propia mentira enmascara una distorsión o una
representación pre-simbolizada de la realidad, respecto de
sus propias necesidades relacionales ante experiencias
traumáticas, peligros, deseos prohibidos o
fantasías pasivas.

  • [Continúa Nietzsche] Y,
    además, ¿qué sucede con esas
    convenciones del lenguaje? ¿Son quizá productos
    del conocimiento, del sentido de la verdad?
    ¿Concuerdan las designaciones y las cosas? ¿Es
    el lenguaje la expresión adecuada de todas las
    realidades? Solamente mediante el olvido puede el hombre
    alguna vez llegar a imaginarse que está en
    posesión de alguna "verdad" en el grado que se acaba
    de señalar. Si no se contenta con la verdad en forma
    de tautología, es decir, con conchas vacías,
    entonces trocará continuamente ilusiones por
    verdades.

En el párrafo anterior, Nietzsche
pareciera, no obstante, estar observando también en el
lenguaje, como Lacan (1953-1954) observara en la
Psicología del Yo, en "El seminario", ciertas limitaciones
para averiguar la verdad:

  • ¿Qué es una palabra? La
    reproducción en sonidos de un impulso nervioso. [El
    nombre a una imagen o a una sensación] Pero inferir
    además a partir del impulso nervioso la existencia de
    una causa fuera de nosotros, es ya el resultado de un uso
    falso e injustificado [arbitrario] del principio de
    razón. ¡Cómo podríamos decir
    legítimamente, si la verdad fuese lo único
    decisivo en la génesis del lenguaje, si el punto de
    vista de la certeza lo fuese también respecto a las
    designaciones, como, no obstante, podríamos decir
    legítimamente: la piedra es dura, como si
    además captásemos lo "duro" de otra manera y no
    solamente como una excitación completamente subjetiva!
    Dividimos las cosas en géneros, caracterizamos el
    árbol como masculino y la planta como femenino:
    ¡qué extrapolación tan arbitraria!
    ¡A qué altura volamos por encima del canon de la
    certeza! Hablamos de una "serpiente": la designación
    cubre solamente el hecho de retorcerse; podría, por
    tanto, atribuírsele también al gusano.
    ¡Qué arbitrariedad en las delimitaciones!
    ¡Qué parcialidad en las preferencias, unas veces
    de una propiedad de una cosa, otras veces de otra! Los
    diferentes lenguajes, comparados unos con otros, ponen en
    evidencia que con las palabras jamás se llega a la
    verdad ni a una expresión adecuada pues, en caso
    contrario, no habría tantos lenguajes. La "cosa en
    sí" (esto sería justamente la verdad pura, sin
    consecuencias) es totalmente inalcanzable y [en tanto que
    concreta] no es deseable en absoluto para el creador del
    lenguaje. […]

Mao observa que "A medida que
continúa la práctica social, las cosas que en el
curso de la práctica suscitan en el hombre sensaciones e
impresiones, se presentan una y otra vez; entonces se produce en
su cerebro un cambio repentino (un salto) en el proceso del
conocimiento y surgen los conceptos" (Mao Tsetung, 1971) Porque
el lenguaje, sin ánimo de querer "Volver a inventar la
rueda", se organiza a partir de sensaciones, impresiones y
emociones representadas mediante cierto proceso de
"metabolización", y luego se figurabilizan internamente,
traduciéndose en la posibilidad de poder ser nombradas. A
partir de ello es factible la comunicación y,
simultáneamente, la simbolización como un producto
del razonamiento y la reflexión; se hace evidente la
presencia del desarrollo de funciones yóicas, y entre
éstas, las de integración y síntesis como
preliminares a la organización social.

Agrega Nietzsche sobre el
lenguaje:

  • Este se limita a designar las
    relaciones de las cosas con respecto a los hombres y para
    expresarlas apela a las metáforas más audaces.
    ¡En primer lugar, un impulso nervioso [disparado por un
    estímulo interno o externo] extrapolado en una imagen!
    [figurabilizado] Primera metáfora. ¡La imagen
    transformada de nuevo en un sonido! [palabra] Segunda
    metáfora. Y, en cada caso, un salto total desde una
    esfera a otra completamente distinta. Se podría pensar
    en un hombre que fuese completamente sordo y jamás
    hubiera tenido ninguna sensación sonora ni musical;
    del mismo modo que un hombre de estas características
    se queda atónito ante las figuras acústicas de
    Chladni en la arena, descubre su causa en las vibraciones de
    la cuerda y jurará entonces que, en adelante, no se
    puede ignorar lo que los hombres llaman "sonido" [y que sin
    embargo él captó por la vista, pero que
    también podría ser a través de la
    cenestesia o el tacto y nunca por el oído], así
    nos sucede a todos nosotros con el lenguaje. Creemos saber
    algo de las cosas mismas cuando hablamos de árboles,
    colores, nieve y flores y no poseemos, sin embargo,
    más que metáforas de las cosas que no
    corresponden en absoluto a las esencias primitivas.
    […] Por tanto, en cualquier caso, el origen del
    lenguaje no sigue un proceso lógico [se refiere a
    lógico formal, porque si hay una lógica en el
    origen del lenguaje, sólo que es la lógica del
    inconsciente], y todo el material sobre el que, y a partir
    del cual, trabaja y construye el hombre de la verdad, el
    investigador, el filósofo, procede, si no de las
    nubes, en ningún caso de la esencia de las cosas. Pero
    pensemos especialmente en la formación de los
    conceptos. Toda palabra se convierte de manera inmediata en
    concepto en tanto que justamente no ha de servir para la
    experiencia singular y completamente individualizada a la que
    debe su origen, por ejemplo, como recuerdo, sino que debe
    encajar al mismo tiempo con innumerables experiencias, por
    así decirlo, más o menos similares,
    jamás idénticas estrictamente hablando; en
    suma, con casos puramente diferentes. Todo concepto se forma
    por equiparación de casos no iguales… [ninguna
    cosa es idéntica mas que a sí misma] al olvidar
    las notas distintivas,… [generalización] se
    suscita entonces la representación, como si en la
    naturaleza hubiese algo separado… [de las cosas que
    fuera "la cosa"]…una especie de arquetipo primigenio a
    partir del cual… [por ejemplo] todas las hojas
    habrían sido tejidas, diseñadas, calibradas,
    coloreadas, onduladas, pintadas, pero por manos tan torpes,
    que ningún ejemplar resultase ser correcto y fidedigno
    como copia fiel del arquetipo.

Inventadas las palabras para nombrar las
cosas, el uso, la comunicación naciente y, en breve, la
convención que las universalizó: la
comunicación humana, y, a partir de la intuición y
la invención intelectual. Cuando se alcanzó este
nivel, la palabra se erigió en la forma de
simbolización por excelencia; valiéndose, en
efecto, de metáforas y metonimias al servicio de una forma
de comunicación, producto de la organización y
desarrollo emocional e intelectual que hizo posible la
organización social, gracias a la creciente
creación de construcciones conceptual-verbales.

Los refranes son construcciones, de un tipo
que conserva todo el "sabor" del origen. Observemos:

  • Decimos que un hombre es "honesto".
    ¿Por qué ha obrado hoy tan honestamente?,
    preguntamos. Nuestra respuesta suele ser así: a causa
    de su honestidad. ¡La honestidad! Esto significa a su
    vez: la hoja es la causa de las hojas… Ciertamente no
    sabemos nada en absoluto de una cualidad esencial,
    […]

La "verdad" tal como el ser humano ha
construido el acceso a ella, entonces más que con la
esencias, tiene que ver con la experiencia sensorial y la
necesidad emocional, su representación (pensamiento) y
luego su traducción a palabras las cuales hacen posible la
comunicación y la relación por afecto,
(procesamiento por vía de la reflexión) Más
adelante agrega:

  • La omisión de lo individual y de
    lo real [la representación] nos proporciona el
    concepto [como resultado de, y,] del mismo modo que
    también nos proporciona [la impresión interna
    de] la forma [figurabilidad], mientras que la naturaleza no
    conoce forma ni conceptos, así como tampoco
    ningún tipo de géneros, […]
    También la oposición que hacemos entre
    individuo y especie es antropomórfica y no procede de
    la esencia de las cosas, aún cuando nos aventuramos a
    decir que no le corresponde: …sería una
    afirmación dogmática y,… tan demostrable
    como su contraria. ¿Qué es entonces la verdad?
    Una hueste en movimiento de metáforas,
    metonimias,… una suma de relaciones humanas que han
    sido realzadas, extrapoladas y adornadas, poética y
    retóricamente y que, después de un prolongado
    uso, un pueblo considera firmes, canónicas y
    vinculantes: las verdades son ilusiones de las que se ha
    olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto
    gastadas y sin fuerza sensible, [de ahí la necesidad
    de "la palabra verdadera" para Lacan] monedas que han perdido
    su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas,
    sino como metal [porque pueden ser "palabra vacía",
    resistenciales y enajenantes] No sabemos todavía de
    dónde procede el impulso hacia la verdad, pues hasta
    ahora solamente hemos prestado atención al compromiso
    que la sociedad establece para existir: ser veraz, es decir,
    utilizar metáforas usuales; por tanto, solamente hemos
    prestado atención, dicho en términos morales,
    al compromiso de mentir de acuerdo con una convención
    firme, mentir borreguilmente [y creer lo que se nos dice de
    la misma manera], de acuerdo con un estilo vinculante para
    todos. Ciertamente el hombre se olvida de que su
    situación es ésta; por tanto miente de la
    manera señalada inconscientemente y en virtud de
    hábitos seculares –y precisamente en virtud de
    esta inconsciencia, precisamente en virtud de este olvido,
    [para Lacan (1953-1954) más que por olvidar, es por
    equivocación, por error: lapsus] adquiere el
    sentimiento de la verdad. A partir del sentimiento de estar
    comprometido a designar una cosa como "roja", otra como
    "fría" y una tercera como "muda", se despierta un
    movimiento moral hacia la verdad; a partir del contraste del
    mentiroso, en quien nadie confía y a quien todo el
    mundo excluye, el hombre se demuestra a sí mismo lo
    honesto, lo fiable y lo provechoso de la verdad. En ese
    instante, el hombre pone sus actos como ser racional bajo el
    dominio de las abstracciones [para bien y para mal, pues
    desprecia el afecto]; ya no tolera más ser arrastrado
    por las impresiones repentinas, por las intuiciones;
    generaliza en primer lugar todas esas impresiones en
    conceptos más descoloridos, más fríos,
    para uncirlos al carro de su vida y de su acción. Todo
    lo que eleva al hombre por encima del animal depende de esa
    capacidad de volatilizar las metáforas intuitivas en
    un esquema; en suma, de la capacidad de disolver una figura
    en un concepto. En el ámbito de esos esquemas es
    posible algo que jamás podría conseguirse bajo
    las primitivas impresiones intuitivas: construir un orden
    piramidal por castas y grados ["Y dale que ha de parir,
    mirando la noche que hace", para bien y para mal, porque es
    una forma de legitimar que hay hombres "inferiores" y
    "superiores"]; instituir un mundo nuevo de leyes,
    privilegios, subordinaciones y delimitaciones [al precio de
    las formas de inteligencia emocional], que ahora se
    contrapone al otro mundo de las primitivas impresiones
    intuitivas como lo más firme, lo más general,
    lo mejor conocido y lo más humano y, por tanto, como
    una instancia reguladora e imperativa. Mientras que toda
    metáfora intuitiva es individual y no tiene otra
    idéntica y, por tanto, sabe siempre ponerse a salvo de
    toda clasificación, el gran edificio de los conceptos
    ostenta, la rígida regularidad [predictibilidad
    obsesiva] de un columbarium [cementerio vertical] e insufla
    en la lógica el rigor y frialdad peculiares de la
    matemática. Aquél a quien envuelve el
    hálito de esa frialdad, se resiste a creer que
    también el concepto, óseo y octogonal como un
    dado y, como tal, versátil, no sea más que el
    residuo de una metáfora, y que la ilusión de la
    extrapolación artística de un impulso nervioso
    en imágenes es, si no la madre, si la abuela de
    cualquier concepto. Ahora bien, dentro de ese juego de dados
    de los conceptos se denomina "verdad" al uso de cada dado
    según su designación; contar exactamente sus
    puntos, formar las clasificaciones correctas y no violar en
    ningún caso el orden de las castas ni la
    sucesión jerárquica. […] (Nietzsche,
    1873)

Para el pueblo: "Una ley igual para el
fuerte y el débil sirve para oprimir más al
débil". El pensamiento de Nietzsche, se observa lejos de
la posibilidad de asociarse con las teorías de las
relaciones objetales. Para él lo emocional, resabio de la
primitiva intuición, es un lastre, un estorbo, una parte
primitiva del hombre que debe saldarse, porque lo hace
débil. Sin embargo, también parece percatarse de
que algo tiene que ver lo emocional reprimido o escamoteado con
la autoexaltación y la soberbia de las cuales el
investigador científico enferma con relativa facilidad. Y
a juicio de él, el filósofo en particular. Por otro
lado observa que el intelecto no es garantía de que la
civilización perviva. Su apreciación respecto de
cómo nace la verdad, a partir de intentos por
conceptualizar la realidad concreta, avala la idea propuesta en
relación con la verdad contenida en los refranes: acceso a
la verdad a través del razonamiento verbal. Los refranes
son construcciones, estructuras que buscan la verdad a partir de
la organización de contenidos inconscientes en el contexto
de experiencias conscientes, y se vale del razonamiento y las
propiedades como se organizó el lenguaje: los
conceptos.

El ser humano cuenta con un "sistema" de
información propio de la especie. Este sistema, siendo
inconsciente, es resultado de la organización de
experiencias ancestrales. Contiene la historia de la
evolución y el desarrollo, formas de reacción y
conductas mejor adaptadas a partir de reacciones
impulsivo-instintivas, que se han depurado a lo largo de millones
de años al servicio de la supervivencia y la
civilización. Esa información es específica
de la especie porque nos anoticia de las capacidades y
potencialidades del ser humano y se ha transmitido
genéticamente, dando lugar a la formación de un
espacio o contenido de significantes cuyos significados son un
producto del desarrollo que constituye el "bagaje de la
humanidad". Unas capacidades potenciales caracterizan lo
específicamente humano y han sido absorbidas por la
filogenia superando los contenidos registrados en la forma del
inconsciente ontogenético, ya sea reprimido (Freud,
1895-1896), escindido (Klein, 1926) u "originario" (Bleichmar,
2001)

Y es que la represión, por ejemplo,
es una función defensiva del Yo: "esfuerzo de desalojo de
la consciencia" (Freud, 1896-1900) por medio de la cual el sujeto
rechaza el deseo con miramiento por lo moral y por la realidad y
se afana en mantenerlo en el inconsciente debido a que las
representaciones que lo figurabilizan, están ligadas a una
pulsión cuya descarga, no obstante que es útil para
la recuperación de un equilibrio fisiológico u
homeostático, resulta opuesta a las premisas de la cultura
y la civilización. Por tanto, la represión se
activa frente al conflicto interno. Sin embargo, coloca al ser
humano en una condición que solemos decir como: "Nadando
contra la corriente".

En el Diccionario de Psicoanálisis
de Laplanche y Pontalis (1983) se encuentra que "… una
pulsión cuya satisfacción, por definición,
engendra placer, llega a suscitar un displacer tal que
desencadena la operación de represión". Y
argumentan que ésta: "Puede considerarse como un proceso
psíquico universal, en cuanto se hallaría en el
origen de la constitución del inconsciente como dominio
separado del resto del psiquismo". Habría que hacer notar
que se habla de la "constitución del inconsciente
reprimido", con miramiento al menos, por la existencia del
inconsciente escindido, el cual es fundante. Freud empleó
en varias ocasiones (1894-1896-1900-1911-1915) indistintamente
los conceptos "represión" y "defensa", pero en 1926, a
partir de la segunda tópica, observa la represión
como una defensa del Yo. Esto quiere decir que la
represión, requiere de un considerable nivel de desarrollo
del "Aparato psíquico", al grado de que para entonces, ya
varios mecanismos han jugado su papel "fundante": estructuras
representacionales de estímulos internos y externos
percibidos a través del aparato
"Percepción-consciencia", que desde un principio
está al servicio de la satisfacción de necesidades,
valiéndose de todas las funciones fisiológicas:
incorporaciones y expulsiones. Desde ésta perspectiva, la
presencia de "Eros", la "pulsión de vida" estimula el
aparato de la cognición e inaugura lo
específicamente psíquico, a partir de los procesos
de introyección y proyección que preceden a la
escisión, como estrategia para poder manejarse
según las acepciones placenteras y displacenteras de la
experiencia propia de las "Relaciones tempranas de objeto"
(Klein, 1929-1935) El recurso de la escisión, demanda del
sujeto la utilización de ciertos conocimientos
ancestrales, como observara Fairbairn (1951-1962), del tipo
"Divide y reinaras", como una estrategia que le permitirá
empezar a organizar los primeros representacionales
psíquicos de las funciones fisiológicas
valiéndose, asimismo, de algunas de las formas compuestas
de mecanismos que giran al rededor de la identificación
primaria para la "indiferenciación" self-objeto, la cual
le protege de tomar una consciencia prematura de
separación. En adelante empleará las formas de
identificación introyectiva y proyectiva, para dar lugar a
la primera forma de relación y "comunicación" entre
la madre y el neonato (Klein, 1935) Otros mecanismos casi tan
tempranos como éstos, son la "idealización" del
objeto "bueno", que sirve al recién nacido para "sentir"
que predomina "cosa buena" en él y su interior (predominio
de libido) sobre la energía que inviste representaciones
de objeto "malo" y que induce sensaciones persecutorias y de
desintegración, (tanatos) amenazantes en sí mismas.
La pulsión de muerte contra-atacará por medio de la
envidia primaria apoyándose en la tendencia, presente en
todo lo orgánico, a regresar a lo inorgánico o
forma de equilibrio estático y en la fuerza del
temperamento. El recién nacido se verá requerido
para emplear los mecanismos de idealización y
negación que se pondrán al servicio del recurso
narcisista como defensa contra la envidia y la depresión,
a través de la "fantasía inconsciente". A su vez,
la "fantasía inconsciente" dispondrá de las
primeras formas de representación desarrolladas a partir
de los "registros neuronales", organizándose así
las "huellas mnémicas", base de las "representaciones
cosa" (Freud, 1895) Es posible encontrar coherencia a lo antes
dicho, desde la perspectiva de otro modelo: La teoría de
"La mente representacional", en la cual, representaciones de
"modelo único" y de "modelos múltiples" (Perner,
1988) nos, permiten, incluso, pensar mejor la propuesta kleiniana
de los objetos parciales y las formas maníacas de defensa:
el control y la negación omnipotentes de la realidad
interna y externa incluyendo al objeto (Klein, 1923-1925-1935)
así como la propuesta de separación
individuación de Margaret Mahler,
(1968-1972-1975-1977)

Con la propuesta freudiana de 1895: los
"registros neuronales" facultan al neonato para desarrollar
"huellas mnémicas" que sirven de base para avanzar hacia
el desarrollo de "representaciones cosa" y posteriormente,
"representaciones palabra", merced a la maduración y a que
el desarrollo, como observara Piaget, (1964), se autogenera. En
el trabajo "Proyecto de una psicología para
neurólogos", (1895-1950), Freud se les adelantó
casi cien años a la psicología cognitiva
(compárese con el trabajo "Comprender la mente
representacional" de Perner, 1988)

Entre ambos modelos se ubica no sólo
a Klein con su teoría de los "objetos parciales" (1926),
también "El psiquismo fetal de Rascovsky (1954-1959) y el
trabajo sobre psicosomática de Aulagnier (1975-1982) y su
concepto de "Pictogramas", los cuales, propone, son una especie
de "cuadros de registro" o figurabilizaciones respecto de las
funciones corporales y las partes del cuerpo en relación,
entre neonato y madre, como respuestas vegetativas asociadas a
funciones de atención, cuidado y alimentación,
así como ante ciertos estímulos o experiencias
tempranas frustrantes y dolientes, a partir de las cuales se
gestan núcleos potencialmente psicosomáticos,
según su teoría de la existencia de un "Proceso
originario" que supone precedente del "Proceso primario" de
Freud, (1895-1900-1905)

Y ante la necesidad del abordaje y la
reflexión clínica, de manera integral,
sistemática y metapsicológicamente, los trastornos,
según sus contenidos narcisistas y depresivos, y lo
complejo de las organizaciones fronterizas en particular, de
alguna manera, influido por Klein y el trabajo de Rascovsky, en
la actualidad, Hugo Bleichmar (2002), propone la existencia de
una forma de "Inconsciente originario", que permitiría
atenuar los conflictos que causa a muchos la teoría
kleiniana, y entender las perversiones y el funcionamiento fuera
de la economía de las represiones. Curiosamente, el
trabajo de Bleichmar, evoca la noción junguiana del
"Inconsciente colectivo" (Jung, 1912-1913) al presuponer una
"estructura", la cual, como Piaget observara en 1964,
funcionaría como "génesis" para todas las
demás estructuras y procesos presentes en la personalidad
y la conducta, misma que presupone continuidad tanto hacia el
pasado como hacia el futuro, tal como lo plantea el mismo Piaget
(1964) en "Génesis y estructura".

La noción de un inconsciente
colectivo, podría, de hecho, contener todas estas
hipótesis, y con cierta ventaja, puesto que concibe al ser
humano, dentro de una categoría más evolucionada,
quizás "superior", dentro del reino animal. Es decir, como
el "animal" más evolucionado.

En efecto, el ser humano posee un
equipamiento que es "estructura" para el "génesis" de
otras "estructuras" como los "esquemas de acción innatos"
que se permiten esbozar Piaget, (1964) y Spitz, (1965) Conceptos
que Békei, (1984) complementa e integra con las
teorías de Aulagnier para adoptar el concepto de
"Protosímbolos": información a partir de la cual se
pueden "construir" estructuras, preconscientes y conscientes,
cognoscitivas propiamente tales, que engloban el proceso de la
"Metarrepresentación" propuesto por Perner.

Por otro lado, hace ya algunos años
que los japoneses nos sorprendieron con sus
"filamento-cámara" que les permitió incursionar en
la cavidad intrauterina, y con las cuales captaron a ciertos
fetos succionándose el pulgar in útero. Se
pueden pensar cualquier cantidad de cosas con ese hecho. Por
ejemplo, ¿existirá erotismo oral dentro del
claustro materno? y ¿a qué tipo de "registros
neuronales" dará lugar esa forma de estimulación
autoinducida, incluso, si se quiere "azarosa"? De ser así,
¿cómo y qué es lo que hace que se preserve
ese registro y encause el desarrollo posterior? Si se puede dar
crédito de validez a esas preguntas, cerramos el paso a
los cuestionamientos contra la posibilidad de que existan
"registros" de la experiencia pre, peri, y postnatal sin poder
soslayar un significado potencialmente impresionante, porque a
partir de esas vivencias la información se organiza a una
velocidad vertiginosa: en cosa de horas o minutos, después
del parto, el neonato es capaz de emitir respuestas reproduciendo
estímulos como los gestos faciales -"mímica"- de
quien lo alimenta y atiende sistemáticamente, según
la propuesta de Hess & Blairy de la existencia de las
"neuronas espejo" ¿Conducta de imitación? (Hess
& Blairy, 2001; Blakemore & Decetey, 2001)

Como quiera que sea, le otorga una
importancia mayor al "aprendizaje vicario", de la que los mismos
conductistas le habían otorgado. Esa capacidad se puede
pensar mejor como inscrita en un inconsciente transgeneracional
y, como observa Bleichmar (2002), son "garantía" para los
procesos de identificación cuyos antecedentes más
tempranos, no obstante, y desde la clínica, se los debemos
a Klein, (1932)

La hipótesis de un inconsciente
similar, la propuso Jung (1912-1913) hace ya también cerca
de un siglo, desde su teoría del "Inconsciente colectivo".
El cual, por lo demás, no resulta contradictorio, sino
más bien complementario, como una especie de "puente" o
perspectiva de continuidad con las propuestas que veíamos
antes, y que pertenecen a varios autores y a diferentes modelos
teóricos.

Asimismo, recuerda y da soporte a conceptos
como el de "ánlage" de Spitz (1965) y a la forma como,
desde la respuesta "refleja" de succión, se desarrollan, a
decir de Piaget, "esquemas sensorio-perceptuales", y, enseguida
motrices, "esquemas de acción" (Piaget, 1964) al margen
del pensamiento consciente que empieza a
desarrollarse.

Piaget concibe la perspectiva del
desarrollo al servicio de la adaptación, a partir de la
dinámica entre "asimilaciones" y "acomodaciones".
Asimilación y acomodación involucran procesos
nacientes, primero de captación o percepción de la
información y su "organización" por
asociación, con la "experiencia fisiológica" de
"recuperación de equilibrios". Disparando, a
continuación, la "necesidad" de "acomodar" esa nueva
información, en relación con la "experiencia
interna" y, en breve, con la "experiencia externa", ante la cual
también el neonato tiene que "acomodarse" poco a poco,
porque lo externo, simplemente está dado. De tal manera
que merced a la dinámica de "descentramiento" que se
asocia a los límites con que topa cada "esquema de
acción" o su optimización, se renuevan los
"desequilibrios" y se estimulan nuevas acciones en busca de
satisfacción o gratificación, invistiéndose
la tendencia a la investigación en sí misma, como
al servicio del instinto de vida. O sea, preliminar al "impulso
epistemofílico" de Klein, (1935-1957)

En esa secuencia, todo parece muy bien
concertado para que, en conjunto, se observe que el proceso
está al servicio de la supervivencia mediante la
"adaptación", bio-fisiológica y psicológica.
(Piaget, 1964) Pero nada impide que se pueda pensar en intercalar
y complementar la secuencia con las propuestas del "Proyecto":
"Registros neuronales", "Huellas mnémicas",
"Representaciones cosa" y "Representaciones palabra" (Freud,
1895), etc.; "Evolución de la libido" (Freud, 1905),
organización creciente y sistemática de las
emociones, al abrigo de las "Relaciones tempranas de objeto"
(Klein, 1919-1920-1926-1935), con sus representaciones de
funciones y objetos parciales ("Pictogramas" de Aulagnier), etc.;
y los aportes de la psicología cognitiva
contemporánea sobre la memoria de Ruiz Vargas, (1994-1996)
o de la teoría de "La mente representacional" de Perner,
(1988/ 1994)

Partes: 1, 2, 3

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