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La inmigración haitiana hacia Banes. Presencia en la comunidad -La Gúira-



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Características y condiciones
    socio-históricas que favorecieron la
    inmigración haitiana hacia Banes
  3. Manifestaciones en
    la provincia
  4. Antecedentes en
    Banes
  5. La
    inmigración haitiana en la comunidad "La
    Güira"
  6. Manifestaciones
    religiosas. El Vodú
  7. El
    creole
  8. Cultura
    culinaria
  9. Farmacopea
  10. Danzas
  11. Bibliografía
  12. Anexos

Introducción

Sobre las cenizas del fuego mambí, en 1899
comenzó la recuperación de Banes, con el
establecimiento de la U.F.Co empresa monopolista que
sustituyó las antiguas plantaciones de banano por los
cañaverales. A partir de ese momento fomentaron con el
central Boston uno de los más importantes emporios
azucareros de la burguesía nororiental de Cuba.

La pobreza de recursos humanos existentes en la
localidad se convirtió rápidamente en un
obstáculo para sus actividades, lo que incidió en
que apelara a la importación de mano de obra
fundamentalmente de las antillas predominando los jamaicanos y
haitianos. Su presencia incidió en la vida de la
localidad, legándonos sus aportes en varios aspectos del
ámbito sociocultural.

Los procesos de integración al pueblo cubano de
los diferentes grupos de inmigrantes, asentados en nuestro
país a lo largo de la historia, y el aporte sociocultural
de los mismos a la conformación de lo cubano es un asunto
de gran actualidad.

Estos grupos de inmigrantes y sus descendientes
conformaron comunidades endógenas, debido a la hostilidad
del medio, por lo que el mantenimiento de sus costumbres y
tradiciones se convirtió en uno de sus rasgos distintivos,
que fueron imponiendo en su entorno social. Dentro de ella la
comunidad "La Güira" es representativa.

Características y condiciones
socio-históricas que favorecieron la
inmigración
haitiana hacia Banes

El pueblo cubano se conformó
históricamente como resultado de un proceso migratorio en
el cual predomina la herencia española, africana y
antillana. Cada uno de estos grupos poblacionales aportó
elementos que condujeron, a través de un largo proceso, a
la formación de la cultura nacional.

Con el arribo de Colón al Caribe se producen dos
hechos trascendentales, el inicio de lo que se llamaría el
nuevo mundo y se comienzan a gestar los vínculos
indohispánicos (…) A partir de entonces ocurre
también lo que pudiéramos llamar la primera
inmigración extranjera en el Caribe y de manera particular
en Cuba. [1]

Una parte importante del poblamiento histórico de
Cuba ha estado constituido por inmigrantes de la región
del Caribe. Desde el período colonial hasta nuestros
días los procesos inmigratorios provenientes del Caribe
insular (excepto Bahamas) han sido constantes y crecientes y han
influido en el perfilamiento demográfico y cultural de
determinadas regiones de Cuba, por la significación
socioeconómica de la mayor de las Antillas y su decisivo
lugar desde el punto de vista poblacional y territorial en toda
el área.

El inicio de las migraciones desde la isla vecina hacia
la mayor de las Antillas se remonta a más de dos siglos, a
finales del XVIII (1789 a 1805), provocado por la
Revolución de Haití. A Baracoa, Guantánamo y
Santiago de Cuba, extremo oriental de la isla, comienzan a
arribar en 1789 algunas familias franco-haitianas afectadas por
las revueltas esclavas en Haití, lo que crece
extraordinariamente a partir de 1791. La gran "diáspora
blanca de Haití" se provoca con la derrota definitiva de
los colonos contrarrevolucionarios en Cape Haitien (Cabo
Haitiano), en 1793, cuando unos 2 000 colonos blancos huyen hacia
los Estados Unidos y hacia las colonias españolas de Cuba
y de Santo Domingo. Dos años más tarde numerosas
familias francesas deciden huir hacia Cuba a partir de que
España cede a Francia la parte oriental de La
española mediante el Tratado de paz de Basilea. Otro
momento de este éxodo lo fue en 1798 cuando, derrotados,
los ingleses se vieron obligados a firmar la paz con Toussaint
Louverture y abandonar la isla. Ellos y los colonos que les
apoyaban salieron con destino a Jamaica, Nueva Orleáns y
Cuba.

Miles de mulatos seguidores de Rigaud se vieron
impelidos a salir junto con este al terminar la guerra civil en
1800, y viajar algunos hacia Cuba. Una nueva inmigración
hacia Cuba se origina cuando Napoleón Bonaparte
envía a su ejército a Haití y es derrotado
en 1803 por Jean Jacques Dessalines, lo que origina una nueva
emigración hacia Cuba.

Al proclamarse la república libre, el primero de
enero de 1804, colonos franceses cargaron con sus dotaciones de
esclavos y arribaron a Cuba por la región oriental, donde
se asentaron y desarrollaron su economía cafetalera y
cacaotera. Ya para 1805 había 30 000 haitianos en Cuba. Se
dice que en sólo 16 años (1789-1805) la ciudad de
Santiago de Cuba recibió 20 000 refugiados
franco-haitianos. Con los años, estos haitianos fueron
poblando otras regiones de la isla.

En el resto del siglo XIX el flujo de franco-haitianos
hacia Cuba descendió ostensiblemente, tanto por el
agotamiento del número de ellos en la nueva
república, como también por las prevenciones en la
colonia española para evitar una repetición de la
revolución haitiana entre los esclavos, negros y mulatos
libres, residentes en la isla. Aún así, los
franco-haitianos, sus esclavos negros y los mulatos llegados
participaron no solo en el desarrollo económico, cultural
y social de la isla, sino que también no pocos de ellos
tuvieron un lugar protagónico en las luchas por la
independencia de Cuba.

Rolando Álvarez y Marta Guzmán en su obra
Cuba en el Caribe y el Caribe en Cuba, señalan cuatro
etapas de la historia del Caribe a la cual corresponde un
patrón migratorio específico.

  • 1. La etapa de la esclavitud, que se
    caracteriza por la importación forzada de la
    población africana.

  • 2. La etapa de emancipación, que
    implicó la huída de las plantaciones hacia
    otros territorios fuera o dentro de la
    región.

  • 3. La etapa de desarrollo de nuevas fronteras y
    de emigración hacia zonas de expansión de las
    plantaciones de caña de azúcar y de
    construcción de infraestructura.

  • 4. La que sigue a la Segunda Guerra Mundial,
    que ha sido denominada la etapa de éxodo y se
    caracteriza por el incremento importante de la
    emigración hacia los países
    desarrollados.

El caso estudiado se enmarca en la tercera etapa del
fenómeno migratorio. "El caribe insular (…)
presenta un factor determinante en cuanto a su historia, o lo que
es igual, en cuanto al ciclo de desarrollo y crisis de la
industria azucarera y su principal corolario: las formas de
provisión de mano de obra".[2]

La nueva correlación de fuerzas que se establece
en el Caribe con la pérdida de importantes colonias de
España al culminar la guerra hispano- cubano-
norteamericana en 1898, es decir con el traspaso de Cuba y Puerto
Rico al dominio de los Estados Unidos, propició un cambio
conceptual en el tipo de inmigración intercaribeña.
En esto tendrían un peso específico los cientos de
miles de braceros cortadores de caña procedentes de
Haití, Jamaica, Puerto Rico, República Dominicana,
así como de las Antillas Menores.

El auge de la industria azucarera que acontece en Cuba
como consecuencia de la inyección de capitales dado por el
impulso de la U.F.Co abrieron las puertas a un gran movimiento
migratorio procedente del caribe. Oriente sería el
territorio que mayor número de caribeños
recibió. Proceso que se inició después de la
Revolución haitiana y en las primeras décadas del
siglo XX como se plantea anteriormente arribaron a Cuba, decenas
de miles de braceros.

Se debe tener presente que entre la Punta de
Maisí, en el extremo oriental de Cuba y el Cabo de San
Nicolás en Haití, solo existen 87 Km. Su
cercanía hace posible que en días claros se puedan
divisar las montañas de dicho punto
geográfico.

El despoblamiento de numerosos territorios cubanos como
una de las consecuencias de la guerra de 1895, contra el
colonialismo español y los proyectos inmediatos para la
construcción de poderosos centrales azucareros,
líneas férreas y por tanto la necesidad de mano de
obra suficiente, demandó la migración internacional
y la introducción de fuerza de trabajo barata y productiva
procedente de las antillas vecinas.

A partir del decenio de 1910 -1920 se
introduciría masivamente en Cuba, una fuerza de trabajo
llegada de las cercanías, fundamentalmente haitiana y
jamaicana anárquica y fuera de control absoluto por parte
del estado.

A partir del Decreto Ley No 23, del 10 de enero de 1913,
se legalizaron las múltiples entradas al país de
decenas de miles de braceros antillanos que anteriormente
hacían las compañías estaunidenses a
través de sus propios barcos y puertos.

Junto a esto vendría uno de los problemas
más complicados para cualquier grupo migratorio: el riesgo
de poder insertarse o no en el país receptor. El
inmigrante se halló, en su inmensa mayoría, por
primera vez, frente a un paisaje cultural desconocido hasta
entonces; el conjunto formado por el ingenio o central azucarero,
el batey y su territorio cultivado, pero también las
diferencias idiomáticas. [3]

Desde un principio existieron asentamientos en la
provincia de Oriente: en Banes, Puerto Padre, Antilla, Nicaro,
Campechuela y Guatemala, aunque se localizaban fundamentalmente
en la provincia de Camagüey.

(…) el año más representativo de
inmigrantes por nacionalidades fue 1920: 35 971 haitianos, 27 088
jamaicanos y 153 dominicanos respectivamente.

En 1912 se reportó la entrada de 7 878 ciudadanos
de antillas menores y en 1916, 1 297 puertorriqueños de
acuerdo con las estadísticas oficiales, entre 1906 y 1931
entraron a Cuba 337 875 braceros antillanos. Esta cantidad se
descompone en: 190 255 haitianos, 121 520 jamaicanos, 12 733
puertorriqueños, 10 601 antillanos no mencionados y 2 766
dominicanos.[4]

Si se tiene en cuenta la entrada por vía
clandestina, desarrollada en los momentos en que la
inmigración estaba prohibida, la cifra será muy
superior.

En este sentido, también se pueden observar
tendencias macrorregionales en el poblamiento caribeño
insular de Cuba que propiciaron determinadas manifestaciones
culturales locales con independencia de las migraciones internas
de tipo económicas. Ha sido y es precisamente el
área oriental la que posee el mayor crecimiento de esta
población, tal como se aprecia en la Tabla 1. (Ver anexo
1)

Parte de la población antillana del área
oriental hacía alternativamente las zafras azucarera y
cafetalera. Al finalizar la primera, miles de trabajadores
acudían durante el desaparecido «tiempo
muerto» a realizar la cosecha de café en el
área montañosa de las actuales provincias Granma,
Holguín, Santiago de Cuba y Guantánamo.
Según narran los propios protagonistas, solo los
más viejos y los niños quedaban en los bateyes de
las colonias cañeras; todo el que podía trataba de
sobrevivir en el contexto del desempleo
crónico.

Por otra parte, a diferencia de las corrientes de
asentamiento seguidas históricamente por el poblamiento
hispánico, africano y chino hacia el área
centro-occidental, de acuerdo con los niveles de desarrollo
económico y social alcanzados durante la etapa colonial e
incluso durante la primera mitad del siglo XX, el poblamiento del
Caribe insular tendió a concentrarse más en la
antigua provincia de Oriente, en el área bañada por
el Mar Caribe y cercana a sus lugares de procedencia, tal como se
aprecia en la Tabla 2.(Ver anexo 2)

Todo este proceso inmigratorio antillano, con
independencia de la histórica entrada clandestina, estuvo
regulado por las leyes de los diferentes gobiernos. Casi al
finalizar la primera intervención norteamericana, el
General Leonard Wood promulgó la Orden Militar 155 de 15
de mayo de 1902 que regulaba la inmigración para evitar
que entraran braceros que ofrecieran mano de obra barata y
proteger así a la industria azucarera norteamericana. En
el gobierno de Tomás Estrada Palma se realizó una
Ley de 11 de julio de 1906 que autorizaba la entrada al
país de familias dispuestas a labores agrícolas,
así como braceros de determinados países de Europa,
con el fin de asentarse en Cuba; pero el 20 de agosto del propio
año, el nuevo presidente José Miguel Gómez
promulgó el Decreto 743 que constituyó el
Reglamento para la ejecución de la Ley de
Inmigración, Colonización y Trabajo, el que
permitió autorizar a diversas empresas y productores
particulares a introducir en Cuba múltiples «colonos
inmigrantes». No obstante, el 80 % del crédito
otorgado para aplicar esta ley estuvo dedicado a fomentar la
inmigración de familias de Europa e Islas Canarias; y el
20 % restante a favorecer la inmigración de braceros de
Suecia, Noruega, Dinamarca y el Norte de Italia.

En 1913 la subsidiaria Nipe Bay Company que operaba en
el central Preston obtuvo el primer permiso concedido por el
estado cubano mediante el Decreto No 23, para traer a los campos
de la zona de Nipe mil trabajadores antillanos.

Presionado el gobierno neocolonial por las grandes
compañías azucareras norteamericanas que
necesitaban mano de obra barata y abundante, el presidente Mario
García Menocal promulgó una nueva Ley el 3 de
agosto de 1917 que facilitaba la inmigración masiva de
antillanos.

Posteriormente, al anunciarse que todo aquel bracero
desocupado sería repatriado o desembarcado a tenor de los
decretos 1404 del 20 de julio de 1921, y 1 500, de agosto y 1 728
del mismo año, no se eliminó sino se
complicó, la situación que se presentaba en
diferentes pueblos y ciudades de las provincias de Camagüey
y Oriente.

El bracero haitiano continuaría trabajando cuando
encontraba donde, entre 12 y 16 horas diarias, extorsionado por
el guardia rural, explotado por los contratistas y por los
dueños de los comercios en los ingenios azucareros. El
haitiano no cambiaría su alimentación cotidiana
para esos tiempos, el plato de harina con boniato y el agua con
azúcar, Era como se decía entonces, matar el
hambre. [5]

Sectores de la burguesía los consideraban una
amenaza para la estabilidad del país y de la
población laboral, a pesar de ello continuaron entrando
braceros de manera ilegal, tomando tal fuerza que se hizo
necesario legalizarlo nuevamente. Todo ello obligó a los
gobiernos de turno, como apoyo «legal» a la
consumación de los hechos, a dictar entre 1922 y 1929
cincuenta y tres decretos que autorizaban la entrada de braceros
del Caribe insular principalmente.

La situación de explotación
continuó y se acrecentó posteriormente hasta
niveles insoportables durante la crisis económica y social
de los años 30. Las condiciones de vida y de trabajo de
los braceros antillanos eran cada vez peores y el desempleo iba
en aumento. Las barracas o barracones tipo nave, que
habían desaparecido en la parte centro-occidental de la
Isla desde antes del cese de la esclavitud, volvieron a resurgir
en la parte oriental de Cuba con el nuevo tráfico
humano.

El país monoproductor y con una economía
dependiente, se desajustó quedando en ruinas la
burguesía cubana y española definitivamente
aplastada por la penetración de Estados Unidos.

Para los inmigrantes Cuba se convirtió en una
gran trampa, sobre todo para quienes deseaban repatriarse. Los
jamaicanos con cuentas bancarias perdieron sus ahorros. Los
haitianos se sumergían en la más profunda miseria.
Ambos carecían del importe económico para regresar
a sus patrias, deambulaban, buscando un sustento diario de manera
individual o familiar.

El 19 de julio de 1933 aparece otro decreto de
repatriación obligatoria de braceros antillanos
fundamentalmente haitianos. En junio de 1934 se conocía
que unos 8000 haitianos habían abandonado el país
definitivamente, siendo el método de expulsión de
la manera más cruenta y el proceso largo y lleno de
incertidumbre. "En el orden cuantitativo la inmigración
antillana que se produce en Cuba entre 1902 y 1930 va a estar
dominada por haitianos y jamaicanos (…) la haitiana
ascendió a 190 255 y la jamaicana a 121
520".[6] Un dato interesante es que el 90% de la
inmigración haitiana y jamaicana entre 1912 y 1929,
fluctuaba entre los catorce y cuarenta y cinco años de
edad, es decir, en edad laboral.

A pesar de, la salida de varios miles de braceros para
sus islas de origen, la mayor parte se quedó en Cuba y al
llegar a la ancianidad, si no podían tener
protección de la comunidad donde residían, se
convertían en indigentes que merodeaban las ciudades y las
inmediaciones de los centrales azucareros. Según
estadísticas esta migración de los primeros 30
años del siglo XX nunca volvió a
repetirse.

La mayoría de los antillanos que se asentaron en
Cuba lo hicieron en condiciones estrictamente asociadas con su
actividad económica fundamental. Si los jamaicanos se
ubicaban principalmente en los bateyes de los centrales
azucareros por su vinculación con el proceso industrial y
los servicios de las compañías norteamericanas, los
haitianos construían sus viviendas en las colonias
cañeras, debido a que el corte de caña era su
principal medio de vida.

Tanto en uno como en otros lugares los inmigrantes
reprodujeron sus tradiciones culturales. Los jamaicanos
realizaban sus fiestas, especialmente la del 1 de agosto, con sus
bailes de cintas y jugaban al críquet. Los haitianos
continuaron la práctica de sus creencias
mágico-religiosas y durante la semana santa realizaron el
Bande rara con todo el complejo proceso de preparación y
ejecución de esta festividad que atrae cada año a
cientos de personas de los lugares vecinos. Unos y otros legaron
a sus descendientes nacidos en Cuba, no solo el patrimonio de sus
abuelos, sino la presencia del biculturalismo y el
bilingüismo propios de estos inmigrantes no hispanohablantes
que conviven con el resto de la población donde trabajan y
se reproducen biológica y socialmente.

Manifestaciones en la
provincia

La penetración del capital norteamericano en
parte del territorio trajo aparejado a inicios del siglo XX otro
proceso migratorio, esta vez del caribe anglófono y
francófono. Esa fuerte inmigración de las islas
caribeñas vino a enriquecer al mosaico cultural de la
zona. Sus áreas de asentamiento estarían
fundamentalmente en los actuales municipios de Banes,
Mayarí, Cueto, Báguano y Urbano Noris. Si bien por
ser negros y pobres era para algunos una inmigración
socialmente indeseable y fueron terriblemente discriminados,
sobre todo los haitianos, su fuerte cultura en interacción
con la cubana ha ido enriqueciendo el "ajiaco" cultural de la
provincia fundamentalmente a partir del triunfo revolucionario y
la creciente pérdida de prejuicios.

Música, danza, comidas, bebidas se integran en
igualdad de condiciones a la cultura tradicional del habitante de
nuestro territorio. El repertorio artístico, tanto de
grupos aficionados como profesionales, se ha ampliado. Nadie se
asombra de ver bailar gagá, vodú, ibó, o la
tumba francesa (procedente de la oleada haitiana anterior,
después de la revolución de los esclavos en
Haití) o de oír cantar en creole a cubanos
descendientes de haitianos de tercera o cuarta generación.
Y son las instituciones públicas estatales las que
promueven estas manifestaciones culturales.

Las inmigraciones al territorio holguinero han permitido
la conformación de una cultura popular tradicional rica en
variedad y matices. En ella se han fundido raíces diversas
y conviven en armonía el domplín con la fabada y el
kippe; el tiféi con el Ron Bariay, el riseñé
con el mambo; el son con el gagá; las brujas con el
jigüe, tal como decía Guillén en uno de sus
poemas: "todo mezclado, todo
mezclado.[7]

Antecedentes en
Banes

En la segunda mitad del siglo XIX y desde antes los
colonos que habían venido de Haití, Santo Domingo y
hasta de la propia Francia expandieron sus dominios por toda la
zona oriental, es así como en las postrimerías de
1885 – 1887 llegan a la parte norte del Oriente cubano hasta un
lugar conocido por La Ensenada los hermanos Dumois Gessé,
quienes habían recorrido Francia, Estados Unidos, La
Española, Santiago de Cuba, Baracoa y otros lugares,
quienes en sus tiempos fueron reconocidos como los Reyes del
Banano.

El poderío económico de los Dumois se
incrementa rápidamente, a mediados de la década de
noventa los Dumois habían logrado ocupar uno de los
primeros lugares entre los importadores independientes en el
mercado bananero estadounidense, sin embargo una nube negra
venía gestándose, dos acontecimientos que
influirían negativamente en la compañía, el
primero fue la Guerra de independencia de 1895-1898, el segundo
la fusión de dos consorcios importantes de la misma rama y
que eran propiedad norteamericana, La Tropical Trading Co, que
agrupaba varias empresas bajo el control de Minar C Keith, la
cual importaba banano procedente de Centroamérica,
Colombia y controlaba el mercado Sur de los Estados Unidos y la
Boston Fruit Co.(unión de los intereses de varias firmas
en 1885, entre ellas Baker y Preston) que se estableció en
Jamaica y otras áreas del Caribe y que controlaba el
mercado de aquel país.

Al estallar la guerra de independencia, los Dumois
lograron mantener su negocio a flote, mediante tratos con las dos
fuerzas en conflicto. Sin embargo, en 1896, al cursar
Máximo Gómez órdenes estrictas de destruir
todas aquellas propiedades que pudiera constituir una fuente de
recursos para el colonialismo español, los Dumois tuvieron
que interrumpir bruscamente sus operaciones. En agosto de 1896,
fuerzas al mando de Mariano Torres, ocuparon e incendiaron el
poblado de Banes destruyendo las plantaciones. Los Dumois y otras
familias acaudaladas huyen a los Estados Unidos Hasta la
conclusión de la guerra.

Con la plantación de Banes destruida y
abandonada, la empresa de los Dumois perdía su principal y
casi única fuente de suministro, quedando muy comprometida
su situación en el mundo de los negocios. Para este
período comienza la venta de tierra de la Banes Fruit
Company. Esta coyuntura fue aprovechada por la Boston Fruit
Company y en 1897, compró un 6% de las acciones de la
Banes Fruit Company y un 20% de los stocks de la Samá y la
Dumois.[8]

Regresaron los Dumois en 1899 no como dueños sino
trabajando a nombre de la Boston Fruit Co., que aprovechando la
crítica situación en que habían quedado las
propiedades de los Dumois fueron comprándolas en medio de
la intervención norteamericana (1898 -1902), este proceso
se extiende hasta los primeros años del siglo
XX.

Al iniciar la U.F.Co sus operaciones en Cuba, las
regiones donde instaló sus negocios, se encontraban
aún muy escasamente pobladas, En el censo de 1899
Bañes "apenas llegaba a 9 habitantes por km2 (…) la
densidad de población se situaba por debajo de la media
nacional que era de 14,18 habitantes por
km2"[9]

Aunque la United Fruit reanudó los negocios
bananeros en Banes, rehabilitando algunas plantaciones, el centro
de la atención de la Compañía en Cuba, se
desplazó hacia otro renglón productivo: el
azúcar. Utilizando diversos mecanismos se apoderó
del 67% del territorio, rápidamente enfrentó la
escasez de fuerza de trabajo que se convertiría en un
obstáculo para sus actividades lo cual no podía
solucionar a nivel local. Complicándose tal
situación a partir de 1905 por el aumento de la capacidad
productiva del Boston cuya producción se duplicó
pasando de 26 000 t a 42 000 t y 1913 la subsidiaria Nipe Bay
Company, que operaba en el central Preston, obtuvo el
también el surgimiento de nuevos centros de trabajo que
competían con la utilización de la población
activa en la región entre ellos: la empresa Frutera de
Samá, el central Preston y el Puerto de Antilla. La
recuperación económica del país agravaba
más la situación pues la demanda de fuerza de
trabajo de otras regiones eliminaba las posibilidades de
solución por vía de la emigración
interna.

Los requerimientos de personal para la
construcción del central, así como el amplio plan
de construcción de vías férreas, la cosecha
cañera llevaron a la compañía a explorar la
posibilidad de importar fuerza de trabajo de algunos
países donde esta resultara abundante y barata,
determinaron una oleada de inmigración antillana, en la
que predominaron los jamaicanos y los haitianos, el primer grupo
arribó en 1900, manteniéndose en lo sucesivo su
entrada, mayoritariamente de forma ilegal, para ir cubriendo sus
necesidades laborales. Pero esto se vería frenado por la
legislación existente.

Ante estos obstáculos la compañía
comenzó a gestionar con el presidente Estrada Palma, la
derogación de las cláusulas que prohibían la
entrada de braceros, el 11 de junio de 1906 el presidente se
rendía al asedio de la U.F.Co., de la Liga agraria y otras
empresas azucareras dictando una ley que autorizaba la entrada al
país de familias que vinieran dispuestas a dedicarse a
faenas agrícolas. El artículo 2 establecía
en unas de sus partes que también podrían
desembarcarse directamente en cualquier otro puerto habilitado de
la República.

En 1910, el presidente José Miguel Gómez
promulgó el decreto número 743, del 20 de agosto,
que permitió la introducción de los llamados
colonos inmigrantes para trabajos agrícolas.

En primer permiso concedido por el estado cubano
mediante el decreto número 23, para traer a los campos de
la zona de Nipe mil trabajadores antillanos.

El 3 de agosto de 1917 se aprobó una ley mediante
la cual las empresas e individuos recibían
autorización para introducir braceros antillanos en Cuba,
con la única condición de que no se convirtieran en
una carga pública y fueran reembarcados a su debido
tiempo.

Los braceros antillanos constituían en más
de un sentido la solución óptima para las
necesidades de mano de obra de la compañía. Se
trataba de una fuerza laboral barata, altamente productiva y de
fácil manejo, pudiéndose enviar a su país
durante el tiempo muerto lo que liberaba a la U.F.Co, de un
posible descontento dentro de su propiedad en ese
período.

Manifestaciones de la presencia haitiana en
la región de Banes

Después de los Estados Unidos, Haití fue
el segundo país que alcanzó la independencia en el
continente americano. Lamentablemente esos primeros pasos
marcaron su posterior desarrollo, pues los años de guerra
incidieron en la destrucción del sistema de plantaciones
y, la reorganización de la agricultura sobre la base de la
pequeña producción no permitía la existencia
de un excedente que favoreciera el proceso de importación
y acumulación de capitales. Todo ello hizo más
aguda la situación económica de ese país.
Unido a que a principios del siglo XX se fue dando una sorda
confrontación: por una parte, aquellas fuerzas
obscurantistas y oligárquicas, beneficiarias del poder
político y del orden imperante desde una centuria
atrás; por la otra, los sectores progresistas de una
burguesía o de una pequeña burguesía, en
pugna contra el sistema vigente, vislumbraban la
realización de sus sueños utilitarista o
patrióticos de una sociedad en proceso
civilizatorio.

El bajo nivel de vida de la población y la
inestabilidad política fueron factores que incidieron – y
hoy continúan incidiendo – en que el haitiano busque la
solución a sus problemas en la
emigración.

Esta situación fue aprovechada por la United
Fruit Company para buscar allí mano de obra abundante y
barata, altamente productiva y de fácil manejo;
además la contratación del bracero no
entrañaba un vínculo estable, pues podían
ser enviados a su país de origen durante el tiempo
muerto.

El movimiento de braceros haitianos – a diferencias de
los jamaicanos, que sí crearon comunidades – se
convirtió en una migración "golondrina", pues la
mayor parte de ellos venía cada año, trabajaba en
la zafra y luego eran reembarcados. "En agosto de 1921, el
administrador de la United Fruit Company, le informaba al
gobernador de Santiago de Cuba, que para esa zafra habían
traído 3 060 haitianos, los cuales serían
reembarcados al concluir la misma".[10]

Durante toda la década del 20 la United Fruit
Company reembarcó, conjuntamente con los braceros
extraídos en esos años, ciertas cantidades de
haitianos entrados en el período anterior, cuya
permanencia dentro de sus propiedades se hacía innecesaria
ante las facilidades que el gobierno estaba otorgando a este tipo
de inmigración. Además el decreto Nº 1404, de
20 de julio de 1921, le daba la posibilidad a la
Compañía de reembarcar a los braceros contratados
al amparo de la Ley de Inmigración de 1917, por constituir
en esos momentos una carga pública.

En las nóminas anuales de la United Fruit Company
se repite un gran número de inmigrantes que no
residían de forma permanente en el territorio, lo que
demuestra que su contratación era anual, para la zafra, y
luego los regresaban a su tierra natal. "Para la zafra de 1927,
el 74.7 % de los haitianos contratados por esta
compañía habían estado en Banes, al menos,
una vez". [11]

El proceso de establecimiento permanente de los
inmigrantes haitianos en Banes se inició a partir de 1916.
En ello pudo influir la ocupación norteamericana a
Haití y todas sus consecuencias. Para la economía
haitiana la ocupación fue un latigazo (…) "La
situación del país es tan terrible que los
haitianos emigran y muchos de ellos perecen atravesando el mar
Caribe sobre embarcaciones de fortuna tratando de encontrar algo
mejor"[12] . Situación que los obliga a
emigrar y emplearse por salarios muy bajos.

Al amparo de la Ley del 3 de agosto de 1917 se
incremento brutalmente el tráfico de braceros, a partir de
esos momentos la configuración de los braceros contratados
por la United se modifica predominando entre ellos los
trabajadores haitianos.

Bajo la nueva legislación, la U.F.Co
confeccionó todo un plan orientado al reclutamiento
sistemático de fuerza de trabajo haitiana para la zafra de
1918. La carta fechada el 30 de octubre de 1917 a la oficina de
Boston así lo demuestra.

(…) Enviar a Mr. Kuns directamente a
Haití, tan pronto como reciba su pasaporte para que
evalúe la situación y contrate los hombres que
necesitamos para ambos lugares…En este sentido nos
gustaría saber si de ser necesario la
Compañía resolvería para que una empresa
pequeña de vapores arriben a un puerto que
señalamos en Haití, con el propósito de
traer a Nipe tantos trabajadores como el barco pueda alojar de
acuerdo a las leyes de Haití, y que nosotros estimamos en
proporción de un hombre por cada tonelada
neta.[13]

No obstante, este no fue un proceso numeroso;
según los reportes anuales de la United, entre 1916 y 1930
solo se radicaron de forma permanente 11 haitianos, cifra
ínfima en comparación con la cantidad de antillanos
que se quedaban cada año en Banes.

Tabla Nº 1.-. Cantidad de haitianos con respecto al
total de antillanos radicados en Banes (1916 – 1930)

Año

Cantidad

Antillanos

Cantidad

Haitianos

1916

31

1

1917

19

2

1918

23

1

1919

61

1920

116

2

1921

34

2

1922

13

1923

13

1

1924

29

1

1925

15

1

1926

13

1927

7

1928

6

1929

4

1

1930

1

Total

385

11

(Tabla elaborada con datos tomados de los
reportes anuales de la United Fruit Company.)

Llama la atención que en los controles de la
Compañía – que eran bastante acertados y eficientes
– se plantea el establecimiento de 11 haitianos, sin embargo las
fuentes orales y la evidencia de descendientes manifiesta muchos
más.

Todo parece indicar que la fuerza de trabajo que
venía utilizando la United durante estos años se
componía de braceros de introducción no legal, al
respecto en el libro de la U.F.Co se plantea que aunque por las
bahías de Banes y Nipe no se introducían
trabajadores clandestinos si se hacía en el litoral entre
Guantánamo y Baracoa, lo cual explica por qué la
United enviaba sus reclutadores a Guantánamo, puesto en
evidencia en comunicación de Harty administrador de la
U.F.Co a Andrew Preston.

Hemos enviado hacia Guantánamo a nuestros
agentes, para que obtengan tantos hombres como puedan, y estoy
enviando al Sr. Hillary a Santiago, para que vea al cónsul
de Haití y en general a quien encuentre en Santiago y que
pueda obtenernos trabajadores y nos asegure que en cualquier
época acudan aquí.[14]

Además en las declaraciones juradas realizadas a
los efectos de la Ley y Reglamento sobre la
Nacionalización del Trabajo se tomó como muestra el
Departamento de Ingenio, en el cual laboraba un gran
número de inmigrantes de diferentes nacionalidades, entre
ellos 24 haitianos.

A partir de la puesta en vigor de esta Ley muchos
inmigrantes decidieron optar por la ciudadanía cubana, en
ese caso solo se encontraron 13 haitianos.

Situación social

Estos inmigrantes fueron víctimas de una horrible
discriminación y explotación yanqui: como obreros,
como negros y como extranjeros. El salario de los braceros en la
práctica era menor que lo estipulado. Los haitianos
desconocían el idioma y era por lo general analfabeto, lo
cual lo hacía extremadamente vulnerable a todo tipo de
engaño. La Compañía hacía pagos
globales al contratista por el volumen de caña que su
chucho entregaba semanalmente, quedando este encargado de
realizar los pagos individuales a los braceros según las
tareas realizadas por estos. El contratista nunca le pagaba la
cantidad de dinero correspondiente a su trabajo, el bracero no
podía llevar el control del pesaje de sus cañas, ni
calcular la suma de dinero que correspondía al total del
trabajo que realizaba en la semana por su condición de
extranjero eran víctimas fácilmente de los
guardajurados y demás funcionarios de la
empresa.

El sistema consular haitiano estaba profundamente
corrompido y en raras ocasiones intervenían ante los
maltratos de algún bracero, lo hacían más
bien con una manifiesta intención de chantaje, que
animados por el deseo de cumplir correctamente con sus
obligaciones.

Eran víctimas de perjuicios fomentados por el
sentimiento racista de la burguesía cubana que los
inculcaba y difundía a través de los órganos
de prensa situación que se agravó a fines de 1920
con la caída de los precios del azúcar y la crisis
económica transitoria que se produjo en Cuba,
período durante el cual se hizo más intenso el
rechazo del pueblo cubano a esa inmigración de braceros.
Desde 1915, en Banes el Periódico "EL Pueblo", cuestionaba
– en primera plana – el empleo de esta fuerza de trabajo. Sus
artículos eran encabezados con títulos como: .-
Inmigración perniciosa, .- El peligro negro, .- Ley de
inmigración tiene que ser más severa, .- El
problema de la inmigración. Con solo leer el titular, se
podía tener una idea del marcado carácter
discriminatorio del contenido de los artículos – de un
diario que representaba los intereses de la burguesía
banense.

Ellos se oponían a esta inmigración, no
porque afectara a las masas proletarias y se convirtiera en un
instrumento estabilizador de los salarios frente al creciente
encarecimiento de la vida de los trabajadores nativos, sino
porque estaban en contra de la importación de personal
negro, por considerarlo razas inferiores, lo que demuestra que
los haitianos fueron víctimas de los prejuicios raciales,
alentados por la prensa burguesa, que consideraba que eran
hostiles a la adaptación porque hablaban distinto idioma y
eran distintos sus usos.

Los haitianos ahorraban hasta el último centavo
para poder regresar a su país con algo de dinero; Aunque
trataba de regular sus gastos necesarios, se veía obligado
a consumir los productos solo en la red de fondas y tiendas que
la United Fruit Company tenía en las zonas donde estaban
ubicados los barracones, o sea, que estos inmigrantes como mismo
no eran trabajadores "libres", tampoco eran consumidores
"libres". Ese sistema de tiendas que la Compañía
tenía creado, en las plantaciones, favorecía la
recuperación del dinero invertido en el salario de los
inmigrantes, puesto que los braceros se veían obligados a
consumir para cubrir sus más elementales necesidades de
subsistencia; también les cobraba por el alojamiento – que
no era más que un barracón -, y le descontaba una
parte del salario para la atención
médica.

El periódico El Pueblo,
refería en sus páginas:

Los haitianos durante su permanencia en Cuba se
alimentan de frijoles y boniatos sembrados en las carreteras por
las empresas y por tanto apenas gastan nada y cuando tienen que
emplear algún dinero se ven obligados a comprar en las
tiendas del barracón del latifundio azucarero,
barracón que vende de todo y no paga las contribuciones
correspondientes.[15]

Estos criterios fueron conformando una imagen de los
haitianos que contribuía a aislarlos mucho más de
lo que podían hacerlo las diferencias culturales e
idiomáticas.

Asentamiento

Su entrada respondía a la necesidad de fuerza de
trabajo, razón por la cual el mayor número de
inmigrantes esta entre 1913-1921, aunque por fuentes consultadas
desde 1900 se produce la entrada de haitianos a Banes.

Partes: 1, 2

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