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Modos de produccion (página 2)



Partes: 1, 2

Tras la crisis de 1973 los países del Tercer
Mundo se industrializan gracias a la política de
desconcentración productiva de las grandes
multinacionales; que buscan en los países y los
trabajadores del Tercer Mundo condiciones más ventajosas:
para las empresas, de contratación de la fuerza de
trabajo, impuestos, etc. Esto implica la total
desarticulación de la economía tradicional, ya que
las nuevas industrias atraen a parte de la población
activa y la convierte en proletariado industrial, ajeno y
desvinculado de la economía tradicional del
país.

Otra, es el intercambio desigual de las
mercancías. Ellos producen materias primas y compran
productos elaborados de alto valor añadido. Esta
situación está cambiando con la nueva
industrialización de los países del Tercer Mundo,
aunque no son ellos quienes se llevan los beneficios.

Según esto, existen unas características
tópicas de lo que es un país subdesarrollado:
insuficiencia alimentaria,déficit social,
analfabetismo, recursos desatendidos o derrochados, elevado
porcentaje de agricultores, escasez de clase media consumista,
incompetencia industrial, hipertrofia del sector terciario, bajo
PIB, desempleo, subempleo y trabajo infantil,
subordinación económica, desigualdades sociales
internas acusadas, crecimiento demográfico, persistencia
de la miseria, etc. Todas estas características son
valoradas comparativamente con los países desarrollados.
Pero esta concepción de lo que es un país
subdesarrollado ha quedado desfasada, ya que se han desarrollado
unos procesos de industrialización, alfabetización,
caída del crecimiento demográfico de la
población, y de descenso de la producción y la
productividad agrícola, que hacen temblar estos
criterios.

En realidad, estas características de los
países subdesarrollados son los efectos que una
economía subdesarrollada produce en una
población, no las causas. Son fruto de la desigualdad
intrínseca que introduce el sistema capitalista, que
tiende a acumular capital en unos países
detrayéndolos de otros.

Si analizamos atentamente las sociedades de los
países capitalistas podemos encontrar grupos de
población que tienen las mismas características que
las de los países subdesarrollados, es el llamado cuarto
mundo, la única diferencia es que en los países del
Tercer Mundo esta población adquiere el carácter de
endémica, ya que están alejados del centro
capitalista, y que tienen unos canales de distribución de
la riqueza malos y escasos.

Principales países subdesarrollados

Los principales países subdesarrollados se hallan
localizados en su gran mayoría en África, como
Chad, Eritrea, Etiopía, Mauritania, Mali, Níger,
Sudán, Somalia, Senegal, Gambia, Guinea Bissau, Guinea
Conakry, Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, Burkina Faso,
Ghana, Togo, Benín, Nigeria, Camerún,
República Centroafricana, Congo,
República Democrática del Congo, Uganda, Kenia,
Ruanda, Burundi, Tanzania, Malawi, Zambia, Angola, Zimbabue,
Mozambique y Madagascar.

También lo hay en otros continentes. En
América Central destacan Belice, Guatemala, Honduras, El
Salvador, Nicaragua, Jamaica, Haití y República
Dominicana; en Sudamérica, Bolivia, Paraguay y las
Guayanas; en Asia, Irak, Kazajistán, Kirguistán,
Uzbekistán, Turkmenistán, Afganistán,
Pakistán, India, Nepal, Mongolia, China, Bangladesh,
Bhután, Myanmar (antigua Birmania), Laos, Vietnam,
Indonesia, Corea del Norte; así como en Oceanía,
Papúa Nueva Guinea e Islas Salomón; entre algunos
otros países.

Tras la crisis de 1929 aumentan las rentas familiares,
ya que la forma de salir de la crisis se hace aumentando el
gasto, tanto público como privado. El aumento del gasto
hace crecer el mercado y el consumo de bienes, los cuales se
diversifican cada vez más y son más numerosos. Los
productos deben aparecer y desaparecer rápidamente del
mercado, y ser perecederos. El consumo es el factor fundamental
de crecimiento.

También se desarrollan espectacularmente las
actividades de servicios. Es la forma que tiene el sistema
capitalista de repartir las rentas, y que la mayoría la
población no se dedique a la producción de
artículos.

El transporte individual, la información, la
comunicación y el ocio consumista son las señas de
identidad de esta etapa.

El gran impulsor de este tipo de economía de
consumo de masas es la clase media, con rentas que les permiten
adquirir bienes, pero no acumular capital.

El Estado tiende a cubrir muchas necesidades que poco a
poco se van haciendo básicas, como la educación o
la salud. Es lo que se conoce como Estado del
bienestar.

Esto implica un cambio en el concepto de pobreza, que ya
no se mide por las rentas sino por la capacidad de consumo. Los
pobres se recluyen en guetos, en un proceso de segregación
espacial y marginación. No obstante, en los países
desarrollados todas las personas se pueden alimentar y tener las
necesidades básicas cubiertas, cosa que no ocurre en el
Tercer Mundo, donde el hambre es un mal endémico y las
políticas económicas aplicadas impiden la ayuda y
la distribución de la riqueza.

Sin embargo, en la sociedad actual de los países
ricos no basta tener las necesidades básicas cubiertas; la
sanidad, la educación y la cultura son necesidades que
nadie, en los países desarrollados, puede renunciar y a
las que tienen derecho.

La vida urbana crea nuevas necesidades: de vivienda,
equipamiento, transporte, vestido, etc. creadas, en su mayor
parte, por la publicidad. Muchas de estas necesidades suponen un
aumento del consumo de energía.

El crecimiento de la población agrava
coyunturalmente los problemas, ya que amplía el
número de gente que debe cubrir esas
exigencias.

En el Tercer Mundo no existen los mecanismos necesarios
para que la población acceda a los niveles de consumo que
se les ofrece.

La publicidad es el gran creador de necesidades, las
cuales aumentan en la medida que esta es capaz de lanzar nuevos
artículos al mercado.

El crecimiento
demográfico

Con la revolución industrial, y el crecimiento de
la productividad, aumenta, también, la población,
en el proceso de transición demográfica. Las tasas
más altas se alcanzan cuando desciende la mortalidad y se
mantiene natalidad, alcanzando el máximo poco antes de que
comience a descender la natalidad.

A diferencia de lo que pasa en los países
desarrollados, que la transición demográfica dura
entre 120 y 90 años y su crecimiento anual máximo
nunca supera el 2%, en los subdesarrollados la transición
demográfica se supone que debe ser mucho más corta
y los crecimientos anuales máximos superan en 2%. Esto
implica un exceso de población en el momento
crítico del desarrollo económico; y que
además no tiene alternativas, como las tuvo Europa con la
emigración a los países nuevos y las
colonias.

Los países desarrollados resolvieron este
problema introduciendo prácticas de control de natalidad,
más eficaces cuanto mayor era el nivel cultural y el
desarrollo económico, además de recurrir a la
emigración. No obstante, siempre estuvo presente el
desempleo y el subempleo, ya que el sector productivo siempre
oferta menos empleos de los que se demandan.

Agricultura y desarrollo

Desde los tiempos del sistema colonial data
la dedicación de ciertas zonas del mundo a la agricultura
y a la extracción materiales y materias primas, gracias a
un sistema de especialización productiva que buscaba
ventajas comparativas. Este sistema implicaba una red de
interdependencias entre la metrópoli y la colonia. Desde
el comienzo de la revolución industrial, la técnica
y la ciencia han proporcionado a la agricultura métodos y
técnicas de cultivo que aumentaban la productividad de la
tierra, pero será a partir de 1944 cuando este proceso
adquiera dimensiones de revolución. Este progreso era
necesario para asegurar el aporte alimenticio a todo el mundo,
pero ha incurrido en muchos errores.

La introducción de la nueva economía
colonial capitalista suponía la destrucción de la
economía tradicional de subsistencia y de los modos de
producción de las civilizaciones indígenas. El
modelo agrícola que se establece es la economía de
plantación especulativa, que funciona como una empresa de
producción, con trabajadores asalariados y utilizando
todas las ventajas de la tecnología y la ciencia. Se crea
un proletariado rural indígena desvinculado de las
tradiciones de su civilización: aculturado. Este tipo de
economía es muy inestable, ya que el régimen de
monocultivo y, la dedicación de la producción al
mercado internacional, hace depender su prosperidad de los
precios internacionales de los bienes.

La revolución verde permitió a los
países desarrollados, tras la descolonización,
producir todo el alimento que era necesario para las demandas
alimenticias de su población. Esto supuso una caída
de los precios internacionales, y una descapitalización en
los países con economía de plantación. La
descapitalización de las plantaciones significó la
imposibilidad de introducir mejoras e insumos que permitieran
aumentar la productividad. En estos países se da una
dualidad en el régimen de tenencias de tierras; por un
lado está la gran propiedad y el latifundio, dedicado al
monocultivo de plantación y desvinculado de la agricultura
tradicional (aunque cada vez más está en manos
autóctonas, sin embargo, no son ellos los que ponen los
productos en el mercado); y por otro lado está la
pequeña propiedad, en la agricultura tradicional de
subsistencia, donde predomina el minifundio y las tierras
comunales, de las que frecuentemente se ven privadas, por las
plantaciones.

Las plantaciones son las grandes beneficiarias de las
inversiones en el Tercer Mundo y de los planes de desarrollo. Las
infraestructuras de regadío, los abonos a precios bajos,
las subvenciones para la modernización de las
explotaciones, etc., sólo pueden ser aprovechadas con
ventaja por las plantaciones que disponen de capital suficiente
para introducir mejoras, y no se pueden beneficiar de ellas los
que viven de la agricultura tradicional, que son los
desfavorecidos del Tercer Mundo.

En estos países la reforma agraria es una
cuestión permanente. Pero la reforma que se plantea no
afecta al régimen de tenencia de tierras, sino que es una
reforma técnica y tecnológica de tipo liberal, con
lo que se consigue introducir la propiedad privada donde existe,
o donde predomina, la propiedad comunal. Este estado de cosas
beneficia, sobre todo, a los países ricos, ya que se crean
latifundios, y se arriendan las tierras en las peores condiciones
para los más débiles.

Cuando un país se industrializa sus ciudades
crecen espectacularmente, y con ellas el sector terciario y de
servicios, que es indispensable para poder vivir en una
ciudad.

El éxodo rural aparece con la
industrialización para concentrar en un punto mano de obra
y trabajo, por un lado, población y mercado por otro. La
desvinculación entre la tierra y la población crea
un proletariado industrial que sólo tiene para sobrevivir
su fuerza de trabajo. Sin embargo, una vez terminado el
éxodo rural la ciudad se sigue desarrollando por
crecimiento vegetativo endógeno, debido a la
transición demográfica.

No todo el proletariado tiene la oportunidad de
trabajar, puesto que la oferta de puestos de trabajo
siempre es menor que la demanda, creándose
así desempleo, subempleo y economía sumergida.
Aparecen, también, los servicios personales en el nivel
más bajo.

Pero no sólo emigran a las ciudades trabajadores
del campo, sino, también, los terratenientes, que no
tienen que vivir en el campo para mantener sus tierras en
producción. Además, emigran los pequeños
propietarios que malviven con sus tierras. Con este proceso se
descapitaliza el campo en favor de la industria y los servicios.
Los capitales liberados son absorbidos por los servicios
financieros y la búsqueda de operaciones
especulativas.

En la ciudad los símbolos de la modernidad son
los rascacielos del centro comercial y las viviendas en altura
para las clases medias, así como las chavolas marginales
en las orillas de las ciudades, para los pobres recién
llegados, muy visibles en los países
subdesarrollados.

El funcionamiento de una ciudad es imposible sin el
sector servicios: los mercados, los transportes, la cultura, la
enseñanza, la salud y las finanzas, que en buena medida
son responsables del crecimiento de la ciudad.

El rápido desarrollo de una ciudad implica una
rápida construcción de edificios en altura, con los
que se especula por el precio del suelo. Esta especulación
satisface las necesidades de la oligarquía, que gestiona
las ayudas y los recursos que ofrecen las multinacionales y los
aparatos estatales.

Para mantener este estado de cosas, la burguesía
acude al Estado, a través del ejército, en caso de
peligro, formando dictaduras militares de corte
fascista.

El crecimiento de los servicios en el Tercer Mundo, al
revés que en los países ricos, se ha desarrollado
antes que la industria. Además, está compuesto,
mayoritariamente, por servicios personales.

La
industrialización de los países
subdesarrollados

La industrialización del Tercer Mundo es un hecho
reciente, que se debe a la política de
desconcentración productiva de las multinacionales, y que
buscan en los países pobres mejores condiciones de
contratación de la mano de obra, incluso llegan a emplear
fuerza de trabajo infantil en condiciones de semiesclavitud; y
otras ventajas fiscales.

La producción de estas industrias no va dirigida
al aumento del consumo interno, sino a la exportación, con
lo cual los beneficios de la fabricación también se
exportan. La OMC es la institución internacional que vela
por la libertad de comercio, con lo que permite a las grandes
multinacionales esta búsqueda de fuerza de trabajo barata
y esas mejoras fiscales en los países del Tercer
Mundo.

Las condiciones en las que trabaja un obrero del Tercer
Mundo son mucho peores que las de cualquier trabajador en el
mundo desarrollado. Peor seguridad e higiene en el trabajo, poco
respeto al medio natural, menos controles de calidad, etc., son
las constantes en este tipo de producción. La llegada de
las grandes multinacionales hace desaparecer la industria
autóctona en escasa medida, ya que esta no era capaz de
introducirse en los circuitos internacionales y continúa
dedicándose al mercado nacional. Además, fabrica
productos de consumo interno, mientras que las multinacionales
obtienen mercancías que nada tienen que ver con la
industria autóctona. Sin embargo, algunas empresas
comienzan a fabricar componentes para las multinacionales y
terminan dependiendo de ellas, en exclusiva. Son empresas
subsidiarias autóctonas.

Estos procesos han tenido lugar en todos los
países del Tercer Mundo, pero ha sido más
espectacular en los países asiáticos, por el empuje
de la economía japonesa, en México y en Brasil, por
su buena posición en las rutas del comercio
internacional.

Los beneficios de esta industrialización terminan
en manos extranjeras o en la oligarquía autóctona,
lo que explica porqué los países
siguen subdesarrollados, a pesar de sus altos índices del
crecimiento. Faltan los canales de distribución de la
riqueza, lo que implica que existan grandes diferencias
sociales.

La crisis de 1973 fue el detonante de esta
industrialización del Tercer Mundo, ya que en los
países desarrollados la energía era muy cara y el
proletariado había conseguido unas condiciones de alquiler
de la fuerza de trabajo más favorables. Además, la
tecnología permitía aumentar la productividad
empleando poca mano de obra, aunque muy especializada. Al Tercer
Mundo se fueron aquellos procesos productivos que necesitaban
mucha mano de obra.

Perspectiva

La situación de los países del Tercer
Mundo no es estática, ni está bloqueada, sino que
goza de un gran dinamismo, pero los cambios no
suelen estar dirigidos, y por lo general son negativos, ya que no
hay mecanismos de protección ante los abusos del
capital.

En todo el mundo crecen las necesidades que se
consideran básicas, gracias a la publicidad, sin embargo
no aumenta en la misma proporción la renta ni los recursos
disponibles para hacerlas frente y satisfacer tales
necesidades.

El paro es un mal endémico y estructural, que
detrae rentas de los que ganan algo y alimenta el subempleo o la
delincuencia.

Las ayudas financieras al Tercer Mundo no sirven de
mucho, porque no hay canales adecuados de distribución de
los capitales invertidos. De la obra pública se beneficia
el que dispone de capital para aprovecharla con ventaja, es un
recurso utópico que permite al Banco Mundial y al Fondo
Monetario Internacional controlar la política
económica de los países del Tercer Mundo a
través de la deuda exterior, imponiendo políticas
liberales que aseguran el cobro del préstamo,
pero que no garantizan el desarrollo económico del
país. Otra cosa es la ayuda solidaria, y la llegada de los
ahorros de los emigrantes, dirigida a comunidades muy concretas,
aunque no es un factor de desarrollo integral de un
país.

Los países del Tercer Mundo dependen de la
tecnología y de los capitales de los países
desarrollados, principalmente de las inversiones de las
multinacionales que pueden tomar la decisión de marcharse
y dejar el país en la ruina y sin recursos.

Lo más característico de los
países del Tercer Mundo son los diferentes grados de
desarrollo dentro de una misma región, que se manifiestan
geográfica y socialmente entre zonas ricas y pobres, y
clases ricas y pobres. Las rondas de los países más
poderosos para tratar sobre la globalización han supuesto
la liberalización del comercio internacional de productos
agrícolas, ya estaba liberalizada la industria, lo que
significa que la posibilidad de vender estos productos en el
mercado internacional está en manos de las
compañías de transporte. Por otro lado, los
países desarrollados tiene excedentes de todo, y pueden
colocar sus productos en el mercado de los países
subdesarrollados a precios más bajos que el coste de los
autóctonos, e incluso a menor precio que la
producción de subsistencia, con lo que saldría
más caro producir que comprar.

El sistema capitalista es, por excelencia, depredador de
materias primas y contaminante. Cree en el crecimiento ilimitado,
habrá crecimiento siempre que exista consumo,
indefinidamente.

Se hace imprescindible adecuar los ritmos de
explotación y de recuperación de los recursos, para
evitar que se agoten. Esto supone que el desarrollo
económico capitalista, para un determinado nivel
tecnológico, tiene un límite, que es aquel que le
impone la disponibilidad del factor tierra y las condiciones
ecológicas que lo sustentan. Se hace necesario el
desarrollo sostenible.

La solución de los problemas de desarrollo de los
países del Tercer Mundo pasa por el desarrollo local, es
decir, la creación de circuitos de producción y
consumo en mercados de ámbito local, que permitan la
creación de capitales autóctonos, bien distribuidos
entre todas las clases sociales. Esto implica que la
economía debe producir primero para el consumo interno, y
no para exportar los recursos que se pueden vender en el mercado
internacional de manera especulativa. Este es el modelo de
crecimiento que llevó a Japón a ser la segunda
potencia del mundo capitalista, basada en el impulso del
crecimiento de la demanda interna, y sólo una vez
satisfecha esta se dedica parte de la producción a la
exportación.

La alta tasa de emigración que han tenido los
países del Tercer Mundo desde la década de 1990 ha
supuesto la llegada de importantes remesas de dinero a familias
concretas que han podido crear pequeños negocios y
prosperar dentro de su comunidad atendiendo a las necesidades de
sus vecinos. Este proceso ha sido particularmente importante en
América Latina, lo que, unido a la estabilidad
política, ha permitido un desarrollo económico muy
importante de la región, y alguno de los países,
como Chile, Argentina, Venezuela, Brasil o México, han
conseguido niveles de desarrollo muy cercanos a los de los
países ricos. En otros, aunque aún no han alcanzado
estos niveles, el cambio ha sido realmente tan espectacular que
apenas se reconocen a sí mismos.

 

 

Autor:

Carmen E. Páez González

Partes: 1, 2
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