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Paradigma paleoevolutivo




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2

  1. Acción de los
    paradigmas
  2. Sagrada escritura y
    paradigmas
  3. La
    pervivencia del paradigma paleoevolutivo
  4. El
    final abrupto del paradigma paleoevolutivo

El término PARADIGMA proviene de la palabra
griega "paradeigma", que, a su vez, se divide en 2 vocablos:
"para" (junto) y "deigma" (modelo). Por lo tanto,
etimológicamente, significa "modelo" o "ejemplo".
Además, tiene las mismas raíces que la palabra
"demostrar".

En términos generales, se puede
definir "paradigma" como la forma colectiva de visualizar e
interpretar los múltiples conceptos, esquemas o modelos de
comportamiento que se dan en todas las esferas de la actividad
humana, desde lo psicológico a filosófico; y esto
influye en el desarrollo de las diferentes sociedades, así
como de las empresas (integradas e influenciadas por lo
económico, intelectual, tecnológico,
científico, cultural, artístico y religioso), pues
al ser aplicado genera modificaciones o evoluciones según
las situaciones que se plantean y se supone que ello
debería obrar en beneficio de todos.

El filósofo y científico
Thomas Kuhn (19221996) dio a "paradigma" su significado
contemporáneo cuando lo adoptó para referirse al
conjunto de prácticas que definen una disciplina
científica durante un período específico de
tiempo. El mismo Kuhn prefería los términos
"ejemplar" o "ciencia normal", porque tienen un significado
filosófico más exacto. Sin embargo, en su libro "La
estructura de las revoluciones científicas" define a un
"paradigma" de la siguiente manera:

Método que señala lo que se debe
observar y escrutar;

Procedimiento que indica el tipo de interrogantes
que se supone que hay que formular para hallar respuestas en
relación al objetivo;

• Regla que señala cómo
deben estructurarse estas interrogantes,
y

• Procedimiento que indica cómo
deben interpretarse los resultados de la investigación
científica.

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"Considero a los paradigmas como realizaciones
científicas universalmente reconocidas que, durante cierto
tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una
comunidad científica" (Thomas Kuhn).

Los modelos paradigmáticos son modelos
metafísicos (cimentados sobre elaboraciones intelectuales
que se encuentran más allá de la física, es
decir, sobre unos pretendidos pilares que soportan la estructura
que sirve de base o apoyatura a las ciencias físicas y
naturales) y epistemológicos (arraigados en la
teoría general del conocimiento), que proporcionan el
"contexto" en que se forman los diferentes modelos
teóricos y teorías de un nivel inferior,
presentando las directrices generales de agrupamiento de las
diferentes teorías.

El cambio de un paradigma tiende a ser
drástico en las ciencias, ya que éstas parecen ser
estables y maduras, como la física a fines del siglo XIX.
En aquel tiempo la física aparentaba ser una disciplina
que completaba los últimos detalles de un sistema muy
trabajado. Es famosa la frase de Lord Kelvin en 1900, cuando
dijo: "No queda nada por ser descubierto en el campo de la
física actualmente. Todo lo que falta son medidas
más y más precisas". Cinco años
después de esta aseveración, Albert Einstein
publicó su trabajo de "relatividad especial" que
fijó un sencillo conjunto de reglas que superaban a la
mecánica de Newton, la cual había sido utilizada
para describir la fuerza y el movimiento de los cuerpos por
más de 200 años. En este ejemplo, el nuevo
paradigma reduce al viejo a un caso especial o particular, ya que
la mecánica de Newton sigue siendo una excelente
aproximación a la realidad en el contexto de velocidades
lentas en comparación con la velocidad de la
luz.

En "La estructura de las revoluciones
científicas", Kuhn escribió que "las sucesivas
transiciones de un paradigma a otro, vía alguna
revolución, es el patrón de desarrollo usual de la
ciencia madura". Esta idea de Kuhn era revolucionaria en su
tiempo, y causó más cambios que todos los nuevos
enfoques académicos que hablaban sobre la ciencia en
general y su historicidad.

La noción de Paradigma Científico es
tributaria del concepto de Paradigma Colectivo, toda vez que
aquél es un tipo particular de este último. Se ha
observado que todas las comunidades humanas elaboran paradigmas o
procedimientos que les sirven de guías para interpretar y
manipular la realidad. Incluso si reducimos el número de
miembros de una comunidad a dos o tres individuos, éstos
desarrollan, igualmente, paradigmas de grupo. Por su parte, un
solo individuo aislado también tiene sus propios
paradigmas; es decir, no todo paradigma es colectivo,
también hay Paradigma Individual.

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Habida cuenta de esto, hoy día se
suele dar un uso más común al vocablo
"paradigma", adaptándolo a diferentes niveles de
organización social: individuos, grupos, colectivos,
organizaciones, etc. También se distingue una
jerarquía dentro de los paradigmas, tomando como
referencia a un individuo o a un colectivo: paradigmas menos
importantes y paradigmas más importantes, haciendo
prevalecer estos últimos sobre los primeros según
el criterio de la entidad considerada como referencia (un
individuo o un colectivo). Además, se opina que hay un
paradigma que prevalece sobre todos los demás en un
momento dado y para una entidad dada; es el paradigma más
importante, el cual se denomina Cosmovisión o Paradigma
dominante. Este término (cosmovisión) suele usarse
en ciencias sociales para describir el conjunto de experiencias,
creencias y valores que afectan la forma en que un individuo
percibe la realidad y la forma en que responde a dicha
percepción.

Es interesante saber que el término "paradigma"
también se usa en cibernética, en un sentido muy
lato, para definir un preprograma conceptual cuyo objetivo es el
contribuir al ordenamiento de los datos informatizados para que
éstos no adquieran características caóticas
en términos relativos. En este sentido, un paradigma
sería una suerte de acción o prohibición que
contribuye a disminuir la entropía (desorden) total del
sistema.

Necesidad de los paradigmas.

Si nuestro cerebro tuviera que tomar nota de toda la
ingente cantidad de datos que le llegan a partir de las
señales procedentes de los órganos sensitivos,
aunque sólo fuera por muy breve tiempo, se
bloquearía por desbordamiento de la atención y
cosecharía malas consecuencias de índole
psicofísica. Por ejemplo, hoy día muchos
oficinistas intentan sostener una conversación
telefónica mientras leen un correo electrónico y al
mismo tiempo tratan de atender las necesidades de un cliente
exigente que está hablando desde el otro lado de la mesa.
Y todo eso se lleva a cabo en medio de un creciente e ilimitado
océano de información que llega en todas
direcciones y que tiende a estimular todos los sentidos. Sin
embargo, el cerebro humano no es capaz de funcionar
eficientemente en ese entorno, y en esto coinciden la
mayoría de los expertos; pues se afirma que una
agitación multitarea de este tipo agota al sujeto y lo
expone a enfermedades físicas y mentales.

"Técnicamente no podemos dar igual
atención a dos tareas cognitivas exigentes", afirmó
Edward Hallowell, autor y psiquiatra de niños
y adultos con consultorios en Nueva York y Boston. Hallowell dice
que cuando alguien se empeña en hacer tareas
múltiples simultáneas, lo que está haciendo
es cambiar rápidamente su foco de atención de una
tarea a otra. Reconoce que actividades relativamente sencillas
como caminar y hablar se pueden realizar al mismo tiempo, pero en
el momento en que se vuelven más complejas se
diluye el poder de concentración. "No podemos leer a
Shakespeare y aprender física cuántica al mismo
tiempo", sentenció.

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La doctora Ladan Shams, experta en integración
multisensorial de la Universidad de California, en Los
Ángeles, coincide en que el multi-tasking (multitarea)
afecta el proceso de aprendizaje en tareas que requieren
atención completa. En unos casos no se aprende y en otros
el aprendizaje no es robusto. "Pero, recientemente, hemos visto
que otros tipos de aprendizaje sí se benefician del
multi-tasking", señaló la neurocientífica.
"Algunas mejoras pueden ocurrir en procesos sensoriales cuando el
estímulo es subliminal y el individuo está ocupado
en otra tarea". Un ejemplo de esto puede ser cuando un ejecutivo
encuentra que puede dictar un memorando con mayor facilidad si
está arrojando una pelotita al aire y atrapándola
una y otra vez. Lo que parecería que en este caso
está sucediendo es que una parte del cerebro que
podría distraer al individuo de su principal tarea
está siendo ocupada por la actividad
(mentalmente menos exigente) de arrojar las pelotitas, teniendo
como resultado global el efecto de aumentar su
concentración en el dictado.

"También hemos encontrado que tres
tipos de aprendizaje pueden ocurrir simultáneamente",
indicó la doctora Shams. En un experimento,
sometieron a sujetos a escuchar una secuencia de sonidos al
tiempo que veían una serie de formas en una pantalla. Los
sujetos pudieron aprender las secuencias auditivas y las
secuencias visuales, así como aprender a asociar las
formas con los sonidos. "En otras palabras, tres tipos de
aprendizaje ocurrieron simultáneamente sin que hubiese una
reducción comparada a cuando se les presentó cada
estímulo (auditivo o sonoro) individualmente",
explicó la doctora.

No obstante, para el psiquiatra Edward
Hallowell, todo depende de la cantidad de información
que se esté manejando. "Tome un operador de
una torre de control. Ellos están poniendo atención
a todo tipo de información al tiempo que dirigiendo a los
pilotos para que aterricen sanos y salvos", expresó.
"Llega un momento en que si tienen demasiados aviones, no pueden
hacerlo… Hay un límite a la cantidad de bolas que un
malabarista puede mantener en el aire",
recalcó.

La neurociencia sugiere que nuestro cerebro
comenzó a funcionar para un mundo muy diferente al que
habitamos ahora. No está optimizado para realizar muchas
de las tareas agotadoras que enfrentamos, ya sea computar
cálculos numéricos hasta la saturación o
recordar los centenares de nombres de todas las personas que
conocemos diariamente si trabajamos en relaciones
públicas. Tampoco está diseñado para
absorber y almacenar las masivas cantidades de información
de otra índole a la que estamos expuestos hoy en
día. No es realista esperar que el cerebro desarrolle
mecanismos adaptativos que le permitan manejar la vertiginosa
marejada de información. Eso requeriría otra clase
de estructura cognitiva. "Lo que sí se hace más
probable es que aprendamos a adaptar nuestras presentaciones de
información para explotar las capacidades ya existentes
del cerebro", aseguró Ladan Shams.

El doctor Zeidel trabaja sobre una forma de
biorretroalimentación para el cerebro que llama
"neurorretroalimentación". Él ha comentado, para el
noticiero "BBC Mundo", lo siguiente: "El cerebro
básicamente es producto de un hojalatero [o chatarrero]
más que de un ingeniero. Como no podemos esperar a que
evolucione [parsimoniosamente], tenemos que rediseñarlo y
sabemos cómo hacerlo" (ver NOTA, a continuación).
De la misma manera en que se pueden modificar funciones
corporales -como la presión arteriala través de la
conversación placentera con un paciente, igualmente se
cree que se pueden alterar las frecuencias [o velocidad de
procesamiento] del cerebro. "Primero influyo en el sistema
nervioso periférico (con la biorretroalimentación)
y luego cambio el sistema nervioso central (con la
neurorretroalimentación)", continuó explicando el
doctor Zeidel, y prosiguió: "Con la
neurorretroalimentación puedo cambiar el estado del
cerebro a lo que [yo] quiera y eso abre las puertas a cómo
procesamos la información".

Semejante actuación
permitiría, por ejemplo, que el cerebro pudiera utilizar
filtros para descartar la información que no
considera necesaria o relevante para la tarea que
está desempeñando, liberando así otros
espacios y volviéndolo más potente. "Estamos
desplegándonos hacia nuevas maneras creativas,
fantásticas e interesantes… Estamos desarrollando nuevas
redes neuronales para procesar información
rápidamente… Pero lo que añadimos en velocidad
perdemos en profundidad… Cuando necesitamos concentrarnos
debemos abandonar las tareas múltiples… Si vamos
manejando un auto, escuchando música, y nos perdemos,
¿qué hacemos?: Bajamos la música para
recuperar la concentración", comentó al respecto el
psiquiatra Edward Hallowell.

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Estas declaraciones ponen de manifiesto la
necesidad de encontrar fórmulas para filtrar al
máximo la información que no es relevante cuando se
trata de concentrar la actividad mental en un determinado
problema, para resolverlo. Tales fórmulas o algoritmos
mentales ya están "inventados" e incorporados en nuestra
forma de pensar como humanos, desde tiempos
inmemoriales y desde la más tierna infancia. Son los
Paradigmas, tan necesarios a nuestro cerebro como un sistema
operativo lo es para un ordenador.

La mente necesita de los paradigmas para poder filtrar
la información que proviene del exterior. Esto parece
permitir al cerebro, además, guardar trozos discontinuos
de conocimiento de la realidad como si se tratara de secuencias
continuas, rellenando los huecos con información
algoritmizada y optimizando así el espacio finito
destinado a la memoria. Sería algo como la
compresión de datos informáticos utilizando
programas de compactación y reducción de espacio:
winzip, mp3, jpg, mp4, etc. Incluso ello poseería la
ventaja de reducir el tiempo de localización y
recomposición de archivos, puesto de este modo
habría que recorrer menos espacio físico en memoria
al usar menos rutas para localizar menos datos dispersos que
permitan recrear una unidad de información pertinente, ya
que la lectura y escritura de datos en soporte físico no
posee una velocidad infinita; y lo mismo puede decirse de las
señales electroquímicas que caracterizan la
infraestructura fisiológica del sistema
nervioso.

NOTA:

Con relativa frecuencia, expertos en
ciencias antropológicas y biomédicas han emitido
opiniones que despotrican del diseño que se observa en
algunos elementos del cuerpo humano. La mayoría de tales
expertos son evolucionistas, por lo que se comprende que, desde
su enfoque paradigmático, siempre esperen encontrar
vestigios de órganos inútiles y conatos de
perfeccionamiento de otros que cumplen un papel importante en el
presente. Sin embargo, tales apreciaciones no dejan de ser
conjeturales y estrictamente subjetivas, prisioneras, como hemos
dicho, de una visión paradigmática absolutamente
cuestionable.

Por otra parte, los expertos que se atienen
a lo revelado en el Génesis jamás ven
imperfecciones en el diseño original del cuerpo humano,
pues creen que fue el producto creativo del Sumo Hacedor y es
imposible mejorar su arquitectura biológica. En todo caso,
sí ha habido degeneración de las estructuras
originales, debido a la introducción del error
edénico y al consiguiente alejamiento humano del Creador,
cosa que además es atestiguada por el propio
Génesis. Pero, en cuanto al diseño original,
éste es insuperable. En un próximo artículo
se tocará en mayor profundidad este asunto.

Acción de
los paradigmas.

Joel Arthur Barker es un académico independiente
y futurólogo (que hace predicciones de futuro
basándose en criterios científicos y no en
fenómenos paranormales). Debido a sus trabajos de
difusión e investigaciones acerca de los paradigmas que se
desarrollan en el interior de las organizaciones humanas y la
aplicación de los conocimientos adquiridos a una
visión especulativa de futuro para dichas organizaciones,
este investigador ha llegado a ser respetado y conocido en todo
el mundo como el "Hombre de los paradigmas". Comenzó su
trabajo en 1975 y fue pionero en el concepto de "cambios de
paradigma", explicando la necesidad de transformaciones profundas
y la importancia de la visión de futuro de cara a impulsar
el adelanto en las organizaciones empresariales. La prestigiosa
revista "Biblioteca" consideró su libro "Future Edge (Al
borde del futuro)", lanzado en 1992, como una de las
publicaciones de negocios más influyentes del año.
La mayoría de la gente interesada en el tema
de los Paradigmas ha obtenido bastante
orientación gracias a los programas televisivos de
formación extraordinaria presentados por este
investigador, los cuales han sido traducidos a 14 idiomas y han
alcanzado éxitos de ventas internacionales durante
más de una década.

Joel Barker ha trabajado con diversas
organizaciones en todo el mundo, y sus credenciales
académicas incluyen un doctorado en Liderazgo Visionario
por la Universidad de St. Mary en Minnesota, en 1999, el Premio
Excelencia en la Educación de la Asociación
Internacional de la Educación "Pi Lambda Theta", en 1993,
y el de Educación "Doris Carpenter Award", en 1997, de la
ciudad de Chattanooga (Tennessee, EUA), por su
participación en el apoyo a la innovación
educativa.

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Seguidamente, consideraremos algunas ideas
interesantes contenidas en el vídeo intitulado
"Descubriendo el futuro: Los paradigmas", producido por la
empresa privada de filmes educativos "Chart House International
Learning Corporation" (Minnesota, EUA) en el año 1989,
bajo el lema "reavivar el espíritu de aprendizaje", cuyo
presentador es el citado Joel Barker:

Es muy fácil decir NO a una nueva
propuesta, pues las nuevas ideas provocan cambios, rompen el
“statu quo” y crean incertidumbre. Es, en general,
menos problemático hacer las cosas de la misma manera que
se han hecho siempre.

Las nuevas ideas suelen ser resistidas en todo el
mundo, desde las reuniones de directivos hasta los locales de
ventas. Esto es debido a que la mayoría de la gente asume
que el futuro es simplemente una extensión del pasado,
pues se supone que las mismas ideas que nos han conducido hasta
el presente serán también las que nos
llevarán con éxito hacia el mañana.

La Futurología científica suele
enfocar su estudio en el pronóstico de viabilidad de
empresas e instituciones de todo el mundo, ayudándolas a
evaluar nuevas ideas y anticipar el cambio. Investiga las
condiciones de cambio, así como la resistencia al cambio,
y qué es lo que evita que una nueva idea sea aceptada por
la comunidad. Sin embargo, esta resistencia siempre ha estado
presente a lo largo de toda la historia humana, sin importar que
la idea innovadora fuese una mejor manera de hacer negocio, un
descubrimiento científico o cualquiera otra
aportación similar. La gente, en general, siempre se ha
resistido al cambio.
En Venecia, en el siglo XVI, Galileo tuvo problemas de este tipo.
Él defendía la teoría de Copérnico,
que sostenía que el Sol, y no la Tierra, era el centro del
Sistema Solar. Para probar esta teoría, Galileo
llevó a las autoridades de la época a la cima de la
Torre de San Marco y, usando un telescopio perfeccionado, les
enseñó los descubrimientos que había
realizado tras observar el firmamento, mostrando así que
la Tierra giraba alrededor del Sol y no éste alrededor de
aquélla. Pero ello envolvía una idea
revolucionaria, que contradecía la observación
obvia a simple vista y agredía las creencias de muchas
autoridades, especialmente eclesiásticas. En consecuencia,
Galileo fue amenazado con torturas para que se retractara de sus
afirmaciones.

Al final, sin embargo, las ideas de Galileo
triunfaron. Pero la pregunta pertinente es: ¿Por
qué este sabio fue objeto de tanta resistencia?… Sea en
el siglo XVI o en el XX, o en cualquier otra época, la
pregunta sigue en pie: ¿Qué es lo que nos impide
ver, aceptar y entender nuevos esquemas?

Podemos meditar en algunas de las nuevas ideas
que se han presentado en las décadas de 1970 y 1980, desde
la lucha de las minorías por sus derechos humanos
básicos hasta la obtención o reconocimiento de esos
derechos por ley, desde inasequibles computadoras gigantes que
costaban millones de dólares hasta computadoras personales
(con igual potencia) a las que todos pueden acceder, desde la
actitud de que la calidad es un lujo para una minoría
hasta el hecho de que todos pueden adquirirla. Éstos y
otros centenares de cambios más no son simples mejoras;
son auténticas revoluciones, pues cambian el mundo para
siempre y nos hacen revaluar nuestros antiguos
métodos de hacer las cosas; y también
nos abren las puertas a posibilidades nunca antes previstas, y
nos liberan de muchas limitaciones. Sin embargo, cada una de
estas iniciativas fue resistida en su origen por gente
inteligente. Por lo tanto, de nuevo tenemos la pregunta:
¿qué es lo que nos impide aceptar ideas
nuevas?

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Saber la respuesta a esta interrogante le
permite a uno estar más abierto a las innovaciones y ser
más capaz de afrontar los cambios, facilitándose en
consecuencia la entrada por los carriles del futuro. Ahora bien,
dicha respuesta gira en torno a los PARADIGMAS.

El vocablo PARADIGMA es una palabra poco
usual, y con ella se tropezó el señor Barker
durante sus trabajos como investigador
científico. Este vocablo fue utilizado por Thomas Kuhn
para describir un concepto clave en su libro "La estructura de
las revoluciones científicas". El significado de
"paradigma" en el diccionario es "patrón o modelo", pero
lo cierto es que posee otra definición más
apropiada y completa, a saber: "Un paradigma es primeramente un
conjunto de reglas y reglamentos capaz de establecer
límites (igual que hace un patrón o modelo, al
señalar ciertos límites). Y, segundo,
dichas reglas o reglamentos explican cómo
resolver con éxito problemas dentro de esos mismos
límites".

En su libro, Thomas Kuhn expuso cómo los
científicos cambian sus paradigmas en física,
química o biología, y qué pasa cuando esto
ocurre. Lo que él descubrió nos explica por
qué muchas veces somos incapaces de anticipar cambios
significativos, y también puede ayudarnos a afrontar los
cambios de manera más efectiva. ¿Qué fue
exactamente lo que él descubrió?

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Kuhn descubrió que los paradigmas actúan
como filtros que seleccionan los datos que llegan a la mente del
científico, y aquellos datos que concuerdan con el
paradigma del científico son reconocidos
fácilmente; lo que es más, los científicos
ven este tipo de datos con gran claridad y comprensión.
Pero Kuhn también descubrió un alarmante efecto
negativo: con algunos de los datos los científicos
tenían gran dificultad, pues dichos datos no concordaban
con las expectativas creadas por sus paradigmas; y cuanto
más imprevistos eran los datos, mayor era la dificultad de
los científicos para percibirlos. En algunos casos,
incluso ignoraban los datos inesperados. Otras veces
distorsionaban esos datos hasta conseguir que se acomodaran a sus
paradigmas, en vez de reconocer que constituían
excepciones a las reglas. Y, en casos extremos, Kuhn
descubrió que los científicos eran literal y
fisiológicamente incapaces de percibir datos imprevistos;
en otras palabras, tales datos eran invisibles para
ellos.

En términos generales, los paradigmas filtran
nuestras experiencias; pues en todo momento observamos el mundo a
través de nuestros paradigmas y constantemente elegimos
aquellos datos que mejor se acomodan a nuestras normas y
reglamentos subjetivos, tratando de ignorar el resto. Como
consecuencia de esto, lo que es completamente obvio para una
persona con un determinado paradigma puede ser totalmente
imperceptible para otra persona con un paradigma diferente. Tal
fenómeno puede ser denominado "El efecto paradigma", y
podemos estar seguros de que lo que Kuhn descubrió para
los científicos es válido para cualquiera que haya
sostenido estrictas reglas y normas en su vida. Sin embargo,
¿quién no se rige por normas en la vida? Por lo
tanto, este fenómeno nos aplica a todos, en mayor o menor
cuantía.

El efecto paradigma puede cegar a los
empresarios frente a nuevas oportunidades o hacer que los
vendedores ignoren nuevos mercados, así como
obstaculizar estrategias efectivas a nivel gerencial; y puede
impedir que cada uno de nosotros elabore soluciones creativas
para problemas difíciles. Esto puede darse en cualquier
organización, ya sea el ejército o el movimiento
ecologista, las asociaciones médicas o las ligas de
mujeres maltratadas, Citibank o Ibm, en cómo el entrenador
le pega a la pelota o cómo mamá limpia la cocina…
Nos enfrentamos con paradigmas en todo momento y parece que son
nuestras reglas y reglamentos los que nos impiden anticipar
exitosamente el futuro, porque tratamos de descubrir el futuro a
través de nuestros viejos paradigmas. Por eso en los
años de 1960 muchos llegaron a la conclusión de que
la gasolina sería siempre barata, o que cuatro hijos
constituían la familia ideal, o que la televisión
por cable nunca tendría éxito, o que los productos
japones siempre serían una basura… y en todo esto se
equivocaron rotundamente. La razón del fracaso en cuanto a
visión de futuro residía en que los paradigmas
impidieron ver lo que realmente estaba ocurriendo, o
cómo ya, desde entonces, se estaban desarrollando
incipientemente las cosas.

Cuando nos ceñimos a un determinado
paradigma es posible que veamos inviable la
realización de cierto tipo de tarea, la cual puede
resultar del todo fácil con otro paradigma diferente. Hay
una verdad crucial y profunda escondida detrás de cada
paradigma: se trata de la Regla del retorno a Cero. Esto
significa que cuando un paradigma cambia, o es sustituido por
otro, toda la gente que se desenvolvía en el mismo queda
reducida a cero en sus expectativas y posibilidades, no importa
cuán fuerte sea su mercado o cuán elevada su
reputación, o cuán eficaz haya sido su
actuación en el viejo o antiguo paradigma. Con el nuevo
paradigma, se tiende a Cero. Los éxitos pasados no
garantizan absolutamente nada en un nuevo paradigma, y ello no es
ninguna exageración. Veamos.

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En 1968 la industria mundial de la
relojería era completamente dominada por Suiza, cuya fama
a este respecto venía siendo reconocida por más de
un siglo. En ese año, este país tenía el 65%
del mercado mundial y, de acuerdo a los expertos, más del
85% de las ganancias. Sin embargo, 10 años más
tarde su mercado disminuyó a menos del 10%; y en los 3
años siguientes tuvieron que despedir a 50000 de los 65000
trabajadores de la industria.

Hoy es Japón la nación que domina el
mercado universal de los relojes, aunque en 1968 no tenía
ninguna participación práctica en esta industria.
¿Cómo pudieron los suizos, que dominaron todo el
mercado durante buena parte del siglo XX y eran conocidos por la
calidad e innovación de sus productos, perder el liderazgo
tan drásticamente? La respuesta es dolorosamente simple:
volvieron a Cero debido a un cambio de paradigma. El nuevo
paradigma tenía que ver con un nuevo tipo de medidor del
tiempo: el reloj de cuarzo, un dispositivo totalmente
electrónico y mil veces más exacto que cualquier
reloj mecánico de máxima calidad, con una diminuta
batería e increíblemente
versátil.

¿Quién inventó este
reloj maravilloso? La respuesta es completamente sorprendente: el
reloj de cuarzo fue inventado por un grupo suizo, en
el mismo corazón de los laboratorios de
investigación del país. Desgraciadamente, cuando
los investigadores presentaron la idea a los fabricantes suizos
en 1967 éstos la rechazaron. Los fabricantes despreciaron
este producto de relojería porque carecía de
engranajes, muelles y cojinetes, de manera que concluyeron que no
podría ser el reloj del futuro. Tan confiados estaban esos
fabricantes en su postura que ni siquiera protegieron legalmente
la idea. Por lo tanto, ese mismo año los investigadores
exhibieron el reloj de cuarzo al mundo en el Congreso Anual de
Relojeros. Texas Instruments de EUA y Seiko de Japón
acogieron bien el nuevo tipo de reloj, y a partir de ahí
cambió drásticamente la historia de la
relojería.

¿Por qué los suizos no
apreciaron esta maravillosa invención que su
propia gente había creado? La respuesta tiene que ver con
el poder de los paradigmas. Aquellos fabricantes estaban cegados
por el éxito del viejo paradigma y por todas sus
inversiones en él; y cuando se vieron enfrentados a una
manera nueva y radicalmente diferente de amasar el triunfo para
el futuro, optaron por rechazarla de plano ya que no se ajustaba
a las reglas a las que estaban acostumbrados.

Esta historia sobre la relojería
suiza carecería de trascendencia si no fuera
porque, en realidad, sella un modelo aplicable al devenir de
cualquier organización, compañía o
nación que asume que lo que ha tenido éxito en el
pasado deberá continuar teniendo éxito en el
futuro. Por este motivo, se cumple la regla: "cuando un paradigma
cambia, todos vuelven a Cero". El bienestar del pasado no
garantiza nada en el futuro si las reglas cambian, pues ni
siquiera los mejores relojeros del mundo pueden parar el tiempo.
De hecho, si no se anda con cuidado, un pasado triunfal
podría obstaculizarnos la visión del futuro. Por
tal motivo hay que permanecer atentos a las nuevas ideas, estando
dispuestos a explorar maneras distintas de hacer las cosas; pues
sólo con esa actitud se pueden mantener abiertas las
puertas del futuro.

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Los paradigmas, por tanto, afectan dramáticamente
nuestros juicios y nuestros procesos de toma de decisiones, al
influenciar nuestras percepciones. Por consiguiente, si se desea
hacer juicios certeros acerca del futuro, y anticiparlo con
éxito, debemos ser capaces de reconocer nuestros
paradigmas presentes y estar preparados para superarlos. En este
sentido, un paradigma es un arma de doble filo, ya que por un
lado selecciona información que nos es familiar, de forma
precisa y detallada; pero por otro lado deja al margen la
información que no concuerda con él. Así,
uno ve lo que espera ver; y verá poco o nada cuando los
datos no se ajusten al paradigma aceptado.

Los paradigmas son comunes y los
encontramos en todos los aspectos de nuestras vidas, ya sea
en lo personal, profesional, espiritual o social.
Los paradigmas son útiles porque nos muestran lo que es
importante y lo que no lo es, de cara a la resolución de
problemas. Pues ayudan a identificar escollos importantes y
proveen las reglas que facilitarán su resolución;
enfocan la atención en este sentido, y eso es beneficioso.
Sin embargo, a veces, los paradigmas pueden convertirse en "el
paradigma" (paradigma dominante o cosmovisión), es decir,
en la única manera de hacer algo; entonces, cuando nos
encontramos ante una idea alternativa, la rechazamos de plano.
Esto puede llevarnos a un ingrato desorden, que podemos denominar
"parálisis paradigmática". Esta parálisis es
un enfermedad mortal de necesidad; es fácil contraerla, y
ha destruido a más de una institución. Fue eso,
exactamente, lo que le ocurrió a la industria relojera
suiza en 1968. Por lo tanto, aquéllos que
dicen que algo no se puede lograr no deberían interponerse
en el camino de los que lo están logrando.

La gente que crea nuevos paradigmas generalmente es
extranjera o foránea; es decir, no es miembro de la
comunidad de los que aceptan los paradigmas establecidos. Estos
foráneos pueden ser jóvenes o viejos, pues la edad
no es importante. Pero lo que es relevante en ellos es que no
están comprometidos con los antiguos paradigmas y, por lo
tanto, no tienen nada que perder creando nuevos paradigmas. Esto,
en verdad, tiene un significado muy especial para nosotros: si
deseamos encontrar nuevos y prometedores paradigmas en el campo
de nuestra actividad debemos mirar más allá del
centro y prestar atención a la periferia, porque casi
siempre las nuevas reglas se escriben en los márgenes.
Así empezaron Xerox, las computadoras Apple y el
movimiento ecologista; todos ellos en los márgenes del
"statu quo" social.

Los adeptos a un viejo paradigma que eligen
adoptar un nuevo paradigma en sus comienzos pueden ser llamados
"pioneros paradigmáticos". Deben ser muy valientes, pues
la evidencia proporcionada por el nuevo paradigma no es
suficiente argumento para que ellos se arriesguen a cambiar.
Thomas Kuhn escribe sobre el tema lo siguiente: "La persona que
adopta un nuevo paradigma en sus comienzos (paradigma incipiente)
generalmente debe hacerlo desafiando la evidencia proporcionada
por las soluciones existentes, debiendo tener fe en que el
nuevo paradigma tendrá éxito frente a
los múltiples problemas que tendrá que afrontar;
sabiendo solamente que el viejo paradigma ha fallado en ciertas
ocasiones. Pues únicamente teniendo fe se puede tomar ese
tipo de decisión". La característica distintiva de
un auténtico pionero paradigmático es, pues, la
valentía y la confianza en el propio juicio.

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Es importante tener presente que cada individuo puede
elegir cambiar sus reglas y reglamentos, ya que los seres humanos
no están programados genéticamente para mirar hacia
el mundo de una sola manera. Uno puede obviar un paradigma y
adoptar otro nuevo, eligiendo ver la realidad de una manera
particular. A este respecto, se puede formular una pregunta
importante, que, en principio, podríamos circunscribir al
terreno empresarial: ¿Qué cosa resultaría
imposible de llevar a cabo hoy día en la
compañía donde uno trabaja, pero que, de llevarlo a
la práctica, cambiaría radicalmente lo que uno
realiza? Intentar responder a esta cuestión lleva a la
persona hacia los márgenes de su paradigma y, una vez
allí, se encontrará en óptima
posición para vislumbrar los próximos paradigmas.
Lo que es imposible hoy en día, bien pudiera ser la norma
del mañana; y el desafío radica en no oponerse a
que esto se cumpla, o, lo que es igual, estar preparado para ser
un pionero.

A lo largo de la vida se escuchan opiniones que pueden
resultar incómodas, pero si uno mantiene la mente flexible
es posible que se tope con visiones nuevas que resultan ser
auténticas oportunidades. No obstante, si uno padece de
parálisis paradigmática lo que oirá
serán amenazas. Por lo tanto, la elección final
pertenece a cada uno de nosotros».

Sagrada escritura
y paradigmas.

Cuando uno investiga el relato creativo del
Génesis y reflexiona sobre él, a la vez que se
documenta en cuanto a la historicidad del mismo y la exactitud de
sus genealogías, no puede menos que reconocer que se trata
de una narración creíble y literal, no ficticia ni
mitológica. Los personajes fueron reales y sus vivencias
no son meras invenciones del escritor, Moisés. Desde todo
ángulo que se mire, este relato ofrece más
garantías de autenticidad que los difusos y especulativos
montajes paleovolutivos que versan sobre hombres primitivos de
aspecto simiesco y supuestas especies vivientes transicionales
que nunca encontraron su hueco en el registro fósil. En
consecuencia, todo paradigma que de alguna manera excluya
explícita o implícitamente la visión que
ofrece el Génesis parece estar destinado a caer en
descrédito cuando en el futuro se afine el prisma
científico y se capte la realidad de una manera más
precisa gracias al aporte multidisciplinar, pues existe un
continuo fluir desde el pasado hacia el presente y nuestro "hoy"
es en gran medida el resultado de acontecimientos oscuros del
pasado que poco a poco se van revelando. Además, cualquier
esquema paradigmático que eluda al Génesis
tenderá a aliarse abierta o sutilmente, y progresivamente,
con la cosmovisión pujante alternativa, la cual es
simultáneamente materialista y evolucionista (o
metaevolucionista).

Hoy día el paradigma dominante es
metaevolucionista, el cual se ha ido instalando poco a poco en el
corazón de nuestra sociedad contemporánea debido a
varios factores, entre los que se encuentran el gran fracaso del
clero religioso respecto a credibilidad doctrinal, el aumento
incesante del materialismo a causa del triunfalismo
engañoso que la ciencia y la tecnología han
generado en la mente colectiva, la acción de
fuerzas inteligentes invisibles (insuficientemente captadas
y explicadas por la parapsicología, pero
diáfanamente referenciadas en la Biblia) que parecen
desviar la atención humana hacia puntos de vista
contrarios a las santas escrituras, y también la
caída en desgracia de la ética y la moral. Por lo
tanto, cualquier intento de reconsideración racional de
las narraciones sagradas, no importa cuán convincentemente
se presente su argumentación, provoca un rechazo
automático a nivel general. Evidentemente, esto se debe a
que el paradigma dominante es diametralmente opuesto al punto de
vista de los sagrados escritos.

Monografias.com

En un viejo intento milenario por conocer aspectos del
porvenir (a causa de la natural e irreductible proyección
hacia el futuro del intelecto humano), lo que antaño era
satisfecho por el "oráculo místico"
(que supuestamente respondía bien a lo que se
inquiría de él acerca del tiempo venidero) hoy
día está muy mediatizado por la Futurología
científica. La necesidad de despejar el "mañana" es
la misma de siempre, pero los paradigmas que intentan
satisfacerla han cambiado. Sin embargo, las profecías
bíblicas han demostrado ser certeras y confiables, pero
pasan desapercibidas para la mayoría de las personas. Por
lo tanto, los paradigmas que afectan a la humanidad son, en su
mayoría, ajenos a la influencia de la sagrada escritura; y
esto es un error, porque, según los indicios que se
presentan ante el investigador imparcial, el futuro se
prevé indisolublemente ligado a las rutas
proféticas que se encuentran esbozadas en las
páginas sagradas.

Los descubrimientos de Kuhn respecto a los filtros
paradigmáticos, que muestran incluso a individuos avezados
en la búsqueda de la objetividad científica cayendo
víctimas de verdadera ceguera mental frente a datos que no
concuerdan con sus paradigmas, son aplicables al inmerecido papel
de información extremadamente desconocida y grandemente
tergiversada que tiene adjudicado hoy día el
Génesis en los ambientes académicos y culturales,
así como en sus correspondientes cosmovisiones.
Independientemente de las múltiples causas que han llevado
a ello, esta ignorancia superlativa respecto al relato sagrado y
a su correcta exégesis (la cual no necesita de
intérpretes con erudición e inteligencia superiores
a la media) impide que muchos de sus datos trascendentales puedan
ser incorporados a los diversos paradigmas humanos. El resultado
produce ignorancia y obstrucciones evitables, que se acumulan en
los grupos y sociedades de manera continua y progresiva, y
también impregnan sus normas y reglamentos, generando una
cosmovisión contraproducente a corto plazo, que
actuará como una telaraña para el
mañana.

En la elección de los paradigmas
intervienen elementos sutiles de índole inconsciente y
consciente, emocionales y racionales,
automáticos y deliberados, individuales y colectivos. Pero
en todo el proceso de adopción paradigmática existe
una innegable componente de libertad y responsabilidad que no se
puede eludir, la cual es simultáneamente individual y
colectiva. El actor humano es casi siempre fundamentalmente libre
de desear o no situarse en terrenos seguros donde plantar y
cosechar sus paradigmas, e incluso de anhelar que éstos
sean construidos a la sombra de una sabiduría
máximamente superior. En su famoso "sermón de la
montaña", Jesucristo dio algunos consejos que parecen
prevenir contra las feas consecuencias que acarrean los
paradigmas existenciales mal elaborados. Dijo:

«A todo el que oye estos dichos
míos y los hace se le asemejará a un varón
discreto, que edificó su casa sobre la masa
rocosa. Y descendió la lluvia y vinieron las inundaciones
y soplaron los vientos y dieron con ímpetu contra aquella
casa, pero no se hundió, porque había sido fundada
sobre la masa rocosa. Además, a todo el que oye estos
dichos míos y no los hace se le asemejará a un
varón necio, que edificó su casa sobre la arena. Y
descendió la lluvia y vinieron las inundaciones y soplaron
los vientos y dieron contra aquella casa, y se
hundió, y fue grande su desplome»

(Evangelio de Mateo, 7: 24-27).

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